DESCUBRIMIENTO DE LAS REGIONES AUSTRIALES
Plano realizado por
José Antonio Crespo-Francés
https://rusadiryelmar.com/2020/12/23/1606-descubrimiento-de-islas-lousiades-de-papua-e-indonesia/
Aunque el título de esta obra parece referirse
exclusivamente a los viajes del marino portugués Pedro Fernández de Quirós, la
realidad es mayor, porque se incluye en
el primer viaje de Álvaro de Mendaña (1567), antecedente preciso para explicar
la presencia de Quirós, en la vuelta hacia las míticas islas Salomón en 1595; y
el viaje hacia las tierras australes, de Quirós en 1605, su pretendido
descubrimiento; y el apéndice de Váez de Torres, el lugarteniente abandonado,
que sí logra descubrir la cuarta parte,
y a través del estrecho de su nombre (estrecho de Torres) demuestra
definitivamente la insularidad de Nueva Guinea, que se consideraba parte
integrante de un continente desconocido que llegaba hasta el estrecho de
Magallanes.
Los tres
viajes o exploraciones forman parte de la gran empresa del conocimiento del
pacífico, emprendido por las naves españolas, desde que, en 1520, Magallanes
irrumpe en sus aguas. A partir de este momento una serie de navegaciones se
emprenderán, aunque, cosa curiosa, el Pacífico Austral quedará al margen, ya
que el interés estará centrado en asegurar el eje Molucas-Filipinas y las rutas
que se dirigían a él.
Dentro de
este contexto debemos incluir, tras la travesía de Hernando de Magallanes, la
de Jofre Loaysa-Elcano en 1524. Pero estos dos exploradores, apenas llegados al
Pacífico, fallecen, pasando la jefatura a Alonso de Salazar, que llegará
finalmente a las Molucas, tras haber tocado en Las Carolinas y en las islas de
los ladrones. En las Molucas se enfrenta con los portugueses, que consideran
dichas islas de su propiedad exclusiva.
En auxilio
de estos españoles, que quedaron en las Molucas, saldrá en el año de 1528 una
expedición desde las costas de Nueva España, al mando de Álvaro de Saavedra.
Los refuerzos llegan oportunamente para salvar a los refugiados de Tidore. Pero
al fracasar en el intento de volver a las costas de México, terminarán cayendo
prisioneros de los portugueses, que los repatriarán finalmente a la Península.
Esta
rivalidad armada por las Molucas era resuelta en abril de 1529, al renunciar a
ellas Carlos V, mediante una indemnización de 350.000 ducados por parte de
Portugal. Esto no quería decir que las Islas de Poniente (Las Filipinas)
fueran abandonadas, y por esto los virreyes de la Nueva España recibieron
instrucciones para asegurar su ocupación.
Hernán
Cortés, por su propio impulso, desde
1532, había iniciado el conocimiento de
la costa del pacífico: Diego Hurtado de Mendoza, Grijalba, Becerra exploran
desde Acapulco hacia el norte, y el propio Cortés llega a California.
Depuesto
Cortés, el primer virrey de México, don Antonio de Mendoza, encargó al
malagueño López de Villalobos que saliera al frente de cinco naves rumbo a las
islas de Poniente, en 1542. Tras una gran tempestad, pasó por las Carolinas,
Palaos y arribó a Mindanao, donde
encontró la oposición portuguesa, haciéndose finalmente fuerte en la isla de
Leyte. Tras fracasar nuevamente en la vuelta a Nueva España, Villalobos muere,
y, los restos de la expedición regresaban a España en 1549, vía Goa. A
Villalobos se debe haber dado nombre a las islas Filipinas, en honor de Felipe
II, ya que anteriormente eran conocidas como Islas de Poniente.
El agustino
Juan de Urdaneta, superviviente de la expedición de Loaysa-Elcano, había
ponderado de tal modo las islas que acababa Villalobos de bautizar como
Filipinas, que el nuevo virrey Velasco le ordena la organización de otra nueva
expedición para hacer efectiva su ocupación. Da el mando a Miguel López de
Legazpi, con la asesoría técnica de Juan de Urdaneta. En noviembre de 1564, la
expedición se encamina directamente a las Filipinas, y desembarcan en abril del
año siguiente en Cebú, base de una feliz y fácil conquista. En 1565, visto el
buen cariz de la posesión de las islas, Urdaneta emprende el hasta entonces
imposible viaje de vuelta, la llamada vuelta
de Poniente. Sube hasta la 15 ° latitud norte, aprovechando los vientos
N-E, atraviesa el Pacífico hasta llegar a las costas californianas. La importancia
del descubrimiento será trascendental, porque se facilita una vía para el
regreso a las costas americanas, y no solo se asegura la regularidad de las
comunicaciones Filipinas-Acapulco, sino que tanto Mendaña como Quirós, a la
vuelta de sus expediciones, buscarán la ruta de Urdaneta para volver a sus
bases de partida en el Perú.
Como hemos
visto, los españoles habían sido hasta el presente los grandes navegantes del
Pacífico, pero no olvidemos que su presencia en aquellas aguas había sido
promovida por la posesión de unas islas, las Molucas, en poder de los
portugueses. Y la presencia lusitana era, por tanto, anterior a la española.
Los
portugueses, desde los tiempos de Don Enrique el Navegante, a principios del
siglo XV, se habían iniciado en la política descubridora; comenzaron por los
archipiélagos atlánticos y por las costas africanas, y luego, sobre todo a
partir de 1487, cuando Bartolomé Díaz emprendió el viaje que le llevó a doblar
el cabo de las Tormentas o de Buena Esperanza, se abrió definitivamente el
camino hacia la India.
A partir de
ese momento la actividad descubridora lusitana se incrementó al máximo y los
logros fueron increíbles: en julio de 1497, Vasco de Gama emprendió el glorioso
viaje que le llevó a la India, y en 1502, ya con el título de virrey, inició la
acción conquistadora en este país.
La
actividad de los lusos no se limitó a esto. En 1507 llegaron a Ceylán; en su
marcha hacia el Este, hacia el Pacífico, organizaron una expedición a Malaca,
que fue conquistada en 1511. No olvidemos que esta península era la llave de
las islas de la Sonda y del Mar de la China.
Después de
la caída de Malaca, una flota, mandada por Antonio d´Abreu, fue enviada a
conquistar las islas de Sonda, conociéndose las vecinas de Borneo, Célebes y Molucas.
Todo ello en 1511. A Cantón llegaban en 1516, y se cuenta que veinticuatro años
más tarde, en el puerto chino de Liam-Pon,
más de mil casas eran de portugueses. En 1520, los comerciantes portugueses
llegaron a Pekín y dos años antes a las islas de Riu-Kiu. A partir de 1542,
Japón entraba en la órbita del comercio portugués.
Sin querer
restar méritos a la vertiginosidad del avance
lusitano, la realidad es que iban sobre un terreno conocido desde la
Antigüedad, y que Marco Polo volvió a actualizar en la edad Media. La
importancia de las navegaciones portuguesas estriba sobre todo en dar una
efectividad real a unos lugares que hasta
entonces se consideraban casi míticos, entre fantasías y realidades
La Quarta Pars, desconocida
Los descubrimientos portugueses venían a ratificar los
conocimientos geográficos de Ptolomeo, puestos en entredicho, tras el
descubrimiento del continente americano. Hasta para el mismo Colón la fe ciega
en Ptolomeo tenía carácter de dogma. Los siguientes navegantes comprobaron que aquellas tierras no tenían nada que ver con
las noticias geográficas ptolemaicas, que fueron definitivamente arrumbadas.
Pero por otra parte los portugueses, con sus viajes a todo lo largo del índico,
habían llegado al Quersoneso aureo (Malaca),
a Cattigara que Marino y Ptolomeo denominaron puerto de Sines (China), y que no es otro que
Singapur. Y así se volvía a tener conocimiento de Sumatra y de las Javas, y de
sus infinitos archipiélagos, ricos en especies. Y ¡cómo no ¡ si por ensalmo
Ptolomeo volvía a tener nuevamente vigencia, ¿por qué no se podía creer en la
existencia de la Terra incógnita que
existía más al sur, y que se extendía desde África hasta el Quersoneso, o tal
vez más allá?
La
posibilidad de ese cuarto continente inmenso, independientemente de Europa,
Asia y África, fue creíada también ciegamente por autores de la antigüedad, y
hay alguno como el romano Claudio Bliano (siglo II) que llega a describirlo,
como de extensión inmensa, poblado de infinitas clases de animales. Sus
habitantes, extraordinariamente altos,
gozaban de envidiable longevidad. Lo mejor del relato es lo que sigue: Unos hombres, llamados meropes, habitaban
ese continente y sus innumerables islas. Esta comarca se terminaba en
una especie de abismo llamado Anostos,
de donde no se volvía. No era ni oscuro ni luminoso, sino lleno de un ambiente
opaco, sombrío, rojizo. En la región, fluían dos ríos: uno se denominaba Voluptuosidad y el otro Tristeza. Ambos estaban bordeados de árboles que parecían grandes plátanos. Los
frutos que producían los árboles del río Tristeza tenían la singularidad de que quienes los probaran prorrumpían en
amargo lloro y morían de pena. Los frutos de las orillas del río Voluptuosidad causaban los efectos opuestos: el que los
tomaba perdía el deseo de aquello que más había deseado; olvidaba cuanto había
querido y paulatinamente se rejuvenecía, pasando de la ancianidad a la edad
viril, de ésta a la juventud, y luego a la adolescencia a la niñez, hasta
reducirse a la nada. (1)
Como vemos, a los innumerables incentivos de
lo desconocido no podía faltar el tema
del rejuvenecimiento, también presente en el descubrimiento de América. La isla de Bimini y sus fuentes de la juventud habían
atraído al primer colonizador de Puerto Rico, Ponce de León. (2)
Si el mantenimiento de la ciencia en la
existencia de esa Terra incógnita era
una pervivencia de la geografía clásica, no es menos cierto que vuelve a
resurgir gracias a los más reputados geógrafos de la segunda mitad del XVI. La
famosa línea ptolemaica austral tiene consistencia a partir del descubrimiento
y exploración de la costa septentrional de la isla de Nueva Guinea, que se cree
parte de esa Quarta Pars Incognita y
que llegará hasta el mismo estrecho de Magallanes. Téngase presente que hasta
1614 no se descubrió el cabo de Hornos, la punta meridional americana.
Si
portugueses y españoles fueron sus primeros descubridores, en sus mapas iban
reflejando las tierras que iban conociendo. Pero si en la cartografía
portuguesa de la época encontramos una pervivencia de la tradición ptolemaica
respecto a la terra australis, ésta
es prácticamente inexistente en los patrones
reales hispanos, más atentos a reflejar únicamente las tierras que los
navegantes españoles van descubriendo. El famoso mapa-mundi de Ortelio de 1564, que anota todo cuanto se conoce
hasta entonces, esboza a lo largo del Pacífico meridional la existencia de ese
hipotético continente, que arrancaba de la Nueva Guineas e iba inclinándose
hasta la Antártida, ocupando más de la mitad del Pacífico Austral. (3)
Todo esto nos lleva al planteamiento y
objetivo de los viajes de Mendaña y Quirós, que fueron motivados por la busca y
localización de ese hipotético continente austral, fundamentado en la más
rancia tradición clásica: la creencia científica de esa masa continental que
fuera el contrapeso a las del hemisferio Norte, y en que se creyó
definitivamente, tras del descubrimiento de Nueva Guinea.
Ahora tan
sólo faltaba delimitar su contorno, que tras los viajes de Magallanes y Loaysa
debía estar más allá de los 30° grados de latitud Sur. Por esta razón, la nueva
base exploradora será el Perú y no el virreinato de Nueva España, excesivamente
alejado del objetivo propuesto. Además, aparte del interés científico del
descubrimiento, existe un interés político estratégico. En la época de los
viajes de Mendaña-Quirós, la rivalidad hispano-inglesa ha alcanzado su máxima
virulencia; los navíos ingleses han atravesado el estrecho de Magallanes y han
saqueado las poblaciones españolas desde el Perú hasta el virreinato mexicano.
Drake parece ser que llevaba intención
de recorrer el continente que llegaba hasta el estrecho de Magallanes, pero no
lo encontró. Finalmente. Diremos que a finales del siglo XVI llegarán los
holandeses a los mares del Sur, atacando las factorías portuguesas que en ese
momento tienen a Felipe II como monarca de la unidad ibérica. Hartman había
llegado a Java en 1596, y en 1602 fue creada la famosa Compañía Holandesa de
las Indias Orientales. Vemos, pues, que la amenaza holandesa no era hipotética
era real.
Por todas
estas razones, el interés geográfico queda desbordado por el político, y no
deja de resultar curioso que el último viaje de Quirós vaya a ser organizado
por el Consejo de Estado de Felipe III. (4), Apartando
al de Indias, porque a través de sus planificación vemos la voluntad de la
Monarquía española de querer seguir controlando el Pacífico como un Mar
Ibérico. Téngase presente que la unidad peninsular es un hecho, como lo
demuestra en gran número de portugueses que participa en el último viaje de
Quirós.
Todo este
interés por el Pacífico la existencia de esa Quarta Pars, tenía, como hemos visto, distintas connotaciones, y de
ahí que el interés se acrecentara cuando Quirós, al regreso de su último viaje,
proclame que ha descubierto la Terra Australis, y se consideraba un
nuevo Colón. La noticia tendrá una gran difusión, pero será Londres quien más
se interesará por las noticias sobre las nuevas tierras de Quirós. Que esa
preocupación y ese interés por el descubrimiento español estuvo vigente lo
demuestra el que, al cabo de los años, prácticamente cincuenta después, Byron
(1764), cartera, Bouganville y, sobre todo, Cook (1768) busquen
infructuosamente el continente pretendidamente descubierto por Quirós en 1606. (5)
Primer viaje de Álvaro de Mendaña
La relación que aparece en el manuscrito de la Biblioteca
del palacio Real de Madrid, se trata de
un sumarísimo resumen de la relación que hizo Hernán Gallego, piloto mayor de
Álvaro de Mendaña. Prácticamente se limita a enumerar las islas que se fueron
descubriendo, y los principales contratiempos que tuvieron en el viaje de
vuelta. Pero, afortunadamente, existe una serie de relaciones, seis en total,
de Hernán Gallego, Álvaro de Mendaña, Sarmiento de Gamboa, Pedro Ortega, amén de cartas e informes que sobre el viaje se
hicieron, y del que se puede decir que abundan las noticias.
Intentos iniciales
El que estos viajes se organizaran desde el Perú no era
casual, ya que desde su conquista y planificación se habían preparado jornadas
descubridoras de grandes islas y tierras que se creían próximas al Virreinato
peruano, no faltando tampoco tradiciones incaicas que recordaban la existencia
de grandes imperios al otro lado del ignoto océano, referidas seguramente al
archipiélago de las Galápagos.
Las
noticias de las islas y tierras por descubrir, solicitando a las autoridades
permisos para organizar expediciones, abundan en extremo. Posiblemente la más
antigua es la del maestresala Gómez de Solís, en carta al Emperador, que lleva
fecha de 16 de agosto de 1550, y aunque el célebre pacificador La Gasca
autorizara la expedición, ésta no se llevó a cabo. El mismo La Gasca, en carta
al Consejo de Indias, da cuenta del viaje del piloto Francisco López, antiguo
compañero de Orellana, que viniendo en una galera el año de 1548, fue apartado
de la costa peruana 150 leguas y estando
en catorce grados y medio de la Equinoccial hacia el Sur, vieron que traían
muchos maderos el agua de la parte de Poniente, que es señal de tierra donde
había ríos de mucha agua… cerca de ella Especería, pues están en el mismo clima
que los de las malucos. (6)
También
circulaban por el Perú, y se mantenían vivos, recuerdos de las expediciones
marítimas para conquistar las Galápagos, que, naturalmente, eran islas llenas
de tesoros. Será sobre todo Sarmiento de Gamboa el que da mayores noticias de
estas expediciones conquistadoras, en tiempo de Topa Inca Yupanqui. (7)
Si la fabulosa conquista del Perú había dado
pie para que las mentes calenturientas de los conquistadores concibieran tierra
adentro la existencia del mítico imperio de El Dorado, es lógico creer que allí
se concibiera la idea de que más allá de las aguas del océano existiese el
Ophir, las tierras a donde iba el mismo rey Salomón a cargar sus naves. El
misterio del mito, inalcanzable, se va desplazando hacia lo desconocido,
manteniendo así su vigencia. Fue precisamente Colón el que resucitó la leyenda
de Ophir en sus viajes al creer localizar las minas del rey Salomón, próximas a
Catay y Cipángo. (8) Ahora que Catay y Cipango habían sido
definitivamente localizadas, que el Maluco y la Especiería eran un emporio de
riquezas, ¿por qué no creer que e aquellas misteriosas islas no pudieran ser
las del rey bíblico? Es curiosa la explicación que del nombre de islas de
Salomón aparece en un manuscrito de don Gabriel Fernández de Villalobos,
conservado en la Biblioteca nacional: Las
islas que llaman de Salomón, por una tradición que yo tengo por tonta… cómo es
decir que una nao de Philipinas, viniendo de Acapulco, arribó con un temporal a
una de ellas, que está en 11° de altura australes, llegado derrotada, fizo
fogón en ellas, echó, como es costumbre, un terraplén de tierra para hacer
lumbre, y cuando llegó a Acapulco, halló que se había fundido un tejo de oro.
DE aquí se tomó de decir que esta tierra
era donde enviaba Salomón a cargar sus flotas de oro. (9)
Si esa
conseja llegó o no al Perú, está por ver. Pero que la idea de la existencia de
esas islas era firme entre los peruanos lo
demuestra el ahínco con que el licenciado castro, gobernador del Perú, insiste
una y otra vez en ir a descubrirlas.
Para
concluir sobre la denominación de estas islas,
veamos la opinión de Justo Zaragoza: Acaso
porque iba en la armada de Mendaña un hijo o pariente de aquel Antonio
Salomón que estuvo en el descubrimiento del estrecho de
Magallanes, en la nao del capitán Luis Mensoza, que por haber distinguido
tierra antes que nadie, reclamase para él, según se acostumbraba en aquel
tiempo, el título de su apellido. (10) La
opinión de Zaragoza se viene abajo, si antes del descubrimiento ya esas
misteriosas tierras que se pretendían descubrir, las denominadas islas del Rey
Salomón, que caen frontera de Chile,
hacia la Especiería, que se tiene aquí gran noticia.
El último de los proyectos frustrados será el
que pretenda organizar el soldado Pedro Aedo, con la colaboración del rico Maldonado, que a su costa y con sólo cuatro
mil ducados de ayuda real pretenden ir a las Salomón, y que en un principio
autoriza y apoya el gobernador García de Castro en 1565. (11)
Pero este viaje, que se comienza preparar rápidamente,
con idéntica celeridad quedará bruscamente paralizado, porque el gobernador
manda detener a Maldonado, pues es considerado miembro de una conspiración
contra su persona a causa del problema de las encomiendas; y a Pedro Aedo, por
una pretendida intención de alzarse contra él. Todo muy oscuro, que cuando con
posterioridad se realice el juicio de residencia contra el
gobernador, éste será castigado a pagar una indemnización a Pedro Aedo. Pero la
realidad es que Aedo se quedó sin el viaje.
Organización del viaje a las islas Salomón
Que el gobernador Castro (1564-1569) desposeyese a Pedro
de Aedo del viaje, ya sabemos porque causas oficiales lo hizo. Pero creemos
que hubo más, sobre todo por la intervención
del gallego nacido en Alcalá de Henares, Pedro sarmiento de Gamboa (12), de padre pontevedrés y de madre bilbaína. Este hombre,
que se consideraba gallego, es un auténtico autodidacta, y llegó a ser unos de
los grandes escritores de su época. Llevó su interés no sólo a la cosmografía,
sino también al mundo indigenista y al latín, lo que le permitiría años
después, en los días de su cautiverio con los indígenas, comunicarse con Walter
Raleigh y conversar directamente con la mismísima reina Isabel de Inglaterra.
Este
hombre, que encontramos en el Perú, ha estado antes en Flandes y en el
virreinato de Nueva España y, por su carácter inquieto, había sufrido un juicio
de la Inquisición de Puebla y estaba pendiente de otro, incoado por el Santo
Oficio de Lima, por prácticas hechiceras. En el Perú, aparte de estar al
servicio del conde de Nieva, se preocupa por la cultura indígena, y fruto de
este interés será la tan celebrada Historia
de los Incas; y es por tanto, y a través de la realización de dicha obra,
por lo que Sarmiento tendrá noticias de los viajes marítimos incaicos. Transcribimos
a continuación sus palabras sobre el origen y presencia del hombre en América:
… Y esta tierra, es la que llaman los
descriptores de mapas, Tierra incógnita al Austro, desde la cual se pudo venir
poblando basta el Estrecho de Magallanes, hasta el poniente de Catigara y hacia
el levante de las Javas, y Nueva Guinea e Islas del archipiélago del Nombre de
Jesús, que yo, mediante Nuestro Señor, descubrí en el mar del Sur el año 1568. (13)
Sarmiento de Gamboa, por sus conocimientos y
simpatía, se pudo hacer con el ánimo del gobernador, y ya que estaba en marcha
el viaje a las Salomón, aunque sin jefe, él bien pudo soñar en ser el
Adelantado de aquellas islas. Pero el enojoso conflicto con la Inquisición hizo
hizo imposible que ostentara la más alta jefatura de la expedición. Él,
Sarmiento de Gamboa, como persona entendida, sabedora de la localización de las
islas Salomón, iría en calidad de cosmógrafo;
y como Adelantado un sobrino del gobernador, un joven recién llegado al Perú,
sin ninguna experiencia, lo que facilitaría la tutela de Sarmiento sobre su
aparente superior jerárquico.
El
ocasional jefe de la expedición fue Álvaro de Mendaña de Neira, que aparece en
diversos escritos como Álvaro Davendaña, o de Vendaña o Bendaña, parroquia de
Santa maría de Bendaña, ayuntamiento de Touro, en la provincia de La Coruña;
otras veces como Álvaro de Vendaña y de Avendaña, y lo mismo que su segundo
apellido, de Neira, tiene un carácter referencial toponímico, quizás por
proceder de una de las cinco provincias que de este nombre figuran en los
partidos lucenses de Sarriá y becerra. Lo que está fuera de dudas es su origen
gallego.
No sabemos el año de su nacimiento, pero se puede deducir
que fue hacia el año de 1542, puesto que contaba 25 años de edad cuando en 1567
emprendió su primer viaje a las islas Salomón. Se puede aventurar que en 1564
llegó al Perú en compañía de su tío el gobernador, que como presidente de la
Audiencia le metió en la comisión encargada de inquirir las causas de la muerte
del último virrey, el Conde de Nieva, que al poco tiempo de gobernar fue
hallado cadáver con evidentes muestras de haber sido asesinado.
El
nombramiento de este joven como general de la expedición, cuyo mérito era sólo
ser sobrino del gobernador, planteará constantes suspicacias y en algunas
ocasiones trascendentales se recriminarán sus pocos conocimientos. Como el
mismo Mendaña escribe, ninguna de las
cosas les pareció convenía, diciendo que el que está, juzga, y el que está en
el mar, navega, con lo que venía a reconocer que no tenía ninguna
autoridad, como hombre de tierra adentro, sobre los veteranos navegantes que le
rodeaban.
El viajar,
a pesar de las cartas optimistas del gobernador a Felipe II, encontró bastante
oposición, tanto de los frailes, por la presencia de Sarmiento de Gamboa, como
de la Audiencia, escandalizada del enorme costo: más de cien mil ducados.
También la Audiencia de Chile reclama para sí la organización de la expedición,
por entender que las islas que se van a descubrir están más cerca de Chile que
del Perú. (14)
Volviendo al costo de la expedición, hay
diferencias notables sobre el precio de los dos navíos, pues si según el
gobernador uno de tres mil e tantas arrobas,
y otra de siete mil de porte, que costaron diez mil pesos ensayados (15); y el fiscal Monzón, dice que al tomarse los navíos a su
propietario contra su voluntad, costaron
sólo los cascos y aparejos para navegar treinta mil ducados (16).
Las dos naves que iban a emprender tan famosa
aventura se llamaban Los Reyes y Todos
los Santos. En la primera embarcación, el Capitán General Álvaro de
Mendaña, el cosmógrafo Sarmiento de Gamboa, el piloto Juan Enríquez, y el
tesorero Gómez; y en la segunda nao, el piloto mayor Hernán Gallego y el
maestro de campo Pedro Ortega.
Durante
mucho tiempo se ha llamado al viaje de Mendaña la expedición de los cuatro
gallegos (17), es decir: Álvaro de Mendaña, Sarmiento de Gamboa, Hernán
Gallego, y el licenciado García de Castro. Acompañaron a los tres primeros el
Alférez General Fernández Enríquez, el capitán de artillería Pedro Xuarez, tres
pilotos, cuatro franciscanos y unos 150 marineros y soldados (18) De estos tripulantes, morirán a lo largo del viaje 40 hombres (19) La Armada descubridora salía el 19 de noviembre de 1567
del puerto del Callao, y Pedro Sarmiento mandó aderezar la vuelta del Oes-Sudeste, que era la cierta derrota que convenía
llevar conforme a la noticia dada (20) que
se debía mantener hasta los 23°, que era la altura que el cosmógrafo marcaría
nuevo rumbo. La relación de Hernán Gallego que publicamos omite cualquier
referencia a la navegación, desde su salida del callao hasta que llegan a la
isla de Jesús el 10 de enero de 1568; y sin embargo, en ese intervalo se
producirán graves decisiones la primera, el 28 de noviembre, cuando este día mudó Hernán Gallego la derrota, y
empezó la vía del oeste, quarta al dudeste, que es una quarta más baja del
camino que habíamos traído desde que salimos de Lima, esta mudanza de la
derrota sin consejo ni acuerdo de los pilotos ni de Pedro Sarmiento (21).
En cambio de rumbo, la sospecha por parte de
Sarmiento de un entendimiento entre
Mendaña y Hernán Gallego, provoca la ruptura total, y hace que las instrucciones sean totalmente olvidadas.
Lo prueba no sólo el cambio de rumbo, sino que la flotilla va perdiendo altura,
es decir, se acerca a la línea ecuatorial.
Nada de
estas discordias refleja la Relación
de Hernán Gallego. Para demostrar el desdén del piloto mayor hacia el
cosmógrafo, sólo lo citará ocasionalmente como hombre de guerra que tiene que desembarcar
para hacer sentir la superioridad española sobre los indígenas. Ahora bien,
solamente se puede explicar la decisión de Hernán Gallego contando de antemano
con la conformidad de Mendoza, deseoso de protagonismo.
Bien porque
Hernán gallego desconfiase del rumbo que seguían, bien porque Mendaña se sentía
culpable de los reproches de Sarmiento y sus amigos, lo cierto es que el 8 de
enero, general y piloto mayor, deciden destituir a Sarmiento el poder
decisorio, conforme a las instrucciones, y de este modo, no mirando, pues, el Capitán Pedro Sarmiento a
venganzas o intereses, dixo al general que este negocio estaba tan perdido que
sería muy dificultoso cobrallo, porque
la tierra quedaba atrás, y con el tiempo que hacía no se podía ir a ella, más
que al oeste quarta del sudeste donde había tierra muy poblada, que yendo a
ella se podían reformar y esperar tiempo, y hacer el bergantín que iba
determinado a hacerse, y así volverían a enmendar lo errado…, y tomó un padrón
en el cual mostró el piloto el punto y derrota por donde habían venido hasta
allí; a donde quedaba la tierra, y la que podían tomar; y así dixo que
gobernasen el oeste y quarta del sudueste (2
Con el cambio de rumbo resurgen las
esperanzas, y más cuando el 15 de enero
encuentran la isla de Jesús, que erróneamente Sarmiento cree próxima a la Nueva
Guinea. Pero el rumbo marcado por el cosmógrafo no se puede mantener a
causa de los sucesivos temporales y Hernán Gallego manda bajar hacia la
equinoccial. Es curioso contrastar las Relaciones
que enviaron Sarmiento, Mendaña y
Hernán Gallego. Mientras la del cosmógrafo es tremendamente pasional, y la del piloto mayor
exclusivamente técnica, la de Mendaña procura, sobre todo, dar un tono de naturalidad y
religiosidad a todo lo que acaece. Las acusaciones que le hace Sarmiento en su Relación, que son constantes, Mendaña ni
las recoge, y en todo caso, cuando hay
que tomar decisiones, se apoya
siempre en el consejo y veteranía de su piloto mayor.
La discrepancia mayor de estas Relaciones
posiblemente la tengamos en el momento que llegan a las islas Salomón, objetivo
y finalidad del viaje. Mientras Mendaña y el piloto Hernán Gallego creen haber
llegado felizmente a las islas paradisíacas, Sarmiento no cree que ha llegado a
las Salomón, así, años después, cuando dedica al Rey su Historia Índica, escribe… Las
islas del archipiélago de nombre Jesús,
vulgarmente llamadas de Salomón, aunque no lo son, de que yo di noticia y por
mi persona, las descubrí el año 1567, aunque fue por General Álvaro de Mendaña.
También, hay que decirlo, existen diferencias
cronológicas entre las diversas Relaciones.
Mínimas entre el general y el piloto mayor, y mayores con las de Sarmiento.
Pero téngase en cuenta que al cosmógrafo le quitaron sus papeles a la
terminación del viaje y, por lo tanto, lo tuvo que reconstruir de memoria.
Desgraciadamente desaparecieron, entre otros, unos vocabularios de lenguas
indígenas que Sarmiento estaba confeccionando, queriendo probar el parentesco
de los melanesios con los indígenas americanos. (23)
Ya hemos dicho anteriormente que el escrito
de gallego, la única referencia que encontramos a Sarmiento, la tenemos como
hombre de armas y de la política dura que llevó. Sin embargo, es curioso leer
las aprensiones del cosmógrafo para una misión que no era la suya y las
condiciones conque las emprendía:… Y en
todo el campo se murmuró la poca gente que llevaba el dicho capitán, que se
creía que la tierra era muy grande, y muy
poblada y áspera, y que era temeridad del que iba a osar, ir con tan poca
gente, y maldad el que le enviaba, que decretara le sucediera algún desastre (24).
También las discrepancias existen, y hondas,
sobre los asuntos trascendentales: como decir poblar las Salomón o qué rumbo se
tomaba para regresar al Perú. Si Sarmiento acusa agriamente a Mendaña del
abandono, el general, esto hay que reconocerlo, da más que abundantes razones, todas juiciosas,
para ordenar la retirada: y en cuanto al
derrotero de vuelta, leamos lo que dice el cosmógrafo: Dieron sus paresceres Pedro sarmiento y los pilotos, sobre la derrota
que se tomaría, y Pedro Sarmiento dio un derrotero de todos los rumbos, y dio
por parescer que se siguiera la vuelta de sudoeste en demanda de la otra tierra
que en principio él quiso descubrir, que está sobre Chile. Los tres pilotos
fueron de su parescer; el Gallego, aunque también dixo que se hiciese, no lo
cumplió; antes contra lo determinado, gobernó sobre Nueva España y fue milagro
escapar (25).
Las relaciones de Mendaña y Hernán Gallego no
coinciden en esa unanimidad en volver a descubrir, sino todo lo contrario: en
regresar por la vuelta de Nueva España, aunque con las clásicas reservas del
general. Lo cierto es que se impuso el criterio del piloto mayor, y Sarmiento
quedó una vez más burlado, y sin descubrir aquella tierra incógnita que, según
él, se deslizaba desde la Nueva Guinea hasta el estrecho de Magallanes. Melancólicamente
terminará la relación de la Plata: No se
puede saber mucho de esta tierra, porque no hubo lugar de tiempo, ni el general quiso buscarlo, ni procurarlo. La
buena tierra de contratación de oro, se colixe de esta relación que está a la
mano izquierda, sobre el mar, enfrente de Chile.
En relación que publicamos se hace especial
hincapié en el gran temporal que estuvo a punto de engullir a la armadilla. Se
dispersaron la capitana y su almirante
Sarmiento, que había pasado a ésta, en la carta que escribe a Felipe II desde
el Cuzco, afirma que Álvaro de Mendaña aprovechó deliberadamente la tempestad
para abandonar a su suerte la nao Almirante
(26).
La alegría de ambas tripulaciones fue
indescriptible. Fue tanto el regocijo que
teníamos de vernos los unos a los otros que llorábamos de placer. Venía Pedro
Ortega tan malo, que entendí que al otro día lo enterramos, y por el contento
de habernos visto volvió en sí muy breve, porque también nos tenían a nosotros
por perdidos (27).
El final del viaje vino a romper finalmente
las relaciones entre Mendaña y Sarmiento, cuando, según éste, Mendaña, temeroso
porque había una información ante nuestra
real justicia, tomó los papeles, relaciones, cartas y contratos, y los rompió (28).
A partir de entonces se abrirá una sorda
lucha hecha de acusaciones y calumnias
entre ambos ante nuestra real justicia,
llevándose la palma Sarmiento de Gamboa, que recurre a la insidia constante
contra Mendaña, porque éste creyó, equivocadamente o no, más en la destreza de
su piloto mayor que en la ciencia de su cosmógrafo.
Un largo intermedio (1569-1595)
En mal momento llega a
Perú el flamante General Álvaro de Mendaña, descubridor de las míticas
islas Salomón. En mal momento, porque coincide con el relevo de su tío el
gobernador, el licenciado Castro. En vez de honores y agasajo, serán acusaciones y denuestos, porque
son los días en que se está realizando su juicio de residencia como gobernador
depuesto, que preceptivamente realiza el nuevo virrey, don Francisco de Toledo.
Todos los
que se han sentido lastimados por la acción del
gobierno del licenciado Castro acuden ahora solícitos en busca de
justicia y reparación. Afortunadamente, de todos los cargos que se le imputan
sale limpio y sin mácula, a excepción del infortunado caso de Pedro de Aedo,
por lo que es multado por el secuestro que hizo de sus bienes. García de castro
regresa finalmente a Madrid, para ocupar un cargo relevante en el Consejo de
Indias.
La
presencia de Sarmiento en Perú iba a traer forzosamente complicaciones a
Mendaña, además de su parentesco con el gobernador residente. Parece ser que el
cosmógrafo entró a formar parte del grupo de cortesanos que rodeaban al nuevo
virrey, y por eso no debe sorprendernos que éste, a instancias de Sarmiento,
procediese contra Álvaro de Mendaña por haber incumplido las instrucciones de
Su Majestad.
La información
abierta por el doctor Barrios, oidor de la Audiencia de Lima, y en la que
intervinieron un gran número de participantes de la expedición a las Salomón,
fue favorable en general a Mendaña, pues
no se encontraban motivos razonables
para procesarlo criminalmente (29).
Mendaña, apenas se ve libre de las molestias
de la información, y antes de que surjan nuevos problemas, decide regresar
cuanto antes a la Península, donde encuentra un gran valedor, su tío, ahora
Consejero de Indias. Y en efecto, aunque a Madrid llegan hasta el Rey y el
propio Consejo cartas de Sarmiento reclamando la primacía del descubrimiento,
la influencia del licenciado Castro neutraliza el efecto que pueden producir
las acusaciones del cosmógrafo gallego.
No
sólo las neutraliza, sino que gracias a
su influjo se firman en 27 de abril unas
nuevas Capitulaciones entre Felipe II
y Álvaro de Mendaña. Mediante éstas, se le hace Adelantado de las Islas
Salomón, y se le faculta para hacer posible su conquista y evangelización.
Estas Capitulaciones son semejantes a
tantas y tantas que despacharon los monarcas españoles, que a cambio de unos
hipotéticos títulos y beneficios, el esfuerzo económico caía en el futuro
conquistador, todo ello a nuestra costa y
misión, sin que Nos ni los Reyes que después de Nos fueren, seamos obligados a
vos socorrer con cosa alguna de nuestra hacienda para ayuda de ello (30).
Pero también se le obligaba: Antes de os partáis en seguimiento de
vuestro viaje, daréis finanzas llenas y abonadas, en cantidad de diez mil
ducados, a contento de los de Nuestro Consejo
de Indias o de nuestros oficiales de la Casa de Contratación.
Pues bien, a pesar de tan duras
coincidencias, Álvaro de Mendaña se dispone a llevar a cabo inmediatamente
su designio. No sólo paga lo estipulado,
en Sevilla, sino que embarca en dicho puerto con un grupo de seguidores. Su
paso por Panamá, camino del Perú, le va a resultar catastrófico. Lo sabemos por
la carta que dirige al rey el 3 de febrero de 1577. El presidente de la Audiencia de Panamá,
queriendo vengar en Mendaña viejos resentimientos contra su tío, el consejero
de Indias, aprovecha unos alborotos provocados por acompañantes darle en un
calabozo, mezclado con negros, donde permanece encerrado cuatro días, pasando
luego muchos más,, guardado en las Casas del cabildo y del Factor, hasta que
puede embarcar. Termina la carta indicando el temor con que acudía a Perú,
donde el virrey Toledo, por manifiesta enemistad, no le favorecería, a no ser
que Felipe II enviase una provisión en la que se le ordenase no se
entrometiese en cosas de esta jornada.
Aun contando con la posible enemistad del
virrey, que apuntaba Mendaña, la realidad es que pocas facilidades iba a
encontrar para reunir gente para su
expedición. La conquista de Chile estaba consumiente todas las reservas de los
hombres del virreinato, y aunque le dejo
enarbolar bandera y que toquen tambores, la realidad es que hay poca gente que se interese por
estas expediciones marítimas, pues no hay
nadie que quiera arriesgar sus haciendas en empresas de tan dudoso éxito.
Existen
numerosas cartas del virrey al monarca,
en que comenta estos y otros inconvenientes que encuentra Mendaña para el
apresto de su jornada, como el que se la dispersado la gente que traía de
Panamá, casi todos delincuentes. En abril de 1580, escribe: En quanto a la jornada de Álvaro de
Abendaño, como escribía vuestra
Magestad, llegó aquí seis o siete meses,
y en casi todo este tiempo lo hemos
dexadoenarbolar bandera a su ventana, y tocar
sus atambores cada día, y yo he
hecho lo que he podido para enderezarle
gente, y con todo eso tan pocos los que le llegan, y él con tan poco caudal
para sustentallos… no sé si va a poder salir de aquí (31).
Sin embargo, Mendaña no opinaba así, y en 24
de marzo de 1580, escribe al Consejo de Indias lamentándose de los muchos
inconvenientes en que le pone el virrey: su hacienda la he ido consumiendo inútilmente, alistando
personal suficiente para la empresa;
pero que por dos veces el virrey le
estropeó sus planes, al quitarle
toda la gente alistada, para enviarla a
Chile. La segunda prejuicio, sobre todo, de las muchas doncellas que sólo
esperaban prejuicio, sobretodo, de las muchas doncellas que sólo esperaban el apresto de la Armada para casarse, y
embarcarse con sus esposos, y que al
demorarse, pudieran darse al mal vivir. Sus intereses estaban agotados,
pues apenas bastaban para sus gastos la
encomienda de indios que tenía en Guanaco (32).
Cuando más desesperado se encontraba el
contrito Adelantado, dos hechos cambian el rumbo de los acontecimientos: uno,
el relevo del virrey Toledo; y el segundo, su casamiento con Isabel Barreto. El
nuevo virrey, conde de Villar, parece mostrar un sincero interés porque se
realice la ocupación de las islas Salomón, por
entender que importa y conviene al servicio de su magestad, escribe al
monarca el 25 de mayo de 1586.
El virrey
no sólo ayuda con buenas palabras, sino que le facilita tierras para que saque
trigo para la futura expedición. Fruto del nuevo clima serás la ayuda que le ofrecerá
Hernando Gamero Gallegos de Andrade, para la dicha jornada, para la dicha jornada un navío aderezado e
pertrechado e marinado para hacer el viaje el dicho Adelantado; y levantó cien
hombres para la dicha jornada, sin sueldo alguno, sino con los socorros que el
dicho capitán les daba, en que hizo grande gasto de su hacienda (33).
Todo tiene un color rosado para que Mendaña
ponga en marcha su accidentado viaje, pero un nuevo inconveniente lo demorará:
una vez más, las piraterías inglesas. Ya en 1578, Drake había merodeado por las
costas peruanas, atacando inclusive el puerto de El callao; ahora, en 1587,
todo el virreinato se convulsionó con la presencia de Thomas Cavendish, que
hasta 1591 realizaría correrías por sus costas.
Álvaro de
Mendaña se tuvo que ofrecer para luchar contra los ingleses y lo vemos ocupando
puestos de responsabilidad en la lucha contra Cavendish, y en 1593 contra
Richard Hawkins, participando personalmente en su captura, en el combate naval
que se dio en el puerto de Atacama, donde, tras ardorosa pelea, Hawkins se
rindió a don Beltrán de Castro, que le dio su palabra de que su vida sería
respetada, como así fue en efecto.
El otro
acontecimiento trascendental en la vida de Mendaña será su casamiento con su
paisana Isabel de Barreto, posiblemente en los primeros meses de 1580. Tendría
por tanto Mendaña treinta y ocho años; ignoramos los de la novia, aunque
creemos que sería veinteañera. De esta unión no hubo hijos, pero si los tuvo la
Barreto de su segundo enlace con don Fernando Castro, según se deduce de una
carta que escribió éste último a su Magestad, el 28 de enero de 1598.
Por la edad
de las nupcias de Mendaña, no parece ser que Doña Isabel fue su único amor,
pues, cómo no, por Sarmiento sabemos que una de las causas por las que Mendaña
ansiaba regresar rápidamente a Perú es porque andaba enamorado. No creo que
fuera de la Barreto, que tendría entonces unos cuatro o seis años.
El enlace
con Isabel, más bien parece una boda de conveniencia. Recordemos su vuelta a Perú, el agotamiento de su peculio,
y para rehacerlo, el casamiento salvador, porque según el virrey el conde
Villar pensaba gastar la dote de su mujer para realizar la jornada (Carta a su Magestad, 25 de marzo de 1586).
Nombrado
virrey de Perú, don García Hurtado de Mendoza (1588-1595), tras resolver el
problema de las incursiones de los piratas ingleses, se preocupó de resolver lo
más prestamente posible la ya eterna marcha a las Salomón, y más, tras el
relevante papel desempeñado por Mendaña,
en atajar las acciones de dichos piratas.
Segundo viaje de Mendaña
Entramos de lleno en el tema de la Historia de los descubrimientos de las regiones australes, en las
que aparece Pedro Fernández de Quirós, como piloto mayor del segundo viaje de Álvaro de Mendaña.
Si antes eran todo dificultades sin cuento,
ahora la celeridad con que se solventan los problemas será la nota
predominante. Las trabas que ponen los oficiales reales pronto se acelerarán,
tras las conminaciones terminantes del virrey a la obediencia. Hay razones
políticas para la realización rápida de la expedición: la salida del Perú de
toda la gente indeseable que por allí pululaba. En esto están de acuerdo tanto el rey como el marqués Cañete.
El virrey
vendió a Mendaña por ocho mil pesos
corrientes de a nueve reales, precio simbólico, los galeones San Juan, San Francisco y San Gerónimo, con
tal de que participaran en la jornada de las islas. A éstos, hay que añadir el
que aportaba el Adelantado (34).
El
aprovisionamiento de artillería, pipas, velas y demás aprestos provenían del
navío capturado a Hawkins; y el resto, de la Hacienda Real. No en vano se puede
decir que el segundo viaje de Mendaña fue posible gracias a la magnificencia de
Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete.
Los
quinientos hombres que le autorizaban las Capitulaciones para ir en la jornada
colonizadora de las Salomón no se completaron, a pesar de levantar bandera el
capitán Lorenzo Barreto, cuñado del Adelantado, y enviar a los valles de Truxillo y Saña otro capitán, llamado Lope de Vega, a cuyo
cargo estaba levantar gente y hacer bastimento.
Con el Adelantado, irá su mujer, Isabel
Barreto, y sus cuñados, Lorenzo, Diego y Luis, amén del capitán Lope de Vega,
que se casó con una cuñada de Mendaña, Mariana de Castro, y al que le concedió
el título de Almirante.
Pero el
personaje que alcanzará mayor celebridad a partir de este viaje, eclipsando a
todos, es sin ninguna duda el piloto mayor, Pedro Fernández de Quirós, hombre
enigmático, y sobre todo, de un temple extraordinario.
Portugués
nacido en Evora en 1565 más o menos, las pocas noticias que tenemos sobre su
vida, anteriores a este viaje, las debemos a las informaciones hechas el 14 de marzo de 1615 en la Casa de
Contratación de Sevilla, con motivo del último viaje de Quirós a las Indias Occidentales.
Según dicha
información, Quirós contaba entonces cincuenta
años, se crio y educó en Lisboa. Muy
joven embarcó, ejerciendo el cargo de escribano o escribiente, en naves de
mercaderías, o sea, ejerciendo lo que hoy denominamos sobrecargo. Navegando fue
paulatinamente adquiriendo conocimientos náuticos, hasta llegar a tripular
navíos, con el máximo cargo de piloto mayor.
Entre 1588
y 1589 contrajo matrimonio con Ana Chacón, de veinticinco años, natural de
Madrid, e hija del licenciado Juan Quevedo de Miranda, y de Ana Chacón de
Miranda. Tuvieron Pedro y Ana una hija en 1590, que nació en Madrid, y al poco
tiempo de nacer la primogénita, Fernández de Quirós marchó a Perú, aunque lo más
probable, y al igual que tantos tripulantes, fuera acompañado de su familia.
Este hecho del acompañamiento familiar se probaría sin más, si calculamos la
fecha que tiene su hija en Sevilla en el momento de la ya citada información,
es decir, dieciocho años. La niña nacería en 1597, cuando Quirós regresa de las
Filipinas hacia Acapulco. Pero para que quede una duda en la información, se
dice que ambas hijas han nacido en Madrid, y para que se siga manteniendo el
enigma, en la relación que publicamos de carácter autobiográfico, Quirós no
hace la más mínima alusión a la presencia de su familia a bordo. Y sin embargo
lo creemos así, porque ¿cómo explicar el lucimiento legítimo de la hija de Quirós en Madrid, estando su padre en los
mares del Sur? (35).
El 12 de abril de 1595, escribe el marqués de
cañete al rey que el adelantado ha emprendido por fin el viaje. La salida fue
muy solemne y no faltaron los discursos de rigor. Los manuscritos de la
Biblioteca Nacional y del Museo naval de Madrid insertan una larga proclama
puesta en boca de Hurtado de Mendoza, en que tras alentar a Mendaña en la empresa que inició, hace una
síntesis de los descubrimientos españoles a partir de los viajes colombinos (36).
El viaje
La fecha real de la expedición fue el 9 de abril de 1595,
cuando salieron del puerto de El Callao.
Antes de emprender la larga travesía visitaron algunos pueblos de la costa,
para recoger provisiones y completar las tripulaciones de forma poco ortodoxa:
deteniendo navíos, tomando de ellos la
parte que quisieron, y como la Almiranta no iba fina la barrenaron y sustituyeron
por otra nave que estaba cargada de harina, comprometiéndose al regreso a pagar
su coste al dueño de la nave y
mercadería, un sacerdote del puerto de Chaperre, donde ocurrió la aprehensión.
Desde antes
de que se iniciara la travesía y a lo largo de ella, las páginas del manuscrito
del palacio Real nos manifiestan la debilidad de carácter del adelantado,
incapaz de tomar prontas decisiones, y siempre a merced de los requerimientos
de su mujer y cuñados. Si en el primer viaje se movió entre las influencias de Sarmiento y Hernán
Gallego, quienes constantemente le recordaban su experiencia náutica para
imponerle sus respectivos pareceres, en
su segundo y último, Álvaro de Mendaña, con su
constante afán contemporizador, amigo
de ceder para no romper, provoco un creciente desdén hacia su autoridad.
Cuando la quiso recuperar, a
consecuencia del asesinato de un jefe indígena, como todos los débiles,
actuó de forma brutal y sangrienta, pero ya era tarde. Otro factor, motivador
de un gran número de rencillas y suspicacias, es la abundante presencia femenina a bordo, comenzando por la
autoritaria Isabel Barreto. Justo Zaragoza, el primer prologuista de la obra,
escribe acertadamente: ….. En las
manifestaciones del carácter de Mendaña comprendieron todo el fondo de verdad
que lo determinaba. Tales manifestaciones que las gentes de menguado sentido traducen por debilidades, las producían
frecuentemente en el Adelantado, y le obligaban a hacerlas públicas, ciertas
exigencias femeniles de a bordo, exigencias producidas a menudo por las
molestias de la navegación, o por pequeñas pasiones muy propias de las sociedades menudas que viven
aisladas… y no menos sabida es la inconveniencia de llevar esos jefes sus
esposas en el barco que mandan; de la cual inconveniencia emanaron, sin duda,
las rígidas ordenanzas que prohíben su embarque (37)
Las discordias se habrían iniciado antes de
embarcar. Las inició el Maestre de Campo Marino Manrique con Quirós, en El
Callao, por cuestiones de competencia, y
siguieron en el puerto de Chaperre, con el almirante Lope de Vega y el vicario de la flota. Quirós pidió licencia
para no ir, y el Maestre de Campo, todo airado, y llegó a desembarcar. La intervención pacífica de
Mendaña resolvió amigablemente de
momento la cuestión, pero como ya veremos, las rencillas se ahondarán por la
enemistad abierta hacia Marino Manrique de Isabel Barreto y sus hermanos.
Por fin la
flota levó anclas en el puerto de Paíta, el 10 de junio de 1595.
Llamábase la nao capitana San Gerónimo.
Iba con ella el Adelantado, su mujer y hermanos, el Maestre de campo, todos los
oficiales mayores, dos sacerdotes, y el
uno con título de vicario. En la Almiranta, que se decía Santa Isabel, Lope
de Vega, Almirante, dos capitanes y un sacerdote. En la
Galeota (que nombraron San Felipe), el capitán Corzo, sus oficiales y gente.
En la fragata llamada Santa catalina
iba por teniente de capitán Alonso de
Leyba (38).
El número total de tripulantes era de
trescientos setenta y ocho hombres, y unas noventa y ocho personas entre
mujeres y niños. Se llenaron mil ochocientas botijas de agua.
La
navegación fue bastante tranquila. Llegaron a las primeras islas el 21 de
julio. El adelantado, en homenaje al virrey Cañete, las bautizó marquesas de
Mendoza. En la travesía, según cuenta el transcriptor de Quirós, no faltaron
comentarios a la antipatía de la adelantada y de sus hermanos a Pedro marino
Manrique; de la creación de banderías; de murmuraciones sobre la ineptitud de
Mendaña y Quirós, que no encontraban las Salomón; pero el hecho más
sobresaliente que notamos fue el casamiento múltiple de quince parejas en
vísperas de la arribada a las Marquesas, y cuando las señales de tierra próxima
eran inequívocas.
A los
españoles les asombró la gran belleza de aquellos polinesios casi blancos y de gentil talla. Pero la
política de fuerza i de terror que quiso imponer el Maese de Campo estorbó los
planes de Mendaña de querer establecer una factoría. Por otra parte
la creencia en la proximidad de las Salomón determinó al adelantado a
proseguir la navegación.
A partir de
este momento crecen las murmuraciones, y el malestar se generaliza al no encontrar prestamente las
esperadas islas del Poniente. Quirós hace al Maese de Campo promotor de todas
las inquietudes. Un hecho lamentable ensombrece mapas si cabe la incertidumbre
que pesaba sobre la flotilla. El 7 de septiembre ve por última vez la nao
Almiranta, mandada por Lope de Vega. Nunca más encontrarán rastro de ella y de
los que la tripulaban.
Por esa
razón, cuando al otro día tropezaron con la isla de Santa Cruz, al pronto
Mendaña creyó haber encontrado al fin sus ansiadas islas, y decía: Esta
es la isla y tal tierra. Pero cuando se dirigió a los indígenas en la
lengua que en el primer viaje aprendió, mi
ellos, ni él, jamás se entendieron.
No obstante, al descubrir un fondeadero
aceptable, ver la frondosidad y belleza de la isla y la buena disposición de
los indígenas, que por mediación de su cacique Malope llegaron a convivir,
pensaron que la colonización no tendría problemas; todas estas circunstancias
incitaron a Mendaña a fundar una población, olvidándose de su compromiso de
llegar a las Salomón.
La fundación
y levantamiento de la nueva ciudad, en un lugar elegido por el Maese de Campo,
parece ser que no fue del agrado de todos. Por otra parte, la nueva tierra no
colmaba sus afanes de riqueza, tal como correspondía en las míticas islas
Salomón. Muchos de aquellos hombres habían vendido sus haciendas para ir tras
las riquezas que tenían aquellas islas, a las que en la antigüedad enviaba sus
naves el rey Salomón. En vez de abundancia al alcance de las manos, tenían que
construir ellos mismos chozas donde guarecerse, y procurarse el alimento
diario, bien por las entregas de los indígenas, o arrebatándolo a viva fuerza.
Con razón se sentían traicionados, y así se comenzaron a coger firmas pidiéndole al Adelantado les sacase de aquel
lugar y les diese otro mejor, o los llevase a las islas que había pregonado.
Para
acelerar la salida de la isla y provocar el fracaso de la colonización, el
Maese de Campo comenzó a practicar una política sistemática de saqueos de los
poblados indígenas, esperando provocar un levantamiento general de los
aborígenes. Debemos apuntar que esa política de saqueos sistemáticos era
posible gracias a que Mendaña se encontraba gravemente enfermo, y permanecía
aislado en la Capitana, acompañado de su familia y seguidores más fieles, entre
ellos Quirós.
Esta
funesta división entre los colonizadores trae trágicas consecuencias. A bordo
del San Gerónimo llegan las noticias
inquietantes de conjuras que planea el Maese de Campo. El Adelantado baja a
tierra, pero se da cuenta que su autoridad poco pesa allí. Triste y cariacontecido, se retiró al galeón, convencido de que todo
había finalizado para él.
Arcabuzazos contra el galeón, nuevas noticias
sobre la exaltación de la conjura, el fracaso de la mediación de Quirós, todo
esto lleva al Adelantado a querer cortar de raíz lo que ya considera motín
contra su persona. A pesar de su debilidad, desembarca al romper el alba, donde
le esperan sus cuñados y unos pocos fieles soldados. Acuden al fuerte y
sorprenden indefenso al Maese de Campo Pedro Marino, y lo apuñalan. A él
seguirán sus más fieles amigos, asesinados por la furia homicida de los
hermanos de Barreto, que llegarán a cortar la cabeza de los que considerarán principales
cabecillas.
La jornada
sangrienta no acabó ahí. Por la tarde regresaron al fuerte un destacamento de
soldados que habían ido anteriormente al poblado del cacique Malope, el jefe
indígena que tanto había intimado con Mendaña. Le habían asesinado de forma
gratuita, y su asesinato es descrito por Quirós de una manera escalofriante.
Enterado el Adelantado, ordenó que fueran aprisionados algunos soldados para
saber su participación en el crimen. El Alférez que mandaba el pelotón, sin
juicio previo fue ejecutado y cortada su cabeza, para emplearla a la entrada de
la fortaleza, junto a la de otros dos que fueron ejecutados por la mañana.
El asesino
material de Malope, que milagrosamente salvó la vida, víctima de sus
remordimientos, moría a los pocos días.
Los
acontecimientos narrados presagian el fracaso final de la colonización, porque
a partir del asesinato alevoso de Malope, la exhibición de la cabeza del
alférez para apaciguar a los nativos no sirve para nada, y los indígenas no
cejarán de atacar implacablemente a los españoles, produciendo bajas
diariamente y provocando desconcierto y desmoralización.
Las fiebres
del trópico, por otra parte, aparecen y diezman a los españoles, y si a esto
unimos la postración y agonía del adelantado, el cuadro no puede ser más
sombrío. El 18 de octubre, Álvaro de Mendaña hace testamento ante el escribano
Andrés Serrano, siendo testigos Diego de Vera, Andrés del Castillo, Juan de
Isla, Luis de Barreto y el capitán Felipe Corzo. En sustancia, nombra a Isabel Barreto, su legítima mujer, por
gobernadora… y todos los demás bienes que ágora y en algún tiempo parecieren
ser míos, y del título del marquesado que del rey nuestro señor tengo, y de
todas las mercedes que su magestad me ha hecho (39). Ese mismo día murió, y su cuerpo posteriormente embarcado
encontró su definitivo descanso en las islas Filipinas.
La Reina de Saba
Ya tenemos a doña Isabel Barreto como gobernadora de la
colonia de Santa Cruz, adelantada de las ilas de Poniente, marquesa, etc.
Tenemos en ella a la primera mujer que ostentará tales títulos, si exceptuamos, claro está, el de marquesa. De
carácter varonil, autoritaria, indómita, impondrá su voluntad despótica a todos
los que están bajo su mando, sobre todo en el peligroso viajar hacia Manila. La
flamante gobernadora sabe que su colonización ha fracasado. Ahora, no intenta
atajar la recogida de firmas que va recibiendo el vicario para salir de la
isla. Dicha recogida no encontrará facilidades, por temor a correr la misma
suerte que el Maese de Campo y sus compañeros. Finalmente, la gobernadora
autoriza la información solicitada por el vicario, que tiene lugar el 30 de octubre (40). En ella declara Quirós que interesa abandonar la isla de
Santa Cruz ya que había fallecido el Adelantado, y le había perdió la nao
Almirante; el segundo testigo, un marinero, declara lo mismo que el piloto
mayor, y añade que para regresar a Perú directamente se necesitan más marineros
de los que había; en parecidos términos son las declaraciones del condestable,
del contramaestre y de tres marineros más.
Lorenzo
Barreto, que había quedado como capitán general de la expedición, se adhiere a
la información, proponiendo la salida de la malsana isla. Pero no llegará a
verla, pues también él, como el vicario, morirá en los próximos días. La muerte
de su hermano mayor es la gota que colma el vaso, y así, el 14 de noviembre propuso la gobernadora que quería salir de aquella isla, a buscar la de
San Cristóbal, por ver si en ella se encontraba la Almiranta. El acuerdo y
parecer de todos fue unánime en salir los más rápidamente posible de la isla.
Como el galeón San Gerónimo estaba muy necesitado de aparejos y de marinería,
Quirós aconsejó a la adelantada que se abandonaran la fragata y la galeota, y
así se aprovecharían sus jarcias y velamen para la capitana, amén del mal esta
estado de varios navíos.
Pero sus
propietarios se negaron a aceptar el criterio del piloto mayor, pretendiendo
salvar aquellos navíos carcomidos por la broma.
Terrible error que pagarían con sus vidas, pues esas naves, dos en total,
serían tragadas por el Pacífico en su demanda de las islas Filipinas.
El 18 de noviembre
salían de la trágica bahía Graciosa en la isla de Santa Cruz. El temor era
mucho, pero todo era preferible antes que seguir en aquel pudridero. En los
últimos días se había enterrado a cuarenta y siete personas.
Como no se
localizase la isla de San Cristóbal, ni menos la nao Almiranta, y fuimos
dos días y no vimos nada, y a petición de toda la gente, que daba voces
que los llevábamos a perder, mandóme hiciese el camino a Manila. Dos rutas
se planteaban a Quirós: aunque lo lógico hubiera sido hacer y remontar la Nueva Guinea, las dudas sobre su exacta
localización, como habían comprobado al no hallar las Salomón, determinó al
piloto mayor a elegir la más larga pero también más c conocida, que consistía
en buscar las ladronas, donde se encontraba la isla de Guam, conocida desde
Magallanes, y desde allí bajar a
Filipinas por ruta harto desconocida.
Así
emprendieron el rumbo Nornorueste, y
el 10 de diciembre alcanzan la línea ecuatorial. La galeota, que a duras penas
les seguía, aquella noche desapareció para no ser vista más.
La navegación era cada vez más trabajosa, a causa del mal
estado de los navíos, y las restricciones en el abastecimiento paulatinamente
se endurecen, sobre todo en lo tocante al agua. Y aquí viene lo más chocante.
Doña Isabel Barreto, muy poseída de todos sus cargos, y con gran estupor de
todos, hacia gran consumo de ella: Era
muy larga la gobernadora en gastarla, y, en lavar con ella la ropa, y para este
efecto le envió a pedir una botija (41). Como
el piloto mayor no se la diese, la adelanta a punto estuvo de declarar rebelde
a Quirós, y expedita, mandó quitar las
llaves al despensero para entregarlas a un criado suyo. Como se comprenderá,
tales hechos no pasaron inadvertidos y provocaron la ira general contra la
Barreto. No debemos extrañarnos que pronto en los corrillos se comentara la
conveniencia de nombrar por general a un varón, dados los caprichos tan
impertinentes de mujer tan orgullosa. En la noche del 20 de diciembre
desaparece la fragata mandada por Diego de Vera. Hay una acusación de Quirós
contra la Adelantada, porque ésta no consintió en el trasbordo de su tripulación
a la Capitana. El día 3 de enero llegan a la isla de Guam, donde son bien
recibidos por los naturales, pero no pueden abastecerse de refresco, pues el
batel se encuentra sin aparejos.
Sin cartas
y gobernando por noticias, Fernández de Quirós enfiló la nave hacia las
Filipinas, primera tierra de los cristianos en aquellas apartadas latitudes. El
14 de enero avistan tierra, y ante la primera embocadura de una bahía, una gran
parte de los tripulantes, y entre ellos la adelantada, creen haber llegado a Manila, pero para mayor complicación el
navío se le desarbola. Día más histérica, se derrumba creyendo llegado el
último día de su vida. Finalmente, arreglan el aparejo y encuentran una bahía
en la isla de Mindanao.
Los
naturales se les acercan temerosos de que sean ingleses y les hacen sanadores
de las últimas que corren por Filipinas. El nuevo gobernador de Manila es don
Luis Pérez das Mariñas, y existe el temor de que el archipiélago sea invadido
por una armada japonesa.
Es tan lastimoso
el estado del San Gerónimo, que
Quirós aconseja abandonarla y desembarcar las cosas de valor. Doña Isabel no
acepta las razones y dicta un auto de
procesamiento contra Quirós, por motín, por no cumplir sus órdenes. Tan tirana
se pone, que dicta un bando prohibiendo el abandono del navío, bajo pena de su
muerte, sin su permiso. Y hubiera ahorcado a un soldado que se atrevió a
marchar a un pueblecito en busca de comida si no interviene el piloto mayor.
El 29 de
enero reemprenden la navegación, llegando al puerto de Cavite el 11 de febrero
de 1596. Pasan tres días infructuosamente, intentando embocar en la bahía. La
llegada al puerto de Cavite fue realmente emocionante. Sabedoras la autoridades
de Manila de la llegada de los expedicionarios al archipiélago, se les esperaba
con gran curiosidad. No sólo estaban las más altas autoridades, sino toda la gente del mar y otras personas de la
ciudad vinieron ver la nao por cosa de ver, así por sus necesidades como por
venir del Perú y traer, como se decía, la Reina de Saba, de las islas Salomón.
La entrada de doña Isabel Barreto fue
espectacular. Entró de noche y fue recibida con aparato de hachas
y bien hospedada. El viaje y su popularidad concluirían poco tiempo
después, pero antes, aprovechando el hechizo de su leyenda, doña Isabel lograba
que cayese enamorado y rápidamente la
desposase don Fernando de Castro, sobrino del gobernador de Manila, Pérez das
Marinas, que recientemente había sido nombrado general de la nao de Acapulco,
encargada de las comunicaciones entre las Filipinas y el Virreinato de la Nueva
España. A partir de entonces el protagonismo de la Barreto pasará a un segundo
plano, por la representación que de sus derechos hace su segundo marido. El 10
de agosto de 1597, la pareja se embarcó en el San Gerónimo, y llegaron a Acapulco el 11 de diciembre, solicitando
desde México, continuar los descubrimientos de Mendaña. En 1598 regresó don Fernando a Filipinas, quedando en México
su mujer, que para entonces ya había sido madre. A la vuelta del marido pasaron
por Perú, para hacerse cargo de la encomienda que tenía Mendaña en Guánuco. En
1602 solicitaban licencia de ocho años para pasar a España, e intentar reanudar
los viajes a las islas Salomón. Un año después, sabedor de que a Pedro
Fernández de Quirós le iban a conceder autorización para nuevos
descubrimientos, protestaron airadamente, diciendo que no se habían pagado los
130.000 pesos de las deudas que contrajo el adelantado Mendaña. Solicitaron,
bien encomiendas de indios, o pensiones sobre ellos, que durasen por dos vidas,
conque también pudieran remediar a sus hijos, caso de faltarles sus padres.
Finalmente,
el 29 de diciembre de 1608, en carta fechada desde Lima, volvieron a protestar
contra las pretensiones de Quirós de hacer otros viajes, pues iba contra los derechos de la adelantada. Por último,
sabemos que la pareja y sus hijos, en 1609, embarcaron para la Península y al
parecer crearon un mayorazgo en Galicia, aunque Justo Zaragoza afirma que esto no ha podido ser probado (42).
El viaje a las regiones australes
Realizadas las informaciones oficiales sobre la navegación, sucesos de la isla de Santa
Cruz, y acusaciones posteriores contra Quirós y algunos tripulantes (43), y habiendo quedado limpia la ejecutoria del Piloto mayor,
comenzó éste a intuir la posibilidad de proseguir la empresa iniciada por
Mendaña, no en busca de las no localizadas islas de Poniente, sino del
continente que debía de estar más al sur.
Así, sin
comunicar a la adelantada y a su esposo sus pretensiones, embarcó con ellos hacía la Nueva España, en su
viejo conocido galeón San Gerónimo. Al llegar a ¿Acapulco, se dio licencia a los
supervivientes de la expedición, y con muchos de ellos se dirigió a Perú, don
Luis de Velasco, interesándole por sus servicios y solicitando un navío de
sesenta toneladas para ir a descubrir el novísimo continente (44).
Como las pretensiones de Quirós superaban las
atribuciones del virrey, se dio pronto cuenta de que aquél no era el lugar para obtener los favores que
solicitaba, y prestamente, el 17 de
abril de aquel mismo año, embarcó hacia Panamá, para pasar a Portobello y Cartagena de Indias. Allí
embarcó en la flota de la Nueva España, y el 25 de febrero de 1600, con estruendo de artillería y música, dimos
fondo en Sanlúcar.
De carácter
avispado, el portugués al llegar a Sevilla y saber que aquel año era Santo y se
ganaba el jubileo en Roma, decidió ir allí en las galeras que salían de
Cartagena, en vez de marchar directamente a Madrid. El cambio de rumbo no creo
se debiera únicamente a la extremada religiosidad de Quirós, aunque sí la tenía. Sus intenciones iban más allá.
Sabía que si lograba interesar a las más altas dignidades romanas encontraría
luego en Madrid mayores facilidades para resolver sus pretensiones.
Desembarcó
en Génova, y a pie llegó a Roma, buscando el palacio del embajador de España,
duque de Sesa, que lo acomodó y se interesó por sus proyectos.
Parecióle bien a su Excelencia, he hizo
juntar en su casa los mayores pilotos y matemáticos que se hallaban en Roma,
habiendo en su presencia hecho largo examen de mis papeles, discursos y cartas
de marear…
Sustancialmente, el proyecto de Quirós no era
otro que el que planeara años antes Sarmiento de Gamboa, y que coincidía con
las creencias de los cenáculos científicos de la época. Lo que más podía impresionar a los presentes era su
experiencia como navegante de los mares
del sur.
La estancia
de Quirós en Roma duró diecisiete meses; por intercesión del embajador español,
fue recibido por el pontífice Clemente
VIII, al que dio conocimiento de su proyecto y del gran provecho que se
obtendría al llevar la luz de Cristo a tantos millones de seres que vivían en
las tinieblas del paganismo.
Tras
conseguir despachos de recomendación a su empresa, desde el Papa, hasta el
último romano, y sobre todo del embajador, sabe que el éxito lo tiene
asegurado, y que nada se puede interponer a sus designios. Tanto es así, que
tras localizar a la Corte en El Escorial, será prontamente recibido por el
nuevo monarca Felipe III. De sobra es
conocida la indolencia y beatería del rey, de lo que saca provecho el
portugués. Cabe imaginar como éste le hablará del interés de su Santidad por su
empresa; de los inmensos beneficios que se podían obtener al cristianizar a
tantos millones de seres del inexplorado continente adelantándose a los ímpios
ingleses y holandesas que ya merodeaban por el Pacífico (45) El discurso del portugués hace mella en el monarca, que
para agilizar la diligencia del viaje logra que lo tramite el Consejo de
Estado, no el de Indias, como era lo aconsejable. Con ello lograba soslayar las
seguras protestas de la adelantada, que lo haría normalmente a través del
Consejo de Indias.
La voluntad
real moviliza la lenta máquina burocrática, y aunque encuentra reticencias i
obstáculos, todo se allana finalmente, cuando el 5 de abril de 1603 le entregan
los despachos de Su Majestad, para que salga prestamente hacia Perú. La carta
del rey a su virrey de Perú, sobre los móviles del viaje, hacen ociosa
cualquier consideración: … y habiendo
considerado su proposición con la atención que tan grave negocio requiere por el aumento de la fe y el
beneficio de las almas de aquellas gentes remotas; anteponiendo el servicio de Dios a todo lo demás como es
razón; a consulta de mi Consejo de
Estado, he resuelto que el dicho Capitán Quirós parta luego al dicho
descubrimiento en la primera flota para
el Perú, y así os ordeno y mando que llegado allá le hagáis de dar navíos y muy buenos a su satisfacción que
vayan muy en orden con el número de gente conveniente, bien abituallos,
minicionados y artillados (46).
Quirós fue
a Cádiz, donde embarcó en la flota que se dirigía a la Nueva España
y que llevaba al nuevo virrey Montes
Claros. Fue una trabajosa travesía, sobre todo en aguas del caribe, donde su
navío naufragó, y al igual que otros, pudo recalar en caracas, doce permaneció
ocho meses esperando reanudar su viaje. Llegó finalmente el 6 de marzo de 1605, con deudas del pasaje y comida, y sin dinero.
El viaje del general Pedro Fernández de Quirós
A pesar de las cartas del monarca, Quirós iba a encontrar dificultades. El 11 de marzo lo
recibe un nuevo virrey, conde de Monterrey, y el 25 de ese mismo mes expone sus
planes ante una junta de notables convocada por la autoridad virreinal. Esta
apunta la posibilidad de que la expedición podría resaltar más económica si
pariera desde Manila, a lo que explicó Quirós que hacer esto representaba ir contra la orden real, que mandaba
expresamente saliese de Lima y contra toda buena navegación por los vientos
opuestos.
A esta
falta de interés del conde de Monterrey, debemos de añadir la presencia de la
antigua adelantada en el Perú. Don Fernando de Castro, en nombre de su mujer, protestó
enérgicamente, ante las autoridades de
Madrid, de que se conculcaran sus derechos. Pero finalmente, y según cuenta el marino portugués, tras una
entrevista, dejóse el caballero convencer
de mis piadosas razones, y dijo que a su
entender condenaría su alma quien pretendiera
estorbarme.
El 21 de diciembre de 1605, a las tres de la tarde
salían de Callao las tres naves descubridoras, la Capitana, San Pedro, y la Almiranta, mandada por otro
portugués, Váez de Torres; y una zabra, mandada por Pedro Bernal Cermeño, con
un total de trescientos hombres.
Las
intenciones del viaje y su intento de llegar al continente austral se revelan
en las instrucciones que da Quirós a
Váez de Torres. En ellas, minuciosamente, da cuenta, del orden y religiosidad que debe imperar en la armada, pero sobre todo lo más
importante será el rumbo que deberá seguir, navegando
la vía del sudueste, hasta subir a la altura de 30°, y si puesta en ellos no hallare tierra, hará
una derrota del noroeste franco hasta bajar a
altura de diez grados: y si hasta
ponerse en ellos no hallare tierra,
navegará al norueste basta bajar a diez grados y un cuarto, y puesto en ellos
navegará al oeste en demanda de la isla de santa Cruz. Localizada esta
isla, se dirigirían a Filipinas, remontando la Nueva Guinea, y una vez llegados
a Manila regresarían a España por la ruta del cabo de Buena Esperanza.
Si
estudiamos esas instrucciones, y el itinerario real que siguió Quirós, hasta la
Australia del Espíritu Santo, nos daremos cuenta de que esas instrucciones no
fueron precisamente seguidas, pues no bajaron a los treinta grados. Es el caso
que Quirós emprendió audazmente la ruta del oes-sudueste,
que, de haberla mantenido, le habría llevado a Nueva Zelanda. Pero antes de
llegar –según P. Kelly- al Aecteon Group ya enderezó el rumbo y se mantuvo en
la 20 ° latitud sur, sin pretender bajar más, sino todo lo contrario. A partir
de aquí perdieron altura, y así llegaron a las islas de la Sociedad. Quirós que
siempre quiere descubrirse, dice que el piloto mayor, Gaspar de Leza, le mudaba la derrota y se decía que se
quería alzar en la nao. Bien porque se sintiese enfermo realmente desee la
salida, bien porque al cabo de tres meses largos de navegar no encontrase el
añorado continente, Quirós, sintiéndose derrotado, mandó poner proa a
la isla de Santa Cruz. Sin embargo no la encontró, lo que dio lugar a
que el 25 de marzo de 1606 hubiera una junta de pilotos, donde hubo encontrados
pareceres, sobre todo con Leza, su piloto mayor, del que Quirós nunca da el
nombre. Tal fue el encono de la discusión, que ordenó a Váez de Torres que se
llevase preso a Leza.
Prácticamente
sin resolver nada la junta, perdidos, navegan por rosarios de islas
pertenecientes a las actuales Duff y Banks, hasta que a los cinco meses de
travesía, al encontrarse con una gran isla de las Nuevas Hébridas, la del Espíritu Santo, Quirós, sin más
averiguaciones, creyó haber llegado a la tierra
Australia.
Sugestionado por la obsesión de haber
cumplido lo prometido, y por otra parte, gran amigo del espectáculo, organizó
unas suntuosas y ruidosas fiestas religiosas; celebró una procesión, condecorando
a todos los expedicionarios, halagándoles con la concesión de la Cruz de la
orden del Espíritu Santo, lo que fue objeto de chanzas por muchos marineros,
según cuenta Iturbe, veedor de la expedición (47).
Dio por fundada la ciudad de la Nueba Hierusalem, de la ser sólo edificó
una iglesia de madera, pero sí concedió cargos municipales de esa ciudad, que
sólo existió en su fantasía. Toda esta
espectacularidad barroca que Quirós considera necesaria es, por una parte, para
cumplir con el Papa, haciendo una gran fiesta religiosa; por otra parte con la
ocupación, para cumplir también con Felipe III. El espectáculo será
ampliamente descrito por el propio
Quirós, en sus múltiples memoriales difundidores de su gran descubrimiento.
Quirós, olvidándose
por completo de sus instrucciones en caso de pérdida, sin intentar regresar a
la Tierra del Espíritu Santo, sin cumplir las órdenes reales de marchar a
Manila, decide emprender el viaje de regreso por la ruta tradicional de Nueva
España. Antes de esta decisión, y deseoso de reconocer más detalladamente la
Tierra del Espíritu Santo, el 8 de junio de 1606 salió del puerto y bahía de
San Felipe y Santiago. Pero apenas salidos, un furioso temporal dispersó al San Pedro, la almiranta de Váez de Torres,
y la capitana de Quirós.
La decisión
de regresar a través de la ruta de Nueva
España hay que interpretarla como el resultado de la obsesión de Quirós por su
éxito, que quiere revelar cuanto antes a Felipe III. En relación con esto,
todos los tripulantes firman un papel en el que
afirman que lo más conveniente es navegar rumbo a Acapulco. El navío
llegó efectivamente allí, después de cinco meses de navegación desde la Tierra
del Espíritu Santo.
Luego que la gente desembarcó, hubo personas
que por vengar sus pasiones o por otros respetos, escribieron al marqués de
Montesclaros, virrey de México, y
sembraron por toda la tierra muchas cartas, procurándose descomponer y,
desacreditar la jornada; a que yo satisfice Por otras lo mejor que pude, dando
a entender mi verdad y buen celo. Con
estas palabras de Quirós se inicia el drama de su vida: la incredulidad de la
gente hacia él. Pues todo cuanto afirme será refutado a través de escritos
salidos de los más remotos lugares. En México, las autoridades virreinales se muestran
indiferentes, y sólo la protección de un amigo le proporciona un pasaje hasta
Sanlúcar de Barrameda. Sin blanca, llegará a la Corte, establecida
definitivamente ya en Madrid, el 9 de octubre de 1607. Ahora le espera la más
espantosa miseria, alentada con la última y postrera esperanza.
Váez de Torres y el descubrimiento de Australia
A la mañana siguiente que alejó a la Capitana, debido a
un temporal, Váez de Torres escribe en su diario: La salí a buscar haciendo las diligencias debidas; era imposible
hallarles, pues ellos no iban por el camino ni voluntad derecha; así me hube de
volver a la bahía por ver si acaso volvían a ella (48).
En la bahía permanecen quince días, esperando
el regreso de Quirós. En el interín, el capitán Prado de Tovar inicia la serie
de mapas y dibujos de los naturales, que tanta trascendencia tendrán (49).
Todos tienen la impresión de que han sido
abandonados a su suerte. Por otra parte,
la Capitana se ha llevado la totalidad de los bastimentos, pues llevaba el
almacén de la escuadra, a excepción de pan y agua.
A pesar de
la opinión contraía de muchos de sus oficiales, Torres decide seguir el cumplimiento
de las instrucciones que le dio Quirós a partir de El Callao.
Será esta
observancia la que llevará a cosechar los
mejores laureles, con el descubrimiento del estrecho que lleva su nombre, y que separa la isla de Nueva Guinea
de Australia (50).
Intenta
reconocer la Tierra del Espíritu Santo,
y pronto se da cuenta de que es una isla montuosa, y como hacia el sudoeste no
encontró señales del pretendido continente, viró hacia el noroeste, topando
días después con Nueva Guinea: No la pude
montar por la banda de Leste, así la vine costeando al oeste, por la parte sur.
De esta forma tan simple comienza
Torres a describir uno de los más grandes descubrimientos geográficos de la
época. A lo largo de la costa, alineándose frente a ésta, existen multitud de
islas y arrecifes innumerables. Hacen algunos desembarcos y describen y dibujan
a sus gentes y armas.
Pasarán
varias jornadas atravesando propiamente el estrecho y conociendo sus islas.
Entre ellas, el remate de la península
de York, Australia. El conocimiento de
las gentes de las islas questán a la parte del Sur de Nueva Guinea nos lo
prueba el dibujo testimonial de Prado de Tovar. Accidentalmente si se quiere, acaba
de descubrir Australia.
Luis Váez de Torres, descubridor del estrecho
entre Nueva Guinea y Australia, que lleva su nombre.
https://www.patreon.com/posts/luis-vaez-de-del-49871489?l=fr
https://rusadiryelmar.com/2020/12/23/1606-descubrimiento-de-islas-lousiades-de-papua-e-indonesia/
Las dos
naves prosiguen su ruta hacia Manila, llegando a las primeras islas de
Insulindia, donde trafican poco con mahometanos, porque los rescates los
llevaba la Capitana. Cuando llegan a las Molucas se enteran de la presencia
holandesa en los mares del Sur, y colaboran en sofocar una rebelión de moros en
la isla de Vachan. En Tarnate dejan dejan el paraje y a veinte hombres. Ya en
Manila, no se le presta atención ni ayuda, por lo que escribe amargamente al
rey, en carta de 12 de julio de 1607, haciéndole relación puntual de lo
descubierto.
La relación
de Váez de Torres no sirvió para nada,
sino en todo caso para embrollar más la situación de Quirós en Madrid. Siete
años después desde Goa, el 25 de diciembre de 1613, el capitán Pedro Tovar
escribía a Felipe III y a su secretario
Arostegui sendas cartas, en las que tras enviar sus mapas y dibujos insistía en
que no debían fiarse de Quirós. Al parecer, el descubridor del estrecho,
Torres, ya había fallecido.
Las postreras ilusiones de Quirós
Siete años dura la
última estancia de Quirós en Madrid, y son posiblemente los años más
desalentadores y amargos de su existencia. Por su historia, y sus innumerables
memoriales, sabemos de la extrema miseria que padeció. Si llegó a Madrid sin un
maravedí, su situación no mejoró, sino que empeoró, porque en vez de alegría
por la grata nueva que traía encontró los más helados silencios o sonrisas
conmiserativas. En los once primeros días de permanencia en Madrid, no teniendo
conque comprar tinta y papel, y hacer memoriales a Su Magestad, según cuenta él
mismo, valióse de ciertas hojas sobrantes
en un antiguo cuaderno, y cortadas, las cosió, y lo enmendado suplió con
remiendos de otro pegado encima. De este modo escribió el primer memorial,
y para poder imprimirlo tuvo que vender una capa; para el segundo memorial, dos
sábanas, y para el tercero, la bandera del rey que había ondeado en las Tierras
del Espíritu Santo.
Pasa
hambre. Cada día va peor vestido, y por ello añade: aquí aprendí a buscar en la iglesia donde arrodillarse, de modo que no
fuese visto el mal calzado, y no por eso dejó de decirme un perulero: “malos
zapatos trae el segundo Colón”; y a quitarme el sombrero con la copa hacía mí,
porque no se vieren las banderillas de su aforro; y a no sacar los brazos, por
no verse hechas las mangas hechas andrajos, ni a descubrir la capa, por no
mostrar los harapos de todo el vestido… Pues bien, este hombre hambriento,
harapiento que ha encontrado prácticamente cerradas las puertas de los
Consejos, por los informes negativos que están llegando a la Corte, será capaz,
gracias a su pluma, no sólo de que se le vuelvan a abrir los despachos en los
Consejos de indias y del estado, que se entreviste con el rey, sino que su
popularidad por su empresa se difunda por toda Europa Occidental, y, concretamente
en las dos potencias más interesadas: Holanda e Inglaterra.
Todo ello
es posible gracias a su tenacidad escribiendo y publicando Memoriales, en los
que ensalza la belleza de los parajes por él visitados, las riquezas de sus
tierras, y sobre todo, los inmensos beneficios que se pueden lograr, llegando
la cruz de Cristo redentor a tantos
millones de indígenas. Pero a pesar de que sus despachos son atendidos,
de que es recibido sucesivamente por el conde de Lemos, duque de Lerma, Montesclaros,
etc., Quirós se da cuenta de que su empresa ha dejado de interesar. Tiene una
baza a su favor: el rey Felipe III sigue embelesado en la conversión de los
millones de paganos que la evangelización de la Tierra del Espíritu Santo puede
proporcionar. Gracias al monarca se le conceden quinientos ducados, con los que
de momento puede pagar a sus muchos acreedores.
A pesar de
las diligencias del monarca, sus consejeros vacilan, pues independientemente de
la veracidad de las afirmaciones del navegante portugués, una nueva expedición
no entra en la política poco expansiva del momento, entre otras razones por los
dramáticos momentos pecuniarios de las arcas del erario público.
Conforme
pasan los días, el nerviosismo del portugués aumenta, y amenaza con marcharse de España. Se ha
convertido en un huésped verdaderamente incómodo, y más cuando sus escritos se
están leyendo en los Países bajos e Inglaterra (51). Se
le intenta enviar a Perú, pero no quiere, sin antes conocer el contenido de los
despachos. Al fin accederá a ir ese cuando le extiendan una real cédula por la
que se le ordenaba el apresto de la armada pretendida. Esta cédula, más las
garantías personales que el nuevo virrey del Perú, príncipe de Esquilache, le dio
fueron bastantes para dirigirse a Sevilla, donde embarcó en compañía de su
mujer y de sus dos hijas.
Los
quebrantos, sinsabores, hacen mella en la salud de Quirós; apenas llega a
Panamá ve cómo sus fuerzas decaen, y su ilusionada místico-descubridora se
apaga. Pedro Fernández de Quirós, de unos cincuenta años, general de las
regiones autrales del Espíritu santo, moría a orillas del Océano, que él había
querido desvelar hasta sus últimos confines.
El autor
En 1870 se publicaba en Madrid, como tomo primero de la
Biblioteca Hispano-Ultramarina, la Historia
del descubrimiento de las regiones austriales hecha por el general Pedro
Fernández de Quirós. La obra, antes de salir, armó polémica, porque una
hoja divulgadora de la editorial reclamó la atención de la Real Academia de la
Historia, que a través de la Gaceta de
Madrid (5 de agosto de 1875) negaba la paternidad de la obra al poeta sevillano
Luis Belmonte Bermúdez, secretario de
Quirós en su viaje a la Tierra del
Espíritu Santo. Justo Zaragoza, que atribuía la autoría de ese poeta, en su
prólogos a los dos tomos primeros de 1876 y 1880, atacaba inmisericordemente a
las autoridades académicas, ratificándose en creer que el autor, Luis Belmonte
Bermúdez, lo fue tanto del resumen o
extracto del viaje de 1567, del piloto mayor de Mendaña, Hernán gallego como
también de la descripción bastante extensa del segundo viaje de 1595, tal vez habiéndoselo dictado Quirós
o facilitándole los datos principales, aunque nos inclinamos por la primera hipótesis; y por último escribirá Belmonte,
como cronista oficial, la relación del
tercer viaje o postrero del general Pedro Fernández de Quirós.
En lo que
todos coinciden es en no creer autor material de la obra al navegante portugués,
a pesar que de joven se inició como escribiente, y sobre todo, al final de la
vida, escribe muchos memoriales. Sin negar que Quirós tuviera aficiones
literarias, recurre a colaboradores para que le den definitiva forma. Aparte
del poeta Belmonte Bermúdez, le ayudaron Mira de Amescua, Cristóbal Suárez de
Figueroa, y sobre todo en cuanto a los “memoriales”, el literato Juan Gallo de
Miranda, que inclusive le ayudo económicamente. Si se puede aceptar que alguno
de los cincuenta memoriales que envió al monarca, o a sus consejos, fueran obra personal suya, no lo es materialmente la obra
que nosotros presentamos, en la que alienta, sí, su espíritu inquieto y
receloso, místico e idealista, o mísero, como ocurre en las grandes
personalidades, capaces de sacrificar a todo el que se oponga a sus designios,
eso sí, justificando siempre todo cuanto
hace.
El autor de
la Historia del general Pedro Fernández
de Quirós, según Zaragoza, debe de ser, pues, Luis Belmonte Bermúdez, al
que Juan Ruiz de Alarcón llama aventurero
sevillano. Muy joven pasó a las Indias, residiendo en Nueva España, aunque
pasando posteriormente a Perú. Se le encuentra en Lima en 1604, se le conocía
por poeta y autor de comedias, una de ellas titulada Algunas hazañas, de las muchas de don García Hurtado de Mendoza.
Marchó con Quirós en calidad de cronista, y permaneció con el marino portugués
hasta 1610, fecha en que le abandona para dedicarse más libremente a su vena
poética, componiendo su Hispálica, donde,
en estrofas casi gongóricas, narra la gesta de Quirós. Fue autor bastante
prolífico.
NOTAS
Fernández de Quirós, Pedro, Descubrimiento de las Regiones Austriales, México, app Editorial,
Cronistas de América, Viajes, Viajeros y Hallazgos, núm. 7, pp. 6-43.
1.- Antonio Ballesteros Beretta, Génesis del Descubrimiento, tomo III, págs. 118, 119; Barcelona
1947. 2.- Manuel Ballesteros Gaibrois, La idea colonial de Juan Ponce de León, San Juan de Puerto Rico,
1960. 3.- Para un conocimiento más detallado del tema, véase
la Historia de la Cartografía, ed.
Códex, Buenos Aires, 1968. 4.- Roberto Ferrando Pérez, “Felipe III, y la política
española en el mar del Sur”, en Revista
de Indias, Madrid, 1953. 5.- En la Biblioteca Indiana, de Aguilar, Madrid,
1957-58, tomos I y III, se han publicado los viajes de estos navegantes, con
el estudio y notas correspondientes. 6.- Jiménez de la Espada, “La isla de Galápagos”, en Boletín de la Real Sociedad Geográfica de
Madrid, tomo 31, p. 396. 7.- Sarmiento y Gamboa, Historia de los Incas, p. 90 de la edición de Ángel Rosemblat,
Buenos Aires, 1947. 8.- M. Ferrándiz Torres, El mito del oro en la conquista de América, p. 82. 9.- Jiménez de la Espada, óp. cit., en la nota 6, p. 378. 10.- Justo Zaragoza, Historia de los descubrimientos australes por el general Pedro
Fernández de Quirós, tomo II, p. 179. 11.- Roberto Levillier, Gobernantes del Perú, t. III, p. 100. 12.- Ernesto Morales, Aventuras y desventuras de un navegante: Sarmiento de Gamboa, Barcelona, 1932, Buenos
Aires, 1946. 13.- Historia de
los Incas, cap. V. 14.- “Carta a S.M. del fiscal de la Audiencia de Chile, 28 de junio de
1567”, publicada en el Boletín de la
Real Sociedad Geográfica, de Madrid, T. 31, p. 381. 15.-“Ésta es una breve relación que se ha recogido de
los papeles que se hallaron en esta ciudad de la Plata, acerca del viaje y
descubrimiento de las Islas de Poniente del Mar del Sur, y que comúnmente
llaman de Salomón”, Colec. Muñoz, T. XXXVII. 16.- “Carta del Fiscal a los Reyes”, en Levillier, Gobernantes del Perú, T. III. 17.- Amancio Landín Carrasco, “Las islas Salomón o
el descubrimiento de los cuatro
gallegos”, en Revista General de
Marina, vol. CXXVII, Madrid 1944. 18.- Sarmiento de Gamboa, Viaje al estrecho de Magallanes, en dos tomos, Edición de Ángel
Rosemblat, Buenos Aires, tomo I, p. XII. 19.- Breve
relación de la Plata, Colección Muñoz, XXXVII. 20.- Relación del
viaje que hizo Álvaro de Mendaña con el Armada de Su Majestad el
descubrimiento de las Islas de
Poniente o Salomón desde 19 de noviembre que salid del Callao Lima. El
original en Archivo de Indias, Patronato, n° 10. 21.- Relación de
la Plata, en Condoin, 42 vols., Madrid, 1864-1884, tomo V, p. 213.
Colección Navarrete, T. XXX. 22.-Esta es la
relación y suceso de las cosas que han sucedido y pasado en el descubrimiento
de las islas que el ilustre Sr. Álvaro Davendaña fue a descubrir el año 1567
hasta el 1568, por mandato del Virrey ilustre señor el Licenciado Castro, su
tío, Gobernador y presidente de los Reynos del Perú”, Codoin, T.V. pp.
221-285. En la Colección Navarrete, XXX, fol. 81. 23.- R. Ferrando, “Un vocabulario inédito de Sarmiento
de Gamboa”, en Homenaje a Paul Rivet, Sao
Paulo, 1955, T. II.24.- Colección Navarrete, XXX, fol. 92-93. 25.- Codein, tomo V, p. 220. 26.-Carta de
Sarmiento de Gamboa a Felipe II, desde el Cuzco a 4 de marzo de 1575. Existen
dos cartas de igual fecha, pero presentan el texto con ligeras variaciones.
Se encuentran en Archivo de Indias, Patronato 33, doc. N° 3. Han sido muy
divulgados. 27.-Justo Zaragoza, Historia
del descubrimiento de las regiones austriales, tomo II, p. 47. 28.- Pedro sarmiento de Gamboa, Viajes al Estrecho de Magallanes, tomo II, p. 176. 29.-Informe que
el Ilustre doctor Barrios, oidor de esta Real Audiencia, mandó hacer por
comisión de S.E.D. Francisco de
Toledo, virrey del Perú, del descubrimiento de las islas Salomón. Colección
Muñoz, tomo 37. 30.- Archivo de Indias, Patronato 18; N| 10, v. 8, fol.
17. 31.- Roberto Levillier, Gobernantes del Perú, Madrid, 1921, tomo VI, p. 66. 32.- Archivo de Indias, Patronato 18, No. 10, vol. 8. 33.- Declaración
prestada por Juan Fernández, Archivo de Indias, Patronato 2-5-3/11. 34.- Relación,
diario y derrotero del segundo viaje del Adelantado Álvaro de Mendaña, con el título y orden expresa
del Sr. D. Felipe II, en año de 1595… Esta Relación se encuentra en la Biblioteca Nacional de
Madrid, Mss. 10645; y en la Biblioteca del Museo Naval, Mass. 196, folios
177-216. Ambos manuscritos tienen mucha semejanza con el de la Biblioteca de
Palacio. 35.- Información
presentada por el Capitán Pedro Fernández de Quirós, a las Indias, con su
mujer, hijos y criados, que se expresan, Archivo de Indias, Patronato 51. 36.-Manuscrito Museo Naval, No 196, fol. 157. 37.- Historia de
los descubrimientos de las regiones australes, tomo III, pp. 120-121. 38.- Biblioteca Nacional, Mss. 10645, fol. 170. 39.- Testamento
de Álvaro de Mendaña, Archivo de Indias, Patronato 18, No. 10, folios,
42-43. 40.- Poder de la
tripulación que quedó en la Armada, después de la muerte del Adelantado, dado
en la dicha isla de Santa Cruz, el Vicario de la Armada. Archivo de
Indias, Patronato No. 10, folio 25. 41.- Resolución
tomada por la viuda Adelantada, Archivo de Indias, Patronato 18, No. 10,
V. 42.- Zaragoza, tomo III, pp. 68-69. 43.- Información
realizada por Don Antonio Borja, Archivo de Indias, Patronato 10, v. 8. 44.- “Carta del virrey Velasco a S.M., sobre las
pretensiones de Quirós”, en Levillier, Gobernantes
del Perú, Tomo XIV, pp. 117-118. 45.- Se puede consultar el trabajo del autor, sobre la
política española en el Mar del Sur, Revista
de Indias, Madrid 1953. 46.- “Carta de Felipe II al virrey del Perú”, en
Biblioteca nacional, Mass. 3.099, fol. 11. 47.-Carta de S.M. por Juan de Iturbe, sobre la
navegación y descubrimiento del capitán Quirós. México, 25 de mayo de 1607,
en Mass. Biblioteca Nacional, 3099, folio 129. 48.- “Relación de Luis Váez de Torres a Felipe III,
desde Manila a 12 de julio de 1607”, en Archivo General de Simancas, Estado,
leg. 209. Hay copias manuscritas en la Biblioteca Nacional y en el Museo
naval. 49.- Los dibujos han sido muy difundidos peo ya se conocían en el pasado. 50.- Roberto Ferrando, Las armas de los indígenas del estrecho de Torres y los dibujos de
Prado Tovar, en Tomo III, de las Actas del XXXVI Congreso Internacional
de Americanistas, Sevilla, 1964. 51.-El memorial n° 8 alcanzó una extraordinaria
difusión, no sólo en España, con ediciones en Madrid (1609), Pamplona (1610),
Sevilla (1610), Valencia (1611); en el extranjero, en latín (Colonia, 1612),
alemán (Ausburg, 1611), italiano (Milán, 1611), holandés (Ámsterdam, 1612), y
francés e inglés, en 1617. Sólo hemos citado primeras ediciones. Carlos Sanz,
entre 1963-1973, ha reeditado este
famoso Memorial, y sus
repercusiones europeas, a través de numerosos opúsculos. |
APÉNDICE
DIEGO DE PRADO Y TOVAR
https://historia-hispanica.rah.es/biografias/51948-diego-de-prado-y-tovar
Prado y Tovar, Diego de. Sahagún (León), c.
1550 – Italia, 1645 post. Artillero, cartógrafo, marino y dramaturgo.
Diego de Prado nació en la localidad leonesa de
Sahagún, alrededor del año 1550, hijo de Francisco de Prado y Tovar, alférez
mayor de esa localidad y capitán de las guardias de Castilla por nacimiento. La
fecha no puede ser aseverada categóricamente por falta de constancia explícita
de inequívocos registros, pero se puede asumir a partir de otras evidencias. En
su obra Manual y plática de artillería, en 1591, Prado figura como
capitán, y uno de los personajes que interviene en el diálogo señala que en
1575 había servido bajo el mando del capitán Prado, un hecho que obliga a
situar el nacimiento de Diego al menos sobre 1550, cuando no algo antes.
Diego de Prado fue uno de los trece hijos de
Francisco de Prado, entre los que cabe destacar al beato Juan de Prado, hijo
ilegítimo. No conocemos nada de los primeros años de vida de Diego, pero
sabiendo que su padre procuró una esmerada educación incluso a un hijo
ilegítimo, no está fuera de la lógica el asumir que Diego también la recibiese.
La primera presencia documentada inequívoca de
Diego de Prado la encontramos en el año 1591, cuando escribe su tratado Manual
y plática de artillería, en el que apunta algunos hechos sobre su vida
anterior. A partir de él podemos saber que en 1575 era capitán de artillería, y
que antes de 1591 sirvió en Italia, Portugal, y otras partes de Europa.
Asimismo, conocemos que en 1588 inspeccionó en Lisboa, bajo la dirección del
capitán general Juan de Acuña y Vela, la artillería de la armada que partiría
para Inglaterra, en la cual se embarcó. Acuña y Prado indicaban claramente que
la artillería y munición que se llevaba en los navíos era insuficiente.
En 1592, Diego de Prado estaba en Málaga, igual que
el año anterior, bajo la dirección de Juan de Acuña, encargado de la
supervisión de la fundición de artillería de la ciudad. En esta condición,
Prado diseñó una media culebrina bastarda de cámara acampanada que permitiría
fabricar piezas de la misma calidad que las de 41 quintales, pero reduciendo el
peso a 33 quintales, lo que habría supuesto un ahorro considerable.
Al año siguiente tenemos a Diego de Prado
acompañando al capitán general Acuña al principiado de Cataluña, donde Prado
cumplió sus funciones de teniente del capitán general, ocupándose, entre otras
cosas, de cuestiones logísticas, como la obtención y transporte de madera desde
Cabrenys hasta el puerto de Roses, como consta en una Relación sumaria de
puño y letra de Diego conservada en el Archivo General de Simancas.
Los siguientes años son, como ocurre habitualmente
con Diego de Prado, algo nebulosos. No tenemos información fehaciente
suficiente más allá de algunos datos que se puedan entresacar con dificultad.
Por una anotación de su puño y letra en el manuscrito del Manual y
Plática podemos situar a Prado en 1599 en la ciudad de Valencia, donde
tuvo contacto con gente del monasterio de San Francisco. Qué hacía ahí sólo se
puede conjeturar, pero el lugar y la fecha hacen pensar que asistiese a la boda
del rey Felipe III, ya que el hermano mayor de Diego era por entonces capitán
de las Guardias de Castilla, posición heredada de su padre junto con el
alferazgo mayor de Sahagún.
En 1603, tenemos a Diego de Prado situado de manera
inequívoca en la ciudad de Lisboa, donde estaba ejerciendo de supervisor de la
fundición de artillería conocida como Fundición de los Castellanos. Ese mismo
año, presentó ante el Consejo de Estado, a la sazón en Valladolid con la Corte,
un tratado de artillería titulado Encyclopaedia de Fundición, donde
incorpora muchos más elementos técnicos que en el Manual y Plática,
además de abandonar la forma de diálogo renacentista que tenía su anterior
obra, optando por un enfoque puramente prosaico y técnico. En esta segunda
obra, el leonés no sólo trata sobre los distintos cañones, pólvoras,
municiones, y calibres, sino también sobre todo lo relativo a cómo ha de
gestionarse una fundición de artillería: situación, planta, materiales
necesarios, obtención de recursos, etc. Tras presentar la obra al Consejo de
Estado, con clara intención de publicarla, a la vista de la presencia de
índice, prólogo, dedicatoria y versos laudatorios de algunos amigos suyos como
Fray Prudencio de Sandoval (de quien era primo segundo), volvió a Lisboa a la
fundición.
No sabemos a ciencia cierta cómo o cuándo pasó a
América, pero a través de la Casa de Contratación de Sevilla no fue, ya que los
catálogos de pasajeros y registros de armadas no indican su presencia. Sin
embargo, sí sabemos que en 1605 ya se encontraba en Lima, preparándose para
participar en la jornada a la busca de la Terra Australis Incógnita, encabezada
por Pedro Fernández de Quirós y Luis Báez de Torres. Diego de Prado era el
tercer capitán de la expedición, rango confirmado por un pago de 500 pesos de 9
al peso en septiembre en concepto de 3 meses de salario de capitán que se le
adeudaban.
En diciembre de ese año zarpó la expedición de
Quirós-Torres-Prado, que duró todo el año de 1606, y llegó sin Quirós a Manila
en 1607. En esa expedición se hizo notar la testarudez de Quirós, que chocaba
con la arrogancia aristocrática de Diego de Prado, quien parece claro que
instigó el motín que se produjo en la bahía de San Felipe y Santiago (Espíritu
Santo, Vanuatu), y que terminaría con Pedro de Quirós encerrado en el castillo
de popa de su galeón con la proa puesta hacia Acapulco para ser juzgado.
El resto de la expedición fue relativamente
tranquilo, explorando detalladamente el estrecho de Torres, llegando a avistar
la costa norte de la península del Cabo York en Australia, pero sin poder tocar
tierra allí por lo complicado de navegar entre los bajos del estrecho. La
jornada continuó por la contracosta de Nueva Guinea, llegando a tiempo a
socorrer al maestre de campo Juan de Esquivel, que se encontraba cercado en la
isla de Tidore. A este maestre le regaló Diego de Prado un equidna que el
leonés había capturado en Nueva Guinea.
De esta expedición dejó Diego de Prado una
narración detallada, titulada Relación sumaria, en la que además de
precisar datos de navegación, vientos, corrientes, islas exploradas, entra en
distintas consideraciones sobre la fauna, flora y gente que fue encontrando,
siendo Diego de Prado el primer europeo en haber descrito un ualabí, un equidna
y un tilacino.
Concluida la expedición, Prado rindió cuentas ante
la Audiencia de Filipinas por ausencia de otras autoridades. Al cabo de unos
años, emprendió la vuelta a España. En 1612 y 1613, por cartas al virrey de la
India, Diego de Prado hizo saber que iba a volver a España, cosa que hizo por
barco hasta Persia, donde se unió a una caravana de mercaderes italianos, con
los que llegó hasta Venecia, previa escala en Malta. De allí continuó su viaje
hasta Roma, en cuyos alrededores debió haber permanecido algún tiempo y entrado
en contacto con la orden de San Basilio, que contaba con un gran monasterio
fortificado en Grottaferrata.
Llegó a España en 1615, donde presentó su Relación
Sumaria al Consejo de Estado, para poco después hacerse monje de la
orden de San Basilio, ingresando en el convento madrileño de San Basilio, hoy
desaparecido, donde depositó la bandera que llevó en la navegación del mar del
Sur.
No sabemos nada de sus años en el convento de San
Basilio, salvo que durante ese período escribió una notable comedia de capa y
espada titulada Ir buscando a quien me sigue, motivado
por la gran cantidad de horas de ociosidad y aburrimiento, como hace notar en
la epístola dedicatoria de la comedia.
En 1626 abandonó el convento y reingresó en el
Ejército, en donde estuvo hasta 1634, como consta por las anotaciones que hace
en su tratado de artillería de 1591, que seguía teniendo en su poder.
La siguiente y última presencia documentada de
Diego de Prado es en el centro de Italia, en Pacentro, en 1645. Allí se
encontraba en octubre de ese año, como se sabe por la epístola dedicatoria
de Ir buscando a quien me sigue, dedicada al príncipe de Gallicano,
de nombre Pompeo di Pierfrancesco Colonna. A partir de ahí, se le pierde la
pista a Diego de Prado y Tovar, que habrá fallecido en fechas no muy lejanas,
teniendo en consideración su avanzadísima edad.
Obras de ~: Manual y Plática de artillería (ms.,
en Biblioteca Nacional de España [BNE], MSS/9024); Pieza de media
culebrina de 12 libras de pelota, fabricada en Málaga (ms., en Archivo
General de Simancas [AGS], Guerra y Marina, Legajos, 00370,
221); Relación sumaria de los bosques de Cabreins y hasta el puerto de
Rosas (ms., en AGS, Guerra y Marina, Legajos, 00388,
173); Relación sumaria del descubrimiento que empezó Pero Fernández de
Quirós (ms., en National Library of New South Wales, Safe I/73); Encyclopaedia
de fundición de artillería y su plática manual (ms., en Cambridge
University Library, MSS. 2883); Ir buscando a quien me sigue (ms.,
en Biblioteca Casanatense, Roma, MS. 2003; ed. de J. V. Falconieri, Kassel,
Reichenberger, 1992).
Bibl.: M. Castellanos, Compendio biográfico
del glorioso mártir B. Juan de Prado, Tánger, Misión Católica, 1904; Fr. C.
Kelly, La Austrialia del Espíritu Santo, Cambridge, Hakluyt
Society, 1966, 2 vols.; R. Gutiérrez Álvarez, Los marqueses de Prado,
su señorío en Valdetuéjar, la Guzpeña, los Urbayos y Anciles, Salamanca,
Kadmos, 2013.
https://dbe.rah.es/biografias/diego-de-prado-y-tovar
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