martes, 12 de diciembre de 2017

EL VALLE DE MÉXICO
SUS PRIMEROS POBLADORES
Los hombres de todas las etnias se han preguntado , y se siguen preguntando, acerca de sus orígenes. Todas las culturas han pretendido darse o inventarse, una explicación la creación del primer hombre o mujer, lo que muchas veces está ligado a sentimientos religiosos.

     Pero aparte de las teorías cosmogónicas, un punto resulta sin duda incontrovertible: el hombre es originario del Viejo Continente, y todo parece indicar que hace 25 millones de años en uno a varios sitios de África, y tal vez también de Asia, uno o algunos individuos, los homínidos poco diferenciables de los primates, adquirieron la posición erecta con lo que, se dice, aparentemente se inició el drama de la humanidad.

     La lenta evolución de su cerebro y el desarrollo de sus facultades psíquicas y manuales lo diferenciaron poco a poco de su medio biológico, y llegó el momento, tal vez hace 500 mil años, en que empezó a enseñorear al mundo, al Viejo Mundo.

     Emigró en todas las direcciones posibles en búsqueda de mejores condiciones de existencia, reconoció las glaciaciones que materialmente cambiaban la faz de la tierra, o las sequías prolongadas, las inundaciones, y en otro orden, las epidemias.

     Con el nomadismo practicado sin duda en todos los niveles grupales, desde los pocos individuos, la familia o la banda hasta las tribus completas, desperdigaban a núcleos completos de población a lo largo y ancho de amplios territorios.

     En fechas recientes, geológicamente hablando, unos 65 milenios. La situación que se presntó en dicha época en el extremo nororiental de Siberia vivían agrupaciones tribales de procedencia mongoloide adaptadas a las duras condiciones de vida en esas temperaturas extremas a las que las migraciones habían arrinconado en aquella porción de tierras que ahora constituyen las penínsulas de Kamchatka y de Chukostski.

     Se produjo sobre el mundo una intensa y prolongada onda fría que provocó una fuerte glaciación a la que acompañó un abatimiento del nivel de mar, en todo el globo, que alcanzó unos 160 metros. Consecuencia de ello fue que se secaran todas esas masas marítimas que tenían una profundidad menor de 160 metros, situación que se daba en todos los litorales continentales y en muchos golfos estrechos del mundo.

     En Europa desaparecieron así, temporalmente, el mar Báltico, el mar del Norte, el canal de la Mancha, los estrechos de Gibraltar, Sicilia y Mesina, con lo que las islas Británicas se incorporaron al continente, y Europa quedó unida por tierra con África, en dos partes a través del Mediterráneo.

     En el Nuevo Mundo se secó la bahía de Hudson y casi todo el Golfo de México, el mar Caribe y los estrechos de Florida y Yucatán, y el estrecho de Bering cuyas aguas poco profundas dejaron seca, al retirarse para formar glaciares, en un área de no menos un millón de kilómetros cuadrados, con lo que parecía emerger un corredor d casi 2 000 kilómetros de ancho de norte a sur.
     El camino estaba abierto.
Everaert Dubernard, Luis, "El Valle de México: descripción de su medio físico y sus primeros pobladores", en Nuestros orígenes, Compilación: Isabel Tovar de Arrechederra y Magadalena Mas, México, CNCA, 1994, 26-29.
El hombre americano

Cuando una sociedad ha llegado a un determinado grado de madurez se presenta a su mente todo tipo de inquietudes y de cuestionamientos a los que busca explicaciones, las cuales pueden resultar de carácter dogmático o razonado.
     La idea simplista es la de crear o inventar mitos que dan la respuesta deseada en función de otorgar a seres sobrenaturales poderes extraordinarios  y dominio sobre las fuerzas de la naturaleza. Sin embargo, el hombre también trasciende el mito. En un principio inicia un razonamiento que se enfrenta a la verdad absoluta de entonces, lo que, estaba contenida en el Antiguo Testamento: las diez tribus perdidas de Israel.

     Ya tenemos por fin, aunque con un retraso de medio millón de años, al Homo Sapiens en el Nuevo Continente, el cual, por lo menos, justifica plenamente esta denominación de Nuevo Continente. Viene ahora el intento de explicar su avance hacia el sur y hacia el sureste.
     Para describirlo, se puede estimar que la portentosa aventura de ocupar totalmente el mundo americano lo hicieron relativamente a una velocidad promedio de un kilómetro por año.
     Para realizar la cobertura del continente se inició la peregrinación en Alaska y Canadá hace sesenta y cinco mil años, huyendo del frío en busca de tierras más cálidas. Se encontraron en Estados Unidos cuarenta y cinco mil años antes de nuestro tiempo y en México hace treinta y cinco mil años.
     Pasaron por primera vez por Centroamérica hace veinticinco mil años, y avanzaron hacia Perú donde arribaron hace dieciocho mil años, a Argentina y Brasil hace trece mil años y, por último, a Chile hace diez mil años.
     Es evidente que todas estas dataciones deben tomarse con el debido margen de aproximación tanto de tiempos como de lugares. Cabe destacar de esta cronología una singular contemporaneidad de sucesos: cuando unos hombres hollaban por primera vez el suelo chileno, sus lejanos parientes del Viejo Mundo escribían simultáneamente en Mesopotamia las primeras páginas del libro del despertar de la civilización.
     Algunas bandas, tal vez tribus, habrán quedado sorprendidas al ingresar al valle de México. SE iniciaba la larga etapa de ocupación humana en nuestro ámbito.
     Desprovistos de bagaje cultural, esos nómadas recolectores-cazadores de presas pequeñas habrán tenido, de no dudarlo, la sensibilidad y la intuición como para tomarse un largo descanso al borde de un gran lago. El más antiguo asentamiento fue localizado por azar en 1966 en un paraje llamado Zohapilco en la ladera sureste del cerro de Tlapacoya, que se encuentra entre las carreteras federal y autopista a Puebla, a la altura del poblado de Ayotla del municipio de Iztapaluca.
     Durante doscientos siglos la industria lítica reinó en el valle en torno de los lagos.

De la cultura lítica a la alfarera

El hallazgo hecho a fines del siglo pasado de algunos entierros humanos asociados con ofrendas contenidas en recipientes de barro cocido, en el subsuelo de Copilco en Coyoacán, constituyó un parteaguas.
     El hallazgo no hubiera tenido mayor significación de no haber sido porque el pequeño cementerio se hallaba bajo una capa de lava solidificada de 6 u 8 metros de espesor, lo cual implicaba, que las inhumaciones se habían efectuado con anterioridad a la formación del Pedregal como consecuencia de las erupciones del Xitle, volcán adventicio del Ajusco, ocurridas hace no menos de dos mil años.
     El hombre del Pedregal obligó a retrotraer la fecha de la presencia humana en el valle de México por muchos siglos y milenios y, sobre todo, a introducir el concepto de arcaísmo en la historia antigua nacional. Empezaron a aparecer otros descubrimientos de culturas arcaicas en otros sitios de la cuenca de México, en particular, y del país en general, lo que propició el inicio formal de los estudios de la prehistoria de México.
     Christine Niederberger en su Paleopaisaje y arqueología preurbana de la cuenca de México, publicado en francés en 1987, 
Niederberger, Christine, Paleopaysages et archeologie pre-urbaine du bassin de México, México, Centre d´Etudies Mexicaines et Centroaméricaines, 1987, 358 pp.
considera que son tres dichas etapas o épocas:

  1. Pionera, de 1910 a 1935.
  2. Primeras Dificultades , de 1935 a 1968 y la de
  3. Ensayo de Puesta en Orden de los Conocimientos, de 1968 a nuestros días.
     Los sitios explorados fueron: Zacatenco, El Arbolillo, Ticomán, Copilco y Cuiculco.
     Otros de los sitios motivos de rigurosas investigaciones fueron fases relativamente recientes de Tlapacoya-Zohapilco y Tetelpan, en el camino al Desierto de los Leones, correspondientes a las fechas de 1 300 a 500 a.C., en los que destaca tambi´n la estructura piramidal preteotihuacana de Tlapacoya.
     Resultado de este propósito de destruir el laberinto de correlaciones de las culturas preclásicas es el excelente trabajo ya mencionado de Nierderberger de 1987.

     Hacia el año cero de la era cristiana dos incipientes pero prometedores intentos de desarrollos urbanos parecen crecer simultáneamente en el valle de México: Cuiculco, al sur, y Teotihuacan hacia el centro, separados ambos por la gran masa lacustre de Texcoco.
     Los derrames basálticos del Xitle, cancelan la posibilidad de Cuiculco de rivalizar, y Teotihuacan se expande como amo absoluto de los valles centrales.

Nuevas llegadas

Desde sus inicios se emprenden en Teotihuacan la cosntrucción de su dos célebres pirámides. La del Sol concluida en época muy posterior, fue el monumento prehispánico más voluminoso que se erigió en América aparte de la mucho más tardía pirámide de Cholula.
     Las dos primeras, la del Sol y la de la Luna , constituyeron el núcleo que conformó, poco a poco, al máximo desarrollo urbano del antiguo México, capital de una cultura que había dejado de ser exclusivamente rural al poseer ya una numerosa población fija instalada en una estructura formal de barrios en torno a un centro sede de la religión, de la burocracia e, incluso, de forasteros.
Alcanza su esplendor hacia el año 600 d. C.
     Antes del 900 Teotihuacan está en ruinas; entonces aparecen, venidas del noroeste, unas hordas semibárbaras que, no obstante, dicen llamarse toltecas, esto es, "artistas, creadores", y se pretenden asimismo precursoras y portadoras de la era del Quinto Sol, hombres perfectos pues, gracias a su dios, Quetzalcóatl, poseen y traen consigo la planta perfecta, el maíz.
     Esto es mito puro pues la gramínea ya se cultivaba desde muchos siglos atrás en muy diversas regiones de América; pero, con este mito de los toltecas empieza en México la etapa histórica con la que se abre, también, la del caudillismo, pues lo encabeza quien viene a ser el primer individuo concreto, de existencia comprobada y que lleva el nombre de Mixcóatl.
     Se adueña de una gran parte del valle de México y escoge para asentarse un paraje al pie de Huizachtácatl, o cerro de la Estrella, donde se juntan los lagos de Texcoco y Xochimilco, Culhuacán.
     No tarda en expandir sus dominios y su hijo, que se llama Ce Ácatl Topiltzin, cuando adulto se asigna el nombre del dios Quetzalcóatl, y decide trasladar su capital a Tula que por dos siglos se desarrolla en monumentalidad arquitectónica y cultural.
     Sin embargo, las intrigas de los adoradores de otra deidad, Tezcatlipoca, lo expulsan en 999 y se dirige a Yucatán, no sin antes hacer la promesa de que regresaría.
     La ruina de Tula a manos de otos invasores, los grupos conocidos genéricamente como chichimecas, sobreviene hacia el 1 200 d.C. El que por entonces capitanea, Xólotl, nuevo caudillo, penetra al valle de México y se apodera de una buena fracción de su mitad meridional fundando Tenayuca, cuya hermosa pirámide es el monumento más grande de esa época que se conserva dentro de la ciudad de México. Por motivos de prestigio sus huestes se alían, incluso con los lazos del matrimonio, con los refinados toltecas que, precariamente, aún permanecen en Culhuacán.
     El linaje generado por esta fusión de etnias, de fuerza armada con civilización, dará lugar con el tiempo a una dinastía que gobernará con ininterrumpida continuidad hasta la llegada de los españoles a un señorío poderoso y culto, con capitales sucesivamente en Coatlinchan y Texcoco que, inclusive, toma el viejo topónimo tolteca de Culhuacán para denominarlo Acolhuacan, y cuyo más célebre soberano será, en el siglo XV, Netzahualcóyotl.

     Queda, no obstante, suficiente espacio libre en derredor para que se instalen otros grupos chichimecas. Sobre la riberas se asientan y conviven en una paz casi total quienes decían provenir, todos, del mismo sitio, Chicomóztoc. Son los chalcas, tepanecas y xochimilcas que, con los acolhuas, dominan al valle de México sin problemas serios entre ellos hasta que en él hace acto de presencia el último de los grupos, el de los messicas, caracterizado por una belicosidad y espíritu sanguinario extremos.
     Hacen irrupción después de 1215 y pretender ser originarios de un sitio de leyenda llamado Aztlán del que parten para llegar a Tula. Se establecen en las cercanías de esta arruinada urbe, en el cerro Coatepec, en el que crean el mito de Coyolxauhqui a la que mata su hermano Huitzilopochtli, quien se convertirá en su dios y su numen supremo, el que, por la voz de sus sacerdotes, habrá de normar su conducta y sus movimientos..
     Cuando dejan Coatepec, en donde encienden su primer  Fuego Nuevo, se internan en el valle de México y entonces si se pueden seguir sus huellas: Atitalaquia, Tlamaco, Atotonilco, Apasco (segundo Fuego Nuevo), Zumpango, Xaltocan, Ecatepec, Tulpetlac, Tecpayocan (cerro del Chiquihuite, tercer Fuego Nuevo), Pantitlán, Popotla, Atlacuihuayan (Tacubaya) y Chapultepec (cuarto Fuego Nuevo), en donde permanecerán  desd 1300 hasta 1323.
     Expulsados de allí, son aceptados con desconfianza por los de Culhuacán en una inhóspita localidad del cerro de la Estrella que se denominó Tizaapan.
     Ofenden gravemente a los culhuacanos  y estos los rechazan, y nos le queda más remedio que deambular entre los tulares del lago de Texcoco. Allí reciben el dicatdo de su dios y fundan Tenochtitlan sobre una isleta. Todo esto ocurrió en el año Ome Calli, o Dos Casa, correspondiente a 1325.

Resumen

La historia de la época formativa de la cuenca de México, iniciada hace no menos de treinta y seis millones de años, habla de una sucesión de cataclismos generados por una imparable e intensa actividad tectónica y de volcanismo.
     La descomunal olla fue experimentando rellenos paulatinos que alcanzaron un espesor de 1 700 metros a la vertical, aportados en el curso del citado periodo de tiempo, correspondiente al terciario geológico, por, nada menos que trece derrames grandes de roca ígnea, es decir, trece macroerupciones, aparte de los incontables depósitos aluviales, lacustres, sedimentarios, erosivos, glaciales, interglaciares y demás.
     La cuenca cerrad, terminó su periodo formativo principal hace un millón de años sosteniendo, a partir de entonces, una actividad tectónica menos y esporádica con pequeños volcanes secundarios o adventicios.
     A través de las edades y de los cambios climáticos, disminuyeron las lluvias y, por lo tanto, la masa de agua que llenaba el lago acabó fraccionándose en un sistema de cinco o seis lagos menores y separados que, en sus respectivos lechos, quedaban a diferentes alturas.
     El más bajo de todos, pero también el mayor, fue el de Texcoco, en cuyas orillas se asentaron los primeros pobladores del Valle de México.
     En ocasiones el lago de Texcoco reducía su extensión y en otras la incrementaba. En el primer caso se ampliaban sus playas, sus íslas se convertían en penínsulas, y afloraban algunos islotes. En el segundo, desaparecían las playas, las penínsulas tornaban a ser islas, y los islotes e isletas quedaba cubiertas bajo las aguas.
     Los de las más recientes inmigraciones, es decir, los de las tribus nahuas, deben haber comprobado varias veces el flujo y el reflujo de las aguas, y acolhuas, chalcas, tepanecas y xochimilcas se establecieron en la tierra firme,a cierta distancia del lago.
     Los últimos en llegar, que se decían messicas o aztecas y guiados por una deidad propia, pretendían que ésta les ordenaba asentarse en el sitio en el que contemplaran a un águila posada sobre un nopal, que devoraba una serpiente.
     Los tenochcas, que así se autodsignaron desde entonces, construyeron su capital en dos islotes vecinos que llamaron Tenochtitlan y Tlatelolco.
     Los messicas, dueños finalmente de un vasto imperio de un millón de kilómetros cuadrados, rehusaron trasladar su capital a sitios próximos.
     Los conquistadores españoles cayeron en la misma trampa y repitieron idéntico error al no refundar la ciudad de México en las orillas del lago.
     
BIBLIOGRAFIA

Everaert Dubernard, Luis, "El Valle de México: descripción de su medio físico y sus primeros pobladores", en Nuestros orígenes, Compilación: Isabel Tovar de Arrechederra y Magadalena Mas, México, CNCA, 1994.
Bernal, Ignacio, Tenochtitlan en una isla, México, SEP/FCE (Lecturas mexicanas, 64), 1984.
Lorenzo, Jose Luis y Lorena Mirambell (coords.), Tlapacoya: 35 000 años de historia del Lago de Chalco, México, INAH, 1986.
 Niederberger, Christine, Paleopaysages et archeologie pre-urbaine du bassin de México, México, Centre d´Etudies Mexicaines et Centroaméricaines, 1987.
Orozco y Berra, Manuel, Historia antigua y conquista de México, México, 1954.
Piña Chan, Román, Una visión del México prehispánico, México, 1967.
---------------------, Las culturas preclásicas de la cuenca de México, México 1955.
---------------------, Los orígenes de México, México, Salvat, 1982. 
 
 



     




No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Las Cosmogonías Mesoamericanas y la Creación del Espacio, el Tiempo y la Memoria     Estoy convencido de qu hay un siste...