¿QUÉ
HABRÍAMOS COMIDO EN NAVIDAD EN LA EDAD MEDIA?
Los días previos a
la Navidad a menudo nos tienen ocupados en apresuradas compras de regalos y
planes para señaladas cenas y comidas. ¿Han hecho aquel pastel de Navidad para
este año? Nos tememos que no. Pero si hubieran tenido que preparar una comida
navideña hace 600 años, sin duda les habría tocado bastante más en el plato.
La siguiente imagen es la ilustración
de una página de calendario extraída de un Libro de Horas, un tipo de libro de
oraciones muy popular entre las gentes más ricas y piadosas de la época
medieval. Aparte de sus ropas, los personajes que aparecen en la parte inferior
de la página se parecen mucho a nosotros: procuran mantenerse calientes y
disfrutar de su comida y su bebida.
Libro de
Horas, 12º día de las Navidades. Imagen aportada por la autora, cortesía de la
Biblioteca Brotherton, Universidad de Leeds
Podría resultar
sorprendente observar que el mes al que corresponde la página de este
calendario es enero. El día festivo que celebra la pareja de la ilustración es
el 6 de enero, destacado en rojo (Epyphania). Nuestras navidades actuales, por frenéticas que puedan
parecernos, no son nada en comparación con las antiguas tradiciones que
celebraban las gentes del Medievo a lo largo de los doce días de las navidades,
desde el 25 de diciembre hasta la Epifanía –el día en el que los tres Reyes
Magos se presentaron ante un Jesús recién nacido para ofrecerle regalos– aunque
habitualmente no festejaban por igual todos estos días. En algunos hogares el
gran banquete se reservaba para el día de Navidad, mientras que en otros se
celebraba el primer día del año o el 6 de enero, dependiendo de las costumbres
del lugar.
Ricos y pobres
No conocemos con detalle lo que comería la pareja
de la ilustración en su banquete de Epifanía. El artista medieval parecía más
interesado en el detalle de las fresas y flores de los márgenes que en
mostrarnos algo de comida sobre la mesa de la pareja. Esto es algo habitual en
las ilustraciones de los manuscritos medievales. Existen incluso detalladas
descripciones de banquetes regios que dicen poco acerca de la comida. Y aún
sabemos menos qué es lo que comían los pobres, aunque lo más probable es que
los señores ofrecieran al menos un banquete a sus invitados a lo largo de las
fiestas navideñas.
Sabemos que los preparativos para el invierno daban
comienzo a finales de otoño. Humanos y animales se alimentaban básicamente de
lo mismo: cereales. Los más pobres no tenían suficientes cereales para
alimentar a sus animales a lo largo de todo el invierno, por lo que la mayoría
de sus cerdos y ganado se engordaban a base de bellotas y se sacrificaban en
esta época del año para el consumo de su carne. Los calendarios conmemoran esta
decisión estratégica para los meses de noviembre y diciembre con imágenes como
las que podemos ver a continuación, acompañadas de los signos del zodíaco
correspondientes (Sagitario y Capricornio).
La cría del
cerdo en la Edad Media: engorde en noviembre y matanza en diciembre. Cortesía
de la Biblioteca Brotherton, Universidad de Leeds
Por supuesto, los
más pudientes podían permitirse no sacrificar a sus animales y seguirlos
alimentando, de modo que podían disponer de carne fresca durante todo el
invierno. No es cierto que emplearan especias para disimular la podredumbre de
la carne: clavo, nuez moscada, pimienta y canela se importaban de la India e
Indonesia, de modo que quien podía comprar productos tan caros sin duda podía
conseguir carne fresca en invierno. Los más ricos también podían permitirse el
consumo de azúcar: fruta escarchada, almendras garrapiñadas y dulces de todo
tipo siempre han sido manjares navideños muy populares.
Los más pobres, por su parte, comían
salchichas, tocino y embutidos en general, también pescado salado si podían
conseguirlo, manzanas secas o en conserva, guisantes y alubias, quizás algo de
miel, y a duras penas podían añadirle a sus comidas los sabores de cebollas,
puerros y ajos. Hasta la sal era cara por aquel entonces. Las épocas en las que
se pasaba más hambre de hecho no eran las de los meses del frío invierno, sino
más bien abril y mayo. Era entonces cuando los almacenes se encontraban vacíos
y en los huertos aún había poca cosa cultivada. Tampoco se disponía de mucha
leche o huevos en esta época del año, ya que las gallinas de forma natural
ponen menos huevos en invierno, y las vacas no dan leche hasta que paren a sus
terneros en primavera.
Banquetes
navideños
La mejor forma de descubrir qué comían
las clases más pudientes es revisar sus cuentas financieras y libros de cocina.
Libros de cocina como el Forme of Cury,
escrito para la corte del rey Ricardo II (1377-1399), y que nos aporta algunas
sabrosas recetas. En un reciente
proyecto cocinamos recetas halladas en éste y otros libros
medievales para que el público pudiera probarlas en ferias y mercados de los
alrededores de Yorkshire. En diciembre del 2012, por ejemplo, en el Mercado de
Castleford, preparamos una degustación con recetas medievales propias de esa
época del año, como pan de jengibre, estofado de cordero y pastel de manzana.
Un opulento
banquete navideño. Cortesía de la Biblioteca de Brotherton, Universidad de
Leeds
Para las clases
humildes resultaba casi imposible poder preparar los platos principales de los
que los ricos disfrutaban en sus banquetes. El pavo vino originalmente de
América, por lo que no empezó a aparecer en las mesas de Inglaterra hasta
finales del siglo XVI. Probablemente sustituyó a otra ave más vistosa pero
mucho menos sabrosa: el pavo real. El elevado precio de estas aves implicaba
que muchos debían contentarse con otra también bastante cara: el ganso, un
tradicional plato fuerte navideño hasta hace relativamente poco. Y
estrechamente vinculado a la Navidad estaba el jabalí: a menudo se traía a la
sala una cabeza de jabalí durante los festejos para acompañar a los
villancicos. Pero curiosamente, no siempre con la intención de que los
invitados se la comieran.
De este modo, elaboradas presentaciones
de carne asada, azúcar o cera bajo las formas de ángeles, castillos y animales
fantásticos a menudo formaban parte de la celebración, algunos de ellos hasta
se movían por medios mecánicos e incluso explotaban.
Así pues, considérese afortunado por no
pasar hambre este invierno. Quizás haya dejado el pastel para muy tarde este
año, pero aún puede reservar el pavo real y la cabeza de jabalí para el año que
viene.
Celebración de la Navidad y del Año Nuevo en la
Edad Media
La
Iglesia decidió toda una serie de fechas para celebrar el periodo navideño en
días importante para la religión pagana, siendo más sencillo cristianizar toda
una serie de fechas paganas que intentar hacerlas olvidar radicalmente. La
elección del 25 de diciembre se correspondía
con la antigua fiesta del solsticio de invierno o “sol invicto”, siendo Julio I
quien pidió que se celebrase el nacimiento de Cristo el 25 de diciembre,
decretado por el Papa Liberio en el 354. Será durante la Edad Media cuando se
depuraron, definieron y enriquecieron las fiestas y celebraciones navideñas,
con toda una solemnidad y manifestaciones sociales, artísticas y gastronómicas.
Fue
entre los siglos IV al VI cuando se estableció el periodo de Adviento,
es decir, todo el periodo de preparación espiritual para el nacimiento de
Jesús, que podía oscilar entre las tres y seis semanas según cada país, basado
en meditaciones, predicaciones… Cuando pasaban esas semanas, se llegaba a la
propia época navideña, con dos fiestas fundamentales, la Nochebuena y la
Navidad. Tras el gran banquete de la cena del 24 de diciembre, los fieles
acudían a la Iglesia a medianoche para celebrar la Misa
del Gallo, popularizándose por toda Europa a partir del siglo
VIII. Esta
misa recibe su nombre de una leyenda, que decía que un ave que pasaba la noche
en la gruta de la Natividad fue la que anunció el nacimiento de Jesús. Se la
identificó como un gallo, ya que es
símbolo de fecundidad y de renacimiento en las culturas paganas y como anunciador
de la salida del Sol. Esta ave fue la que dio nombre a esta primera misa de la
Navidad, anunciándose a los cristianos que Cristo acababa de nacer. Pero no
pensemos que Nochebuena solo era una festividad solemne, si no que el jolgorio
y la alegría desbordaban al pueblo, llegando a su punto culminante en el
momento de adoración al Niño, ya que se entonaban cantos, hacían sonar sus
instrumentos.
En el año 1471 en Jaén se celebró así la Nochebuena y
la Navidad por Miguel
Lucas de Iranzo:
“El día 24 de diciembre, a primeras horas de
la noche, juego de dados en el palacio del condestable, donde éste muestra su
generosidad pues juega «mas por eccelencia e fin de franquear que por cobdiçia
de ganar». Misa de maitines. Representación por la noche en la catedral de la Historia
del nacimiento de nuestro señor y salvador Jesucristo y de los pastores.
Consumo en las fiestas del 24 de diciembre al 6 de enero de «muchos manjares e
vinos e confites e conservas». A veces, de pescados frescos, «empanados y en
pipotes». El día 25 «Estrenas, mercedes e limosnas» como aguinaldo a los que
acuden al palacio del condestable. Alborada en palacio. Misa. Comida y
colación. Cena y colación. Danza y baile después de la comida y la cena. Empleo
de trompetas, atabales, chirimías y cantores en los actos principales”[1].
La elección del día 31
de diciembre como el cierre del año y el comienzo del otro
se debe a Julio César, cuando en el 45 a.C y siguiendo a los astrónomos
egipcios, instauró el año solar, que comenzaba el primero de enero,
arrinconándose así el sistema primitivo. Más tarde, sería el calendario juliano
sustituido por el gregoriano, introduciendo cambios para compensar las
desviaciones del anterior.
Retomando la Crónica sobre Miguel
Lucas de Iranzo:
“En la Nochevieja, misa y juego de dados,
como en Nochebuena. Alborada del día 1. Misa, comida, cena, colaciones y danzas
como en los días anteriores”.
El origen de la cena
de Nochebuena y la comida de Navidad es
tan antiguo como la propia fiesta, ya que estos ágapes entroncaban con los
banquetes romanos celebrados durante las Saturnales que recibían el Año Nuevo.
La tradición de poner un ave como plato central de
la cena de Nochebuena o en Navidad proviene del mundo grecorromano, ya que para
ellos, las aves migratorias que volvían al norte a final del invierno, traían
el anuncio de la primavera, por lo que el plato, representaba un acto
favorecedor del buen tiempo. En la época bizantina cristiana, la presencia de
pintadas o gallinas de Guinea era habitual. Desde el siglo VI era común el
capón, el gallo castrado y engordado para las comidas de Navidad, mientras que
a partir del siglo XIII lo común entre la nobleza era el gallo. El consumo de
gansos y ocas a lo largo de la Edad Media fue tan elevado que a punto
estuvieron de exterminarse estas especies.
En cuanto a los dulces
navideños, el mazapán es
de origen incierto, pues muchos lo sitúan en el mundo árabe, pero otros los
sitúan en Venecia o en Alemania. Otros estudios sin embargo, indican que nació
en España, concretamente en Toledo, en el convento de San Clemente el Real. En
uno de los asedios de la ciudad, en 1214, cuando la comida escaseaban, las
religiosas guardaban en sus despensas gran cantidad de almendras, que
machacaron y mezclaron con azúcar hasta formar una pasta que fueron repartiendo
entre la población. En cuanto al turrón, una carta
de María de Trastámara en 1453 a las monjas del convento de Santa Clara en
Barcelona, es la primera noticia escrita que se tiene en España de este manjar,
aunque parece que el origen del dulce es árabe. Y por último, estaría el Roscón
de Reyes, que tiene origen pagano. En las Saturnales romanas se
comía una torta redonda en cuyo interior se escondía un haba. Quién la encontraba
en su porción era nombraba rey de la fiesta, y se le debía obedecer. Esta
tradición se cristianizó y se siguió celebrándose allá por el año mil, cuando
ya recibió el nombre de pastel de Reyes y
que servía para cerrar las fiestas navideñas.
El origen del belén es
italiano y medieval. El pesebre se convirtió en un icono cristiano
significativo en las celebraciones navideñas, como en el siglo VII cuando el
Papa Teodoro I hizo traer desde Belén los restos del pesebre del Niño Jesús. A
partir de entonces y a lo largo de toda la Edad Media, el pesebre era un
elemento fundamental de iglesias, abadías y catedrales en la Navidad. Ya en el
siglo X se realizaban representaciones de episodios bíblicos relacionados con
el Nacimiento de Jesús, siendo una de las primeras el Auto
de los Reyes Magos en el siglo XIII (de origen francés
probablemente). Sin embargo, estas representaciones acababan con mofas hacía
San José, por lo que Inocencio III en 1207 prohibió estas escenificaciones,
sustituyéndose a los actores por figuras inmóviles que llevasen a la
devoción. A partir del siglo XIII se inició la elaboración de figuras, tanto
para templos como para casas, extendiéndose de Italia por toda la Cristiandad,
siendo destacado el papel de los franciscanos y clarisas en esta difusión.
Rodríguez Gallar, E., “La Navidad a través
del tiempo”, La Natividad: arte, religiosidad y tradiciones
populares, coord. Por Campos y Fernández de Sevilla, F. J., (2009),
pp. 825-846.
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