UN PASEO
POR EL MADRID DEL AYER
Calles,
lugares, personajes
SAN
GINÉS
PASADO Y PRESENTE
Ni
se trata de una concurrida plaza, ni de una zona de paso inexcusable para
cualquier flaneante de los madriles, ni cuenta con grandes centros gastronómicos,
su comercio no atrae a las masas y los turistas propios o extraños, occidentitos
u orientales no la tienen en sus guías. Pero tiene un poco de todo eso de lo
que aparentemente carece: iglesia de gran valor histórico, lugar de paso entre
barrios en el centro de la capital, algún local popular por donde han pasado
famosos de la pantalla grande y chica y centro de interés cultural si
consideramos cultura un recinto teatral tradicional hoy reconvertido en
discoteca, la venta de libros de viejo o las referencias literarias que ha dado
a lo largo del tiempo la más famosa chocolatería de Madrid. Todos esos
ingredientes y otros más que iremos progresivamente nombrando de forma ordenada
confluyen en el entorno de San Ginés.
HISTORIA
EN
ARLES, DE LA GALIA NARBONENSE, GINÉS, ESCRIBIENTE DE MANO MÁS VELOZ QUE LAS
PALABRAS, NO HABIENDO QUERIDO REDACTAR EL EDICTO DE VALERIO PARA LA PERSECUCIÓN
DE LA GREY CRISTIANA, ENTREGÓ SU ALMA AL SEÑOR LAVÁNDOLA CON BAUTISMO DE SANGRE
A ORILLAS DEL RÓDANO, BAJO EL PRETOR VARIO. SEPULTADO JUNTO A SAN HONORATO, OBISPO,
MERECIÓ LAS ALABANZAS DE LA IGLESIA. A SAN GINÉS DE ARLES, MÁRTIR, HONOR POR
LOS SIGLOS.
Inscripción en letras cubitales existente en la
parte alta y todo a lo largo de la nave del templo parroquial.
El año del Señor
1106 en el pontificado del Papa Pascual II, reinando en Castilla D. Alfonso VI,
D. Bernardo de Cluny, primer Arzobispo de Toledo y Primado de las Españas
(1086-1124) consagró extramuros de la Villa esta Iglesia en honor de San Ginés,
mártir de Arles, sobre la ribera del arroyo Arenal.
El año 1156, D.
Alfonso VII, el Emperador, concede a San Ginés un privilegio por el que se le
dona la aldea de Salvanés, con sus montes, fuentes, prados y pastos (Archivo Histórico Nacional, Sección Códices.
Libro nº 987 B; fols. 15 vº-16 rº). El Códice de Juan el Diácono (siglo XIII)
cita la Iglesia de San Ginés como una de las que visitaba San Isidro en
su piadoso recorrido por los templos de la Villa y sus arrabales lo que
prueba que la Iglesia de San Ginés existía ya en la primera mitad del siglo
XII.
En 1358 el Papa
Inocencio VI de Avignon con motivo de un saqueo y robo sacrílego remite una
Bula a la Parroquia de San Ginés concediendo indulgencias a cuantos colaborasen
en el desagravio. Dos años más tarde, en el 1360, D. Juan González, capellán
del Rey D. Pedro I y presbítero de la Parroquia de San Ginés lleva a cabo una
importante obra de reconstrucción colocando los escudos reales sobre sus muros.
El año 1641 es
demolida en su mayor parte la antigua fábrica del templo de San Ginés y este
mismo año, el Rey Felipe IV confía a Fray Lorenzo de San Nicolás, arquitecto
real, las trazas y la supervisión de la obra del nuevo templo hasta su
finalización, confiando
igualmente al maestro alarife Juan Ruiz la responsabilidad de su
construcción. El 10 de mayo de 1645 siendo Cura Párroco de San
Ginés y Capellán de Su Majestad el Rey Felipe IV, D. Gaspar de Alfaro y Zapata,
el Cardenal Borja y Velasco inauguró solemnemente el nuevo templo, fecha
en que Su Majestad el Rey concede los privilegios reales. En
1656, D. Pedro Texeira recoge en su “Topographia de la Villa de Madrid” el
conjunto de San Ginés tal y como aparece hoy. En el siglo XVIII, el templo
parroquial de San Ginés sufre una gran transformación en su interior. El
prestigioso arquitecto D. Juan de Villanueva es designado por la Real Academia
de San Fernando para ejecutar, conforme al gusto de la época, el clima
neoclásico que luce en la actualidad.
Esta Real Parroquia
de San Ginés custodia una importante colección de obras de arte que configuran
su patrimonio cultural, entre las cuales son dignas de mención la “Purificación
del Templo” del Greco, firmada, que constituye una de sus obras más
emblemáticas de última época, la “Humildad” de Alonso Cano, que
junto con el “Milagro del Pozo de San Isidro”, actualmente en el Museo del
Prado, son consideradas, por los expertos, como las obras más significativas
del artista en su etapa de Madrid. Es obvio mencionar el espléndido óleo sobre
lienzo que representa la “Anunciación” de Lucas Jordán, encargo
del Rey Carlos II con destino a San Ginés, y el óleo
sobre lienzo, de gran formato, que representa el “Martirio de San
Ginés”, obra maestra de Francisco de Ricci. También se
encuentra en ella el boceto, firmado y fechado, por el que Ricci obtuvo la
confianza para el desarrollo del retablo mayor que preside el templo
parroquial. Además encontramos en la colección de San Ginés, obras de Francisco
Camilo, José de Antolínez, Mateo Cerezo, Antonio Palomino, Antonio de Pereda,
Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia, Juan de Valdés Leal, Lucas Jordán, García
Salmerón, Antonio González Velázquez y Juan de Espinal.
En el plano
escultórico son dignos de mención los ángeles de Pompeo Leoni, la
Crucifixión de Alonso Giraldo Vergaz, en la que se inspiró Goya para
pintar su Crucificado, las esculturas de Nicolás de Fumo, las de
Colombo, una escultura de Jesucristo Resucitado de Sánchez Barba, tres
esculturas de Juan de Adán, dos imágenes de la Virgen de Valeriano Salvatierra,
un busto que representa a San Jerónimo de Vrillabrille y Ron, una escultura
orante de Nacherino, dos ángeles querubines de Pedro Hermoso y dos ángeles
orantes de José Risueño y una Virgen del Amor Hermoso, obra de Mariano Belver.
El Rey Carlos II, el Viernes Santo del año 1676, hace entrega
para el altar mayor de la Parroquia de San Ginés de un juego de Cruz y
seis candelabros de excepcional factura, conservados en esta
Parroquia, y que han participado en diversas exposiciones de orfebrería monumental.
En el siglo XVIII el Rey Carlos III dona a San Ginés la excepcional custodia
diseñada por el platero real. En 1826 a instancias del Rey Fernando VII, el
organero real Benito Vaquero, culmina la construcción del nuevo órgano,
recientemente recuperado.
En el Archivo
Parroquial de San Ginés, verdadero monumento del Patrimonio Documental de la
Real Villa y Corte de Madrid, merece especial mención la partida de
bautismo de la Infanta Catalina, hija de Felipe II, bautizada el 19 de
octubre de 1567. Entró en el templo en brazos de su tío D. Juan de Austria.
También se encuentran las partidas de bautismo de Francisco de Quevedo
Villegas, Francisco Javier de Goya y Bayeu, hijo de Francisco de Goya y
Lucientes, Juan Hidalgo, fundador y padre de la Ópera; y las partidas
de matrimonio de Félix Lope de Vega Carpio, la de los pintores Vicente
Carducho, Bartolomé González, Francisco Javier de Goya y Bayeu, Juan Hidalgo; o
las partidas de defunción de Tomás Luis de Victoria, uno de los
músicos más sobresalientes del Renacimiento europeo y el músico de la más aguda
emoción religiosa, y las de los pintores Francisco Herrera, denominado
El Viejo, Juan Bautista Martínez del Mazo, pintor de Cámara y yerno de Diego
Velázquez, Pantoja de la Cruz, Juan Van der Hamen, Juan de Espinosa y Juan de
Hidalgo.
Finalmente, en el
año 1957, por fortuna para San Ginés, es nombrado Párroco D. José Ignacio Marín
Núñez de Prado que encuentra el templo en estado deplorable de conservación y
asume la ardua y laboriosa responsabilidad de su recuperación total, llevada a
cabo con tal acierto y academicismo que le hizo acreedor al reconocimiento del
pueblo de Madrid, otorgándole el Excmo. Ayuntamiento la Medalla de Plata de la
Ciudad. Tras esta recuperación, en la primavera de 1982, el templo parroquial
de San Ginés fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional. El
24 de enero del 2003, el Rey de España ha tenido a bien rehabilitar el título
de Real para la Parroquia de San Ginés.
La fachada
principal de la iglesia da a la calle del Arenal, una de las más transitadas y
comerciales del centro de la ciudad. Debe su nombre al “erial arenoso que en su
lugar se hallaba y que se profundizaba al llegar al barranco de la Zarza, ya
junto a la puerta del Sol”, Répide dixit. Une Sol con Ópera (plaza de Isabel
II) y como hechos históricos más destacados podemos decir que junto a la
esquina de la calle Bordadores en 1872 sufrió un atentado a base de trabucazos
el rey Amadeo de Saboya. No debemos olvidar que en una de las casas
cercanas y fronteras a la iglesia vivió y falleció el nombrado torero Frascuelo
a finales del siglo XIX. El músico Ruperto Chapí vio extinguirse sus días en
1909 en el inmueble señalado con el número 20. El palacio de Gaviria es otro
lugar de atención de esta rúa y cerca de su confluencia con Sol el padre Coloma
puso la morada del popular personaje Ratoncito Pérez.
ARTE EN EL TEMPLO PARROQUIAL
El horario de
exposición del cuadro de
El Greco está situado
en el apartado
dedicado a la
Capilla de la Virgen
del Castillo
Entrada de la Parroquia
(calle Arenal)
SAN PEDRO de Luis Marco Pérez, siglo XX
SAN PABLO de José Luis Parés, siglo XXI
Capilla
de Guadalupe
- VIRGEN
DE GUADALUPE (Patrona de Úbeda) del
taller de Ramón Cuadra Moreno, siglo XX
- SAN
NICOLÁS DE BARI siglo
XIX
- VIRGEN
DE NURIA escuela madrileña, siglo XVII
- SAN
JOSÉ CON NIÑO de
Jacinto Meléndez, siglo XVII
Capilla de los Barrionuevo
ESCULTURA ORANTE DE D. GARCÍA DE BARRIONUEVO de Michelangelo Naccherino, siglo
XVI
CRISTO CRUCIFICADO anónimo de escuela napolitana, del
siglo XVI
CRISTO RESUCITADO atribuido a Luis Salvador Carmona, del
siglo XVIII
Capilla de la Virgen del Amor Hermoso
VIRGEN DEL AMOR
HERMOSO de Mariano Bellver, siglo XIX
SAN JOAQUÍN atribuido a Juan Adán, siglo XVIII
SANTA ANA atribuido a Juan Adán, siglo XVIII
JUEGO DE CRUZ Y VELAS anónimo romano, siglo XVII
EL SUEÑO DE SAN JOSÉ de Antonio Palomino, siglo XVII
Capilla del Santísimo Cristo de la
Redención
LAMENTACIONES SOBRE CRISTO MUERTO de Michiel Coxcie, siglo XVI
CRISTO CRUCIFICADO de Alfonso Giraldo Bergaz, siglo
XVII
FLAGELACIÓN DEL SEÑOR de Corrado Giaquinto, siglo XVIII
CRISTO CAMINO DEL CALVARIO de Corrado Giaquinto, siglo XVIII
ARCÁNGEL
BARACHIEL de
Antonio Pereda, siglo XVII
ARCÁNGEL SEALTIEL de Antonio Pereda, siglo XVII
EL BUEN PASTOR CON
DOS NIÑOS PASTORES de
Gerard Seghers, siglo XVII
EL SALVADOR de Antonio Pereda, siglo XVII
CRISTO DE LA HUMILDAD de Alonso Cano, siglo XVII
Capilla Bautismal
LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR de Luca Giordano, siglo XVII
- VIRGEN
DEL CASTILLO (Patrona
de Vilches, Jaén), siglo XX
- SAN
JOSÉ CON EL NIÑO siglo
XVII
- SAN
JUAN EVANGELISTA siglo
XVII
- SAN
ANTONIO DE PADUA siglo
XVII
LA PURIFICACIÓN DEL
TEMPLO de El Greco, siglo XVI
El cuadro de El Greco se muestra de martes a sábado de 10:00 h. a 12:00 h. y de 18:30 h. a 20:00 h. y
el domingo de 10:00 h. a 13:00 h.
Capilla de la Inmaculada
INMACULADA, de Antonio González Ruiz, siglo XVIII
ADORACIÓN DE LOS PASTORES de Pieter van Lint, siglo XVII
ADORACIÓN DE LOS REYES MAGOS de Pieter van Lint, siglo XVII
Capilla de Nuestra Señora de las
Angustias
NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS (Patrona de Granada), siglo XX
CRISTO CAÍDO CAMINO DEL CALVARIO de Nicolás Fumo, siglo XVII
SAN JUAN DE DIOS de N. Hualde, siglo XX
SAN MIGUEL ARCÁNGEL de N. Hualde, siglo XX
Capilla de la Virgen de la Cabeza
VIRGEN DE LA CABEZA (Patrona de Andújar, Jaén), siglo
XVIII
Capilla de la Sagrada Familia
- SAGRADA
FAMILIA EN LA TIERRA de
Juan Carreño Miranda, siglo XVII
- SAN
ISIDRO siglo XVII
- SANTA
MARÍA DE LA CABEZA de
Antonio Martínez Rodríguez, siglo XX
- SAN
JERÓNIMO de Juan Villabrille y Ron,
siglo XVIII
MARTIRIO DE SAN GINÉS (boceto firmado y fechado) de
Francisco Rizzi, siglo XVII
INMACULADA de Juan Antonio de Frías y Escalante, siglo
XVII
Capilla de la Virgen del Carmen
VIRGEN DEL CARMEN siglo XVIII
Altar de San José
SAN JOSÉ CON EL NIÑO de Juan de Adán. Siglo XVIII
Retablo Mayor
- MARTIRIO
DE SAN GINÉS de Francisco Rizzi, siglo
XVII
- CRUCIFIXIÓN atribuido
a Marcos Pérez, siglo XX
- ÁNGELES
DORADOS siglo XVIII
Coro
ÓRGANO construido por Benito Vaquero, siglo XIX
Altar de Valvanera
NUESTRA SEÑORA DE VALVANERA (Patrona de la Rioja) de Pedro
Alonso de los Ríos, siglo XVII
Pasadizo y plaza de San Ginés
https://chocolateriasangines.com/historia/
Bajando desde Sol en dirección a la
plaza de Isabel II, justo antes de toparnos con la iglesia a mano izquierda,
nos encontraremos con un singular pasadizo famoso tanto en el mundo real como
en el literario. Al entrar en él en un día cualquiera del año veremos a mano
derecha unos tenderetes de puntapié con un denso muestrario de libros de lance,
cuyo origen podemos citar en las postrimerías del siglo XIX y al que Répide se
refiere para encomiarlo en términos que merecen unas líneas. El nunca bien
ponderado historiador de Madrid dice de él que se trata de un “artístico puesto
de libros con sus armarios de estilo antiguo español, modelo de buen gusto y de
contribución al embellecimiento de la vía pública que debe ser considerado aquí
donde tan poco abunda ese respeto a la estética y amor al decoro urbano”. Lo
cierto es que se trata de un lugar digno de ser admirado y de una de las señas
de identidad de esta pequeña vía, de apenas 20 metros de longitud y no más de
tres de anchura, que cuenta con un arco adosado a los edificios de izquierda y
derecha. Siguiendo a Répide “esa angosta vía, sin paso de carruajes, aparece
igual que actualmente en los planos del siglo XVII”. Pese a su escasa longitud
podemos decir que aquí hubo una casa de marqueses, que aquí estuvo ubicada una
de las primeras fábricas de tejidos de Madrid y que aquí se encuentra una de
las discotecas con más pedigrí del pasado reciente madrileño. Pero hay que
transitar bajo el arco porque a mano izquierda nos encontraremos con la
chocolatería más famosa de Madrid y probablemente de todo el mundo. Y si no
fuera la más famosa sería la más literaria aunque apostamos por la veracidad de
ambos títulos.
https://www.librerosmatritenses.es/libreria-san-gines
Se trata de un lugar bellísimo desde el
punto de vista arquitectónico, estilo fin de siglo XIX. Sus mesas de mármol y
su azulejería la hacen especialmente atractiva al paseante vespertino o al
noctámbulo que accede al local -también hay unas pequeñas mesas de terraza en
el exterior- con el fin de calentarse las tripas con un chocolate acompañado de
los churros y/o porras respectivas. Su apertura data de 1890 como churrería y a
lo largo de este siglo y cuarto han entrado y salido por sus dos puertas desde
los tipos más populares hasta los personajes más famosos de las artes, las
letras e incluso las ciencias. Prueba de ello son las fotografías que cubren
casi en su totalidad las paredes de su interior. En ellas se pueden ver desde
prestigiosos actores y actrices americanos de los años 50 hasta figuras de la
nobleza o la realeza, aunque también haya mucha presencia de personajillos del
famoseo más cutre, conocidos y aplaudidos no sabemos por qué. Al margen de
estas menudencias, todo contribuye a dar un colorido pintoresco y singular a un
enclave al que la literatura ha sabido rendir pleitesía de la mano de
Valle-Inclán. En su obra Luces de bohemia, el extravagante y eximio gallego sitúa en su interior
la escena en la que los noctámbulos modernistas presentan sus respetos al
mentor de este movimiento literario en España, Rubén Darío, saludándolo con
aquello de “padre y maestro mágico”, parodiando el propio poema que el
nicaragüense dedicó a Verlaine. Dos placas situadas en la fachada de la chocolatería
dejan constancia de esa circunstancia. Pasado el arco entramos en la plaza de
San Ginés, que no deja de ser continuación del pasadizo y que junto a aquel
rodea en sus tres cuartas partes la trasera y los laterales de la iglesia. Y
que es conocida también por dos hechos literarios. En esta plaza sitúa Vicente
Espinel un pasaje narrativo de su obra picaresca Vida del escudero Marcos de Obregón: junto a un túmulo mortuorio que la
iglesia tenía arrinconado bajo el arco para servirse de él con ocasión de los
entierros, en una noche de martes de Carnaval, se desarrolla la anécdota del
perro y el cencerro, que sería excesivamente cargante reflejar aquí. Por otra
parte, la plazuela es punto de arranque de la novela de Pérez Reverte Limpieza
de sangre, perteneciente a
la serie del capitán Alatriste. En la puerta de la iglesia, hoy cerrada, el
teniente Martín Saldaña encuentra a una mujer estrangulada con un bolsillo
entre los dedos que contiene cincuenta escudos y una nota manuscrita con las
palabras para misas por su alma.
https://chocolateriasangines.com/historia/
https://www.expansion.com/fueradeserie/gastro/2018/11/02/5bd6f794268e3e7d158b458b.html
Coloreros y Bordadores
Calle
Coloreros
Saliendo del pasadizo de San Ginés, a
mano izquierda queda una pequeña calle en cuanto a extensión, también peatonal
como las anteriores. Se trata de la calle Coloreros, cuyo nombre tiene su
origen el haber albergado las tiendas donde se vendían las pastillas para
teñir las telas. Anteriormente llevó por denominación calle de los Zapateros de
San Ginés, sin que sea necesario especificar las razones de la misma. También
esta calle tiene su razón literaria. En este caso es Galdós el que hace referencia
a ella en uno de sus Episodios
Nacionales cuando ubica
ahí una escuela en el reinado de Fernando VII. Se trata de una calle acogedora,
simpática, hospitalaria y humilde, sin otras pretensiones que las de servir de
enlace y paso de viandantes entre San Ginés y la calle Mayor. Al salir a esta
última no se debe olvidar levantar la vista y leer la placa que al ayuntamiento
ha puesto en la pared esquinera referida a la muerte por asesinato de don Juan
de Tassis. El conocido por conde de Villamediana era tan buen escritor de
sonetos amorosos como encantador de damas y aunque no en lo literario sí en lo
donjuanesco podía competir con el propio Lope de Vega. Sus correrías y sus
aspiraciones en el plano amoroso pasaron en un momento dado de lo que
aconsejaba la lógica y el sentido común y esa pudo bien ser la razón de fondo
para que sus días terminaran una noche de agosto de 1622 en la susodicha
esquina, más o menos, cuando paseaba en coche de caballos junto al conde de
Haro por la calle Mayor. Lo cierto es que fue todo un escándalo en el Madrid
del Barroco. Se acusaba a Juan de Tassis de los más nefandos crímenes y se
justificó su asesinato en la necesidad de evitar un juicio público, Inquisición
mediante, que hubiera puesto en almoneda la honorabilidad de la nobleza. Los
historiadores parecen convencidos de que detrás del asesinato estuvo la mano
del propio monarca Felipe IV y de su valido Conde-Duque de Olivares. Sus
punzantes sonetos epigramáticos le habían granjeado todo tipo de enemistades y
sus veleidades con las mujeres tampoco le habían ayudado en las relaciones
sociales. Por ahí debieron ir, insistimos, los tiros de su desdicha. Lo cierto
es que grandes plumas del momento levantaron su voz ante tamaño crimen, entre
otras las de Quevedo, Góngora o Ruiz de Alarcón, aunque todo quedó silenciado
por órdenes superiores, algo también típico de la idiosincrasia
carpetovetónica. Cambiando el tercio, reflexionemos sobre el hecho de que el
entorno de San Ginés no cuente con una calle dedicada al santo. Verdad es que
el de Arlés puede presumir de iglesia, pasadizo y plaza y para qué más pero no
es cierto del todo que no exista calle. Existió en su día y era la que hoy
llamamos de Bordadores, cuyo nombre prevaleció en honor de los artesanos
dedicados a este oficio y que allí estuvieron instalados desde los tiempos de
Juan II de Castilla, “el muy prepotente” que escribiría por aquellas calendas
don Juan de Mena en su Laberinto de fortuna. Los artesanos bordaron un manto a la
reina María de Aragón y en justa correspondencia el monarca castellano les
ofreció estos terrenos, entonces situados en el arrabal, para que instalaran
sus negocios. Con el hijo de Juan II no hicieron tan buenas migas los
bordadores. El mal llamado Enrique IV el impotente tuvo
noticias de que su esposa, la reina Juana, había encargado un traje para
regalárselo a don Beltrán de la Cueva. Para qué queremos más. Enrique ordenó a
sus lacayos que transmitieran a los bordadores su disconformidad con el
proyecto. Por supuesto que don Beltrán no recibió su obsequio una vez que los
artesanos negaron ante el rey haber recibido tal encargo. A saber. La calle
Bordadores desemboca en Arenal cerrando el semicírculo que comenzaba con la
librería de viejo del pasadizo. Una calle muy cinematográfica en principio pues
no en vano se recuerda el crimen presuntamente cometido en esta vía y reflejado
en el film El crimen de la calle Bordadores. ¿En qué lugar de la calle se cometió dicho
asesinato? Pues en ninguno porque no existió tal crimen en dicha calle. La
película que lleva este título fue rodada en 1946 bajo la dirección de Edgar
Neville y se refiere al famoso crimen de la calle de Fuencarral acaecido en el
inmueble situado en el actual número 95 de dicha vía, entonces el 107. Las
razones de cambiar el nombre de la calle tenían que ver con lo que hoy
llamaríamos no herir susceptibilidades. Pese a que el crimen se juzgó en su
momento, las versiones sobre los hechos que llevaron a una criada de 28 a ser
ejecutada a garrote vil por asesinar presuntamente a una viuda acomodada
y conocida en la ciudad por sus obras de caridad, diferían según quien los
interpretara. Lo sucedido no quedó claro del todo en el considerado primer gran
juicio mediático de la sociedad española. Grandes hombres de la política, de
las letras y del periodismo se posicionaron ante un proceso que parece ser que
desde el punto de vista formal dejó mucho que desear. Pero, a lo que íbamos,
que no, que no fue la calle Bordadores escenario de ese crimen horrendo.
http://www.demadridalanube.com/2015/09/calle-bordadores.html
Salón Eslava
Atrás dejábamos al internarnos en el
pasadizo de San Ginés un local de ocio con tanto pasado como presente. Nadie
desconfíe que nos hemos olvidado de la actual sala de fiestas Joy
Eslava, un referente
discotequero en el universo noctámbulo para las jóvenes generaciones y
referente nostálgico para aquellos que participamos aunque con papeles muy
secundarios en la comedia, sainete o drama llamado movida
madrileña, allá por los años 80. Pero la
historia de este local no se retrotrae a la inmediata noche al intento de golpe
de estado de Tejero (1981) en que fue inaugurado con su denominación actual.
Hay que remontarse al 30 de septiembre de 1871 en que el teatro Eslava abría
sus puertas como sala de representaciones teatrales. Su nombre se debe a la
iniciativa del empresario Bonifacio Eslava, hermano del famoso músico don Hilarión.
Al margen del teatro, el llamado Salón Eslava adquirió prestigio y renombre
gracias al café instalado en su interior, popularizado por su citación en la
popularísima zarzuela La Gran Vía. El género chico fue en sus primeros
años su especialidad. Sufrió reformas en 1912, 1950 y 1979 y tras su última
reapertura, ya como Joy, se ha convertido en una megadiscoteca
de referencia en la capital, asociada durante los últimos tiempos a la movida,
cuyos protagonistas más importantes solían acudir con cierta regularidad al
local, tanto por razones profesionales como para disfrutar del ocio con sus
iguales. Parece que fue ayer y esto ya es historia, aunque sea con minúsculas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario