ESPAÑOLES Y COMANCHES,
LA GUERRA EN NUEVO MÉXICO
Hacia finales del
siglo XVIII, tras haber llegado a acuerdos de paz con los indios pueblo y los
apaches, los españoles de Nuevo México se enfrentaron a los implacables y
belicosos comanches
Ataque comanche a la misión de San Sabá (Texas)
El 16 de marzo de 1758,
unos 2.000 comanches saquearon el enclave y dieron muerte a dos frailes.
Caballos, bisontes y armas
Hacia 1770, el comercio
de caballos y de la carne y las pieles de bisonte, así como de esclavos por los
que obtenían rescates, permitía a los comanches conseguir todo tipo de
productos manufacturados –desde armas y cuchillos hasta telas– de franceses,
británicos y españoles; caballos y armas les prestaron una enorme ventaja
militar. Arriba, la iglesia de Las Trampas (Texas), antiguo enclave español en
la frontera comanche.
Los guerreros comanches
Escudo ceremonial
comanche del siglo XIX. Museo Etnológico, Berlín.
Juan Bautista de Anza
Retrato de Juan Bautista
de Anza, explorador y gobernador de Nuevo México entre 1778 y 1788. La obra, de
autor desconocido, posiblemente fuera pintada a partir de un retrato al óleo
previo de fray Orsi en 1774.
En 1775, el gobernador español de Nuevo México, don Pedro Fermín de Mendinueta,
refería que, durante ese año, los españoles habían enterrado a seis
neomexicanos por cada comanche muerto. Los comanches campaban a sus anchas por
los actuales estados de Texas, Oklahoma, Kansas, Colorado y Nuevo México. En
este último, incluso Santa Fe, la capital, sufría las amenazas e incursiones de
los nuevos dueños de las praderas. De hecho, el pueblo de Pecos, a unos 40
kilómetros al este de la capital, y Galisteo, a menos de 50 kilómetros al sur,
fueron las poblaciones más castigadas. Desde 1750, ambas plazas habían perdido
la mitad de su población. Los ataques se habían hecho tan frecuentes que los
supervivientes ya no se atrevían a trabajar los campos y en el verano de 1776
se alimentaban de pieles viejas de animales cocinadas en forma de torreznos o,
a falta de éstas, freían suelas de zapatos viejos.
Atrás quedaban tanto los
casi cien años que los españoles de Nuevo México habían tardado en encontrar la
paz con los indios pueblo como los recientes acuerdos con los apaches, la
tribu que, gracias a los caballos traídos por los españoles al Nuevo Mundo, se
había hecho dueña de las grandes praderas desde mediados del siglo XVII. Los
españoles habían construido sus ciudades más importantes al lado de los
asentamientos de los pueblo, y la supervivencia de ambos dependía del entendimiento
mutuo. Las relaciones con los apaches habían llegado a un nivel de confianza
tal que éstos dejaban a sus mujeres e hijos
con los españoles cuando los hombres salían a cazar búfalos durante varios
meses. Pero parecía que los españoles habían elegido
aliarse con la tribu equivocada.
CAZADORES DE CABELLERAS
Una de las razones por
las que los apaches habían abrazado la paz con los españoles era la búsqueda de
protección frente a los comanches, que se habían apoderado de las praderas a
finales de la primera mitad del siglo XVIII. Habían desplazado a los apaches de
las tierras fértiles y estos últimos habían encontrado el alivio en las tierras
yermas y bajo la protección de los españoles.
La
sociedad comanche se había expandido gracias a su dominio del arte de la guerra
y al hecho de que su jerarquía social se basaba en las hazañas de sus guerreros. Los comanches coleccionaban cabelleras de sus víctimas,
y éstas cobraban más importancia si habían sido arrancadas en el fragor de la
batalla y no cuando el enemigo ya había muerto. El caballo se había convertido en el elemento clave de una guerra
que los comanches dominaban por completo. Además, disponían de las mejores armas de fuego que
se podían encontrar en la región gracias a los franceses, que siempre habían
ayudado a las tribus más poderosas para frenar la expansión británica hacia el
oeste; ni siquiera los españoles tenían tantos mosquetes como los comanches. El
mismo gobernador De Anza compró armas de fuego a los comanches en la feria de
Taos. Los comanches no hacían prisioneros: no tenían dónde guardarlos presos. Y
en la batalla no mostraban ninguna compasión por sus enemigos, de la misma
forma que ellos no la esperaban si eran derrotados. En la batalla, el comanche luchaba hasta la muerte.
ATAQUES SIN RESPUESTA
Los españoles no estaban
preparados para la guerra que llevaban a cabo los comanches. Por lo
general, los apaches se habían conformado con robar los caballos de las
poblaciones y rara vez sus rápidas incursiones se convertían en enfrentamientos
directos, lo que limitaba el número de víctimas por ambas partes. Cuando los
españoles eran atacados, enviaban a un grupo de soldados a la captura de los
saqueadores. Años de disputas con los apaches habían permitido a los españoles
conocer la gran mayoría de lugares que aquellos elegían para esconderse.
Los
comanches llevaban a cabo sus ataques en grupos más numerosos, lo cual les
permitía enfrentarse a sus defensores en superioridad de condiciones. Los españoles, en la mayoría de los casos, debían
protegerse en el torreón de la plaza atacada y esperar a que los comanches se
marcharan. Cuando la incursión terminaba, los comanches escapaban a lugares más
lejanos y desconocidos por los españoles. La mayoría de las veces, los soldados españoles no lograban seguir el
rastro de la partida de comanches, sufrían una emboscada por parte de éstos o
se perdían en un terreno que no conocían.
Otras veces, se topaban con un grupo de indios totalmente ajeno al ataque y
descargaban su frustración en ellos. Desesperado, Fermín de Mendinueta escribió
al virrey de Nueva España y llegó a considerar el abandono de Nuevo México si
no recibía 1.500 caballos y más pólvora para los viejos mosquetes de sus
soldados.
El
explorador y político Juan Bautista de Anza nació en la
población de Fronteras, en Sonora (México), en julio
de 1736 y murió en Arizpe, Sonora (México) el 19
de diciembre de 1788.
·
Hijo del Capitán del ejército colonial español Juan
Bautista de Anza y María Rosa Bezerra Nieto, vecinos de Fronteras (Sonora).
·
Nieto por la rama paterna de Antonio de Anza
(farmacéutico) y Lucía de Sasoeta de Hernani, nativos
de Guipúzcoa (España).
·
Nieto por la rama materna del Capitán del ejército
colonial español Antonio Bezerra Nieto y Gregoria Gómez de Silva, vecinos
de Janos (Chihuahua), (México).
Su
padre murió en una confrontación con indios apaches en el desierto de
Sonora cuando tenía alrededor de tres años de edad.
Es
necesario anotar que cuando se menciona Sonora se refiere a la provincia del
virreinato que abarcaba en su mayor parte los actuales estados
de Sonora (México) y Arizona (Estados Unidos de América).
Se
alistó en la milicia española en diciembre de 1751 en San Ignacio (Sonora), en
donde sirvió como cadete de caballería en la custodia de los presidios
(fortificaciones) bajo la tutela de su cuñado Gabriel de Vildósola, en
Fronteras (Sonora). En 1756 alcanzó el grado de teniente de caballería en la
misma población.
Ascendió a Capitán en el presidio de Tubac (Arizona) en diciembre de 1759. Recibió reconocimientos en la lucha contra los indios apaches en el norte de Sonora (hoy Arizona) y seris en el sur de Sonora, entre bolas.
Para
1770 la Corona Española había estado por más de 200 años en el Nuevo
Mundo. Su extenso imperio incluía desde lo que hoy es el oeste de
Estados Unidos, incluida Florida, hasta las islas Filipinas, pero
todavía necesitaba asegurar sus posesiones de la costa del Pacífico norte frente
a las expediciones rusas e inglesas. La expedición dirigida en 1770
por Gaspar de Portolá únicamente fundó colonias pequeñas en
la Alta California.
Ya
hacia 1773 había dos presidios (fortificaciones) y cinco misiones. Sin embargo,
la población española no iba más allá de 70 personas. Colonizar y abastecer a
la Alta California era tarea difícil y el viaje muy largo, pues
tenían que partir desde San Blas (Nayarit) en navíos pequeños que no
soportaban mucha carga. La travesía por la Baja California era muy
larga, peligrosa y difícil de transitar. Para colonizar y asegurar la Alta
California, la Corona Española necesitaba una ruta más accesible, una ruta
terrestre que partiera de Sonora.
En 1774 el Capitán Juan Bautista de Anza solicitó al Virrey de la Nueva España comandar una expedición a la Alta California costeada por él mismo, llevando una buena cantidad de colonos y ganado vacuno. En 1775 el Virrey autorizó al Capitán de Anza a efectuar el viaje para colonizar y defender el puerto de San Francisco (California) de piratas ingleses y colonos rusos (una parte de Rusia colinda con Alaska). Con la autorización en mano, de Anza se dedicó a reclutar voluntarios en la población de Culiacán Sinaloa. En el presidio de San Miguel de Horcasitas, capital provincial de Sonora, de Anza eligió como teniente de la expedición a José Joaquín Moraga, y el fraile franciscano Pedro Font fue escogido como capellán por su habilidad para fijar las coordenadas.
El
punto final de reunión fue Tubac (Arizona), población que había sido
atacada tres semanas antes del arribo de la expedición por los apaches, que se
llevaron consigo los más de 500 caballos que se habían reunido para apoyar el
viaje
Más
de 240 personas salieron de Tubac (Arizona) el 23 de octubre de 1775,
siguieron el cauce del río Santa Cruz hasta su unión con el río
Gila, continuaron por las orillas de éste hasta encontrar el río Colorado.
Allí les ayudaron a cruzar el caudaloso río el jefe de los
indios yuma y su tribu, a quienes había tratado Juan Bautista de Anza
en un viaje efectuado el año anterior.
El
viaje se hizo más difícil según avanzaban entre colinas y desiertos del
sudoeste de California. Con fines prácticos de Anza dividió la expedición
en tres grupos, que viajaban a un día de distancia uno de otro para permitir
que se llenaran los ojos de agua.
Se
reorganizaron cerca de lo que hoy en día es el Parque Estatal del
Desierto Anza-Borrego, y llegaron a la misión de San Gabriel el 4
de enero de 1776. Desde ahí viajaron por caminos conocidos bordeando la costa
de California, visitaron la misión de San Luis Obispo y la misión
de San Antonio de Padua, llegando a Monterrey a la misión
de San Carlos Borromeo el 10 de marzo del mismo año. La expedición
llegó a feliz término con dos expedicionarios más de los que habían salido de
Tubac (Arizona): durante el viaje nacieron tres californianos y hubo que
lamentar la muerte de una mujer que murió al parir, pero la criatura
sobrevivió.
Exploró
la Bahía de San Francisco para ubicar los lugares donde se fundarían
un presidio (fortificación) y una misión. El 14 de abril de 1776 partió de Anza
para San Diego (California), y de regreso a casa recibió el nombramiento
de Gobernador de la Provincia de Nuevo México (abarcaba parte de los estados
de Chihuahua (México) y Nuevo México (Estados Unidos),
puesto que desempeñó entre 1777 y 1778.
Juan
Bautista de Anza abrió una ruta que posibilitó la colonización europea de
la Alta California. Los soldados y familias que escoltó desde el desierto
de Sonora a la Alta California llevaron el idioma español, las
costumbres, la religión cristiana, y la cultura española a esa parte del mundo.
La mayoría de los miembros de su expedición habían ya nacido en América, en
tierras de la Nueva España, y había entre ellos personas de sangre europea,
indígena y descendientes de mulatos y mestizos.
Entre
los soldados que acompañaron a de Anza iba José María Pico, quien sería padre
de Pío de Jesús Pico (último Gobernador mexicano de la Alta
California) y abogado defensor del indio "Nazario" en el primer caso
de envenenamiento documentado en California y que, presuntamente, acabó con la
vida en 1812 del franciscano extremeño José Pedro Panto.
En
1963 sus restos fueron desenterrados y vueltos a sepultar en un mausoleo de
mármol con la presencia y participación de delegaciones de la Universidad
de San Francisco y la Ciudad de San Francisco.
Venía de colonizar California y sabía
que sólo conseguiría una paz duradera con los comanches mediante una
demostración de fuerza. De Anza recibió los caballos que se necesitaban y
reunió un ejército de 600 hombres entre soldados, colonos e indios pueblo.
Sabía que no podía seguir luchando contra los comanches de la misma forma en
que las tropas europeas se enfrentaban unas con otras. Los comanches evitaban los enfrentamientos directos en campo
abierto. Basaban sus victorias en los ataques por sorpresa y en huidas
vertiginosas.
GUERRA COMANCHE
De Anza golpeó a los
comanches en su propio territorio. Cuerno Verde, el jefe comanche que había
aterrorizado la zona durante años, protegía a sus mujeres y niños cerca del
actual Colorado Springs. Era difícil llegar allí sin ser descubierto por los
comanches apostados por todo el territorio. En agosto de 1779, De Anza optó por
dar un rodeo por el oeste, tomando una zona más montañosa (el final de las
Rocosas) que estaba controlada por los utes. En su camino, consiguió reclutar
para su ejército unos doscientos hombres más, pertenecientes a los apaches
jicarillas y a los utes.
Cuando llegaron al
poblado de Cuerno Verde, el jefe indio y sus guerreros no estaban allí. Iban de
camino a Taos para saquear la ciudad. De Anza atacó el poblado y cuando Cuerno
Verde se enteró de la noticia se apresuró a volver. Los españoles le tendieron
una emboscada, y Cuerno Verde y sus guerreros lucharon hasta la muerte. De Anza
volvió victorioso y presumiendo de haber sufrido tan sólo una baja en la
batalla. Ya estaba en posición de firmar la paz con los comanches.
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Las distintas
tribus comanches se mostraron divididas a la hora de buscar la paz con los
españoles. De Anza aseguró que no aceptaría la paz
con tan sólo unos clanes: firmaría si todos los comanches se ponían de acuerdo
bajo un mismo caudillo. La facción de Toro Blanco pedía venganza, mientras que
la facción del jefe Ecueracapa era partidaria de la paz. La estrategia de Juan
Bautista de Anza dio resultado. Ecueracapa asesinó a Toro Blanco y la paz con
los españoles fue posible. De Anza ofreció libre comercio a los comanches y
éstos encontraron en la frontera del oeste de la Comanchería una zona donde
comprar productos europeos y vender los caballos robados en el resto de sus
territorios. La paz duró hasta 1821, año en
que Nuevo México proclamó su independencia y dejó de pertenecer a España.
Hasta entonces, y
durante doscientos años, una minoría de colonos y soldados logró gobernar la
inhóspita frontera norte del Imperio hispánico gracias a los acuerdos de paz
con las poblaciones autóctonas: primero, con los indios pueblo; luego, en el
siglo XVII, con los apaches, y, finalmente, en el siglo XVIII, con los
comanches.
PARA SABER MÁS
Banderas lejanas. Fernando Martínez
Laínez, Carlos Canales Torres. Edaf, Madrid, 2009.
El imperio comanche. Pekka Hämäläinen.
Península, Barcelona, 2011.
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/espanoles-y-comanches-guerra-nuevo-mexico_7465/5
http://elladooscurodelahistoria.blogspot.com/2012/08/juan-bautista-de-anzapost-jo.html
http://mx.globedia.com/cuerno-verde-dragones-cuera-caballeria-oeste
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