viernes, 20 de noviembre de 2020

 

MUJERES ESPAÑOLAS

LUCHADORAS Y DESCUBRIDORAS


CARMEN DE BURGOS,

LA PRIMERA PERIODISTA ESPAÑOLA

 

Tras una primera etapa vital complicada, De Burgos se reconstruyó y emprendió una nueva vida. Durante su trayectoria profesional se convirtió en defensora de ideas tan revolucionarias a principios del siglo XX como el sufragio universal, el divorcio o la objeción de conciencia.

  

Esta prolífica escritora, periodista, traductora y activista de los derechos de las mujeres cuenta en su haber con más de 200 títulos publicados entre novelas, cuentos, ensayos, traducciones y artículos en prensa nacional e internacional. Se podría decir de ella que es una de las escritoras más importantes del siglo XX en España, pero lamentablemente su obra fue víctima de la censura y cayó en el olvido. Carmen de Burgos fue una mujer que predicó con el ejemplo de lo que ella misma teorizaba, pues en sus escritos defendió la necesidad de crear una sociedad más igualitaria para las mujeres con afirmaciones como “ocuparse de la educación de la mujer es ocuparse de la regeneración y del progreso de la humanidad.”

UNA PROFESIONAL AUTÓNOMA Y VOCACIONAL

Nacida en 1867 en Rodalquilar, Almería, en una familia numerosa, fue la primogénita de diez hijos y recibió la misma educación que el resto de sus hermanos varones. Quizás fue esto lo que le proporcionó la confianza necesaria para tomar la decisión de casarse con un hombre que su familia desaprobaba. Después de un desengaño amoroso y la dolorosa muerte de tres hijos recién nacidos, De Burgos abandonó a su marido y se marchó a Madrid con la única hija que había sobrevivido.En ese momento comenzaría su vida autónoma. Tenía un título de profesora que había sacado con su esfuerzo y una plaza que la esperaba en Guadalajara, pero De Burgos tenía claro que quería quedarse en Madrid y dedicarse a su vocación: el periodismo.

En ese momento comenzaría su vida autónoma. Tenía un título de profesora que había sacado con su esfuerzo y una plaza que la esperaba en Guadalajara, pero De Burgos tenía claro que quería quedarse en Madrid y dedicarse a su vocación: el periodismo.

Con más de 200 obras publicadas, la periodista Carmen de Burgos fue toda una pionera en la profesión, una notoriedad que aprovechó para denunciar la situación de los más desfavorecidos, entre ellos las mujeres.

Foto: CC

Si algo bueno le había proporcionado su matrimonio fueron los primeros conocimientos del mundo de la prensa. Tuvo un contacto muy estrecho con las labores de impresión en la imprenta de la que su suegro era propietario y pudo hacer sus primeras colaboraciones en el periódico que dirigía su marido, Almería Bufa.

Gracias a eso, pronto consiguió una columna propia en el periódico El Globo bajo el título: Notas femeninas. En ella empezó a tratar asuntos sobre la igualdad de sexos como el sufragio universal, y se convirtió en un espacio en el que expresaba opiniones radicales para una época en la que las mujeres no tenían acceso a la universidad. “Soy partidaria de instruir a la mujer y proporcionarle medios para trabajar, como único modo de dignificarla, haciéndola independiente y capaz de atender por sí sola a sus necesidades”, escribía De Burgos.

EL NACIMIENTO DE COLOMBINE

La fundación del periódico Diario Universal en 1903, con Augusto Suárez de Figueroa al frente como director, convirtió a Carmen de Burgos en la primera mujer contratada como periodista profesional de España. Tenía un espacio propio titulado Lecturas para la mujer y firmaba bajo el pseudónimo de Colombine, un nombre andrógino sugerido por el propio editor. Su pensamiento feminista se seguía desarrollando, cada vez con argumentos más firmes, algo que demostró en este diario donde seguía analizando temas polémicos que perseguían la toma de conciencia y el empoderamiento de la mujer. En 1904 publicó una encuesta sobre el divorcio, una cuestión que nunca antes había sido planteada en el país y una demanda que no sería satisfecha hasta tres décadas después, durante la Segunda República española (1931-1939).

Sus ideas progresistas le granjearon la enemistad de la iglesia y de los sectores más conservadores. En su columna se hacía eco de las corrientes más modernas que sacudían el resto de sociedades europeas, donde las sufragistas tenían cada vez más protagonismo, e incorporaba también las innovadoras líneas de pensamiento sobre educación y pedagogía. Por ello, en 1905 le fue concedida una beca que le permitió viajar por Francia, Italia y Mónaco para conocer diferentes sistemas educativos. Se irguió como la defensora de los más humildes denunciando las malas condiciones laborales de los obreros, defendiendo la abolición de la pena de muerte o las pésimas condiciones de las cárceles españolas.

Gracias a su educación y a su vocación, De Burgos pudo abandonar a su marido y convertirse en una mujer independiente que se ganaba la vida como periodista en diversos medios de comunicación editados en Madrid. Aquí aparece retratada en 1913.

Foto: CC

A su regreso a Madrid, creó un encuentro literario semanal que tenía lugar en su casa, La tertulia modernista, y que reunía a parte de la vanguardia intelectual del momento. Entre muchos otros, la frecuentó un joven Ramón Gómez de la Serna, que se enamoró de ella y con quien entabló una relación sentimental que duraría años.

Entre 1907 y 1909 es destinada a la Escuela de Maestras de Toledo, un cambio que según sus biógrafos responde a un castigo del gobierno que pretendía apartarla del movimiento cultural madrileño.

PERIODISTA POR EL MUNDO

La reconocida labor como corresponsal de guerra de Carmen de Burgos, la primera en desarrollar este oficio en España, comienza con los hechos del desastre del Barranco del Lobo en el Rif, en 1909, a donde se desplaza para contar lo sucedido en sus crónicas para El Heraldo de Málaga. La convivencia con los soldados que luchaban en ese conflicto en los alrededores de Melilla le empujó a defender la objeción de conciencia. Y en 1914, cuando regresaba de un viaje a los países nórdicos, el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) la atrapó en Alemania. Desde allí también envió crónicas a España en las que describía el caos y el desconcierto inicial de una Europa abocada a uno de los mayores conflictos bélicos de su historia.

Colombine, el apodo que la acompañó casi toda su vida profesional, aparece en medio de la imagen rodeada por soldados de artillería destinados al incipiente conflicto que España enfrentaba en Marruecos. Carmen de Burgos se desplazó hasta allí para contar los hechos en sus crónicas periodísticas convirtiéndose en la primera corresponsal de guerra española.

Foto: CC

En 1927 se publicó La mujer moderna y sus derechos, una síntesis del pensamiento feminista que Carmen de Burgos había ido definiendo a lo largo de su trayectoria vital. En 1931, vería realizada alguna de sus reinvindicaciones con el inicio de la segunda andadura republicana en España, como el matrimonio civil o el divorcio, pero murió un año después, antes de poder contemplar como las primeras mujeres españolas introducían sus votos en las urnas en 1933. Tras la Guerra Civil (1936-1939), la censura de la Dictadura franquista escribió el nombre de sus obras en la lista negra, condenando así el reconocimiento de la trayectoria, el esfuerzo y las ideas pioneras y revolucionarias de Carmen de Burgos al olvido.

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/carmen-burgos-primera-periodista-espanola_15868




DOLORS ALEU

LA PRIMERA MÉDICA ESPAÑOLA

 

Hija de una familia de la burguesía barcelonesa del siglo XIX, Aleu sacó provecho de su posición privilegiada y se convirtió en la primera mujer en conseguir un doctorado y ejercer la medicina en España. En su tesis utilizó los argumentos médicos que tan bien conocía para criticar el uso de una de las prendas femeninas por excelencia: el corsé.


Se inauguraba la segunda mitad del siglo XIX y la llamada Segunda Ola del feminismo impregnaba los discursos y el pensamiento de cada vez más mujeres. Un incipiente sufragismo empezaba a tomar forma en Estados Unidos, y en algunas partes de Europa las mujeres adquirían por primera vez en la historia el derecho de asistir a la Universidad. A pesar de que en España no fue así hasta el siglo XX, Dolors Aleu fue una de las primeras en cursar la carrera de Medicina, en ejercer su profesión y utilizar sus conocimientos para, entre otras cosas, denunciar la situación de opresión de las mujeres.

No fue casual que naciera en una familia burguesa afincada en Barcelona, pues su posición privilegiada le permitió asistir a las clases en la Universitat de Barcelona. Se requerían permisos especiales que su padre, un influyente político que ejerció cargos como el de teniente de Alcalde de Barcelona, jefe de la Policía Municipal o gobernador general de Cataluña, fue capaz de conseguir. Además, contaba con los recursos suficientes para pagar a dos escoltas que acompañaban a Dolors Aleu en su rutina académica.

LA PRIMERA MÉDICA ESPAÑOLA

Sin embargo, la vocación de Aleu por adquirir una formación fue el motor que la empujó a sortear todas las trabas que una mujer se encontraba en la época. Algo que también consiguieron dos compañeras suyas, Marina Castells y Elena Maseras. Maseras terminó los estudios antes que Aleu, pero lo cierto es que todas ellas fueron verdaderas pioneras al ser las primeras mujeres en licenciarse en Medicina en España. Las complicaciones burocráticas hicieron desistir a Elena Maseras, que terminó ejerciendo como profesora, y Marina Castells murió de manera prematura por complicaciones en su primer embarazo. Debido a estas desafortunadas circunstancias, Dolors Aleu se convirtió en la primera mujer en ejercer la profesión de médica en España.

Durante 25 años trabajó en Barcelona en una consulta situada en la Rambla Catalunya con una amplia cartera de clientes, desde miembros de la burguesía catalana a la que ella misma pertenecía hasta prostitutas que ejercían en las calles de la ciudad. Se especializó en ginecología y pediatría y nunca le faltó el trabajo.

 

La doctora Dolors Aleu trabajando en su despacho.

Foto: Familia Cuyàs Robinson

 

Dolors Aleu dejó a lo largo de su carrera diversos escritos por los que es recodada, como los Consejos a una madre. Sobre el régimen, limpieza, vestidos, sueño, ejercicio y entretenimiento de los niñosun texto divulgativo orientado a mejorar la vida de las madres. También escribió Consejos de una madre a sus hijos, donde advierte, entre otras cosas, de los peligros de enfermedades de transmisión sexual como la gonorrea o la sífilis, siendo también una de las primeras personas en alertar sobre este tipo de patologías contagiosas.

CONTRA EL CORSÉ

Pero si hay una obra con la que esta médica catalana contribuyó a mejorar la calidad de vida de las mujeres ésta fue su tesis doctoral, publicada en 1883: De la necesidad de encaminar por nueva senda la educación higiénico-moral de la mujer. En ella pone sus conocimientos científicos al servicio de la salud femenina, puesta en riesgo, en este caso, por la exigencia estética. Además de convertirla en la primera mujer española en alcanzar el grado de doctora, el texto es una crítica al uso del corsé, una prenda femenina que según las evidencias médicas que Aleu presentaba oprimía el tórax, dificultaba la respiración y la circulación y podía causar desmayos.

Esta imagen tomada en Barcelona hacia 1890 muestra la familia de Dolors Aleu, compuesta por sus dos hijos, Joan y Camil, y por su marido, Camil Cuyàs.

Foto: Familia Cuyàs Robinson

 

Casada con Camil Cuyàs en 1883, el matrimonio tuvo dos hijos. El más joven, Camil, seguía los pasos de su madre en la Facultad de Medicina cuando murió víctima de la tuberculosis. Dolors Aleu cayó en una profunda depresión, no volvió a ejercer la medicina y murió pocos años más tarde, en 1913 la edad de 55 años. Hacía apenas tres años que el rey Alfonso XIII había reconocido oficialmente el derecho de las mujeres a asistir a la universidad, una barrera que la perseverancia y la ambición de Dolors Aleu habían superado más de tres décadas antes. 

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/dolors-aleu-primera-medica-espanola_15852




CLARA CAMPOAMOR

UNA VIDA DE LUCHA POR LOS DERECHOS DE LA MUJER

 

La Segunda República Española, proclamada en 1931, supuso el mayor intento reformista en la historia de España hasta aquel momento. Entre las propuestas progresistas se encontraba la de extender el derecho de voto a las mujeres, una reivindicación liderada por la abogada Clara Campoamor.


“Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”. Era el año 1935 cuando Clara Campoamor escribía estas palabras en El voto femenino y yo: mi pecado mortal, una obra en la que exponía la lucha por el derecho de voto de las mujeres y en la que había invertido muchas horas los años anteriores. En diciembre de 1931 había sido aprobada la nueva Constitución que reconocía ese derecho, un triunfo logrado tras muchas dificultades y decepciones.

UNA VIDA DE MILITANCIA POLÍTICA

Nacida en Madrid el 12 de febrero de 1888, Clara Campoamor tuvo que abrirse paso desde muy pequeña en una sociedad especialmente dura para las mujeres: la muerte de su padre la obligó a empezar a trabajar cuando apenas tenía diez años. Puede que fuera esta desgracia, no obstante, la que la forzara a buscarse la vida y conseguir un empleo público como profesora de mecanografía con solo 26 años.

Fue precisamente en esta época cuando Clara empezó a frecuentar los ambientes intelectuales madrileños y entró en contacto con activistas feministas como la sufragista Carmen de Burgos. También empezó a escribir para el diario conservador La Tribuna, donde conocería a su futura compañera en las Cortes Españolas, Eva Nelken. Todo ello despertó en ella el interés por la política y en particular por la situación de la mujer. Empezó a colaborar en diversas asociaciones feministas, dando conferencias y escribiendo para la prensa.

Aunque el activismo feminista estaba presente en las grandes ciudades como Madrid y Barcelona, se trataba mayoritariamente de agrupaciones de carácter profesional y académico. La propia Campoamor, que se había licenciado en Derecho y había sido la segunda mujer en ingresar al Colegio de Abogados de Madrid después de Victoria Kent, participó en la fundación de dos de estas agrupaciones: la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas y el Instituto Internacional de Uniones Intelectuales.

EL SALTO A LA POLÍTICA

Sin embargo, en el panorama legislativo la alternancia de liberales y conservadores en el gobierno impedía la implantación real de medidas prácticas. Fue por ello que Clara Campoamor tomó la decisión de dar el salto a la política con el Partido Radical de Alejandro Lerroux. La influencia de sus compañeros liberales la llevó a entrar también al mundo de la masonería, un hecho que sería determinante para ella en un futuro próximo.

En las elecciones de 1931, que siguieron a la proclamación de la Segunda República, las mujeres pudieron presentarse aunque no votar. Campoamor resultó elegida junto con Victoria Kent, que se presentó por el Partido Radical Socialista. Parecía su mejor oportunidad para llevar los derechos de la mujer al ámbito legislativo. Sin embargo, sus propios compañeros pronto la empezarían a mirar con recelo.

La primera lucha para lograr sus objetivos fue la redacción de la nueva Constitución republicana. Las expectativas de Clara eran ambiciosas y contemplaban no solo el voto de las mujeres sino el divorcio y la igualdad de los hijos e hijas nacidos fuera del matrimonio, además de la abolición de la prostitución. Incluso dentro de los sectores progresistas, había la opinión de que no sería fácil implantar cambios tan profundos en una sociedad muy machista e influenciada por un catolicismo muy conservador, especialmente en el medio rural. A pesar de ello, logró que se incorporara a la Constitución una gran parte de sus demandas, salvo lo relativo a la prostitución y al sufragio femenino.

LA CULMINACIÓN DE UN PROYECTO

La batalla por el voto de las mujeres no estaba del todo perdida, sin embargo, ya que finalmente se debatió en las Cortes a finales de ese mismo año. En ese momento se evidenciaron los recelos y el tacticismo de los partidos alrededor de su propuesta: más que defender u oponerse a los valores del proyecto, muchos grupos estaban más preocupados del beneficio electoral que podían sacar de ello.

A pesar de que el sufragio femenino fue finalmente aprobado, Clara Campoamor no ocultaba su decepción por lo que sentía como una traición de los suyos, el Partido Radical al que se había unido por sus ideales republicanos. Con la excepción de cuatro compañeros, su propio grupo le había negado el apoyo por miedo a que las mujeres españolas, según ellos muy influenciadas por la Iglesia, votaran mayoritariamente a los partidos conservadores -parte de los cuales, por ese mismo motivo, votaron a favor.

La mayor decepción para Clara, además de la falta de respaldo de su partido, fue la oposición de su antigua compañera Victoria Kent. Aunque ambas compartían ideales, estaban en desacuerdo sobre el camino para aplicarlos: Kent opinaba que antes que legislar había que trabajar mucho en el cambio de mentalidad de la sociedad española, o sus propuestas fracasarían. Su enfrentamiento era un reflejo del miedo que había por la fragilidad del proyecto republicano, en esos años previos a la insurrección militar, en los que a menudo pesó más el cálculo interesado que los ideales.

Ninguna de las dos renovó su escaño en las elecciones de 1933, aunque Alejandro Lerroux le ofreció a Clara un cargo como Directora General de Beneficencia y Asistencia Social. Sin embargo, dos decepciones más la llevaron a abandonar definitivamente la actividad política: la alianza del Partido Radical con la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), ganadora de las elecciones de 1933; y finalmente, la dura represión de la insurrección obrera en Asturias en octubre de 1934.

La Constitución de 1812 reconoció por primera vez el derecho de las mujeres a ser elegidas como parlamentarias, aunque no a votar. Sin embargo, eran muy pocas en las Cortes y casi ninguna en el gobierno. Sentado en el centro de la fotografía está Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical con el que se presentó Clara Campoamor.

Cordon Press

EL EXILIO

Al estallar la Guerra Civil Campoamor se exilió en París, donde permaneció hasta 1955 trabajando como traductora. Sobre ella pesaba el peligro evidente, tras la victoria franquista, de ser republicana, feminista y lo peor a ojos del régimen, masona: por este último motivo se abrió un proceso contra ella, en el que habría sido condenada a 12 años de cárcel de haber regresado a España. Posteriormente se trasladó a Lausana (Suiza) para continuar con su actividad como abogada y allí murió en 1972.

A lo largo de su exilio compaginó sus empleos con la escritura de diversas obras sobre el feminismo y, en particular, su experiencia en el ámbito político. En estas se muestra muy crítica con los parlamentarios, especialmente con los republicanos, quienes considera que obstaculizaron la mejor oportunidad que había existido para lograr una mayor igualdad de género. Una oportunidad que el franquismo echó abajo junto con su recuerdo, que solo en años recientes se ha recuperado a pesar de la gran importancia que tuvo como pionera de los derechos de la mujer en España.

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/clara-campoamor-vida-lucha-por-derechos-mujer_15092

 

Comité de la XII Conferencia Internacional de la Federación Internacional de Mujeres Universitarias (1928). De izquierda a derecha: Loreto Tapia, Jimena Quirós (sentada), Matilde Huici, Conrada Calvo, María Arapalis, Clara Campoamor y Josefina Soriano.

Foto: Hemeroteca Nacional

JIMENA QUIRÓS

LA PRIMERA OCEANÓGRAFA ESPAÑOLA

Con solo 22 años ganó unas oposiciones y se incorporó al laboratorio del Instituto Español de Oceanografía, convirtiéndose en la primera científica de la historia de la institución.

 

Jimena Quirós Fernández y Tello nació en la ciudad de Almería el 5 de diciembre de 1899. Era la hija pequeña de José María Quirós Martín, un ingeniero que había llegado desde Madrid a Almería como agente de explosivos para la minería, y Carmen Fernández-Tello, una cualificada docente que abrió un colegio privado en la ciudad. Gracias a esta actividad, la profesora mantuvo a toda su prole después de que el padre abandonara a la familia poco tiempo después del nacimiento de Jimena.

Jimena se trasladó a Madrid en 1917 para estudiar Ciencias en la entonces Universidad Central. Como para muchas estudiantes de la época, la Residencia de Señoritas fue el lugar en el que vivió y se relacionó con mujeres relevantes de los mundos de la cultura, la ciencia y la política de la primera mitad de siglo XX: Maruja Mallo, María Zambrano, Clara Campoamor, Matilde Huici y Victoria Kent fueron algunas de ellas.

Su interés por la oceanografía fue creciendo y, en abril de 1920 y mientras continuaba con sus estudios, comenzó a trabajar como alumna interna en el Instituto Español de Oceanografía (IEO), centro fundado en 1914 y dedicado a la investigación en ciencias del mar.

UNA ESTUDIANTE EJEMPLAR

Se licenció en Ciencias con premio extraordinario en 1921 y, unos meses después, se convirtió en la primera científica española en embarcar en una campaña oceanográfica. La expedición, a cargo del IEO, tuvo lugar a bordo del buque Giralda, duró un mes y recorrió las costas españolas del Mediterráneo. Jimena trabajó como ayudante del oceanógrafo y naturalista francés Julien Thoulet.

A su regreso, y con solo 22 años, ganó unas oposiciones y se incorporó al laboratorio del IEO en Baleares. Fue la primera científica de la historia de la institución.

En 1922 viajó a los laboratorios situados en Málaga para investigar sobre la biología de los moluscos. De este estudio nació su primer artículo científico, Algunos moluscos comestibles de la provincia de Málaga, publicado en el Boletín de Pescas del IEO en 1923. Fue el primer artículo en el área de ciencias del mar que firmaba una mujer en España. En esta publicación, Jimena detallaba la biología de más de cuarenta especies, y notificaba además el agotamiento de algunas en zonas de pesca de la Bahía de Málaga.

Tras finalizar esta investigación, regresó a la sede del IEO en Madrid y continuó con su formación. En 1925, M. Adrien Robert, profesor de la Sorbona (París), impartió un curso de biología marina en el IEO. Interesada por el tema, Jimena fue a trabajar durante el verano en el Laboratorio de la Universidad de París y en la Estación Biológica de Roscoff en la costa septentrional de Bretaña (Francia).

En 1926 la joven investigadora consiguió una beca de un año para incorporarse al Laboratorio de Fisiografía de la Universidad de Columbia en Nueva York (EE. UU.). Allí, tutorizada por algunos de los mejores científicos de la época, estudió geografía física de la atmósfera y los océanos.

En 1930, tras la caída de la dictadura de Primo de Rivera, Jimena comenzó a militar en el Partido Republicano Radical Socialista. A partir de 1932 presidió el Comité Femenino del partido en su afán por conseguir la igualdad de los derechos de las mujeres.

En mayo de 1932 fue destinada al Cantábrico para obtener datos oceanográficos. Durante tres meses y a diario, la científica tomaba medidas de temperatura, transparencia y salinidad del agua en una estación en el interior de la bahía de Santander y otra en el exterior.

La investigadora constataba en sus informes los errores metodológicos en las directrices que le habían dado para los muestreos, siendo muy crítica con el trabajo que se había realizado en los últimos años en la bahía. De hecho, cambió por completo el diseño del proyecto.

A su regreso, por desavenencias con algunas personas del IEO, le abrieron un expediente disciplinario del que fue exculpada a mediados de 1934 debido a la falta de fundamento de las acusaciones. En junio de 1933, en pleno proceso de discrepancia con el IEO, Jimena obtuvo su título de profesora para institutos de enseñanza secundaria y ejerció durante un curso como profesora de Historia Natural en el Instituto Nacional Nuevo de Bilbao.

Solventado este problema, finales de 1934 regresó a Madrid y se reincorporó al IEO, hasta el comienzo de la Guerra Civil, momento en el que el Gobierno de la República le pidió volver a ejercer como profesora de instituto.

PROBLEMAS CON LA DICTADURA DE FRANCO

Tras finalizar la Guerra, el bando nacional ordenó a Jimena regresar a Madrid y comparecer ante el Ministerio de Marina, que comenzó a investigarla. En octubre de 1940 le comunicaron su cese definitivo al considerarla «de ideas izquierdistas, por haber pertenecido al Partido Radical Socialista desde su fundación, haber tomado parte en las deliberaciones y debates del Congreso del Partido y, al producirse el Alzamiento, continuar haciendo manifestaciones de la misma ideología y, en relación con los dirigentes del Frente Popular, haber recibido diferentes cargos, predominantemente culturales».

A partir de ese momento consiguió sobrevivir impartiendo clases particulares en una academia privada y cuidando de su madre.

En 1966, Jimena Quirós emprendió otra –la última– batalla legal para exigir su reingreso en el IEO. Obtuvo su rehabilitación tres años más tarde, aunque siguió reclamando todos sus derechos, consiguiendo el reconocimiento de sus trienios incluyendo los años en los que estuvo cesada en la institución. Falleció en Madrid, en 1983.

* Marta Macho-Stadler es profesora de matemáticas, Universidad del País Vasco. Este artículo apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/jimena-quiros-primera-oceanografa-espanola_15611





















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