La
reina doña Berenguela y la Chronica Adefonsi Imperatoris
Los
estudios sobre la situación y el papel de la mujer en determinadas épocas,
aunque han de abordarse desde la perspectiva singular que les
corresponde, no pueden aislarse de los problemas generales de
supervivencia del género humano.1 Siempre ha habido, especialmente para los más
débiles y vulnerables, etapas y situaciones históricas particularmente duras.
Pero también otras que, pese a su fama negativa, conllevaron cambios y
planteamientos positivos que no podemos ignorar, sobre todo a la vista de
hechos y personajes que nos ofrecen una visión muy distinta a la que
habitualmente tenemos.
En este sentido, según afirmaba
Ferruccio Bertini, la Edad Media:
fue
la primera época histórica en que las mujeres alcanzaron un notable grado de
emancipación social y cultural y comenzaron a sentar las bases de las
reivindicaciones de paridad e igualdad que aún hoy son objeto de batalla cuyo
éxito no está nada claro.2
En las últimas décadas del pasado
siglo, la investigación histórica se centró, entre otras cosas, en sacar a la
luz algunos ejemplos, los más ilustrativos, sobre el papel jugado por
determinadas mujeres en la sociedad medieval;3 bien fuese para demostrar que,
por lo general, son pocas las que consiguen superar su marginación o para, por
el contrario, dejar claro que la opresión no era total y en ciertos aspectos
ocurría todo lo contrario.4
En todo caso existe una
sorprendente variedad de tipos y de ejemplos de mujeres que destacaron por su
actividad en distintos campos, aún los menos esperados, y a lo largo de toda la
Edad Media. También es verdad que entre esos ejemplos predominan los de algunas
reinas,5 abadesas o escritoras, por ser las mejor conocidas a través de las
propias fuentes históricas. Son, en definitiva, las que por decirlo de alguna
manera, acorde con el tema que nos ocupa, cuentan con voz propia por su
protagonismo literario, documental o historiográfico.
Es el caso de doña Berenguela
Berenguer (1108–1149), la primera mujer del rey castellano-leonés Alfonso VII
(1126–1157)6 y madre de sus hijos y herederos, que se trasladó desde Barcelona
en 1128 para ocupar el trono junto a su marido, convirtiéndose en una de las
protagonistas destacadas de la llamada Chronica
Adefonsi Imperatoris; lo que nos permite conocer algunos aspectos muy
interesantes de su trayectoria personal y política.
Gracias a eso, además, podemos
incluir a doña Berenguela en el elenco de las grandes mujeres de su época, como
Eloisa, Hildegarda o Leonor de Aquitania,7 por mencionar solo a algunas, entre
las más conocidas. Sin olvidar, dentro del mismo ámbito peninsular, a la
madre de Alfonso VII, la reina doña Urraca (1109–1126) y, sobre todo, a su
hermana, la infanta doña Sancha (c.1095–1159).8 Sin duda, este último, el
ejemplo más claro de poder e independencia alcanzado por una mujer en el ámbito
castellano durante la primera mitad del siglo XII.
1 La Chronica Adefonsi Imperatoris
La historiografía altomedieval
española, tras la destrucción del reino visigodo de Toledo, inició su propia
trayectoria con las llamadas crónicas
asturianas de finales del siglo IX. Se trata de relatos todavía muy
primitivos relacionados con los afanes políticos y militares de los reyes
astures, que encontraron continuidad cien años después, ya en periodo leonés,
en la Crónica del obispo de Astorga, Sampiro. A principios del siglo XII es el
llamado Silense, quien mantiene viva esta tradición historiográfica, más o
menos “oficial”, intentando componer la historia de los distintos reinados que
se habían ido sucediendo desde el milenio.9
Aunque todavía está por hacer el
estudio de la presencia y el papel de la mujer en este tipo de relatos, no cabe
duda de que se trata de textos de carácter eminentemente bélico, en los que
poca o ninguna cabida, salvo excepción, suele tener la presencia femenina. Hay
que esperar al desarrollo historiográfico de mediados del siglo XII, para que
esta última, la presencia femenina, se haga evidente, por lo menos en alguna de
las crónicas singulares que entonces se producen.
Este es el caso de la Chronica Adefonsi Imperatoris,10 un relato histórico dedicado íntegramente al reinado
de Alfonso VII de León y de Castilla, también conocido como el Emperador. Su
primera originalidad radica precisamente en esto, en el propósito de su autor
de fijar la atención tan solo en un monarca, que además de hacer avanzar la
Reconquista, como sus antecesores, sirva de modelo para los que vinieran
detrás. Las influencias extra-peninsulares que pudieron originar este tipo de
composición historiográfica, como las cluniacenses, son discutibles, pero de lo
que no cabe duda es que en ella se da cabida a aspectos olvidados hasta
entonces por otros cronistas.
La Chronica Adefonsi Imperatoris distingue perfectamente entre el
relato propiamente bélico, que reserva para una segunda parte, del que atañe a
otros avatares sociales o políticos del reinado, que ocupan la primera. En
ambas, gracias a estos nuevos planteamientos y sin duda también a la fuerza
alcanzada por la presencia y el papel de la mujer en el ámbito castellano,
aparecen personajes como nuestra reina doña Berenguela o su cuñada doña Sancha,
entre otras.
Además, su aparición, como
podremos comprobar, no es ocasional ni puramente anecdótica o circunstancial,
pertenece a la visión de conjunto que el autor pretende darnos de la etapa que
le ha tocado historiar. Es verdad que, entre los muchos personajes que aparecen
en la crónica, entre ellos algunos tan curiosos como Munio Alfonso, un
delincuente de baja extracción que acude a la frontera como forma de redención
y de éxito, apenas aparecen media docena de mujeres.
Pero al margen del número,
sorprende la fuerza con que lo hacen y el papel que se les atribuye, muy acorde
con la mentalidad de la época, que se caracteriza por ejemplo en la constante
referencia a la figura de la Virgen María, como prototipo de mujer en una
sociedad que tiene a la feminidad entre sus grandes valores.
https://dbe.rah.es/biografias/8474/berenguela-berenguer
2 Integración de doña Berenguela en la corte castellano-leonesa
Antes de que los cronistas
castellano-leoneses pudieran preocuparse de ella, sabemos por otras fuentes que
doña Berenguela era hija del conde Ramón Berenguer III de Barcelona y de Doña
Dulce de Provenza.11 Por entonces, la fama y el prestigio del conde catalán
eran bien conocidos fuera y dentro de la Península, y en particular en el
ámbito castellano- leonés, a través precisamente de los muchos peregrinos que
circulaban por el Camino de Santiago. De Cataluña, se hablaba ya por todo el
mundo: un diácono llamado Lorenzo Vernés, fue uno de los primeros en utilizar
ese nombre, el de Cataluña, y lo hizo al escribir sus poemas; con los que, por
otra parte, intentaba ensalzar las gestas de los habitantes de aquella región
en el Mediterráneo.12 Además, como a todo gran señor, no le faltaron al conde
de Barcelona, que sería conocido como el Grande, amigos y aliados en el resto
de la Península.
Sin duda uno de ellos fue el rey
castellano-leonés Alfonso VII, que apenas dos años después de su primera
coronación,13 en plena batalla por imponer su autoridad en sus propios reinos y
frente al rey de Aragón, concertó su matrimonio con nuestra doña Berenguela, la
hija del conde catalán. Nadie niega que fuese un matrimonio con trasfondo
político, como no podía ser de otra manera, tratándose de un enlace a nivel
peninsular, que acabó teniendo consecuencias importantes para la organización y
desarrollo de los reinos.
Sin embargo, también es cierto que
resultó ser un éxito desde todos los puntos de vista. Algunos personajes como
el conde Armengol de Urgel, casado con una castellana, hicieron sin duda de
intermediario, tanto desde el punto de vista personal como político. Doña
Berenguela tuvo que trasladarse desde Barcelona a la corte de su futuro marido,
en un viaje que no dejó de ser complicado. La hija del conde Ramón Berenguer
III tenía que atravesar los estados del rey de Aragón, que estaba en disputa
con el de Castilla por cuestiones territoriales y fronterizas.
Lo más probable es que, en la
medida en que era entonces posible, la comitiva que trasladó a doña Berenguela
hasta el reino de Castilla, se dirigió a su destino por mar. Es decir,
atravesando las tierras del Sur de Francia, hasta llegar al Golfo de Vizcaya y
buscar desde allí algún puerto seguro en las costas cántabras o asturianas. El
caso es que la futura reina consiguió su propósito al desembarcar, más allá de
los dominios del rey de Aragón.
Doña Berenguela, como tantas
otras reinas consortes de su tiempo, iniciaba así una aventura llena de
incertidumbres y de cambios, en su caso salir de un ámbito estrictamente feudal
para integrarse en el castellano. La condición de la mujer en uno y otro podía
tener algunas similitudes, pero también existían diferencias importantes. Ya
hemos hecho referencia al caso de la infanta doña Sancha, la hermana de Alfonso
VII y por tanto cuñada de doña Berenguela, representante de una autonomía y
personalidad femenina, probablemente impensable en otros ámbitos europeos.
La Chronica Adefonsi Imperatoris se hará eco, como veremos, de la
estrecha relación que hubo entre ambas mujeres, que sin duda contribuyó a
remarcar el papel que jugaron como consejeras reales y figuras relevantes de su
época. Las infantas de Castilla eran ya personajes indiscutibles desde hacía
tiempo y, como mujeres, podían todavía competir con los representantes de la
vieja aristocracia astur-leonesa. Es cierto que el desarrollo nobiliario,
característico de la época, facilitó sobre todo la promoción masculina; pero
esto no está en contradicción con la importante posición de la mujer dentro de
este estamento a lo largo de la Edad Media, particularmente en Castilla.14
A partir de su enlace con Alfonso
VII doña Berenguela residió habitualmente en la ciudad de León, la antigua
capital política del reino, verdadera ciudad regia, a la que acabó estando
fuertemente ligada y en la que desarrolló la mayor parte de su actividad como
soberana.
Allí encontró a muchos de sus
nuevos colaboradores, a quien recompensó sus servicios.15 La hija del conde de
Barcelona se adaptó con rapidez a su nuevo papel de reina de León, y de su
popularidad y buen hacer es prueba el hecho de que, en más de una ocasión, se
le considerase como la auténtica gobernadora de la ciudad regia.16 Pero además
de residir en León la reina también participó con su marido en muchos de los
desplazamientos que imponía entonces el gobierno itinerante; incluidos, como
veremos, lo peligrosos territorios fronterizos de la frontera del Tajo y la
ciudad de Toledo.
3 Doña Berenguela en los textos de la crónica
El primer texto de la Chronica Adefonsi Imperatoris dedicado a
doña Berenguela es lógicamente el de su boda. Un acontecimiento político de
primer orden, que suponía, como ya hemos dicho, la alianza entre Castilla y
Cataluña. Pero más allá de estas circunstancias políticas, las bodas también
supusieron la integración de doña Berenguela en la Curia regia, no solo como
instrumento de coalición, sino como consejera imprescindible entre los grandes
personajes del reino, incluida su cuñada la infanta doña Sancha. Así lo deja
claro el texto de la propia Crónica:
Et
in Era CLXVI post milessimam, in mense novembri rex legionis domnus Adefonsus
duxit uxorem per mare, filiam Raimundi comitis Barchinonensis, nominem
Berengaria puelam parvulam, totam pulchram et decora nimis, amatricem
castitatis et veritatis et omnium timentium Deum, cum quam fecit nupcias in
Saldania et gratias Deo, genuit ex ea filios.17 Omnia ergo quaequemque rex
facieba, in primis habebat consilium cum uxore sua et cum germana sua
infantissa domna Sanctia, quae habebant magnum concilium et salubre, et omnia
consilia earum prospere eveniebant regi, et multa providebant.18
Pero no es el único texto en el
que la reina Berenguela aparece como consejera real. Durante el largo período
de rebeliones que precedió a la coronación imperial de Alfonso VII en León en
1135, más de una vez el monarca acudió al consejo de su mujer y de su hermana
doña Sancha, para tomar determinaciones importantes. Así ocurrió durante el
levantamiento en Asturias de Gonzalo Peláez, lleno de episodios y anécdotas
reseñables, incluida una aventura amorosa del rey con una noble ovetense. En
todo caso en uno de los momentos más delicados de la revuelta, cuando se estaba
negociando con el conde rebelde, la
Chronica Adefonsi Imperatoris dice que el monarca “vocavit sorerem suam
infantem domnam Sanctia et uxore suam
donmam Berengaria et alios consiliarios, quos prudentes in talibus negotiis
cognoverant”.19
Como ya dijimos el papel de la
reina y de su cuñada como consejeras reales, así como su influencia en la corte
fue un hecho bastante relevante, que incluso se ve reflejado de forma plástica
en las miniaturas de algunos códices, como la famosa Biblia de San Isidoro, que
no duda en rodear a los reyes de Israel de una corte en la que la
representación femenina y masculina están casi a la par.
Otro momento importante en la
vida de doña Berenguela fue la gran ceremonia de coronación imperial de Alfonso
VII, en 1135, y por la que ella misma se convirtió en emperatriz.20 La Chronica Adefonsi Imperatoris recogió el
acontecimiento:
Post
haec, in Era CLXXIII post millesimam, constituit rex diem celebrandi concilium
apud Legionem civitatem regiam […] venit rex et cum sorore sua domna Berengaria
regina, et […] et idunto rege capa optima, miro opere contexta, imposuerunt
caput eius coronam es auro mundo et lapidibus pretiosis” […] “Tertia vero die
iterum imperator et omnes, sicut soliti erant, iuncti sunt in palatiis
regalibus et tractaverunt ea, quae pertinent ad salutem regni totius Hispaniae;
dedique imperator mores et leges in universe regno suo, sicut fuerunt in diebus
avi sui regis domni Adefonsi.21
Más allá de su protagonismo en
León o en la curia regia, doña Berenguela, como ya dijimos, también estuvo
presente en el ámbito fronterizo y la lucha contra los almorávides.
Coronación de Alfonso VII en una miniatura de la Biblia
Románica de San Isidoro de León (1162)
https://viajarconelarte.blogspot.com/2020/01/la-historia-del-monasterio-de-santa.html
Durante las maniobras militares
realizadas por los ejércitos cristianos en 1139 contra el castillo de Oreja,
ocurrió, según cuenta la Crónica del Emperador, una de las anécdotas más
significativas al respecto. Según el cronista, cuando una parte del ejército
almorávide atacó Toledo, como forma de obligar al rey de León a desistir del
asedio que había puesto al castillo citado, la ciudad imperial estaba defendida
por un buen grupo de caballeros, ballesteros y peones que habían quedado de
guarnición.
También estaba en Toledo la
reina, que vio como los musulmanes atacaban San Servando y destruían una
pequeña fortaleza o torre que había cerca. Indignada ante la situación creada
envío a los moabitas mensajeros para decirles que les deshonraba luchar contra
una mujer, que si querían hacerlo que se fueran a Oreja a luchar con el
emperador y sus fuerzas, apareciendo además sentada sobre un trono real en una
de las torres, rodeada de sus doncellas, que cantaban con tímpanos, cítaras,
címbalos y salterios; lo que hizo avergonzarse a los jefes almorávides, que
efectivamente se retiraron. El texto original de la Crónica es particularmente
ilustrativo:
Sed
in civitate era imperatrix domna Berengaria cum magna turba militum et
ballistorum et peditum, qui sedebant super portas et super turres et super
muros civitatis et custodiebant eam. Hoc videns imperatrix misit nuntios
regibus Moabitarum qui dixerunt eis: “Hoc dici vobis imperatrix uxor
imperatoris: nonne videtis qui contra me pugnatis, quae femina sum et non est
vobis honorem? Sed si vultis pugnare ite in Aureliam et pugnate cum imperatore,
quia cum et armatis et paratis aciebus vos expectat”. Hoc audientes reges et
príncipes et duces et omnis exercitus, levaverunt occulos et viderunt
imperatricem sedentem in solio regali et in conveniente loco super excelsam
turrem quae lingua nostra dicitur alcazar, ornatam tamquam uxorem imperatoris;
et in circuito eius magna turba honestorum mulierum cantantes in tympanis et
citaris et cimbalis et salteriis. Sed reges et príncipes et duces et omnis
exercitus postquam eam viderunt, mirati sunt et nimium verecundati, et
humiliaverunt capita sua ante faciem imperatricis et abierunt retro et deinde
nullam causam laeserunt et reversi sunt in terram suam, collectis a se suis
insidiis, sine honore et victoria”.22
No fue esta la única ocasión en
que la Crónica del Emperador dejó constancia de la importante presencia de doña
Berenguela en la frontera toledana. Su protagonismo e, incluso, liderazgo fue
más allá de momentos puntuales como el que acabamos de narrar. Así lo demuestra
el papel jugado por la emperatriz durante los últimos años de dominio
almorávide en Córdoba y la dura lucha de los cristianos por imponer su
hegemonía en el Guadiana. Se convirtió entonces en un apoyo decisivo de
quienes, desde Toledo, luchaban cada día contra las autoridades africanas. Es
el caso del ya mencionado Munio Alfonso, convertido nada menos que en segundo
alcaide de Toledo y a quien la reina recibió con todos los honores tras uno de
sus grandes éxitos.
Los de Munio durante una
descubierta por la campiña de Córdoba y contra todo pronóstico, gracias a su
valentía, habían conseguido derrotar a un importante ejército musulmán,
comandado nada menos que por los reyes-gobernadores de la misma Córdoba, Azuel,
y de Sevilla, Abenceta. Los cristianos no solo salieron vencedores, sino que
dieron muerte a los jefes musulmanes, con cuyas cabezas volvieron triunfantes a
Toledo, aportando un gran botín que fue recibido con singular alegría por todos
sus habitantes, incluida la emperatriz Berenguela, que se puso al frente de las
celebraciones y se convirtió en portavoz de los éxitos alcanzados por el
alcaide:
Et
sic venerunt ante fores ecclesiae Sanctae Meriae ubi erat praesens imperatrix
domna Berengaria uxor imperatoris, et archiepiscopus Toletanus domnud Raymundus
et omnis clerus et omnes civitatis et totus populus, qui venerant ad videndum
miraculum et victoriam […] Altera autem die, summo mare, imperatrix domna
Berengaria et munio Adefonsi et sui socii miserunt nuntios imperatoris qui erat
in Secobia dicentes: “Haec dicit imperatrix uxor sua domino suo imoeratori et
Munio Adefonsi, quem Toletum alaydem fecisti: non habeas ullam pigritiam
veniendi ad nos, neque facias ullam moram, sed veni Toletum in domum tuam et
ibi videtis magna magnalia et victoriam quam fecit Dominus tibi et universo
regno tuo23
Después de todos estos
acontecimientos cuenta también la Crónica del Emperador un detalle
particularmente significativo, referente a doña Berenguela. Munio Alfonso había
mandado colgar las cabezas de los reyes y de los jefes musulmanes derrotados,
en la parte más alta de la ciudadela de Toledo, pero pasados unos días, la
emperatriz “movida por una gran compasión”, mandó bajarlas y ordenó a los
médicos judíos y musulmanes ungirlas con mirra y áloe, envolverlas en los
mejores paños y ponerlas en cofres repujados de oro y plata, para que fueran
enviadas con todos los honores a sus esposas.24
Pocas veces una Crónica nos
trasmite un aspecto tan inusual y significativo, que sin duda quedó gravado en
la memoria de quienes fueron testigos, poniendo de manifiesto la autoridad
moral que podía llegar a tener una reina en Castilla.
Por desgracia la Crónica del
Emperador termina su relato en 1147, dos años antes de que muriera la soberana,
sin que tengamos más noticias directas de su actividad, que sin duda debió ser
importante, tanto en aspectos bélicos como en asuntos políticos. En el primer
caso, cabe destacar la prematura y espectacular conquista de Almería, realizada
por Alfonso VII en colaboración con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV,
hermano de la reina. Con respecto a los asuntos políticos, es probable que la
reina dejara asegurada la herencia de sus hijos Sancho y Fernando, como futuros
reyes de Castilla y León, respectivamente.
4 Muerte y entierro de doña Berenguela
La muerte de doña Berenguela
acaeció a mediados de febrero de 1149, poniendo fin a veinte años de matrimonio,
gracias al cual el rey de León había logrado, entre otras cosas, una firme
alianza con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón.
La desaparición de la reina
resultó ser un acontecimiento particularmente triste, que no dejó de influir en
el ánimo y en los planteamientos del rey Alfonso VII, quien al recibir la
noticia suspendió todas las actividades que tenía entre manos.
Dos días después de recibir la
noticia, a mediados de febrero de 1149, el monarca se trasladó desde Madrid
hasta Palencia, donde había muerto la reina, para organizar las exequias. En
los primeros días de marzo llegaba la comitiva fúnebre a León, y el cuerpo de
la emperatriz era entregado al arzobispo Pedro de Compostela para que le diese
sepultura en su iglesia.25
En concreto, esto ocurrió el día
8 de marzo, cuando Alfonso VII dictó una sentencia en la que se especifica que
“ipso die dedit defunctam iniperaticem Berengariam uxorem suam domno Petro
archiepiscopo Compostellano”.26
https://www.museocatedraldesantiago.es/es/2020/04/12/sepulcro-de-la-reina-dona-berenguela/
Alfonso VII encargó, además, a
algunos de los magnates más importantes de su corte, escoltar a la soberana
difunta hasta la ciudad del Apóstol; donde se celebraron las exequias, tres
días de oficios fúnebres y misas, y se le dio cristiana sepultura en un
sarcófago de granito sobre cuya losa se gravó una estatua yacente, ubicada en
una de las capillas de la Catedral.
La muerte de la hija del conde de
Barcelona, Ramón Berenguer III, y doña Dulce de Provenza dejó huella en los
documentos reales, que siguieron recordando durante bastantes semanas su
desaparición: sexta septimania post mortem Birengariae se afirma en los que
fueron elaborados en León, entre el 10 y el 15 de marzo de 1149.27 Doña Sancha,
la hermana de Alfonso VII, visitó la tumba de su cuñada a finales de aquel
mismo año, con ocasión de su propia peregrinación a Santiago, pudiendo
comprobar probablemente la belleza de la estatua yacente que acababa de
esculpirse sobre la losa de su sepulcro.
NOTAS
1 “Los hombres mirados siempre en
el marco de las sociedades de que forman parte”, como mantenía L. Febvre,
Combats pour l´histoire, Paris, Librairie Armand Colin, 1953, p. 103.
2 F. Bertini, La mujer medieval,
Madrid, Alianza, 1991 [2a ed.], p. 12.
3 Se pueden destacar los trabajos
de E. Power, Medieval Woman, Cambridge, Cambridge University Press, 1975 (ed.
española, Gente Medieval, Barcelona, Ariel, 1988); E. Ennen, Frauen in
Mittelalter, München, C. H. Beck, 1984; M. W. Labarge, La mujer en la Edad
Media, Madrid, Nerea, 1988; A. M. Lucas, Women in the Middle Ages. Religion,
Marriage and Letters, Brighton, The Harvester Press, 1983; a los que hay que
añadir el de G. Duby – M. Perrot, Histoire des femmes en Occident. II: Le Moyen
Age, Paris, Plon, 1991; o el de R. Pernoud, La mujer en tiempo de las
catedrales, Barcelona, Andrés Bello, 1982.
4 Así he tenido oportunidad de
comprobarlo en de mi colaboración en el proyecto de investigación Mulleres con
poder al final de la Edad Media. El testamento, la muerte y la memoria
(Secretaría Xeral de Igualdade da Xunta de Galicia. Ref.: SI427C2011/03–0) del
Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento (CSIC), cuyos resultados se
pueden consultar en Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos XIII–XV).
Estudios, biografías y documentos, ed. de E. Pardo de Guevara y Valdés,
Santiago de Compostela, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC,
Xunta de Galicia, Anejo de Cuadernos de Estudios Gallegos, XLIV, 2017.
5 Los trabajos incluidos en el
libro coordinado por M. García Fernández y S. Cernadas Martínez, Reginae
Iberiae. El poder regio femenino en los reinos medievales peninsulares,
Santiago de Compostela, USC, 2015, abordan algunos aspectos relacionados con el
poder de las reinas en la Península Ibérica.
6 Sobre aspectos generales del
reinado véase M. Recuero Astray, Alfonso VII (1116–1157), Burgos, La Olmeda,
2003.
7 Siguen siendo ilustrativa y
provechosa la lectura de los libros de R. Pernoud, Eloisa y Abelardo, Madrid,
Espasa-Calpe, 1973, y Leonor de Aquitania, Barcelona, El Acantilado, 2009.
8 L. García Calles, Doña Sancha,
hermana del Emperador, León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”,
1972.
9 Vid. E. Benito Ruano, La
historiografía en la Alta Edad Media Española, ideología y estructura, en
“Cuadernos de Historia de España”, XVII, 1952, pp. 50–104.
10 Siguen siendo perfectamente
válidos la edición y el estudio de la Chronica Adefonsi Imperatoris realizados
por L. Sánchez Belda y publicados por el CSIC (Escuela de Estudios Medievales,
Textos, vol. XIV, Madrid, 1950), donde se da cuenta de los manuscritos que nos
han llegado y de algunos aspectos fundamentales sobre el plan general de la
obra. También fue en su momento una gran contribución la traducción hecha por
M. Pérez González, Crónica del Emperador Alfonso VII, intr., trad., notas e
índices, León, Universidad de León, 1997. La Crónica en su versión latina se
cita en adelante por sus parágrafos originales, recogidos en la versión de
Sánchez Belda.
11 Vid. P. de Bofarull y Mascaró,
Los Condes de Barcelona vindicados y cronología y genealogía de los Reyes de
España considerados como soberanos independientes de su marca, obra dedicada al
Sr. D. Fernando IV de Barcelona y Aragón, VII de Castilla, Barcelona, Imprenta
de J. Oliveras y Monmany, 1836, pp. 162–163.
12 F. Valls-Taberner y F.
Soldevila, Historia de Cataluña, Barcelona 1955, t. I, pp.119 y ss.
13 Alfonso VII fue coronado como
rey en León en 1126 y emperador en 1135 (vid. M. Recuero Astray, Alfonso VII,
Emperador. El Imperio Hispánico en el siglo XII, León, Centro de Estudios e
Investigación “San Isidoro”, 1979).
14 Entre los servidores y
acompañantes, que se trasladaron con la reina doña Berenguela desde Cataluña
hasta León, se encontraba Ponce o Poncio de Cabrera, futuro conde y personaje
importante de la corte de Alfonso VII, uno de los primeros linajes de la vieja
nobleza (vid. E. Fernández-Xesta y Vázquez, Un magnate catalán en la Corte de
Alfonso VII. Comes Poncius de Cabrera, Princeps Çemore, Madrid, Prensa y
Ediciones Iberoamericanas, 1991).
15 El 31 de mayo de 1145 a favor
de Pedro Leonis, concediéndole licencia para tener un horno en su casa, y poco
después a su criada María Afonsi (J. M. Fernández Catón, Colección documental
del Archivo de la Catedral de León (775–1230), León, 1990, vol. V: 1109–1187,
docs, 1450–1452, pp. 234 y 238).
16 Algunos años después de su
boda, en 1140, el entonces tenente de las torres, don Rodrigo Vermúdez,
declaraba que las tenía “sub manu regine dona Berengariae” (J. M. Fernández
Catón, Colección Documental, cit., doc. 1429, p. 199).
17 Además de un misterioso
infante Raimundo, del que apenas tenemos noticias, Alfonso VII tuvo con doña
Berenguela dos hijos varones, Sancho y Fernando, que acabarían por ser sus
herederos.
18 Chronica Adefonsi Imperatoris
[12].
19 Chronica Adefonsi Imperatoris
[69].
20 J.M. Fernández Catón,
Colección Documental, cit., doc. 1412, p. 172.
21 Chronica Adefonsi Imperatoris
[70–71].
22 Chronica Adefonsi Imperatoris
[150]
23 Chronica Adefonsi Imperatoris
[170–171].
25 Vid. M. Recuero Astray, La
reina doña Berenguela y la devoción al Camino de Santiago: breve relato
historiográfico, en O Camiño inglés e as rutas Atlánticas de peregrinación a
Compostela, coord. por J. Leira López, A Coruña, Universidade, 1997, pp. 61–64.
26 M. Recuero – M. González
Vázquez – P. Romero Portilla (eds.), Documentos medievales del Reino de
Galicia: Alfonso VII (1116–1157), Santiago de Compostela, Xunta de Galicia,
1998, doc.125, pp. 129–130.24 M. Pérez González, cit., p.119.
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