domingo, 21 de agosto de 2022

 

La reina doña Berenguela y la Chronica Adefonsi Imperatoris

 

 Los estudios sobre la situación y el papel de la mujer en determinadas épocas, aunque han de abordarse desde la perspectiva singular que les corresponde, no pueden aislarse de los problemas generales de supervivencia del género humano.1 Siempre ha habido, especialmente para los más débiles y vulnerables, etapas y situaciones históricas particularmente duras. Pero también otras que, pese a su fama negativa, conllevaron cambios y planteamientos positivos que no podemos ignorar, sobre todo a la vista de hechos y personajes que nos ofrecen una visión muy distinta a la que habitualmente tenemos.

En este sentido, según afirmaba Ferruccio Bertini, la Edad Media:

                fue la primera época histórica en que las mujeres alcanzaron un notable grado de emancipación social y cultural y comenzaron a sentar las bases de las reivindicaciones de paridad e igualdad que aún hoy son objeto de batalla cuyo éxito no está nada claro.2

En las últimas décadas del pasado siglo, la investigación histórica se centró, entre otras cosas, en sacar a la luz algunos ejemplos, los más ilustrativos, sobre el papel jugado por determinadas mujeres en la sociedad medieval;3 bien fuese para demostrar que, por lo general, son pocas las que consiguen superar su marginación o para, por el contrario, dejar claro que la opresión no era total y en ciertos aspectos ocurría todo lo contrario.4

En todo caso existe una sorprendente variedad de tipos y de ejemplos de mujeres que destacaron por su actividad en distintos campos, aún los menos esperados, y a lo largo de toda la Edad Media. También es verdad que entre esos ejemplos predominan los de algunas reinas,5 abadesas o escritoras, por ser las mejor conocidas a través de las propias fuentes históricas. Son, en definitiva, las que por decirlo de alguna manera, acorde con el tema que nos ocupa, cuentan con voz propia por su protagonismo literario, documental o historiográfico.

Es el caso de doña Berenguela Berenguer (1108–1149), la primera mujer del rey castellano-leonés Alfonso VII (1126–1157)6 y madre de sus hijos y herederos, que se trasladó desde Barcelona en 1128 para ocupar el trono junto a su marido, convirtiéndose en una de las protagonistas destacadas de la llamada Chronica Adefonsi Imperatoris; lo que nos permite conocer algunos aspectos muy interesantes de su trayectoria personal y política.

Gracias a eso, además, podemos incluir a doña Berenguela en el elenco de las grandes mujeres de su época, como Eloisa, Hildegarda o Leonor de Aquitania,7 por mencionar solo a algunas, entre las más conocidas. Sin olvidar, dentro del mismo ámbito peninsular, a la madre de Alfonso VII, la reina doña Urraca (1109–1126) y, sobre todo, a su hermana, la infanta doña Sancha (c.1095–1159).8 Sin duda, este último, el ejemplo más claro de poder e independencia alcanzado por una mujer en el ámbito castellano durante la primera mitad del siglo XII.

1 La Chronica Adefonsi Imperatoris

La historiografía altomedieval española, tras la destrucción del reino visigodo de Toledo, inició su propia trayectoria con las llamadas crónicas asturianas de finales del siglo IX. Se trata de relatos todavía muy primitivos relacionados con los afanes políticos y militares de los reyes astures, que encontraron continuidad cien años después, ya en periodo leonés, en la Crónica del obispo de Astorga, Sampiro. A principios del siglo XII es el llamado Silense, quien mantiene viva esta tradición historiográfica, más o menos “oficial”, intentando componer la historia de los distintos reinados que se habían ido sucediendo desde el milenio.9

Aunque todavía está por hacer el estudio de la presencia y el papel de la mujer en este tipo de relatos, no cabe duda de que se trata de textos de carácter eminentemente bélico, en los que poca o ninguna cabida, salvo excepción, suele tener la presencia femenina. Hay que esperar al desarrollo historiográfico de mediados del siglo XII, para que esta última, la presencia femenina, se haga evidente, por lo menos en alguna de las crónicas singulares que entonces se producen.

Este es el caso de la Chronica Adefonsi Imperatoris,10 un relato histórico dedicado íntegramente al reinado de Alfonso VII de León y de Castilla, también conocido como el Emperador. Su primera originalidad radica precisamente en esto, en el propósito de su autor de fijar la atención tan solo en un monarca, que además de hacer avanzar la Reconquista, como sus antecesores, sirva de modelo para los que vinieran detrás. Las influencias extra-peninsulares que pudieron originar este tipo de composición historiográfica, como las cluniacenses, son discutibles, pero de lo que no cabe duda es que en ella se da cabida a aspectos olvidados hasta entonces por otros cronistas.

La Chronica Adefonsi Imperatoris distingue perfectamente entre el relato propiamente bélico, que reserva para una segunda parte, del que atañe a otros avatares sociales o políticos del reinado, que ocupan la primera. En ambas, gracias a estos nuevos planteamientos y sin duda también a la fuerza alcanzada por la presencia y el papel de la mujer en el ámbito castellano, aparecen personajes como nuestra reina doña Berenguela o su cuñada doña Sancha, entre otras.

Además, su aparición, como podremos comprobar, no es ocasional ni puramente anecdótica o circunstancial, pertenece a la visión de conjunto que el autor pretende darnos de la etapa que le ha tocado historiar. Es verdad que, entre los muchos personajes que aparecen en la crónica, entre ellos algunos tan curiosos como Munio Alfonso, un delincuente de baja extracción que acude a la frontera como forma de redención y de éxito, apenas aparecen media docena de mujeres.

Pero al margen del número, sorprende la fuerza con que lo hacen y el papel que se les atribuye, muy acorde con la mentalidad de la época, que se caracteriza por ejemplo en la constante referencia a la figura de la Virgen María, como prototipo de mujer en una sociedad que tiene a la feminidad entre sus grandes valores.


 https://dbe.rah.es/biografias/8474/berenguela-berenguer

2 Integración de doña Berenguela en la corte castellano-leonesa

Antes de que los cronistas castellano-leoneses pudieran preocuparse de ella, sabemos por otras fuentes que doña Berenguela era hija del conde Ramón Berenguer III de Barcelona y de Doña Dulce de Provenza.11 Por entonces, la fama y el prestigio del conde catalán eran bien conocidos fuera y dentro de la Península, y en particular en el ámbito castellano- leonés, a través precisamente de los muchos peregrinos que circulaban por el Camino de Santiago. De Cataluña, se hablaba ya por todo el mundo: un diácono llamado Lorenzo Vernés, fue uno de los primeros en utilizar ese nombre, el de Cataluña, y lo hizo al escribir sus poemas; con los que, por otra parte, intentaba ensalzar las gestas de los habitantes de aquella región en el Mediterráneo.12 Además, como a todo gran señor, no le faltaron al conde de Barcelona, que sería conocido como el Grande, amigos y aliados en el resto de la Península.

Sin duda uno de ellos fue el rey castellano-leonés Alfonso VII, que apenas dos años después de su primera coronación,13 en plena batalla por imponer su autoridad en sus propios reinos y frente al rey de Aragón, concertó su matrimonio con nuestra doña Berenguela, la hija del conde catalán. Nadie niega que fuese un matrimonio con trasfondo político, como no podía ser de otra manera, tratándose de un enlace a nivel peninsular, que acabó teniendo consecuencias importantes para la organización y desarrollo de los reinos.

Sin embargo, también es cierto que resultó ser un éxito desde todos los puntos de vista. Algunos personajes como el conde Armengol de Urgel, casado con una castellana, hicieron sin duda de intermediario, tanto desde el punto de vista personal como político. Doña Berenguela tuvo que trasladarse desde Barcelona a la corte de su futuro marido, en un viaje que no dejó de ser complicado. La hija del conde Ramón Berenguer III tenía que atravesar los estados del rey de Aragón, que estaba en disputa con el de Castilla por cuestiones territoriales y fronterizas.

Lo más probable es que, en la medida en que era entonces posible, la comitiva que trasladó a doña Berenguela hasta el reino de Castilla, se dirigió a su destino por mar. Es decir, atravesando las tierras del Sur de Francia, hasta llegar al Golfo de Vizcaya y buscar desde allí algún puerto seguro en las costas cántabras o asturianas. El caso es que la futura reina consiguió su propósito al desembarcar, más allá de los dominios del rey de Aragón.

Doña Berenguela, como tantas otras reinas consortes de su tiempo, iniciaba así una aventura llena de incertidumbres y de cambios, en su caso salir de un ámbito estrictamente feudal para integrarse en el castellano. La condición de la mujer en uno y otro podía tener algunas similitudes, pero también existían diferencias importantes. Ya hemos hecho referencia al caso de la infanta doña Sancha, la hermana de Alfonso VII y por tanto cuñada de doña Berenguela, representante de una autonomía y personalidad femenina, probablemente impensable en otros ámbitos europeos.

La Chronica Adefonsi Imperatoris se hará eco, como veremos, de la estrecha relación que hubo entre ambas mujeres, que sin duda contribuyó a remarcar el papel que jugaron como consejeras reales y figuras relevantes de su época. Las infantas de Castilla eran ya personajes indiscutibles desde hacía tiempo y, como mujeres, podían todavía competir con los representantes de la vieja aristocracia astur-leonesa. Es cierto que el desarrollo nobiliario, característico de la época, facilitó sobre todo la promoción masculina; pero esto no está en contradicción con la importante posición de la mujer dentro de este estamento a lo largo de la Edad Media, particularmente en Castilla.14

A partir de su enlace con Alfonso VII doña Berenguela residió habitualmente en la ciudad de León, la antigua capital política del reino, verdadera ciudad regia, a la que acabó estando fuertemente ligada y en la que desarrolló la mayor parte de su actividad como soberana.

Allí encontró a muchos de sus nuevos colaboradores, a quien recompensó sus servicios.15 La hija del conde de Barcelona se adaptó con rapidez a su nuevo papel de reina de León, y de su popularidad y buen hacer es prueba el hecho de que, en más de una ocasión, se le considerase como la auténtica gobernadora de la ciudad regia.16 Pero además de residir en León la reina también participó con su marido en muchos de los desplazamientos que imponía entonces el gobierno itinerante; incluidos, como veremos, lo peligrosos territorios fronterizos de la frontera del Tajo y la ciudad de Toledo.

3 Doña Berenguela en los textos de la crónica

El primer texto de la Chronica Adefonsi Imperatoris dedicado a doña Berenguela es lógicamente el de su boda. Un acontecimiento político de primer orden, que suponía, como ya hemos dicho, la alianza entre Castilla y Cataluña. Pero más allá de estas circunstancias políticas, las bodas también supusieron la integración de doña Berenguela en la Curia regia, no solo como instrumento de coalición, sino como consejera imprescindible entre los grandes personajes del reino, incluida su cuñada la infanta doña Sancha. Así lo deja claro el texto de la propia Crónica:

                Et in Era CLXVI post milessimam, in mense novembri rex legionis domnus Adefonsus duxit uxorem per mare, filiam Raimundi comitis Barchinonensis, nominem Berengaria puelam parvulam, totam pulchram et decora nimis, amatricem castitatis et veritatis et omnium timentium Deum, cum quam fecit nupcias in Saldania et gratias Deo, genuit ex ea filios.17 Omnia ergo quaequemque rex facieba, in primis habebat consilium cum uxore sua et cum germana sua infantissa domna Sanctia, quae habebant magnum concilium et salubre, et omnia consilia earum prospere eveniebant regi, et multa providebant.18

Pero no es el único texto en el que la reina Berenguela aparece como consejera real. Durante el largo período de rebeliones que precedió a la coronación imperial de Alfonso VII en León en 1135, más de una vez el monarca acudió al consejo de su mujer y de su hermana doña Sancha, para tomar determinaciones importantes. Así ocurrió durante el levantamiento en Asturias de Gonzalo Peláez, lleno de episodios y anécdotas reseñables, incluida una aventura amorosa del rey con una noble ovetense. En todo caso en uno de los momentos más delicados de la revuelta, cuando se estaba negociando con el conde rebelde, la Chronica Adefonsi Imperatoris dice que el monarca “vocavit sorerem suam infantem domnam Sanctia et uxore suam donmam Berengaria et alios consiliarios, quos prudentes in talibus negotiis cognoverant”.19

Como ya dijimos el papel de la reina y de su cuñada como consejeras reales, así como su influencia en la corte fue un hecho bastante relevante, que incluso se ve reflejado de forma plástica en las miniaturas de algunos códices, como la famosa Biblia de San Isidoro, que no duda en rodear a los reyes de Israel de una corte en la que la representación femenina y masculina están casi a la par.

Otro momento importante en la vida de doña Berenguela fue la gran ceremonia de coronación imperial de Alfonso VII, en 1135, y por la que ella misma se convirtió en emperatriz.20 La Chronica Adefonsi Imperatoris recogió el acontecimiento:

                Post haec, in Era CLXXIII post millesimam, constituit rex diem celebrandi concilium apud Legionem civitatem regiam […] venit rex et cum sorore sua domna Berengaria regina, et […] et idunto rege capa optima, miro opere contexta, imposuerunt caput eius coronam es auro mundo et lapidibus pretiosis” […] “Tertia vero die iterum imperator et omnes, sicut soliti erant, iuncti sunt in palatiis regalibus et tractaverunt ea, quae pertinent ad salutem regni totius Hispaniae; dedique imperator mores et leges in universe regno suo, sicut fuerunt in diebus avi sui regis domni Adefonsi.21

Más allá de su protagonismo en León o en la curia regia, doña Berenguela, como ya dijimos, también estuvo presente en el ámbito fronterizo y la lucha contra los almorávides.


Coronación de Alfonso VII en una miniatura de la Biblia Románica de San Isidoro de León (1162)

https://viajarconelarte.blogspot.com/2020/01/la-historia-del-monasterio-de-santa.html

Durante las maniobras militares realizadas por los ejércitos cristianos en 1139 contra el castillo de Oreja, ocurrió, según cuenta la Crónica del Emperador, una de las anécdotas más significativas al respecto. Según el cronista, cuando una parte del ejército almorávide atacó Toledo, como forma de obligar al rey de León a desistir del asedio que había puesto al castillo citado, la ciudad imperial estaba defendida por un buen grupo de caballeros, ballesteros y peones que habían quedado de guarnición.

También estaba en Toledo la reina, que vio como los musulmanes atacaban San Servando y destruían una pequeña fortaleza o torre que había cerca. Indignada ante la situación creada envío a los moabitas mensajeros para decirles que les deshonraba luchar contra una mujer, que si querían hacerlo que se fueran a Oreja a luchar con el emperador y sus fuerzas, apareciendo además sentada sobre un trono real en una de las torres, rodeada de sus doncellas, que cantaban con tímpanos, cítaras, címbalos y salterios; lo que hizo avergonzarse a los jefes almorávides, que efectivamente se retiraron. El texto original de la Crónica es particularmente ilustrativo:

                Sed in civitate era imperatrix domna Berengaria cum magna turba militum et ballistorum et peditum, qui sedebant super portas et super turres et super muros civitatis et custodiebant eam. Hoc videns imperatrix misit nuntios regibus Moabitarum qui dixerunt eis: “Hoc dici vobis imperatrix uxor imperatoris: nonne videtis qui contra me pugnatis, quae femina sum et non est vobis honorem? Sed si vultis pugnare ite in Aureliam et pugnate cum imperatore, quia cum et armatis et paratis aciebus vos expectat”. Hoc audientes reges et príncipes et duces et omnis exercitus, levaverunt occulos et viderunt imperatricem sedentem in solio regali et in conveniente loco super excelsam turrem quae lingua nostra dicitur alcazar, ornatam tamquam uxorem imperatoris; et in circuito eius magna turba honestorum mulierum cantantes in tympanis et citaris et cimbalis et salteriis. Sed reges et príncipes et duces et omnis exercitus postquam eam viderunt, mirati sunt et nimium verecundati, et humiliaverunt capita sua ante faciem imperatricis et abierunt retro et deinde nullam causam laeserunt et reversi sunt in terram suam, collectis a se suis insidiis, sine honore et victoria”.22

No fue esta la única ocasión en que la Crónica del Emperador dejó constancia de la importante presencia de doña Berenguela en la frontera toledana. Su protagonismo e, incluso, liderazgo fue más allá de momentos puntuales como el que acabamos de narrar. Así lo demuestra el papel jugado por la emperatriz durante los últimos años de dominio almorávide en Córdoba y la dura lucha de los cristianos por imponer su hegemonía en el Guadiana. Se convirtió entonces en un apoyo decisivo de quienes, desde Toledo, luchaban cada día contra las autoridades africanas. Es el caso del ya mencionado Munio Alfonso, convertido nada menos que en segundo alcaide de Toledo y a quien la reina recibió con todos los honores tras uno de sus grandes éxitos.

Los de Munio durante una descubierta por la campiña de Córdoba y contra todo pronóstico, gracias a su valentía, habían conseguido derrotar a un importante ejército musulmán, comandado nada menos que por los reyes-gobernadores de la misma Córdoba, Azuel, y de Sevilla, Abenceta. Los cristianos no solo salieron vencedores, sino que dieron muerte a los jefes musulmanes, con cuyas cabezas volvieron triunfantes a Toledo, aportando un gran botín que fue recibido con singular alegría por todos sus habitantes, incluida la emperatriz Berenguela, que se puso al frente de las celebraciones y se convirtió en portavoz de los éxitos alcanzados por el alcaide:

                Et sic venerunt ante fores ecclesiae Sanctae Meriae ubi erat praesens imperatrix domna Berengaria uxor imperatoris, et archiepiscopus Toletanus domnud Raymundus et omnis clerus et omnes civitatis et totus populus, qui venerant ad videndum miraculum et victoriam […] Altera autem die, summo mare, imperatrix domna Berengaria et munio Adefonsi et sui socii miserunt nuntios imperatoris qui erat in Secobia dicentes: “Haec dicit imperatrix uxor sua domino suo imoeratori et Munio Adefonsi, quem Toletum alaydem fecisti: non habeas ullam pigritiam veniendi ad nos, neque facias ullam moram, sed veni Toletum in domum tuam et ibi videtis magna magnalia et victoriam quam fecit Dominus tibi et universo regno tuo23

Después de todos estos acontecimientos cuenta también la Crónica del Emperador un detalle particularmente significativo, referente a doña Berenguela. Munio Alfonso había mandado colgar las cabezas de los reyes y de los jefes musulmanes derrotados, en la parte más alta de la ciudadela de Toledo, pero pasados unos días, la emperatriz “movida por una gran compasión”, mandó bajarlas y ordenó a los médicos judíos y musulmanes ungirlas con mirra y áloe, envolverlas en los mejores paños y ponerlas en cofres repujados de oro y plata, para que fueran enviadas con todos los honores a sus esposas.24

Pocas veces una Crónica nos trasmite un aspecto tan inusual y significativo, que sin duda quedó gravado en la memoria de quienes fueron testigos, poniendo de manifiesto la autoridad moral que podía llegar a tener una reina en Castilla.

Por desgracia la Crónica del Emperador termina su relato en 1147, dos años antes de que muriera la soberana, sin que tengamos más noticias directas de su actividad, que sin duda debió ser importante, tanto en aspectos bélicos como en asuntos políticos. En el primer caso, cabe destacar la prematura y espectacular conquista de Almería, realizada por Alfonso VII en colaboración con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, hermano de la reina. Con respecto a los asuntos políticos, es probable que la reina dejara asegurada la herencia de sus hijos Sancho y Fernando, como futuros reyes de Castilla y León, respectivamente.

4 Muerte y entierro de doña Berenguela

La muerte de doña Berenguela acaeció a mediados de febrero de 1149, poniendo fin a veinte años de matrimonio, gracias al cual el rey de León había logrado, entre otras cosas, una firme alianza con Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona y príncipe de Aragón.

La desaparición de la reina resultó ser un acontecimiento particularmente triste, que no dejó de influir en el ánimo y en los planteamientos del rey Alfonso VII, quien al recibir la noticia suspendió todas las actividades que tenía entre manos.

Dos días después de recibir la noticia, a mediados de febrero de 1149, el  monarca se trasladó desde Madrid hasta Palencia, donde había muerto la reina, para organizar las exequias. En los primeros días de marzo llegaba la comitiva fúnebre a León, y el cuerpo de la emperatriz era entregado al arzobispo Pedro de Compostela para que le diese sepultura en su iglesia.25

En concreto, esto ocurrió el día 8 de marzo, cuando Alfonso VII dictó una sentencia en la que se especifica que “ipso die dedit defunctam iniperaticem Berengariam uxorem suam domno Petro archiepiscopo Compostellano”.26


https://www.museocatedraldesantiago.es/es/2020/04/12/sepulcro-de-la-reina-dona-berenguela/

Alfonso VII encargó, además, a algunos de los magnates más importantes de su corte, escoltar a la soberana difunta hasta la ciudad del Apóstol; donde se celebraron las exequias, tres días de oficios fúnebres y misas, y se le dio cristiana sepultura en un sarcófago de granito sobre cuya losa se gravó una estatua yacente, ubicada en una de las capillas de la Catedral.

La muerte de la hija del conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, y doña Dulce de Provenza dejó huella en los documentos reales, que siguieron recordando durante bastantes semanas su desaparición: sexta septimania post mortem Birengariae se afirma en los que fueron elaborados en León, entre el 10 y el 15 de marzo de 1149.27 Doña Sancha, la hermana de Alfonso VII, visitó la tumba de su cuñada a finales de aquel mismo año, con ocasión de su propia peregrinación a Santiago, pudiendo comprobar probablemente la belleza de la estatua yacente que acababa de esculpirse sobre la losa de su sepulcro.

 

NOTAS

1 “Los hombres mirados siempre en el marco de las sociedades de que forman parte”, como mantenía L. Febvre, Combats pour l´histoire, Paris, Librairie Armand Colin, 1953, p. 103.

2 F. Bertini, La mujer medieval, Madrid, Alianza, 1991 [2a ed.], p. 12.

3 Se pueden destacar los trabajos de E. Power, Medieval Woman, Cambridge, Cambridge University Press, 1975 (ed. española, Gente Medieval, Barcelona, Ariel, 1988); E. Ennen, Frauen in Mittelalter, München, C. H. Beck, 1984; M. W. Labarge, La mujer en la Edad Media, Madrid, Nerea, 1988; A. M. Lucas, Women in the Middle Ages. Religion, Marriage and Letters, Brighton, The Harvester Press, 1983; a los que hay que añadir el de G. Duby – M. Perrot, Histoire des femmes en Occident. II: Le Moyen Age, Paris, Plon, 1991; o el de R. Pernoud, La mujer en tiempo de las catedrales, Barcelona, Andrés Bello, 1982.

4 Así he tenido oportunidad de comprobarlo en de mi colaboración en el proyecto de investigación Mulleres con poder al final de la Edad Media. El testamento, la muerte y la memoria (Secretaría Xeral de Igualdade da Xunta de Galicia. Ref.: SI427C2011/03–0) del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento (CSIC), cuyos resultados se pueden consultar en Mujeres con poder en la Galicia medieval (siglos XIII–XV). Estudios, biografías y documentos, ed. de E. Pardo de Guevara y Valdés, Santiago de Compostela, Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, CSIC, Xunta de Galicia, Anejo de Cuadernos de Estudios Gallegos, XLIV, 2017.

5 Los trabajos incluidos en el libro coordinado por M. García Fernández y S. Cernadas Martínez, Reginae Iberiae. El poder regio femenino en los reinos medievales peninsulares, Santiago de Compostela, USC, 2015, abordan algunos aspectos relacionados con el poder de las reinas en la Península Ibérica.

6 Sobre aspectos generales del reinado véase M. Recuero Astray, Alfonso VII (1116–1157), Burgos, La Olmeda, 2003.

7 Siguen siendo ilustrativa y provechosa la lectura de los libros de R. Pernoud, Eloisa y Abelardo, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, y Leonor de Aquitania, Barcelona, El Acantilado, 2009.

8 L. García Calles, Doña Sancha, hermana del Emperador, León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1972.

9 Vid. E. Benito Ruano, La historiografía en la Alta Edad Media Española, ideología y estructura, en “Cuadernos de Historia de España”, XVII, 1952, pp. 50–104.

10 Siguen siendo perfectamente válidos la edición y el estudio de la Chronica Adefonsi Imperatoris realizados por L. Sánchez Belda y publicados por el CSIC (Escuela de Estudios Medievales, Textos, vol. XIV, Madrid, 1950), donde se da cuenta de los manuscritos que nos han llegado y de algunos aspectos fundamentales sobre el plan general de la obra. También fue en su momento una gran contribución la traducción hecha por M. Pérez González, Crónica del Emperador Alfonso VII, intr., trad., notas e índices, León, Universidad de León, 1997. La Crónica en su versión latina se cita en adelante por sus parágrafos originales, recogidos en la versión de Sánchez Belda.

11 Vid. P. de Bofarull y Mascaró, Los Condes de Barcelona vindicados y cronología y genealogía de los Reyes de España considerados como soberanos independientes de su marca, obra dedicada al Sr. D. Fernando IV de Barcelona y Aragón, VII de Castilla, Barcelona, Imprenta de J. Oliveras y Monmany, 1836, pp. 162–163.

12 F. Valls-Taberner y F. Soldevila, Historia de Cataluña, Barcelona 1955, t. I, pp.119 y ss.

13 Alfonso VII fue coronado como rey en León en 1126 y emperador en 1135 (vid. M. Recuero Astray, Alfonso VII, Emperador. El Imperio Hispánico en el siglo XII, León, Centro de Estudios e Investigación “San Isidoro”, 1979).

14 Entre los servidores y acompañantes, que se trasladaron con la reina doña Berenguela desde Cataluña hasta León, se encontraba Ponce o Poncio de Cabrera, futuro conde y personaje importante de la corte de Alfonso VII, uno de los primeros linajes de la vieja nobleza (vid. E. Fernández-Xesta y Vázquez, Un magnate catalán en la Corte de Alfonso VII. Comes Poncius de Cabrera, Princeps Çemore, Madrid, Prensa y Ediciones Iberoamericanas, 1991).

15 El 31 de mayo de 1145 a favor de Pedro Leonis, concediéndole licencia para tener un horno en su casa, y poco después a su criada María Afonsi (J. M. Fernández Catón, Colección documental del Archivo de la Catedral de León (775–1230), León, 1990, vol. V: 1109–1187, docs, 1450–1452, pp. 234 y 238).

16 Algunos años después de su boda, en 1140, el entonces tenente de las torres, don Rodrigo Vermúdez, declaraba que las tenía “sub manu regine dona Berengariae” (J. M. Fernández Catón, Colección Documental, cit., doc. 1429, p. 199).

17 Además de un misterioso infante Raimundo, del que apenas tenemos noticias, Alfonso VII tuvo con doña Berenguela dos hijos varones, Sancho y Fernando, que acabarían por ser sus herederos.

18 Chronica Adefonsi Imperatoris [12].

19 Chronica Adefonsi Imperatoris [69].

20 J.M. Fernández Catón, Colección Documental, cit., doc. 1412, p. 172.

21 Chronica Adefonsi Imperatoris [70–71].

22 Chronica Adefonsi Imperatoris [150]

23 Chronica Adefonsi Imperatoris [170–171].

25 Vid. M. Recuero Astray, La reina doña Berenguela y la devoción al Camino de Santiago: breve relato historiográfico, en O Camiño inglés e as rutas Atlánticas de peregrinación a Compostela, coord. por J. Leira López, A Coruña, Universidade, 1997, pp. 61–64.

26 M. Recuero – M. González Vázquez – P. Romero Portilla (eds.), Documentos medievales del Reino de Galicia: Alfonso VII (1116–1157), Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, 1998, doc.125, pp. 129–130.24 M. Pérez González, cit., p.119.

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