Por las ánimas de negros bozales. Las cofradías de personas de origen
africano en la ciudad de México (siglo XVII)
El lienzo pertenece a la serie de
veinte cuadros de castas y de mestizaje existentes en el Virreinato de Perú
realizados por encargo del virrey D. Manuel Amat y Junyent (1761-1776) . La
serie primero formó parte de los fondos del Real Gabinete de Historia Natural
(1776) y más tarde a los del Museo Nacional de Ciencias Naturales.
https://www.imagendeamerica.com/imagenes/negros-bozales-de-guinea/
En la capital novohispana
la población de origen africano fue numerosa. Durante el siglo XVII, las
cofradías de africanos y afrodescendientes favorecieron el desarrollo de
relaciones sociales que les permitieron recuperar y recrear ciertos elementos
identitarios. Ser parte de estas hermandades les permitió cumplir con las
demandas religiosas cristianas aceptadas por las autoridades novohispanas, a la
vez que generar relaciones sociales con personas del mismo origen. Las
autoridades buscaron controlar y desarticular estas cofradías porque
sospechaban que tenían vínculos con los alzamientos de la época. Controlarlas
no era una tarea sencilla pues los africanos y afrodescendientes de la Ciudad
de México contaban con varias cofradías, organizaciones aceptadas y promovidas
por la Iglesia.
En la
capital novohispana la población de origen africano fue numerosa y su
participación en actividades económicas, sociales, políticas y religiosas es
indudable [Aguirre, 1972; Martínez y Reyes, 1993; Velázquez 1998 y 2006]. Tanto
en América como en Europa, los africanos y afrodescendientes conformaron
diversas cofradías: organizaciones religiosas formadas principalmente por
laicos que representaron espacios de reunión y expresión para sus miembros
[Moreno, 1985; Gutiérrez, s/a [a]].
En
este artículo se presenta información novedosa que amplía el conocimiento sobre
las cofradías de negros, morenos y mulatos de la Ciudad de México, sus formas
de organización, sus creencias y prácticas, así como la relación entre estas
corporaciones y los alzamientos. Me propongo mostrar que las cofradías de
personas de origen africano de la capital novohispana fueron espacios de
convivencia a partir de los cuales esta población desarrolló relaciones
sociales que le permitieron recuperar y recrear ciertos elementos identitarios.
Estas cofradías, a la vez que facilitaron la integración de sus miembros a la
sociedad novohispana en su conjunto, fueron consideradas una amenaza al orden
establecido precisamente por estas relaciones sociales. Ello se reflejó en
ordenanzas que buscaron controlarlas o eliminarlas por asociarlas a los
alzamientos de africanos y afrodescendientes de principios del siglo XVII.
No
sólo los negros y mulatos formaron cofradías, sino que los españoles y los
indígenas también lo hicieron, lo que muestra que estas corporaciones eran
aceptadas y promovidas tanto por la Iglesia como por la sociedad novohispana en
general [Bazarte, 1989; Martínez, 1977]. De hecho, formaban parte de los
esfuerzos por evangelizar a los negros en Europa y América [Negro y Marzal,
2005; Gutiérrez, s/a [b]; Alberro, 1994]. Las autoridades novohispanas
procuraron integrarlos a la Iglesia, modificando sus prácticas y creencias
religiosas previas. Ello se observa en los Concilios Provinciales Mexicanos
donde se ordenó a los españoles que entraran con sus esclavos a la Iglesia y
les hicieran escuchar misa [Lorenzana, 1769:72 [1555 y 1565]; Galván, 1859: 140
[1585]]. También se insistió en la importancia de que recibieran instrucción
religiosa, y se procuró su participación como músicos en ceremonias
eclesiásticas [Zedillo, 1993:208-210].
A
partir de relatos de viajeros sabemos de la participación de personas de origen
africano en procesiones, lo cual sin duda, formó parte de su vida cotidiana y
de su formación religiosa. Gemelli Careri narró que durante su estancia en la
Ciudad de México a finales del siglo XVII, hubo procesiones de negros e indios
en Semana Santa. Se trataba de miembros de la cofradía de Santo Domingo,
quienes iban con "personas que se disciplinaban, y hacían otras penitencias",
acompañándose de hombres armados, imágenes y "el sepulcro de Nuestro
Señor" [Gemelli, 1976:73 [1700]].
Sin
duda, la imposición de una nueva religión no fue sencilla. Ello puede
observarse en los documentos inquisitoriales donde se les acusó, principalmente,
de reniego, blasfemia, hechicería, bigamia, amancebamiento y herejía [Alberro,
2004:456; Velázquez, 2006:241-247]. Es importante recordar que en ocasiones los
esclavos se denunciaban a sí mismos o denunciaban a otras personas, lo que
muestra su comprensión de las instituciones novohispanas; mientras que a su
vez, sus amos u otros conocidos podían acusarlos a ellos [Alberro, op.
cit.:455-485].
Los
africanos y afrodescendientes no sólo llevaron a cabo prácticas juzgadas por el
Santo Oficio, sino que también participaron en actividades religiosas aceptadas
por la Iglesia, como se ha descrito. En este sentido es posible considerar que
la religiosidad de las personas de origen africano estuvo caracterizada tanto
por la obediencia como por la transgresión a las normas. Pertenecer a las
cofradías implicaba acatamiento, pero al mismo tiempo les daba la oportunidad
de organizarse y desarrollar prácticas y expresiones propias, como se verá a
continuación.
Las cofradías de africanos y
afrodescendientes en la ciudad de México
En la
Nueva España hubo numerosas cofradías de personas de origen africano, por
ejemplo, en Veracruz, Valladolid, Parral y ciudad de México [Roselló, 1998;
Chávez, 1997; Germeten, 2006 y 2009]. Además de ser un espacio religioso y una
oportunidad para reunirse, las cofradías también representaron un apoyo a los
cofrades, quienes recibían de ella: "botica, y Doctor, y diez pesos para
ayuda de su entierro" [Vetancourt, 1982:36 [1697]]. Varios autores
coinciden en que las cofradías de africanos y afrodescendientes no sólo
impulsaban el fervor religioso católico, sino que además fomentaron el sentido
de comunidad y de pertenencia a un grupo, la conservación y reproducción de
elementos culturales y la construcción de alianzas basadas en el parentesco espiritual
[Roselló, 2000; Gutiérrez, s/a [a]; Martínez, 1992:112-113; Palmer, 1976:54-55,
Ngou-Mvé, 2008].
Nicole
von Germeten, basándose principalmente en testamentos, consideró que las
cofradías de la ciudad de México promovieron lazos entre los africanos y sus
descendientes antes de 1650, pero eventualmente fueron un medio de integración
a la sociedad colonial. La información sobre las cofradías hallada en los
testamentos mostró el deseo que tenían por hispanizar- se e integrarse a la
sociedad novohispana (Germeten, 2006). En este artículo se analiza otro tipo de
documentos con la finalidad de mostrar la importancia que las cofradías de la
capital novohispana del siglo XVII tuvieron en el desarrollo de relaciones
sociales entre personas de origen africano, así como algunos elementos
identitarios que se recuperaron y recrearon a partir de ellas.
Hubo
diversas cofradías formadas por africanos y afrodescendientes en la Ciudad de
México desde el siglo XVI. Por ejemplo, la Cofradía de San Nicolás de Tolentino
se fundó en la iglesia de la Santa Veracruz en 1560 [Bazarte, 1989:42]. La
Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción fue instituida en el Hospital de la
Inmaculada Concepción en el siglo XVI[AGN Indiferente Virreinal,
caja 6486, exp. 040, f. 1, 1604]. Otra cofradía, la de los Morenos de San
Benito, fue de gran importancia, por lo menos desde 1599
[Vetancourt, op. cit.:36]. Inicialmente se fundó en la
iglesia de Santa María la Redonda bajo el nombre de Cofradía de la Coronación
de Cristo Nuestro Señor y San Benito y posteriormente se trasladó al Convento
de San Francisco, como se verá más adelante.1 A esta cofradía estaba añadida la Hermandad de Nuestra
Señora de las Lágrimas.
En
1628 se erigió otra cofradía en la parroquia de la Santa Veracruz, llevando el
título de Cofradía de la Exaltación de la Cruz de los Negros [Bazarte, op.
cit.:43, 64]. La Cofradía de la Preciosa Sangre de Cristo fue fundada en la
iglesia de Santa Catalina en 1665 [AGN, Indiferente Virreinal, caja
0906, exp. 028, 1690; Germeten, op. cit.:83]. Aunque se desconoce
la fecha exacta de su constitución, la Cofradía de Nuestra Señora de las
Angustias fue instituida en el convento de San Francisco originalmente, si bien
en 1665 se solicitó que se pasara al colegio de San Juan de Letrán [AGN, Indiferente
Virreinal, caja 4120, exp. 2, 1665]. En 1668, en el Monte del Calvario, una
Cofradía a San Nicolás Tolentino fue fundada por mulatos [Germeten, op.
cit.:91]; aunque tiene el mismo nombre que la Cofradía de 1560,
probablemente se trataba de una distinta. Sin duda hubo otras cofradías de
personas de origen africano en la capital novohispana durante el siglo XVII.
Al
parecer una de las cofradías mencionadas fue fundada por africanos de nación
Zape [ídem:86-88], denominación española de la etnia africana Kpwesi o Kpelle [Aguirre, op.
cit.:99-152]. Su fundación se realizó en el Hospital de la Inmaculada
Concepción y aunque Germeten reconoció que a ella pertenecieron africanos biafara y wolof,
la consideró una cofradía monoétnica puesto que varios cofrades defendieron la
exclusividad étnica de su organización [Germeten, op. cit.:88].
Indicó que fue fundada por zapes y controlada por ellos en la primera mitad del
siglo XVII, aunque para 1674 ya no se les mencionaba. He hallado información
sobre esta cofradía en el Ramo de Indiferente Virreinal del
Archivo General de la Nación.2 En los documentos que he revisado, de 1604, 1622 y
uno posterior a 1666, no se alude a los zapes, sino que se habla de la cofradía
de "negros y mulatos libres", si bien algunos esclavos también
pertenecieron a ella [AGN, Indiferente Virreinal, caja 6486, exp.
040, f. 1, 1604; AGN, Indiferente Virreinal, caja 5695, exp. 37,
1622; AGN, Indiferente Virreinal, caja 2831, exp. 017, sin fecha
posterior a 1666]. Además, en estos documentos se menciona que africanos bañol,
así como otros libres y esclavos, fueron parte de la cofradía, por lo que si
bien es probable que haya sido fundada por personas zape como señaló Germeten,
no era monoétnica como ella proponía, sino pluriétnica, pues africanos biafara,
wolof y bañol formaron parte de la hermandad.
Lo
anterior significa que africanos de varias procedencias se relacionaban entre
sí a partir de estas organizaciones, mediante las cuales convivían. Así, es
posible aseverar que esta cofradía, como otras, implicaban la asociación de personas
de África de varios orígenes y de afrodescendientes nacidos en la Nueva España
de modo que, a pesar de su heterogeneidad, estas corporaciones fomentaban el
desarrollo de relaciones sociales entre personas de origen africano. También es
importante señalar que en este periodo las denominaciones referentes a la
procedencia parecen haber tenido cierta relevancia pues las personas podían
reconocerla o nombrarla, si bien ello no parece haber limitado las relaciones
sociales entre africanos y afrodescendientes.
Las
relaciones sociales al interior de esta cofradía no eran pacíficas ni siquiera
entre personas del mismo origen, lo que confirma la complejidad de estos
vínculos. En 1604, Diego, un negro libre bañol, sacó de la cofradía
a Pablo, negro esclavo también bañol, sin razón aparente
[AGN, Indiferente Virreinal, caja 6486, exp. 040, f. 1, 1604]. Se
dijo que Pablo había sido cofrade por veinte años, lo que nos permite suponer
que la cofradía ya existía en 1584, aunque no se conoce la fecha exacta de su
fundación. La adscripción a la Cofradía de la Inmaculada Concepción por más de
veinte años muestra que estas organizaciones favorecían el desarrollo de un
sentido de pertenencia a un grupo. Sabemos que los esclavos podían cambiar de
amo y de residencia, por lo que sin duda haber sido parte de estacofradía por
tantos años le dio cierta estabilidad, así como la posibilidad de conocer y
relacionarse con otros cofrades de origen africano. Ser expulsado de la
congregación después de veinte años debió impactar su vida de manera notable.
También es importante añadir que el negro libre, Diego, al que se hace
referencia en el documento, era "capitán de los negros de tierra bañol"
[ídem], lo que sugiere que había un grupo de africanos reconocidos como
tal que construían relaciones sociales con personas de su mismo origen étnico,
así como con africanos de otras procedencias, y con afrodescendientes a partir
de las cofradías.
Acerca
de esa misma cofradía se tiene información más tardía. El 26 de febrero de
1622, Luis de Torres, moreno libre, respondió a una acusación que se le hizo
días antes, en la cual se decía que había "usurpado la limos- na" que
se recogió [AGN, Indiferente Virreinal, caja 5695, exp. 37 f. 2av,
1622]. Especificó que, en efecto, él había sido "mayordomo de la cofradía
de Nuestra Señora de la Concepcionsita [sic], en el Hospital del Marques
del Valle, tiempo de tres meses, poco más o menos", y que había recibído y
gastado "los pesos contenidos en esta memoria que presento" [ídem:
f. 3av]. Como respuesta a lo que se le imputaba, pidió y suplicó que se
nombrara a un notario de la audiencia para que recibiese las cuentas de la
cofradía, contenida en libros. Por ello se nombró a Luis Núñez, notario de la
audiencia, para recibir dichas cuentas de la cofradía que fue fundada, según
él, por "negros y mulatos libres" [ídem, fs. 6av y 7av].
Finalmente
se decidió que Luis de Torres debía recibir 24 pesos y un tomín, y él a cambio
debía dar un plato de plata, cuatro alcancías y un libro, así como "cinco
cirios y una candela de libra y media que parece haber entrado en su
poder" [ídem, f. 8rv]. Para tomar esta resolución, en los
primeros días de marzo del mismo año se hizo un resumen de las limosnas
recibídas y de los gastos. En las siguientes tablas se resumió la información
del documento (no es una transcripción).
De los
ingresos y los gastos se puede obtener información interesante. Por ejemplo, en
pocos meses la cofradía tuvo un movimiento continuo de dinero y los gastos
superaron los ingresos, lo cual eventualmente pudo derivar en problemas
financieros o en disputas al interior de la cofradía; de hecho el documento
tiene su origen en el pleito por el robo de la limosna. Además, se realizaron
gastos importantes por el plato para pedir limosnas, así como en la compra y
pintura de alcancías, pero también para las velas y cirios que se usarían para
la cofradía y, específicamente, en los entierros.
Tanto
hombres como mujeres formaban parte de la cofradía. Algunas pedían limosna y en
otros casos ésta se solicitó para entierros de mujeres. Aunque la cantidad
recolectada para el entierro de una de las hermanas fue baja (6 tomines),
comparada con lo que se juntó por la muerte de Domingo de Hermosillo (6 pesos),
la cantidad que juntó Pascuala (3 pesos) fue mayor a la que se recogió por
algunos negros o mulatos varones, aunque quien más limosna logró entregar a la
cofradía fue un hombre (15 pesos).
Dado
que la cofradía había sido fundada por negros y mulatos libres, de acuerdo al
notario de la audiencia, es interesante la importancia que se dio al entierro
del esclavo Domingo de Hermosillo. Se gastó una cantidad considerable (5 pesos
con dos tomines) para una misa cantada y para su entierro, en el Hospital de la
Inmaculada Concepción. Aunque primero se indicó que murió en la cárcel,
posteriormente se señaló que falleció en el Hospital donde fue enterrado. De
esta manera es posible observar la convivencia entre personas de origen
africano esclavizadas y libres, lo que además muestra el desarrollo de
relaciones sociales que favorecían el sentido de pertenencia a un grupo formado
por personas de orígenes sociales y étnicos afines. Además, el conocimiento que
los africanos y afrodescendientes muestran de las cofradías revela que las
utilizaron para realizar actividades aceptadas y promovidas por la sociedad
novohispana, a la vez que les permitía reunir dinero para fines sociales
propios, construyendo así relaciones y redes sociales.
Otra
hermandad fue la de San Benito y la Coronación de Cristo, la cual se mencionó
previamente. Juan Congo, quien dijo ser de casta "mengala",3 pidió en 1651 que cuando muriese se le hiciese un
funeral al que acudieran sus hermanos de la cofradía. Se trataba de un africano
que era propietario de una casa modesta, ganado y otros bienes, lo cual hace
pensar que gozaba de una buena condición económica [Germeten, op. cit.:89].
Además, su petición indica que los entierros tenían un papel especial en las experiencias
de los cofrades. Algunos años antes, en 1647, se presentó una queja contra un
miembro de la Cofradía de San Benito de Palermo, y probablemente se trataba de
la misma a la cual se ha hecho referencia, puesto que también fue fundada en el
Convento del Señor San Francisco.
Alonso
de la Torre, negro, y Pedro Camarena —rector y mayordomo de esta cofradía,
respectivamente—, pidieron que se expulsara de la cofradía a Francisco, esclavo
negro de doña Mariana, viuda de Melchor Cuellar. La razón de tan drástica
solicitud era que había alborotado el cabildo que habían de realizar: "dio
voces y gritos por decir que no había de llevar yo el estandarte con cuya
ocasión no se acaeció el dicho cabildo" [AGN, Indiferente
Virreinal, caja 5593, exp. 46, f. 1, 1647]. Se insistía en que el
esclavo de ninguna manera debía ser "admitido a ningún cabildo por ser tal
alborotador" [ídem]. Este hecho nos muestra que las relaciones
entre los cofrades no siempre eran pacíficas, sino que la convivencia al
interior de ellas a veces generaba conflictos.
No
obstante, sin lugar a dudas se desarrollaban relaciones entre los africanos y
afrodescendientes que formaban parte de estas organizaciones y en ocasiones
eran estrechas, como en el caso del rector y el mayordomo, quienes conjuntamente
se quejaron del "alborotador". En el documento se explicita que el
rector es negro, aunque no se dice nada acerca del mayordomo con quien se
presenta la denuncia, sin embargo, se puede considerar que era negro, moreno o
mulato puesto que la cofradía sólo admitía a personas de estas calidades, y
sólo es hasta 1700 que, con dificultades, se admiten españoles en la misma
[AGN, Indiferente Virreinal, Caja 0665, exp. 009, 1700]. Así,
africanos y afrodescendientes constituían agrupaciones en las que la continua
convivencia entre los miembros producía conflictos internos, mismos que en
ocasiones se buscaba resolver utilizando las vías españolas. De esta manera, se
observa un involucramiento con el sistema dominador, a la vez que se percibe el
desarrollo de relaciones entre las personas de este origen, en la capital
novohispana.
Mención
aparte merece la Cofradía de Nuestra Señora de la Merced pues es una de las
cofradías que aparece en los relatos referentes a los alzamientos de la ciudad
en 1612, como se detalla más adelante. Se tienen noticias de ella gracias a un
documento de 1664, donde se manifiesta que la congregación de la Santa Cruz
tenía un pleito, sin que se detalle al respecto. Esta congregación había sido
fundada en la esquina de Santa Teresa de Jesús, mientras que la Cofradía de
Nuestra Señora de la Merced había sido erigidase erigió "en el convento de
religiosos de dicha advocación por los negros de Guinea" [AGN, Indiferente
Virreinal, Caja 2299, exp. 008, f. 1av, 1664]. En el documento se solicitó
que se recibiera información sobre las cuentas y cabildos (todo ello registrado
en libros), con la finalidad de que la cofradía de Nuestra Señora de la Merced
no se viera perjudicada por el problema señalado dado que, al parecer, ambas
tenían el mismo mayordomo.
La
información que se tiene proviene de Jacinto de Baldés, "negro de nación
Congo, mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de las Mercedes" [Ídem].
Se le solicitaron los libros de la cofradía y las cuentas de las limosnas, lo
cual entregó especificando lo siguiente: "Juro a Dios y a la Cruz [las
cuentas] son ciertas y verdaderas y sin ningún fraude ni malicia" [ídem].
Se mandó entregar los libros a los contadores de los tribunales para que
hicieran cuenta de las limosnas y los bienes que estas cofradías tenían en su
poder, así como sus gastos; con esta información podrían tomar la decisión
"que convenga" [ídem]. La preocupación que las autoridades
mostraban por las cuentas de las limosnas hace suponer que la congregación
recibía una importante suma de dinero y ello les permitía realizar acciones que
inquietaban a los eclesiásticos. Finalmente se dictó que el mayordomo debía
exhibir todas las licencias para pedir limosna y éstas serían revocadas y
anuladas. No sabemos si efectivamente se derogaron las licencias, si tuvieron
la posibilidad de que no se revocaran, o si les concedieron otras
posteriormente. Controlar las licencias de las limosnas, que representaban sin
duda un ingreso significativo, implicaba un acto de intimidación y represión que
amenazaba la continuidad de la cofradía.
El
mayordomo Jacinto de Baldés indicó que las limosnas eran asentadas "por
mano de el Padre Fray Domingo Ximenes", probablemente con la intención de
dar mayor credibilidad a sus cuentas, pero también podría sugerir que él mismo
no sabía escribir. La cofradía contaba con varios libros: en uno de ellos se
asentaban las misas de caridad por las "ánimas de los hermanos
difuntos"; en otro se inscribían los cabildos particulares de la cofradía;
y en otros tres se apuntaban las limosnas que se pedían "por las ánimas
de los negros bozales [las cursivas son mías]" [ídem].
Es notable que para los negros bozales se requiriera tres libros, mientras que
para los otros fines sólo uno. Esto sugiere que para los africanos y afrodescendientes
de esta cofradía, los negros bozales tenían una importancia simbólica especial.
No se
sabe exactamente qué entendían por "negros bozales". Tradicionalmente
se ha utilizado esta palabra para referirse a quienes recién habían arribado al
continente americano [Aguirre, 1994:44], pero el término bozal también podía
designar a los africanos que aún no habían aprendido la lengua y los rasgos
culturales españoles o europeos sin necesidad de que hubiesen salido de África
[Sandoval, 1987:383, 380-381, 139 [1625]]. De acuerdo al Diccionario de
Autoridades el bozal era el inculto, y aunque ordinariamente se usaba para
hablar de los negros cuando recién habían llegado del continente africano,
también se aplicaba a los "rústicos", es decir quienes hubiesen permanecido
en sus propias tierras [Diccionario de Autoridades, 1987:666 [1732]]. Por lo
anterior, considero más probable que se refirieran a los negros boza- les que
habían quedado del otro lado del océano, implicando un vínculo con sus propios
antepasados de África (familiares vivos o ancestros). Así, los cofrades que
pedían limosnas "por las ánimas de los negros bozales", mantenían
un lazo simbólico con sus ancestros mediante estos actos espirituales, lo cual
podría haber representado la idea de un origen común.
Este
pasado común es fundamental para estudiar la identidad y la conciencia étnica o
social, pues de acuerdo a Richard Adams [1995:38], "los grupos étnicos se
definen en términos de un modelo de ascendencia, que especifica ciertas
relaciones con los antepasados y que ratifica una continuidad de formas
culturales seleccionadas, que significan o simbolizan la continuidad biológica
y cultural con el pasado". Además, la "noción de pertenencia o
membresía por adscripción a un pasado común" [Bartolomé, 1979:0316] es un
elemento constitutivo de la conciencia étnica o histórica que se genera a
partir de "la valorización de aquellas formas tradicionales o de
relativamente reciente adquisición que el grupo haya asumido como propias, en
un momento dado de su proceso histórico" [ídem].
También
debe considerarse que dar misas o pedir limosnas por las ánimas de africanos y
afrodescendientes implicaba la adopción de las prácticas religiosas cristianas,
lo cual se reafirma con la pertenencia a una cofradía y la participación en sus
actividades. No conocemos cuáles eran las prácticas al rezar, ni la manera en
que entendían el término ánima, pero sin duda conservaban aún algunos rasgos
africanos. Así, las cofradías eran espacios de interacción y reproducción de
elementos sociales y culturales propios, a la vez que fomentaban la integración
de sus miembros al resto de la sociedad novohispana.4
Los
problemas que se suscitaban a causa de la recolección de dinero no fueron
exclusivos de estas cofradías. Algo similar sucedió en 1666 con la Hermandad de
Nuestra Señora de las Angustias, que había sido fundada por "morenos"
[AGN, Indiferente Virreinal, caja 2475, exp. 34, f. 1, 1666]. En
esa ocasión, el mayordomo de la cofradía Andrés de la Cruz, negro, señaló que
el mandatario de la hermandad, Joseph Limón, solía recolectar el dinero
"del jornalillo que dan los hermanos para su curación" [ídem],
y lo distribuía a su voluntad, sin dar cuenta de ello. Por eso pidieron que no
se le permitiera distribuir ni pagar a nadie con aquello recolectado para fines
específicos. Finalmente se solicitó que mostrara las cuentas que los demás
cofrades requerían, pero es probable que no haya ocurrido así pues
posteriormente, en 1672, se presentó la misma queja contra Joseph Limón
[agn, Indiferente Virreinal, caja 5424, exp. 072, 1672].
Los
conflictos que tenían no sólo eran internos, ni exclusivos de causas
económicas, sino que también tuvieron problemas con las autoridades religiosas
novohispanas. En 1665, Andrés de la Cruz, probablemente el mismo que presentó
quejas contra Joseph Limón, solicitó que la cofradía se trasladara del Convento
de San Francisco al Colegio de San Juan de Letrán. El motivo de este cambio era
que tenían problemas con el Padre Vicario del Convento de San Francisco. Habían
determinado hacer la fiesta de Nuestra Señora de las Angustias conforme su
obligación, y habían cubierto el pago de la limosna de la misa, el sermón y otros
gastos necesarios. A pesar de ello, se suscitaron problemas puesto que "el
padre vicario de dicho convento [de San Francisco] salió, impidiéndonos el
hacer dicha fiesta sin haber habido ningún pretexto por donde se nos prohíbe el
celebrar nuestra fiesta" [AGN, Indiferente Virreinal, caja
4120, exp. 2, 1665]. Se añadió que dejarían en el convento señalado "el
retablo e imagen que se hizo a nuestra costa" [ídem: f. 8]. Así, es
posible saber la importancia que daban los miembros de esta cofradía a sus fiestas,
pero también nos permite conocer el poder adquisitivo que tenían, a causa de lo
cual lograron hacer un retablo que cordialmente dejaban en el convento de San
Francisco.
Aún a
pesar de su importancia en la cofradía, Andrés de la Cruz, seguía siendo esclavo.
La esclavitud no le impedía realizar actividades relacionadas con la Cofradía;
quizá por ello no intentó aprovecharla para liberarse, o quizá simplemente no
pudo disponer de las limosnas para ese efecto. Así pues, Andrés de la Cruz,
quien dijo ser esclavo negro del doctor don Simon Estevan de Alsate,
desempeñaba un papel activo y de suma envergadura dentro de la cofradía. No
sólo era fundador de la misma, sino que solicitó a nombre de los cofrades el
cambio del Convento de San Francisco al Colegio de San Juan, además de
presentar dos quejas contra el mandatario de la cofradía, Joseph Limón, por
malversar los fondos de la hermandad.
De
esta manera, es posible percibir que los cofrades no siempre buscaban utilizar
las hermandades como medio de ascenso social, aunque ser parte de ellas podía
influir de alguna manera en su estatus social. Las cofradías tenían medios para
reunir dinero y ello colaboró a que los africanos y afrodescendientes tuvieran
posibilidad de llevar a cabo actividades que implicaran un gasto, por ejemplo
las ceremonias por el fallecimiento de algún cofrade o las fiestas de la
hermandad. Además, las mismas actividades asociadas a la cofradía aseguraban la
movilidad espacial de sus miembros.
Como
se ha visto, en las cofradías de personas de origen africano del siglo XVII se
estrechaban relaciones sociales que permitían organizarse para defenderse de
elementos externos, si bien en ocasiones resultaban conflictos internos. No
deben generalizarse estos problemas, pues era más probable que quedaran
registrados estos y no las actividades o relaciones pacíficas. Aún en los
documentos que describen conflictos es posible observar otro tipo de relaciones
y convivencia, así como algunas de las actividades cotidianas que realizaban
los miembros de estas organizaciones. Debe notarse que a partir de las
cofradías, las personas de origen africano podían organizarse y resistir las
presiones de los religiosos, por ejemplo, lo que muestra que estas asociaciones
también eran espacios importantes de poder.
Los
vínculos entre esclavos y libres, así como entre africanos y afrodescendientes,
implicaban relaciones sociales entre personas con recursos económicos y
posiciones sociales distintos. En estas cofradías se conservaban y reproducían
elementos propios que fomentaban la organización de un grupo con fines comunes
y, quizá, con la definición de un pasado común que les permitiese compartir una
identidad. La organización social que estas personas lograron a partir de las
cofradías fue importante no sólo por los fines sociales, culturales, religiosos
y económicos señalados, sino también por el temor que las autoridades mostraron
ante ellas, así como por su posible relación con los alzamientos de la época.
¿Tendrían las cofradías de africanos y afrodescendientes del siglo XVII la
fuerza suficiente para quebrantar el orden novohispano?
Que no les admitan tener cofradías: los
alzamientos de principios del siglo XVII
Las
autoridades novohispanas supusieron una relación intrínseca entre las cofradías
y los alzamientos de las personas de origen africano de la capital novohispana,
a principios del siglo XVII. Esta sospecha, sin duda, se vio fortalecida por
las rebeliones de africanos y afrodescendientes que hubo no sólo en la ciudad
de México, sino en otros lugares de la Nueva España [Guevara, 2005; Naveda,
2001]. Sin embargo, esta no fue la única razón; las autoridades debieron ver,
en estas cofradías, una fuerza de organización que les hizo temer.5 De hecho, se dice que estas cofradías "reunían a
toda la población negra y mulata de la ciudad de México" [Bazarte, op.
cit.:43], o al menos a un sector importante de ella.
Aunque
los intentos por suprimirlas no tuvieron efecto, el hecho de que se insistiera
tanto en ello significó que los africanos aprovechaban las organizaciones que
los europeos les habían impuesto —cuando menos— para relacionarse entre sí.
Hemos visto que las cofradías tenían objetivos religiosos que no tenían por qué
estar asociados a la violencia, sin embargo, reunían africanos y
afrodescendientes organizados. Fue así como 1,500 negros pertenecientes a la
"Cofradía de Nuestra Señora [de la Merced]"6 se manifestaron en la ciudad de México a finales de
1611, cuando una esclava negra murió a causa de los golpes que le había dado su
amo, Luis Moreno de Monroy [Palmer, op. cit.:138]. De este evento
se inició un motín que las autoridades españolas reprimieron, sin embargo,
eligieron a una pareja de reyes procedentes de Angola y preveían sublevarse en
la semana santa de 1612 [Israel, 2005:77]. Aunque Jonathan Israel duda de la
existencia del plan, Colin Palmer subrayó que se trató de una demostración de
la solidaridad, el enojo y la indignación de los negros, lo que no tardó en
causar pánico entre los españoles. Rumor o no,7 en la época se habló del "motín y rebelión que
intentaron hacer en esta ciudad los negros y mulatos" [AGN, Ordenanzas,
vol. 1, exp. 178, fs. 152rv-153, 1612].
En
1612, un par de traficantes de esclavos, portugueses, que decían conocer
la lengua de Angola, descubrieron una movilización al escuchar
a "unos negros que estaban discutiendo en el mercado de la ciudad de
México acerca de la supuesta conspiración" [Israel, op. cit.:77].
Domingo Chimalpáhin [(2001:283 [1624]] relató que el temor invadía a los
españoles puesto que decían que sus esclavos les habían asegurado que los
matarían; por ello "estaban muy asustados, y andaban averiguando muchas
cosas acerca de sus esclavos negros; estaban temerosos de ellos, y los trataban
con mucho tiento cuando tenían que ordenarles algún trabajo". Se preveía
que el Jueves Santo se levantarían los negros, por lo cual se dispusieron
elementos especiales para la protección de la ciudad. Por esos días recorrían
las calles muchas procesiones, aunque posteriormente se prohibió que se
hicieran más; el 16 de abril de 1612 se dictó una ordenanza prohibiendo que
hubiera procesiones [AGN Ordenanzas, vol. 1, exp. 173, fs.
150-150rv, 1612; Chimalpáhin, op. cit.:283-285, 289, [1624]].
A
partir del 17 de abril se dispuso de "soldados españoles con sus armas
para vigilar" [Chimalpáhin, op. cit.:285], no sólo en las
calzadas sino en los principales canales. Aunque la rebelión se daría en la
capital novohispana y los amos de esclavos tenían miedo, al parecer los
rebeldes provenían de Acapulco y Veracruz; se trataba de negros cimarrones que
habitaban en dichas costas pero que habían huido de los españoles de la Ciudad
de México previamente [ídem:287]. Sin duda, se creía que los negros y
mulatos de la capital se unirían a los cimarrones que llegarían.
El
castigo para los rebeldes fue la horca y el descuartizamiento. De acuerdo al
relato de Domingo Chimalpáhin, el miércoles 2 de mayo, en las calzadas
principales colgaron los miembros de los seis negros descuartizados, mientras a
los demás los sepultaron, pues los expertos temían que sus cuerpos se pudrieran
y "el hedor se convertiría en pestilencia, y luego con los vientos
entraría a la ciudad de México y hallándose sobre nosotros nos causaría
enfermedades" [ídem: 299]. El 14 de mayo de 1612 se colgó al
"capitán de los negros ahorcados previamente" [ídem].
Además
de los asesinatos descritos, otra consecuencia para la población africana y
afrodescendiente, libre o esclava, fue una diversidad de ordenanzas que se
impusieron en la Ciudad de México. El 3 de abril se pregonó una ordenanza
dictada el día anterior que indicaba que los negros y mulatos, libres o
esclavos, no podían portar espadas, dagas ni ningún otro tipo de armas, aunque
tuviesen licencias para portarlas o fuesen las que utilizaban en su servicio
[AGN, Ordenanzas, vol. 1, exp. 164, f. 146, 1612], lo que se
insistió el 17 del mismo mes [AGN, Ordenanzas, vol. 1, exp. 172,
fs. 149 rv, 1612]. También Chimalpáhin mencionó estas restricciones, que se
referían no sólo a las armas, sino que también pedían "que las mujeres
negras no podrían usar mantos negros, y la misma prohibición se impuso a las
mulatas bajo penas" [Chimalpáhin; op. cit.:281].
Asimismo,
se prohibió que se juntaran —pública o secretamente, ni de noche ni de día—,
más de tres negros o mulatos, sin importar que fueran libres o esclavos, de tal
manera que se les impedía reunirse en "cofradías, bailes, plaças[sic],
tianguis, calles y otras partes" [AGN, Ordenanzas, vol. 1,
exp. 164, f. 146, 1612], debido a que de ello resultaba "mucha inquietud a
los vecinos, daños e inconvenientes de consideración a que conviene poner
remedio" [ídem]. En caso de que no obedecieran la ordenanza se
darían doscientos azotes a cada uno. Puesto que se les prohibió reunirse aunque
fuera con motivo de sus cofradías, se decidió solicitar a "los priores y
vicarios de los conventos y partes donde tienen las dichas cofradías no les
admitan ni consientan tenerlas más de aquí adelante" [ídem], o de
lo contrario recibirían el mismo castigo.
Las
ordenanzas que se escribieron a partir de abril de 1612 fueron múltiples, pero
debe considerarse su duración. Por ejemplo, la ordenanza contra la portación de
armas se derogó el 29 de septiembre del mismo año, a partir de la fiesta de San
Miguel, con la finalidad de que los amos españoles pudieran contar con un
acompañamiento de negros y mulatos armados [AGN, Ordenanzas, vol.
1, exp. 178, fs. 152-153, 1612]. Es probable que esto se haya promovido sólo
por conveniencia de los amos, pero sin duda se habían calmado las tensiones.
Acerca de la prohibición de que negras y mulatas vistieran finamente, algunos
viajeros como Thomas Gage y Giovanni Gemelli, quienes visitaron la ciudad en
1625 y 1697, respectivamente, describieron que estas mujeres vestían con joyas
y ropas distintivas [Gemelli, op. cit.; Gage, 1994 [1648]]. Sobre
la petición de que no vivieran solos y que no se reunieran más de tres, ni de
día ni de noche, podemos suponer que no tuvieron mucho éxito tampoco, puesto
que algunas ordenanzas del Marqués de Gelves, en 1622 y 1623, solicitaron que
ello se evitara, sugiriendo que seguía ocurriendo.
Aunque
no se considera un alzamiento de africanos o afrodescendientes, se sabe que
negros y mulatos tuvieron una participación importante en el movimiento contra
el marqués de Gelves en 1624 [Israel, op. cit.:163]. Una de las
causas de este conflicto fue la imposición de fuertes restricciones que el
Marqués había impuesto a la población novohispana en general. Entre las
represivas ordenanzas que se expidieron bajo el gobierno del marqués de Gelves,
se encontraba la del 22 de abril de 1622, según la cual se prohibían las juntas
de más de tres negros o mulatos, libres o esclavos, so pena de 200 azotes y de
cortarle una oreja a los esclavos aprehendidos, y en caso de ser libres
estarían condenados a servir tres años en un obraje [AGN, Ordenanzas,
vol. 4, exp. 40, fs. 41 av-41rv, 1622]. Se incluye como pena la pérdida de una
oreja, medida radical que no se había presentado ni siquiera tras el alzamiento
de 1612. Esta ordenanza afectaba tanto a las personas de origen africano, como
a los amos de esclavos, pues se especificaba que se debía ejecutar la
reglamentación sin importar que los esclavos pertenecieran a las autoridades
españolas [ídem]. Casi un año después, el 22 de mayo de 1623, se
solicitó que no salieran las cofradías de negros y mulatos en procesión, ni se
juntaran para hacer cabildos o por otra razón. De no cumplir la ordenanza se
les castigaría con 200 azotes y tres años de servicio en algún obraje [AGN, Ordenanzas,
vol 4, exp. 61, f. 60, 1623]. A pesar de sus fines religiosos y de estar acorde
a las normas sociales de la época, el marqués de Gelves consideró necesario
controlar las acciones y reuniones de las cofradías.
Aún
después del derrocamiento de Gelves, las cofradías parecían seguir ocasionando
desconfianza entre las autoridades. En 1665, se pidió que "se suprimieran
las juntas y cofradías (de negros) porque había muchas en la ciudad de
México" [Serrano, 1993: 85], pero, además, porque creían que servían para
que "los negros se emborracharan y gastaran, robando lo que podían de las
casas de sus amos para este efecto" [ídem].
COMENTARIOS
FINALES
A
partir del estudio de las cofradías de personas de origen africano es posible
observar la manera en la que aprovechaban los espacios que los españoles les
permitían tener para conformar grupos organizados. Se trata, en este sentido,
de una manifestación de resistencia, es decir de "una forma de rebeldía
compatible con la aparente sumisión" [Gonzalbo, 1993:28]. Por ello, los
africanos y afrodescendientes no pueden ser considerados, simplemente,
transgresores del orden novohispano. Debemos considerar que se trataba de una
población heterogénea, pues aunque en efecto algunos se rebelaron abiertamente
contra el poder español, en otras ocasiones participaron en sus milicias
[Serna, 2005; Vinson III, 2005]; en el plano religioso sucede lo mismo, aunque
a veces llevaron a cabo prácticas por las que fueron culpados ante la
Inquisición, también participaron en actividades religiosas católicas como
procesiones y cofradías.
Las
cofradías significaron importantes formas de organización social a partir de
las cuales negros, morenos y mulatos tuvieron la oportunidad de reunirse y
compartir una identidad y un sentido de comunidad, donde la solidaridad se
valoraba de manera especial. Así, sin duda, ser parte de estas hermandades les
permitió no sólo generar relaciones con otros africanos y afrodescendientes,
sino cumplir con las demandas religiosas cristianas aceptadas por las
autoridades novohispanas. Las cofradías se aprovecharon también como una forma
de resistencia cultural, donde se conjugaron distintos elementos.
En las
confraternidades del siglo XVII había personas de distintas adscripciones
étnicas o denominaciones de procedencia, por ejemplo, personas congo, biáfara,
wolof, bañol,zape, menguela, entre otros. Por ello podemos decir que las
cofradías eran pluriétnicas. Además, reunían tanto a personas libres como
esclavizadas, y de distintas calidades (negros, morenos, mulatos y en ocasiones
mestizos), por lo que se puede considerar que buscaban agrupar a africanos y
afrodescendientes sin importar su condición o calidad.
Aunque
fueron las autoridades novohispanas quienes comenzaron por imponer tal
separación, las personas de origen africano aprovecharon esa diferenciación
para desarrollar una religiosidad y una organización social propia que se
basaba en las instituciones de origen europeo. Ello se observa en algunas
prácticas como los entierros y el rezo por los negros bozales, lo cual sólo
puede comprenderse como parte de una cofradía que compartiera un hecho
fundamental: el provenir de África o —al menos— descender de africanos. Y con
ello no se está afirmando que se tratara de un grupo homogéneo, por el
contrario, la diversidad étnica que implica el provenir de África, así como las
características personales, sin duda marcaban las relaciones sociales.
La
conformación de un grupo que compartiera una identidad social es un fenómeno
sumamente complejo. Sólo de esa manera se puede comprender la existencia de
conflictos al interior de agrupaciones de negros y mulatos que, por otro lado,
compartían un sentimiento de comunidad y solidaridad. Sin este tipo de
sentimientos, es difícil que se hubieran presentado alzamientos, motines y
rebeliones. De otra manera no podría explicarse que africanos y
afrodescendientes se hayan manifestado cuando una esclava negra fue asesinada a
golpes por su amo, que escogieran reyes y reinas, que se prohibieran sus
cofradías en tiempos de tensión, que se solicitara que no se reunieran más de
tres, que se les acusara de jugar y apostar los bienes de sus amos, que
aquellos que eran libres fueran culpados de ocultar y ayudar a esclavos huidos,
y que eligieran tener hijos, parejas, padrinos y compadres con personas de su
mismo origen y condición [Masferrer, 2009].
Los
alzamientos de principios del siglo XVII no fueron simples rumores, y si acaso
lo fueron, de cualquier manera es fundamental considerarlos por las
consecuencias que tuvieron. Las ordenanzas y relatos sobre los alzamientos
muestran que las cofradías tenían tal fuerza de organización y reproducción
cultural que, tanto las autoridades como la sociedad en general, temían que
originaran rebeliones. Este temor es reflejo de las relaciones sociales que a
partir de ellas se generaban y de la oportunidad que ofrecían de integrar
elementos propios a las actividades religiosas permitidas por la Iglesia.
Mientras rezaban por las ánimas de los negros bozales, las cofradías les
permitían mantener un vínculo con la tierra de la cual procedían y establecer
relaciones sociales entre personas del mismo grupo socioétnico, a la vez que se
integraban a la sociedad novohispana.
BIBLIOGRAFÍA
Adams,
Richard 1995 Etnias en evolución social: estudios de Guatemala y
Centroamérica, México, UAM.
Aguirre
Beltrán, Gonzalo 1972 La población negra de México, México, FCE.
Alberro,
Solange 1994 "Las representaciones y realidades familiares de los negros
bozales en la predicación de Alonso de Sandoval (Cartagena de Indias, 1627) y
Nicolás Duque de Estrada (La Habana, 1796)", en Pilar Gonzalbo y Cecilia
Rabell (comp.), La familia en el mundo iberoamericano, IIS-UNAM,
México, pp. 73-89.
----------
2004 Inquisición y sociedad en México, 1571-1700, México, FCE.
AGN
Archivo General de la Nación.
Barth,
Frederik 1976 "Introducción", en Frederik Barth (comp.), Los
grupos étnicos y sus fronteras, México, FCE.
Bartolomé,
Miguel 1979 "Conciencia étnica y autogestión indígena", en Indignidad
y descolonización en América Latina, Documentos de la 2ª
reunión de Barbados, México, Nueva Imagen, pp. 309-324.
Bazarte,
Alicia 1989 Las cofradías de españoles en la Ciudad de México
(1526-1869), México, UAM.
Candido, Mariana 2011 "Tracing
Benguela Identity to the Homeland" en Ana Lucia Araujo, Mariana Candido,
Paul Lovejoy, (eds.), Crossing Memories. Slavery and African Diaspora, Africa
World, pp. 183-208.
Chávez
Carbajal, María Guadalupe 1994 "La negritud en Michoacán, época
colonial" en Presencia Africana en México, México, 1997, pp.
119-124.
Chimalpáhin,
Domingo 2001 [1624] Diario, Paleografía y traducción de Rafael
Tena, México, Cien de México-Conaculta.
Diccionario
de Autoridades 1987 [1732] Editorial Herder, Barcelona, vol. A-C.
Gage,
Thomas 1994 [1648] Nuevo reconocimiento de las Indias occidentales,
México, Conaculta.
Galván
Rivera, Mariano (pub.) 1859 [1585] Concilio III Provincial Mexicano,
celebrado en México el año 1585, confirmado en Roma por el Papa
Sixto V, mandado observar por el gobierno español, en diversas órdenes, México.
Gemelli
Careri, Giovanni F. 1976 [1700] Viaje a Nueva España, México,
UNAM.
Germeten, Nicole von 2006 Black
Blood Brothers. Confraternities and social mobility for Afro-mexicans, Florida,
University of Florida.
---------- 2009 "Mulatto Identity in
New Spain's Confraternities", en Ben Vinson III y Matthew Restall
(eds.), Black Mexico: race and society from colonial to modern times,
Nuevo México.
Gonzalbo
Aizpuru, Pilar 1993 Historia de la familia, México,
UAM-Instituto Mora.
----------
2009 "Reflexiones sobre el miedo en la historia" en Pilar Gonzalgo,
Anne Staples, Valentina Torres Septién (eds.), Una historia de los usos
del miedo, México, Colmex, pp. 21-36.
Guevara
Sanginés, María 2005 "El proceso de liberación de los esclavos en la
América Virreinal" en Juan Manuel de la Serna (coord.), Pautas de
convivencia étnica en la América latina colonial (Indios, negros,
mulatos, pardos y esclavos), Guanajuato, CCYDEL-UNAM, Gobierno de Guanajuato,
pp. 111-162.
Gutiérrez,
Ildefonso Sin año [a] "Las cofradías de negros en la América Hispana.
Siglos XVI-XVIII", en http://www.africafundacion.org/spip.php?auteur54.
----------
Sin año [b] "Los negros y la iglesia en la España de los siglos XV y
XVI", en http://www.africafundacion.org/spip.php?auteur54.
Israel,
Jonathan 2005 Razas, clases sociales y vida política en el México
colonial, 1610-1670, México, FCE.
Lorenzana,
Francisco Antonio 1769 [1555 y 1565] Concilios Provinciales, Primero y
Segundo, celebrados en la muy noble, y muy leal Ciudad de México,
Presidiendo el ILLmo y Rmo. Señor D.F Alonso de Montúfar, en los
años 1555, y 1565, México.
Martínez
Montiel, Luz María 1992 Negros en América, México, Colecciones
Mapfre.
Martínez
Montiel, Luz María y Juan Reyes (eds.) 1993 Memoria del III Encuentro
de Afromexicanistas, Colima, Conaculta.
Martínez
Domínguez, Héctor 1977 "Las cofradías indígenas en la Nueva España",
en Primer Anuario del Centro de Estudios Históricos, Xalapa,
Universidad Veracruzana, pp. 54-71.
Masferrer
León, Cristina 2009 Familia, niñez e identidad social entre los
esclavos de origen africano de la ciudad de México en la primera
mitad del siglo XVII, tesis de licenciatura en Etnohistoria,
México, ENAH.
Naveda,
Adriana 2001 "De San Lorenzo de los negros a los morenos de Amapa:
cimarrones veracruzanos, 1609-1735", en Rina Cáceres (comp.), Rutas
de la esclavitud en África y América Latina, San José de Costa
Rica, Universidad de Costa Rica, pp. 157-174.
Negro,
Sandra y Manuel Marzal (comp.) 2005 Esclavitud, economía y
evangelización. Las haciendas jesuitas en la América Virreinal, Lima,
Pontificia Universidad Católica del Perú
Ngou-Mvé,
Nicolás 2008 "Mesianismo, cofradías y resistencia en el África Bantú y
América Colonial", en http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/aladaa/nico.rtf.
Palmer, Colin 1976 Slaves of the
White God. Blacks in Mexico, 1570-1650, Londres, Harvard University.
Rodríguez, Junius 2007 Encyclopedia
of slave resistance and rebellion, Westport, Greenwood Group.
Roselló
Soberón, Estela 1998 La cofradía de los negros: una ventana a la
tercera raíz: El caso de San Benito de Palermo, tesis de
licenciatura en Historia, México, FFYL-UNAM.
----------
2000 "La Cofradía de San Benito de Palermo y la integración de los negros
y los mulatos en la ciudad de la Nueva Veracruz en el siglo XVII", en
María Alba Pastor y Alicia Mayer (coords.), Formaciones religiosas en
la América colonial, México, UNAM, pp. 229-242.
Sandoval,
Alonso de 1987 [1625] Un tratado sobre la esclavitud, Enriqueta
Vila Vilar, traducción y paleografía, Madrid, Alianza.
Serna,
Juan Manuel de la 2005 "Integración e identidad, pardos morenos en las
milicias y cuerpo de lanceros de Veracruz en el siglo xviii", en Juan
Ortiz Escamilla, Fuerzas militares en Iberoamérica siglos XVIII y XIX,
México, El Colegio de México, El Colegio de Michoacán, Universidad Veracruzana,
pp. 61-74.
Serrano,
Lilia 1993 "Población de color en la ciudad de México. Siglos XVI y
XVII", en Luz María Martínez Montiel y Juan Carlos Reyes, Memoria
del III Encuentro de Afromexicanistas, CNCA, pp. 72-88.
Velázquez,
María Elisa 1998 Juan Correa: mulato libre, maestro de pintor,
Conaculta, México.
----------
2006 Mujeres de origen africano en la capital novohispana, siglos XVII y XVIII,
México, INAH, PUEG-UNAM.
Vetancourt,
Agustín de 1982 [1697] Chronica de la Provincia del Santo Evangelio de
México. Cuarta parte del Teatro Mexicano: de los sucesos religiosos,
Copia facsimilar por Doña María de Benavides viuda de Juan de Ribera, México,
Porrúa, segunda edición facsimilar.
Vinson III,
Ben 2005 "Los milicianos pardos y la relación estatal durante el siglo
XVIII en México", en Juan Ortiz Escamilla, Fuerzas militares en
Iberoamérica siglos XVIII y XIX, El Colegio de México, El Colegio de
Michoacán, Universidad Veracruzana, México, 2005, pp. 47-59.
Zedillo,
Antonio 1993 "Presencia de África en América Latina. El caso de
México", en Luz María Martínez Montiel y Juan Reyes (eds.), Memoria
del III Encuentro de Afromexicanistas, Conaculta, pp. 208-210.
1 Si
bien Germeten señala que su fundación fue en 1600, Agustín de Vetancurt
menciona que en 1599 ya existía esta cofradía. Germeten, op. cit.:83;
Vetancourt, 1982:36 [1697].
2 Se
trata de una cofradía con el mismo nombre: "Cofradía de Nuestra Señora de
la Conce[p]ción" [AGN, Indiferente Virreinal, caja 6486, exp.
040, f. 1]. No se puede asegurar que sea la misma, pero parece que así era
porque corresponden a la misma temporalidad.
3 Podría
referirse a "Benguela", un puerto en Angola, v. Mariana
Cándido, 2011, pp. 183-208. El nombre también tiene similitud a
"bengala", sin embargo el nombre "Juan Congo" no parece
indicar una relación con la India, de donde probablemente proviene el nombre
"bengala". Gonzalo Aguirre Beltrán, 1972, p. 50, 147.
4 Como
bien lo demuestra Barth, con su concepto de fronteras étnicas, la interacción o
la aceptación de nuevas normas no implica la desaparición de un grupo social
sino que éste se define por los límites étnicos que se construyen entre los
grupos que conviven. Frederik Barth, 1976.
5 De
acuerdo a Pilar Gonzalbo "la ignorancia agrava las situaciones de miedo,
provoca inseguridad, trastorna la razón y engendra violencia" [Gonzalbo,
2009:33].
6 Aunque
no se indica la advocación de la cofradía parece ser que se trataba de una
cofradía a "Nuestra señora de la Merced", o al menos de que estaba en
el Convento de la Merced. V. Rodríguez, 2007, pp. 321-322 .
7 "En
la diversidad de los miedos no es sencillo discernir los miedos naturales y los
culturales, porque los miedos culturales tienen su origen en miedos
reales[...]" [Pilar Gonzalbo, 2009:32].