MEIGA
Meiga es el nombre
que se da en Galicia y en zonas colindantes de León y de Asturias, a la bruja o
a la hechicera cuyo cometido es megar o enmeigar, es decir, hacer
el mal a personas y animales, para lo
que establece un “pacto con el diablo”. Según el antropólogo Carmelo
Lisón Tolosana, la meiga no debe
confundirse con la bruxa, que
hace el bien y es capaz de deshacer los conjuros maléficos y el mal de ojo de
las meigas. 1.
El Sabbat de las brujas (1606) de Frans Francken el Joven.
Historia
La referencia más antigua de la
existencia de personas que en Galicia recurren a algún tipo de magia es de
finales del siglo XIII: un sínodo reunido en Santiago de Compostela en 1289
prohíbe a los clérigos, bajo ciertas penas, que sean adivinos, augures,
sortílegos y encantadores. La prohibición se extiende a tofo tipo de personas
en el siglo siguiente bajo la pena de excomunión. 2
En el siglo XVI se menciona la
existencia de mujeres hechiceras que hacen hechizos y maleficios a los
hombres. El sínodo del Obispado de
Orense celebrado en 1543-1544 proclama la excomunión de todas aquellas
“personas así varones como mujeres, [que] queriendo saber lo que no saben, o lo
que ha de ser… va[n] a encantadores,
hechiceros y hechiceras”. El sínodo denuncia que al estar el “santo olio… en la
pila del bautismo, hechiceros y hechiceras con sacrílega temeridad y
atrevimiento diabólico lo han hurtado para mezclar con sus hechizos y
supersticiones erróneas”. Por otro lado ni la palabra bruxa ni la palabra meiga
aparecen en la documentación de la época. 3
El tribunal de la inquisición
española de Santiago de Compostela, que comenzó a actuar en la segunda mitad del siglo XVI, se
ocupó de los hechiceros y de las hechiceras. Los primeros casos datan de 1565
cuando se acusó a un sastre de “hechicero” e “invocador de demonios”, al que
acudía la gente para preguntarle “cosas futuras y escondidas” y a un ciego de
ser “hechicero e invocador de demonios que llamaba {en sus conjuros y
prácticas] a… Belcebú”. En un tercer caso se menciona, probablemente por
primera vez, a las brujas, cuando un campesino acusado de invocar a
“Satanás y a Barrabás” declara que
le habían llevado un joven para que lo curara y que “eran tres brujas [las
que] hacían mal al muchacho. 4
En los casos de los que se ocupó el
tribunal de Santiago durante el resto del siglo XVI a los acusados de practicar
la magia se les llama “hechiceros” y
“hechiceras”, pero algunos de ellos habrían sido considerados brujos y brujas
por otros tribunales debido a los “tratos” que mantenían con el demonio. En
1579 una hechicera es interrogada y torturada por “haber tenido invocaciones,
tratos y cópula con el demonio”, en 1582 otra “hechicera e invocadora de
demonios” “confesó el pacto que tenía con
el demonio y cómo a veces… había tenido con él acceso carnal, unas veces de día
y otras de noche y haberse ofrecido [en] cuerpo y ánima al demonio,
ofreciéndole así mismo la sangre del dedo” O más claramente en el caso de
un “hechicero… [que] iba donde andaban
las brujas… de noche”. 5
A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII estudiando
las actas de los procesos de la Inquisición se puede observar que se empieza a
distinguir entre hechicera y buja, como ha destacado Carmelo Lisón.
El concepto de hechicera se relaciona
“más con la manipulación de ensalmos, hierbas, nóminas, bendiciones, filtros,
polvos, pelo, ropa, incienso, tierra de cementerio, agua bendita, conjuros,
ligar y desligar, etc., mientras que el de bruja va adquiriendo características
demoníacas (hacer el mal, vuelos y reuniones nocturnas, pacto y acceso carnal con el demonio, muerte de
niños, etc.)” En el caso de una mujer a la que sus vecinos le llaman bruja sin
que ella lo niegue que le gritó a uno de
ellos “que le había de hacer cosa que no
medrase en su vida”, o de otra que también es acusada por sus vecinas de “que tenía fama de bruja y se lo llamaban y
ella los sufría y lo debía de ser porque había[n] visto cómo había amenazado a
una mujer de que se lo había de pagar y hacer que no viese ni pudiese ganar de
comer y que había sucedido que dentro de ocho días se le soltó a la amenazada
mucha sangre por la boca y tuvo los ojos para perder”. También la palabra
bruja empieza a ser usada a nivel popular, como lo contrario a una mujer “honrada y limpia” moralmente. 6
A partir de 1612, solo dos años
después del proceso de las brujas de
Zugarramurdi en Logroño, la actividad del tribunal de la Inquisición de
Santiago se dirige más contra las “brujas” que contra las “hechiceras”. Y es
precisamente en esa segunda década del siglo XVII cuando aparece la palabra meiga
para referirse a la bruja maléfica cuyo propósito es enmeigar, es decir, hacer el mal a
personas y animales. 7
En las décadas siguientes la
bruja-meiga reproduce los rasgos de la idea de bruja que predomina entonces en
Europa Occidental y que llega a Galicia a través de la brujería vasca. Así en las actas del tribunal de Santiago aparecen
todas las fantasías atribuidas en Logroño a las brujas de Zugarramurdi: “respetan una jerarquía entre ellas, se
untan para salir de casa y volar, reniegan de la fe y cumplen con el ósculo infame y, así mismo, después de
la apostasía tienen relación carnal con el demonio (en figura de cabrón) por
sus partes traseras”, “se casan con
el diablo que las marca con la uña por suyas, destruyen los frutos de los campos en salidas nocturnas, matan a niños,
entran en aposentos para poner hechizos a los que duermen y para consumirles la
vida”. Se reúnen junto a una fuente de cangas en la “noche de San Juan”. 7
Grabado de 1498 que
representa a unas brujas preparando una poción en un caldero para provocar una
tormenta.
La meiga en la cultura popular gallega
Diferencias entre meiga y bruxa
El antropólogo Carmelo Lisón Tolosana
es sus estudios sobre la brujería gallega diferencia entre meiga y bruxa. La gente
acude a la bruxa cuando piensa que
detrás de lo que le sucede hay una voluntad oscura, perversa y dañina que hay
que identificar para atajarla. La experta en ese mundo no natural es la bruja,
que no solo puede averiguar quién ha echado el mal de ojo o el hechizo maléfico sino que tiene el poder
decontrarrestarlo. Como destaca Carmelo Lisón, “allí donde está el mal ataca la
bruja convirtiéndose, de esta manera, en abanderada del bien”. Para combatirlo
se sirve de conjuros, recitaciones e invocaciones a poderes ocultos, aunque
aquí reside la “ambigüedad moral” que define siempre a la bruja, ya que al
conocer ese mundo también lo podría utilizar para causar el mal, que es
precisamente lo que la diferencia de la meiga.
8
La meiga es la bruja
satánica cuyo cometido es causar el mal en virtud del pacto que tiene con el
demonio. En las encuestas llevadas a cabo por Carmelo Lisón, la meiga para los
entrevistados es “mala, dañosa”, “con potestad… para dominar… a personas”, con
“poder de hacer el mal”, “ofenden”, “hacen perder el sentido”, “quitan la
salud”, “enferman a un vecino o a un animal”, “secan a los niños”, “destruyen
el fruto… y la pesca”, “envidian”, o “echan la mala suerte en casa”. Y todos
coinciden que su poder le viene del demonio –cuando les mira una mujer que
tienen por meiga dicen: vioume o demo, “me ha visto el
demonio”-. Sus dos notas esenciales y distintivas son que envidian y aojan, no sólo a las personas sino a
sus pertenencias –a su casa y a su ganado-. Según Carmelo Lisón, por envidia
se entiende “una mala idea o mal pensamiento siempre intencional, una
voluntad perversa junto con una emotividad
que consiste en puro deseo del mal, en querer hacer el mal, de forma
gratuita y satánicamente. Su objetivo puede ser también la venganza por
agravios reales o supuestos”. 9
En conclusión, según Carmelo Lisón:
Cuando la
bruja es requerida para deshacer la envidia opera de un modo simbólico del
restablecimiento del orden, de la salud, de la vida. Contrariamente, la meiga
equivale a las fuerzas que quiebran la armonía de las partes con el todo, las
que introducen el desorden, la enfermedad y la muerte. Aquélla suele asociarse
a la altura, la luz y lo sagrado, ésta con lo ínfimo, oscuro y satánico,
operando en la impunidad de su acción a distancia. La justicia y el sentido de
equidad están de parte de la bruja; la envidia y la injusticia no se apartan de
la meiga que a su vez cristaliza el descontento y la inferioridad, mientras que
aquélla condensa la igualdad y la libertad. Amistad/hostilidad, ayuda
benévola/competición agresiva, serenidad/ansiedad, felicidad/desgracia,
moralidad/inmoralidad son otros tantos sistemas sémicos que acompañan a bruja y
meiga, respectivamente.
Tipos de
meigas
Se dice que hay un gran número de
ellas, cada una con diferentes poderes:
Meigas chuchonas (0 chupadoras): son las más
peligrosas, y se presentan con distintas caras o transformadas en vampiros,
insectos, como abejorros. Chupan la sangre a los niños y les roban los untos (grasa corporal) para ser
empleados en la elaboración de ungüentos y pociones.
Asumcordas o brujas callejeras: espías de la
gente y vigilantes de quienes entran y salen de las casas.
Marimanta: es la meiga del saco, roba niños y
los hace desaparecer.
Feiticeira (Hechicera): viven cerca de los ríos y riachuelos, aunque anciana, su aspecto no
repele, posee una voz muy bella que con sus cantos hipnotiza a los chicos que
se acercan al río y hace que se vayan metiendo en el río, donde al fín se
ahogaran.
Lavandeira: esta meiga sorprende al caminante que
pasa por un lavadero, invitando a este a que la ayude a escurrir las prendas
que lava, tintas de sangre todavía tibia, a consecuencia, según se dice, de un
mal parto. La persona ha de tener cuidado de torcer la ropa en el mismo sentido
que ella, porque de lo contrario, la desgracia caerá sobre su casa.
Lobismuller (mujer loba): tienen que haber nacido
en Nochebuena o Viernes Santo, o bien serf la séptima o novena de una familia
donde todas las hijas son mujeres.
Vedoira: es esbelta y agradable en el tacto. Posee
facultades adivinatorias, y son expertas en contactar con el más allá para decir
si alguien fallecido está gozando eternamente en el Cielo o si aún penan en el
Purgatorio.
Voladoira: vuela y hace piruetas acrobáticas
en el cielo.
Cartuxeira: saon meigas echadoras de cartas,
que siempre aciertan en sus vaticinios.
Agoreira: estas meigas envejecen
prematuramente, pero viven muchísimos años.
Dama de castro: estas meigas viven bajo castros
milenarios o bajo tierra en un castillo de cristal, llevan siempre un largo
vestido blanco de cola y siempre atienden a solicitudes de la gente. Ya que
goza de bienestar y fortuna tipo de halago o favor sirven para recibir de ella
consejos o regalos; al contrario suelen aparecerse a personas afligidas por alguna
situación difícil de su vida, y a esas personas otorga sus favores.
Métodos para
protegerse de las meigas
Para defenderse de ellas y de sus
hechizos existen amuletos que pueden colocarse en las casas o colgarse del cuello del afectado. Estos son algunos de
ellos:
·
Colocar una escoba vuelta del revés
tras la puerta de la entrada.
·
Llevar un diente de ajo, una castaña
pilonga. Llevar una higa (mejor de
azabache compostelano) colgada del cuello o unos cuernos de vacaloura (un tipo
de escarabajo)
·
Tener en casa tierra bendita de los
cementerios o ramas de laurel bendito el Domingo de Ramos.
·
Buscar garras de fieras o dientes de
lobo.
·
Poseer en forma de varitas, colgantes
o pectorales, trozos de azabache, ámbar y distintas piedras capaces de rechazar
los venenos y encantamientos.
·
Tradicionalmente se cree que saltando
la cacharela de San Juan tres veces o
múltiplo de tres se espanta a las meigas.
Es muy popular la frase, “Eu
non creo nas meigas, mais habelas, hainas” (Yo no creo en las meigas,
pero haberlas, las hay”), que resume a la perfección el equilibrio del carácter
gallego entre los práctico, la incredulidad y el misticismo.
El meigallo es el hechizo
que realizan las meigas. Un ensalmo muy común es “meigas fora”, que es acompañado del gesto de la higa.
La meiga en
América
En la provincia de
Chiloé de Chile, conocida en los primeros tiempos de la colonia como Nueva
Galicia, la creencia en meigas fue probablemente introducida por los
conquistadores de origen gallego durante los siglos XVI y XVII. En esta región
reciben la denominación de meicas, y
la diferencia de las meigas gallegas, se asocian a curanderas benignas
asimilables a las machis del pueblo huiliche, con quienes los conquistadores
coexistieron y se mezclaron. Como figura secundaria, también en esta zona subsiste
la creencia en la voladora.
Referencias
1. Lisón
Tolosana, 1993,
pp. 299-324.
2. ↑ Lisón
Tolosana, 1993,
p. 299.
3. ↑ Lisón
Tolosana, 1993,
p. 300.
4. ↑ Lisón
Tolosana, 1993,
pp. 300-301.
5. ↑ Lisón
Tolosana, 1993,
p. 301-302.
6. ↑ Lisón
Tolosana, 1993, pp. 302-303.
7. ↑ Saltar
a:a b Lisón
Tolosana, 1993,
p. 304.
8. ↑ Lisón
Tolosana, 1993,
p. 310-316.
9. ↑ Saltar
a:a b Lisón
Tolosana, 1993,
pp. 316-322.
Bibliografía
·
Lisón Tolosana, Carmelo (1992). Las brujas en la historia de España.
Madrid: Temas de Hoy. ISBN 84-7880-219-3.
https://es.wikipedia.org/wiki/Meiga