lunes, 15 de enero de 2018

HILDEGARD VON BINGEN
VIDA Y OBRA (1)

CONTEXTO HISTÓRICO SIGLO XII

LOS MONASTERIOS

Hasta el año mil, la cultura era episcopal, aristocrática y principesca: La Iglesia evolucionó a partir del siglo XII gracias al papel activo de los monasterios, los cuales no sólo conservaron el patrimonio cultural en Occidente, sino que lo ampliaron, a diferencia del alto clero, cada vez más politizado e indiferente a la cultura y a la espiritualidad. Así, los monasterios se transformaron en el siglo XII en centros de gran poder religioso y temporal: aseguraban la distribución de alimentos a personas necesitadas y, por su organización económica, crearon grandes beneficios rurales. Contaban con escuelas y talleres para la formación de oficios: por un lado estaban los artesanos y, por el otro, los amanuenses dedicados a la copia de códices, decisivos en la labor de difusión cultural y artística. Este movimiento tuvo como punto de partida el año 910, fecha de la fundación del monasterio de Cluny, en  Borgoña; se restableció la Regla benedictina(2); el éxito fue tal entre las clases altas que muchos nobles participaron en la fundación de claustros.
(1) Martínez Lira, Verónica y Alejandra Reta Lira, El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra, México, UNAM, Edit. Espejo de viento, 2003, pp.xxxiii-xlix.
 (2) San Benito, creador de la Regla benedictina, nació en 480 en Nursia, Italia, a fines del siglo V d. C. Dejó todo y se fue a vivir a una cueva en la región de Subiaco, no lejos de Roma. Al cabo de tres años fundó varios monasterios. Cerca del año 529 se trasladó a Montecassino, donde fundó uno más y en éste residió hasta su muerte. Ejerció gran influencia en sus discípulos y en los habitantes de la región vecina; fue allí donde escribió la Regla maestra del monacato cristiano occidental. Esta Regla fue escrita para ordenar la vida de los monjes que vivían en la comunidad, para orientarlos hacia la oración, hacia el encuentro personal e íntimo con Dios. 
      La fuerza que poseía dicha orden la llevó a innovar la política eclesiástica; consiguió que las comunidades quedaran exentas de la jurisdicción episcopal, y que sólo dependieran de la Santa Sede. La consecuencia natural fue un gran desarrollo artístico en iglesias y claustros. San Bernard de Clairvaux, (3) quien criticaba toda expresión de suntuosidad, los comparó con un desierto, símbolo preferido de los cartujos, (4) que ven la tierra desértica como lo que está falto de sustancia y por lo tanto escapa de la corrupción.
(3) San Bernard de Clairvaux (1090-1153). Teólogo francés, místico y doctor de la Iglsia. Fundó la abadía de Clairvaux, en Francia, dentro de la orden del Císter. Apoyó la candidatura del Papa Inocencio III y a la orden del Temple, y ejerció una considerable influencia sobre los pontífices romanos y sobre el orbe cristiano medieval; fundó ciento sesenta y siete monasterios cistercienses en Europa. 
(4) La orden de los cartujos fue fundada por el canónigo Bruno, quien con varios compañeros se retiró en el año 1084 a Grenoble, sede de la Gran Cartuja. Guido I, quinto prior, redactó las Costumbres de la orden de los cartujos en 1137; en ellas recogió las enseñanzas dadas de viva voz por San Bruno. La tendencia se inclinaba, básicamente, a la sencillez.
     La vida secular fue una vocación y no una profesión; por ello, esta época vino a ser la edad de oro de la vida contemplativa: los escritores místicos establecían un perfecto silencio interior: todo cuanto había en la naturaleza lo vieron cargado de contenidos simbólicos que relacionaron con la vida del alma y con la historia de la humanidad.

     La Regla organizaba la vida comunitaria tanto en lo material como en lo espiritual, y ello también determinó la distribución de los espacios. Entre los elementos a destacar en el conjunto monacal estaban: la iglesia, lugar de la oración comunitaria; el refectorio, donde se reparaban las fuerzas vitales, se meditaba y se leía. El capítulo treinta y ocho de la Regla benedictina recomienda:

ü      Guárdese un silencio tan exacto que no se oiga ni hablar ni musitar a ninguno, sino sólo al que lee.
     San Benito dice sobre la lectura en las comidas:


ü     Centra el monje con una aplicación a las cosas de la piedad y de la inteligencia, distrayéndolo de la satisfacción animal de beber y comer, y evita las discusiones y conversaciones superfluas.

     La Regla de San Benito es la columna vertebral del monaquismo occidental desde hace quince siglos: el sueño del comunismo ideal encuentra su realización en los monasterios benedictinos. El abad debe mezclar el rigor de un maestro y el afecto de un padre. La oración es la actividad más importante del monje, la que requiere lo mejor de su tiempo y lo más elevado de su talento, escribió San Benito.

   La espiritualidad benedictina puede reducirse a tres disposiciones esenciales: fe, humildad y obediencia. El monje debe de recordar que Dios siempre está observándolo; debe practicar la paciencia; confesar los malos pensamientos; cuidar al enfermo; recibir a los huéspedes; ser modesto en el comportamiento; cuidar de no hacer ruido: Conviene ejecutar con discreción los gestos cotidianos. Cerrar con cuidado las puertas, lavar la loza sin chocar los platos, evitar sonarse ruidosamente o estornudar con estruendo. Todo ello es por respeto al silencio del otro; el monje debe ser prudente con las palabras: No se puede evitar el pecado si se habla mucho. Deben evitarse las risas ruidosas, los gritos y gestos excesivos al hablar. En cuanto a las bufonerías, chocarrerías, palabras ociosas, dichos atrevidos, notas ligeras de cantinela o la cháchara de pájaros parlanchines que provocan grandes risotadas, Benito los suprime. La actitud del monje debe manifestar una mezcla de sobriedad y alegría; no se trata de proscribir la risa, sino cierta vulgaridad anímica y de tono; el monje ha de practicar un silencio interior que traspase el intelecto, que renuncie a la palabra: Cuando se agoten las olas de emociones, los recuerdos, los atrevimientos, los deseos, la danza de los pensamientos, cuando se apaguen las luces y desaparezcan las sombras, cuando se caiga el manto de las ilusiones y vanidades, el monje se encontrará sólo y desnudo en el vacío azul.

   El claustro fue concebido como un espacio sagrado. La orientación de los espacios era conveniente con la necesidad de estar cerca de Dios, es decir construían un microcosmos: un espacio que disponía de numerosos elementos simbólicos, portadores, sin duda, de un profundo mensaje.

     La simetría espacial plasmaba la idea del espíritu benedictino hacia la armonía general. El claustro fue configurado como la Jerusalén Celeste descrita en el Apocalipsis: el centro estaba señalado con un pozo, un árbol, una fuente o una columna, para indicar que ahí había un ómphalos o centro de unión con los niveles cósmicos.


LOS MANUSCRITOS MEDIEVALES

En la Edad Media, la mayoría de los libros eran litúrgicos y se usaban en las iglesias y los monasterios; eran vistos como propiedad del santo patrono para asegurar su pertenencia a una comunidad particular. La necesidad de nuevos libros aparecía cuando se fundaba un monasterio: los monjes se proveían de los más urgentes y otros empezaban a copiarse de inmediato.

     Desde el siglo XII, algunos eran producidos para individuos; esto confirma la existencia de un público lector, cuyos pedidos fueron los responsables del aumento en la producción de manuscritos.

Existían varios tipos:

Ø  Los de misioneros contenían enseñanza cristiana, ilustraciones y manuales con recomendaciones prácticas para los pastores;

Ø  Los códices estaban ricamente decorados: se exponían y formaban parte de los tesoros reales o de los regalos para diplomáticos.

Ø  Las bibliotecas monásticas fueron receptáculos de glosas y volúmenes separados de Biblias, escritos de padres de la Iglesia, trabajos de autores antiguos y contemporáneos, reglas monásticas, breviarios, salterios, antífonas y otros libros de liturgia.

Ø  El auge de las universidades, fundadas apenas un siglo antes, creó la necesidad de volúmenes de uso educacional;

Ø  Existían manuales legales, astronómicos, poemas didácticos, libros sobre naturaleza e historia;

ØAparecieron textos de cocina, tratados morales, crónicas de las casas reales y de romances caballerescos que leía la gente común.

Ø  Los aristócratas elegían temas antiguos: biografías de santos, relatos de viajes, historias y crónicas.

Ø  Había un tipo de manuscrito peculiar al que se le denominaba libro de patrones: era atribuido a un artista en particular, contenía firma y dibujos de alta calidad.

     Los pergaminos se hacían con piel de vaca o de borrego blanco. Un buen pergamino debía ser suave, aterciopelado, flexible y tenía que durar más de mil años en perfectas condiciones.

    Los renglones eran una guía para el copista o escriba. Entre más elegante era el libro, más elaborados eran sus renglones. Los manuscritos iluminados tenían cuadrículas. Hasta el siglo XII, la mayoría de los manuscritos fue reglada con la punta de un cuchillo.

     Las mejores plumas probaron ser las últimas cinco del ala de un cisne o de un ganso. Para una persona diestra, la pluma más cómoda era la del ala izquierda, porque contenía una curva natural. Las plumas recién removidas se dejaban secar por unos meses, posteriormente la punta se afilaba de los lados quedando cuadrada. En un día de trabajo el escriba afilaba su pluma unas sesenta veces.

     La tinta era de carbón o de algún químico metálico, usualmente de hierro mezclado con ácidos tánicos y sulfato. La roja se usaba para títulos o para la corrección de los textos. La azul y la verde eran raras, ya que las hacían de lapislázuli.

     Los escritorios estaban inclinados, pues para escribir se requería el movimiento de todo el brazo: el escriba sostenía un cuchillo en la mano izquierda para borrar los errores, antes de que la tinta penetrara, y también para detener el pergamino y no ensuciarlo.


     El oro podía aplicarse en hoja, en polvo o en concha de oro. La hoja era empleada encima de un diseño hecho con pegamento; el polvo, sobre un yeso pegajoso que permitía diseños tridimensionales que captaban la luz desde varios ángulos a la vez; la concha de oro era polvo mezclado con goma arábiga y se aplicaba con brocha.

     A principios de la Edad Media los escritos estaban hechos en un solo tipo de letra. Al pasar los años comenzaron a usarse diferentes tipografías para separar los comentarios del texto. El título y los subtítulos se hacían en una letra decorativa que resultaba difícil de leer. Para facilitar el copiado de un manuscrito se usaban abreviaturas. En los textos medievales del primer milenio las palabras no estaba separadas, no había división de párrafos. Posteriormente, se implementaron los signos ortográficos al margen.

     Los libros de estudio no tenían decoración; la caligrafía era muy legible y el texto se dividía en capítulos y versos. Empezaron a utilizarse los márgenes para indicar cambio de tema o para hacer anotaciones.

     El texto se acomodaba en una columna central estrecha, y las glosas, escritas en letras más pequeñas y a veces en cursiva, en ambos lados. Los libros con ilustraciones eran diferentes; la imagen tenía la posición centra. El manuscrito más antiguo es del siglo V y el auge de la ilustración comenzó a partir del siglo XVI.

     En los inicios de la Edad Media la mayoría de los pintores eran monjes, ocasionalmente monjas y a veces laicos. A fines del siglo XII aparecieron artistas dedicados a la iluminación: eran contratados para trabajos especiales y empezaron a firmarlos libros como obras de arte. Se fundaron talleres donde el maestro hacía la composición del dibujo, los aprendices delineaban los trazos o hacían los trabajos más arduos. Las letras iniciales eran decoradas con una escena, por lo que se les llamó iniciales históricas. Terminado el texto se hacía un boceto del dibujo: primero se aplicaba el oro, después se reforzaba delineándolo con tinta y finalmente se coloreaba; después se cubría con pegamento animal disuelto en agua para resaltar los colores.

     La encuadernación era muy rústica y a veces inexistente; los manuscritos se cosían con tiras de cuero que corrían horizontalmente por el lomo del libro. Existían textos cubiertos con textiles y brocados, con metales preciosos y joyas, o con esmaltes y pinturas. Los inventarios medievales que describen las encuadernaciones dan la impresión de que las bibliotecas privadas y las iglesias de los grandes monasterios estaban llenas de finas encuadernaciones multicolores.

     Al conocer este proceso uno se imagina a Hildegard y sus colaboradores, el monje Volmar y la hermana Richardis von Strade, escribiendo y corrigiendo Scivias durante diez años; o al Papa Eugenio III leyendo el manuscrito, todavía sin ilustraciones, frente a un sínodo en Trier. (5)

(5) Era una asamblea importante la que se reunió en Trier a finales de 1147. A dicha asamblea asistieron obispos, cardenales, abades entre ellos Bernard de Clairvaux, personalidad sin parangón en el seno de la cristiandad y con una influencia poderosa sobre el Papa Eugenio III, a quién formó.
 EL NEOPLATONISMO

En el siglo XII hay un resurgimiento de las ideas neoplatónicas, cuya singular concepción del mundo, constituyó una influencia fundamental en la teología del Medioevo.

     Plotino(6), fundador del neoplatonismo, entregó en su obra Enéadas una original concepción filosófica que influyó enormemente en el pensamiento cristiano de ese siglo. El neoplatonismo era un método para  alcanzar una realidad inteligible, pasando de una región en la que el conocimiento y la felicidad eran imposibles, a otra a la que eran posibles; era una manera de describir los paisajes metafísicos por los transitaba el alma. Los tratados sobre Plotino reprodujeron esta filosofía en una serie de conferencias: seis Enéadas que aclaraban el valor de la astrología, la manera en que el alma desciende del cuerpo, la memoria del alma humana y del mundo. Los temas eran estudiados desde la óptica de un universo siempre activo y presente.
(6) Plotino nació en Licópolis, Egipto, en el año 205: Estudió filosofía en Alejandría con Ammonio Saccas, y tras una estancia en Persia y Antioquía se estableció en Roma a la edad de cuarenta años. Allí abrió una academia a la que asistieron discípulos, amigos, personalidades de la corte y posiblemente el emperador Galieno. Hacía el año 255 comenzó la redacción de sus escritos filosóficos, que serían publicados tras su muerte por su discípulo Porfirio en seis tratados llamados Enéadas. El pensamiento de Plotino constituyó una reelaboración del idealismo de Platón, con notable influencia de la concepción cosmogónica de Aristóteles. Plotino murió en Campania en el año 270. Sus concepciones influyeron sobre teólogos cristianos medievales como Escoto Erígena y perduraron después en toda la tradición esotérica occidental.
     En la filosofía plotiniana nada existía sino por el UNO: el alma de un ser contenía todo el detalle del cuerpo vivo; la inteligencia radicaba en comprender la realidad refiriéndola a la unidad perfecta, semejante a la unidad científica.

     Ser, Inteligencia y Mundo inteligible. La contemplación estaba por encima del Ser; la Inteligencia era la visión del Uno, el conocimiento de sí y del Mundo Inteligible. El Uno producía la Inteligencia, y ésta, el alma. Se pensaba que había un alma directora del mundo sensible, d la misma sustancia que el alma de los astros y de los hombres. Sin esa visión cósmica no habría podido comprenderse la naturaleza del alma, la cual tenía la propiedad de estar simultáneamente en todas las partes del cuerpo que animaba: era la intermediaria entre el Mundo inteligible y el Mundo sensible; tocaba al primero porque se volvía hacia él para contemplarle, y al segundo porque lo organizaba y ordenaba.

     Plotino admitió otro aspecto de esta triada: la materia, y la definió como realidad absoluta, como el único reflejo del Uno antes de la oscuridad completa; consideró a la razón como el origen del sufrimiento; sin embargo, afirmó que, el ser racional sufriera al adquirir conocimiento, esto no representaba un mal para el universo. El destino del alma era el cambio que se operaba en ella cuando se impregnaba de los paisajes metafísicos por los que había pasado.

     Plotino sostenía una doctrina religiosa derivada de ideas comunes: 

ü  Mitad del siglo II

ü  las evocaciones de almas y

ü  en los encantamientos mágicos, cuya eficacia se derivaba de la observación exacta de una práctica específica.

ü  Le atribuía una gran fuerza a la práctica, la cual transformaba todo acto en maga.

 Ofreció la filosofía como único medio para comprender la red de influencias mágicas.

   La teúrgia, arte relacionado con la alquimia, muy extendida entonces, se basaba en la creencia de la unidad de los seres Esta creencia tenía sus libros sagrados; entre los más importantes destacan Sobre los misterios egipcios y los Oráculos caldeos,(7) que eran la exposición versificada del platonismo.
(7) Juliano el Teúrgo, hijo de Juliano el Caldeo, según un testimonio, fue el compilador de los Logia Chaldaiká. Juliano hijo vivió en la segunda mitad del siglo II, bajo el gobierno del emperador Marco Aurelio, en 161-180. Juliano el Caldeo expone los Oráculos que su hijo reúne, completa y registra por escrito.
    En cierta forma, el neoplatonismo era panteísta porque no había en él una distinción entre Dios y el mundo; éste había sido producido por el Uno, pero no de la nada, sino de sí mismo. El ser divino y el mundo eran, en última instancia, idénticos.

LA FILOSOFÍA DEL SIGLO XII

Pueden distinguirse cuatro principales direcciones en el pensamiento de ese tiempo:

       I.            Los teólogos, autores de sentencias, que recogían y unificaban la tradición cristiana;

    II.            Los platónicos, de la escuela de Chartres;

 III.            Los místicos del claustro de San Víctor y,


 IV.            Un movimiento panteísta y naturalista.

    Existieron pensadores independientes; uno de ellos fue Pedro Abelardo, cuya inteligencia reflejó las pasiones de su época.

     Se estableció el método llamado Escolástico:(8) el espíritu sutil no era el que descubría verdades nuevas, sino el que encontraba una concordancia o una contradicción entre dos opiniones. Ése era el más común método intelectual en un ambiente en el que la verdad se consideraba dada por Dios.

(8) Escolástica: filosofía de la Edad Media, cristiana, arábiga y judaica. Las preguntas que plantea son:
      ¿Cómo puede conocerse lo trascendente;
    Cuáles son las relaciones de conocimiento y entendimiento entre el hombre y Dios;
    Qué medios tiene el hombre para trascender su existencia actual; y
    ¿Qué relación hay entre el mundo circundante y trascendente?
     La teología adquirió matices muy sutiles en la escuela de Chartres. Entre sus iniciadores estaba Constantino el Africano, testigo de las relaciones entre Oriente y Occidente. A fines del siglo XI Constantino viajó a Oriente y tradujo, los Aforismos de Hipócrates con el Comentario de Galeno. Los platónicos de Chartres expusieron el platonismo como una filosofía independiente. La naturaleza, la unidad de la naturaleza y de las leyes naturales constituyeron su esencia; la mayoría de los autores utilizaba imágenes del Timeo(9) de Platón para apoyar sus pensamientos. Predominó la idea de una vida universal cuyas partes se correspondían mediante afinidades secretas.

(9) El Timeo es una cosmogonía que describe, en las realidades divinas, lo que de ellas se relaciona con la creación del mundo.
      Al lado de las sentencias que codificaban el cristianismo y de los chartrenses que renovaban el platonismo, apareció, unida a las órdenes monásticas, el movimiento místico victoriano, cuyos mayores representantes fueron san Bernard de Clairvaux y Hugo de San Víctor.

     El siglo XI se caracterizó por las reformas de la abadía de Cluny, pero el espíritu monástico se debilitó de nuevo y fue despertado, en el siglo XII, por la reforma del cister.(10) La vida espiritual consistía en una meditación de las verdades fundamentales del cristianismo, la cual eliminó la reflexión crítica.

(10) En 1098 el padre abad Roberto Molesme, acompañado por veintiún hermanos, fue a establecerse a un lugar llamado Citeaux. La intención de ese grupo de monjes era fundar un monasterio conforme a un nuevo ideal de vida: la simplicidad hasta en los ornamentos litúrgicos, los cantos y el trabajo manual. Los cistercienses tenían voto de pobreza y no establecían ningún compromiso con el mundo feudal, pero con el tiempo la comunidad decayó. Catorce años después, en 1112, llegó San Bernard con cinco miembros de su familia y veinte compañeros a revivir la Reforma del Cister. Tres años más tarde, él mismo fundó una nueva abadía en Clairvaux.
    Bernard de Clairvaux escribió: Amar a Dios. Para él toda la filosofía se basaba en el amor de Dios hacia los hombres: El hombre puede practicar una meditación sobre sí mismo, sobre el mundo, y sobre Dios, para llegar a una concepción segura e indudable de la verdad.

   Este misticismo era religioso y sentimental y, de ningún modo, especulativo. La misma tendencia predominó en Hugo de San Víctor, para quien la instrucción intelectual debía ir unida a la contemplación mística.

   Sentenciarios, chartrenses y victorianos, por diferentes que parecieran, estaban animados con un mismo espíritu:

ü  el presentimiento de una liberación,
ü  el gozo de una civilización que comenzaba,
ü  el amor con una idea de vida superior y un ardor intelectual vivo.


  Por otro lado, las enseñanzas de Pedro Abelardo fueron consideradas heréticas: denunció la penitencia mediante la entrega de dinero a los sacerdotes; discutió el poder que tenían los obispos de perdonar los pecados; defendió una moral totalmente individual, independiente de la disciplina cristiana: La moral debe apoyarse en la confianza del hombre en sí mismo. El pecado es puramente personal, expuso. Negaba la igualdad de las personas divinas, la eficacia de la Gracia y la divinidad de Cristo. San Bernard le reprochaba: Se esfuerza en negar todo mérito a la fe pensando que puede comprender con la razón humana todo lo que es Dios. Abelardo escribió Ético o conócete a ti mismo. Sobre esta obra San Bernard concluyó: La inteligencia humana lo guarda todo para sí.

   La teología de Abelardo fu un esfuerzo para hallar en las nociones filosóficas una imagen de la realidad divina, de manera que se pudiera pensar en ella al menos por semejanza. Una doctrina procedente de Aristóteles y de Boecio.(11)

(11) Boecio desempeñó un papel importante en la transmisión del saber clásico y el desarrollo de la filosofía medieval. Nació en Roma hacia el 470. Su traducción y comentarios de los Isagoge de Porfirio, una versión neoplatónica de la lógica de Aristóteles, constituyó la base de la polémica medieval en torno a los universales. Se convirtió en el hombre de confianza de Teodorico, pero en el 522 fue acusado de conspiración. En la cárcel escribió su más célebre obra, De consolatione philosophie, en la que, de acuerdo con su idealismo neoplatónico y cristiano, definía la filosofía como amor a la sabiduría y búsqueda de Dios. Fue ejecutado, probablemente en Pavía, en el año 524.
EL AMOR CORTÉS

El siglo XII fue el siglo del nacimiento de Europa: en esta época surgió, en Francia, la idea del amor como una forma de vida superior. Esta ida fue transmitida y cultivada por los trovadores; ellos lo llamaron fin´amors, (12) es decir, amor purificado, refinado. (13)

(12) Se trata de un amor llevado hasta sus extremos. Fin´amors puede entenderse como una acción amorosa dirigida hacia un fin. La legitimación del adulterio era una de sus características esenciales. No había necesidad de prolongar el amor con un hijo.
(13)  Paz, Octavio, La llama doble, Barcelona, Seix Barral, 1993, p. 76.
   El amor cortés no fue la consecuencia de una prédica religiosa, ni tampoco de una doctrina filosófica, sino la creación de un grupo de poetas en el seno de la nobleza feudal de la antigua Galia.(14) Los poemas fueron escritos n lenguaje popular y figurado, casi siempre acompañados con música. La idea del amor  sublime nació en un periodo de inestabilidad política y religiosa, pero de inmensa fecundidad artística y espiritual.

(14) Existe un elemento que tiende a desdeñarse por ser el más antiguo, el más sutilmente discreto, por no decir secreto. El elemento céltico. Todo parece demostrar que las subestructuras célticas no estaban en lo absoluto olvidadas en el siglo XI y que constituyeron, incluso, el fundamento de todo lo que se construyó después. Markale, Jean, El amor cortés o la pareja infernal, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta Editor, España, 1998, p. 11.
    Los trovadores veneraron la belleza y la inteligencia femeninas; la mujer, en vez de pervertir al hombre en su misión divina, lo ayudaba y motivaba a realizarla; (15) ésta era una óptica diferente de la del amor feudal, caracterizado por el dominio masculino y la sumisión femenina: el matrimonio se fundaba en intereses materiales estaba destinado a perpetuar la especie; en ese orden, la sexualidad era sólo un medio, y el sentimiento de amor, una bagatela.(16)

(15) Los pueblos celtas tenían la certeza de que sólo la pareja podía transformar el mundo. Todo consistía en saber sobre qué bases construirla. La concepción de la mujer entre los celtas no deja de recordar la dialéctica platónica del Amor. Para los druidas la mujer era un ser divino y profético.
(16)  El amor cortés nació de una reacción contra la anarquía brutal de las costumbres feudales. Se sabe que el matrimonio en el siglo XII se había convertido para los señores en una pura y simple ocasión para enriquecerse y anexionarse tierras dadas en dote o esperadas como herencia. Cuando el negocio funcionaba mal, se repudiaba a la mujer. Ante tales abusos, el amor cortés opone una fidelidad independiente del matrimonio legal y fundamentada sólo en el amor.
    Diversas circunstancias históricas hicieron posible la exaltación del amor: la existencia de señoríos feudales, la próspera agricultura, los comienzos de la economía urbana y las actividades comerciales no sólo entre las regiones europeas, sino con Oriente. A través de la cultura árabe Europa descubrió la poesía "sufí";(17) la literatura, la medicina y la ciencia grecorromanas, lo que trajo consigo nuevas costumbres y conocimientos.

(17) La concepción occidental del amor muestra mayor y más profunda afinidad con la de los árabes y persas que con las de la India y el Extremo Oriente. Ambas son derivaciones de dos religiones monoteístas y ambas comparten la creencia en un alma personal y eterna. Paz,Octavio, op. cit., p. 85.
   A partir del siglo XI la élite intelectual de Europa, liberada de sus terrores milenaristas, comenzó a preguntarse si el amor era un juego, una simple cópula destinada a perpetuar la especie, o si era el medio para trascender, ya que la idea del amor perfecto rechazaba la indiferencia de la conciencia ordinaria. Dentro de este planteamiento la relación de pareja no se limitaba al mero placer carnal ni a la reproducción: desarrollaba matices más profundos en la intimidad. (18) La mujer se convirtió en la imagen más perfecta de lo divino. La cristiandad respondió a este impulso con el culto a la Virgen María y le otorgó a la mujer una dignidad desconocida en el paganismo: la feminidad de la virgen dio a luz a la proyección del ser humano en busca de trascendencia. La aparición del amor cortés no habría sido posible sin la evolución religiosa de la condición femenina y sin la herencia germánica: las mujeres germanas eran mucho más libres que las romanas.(19)

(18) Los amantes intercambiaban información política, religiosa, filosófica, literaria; por otra parte, en el marco del amor cortés, la penetración estaba teóricamente excluida. Al margen de ésta, todos los juegos eróticos eran posibles. 
(19)  Paz, Octavio, op. cit., p. 78.
     El fin´amors cultivaba la concepción platónica de la reminiscencia: las almas se buscaban en el mundo por las relaciones que habían tenido antes de descender a la tierra y encarnar en un cuerpo. Por ello, el amor ideal era el encuentro de las almas que habían sido separadas al encarnar. 

     Las autoridades eclesiásticas siempre reprobaron esta clase de amor porque se apartaba de las enseñanzas de la Iglesia y aunque la formación de los poetas, su cultura y sus creencias eran cristianas,  muchos de sus ideales estaban en pugna con los dogmas del catolicismo.

LOS CÁTAROS

En la misma época y en la misma zona geográfica que cultivó esa nueva misión amorosa, se extendió la herejía cátara. El término tal vez procede del griego Kátharos, que significa puro. Sus orígenes pueden remontarse a Persia. Por sus prédicas igualitarias y por la pureza y rectitud de las costumbres de sus fieles, conquistó una vasta audiencia popular. Su teología impresionó a los letrados, a la burguesía naciente y a la nobleza. Sus críticas a la Iglesia romana alentaron a una población cansada de los abusos del clero y de las intrusiones de los legados papales. (20)

(20) Raimundo V, conde de Toulouse y señor de Languedoc, escribe en 1177: La herejía ha penetrado por doquier. Ha sembrado la discordia en todas las familias, dividiendo al marido y a la mujer, al hijo y al padre, a la nuera y a la suegra. Los mismos curas ceden a la tentación. Las iglesias están desiertas (…) Los personajes más importantes de mi tierra se han dejado corromper. La muchedumbre ha seguido su ejemplo y ha abandonado la fe católica, lo que hace que yo no me atreva ni pueda emprender nada.
      Los cátaros no tardaron en aparecer en la región renana, muy comercial y en plena prosperidad en la época en que Hildegarda predicó en Colonia. El desarrollo del comercio y de la vida urbana fue un terreno propicio para una nueva religión.

     El cátaro condenaba el amor, incluso el más puro, porque ataba el alma a la materia. A partir dl año mil apareció en Europa esta forma de anticlericalismo, que reclamaba la observancia estricta de los Evangelios, un retorno a los principios humanistas de los apóstoles, el abandono de la idolatría de las reliquias y de la multitud de santos y, finalmente, un comportamiento apostólico. El catarísmo fue practicado primero por los clérigos de la Iglesia y después por los monjes que consideraban la cristiandad romana demasiado ostentosa en riquezas.

     La religión cátara fue un cristianismo medieval que se inspiró en el Nuevo testamento, en buena parte en el Evangelio de San Juan. Cristo era un mensajero de Dios, no su hijo. Ponía en duda la omnipotencia divina y concedía a Satán igual poder que a Dios; negaba con vehemencia el papel de la crucifixión en la salvación; rechazaba el bautismo por el agua, y discutía todos los sacramentos de la Iglesia de Roma. Practicaban un rito iniciático: el consolamentum. (21) Procesaban no sólo la coexistencia de dos principios la luz y las tinieblas sino la de dos creaciones:
ü  La tierra era la formación de un demiurgo perverso, Satán;
ü  La materia era, en sí misma, mala.
ü  Creían en la trasmigración de las almas,
ü  Condenaban la violencia,
ü  Eran vegetarianos,
ü  Predicaban la castidad,
ü  La reproducción era un pecado,
ü  No condenaban el suicidio y
ü  Dividían su Iglesia en perfectos y simples creyentes.
ü  El dualismo era la respuesta a los horrores e injusticias terrenales.
ü  Dios no podía ser el creador de un mundo sujeto al accidente, al tiempo, al dolor y a la muerte;
ü  Sólo Satán podía haber creado la tierra.
ü  Reprochaban a Roma el haber inventado el infierno y el purgatorio con el fin de asustar a los hombres y controlarlos mejor.
(21) El consolamentum se convirtió en el rito mayor de la Iglesia cátara. Se daba en el momento de las ceremonias de iniciación a los hermanos que aceptaban renunciar al mundo para consagrarse sólo a Dios, a no mentir jamás, ni a prestar juramento, a no matar ni comer animal alguno y, finalmente, a abstenerse de todo contacto con su mujer, si estaban casados. El consolamentum era administrado por los obispos y comportaba la imposición de las manos en medio círculo de los puros y luego el beso de paz intercambiado por los hermanos. Después de eso el iniciado se convertía en objeto de veneración para los simples, aún no consolados y tenía derecho al saludo de los creyentes, es decir a tres reverencias.
    San Bernardo de Clairvaux refutó esta tendencia diciendo: Somos carnales y nacimos de la concupiscencia de la carne; es necesario así que nuestro amor empiece con la carne. (22)
(22) El coitus interruptus era una práctica contra natura, pues estaba en oposición con la reproducción de la especie humana.
      Por último, la religión cátara se identificó con la cultura del país: los Perfectos hablaban y predicaban en la lengua popular, mientras que los clérigos de la Iglesia romana se jactaban de no hablar más que el latín, lengua que no comprendía el pueblo.

     La difusión de esta herejía fue tal que San Bernard se vio obligado a realizar una serie de predicaciones para combatir la nueva herejía poco antes de morir. Sólo así se entiende que haya dicho que era necesario que el amor empezara con la carne. Él recomendó desconfiar de esos hombres que, revistiéndose con la apariencia de la piedad, rechazaban totalmente la virtud y mezclaban palabras celestes con novedades profanas de sentido o de expresión.

     En 1164, Hildegard, a petición de Felipe, deán de la Catedral de Colonia, escribió una carta sobre el sermón que pronunció en su visita, en el cual se refiere a los cátaros de la siguiente manera: Satán se muestra a ellos como lo hizo en la creación del mundo (…) Entró en esos hombres de un modo tal que no les retiró la castidad. Se introdujo en ellos a través de los demonios del aire (…) Esos hombres tampoco aman a las mujeres, sino que les huyen (…)

LAS CRUZADAS

A lo largo de los siglos XII y XIII la Europa cristiana, con el objeto de recuperar el Santo Sepulcro y asegurar el peregrinaje, luchó contra el mundo musulmán. Las peregrinaciones en armas contribuyeron a fomentar el comercio y la navegación en el Mediterráneo.

     El espíritu religioso se fortaleció con el temor al fin del mundo que ocasionó el inicio del segundo milenio. El milenarismo contribuyó a incrementar el número d peregrinos que se dirigían a Oriente, adonde, según se creía, habría de llegar también el último rey cristiano seguido de los últimos fieles para esperar allí el Juicio Final.

   El concilio de Clermont, inaugurado por el papa Urbano II en noviembre de 1095, otorgaba la indulgencia plenaria a aquellos que marcharan a Oriente para defender a los peregrinos. Al grito de ¡Dios lo quiere!, numerosos franceses de distintas clases vistieron el uniforme cruzado que dio nombre a los guerreros. (23) El entusiasmo fue tal que muchos vendieron o hipotecaron sus bienes para procurarse las armas y el dinero necesarios para la empresa.
(23) El término “cruzada” no se utilizó hasta el siglo XVII. En 1095 se decía tomar la cruz, se hablaba de peregrinación en armas o, simplemente, de ir a Jerusalén. Se llamaba cruzados a los caballeros que allí iban a causa de la cruz que llevaban en su ropa. Pernoud, Regine, Hildegarda de Bingen, una conciencia inspirada del siglo XII, Barcelona, 1998, p. 14.
     Se creó la llamada Cruzada del pueblo, formada por el predicador Pedro el Ermitaño, quien atravesó Hunfría y Bulgaria, provocando abusos y desórdenes. La mayoría fue aniquilada. Los cruzados del pueblo fueron expulsados de Constantinopla en 1096 y terminaron vencidos por los turcos.

   Los ejércitos regulares de la Primera Cruzada eran cuatro. Constantinopla debió alojar a unos cuatro mil caballeros y alrededor de veinticinco mil soldados.

     El 20 de octubre de 1098 los cruzados, después de una ardua marcha, llegaron a las cercanías de Antioquia. La gran ciudad, provista de impresionantes murallas, fue difícil de tomar y muchos caballeros cristianos desistieron. Sin embargo, la plaza se rindió el 3 de junio de 1098. Los cruzados se dirigieron entonces hacia Jerusalén, que se hallaba en los dominios de los califas fatimíes de El Cairo. El ejército cristiano había quedado reducido a unos mil quinientos caballeros y doce mil soldados, mal aemados y pertrechados.

     Este mismo año, en una fecha difícil de precisar, nació Hildegard, en una familia de la nobleza local del Palatinado.


     En junio de 1099 los cruzados acamparon ante la ciudad santa y, tres años después del comienzo de la primera cruzada, Jerusalén fue conquistada.

     Los estados cristianos en Oriente sufrieron un continuo hostigamiento por los turcos y, cuando éstos capturaron Edesa en 1144, el papa Eugenio III consideró éste el momento preciso para emprender una Segunda Cruzada que convocó por una Bula especial en 1145. También esta vez Francia apoyó activamente el proyecto, en el que participaron su Rey, Luis VII, y el emperador alemán, Conrado III, junto con Federico I Barbarroja, heredero del imperio, y los reyes de Polonia y Bohemia.

     Conrado III llegó a esta ciudad en septiembre de 1147. Atravesó Anatolia y, el 25 de octubre, su ejército fue derrotado en Dorilea por los turcos. El emperador alemán pudo escapar. Se refugió en Nicea. A principios de ese mes Luis VII, acompañado por su esposa, Leonor de Aquitania, una de las mujeres más admiradas por los trovadores, llegó a Constantinopla. En marzo de 1148 los franceses llegaron a Antioquia y poco después marcharon a Jerusalén, donde tomaron la decisión de atacar Damasco con sus cincuenta mil soldados. La empresa fracasó el 28 de julio de 1148, cuando, después de cinco días de asedio, se hizo evidente que Antioquia era inexpugnable.

LOS TEMPLARIOS

La peregrinación traía consigo la indulgencia plenaria. Entre abril de 1118 y abril de 1119, dos caballeros, Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer, congregaron a su alrededor a siete hombres, creando una reducida fraternidad. Estos caballeros se comprometían a defender a los peregrinos y a proteger los caminos que llevaban a Jerusalén; de esta manera, se introdujo en el monacato cristiano una figura desconocida: la del monje-guerrero.

     Hugo, gran amigo d san Bernard de Clairvaux, le pidió que escribiera al Papa, el cual convocó al concilio de Troyes. La orden, que llevaba ya nueve años activa, recibiría su confirmación oficial. San Bernard escribió en 1130 Elogio de la nueva milicia templaria. Se trataba de un escrito que debía reforzar sus convicciones. La rúbrica decía: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.

     La orden del Temple pronunció los tres votos monásticos: pobreza, castidad y obediencia, y uno más de índole caballeresca: protección a los peregrinos. Los monjes guerreros siguieron la Regla de San Agustín, que sazonaron con normativas cistercienses. Unos años más tarde el rey de Jerusalén cedió a los Pobres Caballeros de Cristo –como se hacían llamar- la construcción conocida como Templo de Salomón, de ahí el nombre de Templarios.

Había diferentes clases de miembros: los Caballeros nobles, los sargentos, los escuderos, los sacerdotes, así como servidores, artesanos, criados y ayudantes diversos. La estructura de la orden era jerárquica, pero no totalitaria: a la cabeza estaba el Maestre y su poder era el de un abad; lo asistían una asamblea de hermanos consejeros y los comendadores o jefes de una provincia determinada.

     La Regla rezaba: Todo servicio comienza por la oración y el culto divino. La disciplina es estricta y absolutamente militar. Se les recuerda que han abandonado su voluntad y que nada es más grato a Jesucristo que la obediencia. Se les ordena que, aunque estén errantes, deben seguir la Regla; dar ejemplo con obras de caridad y sabiduría; honrar a los ancianos y cuidar a los enfermos. Está prohibido admitir a los niños. Su estricta disciplina hizo que los Templarios fueran considerados los guerreros más prudentes del mundo. La actividad militar de del Temple estaba apoyada por otra de carácter económico. El mantenimiento de los combatientes provenía de los ingresos del trigo, la cebada, la esquila de las ovejas, la venta de corderos y de quesos. Los Templarios recibieron desde sus inicios donaciones; adoptaron el sistema de pagarés y letras de cambio.

     Al ser expulsada de Tierra Santa, la orden del Temple perdió la razón y el sentido de su existencia. El rey Felipe el Hermoso codiciaba sus bienes, por lo que comenzó a sentirse molesto con su presencia. El viernes 13 de octubre de 1307, al alba, los Templarios fueron arrestados. La orden de arresto decía: Presunciones y violentas sospechas.

     Al día siguiente, se hicieron públicas las acusaciones de apostasía, de ultraje de Cristo, de ritos obscenos, de sodomía y de idolatría. El 16 de octubre Felipe el Hermoso dirigió cartas a todos los Estados de la cristiandad instándolos a arrestar a los Templarios.

     El 27 de octubre el papa Clemente V dirigió una carta de protesta a Felipe el Hermoso; sin embargo, el 22 de noviembre, al ver las declaraciones de los acusados, obtenidas por medio de torturas, solicitó su arresto. El 3 de abril de 1312 fue abolida la orden del Temple y sus bienes fueron dados a la orden de los Hospitalarios.

Continuará....


Bibliografia

Arabi, Ibn, Tratado del Amor, Madrid, Edaf, 1996.

Hindley, Geoffrey, Las Cruzadas, Peregrinaje armado y guerra santa, México, Byblos.

Los Templarios, España, Madrid, Dastin Export, S.L., Biblioteca Básica de Historia, 2004.

Markale, Jean, El amor cortés o la pareja infernal, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta Editor, España, 1998.

Martínez Lira, Verónica y Alejandra Reta Lira, El lenguaje secreto de Hildegard von Bingen, vida y obra, México, UNAM, Edit. Espejo de Viento, 2003.

Michaud, M., Historia de las cruzadas, vols. 1 y 2, México, Ediciones Gustavo López, 1945.

Paz, Octavio, La llama doble, Barcelona, Seix Barral, 1993.

Pernoud, Regine, Hildegarda de Bingen, una conciencia inspirada del siglo XII, Barcelona-Buenos Aires-México, Paidós, 1999.

Pernoud, Regine, Para acabar con la edad media, José J. de Olañeta Editor, Palma de Mallorca, 1998.

Regla de san Benito Hoy, La traducción al español por las monjas benedictinas del Monasterio Santa María de Guadalupe en Ahuatepec, Morelos, México, Litoarte, EDOMEX, 1996.


   
         






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