miércoles, 30 de enero de 2019


TITO LIVIO



INTRODUCCIÓN

     El objeto de este ensayo es hacer una visión de la Historia de Roma, desde el punto de vista del autor, el tema es singular y magnífico y veremos como los romanos en su primera etapa, crecieron, pero como dato curioso, sus Emperadores fueron extranjeros, excepto Rómulo, veremos como la balanza de casi todos los acontecimientos del mundo se han ido una parte a los romanos, ellos llegaron a ser los amos del mundo.

     Leía yo a historiadores que han descrito guerras particulares y han sabido recoger varios sucesos acaecidos a un mismo tiempo, pero ninguno se ha tomado la molestia de emprender una historia como empezó Tito Livio la suya. Pero tenía que ser, en mi opinión, cosa del destino, como narra el nacimiento de la mayor potencia después de la de los Dioses.

     Voy a explicar en este ensayo quienes fueron los fundadores de la ciudad, en que momento se reunió cada uno de los grupos y porque avatares de la fortuna abandonaron las moradas paternas. Los romanos hablan una lengua ni exactamente bárbara ni completamente griega, sino una mezcla de ambas, cuya mayor parte es eolio. Esto es lo único que sacaron de sus múltiples mezclas, el no hablar correctamente todos sus sonidos; el resto de los recuerdos de su origen griego lo conservan como ningún otro de los colonos. Siempre que empezaron a vivir amistosamente, entonces tuvieron que pelear contra cartagineses y macedonios, para así más tarde, fundar la ciudad en la que vivían a la griega.

Tito Livio, Titus Livius en latín (Patavium, hoy Padua, actual Italia, (59 adC - 17) fue un famoso historiador romano.
Nacido y muerto en lo que hoy es Padua, capital de la Venecia, se traslada a Roma con 24 años. Se le encargó la educación del futuro emperador Claudio. Tito Livio escribió una Historia de Roma, desde la fundación de la ciudad hasta la muerte de Druso en 9 adC, Ab urbe condita libri (normalmente conocida como las Décadas). La obra constaba de 142 libros, divididos en décadas o grupos de 10 libros. De ellos, sólo 35 han llegado hasta nuestros días.
Los libros que han llegado hasta nosotros contienen la historia de los primeros siglos de Roma, desde la fundación hasta 292 adC, el relato de la Segunda Guerra Púnica y de la conquista por los romanos de Galia cisalpina, de Grecia, de Macedonia y de parte de Asia Menor. Otro escritor escribió Epitome para todos sus libros. Esos Epitome han permanecido, y nos permiten saber cual era el plan seguido por Tito Livio y el orden en el que narraba los acontecimientos.
En esta Historia de Roma también encontramos la primera ucronía conocida: Tito Livio imaginando el mundo si Alejandro Magno hubiera iniciado sus conquistas hacia el oeste y no hacia el este de Grecia.

RESUMEN DE ROMA

     Para los griegos el concepto de origen de los pueblos se identificaba generalmente con acontecimientos precisos. Imaginaban emigraciones marítimas a Italia de pueblos procedentes de Oriente, como los arcadios, pelasgos, lidios, troyanos y cretenses. Así, la historiografía griega helenística concedió un origen divino y griego a la fundación de Roma. La lísta canónica de los siete reyes de Roma –u ocho, de incluir a Tito Tacio, que durante algún tiempo habría constituido con Rómulo una especie de diarquía- es la siguiente: Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Lucio Tarquino Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio (1)
     Como la fecha de la fundación de Roma propuesta por Verrón y aceptada por la analística romana se sitúa en el 754 a C., cada reinado tendría una media de treinta y cinco años, que habría que alargar o reducir en caso de admitirse la fecha del 814 a C., propuesta por el historiador griego Timeo en el siglo III a C., o del 729 según Cinicio Alimento, también del siglo III a C. Sin embargo la fecha del 754 a C. es la más aceptada, con un valor orientativo, esto es, se acepta que la primitiva Roma pudo ya existir en las últimas décadas del siglo VII a C., cualquiera que fuese entonces su nombre, tanto como ciudad, como en la forma de federación de aldeas. (2)
     La tradición señala que el primer rey fue Rómulo, hijo de Marte y rey mítico. Es además el rey epónimo, pues su nombre significa Romano. Según Tito Livio (3) buscó incrementar a sus súbditos de dos maneras: abriendo un asilo o refugio sobre la colina del Capitolio y raptando mujeres sabinas. Algunos historiadores dan a Rómulo el título de rey del Palatino. El historiador Aulo Gelio (4) dice expresamente que “el más antiguo pomerio, que fue creado por Rómulo, terminaba en la parte baja del monte Palatino”. El pomerio (igual a post murum) era el límite de la inicial ciudad palatina.
     Así, Rómulo aparece como el fundador de la ciudad y el que instauró la monarquía, también los primeros órganos de gobierno: el  Senado y las Curias. Numa Pompilio habría sido el artífice de las instituciones sociales y religiosas de la ciudad, se le atribuye la reforma del calendario. Tulio Hostilio y Anco Marcio son presentados como guerreros. Al primero se le atribuye la destrucción de Alba Longa y la creación de una curia destinada a la actividad jurídica, que fue llamada Curia Hostilia. Anco Marcio eliminó las aldeas situadas al sur de Roma (Politoro, Ficana…). También creó unas salinas en Ostia y el primer puente sobre el río Tibes, el Pons Sublicius.
     Cada tribu aportaba diez curias, esto es, treinta y tres curias en total de cien hombres cada una, lo que suponía un total de tres mil infantes, además de 300 caballeros en tres centurias. Al frente de la infantería había tres tribuni militum y al frente de la caballería tres tribuni celerum. Estas curias constituían los Comicios Curiados, que era la asamblea de las treinta curias reunidas. La función más importante de las Curias era la de ratificar la designación de un nuevo rey., pero no la elección del mismo, función que correspondía al interrex (senador que hacia las funciones de rey hasta la elección del nuevo rey) y al Senado. El Senado o consejo de ancianos era el órgano consultivo del rey, integrado por los patres o jefes de las gentes.
     Respecto a la composición social se puede constatar que, desde el siglo VIII a. C., había ya en la primitiva Roma una diferenciación social (como es la existencia de un Senado de patres) y económica.(5)Las características de los tres últimos reyes (los tres etruscos, dos de ellos pertenecientes a la gens Tarquinia y el otro oriundo de la ciudad etrusca de Vulci y de origen servil) se adaptaron mal al carácter tradicional de monarquía romana. En primer lugar, el que fuera electiva planteaba dudas acerca de la elección de una serie de reyes etruscos. También resulta sorprendente la interrupción de la dinastía tarquinia con la inserción entre Tarquinio Prisco y Tarquinio el Soberbio de un hombre nuevo, Servio Tulio. También con la dominación etrusca cobró fuerza la idea de que Roma, durante esta segunda fase monárquica, siguió siendo una ciudad latina. Por otra parte, el advenimiento del primero de estos tres reyes, Tarquinio Prisco, no se efectuó con ningún acto de violencia ni se impuso por las armas. Así, el carácter de la monarquía romana durante la época de los Tarquinios, es similar al de los tiranos griegos. Servio Tulio reinó 44 años con tal sabiduría, que hubiera sido difícil, hasta para un sucesor bueno y moderado, competir con su gloria, con él se extinguió la monarquía legítima. Después Tarquinio el Soberbio, fue injusto en la paz, no fue mal capitán en la guerra y hasta hubiese superado en esto a sus predecesores, si los vicios del rey no oscurecieran la gloria del general. (6)

COCLUSION Y COMENTARIOS

La obra de Livio acentúa los aspectos moralizantes y didácticos antes que los episodios históricos, quizá para compensar la crisis de las costumbres y la corrupción que se vivía en su tiempo. El estilo literario de Livio triunfa al aportar sentimiento a la narración, acentuando los episodios dramáticos, aplicando en ocasiones ciertas dosis de fantasía en aquellos hechos donde no cuenta con suficientes fuentes.

 SU CONCEPCIÓN:

     Se adivinan causas complejas en el nacimiento de la obra. El fin de las guerras civiles primero, junto con el advenimiento de Augusto, marcaron época: en esta fecha, aunque continuara avanzando, la historia romana podía aparecer como un todo. Por otra parte, las ideas matrices del nuevo régimen tendían a una concentración nacional y a una restauración de la antigua moralidad, favoreciendo con ello la exaltación del pasado más remoto y la pintura sin adornos de las crisis recientes, al fin resueltas. Tito Livio se limitó, por tanto, a la historia de Roma, mientras algunos de sus predecesores o coetáneos, Cornelio Nepote, Trogo Pompeyo, trataban, sin tener su genio, de prolongar el campo de su visión. Y, por lo demás, los votos ardientes de Cicerón en pro de una historia nacional que reuniera todas las cualidades de la elocuencia y ciertos encantos de la poesía debían decidir a un escritor consciente de sus fuerzas y ávido de gloria a emprender esta colosal tarea.

 MÉTODO Y LEALTAD DE TITO LIVIO:

     La obra de Tito Livio se presenta también, desde el punto de vista histórico, como una hábil combinación de obras de segunda mano, casi todas latinas. A menudo no llega a conocerlas hasta que se halla en plena labor; normalmente, sigue muy de cerca dos o tres para cada parte de su historia (Valerio Antias y Claudio Quadrigario para la primera década; Fabio Píctor, Celio Antípater y Polibio para la tercera), mezclando en cada momento con sus datos recuerdos o notas de otras procedencias. Sólo a fuerza de manejarlas llega a hacer su crítica; además, las mentiras y las exageraciones de los analistas deben ser manifiestas para que las rechace; una verosimilitud lógica, un término medio entre dos cifras le ayudan a emitir una hipótesis. En cuanto a los autores no latinos, parece ignorarlos, a excepción de Polibio, cuyo enorme valor no supo apreciar en sus comienzos, aunque empezó a resumirlo pronto, no sin modificarlo con mayor o menor prudencia de acuerdo con tal o cual analista, ni sin incurrir en contrasentidos. Pero Polibio, que era de sentimientos prerromanos, no corrige lo que las fuentes de Tito Livio tienen de excesivamente nacional.
     Un método tal permitió a Tito Livio trabajar con rapidez y dar a su obra una movilidad regular y unas proporciones que, aunque se prolongan extraordinariamente (cosa casi fatal) a medida que avanza, permanecen en equilibrio. Tal método le impidió ser un sabio original: no supo extraer de las antigüedades latinas y de los monumentos un colorido siquiera verosímil para los siglos más antiguos de Roma; no sospechó el contenido religioso de las leyendas que narraba; ni la diversidad de pueblos y de intereses que veía en los datos; ni la importancia de los problemas económicos que descubría. Sin embargo nos ayuda, más que Polibio, a comprender el temperamento romano, con su mezcla de razón y práctica supersticiosa, o también la relación entre los problemas internos y externos. Y, en la narración del último siglo de la República se patentiza su facilidad para abarcar vastas lecturas, su imparcialidad, la proximidad de los hechos y la actualidad de las cuestiones, que permitían recrear una atmósfera exacta; todo ello debió conferir a su obra - se nota en su relato de la muerte de Cicerón - un valor histórico muy elevado.
     Y, aunque a menudo le falte espíritu crítico, su honradez es total: reflejada así para nosotros, incluso sin dudar de ello, antiguos estadios de la tradición romana que otros, como su coetáneo Dionisio de Halicarnaso, oscurece con sus rectificaciones. Su independencia es tan bien una virtud de historiador: y, al consolidar cada vez más su “alma de antiguo”, la robusteció, por decirlo así, haciendo de la historia su vida. Sin duda la concibe predominantemente como una exaltación nacional, un tema de reflexiones morales y desde el punto de vista de los conservadores moderados, hostiles a las experiencias democráticas: esta forma de historia parecía, en esta fecha, muy legítima, y Tito Livio ha desempeñado su tarea con completa honradez.

EVOLUCIÓN LITERARIA:

     Su doctrina literaria era muy precisa: admiraba la amplitud y el colorido de Demóstenes y de Cicerón, censuraba las asperezas y los arcaísmos de Salustio. Además, opinaba que la historia debía ser “obra oratoria” y reaccionaba contra las tendencias de la prosa de su tiempo.
     Por ello, existen diferencias entre las Décadas: La Primera es la más atractiva en la que traza cuadros bastante breves, a menudo, con efectos de contraste, que resaltan vivamente; no se priva aún sistemáticamente de los incisos; la lengua sorprende también con frecuencia al lector por sus giros familiares, poéticos o enfáticos, que se escapan de la trama general.
     En su conjunto, el estilo de Tito Livio es periódico pero los periodos, muy estudiados, son más densos y más simétricos que los de Cicerón; por eso se originan a veces confusiones, aunque ofrecen una extrema variedad de ideas y enorme riquezas estilísticas bajo la apariencia de monotonía. La lengua acepta expresiones antiguas y poéticas, las metáforas son frecuentes, vivas y atrevidas; las comparaciones aparecen a veces desarrolladas plenamente.

 LA VIDA Y EL DRAMA:

     Su arte está al servicio de una rica imaginación. No porque Tito Livio llegue a “resucitar íntegramente el pasado”. No pinta ni la tierra ni los paisajes de Italia, ni las condiciones materiales de vida, ni las mentalidades en su complejidad. No obstante, revive los hechos con una intensidad sorprendente sin preocuparse de las diferencias de medio o de costumbres, como si se tratara de acontecimientos actuales, en los que se hallará envuelto el mismo; resulta, incluso ante los acontecimientos más remotos un tono de generalización humana muy de acuerdo con el objetivo moral que se había fijado Tito Livio, y a la vez una intensidad dramática igual, con otra forma, que la de Tácito.

 EL RELATO ÉPICO:

     Ese don de vida es muy consciente en Tito Livio y su potencia creadora muy controlada. El escritor expone su relato con rigor, distinguiendo los momentos, escogiendo y ordenando los detalles para lograr la unidad en vigor y fuerza expresiva. Algunas palabras puestas en boca de los personajes esenciales, un cierto calor retórico elevan demasiado el tono en las escenas de la primera Década. Tito Livio llegó a enlazar todas estas relaciones hasta realizar conjuntos cada vez más vastos, amplios, sin dispersión. Logró entonces una narración épica casi homérica de un curso regular, ininterrumpido, en que las propias monotonías (inevitable) se armonizan con el tono general.
 LOS DISCURSOS:
     Un número muy elevado de discursos jalonan la narración; son, normalmente, bastante breves, aunque algunos alcanzan grandes proporciones, y todos, a la usanza antigua, son de invención de Tito Livio y sin base histórica. Parece que dichos discursos no hacen sino dar fe de la riqueza y flexibilidad de la retórica de Livio; o, al menos, en la composición artística de la obra, sirven para equilibrar, por contraste, los períodos descriptivos y narrativos. Pero van más lejos: a veces desarrollan en todos sus rasgos la psicología de un personaje; con más frecuencia la política de un partido. Otras veces tratan de exponer el ambiente general de una situación, como lo haría un historiador moderno, aunque en nombre propio. Casi siempre con el tono más exacto y la forma más viva.

 EL CONTENIDO DIDÁCTICO:

     Tito Livio sabía que, por más esfuerzos que realizara, no se libraría de una cierta monotonía, en especial en la primera parte de su Historia: los analistas, en efecto, al no tener ningún sentido de las diferencias cronológicas, y para suplir las lagunas de la tradición habían desplazado al pasado una multitud de sucesos, batallas, luchas tribunicias de los últimos períodos de la República. De este modo, la originalidad misma de los acontecimientos recientes aparecía menoscabada. Pero, en aras de sus objetivos morales y racionales especialmente, Tito Livio palió lo mejor posible tales inconvenientes. Primero trazó el esquema del romano ideal, heroico, laborioso, tenaz amante de la justicia, arquetipo que se había formado principalmente entre los siglos IV y II, imagen que su psicología sutil convierte prácticamente en verosímil y cuyo fervor patriótico eleva como símbolo y premio de la perseverancia y de la eternidad de Roma
 EL NACIONALISMO ROMANO Y TITO LIVIO:
     Pese a su grandeza, Tito Livio dista mucho de igualar, como sabio y como artista, a un Michelet. Pero supo unir al sentimiento de la escenificación dramática y pintoresca, que habían puesto de moda los historiadores griegos del período helenístico, la amplitud de su visión histórica, la solidez continuada en el desarrollo, el equilibrio entre las partes, la armonía del conjunto. Sobre todo trazó la majestuosa imagen de la antigua Roma, que alimentó el nacionalismo romano durante todo el Imperio
     Historia Romana” es, junto a la Eneida el monumento más importante dedicado a la mayor gloria de Roma. Pudo disfrutar del éxito en vida, que ya que fue el más leído de su tiempo, relegando a un segundo plano a los historiógrafos que le precedieron.
Ut cumque erit, iuvabit rerum gestarum memoriae principis terrarum populi pro virili parte et me ipsum consuluisse.
«  Sea como fuere, ayudara que yo mismo me haya dedicado de la mejor manera posible a ensalzar el recuerdo de los magníficos hechos del principal pueblo de todo el orbe terráqueo.” (7)


Citas
(1)     Livio, Tito. Historia romana. Primera década. Estudio preliminar Francisco Montes de Oca, México, Editorial Porrúa, 1976. (Colecc. “Sepan cuantos…”, 304).
(2)     Livius Patavinus, Tito. Ab urbe condita, París, editorial Las Belles Lettres.
(3)     Livio, Tito. Historia romana. op.cit., pp 7 y 11.
(4)      Livio, Tito. Décadas de la historia romana, Trad. del latín al castellano por Francisco Navarro y Calvo, Madrid, Librería de los sucesores de Hernando, 1914-1917.(Biblioteca Clásica; 111-112) 7 vol.
(5)     Livio, Tito, Historia Romana. op.cit. p. 7.
(6)     Livio, Tito, Historia romana. op.cit., pp38 y 40.
(7)     Livius Patavinus, Tito. Ab urbe condita, París, editorial Les Belles Lettres.





BIBLIOGRAFÍA

Livio, Tito. Historia romana. Primera década, Estudio preliminar Francisco Montes de Oca. México, Editorial Porrúa, 1976. (Colecc. “Sepan cuantos…”, n° 304).
Livius Patavinus, Tito. Ab urbe condita, París, editorial Les Belles Lettres.
Livio, Tito. Décadas de la historia romana, Trad. del latín al castellano por Francisco Navarro y Calvo, Madrid, Librería de los sucesores de Hernando, 1914-1917. (Biblioteca Clásica; 111-112) 7 vol.

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