CAP. 3 -TESTIMONIO MUSICAL DE MÉXICO
La música en las casas en las primeras
décadas del
México independiente
Estimados lectores, la música ha sido siempre agradable al
oído, siempre nos ha amenizado, unas veces para alegrar el alma, otras de
tristeza, pero de una manera u otra, vive con nosotros. En México siempre ha
estado presente, desde la época prehispánica, hasta ahora, en bailes, danzas,
fiestas, procesiones, marchas y guerras. También, para que la población viera a
la institución armada como parte necesaria e indispensable de la sociedad y por
medio de ejercicios militares, marchas y desfiles, provocasen admiración y
respeto. Algo que hoy día, la institución militar está a la baja.
Pondré una serie de pequeños trabajos de maestros,
profesores de música que van de 1760 a las postrimería del siglo XIX y los
albores del XX.
Así podrán
ir leyendo e imaginando la vida de México a través de la música, los voy a ir
poniendo de poco en poco, para que se piquen, y continúen leyendo. Gracias de
antemano. En esta ocasión le toca a doña Yael Bitrán Goren, estudió la carrera
de pianista en el Conservatorio Nacional de Música y la de Historia en la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es investigadora del Cenidim y
miembro del consejo editorial de la revista Heterofonía.
Durante los primero años de vida nacional proliferaron en
México las tertulias en las casas de las clases acomodadas. México se sumaba
así a una tendencia prevaleciente en el mundo occidental. En esa época las
casas se volvieron un espacio fundamental para la convivencia de las familias e
invitados puesto que el mundo exterior, tanto en Europa como en Hispanoamérica,
frecuentemente privaba el caos político o militar, las enfermedades contagiosas
o, en el caso de las mujeres, restricciones a su libre movimiento en las
calles. La música formaba una parte esencial de este tipo de reuniones en las
que las mujeres marcaban la pauta. Este era uno de los contados ámbitos donde
la participación de las mujeres no sólo era bien visto, sino impulsado por los
varones. Junto con juegos, recitaciones, abundante comida y bebida y amena
charla, que versaba sobre temas de política y sociedad, se ejecutaba, escuchaba
y bailaba, casi invariablemente, música de piano, piano y canto, y
combinaciones con guitarra, flauta y arpa.
Detrás de
esta diversión se encontraba una serie de instancias que apoyaban aquel momento
culminante de ejecución en la tertulia: maestros de música, así como maestros y
academias de baile que preparaban a los jóvenes de las clases altas para
desempeñar un buen papel en las reuniones sociales: bailar era un requisito
para participar en la sociedad. Asimismo, hubo una gran proliferación de
partituras impresas en México por empresas que comenzaron a desarrollarse o a
expandirse para tal fin; también se importaron partituras de Europa en grandes
cantidades y se imprimieron e importaron métodos de música desarrollados por
maestros mexicanos para la juventud local o traídos de fuera. Se hizo entonces
indispensable la importación de instrumentos musicales, así como su fabricación
en México, particularmente de pianos, sin duda, el instrumento favorito de las
casas decimonónicas en México y en buena parte del hemisferio occidental. Una
industria se desarrolló, pues, como soporte de la práctica musical, de la cual
encontramos ecos maravillosos en las partituras sueltas y álbumes en los que
los intérpretes, en su mayor parte mujeres, dejaron su huella.
Ante todo,
el salón fue un espacio de disfrute musical que atravesaba generaciones,
nacionalidades, costumbres y que mantuvo a nuestros antepasados decimonónicos
escuchando, bailando y gozando de la música en comunión de modos muy distintos
a los de hoy. Casi puede escucharse la nostalgia en esa música maravillosa,
sentimental, sincera y útil compuesta con la sensación de que aquellos tiempos,
iluminados por la luz de las velas, se estaban yendo. La radio, el
cinematógrafo, la electricidad y tantas cosas más traerían nuevos aires que se
llevarían, en buena parte, a la música de salón al baúl de los recuerdos.
Mujeres y educación musical
En una
época en la que no existían reproductores de sonido ni de imagen, la música en
vivo era la regla. La formación musical era parte integral de la educación de
los jóvenes e indispensable en el de las niñas y señoritas. Desde muy pequeñas empezaban sus lecciones a
domicilio, normalmente piano o canto, y al alcanzar la juventud, muchas de
ellas habían logrado un nivel elevado de ejecución. Los hogares fueron un motor
musical decisivo, quizás el más importante, en aquellas épocas de caos
político-social del país. En ellos se dio empleo regular como profesores a
muchos músicos, se llevaron a cabo conciertos frecuentes en los que los
compositores podían estrenar sus obras y ejecutarlas o escucharlas ejecutadas
por otros y se generó y cultivó el gusto musical en su más amplio sentido:
tocar, escuchar y conversar sobre música. En aquellos ambientes se conoció la
música de moda de Europa, que llegaba a través de la importación de partituras
y su posterior impresión en México.
La
participación musical de las mujeres en las tertulias debía darse,
naturalmente, dentro de ciertas reglas de propiedad: una mujer nunca debía
destacar demasiado ni buscar el aplauso y la fama. Lo que podría haberse
convertido, en muchos casos, en una carrera musical se truncaba o por lo menos
se opacaba cuando las señoritas llegaban al matrimonio y debían dedicarse
primordialmente a las labores del hogar. Sin embargo, y conviene resaltar este
punto, las mujeres seguían participando en tertulias donde tenían oportunidad
de tocar y disfrutar de la música, la cual probó ser, además, un código de
comunicación entre ellas y una manera significativa de enriquecer artística y
espiritualmente la vida de nuestras antepasadas.
Exi9sten
contadas excepciones de mujeres que se dedicaron en la época a la música de
manera profesional y cuando sucedía era, por lo general, debido a
circunstancias adversas en sus vidas, como la cantante, pianista y compositora
María de Jesús Cosío, quien se vio precisada a ayudar a su madre a la
manutención familiar debido a la invalidez de su padre. Cosío participó en
numerosos conciertos de músicos y compañías visitantes, como durante la visita
de los virtuosos Henri Herz, pianista, y Franz Coenen, violinista.
Ya entrada
la segunda mitad del siglo las mujeres tuvieron la oportunidad de cursar una
carrera musical en parte gracias a la fundación del Conservatorio de la
Sociedad Filarmónica, en 1866, donde fueron admitidas desde el inicio como
estudiantes en igualdad de circunstancias que los varones. Antes de eso, uno de
los maestros de música más acreditados de las primeras décadas de la república,
José Antonio Gómez, que fundó un conservatorio privado en 1839, promovía la
educación musical por igual a hombres y mujeres y tuvo destacadas alumnas a
quienes no escatimó esfuerzos y a las que exigió ejercicios de alta dificultad.
Música y danza en las tertulias
En los albores del México independiente la música que se
tocaba, escuchaba y bailaba en las casas puede dividirse, grosso modo, de la siguiente manera: primero, música para
bailar, la más popular de todas; segundo, música para escuchar y
participar; aquí nos referimos a música que es muy probable que los asistentes
a la tertulia hayan conocido previamente, por ejemplo, formatos caseros de
piezas de ópera recientemente interpretadas en el teatro y que por lo tanto
disfrutaban volver a escuchar e incluso ser partícipes en su ejecución y tercero,
música para escuchar de manera más concentrada y pasiva, por la cual la o el
pianista o cantante podía demostrar sus talentos. En esta última categoría
encontramos estudios, nocturnos Concert-Stücke,
pensées poetiques, etc., lo que hoy consideraríamos música seria. Estas
piezas, normalmente de mayor duración que el resto, no brindaban, a diferencia
de las otras, una satisfacción inmediata en términos de reconocer la melodía o
poder participar por medio del baile. En la época en que abarca el presente
estudio, sin embargo, este tipo de piezas estaban francamente en minoría.
La parte
musical de las tertulias tenía una clara orientación “perfomativa”, es decir, los
músicos amateurs y profesionales que tocaban y cantaban, los bailarines, los
asistentes que se dedicaban a observar, todos tenían una función que cumplir en
esta representación privada. SE requería que hubiera músicos capaces de
ejecutar las danzas y piezas pero también quienes supieran bailarlas. La
inmensa cantidad de música para bailar que puede encontrarse en los álbumes
musicales que sobreviven de aquella época, es un claro indicador de la
importancia del baile en esas ocasiones.
Las mujeres
no sólo eran, por lo general, las organizadoras de estos entretenimientos, sino
también las más frecuentes intérpretes musicales además, a diferencia de otros
entretenimientos masculinos, sin ellas la danza era impracticable. Era
socialmente aceptado que las mujeres de las clases altas exhibieran su talento,
e incluso su pasión, por la música y la danza, por supuesto, dentro de las normas básicas de decencia y
recato. Los hombres y las mujeres sin conocimiento musical o bailable se veían
relegados a roles pasivos de observación, lo cual tenía para algunos su
encanto. Joaquín Jiménez un periodista de origen español, cuyo seudónimo era Tío Nonilla, que narraba con vena
satírica las reuniones sociales en la ciudad de México, escribió: “El Tío Nonilla, que no baila, que no
enamora, que no hace en fin, nada de lo que suelen hacer en los bailes los
enamorados, observa al descuido todo cuanto pasa, no porque sea curioso, ¡Dios
nos libre de que tal se piense!, sino solamente por tener algo que decir a sus bellas
lectoras.” (1)
En tal
entorno, las clases de música y danza eran indispensables para lograr una
participación aceptable en las reuniones sociales. Además de los bailes, como
parte del entretenimiento en las soirées
se organizaban danzas formales con regularidad. Desde la década de 1820
encontramos anuncios en los periódicos en los que se invita a los lectores a
acudir a bailes por suscripción, ya fueran de admisión general o por
invitación, es decir, de admisión restringida. Por ejemplo, dentro de la
primera categoría, el Instituto de Literatura y Comercio anunciaba a sus
suscriptores que se efectuaría un baile el día 8 de abril de 1826 “a la hora
acostumbrada”. (2)
En la segunda categoría, y también en
1826, apareció el siguiente anuncio en el periódico El Sol:
El encargado de negocios de S[u]
M[ajestad] B[ritánica] suplica que las personas a quienes ha tenido el honor
de convidar para el baile que en obsequio del día de su soberano ha de darse
en S. Cosme la noche del 23 del presente, entreguen las respectivas cartas de
invitación al sujeto destinado para recibirlas al ingreso de la casa de la
legación. (3)
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Desde fines
de la década de 1830 hay un incremento notable en la oferta de clases de danza
para la juventud mexicana. El valor educativo del baile es reconocido
incluyendo su efecto positivo en la salud, así como el ser un vehículo para
integrar a los mexicanos a la cultura y a los valores europeos. La
europeización, como un equivalente al aburguesamiento, implicaba adquirir
refinamiento en los modales, lo cual permitiría a las clases altas ser
aceptadas en la sociedad europea. “Decente” y “honorable” eran los adjetivos
preferidos al referirse a la danza en los salones: “así como el más útil de los
ejercicios gimnásticos: el mantiene en todos los miembros la fuerza y la
agilidad, y a loa vez que causa placer, fortifica la salud”. (4) Los maestros de danza utilizaban estos
argumentos para promover sus lecciones al publicar anuncios. El maestro de
danza español don Ángel Martínez consideraba que al resaltar sus conocimiento
de la escena dancística europea podía comercializar sus clases de manera más
efectiva: “P[rofesor] de baile, recién llegado a esta capital, de las
principales de Europa, ofrece sus servicios a las señoritas y caballeros que
gusten honrarle con su afición a los bailes denominados Mazurca, Galops con
figuras, Rigodones, Greca, etc.” Anuncia que abrirá las puertas de su academia
de las 8 de la mañana a las 12 del mediodía y de las 2 a las 4 de la tarde, (5) horarios apropiados para las señoritas
decentes, que no debían circular en la calle por la noche sin compañía
masculina. Otro prestigioso maestro de danza, éste mexicano, incluía danzas
locales en su anuncio. Ofrecía enseñar: “Los conocimientos principales, pasos
de rigodón, gragouillade, batimán o batutan, cabriolas, etc., bailes
de todo bolero, sonecillos del país, figurados de cuadrillas, mazurca, galop y
sus figuras, contradanza Marsella.” Hace patente, de manera específica,
su dedicación a la enseñanza del “bello sexo”, y agrega que “una constante
práctica le ha hecho expeditar los medios para la fácil ejecución de los pasos
por las señoritas.” (6) Es
notable el grado de especialización que se pone de manifiesto en estos
anuncios, lo cual nos habla de una cultura dancística bien desarrollada en los
salones; era preciso saber varios estilos con propiedad, según demuestra el
ofrecimiento de los maestros. Asimismo, puede constatarse que en el salón se
bailaban danzas locales pero con pasos adaptados de los estilos europeos. Era
la contribución nacional al cúmulo de cultura europea a la que México ansiaba
pertenecer en calidad de igual.
Los géneros más populares:
El vals, la polca, el schottisch y la polca mazurca
La música bailable está representada con amplitud en álbumes
y publicaciones de la época pues, como ya se dijo, era la más popular e las
tres categorías mencionadas antes. El género más gustado, con mucho, en la
décadas de 1840 y 1850 fue el vals; su nombre se escribía de las
más diversas formas: waltz, walz, wals,
walst, etc. Pero lo importante no era saber escribirlo, sino bailarlo. Esta
contagiosa danza en compás de ¾ se popularizó en Viena en las últimas décadas
del siglo XVIII, de una sección introductoria, por ejemplo, dos periodos de ocho compases cada una, para pasar luego al vals propiamente dicho.
La introducción servía para que las parejas se dirigieran a la pista de baile y
se acomodaran allí. Las secciones del vals se repiten y normalmente hay un da capo al fine (o repetición desde el
principio) que en términos prácticos duplicaba el tiempo de ejecución y
diversión para los asistentes. La melodía está frecuentemente reforzada en
octavas, un efecto que permite aumentar el volumen sonoro del piano, lo cual
era importante en una sala de dimensiones amplias, de modo que los bailarines
más alejados de la o el ejecutante escucharan claramente. El vals puede ser
lento y majestuoso, romántico, sensual o rápido y juguetón. Es un género que se
presta a la inventiva de sus creadores.
En sus
primeras etapas el vals fue considerado inmoral por bailar las parejas
enlazadas. Hay que recordar que antes la mayoría de los bailes eran grupales y
el contacto entre hombres y mujeres era esporádico durante ciertos momentos de
la coreografía. El vals tiene presencia en México desde por lo menos 1810, es
decir, a partir de la independencia. Sin embargo, las críticas no se hicieron
esperar; en 1815 se efectúa la siguiente denuncia a la Inquisición respecto del
vals, en la que se advierte que el mismo no sólo representa un riego para la
moral de las jóvenes de la época, sino una promiscuidad de clases sociales
igualmente peligrosa:
Para comenzar a bailar [el hombre]
toma a su compañera de la mano, siendo esto entre muchas parejas de hombres y
mujeres de todos estados, comenzando a dar vueltas como locos se van
enlazando cada uno con la suya, de manera que, la sala donde se ejecuta el
enredo que forman, figura una máquina a manera de los tornos donde fabrican
la seda; y no sin propiedad y sí con sobrada malicia inventaron tal
artificio, pues es una verdadera y bien concertada máquina donde traman y
urden el modo de engañar y corromper a las jóvenes inocentes. (7)
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El moderno
siglo XIX, como clamaban los contemporáneos, ya no era víctima de las censuras
inquisitoriales que tan sólo décadas atrás prohibieron ciertos bailes. A pesar
de las admoniciones el vals se difundió en salones mexicanos de todas las
clases sociales con un éxito inigualado. Encontramos infinidad de ellos en
álbumes de la época, ya breves, una página, o de hasta siete páginas, la gran
mayoría para piano. Los compositores son lo mismo mexicanos que extranjeros y
valses que estaban causando furor en Europa, como los famosísimos de Strauss,
fueron impresos en México de forma “pirata”. No es casual que el afamado
maestro de danza Domingo Ibarra abra su manual de enseñanza de baile con las
instrucciones para bailar vals, incluyendo una introducción en la que traza la
historia de dicha danza y su evolución aunque, por cierto, ubica sus orígenes
en Inglaterra. Ibarra se cuida bien de enfatizar que el vals debe bailarse
siempre con propiedad y decencia y provee detalladas instrucciones con el fin
de que el caballero manipule a la dama de modo tal que proteja su fama. Las
improbables instrucciones que da Ibarra, son las siguientes: “La manera con que
el señor debe llevar a su compañera en este baile será la más recatada,
procurando no ceñirle el talle con todo el brazo, ni tocar los pliegues del
vestido; que el cuerpo de uno y otro estén separados lo más que se pueda y con
naturalidad, teniendo presente que una flor cuando la tocan se marchita.” (8)
Ibarra
proporcionaba además instrucciones detalladas para no hacer el ridículo a la
hora del baile, la expresión es de él.
“Entre las
composiciones de que se puede hacer recuerdo de muchos años a esta parte,
ninguna ha causado más sensación que la polka.” Así iniciaba la
introducción que precede a la partitura de La
polka del siglo diez y nueve, de Henri Herz, que el compositor dio a
conocer durante su permanencia en nuestro país entre 1849 y 1850. El furor que
causó la polka en México y el resto del mundo occidental fue realmente notable.
Esta danza de pareja en compás de 2/4 se localiza por primera vez en Praga en
1837 y fue introducida en París por el maestro de danza checo Jans Raab en
1840. El 11 de abril de 1844 la polka subió a otro nivel cuando Carlotta Grisi
y Jules Perrot la presentaron en Her Majesty´s Theatre. En México, si bien ya
existía antes, la polka se popularizó durante la guerra de 1847 con Estados
Unidos, traída por los soldados invasores. Durante las siguientes décadas, se
volvió una danza indispensable e inmensamente popular de los salones de las
clases altas e incluso de los bailes populares. (9)
De acuerdo con Domingo Ibarra, los
seductores movimientos de la polka son difíciles de ejecutar con la debida
naturalidad, es por ello que explica con todo detalle los pasos de esta
apreciada danza. (10)
La polka La caprichosa,
de autor desconocido, es un ejemplo de las muchísimas publicadas en México
durante la época. La simplicidad de esta pieza es notoria tanto en los aspectos
melódicos como armónicos. Fue dedicada a la hoy desconocida señora doña J. Ciocca
y está en la tonalidad de Re mayor con una breve sección contrastante en Sol
mayor en la que, sin embargo, la figuración melódica y rítmica no cambian. Las
indicaciones de dinámica son escasas y no hay crescendos, diminuendos o reguladores. La belleza de la ilustración
de la portada contrasta con la extrema simplicidad de la música pero da fe del
gran avance que hubo en la litografía durante los años 1840 y 1850 en México.
La portada era sin duda un valor agregado a la pieza que los impresores de música
manejaban bien. Las mujeres podían identificarse o proyectar sus deseos o
sueños románticos.
El Schottisch
El schottisch es
una danza de origen campesino en 2/4 que, de acuerdo con Domingo Ibarra, fue
inventada en países de climas fríos extremos para ayudar a elevar la
temperatura. Su nombre deriva del
término alemán Schottisch («escocés»), una danza social
centroeuropea a la que en Viena se quiso atribuir origen en un baile escocés. Fue
introducida en México por los soldados estadounidenses durante la guerra de
1847 a través de los puertos de Tampico y Matamoros; a partir de 1850 “invadió
los salones de la capital, no habiendo disminuido hasta hoy el entusiasmo con
que se recibió”, según escribía Domingo Ibarra en 1860. (11) Sus similitudes con la polka son
manifiestas, aunque se baila como un vals pero en 2/4 y con pequeños saltos.
Fue considerablemente popular en México de acuerdo con los múltiples ejemplos
que del schottisch, sobreviven en los álbumes.
Polca mazurca
La polca mazurca
es una de las formas que la popular mazurca adquirió a mediados del siglo XIX. Fue
traída desde Europa, junto con la polca, por italianos y españoles. También se
dice que es un baile típico cuya cuna está en Masuria, Polonia. Otras variantes
eran las varsovianas, las redovas y los Landler. Las dos primeras también fueron
populares en México. La polca mazurca era un género que combinaba los pasos de
la polca con el ritmo de ¾ de la mazurca. Originariamente, era un baile de
salón que pasó a convertirse en una danza de las clases populares y de ahí su
pervivencia. El hombre toma por la cintura a la mujer firme pero sutilmente,
mientras la mujer dobla su brazo sobre el brazo del hombre para evitar poner su
mano directamente sobre el cuerpo del varón (los dos principales pasos de la
polca mazurca).
Conclusión
Mucho más podría
decirse de los temas esbozados aquí y de los que poco se ha escrito hasta
ahora. Valga este texto como una muestra, homenaje, de un mundo musical, social,
cultural y artístico de una gran riqueza que ha quedado prácticamente relegado
de estudios serios que nos muestren el valor que la música tenía en las casas
de los habitantes del recién inaugurado México independiente. A propósito hemos
dejado fuera grandes nombres de compositores y grandes obras. El intento ha
sido proporcionar un atisbo de la música cotidiana que la gente disfrutaba en
reuniones caseras. En los conciertos formales hemos relegado por completo la
dimensión física de la música que hace menos de un siglo era lugar común. La
música se hacía para ser partícipes de ella en cuerpo y alma, y no como
espectadores pasivos, es por ello que la danza estaba más que presente en una
buena parte del repertorio. En la actualidad podemos, y habría gran placer en
ello, rescatar lo que nos queda de ese mundo: partituras, libros, crónicas,
pinturas, etc., y disfrutar con simpatía de aquello que hizo felices y plenos a
nuestros antepasados y que hoy es un arte que prácticamente ha caído en el
olvido: la música y la danza en las casas ejecutadas por amigos y familiares al
cobijo de buena comida, buena bebida y buena charla.
Yael Britán Goren, “Ejércitos y
bandas de música en la Nueva España, 1760-1821”, en “… y la música se volvió MEXICANA”, México, INAH, INBA, CENIDIM,
CONACULTA, 2010, PP. 22-31.
(1)”Soirées de Mr. Levasseur”, en El Tío Nonilla. Periódico Político,
Enredador, Chismográfico y de Trueno, 9 de septiembre de 1849, vol. 1,
núm. 4.
(2) El Sol, México, 3 de abril de 1826.
(3) El Sol, México, 22 de abril de 1826.
(4) “El baile”, en El Mosaico Mexicano, III, México,
1840, p. 261.-
(5) Diario del Gobierno, México, 13 de julio de 1839.
(6) Diario del Gobierno, México, 28 de julio de 1839.
(7) Gabriel Saldívar, Historia de la música en México,
México, Secretaría de Educación Pública/Publicaciones del Departamento de
Bellas Artes, 1934, p. 179.
(8) Domingo Ibarra, Colección de bailes de sala y método para
aprenderlos sin auxilio del maestro, México, Tipografía de Nabor Sánchez,
1860, p. 15.
(9) En la frontera norte de México
sigue gozando de buena salud en su versión “norteña”.
(10) Ibarra, Colección, op. cit., p. 19-20.
(11)
Ibarra, Colección, op. cit., p.
20-21.
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