martes, 5 de noviembre de 2019


CAP. 3 -TESTIMONIO MUSICAL DE MÉXICO

La música en las casas en las primeras décadas del
México independiente



Estimados lectores, la música ha sido siempre agradable al oído, siempre nos ha amenizado, unas veces para alegrar el alma, otras de tristeza, pero de una manera u otra, vive con nosotros. En México siempre ha estado presente, desde la época prehispánica, hasta ahora, en bailes, danzas, fiestas, procesiones, marchas y guerras. También, para que la población viera a la institución armada como parte necesaria e indispensable de la sociedad y por medio de ejercicios militares, marchas y desfiles, provocasen admiración y respeto. Algo que hoy día, la institución militar está a la baja.
Pondré una serie de pequeños trabajos de maestros, profesores de música que van de 1760 a las postrimería del siglo XIX y los albores del XX.
            Así podrán ir leyendo e imaginando la vida de México a través de la música, los voy a ir poniendo de poco en poco, para que se piquen, y continúen leyendo. Gracias de antemano. En esta ocasión le toca a doña Yael Bitrán Goren, estudió la carrera de pianista en el Conservatorio Nacional de Música y la de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es investigadora del Cenidim y miembro del consejo editorial de la revista Heterofonía.
Durante los primero años de vida nacional proliferaron en México las tertulias en las casas de las clases acomodadas. México se sumaba así a una tendencia prevaleciente en el mundo occidental. En esa época las casas se volvieron un espacio fundamental para la convivencia de las familias e invitados puesto que el mundo exterior, tanto en Europa como en Hispanoamérica, frecuentemente privaba el caos político o militar, las enfermedades contagiosas o, en el caso de las mujeres, restricciones a su libre movimiento en las calles. La música formaba una parte esencial de este tipo de reuniones en las que las mujeres marcaban la pauta. Este era uno de los contados ámbitos donde la participación de las mujeres no sólo era bien visto, sino impulsado por los varones. Junto con juegos, recitaciones, abundante comida y bebida y amena charla, que versaba sobre temas de política y sociedad, se ejecutaba, escuchaba y bailaba, casi invariablemente, música de piano, piano y canto, y combinaciones con guitarra, flauta y arpa.
            Detrás de esta diversión se encontraba una serie de instancias que apoyaban aquel momento culminante de ejecución en la tertulia: maestros de música, así como maestros y academias de baile que preparaban a los jóvenes de las clases altas para desempeñar un buen papel en las reuniones sociales: bailar era un requisito para participar en la sociedad. Asimismo, hubo una gran proliferación de partituras impresas en México por empresas que comenzaron a desarrollarse o a expandirse para tal fin; también se importaron partituras de Europa en grandes cantidades y se imprimieron e importaron métodos de música desarrollados por maestros mexicanos para la juventud local o traídos de fuera. Se hizo entonces indispensable la importación de instrumentos musicales, así como su fabricación en México, particularmente de pianos, sin duda, el instrumento favorito de las casas decimonónicas en México y en buena parte del hemisferio occidental. Una industria se desarrolló, pues, como soporte de la práctica musical, de la cual encontramos ecos maravillosos en las partituras sueltas y álbumes en los que los intérpretes, en su mayor parte mujeres, dejaron su huella.
            Ante todo, el salón fue un espacio de disfrute musical que atravesaba generaciones, nacionalidades, costumbres y que mantuvo a nuestros antepasados decimonónicos escuchando, bailando y gozando de la música en comunión de modos muy distintos a los de hoy. Casi puede escucharse la nostalgia en esa música maravillosa, sentimental, sincera y útil compuesta con la sensación de que aquellos tiempos, iluminados por la luz de las velas, se estaban yendo. La radio, el cinematógrafo, la electricidad y tantas cosas más traerían nuevos aires que se llevarían, en buena parte, a la música de salón al baúl de los recuerdos.



Mujeres y educación musical

            En una época en la que no existían reproductores de sonido ni de imagen, la música en vivo era la regla. La formación musical era parte integral de la educación de los jóvenes e indispensable en el de las niñas y señoritas.  Desde muy pequeñas empezaban sus lecciones a domicilio, normalmente piano o canto, y al alcanzar la juventud, muchas de ellas habían logrado un nivel elevado de ejecución. Los hogares fueron un motor musical decisivo, quizás el más importante, en aquellas épocas de caos político-social del país. En ellos se dio empleo regular como profesores a muchos músicos, se llevaron a cabo conciertos frecuentes en los que los compositores podían estrenar sus obras y ejecutarlas o escucharlas ejecutadas por otros y se generó y cultivó el gusto musical en su más amplio sentido: tocar, escuchar y conversar sobre música. En aquellos ambientes se conoció la música de moda de Europa, que llegaba a través de la importación de partituras y su posterior impresión en México.
            La participación musical de las mujeres en las tertulias debía darse, naturalmente, dentro de ciertas reglas de propiedad: una mujer nunca debía destacar demasiado ni buscar el aplauso y la fama. Lo que podría haberse convertido, en muchos casos, en una carrera musical se truncaba o por lo menos se opacaba cuando las señoritas llegaban al matrimonio y debían dedicarse primordialmente a las labores del hogar. Sin embargo, y conviene resaltar este punto, las mujeres seguían participando en tertulias donde tenían oportunidad de tocar y disfrutar de la música, la cual probó ser, además, un código de comunicación entre ellas y una manera significativa de enriquecer artística y espiritualmente la vida de nuestras antepasadas.
            Exi9sten contadas excepciones de mujeres que se dedicaron en la época a la música de manera profesional y cuando sucedía era, por lo general, debido a circunstancias adversas en sus vidas, como la cantante, pianista y compositora María de Jesús Cosío, quien se vio precisada a ayudar a su madre a la manutención familiar debido a la invalidez de su padre. Cosío participó en numerosos conciertos de músicos y compañías visitantes, como durante la visita de los virtuosos Henri Herz, pianista, y Franz Coenen, violinista.
            Ya entrada la segunda mitad del siglo las mujeres tuvieron la oportunidad de cursar una carrera musical en parte gracias a la fundación del Conservatorio de la Sociedad Filarmónica, en 1866, donde fueron admitidas desde el inicio como estudiantes en igualdad de circunstancias que los varones. Antes de eso, uno de los maestros de música más acreditados de las primeras décadas de la república, José Antonio Gómez, que fundó un conservatorio privado en 1839, promovía la educación musical por igual a hombres y mujeres y tuvo destacadas alumnas a quienes no escatimó esfuerzos y a las que exigió ejercicios de alta dificultad.



Música y danza en las tertulias

En los albores del México independiente la música que se tocaba, escuchaba y bailaba en las casas puede dividirse, grosso modo, de la siguiente manera: primero, música para bailar, la más popular de todas; segundo, música para escuchar y participar; aquí nos referimos a música que es muy probable que los asistentes a la tertulia hayan conocido previamente, por ejemplo, formatos caseros de piezas de ópera recientemente interpretadas en el teatro y que por lo tanto disfrutaban volver a escuchar e incluso ser partícipes en su ejecución y tercero, música para escuchar de manera más concentrada y pasiva, por la cual la o el pianista o cantante podía demostrar sus talentos. En esta última categoría encontramos estudios, nocturnos Concert-Stücke, pensées poetiques, etc., lo que hoy consideraríamos música seria. Estas piezas, normalmente de mayor duración que el resto, no brindaban, a diferencia de las otras, una satisfacción inmediata en términos de reconocer la melodía o poder participar por medio del baile. En la época en que abarca el presente estudio, sin embargo, este tipo de piezas estaban francamente en minoría.
            La parte musical de las tertulias tenía una clara orientación “perfomativa”, es decir, los músicos amateurs y profesionales que tocaban y cantaban, los bailarines, los asistentes que se dedicaban a observar, todos tenían una función que cumplir en esta representación privada. SE requería que hubiera músicos capaces de ejecutar las danzas y piezas pero también quienes supieran bailarlas. La inmensa cantidad de música para bailar que puede encontrarse en los álbumes musicales que sobreviven de aquella época, es un claro indicador de la importancia del baile en esas ocasiones.
            Las mujeres no sólo eran, por lo general, las organizadoras de estos entretenimientos, sino también las más frecuentes intérpretes musicales además, a diferencia de otros entretenimientos masculinos, sin ellas la danza era impracticable. Era socialmente aceptado que las mujeres de las clases altas exhibieran su talento, e incluso su pasión, por la música y la danza, por supuesto,  dentro de las normas básicas de decencia y recato. Los hombres y las mujeres sin conocimiento musical o bailable se veían relegados a roles pasivos de observación, lo cual tenía para algunos su encanto. Joaquín Jiménez un periodista de origen español, cuyo seudónimo era Tío Nonilla, que narraba con vena satírica las reuniones sociales en la ciudad de México, escribió: “El Tío Nonilla, que no baila, que no enamora, que no hace en fin, nada de lo que suelen hacer en los bailes los enamorados, observa al descuido todo cuanto pasa, no porque sea curioso, ¡Dios nos libre de que tal se piense!, sino solamente por tener algo que decir a sus bellas lectoras.” (1)
            En tal entorno, las clases de música y danza eran indispensables para lograr una participación aceptable en las reuniones sociales. Además de los bailes, como parte del entretenimiento en las soirées se organizaban danzas formales con regularidad. Desde la década de 1820 encontramos anuncios en los periódicos en los que se invita a los lectores a acudir a bailes por suscripción, ya fueran de admisión general o por invitación, es decir, de admisión restringida. Por ejemplo, dentro de la primera categoría, el Instituto de Literatura y Comercio anunciaba a sus suscriptores que se efectuaría un baile el día 8 de abril de 1826 “a la hora acostumbrada”. (2) En la segunda categoría, y también en 1826, apareció el siguiente anuncio en el periódico El Sol:
El encargado de negocios de S[u] M[ajestad] B[ritánica] suplica que las personas a quienes ha tenido el honor de convidar para el baile que en obsequio del día de su soberano ha de darse en S. Cosme la noche del 23 del presente, entreguen las respectivas cartas de invitación al sujeto destinado para recibirlas al ingreso de la casa de la legación. (3)

            Desde fines de la década de 1830 hay un incremento notable en la oferta de clases de danza para la juventud mexicana. El valor educativo del baile es reconocido incluyendo su efecto positivo en la salud, así como el ser un vehículo para integrar a los mexicanos a la cultura y a los valores europeos. La europeización, como un equivalente al aburguesamiento, implicaba adquirir refinamiento en los modales, lo cual permitiría a las clases altas ser aceptadas en la sociedad europea. “Decente” y “honorable” eran los adjetivos preferidos al referirse a la danza en los salones: “así como el más útil de los ejercicios gimnásticos: el mantiene en todos los miembros la fuerza y la agilidad, y a loa vez que causa placer, fortifica la salud”. (4) Los maestros de danza utilizaban estos argumentos para promover sus lecciones al publicar anuncios. El maestro de danza español don Ángel Martínez consideraba que al resaltar sus conocimiento de la escena dancística europea podía comercializar sus clases de manera más efectiva: “P[rofesor] de baile, recién llegado a esta capital, de las principales de Europa, ofrece sus servicios a las señoritas y caballeros que gusten honrarle con su afición a los bailes denominados Mazurca, Galops con figuras, Rigodones, Greca, etc.” Anuncia que abrirá las puertas de su academia de las 8 de la mañana a las 12 del mediodía y de las 2 a las 4 de la tarde, (5) horarios apropiados para las señoritas decentes, que no debían circular en la calle por la noche sin compañía masculina. Otro prestigioso maestro de danza, éste mexicano, incluía danzas locales en su anuncio. Ofrecía enseñar: “Los conocimientos principales, pasos de rigodón, gragouillade, batimán o batutan, cabriolas, etc., bailes de todo bolero, sonecillos del país, figurados de cuadrillas, mazurca, galop y sus figuras, contradanza Marsella.” Hace patente, de manera específica, su dedicación a la enseñanza del “bello sexo”, y agrega que “una constante práctica le ha hecho expeditar los medios para la fácil ejecución de los pasos por las señoritas.” (6) Es notable el grado de especialización que se pone de manifiesto en estos anuncios, lo cual nos habla de una cultura dancística bien desarrollada en los salones; era preciso saber varios estilos con propiedad, según demuestra el ofrecimiento de los maestros. Asimismo, puede constatarse que en el salón se bailaban danzas locales pero con pasos adaptados de los estilos europeos. Era la contribución nacional al cúmulo de cultura europea a la que México ansiaba pertenecer en calidad de igual.



Los géneros más populares:

El vals, la polca, el schottisch y la polca mazurca

La música bailable está representada con amplitud en álbumes y publicaciones de la época pues, como ya se dijo, era la más popular e las tres categorías mencionadas antes. El género más gustado, con mucho, en la décadas de 1840 y 1850 fue el vals; su nombre se escribía de las más diversas formas: waltz, walz, wals, walst, etc. Pero lo importante no era saber escribirlo, sino bailarlo. Esta contagiosa danza en compás de ¾ se popularizó en Viena en las últimas décadas del siglo XVIII, de una sección introductoria, por ejemplo,  dos periodos de ocho compases cada una,  para pasar luego al vals propiamente dicho. La introducción servía para que las parejas se dirigieran a la pista de baile y se acomodaran allí. Las secciones del vals se repiten y normalmente hay un da capo al fine (o repetición desde el principio) que en términos prácticos duplicaba el tiempo de ejecución y diversión para los asistentes. La melodía está frecuentemente reforzada en octavas, un efecto que permite aumentar el volumen sonoro del piano, lo cual era importante en una sala de dimensiones amplias, de modo que los bailarines más alejados de la o el ejecutante escucharan claramente. El vals puede ser lento y majestuoso, romántico, sensual o rápido y juguetón. Es un género que se presta a la inventiva de sus creadores.
            En sus primeras etapas el vals fue considerado inmoral por bailar las parejas enlazadas. Hay que recordar que antes la mayoría de los bailes eran grupales y el contacto entre hombres y mujeres era esporádico durante ciertos momentos de la coreografía. El vals tiene presencia en México desde por lo menos 1810, es decir, a partir de la independencia. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar; en 1815 se efectúa la siguiente denuncia a la Inquisición respecto del vals, en la que se advierte que el mismo no sólo representa un riego para la moral de las jóvenes de la época, sino una promiscuidad de clases sociales igualmente peligrosa:

Para comenzar a bailar [el hombre] toma a su compañera de la mano, siendo esto entre muchas parejas de hombres y mujeres de todos estados, comenzando a dar vueltas como locos se van enlazando cada uno con la suya, de manera que, la sala donde se ejecuta el enredo que forman, figura una máquina a manera de los tornos donde fabrican la seda; y no sin propiedad y sí con sobrada malicia inventaron tal artificio, pues es una verdadera y bien concertada máquina donde traman y urden el modo de engañar y corromper a las jóvenes inocentes. (7)

            El moderno siglo XIX, como clamaban los contemporáneos, ya no era víctima de las censuras inquisitoriales que tan sólo décadas atrás prohibieron ciertos bailes. A pesar de las admoniciones el vals se difundió en salones mexicanos de todas las clases sociales con un éxito inigualado. Encontramos infinidad de ellos en álbumes de la época, ya breves, una página, o de hasta siete páginas, la gran mayoría para piano. Los compositores son lo mismo mexicanos que extranjeros y valses que estaban causando furor en Europa, como los famosísimos de Strauss, fueron impresos en México de forma “pirata”. No es casual que el afamado maestro de danza Domingo Ibarra abra su manual de enseñanza de baile con las instrucciones para bailar vals, incluyendo una introducción en la que traza la historia de dicha danza y su evolución aunque, por cierto, ubica sus orígenes en Inglaterra. Ibarra se cuida bien de enfatizar que el vals debe bailarse siempre con propiedad y decencia y provee detalladas instrucciones con el fin de que el caballero manipule a la dama de modo tal que proteja su fama. Las improbables instrucciones que da Ibarra, son las siguientes: “La manera con que el señor debe llevar a su compañera en este baile será la más recatada, procurando no ceñirle el talle con todo el brazo, ni tocar los pliegues del vestido; que el cuerpo de uno y otro estén separados lo más que se pueda y con naturalidad, teniendo presente que una flor cuando la tocan se marchita.” (8)
            Ibarra proporcionaba además instrucciones detalladas para no hacer el ridículo a la hora del baile, la expresión es de él.
            “Entre las composiciones de que se puede hacer recuerdo de muchos años a esta parte, ninguna ha causado más sensación que la polka.” Así iniciaba la introducción que precede a la partitura de La polka del siglo diez y nueve, de Henri Herz, que el compositor dio a conocer durante su permanencia en nuestro país entre 1849 y 1850. El furor que causó la polka en México y el resto del mundo occidental fue realmente notable. Esta danza de pareja en compás de 2/4 se localiza por primera vez en Praga en 1837 y fue introducida en París por el maestro de danza checo Jans Raab en 1840. El 11 de abril de 1844 la polka subió a otro nivel cuando Carlotta Grisi y Jules Perrot la presentaron en Her Majesty´s Theatre. En México, si bien ya existía antes, la polka se popularizó durante la guerra de 1847 con Estados Unidos, traída por los soldados invasores. Durante las siguientes décadas, se volvió una danza indispensable e inmensamente popular de los salones de las clases altas e incluso de los bailes populares. (9) De acuerdo con Domingo Ibarra, los seductores movimientos de la polka son difíciles de ejecutar con la debida naturalidad, es por ello que explica con todo detalle los pasos de esta apreciada danza. (10)
                La polka La caprichosa, de autor desconocido, es un ejemplo de las muchísimas publicadas en México durante la época. La simplicidad de esta pieza es notoria tanto en los aspectos melódicos como armónicos. Fue dedicada a la hoy desconocida señora doña J. Ciocca y está en la tonalidad de Re mayor con una breve sección contrastante en Sol mayor en la que, sin embargo, la figuración melódica y rítmica no cambian. Las indicaciones de dinámica son escasas y no hay crescendos, diminuendos o reguladores. La belleza de la ilustración de la portada contrasta con la extrema simplicidad de la música pero da fe del gran avance que hubo en la litografía durante los años 1840 y 1850 en México. La portada era sin duda un valor agregado a la pieza que los impresores de música manejaban bien. Las mujeres podían identificarse o proyectar sus deseos o sueños románticos.

El Schottisch

El schottisch es una danza de origen campesino en 2/4 que, de acuerdo con Domingo Ibarra, fue inventada en países de climas fríos extremos para ayudar a elevar la temperatura. Su nombre deriva del término alemán Schottisch («escocés»), una danza social centroeuropea a la que en Viena se quiso atribuir origen en un baile escocés. Fue introducida en México por los soldados estadounidenses durante la guerra de 1847 a través de los puertos de Tampico y Matamoros; a partir de 1850 “invadió los salones de la capital, no habiendo disminuido hasta hoy el entusiasmo con que se recibió”, según escribía Domingo Ibarra en 1860. (11) Sus similitudes con la polka son manifiestas, aunque se baila como un vals pero en 2/4 y con pequeños saltos. Fue considerablemente popular en México de acuerdo con los múltiples ejemplos que del schottisch, sobreviven en los álbumes.

Polca mazurca

La polca mazurca es una de las formas que la popular mazurca adquirió a mediados del siglo XIX. Fue traída desde Europa, junto con la polca, por italianos y españoles. También se dice que es un baile típico cuya cuna está en Masuria, Polonia. Otras variantes eran las varsovianas, las redovas y los Landler. Las dos primeras también fueron populares en México. La polca mazurca era un género que combinaba los pasos de la polca con el ritmo de ¾ de la mazurca. Originariamente, era un baile de salón que pasó a convertirse en una danza de las clases populares y de ahí su pervivencia. El hombre toma por la cintura a la mujer firme pero sutilmente, mientras la mujer dobla su brazo sobre el brazo del hombre para evitar poner su mano directamente sobre el cuerpo del varón (los dos principales pasos de la polca mazurca).
Conclusión
Mucho más podría decirse de los temas esbozados aquí y de los que poco se ha escrito hasta ahora. Valga este texto como una muestra, homenaje, de un mundo musical, social, cultural y artístico de una gran riqueza que ha quedado prácticamente relegado de estudios serios que nos muestren el valor que la música tenía en las casas de los habitantes del recién inaugurado México independiente. A propósito hemos dejado fuera grandes nombres de compositores y grandes obras. El intento ha sido proporcionar un atisbo de la música cotidiana que la gente disfrutaba en reuniones caseras. En los conciertos formales hemos relegado por completo la dimensión física de la música que hace menos de un siglo era lugar común. La música se hacía para ser partícipes de ella en cuerpo y alma, y no como espectadores pasivos, es por ello que la danza estaba más que presente en una buena parte del repertorio. En la actualidad podemos, y habría gran placer en ello, rescatar lo que nos queda de ese mundo: partituras, libros, crónicas, pinturas, etc., y disfrutar con simpatía de aquello que hizo felices y plenos a nuestros antepasados y que hoy es un arte que prácticamente ha caído en el olvido: la música y la danza en las casas ejecutadas por amigos y familiares al cobijo de buena comida, buena bebida y buena charla.

 NOTAS

Yael Britán Goren, “Ejércitos y bandas de música en la Nueva España, 1760-1821”, en “… y la música se volvió MEXICANA”, México, INAH, INBA, CENIDIM, CONACULTA, 2010, PP. 22-31.
(1)”Soirées de Mr. Levasseur”, en El Tío Nonilla. Periódico Político, Enredador, Chismográfico y de Trueno, 9 de septiembre de 1849, vol. 1, núm. 4.
(2) El Sol, México, 3 de abril de 1826.
(3) El Sol, México, 22 de abril de 1826.
(4) “El baile”, en El Mosaico Mexicano, III, México, 1840, p. 261.-
(5) Diario del Gobierno, México, 13 de julio de 1839.
(6) Diario del Gobierno, México, 28 de julio de 1839.
(7) Gabriel Saldívar, Historia de la música en México, México, Secretaría de Educación Pública/Publicaciones del Departamento de Bellas Artes, 1934, p. 179.
(8) Domingo Ibarra, Colección de bailes de sala y método para aprenderlos sin auxilio del maestro, México, Tipografía de Nabor Sánchez, 1860, p. 15.
(9) En la frontera norte de México sigue gozando de buena salud en su versión “norteña”.
(10) Ibarra, Colección, op. cit., p. 19-20.
(11)  Ibarra, Colección, op. cit., p. 20-21.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Las Cosmogonías Mesoamericanas y la Creación del Espacio, el Tiempo y la Memoria     Estoy convencido de qu hay un siste...