lunes, 4 de noviembre de 2019


ORDEN DE LOS CARTUJOS




Una llamada: San Bruno
« Para alabanza de la gloria de Dios, Cristo, palabra del Padre por mediación del Espíritu Santo, eligió desde el principio algunos hombres, a quienes llevó a la soledad para unirlos a sí en íntimo amor. Siguiendo esta vocación el Maestro Bruno entró con seis compañeros en el desierto de Cartuja y se instaló allí. »
¿Quién era Bruno? 
Nació en Colonia hacia 1030 y llegó, siendo aún joven, a estudiar en la escuela catedralicia de Reims. Adquirido el grado de doctor y nombrado Canónigo del Capítulo de la catedral, fue designado en 1056 escoláster, es decir, Rector de la Universidad. Fue uno de los maestros más renombrados de su tiempo: « …un hombre prudente, de palabra profunda. »
Bruno, se encuentra cada vez menos a gusto en una ciudad donde no escasean los motivos de escándalo por parte del alto clero e incluso del mismo Arzobispo. Después de haber luchado con éxito contra estos desórdenes, Bruno experimenta el deseo de una vida más entregada totalmente a sólo Dios.
Tras un ensayo de vida solitaria de breve duración, llegó a la región de Grenoble donde el obispo, el futuro San Hugo, le ofreció un lugar solitario en las montañas de su diócesis. En el mes de junio de 1084 el mismo obispo, condujo a Bruno y sus seis compañeros al valle selvático de Cartuja que dará su nombre a la Orden. Allí construyen su eremitorio formado por algunas cabañas de madera que se abren a una galería, que permite acceder sin sufrir demasiado por la intemperie a los lugares de vida común: La iglesia, el refectorio y el Capítulo.
Después de seis años de apacible vida solitaria, Bruno fue llamado por el Papa Urbano II al servicio de la Sede Apostólica. Creyendo su comunidad que no podía continuar sin él, primero pensó en separarse pero finalmente se dejó convencer de continuar la vida en la que había sido formada. Consejero del Papa, Bruno no se sentía a gusto en la Corte Pontificia. Permaneció solamente unos meses en Roma. De acuerdo con el Papa fundó un nuevo eremitorio en los bosques de Calabria al sur de Italia, con algunos nuevos compañeros. Allí falleció el seis de octubre de 1101.
Un testimonio de sus hermanos de Calabria :
« Por muchos motivos merece Bruno ser alabado, pero sobre todo por uno: Fue un hombre de carácter siempre igual. De rostro siempre alegre, era sencillo en su trato. A la firmeza de un padre unía la ternura de una madre. Ante nadie hizo ostentación de grandeza, sino que se mostró siempre manso como un cordero. »

La primera Regla: Guigo

« A instancias de otros eremitorios fundados a imitación de Cartuja, Guigo, quinto Prior de Cartuja puso por escrito la norma de su propósito (las "Costumbres", o usos de Cartuja, hacia 1127) que todos se comprometieron a seguir e imitar como regla de su observancia y como vínculo de caridad de la naciente familia. » Estatutos I.1

Después que una avalancha destruyó el eremitorio en 1132 sepultando siete monjes. El Prior Guigo construyó el eremitorio en el emplazamiento que tiene actualmente la Gran Cartuja.

El nacimiento de la Orden: San Antelmo

« …durante el priorato de Antelmo se reunió el primer Capítulo General (1140) al cual se sometieron para siempre todas las casas, junto con la misma casa de Cartuja. »
Por lo tanto a partir de 1140 la Orden de los cartujos nació oficialmente y así quedó situada entre las grandes instituciones monásticas de la Edad Media.

Las monjas

« Por aquel entonces, las monjas de Prebayón abrazaron también espontáneamente el modo de vida cartujano. »
La incorporación tuvo lugar hacia 1145 y fue el comienzo de la rama femenina de la familia cartujana.
Este fue el origen de nuestra Orden.

El marco de vida de los cartujos

El género de vida de los cartujos, es decir, una vida solitaria combinada con una parte de vida común, se refleja en lo que exteriormente se puede ver, es decir, los edificios. En toda cartuja se encontrarán tres partes principales :
  1. El Claustro Grande
    • El Claustro Grande reagrupa todas las celdas, donde los Padres –o las monjas de coro- llevan su vida solitaria. A veces se encuentra un segundo claustro para los hermanos conversos – o hermanas conversas – (Por ejemplo: San José [monjes], Trinità [monjas]).
  2. Lugares comunitarios
    • Los más importantes son la iglesia, el capítulo y el refectorio.
    • En esta parte del monasterio se encuentran también ciertos lugares de trabajo: cocina, lavadero etc.
  3. Talleres
    • Los talleres que hacen más ruido (carpintería, forja, granja etc) se encuentran un poco más alejados del resto del monasterio para no turbar el silencio.

El monasterio de la Cartuja se empezó a construir en el año 1399, pero además de ser el lugar que acogió a los monjes cartujos durante varios siglos, se transformó posteriormente en el siglo XIX en otro de los emblemas de la ciudad de Sevilla, la fábrica de loza de Pickman, para pasar a ser a partir de 1997 sede del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo y de la Universidad Internacional de Andalucía.




El camino cartujano

El fin: la contemplación

« …descubrir la inmensidad del amor. »





El fin principal del camino cartujano es la CONTEMPLACIÓN. Vivir tan continuamente como sea posible a la luz del amor de Dios hacia nosotros, manifestado en Cristo, por el Espíritu Santo.
Esto supone de nuestra parte la 
pureza de corazón, o la caridad : “Dichosos los limpios de corazón,
Porque ellos verán a Dios.” (Mt. 5,8)
La tradición monástica llama a este fin la oración pura y continua.
Los frutos de la contemplación son: la libertad, la paz, la alegría. O Bonitas! ¡Oh Bondad!, era la exclamación de alegría que brotaba del corazón de Bruno. Pero la unificación del corazón y la entrada en el reposo contemplativo, suponen un largo camino. Nuestros Estatutos lo describen de la manera siguiente:
« Quien persevera firme en la celda y por ella es formado, tiende a que todo el conjunto de su vida se unifique y convierta en una constante oración. Pero no podrá entrar en este reposo sin haberse ejercitado en el esfuerzo de un duro combate, ya por las austeridades en las que se mantiene por familiaridad con la cruz, ya por las visitas del Señor mediante las cuales lo prueba como oro en el crisol. Así, purificado por la paciencia, consolado y robustecido por la asidua meditación de las Escrituras, e introducido en lo profundo de su corazón por la gracia del Espíritu, podrá ya no sólo servir a Dios, sino también unirse a Él. »
Por lo tanto, toda la vida monástica consiste en esta marcha hacia el fondo del corazón y todos los valores de nuestra vida están orientados hacia ese fin. Estos valores ayudan para que el monje unifique su vida en la caridad y le introducen en lo profundo de su corazón.
Hablando con propiedad, este fin no nos distingue de los demás monjes contemplativos (Cistercienses, Benedictinos…), pero es el camino emprendido, cuyas características esenciales son las siguientes:
·         la soledad
·         cierta combinación de vida solitaria y de vida comunitaria
·         la liturgia cartujana

La soledad

Compartimos algunos valores monásticos con otros monjes contemplativos: la ascesis (vigilias y ayunos), el silencio, el trabajo, la pobreza, la castidad, la obediencia, la escucha de la Palabra, la oración, la humildad. Otros, nos son propios.
La primera característica esencial de nuestra vida, es la vocación a la soledad, a la cual somos especialmente llamados. El monje Cartujo busca a Dios en la soledad.
« El empeño y propósito nuestros son principalmente vacar al silencio y soledad de la celda. Esta es, pues, la tierra santa y el lugar donde el Señor y su siervo conversan a menudo como entre amigos; donde el alma fiel se une frecuentemente a la Palabra de Dios y la esposa vive en compañía del Esposo; donde se unen lo terreno y lo celestial, lo humano y lo divino. »
La soledad se vive a tres niveles:
1.      la separación del mundo
2.      la guarda de la celda
3.      la soledad interior, o la soledad del corazón
  1. La separación del mundo se lleva a cabo por la clausura. No salimos del monasterio sino más que para un paseo semanal(espaciamiento). No recibimos visitas ni ejercemos apostolado exterior alguno. En el monasterio no tenemos radio ni televisión. El Prior es quien recibe las noticias y transmite a los monjes lo que no deben ignorar. Así se encuentran reunidas las condiciones necesarias para que se desarrolle el silencio interior que permite al alma permanecer atenta a la presencia de Dios.
  2. La Celda Celda es una vivienda acondicionada para proporcionar al Cartujo la soledad tan completa como sea posible, asegurándole lo necesario para la vida. Cada celda consiste en un apartamento con planta alta, rodeado de un pequeño jardín, donde el monje permanece en soledad la mayor parte del día durante toda su vida.




Celda

Debido a esta soledad cada una de nuestras casas se llama desierto o yermo.


3. Sin embargo, la clausura y la guarda de la celda no aseguran más que una soledad exterior. Es el primer paso que favorece la soledad interior, o pureza del corazón: mantener su corazón alejado de cuanto no es Dios o no conduce a Dios. A este nivel es donde el Cartujo se enfrenta con las veleidades de su imaginación y las fluctuaciones de su sensibilidad. Mientras el monje dispute con su "yo", sus sensibilidades, sus pensamientos inútiles, sus deseos irreales, aún no está centrado en Dios. Aquí es donde experimenta realmente su fragilidad y el poder del Espíritu Santo y donde aprende poco a poco « …la costumbre de la tranquila escucha del corazón, que deja entrar a Dios por todas sus puertas y sendas. » (Estatutos 4,2)


Acogida
En la Cartuja, las celebraciones litúrgicas no incluyen un fin pastoral. Así se explica por qué no se admiten a participar en la Misa o en los oficios celebrados en la iglesia de nuestros monasterios a las personas que no pertenecen a la Orden. Por vocación a la soledad, la acogida se limita a la familia de los monjes (2 días al año) y a los aspirantes a nuestro género de vida, ejercitantes.

Vida solitaria y vida comunitaria

Una comunión de solitarios

« La gracia del Espíritu Santo congrega a los solitarios para formar una comunión en el amor, a imagen de la Iglesia, que es una y se extiende por todas partes. »
Lo característico de la Cartuja se debe, en segundo lugar, a la parte de vida común que está indisolublemente ligada al aspecto solitario. Este fue el rasgo genial de S. Bruno, inspirado por el Espíritu Santo, haber sabido combinar desde el principio una proporción equilibrada de vida solitaria y de vida común, de forma que la Cartuja llegará a ser una comunión de solitarios para Dios. Soledad y vida fraterna se equilibran mutuamente.
La vida comunitaria tiene cada día su manifestación concreta en la liturgia cantada en la iglesia. Y todas las semanas, por reuniones de la comunidad: el domingo, en el momento de la comida del mediodía tomada en silencio en el refectorio y, después de la comida, durante la recreación semanal. Además, el primer día de la semana, un paseo largo, de alrededor de cuatro horas (el espaciamiento) durante el cual hablamos, nos permite conocernos mejor. Estas recreaciones y paseos tienen como fin cultivar el mutuo afecto y favorecer la unión de los corazones, al mismo tiempo que aseguran el equilibrio físico.


Padres y Hermanos

Una comunidad cartujana está formada por monjes del claustro, sacerdotes o destinados a serlo (Padres) y por monjes conversos o donados (Hermanos). Los monjes del claustro viven una soledad más estricta. No salen de su celda fuera de las ocasiones previstas por la Regla (ordinariamente tres veces al día para la liturgia; algo más frecuentemente el domingo). Allí se ocupan en la oración, la lectura y el trabajo (serrar madera para calentarse en invierno, cultivar el jardín, mecanografía, carpintería…). Los Hermanos aseguran por su trabajo fuera de la celda los diferentes servicios de la comunidad (cocina, carpintería, lavado de ropa, explotación del bosque…). Se trata de un mismo ideal, vivido de dos maneras diferentes. Los Hermanos, en cuanto es posible, también trabajan en silencio y soledad. Tienen su parte de vida en la celda, pero no tanto como los Padres. Las dos fórmulas se completan para formar la única Cartuja y corresponden a aptitudes diferentes de quienes desean entrar en la vida cartujana.
En la forma de vida de los Hermanos, todavía existen dos opciones posibles, la de los religiosos llamados Conversos (monjes que emiten exactamente los mismos votos que los Padres) y la de los Donados.
Éstos son monjes que no pronuncian votos pero, por amor a Cristo, se entregan a la Orden por un compromiso (contrato recíproco). Tienen costumbres propias que difieren de la de los conversos: su asistencia a los Oficios, sobre todo al Oficio de la noche, es menos estricta, están menos obligados a oraciones vocales, etc. Viven sin tener nada como propio, conservan, sin embargo, la propiedad y disposición de sus bienes. Al cabo de siete años pueden comprometerse definitivamente o entrar en un régimen de renovación trienal de su donación. Su ofrenda no es menos sincera que la de los demás monjes, siendo así que cumplen trabajos difícilmente compatibles con las observancias de los conversos.
Las monjas admiten los mismos tipos de vocación con los nombres de monjas de coro, monjas conversas y monjas donadas.

La liturgia cartujana

Características de la liturgia cartujana

Desde su llegada a Cartuja, S. Bruno y sus compañeros formaron una liturgia particular adaptada a su vocación eremítica y a la dimensión reducida de su comunidad. A lo largo de los siglos, nuestros padres trataron de conservar esta liturgia acomodada a nuestra vida solitaria y contemplativa.
En comparación con la liturgia romana, el rito cartujano se caracteriza por una gran 
simplicidad y una sobriedad a nivel de formas exteriores que, por encima de las expresiones visibles y sensibles, favorecen la unión del alma con Dios.
Algunos elementos de nuestra liturgia:
1.      muchos tiempos de silencio
2.      la prohibición de todo instrumento musical
3.      el canto gregoriano, que fomenta la interioridad

La celebración cotidiana de la liturgia

La celebración del sacrificio eucarístico es el centro y la cima de la vida comunitaria:
·         los monjes se reúnen para celebrar la Pascua del Señor. Esta eucaristía no puede ser concelebrada más que los días en que la vida cartujana reviste un carácter especialmente comunitario: domingos y grandes fiestas. Ordinariamente, no hay más que un celebrante en el altar, y la plegaria eucarística se dice en voz baja. La comunidad participa en esta liturgia eucarística por el canto gregoriano, la oración interior y la comunión.
·         A otra hora, cada monje sacerdote celebra los santos misterios en una capilla solitaria, haciendo suya la aplicación universal “propio” del sacrificio eucarístico.
Otro tiempo fuerte de la jornada eucarística es el oficio celebrado en la iglesia a media noche (Maitines y Laudes): durante dos o tres horas, según los días alternan el canto de los salmos y lecturas de la sagrada escritura o padres de la Iglesia, tiempos de silencio y preces de intercesión. Este largo oficio es particularmente apreciado por todos los cartujos. En él, cada uno, unido a sus hermanos, aunque de una manera personal, puede vivir una intensa y profunda comunión con Dios.
El canto con notas (antífonas, responsorios, himnos, propio de la misa, Kyrial) se canta siempre en latín, según las antiguas y hermosas melodías gregorianas propias de los cartujos. La salmodia se puede cantar en la lengua propia del país (español, italiano, francés e inglés). Las lecturas, se dicen en la lengua propia. En la celda se puede decir el oficio en latín o en lengua vernácula.
Hacia el fin de la jornada, los monjes se encuentran de nuevo en la iglesia para celebrar el oficio de Vísperas. Las demás partes se celebran por cada monje en su celda, excepto los domingos y ciertos días de fiesta, en los que se cantan en la iglesia. Los cartujos, además del oficio divino, recitan diariamente en la celda el oficio de la Virgen María y, una vez por semana, un oficio especial a intención de los difuntos: Es el momento en que interceden ante Dios para que acoja en su Reino eterno a todos los que han dejado este mundo.
Gracias a la liturgia, la Cartuja no es un grupo de solitarios aislados entre sí, sino que forman una verdadera comunidad monástica, de esta forma manifiestan el misterio de la Iglesia y dando un lugar al culto público que con su oración tributa a Dios.

En el corazón de la Iglesia y del mundo

« Separados de todos, nos unimos a todos para, en nombre de todos, permanecer en la presencia del Dios vivo. »

La alabanza

El Cartujo no ha escogido la soledad por sí misma, sino porque ve en ella un excelente medio para él, de llegar a más íntima unión con Dios y con todos los hombres. Entrando en la profundidad de su corazón es como el Cartujo llega a ser solitario, en Cristo, presente en todo ser humano. Se hace solitario por querer ser solidario. Los contemplativos están en el corazón de la Iglesia. Cumplen una función esencial de la comunidad eclesial: la glorificación de Dios. El Cartujo se retira al desierto, ante todo, para adorar a Dios, alabarle, contemplarle, dejarse seducir por Él, entregarse a Él, en nombre de todos los hombres. La Iglesia le ha encargado que, en nombre de todos, sea un alma de continua oración.

La intercesión

Desde siempre la Iglesia reconoce que los monjes entregados únicamente a la contemplación desempeñan el oficio de intercesores. Como representantes de toda la creación, cada día, en todos los oficios litúrgicos y en el momento de la Eucaristía rezan por vivos y difuntos.

Testimonio

« Tendiendo por nuestra Profesión únicamente a Aquel que es, damos testimonio ante un mundo demasiado implicado en las cosas terrenas, de que fuera de Él no hay Dios. Nuestra vida manifiesta que los bienes celestiales están presentes ya en este mundo, preanuncia la resurrección y anticipa de algún modo la renovación del mundo. »
No es por la palabra ni por el contacto personal que el solitario da semejante testimonio. Únicamente por su sola presencia, el monje testifica que Dios existe y que puede llenar el corazón del hombre.

La penitencia

El camino ascético asocia el Cartujo a la obra de Cristo, para la salvación del mundo:
« Por la penitencia participamos en la obra de salvación de Cristo, el cual redimió al mundo esclavo del pecado, especialmente con su oración al Padre y sacrificándose a Sí mismo. Por esto, los que pretendemos vivir este aspecto cristiano de la misión de Cristo, aunque no nos dediquemos a ninguna acción externa, sin embargo ejercitamos el apostolado de una manera preeminente. »

Para el que es llamado…
La vocación

La llamada de Dios

Como toda vida religiosa, la vida cartujana es una respuesta a una llamada de Dios. Esta vocación no procede de uno mismo, se recibe. No se trata de una sencilla elección personal, es una historia de amor, por lo tanto una historia de dos. Jesús invita a algunos hombres para que por amor le sigan en la soledad de la montaña, para permanecer con él y contemplen el esplendor de su rostro.
« Cristo, Palabra del Padre, por mediación del Espíritu Santo, eligió desde el principio algunos hombres, a quienes llevó a la soledad para unirlos a sí en íntimo amor. »
« Los que conocen el amor conyugal pueden compadecernos creyendo que no sabemos qué es el amor. El amor de Dios percibido en la fe, en una fe oscura, es más seguro, más cercano, más dulce, más fuerte, más tranquilizador y también más embriagador que cualquier otro amor. Nosotros tenemos en la fe una certeza que ninguna otra experiencia puede dar. Tal es el sentido de la Escritura: “Me casaré contigo en la fe”. » (Yves Raguin, Célibat pour notre temps).

La respuesta humana

Esta llamada de Dios se dirige a un ser humano libre. Dios propone, no se impone. Hoy en día se añade la dificultad que puede provenir de entender la llamada. La vida contemplativa es poco conocida y con frecuencia poco apreciada, está tan alejada y, a veces, es tan contraria a las costumbres del mundo moderno, que pocos se encuentran preparados para experimentar su atractivo. Sin embargo, hoy como ayer hay candidatos que continúan llamando a nuestras puertas. ¿Qué esperamos de ellos?
Un profundo deseo de consagrar su vida a la oración y a la búsqueda de Dios en el amor « Tengo sed del Dios fuerte y vivo, ¿cuándo iré a ver el rostro de Dios? » (Sal 42.2) Este ideal contemplativo debe ir acompañado por el atractivo de la soledad, ya que es el marco en el que se desarrolla la mayor parte de la vida del monje. No obstante, como los cartujos no son ermitaños en sentido propio, no se debe infravalorar la parte de vida común. Entre otras cualidades indispensables el equilibrio y el recto juicio ocupan el primer puesto. Todavía se pueden enumerar: madurez afectiva capaz de prepararse a un compromiso de por vida, espíritu de fe y apertura que esté dispuesto a dejarse guiar por la obediencia, y salud suficiente.
La llamada a la vida cartujana se manifestará con frecuencia por un deseo que puede aparecer de repente, a continuación de una experiencia espiritual importante o, por el contrario, madurar poco a poco a lo largo de los años. En la práctica no es fácil juzgar a distancia con exactitud de sus propios atractivos y aptitudes. Debido a esto, será necesario uno o dos retiros, más o menos prolongados en una Cartuja, para discernir la llamada de Dios.

Las etapas de la formación

Antes de entrar en el monasterio

Si alguno pretende incorporarse a un monasterio, debe ante todo madurar seriamente su deseo en la oración. Tal decisión no debe tomarse sin antes reflexionar. Después debe ponerse en contacto con un monasterio, exponiendo lo mejor posible lo que le atrae hacia la vida cartujana. Como contestación seguramente le pedirán algunos informes necesarios acerca de sus estudios, su familia, etc.
Si parece oportuno, se le propondrá hacer un retiro en el monasterio con el fin de que pueda hacer una experiencia de este género de vida. Fuera de casos como éste, los cartujos no aceptan personas que desean hacer un retiro. Si la experiencia resulta positiva, puede suceder que aún se le pida demorar cierto tiempo la entrada, para probar (tiempo llamado prepostulantado) o al contrario, que se le permita entrar cuando le parezca.

Postulantado y noviciado

Al entrar en el monasterio, el candidato comienza el postulantado que dura de tres meses a un año. Y terminado éste, si se confirma su vocación, tomará el hábito cartujano y comenzará el noviciado que dura dos años. A continuación vienen los votos temporales por tres años, que después se renuevan por otros dos. Al final tiene lugar la profesión solemne, por la cual el monje se compromete definitivamente ante Dios y ante la Iglesia.

Las personas de menos de 45 años son las adecuadas para emprender este género de vida cartujano.

El eremitorio yermo de Cartuja

Tríptico

Cuadro 1º: El ideal
En junio de 1084 cuando Maestro Bruno fue conducido con seis compañeros por Hugo, Obispo de Grenoble, al desierto de Chartreuse con el fin de establecer allí un eremitorio: un lugar retirado donde su alma podía elevarse libremente a Dios, buscado, deseado y gustado sobre todas las cosas.
Las vicisitudes de la Historia no han perdonado este lugar de elección. A pesar de algunas interrupciones, los solitarios CARTUJOS viven todavía en el mismo desierto donde continúan su vida de oración y de trabajo.
Pequeño grupo, en cuyo interior cada uno vive la mayor parte en solitario, estos monjes están unidos bajo un Prior y se reúnen tres veces al día para la Eucaristía y el canto de la Liturgia de las Horas.
Continúan incansablemente, ya sea en los talleres de trabajo o en los campos, su búsqueda de Dios que les ha conducido y reunido en este lugar.
Buscando un libre espacio interior, han escogido esta soledad. En ella se imponen voluntariamente privaciones importantes, con el único fin de mantenerse más abiertos a lo Absoluto de Dios y a la caridad de Cristo.
Así estabilizados en este desierto, con radical separación del mundo, llevan, bajo gran dependencia, una vida pobre y sencilla, en el celibato, como Cristo su Maestro, a fin de permanecer más disponibles a los dones de la salvación y de la comunión fraterna.
En la oración y la meditación, escuchan constantemente la llamada a ser más, a obrar mejor. La Palabra de Dios llena su silencio. Por el desprendimiento y el trabajo son solidarios de todos aquellos que sufren dondequiera que se encuentren.
Con un profundo sentimiento en el corazón de atracción hacia horizontes más profundos, en los que sólo se percibe la imagen de Dios en Cristo, crucificado pero vivo, esperanza de su gloria.
De esta forma, ocultos al mundo, en el corazón de la humanidad, son la memoria indeleble de su origen divino, el continuo recuerdo de un destino espiritual para todos los hombres, la salvaguarda de una libertad personal cada vez más amenazada y asfixiada, el deseo ardiente de lo Eterno, la garantía de un progreso interior ilimitado, pero circunscrito a un espacio reducido: sujetos a la soledad del eremitorio y de la celda, para mejor dilatarse en el corazón de Dios.

Cuadro 2º: El combate de Jacob

« Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes » 1Pe 5,5
El desierto es un fuego purificador.
Todas las mezquindades que hemos dejado introducirse aparecen con claridad, todo el mal que hay en nosotros queda patente. Descubrimos nuestra propia miseria, nuestra profunda debilidad, nuestra absoluta impotencia.
Aquí, no es posible disimular los artificios que empleamos para ocultar estos aspectos de nosotros mismos que nos desagradan y que, sobre todo, están tan alejados del deseo de Aquél que lo ve todo y lo penetra todo. Resulta evidente que nos justificamos con demasiada facilidad considerando nuestros defectos como rasgos de carácter.
Aquí nos volvemos vulnerables; no hay escapatoria. No hay distracción que amortigüe, ni excusa que dispense. Es imposible evitar el cara a cara con la realidad que somos nosotros, retirar los ojos de esta miseria sin remedio que nos deja totalmente desnudos.
Aquí se cuartean las falsas construcciones, todos esos muros que hemos levantado para protegernos porque ¡Quién podrá decir con cuánta frecuencia buscamos engañarnos, tanto o más que a los demás! Pero la pretensión de conocer las realidades divinas desaparece ante Aquél que permanece totalmente Otro.
Es un camino abrupto, en la obscuridad, a tientas, guiado únicamente por la fe, pero es un camino de verdad. Todas nuestras seguridades personales quedarán enganchadas en las zarzas del sendero y nos dejarán con esta única certeza: Que por nosotros mismos no podemos nada.


Es ahí donde Dios nos espera, porque no se puede llenar más que un recipiente vacío y si Él nos quiere llenar de Sí mismo debe primero despojarnos de todo lo que nos estorba. Par realizar un trabajo infinitamente delicado, el Artista divino tiene necesidad de un material sin resistencia. Entonces su mano sabrá suscitar de nuestra miseria verdaderas maravillas que permanecerán ocultas a nuestros ojos. Toda nuestra alegría consistirá en dejarnos transformar por Aquél que lleva por nombre: Amor.


Horario de un día durante la semana
para un monje del claustro

Se trata de un horario-tipo que, en la realidad, variará según las casas y, en una misma casa, según cada uno. Se ha indicado en color gris los oficios en la iglesia.
Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas son los nombres de los oficios que dan ritmo fundamental a la jornada. Cada hora del oficio del día es precedida o seguida del oficio de la Santísima Virgen.

Horario
Objeto
Précisiones
23h30
Levantarse
Oración en la celda
Esta Oración en la celda, en el centro de la noche es uno de los momentos más ricos de la jornada.
0h15
Maitines seguidos de Laudes
En la iglesia. Dependiendo de los días, estos oficios duran entre dos y tres horas.
Laudes de la Santísima Virgen
En la celda. A continuación, acostarse sin tardanza.
6h30
Levantarse
La hora es indicativa. Únicamente es necesario estar preparado para la hora de Prima a las 7h00.

7h00
Prima - Angelus
El tiempo que sigue al Angelus está consagrado a la Oración o a la Lectio Divina (por ejemplo: preparación de las lecturas de la misa).
8h00
Misa Conventual
En la iglesia.
Acción de gracias
Lectio Divina
La Lectio Divina es la lectura meditada de la Biblia. También se puede dedicar este tiempo a Oración.
10h00
Tercia
La jornada está regulada más o menos cada dos horas por los oficios.
Estudio / trabajo manual
No se hace trabajo manual antes de Tercia. El tiempo de trabajo manual puede dividirse en dos, por la mañana y por la tarde o hacerlo todo seguido por la tarde.
12h00
Angelus
Sexta
Comida - Recreación
La recreación es un tiempo que carece de fin particular. Se puede ocupar en lectura, trabajo y tomar el sol (si es que lo hay) etc.
14h00
Nona
Trabajo manual (una hora) estudio
El equilibrio estudio-trabajo manual depende de cada uno y debe ser tratado con el Padre Prior (o el Maestro de novicios).
16h00
Vísperas de la Santísima Virgen
16h15
Vísperas
En la iglesia.
Colación
Lectura - Oración
Aquí la lectura puede entenderse de un libro de autor espiritual o de la Palabra de Dios. La escasa refección puede tomarse en cualquier momento entre Vísperas y Completas.
18h45
Angelus - Completas
19h30
Acostarse
(entre 19h30 y 20h00)


STAT CRUX  DUM VOLVITUR ORBIS


Las monjas cartujas


Para alabanza de la gloria de Dios, Cristo, Palabra del Padre por mediación del Espíritu Santo, eligió desde el principio a algunos hombres, a quienes llevó a la soledad para unirlos a sí en íntimo amor. Siguiendo esta vocación el Maestro Bruno entró con seis compañeros en el desierto de Cartuja, el año del Señor 1084, y se instaló allí. Tanto ellos como sus sucesores, permanecieron en aquel lugar bajo la dirección del Espíritu Santo, y, guiándose por la experiencia, fueron creando gradualmente un género de vida eremítica propio, que se transmitía a sus continuadores, no por escrito, sino con el ejemplo.
La existencia de las monjas cartujas se remonta a los orígenes de la Orden de los cartujos. Es en 1145 que las monjas de Prébayon en Provenza, al sur de Francia decidieron abrazar la regla de vida de los monjes de Chartreuse. Ellas fueron acogidas en la Orden por San Antelmo, entonces prior de la Cartuja. Así nació la rama femenina de nuestra Orden. Desde ese momento las monjas cartujas forman con los monjes una única Orden bajo la dirección del mismo Ministro General, el prior de la Gran Cartuja.
Aunque se habían decidido a abrazar la regla de vida de los Cartujos, durante varios siglos las monjas tuvieron una parte de vida común más importante que los monjes. Se pensaba entonces que el temperamento femenino no estaba adaptado para soportar todos los rigores de la soledad de los monjes. Hacia 1970, a raíz de solicitudes apremiantes de las monjas de poder llevar la vida cartujana en plenitud, hubo una evolución hacia una vida más solitaria, de modo que actualmente la vida de las monjas es idéntica a la de los monjes.
Como para ellos, la vida de las monjas cartujas es una vida contemplativa marcada por la soledad. Todo nuestro deseo es responder al llamado de Dios devolviéndole amor por Amor. Nuestros monasterios, alejados de las ciudades, son « desiertos » con el fin de favorecer el encuentro con Dios. En efecto, nuestra aplicación principal y nuestra vocación son encontrar a Dios en el silencio y la soledad. Allí Dios y su servidor mantienen frecuentes coloquios, como se hace entre amigos.
Compartimos pues con los monjes cartujos la misma vocación y el mismo espíritu. Pero ciertas particularidades, al tiempo que nos diferencian de ellos, le otorgan a nuestra vida un sello propio. Nuestros Estatutos no se encuentran en este sitio web; enumeramos aquí ciertos puntos que merecen ser precisados.
Al igual que en la rama masculina hay en la rama femenina monjas de claustro, dedicadas más especialmente a la soledad de la celda, monjas conversas y donadas. La formación para la vida cartujana dura aproximadamente ocho años y sigue las mismas etapas que la de los monjes. Luego de la profesión solemne o de la donación perpetua, las monjas que lo desean pueden recibir la consagración virginal.
El hábito de las monjas es similar al de los monjes: hábito blanco y cogulla con bandas laterales para las profesas. Pero en lugar de la capucha de los monjes las monjas llevan toca con velo.
En todas las casas de monjas hay uno o dos padres cartujos que garantizan las funciones sacerdotales según el rito cartujano: celebración de la Eucaristía y Ministerio de la reconciliación. Junto con estos padres ordinariamente hay uno o dos hermanos encargados de los trabajos que no pueden ser realizados por las monjas. Padres y hermanos viven en un edificio separado.
Nuestros Oficios litúrgicos son idénticos a los de los monjes. Sin embargo el Oficio de Maitines, a la medianoche, simplemente se recita en lugar de ser cantado, lo que reduce en aproximadamente media hora la duración de nuestra vigilia.
Cada semana hacemos un día de abstinencia pero no a pan y agua: ese día no se nos sirve ni huevo ni pescado, ni tampoco leche, manteca ni queso. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son también días de abstinencia; estos días, las monjas que pueden se contentan con pan y agua. Algunos días y en ciertos períodos del año tomamos solamente una comida al mediodía y una pequeña colación por la tarde. Además, en todo tiempo del año, se nos concede a modo de desayuno una bebida y un trozo de pan.
La edad de admisión de las interesadas está comprendida entre los 20 y los 35 años, aunque siempre se puede considerar la posibilidad de una excepción si existen razones serias que hagan pensar en una vocación verdadera.
Las monjas cartujas han conocido en su historia las mismas duras pruebas que los monjes. En 1794, a causa de la Revolución francesa, todas las cartujas de mujeres fueron cerradas, aunque en 1816 algunas monjas que habían sobrevivido volvieron a darle vida a la rama femenina de la Orden que cuenta actualmente con cinco casas en Europa (dos en Francia, en el Macizo Central y en Provenza, dos en Italia y una en España) más una fundación en curso en Corea.
Tras los pasos de los primeros cartujos, « permaneciendo bajo la dirección del Espíritu Santo y dejándose formar por la experiencia », las monjas cartujas quieren permanecer fieles al carisma de su Padre San Bruno.

Las Monjas Cartujas

« En medio del torbellino del mundo,
la cruz permanece estable. »


Origen de la Orden cartujana

El año del Señor 1084 Bruno, “ardiendo en amor divino ” entró con seis compañeros en el desierto de Cartuja, y se instaló allí realizando su proyecto de formar juntos una comunión de solitarios viviendo en contemplación para solo Dios.
En 1090, Bruno debe partir de su querida Cartuja y trasladarse a Roma obedeciendo a la llamada del Papa Urbano II, antiguo discípulo suyo, que le pedía su colaboración en la Santa Sede. Pero unos meses más tarde, consigue convencer al Papa de su vocación contemplativa y vuelve a la soledad fundando un nuevo eremitorio en Calabria al sur de Italia. Muere el 6 de octubre de 1101 sin dejar a sus hermanos ni regla ni proyecto de Orden, únicamente algunos textos escritos, pero legándoles un espíritu y el ejemplo de su vida.
Siguiendo la senda de Bruno, sus compañeros permanecieron en el desierto de Cartuja bajo la dirección del Espíritu Santo, y, guiándose por la experiencia, fueron creando gradualmente un género de vida eremítica propio. A partir de 1115, se fundaron otros eremitorios a imitación del de Cartuja y a sus instancias apoyadas también por San Hugo, obispo de Grenoble, Guigo, quinto Prior de Cartuja, puso por escrito dicho género de vida.
En 1127 todos la acogieron decidiendo conformarse a ella en todo. En las “Costumbres” de Guigo se transparenta la atmósfera de silencio y soledad, de austeridad, paz y alegría en la que vivieron los primeros cartujos.
Los Estatutos actuales de la Orden conservan toda la “médula” espiritual y las principales observancias, en un desarrollo armonioso.
Hacia 1140, bajo el priorato de San Antelmo, tuvo lugar el primer Capítulo General en la Casa Madre: la Gran Cartuja, al cual todas las Casas prometieron obediencia para siempre. En nuestros días, el Capítulo General, que constituye la suprema autoridad de la Orden, se reúne cada dos años.
Al rededor de 1145, las monjas de Prebayón en Provence (sur de Francia) abrazaron espontáneamente el modo de vida cartujano.
Respondiendo a su petición San Antelmo, con la ayuda del Beato Juan de España, a la sazón prior de Montrieux, les dió las “Costumbres” cartujanas. Éste fue el origen de la rama femenina de la Orden Cartujana.

Monjes y monjas

Las dos ramas, masculina y femenina de la Orden, se inspiran ambas en el carisma de San Bruno, formando conjuntamente una sola familia monástica. No obstante cada una posee una organización y gobierno propios, con Capítulo General separado presidido por el Prior de la Gran Cartuja que desempeña al mismo tiempo el papel de Ministro general de la Orden.

Vida de soledad en la celda

Entre las diferentes familias religiosas consagradas a la vida contemplativa, el rasgo característico de las monjas cartujas es la vida de soledad en la celda, en cuyo marco concreto, se encuentra expresada su vida. En un monasterio cartujo, que debe estar suficientemente alejado de toda vivienda humana, cada monja vive en una “celda” que comprende un eremitorio y un jardín. En dicho eremitorio, la ausencia de todo ruido invita a la interioridad y a la soledad en una vida de intima unión con Dios, escuchando su Palabra. La mayor parte de la vida de la monja cartuja se desliza en dicha celda, ella es el marco habitual de sus ocupaciones diarias: oración litúrgica y personal, lectio divina, trabajo, comidas, descanso.

Al compás de la oración

A media noche, las monjas se reúnen en la iglesia para celebrar el Oficio de Maitines y Laudes. Esas largas horas de oración nocturna son propicias a la contemplación, en la espera vigilante de la vuelta del Señor (cf. Lc. 12.35-40) y la súplica por la venida del Reino. Al final de la jornada las monjas se reúnen de nuevo en la iglesia para cantar las alabanzas de la tarde (Vísperas) que invitan al recogimiento y reposo espiritual.
La Misa conventual se canta cada día. El sacrificio eucarístico, es el centro y cima de la vida cartujana, viático espiritual de nuestro Éxodo, que, en el desierto de nuestra vida solitaria nos conduce por Cristo al Padre.
Los otros Oficios se celebran en la soledad de la celda. Al toque de campana, orando todas a la vez, toda la Casa se convierte en una alabanza a la gloria de Dios. Mientras celebran el Oficio divino, las monjas se transforman en la voz y el corazón de la misma Iglesia, que por medio de ellas ofrece a Dios Padre, en Cristo, culto de adoración, alabanza y súplica, y pide humildemente perdón en nombre de todo el Pueblo de Dios.
La monja tiende a ofrecer a Dios un culto incesante. En su vida, la oración litúrgica y solitaria se completan armoniosamente. La meditación asidua de la Sagrada Escritura, los tiempos de intensa oración personal y el estudio crean en ella una disposición de amorosa escucha que introducida poco a poco en lo profundo de su corazón por la gracia del Espíritu, podrá ya no sólo servir a Dios, sino también unirse y adherirse a Él.
La liturgia cartujana está marcada por la vocación eremítica. Nuestro canto gregoriano, que fomenta la interioridad y la sobriedad del espíritu, es parte tradicional y sólida del patrimonio de la Orden conservada desde su origen. Los textos y rubricas de la misma han sido revisados siguiendo la orientaciones del Concilio Vaticano II.

La bienaventurada Virgen María

Nuestros yermos están dedicados en primer lugar a la Santísima Virgen María y a San Juan Bautista, nuestros principales patronos en el cielo… Además del Oficio divino, nuestros Padres nos transmitieron el Oficio de la bienaventurada Virgen María, cada una de cuyas Horas suele preceder a la Hora correspondiente del Oficio divino. Con esas preces se celebra la perenne novedad del misterio por el cual la bienaventurada Virgen engendra espiritualmente a Cristo en nuestros corazones ” (Estatutos de la Orden Cartujana). Además de honrar con esos Oficios a María, a la que solemos llamar Madre singular de los Cartujos, la veneramos y honramos con el rezo del Ángelus cuatro veces al día, y con el rezo de un Avemaría cada vez que entramos en la celda; cada semana, normalmente el sábado, se celebra conventualmente en todas las Casas de la Orden una Misa en su honor; en la fórmula de profesión se la nombra explícitamente… A más de tales costumbres, se estimula a todas a fomentar una profunda y filial relación amorosa con María.
María, figura de la Iglesia, Esposa sin mancha ni arruga, que imitándote «conserve virginalmente una fe integra, una esperanza firme, una caridad sincera», sostén las personas consagradas que tienden a la beatitud única y eterna ” (Vita consacrata 112).

Vida fraterna y lugares conventuales

No obstante la monja cartuja no es una eremita aislada. En ciertas ocasiones se reúne con sus hermanas. Para ello las celdas dan a un claustro que conduce a los diferentes lugares comunes: iglesia, capítulo, biblioteca, refectorio. Los domingos y días de fiesta, nos reunimos más a menudo dando lugar a las expansiones de la vida de familia. Comemos juntas en el refectorio, después de cantar el Oficio de Sexta en la iglesia. Tercia y Nona se cantan también en la iglesia. Además nos reunimos en coloquio para un intercambio fraterno en el que participamos la Palabra de Dios (o documentos de la Orden). Una vez a la semana damos un paseo común de varias horas por los alrededores del monasterio, teniendo la posibilidad de dialogar de dos en dos en un intercambio más personal. Las reuniones conventuales son ocasión para manifestarnos nuestro amor, expresando con palabras y obras nuestra alegría de vivir juntas, renunciando de todo corazón a nosotros por nuestras hermanas. Excepción hecha de dicho paseo, las monjas observan la clausura que “crea un espacio de separación, de soledad y de silencio en el cual poder buscar con más libertad a Dios y en donde vivir sólo para Él, con Él y también únicamente de Él ” (Verbi Sponsa 5). Estas reuniones fraternas estrechan más el vínculo de la caridad, fomentan el amor mutuo y ayudan a vivir mejor la soledad.

La familia cartujana: armonía en la diversidad

Desde sus orígenes, nuestra Orden, como un cuerpo cuyos miembros no tienen todos la misma función, halla su unidad en diversas formas de vida complementarias entre sí. La vocación de las monjas del claustro está principalmente caracterizada por la búsqueda de Dios en el silencio y la soledad de la celda. Las monjas conversas, por su parte, asocian al silencio y la soledad de su vocación una participación más activa en los trabajos al servicio de la comunidad. Tanto unas como otras son monjas, y participan de la misma vocación contemplativa y solitaria, aunque en un marco diferente según la diversidad de la llamada divina y de las aspiraciones y aptitudes personales.

Trabajo contemplativo

Las monjas del claustro ejecutan en la celda diversos trabajos manuales (costura, encuadernación, trabajos humildes, dactilografía, pintura de iconos, tejido artesanal etc.). Las monjas conversas, proveen a las diversas ocupaciones propias a la marcha de la casa (cocina, limpiezas etc.) si bien a veces deben ayudarse mutuamente, normalmente trabajan solas. Además la monja conversa cada día pueden reservar un tiempo en la celda para ocupaciones semejantes a las que realizan las monjas del claustro.
Para todas, trabajar unida a Jesús, como él lo hizo oculto en Nazaret, es una obra contemplativa. La unión a la voluntad de Dios Padre ejecutando los trabajos señalados por la obediencia, para el bien de la comunidad, es el alimento inagotable de quien está hambrienta de Dios. Por otra parte, la participación del cuerpo facilita la oración como diálogo sencillo e incesante con el divino Huésped de nuestro corazón. Los trabajos rudos o pesados convidan a la monja a unirse íntimamente a la pasión de Cristo, nuestro Salvador.

La formación: largo camino para alcanzar la madurez

Quien aspira a permanecer en la Cartuja debe aprender a interiorizar poco a poco el espíritu y las tradiciones de la Orden. Debe asimismo aplicarse a desprender su corazón de todo lo que podría ser un obstáculo para la unión con Dios, a fin de hacer de su vida una continua oración.
La formación es larga y numerosas las etapas que preparan a la monja para la emisión de los votos definitivos o solemnes: varios meses, y si necesario un año de postulantado, dos años de noviciado, tres años de votos temporales, que son renovados por dos años más. Finalmente la monja es invitada al don total y definitivo de sí misma mediante la profesión solemne. Poco más tarde, quienes lo desean, pueden recibir la consagración virginal que la Orden ha conservado desde su origen.
Además “la formación permanente forma parte de las exigencias de la consagración religiosa… A causa de los límites humanos, la persona consagrada no puede considerar terminado el nacimiento de ese nuevo ser, que experimenta en sí, en todas las circunstancias de su vida, los mismos sentimientos de Cristo” (Vita Consecrata 69).

 

Hospitalidad

Dada la forma especifica de nuestro genero de vida solitaria, sólo las aspirantes a la vida cartujana pueden ser admitidas en nuestras comunidades una o dos veces al año.

Misión de las monjas cartujas

Cuánta utilidad y gozo divino traen consigo la soledad y el silencio del desierto a quien los ame, sólo lo conocen quienes lo han experimentado ” (San Bruno). Pero la monja cartuja no ha escogido “la mejor parte” (cf. Lc. 10.42) para sólo su provecho personal y exclusivo. Al abrazar la vida oculta, no abandonamos a la familia humana, sino que, consagrándonos a solo Dios, cumplimos una misión en la Iglesia en nombre de todos y por todos. Nuestra unión con el Señor, si es auténtica, dilata el corazón y nos capacita para abarcar en Él los afanes y problemas del mundo.
Si las monjas cartujas han escogido la soledad en la que voluntariamente se imponen tales limitaciones, es con el único fin de estar más abiertas al absoluto de Dios y a la caridad de Cristo, manteniéndose vigilantes para huir de todo egoísmo y viviendo con gran sencillez. Entonces la Palabra de Dios colmará su silencio. Mediante el desasimiento de las cosas y el trabajo, serán solidarias con todos los que sufren, dondequiera que estén, y en el corazón de la humanidad, si bien ocultas al mundo, serán el recuerdo inextinguible de su origen divino, la constante evocación del destino espiritual de todo hombre, porque vive de la misma Vida de Dios.
En el silencio y la soledad, mediante la escucha de la Palabra de Dios, la práctica del culto divino, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, los contemplativos orienten toda su vida y actividades hacia la contemplación de Dios. De ese modo ofrecen a la comunidad eclesial una prueba única del amor de la Iglesia a su Señor y contribuyen con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del pueblo de Dios” (Vita Consecrata 8).

Signos visibles

Poco se apercibe exteriormente la “presencia en el mundo” de las monjas cartujas, su parte es permanecer ocultas en secreto ante la Faz de Dios.
Escogiendo vivir en la soledad por Dios sólo, desean orientar hacia Él los sufrimientos de todos los hombres, transmitiéndoles a su vez mediante la oración, el amor que les da vida.
Especialmente unidas a quienes anuncian el Evangelio, sufren con ellos las dificultades de un mundo que rechaza la fidelidad y los vínculos de por vida.
El carisma de nuestro fundador, tal como es descrito por un monje de su época, fue seguir una “luz del oriente, la de aquellos antiguos monjes que, caliente aún en sus corazones el recuerdo de la Sangre recién derramada por el Señor, llenaron los desiertos para dedicarse a la soledad y la pobreza de espíritu ”.
Sabemos que nuestra responsabilidad en la Iglesia es seguir dicha luz aunque permanezca oculta a los ojos de nuestros contemporáneos, a ejemplo de la Virgen María, Madre de Jesús, que escogió la virginidad en una época en que dicha virtud se consideraba sin valor.
Como monjas, queremos asumir el papel que nos confía la Iglesia ya que la mujer es de manera especial apta para conservar los valores, como María que “conservaba todas las cosas en su corazón ” (Lc. 2.51). Esta influencia educadora, a menudo silenciosa, ha tenido un papel importante en la historia.
La dimensión esponsal de nuestros vínculos nos invita, en íntima comunión con el amor de Cristo, a dar con Él la vida al mundo.

Proyectos

El santo Padre anima con insistencia a los institutos de vida contemplativa a establecerse en las jóvenes iglesias a través del mundo.
Nuestro profundo agradecimiento a los obispos y a las comunidades eclesiales que, apreciando el valor de la oración gratuita, crean un clima favorable a las fundaciones de vida contemplativa.
Dada nuestra vocación de solitarias, nuestra participación en la vida de la Iglesia local se presenta bajo aspectos muy reducidos, pero la exigencia de una profunda comunión con dicha Iglesia local es, con la gracia de Dios, fuerte y vigorosa.

El día típico de una monja cartuja


Sólo Dios basta. Por Él las cartujas lo han dejado todo.
A quienes se sienten interpeladas por nuestra vida, le hablaremos sobre lo que hacemos día tras día. Las fotografías le mostrarán los lugares en los que habitamos. Intentaremos explicar un poco la razón por la que hemos escogido este estilo de vida. Mas esta elección es una respuesta a una llamada. Y por qué nos ha llamado, ¡ese es su misterio!

Las « monjas conversas » sirven a Dios en un marco propio de soledad y recogimiento, en el que al mismo tiempo pueden ocuparse de las necesidades materiales de la casa, que se les han confiado a ellas de manera especial.


Las « monjas de claustro » están llamadas a buscar a Dios en el silencio y en la soledad de la celda, la cual normalmente no abandonan más que para encontrarse con las demás monjas en la iglesia.

En el corazón de la noche

Nuestra jornada monástica comienza a primera hora de la mañana con una oración a la Virgen María, que no cesa de engendrarnos espiritualmente a la vida de Cristo.
1h15: Nos dirigimos con presteza a la iglesia para el oficio nocturno. Tiempos fuertes de la liturgia en la Cartuja, las vigilias de la noche son un signo particularmente claro de la orientación que tiene nuestra vida. En ellas se experimenta la vigilante espera del Señor y la súplica para que sobre las tinieblas del mundo se eleve una aurora de resurrección.
Cuando celebran el oficio divino, las monjas son la voz y el corazón de la Iglesia que, por medio de ellas, presenta al Padre, en Jesús, alabanza y súplica, adoración y humilde petición de perdón.
Para permitir a cada una responder a su gracia particular, las monjas conversas tienen la libertad de escoger entre diversas formas de oración litúrgica. Durante la Eucaristía y los oficios en la iglesia, ellas pueden participar de todo el canto y toda la salmodia, de una parte solamente, o bien orar en silencio.
Las vigilias, unidas a las alabanzas de la mañana, se prolongan por un promedio de dos horas. Luego, la monja regresa a su celda. Como cada vez que entra, ella confía a la Virgen Maria el tiempo de soledad que se le concede, regresando entonces a la cama hasta las 6h30.

Alabanza matutina en el secreto de la celda

7h00 : Somos convocadas a la oración. Acción de gracias por las maravillas de la creación y por el surgimiento del Resucitado que nos lleva en él, el oficio de prima es recitado por cada monja en su celda. Al sonido de la campana, todas oran al mismo tiempo, haciendo del monasterio una sola alabanza a la gloria de Dios.
Según la inclinación de cada cual, las monjas conversas pueden recitar el mismo oficio de salmos que las monjas de claustro, o bien un oficio compuesto de « Padre Nuestros », « Avemarías » y « Gloria al Padres », que resume en sí solo toda la oración y que enlaza a la monja con una larga tradición monástica. Cualquiera que sea la fórmula adoptada, esta oración litúrgica es siempre un oficio de la Iglesia. Por intermedio de la Orden Cartujana la Iglesia confía a la monja un verdadero ministerio.
Sigue un tiempo de oración. La cartuja se esfuerza por ofrecer a Dios un corazón simple y un espíritu purificado, y de fijar en él sus pensamientos y sus afectos. Si ella es fiel, día tras día, de su propio silencio nace en ella algo que le lleva a querer aún más silencio. De esta manera no sólo recibirá el don de servir a Dios, sino también de unirse a él.


Eucaristía y soledad

Una unión que va a ser reforzada por la celebración de la Eucaristía a la que le invita el sonido de la campana a las 8h15.
En su mayor parte, la liturgia conventual es cantada. Nuestro particular estilo de canto gregoriano es parte del patrimonio de nuestra Orden que hemos conservado desde los orígenes por ser portador de interioridad y de sobriedad espiritual. El rito ha sido adaptado a las exigencias del Concilio Vaticano II.
El sacrificio eucarístico es el centro y la cima de nuestra vida, maná del éxodo espiritual que, en el desierto, nos regresa al Padre a través de Cristo. Este desierto, no es otro que el desierto de la celda al que regresamos después de la Misa.
Sola con Dios
Usualmente, las monjas de claustro no vuelven a salir de sus celdas desde el oficio de tercia hasta el de vísperas a las 16hs. Cuando sus trabajos no les retienen fuera de las celdas, las monjas conversas regresan siempre a la celda como a un puerto tranquilo y seguro. Una vez adentro, cerrada la puerta, ellas abandonan toda inquietud y toda preocupación y oran al Padre en lo secreto, habitando en paz bajo la mirada de Dios.
En su persona el Señor nos dado el primer y vivo ejemplo de nuestra vocación cuando, solo, en el desierto, se daba a la oración. De igual forma, ya cuando su Pasión era inminente, abandonó a los apóstoles y se fue a orar solo… Larga es la ruta, áridos y resecos son los caminos que debió él seguir para regresar a la fuente.
Como la de Jesús, nuestra soledad no es solamente una de cuerpo y corazón, sino también de todo aquello que pudiera representar un obstáculo para el encuentro cara a cara con Dios. Es por esto por lo que buscamos contentarnos con lo estrictamente necesario, prefiriendo servir al Cristo pobre para llegar a ser ricas de su pobreza. Ayunamos los viernes y antes de las fiestas litúrgicas a fin de prepararnos para la venida del Señor.

Estudios, trabajo, lectio divina

El corazón y la inteligencia en busca del Señor
Lectio divina
Dios nos habla a través de la Biblia. Es por esto por lo que la monja medita asiduamente las Santas Escrituras hasta que se convierten en una parte de su ser. A través de la lectio divina, o lectura orante de la Palabra de Dios consignada en la Biblia, ella entra en comunión con Cristo y Cristo le lleva a conocer al Padre.
« Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y pondremos en él nuestra morada » (Jn 14,23).
Como María, que conservaba cuidadosamente sus recuerdos y los meditaba en su corazón, la monja se sumerge en la Palabra de Dios, a la escucha de lo que el Espíritu quiere comunicarle hoy.
En la celda, además de recitar el oficio de tercia, la monja conversa consagra una media hora a la lectio divina a fin de poder vivir de la Palabra de Dios a todo lo largo del día.

Estudios
Luego de una hora de lectio divina, la monja de claustro se dedica o al estudio o al trabajo manual, en el interior de la celda.
Durante un año y medio, las novicias se concentran en estudios bíblicos y monásticos; luego le siguen la teología doctrinal y moral. Estos estudios, que son más o menos profundos según las necesidades de cada una, les preparan para una lectura fructífera de la Palabra de Dios. En la soledad uno no se sumerge en la corriente de todas las ideas nuevas, sino solamente para nutrir su fe en la paz y cultivar la oración. Sabiamente ordenada, la lectura fortalece el alma y sirve de apoyo a la contemplación.
…También el cuerpo participa
La monja conversa trabaja en una obediencia. Llamamos «obediencia» a la tarea encomendada a una monja y, por extensión, al lugar en donde ésta la desempeña. Por ejemplo, si una hermana tiene la obediencia de preparar las comidas, su obediencia es la cocina. Con el objeto de permitirle vivir mejor su vocación, los trabajos de las monjas conversas son repartidos de manera que en lo posible cada una trabaja sola, aún en el caso de que varias tengan la misma obediencia. Sea que laven la vajilla o pelen las legumbres, sea que escojan las frutas o mantengan un jardín, su trabajo puede convertirse en la expresión de su comunión con el Hijo de Dios en su amor por el Padre y por todos los hombres.



Sexta y Nona

A las 11h45 el oficio de sexta cierra la mañana y se convierte en una alabanza explícita a Dios. Para rezarla, la monja conversa regresa a su celda. Tanto para ella como para la monja de claustro, la comida, el tiempo libre y el oficio de nona tienen lugar en el recogimiento de la celda.
Nuestra comida la buscamos en la ventanilla. Cerca de la puerta que da al claustro, la abertura en el muro que llamamos ventanilla (fr. "guichet") o torno, permite a cada solitaria una cierta relación con su comunidad sin abandonar la celda ni romper el silencio.


En la Cartuja, los lazos fraternales están totalmente impregnados del silencio de Dios. Y son en efecto tan fuertes que cada cual reconoce y respeta la aspiración de las demás al recogimiento. Tanto para mi hermana como para mí, la soledad es sacramento de encuentro con Dios. En consecuencia, mientras más quiero a mi hermana, más respeto tengo por su vida solitaria y silenciosa.

Generalmente pasamos en la celda el tiempo de esparcimiento que sigue a cada comida: sea en el jardín para cultivarlo o para caminar y contemplar la naturaleza, sea en el interior ocupadas en alguna tarea ligera apropiada para el descanso, ya que como constata san Bruno junto con otros monjes, «El arco siempre tenso se afloja y no vale para su oficio».

13h45 : La campana nos invita nuevamente a salmodiar a Dios con reverencia. Es el oficio de nona, oración solitaria y no obstante, en comunión: ya que el Señor nos ha llamado para que representemos la creación en su presencia, nosotras intercedemos y alcanzamos gracias para todos.
El tiempo de trabajo que sigue puede entonces convertirse en acción de gracias, si acompañamos a Jesús en su humilde y escondida vida de Nazareth, donde trabaja sin cesar en unión con el Padre. Aquellas de nosotras que ya hemos sido incorporadas definitivamente a la Cartuja, generalmente trabajamos hasta la hora de las vísperas.




Las monjas conversas abandonan la celda para reemprender el trabajo en las obediencias, alabar al Señor en sus obras y consagrar el mundo a la gloria del Creador.
Los trabajos que las monjas de claustro realizan en sus celdas son variados: encuadernación, costura, tejido, dactilografía, pequeños trabajos de carpintería, confección de iconos... Todas las destrezas y aptitudes son útiles y bienvenidas.
Servicio que nos une a Cristo, quien vino no para ser servido sino para servir, el trabajo diario está considerado por la tradición monástica como un modo muy eficaz de progresar hacia la caridad perfecta.

Alabanza vespertina

16h00 : La campana nos llama a las vísperas. Franqueada la puerta de la iglesia, entramos en la morada de Dios y también en el periodo de oración que marca el fin de la jornada. La alabanza vespertina se celebra en ese momento en el que el día, en su declinar, invita al alma a un shabath (descanso) espiritual, ya que «un descanso ha sido dado al pueblo de Dios» (Heb 4,9).

Conscientes de nuestra responsabilidad, entramos en ese reposo, en disponibilidad para Dios solo.
La monja conversa puede participar en las oraciones en la iglesia o bien preferir que su corazón se remonte al cielo en el silencio de la celda. El trabajo que sigue está impregnado de ese descanso. Una vez terminado, ella regresa a su celda donde se consagra a la oración silenciosa como su hermana de claustro.


Tras la comida (o colación, si estamos en temporada de ayuno), disponemos de un poco de tiempo libre. Una lectura espiritual precede el rezo de las completas.
La jornada concluye con una oración a María, que puede ser vocal o silenciosa. El sentimiento filial de las cartujas hacia la Virgen se expresa a través del rezo de su oficio, en comunión con su acción de gracias por la Redención.

Fiestas y espaciamento: una comunión

La vida solitaria, sea en la celda, sea en las obediencias, inflama y alimenta en nuestros corazones el fuego del amor divino. De esta manera nos constituimos en miembros unos de otros.
Miembros de un mismo cuerpo, lo somos siempre, más lo manifestamos de manera especial los domingos y días de fiesta: los encuentros son más frecuentes y se dedica un tiempo más prolongado a la reconfortante vida de familia. Tras haber cantado el oficio de sexta en la iglesia nos reunimos para la comida en el refectorio.

Tercia y nona son igualmente cantadas en la iglesia.
Nuevamente nos volvemos a reunir, esta vez para un coloquio: es un encuentro de amistad y un compartir en profundidad a partir de la Palabra del Señor, a la luz de la cual nos esforzamos por orientar nuestra vida.
Una vez por semana, tenemos otro intercambio fraternal en el contexto de una caminata, que llamamos espaciamento y que dura alrededor de tres horas. De dos en dos, cada una puede dialogar fraternalmente con las demás, lo que favorece la unión de las almas y su florecimiento, acrecienta el afecto mutuo y nos ayuda a vivir en soledad.

Situada a unos 200 metros del monasterio, una ermita alberga a los monjes cartujos que comparten nuestra vida litúrgica. El padre o los padres celebran la Eucaristía y los otros sacramentos. Como las monjas conversas, los hermanos realizan su vocación de oración y se encargan de los trabajos relativos a las necesidades de la casa.

Mas la comunión no existe solamente entre los miembros de una misma Cartuja, o entre todos los hijos e hijas de san Bruno. Es también una comunión con la Iglesia visible e invisible.
Escoger la vida solitaria no nos hace abandonar la familia humana. La unión con Dios, si es verdadera, no nos encierra en nosotros mismos, sino que por el contrario, abre nuestro espíritu y dilata nuestro corazón, hasta hacernos capaces de abrazar el mundo entero y el misterio de la Redención de Cristo.
Separadas de todos, estamos unidas a todos: y es así que, en nombre de todos, permanecemos en la presencia del Dios vivo. La oración solitaria es la parte que Dios y la Iglesia nos han confiado, nuestra cooperación con la incesante obra de Cristo:
« Mi Padre trabaja y yo también trabajo » (Jn 5,17)
Porque somos miembros de su cuerpo, nuestra oración es suya, nuestro silencio anuncia su buena nueva y nuestra vigilia, su venida.
Estar orientadas únicamente hacia Aquel que es, dilata nuestro corazón y lo vuelve capaz de llevar en Dios las aspiraciones del mundo.

Los votos

Conversión de costumbres

Por la profesión monástica la cartuja se compromete desde el comienzo a la conversión de costumbres. Ha seguido a Jesús al desierto, pero Jesús quiere que ella se adentre cada vez más en su seguimiento. Se termina en algún momento de dejar todo por Él. Se termina en algún momento de buscar su rostro. Continuamente llama más y más lejos.
La monja está a la escucha. No puede cesar de escuchar porque ama. Se comprometió a amar cada vez más, y todas las banalidades de su existencia son transfiguradas: es por ellas que la cartuja da su respuesta de amor.

Estabilidad

La monja hace también voto de ESTABILIDAD. No es esto contradictorio? Por el voto de conversión de costumbres se compromete a avanzar siempre, y por el de estabilidad, a permanecer en un mismo sitio. La contradicción no es más que aparente, puesto que Dios es la eterna fidelidad de un amor perpetuamente nuevo.
Para una cartuja amarlo es ir a morar al desierto, comprometerse a permanecer allí por el voto de estabilidad, y comulgar de este modo con su fidelidad.
Amarlo es responder a su amor siempre nuevo, con la alegría de una marcha incesante hacia Él, a través del desierto: esto se realiza por medio del voto de conversión de costumbres. Sin este la monja podría caer en la rutina, en la esclerosis.
Sin el voto de estabilidad probablemente la contemplativa fuese una desarraigada, continuamente en búsqueda de un nuevo equilibrio.

Obediencia

El voto de obediencia le da la oportunidad de demostrar este amor siempre fiel y siempre nuevo que la posee. Jesús fue todo apertura, todo impulso, todo obediencia a su Padre. Por su obediencia iba hacia el Padre. Iba hacia Él tan perfectamente a cada instante que la muerte no pudo retenerlo. La atravesó.
En una soledad cada vez más completa se hizo obediente hasta la muerte, y este fue el perfecto paso al Padre, la resurrección, la gloria. Su amor por Cristo impulsa a la cartuja fuera de sí misma. Y ya no cuenta más lo que ella quiere sino lo que quiere Él, Cristo.
Lo que Él quiere? Esta vida en una Cartuja, con toda su monotonía y toda su alegría. Ella también la quiere. Está disponible para todas sus exigencias, hasta en el menor detalle. Es esto obedecer? Sí.
Liberarse de sí por amor, estar en total acuerdo de pensamiento y de acción con Jesús. Ir hacia Él, ir hacia el Padre. Como el de Jesús, este paso bien puede ser a veces un desgarro, una muerte… Siempre por una resurrección.

Pobreza

Cristo se puso totalmente en las manos de su Padre, en las manos de los hombres. Vivió por el Padre y para el Padre; por los hombres, en cierto sentido, y para los hombres. Perfecta obediencia y perfecta pobreza que no tuvieron otra fuente más que un perfecto amor. En su cumbre obediencia y pobreza se unen: es por ello que la cartuja no hace voto explícito de pobreza; está contenido en aquel de obediencia.
Elegir la pobreza no significa en forma alguna despreciar los dones de Dios. La monja es libre solamente en la medida en que es capaz de prescindir de ellos como quien atraviesa el desierto; no se carga de nada superfluo, sino que recibe con alegría la menor gota de agua.
Ser para Dios, por Dios, para los otros y por los otros, eso significa una puesta en común de todo lo que se tiene, de todo lo que se es.
Significa entregarse completamente, en cuerpo y alma, a la comunión fraterna. Dios nos ha hecho para la comunión. No puede existir una verdadera soledad sin este total empobrecimiento que nos torna hacia Dios y hacia los otros.

Castidad

La monja recibe todo de Dios para, a su vez, devolvérselo; aun su propio ser. La castidad es una consecuencia normal de esta donación total a Dios en la soledad; así la cartuja asume un compromiso prometiendo obediencia sin un voto explícito.
Dios libera su corazón; viene a colmar y dilatar todas sus posibilidades de amar. Derrama en ella un amor desbordante, de las dimensiones del universo.

Etapas

La hospedería está abierta para las jóvenes que se plantean en la oración la posibilidad de una vocación a la Cartuja. Si en el transcurso de la estadía en la hospedería sienten una armonía entre el llamado del Señor, recibido en su corazón, y lo que comienzan a percibir de nuestra vida, eventualmente se les permite compartir nuestra existencia durante unos diez días, o hacer una experiencia más prolongada llamada “postulantado”.
El postulantado dura de seis meses a un año y permite familiarizarse aún más con nuestras costumbres. La postulante no afronta inmediatamente toda la austeridad de nuestra vida, sino poco a poco, según sus posibilidades. Sigue reflexionando ante Dios sobre su llamada.
En el caso de que, con el consentimiento de la comunidad, quiera perseverar en nuestra Orden, comienza su noviciado y recibe el hábito de las monjas cartujas.
En el noviciado
Se le dedica a la formación monástica un encuentro semanal de media hora, el cual está destinado a transmitir la tradición viva de la espiritualidad cartujana más que a proporcionar una mera enseñanza teórica.
Se les pide a las novicias que reciban con corazón de discípulo el carisma de san Bruno, vivido e interiorizado por la larga cadena de monjes y monjas en los nueve siglos que nos separan de él.
Los “Estatutos de las Monjas de la Orden de la Cartuja” transmiten este carisma y les permiten a las novicias profundizar en el “por qué” y el “cómo” de nuestro modo de vida. Su único propósito es el de hacernos caminar bajo la conducción del Espíritu, por medio del Evangelio, por el camino que lleva a Dios, y de descubrirnos la inmensidad del amor.
Las novicias leen también a los principales autores cartujanos y estudian sus fuentes en el monacato de Oriente y Occidente. Nuestros padres en la vida cartujana se inspiraron en los antiguos monjes que, a partir del siglo tres, se retiraron a los desiertos, principalmente en Egipto y Palestina: monacato primitivo oriental, especialmente centrado en la soledad y la pureza de corazón.

Profesión solemne – Consagración virginal

Luego de dos años, si tanto la comunidad como ella misma consideran que se confirma el llamado de Dios, mediando una madura reflexión y en plena libertad, la novicia se vincula más a Dios y a la Orden cartujana. Expresa el don de sí misma, que se propone unir al de Cristo, haciendo profesión de estabilidad, obediencia y conversión de costumbres por tres años.
Seguido a esta etapa, podrá renovar los votos por dos años. Si es Jesús quien ha hecho nacer esa vocación, Él mismo llevará a buen término la obra comenzada: sigue el compromiso definitivo o profesión solemne.
Numerosas son las moradas en la casa de Dios: así como existen las monjas de claustro y las conversas, también están las donadas. Se han unido a la soledad de la cartuja para consagrar toda su vida al Señor, pero sin hacer votos y de una manera adaptada a las necesidades de cada una.
La donada se convierte en miembro de la Orden por un compromiso llamado donación. Luego de cinco años de donación temporaria puede hacer la donación perpetua o elegir renovar su donación cada tres años.
Después de la profesión solemne o la donación perpetua las monjas pueden recibir la consagración virginal. Este es un rito solemne por el cual la Iglesia establece a la virgen en un estado de pertenencia a Dios. Las monjas cartujas lo han conservado como un signo concreto del llamado que el Señor dirige a la Orden de llevar una vida puramente consagrada a Él. La ofrenda que la monja hace a Dios de su virginidad durante la consagración invoca una efusión particular del Espíritu Santo.
La virginidad por el Reino de Dios es un don del Señor: en su dimensión profunda es la pureza de un corazón ordenado totalmente a su Dios. Jesús, en su amor redentor, virginiza a su esposa y ofrece a todas el don de un corazón puro.

Cartuja de Santa María de Benifaçà
12599 Puebla Benifasar
Castellón de la Plana (ESPAÑA)

¿Cómo contactarnos?

Los cartujos, que han escogido una vida solitaria, os agradecerán respetar su soledad. La frecuente comunicación epistolar es incompatible con su vida, incluso no escriben a sus parientes cercanos sino pocas veces.
·         Sin embargo, para comunicar tus reacciones o deseos que se refieren a este sitio (no se te responderá - agradecemos la comprensión) puedes contactar al responsable del sitio en la dirección: http://www.chartreux.org/$/email/contact2chartreuseinfo.png.
·         Si tienes inquietudes vocacionales debes contactar una de las casas de la Orden, preferentemente en tu zona geográfica o al menos lingüística. Para América Latina contactar preferiblemente la Cartuja de San José, en Argentina (varones). Para España puedes contactar las Cartujas de Porta Coeli o Miraflores (varones) o la Cartuja de Benifaçà (mujeres). En esta web podrás encontrar las direcciones de email. Recomendamos asimismo no escribir a más de una casa a la vez.
·         Para las cuestiones históricas y científicas te puedes comunicar con :

Centre de Recherches Cartusiennes
Musée Pont-Saint-Esprit, 30130 France o también Alan Girard Maison des chevaliers, Pont-Saint-Esprit, 30130, France.
Nos esforzaremos en poner a disposición de los interesados los textos que no se han vuelto a editar. Nos puedes transmitir las sugerencias que consideres oportunas sobre este particular.



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