sábado, 2 de noviembre de 2019


LOS TRAPENSES



Monasterio de Santa María la Real de Oseira es un monasterio trapense de fundación real que a lo largo de su historia tuvo una gran importancia económica y social en la comarca y tierras más lejanas.

La iglesia abacial fue construida entre los años 1200 y 1239 aproximadamente y está considerada como una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense en la Península Ibérica, con un característico estilo románico ojival; está claramente influenciada por las iglesias de peregrinación. Se sitúa en la parroquia de Oseira, en el municipio de San Cristovo de Cea, provincia de Orense, España.


 1. ¿Quiénes son los trapenses?

Los monjes y las monjas trapenses pertenecen a la familia monástica que sigue a Cristo según la Regla de San Benito, documento escrito en Monte Cassino, Italia, en el siglo VI. El sobrenombre de "Trapense" proviene de un movimiento de reforma que empezó en el siglo XVII en un monasterio francés, La Trappe, en Normandía. Las comunidades que abrazan esta reforma se llaman con frecuencia "Trapenses".
La reforma trapense tomó su inspiración de un movimiento más amplio de reforma que había tenido lugar dentro del monaquismo benedictino hacía 500 años, en el siglo XII, a partir del monasterio de Císter, cerca de Dijon, Francia. El nombre latino de Císter es Cistercium y los monasterios que siguen dicha reforma se llaman "cistercienses". Impulsado por San Bernardo de Claraval, el movimiento cisterciense se propagó rápidamente a lo largo de Europa hasta llegar a ser, a fines del siglo XIII, más de 500 monasterios. Hoy existen varias Ordenes monásticas en la familia de monasterios cistercienses. La "O.C.S.O." se refiere al nombre oficial de los Trapenses: "Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia", que cuenta en la actualidad con 100 casas de monjes y 70 de monjas. Un poco más de la mitad de dichos monasterios están en Europa.
   
   2.  Los trapenses y el voto de silencio.

Los monjes y las monjas trapenses tienen fama de ser personas silenciosas. De algún modo esta impresión, que tiene un cierto fundamento en la realidad, ha llevado a la idea de que los trapenses hagan un voto de silencio, cosa que no es verdad. En un monasterio cisterciense hay tres motivos para hablar: la comunicación funcional en el trabajo o durante los diálogos comunitarios, el intercambio espiritual sobre la vida personal con los superiores o con un hermano acompañante, y la conversación informal en ocasiones especiales. Se integran estas razones para hablar dentro de la disciplina de mantener un ambiente general de silencio, el cual constituye una ayuda importante para la oración continua.
El silencio, sin embargo, se considera implícitamente incluido en una de las promesas hechas por el monje en el momento de su profesión monástica, a los cinco o seis años después de entrar en el monasterio. Se promete la "conversión", es decir, fidelidad a la vida monástica, de la cual una parte es la disciplina de mantener un ambiente de silencio, que exige controlar la lengua. Pronto se descubre que el hablar no es siempre la forma mejor de comunicación, que con frecuencia se utiliza la palabra no para comunicarnos sino como encubrimiento personal. Una sencilla actitud amistosa, silenciosa y orante comunica algo que va mucho más allá de las palabras.


   3.  La vida trapense y otras formas de vida cristiana.

Desde el comienzo del cristianismo, las variadas formas de vida cristiana han sido comparadas a los distintos órganos de un único cuerpo humano viviente, órganos llamados a servirse mutuamente en la unidad y la diversidad. A través del acontecimiento definitivo de la muerte y resurrección de Jesús, los fieles cristianos constituyen misteriosamente el único Cuerpo de Cristo. "Somos miembros los unos de los otros" (Ef 4,25). El Espíritu del Cristo resucitado inspira, unifica y, al mismo tiempo, diversifica este Cuerpo, que es la Iglesia. La vocación cisterciense o trapense es parte integral de la misma: un fruto del Espíritu Santo, en comunión con los obispos de la Iglesia católica romana, al servicio de toda la Iglesia y del mundo entero.
En la práctica, las distintas vocaciones cristianas continúan el trabajo y la presencia de Jesús a lo largo de la historia humana. Por ellas Cristo sana, enseña, predica y sirve a través de las personas y de los grupos llamados hoy a tales ministerios. Los trapenses tienen conciencia de que el Espíritu de Cristo los llama a la vida sencilla, escondida, laboriosa, orante, servicial y acogedora de una comunidad monástica particular. Se continúa en ella los muchos años en que Cristo vivía oculto con su familia en Nazaret, tantos momentos de su oración solitaria al Padre y la existencia sencilla de sus primeros discípulos en Jerusalén. Se ha llamado este género de vida el "corazón" invisible del Cuerpo de Cristo.


   4.  Significado de los trapenses en el mundo actual.

El mundo actual está lejos de ser uniforme o consistente, pero tiene una necesidad profunda de trascender lo que es visible, una sed tanto de espiritualidad y misticismo como de comunidad, un deseo de unión divina. En este tipo de cultura, la búsqueda de Dios se manifiesta a través de diversas maneras de ir más allá de uno mismo: la prestación social, la droga, el sentido de misterio, la oración silenciosa como parte integrante de la vida humana. Es desde ahí donde la vida trapense se revela como sorprendentemente significativa para el mundo actual, gracias a su espiritualidad que acentúa la unión de la persona humana con Dios y con los otros en el misterio transformador de Cristo.
El Abad General de los trapenses, el argentino Don Bernardo Olivera,  escribió recientemente a este respecto: "Nuestra experiencia mística cristiana es, en definitiva, experiencia de reforma y conformación con Cristo. Sólo así podremos ofrecer: una orientación hasta la salida del sol de una nueva época y un testimonio religioso para el mundo secular contemporáneo, una contribución indispensable para el diálogo con las otras religiones y un servicio contemplativo para las iglesias cristianas."


    5.   Para conocer mejor la vida trapense:

Por debajo del interés que muchos tienen en la vida monástica, hay algo que se puede llamar un "monje" oculto dentro de cada persona. Se trata de la imagen de Dios impresa en el ser humano por su Creador. Estamos hechos por Dios y para Dios. La vida monástica responde a esta orientación radical de nuestro ser: la necesidad de vivir intensamente para Dios, sea individualmente o junto a otros hermanos en comunidad.
Más concretamente, puesto que la oración está en el corazón de la vida del monje, siempre que se quiera se puede conocer mejor la vida monástica, al dedicar 10 ó 20 minutos al día para tu propia oración o a la lectura orante de la Sagrada Escritura, sobre todo del Nuevo Testamento. Este ritmo de oración es especialmente importante si buscas tu lugar en la vida, tu vocación: máxime si crees que Dios te llama a una comunidad monástica.
Para conocer aún más sobre la vida trapense en particular, lo mejor es pasar unos días en la hospedería del monasterio. Hay que ponerse en contacto previo, por carta o por teléfono, para reservar una plaza en la hospedería, porque es muy frecuentada. Durante los días en la hospedería se puede hablar libremente con el hermano hospedero, que puede ampliar la información sobre lo que se le pregunte. El que no puede visitar el monasterio, puede relacionarse por escrito con el mismo, o leer algún libro sobre la vida monástica o sobre la oración cristiana. 

  

6.   Los laicos y los monjes:

En nuestros días hay un deseo creciente de parte de muchos amigos de los monasterios de entrar más plenamente en la vivencia espiritual de los hermanos, sin dejar de estar en el mundo como laicos. Como respuesta a dicho deseo, se comienza a crear asociaciones de laicos, hombres y mujeres, amigos de un monasterio particular. La finalidad de estas asociaciones es, sobre todo, compartir la espiritualidad de los monjes: el ritmo de su oración, el equilibrio de sus actividades, la disciplina sabia y prudente de su ascetismo. Las estructuras de tales grupos son flexibles y dependen principalmente de dos factores: la situación del monasterio y las posibilidades de los asociados, o de los que quieren serlo.

San Bernardo, Abad y Doctor

San Bernardo llegó a Citeaux alrededor de la Pascua de 1112. Este monasterio, fundado tiempo antes por San Roberto, San Alberico y San Esteban Harding, fue el primero en el que practicaba, con todo su rigor, la primitiva regla de San Benito. En 115, San Bernardo fue enviado a fundar, con otros doce monjes, un nuevo monasterio en la diócesis de Langres, en la Champagne.

A principios del año 1142, se fundó en Irlanda el primer convento cisterciense. Los monjes procedían de Claraval, a donde San Malaquías los había enviado a formarse bajo la dirección de San Bernardo. Dieciocho meses después ascendió al trono pontificio el abad del monasterio cisterciense de Tre Fontane, Eugenio III, que no era otro que el Bernardo de Pisa a quien San Bernardo había conducido al noviciado.


La fama de las cualidades y poderes del santo eran tan grandes que los príncipes acudían a su arbitraje y los obispos le consultaban los asuntos más importantes de la Iglesia y se atenían con respeto a sus opiniones y decisiones. Su consejo, era para los Papas, uno de los principales apoyos de la Iglesia. Llegó a llamársele "el Oráculo de la cristiandad" . Porque Bernardo no era únicamente un fundador de monasterios, un teólogo y un predicador, sino también un reformador y un cruzado.
 
El día de Navidad de 1144, los turcos selyukidas se habían apoderado de Edesa, uno de los 4 principados del reino latino de Jerusalén. Los cristianos pidieron auxilio a Europa. Eugenio III encargó entonces a San Bernardo predicar una Cruzada. El fracaso de ésta levantó una tempestad contra San Bernardo, quien se había mostrado seguro del triunfo.
 
Bernardo murió el 21 de agosto de 1153, tenía entonces 73 años y había sido abad durante 38. Los monjes de Claraval habían fundado ya 78 monasterios. Fue canonizado en 1174 y proclamado Doctor de la Iglesia, el “Doctor Melifluo”, en 1830

San Bernardo "llevó sobre los hombros el siglo XII y no pudo menos de sufrir bajo ese peso enorme". En vida fue el "oráculo" de la Iglesia, reformador de la disciplina y, después de su muerte no ha dejado de instruir y vigorizar a la Iglesia con sus escritos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Las Cosmogonías Mesoamericanas y la Creación del Espacio, el Tiempo y la Memoria     Estoy convencido de qu hay un siste...