TESTIMONIO
MUSICAL DE MÉXICO
Estimados lectores, la música ha sido siempre agradable al
oído, siempre nos ha amenizado, unas veces para alegrar el alma, otras de
tristeza, pero de una manera u otra, vive con nosotros. En México siempre ha
estado presente, desde la época prehispánica, hasta ahora, en bailes, danzas,
fiestas, procesiones, marchas y guerras. También, para que la población viera a
la institución armada como parte necesaria e indispensable de la sociedad y por
medio de ejercicios militares, marchas y desfiles, provocasen admiración y
respeto. Algo que hoy día, la institución militar está a la baja.
Pondré una serie de pequeños trabajos de maestros,
profesores de música que van de 1760 a las postrimería del siglo XIX y los
albores del XX.
Así podrán
ir leyendo e imaginando la vida de México a través de la música, los voy a ir
poniendo de poco en poco, para que se piquen, y continúen leyendo. Gracias de
antemano. Ahora continúo con el Doctor en Historia. Profesor investigador de la
(UACM), Raúl Heliodoro Torres Medina.*
La música popular durante la
Independencia
Las recientes interpretaciones históricas han señalado que
nuestra independencia fue un proceso que empezó con un deseo de autonomía bajo
la tutela de la monarquía española y terminó con la emancipación política que
dio origen al Estado mexicano. Desde que el cura Miguel Hidalgo llamó al levantamiento
armado, el 15 de septiembre de 1810, hasta la firma del acta de independencia,
el 28 de septiembre de 1821, se sucedieron una serie de eventos en los que la
música se convirtió en un medio de difusión ideológica, en ocasiones de manera
consciente y otras de forma inconsciente. Sin embargo, para entender la música
generada durante la época del conflicto armado se debe prestar atención a la
que se ejecutaba 60 años antes.
Durante la
segunda mitad del siglo XVIII, la Inquisición puso atención a las diversiones
públicas practicadas por los novohispanos, con el pretexto de que eran
instrumento para el relajamiento moral de la sociedad. La música popular fue
uno de esos entretenimientos que empezaron a ser prohibidos por el santo
tribunal. Bailes y cantos como el chuchumbé, el pampirulo, el pan
de manteca, las bendiciones, entre muchos otros,
fueron motivo de escrutinio y censura. Uno de los más proscritos antes de
iniciarse el conflicto armado de 1810 fue, sin duda, el jarabe gatuno. En
diciembre de 1802 fue prohibido del bando del virrey Félix Berenguer de
Marquina, en un documento que especificaba las sanciones que se aplicarían a
quienes lo bailaran: pena de dos años de presidio a los hombres y de
recogimiento a las mujeres, además de dos meses de cárcel a los espectadores. (1) Es cierto que en la Nueva España se
escuchaba otro tipo de música, como los llamados sonecitos de la tierra,
aunque no fueron tan vilipendiados como el jarabe. A continuación veremos cómo,
al transcurrir los años, estas sonoridades formaron un corpus sonoro de música
tradicional al cual le fueron adaptadas las letras “sediciosas” del movimiento
independentista.
A partir de
los hechos ocurridos en 1810 empezaron a surgir una serie de marchas, canciones
y tonadas que exaltaban las virtudes de los jefes rebeldes y de la causa
emancipadora. Este tipo de música podía escucharse “entre campamentos y
vivaques insurgentes, fiestas y bailes de los partidarios de la causa”. (2) Tenemos entonces dos escenarios donde
se entonaban las canciones populares del periodo, por un lado, en el frente de
guerra para arengar a las tropas, esto es, antes de entrar al combate y durante
los descansos posteriores al mismo; por el otro, en los fandangos que
organizaban los adeptos al movimiento.
Muy poco se
sabe de la música interpretada en los campos de batalla. En un espacio donde se
libraban cruentas escaramuzas, la música popular sólo podía tener un carácter
efímero. Las canciones se entonaban según la tradición oral, por ello no quedó
constancia escrita del mensaje que se trasmitía entre la tensión, el júbilo y
la alegría. Ignacio Manuel Altamirano menciona que en diferentes momentos los
ejércitos insurgentes, fueran los de Morelos, Mina o Guerrero, eran afectos a
cantar acerca de sus victorias y fracasos. (3)
Las canciones de la independencia sólo se encuentran de
manera fragmentaria en los procesos que se siguieron contra los insurgentes y
que en la actualidad pueden localizarse en los ramos Infidencias, Inquisición e Indiferente virreinal del AGN. Las
denuncias se hicieron en contra de aquellos individuos que realizaron fandangos
y fiestas para difundir y exaltar los logros de los ejércitos rebeldes y la
ridiculización de las huestes realistas.
Acerca de
un proceso contra varios individuos que habían organizado un fandango en
Valladolid en 1813, donde se cantó y bailó El Jarabe, Las mañanitas insurgentes
y otras marchas, se lee:
que varios individuos adictos al partido de
la insurrección, y aún emisarios de los cabecillas de ella, andan seduciendo
y comprometiendo la quietud pública de esta ciudad, ya haciendo ofertas a la
tropa para su deserción y que se pase al enemigo, ya formando juntas
sospechosas en que se alaba y se vitorea al partido de los rebeldes, y ya
haciendo bailes y diversiones en que se han cantado versos alusivos a la
misma materia con aplauso de muchos circunstantes. (4)
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Los temas
que abordan las canciones de la independencia se relacionan con la típica
picardía novohispana que tanto había molestado a los funcionarios y curas
ilustrados a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. En efecto, las
composiciones populares insurgentes seguían esa tradición humorística y picosa
que encontramos en las tonadas de la llamada “música perseguida” por la Inquisición.
Es notoria esa continuidad de desenfado chusco en las letras y en la música del
periodo emancipatorio. A continuación se exponen extractos de diversas
canciones que se escucharon entre los ejércitos insurgentes. Desgraciadamente
no contamos con textos completos y mucho menos con las partituras.
Entre las
canciones con un sentido de fervor por los líderes del movimiento, encontramos:
Soldados valientes del señor Morelos,
avoquen cañones y hagan prisioneros,
soldados valientes del señor Negrete,
toquen a degüello y entren a machete.
Rema, indita de mi vida,
yo te enseñaré a remar,
que las glorias de Morelos
es preciso celebrar.
Por un cabo doy dos reales
por un sargento un doblón,
por mi general Morelos
doy todo mi corazón.
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Y ahora
algunos versos con el clásico humor novohispano popular:
Váyanse los gachupines
a noramala
que no volverá a saber de ellos
la Nueva España.
Con balas que tiran
Los de Lobera
Juegan los insurgentes
A la rayuela.
Rema, nanita, y rema
y rema y vamos remando,
que los gachupines vienen
y nos vienen avanzando.
Viva la Guadalupana,
viva por el mundo entero,
y a todos esos chaquetas
cuero, cuero, cuero.
La voluntad no es castillo
que se rinde a fuerzas de armas,
que su rendición consiste
en la voluntad del alma. (5)
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Sin
embargo, no solamente las fuerzas insurgentes hacían música bajo los términos
que hemos mencionado. También los partidos de la monarquía componían sus
propias tonadas para exaltar sus logros y denostar al enemigo. José María de
las Casas escribió una carta al virrey Juan Ruiz de Apodaca, con fecha de 8 de
agosto de 1818 en Villa de Padilla, en la cual le informaba acerca de dos
composiciones que había trabajado a raíz del desembarco de Francisco Javier
Mina en Soto la Marina. La finalidad de ambas canciones era pragmática:
contrarrestar la panfletería que los partidos de Mina habían diseminado en la
región “con miles de sofismas cismáticos y seductores”. Los versos de su
primera composición titulada Canción
patriótica, son claro ejemplo de la deslegitimación que se hace de la
figura de Mina. Es importante remarcar que esta obra no quedó archivada en la
gaveta de un escritorio, había que difundirla, por tal razón De las Casas
escribe: “[…] la canción patriótica referida que dirigí por todos los lugares a
gran prisa bajo de mi firma poniendo cartas particulares a cada lugar para las
personas de mi más estrecha amistad”. (6)
En su segunda composición, el autor citado explica que
después de la huida de Mina del fortín de Soto la Marina, éste fue tomado por
el Comandante general Francisco Arredondo y en honor al hecho compuso un
jarabito. Recordemos que la tropa realista estaba formada por soldados a
quienes gustaba la música popular, por ello la utilizaban los oficiales para
hacerles llegar las ideas de la contrainsurgencia.
Verso
El gran General de Oriente
confundió al rebelde Mina
porque a Soto la Marina
se introdujo de repente.
Estribillo
Trajo la justicia
indulto y perdón,
la victoria, el triunfo,
como la razón
su avance tremendo,
bien organizado
infundiendo al traidor
confusión, desmayo,
su esfuerzo constante
es incomparable,
sus valientes tropas
son incontratables.
Verso
Y quien te mandó, Servando
aparecer como Obispo
en la gavilla de Mina
haciendo un papel ridículo.
Estribillo
A la gran Marina
entras con tu gente
llenando aquel pueblo
de chusma insurgente,
entre tu fortín
contra el grande […]
el ser invencible
fue tu desvarío,
ha caído Arredondo
con su fuerte brazo
y lo toma todo
Verso
Ya con esta me despido,
Santa, porque voy de prisa,
porque yo sólo he venido
de todo a tomar noticia. (7)
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Resulta
interesante observar cómo en ambos bandos se usaba la música tradicional
novohispana para acompañar las coplas a favor o en contra del movimiento
insurgente. Éste sería el caso del jarabe. Incluso, una misma tonada podía ser
utilizada para acomodar letras con diferente mensaje. Un ejemplo son las coplas
rescatadas de un proceso que se siguió a los soldados del Regimiento de
Infantería Urbana del Comercio de México. En 1821 fueron acusados el cabo
segundo Rafael Nájera y los soldados Juan Sánchez y Laureano Amador por cantar
versos subversivos a favor de la causa insurgente. Las citadas estrofas eran
las siguientes:
Con esto y no digo más
debajo de serafines,
ya se pueden ir largando
estos perros gachupines.
Si te preguntan quién vive
responderás con violencia,
soy soldado de Iturbide
y viva la Independencia. (8)
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No
obstante, al ser interrogado Juan Sánchez dijo que lo que cantaban era lo
siguiente:
Con esta y no digo más,
lo digo con violencia:
amo a la Constitución
y no quiero la Independencia.
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Debemos
entender a la música de este periodo como una especia que condimentó el
espíritu de rebeldía y acompañó a los combatientes en el transcurso de la
lucha. Su rápida difusión se debió, en buena medida, a que se apegó a lo que
comúnmente escuchaba el pueblo, incluso, como ya mencionamos, entre la misma
tropa y una gran afición por los jarabes y otros sones. Ciertamente, los
militares eran asiduos a los bailes y música popular novohispana.
Poca
constancia queda de aquellas expresiones del arte popular, empero son muestras
de la pluralidad de pensamiento en la sociedad de la última Nueva España que, a
200 años de distancia, siguen causando admiración entre los mexicanos que
recordamos a nuestra independencia como un cambio en las estructuras políticas
y una permanencia en los terrenos de los económico, lo social y lo ideológico.
NOTAS
*Torres
Medina, Raúl Heliodoro, “Ejércitos y bandas de música en la Nueva España,
1760-1821”, en “… y la música se volvió
MEXICANA”, México, INAH, INBA, CENIDIM, CONACULTA, 2010, PP. 22-31.
(1) Archivo General de la Nación
(AGN), Indiferente virreinal, caja
5319, exp. 13, f.1.
(2) La música de México. Periodo de la independencia a la revolución,
t. 2, México, UNAM/IIE, 1984, p. 12-13.
(3) Guillermo Prieto, Romancero nacional, México, Oficina
Tip. de la Secretaría de Fomento, 1885, pp. XX-XXI.
(4) AGN, Infidencias, vol. 63, exp. 1, f. 1.
(5) Estos versos se encuentran en
AGN, Infidencias, vol. 63, exp. 1,
f. 1; Gabriel Saldívar, “Mariano Elízaga y las canciones de la independencia”,
en Boletín de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, t. 63, núm. 3 (mayo-junio 1947); Merle E.
Simmons, “Unas canciones y poesías de la época de la independencia mexicana”,
en Revista Hispánica Moderna, año
24, núm. 4 (octubre de 1958), pp. 369-379.
(6) AGN, Inquisición, caja 191, s. fs.
(7) Ídem.
(8) AGN, Indiferente virreinal, caja 5046, exp. 2, fs. 9, 16.
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