GUERREROS DE ASIA, AFRICA
Y
HAWAI
EL SAMURAI
El
samurái, “el que sirve”, fue un guerrero de élite cuyo
origen se encuentra en el Japón feudal del siglo X, alcanzando su razón de ser
dos siglos después, en el siglo XII y cuya existencia se alargó hasta la
Revolución Meiji en el siglo XIX, cuando sus privilegios fueron abolidos.
Aun así, hubo samuráis luchando en la Segunda
Guerra Mundial. Es el guerrero japonés por excelencia.
La cultura samurái aún sigue sirviendo como guía
para mucha gente, incluyendo a occidentales que ven en su ética y código de
honor una forma de vida apropiada y digna. Aquí podrás conocer su historia y
descubrir qué pasó con los samuráis a lo largo de los siglos.
La historia de los samuráis
Los samuráis llegaron a estar en lo más alto de la esfera
política y militar hasta
el punto de dejar a un lado la figura del emperador, quien se convirtió
en un simple espectador.
El
origen
La primera vez que vemos la palabra “samurái” en las
fuentes data del siglo VIII y se refiere a los sirvientes del hogar que
atendían a los ancianos.
El uso de la palabra «samurái» en japonés fue
evolucionando hasta el siglo X, momento en el que adquiere el significado
militar que conocemos hoy día y que se refiere a aquel que sirve a un señor.
Hay que
especificar que cuando hablamos de un samurái, nos referimos a
un guerrero de élite y no a un guerrero cualquiera.
A principios del
siglo VIII y tras numerosos enfrentamientos con China y Corea, el
emperador Tenmu y sus descendientes
ordenaron que todos los funcionarios civiles y militares debían conocer
las artes marciales.
Miyamoto Musashi fue un famoso samurái autor del
tratado de artes marciales «El libro de
los cinco anillos»
En el año 702, el Código Taiho especificó que cada
soldado estaría asignado a un regimiento durante una parte del año, dedicándose
el resto del tiempo a las labores agrícolas.
Cada uno de estos campesino-soldados fue equipado con
arcos, un carcaj y
espadas.
Estos campesinos, sin embargo, no disponían de la suficiente formación militar como
para llegar a ser verdaderamente eficaces por lo que en el año 792 se cambió el
sistema de reclutamiento.
Ahora
serían los caciques locales y sus soldados quienes se convertirían en la
principal fuerza militar.
Estos guerreros ya no serían considerados
plebeyos, pertenecerían al mismo linaje que los terratenientes y dispondrían de
dos mozos de cuadra a su servicio.
Casi cien años más tarde, estos primeros samuráis ya
contaban con las características que les hacen reconocibles: eran jinetes-arqueros que
también sabían manejar espadas de hoja curva y se encargaban de la seguridad de
las ciudades y de sofocar revueltas, por lo que contaban con la confianza del
emperador de Japón.
La consolidación del poder de los samuráis
Fue en el siglo X cuando los samuráis comenzaron
a ver crecer su poder.
La situación de plagas y hambrunas incrementó las
revueltas, protestas y desórdenes por lo que el emperador decidió aumentar los
poderes de los gobernadores locales para que reclutaran tropas y se encargaran de sofocar los problemas: es
ahora cuando constatamos por primera vez el uso de la palabra samurái, “el que sirve”, en
un contexto militar.
Durante los próximos años se produjeron innumerables conflictos entre
los clanes locales que desembocaron a finales del siglo
XII en las Guerras Genpei.
En 1192, el líder del clan Minamoto se autoproclama shogun dando
comienzo así al shogunato japonés,
régimen que se alargaría durante 700 años y que relegaría a la figura del
emperador de Japón a un mero símbolo.
Los samuráis se habían convertido en los
auténticos gobernadores de Japón.
El Shogunato
El período de poder de los shogun no fue
ni mucho menos pacífico: al tiempo que se sucedían los conflictos entre clanes
en los que en ocasiones participó el emperador y el ejército imperial, hubo
que hacer
frente a las guerras contra China y Corea y a dos intentos de invasión por
parte de los mongoles además de a varias tentativas de restauración imperial.
Durante
el Shogunato Ashikaga llegó a haber dos cortes imperiales al nombrar el shogun
a su propio emperador.
Los “daimyo”
La
gran oportunidad de los samuráis llegó durante el período Sengoku.
A causa de la inestabilidad política y militar debido a
la dejadez del shogun Yoshimasha, los
terratenientes se designaron a sí mismos “daimyo” (“grandes apellidos”)
y comenzaron
a luchar entre ellos por el poder y las tierras.
Estas luchas llevaron a que uno de estos
samuráis quisiera obtener para sí mismo el título de shogun, lo que consiguió
Oda Nobunaga en 1560.
Uno de los mayores logros de este shogun fue la
introducción de arcabuces en el ejército japonés, lo que supuso un cambio radical en las estrategias de guerra de Japón .
Pretendió unificar el país pero fue obligado a
cometer seppuku por
uno de sus principales generales, quien le traicionó.
La figura del samurái se fortalece
Hideyoshi,
general leal al difunto Nobunaga que vengó a su señor pero nunca llegó a shogun por
tener orígenes humildes, fue quien finalmente definió la figura de los
samuráis.
Especificó las líneas de adiestramiento, disciplina y
especialización de los soldados y
separó definitivamente a los soldados y samuráis de los campesinos armados, a
los que finalmente retiró las armas.
Los samuráis, con Hideyoshi al
mando, se decidieron entonces a conquistar Corea a finales del siglo XVI pero
la fiera resistencia que encontraron les hizo abandonar la idea.
La
muerte de Hideyoshi y la situación que dejó con su Consejo de los Cinco
Regentes debido a la minoría de edad de su hijo hizo que los samuráis se
enfrentaran de nuevo entre ellos.
Tokugawa Ieyasu -quien había servido tanto a Nobunaga
como a Hideyoshi- acabó haciéndose con el título de shogun en 1603
y tuvo que enfrentarse con el hijo de éste último, ya mayor de edad, Hideyori,
quien contaba con el apoyo de muchos samuráis.
Finalmente y tras un arduo asedio a Osaka, Ieyasu logró hacerse con el
poder exterminando a la familia de Hideyori excepto a su esposa,
nieta del propio Ieyasu.
El declive del samurái
La intención de Ieyasu desde el primer momento fue quitar
privilegios y poder a los samuráis.
Muchos
de ellos perdieron sus tierras y se les dio a elegir entre dejar las armas y
retirarse a trabajar los campos o trasladarse a la ciudad y convertirse en
vasallos del daimyo.
Tan sólo unos pocos, “los
5.000 de hatamoto”, decidieron permanecer como vasallos directos
del shogun.
Se
prohibieron también los duelos entre samuráis y en 1690, se prohibió formalmente
la práctica de artes marciales.
Obviamente, todo esto acabó suponiendo una merma en
el uso del arco, la lanza, la espada y el combate cuerpo a cuerpo.
Muchos samuráis decidieron entonces regresar al campo y dedicarse a sus labores
y a la artesanía.
Sin embargo, otros enfilaron destinos distintos, como por
ejemplo los ronin,
los “samuráis sin
señor”, o aquellos que se dedicaron a la piratería en puertos y
alta mar, robando y traficando con mercancías.
El
edicto de “Fronteras Cerradas” de 1639 acabaría también con esta labor ya que
buscaba controlar el acceso de barcos extranjeros evitando principalmente a los
misioneros católicos.
La oposición a todo lo extranjero alcanzó su cenit cuando
el propio emperador de Japón, Komei,
se alió con varios samuráis relegados para enfrentarse a Ieyasu y
su supuesta tibieza contra los inmigrantes.
El
emperador y el shogun murieron casi a la vez poco después y el nuevo shogun,
Iemochi, pretendió limar asperezas con el nuevo emperador, Mutsuhito, pero
acabó renunciando a su título.
Se
produjeron nuevos enfrentamientos entre samuráis y ronin por el establecimiento
de un nuevo shogunato pero esta vez, las fuerzas pro-emperador salieron
victoriosas.
El emperador Meiji
comenzó entonces la modernización de Japón, su apertura al exterior
y también, la abolición de los privilegios de los samuráis, quienes en su
mayoría pasaron a formar parte de la élite administrativa japonesa.
La jerarquía de los samuráis
Estructura social
La posición de un samurái siempre dependía de su nacimiento, su
vasallaje, su clan y otros aspectos sociales y militares.
No todos los samuráis tenían la misma consideración a pesar de estar en el mismo escalón jerárquico
dentro de la sociedad japonesa pero si algo tenía en común es que todos
ellos eran
educados para la guerra desde su niñez para
dignificar a sus antepasados.
Como
se ha dicho más arriba, hasta el siglo XVI los samuráis no eran sino campesinos
armados que volvían a sus labores en el campo cuando ya no se les requería en
la guerra.
Sin
embargo, en el momento en que aparecieron ejércitos estables, la consideración
social de los samuráis subió al dejar de ser trabajadores del campo para
convertirse en garantes de la paz social.
Dentro de la sociedad samurái, quien estaba en el vértice de
la pirámide era el daimyo y
sus familiares, después los criados a su servicio -solían ser criados
vitalicios, es decir, que su servicio estaba ligado a la vida de su señor- y
por último los vasallos, que podían ser voluntarios u obligados a servir al
señor tras una derrota.
El ejército samurái
Tampoco en el ejército samurái eran todos iguales. Cada samurái estaba obligado a
acudir a la llamada de su señor y a presentarse armado,
equipado y con tropas correspondientes a la riqueza de su feudo.
Esto,
obviamente, hacía que un samurái pudiera aportar más que otro por lo que al
final, no todos gozaban de la misma consideración ante su señor.
La vestimenta de los samuráis
La armadura samurái
Las primeras armaduras de las que se tiene constancia
estaban fabricadas a partir de varias planchas de hierro macizo unidas con correas de
cuero.
Obviamente,
estaban diseñadas para ser usadas por la infantería. El casco tenía visera para
proteger los ojos y una superficie dentada para colocar plumas o cualquier otro
tipo de decoración.
La armadura fue evolucionando con el paso del tiempo hasta llegar al modelo de armadura clásica
medieval, la yoroi,
en la que ya no todas las piezas eran de hierro, evitando así un exceso de peso para el
guerrero.
El hierro se usaba en las zonas donde se
requería más protección y en el resto de la armadura, se empleaba el cuero.
Una yoroi pesaba aproximadamente unos 30 kilos.
Bajo
la armadura, los samuráis llevaban un taparrabos de lino o algodón. En los pies
llevaban calcetines altos, sandalias de tiras y en ocasiones unos zapatos
parecidos a los zuecos.
Para protegerse aquellas zonas vulnerables a pesar de la
armadura añadían guantes, cubremuslos, espinilleras y una pieza llamada nodowa que
servía para aislar el cuello.
Algunos samuráis empleaban máscaras para proteger el
rostro, ya fueran completas o sólo hasta la nariz.
Los
más pudientes añadían a su indumentaria un guardapolvos que en realidad, sólo
usaban en el campamento para mostrar su jerarquía ya que era demasiado pesado
para llevarlo en batalla.
La ropa normal de los samuráis
Lejos del campo de batalla, los samuráis llevaban kimono y hakama, cubriéndose
con una especie de chaqueta llamada katanigu en
las ocasiones especiales.
Además
de todo esto, en los momentos de más importancia añadían unos pantalones
largos, como por ejemplo si iban a entrevistarse con el shogun.
Las armas de los samuráis
La espada samurái
A pesar de que siempre se nos viene a la cabeza la imagen
de la katana cuando
hablamos de los samuráis, lo cierto es que las espadas usadas por éstos
evolucionaron hasta llegar a ese modelo.
La katana fue considerada como “el alma del samurái” ya que éste jamás salía de casa sin su espada incluso
en tiempos de paz.
A
pesar de todo, en las batallas solían usar el arco y la lanza y fue más tarde
cuando la espada adquirió un papel más ceremonial.
La
primera espada clásica samurái se llamaba tachi y se llevaba colgada con la
hoja hacia abajo.
Había que desenfundarla con las dos manos por lo que requería dejar a un lado el arco. Más
tarde apareció la katana y
el wakizashi,
un modelo más pequeño.
En esa época decían que una
katana debía ser capaz de cortar siete cuerpos uno encima de otro y
también un nenúfar dentro del agua.
La katana era
un arma ofensiva y defensiva al mismo tiempo, por lo que los samuráis jamás llevaron
escudo.
Además,
su forma curva y el hecho de tener que empuñarla con ambas manos provocaba que
los ataques siempre tuvieran que ser de frente.
Otras espadas samuráis fueron la nodachi, usada para
ofrendas y ceremonias y no en batallas debido a su enorme peso, y la naginata, una
espada larga montada en un mango de madera que recuerda a las alabardas por lo
que permitían golpear, apuñalar y acuchillar.
El arco samurái
Los samuráis empleaban
el arco mientras montaban a caballo, usando la espada sólo para
el combate cuerpo a cuerpo.
Debían
emplear una gran pericia ya que el arco tenía que estar a la altura de la
cabeza del jinete y además, solamente se podía disparar por el lado izquierda y
manteniendo una inclinación de 5º, sumando la incomodidad de la armadura.
Armas de fuego
A partir del siglo XVI se registra el uso de pistolas en
el ejército samurái.
A
mediados de ese mismo siglo llegan a Japón los arcabuces europeos de manos de
comerciantes portugueses y pocos años después, comienzan a producirse por los
artesanos locales.
Los samuráis se mostraron en contra del uso de
arcabuces argumentando
que cualquiera podría matar a distancia a un guerrero experto y preparado en
artes marciales; por este motivo las armas de fuego no llegaron a generalizarse
en demasía.
La cultura samurái
El bushido
El bushido es
el “camino del
guerrero”, una compilación del siglo XVIII (aunque su origen es
mucho más antiguo) que reúne
consejos para el comportamiento samurái y que alude de forma
insistente al tema de la muerte. En la historia, grandes guerreros se han
guiado por el bushido.
Se
reforzaba la idea de que el samurái pertenecía a un escalafón social más alto, instando a despreciar a los soldados de rango inferior y a
los extranjeros.
El bushido contempla
las virtudes principales de la mentalidad samurái que incluso hoy día se
conserva en Japón aunque desde una óptica más romántica y sentimental:
justicia, coraje, benevolencia, respeto, honestidad, honor y lealtad.
El Seppuku
El Seppuku era
un suicidio ritual respetado y admirado por la sociedad japonesa.
Los
samuráis recurrían a él para reparar un error grave, para proteger su honor o
incluso para seguir a su señor en la muerte.
En algunas ocasiones también se usó como forma de castigo
honorable para los enemigos, obligándoles a cometer seppuki.
Las mujeres samuráis
Desde épocas muy antiguas, Japón ha tenido una sociedad
con un fuerte matriarcado.
Un
ejemplo se puede ver en su propia mitología, donde la diosa de la creación, Amaterasu,
es de género femenino y la divinidad principal del panteón.
Los primeros escritos japoneses hablan de mujeres
guerreando y presentándose como gobernantes aunque
poco a poco dejaron de acudir al campo de batalla.
Las
mujeres, sin embargo, siguieron formándose en artes marciales y autodefensa,
decantándose por la naginata, la alabarda de la que se ha hablado más arriba.
También solían llevar encima un kaiken, un puñal
que además les servía para cometer jigai,
el Seppuku, sólo que en lugar de rajarse el vientre, se cortaban la garganta.
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LOS GUERREROS EGIPCIOS
Cuando hablamos de los guerreros egipcios se nos
vienen muchas imágenes a la cabeza que nos ha proporcionado especialmente el
cine y la televisión. El exotismo del Antiguo Egipto atrae prácticamente a todo
el que se acerca a él y el mundo de la guerra y el ejército tampoco ha sido una
excepción.
En este artículo
vas a descubrir entre otras cosas cómo fueron evolucionando los
guerreros egipcios conforme tuvieron que adaptarse a los tiempos
cambiantes, en qué momento aparecieron los famosos carros de guerra y cómo se
enfrentaban a sus enemigos.
Además, conocerás
también a algunos de los faraones que se distinguieron por el valor en
la batalla y también por sus aportaciones a la táctica y a la
estrategia. De esta forma, verás que no se limitaban a estar sentados en su
trono creyéndose unos dioses: si había que ir a la guerra, se colocaban en la
cabeza de sus ejércitos.
Por último, te enseñamos cómo eran las armas que usaban los
guerreros egipcios y también cómo se componía su ejército y por qué comenzaron
a contratar mercenarios. Los misterios de Egipto también alcanzan a sus
guerreros.
El ejército del Antiguo Egipto
En los albores de la historia del Antiguo Egipto no existía un ejército
profesional como tal sino que, en momentos de conflicto,
los funcionarios del rey reclutaban a hombres que hacían el papel de guerreros
mientras se los necesitara. Por supuesto, estos soldados no contaban con ningún
tipo de entrenamiento ni formación militar.
Sin embargo, conforme pasaba el tiempo y se hacía necesario defender los
cultivos de los invasores procedentes de Asia Menor y de
Libia, se hizo necesaria la creación de un ejército permanente. Los oficiales
pertenecían a la clase media mientras que los soldados de rango más bajo
pertenecían a las clases bajas.
Solamente los miembros de las familias de las clases
altas podían acceder a la escuela de altos oficiales. También eran los únicos que podían conseguir prestigio
en la batalla para conseguir un ascenso y así prosperar dentro del ejército.
Al
retirarse, los oficiales se convertían en asistentes personales de la nobleza,
administradores del estado o maestros de los hijos del faraón
El ejército del Antiguo Egipto llegó a su máxima
organización durante el Imperio
Nuevo. El principal grueso de las tropas estaba formado por las
divisiones de infantería que a su vez contenían a los cuerpos de élite formados
por los carros de combate.
Las divisiones de infantería recibían el
nombre de un dios y a su vez se dividían en batallones formados por compañías
de 200 soldados cada una que se repartían en secciones de cincuenta hombres.
A la cabeza del ejército estaría el visir a
quien apoyaría un director
de arsenales que se encargaría de la parte logística, es
decir, proveer a los guerreros egipcios de armas y suministros. Del
entrenamiento y organización de las tropas se encargaría el director de infantería.
El entrenamiento de los guerreros egipcios se basaba sobretodo
en hacer largas
marchas por el desierto y en practicar la lucha cuerpo a cuerpo,
actividad ésta última que al parecer servía al mismo tiempo como
entretenimiento para el faraón.
Tipos de guerreros egipcios
El guerrero egipcio tenía la obligación de luchar por su
buen nombre y por supuesto, de defender
al faraón. Existía una condecoración que se entregaba a
aquellos que mostraban más valor durante la batalla: el Oro del Coraje. En caso de que el soldado huyera o mostraba
cobardía, podía ser degradado, denigrado, y en determinadas circunstancias,
incluso ejecutado.
El empleo de soldado no era demasiado popular
en el Antiguo Egipcio hasta la creación del ejército permanente, en el que se
obtenían ventajas
Todos ellos solían vestir el shenti o faldellín,
una pieza de tela de forma rectangular hecha de lino blanco o color crudo que
envolvía la cintura y se ajustaba con un ceñidor. Sobre este faldellín se
colocaban una pieza triangular de lino endurecido que servía para proteger los
genitales.
Los
hijos de los faraones eran enviados a la escuela militar cuando cumplían los 7
años
Cuando
un soldado se retiraba, el estado le concedía aproximadamente tres hectáreas de
tierra para cultivar además de rebaños y personal de servicio. Estas tierras podían
ser heredadas por sus descendientes siempre que entre ellos hubiera un hombre
apto para enrolarse en el ejército.
Infantería
Los soldados de infantería fueron los primeros en formar parte
del ejército egipcio, como no podía ser de otra manera. Iban equipados
con una lanza, un escudo, una espada y quizá una daga, aunque ésta última es
considerada por algunos expertos como un arma más ritual que efectiva.
Los
cascos que llevaban no eran de metal o cuanto menos no han aparecido. Por
representaciones que se conservan, se cree que se cubrían la cabeza con una
especie de gorros de paño acolchado.
Carros
El
uso de caballos y de los carros de guerra se introdujo en Egipto durante el
Segundo Periodo Intermedio y estaba reservado tan solo a los miembros de las familias
de la nobleza. Ya bajo el reinado de Ramsés II, en el Imperio Nuevo, este
puesto se pasaba de padres a hijos.
Llegaron a existir tres tipos de carro: el de
combate, el de comunicaciones y el de exploración. Estos dos últimos eran más
ligeros y veloces. Estos carros tenían el eje en el extremo posterior siendo
más ancho que el vehículo en sí; esto hacía que fuera prácticamente imposible
que volcaran durante la batalla.
Los carros de guerra giraban con facilidad,
lo que permitía cambiar de dirección rápidamente
En los carros viajaban dos hombres: un seneny o arquero y un kedjen o conductor.
Éste último tenía además otra función que era la de proteger al arquero
mediante un escudo. Detrás del carro, un infante armado corría para rematar a
los enemigos y que no quedara ninguno tras el carro.
Mercenarios
Comenzaron a utilizarse durante el Primer Periodo
Intermedio debido a la inestabilidad existente. Ya entrado el Imperio Nuevo, se
intensificó el reclutamiento de guerreros extranjeros ya que los egipcios parecían rechazar
el uso de las armas. Solían ser nubios, asiáticos y libios.
Entre los mercenarios también había
prisioneros de guerra a los que se prometía la libertad si luchaban por Egipto
Respecto a la formación en el ejército, solían servir
como tropas
auxiliares o de apoyo adscritas a otras unidades. Se los
agrupaba según su nacionalidad de forma que seguían manteniendo su identidad.
En época de Ramsés II, los mercenarios podían ascender y
subir de rango si se mantenían leales al Faraón. De esta forma, se creó un cuerpo de altos oficiales
cuyo origen era extranjero.
Con
la llegada de la dinastía ptolemaica se comenzó a conceder tierras a los
mercenarios para tratar de vincularlos a Egipto y evitar así el riesgo de
traiciones o deserciones.
Las armas egipcias
Las
armas que usaba el guerrero egipcio eran muy parecidas a las que utilizaban
otros guerreros de su época aunque algunas de ellas presentaban algunas
peculiaridades:
·
Lanzas: se usaban desde
tiempos prehistóricos a modo de arma arrojadiza y no varió demasiado con el
tiempo excepto en lo relativo a los materiales con que se fabricaban.
·
Jabalinas:
se utilizaban para atacar a distancia y aunque su alcance dependía en buena
parte de la pericia del guerrero que la lanzaba, no llegaba a superar los 90
metros.
·
Maza: era un garrote
en el que se engastaba una piedra para golpear a los enemigos.
·
Hacha: en principio se
fabricaron de piedra para pasar después al bronce. Al principio era una lámina
curvada con dos orificios para atar el mango y después surgió la forma de pico
de pato. En ocasiones, se grababa en su superficie el nombre de rey o su
imagen.
·
Espada: tenían una
longitud de aproximadamente 40 centímetros. Solían ser de cobre o bronce.
·
Sable curvo (khopesh):
esta arma estaba importada de Mesopotamia y consistía en una especie de espada
curva con forma de hoz sin punta, de unos 40 a 60 centímetros. Tenía la hoja
acanalada y filo en la parte interior ya que su función era cortar al enemigo
con ella y no atravesarlo.
·
Arco sencillo y doble:
solían estar fabricados con dos cuernos de antílope o de cualquier otro animal
que se unían mediante una pieza de madera aunque también los había hechos de
madera por completo. Las flechas tenían la punta de madera endurecida, piedra,
hueso o bronce.
·
Arco triangular:
se trata de un arco que en lugar de presentar una forma totalmente curva tiene
una especie de hendidura en el centro que facilita el agarre a la hora de
apuntar a un objetivo.
También
portaban elementos defensivos como el escudo, que solía estar fabricado en
madera, cuero curtido o cañas trenzadas. Durante el Imperio Nuevo adoptaron
elementos de los sirios y de los hititas como los cascos, el arco triangular o
la cota de malla. Ésta última era más bien una especie de chaqueta de cuero
protegida con placas de metal.
Los faraones-guerreros
A lo largo de la historia del Antiguo Egipto ha habido
varios ejemplos de faraones
entregados al ejercicio de la guerra, especialmente durante el
Imperio Nuevo, momento de novedades y cambios en el ejército egipcio. Estos reyes
acudían a la batalla en primera línea junto a sus soldados y lograron grandes
hitos para el imperio egipcio.
Tutmosis III
Este faraón es conocido por ser el artífice del gran imperio en
que se convirtió Egipto durante la dinastía XVIII. Nada más llegar al trono se
enfrentó contra los sirios y los cananeos aprovechando así para ampliar las
rutas comerciales por territorios a los que no se había llegado antes. Por eso
se le ha llamado en alguna ocasión el «Napoleón egipcio».
Tutmosis
III era conocido como el guerrero que jamás perdió una batalla
Está considerado como uno de los líderes militares
más brillantes de la historia ya que sus estrategias
incluían el uso de nuevas tecnologías para que la victoria quedara asegurada.
Bajo su mandato se vivieron más de 50 años sin ningún conflicto interno y una
enorme expansión de Egipto como ningún otro monarca había conseguido.
Ramsés II
Ramsés II gobernó durante en la Dinastía XIX y bajo su
reinado se vivió uno
de los momentos más florecientes del Antiguo Egipto en
ámbitos como la economía, la cultura, la administración o el ejército.
Se cree que Ramsés II es el faraón de Egipto
que se enfrenta a Moisés en el Antiguo Testamento
Al
cumplir 10 años se le nombró comandante en jefe del ejército y con 16 años
comenzó a formar parte de varias campañas bélicas emprendidas por su padre,
Seti I. Cuando tenía 25 años su padre falleció y entonces se convirtió en el
rey de Alto y del Bajo Egipto.
Ramsés II tuvo un gran afán expansionista que
le llevó a enfrentarse con los hititas durante al menos dos décadas. Reforzó su
poder en Libia y en Nubia al mismo tiempo que su enemigo, el rey de los
hititas, firmaba pactos con Siria y con otros gobernantes de Asia Menor.
En
teoría, la Batalla de Kadesh finalizó con un empate técnico aunque Ramsés II
siempre la vendió como una victoria
Finalmente, Ramsés II se enfrentó a los hititas en
la Batalla
de Kadesh y después, se dedicó a la reconquista de
fronteras en África y en Asia Menor, sofocando también algunas revueltas en el
camino. Más adelante volvió a surgir el conflicto con los hititas que se saldó
con un tratado entre Egipto y Hatti.
Narmer
Su fama se debe a ser el faraón que logró unificar Egipto.
En la famosa paleta que lleva su nombre se lo puede ver pasando revista por un
campo de batalla que aparece sembrado de cadáveres decapitados.
Debajo de este relieve, el faraón aparece transformado en
un toro y embistiendo poderosamente a los enemigos con sus cuernos, lo que se
interpreta como un símbolo
de su fuerza y potencia como guerrero.
Su
nombre se ha hallado en algunas cerámicas encontradas en Israel y Palestina, lo
que nos indica que el faraón logró hacer llegar su influencia hasta tierras tan
alejadas de Egipto.
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LOS MAORÍES
El resurgimiento de las tradiciones y cultura maorí
en Nueva Zelanda ha hecho que estos antiguos guerreros sean cada vez más
conocidos en los últimos tiempos, especialmente en la Isla Norte. En nuestros
días nos resultan muy familiares gracias a esta reivindicación de su cultura.
Además de sus llamativos tatuajes y el haka, su inconfundible danza guerrera
popularizada por el equipo de rubgy All Blacks, el pueblo maorí tenía un
profundo sentido del grupo que le hacía no necesitar grandes tácticas y
estrategias para vencer a sus enemigos.
Feroces y orgullosos, los
maoríes sorprendieron a los europeos en el siglo XVI y hoy día sus
herederos nos siguen sorprendiendo con los distintos aspectos de su cultura. En
la actualidad aún hay maestros que instruyen en el manejo de las armas
tradicionales.
El origen de los maoríes
La tradición
nos cuenta que los
maoríes ya vivían en Nueva Zelanda cuando llegaron allí
los aventureros europeos. Se cree que se establecieron en la isla entre los
siglos IX y XIV; antes de eso, habitaban en las islas de la Polinesia oriental
(quizá Hawai).
Aún existen leyendas en la tradición y la literatura
maorí que hablan de cómo sus
antepasados llegaron a la nueva tierra cruzando el océano en siete canoas que
darían lugar a las siete tribus originarias de los maoríes.
La
arqueología confirma estos hechos ya que no se han encontrado aún indicios de
poblamiento humano antes del siglo IX.
Además, los estudios antropológicos de la lengua y
cultura maorí hacen suponer que realmente
su procedencia se encuentra en la Polinesia oriental, en la
gran área polinesia, como las Islas Cook, en lugar de en el norte.
La
mitología maorí habla de esa tierra legendaria como Hawaiki en idioma maorí.
Los maoríes tuvieron que adaptarse al nuevo entorno: antes formaban parte de un pueblo marino y vivían en un
clima tropical y al llegar a Nueva Zelanda, pasaron a un clima templado y
tuvieron que convertirse en cazadores.
Su llegada a esta
zona supuso la extinción del pájaro
moa , autóctono de Nueva
Zelanda y con un bajo nivel reproductivo, y lo mismo ocurrió con otras aves.
Fue entonces cuando se convirtieron en un pueblo de
agricultores.
La organización social maorí era aristocrática: existían siete grandes tribus cuyos antepasados eran los navegantes míticos de las siete canoas, y estas tribus a su vez se dividían en otras secundarias que se repartían en familias -hapu-.
El jefe de la tribu, el ariki, era descendiente de un
antepasado noble y cuanto más antiguo era su árbol genealógico, más grande era
su prestigio.
Estos jefes de la tribu no solamente ostentaban el
poder político sino también el religioso y el económico: además, conocían la
historia y leyendas de su pueblo, instruía a los jóvenes, interpretaba los
signos de los dioses, etc.
Sin embargo, no
tenían todo el poder de decisión especialmente en asuntos que
afectaban a toda la tribu, asuntos que se resolvían y decidían en la asamblea
en la marae o centro de reuniones.
La clase media estaba formada por los nobles, los nga tutua,
principalmente los guerreros de la tribu y por debajo de ellos se encontraban
los esclavos, nga
taure kareka, meros objetos que podían ser usados por
cualquiera a capricho.
Los europeos conocen a los maoríes
A mediados del siglo XVI llegaron los primeros europeos a Nueva Zelanda, en concreto Juan Sebastián Elcano.
Más tarde, sería Juan Fernández quien llegaría hasta allí bajo órdenes del
Virreinato de Perú. En los siglos sucesivos, otros europeos conocerían a los
maoríes como Abel Tasman (1642) y James Cook (1769).
Todos los relatos relativos al descubrimiento de los
maoríes en el área polinesia habitada los describen como guerreros feroces y
orgullosos. Los europeos, además, fueron
testigos de las guerras entre tribus de esta época que
acaba con guerreros esclavizando a los vencidos o incluso comiéndoselos.
Ya en el siglo XIX existían al menos 2.000
europeos conviviendo con los maoríes. Este contacto supuso la adquisición de
mosquetes por parte de los guerreros maoríes y por tanto, un desequilibrio en
las guerras tribales.
Se desató entonces la Guerra de los Mosquetes que supuso el
exterminio total de varias tribus maoríes y el desplazamiento
de otras fuera de su territorio habitual.
Además, muchos
maoríes murieron en enfrentamientos con colonizadores (se
estima que un 10% aproximadamente) además de los que fueron esclavizados.
Un
gran número de europeos secuestraron a mujeres maoríes para llevárselas
consigo. Finalmente, en 1840, Nueva Zelanda pasó a ser formalmente colonia de
la Corona Británica mediante el Tratado de Waitangi, que hoy día aún es
discutido por diferencias de interpretación entre los ingleses y los maoríes.
Los guerreros maoríes
Los guerreros formaban parte de la clase media en la
sociedad maorí. Vivían
en constante alerta sin poder bajar jamás la guardia ya que
el factor sorpresa era una estrategia muy utilizada en las guerras entre
tribus.
Además, cuando una tribu era atacada, debía devolver el
golpe para restablecer el mana, el equilibrio, y vengar la
humillación sufrida, por lo que era prácticamente imposible que existieran
períodos de paz total en la población.
La estrategia
guerrera de los maoríes se basaba en la emboscada, los amagos de ataque
y las falsas retiradas, todo eso antes de la introducción de los mosquetes
gracias a los europeos.
Estas
tácticas podían llegar a ser muy ingeniosas y era muy raro que se dieran batallas abiertas
cuerpo a cuerpo. Los guerreros se organizaban en unidades llamadas hapu.
No tenían el mismo sentido de la disciplina que en
los ejércitos actuales ni tampoco los jefes maorí eran realmente comandantes.
No había sanciones
para aquellos que desertaran y los jefes
se encargaban más de liderar a insuflar valor y coraje que de dar instrucciones
estratégicas a sus hombres para alcanzar la victoria.
El hecho de que no existiera
una disciplina ni órdenes claras hacían que los guerreros tuvieran que estar
muy unidos física y espiritualmente para llegar al éxito.
Los hapu eran
como pequeñas familias e incluso aunque se unieran varios hapu para
enfrentarse al enemigo, cada uno seguía obedeciendo tan sólo a su jefe y tenían
independencia.
Antes de partir a
una expedición, los guerreros se sometían a los auspicios del sacerdote,
el tohunga. Éste clavaba en el suelo tantos palos como jefes y
guerreros habían en el grupo y según los que cayeran con la brisa nocturna, se
determinaban el resultado.
Otra de las
ceremonias de los guerreros maoríes era
el rapado de la cabeza y también se abstenían de tomar
determinados alimentos.
Hombres y mujeres
se reunían para lanzar fervientes discursos, para cantar himnos guerreros y para bailar con
energía, elevando así la excitación guerrera de todos y manteniendo las
tradiciones.
Era la ocasión ideal para que el jefe se hiciera
desde el principio con el apoyo de la tribu. Si era necesario, se podían enviar
peticiones de ayuda a los aliados, quienes podían aceptarla o no, algo que
dependía únicamente de una cuestión de amabilidad ya que no se trataba de
pactos.
La hora
favorita para atacar era el atardecer ya que la noche favorecía el no
ser vistos y pillar por sorpresa a los enemigos.
Si
había lluvia y niebla, se consideraban signos propicios, y si cualquiera se
cruzaba en el camino del hapu, había que matarlo. Se solían enviar exploradores
para vigilar a los enemigos y si descubrían que éstos ya estaban preparados
esperándoles, se posponía el ataque.
Los poblados maoríes solían estar vigilados
por centinelas que cantaban y golpeaban los pahau (gong de madera).
En el
momento en que se producía el silencio quería decir que había problemas. Al igual
que sucedía con los desertores, tampoco había castigos para los centinelas que
se quedaran dormidos.
En
ocasiones podían darse combates singulares entre los jefes de un bando y de
otro. Normalmente si uno de ellos caía, sus hombres se batían en retirada y no
había batalla, la cual ya había quedado decidida en el combate de los jefes.
El canibalismo era habitual entre los guerreros maoríes y de hecho, la carne
humana era una parte importante de los suministros de los hapu.
Los cuerpos se cortaban con piezas de obsidiana y se cocinaban sobre
piedras calientes situadas sobre hogueras encendidas
en hoyos en el suelo.
Muchas
veces, la carne, una vez deshuesada, se almacenaba para que se conservara más
tiempo.
Los prisioneros eran mantenidos vivos y atados con
cuerdas de lino en espera del momento de ser
sacrificados.
Este
canibalismo era practicado únicamente en momentos de guerra; en días de paz era
muy raro que los maoríes consumieran carne humana a no ser que se tratara de un
período de hambruna o que hubiera que agasajar a huéspedes importantes.
Seguramente
habría una alta mortalidad a pesar de que pocas veces se dieran batallas cuerpo
a cuerpo. El momento en el que uno de los dos bandos huía, el otro aprovechaba
para capturar y matar a todos los que podían.
Los
huesos de los muertos solían recogerse y usarse para fabricar flautas, anzuelos
de pesca, anillos o agujas. Las cabezas se colocaban sobre un poste o se usaban
para jugar a modo de balón; si pertenecían a un jefe, familiar o amigo, se
llevaban al hogar y se conservaban.
Las armas de los guerreros maoríes
Las
armas maoríes según la tradición eran de una gran sencillez pero también muy
eficaces. Principalmente usaban dos armas:
·
Maza corta (patu): tenía forma de espátula con
los bordes y la punta afilados y se usaba principalmente para golpear con
fuerza al enemigo, resultado un arma sorprendentemente eficaz. La más apreciada
se fabricaba con jade verde, en cuyo caso se le daba el nombre de mere. Si era de basalto se
llamaba patu
onewa, si era de hueso de ballena se llamaba patu paraoa y si era de
madera, patuki.
También había algunos fabricados en hierro llamados patu pora.
·
Venablo (taiaha o hani): era una especie de lanza de
metro y medio a dos metros fabricada en madera dura o también en hueso de
ballena. Era la que llevaban los guerreros cuando ejecutaban la haka y
actualmente aparece en el escudo de armas del ejército de Nueva Zelanda y en el
escudo oficial del país. Tradicionalmente, los niños aprendían su manejo desde
corta edad.
·
Wahaika:
se trata de una porra plana hecha de madera o hueso de ballena que se usaba
para desarmar al enemigo o bien para golpearlo en un enfrentamiento cara a
cara.
·
Pouwhenua:
son postes de madera tallados usados como marcadores territoriales pero también
bastones de lucha usados para golpear. Solían decorarse con una cabeza humana
tallada en la madera.
·
Tewhatewha:
es un hacha de mango largo que aún hoy se usa aunque solamente de forma
ceremonial. Solían decorarse con plumas de paloma o halcón.
·
Kotiate:
es una maza plana hecha de madera o hueso de ballena que básicamente servía
para cortar el hígado propinando un golpe lateral usando el canto del arma.
Los guerreros tenían ocasión de demostrar su pericia con las
armas en una ceremonia llamada wero, un desafío
ritual.
En el
wero, un guerrero seleccionado golpeaba a enemigos invisibles ante los
visitantes y también derribaba pies que no se veían.
Después,
entregaba un taki, un símbolo de paz, que los visitantes recogían antes de
seguir con otras ceremonias de bienvenida.
Existen
aún maestros que enseñan a manejar estas armas tanto a hombres como a mujeres,
en especial el taiaha.
Sus métodos y filosofías se remontan siglos atrás a
través de líneas de sucesión ininterrumpidas. Antiguamente estas artes eran enseñadas
también a los niños junto a la lucha cuerpo a cuerpo y el
boxeo, preparándolos para ser guerreros.
Para los guerreros maoríes las armas eran mucho más que
herramientas de ataque y defensa: eran tesoros que incluso
pasaban de generación en generación formando parte de la herencia cultural.
Tradicionalmente, un taiaha podía tardar meses en
fabricarse y decorarse y un patu,
al menos un año. Es la muestra de la dedicación y el orgullo puestos en
cada arma que se fabricaba ;
en ocasiones, se lanzaban encantamientos (karakia)
y hechizos sobre ellas para darles carácter sagrado.
Los tatuajes de los guerreros maoríes: el moko
Los guerreros usaban el moko, el tatuaje facial, no sólo para
señalar a qué clan pertenecían sino también para contar su propia historia.
Cada
signo simbolizaba una gran hazaña en su historia personal. Las mujeres de los
guerreros se tatuaban el mentón para indicar que estaban ligadas a un luchador.
El tatuador, llamado Tohunga tā moko, era considerado alguien inviolable y sagrado, lo
que nos da una idea de la sacralidad y la importancia del tatuaje para los
maoríes, algo que iba mucho más allá de la mera estética.
De hecho, el acto de tatuarse formada parte de
los rituales que
tenían lugar en el paso de la adolescencia a la madurez.
Originalmente,
los tatuadores usaban unos cinceles fabricados con huesos de albatros y que se
aplicaban con un mazo sobre la piel.
Los
pigmentos se obtenían de un hongo obtenido de larvas de polillas y de tizones
quemados. Para aglutinar estos productos, se usaban una sustancia segregada por
el cauri, un tipo de conífera.
El
resultado de estas mezclas se guardaba en unas vasijas ornamentadas que se
pasaban de generación en generación.
Los
tatuadores siempre eran hombres aunque a principios del siglo XX comenzaron a
aparecer algunas mujeres que también se encargaban de tatuar.
Existe
otro antecedente procedente de 1830 aproximadamente durante el cual se vio a
una mujer prisionera de guerra tatuar por completo la espalda de la esposa de
un jefe guerrero.
La danza de los guerreros maoríes: la haka
Los
guerreros, además, tienen un gran protagonismo en la cultura maorí.
Los cantos épicos y narrativos gozan de una gran popularidad
hoy día así como la haka,
el baile nacional que no precisa de música ya que el ritmo se marca dando
palmas y golpes rítmicos en el suelo con los pies.
Esta danza tan impetuosa tenía como objetivo atemorizar
al adversario e infundir valor en los guerreros y hoy día aún lo ejecutan los jugadores del conocido equipo de rugby
neozelandés All Blacks antes de cada partido.
También
se baila en ceremonias de recepción a visitantes extranjeros como muestra de la
cultura maorí.
La haka además enviaba un mensaje claro a los
enemigos, a los que se miraba a los ojos y con fiereza mientras se repetían de
forma agresiva estas palabras: “ven a mí, mira mis ojos, estoy esperándote, no
tengo miedo de tí”.
Estos
cantos, golpes con los pies en el suelo y palmas se acompañaban de expresiones
faciales amenazantes, finalizando con un decidido paso al frente, alargando la
lanza (actualmente sólo el brazo) y sacando la lengua.
Al no llevar armas, la danza actual ha adoptado el nombre
de haka tapahari, haka sin
armas.
Según la tradición maorí, el creador de la haka fue el
dios Tane-rore, hijo de Hine-ramuti, la diosa del verano, y Tama-nui-a-ra, el
Dios Sol. Tane-rore es el temblor del aire que aparece en verano debido al
calor y es representado en el temblor de las manos en la danza.
Tu, el dios del guerrero maorí
Los maoríes tienen
una amplia mitología mediante la cual explican el origen
del mundo y todo lo que les rodea, al igual que prácticamente todas las
civilizaciones que existen y existieron.
Según
su tradición el mundo se creó cuando Rangi, el dios del Cielo, se unió a Papa,
la diosa tierra.
De
esta unión surgieron los elementos naturales como los árboles, los ríos o las
montañas, algún considerado lugar sagrado, y también 70 dioses menores que
permanecieron protegidos por el abrazo de sus padres hasta que decidieron
separarse de ellos.
Entre estos 70 dioses encontramos a Tu, el dios de la guerra,
el más valiente de todos los hijos de Rangi y Papa y el que propuso matar a sus
padres para ser libres.
Sin
embargo, la solución propuesta por la mayoría de los dioses fue aceptada:
separar a Rangi y a Papa para ver la luz pero sin acabar con sus vidas.
Tu
fue el único de sus hermanos que logró contener la ira de Tāwhirimātea, el dios
de las tormentas, uno de los 70 dioses que, apenado y furioso por la separación
de sus padres, arremetió contra el resto de sus hermanos.
Tras
esto, Tu decide vengarse de sus hermanos por no haberle apoyado en su propuesta
de matar a sus padres y acaba comiéndoselos a todos excepto a Tāwhirimātea,
quien hoy sigue atacando a los humanos mediante sus tormentas y huracanes.
Los descendientes de Tu son los hombres, quienes aprendieron a sobrevivir gracias a los actos de
este dios: sabían cazar aves ya que Tu cazó a los hijos de su hermano Tane,
dios de las aves; sabían pescar ya que Tu pescó a los hijos de Tangaroa, dios
de los peces; sabían cultivar y cosechar ya que Tu hizo lo propio con los hijos
de Rongo and Haumia-tiketike.
El
ejemplo de Tu rebelándose contra sus hermanos y acabando con ellos fue lo que
hizo que la humanidad aprendiera el arte de la guerra. Por este motivo, Tu era
invocado antes de la batalla y también cuando se iniciaba a un niño en las
artes guerreras. El cuerpo del primer guerrero caído en la batalla era
ofrendado a Tu.
Tu
recibe muchos nombres derivados de la victoria sobre sus hermanos:
·
Tukariri (Tu, el furioso)
·
Tukanguha (Tu, el guerrero fiero)
·
Tukaitaua (Tu, el destructor de ejércitos)
·
Tuwhakaheketangata (Tu, el asesino de
personalidades)
·
Tumatawhaiti (Tu, el astuto)
·
Tumatauenga (Tu, el del rostro furioso)
Tu
recibía sacrificios de los guerreros que se disponían a marchar hacia la
batalla. Solía tratarse de sacrificios humanos pero en ocasiones también podía
tratarse de perros. Algunos antropólogos cuentan que el corazón el perro se
cocinaba era ingerido por los sacerdotes una vez que se había aplacado a Tu.
Como
curiosidad, el nombre maorí del actual ejército de Nueva Zelanda, Ngāti
Tūmatauenga, quiere decir “la tribu de Tu, el del rostro furioso”.
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