martes, 14 de julio de 2020

GUERREROS  DE  ASIA,  AFRICA  Y

 HAWAI

 

EL SAMURAI

El samurái, “el que sirve”, fue un guerrero de élite cuyo origen se encuentra en el Japón feudal del siglo X, alcanzando su razón de ser dos siglos después, en el siglo XII y cuya existencia se alargó hasta la Revolución Meiji en el siglo XIX, cuando sus privilegios fueron abolidos.

Aun así, hubo samuráis luchando en la Segunda Guerra Mundial. Es el guerrero japonés por excelencia.

La cultura samurái aún sigue sirviendo como guía para mucha gente, incluyendo a occidentales que ven en su ética y código de honor una forma de vida apropiada y digna. Aquí podrás conocer su historia y descubrir qué pasó con los samuráis a lo largo de los siglos.

La historia de los samuráis

Los samuráis llegaron a estar en lo más alto de la esfera política y militar  hasta el punto de dejar a un lado la figura del emperador, quien se convirtió en un simple espectador.

 

El origen

La primera vez que vemos la palabra “samurái” en las fuentes data del siglo VIII y se refiere a los sirvientes del hogar que atendían a los ancianos.

El uso de la palabra «samurái» en japonés fue evolucionando hasta el siglo X, momento en el que adquiere el significado militar que conocemos hoy día y que se refiere a aquel que sirve a un señor.

Hay que especificar que cuando hablamos de un samurái, nos referimos a un guerrero de élite y no a un guerrero cualquiera.

A principios del siglo VIII y tras numerosos enfrentamientos con China y Corea, el emperador Tenmu y sus descendientes ordenaron que todos los funcionarios civiles y militares debían conocer las artes marciales.

Miyamoto Musashi fue un famoso samurái autor del tratado de artes marciales «El libro de los cinco anillos»

En el año 702, el Código Taiho especificó que cada soldado estaría asignado a un regimiento durante una parte del año, dedicándose el resto del tiempo a las labores agrícolas.

Cada uno de estos campesino-soldados fue equipado con arcos, un carcaj y espadas.

Estos campesinos, sin embargo, no disponían de la suficiente formación militar como para llegar a ser verdaderamente eficaces por lo que en el año 792 se cambió el sistema de reclutamiento.

Ahora serían los caciques locales y sus soldados quienes se convertirían en la principal fuerza militar.

Estos guerreros ya no serían considerados plebeyos, pertenecerían al mismo linaje que los terratenientes y dispondrían de dos mozos de cuadra a su servicio.

Casi cien años más tarde, estos primeros samuráis ya contaban con las características que les hacen reconocibles: eran jinetes-arqueros que también sabían manejar espadas de hoja curva y se encargaban de la seguridad de las ciudades y de sofocar revueltas, por lo que contaban con la confianza del emperador de Japón.

La consolidación del poder de los samuráis

Fue en el siglo X cuando los samuráis comenzaron a ver crecer su poder.

La situación de plagas y hambrunas incrementó las revueltas, protestas y desórdenes por lo que el emperador decidió aumentar los poderes de los gobernadores locales para que reclutaran tropas y  se encargaran de sofocar los problemas: es ahora cuando constatamos por primera vez el uso de la palabra samurái, “el que sirve”, en un contexto militar.

Durante los próximos años se produjeron innumerables conflictos entre los clanes locales que desembocaron a finales del siglo XII en las Guerras Genpei.

En 1192, el líder del clan Minamoto se autoproclama shogun dando comienzo así al shogunato japonés, régimen que se alargaría durante 700 años y que relegaría a la figura del emperador de Japón a un mero símbolo.

Los samuráis se habían convertido en los auténticos gobernadores de Japón.

El Shogunato

El período de poder de los shogun no fue ni mucho menos pacífico: al tiempo que se sucedían los conflictos entre clanes en los que en ocasiones participó el emperador y el ejército imperial, hubo que hacer frente a las guerras contra China y Corea y a dos intentos de invasión por parte de los mongoles además de a varias tentativas de restauración imperial.

Durante el Shogunato Ashikaga llegó a haber dos cortes imperiales al nombrar el shogun a su propio emperador.

Los “daimyo

La gran oportunidad de los samuráis llegó durante el período Sengoku.

A causa de la inestabilidad política y militar debido a la dejadez del shogun Yoshimasha, los terratenientes se designaron a sí mismos “daimyo (“grandes apellidos”) y  comenzaron a luchar entre ellos por el poder y las tierras.

 

Estas luchas llevaron a que uno de estos samuráis quisiera obtener para sí mismo el título de shogun, lo que consiguió Oda Nobunaga en 1560.

Uno de los mayores logros de este shogun fue la introducción de arcabuces en el ejército japonés, lo que supuso un  cambio radical en las estrategias de guerra de Japón .

Pretendió unificar el país pero fue obligado a cometer seppuku por uno de sus principales generales, quien le traicionó.

La figura del samurái se fortalece

Hideyoshi, general leal al difunto Nobunaga que vengó a su señor pero nunca llegó a shogun por tener orígenes humildes, fue quien finalmente definió la figura de los samuráis.

Especificó las líneas de adiestramiento, disciplina y especialización de los soldados y separó definitivamente a los soldados y samuráis de los campesinos armados, a los que finalmente retiró las armas.

Los samuráis, con Hideyoshi al mando, se decidieron entonces a conquistar Corea a finales del siglo XVI pero la fiera resistencia que encontraron les hizo abandonar la idea.

La muerte de Hideyoshi y la situación que dejó con su Consejo de los Cinco Regentes debido a la minoría de edad de su hijo hizo que los samuráis se enfrentaran de nuevo entre ellos.

Tokugawa Ieyasu -quien había servido tanto a Nobunaga como a Hideyoshi- acabó haciéndose con el título de shogun en 1603 y tuvo que enfrentarse con el hijo de éste último, ya mayor de edad, Hideyori, quien contaba con el apoyo de muchos samuráis.

Finalmente y tras un arduo asedio a Osaka, Ieyasu logró hacerse con el poder exterminando a la familia de Hideyori excepto a su esposa, nieta del propio Ieyasu.

 

El declive del samurái

La intención de Ieyasu desde el primer momento fue quitar privilegios y poder a los samuráis.

Muchos de ellos perdieron sus tierras y se les dio a elegir entre dejar las armas y retirarse a trabajar los campos o trasladarse a la ciudad y convertirse en vasallos del daimyo.

Tan sólo unos pocos, “los 5.000 de hatamoto”, decidieron permanecer como vasallos directos del shogun.

 

Se prohibieron también los duelos entre samuráis y en 1690, se prohibió formalmente la práctica de artes marciales.

Obviamente, todo esto acabó suponiendo una merma en el uso del arco, la lanza, la espada y el combate cuerpo a cuerpo. Muchos samuráis decidieron entonces regresar al campo y dedicarse a sus labores y a la artesanía.

Sin embargo, otros enfilaron destinos distintos, como por ejemplo los ronin, los “samuráis sin señor”, o aquellos que se dedicaron a la piratería en puertos y alta mar, robando y traficando con mercancías.

El edicto de “Fronteras Cerradas” de 1639 acabaría también con esta labor ya que buscaba controlar el acceso de barcos extranjeros evitando principalmente a los misioneros católicos.

La oposición a todo lo extranjero alcanzó su cenit cuando el propio emperador de Japón, Komei, se alió con varios samuráis relegados para enfrentarse a Ieyasu y su supuesta tibieza contra los inmigrantes.

El emperador y el shogun murieron casi a la vez poco después y el nuevo shogun, Iemochi, pretendió limar asperezas con el nuevo emperador, Mutsuhito, pero acabó renunciando a su título.

Se produjeron nuevos enfrentamientos entre samuráis y ronin por el establecimiento de un nuevo shogunato pero esta vez, las fuerzas pro-emperador salieron victoriosas.

El emperador Meiji comenzó entonces la modernización de Japón, su apertura al exterior y también, la abolición de los privilegios de los samuráis, quienes en su mayoría pasaron a formar parte de la élite administrativa japonesa.

La jerarquía de los samuráis


Estructura social

La posición de un samurái siempre dependía de su nacimiento, su vasallaje, su clan y otros aspectos sociales y militares.

No todos los samuráis tenían la misma consideración a pesar de estar en el mismo escalón jerárquico dentro de la sociedad japonesa pero si algo tenía en común es que todos ellos  eran educados para la guerra desde su niñez  para dignificar a sus antepasados.

Como se ha dicho más arriba, hasta el siglo XVI los samuráis no eran sino campesinos armados que volvían a sus labores en el campo cuando ya no se les requería en la guerra.

Sin embargo, en el momento en que aparecieron ejércitos estables, la consideración social de los samuráis subió al dejar de ser trabajadores del campo para convertirse en garantes de la paz social.

Dentro de la sociedad samurái, quien estaba en el vértice de la pirámide era el daimyo y sus familiares, después los criados a su servicio -solían ser criados vitalicios, es decir, que su servicio estaba ligado a la vida de su señor- y por último los vasallos, que podían ser voluntarios u obligados a servir al señor tras una derrota.


El ejército samurái

Tampoco en el ejército samurái eran todos iguales. Cada samurái estaba obligado a acudir a la llamada de su señor y a presentarse armado, equipado y con tropas correspondientes a la riqueza de su feudo.

Esto, obviamente, hacía que un samurái pudiera aportar más que otro por lo que al final, no todos gozaban de la misma consideración ante su señor.

La vestimenta de los samuráis


La armadura samurái

Las primeras armaduras de las que se tiene constancia estaban fabricadas a partir de varias planchas de hierro macizo unidas con correas de cuero.

Obviamente, estaban diseñadas para ser usadas por la infantería. El casco tenía visera para proteger los ojos y una superficie dentada para colocar plumas o cualquier otro tipo de decoración.

La armadura fue evolucionando con el paso del tiempo hasta llegar al modelo de armadura clásica medieval, la yoroi, en la que ya no todas las piezas eran de hierro,  evitando así un exceso de peso para el guerrero.

El hierro se usaba en las zonas donde se requería más protección y en el resto de la armadura, se empleaba el cuero.

Una yoroi pesaba aproximadamente unos 30 kilos.

Bajo la armadura, los samuráis llevaban un taparrabos de lino o algodón. En los pies llevaban calcetines altos, sandalias de tiras y en ocasiones unos zapatos parecidos a los zuecos.

Para protegerse aquellas zonas vulnerables a pesar de la armadura añadían guantes, cubremuslos, espinilleras y una pieza llamada nodowa que servía para aislar el cuello.

Algunos samuráis empleaban máscaras para proteger el rostro, ya fueran completas o sólo hasta la nariz.

Los más pudientes añadían a su indumentaria un guardapolvos que en realidad, sólo usaban en el campamento para mostrar su jerarquía ya que era demasiado pesado para llevarlo en batalla.

La ropa normal de los samuráis

Lejos del campo de batalla, los samuráis llevaban kimono hakama, cubriéndose con una especie de chaqueta llamada katanigu en las ocasiones especiales.

Además de todo esto, en los momentos de más importancia añadían unos pantalones largos, como por ejemplo si iban a entrevistarse con el shogun.

Las armas de los samuráis

La espada samurái

A pesar de que siempre se nos viene a la cabeza la imagen de la katana cuando hablamos de los samuráis, lo cierto es que las espadas usadas por éstos evolucionaron hasta llegar a ese modelo.

La katana fue considerada como “el alma del samurái” ya que éste  jamás salía de casa sin su espada  incluso en tiempos de paz.

A pesar de todo, en las batallas solían usar el arco y la lanza y fue más tarde cuando la espada adquirió un papel más ceremonial.

La primera espada clásica samurái se llamaba tachi y se llevaba colgada con la hoja hacia abajo.

Había que desenfundarla con las dos manos por lo que requería dejar a un lado el arco. Más tarde apareció la katana y el wakizashi, un modelo más pequeño.

En esa época decían que  una katana debía ser capaz de cortar siete cuerpos uno encima de otro  y también un nenúfar dentro del agua.

La katana era un arma ofensiva y defensiva al mismo tiempo, por lo que los samuráis jamás llevaron escudo.

Además, su forma curva y el hecho de tener que empuñarla con ambas manos provocaba que los ataques siempre tuvieran que ser de frente.

Otras espadas samuráis fueron la nodachi, usada para ofrendas y ceremonias y no en batallas debido a su enorme peso, y la naginata, una espada larga montada en un mango de madera que recuerda a las alabardas por lo que permitían golpear, apuñalar y acuchillar.

El arco samurái

Los samuráis empleaban el arco mientras montaban a caballo, usando la espada sólo para el combate cuerpo a cuerpo.

Debían emplear una gran pericia ya que el arco tenía que estar a la altura de la cabeza del jinete y además, solamente se podía disparar por el lado izquierda y manteniendo una inclinación de 5º, sumando la incomodidad de la armadura.

Armas de fuego

A partir del siglo XVI se registra el uso de pistolas en el ejército samurái.

A mediados de ese mismo siglo llegan a Japón los arcabuces europeos de manos de comerciantes portugueses y pocos años después, comienzan a producirse por los artesanos locales.

Los samuráis  se mostraron en contra del uso de arcabuces  argumentando que cualquiera podría matar a distancia a un guerrero experto y preparado en artes marciales; por este motivo las armas de fuego no llegaron a generalizarse en demasía.


La cultura samurái


El bushido

El bushido es el “camino del guerrero”, una compilación del siglo XVIII (aunque su origen es mucho más antiguo) que reúne consejos para el comportamiento samurái y que alude de forma insistente al tema de la muerte. En la historia, grandes guerreros se han guiado por el bushido.

 Se reforzaba la idea de que el samurái pertenecía a un escalafón social más alto, instando a despreciar a los soldados de rango inferior y a los extranjeros.

El bushido contempla las virtudes principales de la mentalidad samurái que incluso hoy día se conserva en Japón aunque desde una óptica más romántica y sentimental: justicia, coraje, benevolencia, respeto, honestidad, honor y lealtad.

 

El Seppuku

El Seppuku era un suicidio ritual respetado y admirado por la sociedad japonesa.

Los samuráis recurrían a él para reparar un error grave, para proteger su honor o incluso para seguir a su señor en la muerte.

En algunas ocasiones también se usó como forma de castigo honorable para los enemigos, obligándoles a cometer seppuki.


Las mujeres samuráis


Desde épocas muy antiguas, Japón ha tenido una sociedad con un fuerte matriarcado.

Un ejemplo se puede ver en su propia mitología, donde la diosa de la creación, Amaterasu, es de género femenino y la divinidad principal del panteón.

Los primeros escritos japoneses hablan de  mujeres guerreando y presentándose como gobernantes  aunque poco a poco dejaron de acudir al campo de batalla.

Las mujeres, sin embargo, siguieron formándose en artes marciales y autodefensa, decantándose por la naginata, la alabarda de la que se ha hablado más arriba.

También solían llevar encima un kaiken, un puñal que además les servía para cometer jigai, el Seppuku, sólo que en lugar de rajarse el vientre, se cortaban la garganta.

 

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LOS GUERREROS EGIPCIOS

Cuando hablamos de los guerreros egipcios se nos vienen muchas imágenes a la cabeza que nos ha proporcionado especialmente el cine y la televisión. El exotismo del Antiguo Egipto atrae prácticamente a todo el que se acerca a él y el mundo de la guerra y el ejército tampoco ha sido una excepción.

En este artículo vas a descubrir entre otras cosas cómo fueron evolucionando los guerreros egipcios conforme tuvieron que adaptarse a los tiempos cambiantes, en qué momento aparecieron los famosos carros de guerra y cómo se enfrentaban a sus enemigos.

Además, conocerás también a algunos de los faraones que se distinguieron por el valor en la batalla y también por sus aportaciones a la táctica y a la estrategia. De esta forma, verás que no se limitaban a estar sentados en su trono creyéndose unos dioses: si había que ir a la guerra, se colocaban en la cabeza de sus ejércitos.

 

Por último, te enseñamos cómo eran las armas que usaban los guerreros egipcios y también cómo se componía su ejército y por qué comenzaron a contratar mercenarios. Los misterios de Egipto también alcanzan a sus guerreros.

El ejército del Antiguo Egipto

En los albores de la historia del Antiguo Egipto no existía un ejército profesional como tal sino que, en momentos de conflicto, los funcionarios del rey reclutaban a hombres que hacían el papel de guerreros mientras se los necesitara. Por supuesto, estos soldados no contaban con ningún tipo de entrenamiento ni formación militar.



Sin embargo, conforme pasaba el tiempo y se hacía necesario defender los cultivos de los invasores procedentes de Asia Menor y de Libia, se hizo necesaria la creación de un ejército permanente. Los oficiales pertenecían a la clase media mientras que los soldados de rango más bajo pertenecían a las clases bajas.

Solamente los miembros de las familias de las clases altas podían acceder a la escuela de altos oficiales. También eran los únicos que podían conseguir prestigio en la batalla para conseguir un ascenso y así prosperar dentro del ejército.

 

Al retirarse, los oficiales se convertían en asistentes personales de la nobleza, administradores del estado o maestros de los hijos del faraón

El ejército del Antiguo Egipto llegó a su máxima organización durante el Imperio Nuevo. El principal grueso de las tropas estaba formado por las divisiones de infantería que a su vez contenían a los cuerpos de élite formados por los carros de combate.

Las divisiones de infantería recibían el nombre de un dios y a su vez se dividían en batallones formados por compañías de 200 soldados cada una que se repartían en secciones de cincuenta hombres.

A la cabeza del ejército estaría el visir a quien apoyaría un director de arsenales que se encargaría de la parte logística, es decir, proveer a los guerreros egipcios de armas y suministros. Del entrenamiento y organización de las tropas se encargaría el director de infantería.



El entrenamiento de los guerreros egipcios se basaba sobretodo en hacer largas marchas por el desierto y en practicar la lucha cuerpo a cuerpo, actividad ésta última que al parecer servía al mismo tiempo como entretenimiento para el faraón.

 

Tipos de guerreros egipcios

El guerrero egipcio tenía la obligación de luchar por su buen nombre y por supuesto, de defender al faraón. Existía una condecoración que se entregaba a aquellos que mostraban más valor durante la batalla: el Oro del Coraje. En caso de que el soldado huyera o mostraba cobardía, podía ser degradado, denigrado, y en determinadas circunstancias, incluso ejecutado.

 

El empleo de soldado no era demasiado popular en el Antiguo Egipcio hasta la creación del ejército permanente, en el que se obtenían ventajas

Todos ellos solían vestir el shenti o faldellín, una pieza de tela de forma rectangular hecha de lino blanco o color crudo que envolvía la cintura y se ajustaba con un ceñidor. Sobre este faldellín se colocaban una pieza triangular de lino endurecido que servía para proteger los genitales.

 

Los hijos de los faraones eran enviados a la escuela militar cuando cumplían los 7 años

Cuando un soldado se retiraba, el estado le concedía aproximadamente tres hectáreas de tierra para cultivar además de rebaños y personal de servicio. Estas tierras podían ser heredadas por sus descendientes siempre que entre ellos hubiera un hombre apto para enrolarse en el ejército.

Infantería

Los soldados de infantería fueron los primeros en formar parte del ejército egipcio, como no podía ser de otra manera. Iban equipados con una lanza, un escudo, una espada y quizá una daga, aunque ésta última es considerada por algunos expertos como un arma más ritual que efectiva.

 

Los cascos que llevaban no eran de metal o cuanto menos no han aparecido. Por representaciones que se conservan, se cree que se cubrían la cabeza con una especie de gorros de paño acolchado.

Carros

El uso de caballos y de los carros de guerra se introdujo en Egipto durante el Segundo Periodo Intermedio y estaba reservado tan solo a los miembros de las familias de la nobleza. Ya bajo el reinado de Ramsés II, en el Imperio Nuevo, este puesto se pasaba de padres a hijos.


Llegaron a existir tres tipos de carro: el de combate, el de comunicaciones y el de exploración. Estos dos últimos eran más ligeros y veloces. Estos carros tenían el eje en el extremo posterior siendo más ancho que el vehículo en sí; esto hacía que fuera prácticamente imposible que volcaran durante la batalla.

 

Los carros de guerra giraban con facilidad, lo que permitía cambiar de dirección rápidamente

En los carros viajaban dos hombres: un seneny o arquero y un kedjen o conductor. Éste último tenía además otra función que era la de proteger al arquero mediante un escudo. Detrás del carro, un infante armado corría para rematar a los enemigos y que no quedara ninguno tras el carro.

 

Mercenarios

Comenzaron a utilizarse durante el Primer Periodo Intermedio debido a la inestabilidad existente. Ya entrado el Imperio Nuevo, se intensificó el reclutamiento de guerreros extranjeros ya que los egipcios parecían rechazar el uso de las armas. Solían ser nubios, asiáticos y libios.

Entre los mercenarios también había prisioneros de guerra a los que se prometía la libertad si luchaban por Egipto

Respecto a la formación en el ejército, solían servir como tropas auxiliares o de apoyo adscritas a otras unidades. Se los agrupaba según su nacionalidad de forma que seguían manteniendo su identidad.



En época de Ramsés II, los mercenarios podían ascender y subir de rango si se mantenían leales al Faraón. De esta forma, se creó un cuerpo de altos oficiales cuyo origen era extranjero.

Con la llegada de la dinastía ptolemaica se comenzó a conceder tierras a los mercenarios para tratar de vincularlos a Egipto y evitar así el riesgo de traiciones o deserciones.

Las armas egipcias

Las armas que usaba el guerrero egipcio eran muy parecidas a las que utilizaban otros guerreros de su época aunque algunas de ellas presentaban algunas peculiaridades:

·         Lanzas: se usaban desde tiempos prehistóricos a modo de arma arrojadiza y no varió demasiado con el tiempo excepto en lo relativo a los materiales con que se fabricaban.

·         Jabalinas: se utilizaban para atacar a distancia y aunque su alcance dependía en buena parte de la pericia del guerrero que la lanzaba, no llegaba a superar los 90 metros.

·         Maza: era un garrote en el que se engastaba una piedra para golpear a los enemigos.

·         Hacha: en principio se fabricaron de piedra para pasar después al bronce. Al principio era una lámina curvada con dos orificios para atar el mango y después surgió la forma de pico de pato. En ocasiones, se grababa en su superficie el nombre de rey o su imagen.

·         Espada: tenían una longitud de aproximadamente 40 centímetros. Solían ser de cobre o bronce.

·         Sable curvo (khopesh): esta arma estaba importada de Mesopotamia y consistía en una especie de espada curva con forma de hoz sin punta, de unos 40 a 60 centímetros. Tenía la hoja acanalada y filo en la parte interior ya que su función era cortar al enemigo con ella y no atravesarlo.

·         Arco sencillo y doble: solían estar fabricados con dos cuernos de antílope o de cualquier otro animal que se unían mediante una pieza de madera aunque también los había hechos de madera por completo. Las flechas tenían la punta de madera endurecida, piedra, hueso o bronce.

·         Arco triangular: se trata de un arco que en lugar de presentar una forma totalmente curva tiene una especie de hendidura en el centro que facilita el agarre a la hora de apuntar a un objetivo.



También portaban elementos defensivos como el escudo, que solía estar fabricado en madera, cuero curtido o cañas trenzadas. Durante el Imperio Nuevo adoptaron elementos de los sirios y de los hititas como los cascos, el arco triangular o la cota de malla. Ésta última era más bien una especie de chaqueta de cuero protegida con placas de metal.

Los faraones-guerreros

A lo largo de la historia del Antiguo Egipto ha habido varios ejemplos de faraones entregados al ejercicio de la guerra, especialmente durante el Imperio Nuevo, momento de novedades y cambios en el ejército egipcio. Estos reyes acudían a la batalla en primera línea junto a sus soldados y lograron grandes hitos para el imperio egipcio.

Tutmosis III

Este faraón es conocido por ser el artífice del gran imperio en que se convirtió Egipto durante la dinastía XVIII. Nada más llegar al trono se enfrentó contra los sirios y los cananeos aprovechando así para ampliar las rutas comerciales por territorios a los que no se había llegado antes. Por eso se le ha llamado en alguna ocasión el «Napoleón egipcio».

 

Tutmosis III era conocido como el guerrero que jamás perdió una batalla


Está considerado como uno de los líderes militares más brillantes de la historia ya que sus estrategias incluían el uso de nuevas tecnologías para que la victoria quedara asegurada. Bajo su mandato se vivieron más de 50 años sin ningún conflicto interno y una enorme expansión de Egipto como ningún otro monarca había conseguido.

 

Ramsés II

Ramsés II gobernó durante en la Dinastía XIX y bajo su reinado se vivió uno de los momentos más florecientes del Antiguo Egipto en ámbitos como la economía, la cultura, la administración o el ejército.

Se cree que Ramsés II es el faraón de Egipto que se enfrenta a Moisés en el Antiguo Testamento

Al cumplir 10 años se le nombró comandante en jefe del ejército y con 16 años comenzó a formar parte de varias campañas bélicas emprendidas por su padre, Seti I. Cuando tenía 25 años su padre falleció y entonces se convirtió en el rey de Alto y del Bajo Egipto.

Ramsés II tuvo un gran afán expansionista que le llevó a enfrentarse con los hititas durante al menos dos décadas. Reforzó su poder en Libia y en Nubia al mismo tiempo que su enemigo, el rey de los hititas, firmaba pactos con Siria y con otros gobernantes de Asia Menor.

 

En teoría, la Batalla de Kadesh finalizó con un empate técnico aunque Ramsés II siempre la vendió como una victoria

Finalmente, Ramsés II se enfrentó a los hititas en la Batalla de Kadesh y después, se dedicó a la reconquista de fronteras en África y en Asia Menor, sofocando también algunas revueltas en el camino. Más adelante volvió a surgir el conflicto con los hititas que se saldó con un tratado entre Egipto y Hatti.

 

Narmer

Su fama se debe a ser el faraón que logró unificar Egipto. En la famosa paleta que lleva su nombre se lo puede ver pasando revista por un campo de batalla que aparece sembrado de cadáveres decapitados.


Debajo de este relieve, el faraón aparece transformado en un toro y embistiendo poderosamente a los enemigos con sus cuernos, lo que se interpreta como un símbolo de su fuerza y potencia como guerrero.

Su nombre se ha hallado en algunas cerámicas encontradas en Israel y Palestina, lo que nos indica que el faraón logró hacer llegar su influencia hasta tierras tan alejadas de Egipto.

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LOS MAORÍES


El resurgimiento de las tradiciones y cultura maorí en Nueva Zelanda ha hecho que estos antiguos guerreros sean cada vez más conocidos en los últimos tiempos, especialmente en la Isla Norte. En nuestros días nos resultan muy familiares gracias a esta reivindicación de su cultura.

Además de sus llamativos tatuajes y el haka, su inconfundible danza guerrera popularizada por el equipo de rubgy All Blacks, el pueblo maorí tenía un profundo sentido del grupo que le hacía no necesitar grandes tácticas y estrategias para vencer a sus enemigos.

Feroces y orgullosos, los maoríes sorprendieron a los europeos en el siglo XVI y hoy día sus herederos nos siguen sorprendiendo con los distintos aspectos de su cultura. En la actualidad aún hay maestros que instruyen en el manejo de las armas tradicionales.

El origen de los maoríes

La tradición nos cuenta que los maoríes ya vivían en Nueva Zelanda cuando llegaron allí los aventureros europeos. Se cree que se establecieron en la isla entre los siglos IX y XIV; antes de eso, habitaban en las islas de la Polinesia oriental (quizá Hawai).

Aún existen leyendas en la tradición y la literatura maorí que hablan de cómo sus antepasados llegaron a la nueva tierra cruzando el océano en siete canoas que darían lugar a las siete tribus originarias de los maoríes.

La arqueología confirma estos hechos ya que no se han encontrado aún indicios de poblamiento humano antes del siglo IX.

Además, los estudios antropológicos de la lengua y cultura maorí hacen suponer que realmente su procedencia se encuentra en la Polinesia oriental, en la gran área polinesia, como las Islas Cook, en lugar de en el norte.

La mitología maorí habla de esa tierra legendaria como Hawaiki en idioma maorí.

Los maoríes tuvieron que adaptarse al nuevo entorno: antes formaban parte de un pueblo marino y vivían en un clima tropical y al llegar a Nueva Zelanda, pasaron a un clima templado y tuvieron que convertirse en cazadores.

Su llegada a esta zona supuso  la extinción del pájaro moa , autóctono de Nueva Zelanda y con un bajo nivel reproductivo, y lo mismo ocurrió con otras aves.

Fue entonces cuando se convirtieron en un pueblo de agricultores.

La organización social maorí era aristocrática: existían siete grandes tribus cuyos antepasados eran los navegantes míticos de las siete canoas, y estas tribus a su vez se dividían en otras secundarias que se repartían en familias -hapu-.

El jefe de la tribu, el ariki, era descendiente de un antepasado noble y cuanto más antiguo era su árbol genealógico, más grande era su prestigio.

Estos jefes de la tribu no solamente ostentaban el poder político sino también el religioso y el económico: además, conocían la historia y leyendas de su pueblo, instruía a los jóvenes, interpretaba los signos de los dioses, etc.

Sin embargo, no tenían todo el poder de decisión especialmente en asuntos que afectaban a toda la tribu, asuntos que se resolvían y decidían en la asamblea en la marae o centro de reuniones.

La clase media estaba formada por los nobles, los nga tutua, principalmente los guerreros de la tribu y por debajo de ellos se encontraban los esclavos, nga taure kareka, meros objetos que podían ser usados por cualquiera a capricho.

Los europeos conocen a los maoríes

A mediados del siglo XVI llegaron los primeros europeos a Nueva Zelanda, en concreto Juan Sebastián Elcano. Más tarde, sería Juan Fernández quien llegaría hasta allí bajo órdenes del Virreinato de Perú. En los siglos sucesivos, otros europeos conocerían a los maoríes como Abel Tasman (1642) y James Cook (1769).

Todos los relatos relativos al descubrimiento de los maoríes en el área polinesia habitada los describen como guerreros feroces y orgullosos. Los europeos, además, fueron testigos de las guerras entre tribus de esta época que acaba con guerreros esclavizando a los vencidos o incluso comiéndoselos.

Ya en el siglo XIX existían al menos 2.000 europeos conviviendo con los maoríes. Este contacto supuso la adquisición de mosquetes por parte de los guerreros maoríes y por tanto, un desequilibrio en las guerras tribales.

Se desató entonces la Guerra de los Mosquetes que  supuso el exterminio total de varias tribus maoríes  y el desplazamiento de otras fuera de su territorio habitual.

Además, muchos maoríes murieron en enfrentamientos con colonizadores (se estima que un 10% aproximadamente) además de los que fueron esclavizados.

Un gran número de europeos secuestraron a mujeres maoríes para llevárselas consigo. Finalmente, en 1840, Nueva Zelanda pasó a ser formalmente colonia de la Corona Británica mediante el Tratado de Waitangi, que hoy día aún es discutido por diferencias de interpretación entre los ingleses y los maoríes.

Los guerreros maoríes

Los guerreros formaban parte de la clase media en la sociedad maorí. Vivían en constante alerta sin poder bajar jamás la guardia ya que el factor sorpresa era una estrategia muy utilizada en las guerras entre tribus.

Además, cuando una tribu era atacada, debía devolver el golpe para restablecer el mana, el equilibrio, y vengar la humillación sufrida, por lo que era prácticamente imposible que existieran períodos de paz total en la población.

La estrategia guerrera de los maoríes se basaba en la emboscada, los amagos de ataque y las falsas retiradas, todo eso antes de la introducción de los mosquetes gracias a los europeos.

 Estas tácticas podían llegar a ser muy ingeniosas  y era muy raro que se dieran batallas abiertas cuerpo a cuerpo. Los guerreros se organizaban en unidades llamadas hapu.

No tenían el mismo sentido de la disciplina que en los ejércitos actuales ni tampoco los jefes maorí eran realmente comandantes.

No había sanciones para aquellos que desertaran y los jefes se encargaban más de liderar a insuflar valor y coraje que de dar instrucciones estratégicas a sus hombres para alcanzar la victoria.

 

El hecho de que no existiera una disciplina ni órdenes claras hacían que los guerreros tuvieran que estar muy unidos física y espiritualmente para llegar al éxito.

Los hapu eran como pequeñas familias e incluso aunque se unieran varios hapu para enfrentarse al enemigo, cada uno seguía obedeciendo tan sólo a su jefe y tenían independencia.

Antes de partir a una expedición, los guerreros se sometían a los auspicios del sacerdote, el tohunga. Éste clavaba en el suelo tantos palos como jefes y guerreros habían en el grupo y según los que cayeran con la brisa nocturna, se determinaban el resultado.

Otra de las ceremonias de los guerreros maoríes  era el rapado de la cabeza  y también se abstenían de tomar determinados alimentos.

Hombres y mujeres se reunían para lanzar fervientes discursos, para cantar himnos guerreros y para bailar con energía, elevando así la excitación guerrera de todos y manteniendo las tradiciones.

Era la ocasión ideal para que el jefe se hiciera desde el principio con el apoyo de la tribu. Si era necesario, se podían enviar peticiones de ayuda a los aliados, quienes podían aceptarla o no, algo que dependía únicamente de una cuestión de amabilidad ya que no se trataba de pactos.

La hora favorita para atacar era el atardecer ya que la noche favorecía el no ser vistos y pillar por sorpresa a los enemigos.

Si había lluvia y niebla, se consideraban signos propicios, y si cualquiera se cruzaba en el camino del hapu, había que matarlo. Se solían enviar exploradores para vigilar a los enemigos y si descubrían que éstos ya estaban preparados esperándoles, se posponía el ataque.

Los poblados maoríes solían estar vigilados por centinelas que cantaban y golpeaban los pahau (gong de madera).

En el momento en que se producía el silencio quería decir que había problemas. Al igual que sucedía con los desertores, tampoco había castigos para los centinelas que se quedaran dormidos.

En ocasiones podían darse combates singulares entre los jefes de un bando y de otro. Normalmente si uno de ellos caía, sus hombres se batían en retirada y no había batalla, la cual ya había quedado decidida en el combate de los jefes.

El canibalismo era habitual entre los guerreros maoríes y de hecho, la carne humana era una parte importante de los suministros de los hapu.

Los cuerpos se cortaban con piezas de obsidiana y  se cocinaban sobre piedras calientes  situadas sobre hogueras encendidas en hoyos en el suelo.

Muchas veces, la carne, una vez deshuesada, se almacenaba para que se conservara más tiempo.

Los prisioneros eran mantenidos vivos y atados con cuerdas de lino en espera del momento de ser sacrificados.

 

Este canibalismo era practicado únicamente en momentos de guerra; en días de paz era muy raro que los maoríes consumieran carne humana a no ser que se tratara de un período de hambruna o que hubiera que agasajar a huéspedes importantes.

Seguramente habría una alta mortalidad a pesar de que pocas veces se dieran batallas cuerpo a cuerpo. El momento en el que uno de los dos bandos huía, el otro aprovechaba para capturar y matar a todos los que podían.

Los huesos de los muertos solían recogerse y usarse para fabricar flautas, anzuelos de pesca, anillos o agujas. Las cabezas se colocaban sobre un poste o se usaban para jugar a modo de balón; si pertenecían a un jefe, familiar o amigo, se llevaban al hogar y se conservaban.

Las armas de los guerreros maoríes

Las armas maoríes según la tradición eran de una gran sencillez pero también muy eficaces. Principalmente usaban dos armas:

·         Maza corta (patu): tenía forma de espátula con los bordes y la punta afilados y se usaba principalmente para golpear con fuerza al enemigo, resultado un arma sorprendentemente eficaz. La más apreciada se fabricaba con jade verde, en cuyo caso se le daba el nombre de mere. Si era de basalto se llamaba patu onewa, si era de hueso de ballena se llamaba patu paraoa y si era de madera, patuki. También había algunos fabricados en hierro llamados patu pora.

·         Venablo (taiaha o hani): era una especie de lanza de metro y medio a dos metros fabricada en madera dura o también en hueso de ballena. Era la que llevaban los guerreros cuando ejecutaban la haka y actualmente aparece en el escudo de armas del ejército de Nueva Zelanda y en el escudo oficial del país. Tradicionalmente, los niños aprendían su manejo desde corta edad.

·         Wahaika: se trata de una porra plana hecha de madera o hueso de ballena que se usaba para desarmar al enemigo o bien para golpearlo en un enfrentamiento cara a cara.

·         Pouwhenua: son postes de madera tallados usados como marcadores territoriales pero también bastones de lucha usados para golpear. Solían decorarse con una cabeza humana tallada en la madera.

·         Tewhatewha: es un hacha de mango largo que aún hoy se usa aunque solamente de forma ceremonial. Solían decorarse con plumas de paloma o halcón.

·         Kotiate: es una maza plana hecha de madera o hueso de ballena que básicamente servía para cortar el hígado propinando un golpe lateral usando el canto del arma.

Los guerreros tenían ocasión de demostrar su pericia con las armas en una ceremonia llamada wero, un desafío ritual.

En el wero, un guerrero seleccionado golpeaba a enemigos invisibles ante los visitantes y también derribaba pies que no se veían.

Después, entregaba un taki, un símbolo de paz, que los visitantes recogían antes de seguir con otras ceremonias de bienvenida.

Existen aún maestros que enseñan a manejar estas armas tanto a hombres como a mujeres, en especial el taiaha.

Sus métodos y filosofías se remontan siglos atrás a través de líneas de sucesión ininterrumpidas. Antiguamente estas artes eran enseñadas también a los niños junto a la lucha cuerpo a cuerpo y el boxeo, preparándolos para ser guerreros.

Para los guerreros maoríes las armas eran mucho más que herramientas de ataque y defensa: eran tesoros que incluso pasaban de generación en generación formando parte de la herencia cultural.

Tradicionalmente, un taiaha podía tardar meses en fabricarse y decorarse y un patu, al menos un año. Es la muestra de  la dedicación y el orgullo puestos en cada arma que se fabricaba ; en ocasiones, se lanzaban encantamientos (karakia) y hechizos sobre ellas para darles carácter sagrado.

 

Los tatuajes de los guerreros maoríes: el moko

Los guerreros usaban el moko, el tatuaje facial, no sólo para señalar a qué clan pertenecían sino también para contar su propia historia.

Cada signo simbolizaba una gran hazaña en su historia personal. Las mujeres de los guerreros se tatuaban el mentón para indicar que estaban ligadas a un luchador.

El tatuador, llamado Tohunga tā moko, era considerado alguien inviolable y sagrado, lo que nos da una idea de la sacralidad y la importancia del tatuaje para los maoríes, algo que iba mucho más allá de la mera estética.

De hecho,  el acto de tatuarse formada parte de los rituales  que tenían lugar en el paso de la adolescencia a la madurez.

Originalmente, los tatuadores usaban unos cinceles fabricados con huesos de albatros y que se aplicaban con un mazo sobre la piel.

Los pigmentos se obtenían de un hongo obtenido de larvas de polillas y de tizones quemados. Para aglutinar estos productos, se usaban una sustancia segregada por el cauri, un tipo de conífera.

El resultado de estas mezclas se guardaba en unas vasijas ornamentadas que se pasaban de generación en generación.

Los tatuadores siempre eran hombres aunque a principios del siglo XX comenzaron a aparecer algunas mujeres que también se encargaban de tatuar.

Existe otro antecedente procedente de 1830 aproximadamente durante el cual se vio a una mujer prisionera de guerra tatuar por completo la espalda de la esposa de un jefe guerrero.

La danza de los guerreros maoríes: la haka

Los guerreros, además, tienen un gran protagonismo en la cultura maorí.

Los cantos épicos y narrativos gozan de una gran popularidad hoy día así como la haka, el baile nacional que no precisa de música ya que el ritmo se marca dando palmas y golpes rítmicos en el suelo con los pies.

Esta danza tan impetuosa tenía como objetivo atemorizar al adversario e infundir valor en los guerreros y hoy día aún  lo ejecutan los jugadores del conocido equipo de rugby neozelandés All Blacks  antes de cada partido.

También se baila en ceremonias de recepción a visitantes extranjeros como muestra de la cultura maorí.

La haka además enviaba un mensaje claro a los enemigos, a los que se miraba a los ojos y con fiereza mientras se repetían de forma agresiva estas palabras: “ven a mí, mira mis ojos, estoy esperándote, no tengo miedo de tí”.

Estos cantos, golpes con los pies en el suelo y palmas se acompañaban de expresiones faciales amenazantes, finalizando con un decidido paso al frente, alargando la lanza (actualmente sólo el brazo) y sacando la lengua.

Al no llevar armas, la danza actual ha adoptado el nombre de haka tapaharihaka sin armas.

Según la tradición maorí, el creador de la haka fue el dios Tane-rore, hijo de Hine-ramuti, la diosa del verano, y Tama-nui-a-ra, el Dios Sol. Tane-rore es el temblor del aire que aparece en verano debido al calor y es representado en el temblor de las manos en la danza.


Tu, el dios del guerrero maorí


Los maoríes tienen una amplia mitología mediante la cual explican el origen del mundo y todo lo que les rodea, al igual que prácticamente todas las civilizaciones que existen y existieron.

Según su tradición el mundo se creó cuando Rangi, el dios del Cielo, se unió a Papa, la diosa tierra.

De esta unión surgieron los elementos naturales como los árboles, los ríos o las montañas, algún considerado lugar sagrado, y también 70 dioses menores que permanecieron protegidos por el abrazo de sus padres hasta que decidieron separarse de ellos.

Entre estos 70 dioses encontramos a Tu, el dios de la guerra, el más valiente de todos los hijos de Rangi y Papa y el que propuso matar a sus padres para ser libres.

Sin embargo, la solución propuesta por la mayoría de los dioses fue aceptada: separar a Rangi y a Papa para ver la luz pero sin acabar con sus vidas.

Tu fue el único de sus hermanos que logró contener la ira de Tāwhirimātea, el dios de las tormentas, uno de los 70 dioses que, apenado y furioso por la separación de sus padres, arremetió contra el resto de sus hermanos.

Tras esto, Tu decide vengarse de sus hermanos por no haberle apoyado en su propuesta de matar a sus padres y acaba comiéndoselos a todos excepto a Tāwhirimātea, quien hoy sigue atacando a los humanos mediante sus tormentas y huracanes.

Los descendientes de Tu son los hombres, quienes aprendieron a sobrevivir gracias a los actos de este dios: sabían cazar aves ya que Tu cazó a los hijos de su hermano Tane, dios de las aves; sabían pescar ya que Tu pescó a los hijos de Tangaroa, dios de los peces; sabían cultivar y cosechar ya que Tu hizo lo propio con los hijos de Rongo and Haumia-tiketike.

El ejemplo de Tu rebelándose contra sus hermanos y acabando con ellos fue lo que hizo que la humanidad aprendiera el arte de la guerra. Por este motivo, Tu era invocado antes de la batalla y también cuando se iniciaba a un niño en las artes guerreras. El cuerpo del primer guerrero caído en la batalla era ofrendado a Tu.

Tu recibe muchos nombres derivados de la victoria sobre sus hermanos:

·         Tukariri (Tu, el furioso)

·         Tukanguha (Tu, el guerrero fiero)

·         Tukaitaua (Tu, el destructor de ejércitos)

·         Tuwhakaheketangata (Tu, el asesino de personalidades)

·         Tumatawhaiti (Tu, el astuto)

·         Tumatauenga (Tu, el del rostro furioso)

Tu recibía sacrificios de los guerreros que se disponían a marchar hacia la batalla. Solía tratarse de sacrificios humanos pero en ocasiones también podía tratarse de perros. Algunos antropólogos cuentan que el corazón el perro se cocinaba era ingerido por los sacerdotes una vez que se había aplacado a Tu.

Como curiosidad, el nombre maorí del actual ejército de Nueva Zelanda, Ngāti Tūmatauenga, quiere decir “la tribu de Tu, el del rostro furioso”.

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