EL CONTROVERTIDO CONDE
DE ESPAÑA CONOCIDO POR “EL YIGRE DE CATALUÑA”
Me voy a detener en esta ocasión en una
figura contradictoria, solapada y poco conocida, pero que ha protagonizado una
de las páginas más negras de nuestra historia, dejando en la memoria la idea de
que fue un acreditado sanguinario y funesto personaje. Al margen de su
intervención en los campos de batalla desde la guerra de la Independencia nos
detendremos especialmente en su etapa catalana, que es a la que se refieren los
impresos populares que integramos. También nos detendremos en su muerte, ya que
fue asesinado y arrojado al río Segre por unos sicarios con una piedra atada a
su cabeza, desfigurado su rostro y profanada su tumba un año más tarde, en
1840, donde fue exhibido su cráneo por distintas poblaciones.
Roger-Bernard-Charles d'Espagnac de Ramefort
(1775-1839), descendiente de una familia de origen hispano emigrada a Francia,
(conocido posteriormente como conde de España o Carlos de España), nació el 15
de agosto de 1775 en Ariège. Hijo del marqués Henri d'Espagnac, coronel y
senescal de Couserans-Comminges-Nébouzan, descendiente de los condes de Foix
por una rama más joven.
A consecuencia de la Revolución francesa, su
familia fue perseguida estableciéndose en su huida primeramente en Inglaterra y
posteriormente en Palma de Mallorca en 1792. Charles d'Espagnac se casó en 1804
con la hija de unos grandes propietarios mallorquines: Dionisia Rosinyol de
Defla y Comelles.
Alistado
en el ejército español en 1792, defendió su patria adoptiva de su Francia natal
sirviendo a Fernando VII incondicionalmente contra el liberalismo y a quien permaneció
fiel durante todo su reinado lo que le valió ocupar importantes
puestos en el mando de las distintas provincias. Tras el fallecimiento de
Fernando VII en 1833 se puso al servicio del pretendiente carlista Carlos María
Isidro de Borbón en la primera guerra carlista (1833-1840). Así llegó a
ser capitán general de Cataluña, instaurando en Barcelona un auténtico
régimen de terror y represión. Fernando VII españolizó su apellido
otorgándole el título nobiliario del condado de España en 1819 y el título de
Grandeza de España (máxima dignidad de la nobleza española) el 27 de agosto de
1827. Su recorrido en el ejército y su participación en numerosas batallas lo
llevó a ser nombrado general y posteriormente a ser nombrado capitán general de
Cataluña (1827-1832) estableciendo su cuartel general en la Ciudadela de
Barcelona. El régimen de terror y crueldad del que hizo gala hizo que se le
conociese con el sobrenombre de «El tigre de Cataluña», por su afición de
eliminar a sus enemigos con medidas enérgicas "lanzándolos a la
eternidad" según su frase predilecta y repetida. Su crueldad con los
enemigos y el trato vejatorio con las mujeres son un referente en la vida de
este siniestro personaje.
En un principio Carlos de España dispuso en Cataluña de una corriente de
opinión favorable por su fama de militar competente y buen organizador. Con el
transcurso del tiempo, y al igual que sucedió con el general Maroto, para
protegerse de los enemigos molestos, tanto de fuera como de sus propias filas,
no dudaron en ejercer el terror mediante fusilamientos. El recuerdo del conde
de España, figura desconcertante, resulta difícil de concretar en la historia,
debido a la documentación dispersa y contradictoria sobre la disparidad de sus
actuaciones según a qué bando u opiniones nos atengamos y a las evidentes
contradicciones de su personalidad. Lo mismo fusilaba a un conspirador que a un
tendero que hubiese aumentado el precio de los víveres de primera necesidad.
Mientras sus partidarios resaltan el orden, respeto y temor que consiguió en
Cataluña, sus adversarios destacan su crueldad y sadismo.
Editado en 1856, por Francisco J.
Orellana El Conde de España o la inquisición militar, se detallan
las actuaciones del conde con sus adversarios, del que extraigo algunas de sus
láminas ilustrativas
En
esta estampa se nos muestra la escena de un grupo de presos rodeados y
vigilados por las fuerzas del orden en la explanada de la Ciudadela
barcelonesa con la presencia del conde de España, Cantillón y otros asistentes
a la ejecución. La imagen de los presos condenados a la horca pasó a formar
parte del imaginario popular convirtiéndose en un recurso iconográfico contra
el conde de España.
La
figura contradictoria del conde de España fue ampliamente denostada, aunque
desde el punto de vista del carlismo más radical, su figura es ensalzada
justificando sus acciones por su defensa del rey y la religión, tachando de
traidor al general carlista Maroto (protagonista junto al general Espartero del
célebre "abrazo de Vergara") tal y como se recoge pormenorizadamente
en el libro publicado en 1840 de Tresserra y Fábrega, Félix Ramón, del que
reproduzco la portada y que, por cierto, tiene una curiosa historia. Parece ser
que bajo el seudónimo de Tresserra y Fábrega, se escondía el monje y predicador
mercedario Magín Ferrer i Pons, conocido propagandista de la causa carlista.
Como
sucede con casi todos los personajes históricos, la valoración de sus acciones
depende del punto de vista ideológico que los juzgue. Las portadas que
reproduzco a continuación son un claro ejemplo de los distintos puntos de vista
sobre la justificación de la trayectoria política de este oscuro personaje.
Su muerte
La muerte del conde de España, nunca aclarada
del todo sobre quienes intervinieron en ella, puede considerarse como un ajuste
de cuentas, no solo de sus adversarios políticos sino también de sus propios
correligionarios y sus desavenencias y disensiones internas. La envidia, la
constatación de que padecía una condición enfermiza y por el deseo de ocupar su
puesto se optó por darle muerte. Relevado del puesto y conducido a
Francia en 1839, fue asesinado por unos sicarios y arrojado por el puente
llamado de Espía. Su cadáver fue encontrado días después río abajo
siendo enterrado finalmente en Coll de Nargó.
Para incrementar el morbo sobre esta muerte
parece ser que ni siquiera el fallecido tuvo reposo, ya que un tiempo después
su tumba fue profanada y su cabeza robada. Según se cuenta, un médico
aficionado a la frenología, llamado José Roset (catedrático de medicina en la
universidad de Cervera, en Lérida), ayudado por sus compañeros de viaje,
abrieron la tumba, extrajeron el cráneo, lo pudieron en una bolsa y se
marcharon. El fin era el de hacer un estudio sobre su mente criminal. Al poco
de cometer el robo fueron sorprendidos por unos ladrones que los tuvieron
retenidos. Consiguieron huir y se trasladaron a Igualada portando la cabeza del
conde. Un tiempo después el médico se trasladó a Filipinas llevándose el cráneo
junto a sus pertenencias. Tras el fallecimiento del médico en Filipinas a causa
de una enfermedad tropical, José Roset legó en carta testamental a su hermana
Antonia todos sus bienes. Así pues, hizo traer desde las Filipinas sus efectos
personales y el cráneo hasta Igualada, de donde eran naturales. Antonia Roset
depositó el cráneo en la iglesia de San Agustín, donde se estableció la
Congregación de la Buena Muerte. Antonia Roset, al morir, dejó como herederos
del cráneo a éstos religiosos. Pero en 1858, familiares del conde que residían
en Mallorca, por Real Orden firmada el 25 de noviembre obtuvieron el permiso
para exhumar los restos mortales del conde para trasladarlos a Defla (municipio
de Sinéu en Mallorca). En junio de 1859 se realizó el traslado de los restos a
falta de la cabeza.
https://www.masmallorca.es/cultura/las-casas-de-defla-una-posesion-con-historia.html
En
definitiva, la muerte por asesinato del conde de España haría sin duda las
delicias de los impresores de pliegos donde lo morboso y escatológico son
características recurrentes en este tipo de impresos populares.
Del
libro de Tresserra y Fábrega, entresaco y trascribo el relato sobre su muerte:
"Al llegar al puente llamado de Espía se
juntaron algunos con los que llevaban la víctima: uno le tiró un
pistoletazo y otro le dio una puñalada: le ataron una soga al cuello con una
piedra y lo echaron del puente abajo, creyendo los asesinos que sería
negocio concluido, y que ya jamás se hablaría del Conde de España,
suponiéndose que se habría perdido en Francia. [...]
En los primeros días de noviembre circularon las noticias sagazmente propagadas
por los asesinos y cómplices, o interesados en el asesinato, de que el Conde de
España estaba oculto en Francia. El partido furibundo, cuando ya
estuvo seguro de que el Conde no había de hablar más, y contaba asimismo que
jamás había de llegar el asesinato á descubrirse, dictó la tan calumniosa como
ridícula y desatinada circular de la Junta de Berga de fecha 7 de noviembre en
que se dieron por supuestos los vehementes indicios de que el Conde trataba
de vender el Ejército y el Principado con la misma perfidia que lo hizo Maroto
en las Provincias Vascongadas. Pero pronto se turbó la feroz satisfacción
de los que habían ordenado, con sentido y ejecutado el asesinato. El dia 4 las
aguas del Segre arrojaron un cadáver á la playa que forma, el rio entre Coll de
Nargó y Hostal dels Esplovins: dicho cadáver tenía una soga atada
en el cuello. En aquella playa permaneció durante el día 5, en la noche del
cual fue enterrado en Coll de Nargó. El Conde de España era conocido de todo el
país: los primeros que vieron el cadáver lo reconocieron por el del Conde: lo
reconocieron cuantos pasaron por aquel camino en dicho día 5: los primeros
divulgaron la noticia, y fueron varios los que pasaron á aquel punto para
reconocer el cadáver. La identidad de este con el cuerpo del Conde de España no
dejó la menor duda; el reconocimiento fue general, público y notorio, y no
contradicho por persona alguna; y si hubiese necesitado confirmación era más
que suficiente el no haber aparecido el Conde en ninguna parte".
La
noticia de su muerte estuvo llena de incertidumbre por si hubiese sido un
reclamo para distinguir a los amigos de los enemigos. Extraigo de la página 322
del libro La Guerra de Cataluña. Historia contemporánea, redactada por
oficiales que fueron actores o testigos de los acontecimientos, bajo la
dirección de Eduardo Chao, Madrid, 1847:
«Era tal
el terror que Espagne inspiraba y tal el concepto que de estravagante tenia,
que cuando en Berga tuvieron noticia de su muerte, los habitantes se la fueron
comunicando unos á otros con el mayor sigilo, y nadie se atrevia á manifestar
abiertamente la impresión que les causaba este suceso, porque todos llegaron á
persuadirse que era una treta de que se valía para descubrir el odio o el cariño
que cada cual le profesaba. Todos creían que Espagne mismo había hecho circular
la noticia de su muerte para que, dándola por cierta, sus enemigos no le
tuviesen miedo y revelasen sus sentimientos hablando de él con completa
libertad. Tan general era esta creencia que por espacie de algún tiempo en el país
dominado por los carlistas no se oían mas que estas expresiones ú otras
análogas: «Dicen que Espagne ha muerto.... para el tonto que lo crea; farsa
suya! Todo es una farsa!».
Los pliegos
Continúo con este interesante pliego donde se
desarrolla y se recrea una ficticia conversación entre Manuel Llauder y el
conde de España. Hay que recordar que Llauder fue nombrado capitán general de
Cataluña, en sustitución del conde de España en diciembre de 1832. El conde se
retiró a Mallorca y posteriormente a Francia. Llauder fue nuevamente nombrado
capitán general de Cataluña en 1835 siendo sustituido en su cargo al año
siguiente por el liberal Francisco Espoz y Mina.
Un detalle significativo que acompaña la imagen de los dos generales es que
ambos llevan atados a una cuerda unos aparentes feroces animales, sin duda para
resaltar el apelativo de tigre que fue aplicado tanto al conde de España como a
Llauder. El epíteto de tigre también se le aplicó al general Cabrera "El
tigre del Maestrazgo"
Las críticas a ambos en el pliego vienen
insistentemente reflejadas mediante una especie de letrilla repetitiva:
¿Quién
hizo más de los dos?
Sábelo
el diablo, sábelo Dios.
En el siguiente pliego, no solo se recoge la
muerte del conde, sino que está impregnado de advertencias al general Cabrera
"El tigre del Maestrazgo" anunciándole que correría prontamente la
misma suerte que el conde por sus excesos y crueldad.
Existe la teoría de que el propio Cabrera,
junto a otras destacadas personalidades carlistas, urdió en secreto un plan
para acabar con la vida del conde de España. El proceso judicial abierto para
aclarar el asesinato del conde nunca concluyó, quizá porque no interesaba que
salieran a la luz sus verdaderos instigadores.
Para
terminar, reproduzco otro interesante pliego donde se recoge el "sueño
espantoso" del general Cabrera al recibir la noticia de la muere del conde
de España. El pliego vaticina el castigo que tendría el propio Cabrera al bajar
a los infiernos, como lo tuvo en sus sueños el tigre de Cataluña.
Aunque en el pliego no viene la fecha de edición, puede deducirse que
corresponde al mismo año del asesinato del conde de España, en 1839.
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