Plaza de Toros Tlaxcala –
JOSÉ LUIS GONZÁLEZ
GÓMEZ–
El siglo XVIII “de la iluminación” fue catalizador de
la creatividad e innovación humana: en la filosofía, llevó a la comunidad la idea
de fundar en la naturaleza y la sociedad la comprensión del mundo
racionalmente; en la religión impulsó la libertad teológica; en la ciencia
acarreó el descubrimiento de las leyes básicas de la matemática, de la física,
de la química, de la astronomía, y de la biología, leyes que se aplicarían
desde entonces y que, tiempo después, al inventarse la bomba de vapor, el telar
mecánico, el telégrafo, y llegar a otros descubrimientos darían paso a la
“Revolución Industrial” la cual involucró al planeta en una carrera productiva
y creativa en el desarrollo de los países. Tal es el caso de Inglaterra que con
la máquina de vapor, el telar mecánico y la explotación agrícola del algodón
creó un imperio que al paso del tiempo desplazó de su lugar a España.
En la Nueva España el fenómeno de “la Ilustración”
también se aplicó en la minería, en la extracción de metales preciosos, en la
acuñación de monedas, en la agricultura, en la ganadería, en la industria del
algodón, de la palma, y en la del ixtle; en la conservación de los alimentos,
en la elaboración de vinos, el tabaco, en el transporte, en la sociedad;
también en la política, con el liberalismo en sus diferentes conceptos sociales
y económicos.
En el siglo XVIII al llegar a la Corona española la
familia de los Borbón, es con Felipe de Anjou –coronado como Felipe V en 1700–,
con quien se inicia la dinastía de los Borbón, reinando éste de 1700 a 1724;
llega al trono Luis I en 1724, posteriormente toma el trono Fernando VI
gobernando de 1724 a 1746. Los Borbón eran una familia de origen francés,
apegada a las tradiciones y tecnología de Francia; en ese tiempo los franceses,
después de los ingleses, eran los mejores fabricantes de armas de fuego; el rey
Felipe V fue un gobernante belicoso, una de sus prioridades fue modernizar al
ejército sustituyendo la lanza por armas accionadas con pólvora; promovió la
cría de caballos más grandes; innovó la herradura, el freno del caballo; el
árbol de varas para incorporar de manera más efectiva las bestias de tiro a los
carros y de esta manera acelerar el transporte de personas y mercancías. Estas
innovaciones se aplicaron a todo el ejército español y al de sus colonias,
acción que modificó la actividad taurina en España y en la Nueva España, si
tomamos en cuenta que a partir de estas fechas en las fiestas reales y
patronales, en donde se corrían toros, disminuyó la suerte de “alancear toros”
hasta desaparecer prácticamente en la mitad del siglo. En cambio los toreros de
a pie aumentaron su presencia, resaltando más su habilidad y destreza en
dominar la embestida del toro. Los aficionados del mundo taurino de aquella
época vivieron una tauromaquia dinámica, moderna, y creativa por los constantes
cambios con la capa, con las banderillas, la forma de picar los toros, el
manejo del lienzo y de la espada para matar al toro. Los festejos taurinos no
tenían un orden preestablecido, los matadores o capitanes de cuadrilla tenían
un área geográfica para su actuar.
La familia de los Borbones inició profundas reformas en
todos los campos de gobierno, con la intención de devolver a España el lugar
destacado que había logrado entre las potencias europeas. Carlos III, quien
reinó de 1759 a 1788, dio a su gestión una gran significación para la plenitud
del reformismo; las acciones de su gestión ayudaron a modificar la tauromaquia
en España y en la Nueva España. La población de la Nueva España en 1760 se
calculaba en 3.5 millones de habitantes, los que vivían en relativa calma y
tranquilidad, en función de que las instituciones de gobierno del Imperio y de
la Iglesia resolvían sus funciones atendiendo las necesidades del Imperio. Esta
armonía entre españoles, mestizos y castas era superficial. Al ejército de la
Corona española, encargado de cuidar los intereses del Rey en el amplio
territorio de la Nueva España, lo integraba entonces un conjunto de 2 897
milicianos, fieles súbditos del Rey y además de origen español; en ese tiempo,
los militares tenían gran arraigo en las diferentes poblaciones donde estaban
asignados, situación que originó que muchos militares llevaran negocios de
comercio, de minería, de agricultura y de ganadería. Este arraigo provocó
problemas al tiempo de ser requeridos por la Corona española para ser
reubicados en los puntos importantes de la Colonia; muchos de esos militares
renunciaron a esa nueva ubicación y al grado militar con el fin de no alejarse
de su familia y de sus negocios. El rey Carlos III tomó estas renuncias como
falta de lealtad; en ese tiempo, la institución colonial encargada de
promocionar la lealtad de los súbditos al Rey, era la Iglesia, a través de las
órdenes religiosas, encargadas además de la educación formal de los súbditos.
En ese tiempo se inicia la penetración de las ideas
ilustradas, en esa educación formal, fueron clérigos como Francisco Javier
Alegre, José Rafael Campoy, Diego José Abad, Javier Clavijero y otros, los que
maduraron las ideas de libertad, de abolición de la esclavitud, y del mestizaje
como función formadora de pueblos, hablaron de la negación del derecho divino a
ser reyes, y de la afirmación de la soberanía de los pueblos, así como de los
conocimientos de la ciencia, que es la creencia firme de la fuerza de la razón
para comprender al mundo. Estas ideas se manifestaron en la tauromaquia, con el
jefe de cuadrilla que ejercía su poder como taurino en diferentes pueblos o en
un área geográfica. Así también se aplicó en el manejo y reproducción del toro
bravo, en los cambios de los implementos de torear y en la destreza y habilidad
para dominar las embestidas del toro.
El rey Carlos III al aplicar su política de guerra en
sus dominios, le quitó a la Iglesia la acción de promover la lealtad al Rey, y
se la otorga al ejército, e incrementa el número de milicianos en el ejército
de la Corona a donde llegan mestizos, pasando el número de milicianos de 2 879
que había al inicio de su gestión a más de 18 000 al tiempo de su defunción.
Motivo por el cual encontramos entre los héroes de los movimientos insurgentes
en América a militares que pertenecieron al Ejército Realista.
Carlos III para aplicar esta política expulsa a los
jesuitas de todas las colonias españolas; despoja del diezmo a la Iglesia, y de
otros recursos económicos, prohíbe la intervención de clérigos en actividades
taurinas motivo por el cual curas como Miguel Hidalgo venden sus ganaderías.
Al llegar a la Corona española Carlos IV, que gobernó
de 1788 a 1808, incorporó en sus dominios la actividad taurina a la real
hacienda y mandó construir las primeras plazas de toros como espacios
arquitectónicos.
La descomposición de la dinastía se inicia con el
enfrentamiento entre Carlos IV y su hijo, el príncipe de Asturias futuro
Fernando VII, hechos que sucedieron al tiempo que España estaba ocupada por
tropas de Napoleón I Bonaparte, en cuyos planes figuraba ya el destronamiento
de los Borbones y la inserción de España en la órbita imperial. El descrédito
real culminó con las abdicaciones de Bayona por las que Carlos IV y Fernando
VII entregaron a Napoleón Bonaparte sus derechos a la Corona de España, éste a
su vez los transfirió a su hermano José en 1808. Para la Nueva España queda
acéfala la Corona española y se inician los movimientos libertarios en toda la
comunidad y en América, situación que culminó con el movimiento insurgente de
Hidalgo en 1810.
En Coahuila, el 24 de septiembre del mismo año de 1810,
se da el hecho de la designación por el ayuntamiento de Saltillo para
representar a Coahuila ante las Cortes de Cádiz de Miguel Ramos Arizpe, quien
ya instalado en Cádiz, como representante parlamentario, abordó temas como: la
creación de diputaciones provinciales, el municipio libre, la expedita y recta
administración de justicia, el fomento de la colonización, el comercio libre de
monopolios, la educación popular, la libertad de imprenta como garantía contra
la arbitrariedad. A la firma del Acta de Independencia de México en 1821,
versión efímera de la Constitución de la nación autónoma, el país enfrenta
problemas diversos como la pobreza, la falta de educación, lo extenso del
territorio nacional aunado a la baja población; la creación de la sociedad
mexicana sin ser aún sociedad civil, el problema político de la Iglesia, la
tenencia de la tierra, y la ambición de otros países por apoderarse del
territorio de México. Miguel Ramos Arizpe, como buen legislador, tenía memoria
histórica, la aplicó en la Constitución de 1824.
Vuelvo al tema y dejo un poco la historia. En aquel
tiempo la afición taurina mexicana adoptó la tauromaquia, pero los toreros y
actuantes de entonces en las corridas de toros, dejan de importar implementos
españoles. Para torear, en vez de capa se hace uso de jorongos y sarapes, para
la suerte de matar se usaron lienzos de manta y espadas hechas en México, se
utilizó el atuendo del campo mexicano que era de gamuza y tejido con pita del
maguey; en los festejos continuaron realizándose suertes taurinas. La
independencia taurina de los toreros duró hasta 1838, año en que México aceptó
al primer embajador español, y los toreros mexicanos volvieron a importar los
utensilios españoles para torear. El aislamiento político con España ayudó a
conformar la tauromaquia mexicana.
Al tiempo de lograr la Independencia, México quedó en
situación económica grave, los municipios se vieron en la necesidad de
organizar corridas de toros con el fin de captar fondos para realizar obras. En
Saltillo el primer propósito de construir una plaza de toros se da en 1835;
Benito Goríbar, militar republicano, proyecta una que no se edificó. En
Saltillo ya se habían dado corridas desde 1712, en plazas móviles y en
diferentes sitios de la población. En 1835 en el plano que levantaron los
ingenieros militares de Santa Anna se indica la existencia de una plaza de
toros ubicada en aquel tiempo en un terreno baldío, que hoy ocupa la plaza
“Francisco I. Madero”, la calle de Castelar tenía el nombre del Callejón del Toro,
seguramente por ser esa calle donde se corría el encierro para las corridas de
toros de la feria y de las festividades religiosas. Esta plaza fue construida
de madera, lo mismo el anillo del ruedo que las graderías.
Al inicio de la tercera década del México
independiente, en lo que hoy es Saltillo, conforme al plano levantado en 1835,
y tomando la calle de Allende como referencia, la cual cruza la población de
sur a norte, según se asentaron las fundaciones de las villas, al lado oriente
la de los españoles y al lado poniente la de los tlaxcaltecas; en el espacio
español el plano marca dos plazas públicas y una de toros.
El Ayuntamiento, a pesar de las condiciones estrechas,
continuó con el proyecto de construir una plaza de toros, acordando su construcción
en 1840. La primera comisión que se nombró el 4 de noviembre de 1841 fue para
escoger el terreno donde se construiría la plaza de toros. Primero se propuso
el lugar donde ya estaba instalada la plaza construida de madera, pero a las
damas de Saltillo les pareció que ese lugar quedaba lejos y aislado.
La segunda opción fue que se construyera en el lugar de
las casas consistoriales, pero ese terreno resultó pequeño para este tipo de
construcción. La tercera propuesta fue que se construyera al lado norte de la
plaza de San Esteban, propuesta que al Ayuntamiento le agradó por ser también
el lugar donde se efectuaba la “Feria del Saltillo”; aceptada esta propuesta se
determinó evaluar el terreno para su adquisición. El 10 de marzo de 1842 el
Ayuntamiento en el plan de arbitrios, propuso acciones con el fin de completar
los fondos necesarios para iniciar la construcción de la plaza. El gobernador
interino, general Francisco Mejía, primero dispuso la construcción de unos
portales en la plaza principal, con participación económica de particulares y
del Ayuntamiento, ésta fue de 1,915 pesos, 4 reales, 6 granos, con lo cual
quedó sin efecto la construcción de la plaza. El 2 de enero de 1843 la comisión
municipal informó las medidas del terreno ubicado en la plaza de San Esteban,
que fue de 164 varas por lado, equivalentes a 138.6 metros por lado, área
suficiente para la construcción de la plaza de toros de firme, que se dejaría
para otro momento.
En sesión del Ayuntamiento, del 18 de enero de 1844, se
acordó que para construir esa plaza el municipio echara mano de todos sus
recursos disponibles. El municipio vendería cinco días de agua, realizar y
agenciarse bienes que tenía en las haciendas González, Ramones, Torrecillas,
Valdeses, Rodríguez, Cerritos, en el rancho de Cuéllar, con agostadero y labor;
tomar el capital ofrecido por la viuda de Vicente Olivares, y tomar 1000 pesos
del alumbrado. El 20 de enero se acordó informar del proyecto al gobernador
general Antonio Vizcaíno. El gobernador Vizcaíno le indicó al Ayuntamiento
integrar un expediente con la información que se consideró conveniente:
1º Asegurarse que las propiedades y días de agua sean
propiedad del municipio.
2º Que se integre el expediente con los avalúos por
peritos de las fincas que se pretende vender y cuál es el monto que se puede
recabar.
3º El diseño de la obra que se realizará.
4º De forma indispensable el presupuesto de gastos para
la obra.
5º El estudio económico de las ganancias que aportaron
las corridas de toros los anteriores cinco años.
1º El Ayuntamiento buscó en sus archivos, la constancia
de propiedad de las haciendas, y encuentra un documento del año 1608, donde
había dispuesto arrendar tres caballerías de tierra pertenecientes a los fondos
de esta ciudad, las cuales no se pudieron rentar por falta de agua para
regarlas; el Cabildo de aquel año ocurrió al gobernador don Francisco de
Urdiñola, quien dispuso el 1 de enero de 1609 que las haciendas de Diego de
Muñoz, de Miranda, de Santos Rojo, de Juan Navarro y de Diego Maldonado deberían
dar agua suficiente para el regadío de las referidas tierras, medida que se
puso en práctica hasta el día 2 de noviembre de 1614, fecha en la que se
comprometieron a reconocer, a favor de los fondos municipales, 202 pesos de
réditos anuales.
2º Para la integración del expediente, el 5 de febrero
de 1844, el Ayuntamiento procedió al nombramiento de peritos valuadores: Rafael
Siller y Pablo de Peña, quienes aceptaron el nombramiento bajo juramento,
desempeñando fiel y legalmente su obligación. El avalúo estimado fue:
“Los Rodríguez” 500.00 pesos, “los Valdeses” (nombre
tal cual aparece en el documento del AGEC) 600.00 pesos, “los González” 400.00
pesos, “Torresillas” 500.00 pesos, “los Cerritos” 600.00 pesos, en el
Ayuntamiento existía el expediente con el proceso de embargo del rancho de
Cuéllar propiedad del finado D. Luis de Cuéllar que debía a los fondos
municipales la cantidad de 784.00 pesos, en el remate se pagaron 565 pesos, 1
real y siete quintos granos. El mismo día, el Ayuntamiento cita a la testamentaría
del finado don Vicente Olivares por el adeudo de 650 pesos. El albacea de la
testamentaría Lic. don José María de Aguirre reconoce el adeudo y las casas de
la “Plaza de la Cruz”, indicando que para el mes de marzo, se pagará el adeudo
al municipio. En total el dinero que podría recabar el Ayuntamiento ascendía a
3,800.00 pesos.
3º El Ayuntamiento indicó al Gobernador, que solamente
existe una miniatura en maqueta, de una plaza de toros, la que en 1835 propuso
el finado Benito Goríbar, y en base a esa maqueta, se realizaría el presupuesto
solicitado.
4º El total del costo de la obra, para edificar la
plaza de toros, se estimaba en 5,794 pesos, 2 reales 6 granos.
5º En cuanto a las ganancias de los productos que ha
dado la plaza provisional de toros, desde el año 1839 al 1843, rebajando gastos
de toros, de vaqueros, de toreros, y música son: en 1839, 1,227 pesos, 3
reales, 0 granos. En 1840. 1,265 pesos, 0 reales, 0 granos. En 1841, 1,180
pesos, 0 reales, 0 granos. En 1842, 1,207 pesos, 0 reales, 0 granos. En 1843,
1,370 pesos, 6 reales, 0 granos. Se menciona en el documento que, según el
diseño de la maqueta, la nueva plaza tendría 25 cuartos para renta y cupo para
2000 gentes. Integrado el expediente fue revisado por José María Guajardo,
procurador 1º de la Corporación de la Asamblea Departamental el 8 de marzo de
1844, indicando que la utilidad anual de la nueva plaza de toros sería de 1,850
pesos rebajando de esta cantidad, 130 pesos para mantenimiento de carpintería y
albañilería. No se incluía lo que se puede captar por renta de pisos, de los 30
días de la temporada de septiembre y de los 15 días de la de enero. Este
dictamen fue firmado el 13 de marzo de 1844.
Quedó facultado el Ayuntamiento para construir la plaza
de toros el día 9 de abril de 1844, indicando que se construiría en el terreno
que pueda producir mayores utilidades al fondo municipal. El Ayuntamiento los
dos siguientes años se vio en dificultades para reunir el valor del
presupuesto.
Estos años para Saltillo transcurren en calma, pero
para el estado son años álgidos ya que el 1º de marzo de 1845, el Congreso de
los Estados Unidos aprueba la incorporación de Texas a su territorio, más el
gobierno americano aún deseaba extender su territorio hasta el “Pacífico”, a
expensas de México, provocando una invasión y la guerra México Estados Unidos,
acciones bélicas que interrumpieron el proyecto constructivo de la plaza de
toros. En Saltillo el 30 de septiembre de 1846 empezaron a llegar las tropas
mexicanas del “Ejército del Norte” que habían evacuado Monterrey, el 5 de
octubre se retiraron al sur, quedando una pequeña guarnición a la orden del
general Rafael Velázquez, retirándose el primero de noviembre.
El Ayuntamiento a pesar de la guerra y de la epidemia,
realiza un convenio el 15 de diciembre de 1848 con los señores Jesús Narro
Rodríguez y Jesús Fuentes para la construcción de la plaza de toros en el
predio enfrente a las Casas Consistoriales del Pueblo de San Esteban, ubicadas
en el lado poniente de la plaza San Esteban, indicando que deberá quedar
construida para el 15 de septiembre de 1850; el municipio cede sus derechos a
estas personas con todos sus locales interiores y exteriores por un tiempo de
nueve años.
La “Plaza de toros Tlaxcala” o de Tlaxcala,
efectivamente se terminó de construir en la fecha indicada por el Ayuntamiento,
entrando en funciones de inmediato. Para efectuar las corridas de toros se
contrataba a las cuadrillas de toreros de San Luis Potosí, y se traían toros
del mismo estado, tenían éstos mayor bravura, esto lo indica el hecho de que
durante la administración del gobernador Garza Galán por primera vez se
compraron toros de la región para las corridas de toros, en este caso se
compran en la hacienda de Paredón en el municipio de Ramos Arizpe. En ese
periodo de gobierno se dieron 29 corridas con los toros de Paredón y las
cuadrillas de San Luis Potosí.
La foto muestra la plaza de toros Tlaxcala,
ubicada en donde hoy están el Mercado Juárez y la Plaza Acuña, en cuya imagen
no sólo se aprecia el desarrollo de una corrida, sino en el exterior la
Catedral sin una torre, la cúpula del desaparecido Teatro Acuña y al fondo la
sierra de Zapalinamé.
https://www.zocalo.com.mx/new_site/articulo/donan-inedita-foto-del-centro-de-saltillo
La “Plaza de toros Tlaxcala”, en su tiempo, fue una
plaza grande si tomamos en cuenta que la población de Saltillo en 1850 era
ligeramente menor de 20 000 habitantes y el cupo del coso fue para 2 000
gentes, es decir el 10% de la población. La cantidad de material utilizado para
su construcción fue: para carpintería, 120 vigas para las gradas, 45 vigas para
los pilastras (pilar de madera cuadrangular adosado al muro que sirve para
reforzar el soporte de una estructura) y canes. 30 vigas para gualdas (tablones
laterales que forman el soporte principal de la armazón como escaleras) de los
mismos pilares. 60 vigas para los pilares del andador con sus canes (cabeza de
una viga que sobresale del plano y sirve para sostener algún elemento
voladizo). 60 vigas para gualdas del andador y techo del mismo. 33 vigas para
el corral de los toros. 280 vigas para la valla y pilar de ésta. 856 morillos
para los techos. 45 vigas para el barandal. 5400 tablas para el techo de
arriba. 870 tablas para los tablados y pisos del andador. 30 puertas para los
cuartos de afuera, de dos manos (una mano equivale a 22.5 centímetros) para los
paleos (paleos, se refiere a los granos agrícolas) y de 2.5 varas de alto (una
vara equivale aproximadamente a 0.84 cm). 45 puertas de una mano y de 2.25
varas de alto. 3 puertas grandes de 3.0 varas de alto y de 10.5 varas de ancho.
7 puertas para las vallas y 4 vallas de 2.5 varas de ancho y tres varas de
alto. 3 puertas parta encerrar a los toros de 2.5 varas de ancho y 3 varas de
alto. 1 puerta para el torel (torel es igual a toril) de 2.5 varas de ancho y 3
varas de alto. 89 paradas con todo y madera (paradas se refiere al corral para
los cabestros y el lugar donde se detienen los carros). 30 ventanitas con sus
puertas. 45 canales.
Albañilería, 45,500 adobes (de 0.40 por 0.60 por 0.08
centímetros) para las paredes interiores, exteriores, pilares y tabiques
(tabique se refiere a la pared delgada que divide los cuartos). 900 cargas de
arena de piedra (la carga equivale a 1,150 kilogramos). 2,000 cargas de piedra
bola. 724 cargas de llano (por llano se refire a la arena negra para los
techos). 300 fanegas de cal (la fanega equivale aproximadamente a 50 kilos).
700 cargas de arena. 30 bases de piedra labrada. 50 fanegas de cal para
blanquear.
Herrería, 30 chapas con goznes. 45 picaportes con 2
goznes cada uno. 4 chapas grandes con 2 goznes cada una. 4 chapas grandes con 8
goznes cada una. 10 cerrojos con 4 goznes cada uno.
Las dimensiones de la plaza fueron: El terreno donde se
edificó es de 138 metros por lado.
El diámetro exterior sin contar el balcón, fue de 70
metros.
El ruedo de 39 metros.
Lo que hoy conocemos como el anillo o redondel fue un
muro de 80 centímetros de espesor y de 2.50 metros de altura, semicircular por
estar formado por 20 lados, dos de los lados se emplearon para las cuadrillas y
los toriles, tenía 9 burladeros y un solo toril, 2 corrales grandes, el
callejón era relativamente corto, por ser de 1.50 metros.
Los tendidos se dividían en sol y sombra por medio de
un muro macizo, tenía 8 graderías descubiertas y en lo más alto de la plaza 2
graderías con techo en sol y en sombra, 4 entradas en cada lado de la plaza.
Al nivel del piso de la parte techada existieron 25
ventanas que daban a un balcón exterior.
En la parte inferior de las graderías de la plaza se
implementaron 25 cuartos que se rentaban para el comercio en las dos temporadas
de toros, la de la feria en septiembre y la temporada de enero, las dos
temporadas se cubrían en 45 días, en la de septiembre se corrían de 12 a 18
toros por corrida, una parte por la mañana y otra por la tarde; en la temporada
de enero solamente se corrían los toros por la mañana, de 6 a 8 toros. Esta
manera de efectuar las corridas de toros duró de la década de los cincuenta a
la de los sesenta del siglo XIX.
La altura de la fachada tenía de 9 a 10 metros.
El costo de las entradas fue: en sol de 1.00 peso y en
sombra de 1.50. Para saber el valor adquisitivo actual se investigó el costo de
los alimentos básicos como granos, harinas, carnes, verduras, frutas, mantecas,
y el único producto que no varió su costo a lo largo del siglo XIX, fue la
manteca de puerco, tal vez porque en una gran parte de las casas de Saltillo,
en sus corrales se alimentaba un puerco para matarlo en las fechas importantes,
total el kilo de manteca de puerco costaba 1 centavo, es decir con un peso se
compraban 100 kilos de manteca, hoy en los barrios de Saltillo donde se hacen
carnitas, la manteca de puerco se vende en 20.00 pesos, la de la industria de
27.00 a 30.00, lo cual nos indica que el actual costo del boleto de sol es de
2,000 pesos y el de sombra de 3,000.00 pesos.
El color de la fachada era el blanco, se pintó con cal
en baba de nopal, que sirve como fijador de la cal al muro.
La “Plaza Tlaxcala” funcionó hasta el 23 de noviembre
de 1895.
https://www.seducoahuila.gob.mx/colegiocoahuilense/assets/revista-98-completa-(1).pdf
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