lunes, 14 de septiembre de 2020

 

Plaza de Toros Tlaxcala –

JOSÉ LUIS GONZÁLEZ GÓMEZ–

El siglo XVIII “de la iluminación” fue catalizador de la creatividad e innovación humana: en la filosofía, llevó a la comunidad la idea de fundar en la naturaleza y la sociedad la comprensión del mundo racionalmente; en la religión impulsó la libertad teológica; en la ciencia acarreó el descubrimiento de las leyes básicas de la matemática, de la física, de la química, de la astronomía, y de la biología, leyes que se aplicarían desde entonces y que, tiempo después, al inventarse la bomba de vapor, el telar mecánico, el telégrafo, y llegar a otros descubrimientos darían paso a la “Revolución Industrial” la cual involucró al planeta en una carrera productiva y creativa en el desarrollo de los países. Tal es el caso de Inglaterra que con la máquina de vapor, el telar mecánico y la explotación agrícola del algodón creó un imperio que al paso del tiempo desplazó de su lugar a España.

En la Nueva España el fenómeno de “la Ilustración” también se aplicó en la minería, en la extracción de metales preciosos, en la acuñación de monedas, en la agricultura, en la ganadería, en la industria del algodón, de la palma, y en la del ixtle; en la conservación de los alimentos, en la elaboración de vinos, el tabaco, en el transporte, en la sociedad; también en la política, con el liberalismo en sus diferentes conceptos sociales y económicos.

En el siglo XVIII al llegar a la Corona española la familia de los Borbón, es con Felipe de Anjou –coronado como Felipe V en 1700–, con quien se inicia la dinastía de los Borbón, reinando éste de 1700 a 1724; llega al trono Luis I en 1724, posteriormente toma el trono Fernando VI gobernando de 1724 a 1746. Los Borbón eran una familia de origen francés, apegada a las tradiciones y tecnología de Francia; en ese tiempo los franceses, después de los ingleses, eran los mejores fabricantes de armas de fuego; el rey Felipe V fue un gobernante belicoso, una de sus prioridades fue modernizar al ejército sustituyendo la lanza por armas accionadas con pólvora; promovió la cría de caballos más grandes; innovó la herradura, el freno del caballo; el árbol de varas para incorporar de manera más efectiva las bestias de tiro a los carros y de esta manera acelerar el transporte de personas y mercancías. Estas innovaciones se aplicaron a todo el ejército español y al de sus colonias, acción que modificó la actividad taurina en España y en la Nueva España, si tomamos en cuenta que a partir de estas fechas en las fiestas reales y patronales, en donde se corrían toros, disminuyó la suerte de “alancear toros” hasta desaparecer prácticamente en la mitad del siglo. En cambio los toreros de a pie aumentaron su presencia, resaltando más su habilidad y destreza en dominar la embestida del toro. Los aficionados del mundo taurino de aquella época vivieron una tauromaquia dinámica, moderna, y creativa por los constantes cambios con la capa, con las banderillas, la forma de picar los toros, el manejo del lienzo y de la espada para matar al toro. Los festejos taurinos no tenían un orden preestablecido, los matadores o capitanes de cuadrilla tenían un área geográfica para su actuar.

La familia de los Borbones inició profundas reformas en todos los campos de gobierno, con la intención de devolver a España el lugar destacado que había logrado entre las potencias europeas. Carlos III, quien reinó de 1759 a 1788, dio a su gestión una gran significación para la plenitud del reformismo; las acciones de su gestión ayudaron a modificar la tauromaquia en España y en la Nueva España. La población de la Nueva España en 1760 se calculaba en 3.5 millones de habitantes, los que vivían en relativa calma y tranquilidad, en función de que las instituciones de gobierno del Imperio y de la Iglesia resolvían sus funciones atendiendo las necesidades del Imperio. Esta armonía entre españoles, mestizos y castas era superficial. Al ejército de la Corona española, encargado de cuidar los intereses del Rey en el amplio territorio de la Nueva España, lo integraba entonces un conjunto de 2 897 milicianos, fieles súbditos del Rey y además de origen español; en ese tiempo, los militares tenían gran arraigo en las diferentes poblaciones donde estaban asignados, situación que originó que muchos militares llevaran negocios de comercio, de minería, de agricultura y de ganadería. Este arraigo provocó problemas al tiempo de ser requeridos por la Corona española para ser reubicados en los puntos importantes de la Colonia; muchos de esos militares renunciaron a esa nueva ubicación y al grado militar con el fin de no alejarse de su familia y de sus negocios. El rey Carlos III tomó estas renuncias como falta de lealtad; en ese tiempo, la institución colonial encargada de promocionar la lealtad de los súbditos al Rey, era la Iglesia, a través de las órdenes religiosas, encargadas además de la educación formal de los súbditos.

En ese tiempo se inicia la penetración de las ideas ilustradas, en esa educación formal, fueron clérigos como Francisco Javier Alegre, José Rafael Campoy, Diego José Abad, Javier Clavijero y otros, los que maduraron las ideas de libertad, de abolición de la esclavitud, y del mestizaje como función formadora de pueblos, hablaron de la negación del derecho divino a ser reyes, y de la afirmación de la soberanía de los pueblos, así como de los conocimientos de la ciencia, que es la creencia firme de la fuerza de la razón para comprender al mundo. Estas ideas se manifestaron en la tauromaquia, con el jefe de cuadrilla que ejercía su poder como taurino en diferentes pueblos o en un área geográfica. Así también se aplicó en el manejo y reproducción del toro bravo, en los cambios de los implementos de torear y en la destreza y habilidad para dominar las embestidas del toro.

El rey Carlos III al aplicar su política de guerra en sus dominios, le quitó a la Iglesia la acción de promover la lealtad al Rey, y se la otorga al ejército, e incrementa el número de milicianos en el ejército de la Corona a donde llegan mestizos, pasando el número de milicianos de 2 879 que había al inicio de su gestión a más de 18 000 al tiempo de su defunción. Motivo por el cual encontramos entre los héroes de los movimientos insurgentes en América a militares que pertenecieron al Ejército Realista.

Carlos III para aplicar esta política expulsa a los jesuitas de todas las colonias españolas; despoja del diezmo a la Iglesia, y de otros recursos económicos, prohíbe la intervención de clérigos en actividades taurinas motivo por el cual curas como Miguel Hidalgo venden sus ganaderías.

Al llegar a la Corona española Carlos IV, que gobernó de 1788 a 1808, incorporó en sus dominios la actividad taurina a la real hacienda y mandó construir las primeras plazas de toros como espacios arquitectónicos.

La descomposición de la dinastía se inicia con el enfrentamiento entre Carlos IV y su hijo, el príncipe de Asturias futuro Fernando VII, hechos que sucedieron al tiempo que España estaba ocupada por tropas de Napoleón I Bonaparte, en cuyos planes figuraba ya el destronamiento de los Borbones y la inserción de España en la órbita imperial. El descrédito real culminó con las abdicaciones de Bayona por las que Carlos IV y Fernando VII entregaron a Napoleón Bonaparte sus derechos a la Corona de España, éste a su vez los transfirió a su hermano José en 1808. Para la Nueva España queda acéfala la Corona española y se inician los movimientos libertarios en toda la comunidad y en América, situación que culminó con el movimiento insurgente de Hidalgo en 1810.

En Coahuila, el 24 de septiembre del mismo año de 1810, se da el hecho de la designación por el ayuntamiento de Saltillo para representar a Coahuila ante las Cortes de Cádiz de Miguel Ramos Arizpe, quien ya instalado en Cádiz, como representante parlamentario, abordó temas como: la creación de diputaciones provinciales, el municipio libre, la expedita y recta administración de justicia, el fomento de la colonización, el comercio libre de monopolios, la educación popular, la libertad de imprenta como garantía contra la arbitrariedad. A la firma del Acta de Independencia de México en 1821, versión efímera de la Constitución de la nación autónoma, el país enfrenta problemas diversos como la pobreza, la falta de educación, lo extenso del territorio nacional aunado a la baja población; la creación de la sociedad mexicana sin ser aún sociedad civil, el problema político de la Iglesia, la tenencia de la tierra, y la ambición de otros países por apoderarse del territorio de México. Miguel Ramos Arizpe, como buen legislador, tenía memoria histórica, la aplicó en la Constitución de 1824.

Vuelvo al tema y dejo un poco la historia. En aquel tiempo la afición taurina mexicana adoptó la tauromaquia, pero los toreros y actuantes de entonces en las corridas de toros, dejan de importar implementos españoles. Para torear, en vez de capa se hace uso de jorongos y sarapes, para la suerte de matar se usaron lienzos de manta y espadas hechas en México, se utilizó el atuendo del campo mexicano que era de gamuza y tejido con pita del maguey; en los festejos continuaron realizándose suertes taurinas. La independencia taurina de los toreros duró hasta 1838, año en que México aceptó al primer embajador español, y los toreros mexicanos volvieron a importar los utensilios españoles para torear. El aislamiento político con España ayudó a conformar la tauromaquia mexicana.

Al tiempo de lograr la Independencia, México quedó en situación económica grave, los municipios se vieron en la necesidad de organizar corridas de toros con el fin de captar fondos para realizar obras. En Saltillo el primer propósito de construir una plaza de toros se da en 1835; Benito Goríbar, militar republicano, proyecta una que no se edificó. En Saltillo ya se habían dado corridas desde 1712, en plazas móviles y en diferentes sitios de la población. En 1835 en el plano que levantaron los ingenieros militares de Santa Anna se indica la existencia de una plaza de toros ubicada en aquel tiempo en un terreno baldío, que hoy ocupa la plaza “Francisco I. Madero”, la calle de Castelar tenía el nombre del Callejón del Toro, seguramente por ser esa calle donde se corría el encierro para las corridas de toros de la feria y de las festividades religiosas. Esta plaza fue construida de madera, lo mismo el anillo del ruedo que las graderías.

Al inicio de la tercera década del México independiente, en lo que hoy es Saltillo, conforme al plano levantado en 1835, y tomando la calle de Allende como referencia, la cual cruza la población de sur a norte, según se asentaron las fundaciones de las villas, al lado oriente la de los españoles y al lado poniente la de los tlaxcaltecas; en el espacio español el plano marca dos plazas públicas y una de toros.

El Ayuntamiento, a pesar de las condiciones estrechas, continuó con el proyecto de construir una plaza de toros, acordando su construcción en 1840. La primera comisión que se nombró el 4 de noviembre de 1841 fue para escoger el terreno donde se construiría la plaza de toros. Primero se propuso el lugar donde ya estaba instalada la plaza construida de madera, pero a las damas de Saltillo les pareció que ese lugar quedaba lejos y aislado.

La segunda opción fue que se construyera en el lugar de las casas consistoriales, pero ese terreno resultó pequeño para este tipo de construcción. La tercera propuesta fue que se construyera al lado norte de la plaza de San Esteban, propuesta que al Ayuntamiento le agradó por ser también el lugar donde se efectuaba la “Feria del Saltillo”; aceptada esta propuesta se determinó evaluar el terreno para su adquisición. El 10 de marzo de 1842 el Ayuntamiento en el plan de arbitrios, propuso acciones con el fin de completar los fondos necesarios para iniciar la construcción de la plaza. El gobernador interino, general Francisco Mejía, primero dispuso la construcción de unos portales en la plaza principal, con participación económica de particulares y del Ayuntamiento, ésta fue de 1,915 pesos, 4 reales, 6 granos, con lo cual quedó sin efecto la construcción de la plaza. El 2 de enero de 1843 la comisión municipal informó las medidas del terreno ubicado en la plaza de San Esteban, que fue de 164 varas por lado, equivalentes a 138.6 metros por lado, área suficiente para la construcción de la plaza de toros de firme, que se dejaría para otro momento.

En sesión del Ayuntamiento, del 18 de enero de 1844, se acordó que para construir esa plaza el municipio echara mano de todos sus recursos disponibles. El municipio vendería cinco días de agua, realizar y agenciarse bienes que tenía en las haciendas González, Ramones, Torrecillas, Valdeses, Rodríguez, Cerritos, en el rancho de Cuéllar, con agostadero y labor; tomar el capital ofrecido por la viuda de Vicente Olivares, y tomar 1000 pesos del alumbrado. El 20 de enero se acordó informar del proyecto al gobernador general Antonio Vizcaíno. El gobernador Vizcaíno le indicó al Ayuntamiento integrar un expediente con la información que se consideró conveniente:

1º Asegurarse que las propiedades y días de agua sean propiedad del municipio.

2º Que se integre el expediente con los avalúos por peritos de las fincas que se pretende vender y cuál es el monto que se puede recabar.

3º El diseño de la obra que se realizará.

4º De forma indispensable el presupuesto de gastos para la obra.

5º El estudio económico de las ganancias que aportaron las corridas de toros los anteriores cinco años.

1º El Ayuntamiento buscó en sus archivos, la constancia de propiedad de las haciendas, y encuentra un documento del año 1608, donde había dispuesto arrendar tres caballerías de tierra pertenecientes a los fondos de esta ciudad, las cuales no se pudieron rentar por falta de agua para regarlas; el Cabildo de aquel año ocurrió al gobernador don Francisco de Urdiñola, quien dispuso el 1 de enero de 1609 que las haciendas de Diego de Muñoz, de Miranda, de Santos Rojo, de Juan Navarro y de Diego Maldonado deberían dar agua suficiente para el regadío de las referidas tierras, medida que se puso en práctica hasta el día 2 de noviembre de 1614, fecha en la que se comprometieron a reconocer, a favor de los fondos municipales, 202 pesos de réditos anuales.

2º Para la integración del expediente, el 5 de febrero de 1844, el Ayuntamiento procedió al nombramiento de peritos valuadores: Rafael Siller y Pablo de Peña, quienes aceptaron el nombramiento bajo juramento, desempeñando fiel y legalmente su obligación. El avalúo estimado fue:

“Los Rodríguez” 500.00 pesos, “los Valdeses” (nombre tal cual aparece en el documento del AGEC) 600.00 pesos, “los González” 400.00 pesos, “Torresillas” 500.00 pesos, “los Cerritos” 600.00 pesos, en el Ayuntamiento existía el expediente con el proceso de embargo del rancho de Cuéllar propiedad del finado D. Luis de Cuéllar que debía a los fondos municipales la cantidad de 784.00 pesos, en el remate se pagaron 565 pesos, 1 real y siete quintos granos. El mismo día, el Ayuntamiento cita a la testamentaría del finado don Vicente Olivares por el adeudo de 650 pesos. El albacea de la testamentaría Lic. don José María de Aguirre reconoce el adeudo y las casas de la “Plaza de la Cruz”, indicando que para el mes de marzo, se pagará el adeudo al municipio. En total el dinero que podría recabar el Ayuntamiento ascendía a 3,800.00 pesos.

3º El Ayuntamiento indicó al Gobernador, que solamente existe una miniatura en maqueta, de una plaza de toros, la que en 1835 propuso el finado Benito Goríbar, y en base a esa maqueta, se realizaría el presupuesto solicitado.

4º El total del costo de la obra, para edificar la plaza de toros, se estimaba en 5,794 pesos, 2 reales 6 granos.

5º En cuanto a las ganancias de los productos que ha dado la plaza provisional de toros, desde el año 1839 al 1843, rebajando gastos de toros, de vaqueros, de toreros, y música son: en 1839, 1,227 pesos, 3 reales, 0 granos. En 1840. 1,265 pesos, 0 reales, 0 granos. En 1841, 1,180 pesos, 0 reales, 0 granos. En 1842, 1,207 pesos, 0 reales, 0 granos. En 1843, 1,370 pesos, 6 reales, 0 granos. Se menciona en el documento que, según el diseño de la maqueta, la nueva plaza tendría 25 cuartos para renta y cupo para 2000 gentes. Integrado el expediente fue revisado por José María Guajardo, procurador 1º de la Corporación de la Asamblea Departamental el 8 de marzo de 1844, indicando que la utilidad anual de la nueva plaza de toros sería de 1,850 pesos rebajando de esta cantidad, 130 pesos para mantenimiento de carpintería y albañilería. No se incluía lo que se puede captar por renta de pisos, de los 30 días de la temporada de septiembre y de los 15 días de la de enero. Este dictamen fue firmado el 13 de marzo de 1844.

Quedó facultado el Ayuntamiento para construir la plaza de toros el día 9 de abril de 1844, indicando que se construiría en el terreno que pueda producir mayores utilidades al fondo municipal. El Ayuntamiento los dos siguientes años se vio en dificultades para reunir el valor del presupuesto.

Estos años para Saltillo transcurren en calma, pero para el estado son años álgidos ya que el 1º de marzo de 1845, el Congreso de los Estados Unidos aprueba la incorporación de Texas a su territorio, más el gobierno americano aún deseaba extender su territorio hasta el “Pacífico”, a expensas de México, provocando una invasión y la guerra México Estados Unidos, acciones bélicas que interrumpieron el proyecto constructivo de la plaza de toros. En Saltillo el 30 de septiembre de 1846 empezaron a llegar las tropas mexicanas del “Ejército del Norte” que habían evacuado Monterrey, el 5 de octubre se retiraron al sur, quedando una pequeña guarnición a la orden del general Rafael Velázquez, retirándose el primero de noviembre.

El Ayuntamiento a pesar de la guerra y de la epidemia, realiza un convenio el 15 de diciembre de 1848 con los señores Jesús Narro Rodríguez y Jesús Fuentes para la construcción de la plaza de toros en el predio enfrente a las Casas Consistoriales del Pueblo de San Esteban, ubicadas en el lado poniente de la plaza San Esteban, indicando que deberá quedar construida para el 15 de septiembre de 1850; el municipio cede sus derechos a estas personas con todos sus locales interiores y exteriores por un tiempo de nueve años.

La “Plaza de toros Tlaxcala” o de Tlaxcala, efectivamente se terminó de construir en la fecha indicada por el Ayuntamiento, entrando en funciones de inmediato. Para efectuar las corridas de toros se contrataba a las cuadrillas de toreros de San Luis Potosí, y se traían toros del mismo estado, tenían éstos mayor bravura, esto lo indica el hecho de que durante la administración del gobernador Garza Galán por primera vez se compraron toros de la región para las corridas de toros, en este caso se compran en la hacienda de Paredón en el municipio de Ramos Arizpe. En ese periodo de gobierno se dieron 29 corridas con los toros de Paredón y las cuadrillas de San Luis Potosí.

La foto muestra la plaza de toros Tlaxcala, ubicada en donde hoy están el Mercado Juárez y la Plaza Acuña, en cuya imagen no sólo se aprecia el desarrollo de una corrida, sino en el exterior la Catedral sin una torre, la cúpula del desaparecido Teatro Acuña y al fondo la sierra de Zapalinamé.

https://www.zocalo.com.mx/new_site/articulo/donan-inedita-foto-del-centro-de-saltillo

La “Plaza de toros Tlaxcala”, en su tiempo, fue una plaza grande si tomamos en cuenta que la población de Saltillo en 1850 era ligeramente menor de 20 000 habitantes y el cupo del coso fue para 2 000 gentes, es decir el 10% de la población. La cantidad de material utilizado para su construcción fue: para carpintería, 120 vigas para las gradas, 45 vigas para los pilastras (pilar de madera cuadrangular adosado al muro que sirve para reforzar el soporte de una estructura) y canes. 30 vigas para gualdas (tablones laterales que forman el soporte principal de la armazón como escaleras) de los mismos pilares. 60 vigas para los pilares del andador con sus canes (cabeza de una viga que sobresale del plano y sirve para sostener algún elemento voladizo). 60 vigas para gualdas del andador y techo del mismo. 33 vigas para el corral de los toros. 280 vigas para la valla y pilar de ésta. 856 morillos para los techos. 45 vigas para el barandal. 5400 tablas para el techo de arriba. 870 tablas para los tablados y pisos del andador. 30 puertas para los cuartos de afuera, de dos manos (una mano equivale a 22.5 centímetros) para los paleos (paleos, se refiere a los granos agrícolas) y de 2.5 varas de alto (una vara equivale aproximadamente a 0.84 cm). 45 puertas de una mano y de 2.25 varas de alto. 3 puertas grandes de 3.0 varas de alto y de 10.5 varas de ancho. 7 puertas para las vallas y 4 vallas de 2.5 varas de ancho y tres varas de alto. 3 puertas parta encerrar a los toros de 2.5 varas de ancho y 3 varas de alto. 1 puerta para el torel (torel es igual a toril) de 2.5 varas de ancho y 3 varas de alto. 89 paradas con todo y madera (paradas se refiere al corral para los cabestros y el lugar donde se detienen los carros). 30 ventanitas con sus puertas. 45 canales.

Albañilería, 45,500 adobes (de 0.40 por 0.60 por 0.08 centímetros) para las paredes interiores, exteriores, pilares y tabiques (tabique se refiere a la pared delgada que divide los cuartos). 900 cargas de arena de piedra (la carga equivale a 1,150 kilogramos). 2,000 cargas de piedra bola. 724 cargas de llano (por llano se refire a la arena negra para los techos). 300 fanegas de cal (la fanega equivale aproximadamente a 50 kilos). 700 cargas de arena. 30 bases de piedra labrada. 50 fanegas de cal para blanquear.

Herrería, 30 chapas con goznes. 45 picaportes con 2 goznes cada uno. 4 chapas grandes con 2 goznes cada una. 4 chapas grandes con 8 goznes cada una. 10 cerrojos con 4 goznes cada uno.

Las dimensiones de la plaza fueron: El terreno donde se edificó es de 138 metros por lado.

El diámetro exterior sin contar el balcón, fue de 70 metros.

El ruedo de 39 metros.

Lo que hoy conocemos como el anillo o redondel fue un muro de 80 centímetros de espesor y de 2.50 metros de altura, semicircular por estar formado por 20 lados, dos de los lados se emplearon para las cuadrillas y los toriles, tenía 9 burladeros y un solo toril, 2 corrales grandes, el callejón era relativamente corto, por ser de 1.50 metros.

Los tendidos se dividían en sol y sombra por medio de un muro macizo, tenía 8 graderías descubiertas y en lo más alto de la plaza 2 graderías con techo en sol y en sombra, 4 entradas en cada lado de la plaza.

Al nivel del piso de la parte techada existieron 25 ventanas que daban a un balcón exterior.

En la parte inferior de las graderías de la plaza se implementaron 25 cuartos que se rentaban para el comercio en las dos temporadas de toros, la de la feria en septiembre y la temporada de enero, las dos temporadas se cubrían en 45 días, en la de septiembre se corrían de 12 a 18 toros por corrida, una parte por la mañana y otra por la tarde; en la temporada de enero solamente se corrían los toros por la mañana, de 6 a 8 toros. Esta manera de efectuar las corridas de toros duró de la década de los cincuenta a la de los sesenta del siglo XIX.

La altura de la fachada tenía de 9 a 10 metros.

El costo de las entradas fue: en sol de 1.00 peso y en sombra de 1.50. Para saber el valor adquisitivo actual se investigó el costo de los alimentos básicos como granos, harinas, carnes, verduras, frutas, mantecas, y el único producto que no varió su costo a lo largo del siglo XIX, fue la manteca de puerco, tal vez porque en una gran parte de las casas de Saltillo, en sus corrales se alimentaba un puerco para matarlo en las fechas importantes, total el kilo de manteca de puerco costaba 1 centavo, es decir con un peso se compraban 100 kilos de manteca, hoy en los barrios de Saltillo donde se hacen carnitas, la manteca de puerco se vende en 20.00 pesos, la de la industria de 27.00 a 30.00, lo cual nos indica que el actual costo del boleto de sol es de 2,000 pesos y el de sombra de 3,000.00 pesos.

El color de la fachada era el blanco, se pintó con cal en baba de nopal, que sirve como fijador de la cal al muro.

La “Plaza Tlaxcala” funcionó hasta el 23 de noviembre de 1895.

https://www.seducoahuila.gob.mx/colegiocoahuilense/assets/revista-98-completa-(1).pdf

 



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