Cuando
llegaron los españoles: la historia de la civilización más avanzada
El periodo oficial
de extinción del enigmático pueblo maya coincide con nuestra llegada, pero
nosotros no intervenimos en su desaparición
Y más allá de los
soles
Existe una luz que
prende
La oscura noche.
- Eugenia Sánchez
Rodríguez (Poeta)
Mientras un nuevo
y joven imperio se asomaba a la historia con credenciales imparables, allende el océano una pequeña y enigmática
civilización engrandecida por astrónomos, matemáticos, arquitectos e
ingenieros, una impecable agricultura de rotación y muchos misterios aún por
resolver, entraba en los estertores de su fase final.
Cuesta creer que
aquellas gentes tan avanzadas, gentes que usaban las estrellas como un GPS
natural, que obviaban el dinero y cuya moneda era la sal, que utilizaban
avanzadísimos métodos de depuración de aguas, los constructores de Tikal y
Palenque y la grandiosa Chichen Itzá, hermosas ciudades hechas con
tiralíneas; desaparecieran de la historia devoradas por la implacable
jungla del tiempo.
La muda
desesperación de un pueblo con un pasado grandioso que se veía fraccionado por
guerras intestinas y por la agresión implacable del expansionismo de sus
vecinos del norte; acabaría traduciéndose en un miedo pertinaz que a la postre,
los expulsaría del concierto de la humanidad dejando un rastro de
huellas indescifrables y muchas incógnitas por despejar.
Cuando Colón
“descubrió” América para el conjunto de la humanidad, una civilización
milenaria y mágica, se extinguía discretamente en el mar de la nada.
El periodo oficial
de extinción de este enigmático pueblo, coincide con la llegada de los
españoles, pero nosotros, no intervenimos en su desaparición. Los mayas ya
tenían presencia en los que hoy son los estados de Guatemala y Méjico desde el
siglo X a.C. llegando a su apogeo en el periodo Clásico allá por el siglo XIII
d.C, esto es, poco antes de nuestro Renacimiento en Europa. La clave de su
controvertida desaparición, la llamada fase Terminal o de Contacto, viene dada
por una serie de factores más próximos a la especulación que a hechos estrictamente
verificables aunque estén basados en indicios razonables. Posiblemente al
solaparse acontecimientos basados en una combinación de factores naturales,
diferencias políticas, la presencia de guerras intestinas y la probable
confrontación con los primeros Mexicas (Aztecas), factores económicos,
desestructuración social, etc, precipitaron después de 1.500 años de
existencia, la desaparición de esta formidable cultura.
Sin demérito hacia
el arrojo de los comandantes que vinieron del otro lado del Atlántico – Cortés, Balboa, Pizarro, etc.– la
Corona Española llegó a mantel puesto, esto es, en un momento muy inoportuno
para los nativos pues andaban a la greña.
Las guerras
civiles, que son la debilidad más potente que se puede generar una nación a sí misma, estaban a pleno rendimiento más al norte, más al
sur de la zona primaria de desembarco –Veracruz–, y más allá, en el incanato
andino. Los mexicas contra los Tlascaltecas, Totonacas, Chichimecas, se estaba
haciendo el Sepuku a marchas forzadas. Los Mayas tardíos eran una sombra de lo
que fueron gracias o a pesar de los enfrentamientos civiles, y finalmente, en
los Andes, se dirimiría en medio de otro encontronazo doméstico una de las
hazañas bélicas más increíbles de la historia a manos de Francisco Pizarro.
Pero volviendo al
tema, la estructuración de la sociedad Maya antes de su decadencia era
la de una miríada de ciudades estado - al modo de las Polis griegas -,
conectadas por una riquísima red de calzadas. Muy a pesar de su avanzada
cultura, aquella civilización estaba irremisiblemente condenada a la extinción.
Era cosa de tiempo.
Asimismo, los
registros arqueológicos han demostrado que puntualmente en ciertas
festividades, sin llegar al nivel de los grandes sacrificios rituales de sus
vecinitos del norte, también hacían apaños a los transeúntes
despistados, los evisceraban o los empujaban a un cenote para que tragaran
una buena cantidad de agua, no sin antes emborracharlos y ponerlos en órbita
con alcohol y alucinógenos. Vamos, que no eran unos angelitos.
La influencia
Tolteca, precursora de los mal llamados Aztecas, fue determinante en la última
etapa Maya o Etapa de Contacto. Los Toltecas se expandirían hacia el sur desde
el altiplano mexicano exportando sus costumbres y en el mismo pack, la
violencia consustancial a sus hábitos. La península de Yucatán, antaño un lugar
paradisiaco y pacífico además de hábitat tradicional de los mayas; en
menos de medio siglo se convertiría en un infierno más de los incontables que
plagan el mundo de los humanos.
Hoy la nueva
arqueología a través de la ayuda de tomógrafos y barridos satelitales, está
descubriendo con asombro cientos de pirámides y construcciones menores
fagocitadas por el inquietante manto de la vegetación. Estos descubrimientos
desafían la lógica establecida y revelan factores a evaluar que podrían generar
un shock en la comunidad científica pues las piezas de
este puzzle podrían desatar una cascada de nuevas conclusiones
sobre este increíble pueblo que tuvo una presencia casi paralela a la de
Roma y su proyección posterior, Bizancio.
Quedan por
destacar en estas líneas que esbozan someramente el final de una desconcertante
época en Mesoamérica, algo que es recurrente en la historia de los pueblos, tal
que es como una civilización decadente da paso a otra etapa renovadora.
Ley de vida.
También hay que
subsanar un error histórico muy arraigado y es que, aunque el contacto entre la
tropa de Hernán Cortés y los Mayas fue muy tangencial, no hay que olvidar que
el náufrago llamado Gonzalo Guerrero, un militar español que en opinión
de este escribano ha sido injustamente vilipendiado sin analizar su particular
odisea, llegó – con los datos que hoy manejamos –, antes que nadie a
hacer contacto con los Mayas tardíos allá por el año 1515, esto es, cuatro años
antes de que Cortés desembarcara en Veracruz.
Tras naufragar la
nao en la que viajaban, irían a parar ipso facto al estómago de los
Cocomes, que traducido al Román Paladino, se comían todo lo que se
ponía a tiro. Estos caníbales doctorados en gestión de multitudinarias
barbacoas, dieron buena cuenta de dieciocho de los náufragos y los convirtieron
en exótica proteína. Afortunadamente, Guerrero y el cronista
tonsurado, Fray Jerónimo de Aguilar, se salvarían in extremis gracias
a las habilidades de este soldado de los tercios. Cuando ya iban a ser pasto de
los antropófagos, el soldado Guerrero, ante la dificultad de los Cocomes para
activar la barbacoa que tenían adjudicada, sacó un espejo y en un abrir y
cerrar de ojos prendió fuego. Ante este “milagro” los indígenas se lo pensaron
y estimaron con buen criterio, que no había que aniquilar la sabiduría que
podían aportar estos visitantes.
Él, Gonzalo
Guerrero, fue el padre del mestizaje en aquellos pagos
americanos. Primero esclavo y luego liberado, quedará para la historia
como “El Renegado”. Casó con una princesa Maya y facturó para el futuro media
docena de churumbeles.
Lo dicho, los
Mayas, cuando unos se iban, otros venían.

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