sábado, 20 de agosto de 2022

 

Ejercer el poder con herencias del pasado: el Partido republicano Radical Socialista ante la Segunda República española



https://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Republicano_Radical_Socialista

Desde que fundaron el Partido Republicano Radical Socialista –prrs– en la cárcel Modelo de Madrid a comienzos de la primavera de 1929, los entonces conspiradores y presos políticos Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Ángel Galarza y Benito Artigas Arpón, presintieron que se podía alcanzar algún día la ansiada República y, por lo tanto, también el poder. La formación del partido como un instrumento de acción, las conspiraciones en las que habían participado para derrocar a la Dictadura de Primo de Rivera y a la Monarquía de Alfonso xiii, cada vez más débiles, o los acuerdos de unidad con otros grupos republicanos y obreros, habían dado esperanzas de cambios sustanciales en el panorama político. Ahora bien, cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República española tras unas elecciones municipales en las que venció la Conjunción Republicano-Socialista en las grandes ciudades, muchos se mostraron enormemente sorprendidos. La constante oposición en la que se habían movido desde hacía décadas, la fragmentación y debilidad de los grupos republicanos durante la Restauración o el fracaso de diversos complots, con cárcel incluida, pesaban demasiado en la conciencia de cada uno. En este sentido, fue el ya veterano republicano catalán, Domingo, uno de principales líderes del prrs, quien describió muy bien esta sensación de sorpresa:

No se pensó nunca que unas elecciones pudieran ser el acto revolucionario definitivo. El acto revolucionario, a nuestro juicio, había de ser el acto de fuerza, violento. ¿Cómo se produciría? Necesitábase, desde luego, la colaboración del ejército y de las organizaciones obreras1.

2Ni qué decir tiene que estas palabras de Domingo describían muy bien ese sentimiento de sorpresa que les había causado a la mayoría la llegada de la República no a través de un pronunciamiento, sino de forma pacífica mediante un proceso electoral que, a pesar de su carácter plebiscitario, no dejaba de ser municipal y administrativo. Dichas palabras fueron redactadas en 1934, en una obra que tituló La experiencia del poder. En ella, el político catalán reflexionaba sobre sus actuaciones políticas llevadas a cabo durante la Dictadura y en el Primer Bienio republicano entre abril de 1931 y noviembre de 1933. Por entonces, Domingo ya había ejercido el poder como ministro, pero, pese a ello, reflexiones como la mencionada evidenciaban cómo las experiencias de oposición habían estado y seguían estando muy presentes.

3Cabe destacar también que la razón de comenzar con esta frase de Marcelino Domingo sirve para poner de relieve cómo los contextos de oposición y de poder fueron los que mediatizaron la actuación de los miembros del prrs entre su fundación en ese año de 1929 y noviembre de 1933, cuando el resultado de las elecciones generales de ese mes supuso la derrota de republicanos de izquierda y socialistas. De hecho, fue en ese Primer Bienio republicano donde el partido jugó un papel de notable importancia en el devenir de los gobiernos de coalición republicano-socialistas. En este escenario de ejercicio de poder el prrs no fue solo clave por los cargos gubernamentales que tuvo que desempeñar –ministerios, direcciones generales, gobiernos civiles, alcaldías y concejalías–, o por su destacado peso parlamentario en las Cortes Constituyentes con 55 diputados, sino también por un comportamiento político caracterizado por constantes individualismos de los miembros del partido y las escisiones internas. Este último rasgo, provocado en no pocas de sus coordenadas por el arrastre de herencias del pasado no superadas, fue un factor de peso para la derrota de las izquierdas en esas elecciones de 1933 y para la desaparición del partido pocos meses después2. Por ello, reflexionar sobre la breve historia de existencia del prrs, aproximadamente tan solo seis años, con todos los matices que la rodearon y en particular esas divisiones, supone abordar numerosas cuestiones o escalas desde sus orígenes hasta el final de su existencia.

4Así, para empezar, cabría destacar cómo los fundadores del partido trazaron unos objetivos para atraer a más gente a las filas de la nueva formación política. El primero de ellos se centraba en tratar de organizar un partido que fuese la vanguardia de la izquierda republicana. Tal y como decía el manifiesto fundacional: «que no sólo proclame lemas republicanos, sino que afirme soluciones republicanas y no sienta en la acción vacilaciones ni veleidades girondinas». Y, la segunda de esas metas, organizar el partido de tal forma que evitase cualquier caudillismo o liderazgo personal. En definitiva, superar una lacra presente en el viejo republicanismo histórico que se consideraba causa de la mayoría de las rupturas de los grupos republicanos y de su evidente debilidad. Baste mencionar sobre este último aspecto algunas de las palabras reveladoras del manifiesto fundacional:

El Partido Republicano Radical Socialista proscribirá todo caudillismo. Más que la consciente y firme adhesión incondicional a las ideas ha sólido buscarse en los partidos populares la adhesión incondicional a las personas. De ahí que los caudillajes, ya demagógicos y turbulentos, ya astutos y apicarados, con que tantas veces se ha enturbiado la acción de las democracias. En los países de nuestra raza principalmente, el profeta, el condotiero y el caudillo no han dejado espacio para el líder. Las multitudes ávidas y crédulas, han rodeado siempre al taumaturgo y lo han esperado todo del prodigio. En nuestro meridionalismo, revolución y milagro han sido sinónimos durante mucho tiempo. Y es todavía entre nosotros el mesianismo como un vestigio del individualismo ancestral. [...]. Lo único que [...] interesa es la afinidad de las ideas, base de las agrupaciones políticas que tienen vida propia con independencia del penacho más o menos efímero de los jefes3.

5Con este panorama, el primero de esos fines trató de conseguirse mediante la elaboración de un ideario que recogía puntos doctrinales característicos del republicanismo español. Así, destacaba, entre los aspectos más importantes, por su anticlericalismo, con la defensa de un Estado y una enseñanza laicos; por una articulación federal del territorio –recogiendo la vieja reivindicación del republicanismo catalanista–y por una política social, jurídica y económica intervencionista de carácter avanzado, en algunos aspectos casi socialistas. No obstante, para distinguirse del Partido Socialista Obrero Español –psoe–, el nuevo partido definía su socialismo como pragmático, liberal, solidario, «sin dogma y sin catástrofes», diferente al tradicional concepto de lucha de clases del marxismo ortodoxo. Como es sabido, en líneas generales, el republicanismo, desde finales del siglo xix, siempre había cuestionado este postulado –muy arraigado en el socialismo español– defendiendo la tendencia revisionista de Edouard Bernstein y uno de sus abanderados había sido, ya en sus escritos de juventud, Álvaro de Albornoz4.

6Para el segundo de los objetivos, evitar cualquier caudillismo o personalismo político dentro del partido, se intentó dotar a la nueva formación de una estructura interna de carácter democrática donde, teóricamente, todos los cargos debían ser «amovibles y responsables». Además, dentro de esta organización, debían celebrarse congresos nacionales para tomar decisiones de manera conjunta con la participación y voto de los representantes de las agrupaciones locales del conjunto nacional; y tenía que existir un control del número y de las cotizaciones de afiliados que sustentase económicamente al partido con el objeto de evitar las tradicionales formas personalistas de hacerlo. Es decir, que el partido no fuese una empresa privada o una caja de resonancia mantenida y dirigida por una determinada personalidad.

7Conviene destacar, en relación a esta estructura organizativa aunque también en lo referente al ideario, que el prrs español se inspiraba, a grandes rasgos, en el Parti républicain, radical et radical socialiste, el principal partido de la Tercera República francesa desde su fundación en el París de 19015Esta formación política, clave en bastantes gobiernos y con un siempre notable peso parlamentario, se aproximaba más a una organización de masas con medios de difusión y militantes que cotizaban y también había sido referencia, al menos desde un punto de vista ideológico, años antes, para Alejandro Lerroux y su Partido Radical. Ahora bien, había más aspectos que atraían de esta formación a hombres como Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz. Por ejemplo, la fidelidad a los recuerdos de la Revolución francesa, pese al carácter cada vez más centrista del partido por su participación gubernamental; su táctica de alianzas electorales con los socialistas que había dado lugar al Cártel des gauches para las elecciones legislativas de 1924; y también la atracción que despertaban algunos líderes de peso como, por ejemplo, Joseph Caillaux y, sobre todo, Edouard Herriot. De hecho, para Domingo, dentro de todo un universo de «hombres representativos» admirados, este último «caudillo francés» era su principal ejemplo por personificar al «cirujano de hierro» de Joaquín Costa o por poseer un alma donde convivían «la reciedumbre irreductible de Bismarck y la dulce bondad de San Francisco de Asís»6.

8Es evidente que esta profunda admiración por el liderazgo de políticos como Herriot entraba en contradicción con ese anticaudillismo que el prrs español situaba como uno de sus estandartes principales en su organización. Pero la sacralización, desde siempre, de los principales prohombres del republicanismo español o francés, tales como Salmerón, Castelar, Pi y Margall, Lerroux, Melquíades Álvarez, George Clémenceau o el propio Herriot, entre otros, evidenciaba como el peso del caudillismo impregnaba de raíz a la mayoría de republicanos. La cuestión fundamental era si serían capaces de superarlo.

9En cualquier caso, ambos objetivos mencionados, ese ideario que debía situar al partido en la vanguardia del republicanismo y el anticaudillismo, fueron un atractivo de peso para la aproximación al grupo fundador de la cárcel de una serie de personalidades que vieron en el partido un posible espacio político en el que emerger a nivel local y nacional con toda una serie de intereses personales, además del objetivo general de acabar con la monarquía. Y es que el prrs supuso, al menos en sus inicios, una esperanza en las trayectorias políticas de una variedad de hombres y algunas mujeres que fueron articulando los cuadros del partido. Unos cuadros que fueron principalmente de clase media, con el predominio de periodistas, escritores o abogados, y entre los que destacaban personalidades diversas, por recorrido político, origen social y hasta edad, como, entre otros muchos: Juan Botella Asensi, Félix Gordón Ordás, Eduardo Ortega y Gasset –quien había sido diputado liberal por el distrito de Coín entre 1910 y 1923–, Fernando Valera, Leopoldo Alas Argüelles, José Salmerón, Emilio Baeza Medina, José Moreno Galvache, Francisco López Goicoechea, Vicente Sol, Emilio Palomo, Mariano Joven, Luis Bagaría, y otros más jóvenes como José Díaz Fernández, Joaquín Arderius o los temperamentales José Antonio Balbontín y Joaquín Pérez Madrigal7. Además, entre estos cuadros, también destacaron mujeres de élite, próximas a la Institución Libre de la Enseñanza, con ansias de transformaciones de diferente índole en el panorama nacional, como fueron Catalina Salmerón y, sobre todo, Victoria Kent, a pesar de ser casos aislados en un prrs siempre masculinizado y que no contó con una organización sólida de agrupaciones femeninas8.

10La procedencia variada de estos cuadros radicales socialistas, de este personal político, hacía, por ende, del prrs un partido de aluvión. Característica de suma importancia y a la que, desde luego, también contribuían unas fragmentadas bases del partido formadas por la emergencia de agrupaciones locales en zonas como Tarragona, Asturias, Alicante, Málaga, Zamora, Soria, Almería o Zaragoza. Es decir, escenarios provinciales y locales, donde ejercían un liderazgo entre redes de lealtades del panorama local republicano hombres como, por ejemplo, Domingo, para el caso de Tarragona o Zaragoza, Albornoz en el contexto asturiano, Galarza en Zamora y Artigas en Soria.

11Ahora bien, por lo que respecta a los principales hombres del prrs, fundadores y cuadros mencionados, la creación del partido también se debió a una cuestión fundamental: evitar el liderazgo de Alejandro Lerroux en el panorama republicano. La creación del prrs entre febrero y marzo de 1929 y su escisión de Alianza Republicana en julio de ese año se debieron a varios factores. En primer lugar, fue una respuesta a su liderazgo y a la excesiva influencia de su Partido Radical entre los grupos republicanos dentro de la dinámica del proceso conspirador. Cabe destacar que en estas incompatibilidades con Lerroux había diferencias tácticas como su excesiva aproximación a monárquicos y militares. Por otra parte, Lerroux ya no tenía la significación revolucionaria y filo-obrerista que había tenido a principios de siglo, sino que era visto como un viejo político corrupto y conservador al que había que relevar9Esta percepción estuvo muy presente en el pensamiento de los principales hombres que formaron el prrs, muchos de los cuales habían pertenecido al Partido Radical en su juventud –Albornoz, Artigas Arpón, Botella Asensi o Gordón Ordás– o habían mantenido una abierta rivalidad con el viejo caudillo radical en contextos geográficos determinados –por ejemplo, Domingo en Cataluña con el Partido Republicano Catalán y otras formaciones anteriores.

12La gran mayoría pues de los líderes y cuadros radicales socialistas tuvieron motivos para formar el prrsEl mero hecho de lograr una mayor relevancia política o aspiraciones personales pasaba por fundar un partido y apartarse a tiempo de una de las figuras más veteranas del republicanismo, Lerroux. Su figura, a pesar de haber sido admirada y alabada por ellos en su juventud, ahora la consideraban obsoleta y reaccionaria, al igual que la de otros viejos republicanos como el líder del Partido Reformista Melquíades Álvarez. Además, eran personalidades que también pertenecían a una generación anterior dentro del republicanismo y había una necesidad de relevo generacional como ellos mismos habían hecho en sus inicios con los viejos prohombres de la Primera República de 1873 tales como Nicolás Salmerón. No puede olvidarse que Lerroux y Álvarez habían nacido en la década de los sesenta del siglo xix, mientras que los radicales socialistas, en su mayoría, en las décadas de los ochenta y noventa.

13Esta necesidad entonces de relevo generacional o evitar a los viejos jefes de republicanos por aspirantes más jóvenes no era entonces nueva. Lerroux, lo había hecho con Salmerón en 1906 y ahora lo hacían algunos radicales socialistas con él. Sin embargo, lo que sí fueron auténticas novedades o desafíos una vez proclamada la Segunda República española el 14 de abril de 1931 fueron: primero, intentar organizar el partido a nivel nacional de la mejor manera posible, evitando liderazgos marcados y unas bases excesivamente fragmentadas e independientes; y, segundo, ejercer con pragmatismo y responsabilidad una serie de cargos gubernamentales e institucionales sin apenas experiencia después de haber estado años en una oposición permanente. Es decir, cambiar de forma radical los papeles que habían interpretado desde hacía décadas moviéndose en un escenario muy distinto al de la oposición. Y es que ese nuevo escenario a partir de abril de 1931, para un nutrido grupo de radicales socialistas, estuvo formado por ministerios, direcciones generales, escaños parlamentarios en las Cortes Constituyentes o gobiernos civiles de provincia. ¿Serían capaces de adaptarse a los nuevos tiempos y renovar sus experiencias pasadas?

14Para responder a esta cuestión no solo basta con analizar la gestión de esos cargos de poder de manera individualizada. Deben de tenerse en cuenta también las circunstancias ideológicas y, sobre todo, materiales en que dichos cargos se gestionaron. En este sentido, si bien no fueron pocas las buenas intenciones e intentos reformistas de la nueva democracia republicana para acabar con el atraso político, económico, social y cultural que arrastraba el país, tampoco lo fueron la avalancha de problemáticas a las que se tuvo que enfrentar. Entre las más destacadas: el paro derivado de los efectos de la crisis económica con sus correspondientes huelgas y conflictos sociales; la hostilidad del tradicional bloque de poder oligárquico a las reformas republicanas por poner en peligro su estatus económico e influencia social; las relaciones de poder en las que se sustentaba el caciquismo a escala provincial y local; la debilidad de los partidos republicanos; la herencia de una burocracia obsoleta para el funcionamiento rápido y eficaz de los aparatos de poder; y, desde luego, un contexto internacional marcado por la crisis de la democracia parlamentaria y el auge de los fascismos10.

15Ahora bien, dentro de todos estos problemas, siempre las huellas de la Restauración y de la Dictadura, las herencias del pasado, fueron profundas a pesar del cambio de símbolos y de intenciones reformistas. Y, en el caso del prrs, esas huellas se notaron muy pronto. Por ejemplo, los dos ministerios iniciales que ocuparon Albornoz y Domingo respectivamente hasta diciembre de 1931, es decir, Fomento e Instrucción Pública, se enfrentaron a la problemática de una burocracia lenta y relajada en sus modos, herencia, desde luego, de la praxis cargada de arbitrariedad que había imperado durante la etapa monárquica. Les ocurriría lo mismo cuando, a partir de diciembre de 1931 hasta julio y septiembre de 1933, ocuparon respectivamente Justicia y Agricultura, Industria y Comercio11. A pesar de las buenas intenciones de «sembrar España de Escuelas» en Instrucción Pública, de acabar con «las más escandalosas orgías financieras de la Dictadura» en Fomento, de terminar con «la propensión innata del juez al viejo procedimiento o de «realizar la ansiada reforma agraria» en Agricultura, más de una vez, compararon sus ministerios como «covachuelas donde una burocracia parasitaria» podía paralizar y corromper la vida nacional12Toda una problemática que la prensa también se hacía eco:

Es imposible que ministros, subsecretarios, directores generales y aun otras autoridades inferiores se enteren de todo cuanto firman. Son muchos los asuntos que tienen que despachar diariamente y muy numerosas las visitas que tienen que recibir. Ello les obliga a tenerse que confiar más de lo conveniente en los jefes de los distintos servicios. [...] No basta que esos funcionarios sean honrados y de recto proceder: aun no tratando de engañar, sino de cumplir bien su cometido, pueden ser perjudiciales. Ni que decir tiene el daño que pueden realizar si son malintencionados y procuran hacer cometer picias e injusticias a sus superiores13.

16Esta realidad no cambió para los directores generales. Entre los más importantes: Ángel Galarza como director general de Seguridad y Victoria Kent como directora general de Prisiones14Ambos heredaron también un personal obsoleto que intentaron modificar. En el caso de Galarza, el principal problema residió en los medios de coerción. Ceses de antiguos cargos policiales y la creación de la Guardia de Asalto para evitar los métodos represivos de la Guardia Civil, fueron algunas de sus iniciativas de mayor importancia para afrontar huelgas y desórdenes públicos de grupos sindicalistas o monárquicos15. Asimismo, Kent, intentó sustituir el viejo personal penitenciario represivo y sin cualificar a través de una serie de medidas que trataron de humanizar y mejorar las condiciones de las prisiones16. Pero, pese a sus medidas, ambos no pudieron acabar, en líneas generales, con los viejos problemas del pasado deteriorándose su imagen pública de manera significativa, también dentro de las filas del prrs.

17El continuismo de los viejos modos tradicionales también se iba a dar en otro centro operativo de gran importancia y alcance para la estabilidad de la República: los gobiernos civiles en provincias. Ese continuismo no solo fue debido a que los gobernadores civiles tuvieron que actuar a nivel provincial y local con los aparatos de orden público del anterior régimen, sino que también se apreció en el nombramiento y proceso de elección de los propios gobernadores. De hecho, el «enchufismo» y los modos clientelares de efectuarse dicha elección fueron la pauta general seguida a pesar de la ruptura que quería mostrar el régimen republicano frente a este tipo de prácticas del “pasado”. Para los heterogéneos partidos republicanos que participaron en los gobiernos del Primer Bienio republicano, conseguir el mayor número posible de puestos de gobernadores fue una obsesión de primer orden. Los intereses provinciales y locales, con su influencia en procesos electorales y en el crecimiento de agrupaciones locales, dependían de la existencia de un determinado gobernador afiliado a un partido concreto o relacionado con un ministro. Y, a pesar de las abundantes declaraciones dadas por diferentes gobernadores sobre la imparcialidad de su gestión, los intereses partidistas fueron la gran prioridad en más de un caso17. En este sentido, según el entonces ministro de la Gobernación de la II República, el republicano conservador Miguel Maura, «Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz disponían de una clientela sencillamente única e indescriptible», y, además, sobre los gobernadores radicales socialistas:

Se precisaba recompensar los innumerables servicios prestados a la causa republicana durante tantos y tantos años de oposición, y se consideraba natural que fuesen las provincias el vertedero de esa pléyade de “beneméritos”. [...]

¿Qué concepto de autoridad y del mando podían tener unos sujetos que desde que nacieron no habían visto ni oído otra cosa que revueltas, conspiraciones, cuarteladas, huelgas, motines; y respirado odio contra la fuerza pública, contra las autoridades y contra todo lo constituido? ¿Cómo iban a pasar de pronto al otro lado de la barricada para representar y ejercer lo que siempre había odiado? [...]

18La flor y nata me venía del campo radical-socialista. Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz disponían de una clientela única e indescriptible. Claramente se veía que a ese partido habían ido a parar los viejos elementos tradicionalmente rebeldes a lo constituido18.

19Independientemente de esta valoración, influida por la lejanía en el tiempo –estas reflexiones las escribió Maura alrededor de 1961– y por un criterio más conservador que el de los radicales socialistas a la hora de orientar la gestión gubernamental, lo cierto es que el prrs y sus gobernadores se vieron afectados tanto por esos hábitos del pasado –ese clientelismo–, como por la dificultad que conllevaba pasar de la oposición al poder. En este sentido, toda una serie de problemáticas locales, violentos conflictos sociales y acusaciones de caciquismo a las que tuvieron que enfrentarse muchos de los gobernadores radicales socialistas, demostraron esta dificultad. Algo que se vio, por citar algunos ejemplos, muy bien en periódicos como El Socialista, diario que criticó las gestiones de la mayoría de gobernadores, catalogándolos de forma despectiva y en líneas generales como «poncios», «virreyes del pasado» o «caciques con gorro frigio» por, entre otras variables, su influencia en procesos electorales, su inhibición ante los sectores patronales más hostiles a la República y su excesivo celo en reprimir de forma tajante las demandas de las organizaciones obreras19.

20Hubo, desde luego, muchas casuísticas diferentes por lo que se refiere a los gobernadores. Gestiones más o menos acertadas, perfiles de gobernador más o menos represivos y provincias con diferente grado de inestabilidad social donde contaron con un mayor o menor apoyo de las organizaciones republicanas y obreras. Pero la dificultad en el ejercicio del poder demostraba, por ende, que a pesar de los intentos reformistas que trató de realizar la República, los elementos de continuidad arrastrados de la etapa monárquica pasaban gran factura a los gobiernos del Primer Bienio y también al prrsAhora bien, hay que resaltar cómo también, en la mayoría de los casos, la inexperiencia en el ejercicio del poder jugó un papel muy importante. En este sentido, Domingo y Albornoz como ministros, los directores generales y, como se ha visto, los gobernadores civiles, recibieron numerosas críticas por sus gestiones. Baste como ejemplo también mencionar que personalidades de la talla de Manuel Azaña siempre cuestionaron de forma muy dura la actuación de ambos ministros y del prrs en su conjunto llegando a tacharlo como un partido lleno de «gentes díscolas y arrebatadas»20.

21Apreciaciones negativas como ésta del entonces ministro de Guerra y Presidente de varios gobiernos de ese Primer Bienio revelaban también las características fundamentales de la evolución interna del prrs: los individualismos de la gran mayoría de sus miembros sin lograr una posición conjunta como partido y las críticas a aquellos que ocuparon cargos gubernamentales aunque fueran compañeros de filas dentro del partido. En definitiva, rasgos que dejaron lo suficientemente claro cómo los radicales socialistas fueron incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos y de cambiar sus viejas experiencias pasadas de caudillaje y de oposición.

22Mas esta evolución era de esperar. A pesar del atractivo anticaudillista –o antilerrouxista–, las trayectorias políticas anteriores a la República de los hombres del prrs se habían forjado y desarrollado en “micromundos” diferenciados o distintos escenarios locales con unos personalismos muy evidentes. A lo que se añadía un factor esencial en su mentalidad política: la influencia de los principales resortes de la ley electoral de la Restauración. Esta ley, con sus distritos uninominales siempre les había dado una independencia y un elector concreto y localizado al que se habían ganado durante años. Por ello, el hábito del caudillaje con todo lo que suponía, prácticas clientelares entre lealtades muy concretas, estaba demasiado arraigado en los comportamientos políticos para poder superarlo con una carcasa como era el prrs y con una nueva legislación electoral republicana cuyos cambios principales consistieron en hacer, frente a los distritos uninominales, las circunscripciones plurinominales de la Restauración, las grandes ciudades, territorio electoral a nivel nacional, y un sistema de mayorías y de minorías en la asignación de escaños –donde a las primeras correspondía el 80% de los mismos y a las minorías el 20 %, pese a una diferencia mínima de votos21.

23Haciendo un breve recorrido por todas las problemáticas que sufrió el prrs hasta su desaparición, para empezar, ya la manera indefinida en la que surgió el partido en la cárcel Modelo de Madrid con toda esa atmósfera de conspiración y secretismo que lo rodeó provocaron los primeros roces con los miembros fundadores. Una nota aparecida a finales de junio de 1929 en La Libertad, asoció el origen del nuevo partido solo a la figura de Domingo y no al resto de fundadores. Problema que se acentuó poco más tarde cuando otra nota vinculó ese origen, tanto al político catalán como a Albornoz puesto que ambos eran los que habían cosechado mayor fama previa al haber sido diputados a Cortes en los años diez y veinte22El no dejar claro el «origen colectivo» del prrs a ojos de muchos otros miembros, como Artigas y Botella Asensi, provocó, bajo su punto de vista, la existencia de cara a la opinión pública no solo de un caudillo, sino de dos. Como dijo Botella Asensi, en el Congreso del partido en Santander a finales de mayo de 1932, existía

el propósito de que de ninguna manera pudiera aparecer nuestro Partido ante la opinión bajo la égida de ningún caudillo; queríamos que fuera una organización democrática de colaboración de todos los valores compatibles con la afinidad que nosotros nos proponíamos. […] Y todas las precauciones que habíamos tomado para no incurrir al vicio del caudillaje de los Partido republicanos históricos, las vimos malogradas en un momento por esta iniciativa, que yo debo calificar, de Don Marcelino Domingo. […] Pero llegó un momento en que el señor Albornoz se acomodó a ser caudillo también ¿Cómo fue esto? Pues esto fue en los días que empezó la conspiración en España […] ¡Y como no queríamos caudillos, nos encontramos con dos caudillos desde el primer día! 23

24Este roce inicial por liderazgo no fue el único problema antes de proclamarse la Segunda República. Las negociaciones del prrs con el resto de grupos republicanos estuvieron salpicadas de problemas ya desde el momento de elegir a los principales miembros que debían llevarlas a cabo. En todo un juego de afinidades y lealtades, fue clara la exclusión de Botella por Domingo y Albornoz para la reunión de San Sebastián en favor de Galarza. Algo que fue debido a las constantes críticas de Botella al ritmo de la organización republicana y a su relación con el movimiento obrero. De hecho, un sector encabezado, además de por el propio Botella, por José Antonio Balbontín o Joaquín Arderius, siempre, desde el principio de la fundación del partido, hizo gala de un mayor extremismo derivado de su interés por convertirse en representantes políticos del movimiento obrero anarcosindicalista y comunista. Toda una intención que, pese a tener su razón de ser en la cantera de votos que podían obtener del obrerismo o en la simpatía hacia la Rusia soviética, evidenciaba también cómo era incapaces de arrastrar el mesianismo redentor del viejo republicanismo.

25Estas tensiones, dadas ya en los últimos meses de vida del régimen monárquico, pudieron ser calmadas por el objetivo de unir fuerzas e intereses comunes para alcanzar la soñada Republica. Sin embargo, una vez llegada ésta y con el desafío de la gestión gubernamental en las manos, las disputas dentro del prrs no hicieron más que aumentar, evidenciándose el escaso pragmatismo de los radicales socialistas en un momento histórico de cambio. En este sentido, las Cortes Constituyentes y los Congresos del partido fueron los dos escenarios principales donde se vieron todas las divisiones, rupturas, apetencias personales y, sobre todo, la fragilidad del partido.

26En realidad, en ese primer escenario de las Constituyentes, la actuación de los 55 diputados de la minoría del prrs –es decir, la tercera fuerza parlamentaria, sólo superada por el psoe con 115 diputados y el Partido Radical con 93– estuvo marcada, dada la inexperiencia parlamentaria de muchos diputados, por la combatividad, la falta de control por parte de los dos ministros, la indisciplina y las interrupciones. De hecho, esta actuación fue muy corriente, hasta tal punto que recibieron el sobrenombre de «jabalís» o se les llegó a comparar con una «olla de grillos». Y, de igual modo, emergieron personajes con marcados rencores acumulados como Pérez Madrigal, personaje extravagante, desvergonzado y alocado, cuyo mordaz sentido del humor, violentas protestas y numerosas interrupciones, provocaron risas pero también más de un escándalo24.

27Ni qué decir tiene este tipo de comportamientos desprestigió a la minoría del prrs a los pocos días de la apertura de las Cortes Constituyentes en el verano de 1931. Ahora bien, conviene destacar que tuvo muchas causas además de la inexperiencia, las ganas de obtener popularidad por parte de algunos diputados o rencores acumulados que les llevaban por el derrotero de la indisciplina y la intransigencia con un discurso combativo y demagógico. Una de ellas, esencial, fueron los intereses locales en sus respectivas provincias por encima de una visión de las cosas, con mayor pragmatismo, en clave nacional. En este sentido, además de Domingo cuando fue ministro de Agricultura, fue Albornoz, al frente de Fomento, quien se vio en un mayor número de ocasiones puesto contra las cuerdas por sus propios compañeros cuando le reclamaban mayor atención y fondos para paliar el paro obrero en sus respectivas provincias a través de obras públicas. Por ejemplo, en una de las sesiones parlamentarias, frente a los reproches vertidos por el diputado radical socialista, José Ballester Gozalvo, sobre la situación de crisis de trabajo en su circunscripción de Toledo, Albornoz fue categórico con unas palabras que mostraban el choque frecuente entre las visiones locales, algunas de puro campanario, con la praxis gubernamental de carácter nacional:

Yo no desconozco que cada uno de los Diputados que se sientan en esta Cámara representa a una provincia o a una circunscripción, y es natural que en su gestión, aun en estas Cortes de índole constituyente, procuren servir los intereses materiales de sus distritos o circunscripciones. Yo no puedo desconocer esto, y por lo tanto, no puedo encontrar censurable el noble pugilato a que se entregan los Diputados de todas las provincias, abrumando a los Ministros con todo género de peticiones referentes a su respectivo departamento; pero esos Diputados, a su vez, no pueden menos de reconocer que el Ministro de Fomento es el Ministro de toda España, y que, sin perjuicio de atender los intereses materiales de todas las provincias y de todas las circunscripciones, no cumpliría su deber si no pensara, ante todo, en el interés nacional, interés nacional que tiene perfecto derecho a invocar ante vosotros, desde el momento en que, al mismo tiempo que representantes de una provincia o circunscripción, sois representantes de toda la Nación, del país entero, para que os hagáis cargo y os deis cuenta de la situación en que necesariamente tiene que actuar el Ministro cuando de todas partes se plantean peticiones de obras públicas, en momentos en que el Tesoro se encuentra en la situación que todo el mundo sabe, a consecuencia de una desastrosa política, de la cual nosotros no podemos ser de ningún modo responsables25.

28Por otra parte, en los Congresos del partido, siempre controvertidos, se dieron las tres rupturas más importantes que acabaron siendo letales para la existencia del prrs26. La primera de ellas, fue la llevada a cabo por Balbontín a finales de mayo de 1931 en Madrid al declarar la incompatibilidad electoral del prrs con la Derecha Liberal Republicana. De esta ruptura surgió una versión más izquierdista del prrs: el Partido Social Revolucionario o Partido Republicano Radical Socialista Revolucionario. Formación encabezada por el propio Balbontín y que en febrero de 1933 se adhirió a la III Internacional Comunista27Días antes de esta escisión, Balbontín había escrito un artículo de prensa titulado «La responsabilidad de los partidos republicanos de izquierda». Escrito que dejó claro cómo el ejercicio del poder comenzaba a pasar factura:

Si el republicanismo de izquierda se hace demasiado ministerial, demasiado transigente con las supervivencias monárquicas, demasiado benévolo con las debilidades del Gobierno; si […] aparece en todo momento ante los ojos del pueblo tan semejante a la derecha liberal republicana como una gota de agua a otra [...] en muy breve tiempo media España será comunista y la otra media habrá perdido por completo la fe política. […] Estas apetencias apremiantes del pueblo no pueden ser confundidas con la llamada “locura comunista”. Están reflejadas en los programas de los partidos republicanos de izquierda, y de un modo singularmente adecuado en el ideario del partido radical socialista28.

29La segunda escisión, se produjo a finales de mayo y principios de junio de 1932 con la expulsión del partido de Botella Asensi y Eduardo Ortega y Gasset. Las causas principales de dicha expulsión fueron sus críticas a Domingo y Albornoz por la gestión en sus ministerios y por haber participado en un gobierno conservador como lo había sido, según ellos, el primer Gobierno Provisional entre abril y octubre de 1931; sus censuras a Galarza por haber estado al frente de la dirección de Seguridad; y sus intervenciones parlamentarias individualizadas y escandalosas sin seguir las directrices marcadas por la Minoría del prrs. A raíz de aquella expulsión Botella y Ortega crearon la Izquierda Radical Socialista –irs29. De nuevo otra versión del partido que suponía para los propios escindidos el verdadero ideario radical socialista, la verdadera interpretación de la doctrina del partido.

30Ahora bien, en el Congreso de Santander, donde se produjo la ruptura, salieron a la luz rencillas personales procedentes de la época en que se fundó el partido y todas las problemáticas que afectaban a sus estructuras por ese ejercicio del poder. Por ejemplo, en torno al tema de Galarza, la problemática principal derivaba de que, además de considerar su cargo de director de Seguridad incompatible con el ideario del partido, no se admitía que un radical socialista hubiese estado bajo las órdenes directas de un ministro de la Gobernación de la Derecha Liberal Republicana como entonces era Maura. No se concebía que un radical socialista tuviese el mismo concepto de orden público que un conservador de pasado monárquico y mucho menos después de los abusos policiales padecidos durante la conspiración en la Dictadura y antes de ella.

31Es evidente que esta controversia era otro ejemplo de la dificultad de escapar de las propias experiencias vividas. Así, Galarza, en su defensa, destacó la problemática que le había supuesto la herencia de unos medios de coerción obsoletos y represivos –como lo eran los de la Guardia Civil– o su intento de rectificar ese legado con la creación de la Guardia de Asalto como nuevo cuerpo policial. Pero, además, también señaló la dificultad de aplicar medidas coercitivas por su pasado conspirador y «haber [...] convivido en la cárcel de Madrid con hombres sindicalistas y comunistas»:

 

Y creé los guardias de asalto. Guardias de asalto a los que […], por algunos correligionarios, se les considera como fuerzas feroces; guardias de asalto para sustituir en las poblaciones el máuser por una porra de caucho. [...] ni uno sólo de los manifestantes que han sido disueltos por los guardias de asalto ha tenido que visitar una casa de socorro. [...] Las extremas izquierdas, de los comunistas y de la Confederación Nacional del Trabajo, […] unos, no todos, ayudaron como pudieron a traer la República, pero con ánimo decidido. ¿No veis cómo empezaron a actuar al día siguiente de proclamada la República, como no habían actuado ni un solo día durante la Dictadura? [...] Los unos por ese ideal suyo de Estado formado por Sindicatos, es decir, de la ausencia del Estado, y los otros por ver si podían ir al soviet. Pero frente a ese duelo era mi deber como republicano impedir fraguaran30.

32Explicaciones que no sirvieron a un Botella Asensi que, en su contestación, fue rotundo:

 

El problema no es un problema técnico, es un problema político. No se trata de ver si desde la Dirección General de Seguridad se puede contener el movimiento revolucionario con máuseres, con porras o con balas de madera; se trata de saber si un afiliado del Partido Radical Socialista puede cooperar a una política que tiene por objeto contener los avances de la Revolución. El Partido Radical Socialista se creó precisamente para hacer la Revolución. Hacer la Revolución […] no puede significar que nosotros tengamos que entregarnos a extremismos de ninguna clase; significa que nosotros hemos de impulsar en vez de detener el movimiento revolucionario hasta plasmar en la realidad de la vida española el ideario del Partido Radical Socialista31.

33Junto a esta problemática, la polémica se acentuaba también porque la agrupación local radical socialista madrileña, tomando un hecho puntual de orden público en el que se había maltratado a un afiliado por parte de la Guardia de Asalto, había expulsado a Galarza sin tener en cuenta la decisión de los órganos directores del partido a nivel nacional –en este caso el Comité Ejecutivo Nacional y el Congreso Nacional. Esto provocó un problema de grado de autoridad que, a su vez, manifestó la independencia de las agrupaciones locales respecto a la cúpula del partido. Es decir, nuevamente, otra herencia del pasado. La solución a esta independencia por parte de los órganos directivos del partido, aparte de la depuración de algunos de los miembros de la agrupación madrileña por su decisión, fue la creación de un Estatuto del partido mucho más centralizado que controlara la autonomía de las agrupaciones y que tratara de fomentar una mejor organización en el control de cuotas de sus afiliados.

34Mas el tema de las cotizaciones siempre siguió ocasionando numerosos problemas y trastornos mostrando la enorme precariedad del partido. Nunca se supo realmente el número de afiliados debido a la ocultación de cuotas por parte de las agrupaciones y también por comportamientos en los que algunas agrupaciones provinciales intentaban ser las beneficiarias de las cotizaciones de agrupaciones locales más pequeñas. En estos casos, las cotizaciones de agrupaciones de pequeños pueblos no llegaban al Congreso Nacional de Madrid. Fernando Valera, tesorero del partido y director general de Agricultura, explicó muy bien la razón de este problema:

 

La razón que motiva estas ocultaciones es fácil de comprender: está simplemente en la cotización. El Partido Republicano Radical Socialista, respondiendo, en esto como en todo, a su organización netamente democrática, es el primer partido republicano que ha organizado seriamente en España la cotización nacional. Esta práctica, tan en pugna con nuestras costumbres políticas, ha encontrado gran resistencia, en parte, por pura rebeldía al pago, y en parte, por existir Agrupaciones de mísera situación económica. […]. En todos los tiempos, pero con mayor urgencia en los democráticos, necesitan los partidos políticos, para desenvolverse, de fuertes cantidades con que atender las luchas electorales y a la formación de los Secretariados técnicos. Cuando los partidos no constituyen su fondo por medio de cotizaciones de los afiliados, han de acogerse en tiempos de penuria y necesidad a la munificencia de los más hacendados, aceptar su protección y rendirles, por lo tanto, su independencia, puesto que no sería justo ni honrado negar el agradecimiento después de haber aceptado la limosna. Constituir, pues, el fondo del Partido con su propio sacrificio es un deber que imponen por igual la dignidad y la independencia de la democracia organizada32.

 

35A esta situación de las agrupaciones derivada de la influencia del clientelismo y del personalismo ejercido por determinados políticos, se añadía la propia heterogeneidad de las mismas. Y es que no puede olvidarse que el prrs tenía unas bases interclasistas formadas desde gentes procedentes de la Unión Patriótica de Primo de Rivera hasta afiliados de la CNT33En definitiva, otro factor de enorme peso para esa independencia de las agrupaciones con respecto a los órganos nacionales del partido.

36Por otra parte, en este Congreso de Santander también se vio de forma muy nítida algo que ya hemos apuntado: los efectos de la antigua ley electoral de la Restauración. La dificultad de cambiar la tradicional mentalidad de los localismos cuando los diputados siempre habían rendido mayores cuentas al elector y a su clientela que a un partido, a una cúpula y a una organización del mismo. De ahí que la indisciplina de Botella Asensi y Eduardo Ortega y Gasset en la minoría parlamentaria fuese también tomada como un pretexto para organizar un nuevo reglamento de actuación de los diputados. Un reglamento que intentaba sujetarles más a las directrices de los aparatos centrales del partido. Dicho de otra manera, un elemento que intentaba garantizar la supremacía del partido con su correspondiente organización por encima de cualquier personalidad o individualismo político. Gordón Ordás fue claro en torno a ello:

Si es tiranía, si es caciquismo pedir que el Partido Radical Socialista actúe como una fuerza eficaz, sí yo soy cacique y soy tirano, y no me arrepiento de serlo. Yo vivo en un partido político sacrificando a él todo lo que haya que sacrificar. […] Caudillismo, no; democracia, organización de partido. […] Porque no son los distritos ni las provincias, como el señor Ortega y Gasset y el señor Botella quieren darnos a entender, quienes mandan sobre los Diputados; porque al votar una provincia a un Diputado, por eminente que sea, no vota al Diputado, sino a su Partido, y vota al radical socialista, no a don Juan Botella Asensi34.

37A pesar de estos intentos de lograr una mayor unidad de partido y de formarlo, o de vencer el peso del pasado propiamente dicho, nunca se logró conseguir la coherencia buscada. Conforme avanzó el Primer Bienio y se acentuaron las problemáticas derivadas de los intentos reformistas y del contexto local, el fracaso del proyecto radical socialista fue total. La última de las escisiones, se dio en un Congreso extraordinario celebrado en Madrid el 23 de septiembre de 1933. Allí Domingo, favorable a la colaboración socialista en el Gobierno de Azaña, se separó del prrs ortodoxo, frente a las posturas de Gordón Ordás o Artigas, contrarios a esa colaboración y afines a un mayor acercamiento al Partido Radical de Lerroux. Poco después, Domingo, con otros, formó el Partido Republicano Radical Socialista Independiente –prrsiPero, antes, también habían ocurrido hechos de importancia: la independencia e individualismo de los diputados había dado lugar a un enfrentamiento entre Minoría parlamentaria y Comité Ejecutivo del partido por el tema de esa colaboración socialista. El Comité, dominado por miembros contrarios a esa colaboración, había tratado de imponer un itinerario político del partido que fue rechazado por un amplio sector de diputados de la minoría. Los intereses locales de muchos de ellos en sus respectivas provincias y la mayor afinidad en las coaliciones electorales con socialistas que con radicales, fueron las causas principales de ese rechazo.

38En todo caso, este enfrentamiento provocó un golpe dentro de las estructuras del partido que fue letal en su evolución. El estado fragmentado de los distintos grupos radicales socialistas y las características de la ley electoral republicana cuyos peligros no supieron ver y que obligaba a coaligarse con socialistas o radicales, produjeron la caída final del partido en las elecciones de noviembre de 1933. De los 55 diputados que había tenido el prrs en las Constituyentes pasó a tan sólo 3, iniciándose la desaparición definitiva de las facciones radicales socialistas meses después con la formación de Izquierda Republicana y Unión Republicana. Partidos que, pese a albergar a la mayoría de los antiguos integrantes del prrs –si bien muchos ya en un papel secundario-, no fueron caladeros para todos ellos. Por ejemplo, además de Balbontín en el pce, Galarza siguió su trayectoria en el psoe y Pérez Madrigal, uno de los casos más controvertidos, en el Partido Radical primero, en la ceda después y, a partir del 18 de julio de 1936, apoyando a los sublevados franquistas contra la República. Es decir, adaptándose a todo a aquello que le permitiese su superviviencia material y política.

39Siendo así las cosas, como última reflexión, cabría señalar, de nuevo, que el principal disolvente del partido fueron los individualismos debido a la herencia del viejo republicanismo y de los marcados localismos causados por una España muy rural y, sobre todo, por la influencia de los viejos distritos uninominales en la praxis electoral y política. De hecho, en aquel Congreso de esa última ruptura, Gordón dijo: «ven en nosotros a un conjunto de hombres anárquicos, incapaces de someterse a una disciplina interna» 35Asimismo, poco antes, en otro de esos Congresos, había dicho:

 […] es preciso que los partidos democráticos estemos constantemente vigilantes para que en la democracia republicana no se creen mitos alrededor de las personas […], dentro de los partidos también se pueden formar mitos alrededor de algunas personas, y debemos de vigilar con exquisito cuidado para que jamás ese mito arraigue dentro de un partido republicano36.

40Alusiones como ésta –en las que, desde luego, cabe preguntarse hasta qué punto Gordón con sus palabras no trataba de seguir creando su propio mito–, o la siguiente de Domingo, realizada en una entrevista con Azaña el 21 de agosto de 1931, en la que situaba su trayectoria individual por encima de la del prrs, pusieron de manifiesto cómo la fatal herencia del pasado se arrastró durante la Segunda República. Así Domingo, llegaba a decir: «Uno no ha sido criado a los pechos de ese partido. Lo que uno es no se lo debe al partido, al contrario, es uno el que ha dado al partido lo que uno tiene. De manera que puedo mandarlos a hacer puñetas»37. Desde luego, con palabras así, el político catalán situaba su recorrido político pasado, su peso en el republicanismo, su fama, su liderazgo entre una serie de lealtades forjado gracias a sus pasados triunfos electorales en el distrito de Tortosa y en el escenario catalán desde 1914, por encima de un prrs. De un prrs que no fue más que una débil estructura de un conjunto de personalidades que, en realidad, tampoco dejaron de ser eternos aspirantes a caudillos y que vieron en la Segunda República todo un nuevo escenario de posibilidades más que un momento histórico trascendental y de esperanza que requería altura de miras, inteligencia, pragmatismo y, tal y como afirmaba Azaña, vencer aquellos «resabios» que los años pasados dejaban para su consolidación.

 

Notes

1 Marcelino DomingoLa experiencia del poder, Madrid, Tipografía de San Quemades, 1934, p. 29.

2 Hasta ahora, la única monografía sobre la trayectoria general del prrs en la II República, dentro de la evolución conjunta de la izquirerda burguesa republicana, era la de Juan Avilés FarréLa izquierda burguesa en la II República, Prólogo de Javier Tusell, Madrid, Espasa-Calpe, 1985 [Redición, La izquierda burguesa y la tragedia de la II República, Madrid, Comunidad de Madrid, Consejería de Educación, 2006].

3 El Liberal, (9-ii-1930).

4 Los principales puntos del programa del prrs pueden verse en el Manifiesto del Partido Republicano Radical Socialista «A la democracia republicana española» –El Liberal, (9-ii-1930)– y en el Ideario del Partido Republicano Radical Socialista, (26-ix-1930)–en Miguel ArtolaPartidos y programas políticos 1808-1936, Madrid, Aguilar, Tomo II, 1969, p. 329-333.

5 La historia de esta formación y de sus principales mienbros puede verse, por ejemplo, en las clásicas obras de Jean-Thomas NordmannHistoire des radicaux, op. citLa France radicale, Paris, Gallimard coll. Archives, 1977; y (dir.) Parti républicain radical et radical-socialiste. Humaniste, laïc, social, européen: le manifeste des radicaux, Paris, J.-C. Lattès, 1995. También, sobre todo, en la monumental obra de dos tomos de: Serge BernsteinHistoire du Parti radical, Paris, Presses de la Fondation nationale des sciences politiques, 1980-1981 (Vols. 1 La Recherche de l'âge d'or. 1919-1926 ; 2. Crise du radicalisme. 1926-1939). Del mismo autor también puede verse una síntesis en, «Les radicaux», dentro de la clásica obra sobre la izquierda francesa de dos volúmenes de Gilles Candar et Jean-Jacques Becker (dirs.), Histoire des gauches en France. Volume 2, «A l'épreuve de l'histoire», Paris, La Découverte, 2004. p. 7-26; Otras monografías de este partido en: Nicolet, C. Le Radicalisme, Paris, Presses universitaires de France, 1983; Baal, G. Histoire du radicalisme, Paris, La Découberte, 1994; Lévêque, P. Histoire des forces politiques en France 1880-1940, Tome II, Armand Colin, Paris, 1994, p. 76-128. Asimismo, para los perfiles biográficos de los principales líderes del partido desde sus orígenes hasta la Quinta República, destaca: Baumont, S. (dir.). Les grandes figures du radicalismeLes radicaux dans le siècle. 1901-2001, Toulouse, éditions Privat, 2001.

6 Referencias sobre la admiración que despertó el Parti républicain, radical et radical socialiste como modelo a imitar, aparecen en las obras de Marcelino Domingo, Autocracia y Democracia – Madrid, Atlántida, 1925–, On va Catalunya? –Barcelona, Proleg Gabriel Alomar, 1927– y Libertad y Autoridad –Madrid, Javier Morata, 1928. Por otra parte, las alabanzas a la figura de Herriot por parte de Domingo aparecen el prólogo que hizo para la traducción castellana de la obra del político francés de 1919 Creer – Édouard HerriotCrear, Prólogo de Marcelino Domingo, Traducción castellana del Dr. Antonio Balbín y Villaverde, París-Madrid-Lisboa, Agencia Mundial de Librería, 1927, p. 8-13.

7 En el manifiesto del prrs aparecían 86 firmas que mostraban una base social de clase media, ya que sólo un firmante se definía como obrero. Dentro de esa base social, también había una distinción significativa entre una mayoría de miembros relacionados con los ámbitos del derecho, literario, periodístico y de la medicina –había 17 abogados, 12 escritores, 9 periodistas y 9 médicos– con respecto a una minoría ligada al mundo de los negocios –7 industriales, 6 comerciantes y 6 agentes comerciales. Conviene destacar que la diferencia con Acción Republicana de Manuel Azaña radicaba en que este partido era un grupo claramente intelectual con el predomino de catedráticos, abogados, profesores, ingenieros y médicos. Por otra parte, los cuadros del Partido Radical de Alejandro Lerroux estaban formados principalmente por abogados, industriales, comerciantes y pequeños propietarios y agricultores. Véase, por ejemplo: Juan Avilés FarréLa izquierda burguesa y la tragedia de la II República, op. cit, p. 50-56; Eduardo EspínAzaña en el poder. El partido de Acción Republicana, Madrid, Centro de Investigaciones Sociológicas, 1980, p. 287-296; Octavio Ruiz ManjónEl Partido Republicano Radical 1908-1936, Madrid, Tebas, 1976, p. 593-596. También, para la trayectoria del Partido Radical durante la Segunda República: Nigel TownsonLa República que no pudo ser. La política de centro en España (1931-1936), Madrid, Taurus, 2002.

8 Cabe destacar como estudio generalizado sobre las mujeres vinculadas a la Institución Libre de la Eneñanza en esta época: Mujeres en vanguardia. La Residencia de Señoritas en su centenario (1915-1936), Madrid, Residencia de Estudiantes, 2015.

9 Sobre Lerroux resulta esencial José Álvarez JuncoEl Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, Alianza Editorial, 1990.

10 Muchos son los estudios generales sobre la Segunda República. Entre otros, pueden destacarse: Jean BécarudLa Segunda República española, Madrid, Taurus, 1967; Manuel Ramírez JiménezLos grupos de presión en la Segunda República española, Madrid, Tecnos, 1969; Paul PrestonThe Coming of the Spanish Civil War: Reform and Revolution in the Second Republic, London, The Macmillan Press, 1978 [tr. esp. La destrucción de la democracia en España. Reacción, Reforma y Revolución en la Segunda República, Madrid, Turner, 1978]; Manuel Tuñón De LaraTres claves de la Segunda República. La cuestión agraria, los aparatos del Estado, Frente Popular, Madrid, Alianza Editorial, 1985: Shlomo Ben AmiThe Origins of the Second Republic in Spain, Oxford University Press, 1978 [tr. esp. Los orígenes de la Segunda República: anatomía de una transición, Madrid, Alianza, 1990]; Jordi PalafoxAtraso económico y democracia: la Segunda República y la economía española, 1892-1936, Barcelona, Crítica, 1991; Marie-Claude Chaput y Thomas GomezHistoire et mémoire de la Seconde République espagnole, Nanterre, Université Paris X, 2002 ; Santos Juliá (coord.), República y guerra en España (1931-1939), Barcelona, Espasa, 2006; Julián CasanovaRepública y guerra civil, Barcelona, Crítica-Marcial Pons, 2007: Manuel Ballarín y José Luis Ledesma (eds.), Avenida de la República, Zaragoza, Cortes de Aragón, 2007; La República del Frente Popular: reformas, conflictos y conspiraciones, Zaragoza, Fundación Rey del Corral de Investigaciones Marxistas, 2010; Manuel Ballarín; Diego Cucalón; José Luis Ledesma (eds.), La Segunda República en la encrucijada: el Segundo Bienio, Zaragoza, Cortes de Aragón, 2009. Eduardo González Calleja; Francisco Cobo Romero; Ana Martínez Rus; Francisco Sánchez Pérez, F, La Segunda República española, Madrid, Pasado & Presente, 2015.

11 Domingo y Albornoz fueron los políticos del prrs que más tiempo desempeñaron cargos ministeriales. No obstante, hubo otros radicales-socialistas que lo hicieron también, aunque por un breve periodo de tiempo: Domingo Barnés, Instrucción Pública (20-VI al 28-XII de1933); Ramón Feced, Agricultura (8-IX al 8-X de1933); Botella Asensi, Justicia (8-IX al 28-XII de 1933); Gordón Ordás, Industria y Comercio (9-X al 28-XII de 1933); Emilio Palomo, Comunicaciones (9-X al 28-XII de 1933).

12 Heraldo de Madrid, (9-vii-1932).

13 El Socialista, «El poder de la burocracia», (13-v-1931).

14 Galarza desempeñó la dirección general de Seguridad desde mediados de mayo hasta diciembre de 1931. Antes, desde la proclamación de la República, había sido Fiscal General. Por otra parte, Kent ocupó la dirección general de Prisiones desde abril del 31 hasta junio de 1932.

15 Puede verse sobre la creación de la Guardia de Asalto, Miguel MauraAsí cayó Alfonso XIII. De una dictadura a otra, Madrid, Marcial Pons Historia, 2007, p. 359-360. También, sobre la problemática de los medios de coerción en general, puede verse Eduardo González Calleja, «El Estado ante la violencia», en Santos Juliá (coord.), Violencia política en la España del siglo XX, Madrid, Taurus, 2000, p. 365-406.

16 De Victoria Kent puede verse: Victoria Kent, «Las reformas del sistema penitenciario durante la Segunda República» en Historia 16, Extra VIII, 1978; María Telo NúñezConcepción Arenal y Victoria Kent: las prisiones: vida y obra, Madrid, Instituto de la Mujer. D.L, 1995; Ramos, MD. Victoria Kent, 1892-1987, Madrid, Ediciones del Orto, 1999; Zenaida Gutiérrez Vega, Victoria Kent. Una vida al servicio del humanismo liberal, Málaga, Universidad de Málaga, 2002; Miguel Ángel VillenaVictoria Kent. Una pasión republicana, Prólogo de Carmen Alborch, Madrid, Debate, 2007.

17 Sobre los gobernadores civiles de la República cabe destacar: Joan Serrallonga I Urquidi, «El aparato provincial durante la Segunda República. Los gobernadores civiles 1931-1939», en Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, nº 7. 2007 [http://hispanianova.rediris.es/7/articulos/7a008.pdf], 54 Págs. Y, sobre los gobernadores radicales socialistas en particular: Diego Cucalón Vela, «Y en el recuerdo, la cárcel: los gobernadores civiles radicales socialistas del Primer Bienio de la Segunda República», en Carmen Frías; José Luis Ledesma; Javier Rodrigo (eds.). Reevaluaciones. Historias locales y miradas globales, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2011, p. 325-353.

18 La descripción completa sobre la problemática de los gobernadores en Miguel MauraAsí cayó Alfonso XIII, op. cit, p. 351-357.

19 Críticas de este tipo las recibieron, por ejemplo, el gobernador civil de Navarra, Jesús Ruiz del Río – El Socialista, (8-v-1931)–, el de Burgos, Gregorio Villarias –El Socialista, (14, 21 y 25-vi-1931) – o el de Almería, Ceferino Palencia Tubau –El Socialista, (7-vii-1931). También fue criticado uno de los gobernadores civiles más importantes de Sevilla, Vicente Sol. Puede verse una descripción de su gestión en José Manuel Macarro VeraSocialismo, República y Revolución en Andalucía (1931-1936), Sevilla, Universidad de Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2000, p. 86-90 y 107.

20 Manuel AzañaDiarios completos. Monarquía, República y Guerra Civil, Introducción de Santos Juliá, Barcelona, Crítica, 2000, p. 245 (Anotaciones 28 de agosto de 1931).

21 Un análisis exhaustivo de la Ley Electoral de la Segunda República y su influencia en los comportamientos políticos puede verse en: Carmelo Romero Salvador, «Urnas y escaños: los desequilibrios de la ley», en Manuel Ballarín; Diego Cucalón Vela; José Luis LedesmaLa Segunda República en la encrucijada, op. cit, p. 79-97. También, un esbozo adecuado y claro sobre el sistema electoral y de partidos en esta época en Antonio Robles Egea, «Las coaliciones de Gobierno durante la Segunda República (1931-1936)», en Histoire et Mémoire de la Seconde Republique Espagnole, op.cit, p. 43-61.

22 Albornoz había sido diputado a Cortes por la circunscripción de Zaragoza-Borja entre 1910 y 1914; y Marcelino Domingo por el distrito de Tortosa entre 1914 y 1923, con la excepción del intérvalo que fue entre 1920 y 1923.

23 Tercer Congreso Nacional Ordinario. Celebrado en Santander los días 28, 29, 30 y 31 de mayo y 1 de junio de 1932, Madrid, Imprenta de Galo Sáez, 1932, p. 245-246.

24 Para ver la personalidad de Joaquín Pérez Madrigal, además de sus intervenciones parlamentarias recogidas en el Diario de Sesiones, son también reveladores sus escritos entre los que destacan sus memorias: Joaquín Pérez MadrigalMemorias de un converso (virutas de historia), Instituto Editorial Reus, 9 vols, Madrid, 1943-1952.

25 Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes, nº 21, 14 agosto, 1931, p. 415-416.

26 Para una visión general sobre las rupturas del prrs, además de la obra de Avilés Farré, puede verse también: Manuel Ramírez Jiménez, «La escisión del Partido Radical Socialista en la Segunda República española», Revista Atlántida, nº 41, septiembre-octubre 1969 [también aparecido en Las reformas de la II República, Madrid, Tucar, 1977, p. 93-124].

27 Esta adhesión se hizo pública a través del Manifiesto del Partido Social-RevolucionarioMundo obrero, (15-ii-1933). Dicho manifiesto destacaba que la adhesión era debida a la imposibilidad del partido de conseguir una concordia con el anarquismo por su «sectarismo inadmisible». No obstante, el documento –y para ver, una vez más, el problema de los individualismos– pretendía aclarar que esa decisión no era una iniciativa personal de Balbontín: «Al plantear el camarada Balbontín en la prensa y en la tribuna el problema de la necesidad de encauzar el movimiento revolucionario de nuestra masa obrera y campesina hacia las normas del comunismo, algunos han creído que se trataba de una postura personal y aislada del camarada Balbontín dentro del Partido Social Revolucionario. No es así, sin embargo. Una gran parte de la masa obrera del Partido Social Revolucionario coincide con la opinión de Balbontín. [...] No olvidemos que nuestro partido [...] surgió del seno del partido de Albornoz y Domingo, típicamente burgués y se ha ido proletarizando cada vez más hasta fraternizar con el comunismo».

28 Heraldo de Madrid, (20-v-1931).

29 Meses después de esta ruptura salió a la luz el Manifiesto de don Juan Botella Asensi, don Eduardo Ortega y Gasset, don José Estellés, don Aurelio Vázquez, doña Isabel Martínez y don Federico GriñónHeraldo de Madrid, (21-viii-1931). En ese manifiesto se decía: «un grupo de hombres de izquierda sintió la necesidad de constituir un partido republicano que, proscribiendo los caudillismos y superando las condiciones de eficacia de los partidos republicanos históricos, fuese el instrumento de la revolución. […] Desgraciadamente, el espíritu mediocre de los hombres representativos no les dejó comprender el porvenir espléndido a que estaba llamado el partido republicano radical socialista, […] prefirieron sacrificarlo a un presente precario y efímero, pero que les anticipaba la torpe satisfacción de sus vanas ambiciones. […] en el Congreso de Santander, donde, a favor de los más reprobables amaños y coacciones […] del más viejo estilo político se acordó separar del partido republicano radical socialista a los señores Ortega y Gasset y Botella Asensi. […] y disolver la agrupación de Madrid. […] El partido republicano radical socialista de Madrid sigue con el mismo ideario, la misma disciplina y el mismo nombre; […] y, después de haber expulsado por unanimidad, a los señores Domingo y Albornoz, ha recibido numerosas altas […]»

30 Tercer Congreso Nacional Ordinario, p. 83-86. Puede verse sobre la problemática del orden público en relación con el prrs: Diego Cucalón Vela, «De la oposición al poder: las contradicciones ante el orden público (el prrs y Ángel Galarza)» en Carlos Forcadell; Alberto Sabio (coords.), Las escalas del pasado: IV Congreso de Historia Local de Aragón, Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Barbastro, uned, 2005, p. 353-367.

31 Tercer Congreso Nacional Ordinario, op. cit, p. 120-121.

32 Ibídem, p. 40 y 45.

33 Esa procedencia diversa de los afiliados era ya señalada en algunos reglamentos de agrupaciones locales del prrs en el momento de constituirse y ser presentados a los gobiernos civiles. Por ejemplo, en una de las zonas donde hubo una mayor presencia de agrupaciones radicales socialistas de España, Zaragoza, el reglamento de la agrupación de Almonacid de la Sierra decía lo siguiente: «Todos los afiliados al Partido Republicano Radical Socialista que hayan ingresado en el mismo después de la proclamación de la República como los que hubieron pertenecido a los Partidos Unión Monárquica y Somaten, conservarán todos los derechos con voz y voto en los asuntos que se ventilen para la buena marcha de la Sociedad y del Partido, pero no podrán desempeñar ningún cargo en el término de dos años de su ingreso en ella o de la proclamación de la República», en Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Registro de Asociaciones Políticas, Caja 83, Expediente 43. Asimismo, otro ejemplo muy significativo de esa procedencia variada de las bases del prrs puede verse en Manuel Ballarín AuredDel paro al Movimiento. La Almunia de Doña Godina en la II República, La Almunia de Doña Godina, Colección «Los libros de La Replazeta», L'Albada, 2002, p. 32-35, 65-66.

34 Tercer Congreso Nacional Ordinario, op. cit, p. 162-163.

35 Tercer Congreso Nacional Extraordinario del Partido Republicano Radical Socialista. Celebrado en Madrid los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1933, Madrid, Imprenta de Galo Sáez, 1933, p. 168.

36 IV Congreso Nacional Ordinario del Partido Republicano Radical Socialista. Celebrado en Madrid durante los días 3, 4, 5, 6, 7 y 8 de junio de 1933, Madrid, Imprenta de Galo Sáez, 1933, p. 306.

37 Manuel AzañaDiarios completos, op. cit, p. 235 (Anotaciones 21 agosto de 1931).

 

https://journals.openedition.org/ccec/6331?lang=en

 




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