Ejercer el poder con herencias del pasado: el Partido republicano Radical
Socialista ante la Segunda República española
https://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Republicano_Radical_Socialista
Desde que fundaron el Partido
Republicano Radical Socialista –prrs–
en la cárcel Modelo de Madrid a comienzos de la primavera de 1929, los entonces
conspiradores y presos políticos Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Ángel
Galarza y Benito Artigas Arpón, presintieron que se podía alcanzar algún día la
ansiada República y, por lo tanto, también el poder. La formación del partido
como un instrumento de acción, las conspiraciones en las que habían participado
para derrocar a la Dictadura de Primo de Rivera y a la Monarquía de
Alfonso xiii, cada vez más
débiles, o los acuerdos de unidad con otros grupos republicanos y obreros,
habían dado esperanzas de cambios sustanciales en el panorama político. Ahora bien, cuando el 14 de abril de 1931 se proclamó la
Segunda República española tras unas elecciones municipales en las que venció
la Conjunción Republicano-Socialista en las grandes ciudades, muchos se
mostraron enormemente sorprendidos. La constante oposición en la que se habían
movido desde hacía décadas, la fragmentación y debilidad de los grupos
republicanos durante la Restauración o el fracaso de diversos complots, con
cárcel incluida, pesaban demasiado en la conciencia de cada uno. En este sentido, fue el
ya veterano republicano catalán, Domingo, uno de principales líderes del prrs, quien describió muy bien esta
sensación de sorpresa:
No se pensó nunca que unas
elecciones pudieran ser el acto revolucionario definitivo. El acto revolucionario, a nuestro juicio, había de ser el
acto de fuerza, violento. ¿Cómo se produciría? Necesitábase, desde luego, la
colaboración del ejército y de las organizaciones obreras1.
2Ni qué decir tiene que estas palabras de Domingo
describían muy bien ese sentimiento de sorpresa que les había causado a la
mayoría la llegada de la República no a través de un pronunciamiento, sino de
forma pacífica mediante un proceso electoral que, a pesar de su carácter
plebiscitario, no dejaba de ser municipal y administrativo. Dichas palabras fueron redactadas en 1934, en una obra
que tituló La
experiencia del poder. En ella, el político catalán reflexionaba
sobre sus actuaciones políticas llevadas a cabo durante la Dictadura y en el
Primer Bienio republicano entre abril de 1931 y noviembre de 1933. Por
entonces, Domingo ya había ejercido el poder como ministro, pero, pese a ello,
reflexiones como la mencionada evidenciaban cómo las experiencias de oposición
habían estado y seguían estando muy presentes.
3Cabe destacar también que la razón de comenzar con esta
frase de Marcelino Domingo sirve para poner de relieve cómo los contextos de
oposición y de poder fueron los que mediatizaron la actuación de los miembros
del prrs entre su
fundación en ese año de 1929 y noviembre de 1933, cuando el resultado de las
elecciones generales de ese mes supuso la derrota de republicanos de izquierda
y socialistas. De hecho, fue en ese Primer Bienio
republicano donde el partido jugó un papel de notable importancia en el devenir
de los gobiernos de coalición republicano-socialistas. En este escenario de
ejercicio de poder el prrs no
fue solo clave por los cargos gubernamentales que tuvo que desempeñar
–ministerios, direcciones generales, gobiernos civiles, alcaldías y
concejalías–, o por su destacado peso parlamentario en las Cortes
Constituyentes con 55 diputados, sino también por un comportamiento político
caracterizado por constantes individualismos de los miembros del partido y las
escisiones internas. Este último rasgo, provocado en no pocas de sus
coordenadas por el arrastre de herencias del pasado no superadas, fue un factor
de peso para la derrota de las izquierdas en esas elecciones de 1933 y para la
desaparición del partido pocos meses después2. Por ello, reflexionar sobre la
breve historia de existencia del prrs,
aproximadamente tan solo seis años, con todos los matices que la rodearon y en
particular esas divisiones, supone abordar numerosas cuestiones o escalas desde
sus orígenes hasta el final de su existencia.
4Así, para empezar,
cabría destacar cómo los fundadores del partido trazaron unos objetivos para
atraer a más gente a las filas de la nueva formación política. El primero de
ellos se centraba en tratar de organizar un partido que fuese la vanguardia de
la izquierda republicana. Tal y como decía el manifiesto fundacional: «que no
sólo proclame lemas republicanos, sino que afirme soluciones republicanas y no
sienta en la acción vacilaciones ni veleidades girondinas». Y, la segunda de
esas metas, organizar el partido de tal forma que evitase cualquier caudillismo
o liderazgo personal. En definitiva, superar una lacra presente en el viejo
republicanismo histórico que se consideraba causa de la mayoría de las rupturas
de los grupos republicanos y de su evidente debilidad. Baste mencionar sobre
este último aspecto algunas de las palabras reveladoras del manifiesto
fundacional:
El Partido Republicano
Radical Socialista proscribirá todo caudillismo. Más que la consciente y firme adhesión incondicional a
las ideas ha sólido buscarse en los partidos populares la adhesión incondicional
a las personas. De ahí que los caudillajes, ya demagógicos y turbulentos, ya
astutos y apicarados, con que tantas veces se ha enturbiado la acción de las
democracias. En los países de nuestra raza principalmente, el profeta, el
condotiero y el caudillo no han dejado espacio para el líder. Las multitudes
ávidas y crédulas, han rodeado siempre al taumaturgo y lo han esperado todo del
prodigio. En nuestro meridionalismo, revolución y milagro han sido sinónimos
durante mucho tiempo. Y es todavía entre nosotros el mesianismo como un
vestigio del individualismo ancestral. [...]. Lo único que [...] interesa es la
afinidad de las ideas, base de las agrupaciones políticas que tienen vida
propia con independencia del penacho más o menos efímero de los jefes3.
5Con este panorama, el primero de esos fines trató de
conseguirse mediante la elaboración de un ideario que recogía puntos
doctrinales característicos del republicanismo español. Así, destacaba, entre
los aspectos más importantes, por su anticlericalismo, con la defensa de un
Estado y una enseñanza laicos; por una articulación federal del territorio
–recogiendo la vieja reivindicación del republicanismo catalanista–y por una política
social, jurídica y económica intervencionista de carácter avanzado, en algunos
aspectos casi socialistas. No obstante, para distinguirse del Partido
Socialista Obrero Español –psoe–,
el nuevo partido definía su socialismo como pragmático, liberal, solidario,
«sin dogma y sin catástrofes», diferente al tradicional concepto de lucha de
clases del marxismo ortodoxo. Como es sabido, en líneas generales, el
republicanismo, desde finales del siglo xix,
siempre había cuestionado este postulado –muy arraigado en el socialismo
español– defendiendo la tendencia revisionista de Edouard Bernstein y uno de
sus abanderados había sido, ya en sus escritos de juventud, Álvaro de Albornoz4.
6Para el segundo de
los objetivos, evitar cualquier caudillismo o personalismo político dentro del
partido, se intentó dotar a la nueva formación de una estructura interna de
carácter democrática donde, teóricamente, todos los cargos debían ser
«amovibles y responsables». Además, dentro de esta organización, debían
celebrarse congresos nacionales para tomar decisiones de manera conjunta con la
participación y voto de los representantes de las agrupaciones locales del
conjunto nacional; y tenía que existir un control del número y de las
cotizaciones de afiliados que sustentase económicamente al partido con el
objeto de evitar las tradicionales formas personalistas de hacerlo. Es decir,
que el partido no fuese una empresa privada o una caja de resonancia mantenida
y dirigida por una determinada personalidad.
7Conviene destacar, en relación a esta estructura
organizativa aunque también en lo referente al ideario, que el prrs español se inspiraba, a
grandes rasgos, en el Parti républicain, radical et radical socialiste, el
principal partido de la Tercera República francesa desde su fundación en el
París de 19015. Esta formación política, clave en bastantes gobiernos y
con un siempre notable peso parlamentario, se aproximaba más a una organización
de masas con medios de difusión y militantes que cotizaban y también había sido
referencia, al menos desde un punto de vista ideológico, años antes, para
Alejandro Lerroux y su Partido Radical. Ahora bien, había más aspectos que
atraían de esta formación a hombres como Marcelino Domingo y Álvaro de
Albornoz. Por ejemplo, la
fidelidad a los recuerdos de la Revolución francesa, pese al carácter cada vez
más centrista del partido por su participación gubernamental; su táctica de
alianzas electorales con los socialistas que había dado lugar al Cártel des gauches para
las elecciones legislativas de 1924; y también la atracción que despertaban
algunos líderes de peso como, por ejemplo, Joseph Caillaux y, sobre todo,
Edouard Herriot. De hecho, para Domingo, dentro de todo un universo de «hombres
representativos» admirados, este último «caudillo francés» era su principal
ejemplo por personificar al «cirujano de hierro» de Joaquín Costa o por poseer
un alma donde convivían «la reciedumbre irreductible de Bismarck y la dulce
bondad de San Francisco de Asís»6.
8Es evidente que esta profunda admiración por el liderazgo
de políticos como Herriot entraba en contradicción con ese anticaudillismo que
el prrs español situaba
como uno de sus estandartes principales en su organización. Pero la
sacralización, desde siempre, de los principales prohombres del republicanismo
español o francés, tales como Salmerón, Castelar, Pi y Margall, Lerroux,
Melquíades Álvarez, George Clémenceau o el propio Herriot, entre otros,
evidenciaba como el peso del caudillismo impregnaba de raíz a la mayoría de
republicanos. La cuestión fundamental era si serían capaces
de superarlo.
9En cualquier caso,
ambos objetivos mencionados, ese ideario que debía situar al partido en la
vanguardia del republicanismo y el anticaudillismo, fueron un atractivo de peso
para la aproximación al grupo fundador de la cárcel de una serie de
personalidades que vieron en el partido un posible espacio político en el que
emerger a nivel local y nacional con toda una serie de intereses personales,
además del objetivo general de acabar con la monarquía. Y es que el prrs supuso, al menos en sus inicios,
una esperanza en las trayectorias políticas de una variedad de hombres y
algunas mujeres que fueron articulando los cuadros del partido. Unos cuadros
que fueron principalmente de clase media, con el predominio de periodistas,
escritores o abogados, y entre los que destacaban personalidades diversas, por
recorrido político, origen social y hasta edad, como, entre otros muchos: Juan
Botella Asensi, Félix Gordón Ordás, Eduardo Ortega y Gasset –quien había sido
diputado liberal por el distrito de Coín entre 1910 y 1923–, Fernando Valera,
Leopoldo Alas Argüelles, José Salmerón, Emilio Baeza Medina, José Moreno
Galvache, Francisco López Goicoechea, Vicente Sol, Emilio Palomo, Mariano
Joven, Luis Bagaría, y otros más jóvenes como José Díaz Fernández, Joaquín Arderius
o los temperamentales José Antonio Balbontín y Joaquín Pérez Madrigal7. Además, entre estos cuadros,
también destacaron mujeres de élite, próximas a la Institución Libre de la
Enseñanza, con ansias de transformaciones de diferente índole en el panorama
nacional, como fueron Catalina Salmerón y, sobre todo, Victoria Kent, a pesar
de ser casos aislados en un prrs siempre
masculinizado y que no contó con una organización sólida de agrupaciones
femeninas8.
10La procedencia variada de estos cuadros radicales
socialistas, de este personal político, hacía, por ende, del prrs un partido de aluvión. Característica de suma importancia y a la que, desde
luego, también contribuían unas fragmentadas bases del partido formadas por la
emergencia de agrupaciones locales en zonas como Tarragona, Asturias, Alicante,
Málaga, Zamora, Soria, Almería o Zaragoza. Es decir, escenarios provinciales y
locales, donde ejercían un liderazgo entre redes de lealtades del panorama
local republicano hombres como, por ejemplo, Domingo, para el caso de Tarragona
o Zaragoza, Albornoz en el contexto asturiano, Galarza en Zamora y Artigas en
Soria.
11Ahora bien, por lo que respecta a los principales hombres
del prrs, fundadores y
cuadros mencionados, la creación del partido también se debió a una cuestión
fundamental: evitar el liderazgo de Alejandro Lerroux en el panorama
republicano. La creación del prrs entre
febrero y marzo de 1929 y su escisión de Alianza Republicana en julio de ese
año se debieron a varios factores. En
primer lugar, fue una respuesta a su liderazgo y a la excesiva influencia de su
Partido Radical entre los grupos republicanos dentro de la dinámica del proceso
conspirador. Cabe destacar que en estas incompatibilidades con Lerroux había
diferencias tácticas como su excesiva aproximación a monárquicos y militares.
Por otra parte, Lerroux ya no tenía la significación revolucionaria y
filo-obrerista que había tenido a principios de siglo, sino que era visto como
un viejo político corrupto y conservador al que había que relevar9. Esta percepción estuvo
muy presente en el pensamiento de los principales hombres que formaron el prrs, muchos de los cuales habían
pertenecido al Partido Radical en su juventud –Albornoz, Artigas Arpón, Botella
Asensi o Gordón Ordás– o habían mantenido una abierta rivalidad con el viejo
caudillo radical en contextos geográficos determinados –por ejemplo, Domingo en
Cataluña con el Partido Republicano Catalán y otras formaciones anteriores.
12La gran mayoría pues de los líderes y cuadros radicales
socialistas tuvieron motivos para formar el prrs. El mero hecho de
lograr una mayor relevancia política o aspiraciones personales pasaba por
fundar un partido y apartarse a tiempo de una de las figuras más veteranas del
republicanismo, Lerroux. Su figura, a pesar de haber sido admirada y alabada
por ellos en su juventud, ahora la consideraban obsoleta y reaccionaria, al
igual que la de otros viejos republicanos como el líder del Partido Reformista
Melquíades Álvarez. Además, eran personalidades que también pertenecían a una
generación anterior dentro del republicanismo y había una necesidad de relevo
generacional como ellos mismos habían hecho en sus inicios con los viejos
prohombres de la Primera República de 1873 tales como Nicolás Salmerón. No puede olvidarse que
Lerroux y Álvarez habían nacido en la década de los sesenta del siglo xix, mientras que los radicales
socialistas, en su mayoría, en las décadas de los ochenta y noventa.
13Esta necesidad
entonces de relevo generacional o evitar a los viejos jefes de republicanos por
aspirantes más jóvenes no era entonces nueva. Lerroux, lo había hecho con
Salmerón en 1906 y ahora lo hacían algunos radicales socialistas con él. Sin
embargo, lo que sí fueron auténticas novedades o desafíos una vez proclamada la
Segunda República española el 14 de abril de 1931 fueron: primero, intentar
organizar el partido a nivel nacional de la mejor manera posible, evitando
liderazgos marcados y unas bases excesivamente fragmentadas e independientes;
y, segundo, ejercer con pragmatismo y responsabilidad una serie de cargos
gubernamentales e institucionales sin apenas experiencia después de haber
estado años en una oposición permanente. Es decir, cambiar de forma radical los
papeles que habían interpretado desde hacía décadas moviéndose en un escenario
muy distinto al de la oposición. Y es que ese nuevo escenario a partir de abril
de 1931, para un nutrido grupo de radicales socialistas, estuvo formado por
ministerios, direcciones generales, escaños parlamentarios en las Cortes
Constituyentes o gobiernos civiles de provincia. ¿Serían capaces de adaptarse a
los nuevos tiempos y renovar sus experiencias pasadas?
14Para responder a
esta cuestión no solo basta con analizar la gestión de esos cargos de poder de
manera individualizada. Deben de tenerse en cuenta también las circunstancias
ideológicas y, sobre todo, materiales en que dichos cargos se gestionaron. En
este sentido, si bien no fueron pocas las buenas intenciones e intentos
reformistas de la nueva democracia republicana para acabar con el atraso
político, económico, social y cultural que arrastraba el país, tampoco lo
fueron la avalancha de problemáticas a las que se tuvo que enfrentar. Entre las más
destacadas: el paro derivado de los efectos de la crisis económica con sus
correspondientes huelgas y conflictos sociales; la hostilidad del tradicional
bloque de poder oligárquico a las reformas republicanas por poner en peligro su
estatus económico e influencia social; las relaciones de poder en las que se
sustentaba el caciquismo a escala provincial y local; la debilidad de los
partidos republicanos; la herencia de una burocracia obsoleta para el
funcionamiento rápido y eficaz de los aparatos de poder; y, desde luego, un
contexto internacional marcado por la crisis de la democracia parlamentaria y
el auge de los fascismos10.
15Ahora bien, dentro
de todos estos problemas, siempre las huellas de la Restauración y de la
Dictadura, las herencias del pasado, fueron profundas a pesar del cambio de símbolos
y de intenciones reformistas. Y, en el caso del prrs,
esas huellas se notaron muy pronto. Por
ejemplo, los dos ministerios iniciales que ocuparon Albornoz y Domingo
respectivamente hasta diciembre de 1931, es decir, Fomento e Instrucción
Pública, se enfrentaron a la problemática de una burocracia lenta y relajada en
sus modos, herencia, desde luego, de la praxis cargada de arbitrariedad que
había imperado durante la etapa monárquica. Les ocurriría lo mismo cuando, a
partir de diciembre de 1931 hasta julio y septiembre de 1933, ocuparon
respectivamente Justicia y Agricultura, Industria y Comercio11. A pesar de las buenas intenciones
de «sembrar España de Escuelas» en Instrucción Pública, de acabar con «las más
escandalosas orgías financieras de la Dictadura» en Fomento, de terminar con
«la propensión innata del juez al viejo procedimiento o de «realizar la ansiada
reforma agraria» en Agricultura, más de una vez, compararon sus ministerios
como «covachuelas donde una burocracia parasitaria» podía paralizar y corromper
la vida nacional12. Toda una problemática que la prensa también se hacía eco:
Es imposible que
ministros, subsecretarios, directores generales y aun otras autoridades
inferiores se enteren de todo cuanto firman. Son muchos los asuntos que tienen que despachar
diariamente y muy numerosas las visitas que tienen que recibir. Ello les obliga
a tenerse que confiar más de lo conveniente en los jefes de los distintos
servicios. [...] No basta que esos funcionarios sean honrados y de recto
proceder: aun no tratando de engañar, sino de cumplir bien su cometido, pueden
ser perjudiciales. Ni que decir tiene el daño que pueden realizar si son
malintencionados y procuran hacer cometer picias e injusticias a sus superiores13.
16Esta realidad no cambió para los directores generales.
Entre los más importantes: Ángel Galarza como director general de Seguridad y
Victoria Kent como directora general de Prisiones14. Ambos heredaron también un personal obsoleto que
intentaron modificar. En el caso de Galarza, el principal problema residió en
los medios de coerción. Ceses de antiguos cargos policiales y la creación de la
Guardia de Asalto para evitar los métodos represivos de la Guardia Civil,
fueron algunas de sus iniciativas de mayor importancia para afrontar huelgas y
desórdenes públicos de grupos sindicalistas o monárquicos15. Asimismo, Kent, intentó sustituir
el viejo personal penitenciario represivo y sin cualificar a través de una
serie de medidas que trataron de humanizar y mejorar las condiciones de las
prisiones16. Pero, pese a sus medidas, ambos no
pudieron acabar, en líneas generales, con los viejos problemas del pasado
deteriorándose su imagen pública de manera significativa, también dentro de las
filas del prrs.
17El continuismo de los viejos modos tradicionales también
se iba a dar en otro centro operativo de gran importancia y alcance para la
estabilidad de la República: los gobiernos civiles en provincias. Ese continuismo no solo fue debido a que los gobernadores
civiles tuvieron que actuar a nivel provincial y local con los aparatos de
orden público del anterior régimen, sino que también se apreció en el
nombramiento y proceso de elección de los propios gobernadores. De hecho, el
«enchufismo» y los modos clientelares de efectuarse dicha elección fueron la
pauta general seguida a pesar de la ruptura que quería mostrar el régimen
republicano frente a este tipo de prácticas del “pasado”. Para los heterogéneos
partidos republicanos que participaron en los gobiernos del Primer Bienio
republicano, conseguir el mayor número posible de puestos de gobernadores fue
una obsesión de primer orden. Los intereses provinciales y locales, con su
influencia en procesos electorales y en el crecimiento de agrupaciones locales,
dependían de la existencia de un determinado gobernador afiliado a un partido
concreto o relacionado con un ministro. Y, a pesar de las abundantes
declaraciones dadas por diferentes gobernadores sobre la imparcialidad de su
gestión, los intereses partidistas fueron la gran prioridad en más de un caso17. En este sentido,
según el entonces ministro de la Gobernación de la II República, el republicano
conservador Miguel Maura, «Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz disponían de
una clientela sencillamente única e indescriptible», y, además, sobre los
gobernadores radicales socialistas:
Se precisaba recompensar
los innumerables servicios prestados a la causa republicana durante tantos y
tantos años de oposición, y se consideraba natural que fuesen las provincias el
vertedero de esa pléyade de “beneméritos”. [...]
¿Qué concepto de autoridad y del mando podían tener unos
sujetos que desde que nacieron no habían visto ni oído otra cosa que revueltas,
conspiraciones, cuarteladas, huelgas, motines; y respirado odio contra la fuerza
pública, contra las autoridades y contra todo lo constituido? ¿Cómo iban a
pasar de pronto al otro lado de la barricada para representar y ejercer lo que
siempre había odiado? [...]
18La flor y nata me
venía del campo radical-socialista. Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz
disponían de una clientela única e indescriptible. Claramente se veía que a ese partido
habían ido a parar los viejos elementos tradicionalmente rebeldes a lo
constituido18.
19Independientemente de esta valoración, influida por la
lejanía en el tiempo –estas reflexiones las escribió Maura alrededor de 1961– y
por un criterio más conservador que el de los radicales socialistas a la hora
de orientar la gestión gubernamental, lo cierto es que el prrs y sus gobernadores se vieron
afectados tanto por esos hábitos del pasado –ese clientelismo–, como por la
dificultad que conllevaba pasar de la oposición al poder. En este sentido, toda una serie de problemáticas locales,
violentos conflictos sociales y acusaciones de caciquismo a las que tuvieron
que enfrentarse muchos de los gobernadores radicales socialistas, demostraron
esta dificultad. Algo que se vio, por citar algunos ejemplos, muy bien en periódicos
como El
Socialista, diario que criticó las gestiones de la mayoría de
gobernadores, catalogándolos de forma despectiva y en líneas generales como
«poncios», «virreyes del pasado» o «caciques con gorro frigio» por, entre otras
variables, su influencia en procesos electorales, su inhibición ante los
sectores patronales más hostiles a la República y su excesivo celo en reprimir
de forma tajante las demandas de las organizaciones obreras19.
20Hubo, desde luego, muchas casuísticas diferentes por lo
que se refiere a los gobernadores. Gestiones
más o menos acertadas, perfiles de gobernador más o menos represivos y
provincias con diferente grado de inestabilidad social donde contaron con un
mayor o menor apoyo de las organizaciones republicanas y obreras. Pero la dificultad en el
ejercicio del poder demostraba, por ende, que a pesar de los intentos
reformistas que trató de realizar la República, los elementos de continuidad
arrastrados de la etapa monárquica pasaban gran factura a los gobiernos del
Primer Bienio y también al prrs. Ahora bien, hay que resaltar cómo también, en la mayoría
de los casos, la inexperiencia en el ejercicio del poder jugó un papel muy
importante. En este sentido, Domingo y Albornoz como ministros, los directores
generales y, como se ha visto, los gobernadores civiles, recibieron numerosas
críticas por sus gestiones. Baste como ejemplo también mencionar que personalidades
de la talla de Manuel Azaña siempre cuestionaron de forma muy dura la actuación
de ambos ministros y del prrs en
su conjunto llegando a tacharlo como un partido lleno de «gentes díscolas y
arrebatadas»20.
21Apreciaciones negativas como ésta del entonces ministro
de Guerra y Presidente de varios gobiernos de ese Primer Bienio revelaban
también las características fundamentales de la evolución interna del prrs: los individualismos de la gran
mayoría de sus miembros sin lograr una posición conjunta como partido y las
críticas a aquellos que ocuparon cargos gubernamentales aunque fueran
compañeros de filas dentro del partido. En
definitiva, rasgos que dejaron lo suficientemente claro cómo los radicales
socialistas fueron incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos y de cambiar sus
viejas experiencias pasadas de caudillaje y de oposición.
22Mas esta evolución
era de esperar. A pesar del atractivo anticaudillista –o antilerrouxista–, las trayectorias
políticas anteriores a la República de los hombres del prrs se habían forjado y
desarrollado en “micromundos” diferenciados o distintos escenarios locales con
unos personalismos muy evidentes. A lo
que se añadía un factor esencial en su mentalidad política: la influencia de
los principales resortes de la ley electoral de la Restauración. Esta ley, con
sus distritos uninominales siempre les había dado una independencia y un
elector concreto y localizado al que se habían ganado durante años. Por ello, el hábito del
caudillaje con todo lo que suponía, prácticas clientelares entre lealtades muy
concretas, estaba demasiado arraigado en los comportamientos políticos para
poder superarlo con una carcasa como era el prrs y con una nueva legislación electoral republicana
cuyos cambios principales consistieron en hacer, frente a los distritos
uninominales, las circunscripciones plurinominales de la Restauración, las
grandes ciudades, territorio electoral a nivel nacional, y un sistema de
mayorías y de minorías en la asignación de escaños –donde a las primeras
correspondía el 80% de los mismos y a las minorías el 20 %, pese a una
diferencia mínima de votos21.
23Haciendo un breve recorrido por todas las problemáticas
que sufrió el prrs hasta
su desaparición, para empezar, ya la manera indefinida en la que surgió el
partido en la cárcel Modelo de Madrid con toda esa atmósfera de conspiración y
secretismo que lo rodeó provocaron los primeros roces con los miembros
fundadores. Una nota aparecida a finales de junio de 1929
en La
Libertad, asoció el origen del nuevo partido solo a la figura
de Domingo y no al resto de fundadores. Problema que se acentuó poco más tarde
cuando otra nota vinculó ese origen, tanto al político catalán como a Albornoz
puesto que ambos eran los que habían cosechado mayor fama previa al haber sido
diputados a Cortes en los años diez y veinte22. El no dejar claro el
«origen colectivo» del prrs a
ojos de muchos otros miembros, como Artigas y Botella Asensi, provocó, bajo su
punto de vista, la existencia de cara a la opinión pública no solo de un
caudillo, sino de dos. Como dijo Botella
Asensi, en el Congreso del partido en Santander a finales de mayo de 1932,
existía
el propósito de que de
ninguna manera pudiera aparecer nuestro Partido ante la opinión bajo la égida
de ningún caudillo; queríamos que fuera una organización democrática de
colaboración de todos los valores compatibles con la afinidad que nosotros nos
proponíamos. […] Y todas las precauciones que habíamos tomado para no incurrir
al vicio del caudillaje de los Partido republicanos históricos, las vimos
malogradas en un momento por esta iniciativa, que yo debo calificar, de Don Marcelino
Domingo. […] Pero llegó un momento en que el señor
Albornoz se acomodó a ser caudillo también ¿Cómo fue esto? Pues esto fue en los
días que empezó la conspiración en España […] ¡Y como no queríamos caudillos, nos
encontramos con dos caudillos desde el primer día! 23
24Este roce inicial por liderazgo no fue el único problema
antes de proclamarse la Segunda República. Las negociaciones del prrs con el resto de grupos
republicanos estuvieron salpicadas de problemas ya desde el momento de elegir a
los principales miembros que debían llevarlas a cabo. En todo un juego de afinidades y lealtades, fue clara la
exclusión de Botella por Domingo y Albornoz para la reunión de San Sebastián en
favor de Galarza. Algo que fue debido a las constantes críticas de Botella al
ritmo de la organización republicana y a su relación con el movimiento obrero.
De hecho, un sector encabezado, además de por el propio Botella, por José
Antonio Balbontín o Joaquín Arderius, siempre, desde el principio de la
fundación del partido, hizo gala de un mayor extremismo derivado de su interés
por convertirse en representantes políticos del movimiento obrero
anarcosindicalista y comunista. Toda una intención que, pese a tener su razón de ser en
la cantera de votos que podían obtener del obrerismo o en la simpatía hacia la
Rusia soviética, evidenciaba también cómo era incapaces de arrastrar el
mesianismo redentor del viejo republicanismo.
25Estas tensiones, dadas ya en los últimos meses de vida
del régimen monárquico, pudieron ser calmadas por el objetivo de unir fuerzas e
intereses comunes para alcanzar la soñada Republica. Sin embargo, una vez
llegada ésta y con el desafío de la gestión gubernamental en las manos, las
disputas dentro del prrs no
hicieron más que aumentar, evidenciándose el escaso pragmatismo de los
radicales socialistas en un momento histórico de cambio. En este sentido, las Cortes Constituyentes y los
Congresos del partido fueron los dos escenarios principales donde se vieron
todas las divisiones, rupturas, apetencias personales y, sobre todo, la
fragilidad del partido.
26En realidad, en ese primer escenario de las
Constituyentes, la actuación de los 55 diputados de la minoría del prrs –es decir, la tercera fuerza
parlamentaria, sólo superada por el psoe con
115 diputados y el Partido Radical con 93– estuvo marcada, dada la
inexperiencia parlamentaria de muchos diputados, por la combatividad, la falta
de control por parte de los dos ministros, la indisciplina y las
interrupciones. De hecho, esta actuación fue muy corriente,
hasta tal punto que recibieron el sobrenombre de «jabalís» o se les llegó a
comparar con una «olla de grillos». Y, de igual modo, emergieron personajes con
marcados rencores acumulados como Pérez Madrigal, personaje extravagante,
desvergonzado y alocado, cuyo mordaz sentido del humor, violentas protestas y
numerosas interrupciones, provocaron risas pero también más de un escándalo24.
27Ni qué decir tiene este tipo de comportamientos
desprestigió a la minoría del prrs a
los pocos días de la apertura de las Cortes Constituyentes en el verano de
1931. Ahora bien, conviene destacar que tuvo muchas
causas además de la inexperiencia, las ganas de obtener popularidad por parte
de algunos diputados o rencores acumulados que les llevaban por el derrotero de
la indisciplina y la intransigencia con un discurso combativo y demagógico. Una
de ellas, esencial, fueron los intereses locales en sus respectivas provincias
por encima de una visión de las cosas, con mayor pragmatismo, en clave
nacional. En este sentido, además de Domingo cuando fue ministro de
Agricultura, fue Albornoz, al frente de Fomento, quien se vio en un mayor
número de ocasiones puesto contra las cuerdas por sus propios compañeros cuando
le reclamaban mayor atención y fondos para paliar el paro obrero en sus
respectivas provincias a través de obras públicas. Por ejemplo, en una de las
sesiones parlamentarias, frente a los reproches vertidos por el diputado
radical socialista, José Ballester Gozalvo, sobre la situación de crisis de
trabajo en su circunscripción de Toledo, Albornoz fue categórico con unas
palabras que mostraban el choque frecuente entre las visiones locales, algunas
de puro campanario, con la praxis gubernamental de carácter nacional:
Yo no desconozco que
cada uno de los Diputados que se sientan en esta Cámara representa a una
provincia o a una circunscripción, y es natural que en su gestión, aun en estas
Cortes de índole constituyente, procuren servir los intereses materiales de sus
distritos o circunscripciones. Yo no
puedo desconocer esto, y por lo tanto, no puedo encontrar censurable el noble
pugilato a que se entregan los Diputados de todas las provincias, abrumando a
los Ministros con todo género de peticiones referentes a su respectivo
departamento; pero esos Diputados, a su vez, no pueden menos de reconocer que
el Ministro de Fomento es el Ministro de toda España, y que, sin perjuicio de atender
los intereses materiales de todas las provincias y de todas las
circunscripciones, no cumpliría su deber si no pensara, ante todo, en el
interés nacional, interés nacional que tiene perfecto derecho a invocar ante
vosotros, desde el momento en que, al mismo tiempo que representantes de una
provincia o circunscripción, sois representantes de toda la Nación, del país
entero, para que os hagáis cargo y os deis cuenta de la situación en que
necesariamente tiene que actuar el Ministro cuando de todas partes se plantean
peticiones de obras públicas, en momentos en que el Tesoro se encuentra en la
situación que todo el mundo sabe, a consecuencia de una desastrosa política, de
la cual nosotros no podemos ser de ningún modo responsables25.
28Por otra parte, en los Congresos del partido, siempre
controvertidos, se dieron las tres rupturas más importantes que acabaron siendo
letales para la existencia del prrs26. La primera de ellas, fue la
llevada a cabo por Balbontín a finales de mayo de 1931 en Madrid al declarar la
incompatibilidad electoral del prrs con
la Derecha Liberal Republicana. De esta ruptura surgió una versión más
izquierdista del prrs: el
Partido Social Revolucionario o Partido Republicano Radical Socialista
Revolucionario. Formación encabezada por el propio Balbontín y que en febrero
de 1933 se adhirió a la III Internacional Comunista27. Días antes de esta escisión, Balbontín había escrito un
artículo de prensa titulado «La
responsabilidad de los partidos republicanos de izquierda». Escrito
que dejó claro cómo el ejercicio del poder comenzaba a pasar factura:
Si el republicanismo de izquierda se
hace demasiado ministerial, demasiado transigente con las supervivencias
monárquicas, demasiado benévolo con las debilidades del Gobierno; si […]
aparece en todo momento ante los ojos del pueblo tan semejante a la derecha
liberal republicana como una gota de agua a otra [...] en muy breve tiempo
media España será comunista y la otra media habrá perdido por completo la fe
política. […] Estas apetencias apremiantes del pueblo
no pueden ser confundidas con la llamada “locura comunista”. Están reflejadas en los
programas de los partidos republicanos de izquierda, y de un modo singularmente
adecuado en el ideario del partido radical socialista28.
29La segunda escisión, se produjo a finales de mayo y
principios de junio de 1932 con la expulsión del partido de Botella Asensi y
Eduardo Ortega y Gasset. Las causas principales de dicha expulsión fueron sus
críticas a Domingo y Albornoz por la gestión en sus ministerios y por haber
participado en un gobierno conservador como lo había sido, según ellos, el
primer Gobierno Provisional entre abril y octubre de 1931; sus censuras a
Galarza por haber estado al frente de la dirección de Seguridad; y sus
intervenciones parlamentarias individualizadas y escandalosas sin seguir las
directrices marcadas por la Minoría del prrs.
A raíz de aquella expulsión Botella y Ortega crearon la Izquierda Radical
Socialista –irs29. De nuevo otra versión del partido
que suponía para los propios escindidos el verdadero ideario radical
socialista, la verdadera interpretación de la doctrina del partido.
30Ahora bien, en el
Congreso de Santander, donde se produjo la ruptura, salieron a la luz rencillas
personales procedentes de la época en que se fundó el partido y todas las
problemáticas que afectaban a sus estructuras por ese ejercicio del poder. Por
ejemplo, en torno al tema de Galarza, la problemática principal derivaba de
que, además de considerar su cargo de director de Seguridad incompatible con el
ideario del partido, no se admitía que un radical socialista hubiese estado
bajo las órdenes directas de un ministro de la Gobernación de la Derecha
Liberal Republicana como entonces era Maura. No se concebía que un radical
socialista tuviese el mismo concepto de orden público que un conservador de
pasado monárquico y mucho menos después de los abusos policiales padecidos durante
la conspiración en la Dictadura y antes de ella.
31Es evidente que
esta controversia era otro ejemplo de la dificultad de escapar de las propias
experiencias vividas. Así, Galarza, en su defensa, destacó la problemática que
le había supuesto la herencia de unos medios de coerción obsoletos y represivos
–como lo eran los de la Guardia Civil– o su intento de rectificar ese legado
con la creación de la Guardia de Asalto como nuevo cuerpo policial. Pero, además, también señaló la dificultad de aplicar medidas
coercitivas por su pasado conspirador y «haber [...] convivido en la cárcel de
Madrid con hombres sindicalistas y comunistas»:
Y creé los guardias de
asalto. Guardias de asalto a los que […], por algunos
correligionarios, se les considera como fuerzas feroces; guardias de asalto
para sustituir en las poblaciones el máuser por una porra de caucho. [...] ni
uno sólo de los manifestantes que han sido disueltos por los guardias de asalto
ha tenido que visitar una casa de socorro. [...] Las extremas izquierdas, de
los comunistas y de la Confederación Nacional del Trabajo, […] unos, no todos,
ayudaron como pudieron a traer la República, pero con ánimo decidido. ¿No veis
cómo empezaron a actuar al día siguiente de proclamada la República, como no
habían actuado ni un solo día durante la Dictadura? [...] Los unos por ese
ideal suyo de Estado formado por Sindicatos, es decir, de la ausencia del
Estado, y los otros por ver si podían ir al soviet. Pero frente a ese duelo era mi deber
como republicano impedir fraguaran30.
32Explicaciones que no sirvieron a un Botella Asensi que,
en su contestación, fue rotundo:
El problema no es un
problema técnico, es un problema político. No
se trata de ver si desde la Dirección General de Seguridad se puede contener el
movimiento revolucionario con máuseres, con porras o con balas de madera; se
trata de saber si un afiliado del Partido Radical Socialista puede cooperar a
una política que tiene por objeto contener los avances de la Revolución. El Partido Radical Socialista se creó
precisamente para hacer la Revolución. Hacer la Revolución […] no puede
significar que nosotros tengamos que entregarnos a extremismos de ninguna
clase; significa que nosotros hemos de impulsar en vez de detener el movimiento
revolucionario hasta plasmar en la realidad de la vida española el ideario del
Partido Radical Socialista31.
33Junto a esta problemática, la polémica se acentuaba
también porque la agrupación local radical socialista madrileña, tomando un
hecho puntual de orden público en el que se había maltratado a un afiliado por
parte de la Guardia de Asalto, había expulsado a Galarza sin tener en cuenta la
decisión de los órganos directores del partido a nivel nacional –en este caso
el Comité Ejecutivo Nacional y el Congreso Nacional. Esto provocó un problema de grado de autoridad que, a su
vez, manifestó la independencia de las agrupaciones locales respecto a la
cúpula del partido. Es decir, nuevamente, otra herencia del pasado. La solución
a esta independencia por parte de los órganos directivos del partido, aparte de
la depuración de algunos de los miembros de la agrupación madrileña por su decisión,
fue la creación de un Estatuto del partido mucho más centralizado que
controlara la autonomía de las agrupaciones y que tratara de fomentar una mejor
organización en el control de cuotas de sus afiliados.
34Mas el tema de las
cotizaciones siempre siguió ocasionando numerosos problemas y trastornos
mostrando la enorme precariedad del partido. Nunca se supo realmente el número
de afiliados debido a la ocultación de cuotas por parte de las agrupaciones y
también por comportamientos en los que algunas agrupaciones provinciales
intentaban ser las beneficiarias de las cotizaciones de agrupaciones locales
más pequeñas. En estos casos, las cotizaciones de agrupaciones de pequeños
pueblos no llegaban al Congreso Nacional de Madrid. Fernando Valera, tesorero del
partido y director general de Agricultura, explicó muy bien la razón de este
problema:
La razón que motiva
estas ocultaciones es fácil de comprender: está simplemente en la
cotización. El Partido Republicano Radical Socialista,
respondiendo, en esto como en todo, a su organización netamente democrática, es
el primer partido republicano que ha organizado seriamente en España la
cotización nacional. Esta práctica, tan en pugna con nuestras costumbres
políticas, ha encontrado gran resistencia, en parte, por pura rebeldía al pago,
y en parte, por existir Agrupaciones de mísera situación económica. […]. En
todos los tiempos, pero con mayor urgencia en los democráticos, necesitan los
partidos políticos, para desenvolverse, de fuertes cantidades con que atender
las luchas electorales y a la formación de los Secretariados técnicos. Cuando
los partidos no constituyen su fondo por medio de cotizaciones de los
afiliados, han de acogerse en tiempos de penuria y necesidad a la munificencia
de los más hacendados, aceptar su protección y rendirles, por lo tanto, su
independencia, puesto que no sería justo ni honrado negar el agradecimiento
después de haber aceptado la limosna. Constituir, pues, el fondo del
Partido con su propio sacrificio es un deber que imponen por igual la dignidad
y la independencia de la democracia organizada32.
35A esta situación de las agrupaciones derivada de la
influencia del clientelismo y del personalismo ejercido por determinados
políticos, se añadía la propia heterogeneidad de las mismas. Y es que no puede
olvidarse que el prrs tenía
unas bases interclasistas formadas desde gentes procedentes de la Unión
Patriótica de Primo de Rivera hasta afiliados de la CNT33. En definitiva, otro factor de enorme peso para esa
independencia de las agrupaciones con respecto a los órganos nacionales del
partido.
36Por otra parte, en
este Congreso de Santander también se vio de forma muy nítida algo que ya hemos
apuntado: los efectos de la antigua ley electoral de la Restauración. La
dificultad de cambiar la tradicional mentalidad de los localismos cuando los
diputados siempre habían rendido mayores cuentas al elector y a su clientela
que a un partido, a una cúpula y a una organización del mismo. De ahí que la
indisciplina de Botella Asensi y Eduardo Ortega y Gasset en la minoría
parlamentaria fuese también tomada como un pretexto para organizar un nuevo reglamento
de actuación de los diputados. Un reglamento que intentaba sujetarles más a las
directrices de los aparatos centrales del partido. Dicho de otra manera, un
elemento que intentaba garantizar la supremacía del partido con su
correspondiente organización por encima de cualquier personalidad o
individualismo político. Gordón Ordás fue claro en torno a ello:
Si es tiranía, si es
caciquismo pedir que el Partido Radical Socialista actúe como una fuerza
eficaz, sí yo soy cacique y soy tirano, y no me arrepiento de serlo. Yo vivo en un partido político sacrificando a él todo lo
que haya que sacrificar. […] Caudillismo, no; democracia, organización de
partido. […] Porque no son los
distritos ni las provincias, como el señor Ortega y Gasset y el señor Botella
quieren darnos a entender, quienes mandan sobre los Diputados; porque al votar
una provincia a un Diputado, por eminente que sea, no vota al Diputado, sino a
su Partido, y vota al radical socialista, no a don Juan Botella Asensi34.
37A pesar de estos intentos de lograr una mayor unidad de
partido y de formarlo, o de vencer el peso del pasado propiamente dicho, nunca
se logró conseguir la coherencia buscada. Conforme
avanzó el Primer Bienio y se acentuaron las problemáticas derivadas de los
intentos reformistas y del contexto local, el fracaso del proyecto radical
socialista fue total. La última de las escisiones, se dio en
un Congreso extraordinario celebrado en Madrid el 23 de septiembre de
1933. Allí Domingo, favorable
a la colaboración socialista en el Gobierno de Azaña, se separó del prrs ortodoxo, frente a las
posturas de Gordón Ordás o Artigas, contrarios a esa colaboración y afines a un
mayor acercamiento al Partido Radical de Lerroux. Poco después, Domingo, con
otros, formó el Partido Republicano Radical Socialista Independiente –prrsi. Pero, antes, también habían ocurrido hechos de
importancia: la independencia e individualismo de los diputados había dado
lugar a un enfrentamiento entre Minoría parlamentaria y Comité Ejecutivo del
partido por el tema de esa colaboración socialista. El Comité, dominado por
miembros contrarios a esa colaboración, había tratado de imponer un itinerario
político del partido que fue rechazado por un amplio sector de diputados de la
minoría. Los intereses locales de muchos de ellos en sus respectivas provincias
y la mayor afinidad en las coaliciones electorales con socialistas que con
radicales, fueron las causas principales de ese rechazo.
38En todo caso, este
enfrentamiento provocó un golpe dentro de las estructuras del partido que fue
letal en su evolución. El estado fragmentado de los distintos grupos radicales
socialistas y las características de la ley electoral republicana cuyos
peligros no supieron ver y que obligaba a coaligarse con socialistas o
radicales, produjeron la caída final del partido en las elecciones de noviembre
de 1933. De los 55 diputados que
había tenido el prrs en
las Constituyentes pasó a tan sólo 3, iniciándose la desaparición definitiva de
las facciones radicales socialistas meses después con la formación de Izquierda
Republicana y Unión Republicana. Partidos que, pese a albergar a la mayoría de
los antiguos integrantes del prrs –si
bien muchos ya en un papel secundario-, no fueron caladeros para todos ellos.
Por ejemplo, además de Balbontín en el pce,
Galarza siguió su trayectoria en el psoe y
Pérez Madrigal, uno de los casos más controvertidos, en el Partido Radical
primero, en la ceda después
y, a partir del 18 de julio de 1936, apoyando a los sublevados franquistas
contra la República. Es decir,
adaptándose a todo a aquello que le permitiese su superviviencia material y
política.
39Siendo así las
cosas, como última reflexión, cabría señalar, de nuevo, que el principal disolvente
del partido fueron los individualismos debido a la herencia del viejo
republicanismo y de los marcados localismos causados por una España muy rural
y, sobre todo, por la influencia de los viejos distritos uninominales en la
praxis electoral y política. De hecho, en aquel Congreso de esa última ruptura, Gordón
dijo: «ven en nosotros a un conjunto de hombres anárquicos, incapaces de
someterse a una disciplina interna» 35. Asimismo, poco antes, en otro de esos Congresos, había
dicho:
[…]
es preciso que los partidos democráticos estemos constantemente vigilantes para
que en la democracia republicana no se creen mitos alrededor de las personas
[…], dentro de los partidos también se pueden formar mitos alrededor de algunas
personas, y debemos de vigilar con exquisito cuidado para que jamás ese mito
arraigue dentro de un partido republicano36.
40Alusiones como ésta –en las que, desde luego, cabe
preguntarse hasta qué punto Gordón con sus palabras no trataba de seguir
creando su propio mito–, o la siguiente de Domingo, realizada en una entrevista
con Azaña el 21 de agosto de 1931, en la que situaba su trayectoria individual
por encima de la del prrs,
pusieron de manifiesto cómo la fatal herencia del pasado se arrastró durante la
Segunda República. Así Domingo, llegaba a decir: «Uno no ha sido
criado a los pechos de ese partido. Lo que uno es no se lo debe al partido, al
contrario, es uno el que ha dado al partido lo que uno tiene. De manera que puedo
mandarlos a hacer puñetas»37. Desde luego, con palabras así, el
político catalán situaba su recorrido político pasado, su peso en el
republicanismo, su fama, su liderazgo entre una serie de lealtades forjado
gracias a sus pasados triunfos electorales en el distrito de Tortosa y en el
escenario catalán desde 1914, por encima de un prrs. De un prrs que
no fue más que una débil estructura de un conjunto de personalidades que, en
realidad, tampoco dejaron de ser eternos aspirantes a caudillos y que vieron en
la Segunda República todo un nuevo escenario de posibilidades más que un
momento histórico trascendental y de esperanza que requería altura de miras,
inteligencia, pragmatismo y, tal y como afirmaba Azaña, vencer aquellos
«resabios» que los años pasados dejaban para su consolidación.
Notes
1 Marcelino Domingo, La experiencia del poder, Madrid,
Tipografía de San Quemades, 1934, p. 29.
2 Hasta ahora, la única
monografía sobre la trayectoria general del prrs en la II República, dentro de la evolución
conjunta de la izquirerda burguesa republicana, era la de Juan Avilés Farré, La izquierda burguesa en la II
República, Prólogo de Javier Tusell, Madrid, Espasa-Calpe,
1985 [Redición, La
izquierda burguesa y la tragedia de la II República, Madrid,
Comunidad de Madrid, Consejería de Educación, 2006].
3 El Liberal, (9-ii-1930).
4 Los principales puntos
del programa del prrs pueden
verse en el Manifiesto
del Partido Republicano Radical Socialista «A la democracia republicana
española» –El
Liberal, (9-ii-1930)–
y en el Ideario
del Partido Republicano Radical Socialista, (26-ix-1930)–en Miguel Artola, Partidos y programas políticos 1808-1936, Madrid,
Aguilar, Tomo II, 1969, p. 329-333.
5 La historia de esta
formación y de sus principales mienbros puede verse, por ejemplo, en las
clásicas obras de Jean-Thomas Nordmann, Histoire des radicaux,
op. cit; La
France radicale, Paris, Gallimard coll. Archives, 1977; y
(dir.) Parti
républicain radical et radical-socialiste. Humaniste, laïc, social, européen: le manifeste des
radicaux, Paris, J.-C. Lattès, 1995. También, sobre
todo, en la monumental obra de dos tomos de: Serge Bernstein, Histoire
du Parti radical, Paris, Presses de la Fondation nationale des
sciences politiques, 1980-1981 (Vols. 1 La
Recherche de l'âge d'or. 1919-1926 ; 2. Crise du radicalisme. 1926-1939). Del mismo autor también
puede verse una síntesis en, «Les radicaux», dentro de la clásica obra sobre la
izquierda francesa de dos volúmenes de Gilles Candar et Jean-Jacques Becker (dirs.), Histoire
des gauches en France. Volume
2, «A l'épreuve de l'histoire», Paris, La Découverte, 2004. p. 7-26; Otras
monografías de este partido en: Nicolet,
C. Le Radicalisme,
Paris, Presses universitaires de France, 1983; Baal, G. Histoire
du radicalisme, Paris, La Découberte, 1994; Lévêque, P. Histoire des forces politiques en France
1880-1940, Tome II, Armand Colin, Paris, 1994,
p. 76-128. Asimismo, para los perfiles biográficos de los principales líderes del
partido desde sus orígenes hasta la Quinta República, destaca: Baumont, S. (dir.). Les grandes figures du radicalisme. Les
radicaux dans le siècle. 1901-2001, Toulouse, éditions
Privat, 2001.
6 Referencias sobre la
admiración que despertó el Parti républicain, radical et radical socialiste
como modelo a imitar, aparecen en las obras de Marcelino Domingo, Autocracia y Democracia –
Madrid, Atlántida, 1925–, On
va Catalunya? –Barcelona, Proleg Gabriel Alomar, 1927– y Libertad y Autoridad –Madrid,
Javier Morata, 1928. Por otra parte, las alabanzas a la figura de Herriot por
parte de Domingo aparecen el prólogo que hizo para la traducción castellana de
la obra del político francés de 1919 Creer –
Édouard Herriot, Crear, Prólogo
de Marcelino Domingo, Traducción castellana del Dr. Antonio Balbín y
Villaverde, París-Madrid-Lisboa, Agencia Mundial de Librería, 1927,
p. 8-13.
7 En el manifiesto
del prrs aparecían 86
firmas que mostraban una base social de clase media, ya que sólo un firmante se
definía como obrero. Dentro de esa base social, también había una distinción
significativa entre una mayoría de miembros relacionados con los ámbitos del
derecho, literario, periodístico y de la medicina –había 17 abogados, 12
escritores, 9 periodistas y 9 médicos– con respecto a una minoría ligada al
mundo de los negocios –7 industriales, 6 comerciantes y 6 agentes
comerciales. Conviene destacar que la diferencia con
Acción Republicana de Manuel Azaña radicaba en que este partido era un grupo
claramente intelectual con el predomino de catedráticos, abogados, profesores,
ingenieros y médicos. Por otra parte, los cuadros del Partido Radical de
Alejandro Lerroux estaban formados principalmente por abogados, industriales,
comerciantes y pequeños propietarios y agricultores. Véase, por ejemplo: Juan Avilés Farré, La izquierda burguesa y la
tragedia de la II República, op. cit, p. 50-56;
Eduardo Espín, Azaña en el poder. El partido de
Acción Republicana, Madrid, Centro de Investigaciones
Sociológicas, 1980, p. 287-296; Octavio Ruiz Manjón, El
Partido Republicano Radical 1908-1936, Madrid, Tebas, 1976,
p. 593-596. También, para la trayectoria del Partido Radical durante la
Segunda República: Nigel Townson, La República que no pudo
ser. La política de
centro en España (1931-1936), Madrid,
Taurus, 2002.
8 Cabe destacar como
estudio generalizado sobre las mujeres vinculadas a la Institución Libre de la
Eneñanza en esta época: Mujeres
en vanguardia. La Residencia de Señoritas en su centenario (1915-1936),
Madrid, Residencia de Estudiantes, 2015.
9 Sobre Lerroux resulta
esencial José Álvarez Junco, El Emperador del Paralelo. Lerroux y la demagogia populista, Madrid, Alianza Editorial, 1990.
10 Muchos son los estudios
generales sobre la Segunda República. Entre otros, pueden destacarse: Jean Bécarud, La Segunda República española,
Madrid, Taurus, 1967; Manuel Ramírez Jiménez, Los grupos de presión en la
Segunda República española, Madrid, Tecnos, 1969; Paul Preston, The Coming of the Spanish Civil
War: Reform and Revolution in the Second Republic, London, The
Macmillan Press, 1978 [tr. esp. La
destrucción de la democracia en España. Reacción, Reforma y Revolución en la
Segunda República, Madrid, Turner, 1978]; Manuel Tuñón De Lara, Tres claves de la Segunda
República. La cuestión agraria, los aparatos del Estado, Frente Popular, Madrid,
Alianza Editorial, 1985: Shlomo Ben Ami, The Origins of the Second Republic in Spain, Oxford
University Press, 1978 [tr. esp. Los
orígenes de la Segunda República: anatomía de una transición,
Madrid, Alianza, 1990]; Jordi Palafox, Atraso económico y democracia:
la Segunda República y la economía española, 1892-1936, Barcelona,
Crítica, 1991; Marie-Claude Chaput y
Thomas Gomez, Histoire et mémoire de la
Seconde République espagnole, Nanterre, Université Paris X,
2002 ; Santos Juliá (coord.), República y guerra en España
(1931-1939), Barcelona, Espasa, 2006; Julián Casanova, República y guerra civil,
Barcelona, Crítica-Marcial Pons, 2007: Manuel Ballarín y José Luis Ledesma (eds.), Avenida
de la República, Zaragoza, Cortes de Aragón, 2007; La República del Frente Popular:
reformas, conflictos y conspiraciones, Zaragoza, Fundación Rey del
Corral de Investigaciones Marxistas, 2010; Manuel Ballarín; Diego Cucalón;
José Luis Ledesma (eds.), La Segunda República en la
encrucijada: el Segundo Bienio, Zaragoza, Cortes de Aragón, 2009.
Eduardo González Calleja;
Francisco Cobo Romero;
Ana Martínez Rus; Francisco Sánchez Pérez, F, La Segunda República española, Madrid,
Pasado & Presente, 2015.
11 Domingo y Albornoz
fueron los políticos del prrs que
más tiempo desempeñaron cargos ministeriales. No obstante, hubo otros radicales-socialistas que lo
hicieron también, aunque por un breve periodo de tiempo: Domingo Barnés,
Instrucción Pública (20-VI al 28-XII de1933); Ramón Feced, Agricultura (8-IX al
8-X de1933); Botella Asensi, Justicia (8-IX al 28-XII de 1933); Gordón Ordás,
Industria y Comercio (9-X al 28-XII de 1933); Emilio Palomo, Comunicaciones
(9-X al 28-XII de 1933).
12 Heraldo de Madrid, (9-vii-1932).
13 El Socialista, «El poder de la
burocracia», (13-v-1931).
14 Galarza desempeñó la
dirección general de Seguridad desde mediados de mayo hasta diciembre de
1931. Antes, desde la proclamación de la República,
había sido Fiscal General. Por otra parte, Kent ocupó la dirección general de
Prisiones desde abril del 31 hasta junio de 1932.
15 Puede verse sobre la
creación de la Guardia de Asalto, Miguel Maura, Así cayó Alfonso XIII. De una
dictadura a otra, Madrid, Marcial Pons Historia, 2007,
p. 359-360. También, sobre la problemática de los medios de coerción en
general, puede verse Eduardo González Calleja, «El Estado ante la violencia»,
en Santos Juliá (coord.), Violencia política en la España
del siglo XX, Madrid, Taurus, 2000, p. 365-406.
16 De Victoria Kent puede
verse: Victoria Kent, «Las
reformas del sistema penitenciario durante la Segunda República» en Historia 16, Extra
VIII, 1978; María Telo Núñez, Concepción Arenal y Victoria Kent: las prisiones:
vida y obra, Madrid, Instituto de la Mujer. D.L, 1995; Ramos, MD. Victoria Kent, 1892-1987, Madrid,
Ediciones del Orto, 1999; Zenaida Gutiérrez Vega, Victoria Kent. Una vida al
servicio del humanismo liberal, Málaga, Universidad de Málaga,
2002; Miguel Ángel Villena, Victoria Kent. Una pasión republicana,
Prólogo de Carmen Alborch, Madrid, Debate, 2007.
17 Sobre los gobernadores
civiles de la República cabe destacar: Joan Serrallonga I Urquidi, «El aparato provincial durante la
Segunda República. Los gobernadores civiles 1931-1939», en Hispania Nova. Revista de
Historia Contemporánea, nº 7. 2007
[http://hispanianova.rediris.es/7/articulos/7a008.pdf], 54 Págs. Y, sobre los
gobernadores radicales socialistas en particular: Diego Cucalón Vela, «Y en el recuerdo, la
cárcel: los gobernadores civiles radicales socialistas del Primer Bienio de la
Segunda República», en Carmen Frías;
José Luis Ledesma; Javier Rodrigo (eds.). Reevaluaciones. Historias locales y miradas
globales, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2011, p. 325-353.
18 La descripción completa
sobre la problemática de los gobernadores en Miguel Maura, Así cayó Alfonso XIII, op. cit, p. 351-357.
19 Críticas de este tipo
las recibieron, por ejemplo, el gobernador civil de Navarra, Jesús Ruiz del Río
– El Socialista,
(8-v-1931)–, el de Burgos,
Gregorio Villarias –El
Socialista, (14, 21 y 25-vi-1931)
– o el de Almería, Ceferino Palencia Tubau –El
Socialista, (7-vii-1931). También fue criticado uno de los gobernadores civiles más
importantes de Sevilla, Vicente Sol. Puede verse una descripción de su
gestión en José Manuel Macarro Vera, Socialismo, República y
Revolución en Andalucía (1931-1936), Sevilla, Universidad de
Sevilla, Secretariado de Publicaciones, 2000, p. 86-90 y 107.
20 Manuel Azaña, Diarios completos. Monarquía, República y Guerra
Civil, Introducción de Santos Juliá, Barcelona, Crítica, 2000, p. 245
(Anotaciones 28 de agosto de 1931).
21 Un análisis exhaustivo
de la Ley Electoral de la Segunda República y su influencia en los
comportamientos políticos puede verse en: Carmelo Romero Salvador,
«Urnas y escaños: los desequilibrios de la ley», en Manuel Ballarín; Diego Cucalón Vela; José Luis Ledesma, La Segunda República en la
encrucijada, op. cit, p. 79-97. También, un esbozo
adecuado y claro sobre el sistema electoral y de partidos en esta época en
Antonio Robles Egea, «Las
coaliciones de Gobierno durante la Segunda República (1931-1936)», en Histoire et Mémoire de la
Seconde Republique Espagnole, op.cit, p. 43-61.
22 Albornoz había sido
diputado a Cortes por la circunscripción de Zaragoza-Borja entre 1910 y 1914; y
Marcelino Domingo por el distrito de Tortosa entre 1914 y 1923, con la
excepción del intérvalo que fue entre 1920 y 1923.
23 Tercer Congreso Nacional
Ordinario. Celebrado en Santander los días 28, 29, 30 y 31 de mayo y 1 de junio
de 1932, Madrid, Imprenta de Galo Sáez, 1932, p. 245-246.
24 Para ver la personalidad
de Joaquín Pérez Madrigal, además de sus intervenciones parlamentarias
recogidas en el Diario de Sesiones, son también reveladores sus escritos entre
los que destacan sus memorias: Joaquín Pérez
Madrigal, Memorias
de un converso (virutas de historia), Instituto Editorial
Reus, 9 vols, Madrid, 1943-1952.
25 Diario de Sesiones de
las Cortes Constituyentes, nº 21, 14 agosto, 1931, p. 415-416.
26 Para una visión general
sobre las rupturas del prrs,
además de la obra de Avilés Farré, puede verse también: Manuel Ramírez Jiménez, «La escisión del Partido
Radical Socialista en la Segunda República española», Revista Atlántida, nº
41, septiembre-octubre 1969 [también aparecido en Las reformas de la II
República, Madrid, Tucar, 1977, p. 93-124].
27 Esta adhesión se hizo
pública a través del Manifiesto
del Partido Social-Revolucionario, Mundo obrero, (15-ii-1933). Dicho manifiesto destacaba que la adhesión era debida a
la imposibilidad del partido de conseguir una concordia con el anarquismo por
su «sectarismo inadmisible». No obstante, el documento –y para ver, una vez más, el
problema de los individualismos– pretendía aclarar que esa decisión no era una
iniciativa personal de Balbontín: «Al plantear el camarada Balbontín en la
prensa y en la tribuna el problema de la necesidad de encauzar el movimiento
revolucionario de nuestra masa obrera y campesina hacia las normas del
comunismo, algunos han creído que se trataba de una postura personal y aislada
del camarada Balbontín dentro del Partido Social Revolucionario. No es así, sin embargo. Una gran parte de la masa obrera
del Partido Social Revolucionario coincide con la opinión de Balbontín.
[...] No olvidemos que nuestro
partido [...] surgió del seno del partido de Albornoz y Domingo, típicamente
burgués y se ha ido proletarizando cada vez más hasta fraternizar con el
comunismo».
28 Heraldo de Madrid, (20-v-1931).
29 Meses después de esta
ruptura salió a la luz el Manifiesto
de don Juan Botella Asensi, don Eduardo Ortega y Gasset, don José Estellés, don
Aurelio Vázquez, doña Isabel Martínez y don Federico Griñón, Heraldo de Madrid, (21-viii-1931). En ese manifiesto se decía: «un grupo de hombres de
izquierda sintió la necesidad de constituir un partido republicano que,
proscribiendo los caudillismos y superando las condiciones de eficacia de los
partidos republicanos históricos, fuese el instrumento de la revolución. […]
Desgraciadamente, el espíritu mediocre de los hombres representativos no les
dejó comprender el porvenir espléndido a que estaba llamado el partido
republicano radical socialista, […] prefirieron sacrificarlo a un presente
precario y efímero, pero que les anticipaba la torpe satisfacción de sus vanas
ambiciones. […] en el Congreso de Santander, donde, a favor de los más
reprobables amaños y coacciones […] del más viejo estilo político se acordó
separar del partido republicano radical socialista a los señores Ortega y
Gasset y Botella Asensi. […] y disolver la agrupación de Madrid. […] El partido
republicano radical socialista de Madrid sigue con el mismo ideario, la misma
disciplina y el mismo nombre; […] y, después de haber expulsado por unanimidad,
a los señores Domingo y Albornoz, ha recibido numerosas altas […]»
30 Tercer Congreso Nacional
Ordinario, p. 83-86. Puede
verse sobre la problemática del orden público en relación con el prrs: Diego Cucalón Vela,
«De la oposición al poder: las contradicciones ante el orden público (el prrs y Ángel Galarza)» en
Carlos Forcadell;
Alberto Sabio (coords.), Las escalas del pasado: IV Congreso
de Historia Local de Aragón, Huesca,
Instituto de Estudios Altoaragoneses, Barbastro, uned, 2005, p. 353-367.
31 Tercer Congreso Nacional
Ordinario, op. cit, p. 120-121.
32 Ibídem, p. 40 y 45.
33 Esa procedencia diversa
de los afiliados era ya señalada en algunos reglamentos de agrupaciones locales
del prrs en el momento
de constituirse y ser presentados a los gobiernos civiles. Por ejemplo, en una de las zonas donde hubo una mayor
presencia de agrupaciones radicales socialistas de España, Zaragoza, el reglamento
de la agrupación de Almonacid de la Sierra decía lo siguiente: «Todos los
afiliados al Partido Republicano Radical Socialista que hayan ingresado en el
mismo después de la proclamación de la República como los que hubieron
pertenecido a los Partidos Unión Monárquica y Somaten, conservarán todos los
derechos con voz y voto en los asuntos que se ventilen para la buena marcha de
la Sociedad y del Partido, pero no podrán desempeñar ningún cargo en el término
de dos años de su ingreso en ella o de la proclamación de la República», en
Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, Registro de Asociaciones Políticas,
Caja 83, Expediente 43. Asimismo, otro ejemplo muy significativo de esa
procedencia variada de las bases del prrs puede
verse en Manuel Ballarín Aured, Del paro al Movimiento. La
Almunia de Doña Godina en la II República, La Almunia de Doña
Godina, Colección «Los libros de La Replazeta», L'Albada, 2002, p. 32-35, 65-66.
34 Tercer Congreso Nacional
Ordinario, op. cit, p. 162-163.
35 Tercer Congreso Nacional
Extraordinario del Partido Republicano Radical Socialista. Celebrado en Madrid
los días 23, 24 y 25 de septiembre de 1933, Madrid, Imprenta de Galo Sáez, 1933,
p. 168.
36 IV Congreso Nacional
Ordinario del Partido Republicano Radical Socialista. Celebrado en Madrid
durante los días 3, 4, 5, 6, 7 y 8 de junio de 1933, Madrid, Imprenta de Galo Sáez, 1933,
p. 306.
37 Manuel Azaña, Diarios completos, op. cit, p. 235
(Anotaciones 21 agosto de 1931).
https://journals.openedition.org/ccec/6331?lang=en
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