viernes, 12 de agosto de 2022

 

Los 9.000 carteles antiguos del guardián de la publicidad en España

Su pasión por comprar carteles era tal que ocultaba a su mujer que volvía del Rastro con alguna nueva adquisición. "Es la auténtica heroína de mi colección", asegura Carlos Velasco.


Cartel de la exposición / Ecozapatería y Matías López (La Reprografía)

Afiche con el que inició su colección Velasco. La Retrografía.


Cartel de los años 30 firmado por Tusell

En una España malnutrida, el fósforo era importante. La Retrografía.


Uno de los carteles que componen la exposición "Mujeres, protagonistas del mensaje publicitario". La Retrografía.



Calcomanía que se ponía en los toneles para identificarlos


Afiche del Gremio de Vaquerías de Madrid.



Publicidad de Hinojosa y Maza para un calendario de 1955


Único cartel reconocido por Mariano Benlliure, fechado en 1.899


Uno de los cartel de la exposición 'Madrid, capital cultural', actualmente en el Conde Duque


Cartel firmado por Francisco Hohenleite






Cartel que anunciaba maquinaria agrícola









En los años 50 y 60 se introduce el estilo de vida norteamericano




Su afición por ir al Rastro los domingos y una tesis doctoral propiciaron que Carlos Velasco iniciase hace 30 años la que en la actualidad es la mayor colección de carteles españoles de publicidad comercial antigua, con un catálogo de 9.000 ejemplares, los más longevos de 1850. "A raíz de la muerte de mi padre me volqué mucho más", recuerda quien considera a su mujer, ya fallecida, la auténtica heroína de su colección porque "no gustándole el tema se tragó todos los inconvenientes". A través de la belleza de sus ilustraciones y mensajes comerciales, estos carteles extraordinariamente estéticos, muchos de ellos auténticas obras de arte firmadas por reconocidos artistas, son una huella indeleble de cómo era la vida cotidiana en nuestros país y cómo evolucionaron las costumbres de nuestra sociedad, entre otros aspectos. Sin embargo, muchas veces "los ilustradores no los firmaban porque estaba mal visto", recalca este profesor jubilado de Economía Aplicada en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Su nuera, Ángela Suau, lleva unos años ayudándole a catalogar y gestionar tan ingente archivo en La Retrografía, desde donde se impulsa la difusión de este legado histórico, bien sea a través de cursos de formación, publicaciones o exposiciones, como las dos que en la actualidad se pueden ver en Madrid: la itinerante "Mujeres, protagonistas del mensaje publicitario" y "Madrid, capital cultural", hasta el 31 de julio en el Conde Duque y que cuenta, entre los 100 carteles que la conforman, con un Mariano Benlliure inédito para el público actual del estreno en Madrid de la ópera 'La Walkyria' de Wagner en 1899.

PREGUNTA.- ¿Cómo se inicia en este mundo de los carteles de publicidad antiguos?

RESPUESTA.- Me inicio en 1992 y me acuerdo perfectamente porque ahora se cumplen 30 años del fallecimiento de mi padre. Me llevaba muy bien con él, estábamos muy unidos. Tenía una imprenta pequeñita que yo no quise heredar porque discutíamos mucho. Como hoy mi hijo y yo discutimos, porque estamos vivos. A raíz de su muerte me volqué mucho más, aunque un poco ya los conocía, ya que soy un amante del Rastro de toda la vida. Pues bien, hice una tesis doctoral sobre los años de la autarquía española desde el punto de vista económico, el pensamiento autárquico, que era el querer producir todo en España y no importar nada del exterior. Esta tesis doctoral llevaba un anexo de anuncios de publicidad en la prensa. Y como seguía yendo por allí a comprar revistas, todo el tema de los años 40 y 50, que fue una época terrible y de unas carencias brutales, pues encontré un día un cartel de un insecticida, que era insecticida Orión, uno que conocerá incluso a lo mejor la gente joven. Se ve un elefante con una trompa abierta y pulverizando el insecticida. Era de chapa. Me pareció curioso. ¿Qué vale esto?, pregunté. Pues como si hoy te dicen cinco euros. Pues bueno, lo cojo. Cuando yo empecé, en el 92, se encontraba esto muy fácil y muy barato, y de hecho un gitano al que luego conocí me decía: ¿Pero cómo compra usted esto? Si no vale para nada. Con esto nosotros hacemos el fuego en invierno. Y le dije, pues no hombre, no lo queméis y me lo guardáis para mí. Entonces no se valoraba nada. Y así empecé. Al domingo siguiente encontré otros dos, al día siguiente uno... Lo tengo gráficamente en la mente. Empecé con una carpeta de cartón a meter uno y cuando tuve tres, tres, luego cinco... Oye, pues esto va engordando... pero no le di importancia.

Falleció mi padre, como te digo, y me volqué porque me entró una depresión enorme, hasta el punto de que me envicié. Mi mujer, que entonces vivía, es la auténtica heroína de mi colección, porque no gustándole el tema de los carteles, se tragó todos los inconvenientes, el gasto que hice, una habitación que tenía ocupada, iba los domingos, venía, subía... Tenía incluso que ocultarle que venía con compra del rastro... Nuestra casa tenía un pequeño jardín en la parte de delante, y yo para que no me regañara, cuando llegaba a casa y antes de llamar... Claro, si me veía con tres carteles... ¡Ya estás! ¡Ya has comprado carteles, como siempre! Entonces yo echaba los carteles por la valla del jardín en plan ilegal y luego salía a la media hora o a la hora para rescatarlos y meterlos a hurtadillas y de forma escondida para meterlos dentro.

Estos carteles me interesaban desde el aspecto publicitario y el aspecto ideológico o el aspecto político, incluso, ya que los años de autarquía fueron muy políticos, tristemente, con la dictadura de Franco, y entonces empecé a coleccionar y cogí el primer sector, que me parece fue de cosas de alimentación, insecticidas, abonos orgánicos, abonos químicos... y ponía sector cero uno, sector cero dos, y los iba clasificando. Uno de farmacia, uno de chocolate, uno de tal... Y empecé, empecé, empecé y tuve unos años muy malos en ese sentido. Del 92 hasta el año 2000 compré y compré. Compré de todo, porque además yo estéticamente no entiendo. Entiendo un poco, casi como cualquier ciudadano, y he oído hablar de pintores o ilustradores, pero no tengo una formación académica. Yo soy economista y también licenciado en políticas, pero la tesis doctoral la hice por económicas, y puedo entender un poco de economía, pero me resultaba curioso, por ejemplo en los carteles de alimentos, ver cómo hace 50 o 100 años qué tipo de productos alimenticios se hacían. No es como ahora. La publicidad era distinta y había muchos de alimentación y de chocolates, por ejemplo. Y yo he pensado, no sé si es cierto o no, ¿pero por qué había tanta de chocolate? Pues he pensado que porque en una España gris, hambrienta, con carencias enormes, el chocolate era un alimento más o menos completo, energético, para niños, engañaba al hambre... y de hecho había pueblos de 300 habitantes con dos fábricas o tres de chocolates. En cualquier pueblo había una fábrica de chocolate. Entonces empecé a entrar, que ha sido lo que yo he querido que fuera mi aportación académica y de investigación, alcartel como imagen de una sociedad hace 50, hace 100 años. No siempre bien situada económicamente. Artísticamente, ya digo, entiendo un poco, pero no es eso, sino que he intentado comprender cómo se vivía, cómo se vestía, cómo se divertía la gente, cómo se comía... Y todo eso lo he ido almacenando en 21 sectores, porque a mí me salieron 21 sectores. Los carteles son de papel, de cartulina, de cartón y de chapa.

En cuanto a los tamaños, desde el folio aproximadamente hasta el metro, metro y medio de altura. Porque hay que pensar que muchos de estos carteles se ponían en vallas de publicidad exterior, como hoy se llaman, y hay que pensar, que es una nota en la que suelo insistir cuando hablo de estos temas, en la idea del color. Hoy en día a un dibujo en color no se le da ninguna importancia. Pero hace 50 años, y mucho más hace 100 años, el color no existía. Y yo me imagino que a un ciudadano de a pie, a un trabajador con carencias en su casa, ver en la calle un anuncio de bicicletas de un metro y medio o dos era una maravilla. No había televisión, ni siquiera en blanco y negro. La radio estaba limitada, la prensa era en blanco y negro. Entonces le debía de maravillar esa situación. Creo que empecé a vislumbrar pues que efectivamente se puede ver cómo se vivía, cómo se estaba, qué productos se anunciaban, cómo evolucionaron las costumbres en España... A partir de los años 50 y 60 empieza a pasar ya la etapa de mayor hambruna y carencias, y empiezan a entrar los planes de desarrollo en España empieza a haber un poquito de nivel de vida, los primeros coches, el Seat 600 que se anunciaba, el papel de la mujer... Hasta los años 50-60 ponían un anuncio con una cara de una mujer pero no era nada atrevida. A partir de los 60 empieza a entrar la imagen americana del american way of life y entonces ya vas viendo una mujer que, como yo digo un poco cómicamente, pero que es cierto, no existían en España por la calle. Ya en los 60 sí empiezan a aparecer más, y las costumbres se van agrietando un poco, y realmente la evolución económica va creciendo en cuanto a productos y en cuanto a imágenes. Con respecto al tema de la mujer, hemos creado desde La Retrografía una exposición itinerante, "Mujeres protagonistas del mensaje publicitario". Está organizada por la Comunidad de Madrid y la van poniendo en los pueblos o ciudades que la solicitan. Comenzó en Torrejón y ahora está dando una vuelta por toda la provincia de Madrid. En estos años de empoderamiento de la mujer tiene una buena asistencia.

P.- Carlos, me decías que los carteles los conseguías en El Rastro. ¿Te has ido moviendo luego por otros lugares o tu fuente era básicamente esa?

R.- Principalmente El Rastro, y luego dejaron de estar allí, y yo soy un poco culpable de esto. Cuando empecé casi tenía que ocultar en la universidad, donde era profesor, que coleccionaba carteles antiguos, porque venían a decir que yo que era un economista, un tío serio, que lo que sabe hacer es cosas del IPC y la evolución de la inflación y la balanza de pagos. Que qué hacía yo con estas cosas. Y yo tenía que decir: No, no, en realidad es mi hijo el que lo lleva -que lo llevaba también y lo llevaba muy bien, mejor que yo, y la prueba es que gracias a él y a mi nuera se debe el crecimiento exponencial, que decimos los economistas, de esto. ¿De qué estaba hablando?

P.- Me contabas dónde los conseguías...

R.- Ah sí, dónde los conseguía... Pues como empecé a demandar mucho y yo era muy zascandil y siempre he sido coleccionista, pues empezó la demanda, había poca oferta, crecieron los precios y empezó a ponerlo en marcha las casas de subastas. Y entonces hoy en El Rastro casi no sale nada y lo que sale es en casas de subastas. También los gitanos me llaman a veces: Oye, tengo uno. Ah, pues lo tengo, o no lo tengo. ¿Cuánto me pides? Pues sí, o pues no, y llego a hacer transacciones telefónicas así.

P.- Entonces empezaste a catalogar los carteles por temas...

R.- Creo que empecé con agricultura, porque es lo que más encontré. De industria había pocos carteles. De hecho, solo tengo un sector para industria. Automóviles, aviación, barcos... Hice un sector entero para el tabaco y papel de fumar. La curiosidad que tiene este sector es que hace 50 años lo que más había era picadura de tabaco. Y la gente se hacía los pitillos con el papel de fumar. Entonces lo que sí tengo en el sector 12, que es tabacos, es papel de fumar, del que tendré a lo mejor 300 carteles. Pero de tabaco, tabaco, tendré cuatro, porque no existía en la antigua publicidad el tabaco elaborado. Yo me guie un poco por lo que iba consiguiendo. Hice también de farmacia, que era un sector importante, drogueríaperfumería, que destacó y empezó a aumentar en los 60, el tema de vinos alcohol... Los vinos los tengo como normales de mesa por un lado, y luego tengo los licores. Había mucha publicidad de eso pero, por ejemplo, la mujer bebiendo solo aparece tomando una copita de anís, pero no el resto de bebidas. Y luego pues tengo mucho del último sector, el 21, que es un popurrí de fiestas, tengo algo de fiestas populares, algo de congresos, algo de exposiciones, el tema cultural, de la Semana Santa tengo algo... pero fundamentalmente publicidad comercial de cosas que se anuncian. Esto de aquí es turismo, el turismo es publicidad institucional. La publicidad política se me metió en todo y no quería hacerla, pero al final la he hecho porque tenía una carencia sentimental sobre ella por mi tesis doctoral y por mi padre, que estuvo luchando por el bando republicano y es mi forma de... [no puede continuar hablando].

P.- Te emocionas...

R.- Tengo muchos de publicidad política. Yo creía que tenía 8 ó 10, pero luego Ángela [su nuera y gestora de La Retrografía] me ha dicho que no, que hay muchos más y hay algunos muy buenos. Claro, el pensamiento de Franco. Franco diciendo unas sandeces...

P.- ¿Qué es esto?

R.- Son calcomanías que se ponían encima de los toneles de madera que exportaban compañías vinícolas a Latinoamérica, sobre todo a Argentina, que era un sitio donde se demandaban mucho los vinos españoles. Entonces se utilizaban motivos de la época, que esto es 1880-90, con la guerra de Marruecos. Y se ponían pues lo del soldado o un barco, el crucero, una batalla, el general Prim... y curiosamente si te fijas están medio rotos porque se quebraba. Era un papel muy débil, que se ponía encima de los toneles y así sabías cuál era. Te metes en la época: un soldado que lleva fusil, gorro... y lleva unas zapatillas de esparto. Figúrate la capacidad de lucha que podría tener este buen hombre. Esto no son carteles propiamente, pero tienen tanta belleza, yo creo, y tanta historia que están aquí enmarcados.

P.- ¿Qué crees que la gente puede aprender, a grandes rasgos, a través de los carteles de publicidad?

R.- Pues yo creo, y por lo que me han dicho muchas veces, amigos o no amigos, gente ajena, que es una forma de acceder a información histórica. Como te decía la afición de mi hijo es la Historia. A mí me ha gustado mucho también, pero me he centrado mucho más en el XIX y en el XX, y entonces es una forma de llegar a cómo vivía la gente normal. ¿Por qué? Porque yo creo que, por ejemplo, la pintura o la escultura prácticamente siempre ha reflejado, salvo algunos pintores como Goya, a las clases pudientes, puesto que quien les alimentaba eran la alta burguesía o la nobleza, y entonces era cuadros de los reyes, o del marqués, o del general. Obviamente no había fotografía, no había pintores que se pusiesen a reflejar la miseria que había en el 95% de la población. Y entonces esto, sin embargo, desde 1850, te da una visión bastante aproximada de la vida cotidiana de la gente y de la gente humilde, no humilde, la gente mediana... no necesariamente de la clase alta. Cómo se vestía, cómo se comía, cómo se lavaba, cómo era una casa, una cocina, cómo se guisaba, qué productos se comían, cómo era la ropa, cómo eran los edificios o cómo eran las costumbres. Es una forma de acceder a esa vida cotidiana. Lo resumiría casi en eso, en la palabra vida cotidiana, que ya digo, en el Museo del Prado, o en museos de París o Londres, pues lo que hay suele reflejar las clases más elevadas.

P.- ¿Ves ahora alguna influencia en la publicidad actual con respecto a lo que se ha hecho hasta ahora? ¿Crees que los publicistas conocen la historia de estos carteles?

R.- El colectivo que más indiferencia ha mostrado por la colección de carteles es el mundo publicitario. Le interesa a todo el mundo, al ciudadano normal, a los biólogos, a los jugadores de póker... pero a los publicitarios no. Yo creo que viven en un mundo tan superior, tan superior, que esto... ¡bah!, conmigo nace la publicidad... Me sorprende la aceptación nula que tienen, por lo menos públicamente, estas cosas para el mundo publicitario. Salvo excepciones, como Julián Bravo, que estaba en una empresa de publicidad y me felicitó siempre. Yo cuando veo cosas a lo mejor digo: esto a vosotros os podría interesar... Me miran así como diciendo... pero ni me contestan, me ignoran. Hay que tener en cuenta que el cartel publicitario como elemento de publicidad desaparece casi en los años 70-80, por la entrada de la televisión y el color. Tener estos carteles en los años 30 era precioso. Bueno, es precioso hoy, o al menos a mí me lo parece, pero quiero decir que en el año 30 era un lujo y muchos calendarios que ves por aquí eran el único elemento estético y de cultura o de algo bonito que tenían en muchos hogares humildes. Un calendario que les habían regalado en el banco o en el colmado del pueblo... y lo tenían 25 años colgado de una pared. Entonces claro, en los 70 u 80, la publicidad entra ya en unos terrenos tan psicológicamente complicados, que no digo yo que sea bueno o malo, pero complicados, y hoy en día yo creo que esto no les dice mucho, ya que era una publicidad a lo mejor intelectualmente menos elevada, menos elaborada: este chocolate es el mejor, un niño comiendo chocolate, una mujer... aparecía la cara de una mujer, guapa para la época, anunciando cualquier cosa.

Existía mucha más publicidad dedicada al producto en concreto y se encargaba a un ilustrador que hiciese un cartel para vender ese producto. Pero también existía, como es el cartel que tenemos ahí de Hinojosa y Maza, la imagen de una mujer de 1955 con una mujer que viene de América, digamos, esa mujer con las piernas, guapa, con el pelo... es una imagen atractiva, francamente erótica. En el año 55 esa imagen era atractiva. Pero si te fijas, la parte de abajo es lo que yo llamo publicidad sobreimpresa. Es decir, en ese cartel, la parte que está en amarillo estaba en amarillo solamente, y lo tenía la imprenta para enseñárselo al cliente. Y la imprenta tenía un muestrario de 30 carteles y el cliente iba y decía: a ver qué tiene usted. Y le enseñaron 30 ó 40 y a ese señor de Hinojosa y Maza el que más le gustó es este. Se sobreimprimió, hizo 100 ó 200 ó 300, pero Hinojosa y Maza y todas las letras que aparecen ahí, no están impresas a la vez que la señorita. La señorita se hizo en una edición en offset y luego la imprenta componía el molde y ponía eso. Ha habido carteles que anunciaban una farmacia, una droguería o un chocolate, y eran impersonales en ese sentido. Yo por eso lo llamo publicidad sobreimpresa, porque tenía dos impresiones, mientras que en el de Sociedad Anónima Cros se ve que hizo toda la plancha un ilustrador, y lo hizo para la Sociedad Anónima Cros. Hizo el edificio de la empresa, la idea de la riqueza agrícola, una gente, una chica... pero lo hizo él, bonito o feo, pero lo hizo para para ellos solos. Lo mismo ese que tenemos ahí del Athletic de Bilbao. Hoy en día apenas hay publicidad en carteles. La televisión se comió el 90% de la tarta de publicidad y nadie hacía publicidad en un calendario, y en los 70-80 cayó mucho el cartel de publicidad.

P.- ¿En sus clases de la UNED como profesor de política económica ha utilizado la colección?

R.- Sí, la he utilizado para algunas conferencias y en algunas clases elaboradas en las que grabamos unos programas para ver la evolución en lo que yo he podido colaborar. Claro, yo tengo carteles solo desde 1850 aproximadamente hasta 1960. La política económica de España de la que hablamos es más bien la que va de 1960 en adelante. Por eso para mis clases más formales no mucho, aunque algunas veces hemos buscado el poderlo enlazar, y a los alumnos les ha gustado. Aprenden cosas de ellos.

P.- ¿Con la creación de La Retrografía y la aparición de su gestora Ángela Suau es cuando empieza a digitalizar la colección?

R.- Sí, aunque también mi hijo fue el que me animó a empresarializar el tema, que para mí era una colección. Hice una exposición y él se metió a darle un dinamismo interesante que yo no planteaba porque no era una cosa que yo veía o necesitaba. Ha tenido muy buenas ideas en la forma de encarar esto y en enfrentarnos a un mercado que puede tener interés en estos asuntos. Ya habíamos empezado él y yo a hacer fotos de todos los carteles, pero en película, con fotografías analógicas. Con un fotógrafo profesional que nos costó un dineral, francamente, y cuando llevábamos a lo mejor unos 5.000 carteles hechos o más, se inventó la digitalización y hubo que convertirlo todo otra vez y gastarse otro dinero en digitalizar.

P.- ¿Y en cuanto al tema del espacio cómo lo gestionó?

R.- Pues teniéndonos que cambiar de un local que teníamos bastante pequeñito a venir a uno más grande, pero empezamos en mi casa, y ahí tengo que volver a echar otra flor a mi mujer y a su madre. Lo tenía en el primer piso, porque vivíamos en una casa unifamiliar, y mandé construir unos muebles para ir guardándolos por sectores. Y mi mujer vio que había una raja a lo largo de la pared y me dijo: oye, que se está inclinando la casa, que le estás metiendo mucho peso. Y yo... hombre, ¿cómo voy a meter peso, si todo es de papel? ¡El papel no pesa! Esa gilipollez que además la dije como medio en serio, sabiendo que es mentira. No la quería engañar, pero le decía... No, no, esto no puede ser. Y claro, ¡lo que pesaba!, porque eran miles de carteles los que había. Eso fue por un lado, y por otro lado empezamos a enmarcar carteles para las exposiciones, y de pronto los teníamos que tirar los marcos, para poder almacenar luego los carteles. Y entonces, para almacenar los que están enmarcados, hace unos días mi hijo, Ángela y yo nos hemos cambiado del sitio en el que estaban depositados, el Museo de Artes Decorativas. Nos llenó de orgullo el que nos los solicitasen, pero luego los hemos tenido que sacar porque no nos era operativo para funcionar, ya que hicimos un convenio con el Museo de Artes Decorativas, y en el momento en que estaba allí dentro, a efectos legales, esas piezas eran de ellos, en el sentido de que se responsabilizaban de ellas. Con lo cual, para coger dos carteles que hacen falta para la exposición de ahora hay que pedirlos 15 días antes, hay que ir, tiene que acudir alguien de ellos para estar allí mientras se cogen, yo no tengo coche para ir... No puedo ir salvo que me coja un taxi que me lleve hasta allí...

P.- Enséñanos alguna pieza de tu colección.

R.- Vamos a ver, este es del año 43. Casi ningún cartel tiene fecha. Es rarísimo. Y este sí porque te lo pone. Navidad de 1943. Yo tenía cinco años entonces. En España se comía mierda, hablando en plata. En esos años, bastante. Es decir, había mucha pobreza. Entonces la curiosidad es que es un gallo que dice: este año seré más sabroso. El pobre dice eso, porque me guisarán con vino El Cocinero. No existían vinos con marca, o casi ninguno. Cuando decías: oye un vino de marca, pues pensabas en los del Penedés y en los de Rioja. Punto. Y no había marcas. Todos eran de bodegas que había en el comercio de vecindad. Ibas allí y decías: un litro de tinto y un litro de blanco. Era la variedad que había, y era Valdepeñas casi todo. Y este me hace gracia por el pobre gallo, que además el gallo no se comía, se comían los pollos. Bueno, se comían los gallos entonces pero ahora no, ahora se come el pollo y las gallinas se comían en pepitoria.

Este otro tiene una curiosidad que si te acercas desde ahí casi no se nota, pero es tinte casero España. Está muy bien, firmado por Hohenleiter, del año treinta y tantos, y si te fijas o te acercas más, verás que tiene una especie de rareza, aquí hay trazada una línea y otra línea. ¿Por qué? Porque se cortó el original por ahí. ¿Para qué? ¿Y por qué se cortó? Para meter esa mujer que, fíjate, su cara, le cortaron todo el pelo, porque tendrían un marco, que era muy típico en aquellos años... Te llegaba una ilustración o un cartel en un calendario y tenías un marco. Como no había riqueza para enmarcarlo, cogías el calendario que te habían dado, le metías la tijera y colocabas eso en el marco que tenías. Yo he conseguido este, que lo compré hace tiempo, y luego conseguí uno que se imprimió entero. Hice una fotocopia y lo he reconstruido, para contar esta historia, que era muy típica. En otro que hay allí también ocurre. Es decir, era relativamente normal hacer estas cosas, porque tenías un marco o dos o tres... el que los tenía.

Esos son cuando entran las colonias americanas, con ese nombre, Lucky Strike. Existían sólo dos colonias en España, una de las cuales era Varón Dandy y ya en plan lujo erótico, exótico y de todo tipo, era echarte Lucky Strike, que era para arrasar. Vamos a ver qué más cosas hay. Esto está hecho en Estados Unidos, pero circuló en España, entonces yo lo considero publicidad española. Y sería un calendario de las Píldoras Catárticas del Dr. Ayer. Era muy típico la mujer echada en un diván con cara de decaimiento porque había tenido un proceso neurótico histérico. Se habla mucho de las medicinas para la histeria de las mujeres. O estaba teniendo la regla y con la regla había que quedarse quieta y no hacer nada. Obsérvese también la clase alta. O sea, esta señora no es de un campo de por ahí. No te dicen de qué es, solo catárticas.

Estos a mí me parecen preciosos. Es un display, que se llama, o desplegable. Se plegaban y luego te lo daban de publicidad. Es el nieto, que le está afeitando al padre o al abuelo. Por detrás tenía un cartón para que se sujetase y colocaba en el suelo del comercio que fuera para dar una imagen de casi tres dimensiones y de tamaño natural, para que cuando entrase una persona en esa tienda de productos de belleza y de limpieza, pues lo veía y decía: hombre, pues véndeme esto de Gillette o lo que fuera... Este tiene la cabeza rota, le falta la mano al niño... Yo me acuerdo que discutía con mi mujer porque me decía: ¿pero cómo has comprado esto que está tan viejo? ¿para qué quieres esto? Si le falta la mano, le falta el pie...

¿Pues por qué lo compró? Pues porque ahora actualmente que debo tener unos 9000 carteles, este nunca me ha vuelto a salir. O sea, no me lo han vuelto a ofrecer. Hay veces que sí, pero cuando me lo ofrecieron tienes que coger y decir: ¿qué hago? Me piden lo que sea, pero lo cojo o no lo cojo... A mí me parecía interesante, bonito y lo compré. Este otro desplegable está firmado además por Federico Ribas, que fue el director comercial de la Casa Gal en Madrid, y era un pintor e ilustrador muy célebre, muy cotizado, muy bueno. El jabón La Cibeles posiblemente era de la Casa Gal, lo firma él y a mi juicio es precioso. Una mujer bella, guapa. Para ser de los años 30 sorprende cómo ya se tenía una idea de la belleza de la mujer distinta de lo usual, que era muy muy pobre, muy aburrida, muy mayor... Aquí tengo otro display, este anuncia un vino de Jerez. Está firmado por Geza Zsolt, que fue un húngaro que vino a España en los años 30 y 40 y fue muy prolífico también haciendo cosas de este tipo.

Lo que hemos hablado antes de recortar carteles. Este se nota menos, pero se nota en la parte de abajo que lo han cortado ocho o diez centímetros. Posiblemente porque están cortados porque el protectorado español, era de tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, y cuando vino la República se cambió el nombre y se quiso eliminar todo lo que recordaba a la dictadura. Y entonces se quitó lo de protectorado español y se cortó. Yo tengo el cartel original con el protectorado, También hice una fotocopia y lo he puesto para que se vea cómo utilizaban estas técnica, para que se vea cómo se utilizaban. Puede ser censura política en este caso, en ese caso por pobreza económica y cosas que se hacían en la época.

Aquel de allí más lejano que te puede interesar, es una marca inglesa de maquinaria agrícola que tiene, a mi juicio, un encanto y una situación bastante bonita. La máquina de vapor apenas estaba extendida y se empezaba a introducir parte de la maquinaria en el campo y hacía crecer el rendimiento de una forma brutal. Es un papel adherido sobre una tela para que se pudiera pegar en los sitios. Tiene un sabor encantador, y puedes ver los defectos, pero es lo que te decía cuando te hablaba de mi mujer. Es el único que me ofrecieron y el único que he visto en toda mi vida en 30 años de coleccionismo. Yo creo que este es un cartel muy bueno históricamente hablando, pero hay gente dentro del mundo del coleccionismo, algo de lo que tampoco hemos hablado, que quiere estas cosas, coleccionar esto, pero lo quieren en perfecto estado. En cuanto les falta una esquina ya no lo quieren. En cuanto tiene un doblez, no lo quieren... Yo he optado por algo más realista... Me parece precioso, me parece históricamente muy efectivo, muy explicativo... Y me encanta y lo cojo, y además a lo mejor es el único que existe en el mundo.

P.- No todo el mundo sabe valorarlo...

R.- El cartel de publicidad no ha tenido aceptación como algo culturalmente interesante, porque forma parte de la cultura con minúsculas, como yo lo llamaría. Los ilustradores muchas veces no los firmaban porque estaba muy mal visto. Un Federico Ribas, un Ramón Casas, Penagos... Se atribuyen carteles a ellos pero no los firmaban, y luego se ha sabido que eran de ellos, porque era una cosa de poco prestigio, pero tenían que comer muchas veces. Entonces hacían estas obras de encargo y no querían que se supiese. En la actualidad si haces un anuncio de publicidad tienes premios, ganas un dinero enorme, mientras que entonces no existían.

Este es de los años 50. El Fósforo Ferrero era un reconstituyente muy conocido. Y se decía: oye, vas a tener que tomar Fósforo Ferrero... porque frente al agotamiento y la debilidad que había se reconstituía uno, porque no podías comer, o aunque comieses... Era un reconstituyente muy célebre, muy conocido. Y son varias imágenes, y en esta se ve a una madre, que fíjate lo opuesta que puede ser esta madre con la que hemos visto antes que anunciaba Hinojosa, que era una mujer ya americana, pues esta eróticamente hablando no tiene ningún atractivo. La buena mujer o es una viuda, y está dándole ánimos a sus hijos porque está estudiando y se está preparando una oposición o los exámenes. Tiene el libro ahí, las hojas ahí, y está el hombre desesperado y agotado. No hace falta que leas libros de historia cuando conoces o has vivido una etapa.... Yo con esto me sublevo.... y eso que yo no he pasado hambre en los años 40 y 50...

Esto es de la Escuela de Equitación de Viena, que te sonará o a lo mejor conoces. Esa escuela existe, es muy buena, tiene mucha fama y es de gente de Jerez. Es un cartel bueno y escaso. Es del año 54. Tiene 70 años, han pasado guerras, ha llovido... pero el color se mantiene, porque eran tintas naturales y las de ahora son tintas químicas.

P.- ¿Este de Anís del Tigre está hecho en Cataluña?

R.- Sí, porque Cataluña en el tema de carteles ha sido mucho más importante que Madrid. Es curiosa la imagen que ofrece. Los coleccionistas diríamos que de este hay lote. Es decir, este cartel económicamente no es valioso. ¿Por qué? Porque debieron liquidar una imprenta que que le sobraban 200 o 300, y este lo puedes conseguir por 50 euros, a lo mejor, aunque es antiguo, de los años 30 y todo. La idea del Anís del Tigre es por oposición al Anís del Mono, que era el célebre y que firmó los carteles Ramón Casas, y entonces se anunciaba el del Tigre que era muy bueno, que era el mejor, que era catalán... Madrid no tenía existencia para los carteles. El cartelismo de autores y de impresión estaba en Barcelona y en Valencia. La impresión estuvo más en Valencia que en Barcelona. Había unas imprentas buenísimas y estos son hechos en litografía y lo que tú dices, ese amarillo tiene casi 100 años y fíjate qué amarillo y que rojo.... En cuanto a su etiqueta es muy interesante. Aparece un tigre que se abalanza sobre un mono y se supone que le mata...

Estos son de esmalte, son bastante cotizados. Hay un español en Alemania que colecciona solo esmalte, y dicen que es que estos desaparecieron en la guerra civil porque los cogieron para hacer armamento. Su estado de conservación es muy bueno porque tenía un proceso de cocción a 200 y pico grados, se metía en un horno.... Es muy cotizado porque no hay casi.

Mira, todos estos son chapas. Chapas de tamaño grande. Es de gaseosa La Pitusa es de los años 60. Para mí ya es muy moderno. Mira, estos otros son de chapas pequeñas. Este de aquí es el cartel que llamo yo del tonto y el listo, el del Comité del Nitrato de Chile, que dice: yo he abonado con nitrato de chile. Y fíjate qué espigas tenía y este otro qué diferencia por no abonar con nitrato de chile... Este es de Mapfre, que mucha gente no sabe el origen de Mapfre, que es una Mutualidad de Agrupación de Propietarios de Fincas Rústicas de España que surgió en la República como contrapeso a la Ley de Reforma Agraria, que se supone que redistribuyó tierras entre la gente más humilde. Entonces, los propietarios, los latifundistas crearon Mapfre, que hoy es un emporio. Y esta es de Penagos, por ejemplo, y está sin firmar. Hubo dos versiones, pero están sin firmar. Las chapas es otro mundo. casi aparte, hay gente que solo hace colección de chapas. Este otro era de un almacén de guarnicionería, que la gente ya no sabe lo que es...está en un estado de conservación que parece hecho ayer. Mi mujer me decía: como esta sí, como esta compra, pero no compres de las otras... En esta de Espárragos Moreno hay un botones negro. No existía el tema racista. Utilizaban la imagen del negro. Yo tengo un cartel, el de Jabón Sol, un cartel de 100 por 70 o más grande en papel y tiene un contenido... Cuando hablamos de explicar una época, pues te das cuenta de dónde venimos y lo que existía hace 100 años. Será del año 20 o 30... Aparece una madre con tres o cuatro niños negros y a uno de ellos le está lavando con el Jabón Sol, que es tan bueno que el niño negro se está poniendo blanco al darle el jabón. Entonces eso se vendía y existía con normalidad. Yo no digo que esté bien ni mal, por supuesto que creo que está mal, pero quiero decir que en la época eso se admitía.

Otro tema interesante es que en los años 50, pero sobre todo en los 60, en España es la entrada, tímida al principio y luego con más intensidad, de la imagen de la mujer americana que se contrapone, claro, a una mujer española, normalmente de peineta y de baile, andaluza y todo eso. O es una mujer triste y no agraciada y que está muy puesta en su papel del hogar y que las tareas que está haciendo no son nada atrayentes. Entonces en los 50 y 60 empieza a entrar poco a poco una mujer americana y unas costumbres americanas. Entonces, por ejemplo, ese cartel que anuncia un vermut es una mujer, una diosa griega, pero es una mujer española. Este que hay aquí es una mujer española anunciando un producto de vinos.

Ahí tenemos también una mujer que puede ser ya un comienzo de una imagen de una mujer moderna de los años 30, la del jabón La Cibeles, que es excepcional para los años 30 tener una mujer así. Pero en los años 50 y 60 entra la imagen americana. Este hogar en España en los 50 ó 60 no existía o existía muy poco. Y la prueba es que incluso esta estufa que se pone aquí en un hogar muy americano, pues no es lo usual con un hombre en un sofá, con corbata, con el chaleco, la mujer vestida, vestida ya de forma moderna, una niña y una estufa a petróleo. Esto ya eran moderno en los años 50, que luego en los 60 ya casi desaparece lo del petróleo, y empieza a entrar la mujer con unas formas y unas costumbres que son un poco ajenas a España, pero se van a ir extendiendo. Es una mujer que se pinta las uñas, una mujer que se pinta los labios, los ojos, va de peluquería, el pecho se le nota. Incluso había carteles con la imagen de la mujer, con el pecho marcado, censurado.

https://www.elmundo.es/el-mundo-tv/2022/05/14/627a29a0fc6c83bc1b8b45b5.html















































No hay comentarios:

Publicar un comentario

  Las Cosmogonías Mesoamericanas y la Creación del Espacio, el Tiempo y la Memoria     Estoy convencido de qu hay un siste...