sábado, 15 de abril de 2023

 

LOS ESTADOS UNIDOS Y SUS INTERESES EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS: LA NUEVA ESPAÑA

 

El interés en las posesiones de España en América del Norte, por parte de las grandes potencias, existía desde el descubrimiento del Nuevo Mundo. Lo alentaba el deseo de disfrutar de las riquezas de las nuevas tierras. Más tarde se convirtió en el conflicto de dos culturas colindantes y se agravó con el afán expansionista de los Estados Unidos. La situación de la colonia a fines del siglo XVIII y principios del XIX, el desánimo de muchos de los moradores de esta parte del reino con el gobierno de la metrópoli propiciaron los planes y conjuras de intervención, entre los cuales se cuentan los que constituyen parte esencial de este ensayo.

La situación colonial

El choque de dos civilizaciones distintas en el Nuevo Mundo dio lugar a la formación de México. Los conquistadores al llegar se encontraron con tantos recuerdos de su país natal que llamaron a estas tierras "Nueva España". El primer encuentro de razas y de civilizaciones fue brutal y destructor, pero poco a poco esta situación se modificó hasta que grupos e individuos se ajustaron y formaron clases diferentes. La rígida estratificación social ayudó al principio a la adaptación y a la organización de Nueva España. Sin embargo la petrificación de las instituciones volvió a ser, con el tiempo, una de las causas principales del descontento general y por consiguiente de la independencia.

Los indios, quienes ocuparon el escalafón social más bajo, constituían a principios del siglo XIX el elemento más numeroso de la población. Aunque según la ley eran súbditos del rey, no se les consideró iguales a los peninsulares sino menores de edad. La mala aplicación de benéficas leyes dadas en su favor dio lugar a revueltas periódicas, las cuales fueron aplastadas sin piedad. Los mestizos, despreciados por parte de sus padres españoles y despreciando a sus madres indígenas, llegaron a ser por su número una amenaza para la sociedad organizada. Listos en la lucha para el honor y la riqueza, de la que se sentían desposeídos, fueron un elemento de disturbio entre los indios a quienes incitaron seguidamente a la rebelión. Pueden atribuirse muchos de los disturbios de la época colonial a sus esfuerzos para ascender a una posición de igualdad con los "blancos".

No existió base legal para la distinción entre criollos y peninsulares, ambos nacidos de padres españoles. Sin embargo tal distinción a favor de estos últimos llegó a ser una fuerte costumbre, aun entre los hijos nacidos en América de peninsulares y los que nacieron en España de los mismos padres. Los peninsulares, por ejemplo, gozaron del monopolio de los altos cargos civiles y eclesiáticos. Como testifican bastantes autores, estas distinciones dieron lugar a odios de clase que impidieron la formación efectiva de la colonia en una entidad nacional.[ 1 ]

España, como las demás potencias coloniales de la época, siguió la política mercantilista, por lo que veía en la colonia un abastecedor de materias primas para la madre patria y un mercado para sus productos. Cualquier efecto que pudiera competir con la economía de España llegó a ser prohibido o relegado a ciertos distritos, como la vid, el aceite y el tabaco. La prohibición del comercio directo de las colonias entre sí y los muchos y variados impuestos también disminuyeron la posibilidad de una fuerte economía colonial.[ 2 ] Tales restricciones tuvieron el efecto de crear un fuerte comercio de contrabando, que dio ventajas a los coloniales, los extranjeros y a los funcionarios deshonestos. El comercio ilícito ayudó a preparar la independencia al mostrar las ventajas del comercio extranjero y al hacer resaltar el hecho de que el interés de la España era, en muchos casos, contrario al de la colonia. La evidencia de la habilidad del colono para evadir la ley disminuyó el prestigio de la autoridad española, hizo más débil su control y dio entrada a las ideas extranjeras contrarias a las enseñanzas oficiales.[ 3 ]

Otro factor en la preparación de la mente colonial para la independencia fue la expulsión de los jesuitas en 1767, pues ella dejó a los criollos sin educadores, suspendió en el norte mucha influencia misionera y española e hizo de muchos de los expulsados propagandistas activos a favor de la independencia.[ 4 ]

El interés europeo en la colonia

La época colonial no fue tan somnolienta como ha sido pintada. Durante los tres siglos de la dominación española hubo más de una rebelión violenta. En adición a los disturbios internos, España tuvo que enfrentarse con el interés creciente de las demás potencias europeas en tomar su parte de los frutos de las Indias.

Al principio España consideró más peligrosa a Francia que a Inglaterra como amenaza principal a sus colonias. Un atentado francés en contra de la Florida había sido rechazado cuando Peñalosa en 1678 trató de convencer a Luis XIV de conquistar a las provincias norteñas de la Nueva España. La expedición de La Salle por el Mississippi a Nueva Orleáns hizo a Francia vecina de España y su expedición a Texas dio lugar a una contraexpedición española.[ 5 ]

Inglaterra también tuvo gran interés en penetrar la barrera hispánica. El pirata Hawkins fue el primero en quebrantar ese monopolio e iniciar la penetración comercial inglesa que duró hasta la Independencia. Oliverio Cromwell ofreció a España una alianza contra Francia por el derecho de comerciar con las Indias y al ser rechazado se alió con Francia con la idea de quitar a España las Antillas para establecer colonias inglesas. Al estallar la guerra de sucesión española, el virrey, el conde de Montezuma, pensó en alcanzar la independencia con ayuda de Inglaterra pero Felipe V lo reemplazó a tiempo con el duque de Alburquerque. Con el tratado de Utrecht, Inglaterra obtuvo en América la entrada comercial que había buscado. Los abusos cometidos al amparo de ese tratado agudizaron los sentimientos de hostilidad, pero al mismo tiempo alentaron el deseo inglés para ampliar su comercio con América y entre tanto los ingleses avanzaron hacia el sur por medio de la diplomacia, el comercio y la guerra.[ 6 ] Otro intento de involucrar a Gran Bretaña en un proyecto para destruir la dominación española ocurrió en 1742, al mandar una facción revoltosa una comisión al general Oglethorpe buscando su ayuda para librar a México. El plan consistía en fundar, bajo un príncipe austriaco, una nación independiente. Como premio de su ayuda, Inglaterra recibiría el monopolio del comercio. La propuesta era tentadora pero el plan fracasó antes de que los ingleses pudieran considerarla.[ 7 ]

Por el año de 1791 el aventurero William Bowles trató de interesar a lord Grenville en tomar las Floridas y la Luisiana y aun de "librar" a México. Según su relación, tenía la posibilidad de atraer unos seis mil americanos desafectos del oeste, para formar parte del ejército de invasión.[ 8 ]

El atentado inglés más serio en contra de España en el Nuevo Mundo ocurrió en conexión con el plan de Miranda para alcanzar la libertad de Latinoamérica. Bajo el primer ministro Castlereagh, el general Wellesley empezó a prepara una expedición a fines de 1806. Hizo planes, rutas y mapas, y obtuvo amplia información sobre el clima y los habitantes de la Nueva España. Después de considerar unos siete lugares para la invasión decidió que fuera Veracruz a causa de su cercanía a México. Consideró que necesitaría no menos de ocho mil hombres de tropa y mil de caballería, los cuales deberían estar listos para salir de Jamaica para Veracruz en enero de 1808. Los ingleses pensaron en dar a México un rey francés escogido de entre los nobles desafectos a Napoleón. Miranda regresó a Inglaterra el 10 de enero de 1808 para proporcionar más información y alentar el plan. Trajo consigo noticias adicionales acerca de la Nueva España junto con un plano exacto de Veracruz y sus defensas. Con esta información más precisa Wellesley revisó sus cálculos en cuanto al número de tropas que necesitaría. Pidió y recibió la promesa de 17 000 hombres, una cuarta parte de los cuales serían alemanes. El plan estaba bien encaminado con tropas listas para salir de Cork cuando los eventos en el continente variaron el rumbo de la política inglesa.

El 1o. de junio de 1808 Wellesley casi tenía arreglada la salida de las tropas para lanzar un ataque preliminar en contra de la península antes de proceder sobre Jamaica. El mismo 8 de junio de 1808, cuando Melville informó a Castlereagh oficialmente que México sería el mejor objetivo para la expedición, llegaron a Londres dos miembros de la junta de Asturias para pedir ayuda en contra de Napoleón; cuatro días más tarde recibieron la promesa del apoyo inglés. Al decidir apoyar a las juntas y llevar la lucha hasta el continente, Canning decidió a la vez el fin de la expedición en contra de México.

Entretanto a México llegaban las noticias de la nueva situación peninsular. Las colonias se encontraban en un dilema: ¿eran libres o no? Era la cuestión candente que iba a motivar la situación en los próximos años. La alianza de América con España no se debía a su amor hacia la madre patria ni hacia el pueblo español sino a su devoción al rey. Legalmente México fue un reino sujeto al rey y la unión con España fue sólo personal, lo que dio lugar a esperanzas para la libertad a los que deseaban la independencia. El Ayuntamiento de México quiso imponer un sistema de gobierno por juntas como en la península. Al mismo tiempo los peninsulares quisieron mantener el poder enfatizando su derecho a dominar a la colonia. El virrey se prestó a los planes de Verdad y Ramos, Azcárate y Lezama, fray Melchor de Talamantes y Jacobo de Villaurrutia, pero los peninsulares bajo Gabriel de Yermo actuaron primero el 15 de septiembre de 1808 y nulificaron todo cambio democrático.[ 9 ] Por dos años habría una paz ficticia hasta el estallido de la revolución de Hidalgo.

La actitud norteamericana acerca de México

Ni Francia ni España vieron en la independencia norteamericana algo bueno en sí, sino sólo una manera de atacar a la Gran Bretaña. Estados Unidos y Francia utilizaron la amenaza de un avance inglés sobre las colonias para sacar ayuda del gobierno español. En cuanto a los norteamericanos ellos dijeron que, aunque ganaran, no serían una amenaza en contra de las posesiones ibéricas porque sus intereses se centraban principalmente en la agricultura y el comercio.[ 10 ] Francia intentó influir en España para que declarara abiertamente la guerra a Inglaterra. Pero España, aunque persuadida a apoyar a los norteamericanos tuvo sus propias colonias indefensas y no quiso precipitar una acción que hubiera podido ser riesgosa. Además la Gran Bretaña dio aliento al temor español subrayándole el precedente de una rebelión llevada con éxito, la cual pudiera ser un ejemplo para sus propias posesiones.[ 11 ] De todas maneras los Estados Unidos ganaron su independencia. El resultado no sosegó a España, porque así tenía dos enemigos en vez de uno. El nuevo, doblemente peligroso a causa del ejemplo que dio y a causa de sus principios revolucionarios de gobierno.[ 12 ] El conde de Aranda, al expresar el pensamiento de que la independencia de las colonias norteamericanas sería tan perjudicial a España como a Inglaterra, estaba en lo cierto.[ 13 ]

Desde el primer momento de la emancipación existió un fuerte motivo para fomentar la enemistad de las dos naciones en su lucha para poseer la Florida y una vasta porción de territorio al sur de Mississippi, ambas pertenecientes a España y ambicionadas por los Estados Unidos.[ 14 ] La gente de la frontera gozaba de un fuerte sentimiento de valor de su propia libertad, tenía poco respeto por los límites legales y deseaba con ansia poseer los terrenos no habitados al sur y oeste de ellos. Aun es posible decir que existió un deseo para que fueran libres como ellos los sujetos españoles. Sin embargo es una exageración decir con McCaleb que tenía "una solicitud dolorosa para los desafortunados millones que ella [España] mantenía en esclavitud".[ 15 ] Es verdad que ellos gozaron de una libertad más amplia que los súbditos españoles y que muchos de ellos, desde los primeros momentos de la nación norteamericana, vieron la forma republicana de gobierno casi como una nueva religión que les tocaba propagar por toda América. Sin embargo los jefes como Genet, Adet, Blount, Kemper, Wilkinson y Burr tuvieron razones más egoístas para sus intentos de "liberar" el territorio español.

El gobernador de la Luisiana, Gayoso de Lemus, vio claramente la actitud norteamericana al escribir el 2 de agosto de 1798 al capitán general de Cuba: "Desde la cuna procuran inculcar esta ambiciosa idea [de tomar el territorio español] a la nueva generación, entreteniendo a la juventud con relaciones lisonjeras de las riquezas de México y que un día llegarán a poseerlas".[ 16 ] Al mismo tiempo tomó la ocasión de describir sus métodos y su meta final:

Se introducen por la espesura de los bosques, como los indios, y particularmente por los ríos Colorado y Blanco; se introducen en los establecimientos de Atak-apa o Peluzas, Onachita, Natchitoches, San Antonio, extendiéndose a las provincias de Texas, y no dudo que se introducen más. Primero se familiarizan con los indios, tratan con ellos, y después hacen contrabando todos con los nativos de México; algunos quedan en aquellos territorios y no tardará mucho sin que hagan establecimientos en ellos, de donde no será fácil removerlos. Hallándose un número suficiente establecerán sus costumbres, leyes y religión, a que seguirá formarse en Estados independientes, agregándose a la unión general, que no los rehusará, progresivamente llegarán al Mar Pacífico.[ 17 ]

La actitud de los gobernantes corría paralelamente a la del pueblo. Desde tiempos de Washington, como dijo Albert Snow, ex secretario del Tesoro de aquella administración: "Los Estados Unidos hacen presión más y más contra las posesiones españolas. Durante las administraciones que siguieron a Washington, la situación se hizo más y más tirante, y muchas veces estuvo a punto de producir la guerra".[ 18 ]

Casi todos los altos personajes ambicionaron las tierras fronterizas como parte de los Estados Unidos. La frase "Destino Manifiesto" todavía no había sido inventada pero la idea estuvo en las mentes desde el nacimiento de la República.

Hamilton y Burr, aunque enemigos políticos, vieron de manera idéntica el asunto de Latinoamérica. Ambos soñaron con ser el libertador que librara del yugo español a sus vecinos del sur. El primero apoyó mucho a Miranda en sus deseos de obtener la ayuda norteamericana para una expedición en contra de México y aun pensó él mismo en ser el jefe de la expedición. El presidente Adams empero no vio oportuno el momento para una guerra y prohibió cualquier expedición en contra de la Luisiana. Así Hamilton perdió su oportunidad de coronarse con el título a que aspiraba tanto: "El Libertador de la América Española."[ 19 ]

Thomas Jefferson expuso en una carta al barón de Humboldt en 1813 la actitud mencionada en cuanto al deber norteamericano de "elevar" al nivel debido a los latinoamericanos:

La vecindad de Nueva España a los Estados Unidos y su consecuente intercambio pueden significar una escuela para las clases más elevadas, y ejemplo para las clases inferiores; y México, donde por usted sabemos que hay hombres de ciencia, puede evolucionar bajo mejores auspicios que las provincias del sur. Temo que estas últimas acaben en un despotismo militar.[ 20 ]

No por eso esperaba Jefferson un cambio rápido en la situación de Latinoamérica. Como Adams anteriormente[ 21 ] tenía miedo de que España fuera demasiado débil para controlar sus colonias hasta que "nuestra población pueda ser bastante avanzada para ganarla pedazo a pedazo".[ 22 ] Vio la independencia de las provincias ibéricas como algo inevitable, pero quiso demorarla hasta que los Estados Unidos pudieran beneficiarse del hecho. Al llegar la independencia no quiso ver una Latinoamérica unida porque en tal caso sería un vecino demasiado poderoso.

Expresó sus sentimientos sobre la idea de una buena división que serviría a los estadounidenses en una carta a Monroe:

Entretanto ellos habrán organizado sus gobiernos y acaso habrán formado una o más confederaciones; más de una, yo espero, porque si constituyeran una sola masa serían un vecino formidable. La geografía de sus países parece indicar que se formen tres: 1. el que está al norte del istmo; 2. el que está al sur de él en el Atlántico; y 3. La parte sur del Pacífico. En esta forma nos constituiríamos en la potencia de equilibrio.[ 23 ]

Otro aspecto de su política fue la defensa de la interpretación norteamericana de los tratados con España y Francia, la cual pudiera dar una base a las reclamaciones futuras sobre los territorios discutidos.[ 24 ] Esta actitud de Jefferson puso un cimiento para la reclamación de que estos territorios pertenecían a los Estados Unidos por derecho. A pesar de su interpretación estricta de la Constitución, durante su periodo en el poder, los Estados Unidos adquirieron la incorporación de los territorios pertenecientes a los indios, la Luisiana, y aunque él no era presidente cuando se adquirieron las Floridas, en las palabras de Carreño: "él inició los esfuerzos que años más tarde se convertirían en realidad".[ 25 ]

La defensa española

El gobierno español no fue ignorante de estos propósitos ni de otros que ambicionaron el gobierno de los Estados Unidos o sus ciudadanos en su contra. Tenía fuentes muy exactas de información sobre los planes internacionales que se tramitaban para dañarla en alguna parte de sus posesiones. Sabía de los planes de Miranda, de los ingleses, de Nolan y de Burr. Tenía el servicio de agentes patrióticos como Onís en Filadelfia y Morphy en Nueva Orleáns. Además el ambiente se prestaba para la reunión de información y noticias: "El soborno, el espionaje y la complicidad representaban el pan cotidiano. Funcionarios americanos, franceses e ingleses, vendían a España sus noticias, su actividad y colaboración".[ 26 ]

Las autoridades tomaban las medidas que pensaban que eran necesarias en cada caso. Procesaron a los agentes extranjeros que podían capturar, ahorcándoles o mandándoles a España para evitar dieran información a sus enemigos.[ 27 ] Al fin, el 9 de enero de 1804, el comandante general de las Provincias Internas, don Nemesio Salcedo, ordenó que no se permitiera la entrada a la Nueva España a los extranjeros porque sólo llevaban por objeto maquinar en contra de los dominios de su majestad católica.[ 28 ]

Proyectos de intervención

Tal era la situación cuando España tuvo que comenzar a defenderse contra la ambición y codicia de sus vecinos americanos. Desde el principio de la existencia de los Estados Unidos estuvo el ambiente lleno de planes, proyectos, aun de invasiones armadas. Acaso el primer proyecto dirigido hacia la incorporación o liberación de territorio español fue el de George Morgan, quien durante la Confederación, en 1788, mandó una invitación en busca de colonos para explorar el país del oeste que pertenecía a España, y les prometió tierras, la posibilidad de comercio y además proveer el establecimiento de ministros protestantes para atender sus necesidades religiosas.[ 29 ]

Por el año de 1795 William Blount y Chiskolm, dos norteamericanos a sueldo de la Gran Bretaña, propusieron un plan que se parece al de Burr en su grandiosidad y meta. No sólo contaban con la ayuda del ministro inglés sino que iban a preparar un ejército de unos diez mil hombres. Los detalles del plan se han perdido en vista de que fue abandonado, porque "las medidas sugeridas fueron inadecuadas al objeto". [ 30 ] Ayudó al fracaso del plan el hecho de que llegó a ser descubierto antes de que pudieran los autores terminar sus arreglos.

Probablemente el primer aventurero sajón que de hecho penetró en territorio tejano fue Philip Nolan. En la misma época en que se tramaba la conjuración de Blount, Nolan preparaba por medio del espionaje la invasión de un ejército norteamericano bajo las órdenes de Wilkinson. Iba a tomar Nueva Orleáns y a penetrar por Texas a México. En 1797 Nolan expresaba su deseo: "Anticipo la conquista de México por los Estados Unidos y espero que mi amigo y patrón el general me dará, en tal evento un mando conspicuo".[ 31 ] Aseguró a sus hombres que tenía permiso para entrar en el territorio español, mas cuando no los dejaron relató a sus aventureros, para aplacar su ira, un cuento que parece fantástico a primera vista. Nolan y sus hombres debían construir un fuerte para servir de base segura de donde podrían hacer sus viajes de investigación sobre las minas, las demás riquezas y las defensas del país. Entretanto colectarían caballos para vender al regresar a Kentucky el próximo agosto o septiembre, donde Nolan esperaba ser provisto de una cédula del ministro inglés en Filadelfia.

Confuso como parece, en el ambiente de conjuras, guerras, guerrillas, planes, proyectos, intrigas y preparaciones militares de esta época, otro plan oscila entre lo posible y aun lo probable. Éste era de John Adams y Alejandro Hamilton, quien sería el comandante encargado de la expedición. Wilkinson fue recomendado por éste para recibir el grado de general y, a pesar de no serle concedido, fue llamado más tarde a Filadelfia para hablar de la "gran esfera de acción" a que fue destinado a "objetos importantes y complicados".[ 32 ] La cadena de intriga se formó con Hamilton en un punto, Nolan en el otro y Wilkinson como eslabón intermedio.

La situación se hace más obscura y compleja cuando se considera que también existió otra cadena de intriga, que iba de Miranda en Londres al gobierno inglés, de allí a su ministro en Filadelfia y a Nolan como último eslabón. Los proyectos eran iguales, su origen igual y el objetivo el mismo. El plan de Adams y Hamilton tanto como el salido de Londres tenían como padre intelectual al precursor de la independencia, Francisco Miranda. El archiconspirador había intentado reforzar su cadena de intrigas por medio de dos gobiernos, y Nolan evidentemente sirvió como el último eslabón en territorio español. Visto bajo tales aspectos el aventurero Nolan pierde su carácter de simple comerciante de caballos y minas como ha sido pintado, para aparecer como el predecesor de un proyecto que abrazó no sólo minas y caballos sino países y continentes.[ 33 ]

Este aventurero murió como había vivido. Por el año de 1797 organizó una expedición armada sobre el río Brazos. Los españoles, quienes lo vieron como un espía de Wilkinson encargado de levantar mapas, ordenaron que fuera capturado. Después de una serie de incidentes fue muerto en un encuentro armado y sus compañeros detenidos.[ 34 ] Así terminaron las extrañas aventuras de uno de los hombres más misteriosos de la leyenda norteamericana.

El deseo de Jefferson de conocer el territorio del oeste lo llevó a mandar a Lewis y a Clark para explorar el río Missouri "desde su desembocadura hasta su origen, y cruzando las altas tierras por el camino más corto, buscar la mejor comunicación por agua a fin de llegar hasta el Océano Pacífico".[ 35 ] Envió también la expedición, que fracasó, de Freeman para explorar el río Colorado. Tomó sobre sí la responsabilidad de mandar al teniente Pike a lo largo del río Bravo, aunque de hecho éste fue un agente de Wilkinson, quien le mandó poco antes de que Burr llegara a Nueva Orleáns. El general se jactaba después que fue él quien mandó a Pike y no el gobierno.[ 36 ] Sin embargo deben tomarse todas esas aseveraciones con un espíritu crítico, en vista de la situación poco segura del conocimiento de los verdaderos hechos y motivos de la época.

La expedición de Pike tiene una capa de misterio y es posible que formara parte de la conjuración de Burr, debido a que Wilkinson, por el momento mezclado en la intriga, deseaba obtener tanta información como pudiera sobre el terreno. Los compañeros de Pike al llegar a Santa Fe empezaron a propagar ideas heterodoxas acerca de la política y la religión de los españoles, además de criticar abiertamente su gobierno, por lo cual recibieron un serio aviso del gobernador de la plaza. Arrestado Pike y examinados sus papeles que contenían información crítica del gobierno español y planes de rebelión, fue mandado a México. Allá se enteró del reciente fracaso de la conjuración de Burr y entendió el porqué de la desconfianza que le tenían las autoridades desde su llegada a territorio español. Al regresar a los Estados Unidos se mostró tan orgulloso de la información colectada que Wilkinson tuvo que prevenirlo de que cuidase sus pláticas.

La información aportada fue recibida por las autoridades norteamericanas y dio lugar a una protesta formal de parte del gobierno español sobre la violación de su territorio. En contra de esta reclamación diplomática Madison sugirió a Jefferson una respuesta en consonancia con la política estadounidense referente al territorio fronterizo:

¿No sería apropiado refutar el cargo de España de que este gobierno envió un espía a Santa Fe, diciendo que este gobierno jamás ha enviado en caso alguno un espía, y que la misión de Pike era ascender por el río Arkansas y bajar por el río Rojo sólo con fines geográficos; y que hasta donde estamos ciertos de que nuestros derechos se extienden hasta el río del Norte y participamos de su navegación con España el viaje de Pike no tuvo el propósito de ejercer este derecho, el cual mencionamos aquí sólo porque él prefirió negarlo, cuestión que debe estar solucionada en otra forma?[ 37 ]

El cinismo de Madison en esta ocasión es admirable, quiso negar lo que ambos contendientes bien entendieron y, aún más, usar la oportunidad para presionar su reclamación sobre Texas como parte de la compra de Luisiana.

La próxima entrada de importancia a las tierras del oeste tomó la forma de una invasión armada. Augustus Magee utilizó al infidente Gutiérrez de Lara como pretexto para mover al otro lado del río Sabinas, en 1812, a unos 158 hombres. Magee fue muerto durante uno de los primeros encuentros, dejando el mando a Kemper, quien derrotó a los españoles hasta tomar San Antonio de Béjar. Mas su éxito fue corto en vista de que éstos no tardaron mucho en recuperar la plaza matando a casi todos los norteamericanos que encontraron.[ 38 ]

Después del Tratado Adams-Onís de 1819, el cual confirmó a Texas como posesión española, ocurrió otro levantamiento de consecuencia. Los norteamericanos, bajo Long, organizaron una expedición en Natchez y con gran júbilo en junio de 1819 proclamaron una república nueva e independiente. Como no pudieron obtener ayuda del pirata Lafitte, el coronel Ignacio Pérez desbandó la operación republicana. Un poco más tarde Long logró posesionarse de la bahía, pero otra vez Pérez lo derrotó, esta vez capturándole. Fue mandado a Béjar y de allá a México donde fue puesto en libertad.[ 39 ]

Otros puntos de conflicto habían aparecido desde un principio en las Floridas oriental y occidental. En la Florida occidental, el último de los territorios discutidos, los norteamericanos pronto llegaron a representar el elemento más numeroso de la población, especialmente en algunos puntos como Baton Rouge. En 1804 Kemper, el mismo que iría después con Magge, promovió una insurrección de "rufianes de la frontera, indios, blancos piratas del río". Después de ser rechazados en su primer intento contra Baton Rouge, Kemper regresó a la cabeza de treinta hombres llevando banderas y una proclama en la cual expresaban los disgustos de los norteamericanos con el gobierno español. Sin embargo, y a pesar de estos aprestos, fueron fácilmente derrotados otra vez por Gran Pré al no haber podido interesar al pueblo en su causa.[ 40 ]

Con la guerra contra Napoleón en España y la existencia de dos gobiernos, el imperio se desmoronaba. Madison, ya presidente, se aprovechó de la situación para agredir a la Florida occidental. Los habitantes de la porción que limitaba con el Mississippi "se decidieron" por los Estados Unidos y se apoderaron de Baton Rouge[ 41 ] siendo incorporados por Madison a la Unión el 27 de octubre de 1810. En su proclama, al tomar posesión Madison justificó la ocupación por parte de los norteamericanos por "estas poderosas y urgentes consideraciones", que le habían movido de un modo "recto y conveniente" a tomar posesión del territorio en nombre de los Estados Unidos.[ 42 ]

Casi inmediatamente después el general Matthews se apoderó de parte de la Florida oriental. A pesar de ser alabada la acción por Monroe en nombre del presidente, el territorio fue devuelto, porque Estados Unidos estaba a punto de ir a la guerra con la Gran Bretaña y no quería presionar demasiado a España por miedo de que tomara parte activa en la contienda.

En 1817 Andrew Jackson invadió la Florida oriental para destruir algunos partidos de indios seminoles que, después de escalpar a norteamericanos, habían tendido una emboscada a un destacamento del ejército punitivo matando mujeres y niños. Aun antes de estos incidentes, por el año de 1814, había entrado en correspondencia con el comandante de Panzacola sobre la culpabilidad de éste acerca del asunto de los indios. Sobre este mensaje, Carreño dice que: "No era peor el lenguaje que empleaba nuestro inolvidable soldado de fortuna Francisco Villa". Y aun Basset, el biógrafo y admirador de Jackson, dijo después de citar parte de la carta que: "Respira el espíritu de un rufián de la Selva Negra ".[ 43 ] Al destruir a los seminoles en 1817 Jackson hizo una marcha forzada a través de la selva virgen, tomó Panzacola, expulsó al gobernador y dejó la fortaleza guarnecida con fuerzas de su ejército. Aunque regresó como héroe, en el gabinete de Monroe fue Adams el único en sostener que todas las acciones suyas fueron justificadas debido a la incompetencia española para vigilar su propio territorio. Adams se salió con la suya y Jackson fue alabado por su acción.[ 44 ] El territorio conquistado empero fue devuelto a España, sólo para ser reincorporado a la Unión por medio del Tratado Adams-Onís.

La Luisiana también fue campo de discusión mayor. Después de la guerra de la sucesión austriaca, España aceptó la Luisiana con titubeos a causa de que no supo exactamente qué hacer con ella. Se pensó en hacer allá una tierra de nadie, un desierto entre las colonias españolas y las inglesas pero tal plan no fue realizable. Tampoco fue práctico dejar solamente una pequeña guarnición sin invitar a Inglaterra a ocupar el espacio no protegido. Para proteger a la nueva adquisición fue necesario reforzarla e introducir reformas para contentar a los habitantes de la región.

En 1792 un francés, el ciudadano Genet, vino de Francia como su representante a los Estados Unidos, y casi inmediatamente empezó a promover una acción para librar la Luisiana de los españoles. Al principio pensó hacerlo sin la ayuda de los Estados Unidos. Como no era posible consiguió atraer a sus ideas el apoyo de numerosos ciudadanos del país. Gente como el general George Rogers Clark, el doctor O'Fallon y Benjamin Logan se prestaron a ayudarle. El plan incluyó la toma de Panzacola, Santa Fe y Nuevo México como los primeros pasos en la conquista de "toda la América española".[ 45 ] Se puso en movimiento el plan sólo para ser parado por el gobierno en vista de las quejas de España. Genet también falló en sus ideas relativas a los altos oficiales estadounidenses al intentar eliminarlos de sus planes. Con la caída de los girondinos, Genet perdió toda esperanza de ayuda francesa y si Estados Unidos le hubiera mandado a París como pidió la Convención, hubiera perdido también su cabeza.[ 46 ]

Napoleón recobró la Luisiana en 1800 para Francia por medio de un tratado secreto en el cual prometió solemnemente no traspasarla a ninguna otra potencia. Al llegar estas noticias a Estados Unidos en 1801 se produjo una alarma puesto que Francia tenía, en Nueva Orleáns, la clave a México. Miranda fue informado por Hamilton, King, Smith y otros del partido expansionista diciéndole que: "no había mejor oportunidad para convencer a los Estados Unidos que el momento en que conocían de la transferencia de la Luisiana a los franceses".[ 47 ]

Efectivamente, los Estados Unidos se sintieron presionados y apoyados para obtener cuanto antes la Luisiana y las Floridas. Cuando Monroe llegó a París en 1803 la situación era favorable para su misión. Cansado de la revolución en Haití, Napoleón había decidido olvidar su sueño de un imperio americano para concentrar sus esfuerzos en el continente. Tenía necesidad de dinero y si los Estados Unidos podían pagarla estaba dispuesto a venderles la Luisiana. Contra tan cínico rompimiento del tratado secreto, España protestó inútilmente. De un golpe Jefferson, en contra de sus propios principios, duplicó el territorio de los Estados Unidos mediante unos quince millones de dólares. Nueva Orleáns no fue incluida en la cesión, por pertenecer de hecho a España.[ 48 ]

Una de las causas que originaron quejas en los Estados Unidos al pasar la Luisiana a Francia en 1800 fue el hecho de que Nueva Orleáns quedó en manos españolas. Con la tirantez que surgió entre todos los involucrados, el intendente Morales suspendió el derecho de depósito de que habían gozado los norteamericanos desde 1795. Inmediatamente se alzaron gritos de guerra por parte de los vecinos del norte, llegando hasta el punto en que el senador Ross, públicamente sugirió que los Estados Unidos deberían "adquirir el país y negociar después".[ 49 ]

Se hicieron reclamaciones oficiales al comandante español, quien les dijo que había motivos para que el intendente Morales les prohibiera el depósito y además les indicó que ya se había consultado el caso con el monarca y con Salcedo, que estaba seguro de que pronto se resolvería su petición favorablemente.[ 50 ] La respuesta no aplacó a los lastimados, quienes ya habían sentido los efectos de las demoras burocráticas españolas, las cuales seguían lastimando sus intereses comerciales.

El hecho de que los límites de la Luisiana nunca hubieran sido bien delimitados causaría una serie de problemas a España. El Tratado de San Ildefonso, bajo cuyos términos se entregó el territorio lo describió como:

una vasta provincia situada al oeste del Mississippi que forma en este lado el límite común con los Estados Unidos. En el oeste limitada por Nuevo México, al sur por el mar, y al norte por una extensión sin límites de tierras escasamente conocidas [...] la extensión de la Luisiana, cuyos límites sólo han sido indicados arriba, está bien determinada al sur por el Golfo de México.[ 51 ]

Jefferson, a pesar de la ganga, no se sintió satisfecho con la operación ni con los límites señalados. Al manifestar sus sentimientos dijo: "tenemos reclamaciones para extendernos en la costa occidental, hasta el río Norte o Bravo o mejor todavía en una dirección al este hasta el río Perdido entre Mobila y Panzacola, antiguos límites de la Luisiana ".[ 52 ]

Tales pensamientos no fueron muy prometedores de una época de paz y buenas relaciones entre los países colindantes.

La compra de la Luisiana marcó el declive en el interés de los Estados Unidos por los proyectos revolucionarios inmediatos. La necesidad de asegurar su nueva posesión impidió la guerra con España, Francia e Inglaterra. McCaleb dice que: "si no hubiera sido por eso México y otras colonias hispanoamericanas hubieran sido revolucionarias más pronto".[ 53 ] Esto no quiere decir que así hayan terminado las dificultades entre España y los norteamericanos. Con su adquisición por los Estados Unidos, Nueva Orleáns llegó a ser la puerta de entrada a los dominios españoles y el foco de grupos revolucionarios. El virrey de México y el capitán general de Florida fueron avisados de cuidar las fronteras en contra de los aventureros. Así el objetivo más importante para los yanquis fue organizar y establecer la autoridad de los Estados Unidos en el nuevo territorio.

Uno de los comisionados delegados a tomar posesión, y más tarde gobernador del territorio, fue uno de los personajes más importantes en ese tiempo: James Wilkinson, "quien traicionaba todas las causas a que se adhería".[ 54 ]

Turreau, el embajador francés nos dejó de él una semblanza fiel al escribir:

Ambicioso y fácil de seducir por falsas apariencias, amante del brillo y de la representación, se queja con poca discreción, sobre todo después de las comidas, de la forma como su gobierno deja pocas posibilidades de fortuna, progreso y gloria a los oficiales, y no da a los jefes militares el pago suficiente para llevar una situación conveniente. Ha escuchado con placer y más aún con entusiasmo los detalles que le he dado sobre la organización, el estado y la fuerza de la Armada Francesa. Mi uniforme y la orden con que he sido condecorado son para él objetos de envidia y parece estar ligado al servicio americano sólo porque no puede encontrar otra cosa mejor.[ 55 ]

Tal era el hombre inmiscuido en los asuntos de Nolan y Pike y que pronto mantendría su reputación por su fidelidad a sus principios en el asunto de Aaron Burr.

El afán de conquistar a México duraba, a pesar de la reticencia de los Estados Unidos a mezclarse en una guerra internacional. Aventureros y comerciantes vieron en la provincia hispánica la meta de sus esperanzas para obtener gloria, poder y ganancias. Uno de los medios de que se valieron fue la organización que llevaba el título de Mexican Association, cuyo fin era "obtener acerca de Nueva España y demás provincias españolas, mapas y toda clase de información de comerciantes, viajeros y científicos".[ 56 ] La asociación se dedicó a hacer prosélitos entre personas de toda clase e intereses, siendo su único denominador común el afán de conquista del territorio español. En vista de las condiciones reinantes en la frontera pasaron de la etapa de planeación a la de preparación de una expedición armada con la idea de hacer independiente a México y elegir sus propios gobernantes. Pensaban apoderarse primero de Baton Rouge y Mobila como paso principal para obtener la ayuda de Estados Unidos en sus planes posteriores. Consideraban que una posible guerra entre España y Estados Unidos convertiría su plan en posible y práctico. Si no sería irrealizable a pesar de que contaran con un grupo numeroso de voluntarios. Wilkinson tuvo conocimiento del plan y también Burr aunque no sabemos si pertenecían o no a la organización.

Con el fracaso de la declaración de guerra contra España, la traición de Wilkinson contra Burr y la orden de aprehensión de Jefferson en contra de éste, la asociación fue acusada y sus principales miembros enjuiciados.[ 57 ] Sobresalían en la empresa Daniel Clark, el juez Evans Jones, el editor de la Louisiana Gazette y los irlandeses de nacimiento: abogado Lewis Kerr y el juez de la corte del Condado de Orleáns, James Workman. Los dos últimos mencionados fueron procesados. Kerr negó haber tenido relaciones con Burr, Bollman, Adair, Swartwout y Alexander en sus planes contra México. Negó también cualquier asociación sediciosa con el general Wilkinson. Workman, el autor del Memorial proposing a plan for the conquest and emancipation of Spanish America, by means which would promote the tranquility of Ireland, se sorprendió de que la idea de emancipar a las colonias españolas hubiera causado tanta indignación y

se exculpó advirtiendo que las relaciones con España eran malas, que varias personas lo habían comprendido entre otros un grupo de banqueros que ofrecieron ayuda para una empresa contra las colonias españolas [...]. Excusóse de los preparativos prebélicos de que se le acusaba, alegando no ser delictivo recibir informes de cualquier naturaleza relativos a otro país. Que si eso se podía hacer en época de paz, como lo hizo Humboldt, más disculpa existía en tiempo de guerra.[ 58 ]

Exoneró en seguida a sus compañeros de toda culpabilidad y en un discurso en que resumió sus ideas sobre la emancipación de las colonias españolas terminó su defensa. El jurado absolvió a los procesados de culpabilidad contra las leyes estadounidenses. Las ideas expresadas entonces fueron comunes en el ambiente poco estable del tiempo y además deseadas por la mayoría.

Uno de los proyectos de mayor interés para conquistar a México y establecer un gobierno independiente fue la conjuración de Aaron Burr. La situación en la Luisiana después de que pasó a los Estados Unidos fue compleja y delicada. El hecho de que los tribunales operaran en inglés, y sus miembros nombrados por las autoridades sin tomar en cuenta las necesidades de los habitantes de habla francesa, a quienes se impusieron automáticamente las leyes norteamericanas, lastimó a los antiguos pobladores en sus intereses, principios y tradiciones. Según un contemporáneo: "El gobierno de los Estados Unidos es odiado en todo el país".[ 59 ] Sin embarga de ese descontento no había la posibilidad de establecer un Estado independiente en el valle del Mississippi, pues los angloamericanos a pesar de los rencores que sufrían de los francoamericanos tenían suficiente lealtad y fuerza para rechazar cualquier plan que amenazara a la Unión.

La conjuración de Burr ha sido rodeada por el misterio desde el principio no por falta de testimonios sino más bien por una sobreabundancia en que puede fácilmente ahogarse el investigador. La información contradictoria sobre sus planes y proyectos es tan abundante que no se puede precisar cuál fue el verdadero propósito de Burr. [ 60 ] Lo más probable, en vista de la situación vigente entonces, es que anhelara la conquista de la Nueva España. Se explican las contradicciones por el hecho de que Burr necesitaba contar con el apoyo de varios y diferentes grupos para tener éxito. Así a cada uno le proponía aspectos distintos convergentes a un fin común.

Al terminar Burr su carrera política en los Estados Unidos, debido al duelo con Hamilton, puso sus energías en formar un complot para la emancipación de las colonias ibéricas. En busca de apoyo hizo, por 1805, un viaje al oeste donde se entrevistó con Henry Clay y con el general Jackson, quien no sólo estuvo de acuerdo con él, sino que pensó en tomar parte en la dirección de la aventura. Cuando llegó a Nueva Orleáns, Burr recibió buena acogida de todo el mundo y se puso en contacto con la Asociación Mexicana, de la cual recibió más información que le ayudó a formular sus planes. Allá también se acercó al general Wilkinson, pensando "que podría utilizar a este hombre con entera confianza, sin percatarse de que el general era tan ambicioso o más que él y que carecía de todo escrúpulo".[ 61 ] A través de Wilkinson se relacionó con un pariente del general George Rogers Clark, Daniel Clark, quien ya había hecho varios viajes "comerciales" a México bajo los auspicios de Wilkinson con el fin de colectar cuanta información pudiera. Al recibir apoyo y promesas de ayuda de todos lados, Burr decidió regresar al norte para apoyarse en personas que le pudieran proporcionar hombres y dinero. Ingleses, españoles y franceses fueron el blanco de sus peticiones, y cada proyecto fue distinto según la audiencia que lo escuchó. Evidentemente la euforia del momento lo volvió un poco descuidado, pues a fines de 1805 Clark escribió a Wilkinson que flotaban rumores de que el oeste iba a separarse de la Unión y de que sería "sobornado con los tesoros de los países españoles al oeste de nosotros".[ 62 ] Naturalmente dada la situación, de espionaje y contraespionaje, que existía los españoles también conocían esos hechos.

En noviembre de 1805 Miranda llegó a los Estados Unidos en busca de ayuda para sus propios planes. Burr hizo lo posible para evitar una confrontación con el fogoso sudamericano y cuando al fin Miranda consiguió la deseada entrevista, en Filadelfia, el tema de interés común fue evitado astutamente por Burr a disgusto de Miranda, quien salió de la junta obviamente enojado. Rydjord opina que Burr lo hizo así, porque no quiso correr el peligro de tomar un papel secundario en la proyectada emancipación de México.[ 63 ]

Durante 1806 Burr se esforzó en interesar a España e Inglaterra en sus proyectos. El ministro español Casa Irujo lo entretenía con promesas y un poco de dinero, pero no le otorgó pasaporte para entrar en territorio español. Aunque el ministro inglés Merry estuvo de su parte y trató de interesar a su gobierno, tampoco pudo ayudarle. Él mismo fue llamado a Londres; Pitt el promotor de la acción directa británica en estas partes murió, y Melville, otro protector de la diplomacia expansionista en América, fue procesado. Así terminaron sus supuestos planes para separar el oeste de los Estados Unidos. ¿Eran verdaderos o fingidos?

A Burr le quedaba la posibilidad de emancipar a México, cuyas débiles defensas fronterizas ofrecían algunas probabilidades de éxito, pues el inspector general Viana escribía que no tenía ni municiones, ni provisiones, ni tropas para mantener la autoridad española.[ 64 ] Entre sus preparativos Burr contaba con tres mapas bien hechos, uno de México desde California hasta el istmo, otro de la costa del Golfo y un tercero topográfico, detallado, del terreno de Veracruz hasta México. Esencialmente el éxito de su plan dependía de una guerra entre Estados Unidos y España, que le daría el apoyo oficial del gobierno y la posibilidad de afianzar sus conquistas bajo títulos legales. La atmósfera política era tirante y existía un estado de tensión en la frontera. Monroe en España pidió sus pasaportes al gobierno de Madrid, mientras que buques hispánicos atacaban a la marina mercante norteamericana en alta mar.

La tarea de Wilkinson evidentemente era provocar un incidente fronterizo entre las tropas de las dos naciones. Su parte en la conjuración daría a los Estados Unidos la oportunidad de declarar la guerra. Parece que todo estaba listo al escribir Wilkinson el 25 de septiembre de 1806 que "el tiempo que se buscaba por muchos y se quería por muchos más para derrocar al gobierno español en México ha llegado. Nosotros no podemos faltar a este acontecimiento".[ 65 ] Sin embargo faltar es exactamente lo que ocurrió.

Wilkinson se puso a la obra de formar un ejército en Nueva Orleáns como gobernador que era del territorio. Mientras tanto los españoles persistieron en mantener tropas en las tierras reclamadas por los Estados Unidos. Al cruzar el río Sabinas, el general Herrera dio al norteamericano la oportunidad de forzar el incidente que buscaba. Pero el 27 de septiembre antes de que Wilkinson pudiera atacarlo, Herrera retiró sus tropas al otro lado del río. No se sabe si Wilkinson hubiera cumplido con su compromiso con Burr, pero las probabilidades están en contra. Inmediatamente pactó con el general español un tratado por medio del cual ambos grupos prometían no traspasar el territorio discutido.[ 66 ] De todas maneras éste fue el punto clave que evitó la posibilidad de la guerra inmediata. No habría guerra ni sería Burr el rey de México, porque sin guerra no existía ninguna esperanza de éxito para la expedición.

Con el fracaso del plan, Wilkinson cubrió sus pasos al denunciar a Burr a los gobiernos de los Estados Unidos y de España. Jefferson, que había permitido hasta entonces el movimiento por las posibilidades que presentaba para el engrandecimiento del territorio estadounidense, reaccionó en su contra ordenando el arresto de los participantes. Jefferson, antiguo enemigo político y personal de Burr desde el tiempo en que éste le disputaba la presidencia, movió cielo y tierra para conseguir un veredicto de culpabilidad. Aunque fuera evidente que Burr y sesenta hombres no podían separar de la Unión los territorios del oeste, el conspirador tuvo la suerte de que su proceso fue presidido por John Marshall. Éste tuvo en cuenta que la Constitución define la traición como "hacer la guerra contra los Estados Unidos o unirse a sus enemigos", y que había de observarse estrictamente la garantía constitucional de "dos testigos para probar un hecho".[ 67 ] Por ello, Burr fue absuelto y desterrado a Francia. En su traicionero informe a Jefferson, Wilkinson pidió el pago de una suma de $ 1 500.00 destinados al pago de los participantes, suma que tuvo tanta suerte con la cuenta que mandó al gobierno español, el cual con más tino la rechazó rotundamente.

Burr prosiguió posteriormente sus planes de invadir México. Su primer intento lo hizo en Londres, en donde el clima político no era prometedor para él. Luego se trasladó a París con la esperanza de interesar a Napoleón en un proyecto nuevo. Allá el ministro Champagny lo alentó con promesas y esperanzas, entreteniéndolo por varios años para mantenerlo incapacitado de molestar la política francesa en el Nuevo Mundo. Durante este tiempo escribió varias memorias sobre la Luisiana, la independencia de las colonias españolas y una sobre el Canadá. Sólo después de cuatro años infructuosos se dio cuenta de su situación y regresó, convencido por su hija, a los Estados Unidos.

A pesar de terminar en un fracaso completo, el proyecto de Burr tuvo algunas posibilidades de éxito. El mismo Jefferson en una carta al ministro en España, James Bowdoin, el 2 de abril de 1807 le decía: "sólo un mes pedimos para posesionarnos de la ciudad de México. No puede haber prueba más clara que la buena fe de nuestra nación, que el vigor con que obró y los gastos que hizo para sofocar los intentos que recientemente meditaba Burr en contra de México".[ 68 ]

Esto no era exactamente la verdad. Aunque la expedición fue detenida no lo fue de ninguna manera para mostrar "la buena fe", sino debido a otras causas que prácticamente forzaron a Jefferson a terminar esa aventura. El hecho de que persiguiera a Burr con tanto ahínco se debe a razones ajenas a las relaciones con España. La carta que sigue:

y aunque primeramente meditaba Burr la separación de los Estados del oeste y para tal fin obtuvo auxilio de Irujo (pues tal es el modo ordinario de obrar de ese pueblo con nosotros) pudo convencerse de que no había manera de quebrantar la fidelidad de las gentes de esa región, por lo cual todos sus esfuerzos los enderezó contra México; empresa que es tan popular en este país, que nos habría bastado dejar a Burr en libertad para que hubiera conseguido partidarios con que llegar a la ciudad de México en seis semanas.[ 69 ]

El engrandecimiento del territorio americano deseado por Jefferson lo llevaba a cerrar los ojos a los móviles de su enemigo político, mientras existiera la posibilidad de que él y los Estados Unidos se pudieran aprovechar de ellos. Cuando la posibilidad de guerra con España desapareció y Wilkinson traicionó a su compañero, el presidente se apuró a pagar a Burr la deuda pendiente desde 1800. Entonces los dos fueron candidatos del mismo partido para presidente y vicepresidente, pero en vista de que no se formuló con precisión tal candidatura y para qué puesto votaban los electores, los dos recibieron el mismo número de votos electorales. Aunque Jefferson fue candidato a presidente, Burr intentó tomar ese puesto cuando la elección fue sometida a la atención de la Cámara de Representantes. Hubo en ella treinta y seis escrutinios hasta que Jefferson logró el puesto para el cual había sido nombrado. [ 70 ] Desde entonces los dos fueron declarados rivales.

Sin embargo hay también otra explicación para el fracaso del plan de Burr. Jefferson deseaba la guerra contra España y aun después del fracaso de Wilkinson deseó provocarla utilizando a Burr. En 1805 Jefferson había sondeado al senador por Ohio, amigo y cómplice de Burr, sobre la reacción de los oficiales españoles en Luisiana y Florida en caso de una guerra contra España. Un documento lo señala:

Smith cumplió con el encargo y a su vuelta informó a Jefferson que tanto el gobernador como los empleados inferiores y los habitantes en general, no sólo eran partidarios de los Estados Unidos, sino que estaban deseosos de anexarse a este país [...]. Aunque era confidencial el dicho mensaje [de guerra de diciembre de 1805], pronto estuvo al cabo de su contenido el cuerpo diplomático residente en Washington; por lo cual el embajador francés recibió órdenes de Napoleón, su amo, para informar al gobierno americano que Francia tomaría parte, en unión con España, en cualquier disputa que éste pudiera tener con los Estados Unidos. Y es histórico que después de la intimación, se abandonó el proyecto de guerra contra España [...], lo cual coincidió con las medidas que se tomaron para atacar los movimientos de Burr.[ 71 ]

Es posible entonces, según la relación de Burnet que acabamos de citar, que la intervención de Napoleón salvó a México de una invasión y a los españoles de perder unos quince años antes sus posesiones en América del Norte. Es probable que, una vez fracasados sus planes e impedida la expedición de Burr, Jefferson decidiera aprovechar la oportunidad para eliminar para siempre a su rival. En todo caso, a pesar de lo confuso de este hecho, parece evidente el interés de los Estados Unidos en la expedición y su deseo de aprovecharla para sus propios fines, pero todo el edificio se derrumbó sólo cuando llegó a ser evidente que la incorporación no sería posible dada la situación internacional del momento.

Después de su regreso en 1812, Burr se dedicó a la vida privada. Se mantuvo como un observador astuto del avance de los Estados Unidos sobre el territorio que él ansiaba conquistar. Al ocurrir la guerra de Texas, comentó a su amigo Andrew Jackson con cierta amargura y fina penetración. "¡Ahí tiene usted esto! ¡Obsérvelo! Yo viví demasiado temprano. Lo que fue traición en mis treinta años, hoy se llama patriotismo".[ 72 ]

Los insurgentes mexicanos y los Estados Unidos

El proyecto de Burr terminó en un fracaso total, pero causó gran impresión en los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Dio a los revolucionarios mexicanos la esperanza de que ellos pudieran contar con el apoyo norteamericano en su lucha por la independencia. Desde el tiempo de Hidalgo los insurgentes hicieron esfuerzos para ponerse en contacto con el gobierno del norte para obtener armas, dinero y hombres. La falta de éxito en sus propósitos se debió a causas ajenas a la voluntad de los norteamericanos, quienes deseaban tanto desalojar a España de América como aprovechar con creces la ayuda prestada.

Hidalgo escogió como su primer enviado a un joven guatemalteco, Pascasio Ortiz de Letona. Lo comisionó otorgándole un documento altisonante y bastante dinero en oro para comprar armas una vez que llegara a su destino. Ni el mensajero ni el documento ni el oro salieron de la Nueva España. El juez de la población de Molongo sospechó de él al verlo viajando con tanto dinero en oro; lo puso bajo arresto y al registrarlo encontró su credencial. Fue enviado a México, pero se suicidó antes de llegar. Un nuevo intento de llegar a los Estados Unidos fue hecho por el licenciado Ignacio Aldama en compañía de fray Juan de Salazar, OFM; Aldama fue capturado por un ardid del subdiácono Zambrano, quien alzó a la gente en su contra, lo hizo prisionero mandándolo a Monclova donde fue enjuiciado y fusilado. Salazar llegó a Béjar donde lo capturaron y lo mandaron a Monclova para sufrir la misma suerte que su compañero.

Bernardo Gutiérrez de Lara fue el primero en ponerse en contacto con los altos funcionarios norteamericanos. Un resumen de la carta del ministro español Onís sobre la entrevista de Gutiérrez con Monroe nos muestra las profundas diferencias que existían desde el principio entre los deseos mexicanos y los fines buscados por los Estados Unidos. Monroe ofrecía armas, municiones y unos veintisiete mil hombres de buena tropa. Gutiérrez a su vez debería "establecer una buena Constitución para asegurar la felicidad de sus paisanos". El gancho consistía en que la Constitución debería ser igual a la de los Estados Unidos para que las provincias libradas pudieran ser admitidas a la república del norte para formar "una potencia la más formidable del mundo". Al oír esto el representante mexicano se levantó de su silla y salió "muy enojado" del despacho de Monroe.[ 73 ] Gutiérrez de Lara no quiso obtener la ayuda norteamericana al precio de ver a su país incorporado a los Estados Unidos.

Después de la muerte de Hidalgo y Allende hubo por lo menos cuatro intentos para obtener la ayuda de los Estados Unidos, dos por parte de Ignacio Rayón y dos de Morelos.[ 74 ]

En cuanto al primer emisario mandado por Rayón no se sabe quién fue, pero hay documentos que apuntan hacia la existencia de un agente incógnito.[ 75 ] Aunque también es posible que pertenezcan al intento llevado a cabo un poco más tarde. Rayón designó al coronel Francisco Antonio de Peredo, en abril de 1813, como plenipotenciario frente al gobierno estadounidense. Peredo salió de Misantla a Boston en compañía del padre Manuel Gutiérrez, debido a quien tenemos algo de información sobre este tramo de viaje. Gutiérrez se enfermó en Boston y Peredo siguió a Filadelfia. Los detalles se pierden, pero a su regreso a México, Peredo trajo "un buque de fusilería [...] diciendo que aprontasen más [oro] para recibir otra remesa de fusilería que el anglo se obligó a traer".[ 76 ] En una carta a Mariano Matamoros el 29 de julio de 1813 hace referencia a las órdenes de buscar auxilios y pide a éste que tome todas las medidas posibles para desalojar al enemigo de la costa, para poder "recibir con facilidad en los puertos de ellos los cuantiosos socorros que esperamos de nuestro aliado el Supremo Congreso de los Estados Unidos de América".[ 77 ]

Un año después un buque norteamericano pudo desembarcar en Nautla. Posiblemente fuera la ayuda solicitada por Peredo. Su suerte final empero, no fue mayor de la cual gozaron los demás diplomáticos insurgentes. Calleja reportó que "este Peredo ha sido muerto últimamente en la toma de Zacatlán, verificada por nuestras tropas el 25 del último septiembre".[ 78 ]

El enviado que gozó de mejor suerte en cuanto a éxitos personales, si no en obtener ayuda para la causa, fue José Manuel Herrera, quien llegó a ser ministro de Relaciones Exteriores bajo Iturbide. Nombrado por Morelos en el Congreso de Chilpancingo llegó hasta Nueva Orleáns. Según Bustamante:

Herrera no correspondió al encargo que se le hizo; situóse en Nueva Orleáns, y diose por algunos meses tono de gran personaje, gastó lo poco que llevaba, se adeudó en la ciudad [...]. El gobierno de los Estados Unidos lo esperaba, y aun parece que por tratar con él prorrogaron las cámaras sus sesiones; algo habría conseguido si se hubiese presentado personalmente pero Herrera no ha tenido tino más que para ser satélite de Iturbide.[ 79 ]

Regresó a México en 1816 sólo con promesas nunca realizadas: por ejemplo informaba que una escuadra norteamericana en Galveston iba a impedir el movimiento naval español. Luego se dedicó a colectar dinero para comprar armas, pero Boquilla de Piedra por donde pensaba recibirlas, ya había sido ocupada por una expedición salida de Veracruz bajo el mando de José Rincón.[ 80 ]

Conclusión

Cada intento de involucrar directamente a los Estados Unidos en el movimiento insurgente fracasó. Algunos agentes nunca pisaron territorio norteamericano, otros no pudieron ganar la confianza y amistad de los altos funcionarios. La única oferta sólida, de Monroe a Gutiérrez de Lara, fue rechazada a causa de las condiciones inconvenientes impuestas. Las promesas de envío de buques y otra ayuda casi nunca se realizaron. Fueron ofrecidos ejércitos, armas, municiones y dinero, pero al llegar el momento en que el apoyo hubiera sido eficaz, sólo salta a la vista su ausencia.

Sin embargo el interés individual en apoyar a los insurgentes latinoamericanos no desapareció; varios puertos como Baltimore y Nueva Orleáns, por ejemplo, fueron centros de corsarios, y proveedores eficientes de embarcaciones de contrabando para los rebeldes. Parte de la explicación la proporciona la situación internacional de la época. Cuando surgieron los primeros intentos por finiquitar la influencia española en la Nueva España, los Estados Unidos se ocuparon de ensanchar directamente su territorio hacia las Floridas. Madison y Jackson utilizaron la diplomacia y la guerra para incorporar esta sección de las posesiones españolas a la Unión. La Luisiana y las Floridas distrajeron así la atención de aventureros y colonos, quienes de otra manera hubieran puesto sus miras en México para cumplir sus deseos.

Unos años antes las energías de la república del norte se ocuparon en prepararse para la guerra con Inglaterra y por ello no quisieron correr el riesgo de que España auxiliara activamente a la Gran Bretaña. De otra parte el ministro español Onís trabajaba para delimitar las fronteras y a la vez obraba para que los rebeldes recibieran el mínimo de ayuda del gobierno norteamericano. No era que el interés en eliminar a España del continente americano y adquirir sus preciados territorios faltara, sino que la situación interna e internacional no era favorable.


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WARREN, Harris Gaylord, The sword was their passport: a history of American filibustering in the Mexican revolution, Baton Rouge (Lousiana), Louisiana State University Press, 1943, 286 p.

 NOTAS

[ 1 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 3-8. Lucas Alamán, Historia de M é xico, 5 v., México, Jus, 1942, v. 1, p. 14-19.

[ 2 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 14-15; Pierre Chaunu, Historia de América Latina, trad. de la 21a. ed. actualizada, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964, 132-[4] p., p. 46-54. Hubo alrededor de sesenta distintos tipos de impuestos al terminar la dominación española.

[ 3 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 16; Pierre Chaunu, Historia de América Latina, trad. de la 21a. ed. actualizada, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964, 132-[4] p., p. 55-56. Hubo alrededor de sesenta distintos tipos de impuestos al terminar la dominación española.

[ 4 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 90-91.

[ 5 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 42-45.

[ 6 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 40-42.

[ 7 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 51. José Bravo Ugarte, Historia de México, 3 t. en 4 v., México, Jus, 1957-1959, III-1 25.

[ 8 ] William Bowles to Lord Grenville, enero 13, 1791, en Frederick J. Turner (ed.), "English policy toward America 1790-1791"", The American Historical Review, v. VII, p. 728-733, en John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 242-269.

[ 9 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 274-287.

[ 10 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 80.

[ 11 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 82. apud William Coxe, Memoirs of the kings of Spain of the House of Bourbon (2a. ed., 5 v., London, 1815), v. V, p. 37.

[ 12 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 93.

[ 13 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 88. apud William Coxe, Memoirs of the kings of Spain of the House of Bourbon (2a. ed., 5 v., London, 1815), v. V, p. 37-38.

[ 14 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 46.

[ 15 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 206; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p. 13.

[ 16] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 21; apud Archivo Archivo General de la Nación, Historia, v. 334.

[ 17 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 23-24.

[ 18 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 16-17.

[ 19 ] Victoriano Salado Álvarez, La conjura de Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por americanos del oeste, México, Talleres de Imprenta y Fotograbado del Museo Nacional, 1908, 64 p.; apud John C. Hamilton, Life of Alexander Hamilton, v. VII, p. 217. John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 163-177.

[ 20 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 13; apud Thomas Jefferson, The writings of Thomas Jefferson, v. XIV, p. 21.

[ 21 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 97-98.

[ 22 ] Thomas Jefferson to Archibald Stewart, Paris, January 25, 1786, P. L. Ford (ed.), Works of Thomas Jefferson, 12 v., New York, 1904-1905, V-75 p., en John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 98.

[ 23 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 75, apud Thomas Jefferson, The writings of Thomas Jefferson, v. XIV, p. 431-433.

[ 24 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 43; apud Thomas Jefferson, The writings of Thomas Jefferson, v. IX, p. 35.

[ 25 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 38.

En 1812 el ministro español Luis de Onís informó sobre las ideas expansionistas de los Estados Unidos: "este gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México, y parte de la provincia de Nueva Vizcaya, y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se ha levantado un plan expresamente de estas provincias por orden del gobierno, incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia natural de esta república". Luis de Onís al virrey de México, Venegas, Filadelfia, 1 de abril de 1812, en Lucas Alamán, Historia de México, 5 v., México, Jus, 1942, v. III, p. 407-409.

[ 26 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 41.

[ 27 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 178-190, 100-101, 295-305.

[ 28 ] Victoriano Salado Álvarez, La conjura de Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por americanos del oeste, México, Talleres de Imprenta y Fotograbado del Museo Nacional, 1908, p. 17-18.

[ 29 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 44-46; apud Letters and other writings of James Madison, fourth President of the Unites States, 1-454. Anexo a la carta de Madison.

[ 30 ] T. Pickering to Rufus King, August 5, 1797, Rufus King ms., n. 116, Huntington Library, en John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 149-152.

[ 31 ] T. Pickering to Rufus King, August 5, 1797, Rufus King ms., n. 116, Huntington Library, en John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 172; apud E. E. Hale, "The real Philip Nolan", Publications of the Mississippi Historical Society, p. 281-329 (1901).

[ 32 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., apud Lodge (ed.), Works of Alexander Hamilton, v. VII, p. 149.

[ 33 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 172-173.

[ 34 ] Alberto María Carreño, México y los Estados Unidos de América: apuntaciones para la historia del acrecimiento territorial de los Estados Unidos a costa de México desde la época colonial hasta nuestros días, 21a. ed., pról. de don Francisco Sosa, México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios de la Historia de México, 105), p. 113, y "Concerning Philip Nolan", The Texas Historical Association Quarterly, v. VII, 1903-1904, p. 315.

[ 35 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 41; apud Presidential Messages, I-376.

[ 36 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 209-225.

[ 37 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 41; apud Thomas Jefferson, The writings of Thomas Jefferson, v. XI, p. 347.

[ 38 ] Alberto María Carreño, México y los Estados Unidos de América: apuntaciones para la historia del acrecimiento territorial de los Estados Unidos a costa de México desde la época colonial hasta nuestros días, 21a. ed., pról. de don Francisco Sosa, México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios de la Historia de México, 105), p. 19-20.

[ 39 ] Alberto María Carreño, México y los Estados Unidos de América: apuntaciones para la historia del acrecimiento territorial de los Estados Unidos a costa de México desde la época colonial hasta nuestros días, 21a. ed., pról. de don Francisco Sosa, México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios de la Historia de México, 105), p. 33-34.

[ 40 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 207-208; apud : I. J. Cox, The West Florida controversy, 1798-1813, Baltimore, 1913, p. 155, n. 26. Lucas Alamán, Historia de México, 5 v., México, Jus, 1942, v. II, p. 68.

[ 41 ] Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé, revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 399.

[ 42 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 78; apud Presidential Messages and Papers, v. II, p. 470; Thomas A. Bailey, A diplomatic history of the American people, 74 ed., New York, Appleton-Century-Crofts, 1964, 973 p., p. 165-166.

[ 43 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 96.

[ 44 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 85-96. Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé, revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 438-441.

[ 45 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 118; apud Annual Report of the American Historical Association, 1896, 1, p. 932, v. 1, p. 967-971.

[ 46 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 113-123.

[ 47 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 193; apud Archivo General de Indias, Estado, Caracas, leg. 4.

[ 48 ] Marcus Cunliffe, The nation takes shape 1789-1837, Chicago, University of Chicago Press, 1960, 223 p., p. 51-54.

[ 49 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 197.

[ 50 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 39; apud Presidential Messages and Papers, v. I, p. 320-322.

[ 51 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 59; apud Chamizal Arbitration Counter Case of the USA, p. 123.

[ 52 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 60; apud Thomas Jefferson, The writings of Thomas Jefferson, v. X, p. 408-409.

[ 53 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p.; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p. 14.

[ 54 ] Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé, revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 390.

[ 55 ] Informe de M. Turreau de 9 de marzo de 1805, Archivo del Ministère des Affaires Étrangéres, Correspondence Politique. États-Unis, t. 58, p. 62-67, véase en Ernesto de la Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 50, n. 19.

[ 56 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 4.

[ 57 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 4-7, 45-46, n. 13.

[ 58 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 7-8.

[ 59 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 1; apud Aaron Burr, Memoria sobre la Louisiana, 1809. Archives Nationales, París, A. F., v. IV, 1681A.

[ 60 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 208.

[ 61 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 44.

[ 62 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 211; apud Wilkinson, Memoirs II, appendix XXXIII.

[ 63 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 213-214.

[ 64 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 214; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p. 63-64; Victoriano Salado Álvarez, La conjura de Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por americanos del oeste, México, Talleres de Imprenta y Fotograbado del Museo Nacional, 1908, p. 34.

[ 65 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 52; apud Gilbert Chinard, Thomas Jefferson. El Apóstol del Americanismo, México, Letras, 1959, p. 340 y s.

[ 66 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 222; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p. 168.

[ 67 ] Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé, revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 390.

[ 68 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", en Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 46, n. 13; apud Jefferson Ms. John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p.; apud P. L. Ford (ed.), Works of Thomas Jefferson, 12 v., New York, 1904-1905, v. X, p. 381-382.

[ 69 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 46, n. 13.

[ 70 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 44; apud Julius W. Muller (ed.), Presidential messages and State papers, v. II, p. 385.

[ 71 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 45-46, n. 13.

[ 72 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", en Revista de Historia de América, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p. 1-83, p. 57; apud Cox, Isaac Joslin, "Hispanic American Phases...", p. 173, McCaleb, The Burr conspiracy, p. 369.

[ 73 ] Lucas Alamán, Historia de México, 5 v., México, Jus, 1942, v. VII, p. 406-407, doc. 12.

[ 74 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 107.

[ 75 ] Lucas Alamán, Historia de México, 5 v., México, Jus, 1942, v. VII, p. 406-407, v. III, p. 410.

[ 76 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 115; apud Archivo General de la Nación, Historia, v. 116.

[ 77 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p.

[ 78 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 119; apud "Índice general de los principales papeles cogidos a los rebeldes de este reino en varias acciones militares" ( c. 1814).

[ 79 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 120; apud Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico, v. III, p. 217.

[ 80 ] Alberto María Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a. ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México, 96-97), v. I, p. 122; apud Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico, v. III, p. 391.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Ernesto de la Torre Villar (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 4, 1972, p. 63-93.

https://historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc04/026.htm

 

 

 

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