LOS ESTADOS UNIDOS Y SUS INTERESES EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS: LA
NUEVA ESPAÑA
El interés en las posesiones de España en
América del Norte, por parte de las grandes potencias, existía desde el
descubrimiento del Nuevo Mundo. Lo alentaba el deseo de disfrutar de las
riquezas de las nuevas tierras. Más tarde se convirtió en el conflicto de dos
culturas colindantes y se agravó con el afán expansionista de los Estados
Unidos. La situación de la colonia a fines del siglo XVIII y principios del XIX, el
desánimo de muchos de los moradores de esta parte del reino con el gobierno de
la metrópoli propiciaron los planes y conjuras de intervención, entre los
cuales se cuentan los que constituyen parte esencial de este ensayo.
La situación colonial
El choque de dos civilizaciones distintas en
el Nuevo Mundo dio lugar a la formación de México. Los conquistadores al llegar
se encontraron con tantos recuerdos de su país natal que llamaron a estas
tierras "Nueva España". El primer encuentro de razas y de
civilizaciones fue brutal y destructor, pero poco a poco esta situación se
modificó hasta que grupos e individuos se ajustaron y formaron clases
diferentes. La rígida estratificación social ayudó al principio a la adaptación
y a la organización de Nueva España. Sin embargo la petrificación de las
instituciones volvió a ser, con el tiempo, una de las causas principales del
descontento general y por consiguiente de la independencia.
Los indios, quienes ocuparon el escalafón
social más bajo, constituían a principios del siglo XIX el elemento más numeroso
de la población. Aunque según la ley eran súbditos del rey, no se les consideró
iguales a los peninsulares sino menores de edad. La mala aplicación de
benéficas leyes dadas en su favor dio lugar a revueltas periódicas, las cuales
fueron aplastadas sin piedad. Los mestizos, despreciados por parte de sus
padres españoles y despreciando a sus madres indígenas, llegaron a ser por su
número una amenaza para la sociedad organizada. Listos en la lucha para el
honor y la riqueza, de la que se sentían desposeídos, fueron un elemento de
disturbio entre los indios a quienes incitaron seguidamente a la rebelión.
Pueden atribuirse muchos de los disturbios de la época colonial a sus esfuerzos
para ascender a una posición de igualdad con los "blancos".
No existió base legal para la distinción
entre criollos y peninsulares, ambos nacidos de padres españoles. Sin embargo
tal distinción a favor de estos últimos llegó a ser una fuerte costumbre, aun
entre los hijos nacidos en América de peninsulares y los que nacieron en España
de los mismos padres. Los peninsulares, por ejemplo, gozaron del monopolio de
los altos cargos civiles y eclesiáticos. Como testifican bastantes autores,
estas distinciones dieron lugar a odios de clase que impidieron la formación
efectiva de la colonia en una entidad nacional.[ 1 ]
España, como las demás potencias coloniales
de la época, siguió la política mercantilista, por lo que veía en la colonia un
abastecedor de materias primas para la madre patria y un mercado para sus
productos. Cualquier efecto que pudiera competir con la economía de España
llegó a ser prohibido o relegado a ciertos distritos, como la vid, el aceite y
el tabaco. La prohibición del comercio directo de las colonias entre sí y los
muchos y variados impuestos también disminuyeron la posibilidad de una fuerte
economía colonial.[ 2 ] Tales
restricciones tuvieron el efecto de crear un fuerte comercio de contrabando,
que dio ventajas a los coloniales, los extranjeros y a los funcionarios
deshonestos. El comercio ilícito ayudó a preparar la independencia al mostrar
las ventajas del comercio extranjero y al hacer resaltar el hecho de que el
interés de la España era, en muchos casos, contrario al de la colonia. La
evidencia de la habilidad del colono para evadir la ley disminuyó el prestigio
de la autoridad española, hizo más débil su control y dio entrada a las ideas
extranjeras contrarias a las enseñanzas oficiales.[ 3 ]
Otro factor en la preparación de la mente
colonial para la independencia fue la expulsión de los jesuitas en 1767, pues
ella dejó a los criollos sin educadores, suspendió en el norte mucha influencia
misionera y española e hizo de muchos de los expulsados propagandistas activos
a favor de la independencia.[ 4 ]
El interés europeo en la colonia
La época colonial no fue tan somnolienta como
ha sido pintada. Durante los tres siglos de la dominación española hubo más de
una rebelión violenta. En adición a los disturbios internos, España tuvo que
enfrentarse con el interés creciente de las demás potencias europeas en tomar
su parte de los frutos de las Indias.
Al principio España consideró más peligrosa a
Francia que a Inglaterra como amenaza principal a sus colonias. Un atentado
francés en contra de la Florida había sido rechazado cuando Peñalosa en 1678
trató de convencer a Luis XIV de conquistar a las provincias norteñas de la
Nueva España. La expedición de La Salle por el Mississippi a Nueva Orleáns hizo
a Francia vecina de España y su expedición a Texas dio lugar a una
contraexpedición española.[ 5 ]
Inglaterra también tuvo gran interés en
penetrar la barrera hispánica. El pirata Hawkins fue el primero en quebrantar
ese monopolio e iniciar la penetración comercial inglesa que duró hasta la
Independencia. Oliverio Cromwell ofreció a España una alianza contra Francia
por el derecho de comerciar con las Indias y al ser rechazado se alió con
Francia con la idea de quitar a España las Antillas para establecer colonias
inglesas. Al estallar la guerra de sucesión española, el virrey, el conde de
Montezuma, pensó en alcanzar la independencia con ayuda de Inglaterra pero
Felipe V lo reemplazó a tiempo con el duque de Alburquerque. Con el tratado de
Utrecht, Inglaterra obtuvo en América la entrada comercial que había buscado.
Los abusos cometidos al amparo de ese tratado agudizaron los sentimientos de
hostilidad, pero al mismo tiempo alentaron el deseo inglés para ampliar su
comercio con América y entre tanto los ingleses avanzaron hacia el sur por
medio de la diplomacia, el comercio y la guerra.[ 6 ] Otro
intento de involucrar a Gran Bretaña en un proyecto para destruir la dominación
española ocurrió en 1742, al mandar una facción revoltosa una comisión al general
Oglethorpe buscando su ayuda para librar a México. El plan consistía en fundar,
bajo un príncipe austriaco, una nación independiente. Como premio de su ayuda,
Inglaterra recibiría el monopolio del comercio. La propuesta era tentadora pero
el plan fracasó antes de que los ingleses pudieran considerarla.[ 7 ]
Por el año de 1791 el aventurero William
Bowles trató de interesar a lord Grenville en tomar las Floridas y la Luisiana
y aun de "librar" a México. Según su relación, tenía la posibilidad
de atraer unos seis mil americanos desafectos del oeste, para formar parte del
ejército de invasión.[ 8 ]
El atentado inglés más serio en contra de
España en el Nuevo Mundo ocurrió en conexión con el plan de Miranda para
alcanzar la libertad de Latinoamérica. Bajo el primer ministro Castlereagh, el
general Wellesley empezó a prepara una expedición a fines de 1806. Hizo planes,
rutas y mapas, y obtuvo amplia información sobre el clima y los habitantes de
la Nueva España. Después de considerar unos siete lugares para la invasión
decidió que fuera Veracruz a causa de su cercanía a México. Consideró que necesitaría
no menos de ocho mil hombres de tropa y mil de caballería, los cuales deberían
estar listos para salir de Jamaica para Veracruz en enero de 1808. Los ingleses
pensaron en dar a México un rey francés escogido de entre los nobles desafectos
a Napoleón. Miranda regresó a Inglaterra el 10 de enero de 1808 para
proporcionar más información y alentar el plan. Trajo consigo noticias
adicionales acerca de la Nueva España junto con un plano exacto de Veracruz y
sus defensas. Con esta información más precisa Wellesley revisó sus cálculos en
cuanto al número de tropas que necesitaría. Pidió y recibió la promesa de 17
000 hombres, una cuarta parte de los cuales serían alemanes. El plan estaba
bien encaminado con tropas listas para salir de Cork cuando los eventos en el
continente variaron el rumbo de la política inglesa.
El 1o. de junio de 1808 Wellesley casi tenía
arreglada la salida de las tropas para lanzar un ataque preliminar en contra de
la península antes de proceder sobre Jamaica. El mismo 8 de junio de 1808,
cuando Melville informó a Castlereagh oficialmente que México sería el mejor
objetivo para la expedición, llegaron a Londres dos miembros de la junta de
Asturias para pedir ayuda en contra de Napoleón; cuatro días más tarde
recibieron la promesa del apoyo inglés. Al decidir apoyar a las juntas y llevar
la lucha hasta el continente, Canning decidió a la vez el fin de la expedición
en contra de México.
Entretanto a México llegaban las noticias de
la nueva situación peninsular. Las colonias se encontraban en un dilema: ¿eran
libres o no? Era la cuestión candente que iba a motivar la situación en los
próximos años. La alianza de América con España no se debía a su amor hacia la
madre patria ni hacia el pueblo español sino a su devoción al rey. Legalmente
México fue un reino sujeto al rey y la unión con España fue sólo personal, lo
que dio lugar a esperanzas para la libertad a los que deseaban la
independencia. El Ayuntamiento de México quiso imponer un sistema de gobierno
por juntas como en la península. Al mismo tiempo los peninsulares quisieron
mantener el poder enfatizando su derecho a dominar a la colonia. El virrey se
prestó a los planes de Verdad y Ramos, Azcárate y Lezama, fray Melchor de
Talamantes y Jacobo de Villaurrutia, pero los peninsulares bajo Gabriel de
Yermo actuaron primero el 15 de septiembre de 1808 y nulificaron todo cambio
democrático.[ 9 ] Por
dos años habría una paz ficticia hasta el estallido de la revolución de
Hidalgo.
La actitud norteamericana acerca de México
Ni Francia ni España vieron en la
independencia norteamericana algo bueno en sí, sino sólo una manera de atacar a
la Gran Bretaña. Estados Unidos y Francia utilizaron la amenaza de un avance
inglés sobre las colonias para sacar ayuda del gobierno español. En cuanto a
los norteamericanos ellos dijeron que, aunque ganaran, no serían una amenaza en
contra de las posesiones ibéricas porque sus intereses se centraban
principalmente en la agricultura y el comercio.[ 10 ] Francia
intentó influir en España para que declarara abiertamente la guerra a
Inglaterra. Pero España, aunque persuadida a apoyar a los norteamericanos tuvo
sus propias colonias indefensas y no quiso precipitar una acción que hubiera
podido ser riesgosa. Además la Gran Bretaña dio aliento al temor español
subrayándole el precedente de una rebelión llevada con éxito, la cual pudiera
ser un ejemplo para sus propias posesiones.[ 11 ] De
todas maneras los Estados Unidos ganaron su independencia. El resultado no
sosegó a España, porque así tenía dos enemigos en vez de uno. El nuevo, doblemente
peligroso a causa del ejemplo que dio y a causa de sus principios
revolucionarios de gobierno.[ 12 ] El
conde de Aranda, al expresar el pensamiento de que la independencia de las
colonias norteamericanas sería tan perjudicial a España como a Inglaterra,
estaba en lo cierto.[ 13 ]
Desde el primer momento de la emancipación
existió un fuerte motivo para fomentar la enemistad de las dos naciones en su
lucha para poseer la Florida y una vasta porción de territorio al sur de
Mississippi, ambas pertenecientes a España y ambicionadas por los Estados
Unidos.[ 14 ] La
gente de la frontera gozaba de un fuerte sentimiento de valor de su propia
libertad, tenía poco respeto por los límites legales y deseaba con ansia poseer
los terrenos no habitados al sur y oeste de ellos. Aun es posible decir que
existió un deseo para que fueran libres como ellos los sujetos españoles. Sin
embargo es una exageración decir con McCaleb que tenía "una solicitud
dolorosa para los desafortunados millones que ella [España] mantenía en esclavitud".[ 15 ] Es
verdad que ellos gozaron de una libertad más amplia que los súbditos españoles
y que muchos de ellos, desde los primeros momentos de la nación norteamericana,
vieron la forma republicana de gobierno casi como una nueva religión que les
tocaba propagar por toda América. Sin embargo los jefes como Genet, Adet,
Blount, Kemper, Wilkinson y Burr tuvieron razones más egoístas para sus
intentos de "liberar" el territorio español.
El gobernador de la Luisiana, Gayoso de
Lemus, vio claramente la actitud norteamericana al escribir el 2 de agosto de
1798 al capitán general de Cuba: "Desde la cuna procuran inculcar esta
ambiciosa idea [de tomar el territorio español] a la nueva generación,
entreteniendo a la juventud con relaciones lisonjeras de las riquezas de México
y que un día llegarán a poseerlas".[ 16 ] Al
mismo tiempo tomó la ocasión de describir sus métodos y su meta final:
Se introducen por la espesura de los bosques,
como los indios, y particularmente por los ríos Colorado y Blanco; se
introducen en los establecimientos de Atak-apa o Peluzas, Onachita,
Natchitoches, San Antonio, extendiéndose a las provincias de Texas, y no dudo
que se introducen más. Primero se familiarizan con los indios, tratan con
ellos, y después hacen contrabando todos con los nativos de México; algunos
quedan en aquellos territorios y no tardará mucho sin que hagan establecimientos
en ellos, de donde no será fácil removerlos. Hallándose un número suficiente
establecerán sus costumbres, leyes y religión, a que seguirá formarse en
Estados independientes, agregándose a la unión general, que no los rehusará,
progresivamente llegarán al Mar Pacífico.[ 17 ]
La actitud de los gobernantes corría
paralelamente a la del pueblo. Desde tiempos de Washington, como dijo Albert
Snow, ex secretario del Tesoro de aquella administración: "Los Estados
Unidos hacen presión más y más contra las posesiones españolas. Durante las
administraciones que siguieron a Washington, la situación se hizo más y más
tirante, y muchas veces estuvo a punto de producir la guerra".[ 18 ]
Casi todos los altos personajes ambicionaron
las tierras fronterizas como parte de los Estados Unidos. La frase
"Destino Manifiesto" todavía no había sido inventada pero la idea
estuvo en las mentes desde el nacimiento de la República.
Hamilton y Burr, aunque enemigos políticos,
vieron de manera idéntica el asunto de Latinoamérica. Ambos soñaron con ser el
libertador que librara del yugo español a sus vecinos del sur. El primero apoyó
mucho a Miranda en sus deseos de obtener la ayuda norteamericana para una
expedición en contra de México y aun pensó él mismo en ser el jefe de la
expedición. El presidente Adams empero no vio oportuno el momento para una
guerra y prohibió cualquier expedición en contra de la Luisiana. Así Hamilton
perdió su oportunidad de coronarse con el título a que aspiraba tanto: "El
Libertador de la América Española."[ 19 ]
Thomas Jefferson expuso en una carta al barón
de Humboldt en 1813 la actitud mencionada en cuanto al deber norteamericano de
"elevar" al nivel debido a los latinoamericanos:
La vecindad de Nueva España a los Estados
Unidos y su consecuente intercambio pueden significar una escuela para las
clases más elevadas, y ejemplo para las clases inferiores; y México, donde por
usted sabemos que hay hombres de ciencia, puede evolucionar bajo mejores
auspicios que las provincias del sur. Temo que estas últimas acaben en un
despotismo militar.[ 20 ]
No por eso esperaba Jefferson un cambio
rápido en la situación de Latinoamérica. Como Adams anteriormente[ 21 ] tenía
miedo de que España fuera demasiado débil para controlar sus colonias hasta que
"nuestra población pueda ser bastante avanzada para ganarla pedazo a
pedazo".[ 22 ] Vio
la independencia de las provincias ibéricas como algo inevitable, pero quiso
demorarla hasta que los Estados Unidos pudieran beneficiarse del hecho. Al
llegar la independencia no quiso ver una Latinoamérica unida porque en tal caso
sería un vecino demasiado poderoso.
Expresó sus sentimientos sobre la idea de una
buena división que serviría a los estadounidenses en una carta a Monroe:
Entretanto ellos habrán organizado sus
gobiernos y acaso habrán formado una o más confederaciones; más de una, yo
espero, porque si constituyeran una sola masa serían un vecino formidable. La
geografía de sus países parece indicar que se formen tres: 1. el que está al
norte del istmo; 2. el que está al sur de él en el Atlántico; y 3. La parte sur
del Pacífico. En esta forma nos constituiríamos en la potencia de equilibrio.[ 23 ]
Otro aspecto de su política fue la defensa de
la interpretación norteamericana de los tratados con España y Francia, la cual
pudiera dar una base a las reclamaciones futuras sobre los territorios
discutidos.[ 24 ] Esta
actitud de Jefferson puso un cimiento para la reclamación de que estos
territorios pertenecían a los Estados Unidos por derecho. A pesar de su
interpretación estricta de la Constitución, durante su periodo en el poder, los
Estados Unidos adquirieron la incorporación de los territorios pertenecientes a
los indios, la Luisiana, y aunque él no era presidente cuando se adquirieron
las Floridas, en las palabras de Carreño: "él inició los esfuerzos que
años más tarde se convertirían en realidad".[ 25 ]
La defensa española
El gobierno español no fue ignorante de estos
propósitos ni de otros que ambicionaron el gobierno de los Estados Unidos o sus
ciudadanos en su contra. Tenía fuentes muy exactas de información sobre los
planes internacionales que se tramitaban para dañarla en alguna parte de sus
posesiones. Sabía de los planes de Miranda, de los ingleses, de Nolan y de
Burr. Tenía el servicio de agentes patrióticos como Onís en Filadelfia y Morphy
en Nueva Orleáns. Además el ambiente se prestaba para la reunión de información
y noticias: "El soborno, el espionaje y la complicidad representaban el
pan cotidiano. Funcionarios americanos, franceses e ingleses, vendían a España
sus noticias, su actividad y colaboración".[ 26 ]
Las autoridades tomaban las medidas que
pensaban que eran necesarias en cada caso. Procesaron a los agentes extranjeros
que podían capturar, ahorcándoles o mandándoles a España para evitar dieran
información a sus enemigos.[ 27 ] Al
fin, el 9 de enero de 1804, el comandante general de las Provincias Internas,
don Nemesio Salcedo, ordenó que no se permitiera la entrada a la Nueva España a
los extranjeros porque sólo llevaban por objeto maquinar en contra de los
dominios de su majestad católica.[ 28 ]
Proyectos de intervención
Tal era la situación cuando España tuvo que
comenzar a defenderse contra la ambición y codicia de sus vecinos americanos.
Desde el principio de la existencia de los Estados Unidos estuvo el ambiente
lleno de planes, proyectos, aun de invasiones armadas. Acaso el primer proyecto
dirigido hacia la incorporación o liberación de territorio español fue el de
George Morgan, quien durante la Confederación, en 1788, mandó una invitación en
busca de colonos para explorar el país del oeste que pertenecía a España, y les
prometió tierras, la posibilidad de comercio y además proveer el
establecimiento de ministros protestantes para atender sus necesidades
religiosas.[ 29 ]
Por el año de 1795 William Blount y Chiskolm,
dos norteamericanos a sueldo de la Gran Bretaña, propusieron un plan que se
parece al de Burr en su grandiosidad y meta. No sólo contaban con la ayuda del
ministro inglés sino que iban a preparar un ejército de unos diez mil hombres.
Los detalles del plan se han perdido en vista de que fue abandonado, porque
"las medidas sugeridas fueron inadecuadas al objeto". [ 30 ] Ayudó
al fracaso del plan el hecho de que llegó a ser descubierto antes de que
pudieran los autores terminar sus arreglos.
Probablemente el primer aventurero sajón que
de hecho penetró en territorio tejano fue Philip Nolan. En la misma época en
que se tramaba la conjuración de Blount, Nolan preparaba por medio del
espionaje la invasión de un ejército norteamericano bajo las órdenes de
Wilkinson. Iba a tomar Nueva Orleáns y a penetrar por Texas a México. En 1797
Nolan expresaba su deseo: "Anticipo la conquista de México por los Estados
Unidos y espero que mi amigo y patrón el general me dará, en tal evento un
mando conspicuo".[ 31 ] Aseguró
a sus hombres que tenía permiso para entrar en el territorio español, mas
cuando no los dejaron relató a sus aventureros, para aplacar su ira, un cuento
que parece fantástico a primera vista. Nolan y sus hombres debían construir un
fuerte para servir de base segura de donde podrían hacer sus viajes de
investigación sobre las minas, las demás riquezas y las defensas del país.
Entretanto colectarían caballos para vender al regresar a Kentucky el próximo
agosto o septiembre, donde Nolan esperaba ser provisto de una cédula del
ministro inglés en Filadelfia.
Confuso como parece, en el ambiente de
conjuras, guerras, guerrillas, planes, proyectos, intrigas y preparaciones
militares de esta época, otro plan oscila entre lo posible y aun lo probable.
Éste era de John Adams y Alejandro Hamilton, quien sería el comandante
encargado de la expedición. Wilkinson fue recomendado por éste para recibir el
grado de general y, a pesar de no serle concedido, fue llamado más tarde a
Filadelfia para hablar de la "gran esfera de acción" a que fue
destinado a "objetos importantes y complicados".[ 32 ] La
cadena de intriga se formó con Hamilton en un punto, Nolan en el otro y
Wilkinson como eslabón intermedio.
La situación se hace más obscura y compleja
cuando se considera que también existió otra cadena de intriga, que iba de
Miranda en Londres al gobierno inglés, de allí a su ministro en Filadelfia y a
Nolan como último eslabón. Los proyectos eran iguales, su origen igual y el
objetivo el mismo. El plan de Adams y Hamilton tanto como el salido de Londres
tenían como padre intelectual al precursor de la independencia, Francisco
Miranda. El archiconspirador había intentado reforzar su cadena de intrigas por
medio de dos gobiernos, y Nolan evidentemente sirvió como el último eslabón en
territorio español. Visto bajo tales aspectos el aventurero Nolan pierde su
carácter de simple comerciante de caballos y minas como ha sido pintado, para
aparecer como el predecesor de un proyecto que abrazó no sólo minas y caballos
sino países y continentes.[ 33 ]
Este aventurero murió como había vivido. Por
el año de 1797 organizó una expedición armada sobre el río Brazos. Los españoles,
quienes lo vieron como un espía de Wilkinson encargado de levantar mapas,
ordenaron que fuera capturado. Después de una serie de incidentes fue muerto en
un encuentro armado y sus compañeros detenidos.[ 34 ] Así
terminaron las extrañas aventuras de uno de los hombres más misteriosos de la
leyenda norteamericana.
El deseo de Jefferson de conocer el
territorio del oeste lo llevó a mandar a Lewis y a Clark para explorar el río
Missouri "desde su desembocadura hasta su origen, y cruzando las altas
tierras por el camino más corto, buscar la mejor comunicación por agua a fin de
llegar hasta el Océano Pacífico".[ 35 ] Envió
también la expedición, que fracasó, de Freeman para explorar el río Colorado.
Tomó sobre sí la responsabilidad de mandar al teniente Pike a lo largo del río
Bravo, aunque de hecho éste fue un agente de Wilkinson, quien le mandó poco
antes de que Burr llegara a Nueva Orleáns. El general se jactaba después que
fue él quien mandó a Pike y no el gobierno.[ 36 ] Sin
embargo deben tomarse todas esas aseveraciones con un espíritu crítico, en
vista de la situación poco segura del conocimiento de los verdaderos hechos y
motivos de la época.
La expedición de Pike tiene una capa de
misterio y es posible que formara parte de la conjuración de Burr, debido a que
Wilkinson, por el momento mezclado en la intriga, deseaba obtener tanta
información como pudiera sobre el terreno. Los compañeros de Pike al llegar a
Santa Fe empezaron a propagar ideas heterodoxas acerca de la política y la
religión de los españoles, además de criticar abiertamente su gobierno, por lo
cual recibieron un serio aviso del gobernador de la plaza. Arrestado Pike y
examinados sus papeles que contenían información crítica del gobierno español y
planes de rebelión, fue mandado a México. Allá se enteró del reciente fracaso
de la conjuración de Burr y entendió el porqué de la desconfianza que le tenían
las autoridades desde su llegada a territorio español. Al regresar a los
Estados Unidos se mostró tan orgulloso de la información colectada que Wilkinson
tuvo que prevenirlo de que cuidase sus pláticas.
La información aportada fue recibida por las
autoridades norteamericanas y dio lugar a una protesta formal de parte del
gobierno español sobre la violación de su territorio. En contra de esta
reclamación diplomática Madison sugirió a Jefferson una respuesta en
consonancia con la política estadounidense referente al territorio fronterizo:
¿No sería apropiado refutar el cargo de
España de que este gobierno envió un espía a Santa Fe, diciendo que este
gobierno jamás ha enviado en caso alguno un espía, y que la misión de Pike era
ascender por el río Arkansas y bajar por el río Rojo sólo con fines
geográficos; y que hasta donde estamos ciertos de que nuestros derechos se
extienden hasta el río del Norte y participamos de su navegación con España el
viaje de Pike no tuvo el propósito de ejercer este derecho, el cual mencionamos
aquí sólo porque él prefirió negarlo, cuestión que debe estar solucionada en
otra forma?[ 37 ]
El cinismo de Madison en esta ocasión es
admirable, quiso negar lo que ambos contendientes bien entendieron y, aún más,
usar la oportunidad para presionar su reclamación sobre Texas como parte de la
compra de Luisiana.
La próxima entrada de importancia a las
tierras del oeste tomó la forma de una invasión armada. Augustus Magee utilizó
al infidente Gutiérrez de Lara como pretexto para mover al otro lado del río
Sabinas, en 1812, a unos 158 hombres. Magee fue muerto durante uno de los
primeros encuentros, dejando el mando a Kemper, quien derrotó a los españoles
hasta tomar San Antonio de Béjar. Mas su éxito fue corto en vista de que éstos
no tardaron mucho en recuperar la plaza matando a casi todos los
norteamericanos que encontraron.[ 38 ]
Después del Tratado Adams-Onís de 1819, el
cual confirmó a Texas como posesión española, ocurrió otro levantamiento de
consecuencia. Los norteamericanos, bajo Long, organizaron una expedición en
Natchez y con gran júbilo en junio de 1819 proclamaron una república nueva e
independiente. Como no pudieron obtener ayuda del pirata Lafitte, el coronel
Ignacio Pérez desbandó la operación republicana. Un poco más tarde Long logró
posesionarse de la bahía, pero otra vez Pérez lo derrotó, esta vez
capturándole. Fue mandado a Béjar y de allá a México donde fue puesto en
libertad.[ 39 ]
Otros puntos de conflicto habían aparecido
desde un principio en las Floridas oriental y occidental. En la Florida
occidental, el último de los territorios discutidos, los norteamericanos pronto
llegaron a representar el elemento más numeroso de la población, especialmente
en algunos puntos como Baton Rouge. En 1804 Kemper, el mismo que iría después
con Magge, promovió una insurrección de "rufianes de la frontera, indios,
blancos piratas del río". Después de ser rechazados en su primer intento contra
Baton Rouge, Kemper regresó a la cabeza de treinta hombres llevando banderas y
una proclama en la cual expresaban los disgustos de los norteamericanos con el
gobierno español. Sin embargo, y a pesar de estos aprestos, fueron fácilmente
derrotados otra vez por Gran Pré al no haber podido interesar al pueblo en su
causa.[ 40 ]
Con la guerra contra Napoleón en España y la
existencia de dos gobiernos, el imperio se desmoronaba. Madison, ya presidente,
se aprovechó de la situación para agredir a la Florida occidental. Los
habitantes de la porción que limitaba con el Mississippi "se
decidieron" por los Estados Unidos y se apoderaron de Baton Rouge[ 41 ] siendo
incorporados por Madison a la Unión el 27 de octubre de 1810. En su proclama,
al tomar posesión Madison justificó la ocupación por parte de los
norteamericanos por "estas poderosas y urgentes consideraciones", que
le habían movido de un modo "recto y conveniente" a tomar posesión
del territorio en nombre de los Estados Unidos.[ 42 ]
Casi inmediatamente después el general Matthews
se apoderó de parte de la Florida oriental. A pesar de ser alabada la acción
por Monroe en nombre del presidente, el territorio fue devuelto, porque Estados
Unidos estaba a punto de ir a la guerra con la Gran Bretaña y no quería
presionar demasiado a España por miedo de que tomara parte activa en la
contienda.
En 1817 Andrew Jackson invadió la Florida
oriental para destruir algunos partidos de indios seminoles que, después de
escalpar a norteamericanos, habían tendido una emboscada a un destacamento del
ejército punitivo matando mujeres y niños. Aun antes de estos incidentes, por
el año de 1814, había entrado en correspondencia con el comandante de Panzacola
sobre la culpabilidad de éste acerca del asunto de los indios. Sobre este
mensaje, Carreño dice que: "No era peor el lenguaje que empleaba nuestro
inolvidable soldado de fortuna Francisco Villa". Y aun Basset, el biógrafo
y admirador de Jackson, dijo después de citar parte de la carta que:
"Respira el espíritu de un rufián de la Selva Negra ".[ 43 ] Al
destruir a los seminoles en 1817 Jackson hizo una marcha forzada a través de la
selva virgen, tomó Panzacola, expulsó al gobernador y dejó la fortaleza
guarnecida con fuerzas de su ejército. Aunque regresó como héroe, en el
gabinete de Monroe fue Adams el único en sostener que todas las acciones suyas
fueron justificadas debido a la incompetencia española para vigilar su propio
territorio. Adams se salió con la suya y Jackson fue alabado por su acción.[ 44 ] El
territorio conquistado empero fue devuelto a España, sólo para ser
reincorporado a la Unión por medio del Tratado Adams-Onís.
La Luisiana también fue campo de discusión
mayor. Después de la guerra de la sucesión austriaca, España aceptó la Luisiana
con titubeos a causa de que no supo exactamente qué hacer con ella. Se pensó en
hacer allá una tierra de nadie, un desierto entre las colonias españolas y las
inglesas pero tal plan no fue realizable. Tampoco fue práctico dejar solamente
una pequeña guarnición sin invitar a Inglaterra a ocupar el espacio no
protegido. Para proteger a la nueva adquisición fue necesario reforzarla e
introducir reformas para contentar a los habitantes de la región.
En 1792 un francés, el ciudadano Genet, vino
de Francia como su representante a los Estados Unidos, y casi inmediatamente
empezó a promover una acción para librar la Luisiana de los españoles. Al
principio pensó hacerlo sin la ayuda de los Estados Unidos. Como no era posible
consiguió atraer a sus ideas el apoyo de numerosos ciudadanos del país. Gente
como el general George Rogers Clark, el doctor O'Fallon y Benjamin Logan se
prestaron a ayudarle. El plan incluyó la toma de Panzacola, Santa Fe y Nuevo
México como los primeros pasos en la conquista de "toda la América
española".[ 45 ] Se
puso en movimiento el plan sólo para ser parado por el gobierno en vista de las
quejas de España. Genet también falló en sus ideas relativas a los altos
oficiales estadounidenses al intentar eliminarlos de sus planes. Con la caída
de los girondinos, Genet perdió toda esperanza de ayuda francesa y si Estados
Unidos le hubiera mandado a París como pidió la Convención, hubiera perdido
también su cabeza.[ 46 ]
Napoleón recobró la Luisiana en 1800 para
Francia por medio de un tratado secreto en el cual prometió solemnemente no
traspasarla a ninguna otra potencia. Al llegar estas noticias a Estados Unidos
en 1801 se produjo una alarma puesto que Francia tenía, en Nueva Orleáns, la
clave a México. Miranda fue informado por Hamilton, King, Smith y otros del
partido expansionista diciéndole que: "no había mejor oportunidad para
convencer a los Estados Unidos que el momento en que conocían de la
transferencia de la Luisiana a los franceses".[ 47 ]
Efectivamente, los Estados Unidos se
sintieron presionados y apoyados para obtener cuanto antes la Luisiana y las
Floridas. Cuando Monroe llegó a París en 1803 la situación era favorable para
su misión. Cansado de la revolución en Haití, Napoleón había decidido olvidar
su sueño de un imperio americano para concentrar sus esfuerzos en el
continente. Tenía necesidad de dinero y si los Estados Unidos podían pagarla
estaba dispuesto a venderles la Luisiana. Contra tan cínico rompimiento del
tratado secreto, España protestó inútilmente. De un golpe Jefferson, en contra
de sus propios principios, duplicó el territorio de los Estados Unidos mediante
unos quince millones de dólares. Nueva Orleáns no fue incluida en la cesión,
por pertenecer de hecho a España.[ 48 ]
Una de las causas que originaron quejas en
los Estados Unidos al pasar la Luisiana a Francia en 1800 fue el hecho de que Nueva
Orleáns quedó en manos españolas. Con la tirantez que surgió entre todos los
involucrados, el intendente Morales suspendió el derecho de depósito de que
habían gozado los norteamericanos desde 1795. Inmediatamente se alzaron gritos
de guerra por parte de los vecinos del norte, llegando hasta el punto en que el
senador Ross, públicamente sugirió que los Estados Unidos deberían
"adquirir el país y negociar después".[ 49 ]
Se hicieron reclamaciones oficiales al
comandante español, quien les dijo que había motivos para que el intendente
Morales les prohibiera el depósito y además les indicó que ya se había
consultado el caso con el monarca y con Salcedo, que estaba seguro de que
pronto se resolvería su petición favorablemente.[ 50 ] La
respuesta no aplacó a los lastimados, quienes ya habían sentido los efectos de
las demoras burocráticas españolas, las cuales seguían lastimando sus intereses
comerciales.
El hecho de que los límites de la Luisiana
nunca hubieran sido bien delimitados causaría una serie de problemas a España.
El Tratado de San Ildefonso, bajo cuyos términos se entregó el territorio lo
describió como:
una
vasta provincia situada al oeste del Mississippi que forma en este lado el
límite común con los Estados Unidos. En el oeste limitada por Nuevo México, al
sur por el mar, y al norte por una extensión sin límites de tierras escasamente
conocidas [...] la extensión de la Luisiana, cuyos límites sólo han sido
indicados arriba, está bien determinada al sur por el Golfo de México.[ 51 ]
Jefferson, a pesar de la ganga, no se sintió
satisfecho con la operación ni con los límites señalados. Al manifestar sus
sentimientos dijo: "tenemos reclamaciones para extendernos en la costa
occidental, hasta el río Norte o Bravo o mejor todavía en una dirección al este
hasta el río Perdido entre Mobila y Panzacola, antiguos límites de la Luisiana
".[ 52 ]
Tales pensamientos no fueron muy prometedores
de una época de paz y buenas relaciones entre los países colindantes.
La compra de la Luisiana marcó el declive en
el interés de los Estados Unidos por los proyectos revolucionarios inmediatos.
La necesidad de asegurar su nueva posesión impidió la guerra con España,
Francia e Inglaterra. McCaleb dice que: "si no hubiera sido por eso México
y otras colonias hispanoamericanas hubieran sido revolucionarias más
pronto".[ 53 ] Esto
no quiere decir que así hayan terminado las dificultades entre España y los
norteamericanos. Con su adquisición por los Estados Unidos, Nueva Orleáns llegó
a ser la puerta de entrada a los dominios españoles y el foco de grupos
revolucionarios. El virrey de México y el capitán general de Florida fueron
avisados de cuidar las fronteras en contra de los aventureros. Así el objetivo
más importante para los yanquis fue organizar y establecer la autoridad de los
Estados Unidos en el nuevo territorio.
Uno de los comisionados delegados a tomar
posesión, y más tarde gobernador del territorio, fue uno de los personajes más
importantes en ese tiempo: James Wilkinson, "quien traicionaba todas las
causas a que se adhería".[ 54 ]
Turreau, el embajador francés nos dejó de él
una semblanza fiel al escribir:
Ambicioso y fácil de seducir por falsas
apariencias, amante del brillo y de la representación, se queja con poca
discreción, sobre todo después de las comidas, de la forma como su gobierno
deja pocas posibilidades de fortuna, progreso y gloria a los oficiales, y no da
a los jefes militares el pago suficiente para llevar una situación conveniente.
Ha escuchado con placer y más aún con entusiasmo los detalles que le he dado
sobre la organización, el estado y la fuerza de la Armada Francesa. Mi uniforme
y la orden con que he sido condecorado son para él objetos de envidia y parece
estar ligado al servicio americano sólo porque no puede encontrar otra cosa
mejor.[ 55 ]
Tal era el hombre inmiscuido en los asuntos
de Nolan y Pike y que pronto mantendría su reputación por su fidelidad a sus
principios en el asunto de Aaron Burr.
El afán de conquistar a México duraba, a
pesar de la reticencia de los Estados Unidos a mezclarse en una guerra
internacional. Aventureros y comerciantes vieron en la provincia hispánica la
meta de sus esperanzas para obtener gloria, poder y ganancias. Uno de los
medios de que se valieron fue la organización que llevaba el título de Mexican
Association, cuyo fin era "obtener acerca de Nueva España y demás
provincias españolas, mapas y toda clase de información de comerciantes,
viajeros y científicos".[ 56 ] La
asociación se dedicó a hacer prosélitos entre personas de toda clase e
intereses, siendo su único denominador común el afán de conquista del
territorio español. En vista de las condiciones reinantes en la frontera
pasaron de la etapa de planeación a la de preparación de una expedición armada
con la idea de hacer independiente a México y elegir sus propios gobernantes.
Pensaban apoderarse primero de Baton Rouge y Mobila como paso principal para
obtener la ayuda de Estados Unidos en sus planes posteriores. Consideraban que
una posible guerra entre España y Estados Unidos convertiría su plan en posible
y práctico. Si no sería irrealizable a pesar de que contaran con un grupo
numeroso de voluntarios. Wilkinson tuvo conocimiento del plan y también Burr
aunque no sabemos si pertenecían o no a la organización.
Con el fracaso de la declaración de guerra
contra España, la traición de Wilkinson contra Burr y la orden de aprehensión
de Jefferson en contra de éste, la asociación fue acusada y sus principales
miembros enjuiciados.[ 57 ] Sobresalían
en la empresa Daniel Clark, el juez Evans Jones, el editor de la Louisiana Gazette y los
irlandeses de nacimiento: abogado Lewis Kerr y el juez de la corte del Condado
de Orleáns, James Workman. Los dos últimos mencionados fueron procesados. Kerr
negó haber tenido relaciones con Burr, Bollman, Adair, Swartwout y Alexander en
sus planes contra México. Negó también cualquier asociación sediciosa con el
general Wilkinson. Workman, el autor del Memorial proposing a plan for the conquest and emancipation
of Spanish America, by means which would promote the tranquility of Ireland, se
sorprendió de que la idea de emancipar a las colonias españolas hubiera causado
tanta indignación y
se exculpó advirtiendo que las relaciones con
España eran malas, que varias personas lo habían comprendido entre otros un
grupo de banqueros que ofrecieron ayuda para una empresa contra las colonias
españolas [...]. Excusóse de los preparativos prebélicos de que se le acusaba,
alegando no ser delictivo recibir informes de cualquier naturaleza relativos a
otro país. Que si eso se podía hacer en época de paz, como lo hizo Humboldt, más
disculpa existía en tiempo de guerra.[ 58 ]
Exoneró en seguida a sus compañeros de toda
culpabilidad y en un discurso en que resumió sus ideas sobre la emancipación de
las colonias españolas terminó su defensa. El jurado absolvió a los procesados
de culpabilidad contra las leyes estadounidenses. Las ideas expresadas entonces
fueron comunes en el ambiente poco estable del tiempo y además deseadas por la
mayoría.
Uno de los proyectos de mayor interés para
conquistar a México y establecer un gobierno independiente fue la conjuración
de Aaron Burr. La situación en la Luisiana después de que pasó a los Estados
Unidos fue compleja y delicada. El hecho de que los tribunales operaran en
inglés, y sus miembros nombrados por las autoridades sin tomar en cuenta las
necesidades de los habitantes de habla francesa, a quienes se impusieron
automáticamente las leyes norteamericanas, lastimó a los antiguos pobladores en
sus intereses, principios y tradiciones. Según un contemporáneo: "El
gobierno de los Estados Unidos es odiado en todo el país".[ 59 ] Sin
embarga de ese descontento no había la posibilidad de establecer un Estado
independiente en el valle del Mississippi, pues los angloamericanos a pesar de
los rencores que sufrían de los francoamericanos tenían suficiente lealtad y
fuerza para rechazar cualquier plan que amenazara a la Unión.
La conjuración de Burr ha sido rodeada por el
misterio desde el principio no por falta de testimonios sino más bien por una
sobreabundancia en que puede fácilmente ahogarse el investigador. La
información contradictoria sobre sus planes y proyectos es tan abundante que no
se puede precisar cuál fue el verdadero propósito de Burr. [ 60 ] Lo
más probable, en vista de la situación vigente entonces, es que anhelara la
conquista de la Nueva España. Se explican las contradicciones por el hecho de
que Burr necesitaba contar con el apoyo de varios y diferentes grupos para
tener éxito. Así a cada uno le proponía aspectos distintos convergentes a un
fin común.
Al terminar Burr su carrera política en los
Estados Unidos, debido al duelo con Hamilton, puso sus energías en formar un
complot para la emancipación de las colonias ibéricas. En busca de apoyo hizo,
por 1805, un viaje al oeste donde se entrevistó con Henry Clay y con el general
Jackson, quien no sólo estuvo de acuerdo con él, sino que pensó en tomar parte
en la dirección de la aventura. Cuando llegó a Nueva Orleáns, Burr recibió
buena acogida de todo el mundo y se puso en contacto con la Asociación
Mexicana, de la cual recibió más información que le ayudó a formular sus
planes. Allá también se acercó al general Wilkinson, pensando "que podría
utilizar a este hombre con entera confianza, sin percatarse de que el general
era tan ambicioso o más que él y que carecía de todo escrúpulo".[ 61 ] A
través de Wilkinson se relacionó con un pariente del general George Rogers
Clark, Daniel Clark, quien ya había hecho varios viajes "comerciales"
a México bajo los auspicios de Wilkinson con el fin de colectar cuanta
información pudiera. Al recibir apoyo y promesas de ayuda de todos lados, Burr
decidió regresar al norte para apoyarse en personas que le pudieran
proporcionar hombres y dinero. Ingleses, españoles y franceses fueron el blanco
de sus peticiones, y cada proyecto fue distinto según la audiencia que lo
escuchó. Evidentemente la euforia del momento lo volvió un poco descuidado,
pues a fines de 1805 Clark escribió a Wilkinson que flotaban rumores de que el
oeste iba a separarse de la Unión y de que sería "sobornado con los
tesoros de los países españoles al oeste de nosotros".[ 62 ] Naturalmente
dada la situación, de espionaje y contraespionaje, que existía los españoles
también conocían esos hechos.
En noviembre de 1805 Miranda llegó a los
Estados Unidos en busca de ayuda para sus propios planes. Burr hizo lo posible
para evitar una confrontación con el fogoso sudamericano y cuando al fin
Miranda consiguió la deseada entrevista, en Filadelfia, el tema de interés
común fue evitado astutamente por Burr a disgusto de Miranda, quien salió de la
junta obviamente enojado. Rydjord opina que Burr lo hizo así, porque no quiso
correr el peligro de tomar un papel secundario en la proyectada emancipación de
México.[ 63 ]
Durante 1806 Burr se esforzó en interesar a
España e Inglaterra en sus proyectos. El ministro español Casa Irujo lo entretenía
con promesas y un poco de dinero, pero no le otorgó pasaporte para entrar en
territorio español. Aunque el ministro inglés Merry estuvo de su parte y trató
de interesar a su gobierno, tampoco pudo ayudarle. Él mismo fue llamado a
Londres; Pitt el promotor de la acción directa británica en estas partes murió,
y Melville, otro protector de la diplomacia expansionista en América, fue
procesado. Así terminaron sus supuestos planes para separar el oeste de los
Estados Unidos. ¿Eran verdaderos o fingidos?
A Burr le quedaba la posibilidad de emancipar
a México, cuyas débiles defensas fronterizas ofrecían algunas probabilidades de
éxito, pues el inspector general Viana escribía que no tenía ni municiones, ni
provisiones, ni tropas para mantener la autoridad española.[ 64 ] Entre
sus preparativos Burr contaba con tres mapas bien hechos, uno de México desde
California hasta el istmo, otro de la costa del Golfo y un tercero topográfico,
detallado, del terreno de Veracruz hasta México. Esencialmente el éxito de su
plan dependía de una guerra entre Estados Unidos y España, que le daría el
apoyo oficial del gobierno y la posibilidad de afianzar sus conquistas bajo
títulos legales. La atmósfera política era tirante y existía un estado de
tensión en la frontera. Monroe en España pidió sus pasaportes al gobierno de
Madrid, mientras que buques hispánicos atacaban a la marina mercante
norteamericana en alta mar.
La tarea de Wilkinson evidentemente era
provocar un incidente fronterizo entre las tropas de las dos naciones. Su parte
en la conjuración daría a los Estados Unidos la oportunidad de declarar la
guerra. Parece que todo estaba listo al escribir Wilkinson el 25 de septiembre
de 1806 que "el tiempo que se buscaba por muchos y se quería por muchos
más para derrocar al gobierno español en México ha llegado. Nosotros no podemos
faltar a este acontecimiento".[ 65 ] Sin
embargo faltar es exactamente lo que ocurrió.
Wilkinson se puso a la obra de formar un
ejército en Nueva Orleáns como gobernador que era del territorio. Mientras
tanto los españoles persistieron en mantener tropas en las tierras reclamadas
por los Estados Unidos. Al cruzar el río Sabinas, el general Herrera dio al
norteamericano la oportunidad de forzar el incidente que buscaba. Pero el 27 de
septiembre antes de que Wilkinson pudiera atacarlo, Herrera retiró sus tropas
al otro lado del río. No se sabe si Wilkinson hubiera cumplido con su
compromiso con Burr, pero las probabilidades están en contra. Inmediatamente
pactó con el general español un tratado por medio del cual ambos grupos
prometían no traspasar el territorio discutido.[ 66 ] De
todas maneras éste fue el punto clave que evitó la posibilidad de la guerra
inmediata. No habría guerra ni sería Burr el rey de México, porque sin guerra
no existía ninguna esperanza de éxito para la expedición.
Con el fracaso del plan, Wilkinson cubrió sus
pasos al denunciar a Burr a los gobiernos de los Estados Unidos y de España.
Jefferson, que había permitido hasta entonces el movimiento por las
posibilidades que presentaba para el engrandecimiento del territorio
estadounidense, reaccionó en su contra ordenando el arresto de los
participantes. Jefferson, antiguo enemigo político y personal de Burr desde el
tiempo en que éste le disputaba la presidencia, movió cielo y tierra para conseguir
un veredicto de culpabilidad. Aunque fuera evidente que Burr y sesenta hombres
no podían separar de la Unión los territorios del oeste, el conspirador tuvo la
suerte de que su proceso fue presidido por John Marshall. Éste tuvo en cuenta
que la Constitución define la traición como "hacer la guerra contra los
Estados Unidos o unirse a sus enemigos", y que había de observarse
estrictamente la garantía constitucional de "dos testigos para probar un
hecho".[ 67 ] Por
ello, Burr fue absuelto y desterrado a Francia. En su traicionero informe a
Jefferson, Wilkinson pidió el pago de una suma de $ 1 500.00 destinados al pago
de los participantes, suma que tuvo tanta suerte con la cuenta que mandó al
gobierno español, el cual con más tino la rechazó rotundamente.
Burr prosiguió posteriormente sus planes de
invadir México. Su primer intento lo hizo en Londres, en donde el clima
político no era prometedor para él. Luego se trasladó a París con la esperanza
de interesar a Napoleón en un proyecto nuevo. Allá el ministro Champagny lo
alentó con promesas y esperanzas, entreteniéndolo por varios años para
mantenerlo incapacitado de molestar la política francesa en el Nuevo Mundo.
Durante este tiempo escribió varias memorias sobre la Luisiana, la
independencia de las colonias españolas y una sobre el Canadá. Sólo después de
cuatro años infructuosos se dio cuenta de su situación y regresó, convencido
por su hija, a los Estados Unidos.
A pesar de terminar en un fracaso completo,
el proyecto de Burr tuvo algunas posibilidades de éxito. El mismo Jefferson en
una carta al ministro en España, James Bowdoin, el 2 de abril de 1807 le decía:
"sólo un mes pedimos para posesionarnos de la ciudad de México. No puede
haber prueba más clara que la buena fe de nuestra nación, que el vigor con que
obró y los gastos que hizo para sofocar los intentos que recientemente meditaba
Burr en contra de México".[ 68 ]
Esto no era exactamente la verdad. Aunque la
expedición fue detenida no lo fue de ninguna manera para mostrar "la buena
fe", sino debido a otras causas que prácticamente forzaron a Jefferson a
terminar esa aventura. El hecho de que persiguiera a Burr con tanto ahínco se
debe a razones ajenas a las relaciones con España. La carta que sigue:
y aunque
primeramente meditaba Burr la separación de los Estados del oeste y para tal
fin obtuvo auxilio de Irujo (pues tal es el modo ordinario de obrar de ese
pueblo con nosotros) pudo convencerse de que no había manera de quebrantar la
fidelidad de las gentes de esa región, por lo cual todos sus esfuerzos los
enderezó contra México; empresa que es tan popular en este país, que nos habría
bastado dejar a Burr en libertad para que hubiera conseguido partidarios con
que llegar a la ciudad de México en seis semanas.[ 69 ]
El engrandecimiento del territorio americano
deseado por Jefferson lo llevaba a cerrar los ojos a los móviles de su enemigo
político, mientras existiera la posibilidad de que él y los Estados Unidos se
pudieran aprovechar de ellos. Cuando la posibilidad de guerra con España
desapareció y Wilkinson traicionó a su compañero, el presidente se apuró a
pagar a Burr la deuda pendiente desde 1800. Entonces los dos fueron candidatos
del mismo partido para presidente y vicepresidente, pero en vista de que no se
formuló con precisión tal candidatura y para qué puesto votaban los electores,
los dos recibieron el mismo número de votos electorales. Aunque Jefferson fue
candidato a presidente, Burr intentó tomar ese puesto cuando la elección fue
sometida a la atención de la Cámara de Representantes. Hubo en ella treinta y
seis escrutinios hasta que Jefferson logró el puesto para el cual había sido
nombrado. [ 70 ] Desde
entonces los dos fueron declarados rivales.
Sin embargo hay también otra explicación para
el fracaso del plan de Burr. Jefferson deseaba la guerra contra España y aun
después del fracaso de Wilkinson deseó provocarla utilizando a Burr. En 1805
Jefferson había sondeado al senador por Ohio, amigo y cómplice de Burr, sobre
la reacción de los oficiales españoles en Luisiana y Florida en caso de una
guerra contra España. Un documento lo señala:
Smith
cumplió con el encargo y a su vuelta informó a Jefferson que tanto el
gobernador como los empleados inferiores y los habitantes en general, no sólo
eran partidarios de los Estados Unidos, sino que estaban deseosos de anexarse a
este país [...]. Aunque era confidencial el dicho mensaje [de guerra de
diciembre de 1805], pronto estuvo al cabo de su contenido el cuerpo diplomático
residente en Washington; por lo cual el embajador francés recibió órdenes de
Napoleón, su amo, para informar al gobierno americano que Francia tomaría
parte, en unión con España, en cualquier disputa que éste pudiera tener con los
Estados Unidos. Y es histórico que después de la intimación, se abandonó el
proyecto de guerra contra España [...], lo cual coincidió con las medidas que
se tomaron para atacar los movimientos de Burr.[ 71 ]
Es posible entonces, según la relación de
Burnet que acabamos de citar, que la intervención de Napoleón salvó a México de
una invasión y a los españoles de perder unos quince años antes sus posesiones
en América del Norte. Es probable que, una vez fracasados sus planes e impedida
la expedición de Burr, Jefferson decidiera aprovechar la oportunidad para
eliminar para siempre a su rival. En todo caso, a pesar de lo confuso de este
hecho, parece evidente el interés de los Estados Unidos en la expedición y su
deseo de aprovecharla para sus propios fines, pero todo el edificio se derrumbó
sólo cuando llegó a ser evidente que la incorporación no sería posible dada la
situación internacional del momento.
Después de su regreso en 1812, Burr se dedicó
a la vida privada. Se mantuvo como un observador astuto del avance de los
Estados Unidos sobre el territorio que él ansiaba conquistar. Al ocurrir la
guerra de Texas, comentó a su amigo Andrew Jackson con cierta amargura y fina
penetración. "¡Ahí tiene usted esto! ¡Obsérvelo! Yo viví demasiado
temprano. Lo que fue traición en mis treinta años, hoy se llama
patriotismo".[ 72 ]
Los insurgentes mexicanos y los Estados
Unidos
El proyecto de Burr terminó en un fracaso
total, pero causó gran impresión en los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica.
Dio a los revolucionarios mexicanos la esperanza de que ellos pudieran contar
con el apoyo norteamericano en su lucha por la independencia. Desde el tiempo
de Hidalgo los insurgentes hicieron esfuerzos para ponerse en contacto con el
gobierno del norte para obtener armas, dinero y hombres. La falta de éxito en
sus propósitos se debió a causas ajenas a la voluntad de los norteamericanos,
quienes deseaban tanto desalojar a España de América como aprovechar con creces
la ayuda prestada.
Hidalgo escogió como su primer enviado a un
joven guatemalteco, Pascasio Ortiz de Letona. Lo comisionó otorgándole un
documento altisonante y bastante dinero en oro para comprar armas una vez que
llegara a su destino. Ni el mensajero ni el documento ni el oro salieron de la
Nueva España. El juez de la población de Molongo sospechó de él al verlo
viajando con tanto dinero en oro; lo puso bajo arresto y al registrarlo encontró
su credencial. Fue enviado a México, pero se suicidó antes de llegar. Un nuevo
intento de llegar a los Estados Unidos fue hecho por el licenciado Ignacio
Aldama en compañía de fray Juan de Salazar, OFM; Aldama fue capturado por un
ardid del subdiácono Zambrano, quien alzó a la gente en su contra, lo hizo
prisionero mandándolo a Monclova donde fue enjuiciado y fusilado. Salazar llegó
a Béjar donde lo capturaron y lo mandaron a Monclova para sufrir la misma
suerte que su compañero.
Bernardo Gutiérrez de Lara fue el primero en
ponerse en contacto con los altos funcionarios norteamericanos. Un resumen de
la carta del ministro español Onís sobre la entrevista de Gutiérrez con Monroe
nos muestra las profundas diferencias que existían desde el principio entre los
deseos mexicanos y los fines buscados por los Estados Unidos. Monroe ofrecía
armas, municiones y unos veintisiete mil hombres de buena tropa. Gutiérrez a su
vez debería "establecer una buena Constitución para asegurar la felicidad
de sus paisanos". El gancho consistía en que la Constitución debería ser
igual a la de los Estados Unidos para que las provincias libradas pudieran ser
admitidas a la república del norte para formar "una potencia la más
formidable del mundo". Al oír esto el representante mexicano se levantó de
su silla y salió "muy enojado" del despacho de Monroe.[ 73 ] Gutiérrez
de Lara no quiso obtener la ayuda norteamericana al precio de ver a su país
incorporado a los Estados Unidos.
Después de la muerte de Hidalgo y Allende
hubo por lo menos cuatro intentos para obtener la ayuda de los Estados Unidos,
dos por parte de Ignacio Rayón y dos de Morelos.[ 74 ]
En cuanto al primer emisario mandado por
Rayón no se sabe quién fue, pero hay documentos que apuntan hacia la existencia
de un agente incógnito.[ 75 ] Aunque
también es posible que pertenezcan al intento llevado a cabo un poco más tarde.
Rayón designó al coronel Francisco Antonio de Peredo, en abril de 1813, como
plenipotenciario frente al gobierno estadounidense. Peredo salió de Misantla a
Boston en compañía del padre Manuel Gutiérrez, debido a quien tenemos algo de
información sobre este tramo de viaje. Gutiérrez se enfermó en Boston y Peredo
siguió a Filadelfia. Los detalles se pierden, pero a su regreso a México,
Peredo trajo "un buque de fusilería [...] diciendo que aprontasen más
[oro] para recibir otra remesa de fusilería que el anglo se obligó a
traer".[ 76 ] En
una carta a Mariano Matamoros el 29 de julio de 1813 hace referencia a las
órdenes de buscar auxilios y pide a éste que tome todas las medidas posibles
para desalojar al enemigo de la costa, para poder "recibir con facilidad
en los puertos de ellos los cuantiosos socorros que esperamos de nuestro aliado
el Supremo Congreso de los Estados Unidos de América".[ 77 ]
Un año después un buque norteamericano pudo
desembarcar en Nautla. Posiblemente fuera la ayuda solicitada por Peredo. Su
suerte final empero, no fue mayor de la cual gozaron los demás diplomáticos
insurgentes. Calleja reportó que "este Peredo ha sido muerto últimamente
en la toma de Zacatlán, verificada por nuestras tropas el 25 del último
septiembre".[ 78 ]
El enviado que gozó de mejor suerte en cuanto
a éxitos personales, si no en obtener ayuda para la causa, fue José Manuel
Herrera, quien llegó a ser ministro de Relaciones Exteriores bajo Iturbide.
Nombrado por Morelos en el Congreso de Chilpancingo llegó hasta Nueva Orleáns.
Según Bustamante:
Herrera no correspondió al encargo que se le
hizo; situóse en Nueva Orleáns, y diose por algunos meses tono de gran
personaje, gastó lo poco que llevaba, se adeudó en la ciudad [...]. El gobierno
de los Estados Unidos lo esperaba, y aun parece que por tratar con él
prorrogaron las cámaras sus sesiones; algo habría conseguido si se hubiese
presentado personalmente pero Herrera no ha tenido tino más que para ser
satélite de Iturbide.[ 79 ]
Regresó a México en 1816 sólo con promesas
nunca realizadas: por ejemplo informaba que una escuadra norteamericana en
Galveston iba a impedir el movimiento naval español. Luego se dedicó a colectar
dinero para comprar armas, pero Boquilla de Piedra por donde pensaba
recibirlas, ya había sido ocupada por una expedición salida de Veracruz bajo el
mando de José Rincón.[ 80 ]
Conclusión
Cada intento de involucrar directamente a los
Estados Unidos en el movimiento insurgente fracasó. Algunos agentes nunca
pisaron territorio norteamericano, otros no pudieron ganar la confianza y
amistad de los altos funcionarios. La única oferta sólida, de Monroe a
Gutiérrez de Lara, fue rechazada a causa de las condiciones inconvenientes
impuestas. Las promesas de envío de buques y otra ayuda casi nunca se
realizaron. Fueron ofrecidos ejércitos, armas, municiones y dinero, pero al
llegar el momento en que el apoyo hubiera sido eficaz, sólo salta a la vista su
ausencia.
Sin embargo el interés individual en apoyar a
los insurgentes latinoamericanos no desapareció; varios puertos como Baltimore
y Nueva Orleáns, por ejemplo, fueron centros de corsarios, y proveedores
eficientes de embarcaciones de contrabando para los rebeldes. Parte de la
explicación la proporciona la situación internacional de la época. Cuando
surgieron los primeros intentos por finiquitar la influencia española en la
Nueva España, los Estados Unidos se ocuparon de ensanchar directamente su
territorio hacia las Floridas. Madison y Jackson utilizaron la diplomacia y la
guerra para incorporar esta sección de las posesiones españolas a la Unión. La
Luisiana y las Floridas distrajeron así la atención de aventureros y colonos,
quienes de otra manera hubieran puesto sus miras en México para cumplir sus
deseos.
Unos años antes las energías de la república
del norte se ocuparon en prepararse para la guerra con Inglaterra y por ello no
quisieron correr el riesgo de que España auxiliara activamente a la Gran
Bretaña. De otra parte el ministro español Onís trabajaba para delimitar las
fronteras y a la vez obraba para que los rebeldes recibieran el mínimo de ayuda
del gobierno norteamericano. No era que el interés en eliminar a España del
continente americano y adquirir sus preciados territorios faltara, sino que la
situación interna e internacional no era favorable.
Bibliografía
ALAMÁN,
Lucas, Historia de México, 5
v., México, Jus, 1942.
BAILEY, Thomas A., A diplomatic history of the American
people, 7th. ed., New York, Appleton-Century-Crofts, 1964, XII
-973 p.
BEMIS, Samuel
Flagg, La diplomacia de
Estados Unidos en la América Latina, vers. esp. de Teodoro
Ortiz, México, Fondo de Cultura Económica, 1944, 465 p.
CARREÑO,
Alberto María, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97).
______, México y los Estados Unidos de América:
apuntaciones para la historia del acrecentamiento territorial de los Estados
Unidos a costa de México desde la época colonial hasta nuestros días, pról.
de don Francisco Sosa, 2a. ed., México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios
de la historia de México, 105.).
CUNLIFFE, Marcus, The nation takes shape 1789-1837, Chicago,
University of Chicago Press, 1960, 223 p.
CHAUNU,
Pierre, Historia de
América Latina, trad. de la 2a. ed. actualizada por Federico
Monjardín, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964, 132-[4]
p.
HARING, C. H., The Spanish Empire in America, New York,
Oxford University Press, 1952, VIII- 388 p.
MORRISON,
Samuel Eliot, y Commager, Henry Steele, Historia
de los Estados Unidos de Norteamérica, 3 v., trad. por Odón
Durán d'Ocon y Faustino Ballvé, revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández
Campos, México-Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1951.
RYDJORD, John, Foreign interest in the independence of New Spain: an
introduction to the war for Independence, Durham (North
Carolina), Duke University Press, 1935, XII -347 p.
SALADO ÁLVAREZ,
Victoriano, La conjura de
Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por americanos del
oeste, México, Talleres de Imprenta y Fotograbado del Museo
Nacional, 1908, 64 p.
TORRE VILLAR,
Ernesto de la, "Dos proyectos para la independencia de Hispanoamérica:
James Workman y Aaron Burr", en Revista
de Historia de América, México, Instituto Panamericano de
Geografía e Historia, n. 49, junio de 1960, p. 1-83.
WARREN, Harris Gaylord, The sword was their passport: a history
of American filibustering in the Mexican revolution, Baton
Rouge (Lousiana), Louisiana State University Press, 1943, 286 p.
NOTAS
[ 1 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 3-8. Lucas Alamán, Historia
de M é xico, 5 v., México, Jus, 1942, v. 1, p.
14-19.
[ 2 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 14-15; Pierre
Chaunu, Historia de
América Latina, trad. de la 21a. ed. actualizada, Buenos
Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964, 132-[4] p., p. 46-54. Hubo alrededor de sesenta distintos tipos de impuestos al terminar la
dominación española.
[ 3 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 16; Pierre
Chaunu, Historia de
América Latina, trad. de la 21a. ed. actualizada, Buenos
Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964, 132-[4] p., p. 55-56. Hubo alrededor de sesenta distintos tipos de impuestos al terminar la
dominación española.
[ 4 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 90-91.
[ 5 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 42-45.
[ 6 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 40-42.
[ 7 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 51. José Bravo Ugarte, Historia
de México, 3 t. en 4 v., México, Jus, 1957-1959, III-1 25.
[ 8 ] William Bowles to Lord Grenville, enero
13, 1791, en Frederick J. Turner (ed.), "English policy toward America
1790-1791"", The
American Historical Review, v. VII, p. 728-733, en John
Rydjord, Foreign interest
in the independence of New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 242-269.
[ 9 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 274-287.
[ 10 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 80.
[ 11 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 82. apud William Coxe, Memoirs of the kings of Spain of the
House of Bourbon (2a. ed., 5 v., London, 1815), v. V, p. 37.
[ 12 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 93.
[ 13 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 88. apud William Coxe, Memoirs of the kings of Spain of the
House of Bourbon (2a. ed., 5 v., London, 1815), v. V, p. 37-38.
[ 14 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 46.
[ 15 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 206; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p.
13.
[ 16] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 21; apud Archivo
Archivo General de la Nación, Historia, v. 334.
[ 17 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 23-24.
[ 18 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 16-17.
[ 19 ] Victoriano Salado Álvarez, La
conjura de Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por
americanos del oeste, México, Talleres de Imprenta y
Fotograbado del Museo Nacional, 1908, 64 p.; apud John C. Hamilton, Life of Alexander Hamilton, v.
VII, p. 217. John Rydjord, Foreign
interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for
Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p.,
p. 163-177.
[ 20 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 13; apud Thomas
Jefferson, The writings of
Thomas Jefferson, v. XIV, p. 21.
[ 21 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 97-98.
[ 22 ] Thomas Jefferson to Archibald Stewart,
Paris, January 25, 1786, P. L. Ford (ed.), Works of Thomas Jefferson, 12 v., New York,
1904-1905, V-75 p., en John Rydjord, Foreign
interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for
Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press,
1935, XII-347 p., p. 98.
[ 23 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 75, apud Thomas
Jefferson, The writings of
Thomas Jefferson, v. XIV, p. 431-433.
[ 24 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 43; apud Thomas
Jefferson, The writings of
Thomas Jefferson, v. IX, p. 35.
[ 25 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 38.
En 1812 el ministro español Luis de Onís
informó sobre las ideas expansionistas de los Estados Unidos: "este
gobierno no se ha propuesto nada menos que el de fijar sus límites en la
embocadura del río Norte o Bravo, siguiendo su curso hasta el grado 31 y desde
allí tirando una línea recta hasta el mar Pacífico, tomándose por consiguiente
las provincias de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México, y parte de la
provincia de Nueva Vizcaya, y la Sonora. Parecerá un delirio este proyecto a
toda persona sensata, pero no es menos seguro que el proyecto existe, y que se
ha levantado un plan expresamente de estas provincias por orden del gobierno,
incluyendo también en dichos límites la isla de Cuba, como una pertenencia
natural de esta república". Luis de Onís al virrey de México, Venegas,
Filadelfia, 1 de abril de 1812, en Lucas Alamán, Historia de México, 5
v., México, Jus, 1942, v. III, p. 407-409.
[ 26 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 41.
[ 27 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 178-190, 100-101,
295-305.
[ 28 ] Victoriano Salado Álvarez, La
conjura de Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por
americanos del oeste, México, Talleres de Imprenta y
Fotograbado del Museo Nacional, 1908, p. 17-18.
[ 29 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 44-46; apud Letters
and other writings of James Madison, fourth President of the Unites States, 1-454.
Anexo a la carta de
Madison.
[ 30 ] T. Pickering to Rufus King, August 5,
1797, Rufus King ms., n. 116, Huntington Library, en John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 149-152.
[ 31 ] T. Pickering to Rufus King, August 5,
1797, Rufus King ms., n. 116, Huntington Library, en John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 172; apud E. E. Hale,
"The real Philip Nolan", Publications of the Mississippi Historical
Society, p. 281-329 (1901).
[ 32 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., apud Lodge (ed.), Works of Alexander Hamilton, v.
VII, p. 149.
[ 33 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 172-173.
[ 34 ] Alberto María Carreño, México
y los Estados Unidos de América: apuntaciones para la historia del acrecimiento
territorial de los Estados Unidos a costa de México desde la época
colonial hasta nuestros días, 21a. ed., pról. de don Francisco
Sosa, México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios de la Historia de México,
105), p. 113, y "Concerning Philip Nolan", The Texas Historical Association
Quarterly, v. VII, 1903-1904, p. 315.
[ 35 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 41; apud
Presidential Messages, I-376.
[ 36 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 209-225.
[ 37 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 41; apud Thomas
Jefferson, The writings of
Thomas Jefferson, v. XI, p. 347.
[ 38 ] Alberto María Carreño, México
y los Estados Unidos de América: apuntaciones para la historia del acrecimiento
territorial de los Estados Unidos a costa de México desde la época
colonial hasta nuestros días, 21a. ed., pról. de don Francisco
Sosa, México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios de la Historia de México,
105), p. 19-20.
[ 39 ] Alberto María Carreño, México
y los Estados Unidos de América: apuntaciones para la historia del acrecimiento
territorial de los Estados Unidos a costa de México desde la época
colonial hasta nuestros días, 21a. ed., pról. de don Francisco
Sosa, México, Jus, 1962, 422 p. (Figuras y Episodios de la Historia de México,
105), p. 33-34.
[ 40 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 207-208; apud : I. J. Cox, The West Florida controversy, 1798-1813, Baltimore,
1913, p. 155, n. 26. Lucas Alamán, Historia de México, 5
v., México, Jus, 1942, v. II, p. 68.
[ 41 ] Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de
Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé,
revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 399.
[ 42 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 78; apud
Presidential Messages and Papers, v. II, p. 470; Thomas A.
Bailey, A diplomatic
history of the American people, 74 ed., New York,
Appleton-Century-Crofts, 1964, 973 p., p. 165-166.
[ 43 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 96.
[ 44 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 85-96. Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de
Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé,
revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 438-441.
[ 45 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 118; apud Annual Report of the American
Historical Association, 1896, 1, p. 932, v. 1, p. 967-971.
[ 46 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 113-123.
[ 47 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 193; apud Archivo General de
Indias, Estado, Caracas, leg.
4.
[ 48 ] Marcus Cunliffe, The nation takes shape 1789-1837, Chicago,
University of Chicago Press, 1960, 223 p., p. 51-54.
[ 49 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 197.
[ 50 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 39; apud
Presidential Messages and Papers, v. I, p. 320-322.
[ 51 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 59; apud
Chamizal Arbitration Counter Case of the USA, p. 123.
[ 52 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 60; apud Thomas
Jefferson, The writings of
Thomas Jefferson, v. X, p. 408-409.
[ 53 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p.; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p.
14.
[ 54 ] Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de
Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé,
revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 390.
[ 55 ] Informe de M. Turreau de 9 de marzo de 1805, Archivo del Ministère
des Affaires Étrangéres, Correspondence Politique. États-Unis, t. 58, p. 62-67,
véase en Ernesto de la Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 50, n. 19.
[ 56 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia
de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 4.
[ 57 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 4-7, 45-46, n. 13.
[ 58 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 7-8.
[ 59 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la Independencia
de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 1; apud Aaron
Burr, Memoria sobre la
Louisiana, 1809. Archives Nationales, París, A. F., v. IV, 1681A.
[ 60 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 208.
[ 61 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 44.
[ 62 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 211; apud Wilkinson, Memoirs II, appendix
XXXIII.
[ 63 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 213-214.
[ 64 ] John Rydjord, Foreign
interest in the independence of New Spain: an introduction to the war for
Independence, Durham (North Carolina), Duke University Press,
1935, XII-347 p., p. 214; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p.
63-64; Victoriano Salado Álvarez, La
conjura de Aaron Burr y las primeras tentativas de conquista de México por
americanos del oeste, México, Talleres de Imprenta y
Fotograbado del Museo Nacional, 1908, p. 34.
[ 65 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 52; apud Gilbert
Chinard, Thomas Jefferson.
El
Apóstol del Americanismo, México, Letras, 1959, p. 340 y s.
[ 66 ] John Rydjord, Foreign interest in the independence of
New Spain: an introduction to the war for Independence, Durham
(North Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p., p. 222; apud McCaleb, The Burr conspiracy, p.
168.
[ 67 ] Samuel Eliot Morrison y Henry Steele Commager, Historia de los Estados Unidos de
Norteamérica, trad. por Odón Durán d'Ocón y Faustino Ballvé,
revisada por Antonio Alatorre y Jorge Hernández Campos, México-Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 1951, v. I, p. 390.
[ 68 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", en Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 46, n. 13; apud
Jefferson Ms. John Rydjord, Foreign interest in the independence of New Spain: an
introduction to the war for Independence, Durham (North
Carolina), Duke University Press, 1935, XII-347 p.; apud P. L. Ford
(ed.), Works of Thomas
Jefferson, 12 v., New York, 1904-1905, v. X, p. 381-382.
[ 69 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 46, n. 13.
[ 70 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 44; apud Julius
W. Muller (ed.), Presidential
messages and State papers, v. II, p. 385.
[ 71 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 45-46, n. 13.
[ 72 ] Ernesto de la Torre Villar, "Dos proyectos para la
Independencia de Hispanoamérica: James Workman y Aaron Burr", en Revista de Historia de América, México,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia, n. 49, v. XX, junio de 1960, p.
1-83, p. 57; apud Cox,
Isaac Joslin, "Hispanic American Phases...", p. 173, McCaleb, The Burr conspiracy, p.
369.
[ 73 ] Lucas Alamán, Historia
de México, 5 v., México, Jus, 1942, v. VII, p. 406-407, doc.
12.
[ 74 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 107.
[ 75 ] Lucas Alamán, Historia
de México, 5 v., México, Jus, 1942, v. VII, p. 406-407, v.
III, p. 410.
[ 76 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 115; apud Archivo
General de la Nación, Historia, v.
116.
[ 77 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p.
[ 78 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 119; apud "Índice
general de los principales papeles cogidos a los rebeldes de este reino en varias
acciones militares" ( c. 1814).
[ 79 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 120; apud Carlos
María de Bustamante, Cuadro
histórico, v. III, p. 217.
[ 80 ] Alberto María Carreño, La
diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos: 1789-1947, 21a.
ed., 2 v., México, Jus, 1961 (Figuras y Episodios de la Historia de México,
96-97), v. I, p. 122; apud Carlos
María de Bustamante, Cuadro
histórico, v. III, p. 391.
Estudios de
Historia Moderna y Contemporánea de México,
Ernesto de la Torre Villar (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 4, 1972, p. 63-93.
https://historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc04/026.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario