INSTITUCIONES
Y ESTRUCTURAS
MEDIEVALES
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La
feudalidad
Al
hablar de la feudalidad debemos tener en cuenta dos niveles de realidad: uno,
el de la Sociedad feudal definida a partir de las relaciones económicas
existentes entre el señor (laico o eclesiástico) y sus siervos, una relación
que se comenzó a dar con la crisis del sistema esclavista romano en el siglo
III y que en muchos países europeos perduró hasta el siglo XVIII e incluso
hasta el XIX. El otro, el del Feudalismo, institución basada en una serie de
relaciones jurídicas entre un señor y sus vasallos, todos nobles como él y que
se desarrolló entre los siglos IX al XIV.
La sociedad feudal apareció cuando el Imperio
Romano dejó de ser un estado en expansión que explotaba sus tierras con mano de
obra esclava barata obtenida por sus guerras de conquista. En el siglo III, los
continuos golpes de Estado provocados por un ejército que ya no tenía botines
de guerra se aunaron a una crisis agrícola por la escasez de mano de obra y a
un abandono masivo de las ciudades. En la sección occidental del imperio, los
señores locales aprovechan los vacíos de poder para crear
señoríos autónomos que sometían a los campesinos libres
y convertían a sus antiguos esclavos en siervos, hombres semilibres,
pero que debían a su señor servicios a cambio de su protección. A diferencia de
los antiguos esclavos, el siervo podía tener una familia y recibía
una tierra en usufructo, pero curiosamente siguió llamándose del mismo modo que
los esclavos: servus.
El proceso de degradación económica, que
se vio acentuado en Occidente por la llegada de los germanos, no afectó del
mismo modo a la sección oriental del imperio romano. De hecho, desde
Constantinopla trasladado a Bizancio y alrededor de esa ciudad se conservaba una
unidad política y administrativa gracias a una burocracia eficiente y a una
Iglesia sometida al Estado; además de un ejército fiel que le permitió rechazar
la violencia de las invasiones germánicas.
Mientras el Oriente cristiano poseía ciudades
prósperas y una economía monetaria sólida, la sociedad feudal en Occidente
tenía una productividad limitada, sin sentido de la ganancia y que producía
sólo lo necesario para el consumo. Los comerciantes (judíos y griegos que
procedían del imperio de Oriente) abastecían de artículos de lujo al clero y a
la nobleza. Los campesinos vivían al día, en una economía donde la moneda era
escasa y la mayor parte de las transacciones se hacían por trueque, estaban
sujetos a hambrunas y a una elevada mortandad y convivían hacinados, en sus
pequeñas chozas junto con sus animales domésticos. Los señores, aunque en
condiciones de privilegio, vivían también con gran austeridad y con pocos
lujos. En general, toda la población moría a temprana edad, era muy endogámica,
pues los matrimonios se realizaban entre familiares cercanos.
La sociedad feudal estaba regulada por una serie de
derechos y obligaciones establecidos por la costumbre. Los siervos debían
trabajar en las tierras del señor, las más cercanas a los ríos, por ser las más
fértiles, y debían entregar ciertos tributos en especie, como cargas de leña o
de hierba. Las siervas prestaban sus servicios, sobre todo en la fabricación de
textiles, en el gineceo del castillo. A loa campesinos se les llamaba villanos,
porque vivían en villas y tenían una relación de dependencia absoluta hacia su
señor; estaban sujetos a la tierra o gleba y se transferían con ella.
Con el renacimiento urbano y la reactivación
monetaria las relaciones entre los señores y sus siervos cambiaron
considerablemente. Gracias al mercado urbano los campesinos podían vender
sus productos y con ello mejorar sus condiciones de vida y hasta
comprar su libertad. Los señores, por su parte,
necesitados de dinero líquido, permutaron muchas de las prestaciones de sus
siervos en especie por metálico. Esto permitió que los campesinos europeos,
sobre todo aquellos que habitaban cerca de las ciudades, cambiaran
su status jurídico y poco a poco se convirtieran en hombres
libres. Esta situación sufriría un deterioro durante la gran crisis del siglo
XIV; las epidemias y el aumento de las exigencias tributarias por
parte de los señores provocaron una serie de rebeliones campesinas que serían
ahogadas en sangre. A partir de entonces la palabra villano (el habitante de la
villa) comenzó a tener connotaciones negativas y se contrapuso a la de noble
usada con cargas positivas. Con todo, el proceso de liberalización del
campesinado no tendrá marcha atrás.
Frente a las relaciones de señorío-servidumbre, que
se inscriben en lo económico, a partir del sigloIX comenzaron a estructurarse
una serie de relaciones conocidas como feudos-vasalláticas.
Desde finales del siglo VIII, los miembros de la nobleza y del clero comenzaron
a establecer entre sí una serie de alianzas fomentadas por el emperador
Carlomagno. Para llevar a cabo sus conquistas y para organizar mejor su
imperio, Carlomagno necesitaba recursos. Como en su época la moneda era escasa,
el emperador encontró un buen medio para pagar los servicios militares,
religiosos y administrativos que los señores le prestaban: concederles tierras
o feudos. Acambio de su ayuda, de sus consejos y de su fidelidad, los nobles
vasallos (condes, marqueses, obispos y abades) recibieron de su rey protección
y beneficios en tierras. El contrato se sellaba con un rito, el “homenaje”, en
el que los vasallos hacían un juramento de fidelidad ante una reliquia o
sobre la Biblia y el señor les entregaba
la investidura, un signo del feudo. El rito del matrimonio creado en el siglo
XII se tomó de ese sito vasallático.
Cuando
Carlomagno murió y su imperio se fragmentó, los antiguos vasallos del
Rey se convirtieron en señores de otros vasallos menores y Europa se dividió en
un sinnúmero d epequeños y medianos señoríos. Estos señores eran quienes
administrabvana justicia y tenían bajo su mando numerosos ejércitos comandados
por señores menores. Se desató entonces
una gran violencia de unos señores contra otros y contra los reyes a lo que se
agregó una nueva oleada de invasiones (los vikingos escandinavos, los húngaros
y lo sarracenos) que sembraron en la
Europa occidental el terror y el caos a lo largo del siglo IX.
Los grandes señores feudales regían a menudo
unidades nacionales, territorios que poseían una lengua, costumbres e historias
comunes y que se sentían fuertemente vinculadas por un sentimiento de
pertenencia a ese grupo. Después del año mil los reyes comenzaron a concentrar
el poder político y a someter a esos señores gracias a las alianzas
matrimoniales, a la guerra y a que consiguieron convertir a todos ellos en sus
vasallos. Para lograr sus objetivos los
reyes buscaron el apoyo de las otras dos fuerzas políticas, la Iglesia y los
burgueses. En el siglo XIV el sistema vasallático desapareció, pero la palabra
vasallo continuó utilizándose para nombrar a los súbditos del rey.
La crisis del siglo XIV y la guerra de los Cien
Años terminaron por debilitar a la nobleza feudal en beneficio de las
monarquías en Inglaterra, Francia, Castilla, Aragón y Portugal. No pasó así en
Italia y en Alemania donde las pugnas entgre el papado y el Imperio terminaron
por debilitar a esos dos poderes y generaron una gran fragmentación política en
esas dos regiones que no se unificaron sino hasta el siglo XIX.
El Municipio
Después del año mil Europa vivió un proceso de
incremento poblacional que trajo como consecuencia la expansión de las zonas de
cultivo, el mejoramiento de las técnicas agrícolas y una revolución en las
tecnologías aplicadas a la producción de alimentos (los molinos de viento y de
agua por ejemplo). Al aumentar la población no sólo creció la necesidad de
alimentos; hicieron falta también utensilios de todo tipo.
Con
el aumento de la población y del consumo las ciudades comenzaron a crecer y se
volvieron de nuevo centros artesanales. Muchos individuos montaron en las
calles de los centros urbanos un taller donde establecierón su casa y su
tienda, y se aliaron con otros artesanos en asociaciones llamdas gremios; cada
uno de los artículos estaba controlado por un gremio y sólo auellos que
pertenecían al gremio podían producirlo. Algunos artesanos se dedicaron a
fabricar telas, sin embargo, para
hacerlas era necesario tener capital, muchos empleados y un gran taller; de ahí
nació la primera industria moderna, la
textil.
Junto
a las artesanías, la otra gran actividad
urbana fue el comercio. Los italianos, sobre todo los de Venecia, muy pronto
llegarin a comerciar en todas las costas del Mediterráneo. Comenzaron siendo
una colonia bizantina y a través de Bizancio consiguieron muchos artículos de
lujo de Oriente; pero muy pronto se independizaron de Bizancio e intercambiaron
directamente sus productos con los musulmanes del Norte de África y del Cercano
Oriente. Los barcos venecianos salían cargadoscon madera, hierro y otros
metales y regresaban con marfiles, oro y esclavos negros de África y con
perfumes, tapetes, telas ricas y especias para condimentar las comidas. En los
mares del Norte de Europa los vikingos, después de cristianizarse, se dedicaron
también al comercio de pieles y miel de
Rusia, de trigo dePolonia, de telas de Flandes, de pescado salado de
Escandinavia, de vinos y sal de Francia, de lana de Castilla de estaño de
Inglaterra. Para el siglo XIII un grupo de ciudades alemanas organizadas en una
Hansa
o liga desplazron a los vikingos en esa zona. Junto con ese comercio marítimo
también se intensificó el comercio por tierra y a través de los ríos.
Muy
pronto, gracias al comercio, la moneda volvió
a circular como medio de intercambio y muchas ciudades emitieron sus
monedas de plata y oro. Pero muy a menudo, las monnedas eran insuficientes pues
había poca plata y el oro, que provenía de África, llegaba en pocas cantidades;
por ello se hizo necesario el nacimiento del crédito. Crédito viene de credere,
tener, tener confianza en que el dinero i las mercancóas prestadas iban a ser devueltas. Mucha gente que ni tenía con
que pagar, daba un papel firmado o dejaba una joya u objeto precioso en
garantía por el préstamo; a cambio de la cantidad prestada, el prestamista
recibía un interés, es decir, una suma mayor de la que había prestado. Al
principio la Iglesia consideró que el crédito era inmoral y lo prohibió, por lo
que los principales prestamistas eran los judíos que no tenían obligación de
obedecer esa orden. Sin embargo, con el
tiempo, la Iglesia permitió que se cobrara un interés moderado y muchos
cristianos se dedicarn a esa actividad y se enriquecieron. Algunos de estos
prestamistas se ponían en los mercados y, además de prestar dinero, también intercambiaban monedas; como su actividad la hacían en un pequeño banco se les empezó a
llmar banqueros. Ahí se encuentra el origen de la Banca actual. Artesanos y
comerciantes formaron una nueva clase social que se llamó burguesía y que rompió con la estructuta tradicional de los
estamentos feudales: nobleza y clero. Nacía así un tercer estamento o estado
privilegiado.
En
algunas regiones como el norte de Italia, Flandes, el norte de Alemania y de
Francia y el este y el norte de España, las ciudades se convirtieron en centros
tan importantes que lograron de los
señores y obispos una serie de privilegios y el permiso de crear ayuntamientos
y municipios, es decir, gobiernos autónomos. Hubo zonas, como en el norte de
Italia, donde esos ayuntamientos fueron tan poderosos que tuvieron sus
ejércitos y lograron una total independencia de los señores. Florencia,
Venecia, Génova y Milán se convirtieron en verdaderos estados que sometieron a
otras ciudades menores. En otros lugares como
España, Inglaterra y Francia, los ayuntamientos recibieron el apoyo de
los reyes.
La
riqueza que trajo el comercio, la industria textil, la banca y las artesanías
llenó las ciudades de hermosos edificios
decorados con esculturas, pinturas y objetos preciosos. De esos edificios, los
más bellos eran las iglesias y las catedrales, en cuya construcción
participaron todos los miembros de la sociedad. Sus torres, arcos, columnas,
estatuas y vitrales son ejemplo de uno de los estilos artísticos más bellos del
occidente: el Gótico.
El
comercio fue sólo uno de los procesos que llevaron a Europa a buscar nuevas
rutas y a expandir sus fronteras. El otro fue una guerra santa que se conoce
como la Cuzada. Desde el siglo VII
el Islam comenzó a apropiarse del comercio Mediterráneo, ppero a finales del
siglo X Bizancio logró arrebatarle las islas que constituían enclaves estratégicos en ese mar interior.
Para el siglo XI el imperio islámico, que se había fragmentado en numerosos
Estados esdra conquistado por un nuevo grupo llegado des estepas del centro de Asia: los turcos seléucidas.
Los turcos, recién convertidos al Islam y por esomás fanáticos que los
viejos musulmanes, comenzaron a poner muchas dificultades para el paso de los
peregrinos a Jerusalén y Tierra Santa.
En el año 1070 los turcos derrotaron al ejército bizantino y se apoderaron del
Asia Menor. Bizancio pidió ayuda a los cristianos occidentales a pesar de
haberse separado de ellos quince años atrás. El papa Urbano II consideró que
era un buen momento para reunificar las Iglesias latina y bizantina y lanzó un
llamamiento a toda la cristiandad
occidental para arrojar a los turcos del imperio bizantino y reconquistar
Jerusalén y la Tierra santa. Por otro lado, el Papa tenía fuertes conflictos
con el emperador de Alemania y lña cruzada era una forma de desviar la
atención. Además, la cruzada contra el Islam sería una buena posibilidad para
evitar que los cristianos siguieran luchando entre sí.
Como
la población europea había crecido, muchos hombres desempleados se lanzaron a
la conquista de Tierra snta con la promesa de obtener un rico botín. Algunos de
ellos, encabezados por predicadores fanáticos y
armados con palos y piedras murieron en el primer enfrentamiento con los
musulmanes. Otros, mejor armados y
dirigidos por nobles que conocían muy bien las tácticas guerreras,
lograron tomar Jeruslaén en el año 1099. Durante casi cien años los cristianos vivieron en la
ciudad santa, fundaronen ella un reino y
pusieron un patriarca. Un sinnúmero de comerciantes, soldados, monjes y
peregrinos se trasladaron a esas tierras a hacer fortuna, a pedir limosna, a
rezar y a convertir al cristianismo a los musulmanes. Incluso se crearon
órdenes de monjes soldados como los templarios, los teutónicos y los
hospitalarios, que rezaban y guerreaban. Sin embargo, las luchas internas entre
los ejércitos cristianos, alemanes y
franceses sobre todo, provocaron que Jerusalén se volviera a perder. El sultán turco Saladino la reconquistó en el
año 1187. Otras cruzadas se volvieron a organizar para intentar retomar la
ciudad, pero todas fueron un fracaso pues los intereses políticos y económicos
se sobrepusieron a los intereses religiosos. Incluso la cuarta cruzada,
organizada por Venecia, cambió de rumbo
cuando se dirigía a Tierra Santa y se fue contra Bizancio y la conquistó. Venecia
saqueó la ciudad, se llevó reliquias, manuscritos y obras de arte y eleiminó a
su competidora en el comercio oriental.
Después de esto, el Imperio Bizantino no pudo recuperarse nunca más.
Las
ocho cruzadas que hubo no lograron lo que se propusieron. Los lugares santos no
se rescataron y Bizancio no fue ayudada, es más se le perjudicó tanto que
toda posibilidad de restablecer con ella
la unidad de las Iglesias se ceró para siempre. En cambio, las cruzadas
trajeron consecuencias mayores de las que se esperaban. La convivencia de los
occidentales con el Oriente provocó que las costumbres se refinaran y que los
señores feudales que regresaban a sus
tierras quisieran seguir teniendo la buena vida, los tapices y perfumes, las
comidas cindimentadas con especias, las ricas telas. Esta necesidad de lujos
aceleró el comercio de esos artículos y Venecia y las ciudades de Italia se
vieron muy beneficiadas con él, pues ellas fueron las que abastecieron de los
productos que se estaban requiriendo. El comercio y las cruzadas no sólo
produjeron la reactivación de la vida económica de las ciudades, también
ocasionaron a la larga salida de los europeos hacia los otros continentes.
La Iglesia
Las relaciones entre la Iglesia y el Estado estuvieron siempre
enmarcadas por el hecho de de ambas instituciones tenían la pretensión de ser
poderes universales.
Desde
que en la época de Constantino el Imperio Romano adoptó el cristianismo,
aparecieron dos concepciones de como debían de ser las relaciones entre ambos
poderes. En el Imperio Romano de Oriente
se configuró el Cesaropapismo, que
consideraba que la cabeza de la Iglesia era el emperador y a él correspondía
elegir a los obispos; en cambio en el Occidente,
a raíz de la destrucción de la unidad imperial a causa de las invasiones
germánicas, el obispo de Roma tuvo una relativa independencia que le ayudó a
consolidar la idea de que él era la cabeza de la Iglesia Universal y a él
debían estar sometidos todos los obispos de la cristiandad. Durante algún
tiempo, sin embargo, el papado tuvo que sujetarse a los poderes
temporales, primero a los emperadores
bizantinos, después a Carlomagno y finalmente a los otónidas*. Sin embargo, a
partir del siglo XI se iniciaron una serie de reformas que estructuranron el
Papado como una Monarquía, a imitación de lo que estaba sucediendo en
Inglaterra, en Francia y en Castilla. En ese periodo se conformaron la curia
romana, el colegio de cardenales para la elección papal y los códigos de
derecho canónico; en tres siglos se reunieron seis concilios ecuménicos, se
nombraron legados diplomáticos en toda Europa y el papado pudo intervenir en la
investidura de obispos y exigir el celibato forzoso de todos los sacerdotes. El
papado también instrumentó nuevos medios de control: la excomunión, la cruzada
contra musulmanes, cismáticos y herejes y la Inquisición (con el pretexto de
acabar con lasa fuerzas satánicas). Esos cambios se debieron sobre todo a una
serie de papas relacionados con la reforma monástica de Cluny que les dio no
sólo las ideas sino también una red de relaciones en toda Europa gracias a las
cuales la reforma pudo imponerse.
En
el proceso tuvieron un importante papel las pugnas entre el papado y el imperio
alemán que se disputaban cual de los dos poderes debía nombrar a los obispos,
que eran autoridades a la vez civiles y religiosas. Después de la llamada querella de las investiduras ** el Papado pudo
intervenir en la investidura de obispos en todo el Occidente, aunque de hecho
losreyes siguieron nombrándolos. Las monarquías tenían en los obispos y las
iglesias locales uno de los ejes más sólidos para consolidar su poder frente a
los señores feudales. A cambio de ello se les permitieron fueros y el tener
tribunales eclesiásticos propios. El imperio bizantino desconoció estas
pretensiones papales en 1054 y alegó que el obispo de Roma jamás había sido la máxima autoridad de la Iglesia.
En
ese proceso de reforma el papado tuvo el apoyo de nuevas congregaciones
religiosas: premostratenses y cartujos modelaron e institucionalizaron el idela
eremítico; el Císter, otra reforma de los benedictinos, creó los capítulos
generales para discutir los asuntos monásticos y puso las bases para la
creación de órdenes militares. Pero los que mayor impacto tuvieron fueron los
medicantes (franciscanos, dominicos, agustinos, carmelitas, etc.) dedicados a
la predicación en lasd ciudades y con una organización piramidal que les
permitía una gran movilidad y unas autoridades sujetas directamente al papado.
Aunque en el ámbito local tuvieron conflictos entre obispos, su injerencia en
las universidades y sus misiones diplomáticas en Asia les dieron una fuerte
presencia en Europa Occidental. Gracias
a sus cofradías y órdenes terceras dieron a los laicos una
mayor participación en la vida
religiosa. Con la fundación de sus ramas femeninas de rigurosa clausura se
ejercieron mayores controles sobre las mujeres. En el ámbito local se
consolidaron también las catedrales y
sus cabildos alrededor de los
obispos (canónigos regulares de San Agustín) y
se impuso el celibato forzoso de
todos los sacerdotesdel clero secular.
Un
aspecto central en el proceso de
consolidación del papado fue la conformación de la idea de Cruzada contra
los enemigos de la fe: musulmanes,
cismáticos y herejes. Esto y la creación del
tribunal de la Inquisición para perseguir a los disidentes convirtieron
al Papa en el paladín y guía espiritual de las fuerzas del bien. La
justificación de la violencia estaba avalada por la idea presente en el Antiguo
Testamento de un Dios que era el Señor de los Ejércitos, pero también se vio
influida por la mística de la guerra santa
islámica. Un importante catalizador del proceso fue la aparición de varias herejías denominafdas “pauperistas” (como llos valdenses, los cátaros) que consideraban que
la Iglesia no seguía el ideal de la
pobreza evangélica y que su riqueza y poder la habían alejado de Dios. Los
cátaros, además, negaban los sacramentos, el purgatorio y la presenciaCristo en
la Eucaristía, pues consideraban que la materia
y lo corporal estaban en relación
íntima con el mal. Para la
cristiandad occidental de esta época era necesario utilizar la violencia
para acabar con las fuerzas satánicas representadas por musulmanes, judíos, homosexuales
ermitaños, cátaros y brujas. Esto dio nacimiento a una sociedad represiva, cuya
institución más representativa fue el tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición encargado de la orden dominicana.
La religión
como un espejo institucional
La religión como un cuerpo de creencias (mitos) y prácticas (ritos) tiene como finalidad transformar el Caos en Cosmos, es decir
elaborar los terrores de los seres humanos frente a las fuerzas naturales
y ordenar, con explicaciones
convincentes (Cosmovisión) los dos principios que mueven el universo: la
creación y la destrucción, la vida y la muerte. Tales explicaciones se expresan
por medio de narraciones y de imágenes cargadas de símbolos y van dirigidas a
impactar la emotividad. Pero las cosmovisiones sólo pueden canalizar sus
creencias a través de prácticas que implican la presencia de los cuerpos. Esas
prácticas se manifiestan como prohibiciones (sexuales, alimenticias) o como
rituales en los cuales están incluidos los sacrificios, las peregrinaciones, el
uso de amuletos, las oracione, la danza y las imágenes de los dioses. El rito
no solo convierte el mito en algo cotidiano, sino que, además, sirve para
solicitar a las fuerzas cósmicas la solución de las necesidades materiales y,
en etapas posteriores, la promesa de una vida sin sufrimiento después de la
muerte. La continuación oral marca con sus rasgos la manera de transmitir ritos
y mitos: la repetición que permite la
memorización, el uso de fórmulas (ensalmos y oraciones), la gestualidad que
subraya lo que se dice, la idea de un eterno presente. En las religiones
monoteístas, la escritura (llamada sagrada) traerá consigo la transformación de
los mitos en dogmas y de los ritos en liturgia.
Las
creenciuas y las prácticas religiosas se convierten en sistemas reguladores de
una sociedad por medio de un aparato institucional regido por chamanes o por
sacerdotes, personas que pretender tener el aval de las fuerzas superiores, a
quienes representan. Ese aparato institucional está vinculado a menudo con el
poder político y militar al cual le ofrece mecanismos de control ideológico,
sistemas de escritura y representación, validación divina del poder, etc. La
expansión de algunas religiones en extensos territorios se debió bien a su alianza
con una estructura político-militar, bien a una guerra de conquista que impuso
la religión del vencedor como parte de su dominación.
Sin
embarfo, esta imposición es relativa pues creencias y prácticas de las
religiones anteriores permanecen como un sustrato de oralidad. Así, la religión
como vivencia de emotividad individual y colectiva está formada por una
combinación de imposición onstituciinal y adaptación de mitos y ritos
ancestrales a las nuevas condiciones.
Esto
pasó cuando el cristianismo dejó de ser una religión de minorías para volverse
una religión de masas y al ser insertada como parte del aparato ideológico e
institucional del Imperio Romano.Sin embargo, el proceso de adopción de la
nueva fe por las masas fue muy distinto en la zona oriental del imperio y en la
occidental. Mientras en Oriente y en toda la ribera del Mediterráneo (el área
más urbanizada del mundo romano y la más centralizada políticamente) el
cristianismo asimiló muy pronto las
antiguas rleigiones y se impalntó con un efectivo uso de imágenes, de símbolos
y ritos, en cambio en Occidente, sobre todo
en las regiones regidas por los grupos germásnicos, celtas y eslavos
(mucho más ruralizado, sumido en el caos de las invasiones y fragmentado) sólo
un pequeño sector eclesoástico estaba
compenetrado de un cristianismo basado en la escritura, mientras que las
masas, que habían recibido el bautismo obligadas por sus señores, seguían
practicando sus antiguas religiones y eran sólo nominalmente cristianos.
Tal
situación comenzó a cambiar a partir del siglo XI por varias causas: aumentos
de los contactos cin la cristiandad bizantina, enfrentamiento con el Islam,
crecimiento de las ciudades, aparición
de la burguesía, consolidación de las cortes feudales, la aparción de la
herejía cátara y los cambios que se daban alk interior de la Iglesia
Occidental.
Entre
el siglo XI y el siglo XV en la Cristiandad latina se reestructuró la
predicación hacia los laicos haciendo uso de muchas de las concepciones y
técnicas utilizadas por la iglesia bizantina. Los mendicantes jugaron en esto
un papel fundamental. Uno de los temas centrales de la nueva concepción fue el
dogma de la Encarnación***. La humanidad de la segunda persona de la Trinidad que había quedado
oculta detrá de la visión apocalíptica del Cristo Juez, se recuperaba para dar
lugar a los temas de la infancia y de la pasión. La Virgen María, tan presente
en la iglesia bizantina, comenzó a recibir una atención inusitada en Occidente
donde se convirtió en una reina, Nuestra Señora, y hasta se le declaró libre
del pecado original, no sin desatar fuertes pugnas teológicas entre
franciscanis y dominicos. La negación que hacia del cuerpo la herejía cátara
motivó una redefinición de los dogmas
sobre la corporeidad (la presentación del cuerpo de Cristo en la Eucaristia,
su ascensión al cielo, la asunciuón de
la Virgen y la resurrección de todos loscuerpos el día del Juicio).
Para
extender las nuevas concepciones entre los laicos, la Iglesia Occidental
utilizó la imagen como una tecnología de comunicación. Este medio, restringido hasta el siglo XI en
Occidente a la ilustración de los libros en los monasterios, comezó a hacerse
extensivo, por influencias de Bizancio y de Cluny, como un instrumento de
evangelización. Las imágenes devocionales pintadas y esculpidas llenaron los
altares y se convirtieron en vehículos de emotividad y en centro de la
liturgia. Otras veces sirvieron para narrar historias y se volvieron un medio
didáctico insustituible. Pero la imagen no sólo fue objeto de las artes visuales, toda una
retórica expresada en sermones que contaban la vida de Cristo, la Vorgen y los
santos generó también una narrativa llena de imágenes verbales utilizando las
lenguas vernáculas. La imagen impactó también en la narración de lo sueños y
las visiones. En especial las mujeres, marginadas del sacerdocio y de la predicación, encontraron en ese medio
una forma de imponer su presencia. Los temas de esas visiones fueron la
eucaristía y la pasión, el niño Jesús, el Demonio, viajes al cielo, al infierno
y al purgatorio, la sangre, la leche y el corazón.
Un
aspecto importante de la nueva tecnología fue la introducción del teatro y la
transformación de la liturgia en un esopectáculo desarrollando una arquitectura
escenográfica para él. Un papel central de esa liturgia fue el culto a los
nuevos santos, a sus imágenes y reliquias. Para la Iglesia, los santos eran
modelos de virtudes que los fieles debían de imitar; para los individuos se
convirtieron en seres que otorgaban bienes, salud e hijos; las ciudades, además
de protectires contra las enfermedades y las catástrofes, los consideraron sus
héroes, y como tales sirvieron para cohesionar a la sociedad y para fortalecer
las identidades colectivas. En el bautismo se le daba a cada persona el nombre
de un santo bajo cuya protección se ponía al recién nacido. Familias, gremios,
cofradías, ciudades y países se pusieron al cuidado de uno o de varios patronos
celestiales. Sus fechas de celebración durante el año litúrgico les
xconcedieron también dominio sobre las
diversas actividades agrícolas y los convirtieron en patronos de las
floraciones, de la vendimia, de las lluvias o de los sembradíos. Así, al
relacionarlos con las fuerzas que regían el cosmos, lo santos fueron poco a
poco sustituyendo a los viejos fioses.
Además
del culto a los santos se introdujeron
nuevas fiestas (como las innumerables celebraciones marianas, los fieles
difuntos y el Corpus Christi) que,
junto la utilización de objetos sagrados como remedios mágicos (rosarios,
escapularios, medallas) sirvieron para suplantar el paganismo persistente de
las masas campesinas y urbanas por un cristianismo afectivo y ritual. Desde el
siglo XII la revolución en las tecnologías de la comunicación visual y la
humanización del cristianismo hicieron posible que el cristianismo se
convirtiera en religión de masas en Occidente.
A
la par que se construía una religiosidad dirigida a los laicos, se elaboraba
también una nueva tecnología para uso de
los eclesiásticos. En el siglo XII se
tradujeron a latín las obras completas de Aristóteles; primero fracias a las
traducciones hechas por los judíos desde el mundo árabe y luego desde Bizancio.
Se impuso con ello una forma de razonar basada en la lógica que permitía
rebatir a los herejes y organizar sistemáticamente dogmas y prácticas
dispersos, La Summa theologica del dominico Tomás de Aquino postruló que la
Filosofía (la razón) podía ser un sustento valioso para la Teología (la fe) y
que el conocimiento de la Naturaleza podía ser un medio para llegar a Dios. Se
construyó así un edificio lógico que abarcaba tanto una explicación de los
dogmas cristianos como los temas más actuales de moral práctica: el vicio, la
virtud y sus adaptaciones a la realidad burguesa, al comercio y a la usura; el
manejo del poder político (sobre todo el tema de las relaciones entre el papado
y la Monarquía) y la justificación de la violencia (las Cruzdas, la Reconquista
y las hogueras contra los herejes).
La
Summa aportó rambién una nueva visión
de los sacramentos, completando el
número de siete, definiéndolos como rituales propiciadores de la gracia y
buscándoles su justificación bíblica, necesaria sobre todo en aquellos de más
reciente creación como la confirmación y la extremaución. Recibieron también
especial atención el matrimonio y la confesión. El primero, basado en un ritual
vasallático, se volvió práctica
obligatoria para reyes y nobles, dado que por su medio se legitimaban
los linajes y se consolidaban las alianzas. SE impuso la monogamia, la exogamia
(casarse fuera del núcleo familiar) y la indisolubilidad, pero la Iglesia se
reservó el derecho de autorizar permisos de excepción. La confesión, antes
excepcional, se volvió forzosa para todo
cristiano una vez al año, se catalogaron los pecados por su gravedad (en
mortales y veniales) o por su instrumentación e intencionalidad (pensamiento,
palabra, obra u omosión) y se estipularon agravantes y atenuantes.
Paraordenar esa verbalización del deseo
se crearon manuales para guiear a los confesores y se implantó la censura interior por medio del
ojo de Dios que todo lo ve.
Las
nuevas concepciones sobre el pecado y la culpa y la presencia de la burguesía y
de la riqueza urbana cambiaron también las creencias sobre el más allá. El
Demonio se volvió un principio ordenador del espacio social, el maestro que
guiaba a todos aquellos que estaban en c ontra de la Iglesia y que no obedecían
sus mandatos. Asimismo se creó un nuevo espacio temporal, el purgatorio donde
debía purificarse todo cristiano antes
de llegar al Cielo. Por medio de
cofradías y mandas testamentarias otorgadas a la Iglesia se podían ganar
indulgencias para disminuir ese tiempo de puergación.
Con
el purgatorio la Iglesia daba a los laicos una, mayor participación en la vida
religiosa, al tiempo que creba modelos de santidad laica (reyes, nobles,
mujeres, birgueses, artesanos). La pobreza, tema implantado por el
franciscanismo, se volvió virtud para quienes la byscaban voluntariamente, y la
caridad y las obras de beneficencia se impusieron como medios de salvación.
A
la teoloigía nueva se le llamó escolástica (de scola) y su
expansión por toda Europa se debió a las universidades, en cuyas facultades de
artes y de teología se realizó la sistematización retórica y filosófica y se
les enseñó a los jóvenes clérigos. Influyeron también en este proceso de
difusión un nuevo formato para los libros, la multiplicación de los ejemplares
y nuevas reglas para su utilización, así como la existencia de una lengua común
el
latín escrita y hablada por los todos los intelectuales de la Europa
Occidental.
Rubial, Antonio,
“Instituciones y Estructuras Medievales”, en González, Aurelio, y María
Teresa Miaja de la Peña, Introducción a
la Cultura Medieval, México, Manuales de Medivalia 3, Facultad de
Filosofía y Letras, UNAM, 2005, pp.
7-17.
*(La
dinastía otoniana (en Alemán Ottonen) fue una dinastía
sajona de monarcas alemanes (919-1024), nombrada en honor a tres de sus reyes
y emperadodres del Sacro Imperio Romano Germánico, especialmente Otón el
Grande). **La
Querella de las Investiduras: Enfrentamientos
entre la potestad secular y la eclesiástica en la época de la reforma
gregoriana, que terminó con la firma del Concordato de Worms (año 1122). El período más tenso de esta disputa tuvo lugar en el del Sacro
Imperio Romano Germánico entre 1076, cuando el emperador Enrique IV negó el
reconocimiento al papa Gregorio, y 1122, cuando se firma el Concordato de
Worms, a causa de la provisión de beneficios y títulos eclesiásticos. ***Dogma de la Encarnación: El dogma de la
Encarnación, en la teología cristiana, declara que el Verbo de Dios (Jesús)
se hizo carne, asumió la naturaleza humana, y se convirtió en hombre,
manteniendo al mismo tiempo su naturaleza divina. Es una doctrina central que
afirma que Dios se hizo humano en la persona de Jesucristo para la salvación
de la humanidad. Barbero de Aguilera, Abilio y Marcelo Vigil, La formación del
Feudalismo en la península Ibérica, Barcelona: Crítica, 1979. Duby, Georges, Las tres ódenes o lo imaginario del feudalismo, trad. De Arturo R. Firpo, rev. De Reyna Pastor,
Madrid, Taurus, 1992. Ehrhard, Albert y Wilhelm Neus, Historia de la Iglesia, 4
vols. Madrid: Rialp. 1961-1962. Gallego Blanco, Enrique, Relasciones entre la Igllesia y el Estado
en la Edad Media, Madrid: Revista
de Occidente, 1973. Ganshof, François Louis, El feudalismo, 4ª ed., pról. y
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Barcelona: Ariel, 1978. García Villoslada, Rivardo, Historia de la Iglesia Católica en sus
cinco grandes edades: antigua, media,
nueva, moderna y contemporánea, t. 2 Edad Media (800-1303): la
cristiandad en el mundo europeo y feudal, 2ª. Ed. Madrid: Católica, 1988. Le Goff, Jacques, Mercaderes y banqueros de la Edad Media, trad. de Natividad Massanes, Buenos Aires: EUDEBA, 1989. Pirenne, Henri, Historia económica y social de la Edad Media. 13ª reimp., trad. de Salvador Echavarría, anexo bibliográfico
y crítico de H. van Werveke, trad. de
Martí Soler-Vinyes. México: FCE, 1975, [1ª ed. 1939]. Ramos Oliveira, Antonio, Los Papas y los emperadores: Edad Media, México, Oasis, 1973. Rapp, Francis, La Iglesia y la vida religuisa en
Occidente a fines de la Edad Mediia, trad. de J. Monserrat Torrents, Barcelona: Labor
1973. Suárez
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económica de la Edad Media europea, Madrid: Espasa-Calpe, 1969. Ullmann, Walter,
Historia del pensamiento político en la
Edad Media, trad. de Rosa Vilaro
Pinol, Barcelona: Aruel, 1983. |
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