1936: 18 días de Julio según “El Sol”
El periódico El Sol fue publicado por
primera vez en Madrid en 1917 y desapareció tras la guerra civil. En sus
orígenes pertenecía a un grupo de accionistas de la empresa Papelera Española
S.A. El socio mayoritario y principal impulsor del nuevo proyecto editorial fue
Nicolás María de Urgoiti, un empresario vasco afincado en Madrid, fundador
también de la editorial Calpe y figura esencial en la cultura liberal española
del primer tercio del siglo XX. Su formación de ingeniero y su gran afición por
la lectura lo convirtieron en el paradigma perfecto de los nuevos hombres de
negocios españoles: profesionales de clase media y liberales de pensamiento
político, que fueron los impulsores de las transformaciones sociales y económicas
que vivió el país en las primeras décadas del siglo.[1] Madrid se transformó en ese tiempo en una moderna
metrópoli, con los mismos problemas que el resto de grandes capitales europeas.
Superada la gripe de 1918 —que causó estragos— la ciudad dobló su número de
habitantes, que pasó de medio millón a principios de siglo a un millón en 1930.
Estos cambios supusieron la aceleración del crecimiento urbano y la irrupción
de la modernidad, al mismo tiempo que alteraron totalmente las coordenadas
sociales, políticas y culturales del vetusto orden social tradicional. Nuevos
usos y costumbres (publicidad, consumo, cine, etc.) deudores de la nueva sociedad
de masas hicieron acto de presencia en España en los años anteriores a la
guerra..[2]
Cabecera de El Sol en 1938, como órgano del PCE
El periódico El Sol, una cabecera de no muy amplia tirada, con un enfoque elitista —como declaración de intenciones no publicaban crónica taurina ni información de loterías—, que estaba dirigido a un público ilustrado y urbanita —que no tenía problemas en pagar por este diario el doble de lo que era corriente— se convirtió en la expresión periodística de las transformaciones operadas y en un factor determinante en las mismas. Las mejores plumas del momento escribían en El Sol, desde Ortega y Gasset, Unamuno o José Bergamín hasta José Castillejo.
Rotativa de El Sol (foto: El
País)
A la caída de la Dictadura de Primo de Rivera en 1930, El Sol era un periódico inequívocamente republicano, sobre todo por su redacción, que ofrecía una orientación de izquierda templada, pero las dificultades económicas a las que tuvo que enfrentarse su propietario mayoritario, Nicolás Mª Urgoiti, obligaron a la entrada de capital nuevo. En marzo de 1931 —en vísperas de la proclamación de la Segunda República— un grupo de monárquicos pasaron a controlar el periódico. Entre ellos estaba José Félix de Lequerica —financiador de publicaciones del incipiente fascismo— y otros hombres muy vinculados al rey, como el conde Gamazo, el Marqués de Aledo o el Conde de Barbate. La línea editorial del periódico cambió por completo. Al frente de El Sol colocaron como director a Manuel Aznar y con él desembarcaron algunos periodistas, que luego engrosarían las filas del falangismo periodístico, como Rafael Sánchez Mazas, José María Alfaro y Víctor de la Serna.[3]
En los años de la Segunda República
la línea editorial de El Sol sufrió una serie de vaivenes
ideológicos en consonancia con los tiempos que corrían y con la falta de
rentabilidad de la cabecera. Frente a los periódicos rivales del momento, el
“Heraldo de Madrid” y “El liberal”, afectos al régimen democrático y de
orientación netamente de izquierdas, que pertenecían a la sólida empresa
Editora Universal S. A., el tándem formado por El Sol y el
vespertino La Voz (ambos propiedad de Papelera Española S.A.),
sufrió una trayectoria azarosa. El Sol siguió perdiendo dinero
y tras el fracaso de la Sanjurjada, la intentona golpista de 1932, el
mencionado grupo monárquico abandonó la dirección del periódico, que pasó a
manos de Luis Miquel, un inquieto hombre de negocios catalán que dispuso la
integración de La Voz y El Sol, junto a su
periódico Ahora, en la empresa Editorial Española S.A. En un primer
momento el flamante empresario mantuvo la primitiva línea editorial
republicana, pero muy pronto conforme su amistad con Manuel Azaña se iba
resquebrajando, El Sol cambió su línea y pasó de ensalzar la
figura del jefe del gobierno a vituperarlo.
La sempiterna falta de
rentabilidad económica de El
Sol llevó al empresario catalán a sacarlo a subasta en
septiembre de 1934. La nueva propiedad, según Antonio Checa Godoy, recobró otra
vez su línea editorial globalmente republicana de izquierdas y recuperó
publicidad y ventas,[4] pero las vicisitudes de El Sol no
terminaron ahí. En 1937, durante la guerra civil, fue incautado por el Partido
Comunista y paso a ser el órgano de la formación política. Más tarde, con la
victoria franquista, los talleres del periódico fueron requisados por los
falangistas y se empezó a imprimir en ellos el periódico Arriba.
En las páginas que se muestran a continuación de El Sol se pueden
seguir los acontecimientos de los 18 días de julio anteriores al golpe de
Estado contra el Gobierno legal de la República. Leyendo estas planas no parece
en principio fácil presagiar un desenlace tan trágico, aunque no faltaran
rumores, sospechas y advertencias en su día.[5] La España
de preguerra no era el escenario de caos y violencia política extrema que
algunos se empeñan en presentar. No existía ninguna conspiración
protocomunista, ni judeo masónica ni había peligro de revolución socialista, si
bien no se puede negar la aguda conflictividad social que sacudía el país
aquellos días y que queda patente en las páginas de El Sol. Una “epidemia”
generalizada de huelgas sacudía el país, tal como rezaba un titular del martes
siete de julio en el diario. Había huelgas en la construcción, en los
transportes y en el campo, sobre todo en el campo. De hecho, este tema preocupaba
tanto que, dado “el estado
de desasosiego e inquietud en que vive estas horas dramáticas el campo en
nuestro país” y para trasladarlo a los lectores con toda su “crudeza y exactitud”, la
dirección del periódico había decidido contar con un enviado especial a
Extremadura y Andalucía, que no se distinguía precisamente por sus afinidades
con la reforma agraria. Las huelgas eran también protagonistas de una serie de
artículos muy críticos con las políticas republicanas que venía publicando José
Castillejo en El Sol desde
1935. Este catedrático de Derecho de la Universidad Central de Madrid,
vinculado a la Institución Libre de Enseñanza y factótum de la puesta en marcha
de la Junta de Ampliación de Estudios, escribía una semana antes de la
sublevación militar, concretamente el domingo cinco de julio, un artículo con
el premonitorio título de “Meditaciones sobre huelgas. De la paz a la guerra”.
En cualquier caso, lo que ocurría en España no era significativamente distinto
(tal vez lo contrario) de lo que se estaba produciendo en otros países
europeos, como ha argumentado Julián Casanova,[6] si bien a
juzgar por lo leído en las páginas de El
Sol de los primeros días de julio de 1936, la fuerza del
movimiento huelguístico había llegado a límites inauditos, un hecho
que la investigación actual no comparte en esos términos.[7]
José Castillejo Duarte (foto: Ateneo
de Córdoba)
Es imposible señalar en esta breve presentación las líneas más
importantes que condensan las primeras páginas del periódico. Cada lector las
puede descubrir por sí mismo. En todo caso, haría solo tres observaciones. Una
sobre la carga política que transmiten las viñetas del dibujante Bagaría. Sus
dibujos destilan una amarga crítica, que centra sus dardos en las largas y poco
efectivas discusiones parlamentarias de las Cortes republicanas (se prolongan
por la noche hasta la madrugada en esos primeros días de julio de 1936). Una de
sus viñetas muestra a un campesino desesperado que musita: “Si arasen las
palabras”. La segunda observación se refiere a la de la censura. La reproducción
de los largos debates, con las preguntas parlamentarias que debía responder el
gobierno, encubre una forma de eludir la censura. El debate se convertía así en
altavoz de los partidos de la oposición, un hecho imposible de ignorar por la
prensa y del que se hacían eco las primeras planas de los periódicos. Llamaría
la atención en tercer lugar sobre la importancia de la coyuntura internacional
que se refleja en las páginas de El
Sol. Nos informan del atentado frustrado que ha sufrido el rey de
Inglaterra, Eduardo VIII, y de los primeros enfrentamientos entre las tropas
chinas y japonesas en Shanghai, preludio de la invasión japonesa de 1937. La
coyuntura internacional empieza a agitarse, pero como suele ocurrir
“obedeciendo a una ley irrevocable —según Stefan Zweig— la historia niega a los
contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos
que determinan su época”[8] y los lectores del El Sol están muy
lejos de atisbar lo que se les viene encima.
El Sol seguía con mucha atención los
acontecimientos de Unión Soviética en los días previos a la guerra civil.
Publicaban el día cuatro de julio que “El interés indudable de las
transformaciones democráticas en Rusia, ha movido a El Sol, en obsequio a sus lectores,
a contratar con carácter exclusivo una serie de reportajes”. El periodista
Corpus Barga —un viajero impenitente, entrevistador de Lenin, Trotski,
Mussolini, Hitler, Pio XI y otras personalidades políticas de su tiempo, hombre
de acción y amante de empresas arriesgadas que fue pasajero del primer vuelo
París-Madrid en 1919 y formó parte de la tripulación del Graf Zeppelin que
cruzó por primera vez el océano atlántico— era el enviado especial
de El Sol al
país de los soviets. Sus crónicas —interrumpidas abruptamente por el golpe de
Estado del 18 de julio— ofrecían la visión de un viajero decimonónico que
cruzaba las fronteras de Europa en tren, pertrechado con grandes baúles: “lo
mismo estorba una maleta —decía— que varias, y solo se viaja de modo natural
como se pasea, teniendo a mano lo que se necesita. Yo viajo con una
maleta-armario para la ropa, otra maleta-cajón para los libros y papeles, una
maleta para el tocador, la máquina de escribir y una cámara fotográfica”. En
Rusia, siempre acompañado por las señoritas del Inturist, la agencia de turismo
estatal soviética, que le abrían paso graciosamente en las sempiternas colas,
describía para los lectores de El Sol las
ciudades que iba atravesando desde Odesa a Sebastopol. Les contaba, entre otras
cosas, que se hospedaba en hoteles exclusivos enclavados en palacios, como el
Hotel Londres de Odesa, donde departía con los únicos clientes del hotel, una
aventurera dama inglesa y un hombre de negocios francés.
Ese mundo burgués, confiado y seguro, estaba amenazado de muerte
en esos días y los primeros envites no tardaron en aparecer. El martes 14 de
julio un gran titular cubrió a ocho columnas la primera página del periódico: “En la madrugada del domingo el
diputado Sr. José Calvo Sotelo es sacado de su domicilio y asesinado”.
En una pequeña columna a la izquierda se informaba a los lectores del asesinato
a tiros en la calle Augusto Figueroa del teniente Castillo de las fuerzas de
Asalto y les remitían a una ampliación de la noticia en la página 12. A pesar
de todo, la amable crónica de Corpus Barga no desapareció del periódico en esos
días. Volvió a salir el jueves 16 de julio, pero ya por última vez. El domingo
19 de julio un gran titular a toda página informaba: “Se sublevan los núcleos del ejército
en Marruecos y Sevilla, con los cuales luchan fuerzas leales. El Sr. Azaña
confiere el poder a Martínez Barrio”.
Vistos estos acontecimientos desde la distancia, hoy los historiadores
no dudan en señalar que —pese a todo— los intensos procesos de crisis de
diversa naturaleza política, social, económica y en todos los ámbitos, que se
vivieron en España en esos días de julio de 1936 y que de manera tan dramática
reflejó El Sol en
sus páginas al hablar de la epidemia de huelgas que azotaba el país en los días
previos a la contienda, no fueron por sí solos los que abocaron necesariamente
a la guerra civil. El desencadenante de la guerra fue el fracaso parcial de la
sublevación militar contra el régimen legalmente constituido.[9] Ni el
radicalismo de los discursos políticos ni los estallidos de violencia, ni la
oleada de huelgas que paralizó el país, pueden ser vistos como la plasmación de
una irreversible polarización que condujo ineludiblemente a la guerra civil.
El Sol entre el 2 y el 19 de Julio de 1936
Las ediciones completas de El Sol correspondientes a estos días
de julio están disponibles en la web de la Biblioteca Nacional de
España
[1] Véase
CABRERA, Mercedes, La
industria, la prensa y la política. Nicolás María Urgoiti (1869-1951),
Madrid, Alianza Editorial, 1994.
[2] OTERO
CARVAJAL, Luis Enrique, “La irrupción de la Modernidad en la España Urbana.
Madrid metrópoli europea, 1900-1931”, en Miguel Ángel del Arco Blanco, Antonio
Ortega Santos y Manuel Martínez Martín (eds.), Ciudad y modernización en España y México,
Editorial Universidad de Granada, 2013, pp. 247-292.
[3] CHECA
GODOY, Antonio, Prensa
y partidos políticos durante la II República, Salamanca, Servicio
de Publicaciones de la Universidad de Salamanca, 1989, pp. 104-105
[4] Ibid.
[5] Así
lo han puesto de manifiesto estudios recientes sobre el golpe de Estado de
julio. Véase ALÍA MIRANDA, Francisco, Conspiración
y Alzamiento contra la República, Barcelona, Crítica, 2011; VIÑAS,
Ángel (ed.), Los
mitos del 18 de Julio, Barcelona, Crítica, 2013; VIÑAS, Ángel
(ed.), En el combate
por la historia, Barcelona, Pasado y Presente, 2011.
[6] CASANOVA,
Julián, Europa contra
Europa, Barcelona, Crítica, 2011.
[7] GONZÁLEZ
CALLEJA, E., COBO, F., MARTÍNEZ RUS, A., PÉREZ, F. , Historia de la Segunda República
, Barcelona, Pasado & Presente, 2015, p. 1129.
[8] ZWEIG,
S., El mundo de ayer,
Memorias de un europeo, Barcelona, Acantilado, 2001, p. 451.
[9] GONZÁLEZ
CALLEJA E. y NAVARRO COMAS, Rocío (Eds.), La España del Frente Popular. Política, sociedad,
conflicto y cultura en la España de 1936, Granada, Comares, 2011,
p.16.
https://conversacionsobrehistoria.info/2020/03/22/1936-18-dias-de-julio-segun-el-sol/
No hay comentarios:
Publicar un comentario