BANDOLEROS, BANDIDOS
Y
CONTRABANDISTAS ESPAÑOLES
ANDRÉS VÁZQUEZ Y SUS
HERMANOS BANDOLEROS
De
la imprenta y librería madrileña de Andrés de Sotos, en la calle de Bordadores,
reproduzco el pliego, sin año, donde se describen y narran los numerosos
crímenes de estos siete hermanos, capitaneados por Andrés Vázquez, 'sucedidos
en el presente año', conocida fórmula intemporal para prolongar su venta
a lo largo del tiempo. Los hechos asombrosos e inverosímiles de estos siete
hermanos, naturales de Cazalla, se extienden a lo largo y ancho de la geografía
peninsular en un sinfín de hechos delictivos. La relación de lugares donde
cometen sus crímenes y fechorías no dejan de llamarnos la atención por lo
desmesurado: Cantillana, Córdoba, Granada, Cartagena, Murcia, Valencia,
Alicante, Orihuela, Cuenca, Atienza, Soria, Tortosa, Zaragoza, Pamplona, La
Rioja, Bilbao, Asturias, León, Madrid, Toledo… siendo capturados, al fin,
en la provincia de Ciudad Real donde fueron ejecutados tras la confesión
de sus fechorías:
·
“Ciento y dos
muertes hicimos,
·
robamos catorce
Iglesias,
·
veinte casadas
forzamos,
·
solteras mas de
quarenta,
·
los robos son
infinitos,
·
con insultos, y
torpezas”.
Como suele ser habitual en este tipo de pliegos, antes de morir ahorcados los criminales muestran gran arrepentimiento y alertan a los padres para que eduquen bien a sus hijos y no acaben como ellos.
El
éxito del pliego de Andrés Vázquez sus hermanos 'vandoleros' tiene el
precedente de la cita que he encontrado del Barón Davillier, quien en su
célebre 'Viaje por España' (aparecido primero por entregas entre 1862 y 1873),
viaje en el que estuvo acompañado por el pintor e ilustrador Gustavo Doré, nos
dice que compró en Carmona la canción andaluza titulada 'el bandolero' y
comenta que en las calles se vendían por dos cuartos pliegos sobre las vidas de
Diego Corientes, Orejitas, Palillos, los siete niños de Écija, así como el
reproducido de los siete hermanos bandoleros, editado seguramente por alguna
imprenta andaluza.
http://adarve5.blogspot.com/search/label/Bandoleros
EL PERNALES Y LOS ÚLTIMOS BANDOLEROS
En el último cuarto del siglo XIX y en los comienzos del XX asistimos a la decadencia de las actividades del bandolerismo como fenómeno social, aunque la figura arquetípica del bandido generoso tendrá largo aliento tanto en el cine como en las novelas y el teatro hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX.
Es la época de célebres bandidos andaluces tardíos que perduran en la memoria colectiva, como José María Hinojosa, El Tempranillo (1805-1833), Joaquín Camargo, El Vivillo (1865-1929), José Ulloa, El Tragabuches (1781- ¿? ), Manuel López Ramírez, El Vizcaya, Juan Mingolla, Pasos Largos (1874-1934), Francisco Ríos González, El Pernales (1879-1907) y Antonio Jiménez Rodríguez, Niño del Arahal (1881-1907).
Estos últimos bandoleros andaluces reviven en el imaginario colectivo la fama como ‘tópico literario’ que supuso en el siglo XVIII las hazañas de Diego Corrientes (1757-1781). Bien es cierto que a finales del siglo XIX se produce una cierta degeneración del modelo, aunque se mantiene vigente el tópico romántico en los periódicos y en otras publicaciones.
Me voy a detener en la figura de El Pernales dando a conocer unos pliegos donde se recoge de forma fabulada su vida y hazañas.
Francisco Ríos González nació en el pueblo sevillano de Estepa en 1879, uno más de la legión de desheredados que poblaban el campo andaluz en aquellos tiempos. Desde los 10 años trabajó de cabrero; no fue a la escuela, era analfabeto, pero su padre le enseñó a robar para mejorar su precaria condición. El padre de Francisco era un ladronzuelo de supervivencia y de pequeños robos pero en una de sus fechorías se topó con la Guardia Civil y los guardias lo mataron.
La leyenda cuenta que Francisco se hizo bandolero para vengar a su padre, pero la carrera de bandido resultaba muy atractiva para un hombre joven y decidido. Allí mismo, en Estepa, tenía los ejemplos de famosos bandoleros locales: Juan Caballero, El Lero, detenido, juzgado y absuelto por falta de pruebas. Con el fruto de sus correrías vivió holgadamente en el pueblo hasta los 80 años e, incluso, se permitió el lujo de contarlas en un libro de memorias que redactó el escritor José María Mena. También era ejemplo Joaquín Camargo, El Vivillo, muchas veces detenido y otras tantas liberado porque nadie testificaba contra él, que después de bandolero se hizo picador en la cuadrilla de Morenito de Talavera y terminó emigrando a Argentina y suicidándose con cianuro en 1929, aunque antes también redactó sus memorias.
Francisco Ríos, en la
verdad histórica, no era el bandido generoso del tópico literario. Parece ser
que era un personaje cruel y maltratador de su mujer y de sus hijas pequeñas,
quienes debido a sus brutalidades le tuvieron que abandonar. Tampoco parece
cierto el que robara el dinero a los ricos para dárselo a los pobres, sino para
su propio lucro personal y el de su cuadrilla.
El autor del pliego comenta en el prólogo que lo que relata son ‘hechos reales’ y no hazañas sacadas de las novelas de Corrientes y Candelas. En el pliego se nos narra que recibió instrucción en Sevilla y a su regreso, a los 24 años, tomó plaza de conserje en el Casino de Estepa. Por defender la honra de la que era su novia, Rocío, tuvo que huir con ella al monte. Pasado el tiempo Rocío le fue infiel con el bandolero Vizcaya. En una de sus estancias en Sevilla Pernales conoce a Conchilla, de la que se enamora tras la traición de Rocío. Sintiéndose cada vez más acorralado huyó con su Conchilla a Valencia, donde esperaban un hijo. Al aparecer una fotografía en la Revista Ilustrada, se vio obligado a huir de nuevo. Al enterarse del nacimiento de su hija regresó a Valencia para conocerla y estar con ella, prometiendo dejar la vida de bandido. Pero la Guardia Civil lo detuvo cuando pretendían embarcarse hacia América y lo mataron en una emboscada. Conchilla y la hija de ambos pasaron gran parte de su vida en la cárcel, resume el pliego. Es de destacar la ilustración del bandido sosteniendo tiernamente a su hija con la intención de subrayar su amor paternal, paradigma del tópico de bandolero rudo pero tierno.
Bonita colección de
tangos
En este curioso pliego se entremezclan dos asuntos de gran actualidad en 1907 a raíz de la muerte del Pernales y de la orden gubernamental del cierre de las tabernas.
Respecto a la muerte del bandolero se observan posturas contradictorias: de una parte se alaba a la Guardia Civil por su captura y muerte, y por otra se señala que nunca mató a nadie y se acentúa su poder de seducción con las mujeres. En una segunda parte ya se es más crítico con el bandolero, puesto que se alaba la tranquilidad que produjo su muerte. Da la impresión de que ambas partes no proceden de la misma pluma y de que sus estrofas están unidas de forma inconexa.
El
pliego se hace eco también de la normativa de cerrar las tabernas los días
festivos y a las doce de la noche los días de diario. Dicha normativa estuvo
vigente desde 1907 (justo en el año de la desaparición del Pernales) hasta
1909. La normativa fue promulgada por Juan de la Cierva y Peñafiel (1864-1938),
quien fuera ministro de la gobernación del gobierno de Antonio Maura en esos
años. Durante el tiempo que permaneció en el cargo emprendió importantes
reformas con las que pretendía mejorar las costumbres de los españoles. Elaboró
una estricta reglamentación para controlar el horario de apertura y cierre de
locales públicos, como teatros, cafés y tabernas con las consiguientes
protestas del gremio de taberneros de las que da cuenta el pliego.
Por tradición oral se han conservado romances sobre sus hazañas, de los que conocemos varios y hemos tenido la oportunidad de recoger versiones inéditas similares a algunas de las publicadas.
Adjunto
la noticia que publicó el diario ABC sobre su desgraciado final y algunas otras
imágenes sacadas de diversas fuentes.
Fotografía
original de 'El Pernales' con el sello de la 1ª compañía del cuarto Tercio de
la Guardia civil donde vienen detallados todos sus rasgos: 'De 28 años,
bajo, ancho de espaldas y pecho, rubio con pecas, bien curtido por el sol,
color pálido, ojos grandes y azules, pestañas despobladas y arqueadas hacia
arriba; vestido con pantalón, chaqueta corta y chaleco de pana lisa, color pasa...'
Del ropaje mítico a la cultura de masas
El teatro y la novela constituyeron una vía excelente para la difusión de las hazañas de los bandoleros entre un público poco letrado. Esta atracción por lo popular andaluz se aprecia en obras como las siguientes:
Ramón López Soler (1806-1835), y sus novelas Los bandos de Castilla (1830) o Jaime El Barbudo, o sea la Sierra de Crevillente (1832). De la mente calenturienta de Manuel Fernández y González (1821-1888): Juan Palomo o la expiación de un bandido (1855); Los siete niños de Écija (1863); Diego Corriente (Historia de un bandido célebre) (1866); El rey de Sierra Morena. Aventuras del famoso ladrón José María (1871-1874); Don Miguelito Caparrota, el célebre marqués ladrón (1872); José María El Tempranillo. Historia de un buen mozo (1886); El Chato de Benamejí. Vida y milagros de un gran ladrón (1874), etc.
Y respecto a las representaciones teatrales:
Sixto Cámara: Jaime el Barbudo (1853), drama en tres actos. Luis Mejías y Escassy: Los siete niños de Écija (1865), drama en verso. José María Gutiérrez de Alba: Diego Corrientes o el bandido generoso (1848). Enrique Zumel (1822-1897): José María. Drama de costumbres andaluzas, en siete actos en verso; y otras muchas de este prolífico autor.
Con la llegada del cine este tipo de obras fue cayendo en el olvido, siendo sustituidas por películas de marcado ambiente costumbrista. Las películas sobre bandoleros son deudoras del folletín. En El signo de la tribu (1915), de Juan María Codina y Juan Solá Mestres, ya no se trata del bandolero generoso sino que nos encontramos con un bandolero cruel y prófugo de la justicia, que asola un campamento gitano y se encapricha de una jovencita con la que luego huye. Otras películas son: Diego Corrientes (1924), de José Buchs; El León de la Sierra (1915), de Alberto Marro; Luis Candelas o el bandido de Madrid (1926), de Armando Guerra, cada una de ellas con sus peculiaridades, etc.
Quiero
aprovechar esta entrada para dar a conocer un curioso pliego que adquirí, junto
con José Manuel Fraile, en la década de 1980 en la calle Toledo de Madrid. En
dicha calle y en aquellas fechas un viejecito exponía su menguada mercancía en
un cordel sujeto con pinzas en la ventana de una sucursal bancaria. De allí
procede el siguiente pliego de marcado carácter burlesco sobre El
bandido Tripalarga.
Sobre otros bandoleros coetáneos al Pernales adjunto unas noticias publicadas en el diario ABC de aquellos años.
http://adarve5.blogspot.com/search/label/Bandoleros
EL BANDOLERO SERRALLONGA
El bandolerismo en Cataluña se conoce desde la Edad Media. En un sentido amplio se pueden considerar como actos de bandolerismo las luchas armadas entre estamentos aristocráticos para solucionar conflictos. Los señores feudales catalanes promovían y dirigían acciones violentas suscitadas por su deseo de expansión territorial con el apoyo de amplias capas de la sociedad. Es lo que se ha venido llamando «bandolerismo aristocrático» frente a un «bandolerismo popular». El bandolerismo aristocrático que practicaban las familias nobles catalanas consistía en reclutar ejércitos privados (los llamados bàldols feudals) de carácter temporal hasta dirimir el conflicto. Esta forma de resolver a mano armada los conflictos se designa en catalán con el verbo bandolejar, próximo al sustantivo bandolero. El bandolerismo popular, tal y como lo conocemos, es un fenómeno social más moderno y cuya causa principal suele ser la pobreza de amplias capas de la población.
Los enfrentamientos entre dos bandos nobiliarios, los nyerros y los cadells (conocidos también como narros y caderes), arrancan ya desde el siglo XII, pero toman una especial relevancia durante el siglo XVI y se extienden con desigual virulencia en siglos posteriores. Simplificando mucho y sin detenernos en sus orígenes los llamados nyerros son aquellos miembros que representaban a las clases medias y a los campesinos o pagesos y que eran defensores de los intereses de los señores feudales catalanistas. Los cadells, por el contrario, representaban a un amplio sector de la nobleza urbana y daban soporte a la monarquía castellana centralista y a la iglesia.
Se trata, en definitiva, de dos ámbitos de poder: uno formado por las instituciones de gobierno catalanas y otro por el entramado institucional dependiente directo de la monarquía. Obviamente no deja de ser una simplificación conceptual que habría que matizar, pero en la que no debemos entrar ni por espacio ni por el propósito de este blog.
La presión fiscal de la hacienda real sobre Cataluña, promovida
por el conde-duque de Olivares (valido de Felipe IV) y la protesta contra la
movilización y su permanencia de los tercios del ejército real y contra la
pretensión de que fueran alojados dentro de las poblaciones, junto a la
precaria situación económica general, desembocó en una violenta revuelta social
conocida como el Corpus de Sangre, el 7 de junio de 1640, (Guerra
de Les Segadors) donde fue asesinado el virrey, conde de Santa Coloma,
y asaltadas muchas casas de nobles en la ciudad de Barcelona.
Siete años antes de este estallido
popular, pero en estrecha relación a estas confrontaciones entre linajes, fue
ejecutado en Barcelona Joan Serrallonga.
Joan Sala i
Ferrer
Joan Sala i Ferrer nació en el pueblo de Viladrau, de la veguería de Vich, en 1594. El nombre de Serrallonga lo tomó de la casa de su mujer, Margarida, en el término de Carós. Comenzó su vida bandolera ya cumplidos los 30 años. Las causas sobre esa decisión no han sido aclaradas. En el proceso que se le siguió y que se conserva y conoce por haber sido publicado por Juan Cortada, Serrallonga declaró que se echó al monte por haberse visto implicado injustamente en un delito de robo.
Según la declaración del mismo Serrallonga en el proceso contra él, tuvo que huir de su casa y ponerse fuera de la ley por culpa de su amigo Miquel Barfull, quien le denunció a las autoridades por quedarse unas capas robadas por otro amigo, y por comprar a sus hermanas la mula que acababan de robar a su madre. Cuando las autoridades vinieron a detenerle, Serrallonga se escapó a los montes. Unos días después mató a tiros a su denunciante Miquel Barfull porque había guiado a sus perseguidores. Serrallonga tuvo cinco hijos, uno de ellos sacerdote.
Durante el proceso le acompañó su querida llamada Juana, la Massisa, y parece ser que era hija de un cabecilla del bando de los cadells, contrario al de los nyerros de Serrallonga.
La captura de miembros de su banda marcó el declive de la vida bandolera de Serrallonga. Las torturas a que sometieron a sus compañeros permitieron la detención de su cabecilla y la posterior acusación y condena. Detenido junto a su amante Juana en 1633 fue condenado a la horca, que se ejecutó el 8 de enero de 1634.
La figura de Serrallonga ha inspirado sendas canciones populares
y numerosas leyendas donde prima más la ficción que la realidad y donde las
informaciones sobre sus peripecias se contradicen.
Serrallonga y la
comedia
Al año escaso de la ejecución de Serrallonga se representaba en
los teatros madrileños la obra El catalán Serrallonga y los bandos de
Barcelona (1635), escrita en colaboración por tres dramaturgos: Vélez
de Guevara, Rojas Zorrilla y Antonio Coello. El tomar personajes y
acontecimientos próximos y reales para crear una nueva comedia era habitual en
la época. Sobre hechos más o menos conocidos se creaba una ficción que
pretendía emocionar y cautivar a un público ávido de novedades en el siglo
XVII.
El argumento de la comedia El catalán Serrallonga nada tiene que ver con lo que conocemos de la vida del bandolero. En la comedia se nos presenta como un joven noble hijo de don Bernardo de Serrallonga. Durante un juego de pelota y a causa de unos malentendidos don Juan acaba con la vida de don Félix Torrellas, lo que despierta la enemistad previa que ya existía entre las dos familias por su apoyo a bandos contrarios –nyerros y cadells–, respectivamente. Nuestro protagonista se ve obligado a huir a Francia prometiendo vengarse de don Carlos Torrellas, primo del difunto, que había jurado matarle. Don Bernardo intenta conciliar a las dos familias concertando el matrimonio de su hijo con doña Juana, hermana de don Carlos, pero los hermanos rechazan la oferta burlándose de él y aumentando la afrenta, lo que le lleva a pedir venganza a su hijo. Este intenta satisfacerle y dirige un ataque contra los cadells durante una fiesta, ayudado por su amigo el bandolero Fardi de Sau, lo que provocará su huida al monte y su conversión en bandolero.
Los coautores de la comedia transforman al bandolero villano,
infiel y violento en un joven noble, defensor del honor de la familia, fiel
amante y leal compañero y que manifiesta gratitud y confianza a los de su
cuadrilla, cualidades que, pese a sus crímenes, le hacen ganar el favor del
público y le convierten en un personaje de leyenda. Tres dramaturgos no
catalanes pudieron idealizarle como un héroe prestigioso. Cataluña se convierte
en la comedia en un escenario encantador que recuerda mucho a la maurofilia
literaria de las comedias de ambiente granadino y al romancero morisco.
Los tres coautores adaptaron la historia de la vida de Serrallonga a los esquemas del teatro castellano de la época, inspirándose en el drama La muerte más venturosa (finales del siglo XVI) de Félix Lope de Vega (1562-1635). Se inventaron un héroe completamente nuevo, en muchos puntos diferente del Serrallonga real puesto que enaltecen su condición social: él es hidalgo y Joana pertenece a una importante familia barcelonesa. El bandolerismo de Serrallonga está motivado por unos nobles motivos sociales, y está explicado como una demostración de la rivalidad entre «nyerros» y «cadells».
Esta interpretación tergiversada de Serrallonga pasó
seguidamente a la abundante literatura semipopular durante el siglo XIX con el
drama en castellano Don Juan de Serrallonga o los bandoleros de las
Guillerías (1858) de Víctor Balaguer i Cirera (1824-1901),
drama que se adaptó poco después en la novela Don Juan de Serrallonga (1859),
novela que ejerció una fuerte influencia sobre la tradición popular relacionada
con Serrallonga. Estas obras sirvieron de base para el drama de Josep Aladern
(Cosme Vidal i Rosich) (1869-1919) La fi de Serrallonga, estrenado
el 3 de abril de 1898 en el Teatro Regional de Reus.
Serrallonga en la música y en el cine
No sólo la figura del bandolero fue fuente de inspiración de comedias, dramas y novelas, sino que también inspiró la zarzuela Don Joan de Serrallonga con libreto en catalán de Francesc Pujols i Morgades (1882-1962) y música de Enric Morera i Viura (1865-1942), estrenada en el Teatro Tívoli de Barcelona el 7 de octubre de 1922.
Respecto al cine conocemos dos películas: la primera de 1910
dirigida por Alberto Baños y la segunda, de 1948, dirigida por Ricardo Gascón,
de la que adjunto el cartel promocional.
En la época actual la historia del bandido Serrallonga forma parte también de las lecturas infantiles, así como de una miniserie de televisión en dos capítulos en coproducció d’Oberon Cinematogràfica, Televisió de Catalunya i Televisión Española , amb el suport de l’ICIC – Generalitat de Catalunya, en 2007. En la sinopsis se expresa que:
[...] Serrallonga representa uns valors universals,
reconeixibles arreu i que són l’essència de la naturalesa humana. Serrallonga
és també una excusa per endinsarnos en la nostra història, un viatge rigorós i
fascinant per la Catalunya del segle XVII, una aventura emocionant construïda
al voltant de l’enorme interès i tota la seducció que desperta la història del
bandoler català més reconegut.
http://www.tv3.cat/serrallonga/index.htm
La Ball d’En
Serrallonga
En algunas localidades de Cataluña aún se representa La
Ball d’En Serrallonga. Se trata de un baile folklórico donde se recrea
la cuadrilla del famoso bandolero. En dicho baile los bandoleros van vestidos
de época y provistos de trabucos mientras ejecutan una coreografía al son de la
gralla (semejante a la dulzaina)
Los pliegos
Obviamente la figura de Serrallonga, como la de otros tantos
bandoleros, pasó a los pliegos de cordel y a las 'aucas' o aleluyas mediante
adaptaciones más o menos fidedignas, ya fuera como influencia del teatro, de
las novelas o de la inspiración de algún «ingenio popular».
Reproduzco unos ejemplos.
http://adarve5.blogspot.com/search/label/Bandoleros
Bandoleros, contrabandistas y valentones
Los pliegos que vamos a reproducir de forma parcial corresponden
a lo que podríamos considerar de forma genérica como pliegos de
aventuras. En ellos se superponen y entremezclan realidades e
invenciones, temas y motivos, y orígenes y desarrollos variopintos.
En este apartado me voy a detener en aquellos pliegos de jaques
y valentones, de contrabandistas y de bandoleros que constituyen una especie de
mosaico con características comunes.
El término guapo, en el sentido de chulo, rufián y
arrogante se documenta en los entremeses de Quiñones de Benavente (1589-1651).
Estos jaques y valentones se refieren a personajes cuyos rasgos serían el
desmedido orgullo, la jactancia, el arrojo, el machismo y la bravuconería, y
cuya relación con el teatro del Siglo de Oro ha sido puesta de manifiesto.
Bandolero con su maja, por Doré
A su vez, los pliegos sobre bandoleros, trufados a veces con
actividades contrabandísticas, son muy abundantes en los pliegos de cordel,
sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX.
Contrabandistas por Doré
Dada la amplitud del tema y su estrecha relación con los pliegos
dedicados a las mujeres matadoras y justicieras dedicaré otras
entradas a esta temática para desarrollar algo más estas conexiones.
Existe una distinción teórica entre bandolero y bandido. El
bandolerismo no es en todos los casos bandidaje. Bandolero es aquel que asalta
a viajeros y caminantes, que actúa en partidas o cuadrillas y cuyo principal
fin es el robo. El bandido es generalmente un criminal que está perseguido por
un ‘bando’. Aunque en la práctica ambos términos resulten sinónimos, y así
sucede en la mayoría de los pliegos consultados, esta distinción habría que
matizarla en cada caso y situación.
El bandido tiene tras de sí una orden judicial de detención (un
bando, edicto o pregón) con sentencia firme ya acordada y cuyos hechos
delictivos ya se han probado y se halla en paradero desconocido. Al bandolero,
en cambio, se le asocia más con un salteador de caminos que por lo general no
ha cometido delitos de sangre y cuya actividad es básicamente el robo. Por
precisar aún más, el bandido tendría el agravante de usar la violencia contra
personas y cosas, mientras que el bandolero sólo usará la violencia en caso de
necesidad manifiesta o persecución, lo que de alguna forma lo justifica
socialmente.
Duelo a navaja por Doré
El imaginario colectivo considera al bandolero como
perteneciente a la sociedad campesina, que los idealiza y les transfiere
cualidades heroicas y rasgos de nobleza, valor, honradez, bondad y un fondo
sentimental y galante que les hace atractivos más allá de su medio originario.
Pero, obviamente, la figura del bandolero es mucho más compleja y no se trata
siempre del pobre que se rebela contra los ricos ni del insatisfecho social que
trata de cambiar las relaciones de poder de una sociedad, como señalaba Caro
Baroja en su espléndido y seminal Ensayo sobre la literatura de cordel,
Madrid, Revista de Occidente, 1969, p. 387. Esa figura ‘idealizada’ del
bandolero social corresponde por lo general a una visión intelectualizada de
escritores o historiadores más cerca de los núcleos urbanos que de los rurales.
El complejo mundo del bandolerismo, aunque arranca
literariamente desde muy antiguo, alcanza gran éxito en las novelas y en las
representaciones teatrales del Siglo de Oro. Autores tan representativos como
Lope de Vega, por poner un ejemplo, utilizaron la figura del bandolero como
atrayente reclamo para sus obras, como sucede en: Antonio Roca o la
muerte más venturosa o Roque Dinarte, ambas de ambiente
catalán.
El bandolerismo, como fenómeno social, no se puede considerar
aisladamente sin tener en cuenta el territorio donde se produce y las
circunstancias y contextos sociales que lo enmarcan. Aunque el bandolerismo
está asociado a situaciones políticas y sociales propias, tiene también unas
constantes que son comunes, independientemente de la época que estudiemos, que
articulan una imagen del mismo como arquetipo del bandido generoso y de héroe
popular.
Goya - Ataque a un coche (Colección particular)
Eric Hobsbawm, en sus ya célebres obras Rebeldes
primitivos, estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en
los siglos XIX y XX (1974) y Bandidos (1969), analiza
a los “delincuentes” y “salteadores”, no como criminales, sino como personajes
históricos cuyas actividades son fruto de las tensiones sociales. Hobsbawm
incorpora el concepto del bandolero social, a
diferencia del delincuente común, como canalizador del descontento popular e
instrumento de la protesta social.
El bandolerismo depende de la geografía, de la época y de las
circunstancias concretas de la sociedad donde se produce. No es lo mismo el
bandolerismo catalano-aragonés que el bandolerismo andaluz. El primero ha sido
estudiado por Joan Reglà en El bandolerisme català del Barroco,
Barcelona, 2ª ed., Edicions 62, 1966. En dicho estudio, Reglà distingue un
mayor desarrollo del bandolerismo catalán durante los siglos XVI y XVII, debido
a peculiares circunstancias socio-económicas, frente al bandolerismo romántico
andaluz del XIX.
Establecer relaciones mecánicas entre planos de realidad que
valgan para todo, aunque no resulten falsas en conjunto, no deja de ser una
visión reduccionista y parcial, aunque invita a nuevas miradas sobre el
complejo mundo del bandolerismo.
Obviamente no es este el lugar para desarrollar estos y otros
aspectos, pues de lo que se trata es de mostrar y dar a conocer unos pliegos de
cordel que guardan estrecha relación con este enmarañado mundo. Dada su
complejidad sería casi conveniente el estudiar individualmente cada pliego y el
entramado de sus circunstancias y relaciones.
Veamos en esta primera aproximación unas cuantas portadas
alusivas.
Andrés Vázquez y sus hermanos.
S.l., Impr. Ignacio Estivill, s.a
Como ejemplo de romance disparatado reproduzco la portada de don
Juan de la Tierra, natural de la villa de Illescas, valentón que se enamora en
Nápoles de la hija de un mercader. Tiene con ella un hijo y regresa de
nuevo a Illescas donde se establece con lo robado al padre de su amante. Éste
lo persigue y al final todo se arregla por la intervención del propio Felipe
IV.
Don Juan de la Tierra. Barcelona, Imprenta
Herederos de Juan Jolis, s.a.
Reproduzco la portada de la trágica historia de Lorenzo de
Texado, de la que ya publiqué el pliego completo, aunque diferente, editado por
otro impresor en la entrada dedicada a crímenes horrorosos.
Lorenzo de Texado. Barcelona,
Herederos Viuda de Pla, 1833.
Para no alargar en demasía esta primera entrada publico la
portada de un pliego con el romance de Los bandidos de Toledo. Es
romance curioso porque desarrolla una trama novelesca donde el protagonista
consigue liberar a una doncella catalana que estaba en poder de una banda de
facinerosos y acaba siendo nombrado virrey de Cataluña.
Los vandidos (sic) de Toledo. Barcelona,
Impr, Ignacio Estivill, s.a.
http://adarve5.blogspot.com/search/label/contrabandistas%20y%20valentones
Los pliegos que vamos a reproducir de forma parcial corresponden a lo que podríamos considerar de forma genérica como pliegos de aventuras. En ellos se superponen y entremezclan realidades e invenciones, temas y motivos, y orígenes y desarrollos variopintos.
En este apartado me voy a detener en aquellos pliegos de jaques y valentones, de contrabandistas y de bandoleros que constituyen una especie de mosaico con características comunes.
El término guapo, en el sentido de chulo, rufián y
arrogante se documenta en los entremeses de Quiñones de Benavente (1589-1651).
Estos jaques y valentones se refieren a personajes cuyos rasgos serían el
desmedido orgullo, la jactancia, el arrojo, el machismo y la bravuconería, y
cuya relación con el teatro del Siglo de Oro ha sido puesta de manifiesto.
A su vez, los pliegos sobre bandoleros, trufados a veces con
actividades contrabandísticas, son muy abundantes en los pliegos de cordel,
sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX.
Dada la amplitud del tema y su estrecha relación con los pliegos dedicados a las mujeres matadoras y justicieras dedicaré otras entradas a esta temática para desarrollar algo más estas conexiones.
Existe una distinción teórica entre bandolero y bandido. El bandolerismo no es en todos los casos bandidaje. Bandolero es aquel que asalta a viajeros y caminantes, que actúa en partidas o cuadrillas y cuyo principal fin es el robo. El bandido es generalmente un criminal que está perseguido por un ‘bando’. Aunque en la práctica ambos términos resulten sinónimos, y así sucede en la mayoría de los pliegos consultados, esta distinción habría que matizarla en cada caso y situación.
El bandido tiene tras de sí una orden judicial de detención (un
bando, edicto o pregón) con sentencia firme ya acordada y cuyos hechos
delictivos ya se han probado y se halla en paradero desconocido. Al bandolero,
en cambio, se le asocia más con un salteador de caminos que por lo general no
ha cometido delitos de sangre y cuya actividad es básicamente el robo. Por
precisar aún más, el bandido tendría el agravante de usar la violencia contra
personas y cosas, mientras que el bandolero sólo usará la violencia en caso de
necesidad manifiesta o persecución, lo que de alguna forma lo justifica
socialmente.
El imaginario colectivo considera al bandolero como perteneciente a la sociedad campesina, que los idealiza y les transfiere cualidades heroicas y rasgos de nobleza, valor, honradez, bondad y un fondo sentimental y galante que les hace atractivos más allá de su medio originario. Pero, obviamente, la figura del bandolero es mucho más compleja y no se trata siempre del pobre que se rebela contra los ricos ni del insatisfecho social que trata de cambiar las relaciones de poder de una sociedad, como señalaba Caro Baroja en su espléndido y seminal Ensayo sobre la literatura de cordel, Madrid, Revista de Occidente, 1969, p. 387. Esa figura ‘idealizada’ del bandolero social corresponde por lo general a una visión intelectualizada de escritores o historiadores más cerca de los núcleos urbanos que de los rurales.
El complejo mundo del bandolerismo, aunque arranca literariamente desde muy antiguo, alcanza gran éxito en las novelas y en las representaciones teatrales del Siglo de Oro. Autores tan representativos como Lope de Vega, por poner un ejemplo, utilizaron la figura del bandolero como atrayente reclamo para sus obras, como sucede en: Antonio Roca o la muerte más venturosa o Roque Dinarte, ambas de ambiente catalán.
El bandolerismo, como fenómeno social, no se puede considerar
aisladamente sin tener en cuenta el territorio donde se produce y las
circunstancias y contextos sociales que lo enmarcan. Aunque el bandolerismo
está asociado a situaciones políticas y sociales propias, tiene también unas
constantes que son comunes, independientemente de la época que estudiemos, que
articulan una imagen del mismo como arquetipo del bandido generoso y de héroe
popular.
Eric Hobsbawm, en sus ya célebres obras Rebeldes primitivos, estudio sobre las formas arcaicas de los movimientos sociales en los siglos XIX y XX (1974) y Bandidos (1969), analiza a los “delincuentes” y “salteadores”, no como criminales, sino como personajes históricos cuyas actividades son fruto de las tensiones sociales. Hobsbawm incorpora el concepto del bandolero social, a diferencia del delincuente común, como canalizador del descontento popular e instrumento de la protesta social.
El bandolerismo depende de la geografía, de la época y de las circunstancias concretas de la sociedad donde se produce. No es lo mismo el bandolerismo catalano-aragonés que el bandolerismo andaluz. El primero ha sido estudiado por Joan Reglà en El bandolerisme català del Barroco, Barcelona, 2ª ed., Edicions 62, 1966. En dicho estudio, Reglà distingue un mayor desarrollo del bandolerismo catalán durante los siglos XVI y XVII, debido a peculiares circunstancias socio-económicas, frente al bandolerismo romántico andaluz del XIX.
Establecer relaciones mecánicas entre planos de realidad que valgan para todo, aunque no resulten falsas en conjunto, no deja de ser una visión reduccionista y parcial, aunque invita a nuevas miradas sobre el complejo mundo del bandolerismo.
Obviamente no es este el lugar para desarrollar estos y otros
aspectos, pues de lo que se trata es de mostrar y dar a conocer unos pliegos de
cordel que guardan estrecha relación con este enmarañado mundo. Dada su
complejidad sería casi conveniente el estudiar individualmente cada pliego y el
entramado de sus circunstancias y relaciones.
Veamos en esta primera aproximación unas cuantas portadas
alusivas.
S.l., Impr. Ignacio Estivill, s.a
Como ejemplo de romance disparatado reproduzco la portada de don
Juan de la Tierra, natural de la villa de Illescas, valentón que se enamora en
Nápoles de la hija de un mercader. Tiene con ella un hijo y regresa de
nuevo a Illescas donde se establece con lo robado al padre de su amante. Éste
lo persigue y al final todo se arregla por la intervención del propio Felipe
IV.
Reproduzco la portada de la trágica historia de Lorenzo de
Texado, de la que ya publiqué el pliego completo, aunque diferente, editado por
otro impresor en la entrada dedicada a crímenes horrorosos.
Herederos Viuda de Pla, 1833.
Para no alargar en demasía esta primera entrada publico la
portada de un pliego con el romance de Los bandidos de Toledo. Es
romance curioso porque desarrolla una trama novelesca donde el protagonista
consigue liberar a una doncella catalana que estaba en poder de una banda de
facinerosos y acaba siendo nombrado virrey de Cataluña.
Impr, Ignacio Estivill, s.a.
http://adarve5.blogspot.com/search/label/contrabandistas%20y%20valentones
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