NAHUI ESTÁ QUIETA
MIRANDO AL SOL
“El amor del sol es inocencia y afán de crear. ¡Mirad con que
impaciencia se alza sobre el mar! ¿Es que no sentís ya la sed y el cálido
aliento de su amor? Quiere sorber el mar y tragarse su profundidad para
llevárselo a las alturas, y el deseo del mar se eleva con mil pechos. Y es que
el mar ansía ser sorbido y besado por la sed del sol.”
-Friedrich Nietzsche
Nahui despierta cada día, antes de que
sea día, y baja el Sol a la Tierra. Retira los velos que cubren al Astro y,
tejiendo en los imperceptibles rayos de luz, sostiene el sol como a un globo
dorado, para que no vuele
para que
no falte
ningún día
en el centro del cielo.
El Astro y Nahui deambulan por la mañana que han inaugurado juntos.
Caminan por la ciudad mirando el continuo cambio del cielo, repleto de los
colores que ellos mismos orquestan.
Cuando ya están cansados los pies y cansados los rayos, deciden parar el
día. Así, toda noche antes de ser noche, Nahui guarda el sol entre velos, a la
espera de otro amanecer conjurado por ellos mismos. En las noches, Nahui, aún
encendida de amor boreal, toma la polvareda dorada que deja el Sol en sus manos
y decora sus párpados, llenándolos de luces. La cara se le ilumina como si ese
fuera el antifaz, el código correcto, para asistir a un sueño en que la
ardiente estrella le entregara el beso que sacie la sed del oleaje que ella
guarda en sus ojos.
La gente sabe de los amores de Nahui al Sol y la miran, como se mira a
la locura, en secreto. Le acechan paseando el vecindario con la docena de gatos
que recogió de la Alameda. Le miran entre rendijas, detrás de cortinas, jugando
al camuflaje, sitio desde el cual vigilan sus atuendos franceses de los años
20, los mismos que Nahui lució siendo joven en París, donde creció como
artista: pintora, escritora, modelo. Pero ese tiempo ya es pasado, ahora está
en su natal México en la década de los 60 y debería optar, por prudencia, en
dar uso a otros atuendos, dejar el maquillaje y la venta de sus retratos
eróticos, así lo piensa y susurra la gente en secreto desde su ventanal.
Pero el susurro no llega hasta Nahui, lleva la vida puesta en el cielo,
una vida en diálogo con el Sol, quien derrama cada día los colores ocre a su
cabello, destellos dorados a su piel y cada noche, un beso a sus ojos. Entre
esos instantes benditos, el único sonido terrenal que Nahui perdona es el
maullido de sus gatos, lo demás es viento.
…
Nahui era “una loca iluminada por el Sol” así la describió el escritor
Homero Aridjis, quien la conoció en los 60 cuando él tenía veinte años y
buscaba personajes para retratar en sus poemas. Nahui, quien tenía entonces
cerca de 70, fue para él un hallazgo ejemplar. Un personaje ya hecho y del que
su escritura, y él mismo, tenían que aprender.
Aridjis tuvo el privilegio de acceder a su casa en el poniente de la
ciudad de México y de volverse una visita constante. Así, entre pláticas
cotidianas, Nahui le contó sobre sus interacciones con el Sol: el acto de
quitar y ponerlo de vuelta al cielo, como a un botón, las caminatas largas con
el Sol, todo ello formaba parte del día a día de la artista.
Nahui Olin compartió con él también sus pinturas, tanto las suyas como
las de otros en las que muchas veces fue el centro. Ella y su par de ojos
verdes.
Aridjis vio las fotografías de los desnudos de Nahui que ella le mostró
y describió con detalle, poniendo en contexto cada sesión con la inocencia y
soltura de quien acerca a un amigo su álbum de fotos familiar, compartiendo su
peculiar biografía, adentrándolo en el íntimo acto del recuerdo.
Entre esos acercamientos, Aridjis pudo trazar cartografías de Nahui y
ser testimonio de la cotidianidad que la artista vivía en la vejez: ella, el
Sol, gatos salvados de la calle y un piano.
En el estudio y crítica del arte a Nahui se le ha pensado muchas veces
como “musa” pues no solo ha estado presente en las letras de Aridjis, sino
también en la de otros perfiles como José Emilio Pacheco, Pita Amor, Elena
Poniatowska o Adela Fernández. Y aunque los terrenos literarios que exploran a
Nahui son amplios, su imagen fue guardada con mayor frecuencia en la lente y el
pincel.
Pero la fuerza de la expresión corporal de Nahui tenía alojo no
solamente en los portes, todos de cualidad enigmática y de atracción
indiscutible, sino también en una postura creativa que lograba hacerse visible
en ella: Nahui Olin sabía lo que quería expresar y cada colaborador, sean pintores
o fotógrafos, fue una herramienta, un modo de lograrlo. Nahui modelaba para
descubrirse a sí misma, dentro de los procesos de otros.
“Yo / poso / para los artistas / que hacen / cuadros / siempre / nuevos
/ cuando / yo poso / y / todas / las / veces / yo / soy / algo / distinto / que
ellos / todavía / no han / visto / y / ellos / dan vueltas / con / sus nuevas /
obras / que ellos / hacen / para / hacer / una / sola / cosa / que / es / mi /
espíritu / extendido / en / mi / cuerpo / escapando / por / mis / ojos / y /
ellos / dan vueltas / con / razón / al / hacer / las nuevas / obras / cuando /
yo / poso / y / aporto / siempre / algo / nuevo / que / es / mi / espíritu /
extendido / en / mi / cuerpo / saliendo / por / mis / ojos / para / posar /
para / los Señores / que / hacen / siempre / conmigo / cuadros / nuevos”.
Nahui era dueña de una mirada verde que creaba anclajes profundos. Esos
ojos cautivaron al Dr. Atl, quien fue su pareja y quien le brindó a Carmen
Mondragón (su nombre de registro) la asignación de un nuevo apelativo: “Nahui
Olin”, que quiere decir “el movimiento renovador de los ciclos del cosmos”.
“Las palabras más cercanas para nombrarme son Nahui Olin. Nombre
cosmogónico, la fuerza, el poder de movimientos que irradian luz, vida y fuerza.
En azteca, el poder que tiene el sol de mover el conjunto que abarca su
sistema.”
El nombre de Nahui se convirtió en el espacio que ella habitó como
laboratorio para conocer y experimentar del arte, la ciencia, la astrología y
todo conocimiento que fue de su interés. Con esa firma en el lienzo perduró
como una artista que vale la pena conocer y reconocer entre los personajes más
influyentes en el pensamiento moderno dentro del ámbito artístico de México,
pues su obra se sitúa, excepcional, dentro de una participación de
efervescencia cultural marcada por el movimiento Vanguardista.
La obra de Nahui Olin compone una literatura y piezas visuales
influenciadas por el pensamiento científico de la época, dentro de un diálogo
continuo con el cuerpo como territorio genuino de expresión y experiencia.
La expresividad corporal llevaba a Nahui a posar para variedad de
artistas. El Dr. Atl la retrató muchas veces, pero igual lo hicieron Diego
Rivera, Carlos Chávez, Edward Weston, Raoul Fournier, Antonio Garduño, Matías
Santoyo, Eugenio Agacino y Manuel Rodríguez Lozano.
Diego Rivera fue recurrente. La retrató como la musa Erato en su mural
“La creación” (1922) en la Escuela Nacional Preparatoria; pintó uno de sus ojos
enormes bajo un sombrero de fieltro en el fresco “Día de muertos” (1923) de la
Secretaría de Educación Pública; y la incluyó luciendo un collar de perlas en
“Historia del teatro en México” (1953) en el Teatro de los Insurgentes. Edward
Weston, por su parte, la fotografió creando la serie más conocida de Nahui, en
la que cada disparo del ojo del artista pudo captar su belleza desde la
estética de lo grotesco y con una fuerte vitalidad erótica.
La expresión del cuerpo en una obra
“Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos
/ que voy creando sin cesar, / y de las cosas / y de los elementos, / y de los
seres, / que tienen siempre nuevas fases / bajo la influencia / de mi espíritu
y mi cuerpo que tienen siempre loca / sed; inagotable sed, de inquietud
creadora, / que juega con los mundos nuevos / que voy creando sin cesar / y con
las cosas que son una, y que son mil. / […] Y de esa sed admirable nace el
poder creador / y es fuego que no resiste mi cuerpo, que en continua renovación
de juventud de carne y de espíritu, es único y es mil, pues es insaciable sed.
/ Y mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed…”.
La principal insaciabilidad de la literatura de Nahui tiene que ver con
el conocimiento, al cual le debe gran parte de su deseo poético y su inquietud
permanente, incluso en los textos que escribía desde su infancia. Con la
insaciabilidad, Nahui muestra el lugar que ocupa su existencia, inmersa en un
insaciable interés por crear y estar cerca del conocimiento.
Nahui Olin publicó en total cuatro libros: “Óptica cerebral. Poemas
dinámicos” (1922), “Câlinement je suis dedans” (1923), “A dix ans sur mon
pupitre” (1924) y “Energía cósmica” (1937). En ellos son visibles las maneras
en que el “cuerpo” y “espíritu” son necesarios entre sí para expresarse. En sus
poemas es evidente cómo el espíritu toma participación como un infinito que
determina el centro de un sistema alimentado por la fuerza cerebral. En su obra
poética el ansia es tal que la voz lírica puede hablar con su espíritu, saber
qué le aqueja y reconocer en cada agitación al deseo: deseo de crear, deseo de
sentir y el gran y constante deseo de saber.
“¿Quién te agita, oh, espíritu mío? ¿Es el amor? Es la sed feroz de
comprender, de saber más hasta llenar el inmenso vacío, hasta sobrepasarlo
completamente. Tú amas, tú crees amarlo todo y nada te basta. Quieres
sumergirte en los pensamientos de Pascal, Voltaire, Renan, Platón y Aristóteles
para saciar tu razón, para practicarla, para engrandecerla, para animarla de
una vida que le es necesaria, para demostrarle que el pensamiento humano es
infinito, que ella puede seguir aprendiendo, sabiendo, sintiendo, razonando,
que nada le bastará, y que al final de mi carrera no habrá aprendido, sabiendo
lo que habría podido aprender”.
Los textos de Nahui Olin surgen desde una voz autoficcional femenina que
expresa su libertad en el terreno más vedado para las mujeres en su época: el
cuerpo. Su obra carga una búsqueda incesante por las experiencias a las que
pueden llevar diferentes manifestaciones atravesadas por él. No sorprende que
el erotismo desde sus lados teóricos y artísticos fuera una forma de expresión
recurrente en la obra de Nahui.
“Quiero vaciar en mí misma hasta los últimos jugos de las bellezas del
arte de las obras humanas; sí, quiero sentir lo que todos han sentido. Después
de haber aprendido hay que aprender, siempre. Me moriría de dolor si se me
privara de esta vida intelectual, de toda fuente de filosofía, poesía, juicio,
estudio, razonamiento; seguramente moriría disecada como una planta sin aire”.
Al acercarse a sus textos se debe considerar que su escritura marcó una
tradición importante en la literatura hecha por mujeres en México. Pues tanto
su estilo como los temas que retrata muestran la fuerza de un pensamiento
dispuesto a reflexionar sobre la ciencia, la filosofía, las reglas sociales, el
amor y el deseo.
En sus textos, la voz de Nahui habita el cuerpo, retumba en él como
protagonista. El cuerpo es tomado y puesto en los bordes de su uso, no se mueve
a otra parte, sino que ahonda en su capacidad de expresión de sí mismo, aún en
su propia y aparentemente inactiva capacidad de observar y desear quieto, como
una planta con loca sed.
https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/nahui-esta-quieta-cuidando-el-sol/
EL
PODER DE LOS IMBÉCILES
El oro es el perverso auxiliar que da poder a los imbéciles, a
los gobiernos, a los explotadores de sentimientos humanos o poderes religiosos
y desnudan de bienes materiales y espirituales a los pobres que despojan de ese
metal que tan fácilmente se escapa de nuestras manos tan sólo para nuestra
manutención vital. Nacemos por una causa tan natural como las plantas que viven de oxígeno, de jugos de la tierra y
somos máquinas del oro que nos permite vivir según lo que poseamos, y somos
superiores a las plantas y a los insectos, con necesidades inferiores a ellos,
creadas por nuestras ambiciones, y somos pobres porque nos han hecho pobres los
que nos despojan de bienes materiales, de bienes espirituales, y el oro es el
poder de los imbéciles que venden a los pobres aire, luz, pan o yerbas a
precios locos, impuestos por sus pervertidas ambiciones de poderes imbéciles.–
ES
UNA COQUETA
Es
una coqueta
la que
pierde la cabeza
la
que
va
como yo
sin
saberlo
gustándose
todas las veces
que la miran
ES
inútil
saber
que se
es
bella
y
linda
se tiene
sin cesar
que encontrar
a alguien
que se lo diga
y rediga
o que no le haya
dicho nunca
qué
linda
es
ES
una coqueta
la que
deja
de tener
el mismo
efecto
ella cambia
para encontrar
una nueva
manera
de gustar
de ser deseada
y aunque
todo el mundo
se voltee
para mirarla
ella
no está
cansada
de arrancar
deseos
al mundo entero
que
no la ha
mirado demasiado
dicho y redicho sin cesar
que es linda
como una coqueta
que hace perder la cabeza
al mundo entero
Dado
que
no son suficientes
las conquistas
LA COQUETA
irá
siempre
a buscar
a alguien
que le
diga
y
rediga
tú
eres linda
https://www.isliada.org/poetas/nahui-olin/
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