Vivir en la orfandad, pobreza y hacinamiento. Los asilos
constitucionalistas y las condiciones de vida y salud de los niños en la ciudad
de México, 1915-1918
FOTOGRAFÍA ANÓNIMA, CORRECCIONAL
PARA MENORES, 1915. © (INV. 197423) SECRETARÍA DE CULTURA.INAH.SINAFO.FN.MX
https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/pelones-de-hospicio
INTRODUCCIÓN
En 1915 la ciudad de México lucía catastrófica, recientemente
sitiada y acosada por las distintas facciones revolucionarias que se disputaron
el poder desde la caída de Díaz. Desde 1911 y hasta 1917 en la capital del país
y en otras zonas hubo un aumento en la incidencia de enfermedades infecciosas
asociadas a la guerra, miseria e insalubridad: tifo, viruela, escarlatina y
enfermedades gastrointestinales provocaron decesos en la población, particularmente
en los niños.1 Los conflictos militares en el Norte, Bajío y centro
del país originaron que un gran número de personas se refugiara en la ciudad de
México. Ante tanta pobreza y mendicidad, los distintos gobiernos surgidos
durante los años del conflicto armado trataron en lo posible de atender la
salud y bienestar de la población.2 De acuerdo con algunas opiniones, el hambre había
provocado muertes, sobre todo entre los ancianos y niños que vivían en los
barrios bajos, como la colonia La Bolsa, Tepito y La Viga.3
Una de las tragedias más terribles de las guerras, epidemias y
hambrunas es la presencia de niños abandonados y huérfanos. Al respecto,
disponemos de algunos estudios en torno a la infancia durante situaciones de
conflictos armados. Cabe destacar las investigaciones y estudios de James
Marten sobre la afectación a las familias, niños y jóvenes durante la era de
guerras civiles en Estados Unidos y las guerras mundiales. En dichas
investigaciones se pone atención en la situación de los niños huérfanos y los
soldados jóvenes enviados a los frentes militares analizando diversas fuentes
históricas, testimonios y cartas.4 Como señala Eugenia Meyer, en la historiografía sobre
la Revolución Mexicana hasta hace unos años existía un vacío sobre el papel de
la infancia, víctimas indiscutibles de la Revolución. En este sentido, señala
que se requieren más análisis en torno a los efectos de la violencia en los
niños, el sentido de la pérdida de los padres, las consecuencias de la
migración a las grandes ciudades, la desnutrición, la salud, la mortalidad,
morbilidad, abandono y falta de seguridad, fenómenos provocados por la guerra
civil entre 1910 y 1920. La misma autora afirma que el estudio de la infancia
durante esta guerra civil puede plantearse desde la perspectiva sincrónica y
diacrónica, en la cual se analice la vida cotidiana de los niños y cómo ésta se
modificó durante la lucha revolucionaria. Meyer se refiere a temas de gran
interés en estos contextos de conflicto: agresiones hacia los menores, su
formación moral, ética, relaciones interpersonales, la pérdida de los padres,
del hogar, la destrucción de las redes sociales, el hambre, la enfermedad y la
orfandad.5
La historia social, demográfica y de las mentalidades ha
beneficiado el estudio de la infancia al incorporar diferentes enfoques gracias
a la inclusión de diversas fuentes históricas. En relación con el tema de la
niñez durante la Revolución, existen varios trabajos. Beatriz Alcubierre Moya y
Tania Carreño King se adentraron en el entorno de los niños villistas, la
familia, su preparación política y social. El estudio de la Revolución Mexicana
presenta múltiples facetas, entre las que debe destacarse la incursión de la
historia social, el ámbito de la familia, los hijos, el género y el trabajo
infantil. Al respecto, hay que referir los estudios de Ann Blum, Eugenia Meyer,
David Guerrero, Mario Barbosa, Susana Sosenski, entre otros. Trabajos que
anteceden a este ensayo son los de David Guerrero y Mario Barbosa sobre la
beneficencia durante la década revolucionaria.6
Desde el enfoque de la historia cultural, de las representaciones
sociales y símbolos, Anayanci Fregoso estudia la infancia y maternidad en los
años posrevolucionarios a través de un diario tapatío, El Informador. Para esta
estudiosa revisar el papel de la prensa durante el proceso revolucionario
resulta fundamental durante la reconstrucción del nuevo Estado mexicano
(1917-1943), en virtud de que se presenta como una fuente productora de
sentido. De ahí se explica la creciente producción historiográfica para el caso
mexicano, en la cual además de los periódicos se utilizan revistas, imágenes,
manuales de urbanidad, textos escolares y literarios. En su estudio, la autora
encuentra que la prensa fue una de las mejores “tribunas para hacer públicas
las preocupaciones sociales, políticas y económicas de los distintos actores
interesados en la vida nacional”. En el caso de nuestro estudio también
analizamos el papel de la prensa, principalmente del periódico El Demócrata, editado en la
ciudad de México porque se convirtió en el principal medio de difusión de las
acciones emprendidas por Carranza, en particular de José María Rodríguez en la
campaña contra el tifo, la sanidad y acciones para combatir el hambre, la
mendicidad y orfandad, como fue la instalación de los puntos de socorro,
comedores públicos, de la beneficencia y de los asilos constitucionalistas.7
Otro referente importante en nuestro análisis es el de Alberto del
Castillo, quien se adentra también en las representaciones e imágenes de los
niños en la ciudad de México durante 1880-1920. El autor analiza el papel de la
fotografía en la prensa. Imágenes similares de niños desnudos, pobres y mal
vestidos con otros niños, o bien ellos mismos bien vestidos y alimentados eran
muy comunes en la prensa de fines del siglo XIX y principios del XX. “Estas
transformaciones sintetiza el mensaje propagandístico de todo reportaje” que
tenían la intención de cambiar lo atrasado y primitivo con lo moderno. Del
Castillo señala que tanto en la prensa y las revistas se dedicaron amplios
reportajes fotográficos a diversos temas relacionados con la infancia,
explorando varios aspectos como la criminología, medicina y pedagogía cívica.8
En nuestro trabajo consideramos algunas imágenes y fotografías de
la prensa, principalmente en torno a las notas, artículos y entrevistas que
alababan las acciones de la Beneficencia Pública para combatir el hambre y
mendicidad de muchos niños en la ciudad. No obstante, nuestro ensayo da mayor
peso al aspecto institucional a través del análisis de diversa documentación
sobre las características y funcionamiento de los asilos, más que al tema del
análisis de la imagen, discursos, símbolos y representaciones. Veremos que uno
de los propósitos de los hospicios o casas de huérfanos no sólo era alimentar,
cuidar y curar a los niños, sino también ofrecerles educación.9 Este último aspecto se vislumbra en los proyectos de
reglamentos y oficios administrativos de los directivos de los asilos
constitucionalistas hacia las autoridades de la Beneficencia Pública. El
mantenimiento de estos albergues no fue fácil, pues tuvieron que afrontar
problemas presupuestales, a pesar de las obras altruistas y donativos.
Adentrarse en las características de estos asilos o casas de huérfanos
constituye uno de los objetivos de este trabajo. Nuestra intención es mostrar
su funcionamiento, así como tratar de conocer el tipo de población que albergó.
El artículo intenta responder las siguientes cuestiones. De manera
similar a los hospicios y escuelas de huérfanos, los asilos constitucionalistas
tuvieron un fin utilitario con el objeto de ofrecer un oficio o profesión a los
niños huérfanos o pobres, cuyos padres no podían mantenerlos. La idea de
educarlos se hizo con el objeto de contrarrestar la vagancia en la ciudad,
sobre todo en estas circunstancias generadas por la Revolución. La
documentación disponible permite observar que no sólo fueron albergues
temporales, sino que hubo esfuerzos de elaborar proyectos de reglamento que
regularan las actividades a su interior, la alimentación, la disciplina, las condiciones
sanitarias, así como la función y tareas de cada uno de los empleados de los
asilos. La segunda cuestión tiene que ver con las fuentes de financiamiento en
una coyuntura de cambios en la Beneficencia impulsado por el gobierno de
Carranza. Exploraremos las posibles repercusiones de la supresión de la Lotería
Nacional en el monto destinado a las instituciones de Beneficencia, tema que
ofrece diversas vertientes para investigaciones futuras. El tercer tema es
contrastar la difusión propagandista de la prensa simpatizante del proyecto de
Carranza con la realidad al interior de los asilos, en donde de acuerdo con las
visitas e inspecciones médicas algunos de ellos carecieron de condiciones
sanitarias adecuadas y, en consecuencia, hubo una proliferación de enfermedades
infecciosas. Podemos ver gracias a las estadísticas de ingresos de niños y del
personal que las instituciones de la Beneficencia no se dieron abasto para
afrontar la pobreza y mendicidad imperante.
El material empírico que sustenta el estudio son las notas e
imágenes de la prensa, así como documentación de archivo de carácter oficial y
administrativo de los ramos Beneficencia, Asilos Constitucionalistas y
Dirección General resguardad en el Archivo Histórico de la Secretaría de
Salubridad y Asistencia (en adelante, AHSSA). Los asilos constitucionalistas,
hospicios y hospitales dependían de la Dirección General de la Beneficencia y
ésta a su vez de la Secretaría de Gobernación. Fue a través de este ramo por
donde se ventilaban los problemas de índole administrativo y presupuestal. De
ahí derivó una gran cantidad de documentación de diversa naturaleza: oficios,
informes, visitas, protocolos, proyectos de reglamentos, inspecciones,
presupuestos, fichas de control y abasto de alimentos, bienes y ropas, cuadros
y estadísticas de ingresos de asilados, del personal y familiares que vivían en
los establecimientos asistenciales. La compra de alimentos, bienes y todo tipo
de aprovisionamiento a los asilos se hacía a través de la Proveeduría,
instancia que era dirigida por el director de la Beneficencia, quien desde 1877
autorizaba todas las compras.10 Este material ha sido muy útil para conocer el
funcionamiento interno, quejas contra directores y administrativos, solicitud
de apoyo económico y problemas presupuestales de los establecimientos
asistenciales y de los mismos asilos constitucionalistas.11
Esta información podemos contrastarla con las notas de la prensa,
la cual se consagró a alabar las óptimas condiciones de los asilos y la gran
obra benéfica para combatir la mendicidad. Fotograbados con los niños limpios y
sanos, imágenes del presidente y su esposa visitando estos albergues pueden
confrontarse con el sinnúmero de oficios, cartas, quejas, estadísticas,
documentos que permiten observar que dichos lugares atravesaron por situaciones
complicadas, debidas en gran medida a la falta de personal, la gran cantidad de
niños asilados y presupuestos limitados.
El texto se divide en tres secciones. Primero, presentaremos un
panorama histórico de la situación general de la ciudad de México entre 1915 y
1916, en particular mencionaremos algunos rasgos de los hospicios de niños,
como la Casa de Niños Expósitos y el Hospicio de Pobres. En el segundo apartado
analizaremos algunos proyectos de reglamentos de algunos asilos, en los que
podemos apreciar su función y objetivo. En la tercera sección nos adentraremos
en las características físicas de los asilos constitucionalistas, su ubicación,
infraestructura, condiciones sanitarias, al igual que referiremos algunas
enfermedades reportadas en los registros médicos. En las reflexiones finales
repararemos en algunas causas de su clausura definitiva en 1918.
Los
establecimientos asistenciales en la Ciudad de México
La guerra, hambre y pobreza convirtieron a la capital del país en
un lugar insalubre. No sólo el tifo provocó un gran número de decesos, sino
también enfermedades gastrointestinales originadas por la mala calidad de agua,
basura y drenaje nauseabundo. Las enfermedades respiratorias y
gastrointestinales fueron la principal causa de muerte, sobre todo entre los
grupos de 0 a 4 años y de 5 a 9 años.12 La elevada mortalidad infantil fue motivo de gran
preocupación de los gobiernos posrevolucionarios; ésta se agudizó en los años
de la Revolución. Durante la fase del conflicto armado murieron muchos
individuos a consecuencia de la guerra y de las enfermedades infecciosas. La
desorganización administrativa provocada por la crisis política y social en la
ciudad de México no permite llegar a cálculos exactos en torno al número de
habitantes, niños huérfanos y pobres que deambulaban en las calles de la
capital, tema que era aludido constantemente en la prensa durante estos años.
Al respecto, Ordorica y Lezama se cuestionan hasta qué punto la Revolución
provocó una redistribución de la población. ¿Es posible identificar cambios en
los patrones de natalidad, mortalidad y migración entre 1910 y 1921? La
respuesta a esta cuestión se ve obstaculizada por las deficiencias de las
estadísticas, especialmente vacíos de información y falta de datos precisos que
podemos extraer al comparar los dos únicos censos disponibles para esos años:
el de 1910 y 1921. Tanto un censo como el otro adolecen de diversas dificultades
técnicas y metodológicas. El último, por ejemplo, se vio afectado en su
organización, fecha de verificación y cobertura. La falta de cooperación, el
cambio de autoridades, las numerosas y ambiguas instrucciones y la falta de
preparación del personal hacen dudar acerca de la veracidad de estas fuentes.
Diversos autores han señalado las serias dificultades de analizar ambos censos.13
No obstante, sabemos que uno de los cambios demográficos más
importantes durante la Revolución fue la disminución de los niños menores de 10
años. En 1910 la población de este grupo era de 4.8 millones frente a 3.1
millones en 1921. Esta disminución puede atribuirse a problemas de subregistro,
así como a una disminución de la natalidad. Hay que referir a la elevada
mortalidad infantil a consecuencia de las enfermedades gastrointestinales y
respiratorias, así como la incorporación de población joven a la guerra. Desde 1910
diversos niños entre 10 y 15 años ingresaron a las filas militares. La
población rural fue más afectada que la urbana. Durante estos años hubo una
fuerte migración a la capital del país, por lo que a pesar de la guerra y
enfermedades ocurrió un crecimiento del uno por ciento durante 1910 y 1921.14 En 1910 había en el Distrito Federal 720,753
habitantes, de los cuales 148,602 eran niños menores de 10 años, es decir el
20.6 por ciento.15 En 1921 había 906,063 habitantes en el Distrito
Federal, en tanto 189,834 eran menores de 10 años, es decir el 20.9 por ciento.16 Así, en el caso de la capital del país observamos un
crecimiento de los niños en esos rangos de edad, debido quizá a la migración de
las familias que huyeron del conflicto armado, aunque en términos porcentuales
no hubo gran diferencia de la población infantil entre 1910 y 1921.
Al iniciar el siglo XX se percibe un gran interés en la figura del
niño. Médicos, higienistas, literatos y periodistas señalaban en muchos tipos
de publicaciones periódicas toda clase de recomendaciones sobre la crianza,
cuidado y la correcta formación de los niños, la alimentación, los
sentimientos, la formación de los valores. La Revolución trastocó estos
aspectos, por lo que hubo una seria preocupación por parte de los gobiernos
posrevolucionarios.17 En los años 20 y 40 del siglo pasado se llevaron a
cabo programas de educación, higiene y mejoramiento de la salud de los niños.18 Las acciones de Carranza en la creación de estos
asilos constitucionalista revela su interés en atender la beneficencia pública,
en el marco de su campaña quizá para afianzarse y legitimarse en el poder después
de la cruenta lucha entre las distintas facciones revolucionarias.
En relación con la función que cumplían estos asilos y las
diversas casas de la Beneficencia es necesario referir a algunas concepciones
de mediados del siglo XIX en torno a los pobres y la vagancia. Durante los años
de 1915 y 1918 proliferaron en las calles de la ciudad un gran número de indigentes,
principalmente niños, muchos de los cuales fueron considerados en la prensa
como “futuros delincuentes”.19 David Guerrero señala que en aquellos años entre
julio y diciembre de 1918 fueron consignados 232 boleros, 165 en julio, 50 en
agosto y septiembre, y 17 en octubre. El administrador general de Rastros y
Mercados señaló que bajo este oficio estos niños boleros cometían “abusos y raterías”
sin que en realidad fueran boleros. Para evitar la reclusión se debía pagar una
multa o licencia, dinero que muy pocos disponían.20 Desde el siglo XIX prevalecían concepciones en torno
a considerar a los pobres como “ociosos” y “un lastre”. Al respecto, Dolores
Lorenzo señala de qué manera la vinculación del crimen con los pobres fue una
concepción común entre diversos grupos de la élite del siglo XIX. La autora se
refiere a la literatura en la cual se vincula la pobreza con el delito, cuya
base ideológica se remitía al control o a la segregación de quienes
representaban un peligro para la sociedad y el Estado. Para erradicar este mal
los sistemas asistenciales impulsaron la creación de talleres de oficios en los
establecimientos asistenciales.21
Bajo concepciones positivistas y darwinianas, en la segunda mitad
del siglo XIX se fue conformando una multiplicidad de ideas en torno a los
pobres e iniciativas para atender sus necesidades. Al interior de este
conglomerado de ideas se observan planteamientos del utilitarismo presente en
los discursos de auxilio al necesitado, dando gran peso al Estado, que se
convirtió en el principal actor de La Beneficencia. La idea y principal
responsabilidad del Estado era “hacer algo útil para los pobres” que habían
aumentado de manera vertiginosa en los barrios más paupérrimos de la ciudad, en
donde se reproducían todos los problemas sociales como la mendicidad y el
crimen, de acuerdo con las consideraciones de las élites.22
La Beneficencia Pública era la responsable del funcionamiento de
la Casa de Niños Expósitos, la Escuela Industrial de Huérfanos, el Hospicio de
Pobres, los hospitales (Castañeda, Hospital General y Hospital Juárez), al
igual que los establecimientos creados exprofeso para combatir el hambre y la
mendicidad, como fue el caso de los comedores públicos, puestos de socorros,
dormitorios y los asilos constitucionales. Para conocer las características de
estos establecimientos debemos referir a las acciones emprendidas por Porfirio
Díaz. En 1877 se creó la Dirección General de Beneficencia Pública, cuyo
objetivo era regular las instituciones de asistencia en la capital a través de
la Secretaría de Gobernación. Desde entonces este organismo ya no dependería de
las corporaciones municipales; éstas dejaron de tener el control directo de los
establecimientos de socorro público. La idea de centralizar y separar la
Beneficencia de la corporación municipal era con el objeto de combatir la corrupción
a partir de una administración más eficiente. Como ha estudiado Lorenzo, otro
mecanismo importante fueron las operaciones de la Lotería Nacional, promovida
por el médico Eduardo Liceaga en ese mismo año, que dependería de la Secretaría
de Gobernación.23 Así, el gobierno federal se adjudicó, además de todos
los recursos materiales de la Beneficencia, una importante fuente de poder,
influencias y legitimidad.24
Como se dijo al principio, fue a través de la Dirección General
del ramo de la Beneficencia por donde se ventilaban los problemas de índole
administrativo y presupuestal. De ahí derivó una gran cantidad de documentación
de diversa naturaleza y qué analizaremos en este trabajo para adentrarnos en
las características y función de los asilos constitucionalistas. De manera
particular debemos referir un informe de 1923, el cual a pesar de ser posterior
a la fecha de estudio del trabajo permite conocer la organización de la
Beneficencia Pública en los años del gobierno de Carranza y que constatamos al
revisar la documentación. La Dirección General estaba encargada del suministro
de los alimentos, muebles, vestuarios y artículos alimenticios a los
establecimientos asistenciales. La Beneficencia disponía además de una
administración de Bienes Propios destinada al manejo de los capitales, legados
y donativos. La Dirección General se encontraba dividida en una secretaría
general y mesas de personal, estadísticas, asilados, pedidos, contabilidad y
glosa, archivo y oficialía de partes y consagradas.25
Durante los años del conflicto armado también tuvieron un papel
importante el Hospicio de Pobres (1774) y el Tecpam de Santiago (la Escuela
Industrial de Huérfanos), en los cuales también se recluyeron niños huérfanos.
En relación con el primer establecimiento, Arrom se refiere que en 1871 el
Hospicio empezó a cambiar y a tener un carácter humanitario de “disciplinar a
los pobres”, características que también observamos en los reglamentos de los
asilos constitucionalistas y en otros establecimientos asistenciales. El rasgo
coercitivo del Hospicio de Pobres se modificó, en virtud de que el inmueble se
redujo y a mediados del siglo XIX se transformó en un internado de niños
huérfanos.26 Por su parte, el Tecpam de Santiago, denominado en el
Porfiriato Escuela Industrial de Huérfanos, estudiado por Dolores Lorenzo, fue
fundado en 1841 y se encontraba en la periferia, en un barrio indígena de la
parcialidad de Santiago. Esta escuela representaba muy bien estas concepciones
utilitarias en torno a la función que debían tener las instituciones de
beneficencia de combatir la mendicidad y la posible delincuencia. La Escuela se
concibió como un “monumento a la forma de educar al pueblo”, consistiendo en
alternar el trabajo manual y la enseñanza escolar, un altar al trabajo en el
taller”.27
En un principio la función del Tecpam de Santiago era recluir a
los menores infractores y comenzar su corrección. No obstante, existía la
necesidad de amparar a los huérfanos de las clases pobres, quienes carecían de
padres o bien eran abandonados por los “vicios” de sus progenitores. De este
modo, en el colegio convivían niños infractores con niños pobres considerados
honrados. En el Porfiriato hubo ciertas reformas y modificaciones para
trasladar a los niños delincuentes a una nueva correccional establecida en el
pueblo de Coyoacán.28 De la documentación disponible se desprende que en
los cinco asilos constitucionalistas no solo se alojaron huérfanos, sino
también familias, ancianos y otros niños cuyos padres estaban incapacitados
para alimentarlos. Nos interesa mostrar que estos albergues temporales fueron
insuficientes para atender a una creciente población en pobreza, pues se
comprueba que muchos de ellos no solo albergaron niños, sino también familiares
del personal que laboraba en estos establecimientos. Los recursos fueron cada
vez más limitados, mostrando signos de inoperancia desde antes de la caída de
Carranza al frente del gobierno. En un periodo de crisis y pobreza
generalizada, como la que se experimentó en 1915 y 1916, encontramos que en los
asilos no solo había niños huérfanos, sino también algunos tenían a uno de sus
padres, quienes no disponían de los medios para mantenerlos. Al respecto,
Dolores Lorenzo refiere a las redes de parentesco y clientelares al interior en
el Tecpam de Santiago. Muchos familiares de los empleados y de la propia
directora se incorporaban a las tareas cotidianas del establecimiento.29 En algunos asilos constitucionalistas residían uno o
dos familiares de la directora, administradora, portero, criada, enfermera,
lavandera, mozo, vigilante, enfermera y cocinera.30
Del tipo de población asiladas en estos establecimientos los
reglamentos de Beneficencia Pública de fines del siglo XIX señalaban que la
Escuela Industrial de Huérfanos admitirían sólo a varones indigentes entre 10 y
14 años, en tanto en el Hospicio de Pobres se alojarían ancianos desvalidos de
ambos sexos y niños mayores de siete años y menores de 10, así como a niñas
mayores de siete y menores de 14.31 En 1915 en los asilos constitucionalistas se
internaron niños indigentes, cuyas edades coinciden con la de los internos del
Hospicio de Pobres y de la Escuela Industrial de Huérfanos. El egreso de los
niños a la edad de 14 años podría ser un indicio de que se incorporaban al
mundo laboral después de recibir cierta instrucción. Como señalan Guerrero y
Sosenski, las fronteras entre la infancia, la adolescencia, la juventud y la
vida adulta no estaban del todo delimitadas. En este caso muchos de los niños
comenzaban a trabajar a muy temprana edad. Los oficios eran variados: barridos
de calles, atizar hornos de barbacoa, cuidado de caballos, mensajeros,
lavaplatos, entre otros. Sin duda, la pobreza y orfandad eran los principales
motivos del trabajo infantil.32 Los asilos constitucionalistas no sólo tuvieron la
función momentánea de albergar a enfermos, ancianos y huérfanos con el objeto
de alimentarlos, sino que igual que el Hospicio de Pobres y la Escuela
Industrial de Huérfanos, la idea era que aprendieran un oficio e instruirles
rutinas de higiene.
La salud y cuidado infantil se convirtieron en temas de alta
prioridad en el gobierno. Al interior del régimen surgido de la Revolución se
dio gran importancia a la “educación higiénica”, en la que el Departamento de
Salubridad Pública y la Secretaría de Educación Pública formaron áreas
especializadas en educación e higiene, aspecto relacionado con la atención a la
infancia. En este sentido, Aréchiga se refiere al término de “dictadura sanitaria”,
en el cual el Estado tenía el derecho de intervenir sobre la higiene del
individuo, particular y colectivamente. La higiene escolar fue la punta de
lanza para inspeccionar escuelas, su buen funcionamiento, distribución adecuada
de los salones y provisión de baños adecuados para niños y niñas.33
Impartir educación a los indigentes fue un tema enarbolado por las
élites de la capital, por lo que los establecimientos de asistencia debían
cumplir múltiples funciones de brindar un oficio, de educación y de impulsar
hábitos de higiene.34 En este ensayo comprobamos estas ideas en torno a la
higiene y educación al analizar los proyectos de reglamentos de los asilos
constitucionalistas, pues encontramos artículos sobre disciplina en el cuidado
y limpieza que debían procurar los niños; por ejemplo, horarios de comida, baño
y cambio de ropa. Cabe señalar que a principios del siglo XX el trabajo
infantil era aceptado y se consideraba normal. En su estudio sobre el trabajo
infantil en la ciudad de México, Susana Sosenski se refiere a diversos proyectos
gubernamentales que se encargaron de promocionar el trabajo en las
instituciones educativas y correccionales. En este sentido, la prensa publicaba
ofertas laborales para niños, las mujeres acudían a los orfanatos a solicitar
niñas como sirvientas, o bien se aceptaba que los niños de nueve a 10 años
podían emplearse en las fábricas.35 Más adelante veremos que los asilos
constitucionalistas contaban con talleres de instrucción para la enseñanza de
diversos oficios: herreros, ebanistas, relojeros para los hombres, mientras a
las mujeres se les instruía en labores del hogar y si tenían “mejor aptitud”
enseñarles mecanografía, taquigrafía y “hasta inglés”.
Cabe señalar que entre los establecimientos que ocupaban menores
de edad había talleres de costura, fábricas de hilados y tejidos, de calzado,
de puros y cigarros, muñecas, lavanderías, ebanistería, talabartería y
herrería.36 De ahí la necesidad de que los niños aprendieran un
oficio en estos asilos para poder ser empleados en los talleres y fábricas. Hay
que recordar que la edad máxima para permanecer en el asilo era de 14 años,
edad a la que se incorporaban al taller o a la fábrica. Los artículos 3 y 123
de la Constitución Política de 1917 restringieron el trabajo de los niños, lo
que representó un avance en la protección educativa y laboral de los menores de
edad. Empero, esta legislación no tuvo una aplicación inmediata, ya que como
analiza Sosenski los niños continuaron trabajando en fábricas, talleres,
espacios callejeros y en el servicio doméstico entre 1920 y 1934. No obstante,
Blum señala que desde principios del siglo XX con la consolidación de una clase
media y alta, se consideró que los niños debían tener la oportunidad para jugar
y tener tiempo libre.37
Los cinco asilos para combatir la mendicidad, los vagos y
“pequeños infractores”
A principios de agosto de 1915 las fuerzas carrancistas
recuperaron la capital del país y desalojaron a los zapatistas de los puntos
estratégicos del Distrito Federal. Las primeras acciones del gobierno se
centraron en combatir la epidemia de tifo y sanidad de la ciudad. La
desorganización política y administrativa era evidente y había una falta de
recursos. La llegada de Carranza implicó cambios en el funcionamiento del
gobierno municipal y del Gobierno del Distrito Federal, principalmente a través
de la derogación y restablecimiento de la Ley de 1903 sobre Organización
Política del Distrito Federal. Dicha ley suprimía la personalidad jurídica de
los ayuntamientos, instancias a las que se les despojó de sus bienes inmuebles
que pasaron a la jurisdicción del gobierno nacional. A los ayuntamientos se les
impidió cobrar impuestos, rentas y derechos, convirtiéndose en órganos
consultivos de un Ejecutivo colegiado que dependía directamente del presidente
de la república. Carranza derogó esta ley y restituyó la autonomía a varios
municipios: Guadalupe, Hidalgo, Azcapotzalco, Xochimilco, Tulyehualco, Tlahuac,
San Pedro Actopan, Tlalpan, Coyoacán, entre otros. A partir de entonces los
ayuntamientos volvieron a tener control sobre sus bienes raíces, acciones,
rentas y puestos que detentaban antes de 1903. Otro giro ocurrió cuando se
afianzó el triunfo de los constitucionalistas sobre los villistas y zapatistas.
Fue entonces cuando el Primer Jefe suprimió la autonomía del gobierno municipal
de la ciudad de México y sustrajo oficinas y rentas del ayuntamiento, es decir
volvió a restablecer y puso en vigor la Ley de 1903. 38
Este cambio es importante señalarlo con respecto a la Beneficencia
de la que dependían los establecimientos asistenciales, como los hospicios y
asilos constitucionalistas. A reserva de hacer una investigación más detallada,
planteamos como hipótesis que los recursos para la beneficencia derivaron de la
hipoteca y remate de bienes municipales, en virtud de que los donativos
particulares y aportaciones de algunas secretarías no eran suficientes. De este
modo, como había prevalecido hasta entonces los recursos públicos (federales y
municipales) fueron el medio principal de manutención de la beneficencia
pública, aunque también hubo donativos privados. Al respecto, es importante
referir el señalamiento de Dolores Lorenzo de analizar los vínculos entre la
beneficencia privada y pública, aspecto que constituye un tema a explorar en la
historiografía de la asistencia en México.39
Otra medida que también afectó a la Beneficencia fue que el
gobierno de Carranza suprimió la Lotería Nacional, importante fuente de
financiamiento. De acuerdo con el Primer Jefe Constitucionalista, “no se podía
continuar financiando la asistencia pública con dineros provenientes del juego
y azar, una actividad considerada inmoral”. La Beneficencia Pública fue
refundada y recibió presupuesto federal además de los fondos de las rentas e
hipotecas de sus propiedades.40 Al respecto, disponemos de algunas evidencias
históricas en torno a las fuentes de financiamiento para sufragar los gastos de
los establecimientos asistenciales. En 1917 a la Beneficencia Pública se
donaron diversos productos: carne, dulces, ropa, libros, medicinas y muebles,
los cuales fueron recibidos por la Inspección General de Policía y repartidos
al Hospicio de Niños, Escuela Industrial de Huérfanos y a dos asilos
constitucionalistas. En febrero de ese año la Comisión del Partido Liberal
Constitucionalista, presidido por el señor Antonio Prieto, entregó en el
Palacio Nacional 2,837 bolsas de dulces para ser distribuirlos entre los “niños
asilados en los diferentes establecimientos de esta institución”.41
La ropa, calzado y otros bienes también podían llegar a través de
donativos de instancias de gobierno, como la Secretaría de Guerra. En marzo de
1917, el director general de la Beneficencia Pública, el doctor Lorenzo
Sepúlveda, giró una orden para que se presentaran el domingo a Tacubaya 500
niños del Hospicio y 500 de la Escuela Industrial de Huérfanos; 500 niñas del
Hospicio y 250 niñas de los asilos número 2 y 3, a quienes se les repartió
ropa, calzado y hojalatería. Las niñas del asilo constitucionalista número 2
recibieron 2,250 falditas de tela Vichy y 238 sombreros, mientras a las niñas
del asilo número 3 se les repartió 259 pares de zapatos, 182 faldas de cambaya
y 240 sombreros. Entre los donativos hechos por diferentes organismos se señala
los establecimientos fabriles militares de San Diego, que enviaron prendas de
vestuario y calzado.42
Otra fuente de recursos fue a través del remate de lotes
municipales. A fines de 1917 el doctor Lorenzo Sepúlveda informó al proveedor
general de la Beneficencia de la autorización del presidente municipal para el
remate de 62 lotes de los “bienes declarados mostrencos”. La mitad de esta
venta se destinaría “para el alivio de los menesterosos”. Finalmente se logaron
obtener $208.48 para la Beneficencia Pública.43 Entre 1916 y 1918 al doctor Lorenzo Sepúlveda
llegaron números oficios, informes, solicitudes y cartas en torno a la situación
de los establecimientos asistenciales, como la de los hospicios y asilos
constitucionalistas.
La Beneficencia Pública dependía directamente de la Secretaría de
Gobernación y durante la gestión de Carranza observamos una mayor
centralización en el manejo de la asistencia y sanidad. El general puso a
militares de su confianza en la presidencia y secretaría del cabildo.44 Por ejemplo, en febrero de 1916 Pablo González, jefe
del Ejército del Oriente y responsable de sitiar militarmente la ciudad, envió
una carta al doctor Sepúlveda informando que en el asilo diurno se carecía de
alimentos para atender a 150 asiladas, en particular solicitaba harina, maíz y
frijol a precios moderados.45
En agosto de 1915 Carranza fundó un asilo para los niños huérfanos
y las viudas de los soldados muertos en campaña. Este albergue se estableció en
el Antiguo Colegio de Mascarones, en Tacuba. En octubre de dicho año, la
Beneficencia Pública se encargó de velar por el cuidado de “un gran número de
niños que se encontraban vagando por las calles”. Para entonces ya funcionaban
tres asilos de menores: la Casa de Cuna Constitucionalista que albergaba a 550
niños, el Asilo Constitucionalista para niños que brindaba socorro a 400
menores y daba alimento a 200 madres, y el Asilo Constitucionalista para Niñas
que atendía a 300 huérfanas.46
El promedio mensual de niños que ingresaban a los asilos
constitucionalistas fluctuaba entre 200 y 400. En marzo de 1916 la Dirección
General de Beneficencia elaboró un cuadro general del movimiento anual y
mensual de niños que fueron enviados a la Escuela Industrial de Huérfanos,
Hospicio de Niños, Casa de Niños Expósitos y los cuatros asilos
constitucionalistas. En la siguiente gráfica simplificamos dicha información.
No disponemos de información del año de 1917, pero podemos apreciar que el
número de ingresos se mantuvo más o menos constante entre 1916 y 1918, años
críticos debido a la pobreza imperante y diseminación de enfermedades
infecciosas en la ciudad de México. El Hospicio de Niños fue el que hospedó el
mayor número de niños. Los asilos constitucionalistas mantuvieron casi el mismo
número de ingresos. En abril de 1916 la directora del asilo número 1, Antonia
Landgrave viuda de Flores manifestó que el número de asilados ascendía a la
cantidad de 405 personas, la mayor parte niños de 8, 10, 12 y 14 años.47
El primer asilo constitucionalista estaba en la calle Puente de
Alvarado. El número 2 en la quinta calle de Donceles número 121; el número 3 en
la Plaza de la Merced; el cuarto destinado para ancianos se ubicaba en Popotla,
en la calle de Árboles, número 26; el número 5 “para hijos constitucionalistas
exclusivamente”, en la calle de Héroes, número 44.48 Los asilos o albergues creados por el régimen de
Carranza fueron principalmente estancias temporales para acoger a un gran
número de niños. En un principio la idea era dar cobijo a los huérfanos de la
guerra, principalmente a los hijos de militares y hombres que lucharon y
perdieron la vida en el campo de batalla. Así, en el asilo constitucionalista
número 4 de Popotla el jefe del Departamento de la Secretaría de Marina envió
un oficio al Secretario de Gobernación solicitando que se diera asilo a los
niños María Luisa Ruíz, Abelardo Castañeda, Guadalupe y Miguel Méndez, cuyos
padres habían muerto en campaña, “luchando por la causa constitucionalista”. A
las viudas no les alcanzaba con la pensión concedida “para el mantenimiento de
sus hijos”. Los huérfanos fueron ingresados en los asilos número 4 y 3. Al
parecer en el segundo se internaron a los varones, mientras las niñas fueron
llevadas al asilo 4 de Popotla que en un principio estaba destinado a los
ancianos.49
A partir de 1916 hubo diversos encuentros académicos de
especialistas sobre el desarrollo de los niños, la medicina y pedagogía, que
combinados formarían un nuevo campo denominado puericultura, la cual conjuntaba
salud infantil con el ambiente familiar y social.50 Adentrarse en las características de estos asilos o
casas de niños temporales permite conocer los primeros indicios de estas iniciativas,
las cuales se plasmaron en la Constitución de 1917. Sin embargo, como veremos a
lo largo de este trabajo, estos asilos o casas de huérfanos padecieron de
muchos problemas sanitarios y presupuestales, fenómeno que se explica en gran
medida por un periodo inestable y todavía violento.
Una preocupación de los directivos de los asilos
constitucionalista fue precisamente la estrecha convivencia de niños con
adultos y ancianos. En estos años aciagos la pobreza llegó a tal grado que en
la ciudad había un gran número de niños y ancianos en situaciones de abandono.
El asilo constitucionalista número 4 albergó población adulta, la cual fue
registrada en “dos listas de ancianos”: 9 hombres y 15 mujeres mayores de 60
años, tres de ellas registradas como paralíticas, las cuales se encontraban
incapacitadas para bastarse por sí solas; las mujeres se contabilizaron en una
lista denominada de ancianas, cuyas edades estaban por debajo de 60 años;
muchas de ellas mujeres que en la época actual podemos considerar jóvenes de 30
a 57 años.51
El gobierno carrancista fundó varios comedores, asilos y
albergues, en donde un gran número de personas pernoctaban y convivían
estrechamente. Por tal circunstancia, José María Rodríguez, presidente del
Consejo Superior de Salubridad, recomendó que los niños, en particular los
jóvenes asilados en estos establecimientos fueran sacados de estos “focos de
prostitución” y llevados a ministerios o lugares, en donde se les podía enseñar
un oficio.52 La función y proyectos de reglamentos de estos asilos
tuvieron la intención de que en estos albergues los niños huérfanos no solo
fueran aislados y alimentados, sino que recibieran educación y aprendieran un
oficio. Tanto los asilos constitucionalistas como el Hospicio de Niños
brindaron cobijo, vestido y alimentación, así como educación (instrucción
primaria, trabajos de granja y hortaliza).53
En diciembre de 1915 y en enero de 1916 la curva de mortalidad por
tifo en la ciudad de México aumentó de manera abrupta.54 En el periódico El Demócrata un
articulista atribuía el origen de la enfermedad a las “clases menesterosas,
vagabundos nacionales y extranjeros”, por lo que las autoridades debían ejercer
“estrecha vigilancia”. La nota es interesante debido a que se hablaba de
“modernos vagabundos”, ya que “expatriados desde su juventud corren de una
parte a otra”, viviendo a expensas de una “caridad mal entendida”. Estas ideas
advertían en torno a las condiciones imperantes en los asilos o casas de
huérfanos, como podemos observar en la siguiente nota:
Los enfermos de tifo, siempre o casi siempre proceden de esos
albergues humildísimos en los que se aglomeran gentes completamente desaseadas
y viven en amigable contubernio con toda clase de insectos y cuyos dormitorios,
si así pueden llamarse, nadie se cuida de ventilar ni de mantener siquiera en
estado de mediana limpieza contribuyendo de este modo a perpetuar la enfermedad
y olvidando por completo que la limpieza es la madre de la salud.55
Había una fuerte crítica a los asilos que había en la ciudad,
considerándolos “antros”, pues muchos individuos podían llegar en buenas
condiciones de salud y al “cabo de una o dos semanas, enfermaban de tifo,
originando un gravísimo peligro para la salubridad pública”. Por tal motivo se
conminaba a que las autoridades tuvieran “el deber moral y social de perseguir
con mano dura la vagancia y mendicidad, dotando a los asilos donde deben
recluirse” de las mejores condiciones higiénicas necesarias “para hacerles
agradable su estancia”.56
En un informe del militar carrancista Pablo González que remitió
al mismo Carranza, señalaba que se debía combatir a los mendigos, ya “que las
calles se veían plagadas de pequeños mendicantes, sin tutores”.57 Durante el Porfiriato los mendigos, así como los
borrachos y ladrones, fueron objeto de campañas oficiales para “limpiar a la
ciudad”.58 Aunque menos agresivas, las medidas de reclusión y
traslado de enfermos no dejaron de tener tintes de carácter coercitivo. En
abril de 1916 un reportero visitó algunos asilos, principalmente el de la
Merced, que se ubicaba en la Ribera de San Cosme, en donde antes estaba la Casa
de Niños Expósitos. Había un cuantioso número de mendigos y pobres en la
ciudad. Tras los grandes esfuerzos emprendidos por el gobierno carrancista, se
señalaba que era injustificable toda “clase de mendicidad”. Piccato cita una
nota de El Universal de 1916, en la que se dejan ver quejas contra los
menesterosos por considerarlos agresivos y “que mostraban llagas asquerosas y
úlceras, amenazando con infectar a otras personas”.59
Por tanto, el objetivo fundamental de los asilos
constitucionalistas era crear lugares más óptimos o bien mejorar los ya
existentes para albergar a los niños huérfanos de la guerra y a los indigentes
pobres. Así, en un artículo de El Demócrata, se elaboraron las buenas acciones de los constitucionalistas
para “regenera” la vida de estos individuos, señalamiento que nos deja ver el
carácter propagandístico del medio. En algunas imágenes, como la que
presentamos a continuación, se observan no sólo niños asilados, sino también a
las madres mostrando dos momentos: al ingresar al asilo y ya residiendo en
dicho establecimiento. El encabezado de la foto y nota se señalaba que en los
asilos, hospitales y casas de beneficencia se recibían a todos los que estaban
incapacitados para luchar y ganarse la vida. Como ya vimos en la gráfica
1, Hospicio de Niños, en la Casa de Niños
Expósitos y en la Escuela Industrial de Huérfanos también se recibieron niños.
Elaboración propia con base en: Asilados. “Movimientos de los
asilados en los establecimientos de la beneficiencia. 1916.” AHSSA, Dirección. Dirección General,
leg. 20, exp. 9.
No deja de llamar la atención el carácter propagandista de la
imagen al mostrar dos recuadros de la madre con los tres niños antes y después
de ingresar al asilo.60 ¿Cómo eran estos asilos constitucionalistas? ¿Qué
tipo de personas estaban recluidas en estos lugares? Los informes, visitas,
inspecciones, reglamentos, así como las listas de ingresos y egresos permiten
adentrarse en las características y entorno de estos lugares.
Fuente: El
Demócrata, 27 de abril de 1916, tIII, núm. 505, p.1
En 1918 en las estadísticas de ingresos del asilo
constitucionalista número 3 aparece una lista de las niñas asiladas con
familiares sin especificar cuántos miembros eran. En total aparecen 98 niñas
asiladas “que tienen familiares” y que no aclara sí residían o no en dicho
establecimiento.61 Sin embargo, desde dos años antes en las listas de la
población de los asilos y hospitales se incluían los familiares de los
empleados que prestaban sus servicios en dichos establecimientos. Lo anterior
generó gran controversia entre las autoridades de la Beneficencia. Por ejemplo,
en 1916 en los cinco asilos constitucionalistas vivían 41 familiares de los
empleados de todas las categorías: directores, administradores, ecónomas,
criadas, mozos, cocineras, vigilantes, enfermeras y ayudantes.62
El costo de mantener a los familiares de los empleados tuvo un
efecto importante a las de por sí menguadas finanzas de La Beneficencia. Así,
en agosto de 1916 Carranza ordenó que solo los familiares de los directores
podían vivir en estos establecimientos. De inmediato un sinnúmero de
solicitudes del resto de los empleados “suplicaron” al primer Jefe
Constitucionalista revocar su orden. Empero, se acordó que un plazo de 10 días
los familiares de los empleados que no tuvieran casa desocuparan sus
habitaciones, en caso de tener casa el desalojo sería inmediato. Algunos
empleados argumentaron que su casa quedaba lejos de los centros de beneficencia
y tardaban mucho tiempo en trasladarse, o bien que bajo su cuidado tenían
personas mayores o niños.63
En el momento en que Carranza tomó el control de la ciudad en
agosto de 1915 se planteó la necesidad de fundar un asilo para los niños
huérfanos y las viudas de los soldados muertos en campaña. Este asilo se
estableció en el Antiguo Colegio de Mascarones, en Tacuba. En octubre de 1916
la Beneficencia Pública se hizo cargo de un gran número de niños que se encontraban
vagando en las calles. Para entonces ya funcionaban tres asilos de menores: la
Casa Cuna Constitucionalista que daba cobijo a 500 niños, el Asilo
Constitucionalista para niños que brindaba socorro a 400 menores y alimentaba a
200 madres y el Asilo Constitucionalista para Niñas que atendía a 300
huérfanas.64
Los asilos constitucionalistas fueron concebidos para internar a
los huérfanos de la guerra, aunque no a todas las víctimas de las batallas,
pobreza y hambre predominante en aquellos años, en virtud de que solo se daría
asilo a los hijos de los militares constitucionalistas. Al respecto, la
directora del asilo número 3, Esther P. Vda. de Franco, señalaba que:
He seleccionado entre las niñas asiladas, cuáles deberían quedar,
pues no es justo que personas sin méritos de ninguna naturaleza internaran a
sus familiares en el establecimiento que son exclusivamente para las pequeñas
que han tenido la desgracia de quedar huérfanas, muriendo sus padres en campaña
o defendiendo en cualquier forma nuestra querida patria; así que, me cabe la
satisfacción, de que la mayor parte de las asiladas, sean hijas de
Constitucionalistas.65
Para otros directivos el principal objetivo de estos albergues era
combatir la mendicidad, ociosidad y vagancia. Así, un informe general de la
directora del asilo número 2, Eloísa Vda. de Rivera, enviado a un funcionario
de la Secretaría de Gobernación señalaba a propósito de estos asilos que “una
de nuestras llagas sociales es la mendicidad que degrada, que prostituye, que
envilece”. Por tal circunstancia la directora consideraba importante que las
asiladas aprendieran un oficio.66
Hagámosle sentir la vergüenza, el santo rubor la dignidad en el
rostro del desvalido a quien una extrema desgracia hace tender la mano a la
caridad pública. Muchas de estas infelices criaturas están acostumbradas a
pedir con naturalidad a chicos y ancianos pedir en la vía pública con quejas
lastimeras más o menos sincera o bien justificada, exhibiendo miserias que
muchas veces son resultado de vicios crapulosos, e implorando la limosna que
les dará el sustento, o quizá la posibilidad de continuar con estos vicios
[....] Hagamos que las niñas del asilo adquieran la convicción de lo que significa
la adquisición del propio bien estar por el esfuerzo individual y para
lograrlo, pongámoslo en condiciones de luchar por la vida y de bastarse por sí
mismos.67
Una de las funciones de estos asilos constitucionalistas era
instruir a las niñas en labores del hogar.68 De ahí que la población de la mayoría de ellos fuera
femenina. Para los varones se recomendaba hacerlos “buenos obreros”: herreros,
ebanistas, relojeros, mientras ellas debían aprender a ser “buenas amas de
casa”, aptas para “gobernar y dirigir su hogar, qué sepan barrer, coser,
planchar, guisar”. De acuerdo con la directora, todos estos oficios eran
“primorosas labores que los hábiles dedos de muchas mexicanas saben hacer con
tanta delicadeza”. Las niñas con más aptitudes podían aprender mecanografía,
taquigrafía e incluso inglés. Los reglamentos internos de los asilos regulaban
actividades al interior ellos, por lo que presumimos que no sólo interesaba
confinar a los niños, sino a que aprendieran un oficio.69 A través de la prensa sabemos de muchos niños en
situación de calle, lo que preocupó enormemente al gobierno. Durante estos años
se llevaron a cabo verdaderas redadas para confinar a los niños a los
albergues, hecho que fue desvirtuando los objetivos iniciales que llevaron a
fundar estos asilos para dar cobijo a los niños, cuyos padres habían muerto en
el campo de batalla.
En las redadas el inspector de policía dictó una disposición
ordenando la consignación a las autoridades de todas aquellas personas que no
“justificaran tener una ocupación honrada”. De tal suerte que se persiguieron a
los desocupados que invadieran las aceras principales de la ciudad, así como
aquellos que estuvieran en los billares y demás centros. Se les debía obligar a
trabajar y cumplir con sus obligaciones con la sociedad. Esta medida era
considerada digna de elogio, pues iba encaminada al “saneamiento del pueblo”.70 Es interesante observar cómo en la prensa empezaron a
ser representados estos niños que vagaban por las calles de la ciudad y que se
temía se convirtieran en criminales, hecho que revela las acciones del gobierno
por enclaustrar y disciplinar a la gran cantidad de huérfanos y niños
abandonados. La imagen
2 de El Demócrata es por demás
elocuente, pues aparecen tres fotografías: en el primer recuadro tenemos un
grupo de niños solos en la calle, en el círculo de abajo un niño que es
golpeado (“zurrando”) por un adulto, mostrando que a través de esta vía se
lograba disciplinar y, por último, un niño mal vestido y con cara fruncida y
enojada, representando al “futuro delincuente”. Como señala Del Castillo, las
fotografías plasmadas en la prensa tuvieron un creciente peso en la
construcción de un imaginario en torno a la niñez y para el caso del periodo
analizado en este estudio estas imágenes fueron muy representativas. Las clases
bajas fueron consideradas “clases peligrosas”, más proclives a la criminalidad,
pues “resultaban todo tipo de individuos “viciosos y carentes de moral”.
Algunos autores porfiristas centraron su atención en la infancia, en virtud de
que en esta etapa se manifestaban los primeros indicios de la fisonomía
criminal.71
Fuente: El
Demócrata, 22 de marzo de 1916, p.7
¿Qué tipo de personal era el que laboraba en estos asilos? En los
proyectos de reglamentos de los asilos se describen la función de cada uno de
los empleados. A diferencia del periodo porfirista, cuando predominaban los
hombres en la dirección de los establecimientos de la Beneficencia72, en los asilos constitucionalistas predominaban las
mujeres. Algunas de las directoras de los asilos eran viudas, como las que
dirigían los asilos número 2 y 3: las señoras Eloísa Viuda de Rivera y Esther
Viuda de Franco, respectivamente. Es posible que se trataran de personas de la
élite que ofrecieron sus servicios para dirigir estos establecimientos. La
directora del asilo número 4 era la señora Herlinda Orive y en 1917 la señora
Concepción Gavira se hizo cargo del asilo número 2. Presumimos que estas
mujeres eran personas allegadas a la elite carrancista. La propia esposa de
Carranza encabezó muchas de las labores benéficas de estos asilos. Por su
parte, la Junta de Festejos de la cuarta demarcación de policía realizó un acto
en el Teatro dicha demarcación en la que se repartió más de 500 prendas de
vestir, juguetes y dulces entre los niños pobres. Desde las primeras horas de
la mañana un “buen número de niños menesterosos ocuparon la calle de Regina, en
donde estaba el teatro, y tal cantidad de niños que era difícil llegar hasta
las puertas del teatro”.73
Un reportero visitó el asilo número 3, ubicado en la calle de la
Merced, precisamente en el local que antes era ocupado por la Casa de Niños
Expósitos, el cual fue trasladado a las calles de la Ribera de San Cosme. De
acuerdo con dicha visita, el asilo se encontraba en buenas condiciones. El
mismo reportero realizó una entrevista al señor Alfredo Duplán, secretario general
de la Beneficencia, quien manifestó que en los distintos departamentos de la
dependencia había cerca de ocho mil personas asiladas que recibían alimento,
vestuario y atención médica. Las dependencias destinadas a asilar a las
personas indigentes eran: Casa de Niños Expósitos, los cinco asilos
constitucionalistas, Hospicio de Pobres, Escuela Industrial de Huérfanos,
Escuela Nacional de Ciegos y Escuela Nacional de Sordomudos. Además, se
disponía de hospitales, el General, el Juárez, el Homeopático, el Morelos, un
manicomio y el lazareto, así como numerosos consultorios y dispensarios. Según
el reportero, los fotograbados e imágenes eran una clara demostración de que
eran bien atendidos los indigentes y no se justificaba cualquier clase de
mendicidad.74
Como vimos en la gráfica
1, las estadísticas de los ingresos y
egresos de los niños recluidos en los asilos constitucionalistas revela una
población fluctuante, aunque en promedio en cada asilo había entre 200 y 300
internos. Desafortunadamente no en todos los asilos se reportaron las edades de
los niños y niñas albergadas, pues solo aparecen listas de nombres con un solo
apellido. Sólo el asilo número 3 informó sobre las edades de las niñas, las
cuales iban a ser trasladadas a asilos de la beneficencia privada que se
encargarían de “su cuidado y alimentación”. Se trata de un oficio tardío de
1918, en el que la directora señalaba que muchas de estas niñas habían
concluido el cuarto año de primaria. Es interesante mencionar que 103 niñas
tenían familia, en tanto 99 era huérfanas y mayores de 12 años. Las edades de
las niñas con familia eran las siguientes: de 4 a 7 años había 11 internas; de
8 a 12 años eran 78 niñas; y mayores de 13 años eran 33. Las menores que debían
quedar en el asilo fueron reportadas con las siguientes edades: de 5 a 7 años
había 21 niñas, de 8 a 13 años había 77 niñas. En total se decía que había 269
internas. La lista reporta el nombre y primer apellido de las niñas. Cabe decir
que los apellidos variaban, por lo que no podemos distinguir relaciones de
parentesco entre los internos. Sólo identificamos cinco parejas de niñas con el
mismo apellido y que aparecen registradas juntas, hecho que hace suponer que
eran hermanas. Se tratan de Dolores y Carmen Morales, Lucrecia e Irene
Castillo, Loreto y Refugio Velasco, Isaura y Luz González, Catalina y Teresa de
Labra. Un año antes, el mismo asilo albergaba 239 niñas distribuidas en siete
salones. Solo tres niñas fueron dadas de alta.75
Fuente: El
Demócrata, 20 de abril de 1916, p.1
Otro asilo con población predominantemente femenina era el número
2, en el que entre febrero y mayo de 1916 el número de internas varió entre 250
y 352 internos, de los cuales el 5.3% eran hombres. En febrero había entre tres
o cuatro niños hasta que en mayo llegó a la cifra de 19 niños internados.76 A partir de marzo el número de ingresos aumentó, como
se puede observar en la siguiente gráfica.
Elaboración propia con base en: “Partes diarias del movimiento de
empleados y asiladas del asilo constitucionalista número 2, de enero a mayo de
1916, ubicado en la calle de Donceles 121. La primera lista está firmada el 16
de enero y firma la directora, C. Vda de Rivera”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalistas, leg. 1,
exp. 28, f. 131
Quizá el aumento de internos en marzo se debió a un reforzamiento
en la política de reclusión de niños, fecha que coincide con los anuncios de la
prensa alabando la buena labor de los asilos constitucionalistas y sus
excelentes condiciones. Aunque la epidemia de tifo comenzaba ligeramente a
disminuir, la campaña sanitaria para combatir la enfermedad todavía estaba a
todo vigor.77
El personal que laboraba en estos asilos constitucionalistas
estaba compuesto por los siguientes oficios: la directora, el ecónomo, el
administrador y jefe de personal; la prefecta, quien residía y vigilaba el
orden, las niñeras, la celadora de la limpieza, médicos y enfermeras. El
ecónoma y prefectos representaban los intereses del Estado en los hospicios y
escuelas que socorrían a los indigentes y actuaron como enlace entre las
autoridades y los desvalidos. En cuanto a la jerarquía administrativa, el
director, el prefecto y el ecónomo ocupaban los cargos de mayor relevancia; el
resto del personal dependía de ellos.78 Sólo hemos encontrados tres proyectos de reglamento,
el de los asilos número 2 y 3. Los dos reglamentos no variaban mucho con
respecto a su contenido. El correspondiente al asilo número 3 mostró una
redacción más acabada empezando sus primeros artículos con las funciones de la
directora, administradora, ecónoma, prefectos, celadoras, niñeras y médicos,
finalizando con las obligaciones, derechos y actividades de las asiladas. Por
su parte, el asilo número 2 contaba con un primer borrador en el que primero
aparecían los artículos dedicados a las actividades de las asiladas: horarios
de desayuno, comida y cena, así como higiene, estudio y descanso.79
En tanto en el asilo número 2 se indicaba que solo ingresarían las
niñas enviadas por la Dirección General y que estuvieran en condiciones de
necesidad. El número 3 especificaba en el capítulo 1, artículo 1 sobre los
objetivos del establecimiento de internar a las huérfanas de los soldados
revolucionarios muertos en campaña, como señalamos antes y que la propia directora
del asilo declaró en un informe. En la reglamentación también se podían admitir
a indigentes previa autorización de la Dirección General de la Beneficencia
Pública.80
Las labores de dirección, orden y administración estaban a cargo
de la directora, quien también debía dirimir los conflictos laborales. La
administradora estaría bajo las órdenes de la directora y tendría bajo su mando
la servidumbre del establecimiento. Esta funcionaria llevaría el registro
pormenorizado de los alimentos de la Proveeduría, además de pagar los
honorarios de los empleados. Los oficios, informes y libros de contabilidad
elaborados por estos empleados permiten conocer los asuntos administrativos y
la vida al interior de los asilos, así como sus problemas sanitarios y
limitaciones presupuestales. La prefecta era otro puesto importante para
procurar el orden, aunque también se indicaba que debían cumplir “el papel de
una madre cariñosa respecto de sus asiladas”.81
Las celadoras y niñeras estarían a cargo de los grupos o salas en
las que se dividía a la población albergada en los asilos. La celadora con el
auxilio de la niñera cuidaría el aseo diario de los dormitorios, aunque las
niñas más grandes ayudarían en la limpieza de las camas. Las celadoras
registrarían el ingreso y egreso de las niñas, así como velarían por el baño de
los niños cada tercer día y los horarios de dormir y levantarse. Las celadoras
y niñeras vigilarían el orden en los comedores y la puntualidad en las clases.82
Los médicos y enfermeras eran fundamentales en los asilos. Como
veremos más adelante, gracias a sus reportes, visitas e inspecciones podemos
conocer las condiciones de salud de las internas. El médico debía hacer la
visita diaria al establecimiento y reportar a la dirección del asilo y del
Consejo Superior de Salubridad cualquier caso de enfermedad infecto-contagiosa.
En situaciones de emergencia el médico estaba obligado a acudir al asilo sin
importar la hora del día o noche y tenía que extender el certificado de
defunción. Por su parte, el conserje vigilaría constantemente la portería,
anunciando la llegada de algún visitante o familiar.83
Las internas también estaban sujetas a una reglamentación
específica. Cuando las niñas ingresaban a los asilos debían pasar por el
médico, quien evaluaría su estado de salud. La dirección del asilo avisaría a
los familiares cualquier accidente que sufriera la interna. Los días de visita
eran los domingos, cada 15 días. La salida de las niñas estaba sujeta bajo un
estricto control, pues sólo podían salir acompañadas de las celadoras; siempre
y cuando no se presentara una epidemia. Únicamente se permitía que las asiladas
se ausentaran por un periodo máximo de 24 horas, transcurrido este tiempo ya no
se permitiría su ingreso. Al entrar los padres a los asilos debían presentar a
la directora una orden de la dirección de la Beneficencia Pública, además de
una boleta de identificación. En caso de haber extraviado ésta, se autorizaría
su ingreso con el testimonio de “dos personas recomendables y honorables”.84
El asilo número 3 estableció una normatividad más estricta y
cuidadosa para el ingreso de las niñas. De acuerdo con el artículo 2 del
reglamento interno, el asilo se dividía en dos clases: preventivo y definitivo.
El asilo definitivo significaba que el establecimiento asumía los derechos y
obligaciones de tutelaje de los menores de edad y desde ese momento se
subrogaba los derechos del tutor legal. Por su parte, el asilo preventivo era
cuando se impartía protección urgente e inmediata a una niña que
“momentáneamente” se hallare desamparada. En estos casos se notificaría a la
dirección de Beneficencia, instancia que determinaría en un plazo de 15 días la
admisión o salida definitiva de la presunta asilada. Las condiciones eran las siguientes:
La persona que intente la internación de una niña al asilo, deberá
comprobar la paternidad y orfandad de la presunta asilada, ya sea con los
documentos de estilo del registro civil, o con la declaración de testigos hecha
ante la dirección del plantel, y en todo caso, la persona que presente a la
niña deberá justificar su honesto modo de vivir y domicilio, para que se pueda
exigir la responsabilidad conducente, en caso de que se pretenda una
internación atentatoria o hecha contra los derechos de la legítima tutela.85
La edad límite de ingreso al asilo era de 14 años y sólo podían
residir un máximo de seis años. En este concepto, las niñas de 6 y 8 años
podían salir al cumplir 14 años. Las de nueve años permanecerían solamente
cinco años. Las de 10 hasta cuatro años, las de 11 hasta tres y las de 12 hasta
dos años, es decir la población en el asilo debía ser menor a los 14 años.86 Quizá este límite de edad se encuentra relacionado
con el hecho de que a partir de 14 años los niños ya podían ejercer un oficio y
completaban su aprendizaje, como señala Sonsenki en su estudio.87
Como todo centro de reclusión y aislamiento, la vida al interior
del asilo debió ser difícil y restringida por las múltiples reglas que debían
cumplir los internos. Me refiero a horarios, visitas estrictas, una
alimentación modesta y poco variada. Aunque al parecer algunos asilos sí
contaron con buenas instalaciones, en otros empezaron a reportarse problemas de
hacinamiento, malas condiciones en el drenaje y alimentación. Las enfermedades
de la piel y otras de carácter infeccioso reportadas en las visitas y registros
médicos podrían obedecer a estas deplorables condiciones sanitarias.
Condiciones
sanitarias en los asilos y enfermedades
Las precarias condiciones sanitarias de algunos asilos
constitucionales revelan otra realidad de muchas notas de la prensa e
información oficial. Una muestra son los informes de los directivos,
inspecciones de funcionarios y visitas de los médicos que diariamente
registraban los padecimientos de los asilados. De las inspecciones más
detalladas podemos citar la situación del asilo número 2, el cual en 1916
albergaba cerca de 350 niñas. Al respecto, a principios de 1917 la directora del
asilo, señora Eloísa Vda de Rivera informó al Subsecretario de Gobernación que
el asilo carecía de agua, por lo que solicitaba el cambio del inmueble:
Hónrome suplicar a usted con todo respeto; que por carecer en este
local de agua no ya suficiente, sino la necesaria para el uso de la
alimentación y aseo de las niñas de este asilo, debido a las pésimas
condiciones de la instalación de las bombas; así como resultado de los
primeros; las condiciones higiénicas del local son terriblemente deficientes
por el drenaje, lo cual ha dado ya lugar a quejas del ayuntamiento de esta
municipalidad ̈(...), se digne usted arreglar lo más pronto posible (...) algunos departamentos (...) por ser de
necesidad imperiosa para la higiene y demás condiciones de salud de las asiladas.88
El desagüe y drenaje estaba en deplorable estado. Las tazas del WC
no servían, pues carecían de presión de agua. Lo insuficiente de dichos
receptáculos, la escasez continua de agua y el mal estado del drenaje
representaban una amenaza constante para la salud de las asiladas y de los
vecinos.89 Cabe referir que el problema del suministro del agua
potable a la ciudad había sido un gran problema desde antes de la llegada de
Carranza al poder. En las inmediaciones de la ciudad, los grupos contendientes
cortaron el suministro de agua. Al parecer, en marzo de 1915 se había
restablecido el suministro de agua proveniente de Xochimilco a la ciudad, por
lo que había “esperanza de que en la semana siguiente habría una mejora en el
estado sanitario de la ciudad”.90 No obstante, la escasez de agua y la insalubridad
continuó en la ciudad con la proliferación de brotes de tifo.91 Caber referir que la municipalidad de Mixcoac, en
donde se encontraba el asilo, fue de las demarcaciones que reportó el número
más elevado de cuartos sujetos a desinfecciones durante la campaña sanitaria
contra la epidemia de tifo.92
La situación se empeoró en el asilo número 2, en virtud de que
desde fines de 1916 el inspector sanitario informó que los albañales estaban
completamente azolvados. Los excusados tenían una coladera sin obturador por
donde salían las materias fecales, estaban “sumamente sucios, debido al azolve”
y falta de agua por estar descompuesta la bomba”. El propio presidente municipal
de Mixcoac envió una queja y solicitó la visita del inspector sanitario al
asilo de niñas. De acuerdo con su informe, los desechos pluviales se acumulaban
en el asilo, recorriendo el caño de la calle de Zaragoza por avenida México,
1/a de la Empresa y calle de Ferrocarril, con dirección a la calle Río de la
Piedad. El agua sucia y excrementos se estancaba en las calles mencionadas,
principalmente en la última provocando un mal olor “que perjudica al
vecindario”. Se solicitaba una urgente reparación, ya que se temía que de otra
manera se “desarrollara una epidemia de tifo”, la cual ya se encontraba
reinando en la ciudad. La propia directora del asilo se lamentaba de esta
situación y pedía se hiciera una excavación para recoger el derrame de materias
fecales y se quejaba de la lentitud de las obras debido a que no tenían
empleados suficientes para el desazolve, por lo que había quejas constantes de
los vecinos.93
Los inspectores también identificaron problemas en el asilo
constitucionalista número 3. Ahí el principal problema era el equipamiento,
pues carecían de peroles, vasos, platos, así como de jergas y ropa de
dormitorio e interior para las niñas. Solicitaban ropa para 222 asiladas: 100
sábanas, 50 sobre fundas, 250 camisas, 250 calzones, 250 enagüas blancas y 25
toallas.94 Por su parte, la directora del asilo Beatriz Viuda de
Arres manifestó que en esta semana no se habían bañado ni una sola vez las
asiladas, ni se había lavado la ropa, debido a que el jabón era insuficiente y
que se había agotado desde el mes de agosto. La directora se lamentaba de que
no había conseguido la autorización de un vale por 25 kilos que oportunamente
solicitó a la Beneficencia.95
En junio de 1917 el director general de la Beneficencia Pública
visitó el asilo 3 y encontró que el piso bajo estaba convertido en un basurero,
debido a que se encontraban basuras, desperdicios y agua sucia. Además, los
excusados por el mismo hecho de carecer de aseo “despiden un mal olor
insoportable”. Se temía con toda razón el brote de una epidemia.96 La directora del asilo también se refirió al mal
estado de las cañerías de las tazas de baño, las cuales demandaban una pronta
reparación. En el lugar constantemente se filtraba agua del piso alto que caía
en la planta baja, provocando un mal olor. El personal de limpieza era
insuficiente para el barrido y aseo diario de los patios y baños. Antes
contaban con dos mozos para la limpieza, pero se ausentaban constantemente
debido a lo bajo de los salarios. No se había contratado a nadie más, por lo
que la directora solicitó a la Beneficencia general contratar por lo menos a tres
personas “percibiendo como único pago la habitación y los alimentos”. De
acuerdo con el presupuesto disponible, no se podía contar con más personal de
limpieza.97
Cabe referir que precisamente en este asilo se llevó a cabo un
registro pormenorizado de las enfermedades de las asiladas. En las siguientes
gráficas observamos una gran cantidad de niñas con problemas de la piel: sarna,
excema y tiña, padecimientos que podrían ser consecuencia de falta de higiene y
una deficiente alimentación. La “enfermedad de los ojos” podría tratarse de
conjuntivitis, asociado también a malos hábitos higiénicos. En relación con el
tifo exantemático y otras enfermedades infecciosas, sabemos que entre octubre
de 1915 y septiembre de 1916 un total de 129 niños de los asilos, casas de
huérfanos y escuelas fueron trasladados a los distintos hospitales de la ciudad
de México.
Como se aprecia, el asilo número 3 fue el que reportó más
problemas de salud, situación relacionada con las pésimas condiciones de
higiene referida páginas atrás. La precaria situación higiénica y la
proliferación de diversas enfermedades infecciosas no fue exclusivo de estos
asilos, ya que en los otros albergues y hospicios se registraron enfermedades
respiratorias, gastrointestinales, fisiológicas. El gobierno no se dio abasto
para sostener el gran número de niños internados en estos años críticos.98
Otro problema en los asilos fue la calidad de los alimentos. Por
ejemplo, en el asilo número 2 la directora solicitaba a la Proveeduría que el
reparto de carne fuera más equitativo, en virtud de que las raciones destinadas
al asilo consistían sólo en costillares que no bastaban para la alimentación de
las asilada por tener mayor cantidad de hueso que de carne.99 Gracias a la gestión de la señora directora, se
habían logrado almacenar semillas y ya no requería más cantidades, en virtud de
que alcanzaba hasta julio de 1916. Empero, se quejaba de que el precio por
litro de la leche había subido a $1.50 pesos, por lo que pedía autorización
para cubrir la diferencia. La cantidad solicitada para satisfacer las
necesidades del asilo del mes de julio ascendía a $3,100.00. Finalmente se
autorizaron $6,000.00 para cubrir el mes de septiembre.100
Elaboración propia con base en: “Informe del médico del asilo
número 3, enero a diciembre de 1917”. AHSSA, Beneficiencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas, leg. 3,
exp. 4, f.52.
Elaboración propia con
base en: Elaboración propia a partir de “Libro de traslados de enfermos
infecto-contagiosos. Contiene nombres, enfermedades, domicilios, procedencia,
destinos, observaciones, la mayor incidencia es tifo, octubre de 1915 a octubre
de 1916”. AHSS, Salubridad Pública.
Epidemiología, caja 11, exps. 1 y 2.
No sabemos a ciencia cierta sí la calidad y cantidad de alimentos
era óptima y suficiente para una buena nutrición de las niñas internas. Lo que
sí observamos es que no era muy variada, ya que consistía en carne, pan y
leche. Para el asilo número 2, ubicado en Donceles, podemos calcular el consumo
per cápita. De acuerdo a un reporte de marzo de 1916, el asilo contaba con 42
empleados, ocho familiares de los empleados y un total de 349 asiladas. El
consumo diario de pan era de alrededor de 1,000 o 1,800 piezas de pan; la
cantidad de carne no variaba mucho, ya que diariamente se consumía 40 kilos de
carne, aunque a partir de febrero de 1916 al crecer el número de asilados
aumentó el consumo a 65 kilos de carne; la cantidad de leche casi fue la misma
de 80 y 100 litros.101 Entonces, sí dividimos estas cantidades en gramos y
mililitros tenemos que cada niña recibía al día 114 gramos de carne, o sea una
porción aceptable de carne, 2.8 piezas de pan y 286.5 mililitros de leche.
Dependiendo el peso y edad del individuo, se requiere 50 o 60 gramos de
proteína al día. Es decir, la dieta de las asiladas podía contener una cantidad
suficiente de proteína animal proveniente de la carne de res y leche, así como
de carbohidratos por las dos porciones de pan que recibían al día. No obstante,
la dieta no era muy variada y no se reportan otro tipo de alimentos, como el
consumo de verduras y legumbres. En contraste, algunos comedores públicos como
el número 8 de Tacubaya reportaron una comida más balanceada compuesta por
carne, frijoles, arroz y garbanzos. 102 No debemos olvidar los años precedentes cuando muchas
familias padecieron hambre, debido a la propia carestía provocada por la
confrontación de las fuerzas contendientes que incendiaron rutas del
ferrocarril, interrumpiendo el abasto de alimentos a la ciudad.103 Así que disponer de un plato de comida al día en
estos asilos y puestos de socorro podría considerarse todo un manjar.
La alimentación de los asilos fue empeorando con el tiempo. Por
ejemplo, los reportes del mismo asilo en 1917 señalan que la carne estaba en
mal estado. La directora, Concepción Gavira, remitió el siguiente oficio:
(...) Con mucha frecuencia, la carne que remite la Proveeduría
general de esa beneficencia (...) viene en completo estado de descomposición.
Como tal cosa redunda en perjuicio de las asiladas de este propio
establecimiento, pues tirando dicha carne y supliéndolas con cualquier otra
cosa, como varias veces se ha hecho, se les priva del único alimento nutritivo
que tienen y dándoselas aunque sea ligeramente descompuesta se les expone a la
serias enfermedades de estómago que frecuentemente se están registrando, (...)
temo fundadamente que de seguir así, se desarrolle una epidemia en este asilo.104
Podemos presumir que el presupuesto asignado a los asilos
disminuyó y dejó de ser un asunto de prioridad para el gobierno
constitucionalista. Indagar en los factores que llevaron al cierre definitivo
de estos asilos a fines de 1918 es asunto de interés para una investigación de
mayor aliento, pero por ahora podemos conjeturar algunas causas en las
conclusiones.
A mediados de 1918 el gobierno dispuso el cierre de los asilos
constitucionalistas 2, 3 y 4, remitiendo a más de 800 menores al Hospicio de
Niños.105 Por ejemplo, en el número 3 se solicitaba que 20
niñas fueran trasladadas al asilo del Carmen y 10 al asilo de mendigos. Otras
cinco niñas en calidad de expósitas también fueron remitidas al asilo del
Carmen que dependía de la beneficencia privada.106 A mediados de este año en ese mismo asilo fueron
devueltas a sus familiares 103 niñas, ya que se estaba observando que muchas de
ellas no estaban del todo desamparadas ni en completo abandono:
Hemos recibido órdenes terminantes del C. Gobernador del D.F a fin
de que sean devueltas a sus familias 103 asiladas de este establecimiento
conforme a la lista adjunta [...] En tal virtud se servirá usted mandar llamar
con el carácter de urgente a los familiares y hacerles respectivamente la
entrega de las niñas, indicándoles con toda claridad qué (...) la beneficencia
pública solo debe impartir protección a las personas absolutamente necesitadas
[...]107
En el oficio se indicaba que los familiares de estas niñas no
estaban en total pobreza y no había necesidad de que permanecieran asiladas.
Aparecen tres listas con los nombres de las niñas que tenían familia. En la
primera con fecha de enero de 1918 se registraron 269 niñas, 98 en una segunda
lista sin fecha y 195 en mayo de 1918.108 Podemos conjeturar que la salida de estas niñas
obedecía al hecho de que el propio asilo ya no se daba abasto para atender la
población, además de que en el caso particular de este albergue identificamos
problemas sanitarios y presupuestales. Queda por indagar qué pasó con la
población internada en el resto de los asilos constitucionalistas, así como en
los demás hospicios y asilos existentes en la ciudad. Sabemos de la fundación
de un sexto asilo constitucionalista para ancianos, población desvalida y
también vulnerable en estos tiempos de guerra. Nos referimos al asilo ubicado
en Popotla, cuyo edificio estaba destinado a albergar a los niños.109
La idea original de asilar solo a los niños huérfanos de generales
carrancistas fue cambiando, pues al final pudimos observar que llegaron muchos
niños y niñas cuyos padres no podían mantenerlos. Lugares de reclusión, de
atención emergente y la idea de formar niños con un oficio fueron de los
objetivos de esta gran campaña sanitaria y de beneficencia del gobierno
carrancista. La vida de estos asilos concluyó en 1918, cuyas causales de cierre
podemos atribuir a problemas sanitarios, presupuestales y a que se crearon
precisamente por ser albergues temporales, surgidos en unos años críticos para
la capital del país.
AHDF, Fondo
Ayuntamiento, Sección actas de cabildo.
AHSSA, Beneficencia
Pública, Dirección, Dirección General.
AHSSA, Beneficencia
Pública, Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalistas.
AHSSA, Dirección,
Dirección General
AHSSA, Salubridad
Pública. Epidemiología
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NOTAS
1 Sobre
el impacto de la guerra y la epidemia de tifo en la ciudad de México,
véase Molina
del Villar (2016).
2 Ulloa
(2000, pp. 759-821); Azpeitia
Gómez (2006).
3 Ulloa
(2000, p. 161); Azpeitia
Gómez (2006, pp. 247-303).
4 Marten
(2012). Este libro en particular
incluye 13 ensayos sobre los niños y la Guerra civil, en el que se analizan las
imágenes y experiencias de esclavos, luchas de emancipación y conflictos
armados, temas poco explorados en este tipo de estudios. Del mismo autor,
véase: (1998).
5 Meyer
(2000).
6 Alcubierre
Moya y Carreño King (1997); Guerrero
Flores (2008, pp. 61-84); Barbosa
(2011, pp.186-219).
7 Fregoso
Centeno (2009, pp. 163-192).
9 Sobre
estas campañas de educación e higiene, véase el libro colectivo de Agostoni
(2008). En relación al papel del
Estado en la Beneficencia en el periodo anterior a nuestro estudio, véase:
Lorenzo Río (2011, pp. 30-31).
10 Lorenzo
Río (2011a, p. 93).
11 Este
gran fondo documental se encuentra en: AHSSA, Beneficencia Pública,
Dirección, Dirección General, legs. 18, 19, 20, 23,
25, 26.
12 Molina
del Villar (2016, p. 242). La
mortalidad infantil (MI) es la que ocurre antes del primer año de vida, la cual
puede ser un indicador importante del nivel de desarrollo de un país. Hernández
Bringas (2001, pp. 37-38).
13 Greer
Gordon (1966); González
Navarro (1974).
14 Ordorika
y Lezama (1993, pp. 41-44).
15 Censo de Población de Estados
Unidos Mexicanos, t. 1, México, Oficina
Impresora de la Secretaría de Hacienda, 1918.
16 Esta
cifra es extraída a partir de la resta del total de habitantes en el Distrito
Federal (906,063) del total de población de 10 años en adelante (716,229).
Censo General de Habitantes 1921, Instituto Nacional de Estadísticas. (www.inegi.org.mx) Fecha de consulta 30 de mayo de 2018.
17 Guerrero
Flores (2007, pp.121-147).
18 Sobre
estas políticas y programas gubernamentales de protección a la infancia en el
periodo posrevolucionario, véase el espléndido estudio de Alanís
(2016, pp.20-26, 175-240).
19El
Demócrata, 22 de marzo de 1916, p. 2.
20 Guerrero
Flores (2007, pp. 140-141).
21 Lorenzo
Río (2011, pp.30-31).
22 Lorenzo
Río (2011a, pp. 37-38).
23 Lorenzo
Río (2011a, p. 94); Lorenzo
Río (2011b, pp.112-147).
24 Rodríguez
Kuri (1996, pp.57-59).
25 “Informe
del Director General de la Beneficencia del Distrito Federal al Boletín de la
Confederación de la H. Cámara de Comercio. 1923”. AHSSA, Dirección. Dirección General,
leg. 21, exp. 23, f. 49.
27 Lorenzo
Río (2011a, p. 40).
28 Lorenzo
Río (2011a, pp.70-77).
29 Lorenzo
Río (2011a, p. 107).
30 “Lista
duplicada de los empleados que viven con su familia en los diversos
establecimientos dependientes de la beneficencia pública, para descontarles su
sueldo un peso diario por persona. 1916” AHSSA, Beneficencia Pública,
Dirección, Dirección General, leg. 21, exp. 12, f.
17.
31 Lorenzo
Río (2012); Lorenzo
Río (2011a). Durante el Porfiriato
el Hospicio para Niños, el Manicomio General de la Castañeda y el Hospital
General recibieron recursos de la Lotería, lo que permitió su modernización.
Estas instituciones también recibieron recursos del Ayuntamiento.
32 Guerrero
Flores (2007, pp. 121-138); Sosenski
(2010, p.21).
33 “El
18 de enero de 1917 el Congreso Constituyente reunido en Querétaro dedicó parte
del día a la discusión de los artículos que debían regir la creación y
regulación de las instituciones de salubridad pública de la nación. José María
Rodríguez, presidente del Consejo Superior de Salubridad, pronunció un discurso
que sentaría las bases para el artículo 73 constitucional. Para Rodríguez debía
conformarse un Departamento de Salubridad General de la República, el cual
dependería del ejecutivo y cuyas disposiciones debían ser atacadas por los
gobiernos de los estados”. Aréchiga
Córdoba (2007, pp. 73-74). Sobre los
servicios de higiene escolar, véanse los estudios de Carrillo
(1999, pp. 71-74); Carrillo
(2005, pp.145-178).
34 Lorenzo
Río (2011a, pp. 77-88).
35 Sosenski
(2010).
36 Guerrero
Flores (2007, p. 144). Sosenski
(2010, pp. 89-142).
37 Lorenzo
Río (2011a, p. 15). A partir de 1906
con la consolidación de una clase media y alta, se consideró que los niños
debían tener la oportunidad para jugar y tener tiempo libre –que era la
antítesis del trabajo-, así como a la educación. También se asiste a una nueva
concepción en torno a la división de género en cuanto al cuidado de los padres,
siendo las mujeres las responsables de cuidar a los niños en el mismo
hogar. Blum
(2009, p. XVIII).
38 Rodríguez
Kuri (2010, pp.115-116).
39 Lorenzo
Río (2011a, pp. 43-44).
40 Barbosa
(2011, pp.186-219).
41 “Donativos
hechos a la institución y repartidos a los centros de Beneficencia. 1917”;
Carta del director general y enviada al c director de los establecimientos
fabriles del ejército constitucionalista. 31 de marzo de 1917, f. 31. AHSSA, Dirección, Dirección General,
leg. 22, exp. 7, 1917, f. 49.
42 “Carta
del director general de la Beneficencia Pública al subsecretario de
Gobernación, Manuel Aguirre Berlanga. 17 de marzo de 1917”. AHSSA, Dirección, Dirección General,
leg. 22, exp. 7, 1917, f. 15.
43 “Carta
enviada al C. Miguel Cantú Cárdenas, proveedor general de la Beneficencia
Pública del DF, escrita por el director general y fechada el 4 de diciembre de
1917”. AHSSA, Dirección. Dirección General,
leg. 22, exp. 7. f.49.
44 Barbosa
(2012, pp. 363-408).
45 “Correspondencia
particular del general Pablo González”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Dirección, Dirección General, leg. 20, exp. 12, 24
fs.
46 Azpeitia
Gómez (2006, p.300).
47 “Informe
de Amparo R. de Cárdenas, 15 de abril de 1916. El oficio se envía al director
de la Beneficencia Pública”. AHSSA.
Dirección. Dirección
General, leg. 18, exp. 21.
48 “Lista
de los establecimientos dependientes de la Beneficencia Pública. 1916. Oficio
suscrito por el sr. Sepúlveda de fecha 7 de marzo de 1916 y remitida al lic,
Don Jesús Acuña, secretario de Gobernación, Querétaro”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Dirección, Dirección General, leg. 20, exp. 17, 5fs.
49 “Carta
del despacho de Marina al Secretario de Gobernación sobre el ingreso de niños
huérfanos por la lucha constitucionalista. Ciudad de México, 11 de agosto de
1916”. AHSSA, Beneficencia Pública.
Establecimientos asistenciales. Asilos Constitucionalistas,
leg. 10, exp 3, ff. 1-7.
50 Blum
(2009); Alanis
(2016).
51 “Lista
de asilados mayores de 60 años en el asilo constitucionalista número 4. 29 de
noviembre de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública.
Establecimientos asistenciales. Asilos Constitucionalistas,
leg. 1, exp.7, ff. 1-2. Desde fines
del siglo XVIII en Europa se produjo una transformación en relación con la
situación de los niños en el entorno familiar. A partir de entonces los niños
fueron separados de los adultos en una “especie de cuarentena, antes de
dejarlos sueltos en el mundo”. Ariés
(2001, p.12).
52 Molina
del Villar (2016, pp. 355-356).
Sobre los comedores públicos, véase el estudio de Azpeitia
Gómez (2006, pp. 275-276, 279).
54 Molina
del Villar (2016, p. 232).
55 El Demócrata, 13 de
diciembre de 1915, p. 3.
56 El Demócrata, 13 de
diciembre de 1915, p. 3.
57 Informe
de Pablo González que rinde al Primer Jefe Constitucionalista, Venustiano
Carranza, documento citado en: Azpeitia
Gómez (2006, p. 217).
59 Piccato
(2010, p. 67); Molina
del Villar (2016, pp. 357-358).
60 Del
Castillo (2009, pp. 27 y 160).
61 “Asuntos
diversos. Asilados en 1918. Lista de las niñas existentes en esta fecha”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas.
Leg. 4, exp. 18.
62 “Lista
duplicada de los empleados que viven con su familia en los diversos
establecimientos de la Beneficencia Pública para descontarles un peso diario
por persona. 1916”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Dirección. Dirección General, leg. 21, exp. 12,
f.17.
63 “Circular
remitida a los establecimientos para que solo vivan en ellos los directores y
los administradores, teniendo que desocupar las habitaciones los otros
empleados. Contiene los acuses de recibido y diversas peticiones de los
empleados solicitando conservar su vivienda”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Dirección, Dirección General, leg. 21, exp.11, f.67.
64 Azpeitia
Gómez (2006, p.300); Lorenzo
Río (2012, pp.195-247); Molina
del Villar (2016, p. 358).
65 “Informe
que rinde la señora directora del asilo constitucionalista número 2 a la
Superioridad, exponiendo las bases en que piensa fundarse para desarrollar su
labor en este que le ha sido encomendado. Mixcoac, 8 de marzo de 1916. Firma la
directora Esther P. Vda, de Franco”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 2, exp. 6, ff. 2-4.
66 Los
oficiales de beneficencia en los siglos XIX y XX estaban convencidos que los
hábitos y la disciplina en el trabajo y productividad servía de base en la
construcción de una nueva ciudadanía y de una política moderna. La educación
ofrecida en la Casa de Niños Expósitos y en el Hospicio de Niños enfatizaba en
el aspecto laboral. Ambos establecimientos frecuentemente dejaban salir niños
para aprendices de los artesanos y solían regular adopciones informales de
niñas en el servicio doméstico, características que también se perciben en los
reglamentos de los asilos constitucionalistas. Blum
(2009, p. XVIII). Sobre el trabajo
infantil en las décadas de 1930 y 1940, véase Sosenski
(2010).
67 “Carta
de la directora del asilo número 2, Eloísa Vda de Rivera, enviada al señor don
Aureliano Esquivel, jefe de la Primera Sección de la Secretaría de Gobernación.
3 de enero de 1917”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalistas.
leg. 2, exp, 7, ff. 1-6.
68 Guerrero
Flores (2008, pp. 66-67).
69 “Carta
de la directora del asilo número 2, Eloísa viuda de Rivera, enviada al señor
don Aureliano Esquivel, jefe de la Primera Sección de la Secretaría de
Gobernación. 3 de enero de 1917. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalista.
leg. 2, exp. 7, ff. 1-6.
70 El Demócrata, 15 de
febrero de 1916, p.1.
71 Del
Castillo (2009, pp. 27; 33; 139-258; 178-179 y 187-189).
72 Lorenzo
Río (2011a, pp.104-113).
73 El Demócrata, 20 de
abril de 1916, p.1.
74 El Demócrata, 27 de
abril de 1916, t III, núm. 505, p.1.
75 “Cuadro
estadístico por edades de las niñas asiladas en el asilo constitucionalista
número 3. 13 de mayo de 1918”. AHSSA, >Beneficencia Pública,
Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg.4, exp. 18, f. 1 y 18; “Lista de
niñas existentes el 3 de octubre de 1917”. AHSSA,
Beneficencia Pública, Establecimientos Asistenciales, leg. 3, exp. 10.
76 “Partes
diarias del movimiento de empleados y asiladas del asilo constitucionalista
número 2, de enero a mayo de 1916, ubicado en la calle de Donceles 121. La
primera lista está firmada el 16 de enero y firma la directora, C. Vda de
Rivera”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos Asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 1, exp. 28, f. 131.
77 Molina
del Villar (2016, pp.321-443).
“Dirección general de asilos constitucionalistas. Asuntos diversos de asilados
habidos en el establecimiento correspondientes de 1915 a 1916. Listas de
ancianos listos para asilar”. 29 de noviembre de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, asilos constitucionalistas,
leg. 1, exp. 7, ff.1-3.
78 Lorenzo
Río (2011a, pp. 104-113).
79 “Proyecto
de reglamento que el asilo número 3 ha adoptado en cuenta de sus necesidades y
para el mejor servicio en su régimen interior. 7 de julio de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 2, exp.2, ff. 2-8; “Reglamento
interior del asilo constitucionalista número 2 correspondientes a 1918”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas.
leg 4, exp. 1.
80 “Reglamento
interior del asilo constitucionalista número 2 correspondientes a 1918”. AHSSA,
Beneficencia Pública, Establecimientos asistenciales, Asilos
constitucionalistas. leg 4, exp. 1.
81 “Proyecto
de reglamento que el asilo número 3 ha adoptado en cuenta de sus necesidades y
para el mejor servicio en su régimen interior. 7 de julio de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 2, exp.2, ff. 2-8.
82 “Proyecto
de reglamento que el asilo número 3 ha adoptado en cuenta de sus necesidades y
para el mejor servicio en su régimen interior. 7 de julio de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 2, exp.2, ff. 2-8.
83 “Proyecto
de reglamento que el asilo número 3 ha adoptado en cuenta de sus necesidades y
para el mejor servicio en su régimen interior. 7 de julio de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 2, exp.2, ff. 2-8.
84 “Proyecto
de reglamento que el asilo número 3 ha adoptado en cuenta de sus necesidades y
para el mejor servicio en su régimen interior. 7 de julio de 1915”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 2, exp.2, ff. 2-8.
85 “Reglamento
interior del asilo constitucionalista número 2 correspondientes a 1918”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas.
leg 4, exp. 1.
86 “Reglamento
interior del asilo constitucionalista número 2 correspondientes a 1918”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas.
leg 4, exp. 1.
87 En
relación al significado e implicaciones sociales y económicas de la edad
laboral de los menores, véase: Sonsenski
(2010, pp. 22-24).
88 “Carta
firmada por la directora del asilo constitucionalista número 2, señora Eloísa
Vda de Rivera, fechado el 3 de enero de 1917 y enviado al Subsecretario de
Gobernación”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 3, exp. 5, f. 22.
89 “Oficio
enviado al director general de Beneficencia Pública firmado el 3 de enero de
1917. Firma el secretario general G. Aragón”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 3, exp. 5, f. 22.
90 “Acta
número 20, 23 de marzo de 1915”. AHDF, Fondo Ayuntamiento, Sección
actas de cabildo, núm. 281 (enero-julio
de 1915).
91 Molina
del Villar (2016, pp.309-311).
92 Molina
del Villar (2016, p. 396).
93 “El
C. Inspector Sanitario rinde un informe sobre la situación del asilo número 2
de Mixcoac y de la demarcación respectiva. 27 de diciembre de 1916”; “Carta
firmada por la directora del asilo constitucionalista número 3, Eloísa Viuda de
Rivera, 3 de enero de 1917”; “Carta de la directora del archivo G. Benítez
enviada al director General de Beneficencia el 26 de febrero de 1917”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 3, exp 5, f. 22.
94 Dirección
general. Asilo constitucionalista número 3. Informes de inspectores
correspondientes al año fiscal de 1916 y 1917”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, leg.3, exp. 17, f. 3.
95 “Informe
de la inspectora enviado al C. Subdirector de la Beneficencia Pública. La firma
(rúbrica) Cortés Vda. De Bailleres. México, 20 de mayo de 1917”. AHSSA, Beneficencia Pública
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 3, exp. 5, f. 3.
96 “Informe
de visita al C. director General de la Beneficencia Pública. Rúbrica del
inspector Paucherdo Ruíz. 27 de julio de 1917”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 3, exp. 17, ff. 6-7.
97 “Oficio
en respuesta fechada el 4 de agosto de 1917 por la directora Concepción Gavira,
dirigida al director general de la Beneficencia Pública”. AHSSA, Beneficencia Pública
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 3, exp. 17, ff. 8-8vta.
98 Al
respecto, Guerrero
Flores (2008, p. 69) refiere un
aumento importante de niños que ingresaron en la Casa de Niños Expósitos entre
1913 y 1920, muchos de los cuales fallecieron por diversas causas. En 1916
ingresaron 592 internos, de los cuales murieron 258. Aunque el autor no refiere
las causas, probablemente estos decesos fueron a consecuencia de las epidemias
de tifo y viruela que en aquellos años estaban provocando graves estragos en la
población.
99 Dirección
general. Asilo constitucionalista número 2. Asuntos diversos de alimentación
correspondiente al año fiscal 1915 y 1916”. Oficio firmado el 26 de mayo de
1916 y enviado al director general de la Beneficencia Pública y firmada por la
directora E. C. vda de Rivera. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 2, exp. 17, ff. 1-3.
100 “Asuntos
diversos de alimentación correspondientes al año fiscal 1916 y 1917. Dirección
general. Asilo constitucionalista número 2”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 2, exp. 25, 15 fojas.
101 “Partes
diarias del movimiento de empleados y asiladas del asilo constitucionalista
número 2, de enero a mayo de 1916, ubicado en la calle de Donceles 121. La
primera lista está firmada el 16 de enero y firma la directora, C. Vda de
Rivera”. AHSSA, Beneficencia pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 2, exp. 28, f.131.
102 “Relación
de niños y niñas que acudieron a los comedores públicos. 31 de diciembre de
1915”. AHSSA, Beneficencia pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 2, exp. 23, ff. 4-7.
103 Sobre
el hambre en la ciudad durante estos años, comedores públicosy puestos de
socorro, véase: Azpeitia
Gómez (2006).
104 “Carta
firmada por la directora Concepción Gavira y enviada a la Dirección General de
la Beneficencia Pública, 4 de agosto de 1917”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 3, exp. 18, f. 4.
105 Guerrero
Flores (2008, p. 70).
106 “Oficio
dirigido al subdirector de la Beneficencia Pública y firma del oficial mayor
Manuel Sotomayor. 7 de marzo de 1918”. AHSSA, Beneficencia pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 4, exp. 18, 19fs.
107 “Oficio
firmado por el subdirector y prosecretario, el cual fue remitido a la señora
directora del asilo número 3. 11 de junio de 1918”. AHSSA, Beneficencia pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 4, exp. 18, f. 23.
108 “Oficio
con sello de urgente firmado por el secretario general y dirigido al C.
Subdirector de Beneficencia Pública. 12 de junio de 1918”. AHSSA, Beneficencia pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos constitucionalistas,
leg. 4, exp. 18, f. 27.
109“Carta
firma da por el director general y enviada a Alfonso Alpuche, jefe del
departamento de confiscaciones y bienes intervenidos. Fecha el 5 de abril de
1916”. AHSSA, Beneficencia Pública,
Establecimientos asistenciales, Asilos Constitucionalistas,
leg. 3, exp. 8, f. 3.
América
Molina del Villar. Licenciada en Etnohistoria por
la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Doctora en Historia por El
Colegio de México (1998). Profesora-investigadora del Centro de Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología Social. Su más reciente publicación
es Guerra, tifo
y cerco sanitario en la ciudad de México, 1911-1917. México:
Publicaciones de la Casa Chata (2016).
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26202018000100195
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