La Guerra de los
Campesinos
“La
sangre que se ha vertido este año de 1525”, escribió el pastor y cronista suizo
Johannes Stumpf, debería bastar para “ahogar [...] a todos los tiranos”. Sus
palabras reflejan acertadamente el impacto del mayor levantamiento campesino de
la historia de Alemania, juzgado por Leopold von Ranke como “el más grande
suceso natural” o “acto divino” de la vida del “Estado alemán”. Karl Marx lo
consideró el “acontecimiento más radical de la historia alemana”, mientras que
Friedrich Engels vio en él “la tentativa revolucionaria más impresionante jamás
perpetrada por el pueblo alemán”.
Senescal del Sacro Imperio
Romano Germánico, este personaje dirige el brazo armado de la liga de Suabia, o
lo que es lo mismo, el ejército de los príncipes alemanes. Se mantiene a la defensiva
durante los primeros compases de la Guerra de los Campesinos, dado que la mayor
parte de los lansquenetes se encuentran combatiendo en el Milanesado junto al
emperador Carlos V. Tras la victoria de Pavía comienza a recibir, por fin, refuerzos de Italia; soldados
profesionales que muy pronto darán cuenta de las menos aguerridas, y peor
armadas, fuerzas rebeldes.
https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Georg_III._von_Waldburg
En el
clímax de la revuelta se habrían visto envueltos en ella hasta 300 000
campesinos. En Wúrtemberg, por ejemplo, cerca del 70 % de los hombres capaces
de portar armas se unieron a la rebelión, que prendió desde Alsacia en el oeste
hasta Salzburgo en el este, a través del Tirol, y desde los Alpes suizos en el sur
al corazón de Turingia en el norte. Puede que hasta 100 000 personas perdieran
la vida antes de que la paz fuera restaurada, y el trauma de la Guerra de los
Campesinos dejaría una
profunda huella tanto en el curso de la Reforma como en la
posterior historia de los territorios germanos.
La Guerra
de los Campesinos no fue un acontecimiento único, sino una serie de
levantamientos locales y regionales que, con la excepción de las agitaciones
finales en el Tirol, territorio de los Habsburgo, se concentraron principalmente,
más que en los grandes feudos de los príncipes, en las áreas fragmentadas bajo
la autoridad de pequeños señores o en los dominios eclesiásticos.
En algunas
áreas se unieron a los campesinos vecinos de las ciudades, en otras fueron los
mineros los que acrecentaron sus filas, y lo que a la postre dio coherencia y
unidad a estos alzamientos fue la formulación del descontento que los había
provocado en una serie de artículos con los que tanto campesinos como no
campesinos de distintas regiones pudieron identificarse. Estos artículos, a su
vez, inspiraron, en cierto modo, diversas visiones de un futuro mejor en las
que todos los agravios serían enmendados y el mundo puesto bajo el Derecho
divino.
Aun así,
el movimiento tuvo una corta vida. Si en la primavera de 1525 las autoridades
de muchas de estas áreas se vieron tan intimidadas por las fuerzas campesinas
que mostraron su disposición a negociar, unos pocos meses después los ejércitos
de los sublevados se derrumbaron ante la arremetida de las superiores fuerzas
de los príncipes.
Las raíces de la Guerra de los
Campesinos
Las
distintas querellas que estallaron en 1525 tenían causas profundas. El
resentimiento de los campesinos ante el incremento de la presión ejercida por
sus señores llevaba creciendo desde finales del siglo XV. Muchos habían ido
exigiendo pagos en especie cada vez más onerosos o un mayor número de corveas*, lo que les había
permitido sacar provecho del alza de los precios y las oportunidades de mercado
de los alimentos, y otros estaban imponiendo controles más estrictos para
consolidar su dominio sobre el territorio, transformando vagas agrupaciones de
señoríos en regiones homogéneas sobre las que ejercer su autoridad como
príncipes. Entre los señores más rapaces, y los que frecuentemente suscitaron
más quejas, estaban los
terratenientes eclesiásticos, desde abades de monasterios hasta
los diferentes príncipes-obispos. Los habitantes de las ciudades y los mineros,
por su parte, estaban resentidos por el alza de los precios.
Campesinos
y mineros no eran del todo impotentes ante estas fuerzas pues desarrollaron estructuras comunales en
los pueblos o “agrupaciones” en las minas con objeto de salvaguardar los
derechos comunes, negociar las querellas con los terratenientes o comprometerse
en huelgas para asegurarse salarios razonables. Pero se enfrentaban a una
implacable presión y su creciente frustración se tornó en violencia. Desde la
década de 1470 las rebeliones campesinas se intensificaron en los cantones
suizos. En Alsacia y el sur de Alemania los levantamientos esporádicos y
localizados comenzaron a ser cada vez más frecuentes desde la década de 1490,
cuando los campesinos adoptaron el Bundschuh (calzado
de cordones de los agricultores) como símbolo y comenzaron a hablar no ya de
restaurar la “benévola ley de antaño” sino de instituir la “ley divina”, que
enmendaría las injusticias acometidas por los señores.
Estos
descontentos varios alcanzaron su punto de ebullición a comienzos de la década
de 1520. La transición de
Maximiliano I a Carlos V en 1519 vino acompañada por
un sentimiento general de agitación y de cambio esperado, y la expectativa de
que pronto pasaría algo comenzó a centrarse en el año 1524. Los astrólogos
habían venido prediciendo desde 1499 que un gran diluvio se tragaría el mundo
en febrero de ese año, cuando todos los planetas estarían alineados bajo el
signo de Piscis, pero según se aproximaba el trascendental momento modificaron
su vaticinio, ya que un diluvio violaría la promesa que Dios había hecho a Noé,
aunque siguieron convencidos de que tendría lugar un gran desastre. En 1523 se
dedicaron no menos de 50 publicaciones a predecir la naturaleza de este
cataclismo, algunas de las cuales, de hecho, auguraban una revuelta general del
campesinado –posteriormente algunos rebeldes en Alsacia justificarían su
conducta declarando que simplemente actuaban según la voluntad de Dios, escrita
en las estrellas–.
La
religión agudizó la incertidumbre y la inquietud que muchos aseguraban leer en
los astros. Para 1523 el
movimiento predicador evangélico se había extendido por todo el Imperio y,
a pesar de la hostilidad de muchos soberanos, sus nuevas enseñanzas se
difundían inexorablemente, primero en los núcleos urbanos y luego en las
aldeas, aunque es difícil precisar cómo fue entendido su mensaje. Por un lado,
las complejidades de la Teología debían resultar inescrutables para el “hombre
común” y, por otra, algunos de los términos y demandas clave hallaron cierto
eco en las experiencias propias de la vida aldeana. El sacerdocio de todos los
creyentes, la centralidad de la comunidad cristiana y la necesidad de vivir una
existencia cristiana bajo las leyes cristianas eran preceptos que el vulgo
podía aplicar a sus propias vidas, aunque con frecuencia con una literalidad
que los reformadores religiosos no habían previsto.
Tanto Martín Lutero como Ulrico Zuinglio, el pastor de
Zúrich cuyos planteamientos teológicos dominaban en el sur de Alemania,
sirvieron de inspiración a los rebeldes. Aunque Lutero posteriormente
condenaría la rebelión de los campesinos, su previa defensa de la elección
comunitaria de los pastores desempeñó un papel clave a la hora de justificar la
exigencia de control de muchas comunas sobre sus iglesias y su clero. De igual
forma, sus críticas a la vieja Iglesia reforzaron el anticlericalismo de
aquellos que rechazaban pagar el diezmo y que se levantaron frente a los
señores eclesiásticos y, por otro lado, la crítica a la autoridad eclesiástica,
tanto doctrinal como señorial, derivó fácilmente hacia la crítica a toda
autoridad. Zuinglio tampoco aprobó la rebelión, pero su enseñanza de que el
Evangelio debía ser la vara de medir para la reforma de la política y la
sociedad proveyó de un armazón para la formulación de prácticamente cualquier
relación de reclamaciones.
Prende la mecha
El
levantamiento comenzó como una serie de protestas localizadas en el suroeste de
Alemania y Suiza. Parece que en 1523 la prédica evangélica dio pie al rechazo del pago del diezmo en
las diócesis de Bamberg y Espira. Nuevas huelgas diezmales se extendieron por
todo el sur de Alemania en 1524, algunas acompañadas de la negativa a pagar
incluso las cargas feudales ordinarias,
otras que reclamaban el derecho de la comunidad de elegir a su pastor. A
finales de mayo los habitantes de Forchheim, cerca de Núremberg, se rebelaron
contra su supuesta explotación a manos del obispo de Bamberg. Sus demandas
incluían no solo la libertad de caza y pesca, sino también la abolición de una
tasa especial recaudada para la consagración de nuevos obispos (que entre
1501-1522 habían tenido que pagar cuatro veces), la restricción de la
jurisdicción de las cortes eclesiásticas en materias civiles y la reducción del
diezmo.
La
agitación que estalló en el cantón suizo de Turgovia en julio de 1524 estaba
más directamente relacionada con cuestiones evangélicas y tras surgir de las
masas que asistían a los sermones de Zuinglio, culminó en julio con la
destrucción de la cartuja de Ittingen. Las autoridades locales continuaron
preocupándose por los estallidos esporádicos de conflictividad social que se
produjeron durante los meses siguientes, y su ansiedad fue en aumento cuando
las comunidades al sur de la Selva Negra también se vieron perturbadas por
protestas campesinas, desde finales de mayo cerca de Staufen, entre los
campesinos de Hauenstein del abad de St. Blasien y a finales de junio en el
condado de Stühlingen.
En
Stühlingen los campesinos se organizaron formalmente en tropas o “agrupaciones” (Haufen),
con su bandera, sargentos electos y un antiguo mercenario, Hans Müller de
Bulgenbach, como comandante. Pronto los campesinos de muchos de estos
fragmentados territorios se encontraban en rebelión, o al menos en disputa con
sus señores hasta tal punto que el desorden generalizado parecía tan grande que
las autoridades no osaron intervenir, especialmente en vista de que una parte
vital de los recursos de los Habsburgo estaban comprometidos en la guerra
contra los franceses en Italia. Para finales de año, sin embargo, una vez que
los campesinos hubieron alcanzado en mayor o menor medida sus metas, la
situación volvió a la calma en casi todas partes.
Revuelta campesina de Alemania – 1525
(Enciclopedia Católica Mercaba
https://www.mercaba.es/imagenes/Revuelta_campesina_de_Alemania.htm
Los
acontecimientos en Stühlingen y la región de la Selva Negra fueron efímeros y
aunque presagiaban violencia, actos como el saqueo del monasterio de St.
Trudpert, al sur de Friburgo, en diciembre de 1524, fueron la excepción. Las
protestas fundamentales fueron contra el régimen feudal, en las que se reclamó
la restauración de las “viejas leyes” que les habían sido usurpadas por los
señores. Pero en noviembre y diciembre los campesinos comenzaron a justificar
sus quejas con referencias al Evangelio, lo que se convertiría en el rasgo
distintivo de la nueva serie de alzamientos que iba a tener lugar en la vecina
Suabia.
El
epicentro se situó en la Alta
Suabia, una región salpicada de prominentes fundaciones
monásticas y con una larga tradición de conflictividad entre señores y
campesinos. Los primeros síntomas de agitación, en Baltringen, en diciembre de
1524, precipitaron la formación de fuerzas campesinas en las regiones
circundantes y para febrero más de 40 000 hombres se habían movilizado. A
diferencia de los grupos de la Selva Negra del año anterior, estas agrupaciones
aspiraban a un tipo de unión más sólida. Las que tenían su base en las tierras
del abad de Kempten fueron las primeras en conformarse en una “unión cristiana” dedicada a la
prosecución de la justicia de acuerdo con la ley divina que emanaba de la
Biblia. Pronto siguió la unión de las tres principales tropas suabas y, a
primeros de marzo de 1525, cincuenta de sus representantes se encontraron en
Memmingen para acordar una constitución y un programa común.
La
elección de Memmingen fue deliberada porque, a finales de 1524 y tras un amargo
enfrentamiento con el obispo de Augsburgo acerca de la introducción de las
nuevas prédicas, la ciudad había abrazado la reforma casi al completo. Confiado
en que los magistrados se inclinarían favorablemente hacia su causa, el líder
de los campesinos de Baltringen entró en la ciudad y solicitó su ayuda para listar
sus exigencias, dando como resultado los Doce Artículos, que pronto fueron publicados.
En dos meses se alcanzarían las 25 ediciones y un total de quizás 25 000 copias
impresas, su impacto fue inmenso.
La radicalización del conflicto
Los Doce
Artículos asociaban de forma manifiesta las quejas de los campesinos con la
causa evangélica. Comenzaban por declarar el derecho de toda comunidad a elegir
y cesar a su propio pastor y por limitar el diezmo para el mantenimiento del
clero a un impuesto sobre el grano o cultivos similares. Además, dado que el
sacrificio de Cristo había hecho libres a todos los hombres, la servidumbre
debía ser abolida y, al mismo tiempo, los campesinos se someterían
obedientemente a la autoridad legítima. Todos debían tener derecho a cazar, a
pescar y a recoger madera en los bosques comunales. Las corveas debían ser
moderadas de acuerdo con la Palabra de Dios, con la costumbre y los términos
legales que habían fundamentado la obligación originariamente, así como con el
valor de la tierra mantenida por el campesino. El derecho consuetudinario debía
obligar a los tribunales a limitar los castigos, que presuntamente se habían
vuelto arbitrarios y severos debido a la aplicación de los nuevos códigos
legales (por ejemplo, el Derecho Romano). Los terrenos y prados comunales que
habían sido alienados debían ser restituidos a sus comunidades. Las
obligaciones e impuestos por deceso debían ser abolidos, exigían, ya que
suponía una carga para los herederos que con frecuencia llevaba a la expropiación
de sus tierras. Y, finalmente, el documento declaraba que si cualquier artículo
se demostraba contrario a la Palabra de Dios podía ser retirado, así como otros
podrían ser añadidos si del Evangelio emanaban nuevos puntos.
Los
campesinos declararon que no tenían deseo de recurrir a la violencia, ya que el
Evangelio predicaba la paz, el amor, la unidad y la paciencia, pero sus
demandas adquirieron un cariz absoluto cuando insistieron en que la vida rural
debía ser regulada según la Palabra de Dios. La persistencia en la abolición de
la servidumbre implicaba, de hecho, la abolición de toda autoridad local, dado
que en las regiones de extrema fragmentación territorial este vínculo se había
convertido en uno de los principales instrumentos señoriales y de gobierno.
Retrato del Margrave Casimiro de
Brandemburgo-Kulmbach, por Hans Süß Von Kulmbach, 1511, de la pinacoteca Alte, en
Múnich. El margrave Casimiro fue uno de los más feroces líderes de la
contrarrevolución. Apodado “El sabueso”, desarrolló una política de terror en
los territorios sublevados, matando, saqueando e incendiando sin piedad pueblos
y aldeas a su paso. Incluso sus coetáneos le consideraron como un personaje
especialmente cruel y sanguinario.
https://es.wikipedia.org/wiki/Casimiro_de_Brandeburgo-Bayreuth
Los Doce Artículos dieron impulso a la alianza de
campesinos e intimidaron a la oposición. Aunque el ejército formado por los
príncipes de la zona y comandado por Georg Truchsess von Waldburg hizo
algunos progresos iniciales, fue incapaz de alzarse con la victoria y, por
consiguiente, el 17 de abril de 1525, lunes de Pascua, Truchsess se vio
obligado a pactar el Tratado de Weingarten. Se ofreció a los campesinos un
tribunal que fallara sobre sus reclamaciones, al tiempo que estos aceptaban
desbandarse y renovar sus juramentos de vasallaje a sus señores. Si bien la
mayor parte de los campesinos del lago Constanza cumplió con los términos del
tratado, otros grupos decidieron mantener el pulso. No pasó mucho tiempo antes
de que volviera a surgir el descontento en el oeste, en la región de la Selva
Negra, en Alsacia, en Wúrtemberg y en Rheingau, y poco después tuvo lugar la
primera explosión de violencia en el norte, en Franconia, y finalmente en
Turingia. Los alzamientos más feroces de Franconia, que prendieron justo cuando
el Tratado de Weingarten había traído la paz a la
Alta Suabia, pronto se convirtieron en el epicentro del descontento. Los
campesinos de la Alta Suabia habían llegado a un acuerdo pacífico con sus
señores, por lo que los francones les declararon la guerra. Cuando la tropa de
Odenwald-Neckartal capturó la fortaleza de Weinsberg, el 16 de abril, de
inmediato masacró a su custodio, el conde Ludwig von Helfenstein, y a sus
nobles compañeros.
Por un momento el movimiento de Franconia pareció
estar a punto de lograr reformas políticas de calado. Liderados por el noble renegado Götz von Berlichingen, los campesinos
lograron ganarse un cierto apoyo por parte de las ciudades y de la baja
nobleza, por lo que el elector de Maguncia, el archicanciller del Sacro
Imperio, consintió la unión de los campesinos y aceptó los Doce Artículos.
Nuevos levantamientos en Fráncfort, Bamberg y Wurzburgo, y al norte en
Turingia, así como en los cantones suizos al sur, parecían demostrar el
continuo dinamismo del movimiento. Al mismo tiempo surgieron planes para la
formación de una suerte de parlamento campesino y de una “reforma” general del
Sacro Imperio.
El levantamiento turingio fue el más radical y
pronto, aunque sus demandas subyacentes eran las mismas que las de los demás
campesinos, asumió un carácter milenarista. Desde mediados de abril una oleada
de actos de violencia contra castillos y monasterios azotó la región. Los
planes de los predicadores extremistas Heinrich Pfeiffer y Thomas Müntzer
dotaron a este relativamente incipiente movimiento rural de una nueva
dimensión.
En febrero y marzo desarrollaron una campaña contra
el concejo municipal de Mühlhausen, que reemplazaron por un “Consejo Eterno” favorable a su propio programa
religioso, tras lo que se dispusieron a proseguir su cruzada fuera de la
ciudad. Müntzer, en particular, estaba decidido a no repetir los errores
cometidos en otros lugares y en su llamamiento a las gentes de Allstedt de
finales de abril los conminó a congregarse para la lucha final. Debían eludir
todo tentador tratado y falso consejo y no se hablaría de Dios mientras los
tiranos continuaran gobernando. La nueva alianza debía alzarse y destruirlos.
Sin embargo, la balanza comenzó a inclinarse en
contra de los rebeldes. Si a principios de abril Lutero había simpatizado con
ellos y había criticado la arrogancia de los príncipes, a comienzos de mayo
condenó los asesinatos y pillajes de los campesinos. Las autoridades también
actuaron con contundencia.
El 12 de
mayo Georg Truchsess von Waldburg derrotó a los campesinos wurtembergueses en
Böblingen, diez días más tarde el duque de Lorena aplastó a los rebeldes
alsacianos en Saverne y el 15 de mayo Felipe de Hesse y el duque de Sajonia
unieron sus fuerzas para derrotar a Müntzer y a los campesinos turingios en
Frankenhausen. Más de 5000 campesinos fueron masacrados y 600 fueron hechos
prisioneros. Müntzer fue capturado tras la batalla, entregado al conde de
Mansfeld, torturado y finalmente decapitado el 27 de mayo en Mühlhausen.
El 17 de abril de 1525,
poco antes del alba, se consumó la que sería conocida como la masacre de Weinsberg,
en la que los rebeldes de la Heller Hauffen, que podríamos traducir como la
“banda brillante” y que era una agrupación de diversas fuerzas de sublevados
dirigida por un hombre llamado Jäcklein Rohrbach, ajusticiaron brutalmente al
conde Ludwig von Helfenstein, gobernador imperial de Weinsberg, y a varios
caballeros de su séquito. Todo había comenzado el día antes, cuando los alzados
se enteraron de que el castillo de Weinsberg estaba escasamente guarnecido y de
que el conde y gran parte de su fuerza habían descendido a la ciudad para
tratar de convencer a los habitantes de que no se unieran a la rebelión. Con
esta información, no tardaron en presentarse ante el castillo y asaltarlo,
capturando tanto la fortaleza como a la condesa y a su hijo; y poco después,
probablemente por asalto, aunque con ayuda desde el interior, tomaron también
la ciudad. Las crónicas de la época nos hablan del caballero Dietrich von
Weiler, quien se refugia en la torre de la iglesia y ofrece dinero a los
campesinos a cambio de su vida, sin éxito, pues un disparo lo derriba y luego
es arrojado por la ventana; y también de los jóvenes abanderados Rudolf von
Eltershofen y Pleichart von Ruchzingen que, igual que otros muchos, serán
ejecutados junto a su señor. La que podemos ver aquí es, precisamente, la
ejecución del conde de Helfenstein, obligado a “correr las picas” –cruzar entre
dos filas de hombres armados con ellas encajando los golpes y tajos hasta
morir–, una forma de ejecución típica de los lansquenetes de la época. En esta
escena reconstruida podemos ver, de derecha a izquierda, a Jäcklein Rohrbach,
que fue quien ordenó la ejecución; a la condesa, quien tras rogar al anterior
por la vida de su esposo fue obligada a asistir al suplicio y luego enviada,
junto con su hijo, a su hermanastro el emperador vestida con harapos y cargada
en un carro de estiércol; y al caballero mercenario Götz von Berlichingen, el
hombre de la mano de hierro, que asiste impasible a la caída de Rohrbach, a
quien sustituirá como líder de los rebeldes tras estos acontecimientos, que
supusieron el total descrédito del ejecutor e incluso del movimiento, pues el
propio Lutero, quien al principio los había apoyado, dejará de hacerlo tras
conocer estos hechos. © Zvonimir Grbasic
Para mediados de julio el orden había sido más o menos
restaurado en todo el Sacro Imperio, pero los últimos rescoldos de la
insurgencia aún arderían en tierras de los Habsburgo. Tras prender en el Tirol
en mayo de 1525 bajo el liderazgo de Miguel Gaismair, secretario y recaudador
de impuestos del obispo de Bresanona, el motín se extendió al sur hasta Trento
y al norte hasta Innsbruck y desarrolló un programa de 96 reclamaciones. Sin
embargo, cuando la coalición de malcontentos se expandió para englobar en sus
filas a los mineros y jornaleros rurales y urbanos y a los campesinos con
tierras, el movimiento pronto comenzó a zozobrar como consecuencia de sus
propias contradicciones internas.
La publicación de una “Constitución
territorial para el condado del Tirol”, que abordaba las quejas
populares, socavó sus cimientos, y el intento de Gaismair de incitar una
segunda revolución tirolesa en la primavera de 1526 fracasó cuando, a pesar de
todos sus esfuerzos, los alzamientos coetáneos en Tirol, Salzburgo, Bresanona,
Trento, Grisonia y Coira no convergieron en una revolución alpina. Las
revueltas alemanas, austriacas y suizas nunca trascendieron sus raíces locales.
Ejecución de
Jäcklein Rohrbach, dibujo a color de Peter
Harrer, 1551. Jäcklein
Rohrbach fue uno de los más feroces líderes rebeldes y
protagonista de la muerte del conde de Helfenstein en Weinsberg. Cuando, meses
más tarde, sea capturado por las fuerzas de los nobles, será ejecutado de la
manera más atroz, asado a fuego lento hasta la muerte. Tras la revuelta la
represión será despiadada: en Alsacia, a fecha de 27 de mayo de 1525, el duque
de Lorena afirma haber matado a más de 20 000 campesinos. Las estimaciones
más conservadoras cifran en 100 000 los muertos en toda Alemania. Tan solo
la idea de que podían quedarse literalmente sin campesinos, y por tanto sin
trabajadores, hizo que los príncipes alemanes pusieran fin a la matanza.
Los frutos de la derrota
La escala
y extensión de la agitación que azotó las áreas centrales y meridionales del Imperio
entre 1524 y 1526 tomó a todas las autoridades por sorpresa y por un momento
las rebeliones resultaron tan apabullantes que toda resistencia parecía fútil.
Sin embargo, una vez que los nervios se calmaron y se pudieron concentrar los
recursos, los campesinos fueron aplastados en todos y cada uno de los teatros
de operaciones.
Las
consecuencias para la Reforma fueron profundas. Lutero reconoció que necesitaba
el apoyo y la protección de los príncipes, lo que
daría como resultado el
sistema territorial de la Iglesia luterana alemana. En 1526 la
Dieta imperial debatió medidas para criminalizar toda resistencia campesina,
pero también discutió la necesidad de reformas y dictó medidas destinadas a
mejorar la suerte de los campesinos. Los rebeldes fueron totalmente derrotados,
pero lograron mucho a cambio pues el temor a un nuevo alzamiento aseguró una
mayor consideración de los soberanos alemanes para con sus súbditos, lo que
sería uno de los rasgos característicos de la historia del Sacro Imperio Romano
germánico hasta su disolución en 1806.
Bibliografía
- Blickle, P. (2011): Der Bauernkrieg: Die Revolution des
Gemeinen Mannes. 4.º ed., München.
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(eds) (1984): Der deutsche Bauernkrieg. Paderborn.
- Franz, G. (1984): Der deutsche Bauernkrieg. 12.º
ed., Darmstadt.
- Whaley, J. (2012): Germany and the Holy Roman Empire. Volume
I: Maximilian I to the Peace of Westphalia 1493-1648. Oxford.
- Wilson,
P. (2020): El Sacro Imperio Romano
Germánico. Mil años de historia de Europa. Madrid.
*
La corvea en el
feudalismo era un gravamen o impuesto en forma de trabajo obligatorio y no
remunerado que los siervos debían prestar al señor feudal para el mantenimiento
de sus propiedades y la construcción de obras públicas. Era una prestación
personal servil que obligaba al siervo a dedicarle al señor una parte de su
trabajo, constituyendo la base de la explotación de la tierra en el sistema
feudal.
Características principales de la corvea:
- Trabajo no remunerado:
Los siervos realizaban labores
de forma gratuita para sus señores, lo que les obligaba a depender de su propio
trabajo para la subsistencia de sus familias.
- Imposición feudal:
La obligación de la corvea era
impuesta por el señor feudal a sus siervos, quienes no tenían derecho a la
tierra que trabajaban.
- Obras en la reserva señorial:
Este trabajo solía destinarse a
cultivar la tierra del propio señor (la reserva señorial) o a realizar otras
tareas de construcción y mantenimiento de su dominio.
- Parte de la renta feudal:
La corvea era una de las formas
de renta que los señores obtenían de los siervos, junto con la renta en especie
y la renta en dinero, aunque esta última se popularizó más con el desarrollo de
la economía monetaria.
- Origen antiguo:
Esta forma de trabajo no surgió
en el feudalismo, sino que tiene sus raíces en prácticas antiguas, como los
trabajos forzosos de los esclavos romanos o las construcciones de pirámides en
el antiguo Egipto.
- Alternativa a la servidumbre:
Fue una forma de trabajo más
conveniente que la esclavitud, ya que involucraba a familias y su descendencia
en el pago de deudas a través del trabajo por generaciones.
Evolución de la corvea
Con el desarrollo de la economía monetaria en la
Edad Media, especialmente a partir del año 1000, la corvea empezó a
transformarse. Los señores podían solicitar la sustitución del trabajo por
pagos en especie (una parte de las cosechas) o, más comúnmente, por pagos en
dinero, lo que dio lugar a la renta feudal. La corvea, tal como se
entendía en su origen, fue reemplazada gradualmente por estas nuevas formas de
gravamen.
Joachim Whaley es profesor de Historia y
Pensamiento alemanes en la Universidad de Cambridge y fellow del Gonville and
Caius College. Es autor de Germany and the Holy Roman Empire 1493-1806, 2
volúmenes (Oxford: Oxford University Press, 2012).
https://www.despertaferro-ediciones.com/2020/la-guerra-de-los-campesinos/





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