sábado, 30 de agosto de 2025

 

LAS EDADES DE LA HISTORIA

 

EL TEMPLO ROMÁNICO



Lo primero que hemos de tener en cuenta es que tanto la escultura como la pintura son elementos indispensables y complementarios en la arquitectura románica. El templo, de forma íntegra, ofrece un variado marco en todos y cada uno de sus elementos como soporte de la expresión artística escultórica. Hay que considerar que el "hombre románico medio" es una persona de muy escasa cultura. Analfabeto e inmerso en una organización feudal que decide cómo ha de ser su economía, su política y su religión. Toda la existencia de este ser, el "laborante", la van a manejar los otros dos estamentos: "orantes" y "pugnantes" en la clásica división social de Adalberto, obispo de Laón, quien en el primer cuarto del S XI. afirmó: Ternaria es la casa del Señor, de la que erróneamente se cree que es una: Aquí sobre la tierra unos oran (orant), los otros luchan (pugnant) y otros más, trabajan (laborant). Estos tres son uno y no pueden ser divididos, de forma que sobre la función (officium) de unos descansan las obras (opera) de los dos restantes y todos conceden su ayuda a todos.

El arte románico, y por tanto también la escultura, va a ser una manifestación de esa sociedad feudal altomedieval que impera en la Europa occidental entre los siglos IX al XII. En realidad, será un arte "monástico y aristocrático". Los monasterios propiciarán la articulación del territorio. fueron verdaderos centros de repoblación del mismo que lo dinamizarán en todos los sentidos. Los nobles, sabedores de su gran poder e influencia, se vinculan a los mismos para compartir los beneficios terrenales y para que a su muerte velen sus restos, perpetúen el recuerdo de su linaje y recen por la salvación de sus almas. Los monasterios de alguna forma serán "los castillos de Dios".

La escultura que encontraremos por doquier en los templos tiene una doble función: estética y catequética. Es indudable que añade belleza a los elementos puramente edificativos y a la vez, conviene a la misión evangelizadora de la Iglesia. El campesino que acude al templo aprende pasajes de Antiguo y del Nuevo Testamento leyendo el "comic pétreo" esculpido en portadas, ábsides y claustros. Y a la vez contempla aterrorizado los tremendos tormentos que le acaecerán si no cumple los preceptos establecidos por la Iglesia. En general la escultura románica no va a ser expresión de modelos naturales que el escultor pudiera reproducir. Ese artista se encontró con la dificultad de tener que plasmar en piedra ideas que en muchas ocasiones carecían de equivalente material. Sus obras han de ser símbolos para transmitir ideas. Y ello implica tres niveles de actuación: el comitente que le encarga el trabajo (la idea). El desarrollo del mismo (la obra). Y la recepción e interpretación del mensaje por el observador (el efecto).



Los modelos en que se basaron comitentes y artistas para elaborar mensajes a través de sus obras fueron diferentes. En primer lugar, modelos clásicos, sobre todo romanos, abundantes y conocidos por el hombre medieval. El arquetipo mencionado por quienes tratan en profundidad este tema, es el sarcófago romano de Husillos que fue modelo para la labra de capiteles en Frómista (Palencia). Abundando en la idea: el monarca aragonés Ramiro II "el Monje" es enterrado en un sarcófago romano en San Pedro el Viejo de Huesca, demostrando el gusto por la escultura clásica y la asunción de modelos romanos. Jaca es otro paradigma en el que voy sacando a primera línea el trasfondo clásico de sus esculturas, en especial las dedicadas a los tíasos dionisíacos y marinos.


También influencias bizantinas, visigodas y árabes sirven a este fin. Los relieves de San Pedro de la Nave en Zamora bien pudieran pasar por románicos. Los entrelazos y filigranas vegetales islámicas tienen justa continuidad en la decoración románica. Por último, y no menos importante, códices y beatos suplen esta función de modelo fácilmente transportable en esa época.

La escultura románica como complemento que es de la arquitectura se subordina al marco que ésta le presta. Es lo que se conoce como "ley de adaptación al marco". El artista dispone de un espacio definido y al mismo ha de adecuar la escena, incluso colocando a los personajes en forzadas posiciones como podemos apreciar en el gastado tímpano del martirio de San Lorenzo en las ruinas de la iglesia de su advocación en Uncastillo (Zaragoza). Tanto el verdugo que aviva el fuego como el emperador Valeriano, situados en los extremos del tímpano, se hallan encorvados, encorsetados por "el marco".


Otra característica es la búsqueda de una decidida simetría, que podemos comprobar en capiteles con los motivos de sus caras dispuestos en forma especular o incluso compartiendo formas en su línea de encuentro. Así son frecuentes los leones que tienen dos cuerpos y una sola cabeza en la arista del capitel.



Y junto a la búsqueda de simetría, la deliberada forma de cruz adoptada por algunas composiciones, como es el caso del excepcional capitel de la creación de Adán en Alquezar (Huesca). La Divinidad, tricéfala/trinitaria, infunde el alma a Adán tocando su oído. Adán, dispuesto en horizontal, compone el travesaño de esa simbólica cruz.


Las ideas abstractas de las escrituras hallaran su reflejo en la piedra. Así veremos interpretados pasajes del Antiguo Testamento: creación del mundo, creación de Adán y Eva, Caín y Abel, El Diluvio Universal, Sansón desquijarando al león, Daniel en el foso de los leones, el Seno de Abraham, Y también del Nuevo Testamento con pasajes de la vida de Cristo desde la anunciación hasta su muerte y resurrección, aparición a sus discípulos o su ascensión a los cielos.

El capitel es ante todo un elemento estructural en la arquitectura. Por medio del mismo se agrupan empujes de paramentos o bóvedas canalizándolos hacia la estructura que lo sustenta, por lo general una columna aun cuando también pueda ser pilar o pilastra. El Arte Románico, al igual que lo hicieran en el Imperio Romano, utiliza modelos clásicos adecuándolos a sus necesidades. Y en lo tocante al capitel sigue el modelo del orden corintio. El capitel corintio se caracteriza por poseer ábaco, cesta o equino provista de volutas en sus ángulos y decorada a base de hojas de acanto, y un astrágalo -también conocido impropiamente como collarino- en la zona de contacto con el fuste de la columna. Bajo estas líneas, un dibujo de Claude Perrault de 1683 que ilustra de forma artística la morfología del capitel Corintio.

El maestro de Jaca, escultor de tremenda expresividad clásica que traslada a sus capiteles, esculpe en muchos de ellos el modelo de capitel corintio con dos filas de hojas de acanto y un tercero dominado por las volutas, pero además en muchos de sus capiteles tanto vegetales como historiados añade un elemento que Gaillard ya en 1938 definió como "gros piton" (detalle en la imagen inferior derecha). Es el pitón de ángulo o pitón jaques, verdadera firma de su taller que en 2018 identifiqué como la espiga floral del acanto.



Además de ser un elemento estructural, como se ha indicado, el capitel es uno de los elementos arquitectónicos en que el artista románico va a esculpir los mensajes que le son encomendados. La cesta del capitel, fundamentalmente, va a ser vehículo de comunicación entre la doctrina oficial del momento y los hombres a quienes va destinado el mensaje. También los cimacios ofrecen soporte a decoración tanto vegetal como figurada. Mensajes que se adaptarán a su forma según la ley de la adaptación al marco a la vez que cumplirán la ley de simetría originando formas de gran belleza plástica. Verdaderas páginas escritas en la piedra a través de las cuales el iletrado hombre medieval toma conciencia del Antiguo y Nuevo Testamento, de los tormentos que le aguardan si no sigue la ortodoxia y de todo un mundo de imaginario seres monstruosos que le acechan dispuestos a atormentarlo.

Bajo estas líneas muestro dos grandes capiteles que se hallan en la catedral de San Pedro de Jaca. A pesar de que hay una notable diferencia entre ellos, ya que el de la derecha es de sección circular, el esquema general sigue siendo corintio. Volutas en sus ángulos o equivalentes, y hojas vegetales en las cestas, más o menos abigarradas. Y los astrágalos, tanto liso como sogueado, cumplen la norma.



Las cestas de los capiteles románicos muestran motivos variados, alejándose de la norma del Orden Corintio. Formas esculpidas que animan su hechura transmitiendo ideas, a veces evidente y otras no tanto, quedando su mensaje abierto a interpretaciones subjetivas. O quizá su mensaje se haya quedado sin receptor adecuado al no saber nosotros escuchar su palabra. Pero por lo general suelen conservar la semejanza con el capitel corintio del que toman el modelo. Como ocurre en el bello capitel jaqués que adorna el ábside de la iglesia de San Pedro en el Castillo de Loarre. Un primer nivel de tallos vegetales a modo de helechos, de los que algunos suben y se enroscan formando volutas. Y un segundo nivel decorado con leoncitos completa su decoración.


Otro antecedente formal lo constituye el mundo visigodo, que también vuelve la mirada a lo clásico para motivar su decoración. San Pedro de la Nave en Zamora, templo rescatado de su destino subacuático por la edificación de un embalse, conserva unos maravillosos capiteles en los que reconocemos sin dificultad la escena de Daniel en el foso de los leones, y una composición que veremos mil veces repetida en el románico: aves opuestas con el cuello vuelto hacia la línea media para picotear un fruto.



En una fase precoz del románico, cuando Cluny todavía no ha triunfado, podemos hallar capiteles de tremenda rudeza que se salen de las normas descritas. Una de las características del primer románico o lombardo es la ausencia de decoración esculpida. En este momento los capiteles son rudas zapatas que transmiten el empuje de la estructura. Abajo a la izquierda, un ventanal geminado en la galería de la Torre de la Reina en Loarre (Huesca). El astrágalo se ha trasladado al fuste de la columna.

En el monasterio de Obarra (Huesca), las columnas de la portada tienen capiteles de aspecto arcaico. No sobresalen del perfil de la arquivolta, ni de la columnilla entre las que se interponen. Y lucen una somera decoración a base de relieves que se enrollan en lo alto. Quizá vieron las volutas clásicas; pero no acertaran a reproducirlas.



Otro eslabón en esta cadena lo encontramos en el templo de San Vicente de Labuerda (Huesca). Templo de hechuras del XII, pero que al igual que ocurre en la no muy lejana Ainsa, posee capiteles probablemente procedentes de una edificación anterior. La imagen bajo estas líneas muestra los capiteles del lado este de su portada. Rudos, atípicos, pero cumpliendo su misión y transmitiendo un mensaje. Esculpidos directamente sobre el extremo superior del fuste en el que en alguno se labró falso collarino, sus formas geométricas recuerdan una cara con gran boca un conjunto de tres elementos y una flor hexapétala. Tan primitivos como inquietantes.


En Leyre, la rudeza y rotundidad de su capitel más emblemática de la cripta -abajo a izquierda- no impide adivinar el esbozo de volutas del modelo corintio. Y a su lado, en imagen del claustro de Roda de Isábena, el ábaco con forma de zapata, ya luce decoraciones y se alza sobre cesta con motivos escultóricos.




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https://www.romanicoaragones.com/00-IntroduccionGeneral.htm











































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