PADUA:
LA JOYA OLVIDADA DEL VÉNETO
A media hora en tren de Venecia, esta encantadora ciudad
invita a disfrutar de su arquitectura y de la atmósfera típica del Véneto.
Dos joyas olvidadas separan el recorrido ferroviario entre Verona y
Venecia, las dos grandes capitales del turismo del Véneto: Vicenza y Padua no
son las ciudades en las que el turista promedio se detendría, pero es gracias a
eso que conservan una atmósfera típicamente véneta que es difícil
encontrar en sus vecinas más famosas.
Padua debería ser una parada obligada para los amantes del arte y, en particular, de la arquitectura: el majestuoso Palazzo della Ragione, el salón más grande del mundo; Prato della Valle, un campo pantanoso convertido en plaza monumental; o las salas ricamente decoradas del histórico Caffè Pedrocchi son solo algunos de los ejemplos de las desconocidas maravillas que esta pequeña ciudad véneta tiene que ofrecer.
El efecto imán que ejerce la vecina Venecia ha tenido el efecto de preservar en Padua un ambiente local: aunque sabedora de sus atractivos turísticos, es una ciudad véneta para los vénetos, que no se ha vendido a los visitantes ocasionales y en la que aún es posible disfrutar del mercado local en las plazas de la ciudad, saborear un café con vistas a un palacio de la Edad Media o relajarse dando un paseo por sus murallas, ahora convertidas en paseo ajardinado.
Entre la romántica
Verona y la fascinante Venecia, Padua ofrece un cóctel autóctono de
elegancia y autenticidad, un sorbo de la dolce vita véneta.
PRATO
DELLA VALLE: DE TEATRO ROMANO A PLAZA MONUMENTAL
La plaza más
famosa de Padua es única en su estilo. Situada en el emplazamiento del antiguo
teatro romano, durante el Renacimiento era un campo pantanoso donde se
realizaban simulacros de batallas de caballería. A finales del siglo XVIII la
zona fue saneada y se convirtió en la plaza monumental que vemos ahora,
mientras que las aguas se aprovecharon para crear el canal en forma de anillo
que la circunda.
DÍA
DE MERCADO EN PIAZZA DELLE ERBE Y DELLA FRUTTA
Estas dos plazas
fueron durante siglos el corazón latente de la vida de Padua: allí se ubicaban el mercado de verduras y de frutas
respectivamente, que todavía tienen lugar hoy en día y son de los más grandes
de Italia al aire libre; y eran además el
escenario de las festividades populares. Ambas se encuentran separadas por el
Palazzo della Ragione, antigua sede de gobierno y de justicia.
EL
SALÓN MÁS AMPLIO DEL MUNDO
El Palazzo della
Ragione (Palacio de la Razón) es un tipo de edificio característico de la Edad
Media italiana, cuando cada gran ciudad se gobernaba a sí misma. Estaba
destinado a acoger las reuniones del consejo municipal y los juicios públicos,
de ahí su gran capacidad: el de Padua en particular es el más grande de su tipo
y alberga el salón más
amplio del mundo, decorado con un grandioso ciclo de frescos y presidido por la
estatua de un gigantesco caballo.
UN
RELOJ DE 24 HORAS EN LA PIAZZA DEI SIGNORI
Antiguo espacio
para las celebraciones cívicas, la Piazza dei Signori está ocupada hoy en día
por diversos cafés donde tomarse un descanso mientras se admira la magnífica
Torre del Reloj. El diseño del reloj astronómico, del siglo XV, resulta
particular: está dividido en
veinticuatro horas en vez de doce como es habitual; y entre las figuras astrológicas
que lo decoran falta la de Libra, mientras que Escorpio ocupa dos cuadrantes.
ECLECTICISMO
ARQUITECTÓNICO EN CAFFÈ PEDROCCHI
En pleno corazón
de la ciudad se encuentra este histórico café-restaurante con casi 200 años de
historia. El Pedrocchi es famoso por sus elegantes salones de la planta
superior, cada uno decorado con un estilo particular, y por haber sido un lugar de encuentro de intelectuales, artistas y
personalidades de todo tipo. El sitio
ideal para una comida con estilo o para comprar dulces para regalar: a precio
de café histórico, naturalmente.
LA
JOYA DE GIOTTO: LA CAPILLA DE LOS SCROVEGNI
El parque público
de los Jardines de la Arena toma su nombre del antiguo anfiteatro romano en el
que está situado, aún con parte de los muros en pie. En él se encuentra una de
las joyas artísticas de Padua: la Capilla
de los Scrovegni, famosa por su ciclo de frescos de Giotto. Su conservación impone unas condiciones de
temperatura y humedad constantes que hacen que solo se pueda entrar por turno
en grupos reducidos, pero vale la pena: los frescos están considerados entre los mejores del
Renacimiento temprano italiano.
HISTORIA
DEL ARTE EN LA BASÍLICA DE SAN ANTONIO
A pesar de que la
dignidad de catedral la ostenta la Basílica de Santa Maria Assunta, la de San
Antonio de Padua es el edificio
religioso más espectacular de la ciudad por su imponente fachada románica con
arcos. El interior está
decorado con obras de varios periodos que conforman un gran recorrido por la
historia del arte italiano, desde el románico hasta el barroco; mención
especial merece la Capilla de las
Reliquias, con una gran colección de relicarios.
UN
PASEO ENTRE MURALLAS Y EL CASTILLO CARRARESE
Conocido
popularmente como Castelvecchio, el Castillo Carrarese se encuentra a orillas del río Bacchiglione y es el último reducto de
las murallas medievales de la ciudad: derruidas para dejar paso a las más amplias
murallas renacentistas, aún se pueden apreciar los estratos más bajos en los
edificios que se alzan en su perímetro. Las murallas renacentistas, en cambio,
han sido convertidas en un paseo arbolado
que circunda todo el centro histórico de la ciudad.
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/padua-joya-olvidada-veneto_16186/8
LA
PUGLIA ES SIEMPRE NECESARIA
Esta
región del sur de Italia enamora por sus playas, sus pueblos encalados y su
resistencia al progreso.
La Puglia compensa su
sencillez monumental encarnando la esencia de puro Mediterráneo. El extranjero es mera
anécdota en esta región del sudeste de Italia que tiene como seña
identificativa la península de Salento, el popular «tacón de
la bota». Se diría por su autenticidad que los italianos
guardan en secreto este territorio, que oscila entre lo rural y el mar, entre
el puchero casero y el pescado fresco servido sin aderezo, entre las
playas de arena del mar Jónico y la costa abrupta del Adriático.
HOLA,
BARI
El mejor acceso a
la región es Bari, su capital, por la que pasaba el último tramo de la Vía Apia
que venía de Roma y concluía en la actual Brindisi. Su monumento principal es
la basílica de San Nicolás, edificada para albergar las reliquias de este
peregrino del siglo IV, arrabatadas a los turcos en 1087; siglos más tarde, los
nórdicos se apropiaron de su leyenda para fundar el mito de Papá Noel.
DESTINO
GIOVINAZZO
Bari ejerce de
base para visitar atractivos enclaves. Por la costa del Adriático hacia el
norte destaca el pueblo fortificado de Giovinazzo, mientras que hacia el sur
sorprende Polignano a Mare, que se encarama en un farallón poblado de grutas y
cafés agazapados. Si se opta por ir hacia el interior veremos que la bella
Gravina in Puglia también trepa sobre un roquedo, en un territorio rural con
olivares y huertos donde abren sus puertas docenas de masserie, antiguas
casonas de terratenientes de los siglos XVII y XVIII, hoy convertidas en
acogedores alojamientos.
OVERBOOKING
DE TRULLI
Más sorprendentes
son los trulli, las curiosas construcciones coronadas por
un cono de piedra que se ven en Alberobello, 55 kilómetros al sudeste de Bari.
Cuando en el siglo XV se repobló esta tierra azotada por los turcos, el noble
feudal Guercio de Apulia mandó construir
las casas con piedra pero sin argamasa para que parecieran inacabadas y así evitar el pago de impuestos
al virrey español de Nápoles. Hoy son Patrimonio de la Unesco.
RECUERDOS
DE ESPAÑA
La presencia
española en el sur de Italia se deja sentir en la Historia y también en la
abundancia de arte barroco. Esto se comprueba especialmente en Martina Franca,
a 15 kilómetros de Alberobello. Se trata de una localidad conocida por sus
festivales de música, que ocupan escenarios de excepción como la plaza del
Plebiscito. En ella se erige la basílica de San Martino, una joya del barroco
que hace conjunto con varios palacios y las cuatro puertas por las que se
accedía a la ciudad hasta 1861.
OSTUNI,
LA VERDADERA CAPITAL
Tras un corto
trecho hacia el mar aparece Ostuni como un espejismo entre olivares. Las calles
laberínticas de esta «ciudad blanca» suben hacia lo alto como en un pueblo
andaluz encalado, pero en este caso medieval. La extraordinaria imagen de
Ostuni prepara para la apoteosis barroca de Lecce, también blanca pero por el
mármol de algunos de sus edificios.
LA
ENCANTADORA SENCILLEZ DE OSTUNI
Considerada la
principal ciudad monumental de la Puglia, dicen que fue fundada durante la
mítica guerra de Troya con el nombre de Sybar. Vivió su esplendor en el siglo
XV, de cuando son el duomo y la iglesia de la Santa Croce. Asimismo destaca la
plaza de Sant’Oronzo, donde queda una columna que indicaba el cercano final de
la Vía Apia. Pero lo mejor de Lecce llega al atardecer, cuando el sol pinta de
naranja el blanco de las fachadas.
Y
MIENTRAS TANTO, OTRANTO
Desde Lecce, y ya
en plena península salentina, siguen los pueblos con encanto, aunque ahora el
protagonista principal de la ruta es el mar. Hay etapas ineludibles en los
farallones de la Torre de Sant’Andrea y en la Reserva Natural de Le Cesine, con
dunas y humedales poblados por aves limícolas.
Otranto nos espera
a 40 kilómetros. Antigua plaza bizantina, de la época en la que era lugar de
paso para peregrinos y cruzados, guarda la catedral románica que construyeron
los normandos. De su oposición a los turcos es testigo el castillo Aragonés
que, como otros de la Puglia, tiene torres cilíndricas ensanchadas por la base.
PENÍNSULA
DE SALENTO
Si el viento sopla
en la costa norte de la península de Salento no hay que pensarlo dos veces y
dirigirse al lado sur, que baña el Jónico y en el que se esconden tesoros
cristalinos como la cala de Leporano. Pero antes de cambiar de mar podremos
detenernos en Santa Maria di Leuca, el confín de Italia, para degustar un
sabroso pescado fresco en uno de los puestos que se montan en el puerto.
Y
AL FINAL, TARENTO
A partir de aquí,
solo queda seguir la línea de playas de arena fina que se extienden desde
Gallipoli hasta las puertas de Tarento. Una costa con carteles que anuncian
marinas y calas idílicas en las que se paga por tumbona, sombrilla y una mayor
privacidad.
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