SOMALILANDIA
Esta zona del este de África tiene posición geográfica
privilegiada: es una encrucijada entre África, el Próximo Oriente, el océano
Índico y el Mediterráneo lo que la convirtió en un excelente enclave comercial.
Un grupo de arqueólogos del Instituto de Ciencias del Patrimonio apoyado por la
Fundación Palarq ha realizado importantes hallazgos de diversas épocas en este
territorio.
https://www.vix.com/es/imj/mundo/156049/somalilandia-el-pais-africano-que-en-realidad-no-existe
El todoterreno se
ha parado al borde del Mar Rojo, cerca del puerto de Berbera, en la costa de
Somalilandia. La marea está muy alta y el equipo de arqueólogos no puede seguir
avanzando por la playa. Mientras esperan, alguien observa al pie de
una enorme duna un brillo de puntos blancos que rompe la monotonía de la arena.
Al acercarse, comprueban que el viento, al desplazar la duna, ha dejado al
descubierto un tesoro arqueológico: un conchero, un
campamento donde hace más de quince siglos un grupo de pastores nómadas plantó
sus tiendas, consumió marisco y pescado, sacrificó y cocinó parte de sus
cabras... Y comerció con pueblos lejanos.
SIGLOS DE COMERCIO Y PAZ
Desde el año
2015, un proyecto del Instituto de
Ciencias del Patrimonio (Incipit) investiga 2.000 años de contactos a
larga distancia en el Cuerno de África. Y lo hace en Somalilandia, un territorio que
se independizó de Somalia en el año 1991 y, al contrario que su vecino, ha
logrado mantenerse en paz desde entonces, crear instituciones que funcionan y
desarrollar un sistema político que combina estructuras tradicionales y
democracia al estilo occidental. Somalilandia posee un patrimonio arqueológico
riquísimo que incluye desde algunas de las pinturas rupestres más hermosas del
mundo a las ruinas de ciudades medievales. Y pese a ello,
el equipo del Incipit es el único que trabaja en estos momentos en el país,
donde ha realizado seis campañas consecutivas.
http://www.emiaroundtheworld.com/somalilandia-no-es-somalia/
Lo cierto es que
desde la década de 1970, con la excepción de Yibuti, todo el territorio
somalí ha sufrido violencia de mayor o menor intensidad. Los
conflictos étnicos en Etiopía, el terrorismo islámico en Somalia y el noreste
de Kenia, y la piratería en Puntland han impedido las investigaciones durante
mucho tiempo –y todavía las dificultan enormemente–. No solo eso; la gran
Somalia también es hostil desde el punto de vista de la geografía física:
desiertos o estepas la cubren en su mayor parte y hay muy pocas
carreteras. Algunos lugares resultan simplemente
inaccesibles. Los conflictos, un entorno inclemente y la crisis climática
explican a su vez sequías y hambrunas, que se han cobrado la vida de cientos de
miles de personas en las últimas décadas.
Pero durante miles
de años la historia de este territorio fue bien distinta. Es un relato de
cosmopolitismo y tolerancia, de nabad iyo
caano, "leche y paz", como dirían los somalíes. Y
precisamente este proyecto, que ha contado con el apoyo de la Fundación
Palarq, pretende dar
visibilidad a esa otra historia, la más duradera y la más importante.
ROMANOS EN EL CUERNO DE ÁFRICA
Cuando el equipo
comenzó su prospección entre las dunas de Berbera pensó
que se trataba de un yacimiento neolítico, de entre 3.000 y 6.000 años de
antigüedad. Pero no era así: junto a los moluscos, los huesos y las cerámicas
hechas a mano aparecieron objetos que claramente procedían de lugares lejanos: primero,
cerámica a torno. Es difícil saber su procedencia, pero por el aspecto es muy
posible que se fabricara en el Mediterráneo. Poco después apareció una olla
casi entera. En este caso su origen fue más fácil de trazar: el reino de
Himyar, que sucedió al mítico reino de Saba, que dominó el sur de Yemen durante
los cinco primeros siglos de nuestra era y se convirtió en un país próspero
gracias al comercio del incienso. Los romanos intentaron conquistarlo y fracasaron, y
más tarde sus reyes adoptaron el judaísmo como religión de Estado. De
otra pieza también ha podido saberse la procedencia: se trata de una pulsera de
vidrio negro del Egipto romano. Con estos materiales, el yacimiento puede
datarse entre los siglos III y VI d.C.
Conchero de Ceel
Gerdi, de mediados del primer milenio d.C.
Foto: Álvaro Minguito Palomares
Pero ¿cómo y por
qué llegaron estos objetos a las áridas costas de Somalilandia? ¿Cómo acabaron
en manos de una pequeña comunidad de pastores trashumantes? Somalilandia
tiene una posición geográfica privilegiada: está a la entrada del mar Rojo, en
una encrucijada entre África, el Próximo Oriente, el océano Índico y el
Mediterráneo. La vía más rápida entre la India y Europa,
de hecho, pasa por delante de sus costas. Además posee dos de los elementos más
apreciados por las civilizaciones de la Antigüedad: incienso y mirra. La mirra
tiene una distribución algo más extensa, pero el incienso crece sólo en unas
regiones montañosas muy concretas del sur de Yemen y Somalilandia. Ya a
mediados del segundo milenio a.C., navegantes de Egipto acudían al litoral del
Cuerno de África para obtener resinas y otros productos, como marfil y
esclavos. El comercio se intensificó notablemente desde
época del emperador Augusto, en el cambio de era. En el siglo I d.C. contamos,
de hecho, con una descripción precisa de la navegación y el comercio entre el
Egipto romano y la India: el Periplo del Mar Eritreo. Gracias a
ella sabemos que en este territorio se realizaban intercambios entre romanos, himiaritas, indios e indígenas en varios
puntos de la costa. La
descripción de uno de estos puntos, Malao, coincide con la actual ciudad de
Berbera, que se sitúa a sólo 20 kilómetros de nuestro conchero.
Otro de los puertos
mencionados es Mundu, al este de Malao. Mundu es la actual Xiis,
donde también existen huellas de la presencia de antiguos navegantes. En su
inmensa playa se extienden más de 300 tumbas construidas por los pastores
nómadas, como los de Berbera, durante los primeros tres siglos de nuestra
era. En su interior depositaron cuidadosamente los cuerpos
de sus difuntos en enterramientos individuales y los acompañaron de ricos
ajuares funerarios en los que alternan terras sigillatas del Lacio,
vidrios de Alejandría, jarras vidriadas del Imperio parto y ánforas de
Arabia. En el siglo III d.C., este lugar remoto y desértico
estaba más conectado con el mundo exterior que la mayor parte de localidades
del Imperio romano. Algunas de las tumbas han
proporcionado impresionantes colecciones de objetos importados. Entre ellos, un
gran jarrón de cristal para perfume, que se fabricó en la Siria romana y fue
depositado junto al cuerpo de una adolescente. La joven llevaba además un
collar con cuentas de vidrio y bronce y tobilleras de hierro, no muy distintas
de las que aún utilizan hoy en día algunos grupos étnicos en el Cuerno de
África.
Tumba de la
necrópolis de Xiis en la que se enterró como ofrenda junto al cadáver un gran
jarrón romano de perfume procedente de Siria. Siglo III d.C.
Foto: Candela Martínez Barrio
Pero pese a su
activa participación en lo que se conoce como comercio internacional, los
pastores de Somalilandia no llegaron a desarrollar estados ni ciudades. En
eso son un caso único en las orillas del océano Índico, donde el intercambio lo
protagonizaron mercaderes basados en emporios, generalmente dependientes de
imperios o reinos. Es una situación sorprendente. Pero más lo es que se
mantuviera durante casi dos milenios.
LA OTRA RUTA DE LA SEDA
Durante la Edad Media, el este de Asia y el Mediterráneo estaban comunicados por lo que se
conoce como la Ruta de la Seda, una serie de caminos que cruzaban el continente
de lado a lado, atravesando montañas y desiertos. Pero había
otra ruta, la del océano Índico, que unía los extremos del mundo y que contaba
con siglos de existencia. En tiempos medievales, Somalilandia vio cómo
surgían ciudades y, con ellas, estados. Es un proceso que comenzó en el siglo
XIII, bajo el influjo de la islamización, y alcanzó
su apogeo durante los siglos XV y XVI, época en que el
Sultanato de Adal domina gran parte del Cuerno de África. Pese a la existencia
de este sultanato, el comercio se siguió desarrollando en muchos sitios sin intermediación
de ciudades. Como en Xiis o el conchero de Berbera mil años
antes, durante la Edad Media los pastores acudían a ciertos puntos de la costa
a comerciar con navegantes procedentes de Persia, la India o Egipto. Lo
hacían siguiendo los ritmos que marcaban los monzones: sus vientos permitían a
los marinos llegar al Cuerno de África y sus lluvias regaban los pastos que
alimentaban los rebaños de los nómadas.
Pulseras de Yemen
y la India encontradas en Somalilandia, siglos XV-XVI.
Foto: Álvaro Minguito Palomares
Estos nómadas
acampaban en la playa esperando la llegada de los mercaderes. Se reunían por
familias y clanes, plantaban sus cabañas de ramas y esterillas, encendían
fuegos y sacrificaban animales. Los restos de todo
ello han quedado sobre la arena, en la superficie. También los fragmentos de
porcelanas chinas, ungüentarios egipcios, cerámica vidriada de Arabia y Persia,
y cuentas de pasta vítrea, ágata y cornalina procedentes de la India, Malasia o
Indonesia que los comerciantes intercambiaron por incienso, marfil y concha de
tortuga. Quizá lo que más abunde, sin embargo, sean las
pulseras de vidrio. Las hay por docenas en cada una de estas ferias costeras.
Las hay monocromas y polícromas, oculadas y con bandas, en relieve y lisas.
Vienen de Arabia, de Yemen, quizá de Egipto y Siria. Los
pastores de Somalilandia las utilizaban en las transacciones matrimoniales, de
ahí que sean tan comunes. De las playas del mar Rojo partían caravanas cargadas
de tesoros hacia las ciudades islámicas del altiplano abisinio. Pero las
caravanas continuaban más allá, se adentraban en el territorio ignoto de las
jefaturas y tribus paganas que habitan las selvas del sur de Etiopía y donde,
también, se han encontrado cuentas de vidrio del Índico.
De todas las ferias
que el equipo ha estudiado, quizá la más espectacular sea la de Siyara. Todavía existía a mediados del siglo XIX, porque la
visitó el viajero inglés Richard Burton y habló de ella, aunque ya sólo como un
recuerdo desvaído de sus tiempos de gloria medievales. Es espectacular por su
ubicación, bajo un gran promontorio y frente a una playa que se pierde entre
montañas rocosas, por su tamaño, por la riqueza de sus hallazgos y por su
antigüedad. Algunas cerámicas indican que aquí ya se comerciaba con el
reino de Himyar y el Imperio sasánida en el siglo V d.C. Desde el
siglo XI al menos, los contactos con Yemen, Irán y la India son constantes.
Pero apenas hay estructuras de piedra en el yacimiento. Lo que más abundan son
concentraciones de huesos y cerámica que nos indican los lugares donde
acamparon nómadas y mercaderes. Los tipos de cerámica permiten intuir dónde se
asentaron los indios, dónde los yemeníes, dónde los somalíes...
La costa de
Siyara, donde se estableció una de las ferias medievales más importantes del
Cuerno de África.
Foto: Álvaro Minguito Palomares
FESTIVALES E INTERCAMBIOS
En la costa
también se celebraron rituales y fiestas, posiblemente en relación con
intercambios comerciales. Cuando los arqueólogos del Incipit visitaron el
yacimiento de Bandar Abbas por primera vez pensaron que era una feria de playa
más. El nombre lo corroboraría, porque bandar,
en persa, hace referencia a un puerto de comercio. Aquí
también se hallaron cerámicas islámicas vidriadas y celadones chinos (un
precedente de la porcelana), pero apenas estructuras sólidas que revelasen la
existencia de una ciudad o un pueblo.
Al contrario que
otros lugares, Bandar Abbas parece que sólo fue frecuentado
durante un tiempo breve, hacia el siglo XI o XII. La
última vez que el equipo lo visitó, el viento y la lluvia habían lavado la
arena y descubierto la casi totalidad del yacimiento: lo habían excavado mejor
de lo que pudiera hacerlo el arqueólogo más meticuloso. A la vista quedaron
hogares de arcilla, vasijas completas hincadas en el suelo, montones de huesos
troceados y quemados, recipientes de almacenaje rotos allí donde quedaron
abandonados, incluso una cabaña construida con huesos de camello.
Claramente no se
trataba de un simple lugar de comercio. De hecho, los
productos importados de lujo son una minoría: lo que más abunda allí es la
cerámica de cocina local y las vasijas de almacenaje y cocina yemeníes. Pero
hay más: entre los restos de fauna, los de camello son muy numerosos. Se
consumieron docenas de ellos. Los dromedarios, en la Edad
Media como en la actualidad, se sacrificaban en grandes eventos, como bodas y
festivales religiosos. No sabemos qué se celebraba en Bandar Abbas, pero
puede que el ritual estuviera en relación con un túmulo funerario que se
encuentra en el centro del yacimiento. Lo que sí se puede
intuir, por la cerámica, es que en la fiesta participaron yemeníes y pastores
locales. Un encuentro en la playa, multicultural y festivo, hace ocho siglos.
Esta forma de vida
se mantuvo en el Cuerno de África hasta el siglo XVI. En ese momento, tres fenómenos acabaron con
ella: la invasión de un pueblo nómada, los Oromo, que en pocas décadas
conquistó gran parte de Etiopía y Somalia; la guerra entre el sultanato de Adal
y la Etiopía cristiana, que contribuyó al colapso del sultanato, y la irrupción
de los portugueses en el océano Índico, que trajeron consigo el espíritu de
cruzada, las ansias de monopolio y la militarización del comercio. Los
intercambios en el mar Rojo se vieron afectados por la lucha entre portugueses
y otomanos a lo largo del siglo XVI, y
Somalilandia ya no se recuperaría del bloqueo. El comercio en la playa desapareció o quedó
reducido a su mínima expresión. Los nómadas continuaron moviéndose entre la
costa y el interior, pero ya no llevarán consigo porcelanas chinas ni ungüentarias
de Egipto.
UN POBLADO DESTRUIDO
Del momento del
colapso se conserva un importante testimonio arqueológico. A orillas
de un gran río estacional, el Biyo Gure, se alza un espolón de roca sobre el
que se ubicó una pequeña aldea entre los siglos XV y XVI. En este caso sí había
casas: una treintena de cabañas rectangulares con el
zócalo de mampuestos de arenisca o cantos del lecho del río. La erosión las ha
dejado todas al descubierto. Junto a ellas había una gran cantidad de cerámicas,
vidrios, cuentas y pulseras. Ni un solo elemento es local: todo, absolutamente
todo, procede del comercio. También hay jarras de transporte
del sur de China, conocidas como martaban, porcelanas blancas y azules
de la dinastía Ming, cerámicas persas de vidriado turquesa... Es un
lugar único en Somalilandia: una pequeña comunidad de comerciantes. Es
posible que transportaran los objetos foráneos entre la playa y las montañas,
donde otros comerciantes los llevarían hacia el interior de África.
El río Biyo Gure,
en cuya orilla se estableció una pequeña aldea en el s. XV desde la que se
comerció con lugares tan distantes como Myanmar y China.
Foto: Álvaro Minguito Palomares
Lo que sí está
claro es cómo desapareció el poblado: lo arrasaron. Llama la atención la abundancia de cerámicas,
algunas casi completas, y la existencia de carbones en algunas cabañas. Al
excavarlas, el equipo descubrió gruesos depósitos de ramas quemadas,
carbones y cenizas: la techumbre abrasada que quedó hundida sobre el
suelo ¿Quién destruyó esta pacífica aldea? Lo ignoramos. Hay varios
candidatos: los etíopes, los oromo, los portugueses... Estos últimos
incendiaron el puerto de Berbera en dos ocasiones a principios del siglo
XVI. Berbera está a sólo 15 kilómetros de Biyo Gure. Quizá los
portugueses se adentraron por el wadi (cauce seco de un río)
buscando agua potable –ésta es una de las pocas zonas donde se
encuentra–. Tal vez se encontraron con la aldea, la saquearon y la
arrasaron. No lo sabemos. Pero lo que sí sabemos es que al mismo
tiempo se abandonaron las ferias de playa y comenzaron a aparecer poblados
fortificados en riscos inaccesibles. Biyo Gure marca el comienzo del fin de una
época: mil quinientos años de comercio pacífico y multicultural en el océano
Índico.
https://www.reddit.com/r/Somaliweyn/comments/fg386v/berbera_somalia_soomaaliya_soomaali/
El proyecto del
Incipit en Somalilandia continuará durante los próximos años, explorando esos contactos cosmopolitas que
conformaron las culturas del Cuerno de África, y que todavía son parte de su
esencia. Sin duda, y a pesar de todos los retos a los que se enfrentan, lo
seguirán siendo durante muchos años más.
Para más
información sobre proyectos de arqueología y paleontología humana visita la web
de la Fundación Palarq.
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