LA IGLESIA CATÓLICA, ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTO
ANTIGUO TESTAMENTO
LIBROS SAPIENCIALES Y POÉTICOS
CANTAR DE LOS CANTARES
11Cantar de los cantares. De
Salomón. 2¡Béseme con los besos de su
boca! | ¡Tus amores son más dulces que el vino! 3¡Qué exquisito el olor de tus
perfumes; | aroma que se expande es tu nombre; | por eso te aman las
doncellas! 4Llévame contigo, ¡corramos!; |
condúzcame el rey a su alcoba; | disfrutemos y gocemos juntos, | saboreemos tus
amores embriagadores. | ¡Con razón te aman las doncellas! 5Soy morena pero hermosa, |
muchachas de Jerusalén, | como las tiendas de Quedar, | como las lonas de
Salmá. 6No os fijéis en mi tez morena,
| pues el sol me ha bronceado. | Mis hermanos se enfadaron conmigo; | me
pusieron a guardar las viñas. | ¡Y mi propia viña no la guardé! 7Dime, amado mío, dónde
pastoreas, | dónde sesteas al mediodía, | para que no sea como una errante, |
tras los rebaños de tus compañeros. 8Si no lo sabes por ti misma, | la más bella de las
mujeres, | sigue las huellas del rebaño, | y lleva a pacer tus cabritillas |
junto a las chozas de los pastores. 9Te comparo, amada mía, | a la yegua de la carroza
del faraón. 10¡Bellos son tus flancos
oscilantes, | y bello tu cuello entre collares! 11Te haremos collarines de oro |
con engastes de plata. 12Mientras el rey yacía en su diván, | mi nardo
exhalaba su perfume. 13Bolsita de mirra es mí amado
para mí: | entre mis pechos descansa. 14Es mi amado para mí un manojito de alheña, | en las
viñas de Engadí. 15¡Qué bella eres, amada mía, |
qué bella eres! | ¡Palomas son tus ojos! 16¡Qué bello eres, amado mío, |
cuán delicioso! | ¡Y nuestro lecho es frondoso! 17El techado de nuestra casa es
de cedro, | y nuestro artesonado, de enebro.
21Soy un narciso de la llanura,
| una rosa de los valles. 2Como rosa entre espinas | es mi amada entre las
mozas. 3Como manzano entre árboles
silvestres, | es mi amado entre los mozos: | desearía yacer a su sombra, | pues
su fruto me es dulce al paladar. 4Me llevó al banquete, | y enarboló sobre mí la
bandera de su amor. 5Tendedme entre las tortas de
pasa, | recostadme entre las manzanas, | porque estoy enferma de amor. 6Su izquierda bajo mi cabeza |
y su diestra me abraza. 7Os conjuro, muchachas de Jerusalén, | por las
gacelas y las ciervas del campo, | que no despertéis ni desveléis a la amada |
hasta que ella quiera. 8¡Un rumor…! ¡Mi amado! | Vedlo, aquí llega, |
saltando por los montes, | brincando por las colinas. 9Es mi amado un gamo, | parece
un cervatillo. | Vedlo parado tras la cerca, | mirando por la ventana, |
atisbando por la celosía. 10Habla mi amado y me dice: | «Levántate, amada mía,
| hermosa mía y ven». 11Mira, el invierno ya ha
pasado, | las lluvias cesaron, se han ido. 12Brotan las flores en el campo,
| llega la estación de la poda, | el arrullo de la tórtola | se oye en nuestra
tierra. 13En la higuera despuntan las
yemas, | las viñas en flor exhalan su perfume. | «Levántate, amada mía, |
hermosa mía, y vente». 14Paloma mía, en las oquedades de la roca, | en el
escondrijo escarpado, | déjame ver tu figura, | déjame escuchar tu voz: | es
muy dulce tu voz | y fascinante tu figura. 15«Atrapadnos las raposas, | las
raposas pequeñitas, | que devastan nuestras viñas, | nuestras viñas
floridas». 16Mi amado es mío y yo suya, |
¡se deleita entre las rosas! 17Hasta que surja el día | y huyan las tinieblas, |
ronda, amado mío, | sé cómo un gamo, | aseméjate a un cervatillo | sobre las
colinas de Beter.
31En mi lecho, por la noche, |
buscaba al amor de mi alma; | lo buscaba, y no lo encontraba. 2«Me levantaré y rondaré por la
ciudad, | por las calles y las plazas, | buscaré al amor de mi alma». | Lo
busqué y no lo encontré. 3Me encontraron los centinelas | que hacen la ronda
por la ciudad. | —«¿Habéis visto al amor de mi alma?». 4En cuanto los hube pasado, |
encontré al amor de mi alma. | Lo abracé y no lo solté, | hasta meterlo en mi
casa materna, | en la alcoba de la que me concibió. 5Os conjuro, muchachas de
Jerusalén, | por las gacelas y las ciervas del campo, | que no despertéis ni
desveléis a la amada | hasta que ella quiera. 6¿Quién es esta que sube del
desierto, | como columna de humo, | perfumada con mirra y olíbano, | con tantos
aromas exóticos? 7¡Mira: la litera de la
Sulamita! | Sesenta valientes la escoltan, | de los más valientes de
Israel. 8Todos ellos empuñan la espada,
| son adiestrados guerreros: | cada uno con la espada al flanco, | contra las
emboscadas nocturnas. 9El rey Salomón | se ha hecho
un palanquín | con maderas del Líbano: 10hizo de plata sus columnas, | de oro su respaldo, |
de púrpura su asiento; | recamado de marfil en su interior. 11Muchachas de Jerusalén, salid;
| contemplad, muchachas de Sión, | al rey Salomón con la corona | que le ciñó
su madre, | el día de su boda, | día de fiesta en su corazón.
41Qué bella eres, amada mía, |
qué bella eres! | ¡Palomas son tus ojos | tras el velo! | Tus cabellos, como un
rebaño | de cabras que trisca | por la sierra de Galaad. 2Tus dientes, cual hato | de
ovejas trasquiladas, | que suben del baño; | todas ellas gemelas; | ninguna
solitaria. 3Cinta escarlata tus labios, |
y tu habla, fascinante. | Dos cortes de granada tus mejillas | tras el
velo. 4Tu cuello, cual torre de
David, | edificada con sillares: | mil escudos penden de ella, | los paveses de
los valientes. 5Tus dos pechos, dos crías |
mellizas de gacela | que pacen entre rosas. 6Hasta que surja el día, | y
huyan las tinieblas, | iré al monte de la mirra, | a la colina del
incienso. 7¡Toda bella eres, amada mía, |
no hay defecto en ti! 8¡Ven del Líbano, esposa, | ven
del Líbano, acércate!| ¡Desciende de la cumbre del Amaná, | de las cumbres del
Senir y del Hermón, | de las guaridas de leones, | de los montes de
leopardos! 9Me has robado el corazón, |
hermana mía, esposa; | me has robado el corazón | con una sola mirada tuya, |
con una vuelta de tus collares. 10¡Cuán bellos son tus amores, | hermana mía, esposa!
| ¡Tus amores son más dulces que el vino! | ¡Más exquisito que el bálsamo | el
olor de tus perfumes! 11Néctar destilan tus labios,
esposa mía, | miel y leche bajo tu lengua; | la fragancia de tus vestidos, |
cual fragancia del Líbano. 12Eres huerto cerrado, | hermana mía, esposa; |
manantial cerrado, fuente sellada. 13Es tu seno paraíso de granados, | con frutos
exquisitos: | alheña con nardos, 14nardo y azafrán, | canela y cinamomo, | con los
árboles de incienso, | mirra y áloe, | con los mejores ungüentos. 15¡Fuente de los jardines, |
manantial de aguas vivas, | que fluyen del Líbano! 16Despierta, cierzo; acércate,
ábrego; | soplad en mi jardín, | que exhale sus aromas. | Entre mi amado en su
jardín | y coma sus frutos exquisitos.
51He entrado en mi jardín, |
hermana mía, esposa; | he recogido mi mirra y mi bálsamo, | he comido mi néctar
con mi miel, | he bebido mi vino con mi leche. ¡Comed, amigos, bebed, |
embriagaos de amores! 2Yo dormía, pero mi corazón
velaba. | ¡Un rumor…! Mi amado llama: | «Ábreme, hermana mía, amada mía, | mi
paloma sin tacha; | que mi cabeza está cubierta de rocío, | mis rizos del
relente de la noche». 3Me he quitado la túnica, |
¿cómo vestirme otra vez?; | me he lavado los pies, | ¿cómo mancharlos de
nuevo? 4Mi amado introdujo su mano por
el postigo, | y mis entrañas se estremecieron por él. 5Me levanté para abrir a mi
amado, | y mis manos destilaban mirra; | mis dedos goteaban mirra, | en el
pestillo de la cerradura. 6Abrí yo misma a mi amado, | pero mi amado ya se
había marchado. | ¡El alma se me fue tras él! | Lo busqué y no lo encontré, |
lo llamé y no me respondió. 7Me encontraron los centinelas, | que hacen la ronda
por la ciudad; | me golpearon, me hirieron, | me desgarraron el velo | los
centinelas de las murallas. 8Os conjuro, muchachas de Jerusalén, | si encontráis
a mi amado, | ¿qué habéis de decirle? | Que he sido herida de amor. 9¿Qué tiene de particular tu
amado, | tú, la más bella de las mujeres? | ¿Qué tiene de particular tu amado,
| para que así nos conjures? 10Mi amado es radiante y bermejo, | egregio entre
millares. 11Su cabeza es oro finísimo; |
sus rizos, colinas ondulantes, | son negros como el cuervo. 12Sus ojos, cual palomas | a la
vera de las aguas: | se bañan en leche, | se posan en la orilla. 13Sus mejillas, plantel de
balsameras, | semillero de plantas aromáticas. | Sus labios rosáceos | destilan
mirra líquida. 14Sus manos, cofres de oro, |
llenos de gemas. | Su vientre, disco de marfil, | cubierto de zafiros. 15Sus piernas, columnas de
alabastro, | asentadas en basas de oro. | Su porte, como el Líbano, | esbelto
como los cedros. 16Su talle es delicioso, | todo
él es codiciable. | Así es mi amado, así es mi amigo, | muchachas de Jerusalén.
61¿Adónde se fue tu amado, | tú,
la más bella de las mujeres? | ¿Adónde se encaminó tu amado, | para que lo
busquemos contigo? 2Mi amado ha bajado a su
jardín, | al plantel de balsameras, | a deleitarse en el jardín, | a recoger
sus rosas. 3Yo soy para mi amado y mi
amado es para mí. | ¡Se deleita entre las rosas! 4Eres bella, amada mía, como
Tirsá, | fascinante como Jerusalén, | imponente como un batallón. 5Aparta de mí tus ojos, | que
me turban. | Tus cabellos, como un rebaño | de cabras que trisca | por la
sierra de Galaad. 6Tus dientes, cual hato | de
ovejas que suben del baño; | todas ellas gemelas, | ninguna solitaria. 7Dos cortes de granada tus
mejillas, | tras el velo. 8Sesenta son las reinas, | ochenta las concubinas |
e innumerables las doncellas, 9pero única es mi paloma hermosísima, | única es
para su madre, | predilecta de aquella que la engendró. | Las doncellas la
felicitan al verla, | las reinas y las concubinas la elogian. 10« ¿Quién es esta que despunta
como el alba, | hermosa como la luna, | refulgente como el sol, | imponente
como un batallón?». 11Había bajado al nogueral, | a
contemplar la floración del valle, | a ver si las vides habían brotado, | a ver
si florecían los granados. 12¡Sin que yo me diera cuenta, me raptó; | me puso en
los carros de Aminadab!
71¡Gira, gira, Sulamita! | ¡Gira
y gira, que te contemplemos! | ¿Qué contempláis en la Sulamita, | que danza
entre dos coros? 2¡Qué bellos son tus pies | con
sandalias, hija de príncipe! | La juntura de tus caderas es un collar, | obra artesana
de orfebre; 3tu ombligo, un ánfora redonda,
| ¡que nunca le falte el vino mezclado!; | tu seno, un montoncito de trigo, |
un recinto de rosas; 4tus dos pechos, dos crías |
mellizas de gacela; 5tu cuello, como torre de
marfil; | tus ojos, las piscinas de Jesbón, | junto a las puertas de Batrabín;
| tu nariz, como la torre del Líbano, | que mira hacia Damasco; 6tu cabeza sobre ti, como el
Carmelo, | y tu melena, como púrpura regia, | se recoge en el cintero. 7¡Cuán bello y dulce es | amor
en las delicias! 8Se asemeja tu talle a una
palmera | y tus pechos a racimos. 9Me dije: «Treparé a la palmera, | cosecharé sus
dátiles». | Son tus pechos racimos de uvas; | tu aliento, aroma de
manzanas, 10y tu paladar, un vino
exquisito | que entra fácilmente, | que se desliza suavemente | entre mis
labios. 11Yo soy de mi amado, | y él me
busca con pasión. 12Ven, amado mío, salgamos al
campo; | pernoctemos entre los cipreses; 13amanezcamos entre las viñas; |
veremos si las vides han brotado, | si se abren las yemas, | si florecen los
granados; | allí te daré mis amores. 14Las mandrágoras exhalan su fragancia, | nuestra
puerta rebosa de frutos: | los nuevos y los antiguos, amado mío, | los he
reservado para ti.
81¡Oh, si fueras mi hermano, |
amamantado a los pechos de mi madre!| Al encontrarte en la calle, te besaría |
sin que nadie me despreciara. 2Te llevaría, te metería | en la casa de mi madre, |
allí me enseñarías. | Te daría a beber vino aromado, | el licor de mis
granadas. 3Su izquierda bajo mi cabeza, |
y su diestra me abraza. 4Os conjuro, muchachas de Jerusalén: | que no
despertéis ni desveléis a la amada | hasta que ella quiera. 5¿Quién es esta que sube del
desierto, | apoyada en su amado? | —Te desperté bajo el manzano, | allí donde
te concibió tu madre, | donde tu progenitora te dio a luz. 6Grábame como sello en tu
corazón, | grábame como sello en tu brazo, | porque es fuerte el amor como la
muerte, | es cruel la pasión como el abismo; | sus dardos son dardos de fuego,
| llamaradas divinas. 7Las aguas caudalosas no podrán
| apagar el amor, | ni anegarlo los ríos. | Quien quisiera comprar el amor |
con todas las riquezas de su casa, | sería sumamente despreciable. 8Tenemos una hermanita, | sin
pechos todavía. | ¿Qué haremos con nuestra hermanita | cuando sea pedida? 9Si ella es una muralla, | la
coronaremos con almenas de plata; | si es una puerta, | la reforzaremos con
tablones de cedro. 10Yo soy una muralla, | y mis
pechos, como torres; | pero a sus ojos soy | embajadora de paz. 11Salomón tenía una viña en Betleamón;
| arrendó la viña a los guardas, | y cada uno le entregaba por sus frutos | mil
siclos de plata. 12Mi propia viña es para mí, |
los mil siclos para ti, Salomón, | y doscientos para los guardas. 13¡Mujer que yaces en el jardín,
| —los compañeros están al acecho—, | permíteme escuchar tu voz! 14«Entra, amado mío, | sé cómo
un gamo, o un cervatillo, | sobre las colinas de las balsameras».
https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/cantar-de-los-cantares/
ANTIGUO TESTAMENTO
LIBROS SAPIENCIALES Y POÉTICOS
ECLESIÁSTICO
11Toda sabiduría viene del Señor
| y está con él por siempre. 2La arena de los mares, las gotas
de la lluvia | y los días del mundo, ¿quién los contará? 3La
altura de los cielos, la anchura de la tierra | y la profundidad del abismo,
¿quién las escrutará? 4Antes que todo fue creada la sabiduría,
| y la inteligencia prudente desde la eternidad. 5La fuente de
la sabiduría es la palabra de Dios en las alturas | y sus canales son
mandamientos eternos. 6La raíz de la sabiduría, ¿a quién fue
revelada? | y sus recursos, ¿quién los conoció? 7La ciencia de
la sabiduría, ¿a quién fue revelada? | y su mucha experiencia, ¿quién la
conoció? 8Uno solo es sabio, temible en extremo: | el que está
sentado en su trono. 9El Señor mismo creó la sabiduría, la vio,
la midió | y la derramó sobre todas sus obras. 10Se la concedió
a todos los vivientes | y se la regaló a quienes lo aman. | El amor del Señor
es sabiduría digna de honor; | a los que se revela, se la distribuye para que
lo vean. 11El temor del Señor es gloria y honor, | alegría y
corona de júbilo. 12El temor del Señor deleita el corazón, | da
alegría, gozo y larga vida. | El temor del Señor es un don del Señor, | pues se
asienta sobre los caminos del amor. 13El que teme al Señor
tendrá un buen final | y el día de su muerte será bendecido. 14El
comienzo de la sabiduría es temer al Señor; | fue creada con los fieles en el
seno materno. 15Entre los humanos estableció su asiento eterno,
| y con su descendencia se mantendrá fiel. 16Plenitud de la
sabiduría es temer al Señor; | embriaga a sus fieles con sus frutos. 17Les
llena de tesoros toda la casa | y de sus productos los graneros. 18Corona
de la sabiduría es el temor del Señor; | ella hace florecer la paz y la buena
salud. | Ambas son dones del Señor para la paz, | extienden la gloria a los que
lo aman. 19Dios vio y midió la sabiduría, | hizo llover ciencia
e inteligencia | y exaltó la gloria de los que la poseen. 20Raíz
de la sabiduría es temer al Señor, | sus ramas son larga vida. 21El
temor del Señor aleja los pecados, | el que persevera aleja la cólera. 22El
injusto apasionado no puede justificarse, | porque la furia de su pasión le
hará caer. 23El hombre paciente aguanta hasta el momento
oportuno, | y al final su paga es la alegría. 24Hasta el
momento oportuno retiene sus palabras, | por eso muchos alaban su
prudencia. 25Entre los tesoros de la sabiduría hay proverbios
muy atinados, | pero adorar al Señor repugna al pecador. 26Si
deseas la sabiduría, guarda los mandamientos, | y el Señor te la
concederá. 27Porque el temor del Señor es sabiduría e
instrucción, | le agradan la fidelidad y la mansedumbre. 28No
seas reacio al temor del Señor, | ni te acerques a él con doblez de
corazón. 29No seas hipócrita delante de los demás | y vigila
siempre tus labios. 30No te ensalces a ti mismo, si no quieres
caer | y cubrirte de vergüenza, | pues el Señor revelará tus secretos | y te
humillará en medio de la asamblea, | porque no te has acercado al temor del
Señor | y tienes el corazón lleno de engaño.
21Hijo, si te acercas a servir
al Señor, | prepárate para la prueba. 2Endereza tu corazón,
mantente firme | y no te angusties en tiempo de adversidad. 3Pégate
a él y no te separes, | para que al final seas enaltecido. 4Todo
lo que te sobrevenga, acéptalo, | y sé paciente en la adversidad y en la
humillación. 5Porque en el fuego se prueba el oro, | y los que
agradan a Dios en el horno de la humillación. | En las enfermedades y en la
pobreza pon tu confianza en él. 6Confía en él y él te ayudará,
| endereza tus caminos y espera en él. 7Los que teméis al
Señor, aguardad su misericordia | y no os desviéis, no sea que caigáis. 8Los
que teméis al Señor, confiad en él, | y no se retrasará vuestra recompensa. 9Los
que teméis al Señor, esperad bienes, | gozo eterno y misericordia. | Porque un
don eterno con alegría es su recompensa. 10Fijaos en las
generaciones antiguas y ved: | ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?, |
o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, | o ¿quién lo invocó y fue
desatendido? 11Porque el Señor es compasivo y misericordioso, |
perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia. 12¡Ay del
corazón cobarde, de las manos inertes, | y del pecador que va por dos caminos! 13¡Ay
del corazón desfallecido que no tiene fe, | porque no será protegido! 14¡Ay
de vosotros, los que habéis perdido la esperanza! | ¿Qué haréis cuando el Señor
venga a visitaros? 15Los que temen al Señor no desobedecen sus
palabras, | los que lo aman siguen sus caminos. 16Los que temen
al Señor buscan su agrado, | los que lo aman cumplen su ley. 17Los
que temen al Señor tienen el corazón dispuesto, | y se humillan delante de
él. 18Caigamos en manos del Señor | y no en manos de los
humanos, | pues su misericordia es como su grandeza.
31Hijos, escuchad a vuestro
padre, | hacedlo así y viviréis. 2Porque el Señor honra más al
padre que a los hijos | y afirma el derecho de la madre sobre ellos. 3Quien
honra a su padre expía sus pecados, 4y quien respeta a su madre
es como quien acumula tesoros. 5Quien honra a su padre se
alegrará de sus hijos | y cuando rece, será escuchado. 6Quien
respeta a su padre tendrá larga vida, | y quien honra a su madre obedece al
Señor. 7Quien teme al Señor honrará a su padre | y servirá a
sus padres como si fueran sus amos. 8Honra a tu padre de
palabra y obra, | para que su bendición llegue hasta ti. 9Porque
la bendición del padre asegura la casa de sus hijos, | y la maldición de la
madre arranca los cimientos. 10No te gloríes en la deshonra de
tu padre, | pues su deshonra no es para ti motivo de gloria. 11Porque
la gloria de un hombre es la honra de su padre, | y una madre deshonrada es la
vergüenza de los hijos. 12Hijo, cuida de tu padre en su vejez |
y durante su vida no le causes tristeza. 13Aunque pierda el
juicio, sé indulgente con él | y no lo desprecies aun estando tú en pleno
vigor. 14Porque la compasión hacia el padre no será olvidada |
y te servirá para reparar tus pecados. 15En la tribulación el
Señor se acordará de ti, | como el hielo ante el calor así se diluirán tus
pecados. 16Quien abandona a su padre es un blasfemo, | y un
maldito del Señor quien irrita a su madre. 17Hijo, actúa con
humildad en tus quehaceres, | y te querrán más que al hombre generoso. 18Cuanto
más grande seas, más debes humillarte, | y así alcanzarás el favor del
Señor. 19Muchos son los altivos e ilustres, | pero él revela
sus secretos a los mansos. 20Porque grande es el poder del
Señor | y es glorificado por los humildes. 21No pretendas lo
que te sobrepasa, | ni investigues lo que te excede. 22Pon
atención a lo que se te encomienda, | porque no tienes necesidad de cosas
secretas. 23No te afanes por lo que supera tus capacidades, |
pues ya te han enseñado cosas que te desbordan. 24Pues a muchos
desvió su presunción, | y las falsas ilusiones extraviaron sus
pensamientos. 25Si no tienes pupilas, te faltará la luz; | si
careces de ciencia, no la proclames. 26Corazón obstinado mal
acaba, | y el que ama el peligro en él sucumbe. 27Corazón
obstinado se acarrea fatigas, | y el pecador acumula pecado tras pecado. 28La
desgracia del orgulloso no tiene remedio, | pues la planta del mal ha echado en
él sus raíces. 29Un corazón prudente medita los proverbios, |
un oído atento es el deseo del sabio. 30El agua apaga el fuego
ardiente, | y la limosna perdona los pecados. 31Quien responde
con favores será recordado más tarde, | y cuando llegue la caída encontrará un
apoyo.
41Hijo, no prives al pobre del
sustento, | ni seas insensible a los ojos suplicantes. 2No
hagas sufrir al hambriento, | ni exasperes al que vive en su miseria. 3No
perturbes un corazón exasperado, | ni retrases la ayuda al indigente. 4No
rechaces la súplica del atribulado, | ni vuelvas la espalda al pobre. 5No
apartes los ojos del necesitado, | ni le des ocasión de maldecirte. 6Porque
si te maldice lleno de amargura, | su Creador escuchará su imprecación. 7Hazte
amar por la asamblea, | y ante un grande baja la cabeza. 8Inclina
tu oído hacia el pobre, | y respóndele con suaves palabras de paz. 9Arranca
al oprimido de la mano del opresor, | y no seas débil cuando hagas
justicia. 10Sé como un padre para los huérfanos | y como un
marido para su madre. | Así serás como un hijo del Altísimo, | y él te amará
más que tu madre. 11La sabiduría educa a sus hijos | y se cuida
de los que la buscan. 12El que la ama, ama la vida, | y los que
madrugan por ella se llenarán de gozo. 13El que la adquiere
heredará la gloria | y dondequiera que vaya, el Señor lo bendecirá. 14Los
que la sirven, sirven al Santo, | y a los que la aman, los ama el Señor. 15El
que la escucha, juzgará a las naciones, | y el que a ella se aplica, vivirá
seguro. 16Si confía en ella, la recibirá en herencia, | y sus
descendientes la tendrán en posesión. 17Porque al principio lo
lleva por caminos tortuosos; | le infunde miedo y temblor, | lo atormenta con
su disciplina, | hasta que pueda confiar en él, | y lo pone a prueba con sus
exigencias. 18Pero luego vuelve a él por el camino recto, | lo
colma de alegría y le revela sus secretos. 19Si él se desvía,
lo abandonará | y lo dejará a merced de su propia ruina. 20Ten
en cuenta las circunstancias y guárdate del mal, | pero no te avergüences de ti
mismo. 21Porque hay una vergüenza que conduce al pecado, | y
hay una vergüenza que es honor y gracia. 22No tengas miramientos
en perjuicio propio, | ni sientas vergüenza por tu caída. 23No
dejes de hablar cuando sea necesario, | ni escondas tu sabiduría por la
belleza. 24La sabiduría se revela en la palabra, | y la
educación en la forma de hablar. 25No contradigas a la verdad |
y avergüénzate de tu ignorancia. 26No te avergüences de
confesar tus pecados, | ni te opongas a la corriente del río. 27No
te sometas al insensato, | ni tengas miramientos con el poderoso. 28Hasta
la muerte lucha por la verdad, | y el Señor combatirá por ti. 29No
seas arrogante con tu lengua, | ni perezoso y negligente en tus obras. 30No
seas como león con tu familia, | ni un cobarde con tus servidores. 31No
tengas tu mano abierta para recibir | y cerrada para dar.
51No confíes en tus riquezas, | ni
digas: «Con esto me basta». 2No sigas tu instinto y tu fuerza,
| secundando las pasiones de tu corazón. 3Y no digas: «¿Quién
puede dominarme?», | porque el Señor ciertamente te castigará. 4No
digas: «He pecado, y ¿qué me ha pasado?», | porque el Señor sabe esperar. 5Del
perdón no te sientas tan seguro, | mientras acumulas pecado tras pecado. 6Y
no digas: «Es grande su compasión, | me perdonará mis muchos pecados», | porque
él tiene compasión y cólera, | y su ira recae sobre los malvados. 7No
tardes en convertirte al Señor, | ni lo dejes de un día para otro, | porque de
repente la ira del Señor se enciende, | y el día del castigo perecerás. 8No
confíes en riquezas injustas, | porque de nada te servirán el día de la
desgracia. 9No avientes el grano con cualquier viento, | ni
camines por cualquier sendero; | así lo hace el pecador que habla con
doblez. 10Mantente firme en tus convicciones, | y no tengas más
que una palabra. 11Sé pronto para escuchar | y tardo en
responder. 12Si sabes algo, responde a tu prójimo, | pero si
no, mano a la boca. 13Hablar puede traer gloria y deshonra, | y
la lengua es la ruina del hombre. 14Que no te tachen de
murmurador, | ni pongas emboscadas con tu lengua, | porque sobre el ladrón cae
la vergüenza, | y una severa condena sobre el que habla con doblez. 15En
lo grande y en lo pequeño no faltes,
61ni de amigo te vuelvas
enemigo. | Porque la mala reputación trae vergüenza y desprecio; | así le
sucede al pecador que habla con doblez. 2No te dejes llevar por
el impulso de tu pasión, | no sea que tu ardor te desgarre como un toro, 3devore
tus hojas, destruya tus frutos, | y al final te quedes como un tronco
seco. 4La pasión desenfrenada arruina a quien la posee | y lo
convierte en irrisión del enemigo. 5Una palabra amable
multiplica los amigos, | y la lengua afable multiplica los saludos. 6Sean
muchos los que estén en paz contigo, | pero tus confidentes, solo uno entre
mil. 7Si haces un amigo, ponlo a prueba, | y no tengas prisa en
confiarte a él. 8Porque hay amigos de ocasión, | que no
resisten en el día de la desgracia. 9Hay amigos que se
convierten en enemigo, | y te avergüenzan descubriendo tus litigios. 10Hay
amigos que comparten tu mesa | y no resisten en el día de la desgracia. 11Cuando
las cosas van bien, es como otro tú, | e incluso habla libremente con tus
familiares. 12Pero si eres humillado, se pone contra ti | y se
esconde de tu presencia. 13Apártate de tus enemigos | y sé
cauto incluso con tus amigos. 14Un amigo fiel es un refugio
seguro, | y quien lo encuentra ha encontrado un tesoro. 15Un
amigo fiel no tiene precio | y su valor es incalculable. 16Un
amigo fiel es medicina de vida, | y los que temen al Señor lo
encontrarán. 17El que teme al Señor afianza su amistad, |
porque, según sea él, así será su amigo. 18Hijo, desde tu
juventud acepta la instrucción, | y hasta la vejez encontrarás sabiduría. 19Como
quien ara y siembra, acércate a ella | y espera sus buenos frutos. | Pues
cultivándola te fatigarás un poco, | pero pronto comerás de sus
productos. 20Es muy dura para los ignorantes, | y es
insoportable para el insensato; 21como piedra pesada lo oprime,
| y él no tardará en sacudírsela. 22Pues la sabiduría hace
honor a su nombre, | y no se manifiesta a muchos. 23Escucha,
hijo, acepta mi opinión | y no rechaces mi consejo. 24Mete los
pies en sus cepos, | y el cuello en su yugo. 25Doblega la
espalda y carga con ella, | y no te rebeles contra sus cuerdas. 26Acércate
a ella con toda tu alma, | y con toda tu fuerza custodia sus caminos. 27Síguela,
búscala, y se te manifestará, | y, una vez alcanzada, no la sueltes. 28Porque
al final hallarás su descanso, | y se convertirá en tu alegría; 29sus
cepos serán tu baluarte, | y sus cuerdas, un vestido de gloria; 30adorno
de oro será su yugo, | y sus coyundas, cintas de púrpura. 31Como
vestido de gloria te la pondrás, | y como corona de júbilo te ceñirás con
ella. 32Si quieres, hijo, serás instruido, | si te aplicas
totalmente, serás hábil. 33Si te gusta escuchar, aprenderás, |
y si inclinas tu oído, serás sabio. 34Acude a la reunión de los
ancianos, | y si hay uno que sea sabio, únete a él. 35Escucha
con interés toda palabra que viene de Dios, | y que no se te escapen los
proverbios agudos. 36Si ves a un hombre prudente, madruga en su
busca, | y que tus pies desgasten el umbral de su puerta. 37Reflexiona
sobre los preceptos del Señor | y medita siempre sus mandatos. | Él mismo
fortalecerá tu corazón, | y te será concedida la sabiduría que deseas.
71No hagas el mal, y el mal no
te alcanzará, 2sepárate del injusto, y él se alejará de
ti. 3Hijo, no siembres en surcos de injusticia, | no sea que
coseches siete veces más. 4No pidas al Señor el poder, | ni al
rey un puesto de honor. 5No te hagas el justo delante del
Señor, | ni te las des de sabio ante el rey. 6No aspires al
puesto de juez, | no sea que no puedas erradicar la injusticia, | te acobardes
ante el poderoso | y pongas una mancha en tu rectitud. 7No
peques en la asamblea de la ciudad, | ni te rebajes en la comunidad. 8No
cometas dos veces un pecado, | porque ni una sola quedarás impune. 9No
digas: «Él tendrá en cuenta mis muchas ofrendas, | y el Dios altísimo las
aceptará, cuando se las presente». 10No seas pusilánime en tu
oración, | ni te olvides de hacer limosnas. 11No te burles del
afligido, | pues hay uno que humilla y exalta. 12No trames
engaños contra tu hermano, | ni tampoco contra tu amigo. 13Proponte
no decir mentira alguna, | pues el hábito de mentir no lleva a nada
bueno. 14No hables demasiado en la asamblea de ancianos, | ni
repitas las palabras en tu oración. 15No desprecies el trabajo
duro, | ni la labranza, pues los creó el Altísimo. 16No te unas
a la multitud de pecadores, | recuerda que la ira no tardará. 17Humíllate
profundamente, | porque el castigo del impío es fuego y gusanos. 18No
cambies a un amigo por dinero, | ni a un hermano verdadero por el oro de
Ofir. 19No repudies a una mujer sabia y buena, | pues su gracia
vale más que el oro. 20No maltrates al criado que trabaja
fielmente, | ni al jornalero que pone el alma en su faena. 21Ama
al siervo inteligente como a ti mismo, | y no le niegues la libertad. 22¿Tienes
rebaños? Cuídalos; | y si te dan ganancias, consérvalos. 23¿Tienes
hijos? Edúcalos, | doblega su cerviz desde la juventud. 24¿Tienes
hijas? Vigila su cuerpo, | y no les pongas cara muy risueña. 25Casa
a tu hija y habrás concluido una gran tarea, | pero dásela a un hombre
prudente. 26¿Tienes una esposa que te gusta? No la despidas; |
pero si no la amas, no confíes en ella. 27Honra a tu padre con
todo tu corazón, | y no olvides los dolores de tu madre. 28Recuerda
que ellos te engendraron, | ¿qué les darás a cambio de lo que te dieron? 29Teme
al Señor con toda tu alma, | y respeta a sus sacerdotes. 30Ama
a tu Creador con todas tus fuerzas, | y no abandones a sus ministros. 31Teme
al Señor y honra al sacerdote, | dale su porción tal como te fue prescrito: |
las primicias, los sacrificios de reparación, | la pierna de los animales
sacrificados, | el sacrificio de santificación | y las primicias de las cosas
santas. 32Tiende también tu mano al pobre, | para que tu bendición
sea completa. 33Sé generoso con todos los vivos, | y a los
muertos no les niegues tu generosidad. 34No te retraigas ante
los que lloran, | y aflígete con los que se afligen. 35No dejes
de visitar al enfermo, | porque con estas obras te harás querer. 36En
todas tus acciones ten presente tu final, | y así jamás cometerás pecado.
81No disputes con el poderoso, |
no sea que caigas en sus manos. 2No pelees con el rico, | no
sea que te venza con su influencia, | porque el oro ha perdido a muchos | y ha pervertido
corazones de reyes. 3No disputes con un charlatán, | y no eches
más leña a su fuego. 4No bromees con el insensato, | no sea que
se burle de tus padres. 5No reproches al que se arrepiente del
pecado, | recuerda que todos somos culpables. 6No te burles del
anciano, | pues también nosotros envejeceremos. 7No te alegres
de la muerte de nadie, | recuerda que todos moriremos. 8No
desdeñes los discursos de los sabios, | sino ocúpate en meditar sus proverbios,
| porque de ellos aprenderás instrucción | y el arte de servir a los
grandes. 9No desprecies los discursos de los ancianos, | que
también ellos aprendieron de sus padres; | porque de ellos aprenderás
inteligencia | y a responder cuando sea necesario. 10No atices
las brasas del pecador, | no sea que te quemes en sus llamas. 11No
te encares con el insolente, | para que no tienda una trampa a tu boca. 12No
prestes a uno más fuerte que tú, | y si le prestas, dalo por perdido. 13No
salgas fiador por encima de tus posibilidades, | y si lo haces, piensa en cómo
pagar. 14No entres en pleito con un juez, | ya que, dada su
condición, sentenciarán a su favor. 15Con un temerario no vayas
de viaje, | no sea que te complique la vida, | pues él actuará según su
capricho | y a causa de su locura tú te perderás. 16No pelees
con el violento, | ni atravieses con él el desierto, | porque para él la vida
no tiene valor | y, cuando estés indefenso, te matará. 17Con un
necio no te aconsejes, | pues es incapaz de mantener la palabra. 18Delante
de un extraño no hagas nada secreto, | pues no sabes lo que sacará a la
luz. 19No abras tu corazón a cualquiera, | ni le dejes que te
arrebate la felicidad.
91No tengas celos de tu propia
mujer, | no sea que la incites a portarse mal contigo. 2No te
entregues del todo a tu mujer, | no sea que te llegue a dominar. 3No
te acerques a una cortesana, | no sea que caigas en sus redes. 4No
tengas trato con una coplera, | no sea que te enredes en sus artimañas. 5No
te fijes demasiado en la doncella, | no sea que te castiguen por causa
suya. 6No te entregues a prostitutas, | no sea que pierdas tu
patrimonio. 7No andes fisgoneando por las calles de la ciudad,
| ni deambules por sus parajes solitarios. 8Aparta tus ojos de
una mujer hermosa, | y no te fijes en belleza ajena. | Por la belleza de una mujer
muchos se perdieron, | y a su lado el amor se inflama como el fuego. 9Jamás
te sientes junto a una mujer casada, | ni disfrutes del vino con ella, | no sea
que tu alma se vaya tras ella | y por tu pasión resbales hacia la ruina. 10No
abandones a un viejo amigo, | pues el nuevo nunca será igual. | Vino nuevo es
el amigo nuevo, | cuando sea añejo, lo beberás con alegría. 11No
envidies el auge del pecador, | pues no sabes cuál será su fatal
desenlace. 12No te dejes fascinar por el éxito de los impíos, |
recuerda que no llegarán impunes al abismo. 13Aléjate de quien
tiene poder para matar, | y no tendrás que temer a la muerte. | Si te acercas a
él, no te descuides, | no sea que te quite la vida. | Mira que caminas entre
emboscadas | y paseas sobre la muralla de la ciudad. 14En
cuanto puedas, atiende a tu prójimo | y aconséjate con los sabios. 15Conversa
con los inteligentes | y habla siempre de la ley del Altísimo. 16Hombres
justos compartan tu mesa, | y sea tu orgullo el temor del Señor. 17La
obra es loada por la destreza del artista | y el gobernante, por su palabra
sabia. 18El charlatán es temido en su ciudad, | y el
deslenguado se hace odioso por sus palabras.
101Gobernante sabio instruye a su
pueblo, | autoridad inteligente está bien consolidada. 2A tal
gobernante, tales ministros, | a tal alcalde, tales vecinos. 3Un
rey sin instrucción arruina a su pueblo, | pero la ciudad prospera por los
gobernantes prudentes. 4En manos del Señor está el gobierno de
la tierra, | sobre ella suscitará a su tiempo al hombre apto. 5En
manos del Señor está el éxito del hombre, | y él otorga su gloria al
legislador. 6Por ningún agravio guardes rencor al prójimo, | ni
actúes guiado por un arrebato de insolencia. 7La soberbia es
odiosa al Señor y a los humanos, | y para ambos es un delito la
injusticia. 8La soberanía pasa de una nación a otra, | a causa
de las injusticias, la violencia y el dinero. | Nadie es más injusto que el
avaro, | pues vende hasta la propia alma. 9¿De qué se
enorgullece el que es tierra y ceniza?, | ¡si ya en vida su vientre es
podredumbre! 10La larga enfermedad desconcierta al médico, | y
quien hoy es rey mañana también morirá. 11Cuando un hombre
muere, | recibe como herencia lombrices, bichos y gusanos. 12Principio
de la soberbia es alejarse del Señor | y apartar el corazón del Creador. 13Porque
principio de la soberbia es el pecado, | y quien se entrega a ella hace llover
abominación. | Por eso el Señor les infligió calamidades, | y los abatió
completamente. 14El Señor derribó del trono a los poderosos, |
y en su lugar hizo sentar a los sencillos. 15El Señor arrancó
las raíces de los soberbios, | y en su lugar plantó a los humildes. 16El
Señor devastó los territorios de las naciones | y los destruyó hasta los
cimientos de la tierra. 17Arrebató a algunos y los destruyó, |
borrando de la tierra su recuerdo. 18No se ha creado la
soberbia para el ser humano, | ni la ira apasionada para el nacido de
mujer. 19¿Qué raza es digna de honor? La del ser humano. | ¿Qué
raza es digna de honor? Los que temen al Señor. | ¿Qué raza es despreciable? La
del ser humano. | ¿Qué raza es despreciable? Los que violan los
mandamientos. 20Entre hermanos, su jefe es digno de honor, |
pero el Señor honra a los que le temen. 21Principio de acogida
es el temor del Señor, | pero principio de rechazo son la obstinación y la
soberbia. 22Rico o distinguido o pobre, | su orgullo es el
temor del Señor. 23No es justo despreciar al pobre inteligente,
| ni es conveniente honrar al pecador. 24El noble, el juez y el
poderoso reciben honores, | pero ninguno es mayor que quien teme al
Señor. 25Al criado sabio lo servirán hombres libres, | y el
hombre inteligente no lo criticará. 26No presumas de sabio al
hacer tu tarea, | ni te gloríes, cuando estés en aprieto. 27Más
vale el que trabaja y anda sobrado | que el que alardea y carece de pan. 28Hijo,
ten una moderada estima de ti mismo, | y valórate en la justa medida. 29¿Quién
defenderá al que se condena a sí mismo? | ¿Quién honrará al que a sí mismo se
desprecia? 30El pobre es honrado por su saber, | y el rico es
honrado por su riqueza. 31Quien es apreciado en la pobreza, |
¡cuánto más lo será en la riqueza! | Y quien es despreciado en la riqueza, |
¡cuánto más lo será en la pobreza!
111La sabiduría del humilde
levantará su cabeza, | y se le hará sentar entre los grandes. 2No
alabes al hombre por su belleza, | ni desprecies a nadie por su aspecto. 3Pequeña
es la abeja entre los animales que vuelan, | pero su producto es el más
dulce. 4No presumas de los vestidos que llevas, | ni te engrías
en los momentos de gloria; | pues admirables son las obras del Señor | y, sin
embargo, se ocultan a los humanos. 5Muchos tiranos acabaron por
los suelos, | mientras un desconocido se ceñía la corona. 6Muchos
poderosos fueron abatidos, | y hombres ilustres cayeron en otras manos. 7Antes
de informarte, no recrimines; | reflexiona primero y censura después. 8Antes
de escuchar, no respondas, | ni interrumpas al que tiene la palabra. 9Por
lo que no te incumbe, no discutas, | ni interfieras en litigios de
pecadores. 10Hijo, no multipliques tus ocupaciones, | porque si
mucho abarcas, no quedarás impune; | y por más que corras, no alcanzarás, | y
por más que quieras huir, no escaparás. 11Hay quien trabaja, se
fatiga y apresura, | y a pesar de esto está más necesitado. 12Hay
quien es débil y necesita ayuda, | carece de bienes y le sobra pobreza, | pero
el Señor lo mira con benevolencia, | lo rescata de su humillación, 13le
hace levantar la cabeza | y muchos se asombran al verlo. 14Bien
y mal, vida y muerte, | pobreza y riqueza vienen del Señor. 15La
sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la ley vienen del Señor, | el amor y
la buena conducta son de él; 16la insensatez y la oscuridad han
sido creadas para los pecadores; | los que se complacen en el mal, envejecerán
en él. 17El don del Señor permanece con los piadosos, | y su
benevolencia los guiará siempre hacia el éxito. 18Hay quien se
hace rico a fuerza de trabajar y ahorrar, | y esta es la parte de su
recompensa: 19cuando dice: «Ahora ya puedo descansar | y
disfrutar de todos mis bienes», | no sabe cuánto tiempo pasará, | hasta que
tenga que dejarlo todo a otros y muera. 20Sé fiel en tu deber y
dedícate a él, | y envejece en tu tarea. 21No admires las obras
del pecador, | mas confía en el Señor y sé constante en tu esfuerzo, | porque
es cosa fácil para el Señor | enriquecer al pobre de repente, en un
instante. 22La bendición del Señor es la recompensa del
piadoso, | en un instante hace florecer su generosidad. 23No
digas: «¿Qué necesito?, | o ¿qué bienes podría conseguir todavía?». 24No
digas: «Ya tengo bastante, | ¿qué mal puede sucederme ahora?». 25En
día de bienes, se olvidan los males, | en día de males, se olvidan los
bienes; 26porque es fácil para el Señor, en el día de la
muerte, | pagar a cada uno según su conducta. 27El mal
momentáneo hace olvidar el gozo, | pero cuando el hombre se acerca al fin se
descubren sus obras. 28Antes de la muerte no felicites a nadie,
| porque solo en su final se conoce a la persona. 29No metas a
cualquiera en tu casa, | pues son muchas las mañas del astuto. 30Perdiz
cautiva en jaula | es el corazón del orgulloso: | un espía al acecho de tu
caída. 31Trama insidias cambiando el bien en mal, | y deshonra
las cosas más dignas. 32Una chispa enciende un brasero, | así
el pecador acecha en busca de sangre. 33Guárdate del malvado,
que maquina el mal, | no sea que te deshonre para siempre. 34Mete
en casa a un extraño y te causará problemas, | te hará sentir extraño con tu
propia familia.
121Si haces el bien, mira a
quién, | y sacarás provecho de tus favores. 2Haz bien al
piadoso y obtendrás recompensa, | si no de él mismo, al menos del
Altísimo. 3Ningún beneficio para el que persiste en el mal, |
ni para quien se niega a hacer limosna. 4Da al que es piadoso,
pero no ayudes al pecador. 5Haz el bien al humilde, pero no des
nada al malvado; | niégale el pan, no se lo des, | porque podría utilizarlo
para dominarte, | y tú recibirías el doble de mal | por el bien que le habrías
hecho. 6Que también el Altísimo odia a los pecadores, | y se
vengará de los malvados; | los protege en vistas al día de su castigo. 7Da
al que es bueno, | pero no ayudes al pecador. 8No se conoce al
amigo en la prosperidad, | ni se oculta al enemigo en la adversidad. 9Cuando
uno prospera, sus enemigos se entristecen, | pero en la adversidad, hasta su
amigo lo abandona. 10No te fíes nunca de tu enemigo, | pues su
maldad es como bronce que se oxida. 11Aunque se haga el humilde
y camine con la cabeza baja, | ten cuidado y desconfía de él. | Compórtate con
él como quien pule un espejo, | y verás que la herrumbre no lo corroe del
todo. 12No lo pongas junto a ti, | no sea que te derribe y te
quite el puesto. | No lo sientes a tu derecha, | no sea que pretenda ocupar tu
asiento, | y que al final comprendas mis palabras | y te pese recordar mis
consejos. 13¿Quién se compadece del encantador mordido por la
serpiente | y de todos los que se acercan a las fieras? 14Lo
mismo le ocurre al que anda con el pecador | y se enreda con sus pecados. 15Por
un tiempo el pecador permanecerá contigo, | pero si sucumbes, no te
soportará. 16El enemigo habla con labios melosos, | pero en su
corazón trama cómo arrojarte a la fosa. | El enemigo tiene lágrimas en los
ojos, | pero llegada la ocasión, no se saciará de verter sangre. 17Si
te ocurre una desgracia, allí lo encontrarás | y, fingiendo ayudarte, te pondrá
la zancadilla. 18Meneará la cabeza, aplaudirá, | hablará largo
rato entre dientes y cambiará de cara.
131El que toca la pez se mancha,
| el que se junta a un soberbio acabará siendo como él. 2No
cargues un peso superior a tus fuerzas, | ni te juntes a uno más fuerte y rico
que tú. | ¿Cómo se puede juntar el cántaro con la olla? | Chocará con ella y se
romperá. 3El rico ofende y encima se irrita, | el pobre es
ofendido y encima se excusa. 4Si le eres útil, te utilizará, |
y si eres torpe, te abandonará. 5Si tienes bienes, se asociará
contigo | y te despojará sin que le duela. 6Si te necesita, te
engañará, | te sonreirá y te dará esperanzas; | te hablará amablemente | y
dirá: «¿Qué necesitas?». 7Te avergonzará en sus banquetes, | te
despojará dos o tres veces | y acabará burlándose de ti. | Y después, si te ve,
te evitará | y meneará la cabeza mofándose de ti. 8Procura que
no te engañen, | que no te humillen por tu insensatez. 9Si te
invita un poderoso, mantente a distancia, | así te llamará con mayor
insistencia. 10No te adelantes, no sea que te rechace, | ni te
quedes muy lejos, no sea que te olvide. 11No pretendas hablar
con él de igual a igual, | ni te fíes de sus muchas palabras, | pues con su
palabrería te pondrá a prueba | y sonriendo te examinará. 12Es
un despiadado que no guarda sus palabras | y no te ahorrará ni golpes ni
cadenas. 13Ten cuidado y pon mucha atención, | porque caminas
junto a tu propia ruina. 14Si escuchas estas cosas en sueños,
despierta; | ama al Señor durante toda tu vida | e invócalo para que te
salve. 15Todo animal ama a su semejante, | y todo hombre a su
prójimo. 16Todo viviente se une con su especie, | y todo hombre
se junta a su semejante. 17¿Cómo puede convivir el lobo con el cordero?
| Lo mismo ocurre con el pecador y el piadoso. 18¿Qué paz puede
haber entre la hiena y el perro?, | y ¿qué paz puede haber entre el rico y el
pobre? 19Los asnos salvajes son presa de los leones en el
desierto, | así los pobres son presa de los ricos. 20El
soberbio aborrece la humildad, | y así el rico aborrece al pobre. 21Cuando
el rico se tambalea, sus amigos lo sostienen, | pero cuando el humilde cae, sus
amigos lo rechazan. 22Cuando el rico resbala, muchos lo
sujetan, | y si dice estupideces, le dan la razón; | cuando el pobre resbala,
se lo reprochan, | y si habla con sensatez, no le hacen caso. 23Habla
el rico y todos callan, | y ponen sus palabras por las nubes. | Habla el pobre
y dicen: «¿Quién es este?». | Y si tropieza, lo ayudan a caer. 24Buena
es la riqueza adquirida sin pecado, | mala es la pobreza en boca del
impío. 25El corazón de una persona cambia su rostro, | sea para
bien, sea para mal. 26Un rostro alegre revela un buen corazón;
| inventar proverbios es un ejercicio difícil.
141Dichoso el hombre que no ha
faltado de palabra, | ni sufre remordimientos por sus pecados. 2Dichoso
aquel cuya conciencia nada le reprocha, | ni ha perdido la esperanza. 3No
es buena la riqueza para el mezquino, | y al avaro, ¿de qué le sirve el
dinero? 4El que con privaciones acumula, para otros acumula, |
y de sus bienes otros disfrutarán. 5El que es tacaño consigo
mismo, ¿con quién será generoso?, | ni siquiera disfruta de sus propios
bienes. 6Nadie peor que el avaro consigo mismo, | esa es la
paga de su maldad. 7Si hace algo bueno es por descuido | y al
final manifiesta su maldad. 8El hombre avaricioso es malvado, |
desvía la mirada y desprecia a los demás. 9El codicioso nunca
está satisfecho con su suerte, | pues la codicia malsana seca el alma. 10El
tacaño hasta el pan escatima, | y en su propia mesa pasa hambre. 11Hijo,
en cuanto te sea posible, cuida de ti mismo | y presenta dignamente tus
ofrendas al Señor. 12Recuerda que la muerte no puede tardar, |
y que el decreto del abismo no te ha sido revelado. 13Antes de
morir, haz el bien a tu amigo, | según tus posibilidades, sé generoso con
él. 14No te prives de pasar un día feliz, | no dejes escapar un
deseo legítimo. 15¿No dejarás a otro el fruto de tu trabajo | y
de tus fatigas, para que se lo repartan a suertes? 16Da y
recibe, disfruta de la vida, | porque en el abismo no hay que esperar
satisfacciones. 17Todo viviente envejece como un vestido, |
pues es ley eterna que hay que morir. 18Como las hojas verdes
de un árbol frondoso, | que unas caen y otras brotan, | así las generaciones de
carne y sangre: | unas mueren y otras nacen. 19Toda obra
corruptible desaparece, | y su autor se va con ella. 20Dichoso
el hombre que se aplica a la sabiduría | y razona con su inteligencia. 21Dichoso
el que presta atención a sus caminos | y se fija en sus secretos; 22sale
en su busca como un cazador | y se pone al acecho en sus caminos; 23se
asoma a sus ventanas | y a sus puertas escucha; 24acampa muy
cerca de su casa | y clava una estaca en sus muros; 25monta su
tienda junto a ella | y acampa en morada apacible; 26pone sus
hijos a su abrigo | y bajo sus ramas se cobija; 27a su sombra
se protege del calor | y habita al reparo de su gloria.
151Así obra el que teme al Señor,
| el que observa la ley alcanza la sabiduría. 2Ella le sale al
encuentro como una madre | y lo acoge como una joven esposa. 3Lo
alimenta con pan de inteligencia | y le da a beber agua de sabiduría. 4Si
se apoya en ella, no vacilará, | si se aferra a ella, no quedará
defraudado. 5Ella lo ensalzará sobre sus compañeros | y en
medio de la asamblea le abrirá la boca. 6Encontrará gozo y
corona de júbilo, | y un nombre eterno recibirá en herencia. 7Jamás
la alcanzarán los insensatos | y los pecadores nunca la verán. 8Está
lejos de los orgullosos, | y los mentirosos nunca se acuerdan de ella. 9En
la boca del pecador no cabe la alabanza, | porque el Señor no se la ha
concedido. 10Pues la alabanza se proclama con sabiduría, | y es
el Señor quien la inspira. 11No digas: «Por culpa del Señor me
he desviado», | porque lo que él detesta no lo hace. 12No
digas: «Él me ha extraviado», | porque él no tiene necesidad del pecador. 13El
Señor detesta la abominación | y tampoco la quieren los que le temen. 14Al
principio él creó al hombre | y lo dejó en poder de su propio albedrío. 15Si
quieres, guardarás los mandamientos | y permanecerás fiel a su voluntad. 16Él
te ha puesto delante fuego y agua, | extiende tu mano a lo que quieras. 17Ante
los hombres está la vida y la muerte, | y a cada uno se le dará lo que
prefiera. 18Porque grande es la sabiduría del Señor, | fuerte
es su poder y lo ve todo. 19Sus ojos miran a los que le temen,
| y conoce todas las obras del hombre. 20A nadie obligó a ser
impío, | y a nadie dio permiso para pecar.
161No desees una multitud de
hijos inútiles, | no te goces de tener hijos impíos. 2Aunque
sean muchos, no te alegres, | si no tienen temor del Señor. 3No
confíes en su larga vida, | ni te creas seguro a causa de su número. | Sufrirás
a causa de un dolor prematuro | y repentinamente conocerás su final. | Que más
vale uno que mil, | y morir sin hijos, que tenerlos impíos. 4Un
solo hombre inteligente repoblará la ciudad, | pero la raza de los sin ley
quedará desolada. 5Muchas cosas como estas vieron mis ojos, | y
cosas aún más graves oyeron mis oídos. 6En la asamblea de los
pecadores se enciende el fuego, | contra la nación rebelde se inflamó la
ira. 7El Señor no perdonó a los antiguos gigantes, | los que se
rebelaron a causa de su fuerza. 8No perdonó a los vecinos de
Lot, | a los que aborrecía por su soberbia. 9No se apiadó de la
nación corrompida, | de los que alardeaban de sus pecados. | Todo esto se lo
hizo a las naciones de corazón endurecido, | y pese a la abundancia de sus
santos no se dejó conmover. 10Y así trató a los seiscientos mil
de a pie | amotinados por su dureza de corazón. | Con golpes y misericordia los
castigó y curó, | el Señor los protegió con piedad y disciplina. 11Aunque
solo hubiera uno de dura cerviz, | sería asombroso que quedara impune; | pues
misericordia e ira están con él; | es poderoso cuando perdona y cuando descarga
su ira. 12Tan grande como su misericordia es su severidad, | y
juzga al hombre según sus obras. 13No escapará el pecador con
su rapiña, | ni se frustrará la paciencia del piadoso. 14Reservará
un sitio para el que da limosna, | cada uno recibirá según sus obras. 15El
Señor hizo que el faraón se obstinara para que no lo reconociese; | puso así de
manifiesto su poder bajo el cielo. 16En toda la creación se
manifiesta su misericordia, | y ha repartido su luz y oscuridad a los
humanos. 17No digas: «Me esconderé del Señor, | y, ¿quién se
acordará de mí allá arriba? | Entre la gran muchedumbre no seré reconocido, |
pues, ¿quién soy yo en la inmensa creación?». 18Mira el cielo y
los cielos altísimos, | el abismo y la tierra se estremecen ante su visita. |
Todo el universo fue creado y existe por su voluntad. 19Los
montes y los cimientos de la tierra | tiemblan de espanto bajo su mirada. 20Pero
en estas cosas no piensa el corazón, | ¿quién presta atención a su
conducta? 21Como una tempestad que el humano no ve, | la
mayoría de sus obras se realizan en secreto. 22Las obras de
justicia, ¿quién las anuncia?, | o ¿quién las espera?, pues la alianza está
lejos. | Y el examen de todas las cosas será al final. 23Estas
cosas piensa el insensato; | el estúpido y descarriado solo piensa
necedades. 24Escúchame, hijo, y aprende la ciencia, | y aplica
tu corazón a mis palabras. 25Revelaré con mesura la
instrucción, | y con precisión anunciaré la ciencia. 26Cuando
al principio el Señor creó sus obras, | después de hacerlas, determinó sus
funciones. 27Ordenó para siempre su actividad, | y sus dominios
por todas sus generaciones. | No tienen hambre ni se cansan, | y eso que no
abandonan su tarea. 28Ninguna choca con su compañera, | y jamás
desobedecen su palabra. 29Después de esto el Señor miró a la
tierra | y la colmó de sus bienes. 30Cubrió su faz con toda
clase de vivientes, | y todos volverán a ella.
171El Señor creó al ser humano de
la tierra, | y a ella lo hará volver de nuevo. 2Concedió a los
humanos días contados y un tiempo fijo, | y les dio autoridad sobre cuanto hay
en la tierra. 3Los revistió de una fuerza como la suya | y los
hizo a su propia imagen. 4Hizo que todo ser viviente los
temiese, | para que dominaran sobre fieras y aves. 5Recibieron
el uso de las cinco operaciones del Señor, | como sexta, les concedió
participar de la inteligencia; | y como séptima, la palabra intérprete de sus
operaciones. 6Discernimiento, lengua y ojos, | oídos y corazón
les dio para pensar. 7Los llenó de ciencia y entendimiento, | y
les enseñó el bien y el mal. 8Puso su mirada en sus
corazones, 9para mostrarles la grandeza de sus obras, | y les
concedió gloriarse por siempre de sus maravillas. 10Por eso
alabarán su santo nombre, | para contar la grandeza de sus obras. 11Puso
delante de ellos la ciencia, | y les dejó en herencia una ley de vida, | para
que piensen que los que ahora viven son mortales. 12Estableció
con ellos una alianza eterna, | y les enseñó sus decretos. 13Sus
ojos vieron la grandeza de su gloria | y sus oídos oyeron su voz
gloriosa. 14Les dijo: «Guardaos de toda iniquidad», | y les dio
a cada uno preceptos acerca del prójimo. 15La conducta humana
está siempre ante Dios, | no puede ocultarse a sus ojos. 16Desde
la juventud sus caminos conducen al mal | y no son capaces de transformar | sus
corazones de piedra en corazones de carne. 17Pues al repartir
las naciones de toda la tierra, | a cada nación asignó un jefe, | pero la
porción del Señor es Israel; 18a este, por ser el primogénito,
lo cuida con disciplina | y le dispensa la luz del amor sin abandonarlo. 19Para
el Señor todas sus obras son como el sol, | y sus ojos están siempre sobre su
conducta. 20No se le pueden ocultar injusticias de ellos, | y
todos sus pecados están delante del Señor. 21Pero el Señor, que
es bueno y conoce su imagen, | no los rechaza ni los abandona, sino que los
perdona. 22La limosna del hombre es para él como un sello, | y
custodia la generosidad como la niña del ojo. | Reparte arrepentimiento entre
sus hijos e hijas. 23Después de esto se levantará y les
retribuirá, | y dará a cada uno su recompensa. 24Pero a los que
se arrepienten les permite volver, | y consuela a los que han perdido la
esperanza. 25Retorna al Señor y abandona el pecado, | reza ante
su rostro y elimina los obstáculos. 26Vuélvete al Altísimo y
apártate de la injusticia | —pues él mismo te guiará de las tinieblas a la luz
salvífica— | y detesta con toda el alma la abominación. 27En el
abismo ¿quién alabará al Altísimo | como lo hacen los vivos y quienes le dan
gracias? 28Para el muerto, como quien no existe, desaparece la
alabanza, | solo el que está vivo y sano alaba al Señor. 29¡Qué
grande es la misericordia del Señor | y su perdón para los que retornan a
él! 30El hombre no puede tenerlo todo, | porque ningún humano
es inmortal. 31¿Qué hay más luminoso que el sol?, y también se
eclipsa; | los que son carne y sangre maquinan el mal. 32Dios
pasa revista al ejército de las alturas celestes; | los hombres son todos polvo
y ceniza.
181El que vive eternamente lo
creó todo por igual; 2solo el Señor es reconocido justo, | y no
hay otro fuera de él. 3Gobierna el mundo con la palma de su
mano, | y todo obedece a su voluntad, | pues él con su poder es rey de todos, |
separando en ellos las cosas santas de las profanas. 4A nadie
permitió que anunciara sus obras. | ¿Quién rastreará sus maravillas? 5¿Quién
medirá el poder de su majestad? | ¿Quién conseguirá narrar sus
misericordias? 6No hay nada que quitar, ni nada que añadir, |
ni se pueden rastrear las maravillas del Señor. 7Cuando el
hombre termina, entonces empieza, | cuando se detiene, entonces queda
asombrado. 8¿Qué es el hombre?, ¿para qué sirve?, | ¿cuál es su
bien y cuál su mal? 9Los días del hombre son cien años como
mucho; | el día más imprevisible de todos es el de la muerte. 10Como
gota de agua en el mar, como grano de arena, | así son sus pocos años frente a
un día de la eternidad. 11Por eso el Señor es paciente con los
humanos | y derrama sobre ellos su misericordia. 12Él ve y sabe
que el fin de ellos es miserable, | por eso multiplica su perdón. 13El
hombre se compadece de su prójimo, | el Señor, de todo ser viviente. | Él
reprende, adoctrina, enseña | y guía como un pastor a su rebaño. 14Se
compadece de los que acogen la instrucción | y de los que se afanan por sus
decretos. 15Hijo, a los favores no añadas un reproche, | ni a
cada regalo palabras ofensivas. 16¿No mitiga el rocío el calor
ardiente? | Así una palabra es mejor que un regalo. 17¿No vale
más una palabra que un buen obsequio? | Ambas cosas son propias del hombre
caritativo. 18El necio reprocha sin caridad, | y el regalo del
avaro consume los ojos. 19Antes de hablar, infórmate, | y antes
de caer enfermo, cuídate. 20Antes del juicio, examínate a ti
mismo, | y a la hora de la visita encontrarás perdón. 21Antes
de caer enfermo, humíllate, | y cuando peques, muestra arrepentimiento. 22Nada
te impida cumplir un voto a tiempo, | y no esperes a la muerte para
cumplirlo. 23Antes de hacer una promesa, prepárate, | y no seas
como uno que tienta al Señor. 24Acuérdate de la ira de los
últimos días, | y del momento del castigo, cuando él aparte su rostro. 25En
tiempo de abundancia acuérdate de la carestía, | de la pobreza y la indigencia
en los días de riqueza. 26De la mañana a la tarde cambia el
tiempo, | y todo pasa deprisa delante del Señor. 27La persona
sabia en todo es precavida, | y en ocasión de pecado se abstiene de la
culpa. 28Todo el que es prudente conoce la sabiduría, | y esta
rinde homenaje a quien la encuentra. 29Los prudentes en el
hablar también se hacen sabios | y derraman como lluvia proverbios acertados. |
Es mejor poner la confianza en un solo amo | que confiarse a un difunto con
corazón muerto. 30No vayas detrás de tus pasiones | y pon un
freno a tus deseos. 31Si te concedes la satisfacción de la
pasión, | serás el hazmerreír de tus enemigos. 32No te deleites
con muchos placeres, | para no empobrecerte a su costa. 33No te
arruines festejando con dinero prestado, | cuando no tienes nada en la bolsa, |
pues serás uno que insidia contra la propia vida.
191Un obrero bebedor nunca se
hará rico, | y el que desprecia lo pequeño poco a poco caerá. 2Vino
y mujeres pervierten a los sensatos, | y el que anda con prostitutas aún es más
temerario. 3Larvas y gusanos serán su herencia, | el temerario
será eliminado. 4El que pronto se confía no tiene juicio, | y
el que peca, a sí mismo se perjudica. 5El que se complace en el
mal será condenado, | pero el que resiste a los placeres corona su vida. 6El
que domina la lengua vivirá sin peleas, | y el que detesta la palabrería evita
el mal. 7No repitas nunca un chisme | y no sufrirás ningún
daño; 8ni a amigo ni a enemigo se lo cuentes, | y si para ti no
es pecado, no lo descubras, 9pues el que te escucha desconfiará
de ti | y, llegada la ocasión, te despreciará. 10¿Has oído
algo? ¡Muera contigo! | ¡Tranquilo, que no reventarás! 11El
necio oye una noticia y ya siente dolores, | como la mujer que va a dar a luz
un hijo. 12Flecha clavada en el muslo | es la noticia en las
entrañas del necio. 13Pregunta a tu amigo: quizá no ha hecho
nada, | y si lo hizo, para que no vuelva a hacerlo. 14Pregunta
a tu prójimo: quizá no ha dicho nada, | y si lo dijo, para que no lo
repita. 15Pregunta a tu amigo, pues a menudo se trata de
calumnia, | y no te creas todo lo que se dice. 16Hay quien
resbala sin querer, | pero, ¿quién no ha pecado con su lengua? 17Pregunta
a tu prójimo antes de censurarlo, | y deja que se cumpla la ley del
Altísimo. 18El temor del Señor es principio de acogida, | la
sabiduría obtiene de él el amor. 19El conocimiento de los
mandatos del Señor es instrucción de vida; | los que hacen lo que le agrada
obtendrán los frutos del árbol de la inmortalidad. 20Toda
sabiduría es temor del Señor, | y en toda sabiduría está la práctica de la ley
| y el conocimiento de su omnipotencia. 21Un criado que dice al
amo: «No haré lo que te agrada», | aunque después lo haga, irrita a quien le da
de comer. 22No es sabiduría el conocimiento del mal, | ni
prudencia la deliberación de los pecadores. 23Hay una habilidad
que es abominación | y hay un insensato que carece de sabiduría. 24Más
vale uno corto de inteligencia pero que teme al Señor, | que uno muy
inteligente pero que infringe la ley. 25Hay una habilidad
perfecta que es injusta, | y hay quien intriga para obtener un juicio favorable,
| pero el sabio es justo en el juicio. 26Hay quien hace el mal
encorvado por la pena, | pero su interior está lleno de engaño. 27Se
cubre la cara y se hace el sordo, | pero, cuando nadie lo vea, te tomará la
delantera, 28y, si por falta de fuerzas se priva de pecar, | en
cuanto encuentre la ocasión, hará el mal. 29Por el aspecto se
conoce al hombre, | y por el rostro se conoce al inteligente. 30El
vestido del hombre, la sonrisa de su boca | y el modo de caminar revelan lo que
es.
201Hay reprensión inoportuna, | y
hay quien calla por prudencia. 2¡Cuánto mejor reprender que
enfadarse! | 3El que se confiesa culpable evita la
humillación. 4Eunuco empeñado en desflorar a una doncella, |
así es el que impone la justicia por la fuerza. 5Hay quien
calla pasando por sabio, | y hay quien se hace odioso por su verborrea. 6Hay
quien calla porque no tiene respuesta, | y hay quien calla porque conoce el
momento oportuno. 7El sabio guarda silencio hasta el momento
oportuno, | pero el fanfarrón e insensato deja pasar la oportunidad. 8El
charlatán se hace abominable, | y el que pretende imponerse se hace odioso. |
¡Qué hermoso es mostrar arrepentimiento cuando a uno lo reprenden! | Así, pues,
evitarás un pecado voluntario. 9Hay quien en la desgracia
encuentra fortuna, | y hay ganancia que trae pérdidas. 10Hay
regalo que no te aprovecha, | y hay regalo que rinde el doble. 11Hay
humillación que viene de la gloria, | y hay quien de la postración levanta
cabeza. 12Hay quien compra mucho con poco, | y luego lo paga
siete veces más caro. 13El sabio se hace amable con sus
palabras, | mientras las lisonjas del necio son inútiles. 14El
regalo del necio no te aprovecha, | así tampoco el del avaro, hecho por
necesidad, | pues sus ojos, en lugar de uno, son muchos; 15da
poco y te echa en cara mucho, | abre la boca como un pregonero; | presta hoy y
mañana reclama; | una persona así es detestable. 16Dice el
necio: «No tengo ni un amigo | y nadie agradece mis favores. | Los que comen mi
pan son malas lenguas». 17¡Cuántos y cuántas veces se reirán de
él! | Pues no acoge con recto entendimiento lo que tiene, | ni es indiferente
ante lo que no tiene. 18Mejor es resbalar en el suelo que con
la lengua, | así la caída de los malos llegará rápidamente. 19Persona
sin educación es como chiste inoportuno: | está siempre en boca de
ignorantes. 20De la boca del necio no se acepta un proverbio, |
pues nunca lo dice en el momento adecuado. 21A algunos la
indigencia los aleja del pecado, | y cuando llega el descanso, no tienen
remordimientos. 22Hay quien se pierde por vergüenza, | y quien
se pierde por hacer caso de un insensato. 23Hay quien por
vergüenza hace promesas al amigo, | y lo convierte en enemigo
innecesariamente. 24Grave defecto para una persona es la
mentira | y está siempre en boca de ignorantes. 25Mejor ladrón
que mentiroso empedernido, | pero ambos heredarán la perdición. 26El
hábito del mentiroso es una deshonra, | la vergüenza lo acompaña siempre. 27El
sabio se abre camino con las palabras, | y el prudente agrada a los
grandes. 28El que cultiva la tierra aumentará su cosecha, | y
el que agrada a los grandes expía la injusticia. 29Presentes y
regalos ciegan los ojos de los sabios, | y como bozal en boca ahoga el
reproche. 30Sabiduría oculta y tesoro invisible, | ¿para qué
sirven una y otro? 31Más vale el que oculta su necedad | que el
que oculta su sabiduría. 32Más vale constancia inflexible en la
búsqueda del Señor | que conducir sin control el carro de la propia vida.
211Hijo, ¿has pecado? No lo hagas
más, | y por tus faltas pasadas pide perdón. 2Huye del pecado
como de una serpiente, | pues, si te acercas, te morderá. | Dientes de león son
sus dientes, | que destrozan vidas humanas. 3Espada de doble
filo es la trasgresión, | no hay remedio para su herida. 4Terror
y violencia devastan la riqueza, | así la casa del soberbio será
arrasada. 5La oración del pobre llega a los oídos de Dios, | y
le hará justicia inmediatamente. 6El que odia la reprensión
sigue las huellas del pecador, | y el que teme al Señor se convierte de
corazón. 7De lejos se conoce al deslenguado, | pero el sensato
reconoce sus deslices. 8El que edifica su casa con dinero ajeno
| es como el que amontona piedras para su tumba. 9Como haz de
estopa es la reunión de los malvados, | y su final es una llamarada de
fuego. 10El camino de los pecadores está bien adoquinado, |
pero desemboca en lo hondo del abismo. 11El que guarda la ley
domina sus pensamientos, | y el culmen del temor del Señor es la
sabiduría. 12Quien no es habilidoso no aprenderá, | pero hay
una habilidad que aumenta la amargura. 13La ciencia del sabio
crece como un torrente, | y su consejo como fuente de vida. 14La
mente del necio es como una vasija rota | y no retiene ningún
conocimiento. 15Si el instruido oye una palabra sabia, | la
elogia y le añade otra; | si la oye el imbécil, se burla de ella | y se la echa
a la espalda. 16La explicación del necio es como fardo en el
camino, | pero en los labios del inteligente se encuentra la gracia. 17La
opinión del sensato es requerida en la asamblea, | y sus palabras se meditan en
el corazón. 18Casa en ruinas es la sabiduría del necio, | y la
ciencia del tonto, palabras incoherentes. 19Como cepos en los
pies es la educación para el bobo, | como esposas en su mano derecha. 20El
necio ríe estrepitosamente, | mientras el sabio apenas sonríe en
silencio. 21Joya de oro es la educación para el sensato, | es
como brazalete en su brazo derecho. 22El necio irrumpe en casa
ajena, | el experimentado se presenta con respeto. 23El
insensato fisgonea la casa desde la puerta, | el hombre bien educado se espera
fuera. 24Es falta de educación escuchar detrás de la puerta, |
el sensato se avergüenza de ello. 25Los charlatanes hablan con
insistencia, | los sensatos miden sus palabras. 26Los necios
tienen el corazón en la boca, | los sabios tienen la boca en el corazón. 27Cuando
el impío maldice a su adversario, | a sí mismo se maldice. 28El
murmurador se perjudica a sí mismo, | y el vecindario lo detesta.
221El perezoso se parece a una
piedra enfangada, | y todos le silban al ver su indignidad. 2El
perezoso se parece a una bola de excrementos, | todo el que la toca se sacude
la mano. 3Vergüenza del padre tener un hijo maleducado, | pero
si es una hija, será su ruina. 4La hija sensata es la herencia
de su marido, | y la desvergonzada entristece al que la engendró. 5La
descarada avergüenza al padre y al marido, | y los dos la desprecian. 6Música
en duelo es advertencia inoportuna, | pero azotes y corrección en todo tiempo
son sabiduría. 7Los hijos que tienen de qué vivir con una vida
honrada | hacen olvidar el origen oscuro de sus padres; 8los
hijos altaneros y que se enorgullecen sin educación | deshonran la nobleza de
su linaje. 9Enseñar al necio es como pegar cascotes, | como
despertar al que duerme un sueño profundo. 10Conversar con el
necio es conversar con un adormilado, | al final dirá: «¿De qué se
trata?». 11Llora por el muerto, pues ha perdido la luz, | llora
por el necio, pues ha perdido la inteligencia; | llora tiernamente al muerto,
porque ya descansa; | con todo, la vida del necio es peor que la muerte. 12El
duelo por un muerto dura siete días, | pero por un necio e impío, todos los
días de su vida. 13Con el insensato no multipliques las
palabras, | y con el tonto no vayas de camino; | obtuso como es, despreciará
todas tus cosas. | Guárdate de él, no sea que tengas un disgusto | y te
contamines con su roce. | Apártate de él y encontrarás reposo, | y no te
irrites por su estupidez. 14¿Qué hay más pesado que el plomo?,
| y ¿cuál es su nombre sino «necio»? 15Arena, sal y bola de
hierro | son más fáciles de llevar que el insensato. 16Armazón
de madera bien trabado en una casa | no se desmorona con un terremoto; | así el
corazón asentado en reflexión madura, | en el momento del peligro no se
acobarda. 17Corazón apoyado en deliberación inteligente | es
como estuco de arena en pared bien lijada. 18Empalizada puesta
en lo alto | no resiste ante el viento; | así el corazón cobarde amparado en
ideas necias | no resiste ante el temor. 19Quien hiere el ojo,
hace saltar lágrimas, | y quien hiere el corazón, descubre el
sentimiento. 20Quien tira una piedra a un pájaro, lo ahuyenta,
| y quien injuria a un amigo, rompe la amistad. 21Si has
empuñado la espada contra tu amigo, | no desesperes, pues aún puede haber
vuelta atrás; 22si has abierto la boca contra tu amigo, | no
temas, pues aún puede haber reconciliación, | a menos que haya injuria,
soberbia, | revelación de secreto o golpe a traición; | en estos casos tu amigo
se escapará. 23Gánate la confianza del prójimo en su pobreza, |
para que en su prosperidad puedas disfrutar con él; | en tiempo de tribulación
permanece a su lado, | para que, cuando herede, heredes con él. | Pues, no
siempre hay que despreciar la apariencia, | ni debe maravillar que el rico no
tenga sentido común. 24Antes del fuego salen del horno vapor y
humo, | así antes de la sangre aparecen las injurias. 25Nunca
me avergonzaré de proteger a un amigo, | y no me esconderé de su
presencia; 26y si por causa suya me ocurre algún mal, | todo el
que se entere se guardará de él. 27¿Quién pondrá una custodia a
mi boca | y un sello de prudencia en mis labios, | para que yo no caiga por
causa suya, | y mi lengua no me pierda?
231¡Oh Señor, padre y dueño de mi
vida, | no me abandones a su capricho, | y no me dejes caer por su culpa! 2¿Quién
aplicará el látigo a mis pensamientos, | y a mi corazón la disciplina de la
sabiduría, | para que no queden impunes mis faltas, | ni se pasen por alto mis
pecados? 3No sea que mis errores aumenten | y se multipliquen
mis pecados, | que yo caiga ante mis adversarios, | y mi enemigo se burle de
mí; | para ellos está lejos la esperanza de tu misericordia. 4Señor,
padre y Dios de mi vida, | no dejes que sea altiva mi mirada, 5y
aparta de mí la concupiscencia. 6Que la sensualidad y la
lujuria no se apoderen de mí, | no me entregues a una pasión vergonzosa. 7Escuchad,
hijos, la instrucción sobre el hablar, | quien la guarde no quedará
atrapado. 8El pecador se enreda en sus propios labios, | el
calumniador y el soberbio tropiezan en ellos. 9No habitúes tu
boca al juramento, | ni te acostumbres a nombrar al Santo. 10Pues,
igual que un criado continuamente vigilado | no quedará libre de golpes, | así
el que jura y nombra a Dios a todas horas | no quedará libre de pecado. 11El
hombre que mucho jura se llena de maldad, | y el látigo no se apartará de su
casa. | Si se equivoca, su pecado le cae encima, | y si no cumple, peca dos
veces, | Si jura en falso, no será absuelto: | su casa ciertamente se llenará
de desgracias. 12Hay un lenguaje equiparable a la muerte: |
¡que no se encuentre en la heredad de Jacob! | Pues los piadosos están lejos de
todas estas cosas | y no se revuelcan en los pecados. 13No te
acostumbres a la baja grosería, | porque en ella hay motivo de pecado. 14Acuérdate
de tu padre y de tu madre, | cuando te sientes en medio de los grandes, | no
sea que te descuides ante ellos | y, comportándote como un necio, | llegues a
desear no haber nacido | y a maldecir el día de tu nacimiento. 15El
que está acostumbrado a injurias | no se corregirá en toda su vida. 16Dos
clases de personas multiplican los pecados, | y una tercera provoca la
ira: 17el sensual que arde como el fuego | no se apagará hasta
consumirse; | el lujurioso con su propia familia | no cejará hasta que el fuego
lo abrase; | para el lujurioso cualquier pan es dulce, | no descansará hasta
que haya muerto. 18El que es infiel a su mujer | dice para sí:
«¿Quién me ve?, | la oscuridad me envuelve y las paredes me encubren, | y nadie
me ve, ¿qué he de temer?; | el Altísimo no se acordará de mis pecados». 19Solo
teme los ojos de los humanos, | y no sabe que los ojos del Señor | son diez mil
veces más brillantes que el sol, | observan todos los caminos de los humanos, |
y penetran hasta los rincones más ocultos. 20Antes de ser
creadas, todas las cosas le eran conocidas, | y también lo son después de
concluidas. 21Este hombre será castigado en las plazas de la
ciudad, | y cuando menos lo espere, será detenido. 22Así
también la mujer que es infiel a su marido, | y le da un heredero nacido de un
extraño. 23Primero, ha desobedecido la ley del Altísimo; |
segundo, ha faltado a su marido; | tercero, se ha prostituido con adulterio | y
le ha dado hijos de un extraño. 24Esta será llevada a la
asamblea, | y el castigo caerá sobre sus hijos. 25Sus hijos no
echarán raíces, | y sus ramas no darán frutos. 26Dejará un
recuerdo maldito, | y su infamia no se borrará. 27Y los que
vengan después de ella reconocerán | que nada es mejor que el temor del Señor,
| nada más dulce que guardar sus mandamientos. 28Grande gloria
es seguir a Dios, | abundancia de días, que tú seas acogido por él.
241La sabiduría hace su propia
alabanza, | encuentra su honor en Dios | y se gloría en medio de su
pueblo. 2En la asamblea del Altísimo abre su boca | y se gloría
ante el Poderoso. 3«Yo salí de la boca del Altísimo, | y como
niebla cubrí la tierra. 4Puse mi tienda en las alturas, | y mi
trono era una columna de nube. 5Sola recorrí la bóveda del
cielo | y me paseé por la profundidad del abismo. 6Goberné
sobre las olas del mar y sobre toda la tierra, | sobre todos los pueblos y
naciones. 7En todos ellos busqué un lugar de descanso | y una
heredad donde establecerme. 8Entonces el Creador del universo
me dio una orden, | el que me había creado estableció mi morada | y me dijo:
“Pon tu tienda en Jacob, | y fija tu heredad en Israel”. 9Desde
el principio, antes de los siglos, me creó, | y nunca jamás dejaré de
existir. 10Ejercí mi ministerio en la Tienda santa delante de
él, | y así me establecí en Sión. 11En la ciudad amada encontré
descanso, | y en Jerusalén reside mi poder. 12Arraigué en un
pueblo glorioso, | en la porción del Señor, en su heredad. 13Crecí
como cedro del Líbano, | como ciprés de las montañas del Hermón. 14Crecí
como palmera de Engadí, | como plantel de rosas de Jericó, | como gallardo
olivo en la llanura, | como plátano crecí. 15Como cinamomo y
aspálato de perfume, | como mirra exquisita derramé aroma, | como gálbano y
ónice y estacte, | como nube de incienso en la Tienda. 16Como
terebinto extendí mis ramas, | un ramaje de gloria y de gracia. 17Como
vid lozana retoñé, | y mis flores son frutos bellos y abundantes. 18Yo
soy la madre del amor hermoso y del temor, | del conocimiento y de la santa
esperanza, | me doy a todos mis hijos, | escogidos por él desde la
eternidad. 19Venid a mí los que me deseáis, | y saciaos de mis
frutos. 20Pues mi recuerdo es más dulce que la miel, | y mi
heredad más dulce que los panales. 21Los que me comen todavía
tendrán hambre, | y los que me beben todavía tendrán sed. 22Quien
me obedece no pasará vergüenza, | y los que se ocupan de mí no pecarán». 23Todo
esto es el libro de la alianza del Dios altísimo, | la ley que nos prescribió
Moisés | como herencia para las asambleas de Jacob. 24No dejéis
de ser fuertes en el Señor; | permaneced unidos a él para que os fortalezca. | El
Señor todopoderoso es el único Dios, | y fuera de él no hay salvador. 25Ella,
la ley, rebosa sabiduría como el Pisón, | como el Tigris en la estación de los
primeros frutos; 26desborda inteligencia como el Éufrates, |
como el Jordán en tiempo de cosecha; 27derrama enseñanza como
el Nilo, | como el Guijón durante la vendimia. 28El primero no
acabó de comprenderla, | ni tampoco el último ha podido rastrearla. 29Pues
su pensamiento es más ancho que el mar, | y su consejo más profundo que el gran
abismo. 30Y yo, como canal que deriva de un río, | como acequia
que atraviesa un jardín, 31dije: «Regaré mi huerto | y empaparé
mis eras». | Y he aquí que el canal se me convirtió en un río, | y el río se
convirtió en un mar. 32Haré que mi enseñanza brille como la aurora
| y que resplandezca en la lejanía. 33Derramaré mi enseñanza
como profecía | y la transmitiré a las generaciones futuras. 34Fijaos
que no he trabajado solo para mí, | sino para todos aquellos que buscan la
sabiduría.
251Tres cosas desea mi alma | que
agradan al Señor y a los humanos: | concordia entre hermanos, amistad entre
vecinos, | y marido y mujer bien avenidos. 2Tres tipos de
personas detesta mi alma | y su conducta me llena de indignación: | pobre
orgulloso, rico embustero, | y viejo lascivo e insensato. 3Si
en la juventud no has recogido nada, | ¿cómo quieres encontrar algo en la
vejez? 4¡Qué bien sienta a las canas el juicio, | y a los
ancianos saber aconsejar! 5¡Qué bien sienta a los ancianos la
sabiduría, | y a los ilustres la reflexión y el consejo! 6La
mucha experiencia es la corona de los ancianos, | y su orgullo es el temor del
Señor. 7Hay nueve situaciones que considero dichosas, | y una
décima que la diré con palabras: | el hombre satisfecho de sus hijos, | el que
en vida puede ver la caída de sus enemigos. 8Dichoso el que
vive con una mujer sensata | y el que no tiene que arar con buey y asno; | el
que no resbala con su lengua | y el que no sirve a un amo indigno de él. 9Dichoso
el que ha encontrado la prudencia, | y quien se dirige a oídos atentos. 10¡Qué
grande es el que encuentra la sabiduría! | Pero nadie aventaja al que teme al
Señor. 11El temor del Señor está por encima de todo, | el que
lo posee, ¿a quién se le puede comparar? 12El temor del Señor
es el comienzo de su amor; | pero es la fe lo que hace que nos unamos a
él. 13¡Cualquier herida, menos la del corazón! | ¡cualquier
maldad, menos la de mujer! 14¡Cualquier desgracia, menos la que
proviene de los adversarios! | ¡Cualquier venganza, menos la de los
enemigos! 15No hay veneno como el de la serpiente, | ni furia
como la del enemigo. 16Prefiero vivir con un león o dragón |
que convivir con una mujer malvada. 17La maldad de la mujer
desfigura su semblante | y oscurece su rostro como el de un oso. 18Su
marido se sienta entre los vecinos | y sin poder contenerse suspira
amargamente. 19Toda malicia es poca junto a la de la mujer, |
¡que la suerte del pecador caiga sobre ella! 20Cuesta arenosa
para pies de anciano, | así es la mujer charlatana para un marido
pacífico. 21No te dejes seducir por la belleza femenina, | ni
te apasiones por una mujer. 22Motivo de indignación, deshonra y
vergüenza | es la mujer que mantiene a su marido. 23Corazón
abatido, rostro sombrío | y herida del corazón es la mujer malvada. | Manos
caídas y rodillas vacilantes | es la mujer que no hace feliz a su marido. 24Por
la mujer empezó el pecado, | y por su culpa todos morimos. 25No
des salida al agua, | ni libertad de palabra a la mujer malvada. 26Si
no se comporta según tu voluntad, | apártala de tu lado.
261Dichoso el marido de una mujer
buena, | el número de sus días se duplicará. 2Mujer valerosa es
la alegría de su marido, | él vivirá en paz todos los años de su vida. 3Una
mujer buena es una herencia valiosa | que toca en suerte a los que temen al
Señor: 4sean ricos o pobres, su corazón estará contento | y
llevarán siempre la alegría en el rostro. 5Tres cosas teme mi
corazón | y una cuarta me da miedo: | calumnia en la ciudad, motín popular | y
falsa acusación: las tres son peores que la muerte; 6pero pena
y dolor de corazón es una mujer celosa de otra, | el látigo de su lengua a
todos instiga. 7Yugo de bueyes mal ajustado es la mujer
malvada; | querer dominarla es como agarrar un escorpión. 8Mujer
borracha es una exasperación, | no podrá ocultar su vergüenza. 9La
mujer adúltera provoca con la mirada, | y sus párpados la delatan. 10Ante
una joven atrevida, refuerza la guardia, | no sea que, al menor descuido, se
aproveche de ti. 11Guárdate de sus ojos descarados, | y no te
extrañes si te conducen al mal. 12Como caminante sediento, ella
abre la boca | y bebe de cualquier agua que encuentra; | se sienta frente a
cualquier tienda | y abre su aljaba a cualquier flecha. 13El
encanto de la mujer complace a su marido, | y su ciencia lo reconforta. 14La
mujer silenciosa es un don del Señor, | la mujer bien educada no tiene
precio. 15La mujer honesta duplica su encanto, | es
incalculable el valor de la que sabe controlarse. 16Sol que
sale por las alturas del Señor | es la belleza de la mujer buena en su casa
bien ordenada. 17Lámpara que brilla en el candelabro santo | es
un rostro hermoso sobre una figura esbelta. 18Columnas de oro
sobre pedestales de plata | son las piernas bonitas sobre talones firmes. 19[Hijo
mío, conserva intacta la flor de tu juventud y no entregues tu vigor a
extrañas.] 20[Busca una parcela fértil en tu país y siembra tu
grano confiando en tu descendencia.] 21[Así los retoños que te
sucedan prosperarán contentos de su estirpe.] 22[Una mujer que
se vende es despreciable, una casada es torre de muerte para sus
amantes.] 23[Al pecador le tocará en suerte una mujer impía; al
que teme al Señor, una piadosa.] 24[Mujer desvergonzada vive en
la deshonra, joven virtuosa hasta con el marido es modesta.] 25[Mujer
descarada es tenida por perra, mujer modesta teme al Señor.] 26[Mujer
que honra al marido es tenida por sabia, la que lo desprecia, por orgullosa e
impía.] 27[Mujer gritona y charlatana es trompeta de
zafarrancho; en una casa así el hombre vive entre guerras y tumultos.] 28Dos
cosas entristecen mi corazón, | y la tercera me produce indignación: | el
guerrero que desfallece en la miseria, | hombres inteligentes tratados con
desprecio | y quien se pasa de la justicia al pecado: | a este el Señor lo
destina a la espada. 29Difícilmente está libre de culpa el negociante,
| y el comerciante no se verá libre de pecado.
271Por amor al dinero muchos han
pecado, | y el que pretende enriquecerse desvía la mirada. 2La
estaca se clava unida entre dos piedras, | así entre compra y venta se
introduce el pecado. 3Quien no se aferra enseguida al temor del
Señor | pronto verá su casa arruinada. 4Cuando se agita la
criba, quedan los desechos; | así, cuando la persona habla, se descubren sus
defectos. 5El horno prueba las vasijas del alfarero, | y la
persona es probada en su conversación. 6El fruto revela el
cultivo del árbol, | así la palabra revela el corazón de la persona. 7No
elogies a nadie antes de oírlo hablar, | porque ahí es donde se prueba una
persona. 8Si buscas la justicia, la encontrarás, | y te la
vestirás como túnica de gloria. 9Los pájaros anidan con los de
su especie, | y la verdad con los que la practican. 10El león
acecha a su presa, | y el pecado a los que cometen injusticias. 11Las
palabras del piadoso rezuman sabiduría, | pero el insensato cambia como la luna. 12No
pierdas el tiempo con los necios, | pero entre los sensatos demórate sin
reparos. 13La conversación de los necios es exasperante, | solo
se ríen de los placeres del pecado. 14El lenguaje del que jura
sin cesar eriza los cabellos, | y ante sus disputas hay que taparse los
oídos. 15Riña de orgullosos hace correr sangre, | es penoso
escuchar sus insultos. 16El que revela secretos no es de fiar,
| y nunca encontrará un amigo íntimo. 17Ama a tu amigo y
confíate a él, | pero si revelas sus secretos, deja de ir tras él; 18porque
como el asesino elimina a su víctima, | así tú has destruido la amistad de tu
prójimo. 19Como pájaro que has dejado escapar de tu mano, | así
has perdido a tu amigo y no lo recobrarás. 20No vayas en su
busca, porque se fue lejos, | huyó como gacela de la trampa. 21Se
puede vendar una herida, | se puede perdonar una ofensa, | pero no hay
esperanza para el que ha revelado un secreto. 22El que guiña el
ojo, algo malo está tramando, | y nadie podrá disuadirlo de ello. 23En
tu presencia habla con dulzura | y muestra admiración por tus palabras; | pero
luego cambiará de lenguaje | y se escandalizará de tus palabras. 24Muchas
cosas detesto, pero nada tanto como a este, | y el Señor también lo
detesta. 25Quien tira una piedra al aire, sobre su cabeza la
tira, | el golpe a traición hiere al que lo da. 26Quien cava
una fosa, caerá en ella, | quien tiende una trampa, en ella quedará
atrapado. 27Quien hace el mal, se le volverá contra él, |
aunque no sepa de dónde le viene. 28Escarnios e insultos le
esperan al orgulloso, | pues la venganza le acecha como un león. 29Los
que se alegran de la caída del piadoso | caerán en la trampa y el dolor los
consumirá antes de morir. 30Rencor e ira también son
detestables, | el pecador los posee.
281El vengativo sufrirá la
venganza del Señor, | que llevará cuenta exacta de sus pecados. 2Perdona
la ofensa a tu prójimo | y, cuando reces, tus pecados te serán
perdonados. 3Si un ser humano alimenta la ira contra otro, |
¿cómo puede esperar la curación del Señor? 4Si no se compadece
de su semejante, | ¿cómo pide perdón por sus propios pecados? 5Si
él, simple mortal, guarda rencor, | ¿quién perdonará sus pecados? 6Piensa
en tu final y deja de odiar, | acuérdate de la corrupción y de la muerte | y sé
fiel a los mandamientos. 7Acuérdate de los mandamientos | y no
guardes rencor a tu prójimo; | acuérdate de la alianza del Altísimo | y pasa
por alto la ofensa. 8Apártate de las disputas y evitarás el
pecado, | porque el violento atiza las disputas. 9El pecador
enzarza a los amigos, | siembra discordia entre los que están en paz. 10Según
sea la leña, así arde el fuego, | cuanto más violencia, mayor es la disputa; |
según sea la fuerza de la persona, así es su furor, | cuanto mayor es su
riqueza, más se enciende su ira. 11Riña repentina enciende el
fuego, | disputa precipitada hace correr sangre. 12Si soplas
sobre una chispa, prenderá, | si le escupes encima, se apagará, | y ambas cosas
salen de tu boca. 13Maldice al charlatán y al mentiroso, |
porque han perdido a muchos que vivían en paz. 14A muchos ha
sacudido la lengua calumniadora, | y los ha dispersado de nación en nación; |
ha arrasado ciudades fuertes | y ha arruinado familias de príncipes. 15La
lengua calumniadora ha repudiado a mujeres excelentes, | privándoles del fruto
de sus trabajos. 16El que la escucha no encontrará descanso, |
ni plantará su tienda en paz. 17Un golpe del látigo produce
moratones, | un golpe de lengua quebranta los huesos. 18Muchos
han caído a filo de espada, | pero no tantos como las víctimas de la lengua. 19Dichoso
el que de ella se protege, | y no ha estado expuesto a su furor, | el que no ha
cargado su yugo, | ni ha sido atado con sus cadenas. 20Porque
su yugo es de hierro, | y sus cadenas de bronce. 21Trágica es
la muerte que ocasiona, | ¡es mucho mejor el abismo! 22Pero no
tiene poder sobre los piadosos, | y en sus llamas no se quemarán. 23Los
que abandonan al Señor en ella caerán, | en ellos prenderá su llama y no se
apagará. | Como un león se lanzará contra ellos, | como una pantera los desgarrará. 24Mira,
valla tu hacienda con espinos, | guarda bien tu oro y tu plata. 25Balanza
y pesos para tus palabras, | puerta y cerrojo para tu boca. 26Guárdate
bien de resbalar con la lengua, | no sea que caigas ante el que te acecha.
291El que es misericordioso
presta a su prójimo, | quien le brinda ayuda guarda los mandamientos. 2Presta
a tu prójimo cuando pase necesidad, | y por tu parte restituye lo prestado a su
debido tiempo. 3Mantén tu palabra y sé leal con él, | y en toda
ocasión encontrarás lo que necesitas. 4Muchos pretenden
adueñarse de lo prestado | y ponen en dificultad a quienes los ayudaron. 5Antes
de recibir el préstamo, | besan las manos del prójimo | y humillan la voz para
conseguir su dinero; | pero, a la hora de restituir, dan largas, | responden
con evasivas | y echan la culpa a las circunstancias. 6Si
consigue pagar, el otro recibirá apenas la mitad, | y aún lo considerará como
una ganga. | En caso contrario, perderá su dinero, | y se habrá ganado sin
necesidad un enemigo | que le devolverá maldiciones e insultos, | y en lugar de
honor le devolverá desprecio. 7Así que muchos se niegan a
prestar dinero, no por maldad, | sino por miedo a que les despojen sin
razón. 8En cambio, sé generoso con el humilde, | y no le hagas
esperar para darle limosna. 9Por amor a la ley, acoge al
indigente, | y según su necesidad no lo despidas con las manos vacías. 10Por
el hermano y el amigo gasta tu dinero, | que no se te oxide inútilmente bajo
una piedra. 11Utiliza tus bienes según los preceptos del
Altísimo, | y te dará más provecho que el oro. 12Almacena las
limosnas en tus graneros, | y ellas te librarán de todo mal. 13Mejor
que escudo recio o pesada lanza, | ellas combatirán por ti frente al
enemigo. 14El hombre bueno sale fiador por su prójimo, | pero
el que ha perdido la vergüenza, lo deja abandonado. 15No
olvides los favores de tu fiador, | pues él se ha expuesto por ti. 16El
pecador dilapida los bienes de su fiador, | y el ingrato no se acuerda de quien
lo ha liberado. 17La fianza ha arruinado a mucha gente de bien,
| los ha sacudido como las olas del mar. 18Ha desterrado a
hombres poderosos, | que anduvieron errantes por naciones extranjeras. 19Cuando
un pecador se apresura a dar fianza, | intentando especular, se enredará en
pleitos. 20Ayuda al prójimo según tus recursos, | pero ten
cuidado de no arruinarte. 21Lo indispensable para vivir es
agua, pan, vestido | y una casa para cobijarse. 22Más vale vida
de pobre bajo techo de madera | que grandes banquetes en casa ajena. 23En
lo poco y en lo mucho pon buena cara, | y no escucharás reproches de la
vecindad. 24Triste vida andar de casa en casa: | no abrirás la
boca donde seas un extraño. 25Recibirás humillado hospedaje y
bebida, | y encima tendrás que oír palabras hirientes: 26«Pasa,
forastero, pon la mesa, | si tienes algo a mano, dame de comer». 27«Vete,
forastero, cede el puesto a otro más importante, | mi hermano viene a
hospedarse y necesito la casa». 28Duro es esto para el que
tiene sentimientos, | reproches del casero e insultos del prestamista.
301El que ama a su hijo lo
castiga sin cesar, | para poder alegrarse en el futuro. 2El que
corrige a su hijo tendrá muchas satisfacciones, | y entre sus conocidos se
sentirá orgulloso de él. 3El que instruye a su hijo dará
envidia a su enemigo, | y ante sus amigos se sentirá satisfecho. 4Cuando
el padre muere, es como si no muriese, | pues deja tras de sí un hijo semejante
a él. 5Durante su vida se alegra de verlo, | y a la hora de su
muerte no siente tristeza. 6Contra sus enemigos deja un
vengador, | y para sus amigos un bienhechor. 7El que mima a su
hijo, vendará sus heridas, | a cada grito se le conmoverán sus entrañas. 8Caballo
no domado sale bravo, | hijo consentido sale arisco. 9Mima a tu
hijo y te dará sorpresas, | juega con él y te traerá disgustos. 10No
rías con él y no llorarás con él, | ni acabarás rechinando los dientes. 11En
su juventud no le des libertad, | ni pases por alto sus errores. 12Doblega
su cuello mientras es joven, | túndele las costillas cuando es pequeño, no sea
que, volviéndose rebelde, te desobedezca | y sufras por él una honda
amargura. 13Educa a tu hijo y dedícate a él, | para que no
tengas que soportar su insolencia. 14Vale más pobre sano y
fuerte | que rico lleno de achaques. 15Salud y vigor valen más
que todo el oro, | un cuerpo robusto más que una inmensa fortuna. 16No
hay mejor riqueza que la salud del cuerpo, | ni mayor felicidad que la alegría
del corazón. 17Mejor es la muerte que una vida amargada, | el
descanso eterno que una enfermedad incurable. 18Manjares
derramados sobre boca cerrada | son las ofrendas depositadas sobre una
tumba. 19¿De qué le sirve al ídolo una ofrenda? | ¡No la puede
comer ni beber! | Lo mismo le ocurre a quien el Señor persigue: 20mira
con sus ojos y suspira, | como el eunuco que abraza a una joven doncella y
suspira, | así es el que hace justicia con violencia. 21No te
abandones a la tristeza, | ni te atormentes con tus pensamientos. 22La
alegría de corazón es vida para el hombre, | y la felicidad le alarga los
días. 23Distrae tu alma y consuela tu corazón, | aparta de ti
la tristeza; | pues la tristeza ha perdido a muchos, | y no se saca ningún
provecho de ella. 24Envidia y malhumor acortan los días, | las
preocupaciones producen vejez prematura. 25Un corazón radiante
tiene buen apetito | y le aprovecha todo lo que come.
311El insomnio del rico acaba con
su salud, | sus preocupaciones ahuyentan el sueño. 2Las
preocupaciones le impiden dormir, | alejan el sueño como una enfermedad
grave. 3El rico se afana para acumular riquezas, | y cuando
descansa, se hastía de placeres. 4El pobre se afana para
encontrar sustento, | y cuando descansa, cae en la miseria. 5Quien
ama el oro no quedará impune, | quien anda tras el lucro en él se
extraviará. 6Muchos se arruinaron a causa del oro | y se
encontraron cara a cara con la perdición. 7Es una trampa para
sus entusiastas, | todos los insensatos quedan atrapados en ella. 8Dichoso
el rico de conducta intachable | que no corre tras el oro. 9¿Quién
es? Lo felicitaremos, | pues ha hecho maravillas en su pueblo. 10¿Quién
sufrió esta prueba y fue hallado perfecto? | Será para él un título de gloria.
| ¿Quién pudo transgredir la ley y no la transgredió, | hacer mal y no lo
hizo? 11Sus bienes se consolidarán, | y la asamblea proclamará
su bondad. 12¿Te has sentado en una mesa opulenta? | No abras
la boca de par en par, | ni digas: «¡Cuántas cosas hay aquí!». 13Recuerda
que es mala cosa el ojo codicioso; | nada peor que él en toda la creación, |
pues por cualquier cosa llora. 14No eches mano a lo que otro
mira, | ni te lances sobre el mismo plato que él. 15Juzga al
prójimo como a ti mismo | y reflexiona siempre antes de actuar. 16Come
con educación lo que te pongan delante, | no seas glotón y no quedarás
mal. 17Termina el primero por educación, | no seas comilón y no
te despreciarán. 18Si estás sentado entre muchos invitados, |
no alargues tu mano antes que ellos. 19Al que es bien educado
le basta poco, | y en la cama no se sofoca. 20A estómago
moderado, sueño saludable, | se levanta temprano y tiene dominio de sí. |
Insomnio, vómitos y cólicos | esperan al hombre insaciable. 21Si
te viste obligado a comer demasiado, | levántate, ve a vomitar y quedarás
tranquilo. 22Escúchame, hijo, no me desprecies, | y al final
comprenderás mis palabras. | En todo lo que hagas sé moderado, | y así no
cogerás ninguna enfermedad. 23Al anfitrión espléndido todos lo
alaban, | y la fama de su generosidad es duradera. 24Del
anfitrión tacaño se murmura en la ciudad, | y la fama de su tacañería es
duradera. 25Con el vino no te hagas el valiente, | porque a
muchos ha perdido el vino. 26El horno pone a prueba el temple
del acero, | el vino, los corazones en contienda de orgullosos. 27El
vino es vida para el hombre, | siempre y cuando se beba con medida. | ¿Qué es
la vida para quien le falta el vino? | Fue creado para alegrar a los
humanos. 28Alegría del corazón y regocijo del alma | es el vino
bebido a tiempo y con medida. 29Amargura del alma, el vino
bebido con exceso | por incitación o desafío. 30La embriaguez
enfurece al insensato para su perdición, | debilita sus fuerzas y le ocasiona
heridas. 31En un banquete no reprendas a tu vecino, | no te
burles de él si se pone alegre; | no le digas nada que pueda ofenderlo, | ni lo
molestes reclamándole dinero.
321¿Te hacen presidir la mesa? No
te engrías, | sé uno más entre todos los invitados; | atiéndelos primero y
luego siéntate. 2Cuando hayas cumplido tu deber, toma asiento,
| para alegrarte con ellos | y recibir la corona de la cortesía. 3Habla,
anciano, que eso te corresponde, | pero hazlo con discreción y sin estorbar la
música. 4En el momento de brindar, no seas locuaz, | ni te
hagas el sabio a destiempo. 5Sello de rubí en montura de oro |
es el concierto musical en un banquete. 6Sello de esmeralda en
montura de oro | es la melodía con vino delicioso. 7Habla,
joven, si es necesario, | dos veces a lo sumo, y si te preguntan. 8Resume
tu discurso, di mucho en pocas palabras, | sé como quien sabe y al mismo tiempo
calla. 9Cuando estés entre los grandes no te iguales a ellos, |
si otro está hablando, no hables tú también. 10El relámpago se
adelanta al trueno, | así la gentileza se adelanta a la modestia. 11Llegada
la hora levántate y no te entretengas, | ve corriendo a casa y no te hagas el
remolón. 12Allí, diviértete y haz lo que te guste, | pero no
peques con palabras insolentes. 13Y por todo esto bendice a tu
Creador, | al que te colma de sus bienes. 14El que teme al
Señor acepta la instrucción, | los que madrugan por él encuentran su
favor. 15El que busca la ley se llena de ella, | pero al
hipócrita le sirve de tropiezo. 16Los que temen al Señor
encuentran la justicia, | y sus buenas acciones brillan como la luz. 17El
pecador rechaza la corrección, | siempre encuentra excusas para hacer su
voluntad. 18El hombre sensato no olvida la reflexión, | el
malvado y el orgulloso no tienen miedo a nada. 19No hagas nada
sin aconsejarte, | y no te arrepentirás de tus acciones. 20No
vayas por caminos escabrosos, | y no tropezarás con las piedras. 21No
te fíes de un camino inexplorado, 22e incluso con tus hijos
mantén distancias. 23En todos tus actos confía en ti, | que
también esto es guardar los mandamientos. 24El que confía en la
ley observa los mandamientos, | y el que confía en el Señor no sufrirá ningún
daño.
331El que teme al Señor no
sufrirá desgracias, | e incluso en la prueba será liberado. 2El
hombre sabio no aborrece la ley, | pero el que finge observarla es como nave en
tempestad. 3El que es inteligente confía en la ley, | se fía de
ella como de un oráculo. 4Prepara tu discurso y así serás
escuchado, | ordena tus ideas y luego responde. 5Rueda de carro
es el sentimiento del necio, | su razonamiento como eje que da vueltas. 6El
amigo burlón es como un caballo en celo, | relincha bajo cualquier
jinete. 7¿Por qué un día es más importante que otro, | si todos
los días del año reciben la misma luz del sol? 8La mente del
Señor los ha diferenciado, | estableciendo distintas estaciones y
fiestas. 9A unos los ensalzó y santificó, | a otros los hizo
días ordinarios. 10Así todos los humanos provienen del polvo, |
de la tierra fue creado Adán. 11El Señor los ha diferenciado
con su gran sabiduría, | y ha diversificado sus caminos. 12A
unos los bendijo y ensalzó, | los santificó y los puso junto a sí; | a otros
los maldijo y humilló | y los derribó de su puesto. 13Como la
arcilla en manos de alfarero, | que la modela según su voluntad, | así los
humanos en manos de su Hacedor, | que da a cada uno según su criterio. 14Frente
al mal está el bien, | frente a la muerte, la vida; | así, frente al piadoso,
el pecador. 15Observa, pues, todas las obras del Altísimo, | de
dos en dos, una frente a otra. 16También yo, el último, he
estado vigilando, | como rebuscador tras los vendimiadores. 17Con
la bendición del Señor he ido por delante | como el que rebusca tras los que
vendimian. 18Mirad que no he trabajado solo para mí, | sino
para todos los que buscan la instrucción. 19Escuchadme, grandes
del pueblo, | jefes de la asamblea, prestad oído. 20A hijo y
mujer, a hermano y amigo | no des poder sobre ti mientras vivas. | No des a
otros tus riquezas, | no sea que, arrepentido, tengas que suplicarles. 21Mientras
vivas y no te falte el aliento, | no te entregues en manos de otro. 22Mejor
es que tus hijos te pidan, | que estar a merced de ellos. 23Sé
dueño de todos tus asuntos, | no dejes que se manche tu reputación. 24Cuando
se acaben los días de tu vida, | a la hora de la muerte, reparte tu
herencia. 25Al asno, forraje, palo y carga, | al criado, pan,
disciplina y trabajo. 26Haz trabajar al siervo y encontrarás
descanso, | deja libres sus manos y buscará la libertad. 27Yugo
y riendas doblegan el cuello, | al mal criado, azotes y castigos. 28Hazle
trabajar para que no esté ocioso, | que la ociosidad enseña muchos
vicios. 29Oblígale a trabajar como le corresponde, | y si no
obedece, pon cepos en sus pies. 30Pero no te excedas con nadie,
| ni hagas nada injustamente. 31Si tienes un criado, trátalo
como a ti mismo, | porque con sangre lo adquiriste. 32Si tienes
un criado, trátalo como a un hermano, | porque lo necesitas como a ti
mismo. 33Si le maltratas y se marcha, | ¿por qué camino irás a
buscarlo?
341Las esperanzas vanas y
engañosas son propias del necio, | los sueños dan alas a los insensatos. 2Atrapar
sombras y perseguir viento | es fiarse de los sueños. 3Espejo y
sueño son cosas semejantes, | frente a un rostro, la imagen de un rostro. 4De
lo impuro, ¿puede salir algo puro?, | de la mentira, ¿puede salir algo
verdadero? 5Adivinaciones, augurios y sueños son cosas vanas, |
como fantasías de una mujer en parto. 6A menos que vengan de
parte del Altísimo, | no abras tu corazón a estas cosas. 7Porque
muchos se extraviaron por los sueños | y fracasaron por fiarse de ellos. 8La
ley ha de cumplirse sin engaño, | y la sabiduría en una boca sincera es
perfección. 9El que ha viajado mucho sabe muchas cosas, | el
que tiene experiencia se expresa con inteligencia. 10Quien no
ha sido probado poco sabe, | quien ha viajado posee muchos recursos. 11Muchas
cosas he visto en mis viajes, | mis conocimientos superan mis palabras. 12Varias
veces he estado en peligro de muerte, | pero me salvé gracias a todo
esto. 13Los que temen al Señor vivirán, | porque su esperanza
está en aquel que los salva. 14Quien teme al Señor de nada
tiene miedo, | de nada se acobarda, porque él es su esperanza. 15Dichoso
el que teme al Señor: | ¿en quién confía?, ¿quién es su apoyo? 16Los
ojos del Señor están fijos en los que lo aman, | él es para ellos protección
poderosa, apoyo firme, | refugio contra el viento abrasador y el calor del
mediodía, | defensa para no tropezar, auxilio para no caer. 17Él
levanta el ánimo, ilumina los ojos, | da salud, vida y bendición. 18Sacrificar
el fruto de la injusticia es una ofrenda impura, | los dones de los malvados no
son aceptables. 19El Altísimo no acepta las ofrendas de los
impíos, | ni perdona los pecados por la cantidad de sacrificios. 20Como
inmolar a un hijo en presencia de su padre, | es ofrecer sacrificios con los
bienes de los pobres. 21El pan de la limosna es la vida de los
pobres, | quien se lo quita es un criminal. 22Mata a su prójimo
quien le roba el sustento, | quien no paga el sueldo al jornalero derrama
sangre. 23Uno edifica y otro destruye, | ¿qué ganan con ello
sino fatiga? 24Uno bendice y otro maldice, | ¿a quién de los
dos escuchará el amo? 25Si uno se purifica del contacto de un
cadáver y lo vuelve a tocar, | ¿de qué le sirve su baño de purificación? 26Así
la persona que ayuna por sus pecados | y después los vuelve a cometer; | ¿quién
escuchará su oración?, | ¿de qué le sirve haberse humillado?
351Quien observa la ley
multiplica las ofrendas, | quien guarda los mandamientos ofrece sacrificios de
comunión. 2Quien devuelve un favor hace una ofrenda de flor de
harina, | quien da limosna ofrece sacrificios de alabanza. 3Apartarse
del mal es complacer al Señor, | un sacrificio de expiación es apartarse de la
injusticia. 4No te presentes ante el Señor con las manos
vacías, | pues esto es lo que prescriben los mandamientos. 5La
ofrenda del justo enriquece el altar, | su perfume sube hasta el
Altísimo. 6El sacrificio del justo es aceptable, | su memorial
no se olvidará. 7Glorifica al Señor con generosidad, | y no
escatimes las primicias de tus manos. 8Cuando hagas tus
ofrendas, pon cara alegre | y paga los diezmos de buena gana. 9Da
al Altísimo como él te ha dado a ti, | con generosidad, según tus
posibilidades. 10Porque el Señor sabe recompensar | y te
devolverá siete veces más. 11No trates de sobornar al Señor,
porque no lo aceptará; | no te apoyes en sacrificio injusto. 12Porque
el Señor es juez, | y para él no cuenta el prestigio de las personas. 13Para
él no hay acepción de personas en perjuicio del pobre, | sino que escucha la
oración del oprimido. 14No desdeña la súplica del huérfano, |
ni a la viuda cuando se desahoga en su lamento. 15¿No corren
por sus mejillas las lágrimas de la viuda | y su clamor contra el que las
provocó? 16Quien sirve de buena gana, es bien aceptado, | y su
plegaria sube hasta las nubes. 17La oración del humilde
atraviesa las nubes, | y no se detiene hasta que alcanza su destino. 18No
desiste hasta que el Altísimo lo atiende, | juzga a los justos y les hace
justicia. 19El Señor no tardará, | ni tendrá paciencia con los
impíos, 20hasta quebrantar los lomos de los despiadados, | y
tomar venganza de las naciones; 21hasta exterminar a los
soberbios, | y quebrar el cetro de los injustos; 22hasta pagar
a cada cual según sus acciones, | las obras humanas según sus
intenciones; 23hasta hacer justicia a su pueblo, | y alegrarlo
con su misericordia. 24Buena es la misericordia en tiempo de
desgracia, | como nubes de lluvia en tiempo de sequía.
361Ten piedad de nosotros, |
sálvanos, Dios del universo, | infunde tu terror a todas las naciones; 2amenaza
con tu mano al pueblo extranjero, | para que sienta tu poder. 3Como
les mostraste tu santidad al castigarnos, | muéstranos así tu gloria
castigándolos a ellos: 4para que sepan, como nosotros lo
sabemos, | que no hay Dios fuera de ti. 5Renueva los prodigios,
repite los portentos, | exalta tu mano, robustece tu brazo. 6Despierta
tu furor y derrama tu ira, | extermina al adversario y aniquila al
enemigo. 7Acelera la hora, recuerda el juramento, | y que se
divulguen tus grandezas. 8Que tu fuego vengador devore a los
supervivientes, | y perezcan los que hacen daño a tu pueblo. 9Aplasta
la cabeza de los jefes enemigos, | que dicen: «Fuera de nosotros no hay
nadie». 10Reúne a todas las tribus de Jacob | y dales su
heredad como antiguamente. 11Ten compasión del pueblo que lleva
tu nombre, | de Israel, a quien nombraste tu primogénito; 12ten
compasión de tu ciudad santa, | de Jerusalén, lugar de tu reposo. 13Llena
a Sión de tu majestad, | y al templo, de tu gloria. 14Da una
prueba de tus obras antiguas, | cumple las profecías por el honor de tu
nombre, 15recompensa a los que esperan en ti, | y saca veraces
a tus profetas, 16escucha la súplica de tus siervos, | por amor
a tu pueblo, 17y reconozcan los confines del orbe | que tú eres
Dios eterno. 18El estómago consume todo tipo de alimentos, |
pero unos son mejores que otros. 19El paladar distingue la
carne de caza, | y el corazón inteligente las palabras mentirosas. 20El
de corazón retorcido provoca desgracias, | pero el experimentado le da su
merecido. 21Una mujer acepta cualquier marido, | pero unas
jóvenes son mejores que otras. 22La belleza de la mujer alegra
el rostro, | y sobrepasa cuanto el hombre desea. 23Si en su
lengua hay bondad y dulzura, | su marido ya no es como los demás hombres. 24El
que consigue una mujer tiene el comienzo de la fortuna, | una ayuda semejante a
él y una columna de apoyo. 25Donde no hay valla, la propiedad
es saqueada, | donde no hay mujer, el hombre gime a la deriva. 26¿Quién
se fiará del ladrón avispado | que va saltando de ciudad en ciudad? 27Lo
mismo ocurre con el hombre que no tiene hogar | y se cobija donde la noche lo
sorprende.
371Todo amigo dice: «También yo soy
tu amigo», | pero hay amigo que lo es solo de nombre. 2¿No es
un disgusto mortal | que un compañero o amigo se convierta en enemigo? 3¡Oh
intención perversa! ¿De dónde saliste | para cubrir la tierra de engaño? 4El
compañero disfruta en la alegría del amigo, | pero en la desgracia se vuelve
contra él. 5El compañero compadece al amigo por interés, | y
cuando llega el combate, embraza el escudo. 6No te olvides de
tu amigo del alma, | ni dejes de recordarlo cuando seas rico. 7Todo
consejero da consejos, | pero hay quien aconseja en su interés. 8Ten
cuidado con el consejero, | entérate primero de qué necesita, | porque en su
propio provecho te aconsejará; | no sea que eche sobre ti la suerte 9y
te diga: «Vas por buen camino», | y luego se quede esperando para ver qué te
sucede. 10No te aconsejes con quien te mira de reojo, | y
esconde tus proyectos a los que te envidian. 11No te aconsejes
| con una mujer sobre su rival, | con un cobarde sobre la guerra, | con un
negociante sobre el comercio, | con un comprador sobre la venta, | con un
envidioso sobre la gratitud, | con un tacaño sobre la generosidad, | con un
perezoso sobre trabajo alguno, | con un empleado eventual sobre el fin de una
obra, | con un siervo holgazán sobre una gran tarea: | no cuentes con ninguno
de ellos para un consejo. 12Recurre siempre a un hombre
piadoso, | de quien sabes seguro que guarda los mandamientos, | que comparte
tus anhelos | y que, si caes, sufrirá contigo. 13Atiende al
consejo de tu corazón, | porque nadie te será más fiel. 14Pues
la propia conciencia suele avisar | mejor que siete centinelas apostados en su
torre de vigilancia. 15Pero, sobre todo, suplica al Altísimo, |
para que dirija tus pasos en la verdad. 16Principio de toda
obra es el pensamiento, | y antes de toda acción está la reflexión. 17Raíz
de toda decisión es el corazón, | de él salen cuatro ramas: 18bien
y mal, vida y muerte, | mas, a la postre, siempre las domina la lengua. 19Hay
hombre hábil capaz de enseñar a muchos, | pero para sí mismo es un
inútil. 20Hay quien sabe hablar y es aborrecido, | y acabará
sin tener nada que comer, 21porque no ha recibido el favor del
Señor | y carece de toda sabiduría. 22Hay quien es sabio para
sí mismo, | y los frutos de su inteligencia solo le aprovechan a él. 23El
sabio enseña a su pueblo | y los frutos de su inteligencia son dignos de
fe. 24El sabio es colmado de bendiciones | y le llaman dichoso
todos los que lo ven. 25La vida del hombre tiene los días
contados, | pero los días de Israel son innumerables. 26El
sabio se gana la estima de su pueblo, | y su nombre vivirá por siempre. 27Hijo,
a lo largo de tu vida ponte a prueba, | mira lo que te hace daño y no te lo
permitas. 28Pues no a todos les conviene todo, | ni a todo el
mundo le gusta lo mismo. 29No seas insaciable con los placeres,
| ni te abalances sobre la comida, 30pues en la gula anida la
enfermedad, | y la glotonería acaba en cólicos. 31Muchos han
muerto por intemperancia, | pero quien se controla prolonga su vida.
381Honra al médico por los
servicios que presta, | que también a él lo creó el Señor. 2Del
Altísimo viene la curación, | y del rey se reciben las dádivas. 3La
ciencia del médico le hace erguir la cabeza, | y es admirado por los
poderosos. 4El Señor hace que la tierra produzca remedios, | y
el hombre prudente no los desprecia. 5¿Acaso no endulzó el agua
con un leño, | para que se conociera su poder? 6Él es quien da
la ciencia a los humanos, | para que lo glorifiquen por sus maravillas. 7Con
sus medios el médico cura y elimina el sufrimiento, | con ellos el farmacéutico
prepara sus mezclas. 8Y así nunca se acaban las obras del
Señor, | de él procede el bienestar sobre toda la tierra. 9Hijo,
en tu enfermedad, no te desanimes, | sino ruega al Señor, que él te
curará. 10Aparta tus faltas, corrige tus acciones | y purifica
tu corazón de todo pecado. 11Ofrece incienso, un memorial de
flor de harina | y ofrendas generosas según tus medios. 12Luego
recurre al médico, pues también a él lo creó el Señor; | que no se aparte de tu
lado, pues lo necesitas: 13hay ocasiones en que la curación
está en sus manos. | 14También ellos rezan al Señor, | para que
les conceda poder aliviar el dolor, | curar la enfermedad y salvar tu
vida. 15El que peca contra su Hacedor | ¡caiga en manos del
médico! 16Hijo, por un muerto derrama lágrimas, | y como quien
sufre atrozmente, entona un lamento; | amortaja el cadáver como es debido, | y
no descuides su sepultura. 17Llora amargamente, date fuertes
golpes de pecho, | celebra el duelo según su dignidad: | un día o dos para
evitar murmuraciones, | pero luego consuélate de tu tristeza. 18Porque
la tristeza lleva a la muerte, | y la pena del corazón consume las
fuerzas. 19En la desgracia se prolonga la pena, | la vida del
pobre le aflige el corazón. 20No te abandones a la tristeza, |
apártala, pensando en el final. 21No olvides que no hay
retorno; | al difunto no le aprovecha tu tristeza y a ti te perjudicas. 22Recuerda
mi sentencia, que será también la tuya: | «a mí me tocó ayer, a ti te toca
hoy». 23Con el descanso del muerto haz que descanse su memoria,
| consuélate de él, una vez que ha dejado de existir. 24La
sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de ocio, | el que se libera de
los negocios se hará sabio. 25¿Cómo podrá llegar a sabio el que
empuña el arado, | y alardea de tener por lanza la aguijada, | el que conduce
bueyes, los arrea mientras trabajan | y no sabe hablar más que de
novillos? 26Se dedica con empeño a abrir surcos | y se desvela
cebando terneras. 27De igual modo el obrero o artesano | que
trabaja noche y día; | los que graban las efigies de los sellos | y se afanan
por variar los detalles; | ponen todo su empeño en igualar el modelo | y pasan
las noches rematando la obra. 28También al herrero sentado
junto al yunque, | atento a los trabajos del hierro: | el vapor del fuego le perjudica
la carne | y en el calor de la fragua se fatiga; | el ruido del martillo lo
ensordece | y sus ojos están fijos en el modelo de la herramienta; | se
esfuerza por concluir su obra | y pasa sus noches puliendo todos los
detalles. 29Igualmente el alfarero sentado a su tarea, |
haciendo girar el torno con sus pies, | continuamente preocupado por su trabajo
| y atareado en producir más cantidad de piezas; 30con su brazo
moldea la arcilla, | con sus pies ablanda su dureza; | se esfuerza por acabar
el barnizado | y pasa sus noches limpiando el horno. 31Todos
estos confían en sus manos, | y cada uno es experto en su oficio. 32Sin
ellos no se podría construir una ciudad, | ni se podría habitar ni circular por
ella. 33Pero no se les busca para el consejo del pueblo, | ni
ocupan puestos de honor en la asamblea. | No se sientan en el sitial del juez,
| ni comprenden las disposiciones del derecho. 34No son capaces
de enseñar ni de juzgar, | ni figuran entre los autores de proverbios. | Pero
ellos aseguran el funcionamiento del mundo | y su preocupación está en las
tareas de su oficio.
391No así el que se aplica de
lleno | a meditar la ley del Altísimo. | Indaga la sabiduría de los antiguos |
y dedica su ocio a estudiar las profecías. 2Conserva los
relatos de los hombres célebres | y penetra en las sutilezas de las
parábolas. 3Busca el sentido oculto de los proverbios | y se
interesa por los enigmas de las parábolas. 4En medio de los
poderosos presta su servicio, | se presenta delante de los príncipes; | viaja
por tierras extranjeras | y conoce el bien y el mal de los hombres. 5De
buena mañana, con todo el corazón | se dirige al Señor, su Creador; | reza
delante del Altísimo, | abre su boca para suplicar | y pide perdón por sus
pecados. 6Si el Señor, el Grande, lo quiere, | se llenará de
espíritu de inteligencia; | derramará como lluvia sabias palabras | y en la
oración dará gracias al Señor. 7Enderezará sus planes y su
ciencia, | y meditará los misterios ocultos. 8Mostrará la
instrucción recibida | y se gloriará en la ley de la alianza del Señor. 9Muchos
elogiarán su inteligencia | y jamás será olvidada; | no desaparecerá su
recuerdo | y su nombre vivirá por generaciones. 10Las naciones
hablarán de su sabiduría, | y la asamblea proclamará su alabanza. 11En
vida, tendrá renombre entre millares, | y cuando muera, esto le bastará. 12Todavía
voy a exponer mis reflexiones, | pues estoy lleno como la luna llena. 13Escuchadme,
hijos piadosos, y creced | como rosal plantado junto a corrientes de
agua. 14Como incienso derramad buen olor, | floreced como el
lirio, | exhalad perfume, entonad un cantar, | bendecid al Señor por todas sus
obras. 15Reconoced la grandeza de su nombre, | dadle gracias,
proclamad su alabanza | con vuestros cánticos y con las cítaras, | alabadlo con
estas palabras: 16¡Qué hermosas son las obras del Señor! | Sus
órdenes se cumplen a su tiempo. | No hay por qué decir: «¿Qué es esto?, ¿para
qué sirve?». | Todo se indagará a su tiempo. 17A su palabra el
agua se detuvo amontonada, | a su voz se formaron los depósitos de las
aguas. 18A una orden suya se cumple cuanto desea, | y nadie
puede impedir su salvación. 19Las acciones de los vivientes
están ante él, | y nada puede ocultarse a sus ojos. 20Su mirada
abarca toda la eternidad, | y nada le causa admiración. 21No
hay por qué decir: «¿Qué es esto?, ¿para qué sirve?», | pues todo ha sido
creado con un fin. 22Su bendición se ha desbordado como un río,
| como un diluvio ha inundado la tierra. 23Como cuando
convirtió las aguas en salinas, | así las naciones experimentarán su ira. 24Sus
caminos son llanos para los fieles, | para los malvados son piedras de
tropiezo. 25Al principio creó bienes para los buenos, | y males
para los pecadores. 26Esenciales para la vida humana son: |
agua, fuego, hierro y sal, | flor de harina de trigo, leche y miel, | mosto,
aceite y vestido. 27Todas estas cosas son bienes para los
piadosos, | mas para los pecadores se transforman en males. 28Hay
vientos creados para castigar | y en su furia refuerzan los azotes; | en el
momento final desencadenan su fuerza | y desatan la ira de su Creador. 29Fuego
y granizo, hambre y muerte | fueron creados para castigar. 30Dientes
de fieras, escorpiones, víboras | y espada vengadora para matar a los
malvados. 31Todos se alegran de recibir sus órdenes, | están
preparados para intervenir en la tierra, | y llegada la ocasión no
transgredirán su mandato. 32Por eso desde el principio estaba
convencido, | he reflexionado y lo he puesto por escrito: 33«Las
obras del Señor son todas buenas, | y él provee oportunamente a cualquier
necesidad. 34No hay por qué decir: “Esto es peor que aquello”,
| porque todo, a su tiempo, será considerado bueno. 35Y ahora
de todo corazón y a plena voz cantad himnos | y bendecid el nombre del Señor».
401Penoso destino se ha asignado
a todo hombre, | pesado yugo grava sobre los hijos de Adán, | desde el día en
que salen del seno materno, | hasta el día de su regreso a la madre de
todos. 2El objeto de sus reflexiones, la ansiedad de su corazón
| es la espera angustiosa del día de la muerte. 3Desde el que
está sentado en un trono glorioso, | hasta el que yace humillado en la ceniza y
el polvo, 4desde el que lleva púrpura y corona, | hasta el que
se cubre con harapos: | todos conocen la ira y la envidia, la turbación y la
inquietud, | el miedo a la muerte, el resentimiento y la discordia. 5Y
mientras descansa en el lecho, | los sueños nocturnos alteran sus
pensamientos. 6Descansa un poco, apenas un instante, | y ya, en
sueños o en vigilia, | se ve turbado por sus propias visiones, | como si fuese
un fugitivo que huye del combate, 7que, justo al sentirse
libre, se despierta, | sorprendido de su infundado temor. 8Esto
ocurre a todo viviente, del ser humano hasta la bestia, | pero para los
pecadores es siete veces peor: 9muerte, sangre, discordia,
espada, | adversidades, hambre, tribulación, azote. 10Todo esto
fue creado para los malvados, | y por su culpa se produjo el diluvio. 11Todo
cuanto viene de la tierra, a la tierra vuelve, | todo cuanto viene del agua, en
el mar desemboca. 12Sobornos e injusticias desaparecerán, |
pero la honestidad subsistirá por siempre. 13Las riquezas de
los injustos se secarán como un torrente, | son como un gran trueno que estalla
en la tormenta. 14Al abrir sus manos el injusto se alegrará, |
pero los transgresores desaparecerán por completo. 15La estirpe
de los impíos tiene pocas ramas, | las raíces impuras solo encuentran piedra
áspera. 16Caña que crece en el agua o al borde del río | será
arrancada antes que las otras hierbas. 17La caridad es como un
paraíso de bendición, | y la limosna permanece para siempre. 18Dulce
es la vida del que se autoabastece y del trabajador, | pero todavía más la de
quien encuentra un tesoro. 19Tener hijos y fundar una ciudad
perpetúan el nombre, | pero todavía más la mujer de conducta intachable. 20El
vino y la música alegran el corazón, | pero todavía más el amor a la
sabiduría. 21La flauta y la cítara hacen el canto agradable, |
pero todavía más la lengua dulce. 22Gracia y belleza el ojo
desea, | pero todavía más el verdor de los campos. 23Amigo y
compañero se encuentran a su hora, | pero todavía más la mujer y su
marido. 24Hermano y protector ayudan en la desgracia, | pero
todavía más salva la limosna. 25Oro y plata aseguran el paso, |
pero todavía más se estima el consejo. 26La riqueza y la fuerza
dan confianza, | pero todavía más el temor del Señor. | Al que teme al Señor
nada le falta, | no necesita buscar otra ayuda. 27El temor del
Señor es un paraíso de bendición, | protege más que cualquier otro
escudo. 28Hijo, no lleves vida de mendigo, | más vale morir que
mendigar. 29Hombre que suspira por mesa ajena | vive una vida
que no es vida. | Deshonra su boca con comida ajena, | pero el instruido y
educado se guarda de ello. 30La mendicidad es dulce en la boca
del descarado, | pero en sus entrañas es un fuego abrasador.
411¡Oh muerte, qué amargo es tu
recuerdo | para el que vive tranquilo entre sus bienes, | para el hombre
despreocupado que prospera en todo | y todavía es capaz de saborear la
comida! 2¡Oh muerte, qué dulce es tu sentencia | para el hombre
necesitado y carente de fuerzas, | para el viejo acabado, preocupado por todo,
| que se rebela y ha perdido la paciencia! 3No temas la
sentencia de la muerte, | recuerda a los que te precedieron y te
seguirán. 4Esta es la sentencia del Señor para todos, | ¿por
qué rechazar la voluntad del Altísimo? | Aunque vivas diez, cien o mil años, |
en el abismo nadie te lo discutirá. 5Detestables son los hijos
de los pecadores, | los que frecuentan las casas de los impíos. 6La
herencia de los hijos de los pecadores es la ruina, | con su linaje se perpetúa
la infamia. 7Al padre impío lo maldicen sus hijos, | porque por
culpa suya son deshonrados. 8¡Ay de vosotros, impíos, | que
habéis abandonado la ley del Altísimo! 9Si os multiplicáis, es
para la perdición, | si nacéis, nacéis para la maldición, | si morís, heredáis
la maldición. 10Todo cuanto viene de la tierra, a la tierra
vuelve, | así los impíos pasan de la maldición a la ruina. 11Los
humanos hacen duelo por sus cadáveres, | pero el nombre infame de los pecadores
será borrado. 12Preocúpate por tu nombre, porque te
sobrevivirá, | dura más que mil tesoros de oro. 13La buena vida
tiene los días contados, | pero el buen nombre permanece para siempre. 14Hijos,
conservad en paz la instrucción. | Sabiduría escondida y tesoro oculto, ¿para
qué sirven? 15Más vale hombre que oculta su necedad, | que el
que oculta su sabiduría. 16Así pues, os voy a decir de qué
tenéis que avergonzaros, | porque no está bien avergonzarse de cualquier cosa,
| aunque no todos aprecian por igual las mismas cosas. 17Avergüénzate
ante tus padres de una conducta inmoral; | ante el jefe y el poderoso, de la
mentira; 18ante el juez y el magistrado, del delito; | ante la
asamblea y el pueblo, de la iniquidad; 19ante el compañero y el
amigo, de la deslealtad; | ante los vecinos, del robo; 20y ante
la verdad de Dios y la alianza, | de poner los codos sobre los panes, 21de
despreciar lo que recibes y lo que das, | de no contestar a quienes te
saludan, 22de mirar a una prostituta, | de dar la espalda a tu
pariente, 23de apropiarte de la parte de otro o de su regalo, |
de poner los ojos en una mujer casada, 24de tener intimidades
con la criada | —¡no te acerques a su cama!—, 25de insultar a
los amigos, | —¡no les eches en cara lo que les has dado!—, 26de
repetir lo que oyes a los demás | y de revelar secretos. 27Así
serás verdaderamente respetable, | y hallarás el favor de todos.
421Pero no te avergüences de lo
siguiente, | ni peques por respeto humano: 2de la ley del
Altísimo y de su alianza, | del juicio que justifica a los impíos, 3de
arreglar cuentas con el compañero de viaje, | de compartir tu herencia con
otros, 4de usar balanzas y pesas exactas, | de obtener grandes
o pequeñas ganancias, 5de obtener beneficios en el comercio, |
de corregir con rigor a los hijos, | de tundir los lomos a un mal siervo. 6Donde
hay mujer malvada bueno es usar la cerradura, | y donde hay muchas manos poner
las cosas bajo llave. 7Lo que dejes en depósito, cuéntalo y
pésalo, | el haber y el debe, vaya todo por escrito. 8No te
avergüences de corregir al necio y al insensato, | ni al viejo decrépito que
litiga como un joven. | Así serás verdaderamente educado | y apreciado por
todos. 9Una hija es para su padre una secreta inquietud, | la
preocupación por ella le quita el sueño. | Cuando es joven, por si le pasa la
edad de casarse, | si está casada, por si el marido la aborrece. 10Mientras
es virgen, por si se deja seducir | y queda embarazada en la casa paterna. | Si
está casada, por si es infiel al marido; | en la relación conyugal, por si
resulta estéril. 11Si tienes una hija atrevida, refuerza la
vigilancia, | no sea que te convierta en el hazmerreír de tus enemigos, |
comidilla de la ciudad, hablilla del pueblo | y te avergüence ante la
gente. 12No te dejes fascinar por la belleza de nadie, | y no
te sientes entre mujeres. 13Porque de los vestidos sale la
polilla, | y de la mujer la malicia femenina. 14Vale más maldad
de varón que bondad de mujer; | la mujer puede ser causa de la mayor
vergüenza. 15Voy a recordar las obras del Señor, | voy a contar
lo que he visto. | Por la palabra del Señor fueron hechas sus obras, | y la
creación está sometida a su voluntad. 16El sol radiante todo lo
contempla, | de la gloria del Señor está llena su obra. 17Ni
siquiera los santos del Señor son capaces | de contar todas las maravillas |
que el Señor omnipotente ha establecido firmemente, | para que el universo
subsista ante su gloria. 18Él sondea el abismo y el corazón, |
y penetra todos sus secretos. | Pues el Altísimo conoce toda la ciencia | y
escruta las señales de los tiempos. 19Anuncia lo pasado y lo
futuro, | y descubre las huellas de las cosas ocultas. 20No se
le escapa ningún pensamiento, | ni una palabra se le oculta. 21Puso
en orden las grandezas de su sabiduría, | porque él existe desde siempre y por
siempre; | nada se le puede añadir ni quitar, | y no necesita de consejero
alguno. 22¡Qué deseables son todas sus obras! | Y lo que
contemplamos es apenas un destello. 23Todas viven y permanecen
eternamente, | y lo obedecen en cualquier circunstancia. 24Todas
las cosas son de dos en dos, una frente a otra, | no ha creado nada
imperfecto. 25Una cosa confirma la excelencia de otra, | ¿quién
puede cansarse de contemplar su gloria?
431Orgullo de las alturas es el
firmamento límpido, | espectáculo celeste en una visión espléndida. 2El
sol proclama cuando sale: | «¡Qué admirable es la obra del Altísimo!». 3Al
mediodía reseca la tierra, | ¿quién puede resistir ante su calor? 4Para
los trabajos de forja se atiza el horno, | pero tres veces más abrasa el sol
las montañas; | emite vapores ardientes, | ciega los ojos con el resplandor de
sus rayos. 5Grande es el Señor que lo ha creado, | y su palabra
acelera su carrera. 6Lo mismo ocurre con la luna: es siempre
puntual en sus fases, | para marcar los tiempos, señal eterna. 7La
luna es quien señala las fiestas, | astro que mengua después del
plenilunio. 8De ella reciben los meses su nombre; | ella crece
maravillosamente cuando cambia, 9como estandarte del ejército
celeste | que brilla en el firmamento del cielo. | Belleza del cielo es el
resplandor de las estrellas, | radiante ornamento en las alturas del
Señor. 10Se mantienen fijas según la palabra del Señor, | y no
abandonan su puesto de guardia. 11Mira el arco iris y bendice a
su Hacedor, | ¡qué bello en su esplendor! 12Rodea el cielo con
un arco de gloria, | lo han tendido las manos del Altísimo. 13Con
una orden suya hace caer la nieve, | con su decreto fulmina los rayos. 14Por
eso se abren sus depósitos, | y las nubes vuelan como pájaros. 15Con
su grandeza condensa las nubes, | y se desmenuzan las piedras de granizo. 16El
estallido de su trueno estremece la tierra, | a su vista se tambalean las
montañas. 17Cuando quiere, sopla el ábrego, | el huracán del
Norte y los ciclones. 18Como bandada de pájaros esparce la
nieve, | que se posa en el suelo como plaga de langostas. | La belleza de su
blancura deslumbra los ojos, | y al verla caer el corazón se extasía. 19Como
sal él derrama la escarcha sobre la tierra, | y al helarse forma pinchos espinosos. 20El
viento frío sopla del Norte, | y el agua se convierte en hielo; | se posa sobre
las superficies acuosas, | y las reviste como de una coraza. 21Devora
los montes, quema el desierto, | y como el fuego consume cuanto verdea. 22Como
remedio de todo llega la niebla imprevista, | y el rocío, tras el calor, trae
de nuevo la alegría. 23Con su palabra somete al océano, | y en
medio de él planta las islas. 24Los que surcan el mar hablan de
sus peligros, | y nosotros nos maravillamos de lo que cuentan. 25Allí
hay criaturas raras y maravillosas, | toda clase de animales y monstruos
marinos. 26Gracias a Dios su mensajero tiene éxito, | y gracias
a su palabra todo está en su sitio. 27Podríamos decir mucho más
y nunca acabaríamos; | mi conclusión es esta: «Él lo es todo». 28¿Dónde
hallar fuerza para glorificarlo? | ¡Él es más grande que todas sus obras! 29Temible
es el Señor, inmensamente grande, | admirable es su poder. 30Ensalzad
al Señor con vuestra alabanza, | todo cuanto podáis, que él siempre os
superará; | y, al ensalzarlo, redoblad vuestra fuerza, | no os canséis, que
nunca acabaréis. 31¿Quién lo ha visto para poder describirlo? |
¿Quién puede glorificarlo dignamente? 32Aún quedan misterios
mucho más grandes: | tan solo hemos visto algo de sus obras. 33Porque
el Señor lo ha hecho todo, | y a los piadosos les ha dado la sabiduría.
441Hagamos el elogio de los
hombres ilustres, | de nuestros padres según sus generaciones. 2Grandes
glorias exhibió el Señor, | desde siempre ha mostrado su grandeza. 3Unos
fueron soberanos en sus reinos | y hombres famosos por su poder; | consejeros
notables por su inteligencia | y expertos en anunciar profecías. 4Otros
guiaron al pueblo con sus consejos, | con la inteligencia de la sabiduría
popular | y con las palabras sabias de su doctrina. 5Hubo
inventores de melodías musicales, | compositores de poesías, 6hombres
ricos, dotados de poder, | que vivieron en paz en sus casas. 7Todos
ellos fueron honrados por sus contemporáneos | y fueron motivo de orgullo en su
tiempo. 8Algunos de ellos dejaron un nombre | que aún se
recuerda con elogio. 9Otros no dejaron memoria, |
desaparecieron como si no hubieran existido, | pasaron como si nunca hubieran
sido, | igual que sus hijos después de ellos. 10Pero hubo
también hombres de bien, | cuyos méritos no han quedado en el olvido. 11En
sus descendientes se conserva | una rica herencia, su posteridad. 12Sus
descendientes han sido fieles a la alianza, | y, gracias a ellos, también sus
hijos. 13Su descendencia permanece por siempre, | y su gloria no
se borrará. 14Sus cuerpos fueron sepultados en paz, | y su
nombre vive por generaciones. 15Los pueblos hablarán de su
sabiduría, | y la asamblea proclamará su alabanza. 16Henoc
agradó al Señor y fue arrebatado, | ejemplo de conversión para todas las generaciones. 17Noé
fue hallado íntegro y justo, | y en el tiempo de la ira hizo posible la
reconciliación. | Gracias a él un resto supervivió en la tierra, | cuando se
produjo el diluvio. 18Con él se pactaron alianzas eternas, |
para que el diluvio no exterminara a los vivientes. 19Abrahán
fue padre insigne de una multitud de naciones, | y no se halló quien le
igualara en su gloria. 20Guardó la ley del Altísimo | y con él
estableció una alianza. | En su carne selló esta alianza, | y en la prueba fue
hallado fiel. 21Por eso Dios le prometió con juramento |
bendecir a las naciones por su descendencia, | multiplicarle como el polvo de
la tierra, | exaltar su estirpe como las estrellas, | y darle una herencia de
mar a mar, | desde el Río hasta los confines de la tierra. 22A
Isaac le aseguró lo mismo, | en atención a su padre Abrahán. 23La
bendición de todos los hombres y la alianza | las hizo reposar en la cabeza de
Jacob; | lo confirmó en sus bendiciones | y le otorgó la tierra en herencia; |
la dividió en varias partes | y las repartió entre las doce tribus.
451Hizo salir de él un hombre de
bien | que gozó del favor de todos, | amado de Dios y de los hombres: | Moisés,
de bendita memoria. 2Le dio una gloria como la de los santos, |
lo hizo poderoso para temor de sus enemigos. 3Con su palabra
puso fin a los prodigios | y lo glorificó delante de los reyes; | le dio
mandamientos para su pueblo | y le mostró algo de su gloria. 4Por
su fidelidad y humildad lo santificó, | lo eligió de entre todos los
vivientes. 5Le hizo oír su voz | y lo introdujo en la negra
nube; | cara a cara le dio los mandamientos, | la ley de vida y de
conocimiento, | para enseñar su alianza a Jacob | y sus decretos a
Israel. 6Exaltó a Aarón, un santo como él, | su hermano, de la
tribu de Leví. 7Estableció con él una alianza eterna | y lo
hizo sacerdote para el pueblo. | Lo honró con espléndidos ornamentos | y lo
ciñó con una túnica de gloria. 8Lo revistió con perfecto
esplendor | y lo confirmó con las insignias de poder: | los calzones, la túnica
y el efod. 9Le colocó granadas en los bordes de sus vestidos |
y muchas campanillas de oro todo alrededor, | para que tintinearan al caminar |
y resonaran por todo el templo, | como memorial para los hijos de su
pueblo. 10Le dio los ornamentos sagrados, de oro, jacinto | y
púrpura, obra de bordador, | y el pectoral del juicio con los signos de la
verdad, | con cintas de escarlata, obra de artista; 11con
piedras preciosas, grabadas como sellos, | en engaste de oro, obra de joyero, |
y con una inscripción grabada, | según el número de las tribus de Israel. 12Encima
del turbante le colocó corona de oro, | grabada con el sello de consagración, |
insignia de honor, obra magnífica, | adorno que era un regalo para los
ojos. 13Antes de él nunca se vieron cosas semejantes, | y jamás
un extraño se vistió de ese modo, | sino solo sus hijos | y sus descendientes
para siempre. 14Sus sacrificios se consumían totalmente, | dos
veces al día sin interrupción. 15Moisés lo consagró sacerdote,
| lo ungió con óleo santo. | Así se estableció una alianza eterna para él | y
para su descendencia mientras dure el cielo: | presidirá el culto, ejercerá el
sacerdocio | y bendecirá a su pueblo en nombre del Señor. 16Lo
eligió de entre todos los vivientes | para presentar la ofrenda al Señor, | el
incienso y el aroma como memorial, | y para hacer la expiación por el
pueblo. 17Le confió sus mandamientos | y autoridad sobre las
prescripciones legales, | para que enseñara a Jacob sus dictámenes | e
instruyera a Israel en la ley. 18Unos extraños se confabularon
contra él | y en el desierto le cogieron envidia: | los hombres de Datán y
Abirón, | la banda enfurecida de Coré. 19El Señor lo vio y se
irritó, | y los destruyó con el ardor de su ira. | Hizo prodigios contra ellos,
| consumiéndolos con su fuego ardiente. 20Aumentó la gloria de
Aarón | y le concedió una heredad. | Le otorgó las primicias de los frutos | y
sobre todo pan en abundancia. 21Por eso comen de los
sacrificios del Señor, | que él concedió a Aarón y a su linaje. 22En
cambio, no tiene heredad en la tierra, | ni porción en el pueblo, | porque el
Señor es su porción y su heredad. 23Pinjás, hijo de Eleazar, es
el tercero en gloria, | porque se mostró fiel en el temor del Señor. | Cuando
el pueblo se rebeló, él se mantuvo firme, | con espíritu noble y valiente, | y
así obtuvo el perdón para Israel. 24Por eso el Señor hizo con
él una alianza de paz, | y le designó jefe del santuario y de su pueblo. | De
este modo él y su descendencia recibieron | la dignidad del sumo sacerdocio
para siempre. 25El Señor hizo también alianza con David, | hijo
de Jesé, de la tribu de Judá. | Pero esta herencia real solo pasa de hijo a
hijo, | mientras que la herencia de Aarón pasa a todo su linaje. 26Que
Dios os conceda la sabiduría del corazón, | para juzgar a su pueblo con
justicia, | y para que no se desvirtúen los valores de los padres, | ni su
gloria por todas las generaciones.
461Valiente guerrero fue Josué,
hijo de Nun, | sucesor de Moisés en la dignidad de profeta. | De acuerdo con lo
que su nombre indica, | se mostró grande para salvar a los elegidos del Señor,
| para tomar venganza de los enemigos sublevados | e introducir a Israel en su
heredad. 2¡Qué glorioso cuando alzaba la mano | y blandía la
espada contra las ciudades! 3¿Quién había sido tan valiente
antes de él? | ¡Él mismo combatía las batallas del Señor! 4¿Acaso
no se detuvo el sol ante su mano | y un día se convirtió en dos? 5Él
invocó al Altísimo soberano, | cuando los enemigos le rodeaban por todas
partes, | y el Señor, que es grande, le respondió, | enviando una terrible
lluvia de granizo. 6Cayó de golpe sobre la nación hostil, | y
al bajar aniquiló a los adversarios, | para que las naciones conocieran la
fuerza de sus armas | y entendieran que luchaban contra el Señor. 7Josué
se mantuvo fiel al Todopoderoso | e hizo el bien en tiempos de Moisés. | Él y
también Caleb, hijo de Jefuné, | resistieron frente a la asamblea, | apartaron
al pueblo del pecado | y acallaron las murmuraciones malignas. 8Solo
ellos dos se salvaron | entre seiscientos mil hombres de a pie, | para ser
introducidos en la heredad, | en la tierra que mana leche y miel. 9El
Señor dio a Caleb un gran vigor | que le duró hasta su vejez, | para que
subiera a las alturas del país, | que sus descendientes conservaron como
heredad; 10para que todos los hijos de Israel supieran | que es
bueno seguir los caminos del Señor. 11También los jueces, cada
uno por su nombre, | cuyo corazón no se prostituyó | ni se apartaron del Señor:
| ¡Bendita sea su memoria! 12¡Que sus huesos revivan en sus tumbas,
| y sus nombres se renueven | en los hijos de estos personajes ilustres! 13Samuel
fue amado de su Señor, | como profeta del Señor estableció la monarquía | y
ungió a los príncipes de su pueblo. 14Juzgó a la asamblea según
la ley del Señor, | y el Señor se fijó en Jacob. 15Por su
fidelidad demostró ser profeta, | por sus oráculos fue reconocido vidente
veraz. 16Invocó al Señor todopoderoso, | cuando los enemigos lo
rodeaban por todas partes, | y le ofreció un cordero lechal. 17El
Señor tronó desde los cielos, | con gran estruendo hizo resonar su voz; 18aplastó
a los jefes enemigos | y a todos los príncipes de los filisteos. 19Antes
de entrar en el reposo eterno, | dio testimonio ante el Señor y su ungido: |
«De nadie he aceptado regalos, | ni siquiera unas sandalias», | y nadie pudo
contradecirlo. 20E incluso después de muerto profetizó, |
anunciando al rey su destino; | del seno de la tierra alzó su voz, | profetizó
para borrar la iniquidad del pueblo.
471Después de él surgió Natán |
que profetizó en tiempos de David. 2Como se separa la grasa en
el sacrificio de comunión, | así David fue separado de entre los hijos de
Israel. 3Jugó con los leones como si fueran cabritos, | y con
los osos como si fueran corderos. 4¿Acaso no mató de joven al
gigante, | y quitó el oprobio del pueblo, | lanzando la piedra con la honda | y
abatiendo la arrogancia de Goliat? 5Porque invocó al Señor
altísimo, | quien dio vigor a su diestra, | para aniquilar al potente guerrero
| y reafirmar el poder de su pueblo. 6Por eso lo glorificaron
por los diez mil | y lo alabaron por las bendiciones del Señor, | ofreciéndole
la diadema de gloria. 7Pues él aplastó a los enemigos del
contorno, | aniquiló a los filisteos, sus adversarios, | para siempre quebrantó
su poder. 8Por todas sus acciones daba gracias | al Altísimo,
el Santo, proclamando su gloria. | Con todo su corazón entonó himnos, |
demostrando el amor por su Creador. 9Organizó coros de
salmistas ante el altar, | y con sus voces armonizó los cantos; | y cada día
tocarán su música. 10Dio esplendor a las fiestas, | embelleció
las solemnidades a la perfección, | haciendo que alabaran el santo nombre del
Señor, | llenando de cánticos el santuario desde la aurora. 11El
Señor le perdonó sus pecados | y exaltó su poder para siempre: | le otorgó una
alianza real | y un trono de gloria en Israel. 12Le sucedió en
el trono un hijo sabio, | que, gracias a él, vivió holgadamente. 13Salomón
reinó en tiempo de paz, | y Dios le dio tranquilidad en sus fronteras, | para
que levantara un templo en su nombre | y edificara un santuario eterno. 14¡Qué
sabio fuiste en tu juventud, | lleno de inteligencia como un río! 15Tu
espíritu cubrió la tierra, | la llenaste con enigmáticos proverbios. 16Tu
nombre llegó hasta las islas lejanas, | y fuiste amado por la paz que
infundías. 17De tus cantos, tus sentencias, tus proverbios | y
tus interpretaciones se admiraron las naciones. 18En nombre del
Señor Dios, | que es llamado Dios de Israel, | amontonaste el oro como estaño,
| como plomo multiplicaste la plata. 19Pero entregaste tu
cuerpo a las mujeres | y te dejaste dominar por ellas. 20Profanaste
así tu gloria | y deshonraste tu linaje, | acarreando la ira sobre tus hijos |
y afligiéndolos con tu locura. 21Por eso tu dinastía se dividió
en dos, | y de Efraín surgió un reino rebelde. 22Pero el Señor
jamás retiró su misericordia, | no dejó que sus palabras se perdieran, | ni que
se borrase la descendencia de su elegido, | ni que desapareciese el linaje del
que fue su amado. | Por eso dio a Jacob un resto, | y a David un retoño nacido
de él. 23Descansó Salomón con sus padres | y dejó en el trono a
uno de su linaje, | lo más loco del pueblo, falto de inteligencia: | Roboán,
que pervirtió al pueblo con su consejo. 24También Jeroboán,
hijo de Nabat, hizo pecar a Israel | e indicó a Efraín el camino del pecado. |
Desde entonces el pueblo cometió tantos pecados | que fueron expulsados de su
tierra. 25Hicieron toda clase de maldades, | hasta que el
castigo cayó sobre ellos.
481Entonces surgió el profeta
Elías como un fuego, | su palabra quemaba como antorcha. 2Él
hizo venir sobre ellos el hambre, | y con su celo los diezmó. 3Por
la palabra del Señor cerró los cielos | y también hizo caer fuego tres
veces. 4¡Qué glorioso fuiste, Elías, con tus portentos! |
¿Quién puede gloriarse de ser como tú? 5Tú despertaste a un
cadáver de la muerte | y del abismo, por la palabra del Altísimo; 6tú
precipitaste reyes a la ruina | y arrebataste del lecho a hombres
insignes; 7en el Sinaí escuchaste palabras de reproche | y en
el Horeb sentencias de castigo; 8tú ungiste reyes vengadores |
y profetas para que te sucedieran; 9fuiste arrebatado en un
torbellino ardiente, | en un carro de caballos de fuego; 10tú
fuiste designado para reprochar los tiempos futuros, | para aplacar la ira
antes de que estallara, | para reconciliar a los padres con los hijos | y
restablecer las tribus de Jacob. 11Dichosos los que te vieron |
y se durmieron en el amor, | porque también nosotros viviremos. 12Cuando
Elías fue arrebatado en el torbellino, | Eliseo se llenó de su espíritu. |
Durante su vida ningún príncipe lo hizo temblar, | nadie pudo dominarlo. 13Nada
era imposible para él, | incluso muerto, su cuerpo profetizó. 14Durante
su vida realizó prodigios, | y después de muerto fueron admirables sus
obras. 15A pesar de todo, el pueblo no se arrepintió, | ni se
apartaron de sus pecados, | hasta que fueron deportados de su tierra | y
dispersados por el mundo entero. 16Solo quedó un pueblo muy
reducido, | con un príncipe de la casa de David. | Algunos de ellos hicieron lo
que agrada a Dios, | pero otros multiplicaron sus pecados. 17Ezequías
fortificó su ciudad | y llevó el agua hasta dentro de ella; | con hierro horadó
la roca | y construyó cisternas para el agua. 18En su tiempo
Senaquerib hizo una expedición | y envió por delante a Rabsaqués; | este
partió, alzó la mano contra Sión | y se engrió con altanería. 19Temblaron
entonces corazones y manos, | y sufrieron dolores de mujeres en parto. 20Invocaron
al Señor misericordioso, | tendiendo sus manos hacia él. | Y el Santo, desde el
cielo, los escuchó al instante | y los liberó por medio de Isaías. 21Hirió
el campamento de los asirios, | y su ángel los exterminó. 22Porque
Ezequías hizo lo que agrada al Señor | y se mantuvo firme en los caminos de
David su padre, | como se lo ordenaba el profeta Isaías, | el grande y digno de
fe en sus visiones. 23En tiempo de Isaías el sol retrocedió, |
y se prolongó la vida del rey. 24Con gran inspiración vio el
fin de los tiempos, | y consoló a los afligidos de Sión. 25Reveló
el futuro hasta la eternidad | y las cosas ocultas antes que sucedieran.
491El recuerdo de Josías es una
mezcla de incienso, | preparada por el arte del perfumista. | Es dulce como
miel en la boca, | como música en medio de un banquete. 2Trabajó
por la reforma del pueblo | y extirpó la idolatría abominable. 3Enderezó
su corazón hacia el Señor | y en una época impía fortaleció la piedad. 4Fuera
de David, Ezequías y Josías, | todos cometieron muchos pecados. | Y por
abandonar la ley del Altísimo, | los reyes de Judá desaparecieron. 5En
efecto, entregaron a otros su poder, | y su gloria a una nación
extranjera. 6Incendiaron la ciudad elegida del santuario | y
dejaron desiertas sus calles, 7según la palabra de Jeremías, a
quien maltrataron, | consagrado profeta desde el seno de su madre, | para
arrancar, destruir y derribar | y también para construir y plantar. 8Ezequiel
tuvo la visión de la gloria | que Dios le reveló en el carro de
querubines, 9porque se acordó de sus enemigos en la tempestad |
y favoreció a los que seguían el camino recto. 10En cuanto a
los doce profetas: | ¡que sus huesos revivan en sus tumbas, | porque ellos
consolaron a Jacob | y lo salvaron con esperanza confiada! 11¿Cómo
elogiaremos a Zorobabel? | ¡Es como un anillo en la mano derecha, 12y
lo mismo Josué, hijo de Josadac! | En sus días construyeron el templo, |
levantaron un santuario consagrado al Señor, | destinado a una gloria
eterna. 13También es grande la memoria de Nehemías, | él
levantó nuestras murallas en ruinas, | puso puertas y cerrojos | y reconstruyó
nuestras moradas. 14Nadie hubo en el mundo igual a Henoc, |
pues fue arrebatado de la tierra. 15Ni nació nunca hombre
alguno como José, | guía de sus hermanos, apoyo de su pueblo; | cuyos huesos
fueron venerados. 16Sem y Set fueron famosos entre los hombres,
| pero por encima de todos los vivientes sobresale Adán.
501Simón, el sumo sacerdote, hijo
de Onías, | en su vida reparó el templo, | y en sus días fortificó el
santuario. 2Puso los cimientos de doble altura, | un alto
contrafuerte de la cerca del templo. 3En sus días se excavó el
depósito de agua, | un estanque tan ancho como el mar. 4Él
cuidó de su pueblo para evitar su ruina | y fortificó la ciudad contra un
posible asedio. 5¡Qué glorioso era cuando, rodeado de su
pueblo, | salía de la casa del velo! 6Como el lucero del alba
en medio de las nubes, | como la luna en su plenilunio; 7como
el sol refulgente sobre el templo del Altísimo, | como el arco iris brillando
entre nubes de gloria; 8como rosal florecido en primavera, |
como lirio junto a un manantial, | como cedro del Líbano en verano; 9como
fuego e incienso en el incensario, | como vaso de oro macizo | adornado con
toda clase de piedras preciosas; 10como olivo cargado de
frutos, | como ciprés erguido hasta las nubes. 11Cuando se
ponía la vestidura de gala | y se colocaba sus elegantes ornamentos, | cuando
subía hacia el altar sagrado, | llenaba de gloria el recinto del
santuario. 12Cuando recibía las porciones de las víctimas | de
manos de los sacerdotes, | él mismo de pie junto al fuego del altar, | rodeado
de una corona de hermanos, | como retoños de cedro en el Líbano | o como tallos
de palmera engarzados. 13Todos los hijos de Aarón en su
esplendor, | con la ofrenda del Señor en sus manos, | estaban en presencia de
toda la asamblea de Israel. 14Mientras cumplía su servicio en
el altar, | preparando la ofrenda del Altísimo todopoderoso, 15tomaba
en su mano la copa, | hacía la libación del vino | y lo derramaba al pie del
altar, | como aroma suave para el Altísimo, Rey del universo. 16Entonces
los hijos de Aarón prorrumpían en gritos, | tocaban las trompetas de metal
batido, | hacían oír su sonido imponente, | como memorial delante del
Altísimo. 17Entonces, de repente, | todo el pueblo en masa caía
rostro a tierra, | para adorar al Señor, su Dios, | el Todopoderoso, el Dios
altísimo. 18Los salmistas también lo alababan con sus voces, |
y su canto formaba una dulce melodía. 19El pueblo suplicaba al
Señor altísimo, | permanecía en oración ante el Misericordioso, | hasta que
terminaba la ceremonia del Señor | y concluía el servicio litúrgico. 20Entonces
él bajaba y elevaba las manos | sobre toda la asamblea de los hijos de Israel,
| para pronunciar con sus labios la bendición del Señor | y tener el honor de
invocar su nombre. 21Y por segunda vez todos se postraban, |
para recibir la bendición del Altísimo. 22Y ahora bendecid al
Dios del universo, | el que hace grandes cosas por doquier, | el que enaltece
nuestra vida desde el seno materno | y nos trata según su misericordia. 23Que
nos dé la alegría de corazón | y que haya paz en nuestros días, | en Israel por
los siglos de los siglos. 24Que su misericordia permanezca con
nosotros | y en nuestros días nos libere. 25Hay dos naciones
que mi alma detesta, | y la tercera ni siquiera es nación: 26los
habitantes de la montaña de Seír, los filisteos | y el pueblo necio que mora en
Siquén. 27Doctrina de ciencia e inteligencia | ha condensado en
este libro | Jesús, hijo de Sira, hijo de Eleazar, de Jerusalén, | que de su
corazón derramó sabiduría a raudales. 28Dichoso el que repase
estas enseñanzas; | el que las guarde en su corazón se hará sabio. 29Y
si las pone en práctica, en todo será fuerte, | porque la luz del Señor
iluminará su camino; | y a los piadosos dio sabiduría. | Bendito el Señor por siempre.
Así sea. Así sea.
511Te doy gracias, Señor y Rey, |
te alabo, oh Dios mi salvador, | a tu nombre doy gracias. 2Porque
fuiste mi protector y mi auxilio, | y libraste mi cuerpo de la perdición, | del
lazo de una lengua traicionera, | de los labios que urden mentiras; | frente a
mis adversarios | fuiste mi auxilio y me liberaste, 3por tu
inmensa misericordia y por tu nombre, | de las dentelladas de los que iban a
devorarme, | de la mano de los que buscaban mi vida, | de las muchas
tribulaciones que he sufrido; 4de las llamas sofocantes que me
envolvían, | de un fuego que yo no había encendido; 5de las
entrañas del abismo, | de la lengua impura, de la palabra mentirosa, 6calumnia
de una lengua injusta ante el rey. | Yo estaba a punto de morir, | mi vida
tocaba el abismo profundo. 7Por todas partes me asediaban y
nadie me auxiliaba, | buscaba a alguien que me ayudara y no había nadie. 8Entonces
me acordé, Señor, de tu misericordia | y de tus obras que son desde siempre, |
de que tú sostienes a los que esperan en ti | y los salvas de la mano de los
enemigos. 9Y desde la tierra elevé mi plegaria, | supliqué ser
librado de la muerte. 10Clamé al Señor: «Tú eres mi Padre, | no
me abandones el día de la tribulación, | cuando acosan los orgullosos y estoy
indefenso. | Alabaré tu nombre sin cesar | y te cantaré himnos de acción de
gracias». 11Y mi oración fue escuchada, | pues tú me salvaste
de la perdición | y me libraste de aquel mal momento. 12Por eso
te daré gracias y te alabaré, | bendeciré el nombre del Señor. 13Desde
joven, antes de viajar por el mundo, | busqué sinceramente la sabiduría en la
oración. 14A la puerta del templo la pedí, | y la busqué hasta
el último día. 15Cuando floreció como racimo maduro, | mi
corazón se alegró. | Entonces mi pie avanzó por el camino recto, | desde mi
juventud seguí sus huellas. 16Incliné un poco mi oído y la
recibí, | y me encontré con una gran enseñanza. 17Gracias a
ella he progresado mucho, | daré gloria a quien me ha dado la sabiduría. 18Pues
he decidido ponerla en práctica, | me he dedicado al bien y no quedaré
defraudado. 19He luchado para obtenerla, | he sido diligente en
practicar la ley, | he tendido mis manos hacia el cielo, | lamentado lo que
ignoraba de ella. 20Hacia ella he orientado mi vida | y en la
pureza la he encontrado. | Desde el principio me dediqué a ella, | por eso no
quedaré defraudado. 21Mis entrañas se conmovieron al buscarla,
| por eso he hecho una buena adquisición. 22En recompensa el
Señor me dio una lengua, | y con ella lo alabaré. 23Acercaos a
mí, los ignorantes, | e instalaos en mi escuela de sabiduría. 24¿Por
qué os tenéis que privar por más tiempo, | si estáis tan sedientos de
ella? 25He abierto la boca para decir: | «Adquiridla sin
dinero». 26Someted vuestro cuello a su yugo | y recibid instrucción:
| está ahí, a vuestro alcance. 27Ved con vuestros ojos lo poco
que he trabajado, | y qué descanso tan grande he encontrado. 28No
escatiméis dinero para recibir instrucción, | pues con ella adquiriréis gran
cantidad de oro. 29Alegraos por la misericordia del Señor, | y
no os avergoncéis de su alabanza. 30Realizad vuestras obras
antes del momento final | y él os dará la recompensa a su tiempo.
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ANTIGUO TESTAMENTO
LIBROS SAPIENCIALES Y
POÉTICOS
SABIDURÍA
11Amad la justicia, gobernantes
de la tierra, | pensad correctamente del Señor | y buscadlo con sencillez de
corazón. 2Porque se manifiesta a los que no le exigen pruebas |
y se revela a los que no desconfían de él. 3Los pensamientos
retorcidos alejan de Dios | y el poder, puesto a prueba, confunde a los
necios. 4La sabiduría no entra en alma perversa, | ni habita en
cuerpo sometido al pecado. 5Pues el espíritu educador y santo
huye del engaño, | se aleja de los pensamientos necios | y es ahuyentado cuando
llega la injusticia. 6La sabiduría es un espíritu amigo de los
hombres | que no deja impune al blasfemo: | inspecciona las entrañas, | vigila
atentamente el corazón | y cuanto dice la lengua. 7Pues el
espíritu del Señor llena la tierra, | todo lo abarca y conoce cada
sonido. 8Por eso quien habla inicuamente no tiene escapatoria,
| ni pasará de largo junto a él la justicia acusadora. 9Se
examinarán los planes del impío, | el rumor de sus palabras llegará hasta el
Señor | y quedarán probados sus delitos. 10Porque un oído
celoso lo escucha todo | y no se le escapa ni el más leve murmullo. 11Guardaos,
pues, de murmuraciones inútiles | y absteneos de la maledicencia, | porque ni
la frase más solapada cae en el vacío | y la boca calumniadora da muerte al
alma. 12No os procuréis la muerte con vuestra vida extraviada,
| ni os acarreéis la perdición con las obras de vuestras manos. 13Porque
Dios no ha hecho la muerte, | ni se complace destruyendo a los vivos. 14Él
todo lo creó para que subsistiera | y las criaturas del mundo son saludables: |
no hay en ellas veneno de muerte, | ni el abismo reina en la tierra. 15Porque
la justicia es inmortal. 16Los impíos, sin embargo, llaman a la
muerte con gestos y palabras; | se desviven por ella, creyéndola su amiga: |
han hecho un pacto con ella, | pues merecen compartir su suerte.
21Razonando equivocadamente se
decían: | «Corta y triste es nuestra vida | y el trance final del hombre es irremediable;
| no consta de nadie que haya regresado del abismo. 2Nacimos
casualmente | y después seremos como si nunca hubiésemos existido. | Humo es el
aliento que respiramos | y el pensamiento, una chispa del corazón que
late. 3Cuando esta se apague, el cuerpo se volverá ceniza | y
el espíritu se desvanecerá como aire tenue. 4Con el tiempo
nuestro nombre caerá en el olvido | y nadie se acordará de nuestras obras. |
Pasará nuestra vida como rastro de nubes | y como neblina se disipará, |
acosada por los rayos del sol | y abatida por su calor. 5Nuestra
vida, una sombra que pasa, | nuestro fin, irreversible: | puesto el sello,
nadie retorna. 6¡Venid! Disfrutemos de los bienes presentes | y
gocemos de lo creado con ardor juvenil. 7Embriaguémonos de
vinos exquisitos y de perfumes, | que no se nos escape ni una flor
primaveral. 8Coronémonos con capullos de rosas antes que se
marchiten; 9que ningún prado escape a nuestras orgías, |
dejemos por doquier señales de nuestro gozo, | porque esta es nuestra suerte y
nuestra herencia». 10«Oprimamos al pobre inocente, | no
tengamos compasión de la viuda, | ni respetemos las canas venerables del
anciano. 11Sea nuestra fuerza la norma de la justicia, | pues
lo débil es evidente que de nada sirve. 12Acechemos al justo,
que nos resulta fastidioso: | se opone a nuestro modo de actuar, | nos reprocha
las faltas contra la ley | y nos reprende contra la educación recibida; 13presume
de conocer a Dios | y se llama a sí mismo hijo de Dios. 14Es un
reproche contra nuestros criterios, | su sola presencia nos resulta
insoportable. 15Lleva una vida distinta de todos los demás | y
va por caminos diferentes. 16Nos considera moneda falsa | y nos
esquiva como a impuros. | Proclama dichoso el destino de los justos, | y
presume de tener por padre a Dios. 17Veamos si es verdad lo que
dice, | comprobando cómo es su muerte. 18Si el justo es hijo de
Dios, él lo auxiliará | y lo librará de las manos de sus enemigos. 19Lo
someteremos a ultrajes y torturas, | para conocer su temple y comprobar su
resistencia. 20Lo condenaremos a muerte ignominiosa, | pues,
según dice, Dios lo salvará». 21Así discurren, pero se
equivocan, | pues los ciega su maldad. 22Desconocen los
misterios de Dios, | no esperan el premio de la santidad, | ni creen en la
recompensa de una vida intachable. 23Dios creó al hombre
incorruptible | y lo hizo a imagen de su propio ser; 24mas por
envidia del diablo entró la muerte en el mundo, | y la experimentan los de su
bando.
31En cambio, la vida de los
justos está en manos de Dios, | y ningún tormento los alcanzará. 2Los
insensatos pensaban que habían muerto, | y consideraban su tránsito como una
desgracia, 3y su salida de entre nosotros, una ruina, | pero
ellos están en paz. 4Aunque la gente pensaba que cumplían una
pena, | su esperanza estaba llena de inmortalidad. 5Sufrieron
pequeños castigos, recibirán grandes bienes, | porque Dios los puso a prueba y
los halló dignos de él. 6Los probó como oro en el crisol | y
los aceptó como sacrificio de holocausto. 7En el día del juicio
resplandecerán | y se propagarán como chispas en un rastrojo. 8Gobernarán
naciones, someterán pueblos | y el Señor reinará sobre ellos eternamente. 9Los
que confían en él comprenderán la verdad | y los que son fieles a su amor
permanecerán a su lado, | porque la gracia y la misericordia son para sus
devotos | y la protección para sus elegidos. 10Los impíos, en
cambio, serán castigados por sus pensamientos, | pues despreciaron al justo y
se apartaron del Señor. 11Desgraciado el que desdeña la
sabiduría y la instrucción; | vana es su esperanza, baldíos sus esfuerzos e
inútiles sus obras. 12Sus mujeres son necias, | depravados sus
hijos | y maldita su posteridad. 13Dichosa la estéril
intachable, | cuyo lecho no conoció la infidelidad: | obtendrá su fruto el día
del juicio. 14Dichoso también el eunuco en cuyas manos no hay
pecado, | ni tuvo malos pensamientos contra el Señor: | por su fidelidad
recibirá un favor especial | y una herencia envidiable en el templo del
Señor. 15Porque el fruto del buen trabajo es glorioso | y la raíz
de la prudencia es imperecedera. 16En cambio, los hijos de los
adúlteros no llegarán a la madurez, | y la prole nacida de unión ilegítima
desaparecerá. 17Aunque vivan largos años, nadie los tendrá en
cuenta, | y al final su vejez será deshonrosa. 18Si mueren
pronto, no tendrán esperanza, | ni consuelo en el día del juicio, 19pues
la raza de los malvados acaba mal.
41Más vale no tener hijos y ser
virtuoso, | porque el recuerdo de la virtud es inmortal: | la reconocen Dios y
los hombres. 2Cuando está presente, la imitan, | cuando está
ausente, la añoran; | y en la eternidad triunfa y se ciñe la corona, |
vencedora en la lucha por trofeos incorruptibles. 3En cambio,
la numerosa prole de los impíos no prosperará: | nacida de retoños bastardos,
no echará raíces profundas, | ni se consolidará sobre una base firme. 4Aunque
por algún tiempo reverdezcan sus ramas, | al estar mal arraigada, será sacudida
por el viento | y descuajada por la furia del huracán. 5Se
troncharán sus brotes aún tiernos, | y sus frutos serán inservibles: verdes
para comerlos, | para nada se aprovecharán. 6Pues los hijos
nacidos de uniones ilegítimas | en el juicio testificarán la maldad de sus
padres. 7El justo, aunque muera prematuramente, tendrá
descanso. 8Una vejez venerable no son los muchos días, | ni se
mide por el número de años, 9pues las canas del hombre son la
prudencia | y la edad avanzada, una vida intachable. 10Agradó a
Dios y Dios lo amó, | vivía entre pecadores y Dios se lo llevó. 11Lo
arrebató para que la maldad | no pervirtiera su inteligencia, | ni la perfidia
sedujera su alma. 12Pues la fascinación del mal oscurece el
bien | y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia. 13Maduró
en poco tiempo, | cumplió muchos años. 14Como su vida era grata
a Dios, | se apresuró a sacarlo de la maldad. | La gente lo ve y no lo
comprende, | ni les cabe esto en la cabeza: 15la gracia y la
misericordia son para sus elegidos | y la protección para sus devotos. 16El
justo difunto condena a los impíos aún vivos: | juventud madura en poco tiempo,
| afrenta para la longevidad del perverso. 17La gente ve la
muerte del sabio, | pero no comprende los designios divinos sobre él, | ni por
qué lo pone a salvo el Señor. 18Lo ven y lo desprecian, | pero
el Señor se ríe de ellos. 19Bien pronto serán cadáveres sin
honra, | oprobio para siempre entre los muertos. | Pues el Señor los
precipitará de cabeza, sin dejarles rechistar, | los sacudirá de sus cimientos
y quedarán totalmente asolados; | vivirán sumidos en el dolor y su recuerdo se
perderá. 20Al rendir cuenta de sus pecados, comparecerán
asustados | y sus delitos se levantarán contra ellos para acusarlos.
51Entonces el justo estará en
pie con gran aplomo | delante de los que lo afligieron y despreciaron sus
trabajos. 2Al verlo, se estremecerán de miedo, | estupefactos
ante su inesperada salvación. 3Arrepentidos y gimiendo de
angustia se dirán: 4«Este es aquel de quien antes nos reíamos |
y a quien, nosotros insensatos, insultábamos. | Su vida nos parecía una locura
| y su muerte, una ignominia. 5¿Cómo ahora es contado entre los
hijos de Dios | y comparte la suerte de los santos? 6Sí,
nosotros nos desviamos del camino de la verdad, | la luz de la justicia no nos
alumbró | y el sol no salió para nosotros. 7Nos fatigamos por
sendas de maldad y perdición, | atravesamos desiertos intransitables, | pero no
reconocimos el camino del Señor. 8¿De qué nos ha servido
nuestro orgullo? | ¿Qué hemos sacado presumiendo de ricos? 9Todo
aquello pasó como una sombra, | como noticia que corre veloz, 10como
nave que surca las aguas agitadas, | sin dejar rastro de su travesía, | ni
estela de su quilla en las olas. 11O como pájaro que corta el
aire | sin dejar rastro de su paso; | con un aleteo azota el aire ligero, | lo
corta con agudo silbido, | se abre camino batiendo las alas | y al final no
queda rastro de su paso. 12O como flecha disparada al blanco, |
cuya herida en el aire se cierra al instante, | siendo imposible conocer su
trayectoria. 13Igual nosotros: nacimos y nos eclipsamos | sin
dejar ni una señal de virtud que poder mostrar, | nos consumimos en nuestra
maldad». 14Sí, la esperanza del impío es brizna que arrebata el
viento, | espuma ligera que arrastra el vendaval, | humo que el viento disipa,
| recuerdo fugaz del huésped de un día. 15Los justos, en
cambio, viven eternamente, | encuentran su recompensa en el Señor | y el
Altísimo cuida de ellos. 16Por eso recibirán de manos del Señor
| la magnífica corona real y la hermosa diadema, | pues con su diestra los
protegerá | y con su brazo los escudará. 17Tomará la armadura
de su celo | y armará a la creación para vengarse de sus enemigos. 18Vestirá
la coraza de la justicia, | se pondrá como yelmo un juicio sincero; 19tomará
por escudo su santidad invencible, 20afilará como espada su ira
inexorable | y el universo peleará a su lado contra los necios. 21Certeras
parten ráfagas de rayos; | desde las nubes como arco bien tenso, | vuelan hacia
el blanco. 22Una catapulta lanzará un furioso pedrisco; | las
aguas del mar se embravecerán contra ellos, | los ríos los anegarán sin
piedad. 23Se levantará contra ellos un viento impetuoso | que
los aventará como huracán. | Así la iniquidad asolará toda la tierra | y la
maldad derrocará los tronos de los poderosos.
61Escuchad, reyes, y entended; |
aprended, gobernantes de los confines de la tierra. 2Prestad
atención, los que domináis multitudes | y os sentís orgullosos de tener muchos
súbditos: 3el poder os viene del Señor | y la soberanía del
Altísimo. | Él examinará vuestras acciones | y sondeará vuestras intenciones. 4Porque,
siendo ministros de su reino, | no gobernasteis rectamente, ni guardasteis la
ley, | ni actuasteis según la voluntad de Dios. 5Terrible y
repentino caerá sobre vosotros, | porque un juicio implacable espera a los
grandes. 6Al más pequeño se le perdona por piedad, | pero los
poderosos serán examinados con rigor. 7El Dios de todo no teme
a nadie, | ni lo intimida la grandeza, | pues él hizo al pequeño y al grande |
y de todos cuida por igual, 8pero a los poderosos les espera un
control riguroso. 9A vosotros, soberanos, dirijo mis palabras,
| para que aprendáis sabiduría y no pequéis. 10Los que cumplen
santamente las leyes divinas serán santificados, | y los que se instruyen en
ellas encontrarán en ellas su defensa. 11Así, pues, desead mis
palabras; | anheladlas y recibiréis instrucción. 12Radiante e
inmarcesible es la sabiduría, | la ven con facilidad los que la aman | y
quienes la buscan la encuentran. 13Se adelanta en manifestarse
a los que la desean. 14Quien madruga por ella no se cansa, |
pues la encuentra sentada a su puerta. 15Meditar sobre ella es
prudencia consumada | y el que vela por ella pronto se ve libre de
preocupaciones. 16Pues ella misma va de un lado a otro |
buscando a los que son dignos de ella; | los aborda benigna por los caminos | y
les sale al encuentro en cada pensamiento. 17Su verdadero
comienzo es el deseo de instrucción, | el afán de instrucción es amor, 18el
amor es la observancia de sus leyes, | el respeto de las leyes es garantía de
inmortalidad 19y la inmortalidad acerca a Dios; 20por
tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino. 21Así que, si
queréis tronos y cetros, soberanos de las naciones, | honrad a la sabiduría y
reinaréis eternamente. 22Os explicaré qué es la sabiduría y
cuál su origen, | sin ocultaros ningún secreto, | sino que la rastrearé desde
su origen, | esclareciendo lo que se conoce de ella, | sin pasar por alto la
verdad. 23No haré camino con la envidia corrosiva, | pues nada
tiene que ver con la sabiduría. 24Abundancia de sabios salva el
mundo, | y un rey sensato da bienestar al pueblo. 25Así pues,
dejaos instruir por mis palabras y sacaréis provecho.
71También yo soy un hombre
mortal como todos | y descendiente del primero, formado de la tierra. | En el
vientre materno fue modelada mi carne, 2durante diez meses me
fui consolidando en su sangre, | a partir de la simiente viril y del placer
compañero del sueño. 3Al nacer, también yo respiré el aire
común | y al caer en la tierra que a todos recibe, | lo primero que hice, como
todos, fue llorar. 4Me criaron con mimos, entre pañales. 5Ningún
rey empezó de otro modo su existencia: 6la entrada y la salida
de la vida son iguales para todos. 7Por eso, supliqué y me fue
dada la prudencia, | invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. 8La
preferí a cetros y tronos | y a su lado en nada tuve la riqueza. 9No
la equiparé a la piedra más preciosa, | porque todo el oro ante ella es un poco
de arena | y junto a ella la plata es como el barro. 10La quise
más que a la salud y la belleza | y la preferí a la misma luz, | porque su
resplandor no tiene ocaso. 11Con ella me vinieron todos los
bienes juntos, | tiene en sus manos riquezas incontables. 12Disfruté
de todos, porque la sabiduría los trae, | aunque yo ignoraba que ella era su
madre. 13Sin engaño la aprendí, sin envidia la comparto | y no
escondo sus riquezas; 14porque es un tesoro inagotable para los
hombres: | los que lo adquieren se ganan la amistad de Dios, | pues los dones
de la instrucción los recomienda. 15Que Dios me conceda hablar
con conocimiento | y tener pensamientos dignos de sus dones, | porque él es el
mentor de la sabiduría | y el adalid de los sabios. 16En sus
manos estamos nosotros y nuestras palabras, | toda prudencia y toda
inteligencia práctica. 17Él me concedió la verdadera ciencia de
los seres, | para conocer la estructura del cosmos y las propiedades de los
elementos, 18el principio, el fin y el medio de los tiempos, |
la alternancia de los solsticios y la sucesión de las estaciones, 19los
ciclos del año y la posición de las estrellas, 20la naturaleza
de los animales y el instinto de las fieras, | el poder de los espíritus y los
pensamientos de los hombres, | las variedades de las plantas y las virtudes de
las raíces. 21He llegado a conocerlo todo, lo oculto y lo
manifiesto, | porque la sabiduría, artífice de todo, me lo enseñó. 22La
sabiduría posee un espíritu inteligente, santo, | único, múltiple, sutil, ágil,
penetrante, inmaculado, | diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo, 23incoercible,
benéfico, amigo de los hombres, | firme, seguro, sin inquietudes, | que todo lo
puede, todo lo observa, | y penetra todos los espíritus, | los inteligentes,
los puros, los más sutiles. 24La sabiduría es más móvil que
cualquier movimiento | y en virtud de su pureza lo atraviesa y lo penetra
todo. 25Es efluvio del poder de Dios, | emanación pura de la
gloria del Omnipotente; | por eso, nada manchado la alcanza. 26Es
irradiación de la luz eterna, | espejo límpido de la actividad de Dios | e
imagen de su bondad. 27Aun siendo una sola, todo lo puede; |
sin salir de sí misma, todo lo renueva | y, entrando en las almas buenas de
cada generación, | va haciendo amigos de Dios y profetas. 28Pues
Dios solo ama a quien convive con la sabiduría. 29Ella es más
bella que el sol | y supera a todas las constelaciones. | Comparada con la luz
del día, sale vencedora, | 30porque la luz deja paso a
la noche, | mientras que a la sabiduría no la domina el mal.
81Se despliega con vigor de un
confín a otro | y todo lo gobierna con acierto. 2La amé y la
busqué desde mi juventud | y la pretendí como esposa, | enamorado de su
hermosura. 3Su intimidad con Dios realza su nobleza, | pues el
Señor de todas las cosas la ama. 4Está iniciada en la ciencia
de Dios | y es la que elige entre sus obras. 5Si la riqueza es
un bien deseable en la vida, | ¿hay mayor riqueza que la sabiduría, que lo
realiza todo? 6Y si la inteligencia es quien lo realiza, |
¿quién sino la sabiduría es artífice de cuánto existe? 7Si
alguien ama la justicia, las virtudes son fruto de sus afanes, | pues ella
enseña templanza y prudencia, justicia y fortaleza: | para los hombres no hay
nada en la vida más útil que esto. 8Y si alguien desea una gran
experiencia, | ella conoce el pasado y adivina el futuro, | conoce los dichos
ingeniosos y la solución de los enigmas, | prevé de antemano signos y prodigios
| y el desenlace de momentos y tiempos. 9Así pues, decidí
hacerla compañera de mi vida, | sabiendo que sería mi consejera en la dicha | y
mi consuelo en las preocupaciones y la tristeza: 10«Gracias a
ella obtendré gloria entre la gente | y honor entre los ancianos, aunque sea
joven. 11En el juicio lucirá mi agudeza | y seré la admiración
de los poderosos. 12Si callo, esperarán a que hable, | si tomo
la palabra, me prestarán atención | y si me alargo hablando, se llevarán la
mano a la boca. 13Gracias a ella alcanzaré la inmortalidad | y
legaré a la posteridad un recuerdo imperecedero. 14Gobernaré
pueblos y someteré naciones, 15soberanos terribles se asustarán
al oír hablar de mí; | me mostraré bueno con el pueblo y valiente en la
guerra. 16Al volver a mi casa descansaré junto a ella, | pues
su compañía no causa amargura | y su intimidad no entristece, sino que alegra y
regocija». 17Pensaba en estas cosas | y reflexionaba sobre
ellas en mi corazón: | la inmortalidad consiste en emparentar con la
sabiduría, 18en su amistad se encuentra un noble deleite, | hay
riqueza inagotable en el trabajo de sus manos, | prudencia en la asiduidad de
su trato | y prestigio en la conversación con ella. | Así pensaba tratando de
hacerla mía. 19Era yo un muchacho de buen natural, | me tocó en
suerte un alma buena, 20o mejor dicho, siendo bueno, entré en
un cuerpo sin tara. 21Pero, al comprender que no la alcanzaría,
si Dios no me la daba | —y ya era un signo de sensatez saber de quién procedía
tal don—, | acudí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón:
91«Dios de los padres y Señor de
la misericordia, | que con tus palabras hiciste todas las cosas, 2y
en tu sabiduría formaste al hombre, | para que dominase sobre las criaturas que
tú has hecho, 3y para regir el mundo con santidad y justicia, |
y para administrar justicia con rectitud de corazón. 4Dame la
sabiduría asistente de tu trono | y no me excluyas del número de tus
siervos, 5porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva, | hombre
débil y de pocos años, | demasiado pequeño para conocer el juicio y las
leyes. 6Pues, aunque uno sea perfecto | entre los hijos de los
hombres, | sin la sabiduría, que procede de ti, | será estimado en nada. 7Tú
me elegiste como rey de tu pueblo | y como juez de tus hijos e hijas. 8Me
mandaste construir un templo en tu monte santo | y un altar en la ciudad de tu
morada, | a imitación de la tienda santa que preparaste desde el
principio. 9Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras,
| que te asistió cuando hacías el mundo, | y que sabe lo que es grato a tus
ojos | y lo que es recto según tus preceptos. 10Mándala de tus
santos cielos, | y de tu trono de gloria envíala, | para que me asista en mis
trabajos | y venga yo a saber lo que te es grato. 11Porque ella
conoce y entiende todas las cosas, | y me guiará prudentemente en mis obras, |
y me guardará en su esplendor. 12Así aceptarás mis obras, |
juzgaré a tu pueblo con justicia | y seré digno del trono de mi padre. 13Pues,
¿qué hombre conocerá el designio de Dios?, | o ¿quién se imaginará lo que el
Señor quiere? 14Los pensamientos de los mortales son frágiles |
e inseguros nuestros razonamientos, 15porque el cuerpo mortal
oprime el alma | y esta tienda terrena abruma la mente pensativa. 16Si
apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra | y con fatiga descubrimos lo
que está a nuestro alcance, | ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, 17¿quién
conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría | y le envías tu santo
espíritu desde lo alto? 18Así se enderezaron las sendas de los
terrestres, | los hombres aprendieron lo que te agrada | y se salvaron por la
sabiduría».
101Ella fue quien protegió al
padre del mundo, el primer ser humano | cuando él era la única criatura; lo
levantó de su caída 2y le dio el poder de dominar todo. 3Pero
cuando el criminal iracundo, Caín, se apartó de ella, | pereció por su saña
fratricida. 4Cuando por su culpa se inundó la tierra, | de
nuevo la salvó la sabiduría, | llevando al justo Noé en un simple tablón. 5Cuando
la confusión de los pueblos malvados, | ella se fijó en el justo Abrahán, lo
conservó intachable ante Dios | y lo mantuvo firme a pesar del amor hacia su
hijo. 6Cuando el exterminio de los impíos, ella salvó al justo
Lot, | que huía del fuego que caía sobre la Pentápolis; 7testigos
de su maldad son aún: | una tierra desolada y humeante | y unas plantas con
frutos malogrados; | y una estatua de sal que se yergue | como monumento al
alma incrédula. 8Por abandonar el camino de la sabiduría, |
sufrieron la desgracia de ignorar el bien | y legaron a la historia un recuerdo
de su insensatez, | para que sus faltas no quedaran ocultas. 9La
sabiduría, sin embargo, sacó de apuros a sus servidores. 10Al
justo Jacob que huía de la ira de su hermano | lo guio por caminos rectos, | le
mostró el reino de Dios | y le dio a conocer las cosas santas; | le dio
prosperidad en sus trabajos | y multiplicó el fruto de sus esfuerzos; 11lo
asistió contra la avaricia de sus opresores | y lo colmó de riquezas; 12lo
defendió de sus enemigos, | y lo protegió de los que lo acechaban; | y, tras
duro combate, le concedió la victoria, | para que supiera que la piedad es más
fuerte que todo. 13Ella no desamparó al justo vendido, José, |
sino que lo libró de caer en pecado; 14bajó con él a la
cisterna | y no lo abandonó entre las cadenas, | hasta entregarle el cetro real
| y el poder sobre sus tiranos; | demostró la falsedad de sus calumniadores | y
le concedió una gloria eterna. 15Ella fue quien libró al pueblo
santo, | a la raza irreprochable de la nación opresora. 16Entró
en el alma de un siervo del Señor, Moisés, | e hizo frente a reyes temibles con
prodigios y señales. 17Dio a los fieles la recompensa por sus
trabajos, | los condujo por un camino maravilloso, | fue para ellos sombra
durante el día | y resplandor de estrellas por la noche. 18Les
abrió paso a través del mar Rojo | y los condujo a través de aguas
caudalosas; 19sumergió a sus enemigos | y luego los sacó a
flote desde lo hondo del abismo. 20Por eso los justos
despojaron a los impíos, | cantaron himnos, Señor, a tu santo nombre | y
celebraron a coro tu mano vencedora, 21porque la sabiduría
abrió la boca de los mudos | y soltó la lengua de los niños.
111Hizo prosperar sus empresas
por medio de un santo profeta, Moisés. 2Atravesaron un desierto
inhóspito | y acamparon en parajes intransitables. 3Hicieron
frente a sus enemigos | y rechazaron a sus adversarios. 4Tuvieron
sed y te invocaron: | de una roca escarpada se les dio agua | y de una piedra
dura remedio para su sed. 5Lo que sirvió de castigo para sus
enemigos | fue para ellos una ayuda en la necesidad. 6En lugar
de la corriente constante de un río, | enturbiado por una mezcla de sangre y
barro 7—castigo por su decreto infanticida—, | les diste agua
abundante sin esperarlo, 8mostrándoles por la sed que pasaron,
| cómo habías castigado a sus adversarios. 9Pues cuando sufrían
una prueba, aunque corregidos con amor, | comprendían los tormentos de los
impíos, juzgados con cólera. 10Porque a unos los probaste como
padre que corrige, | pero a otros los castigaste como rey severo que
condena. 11Los ausentes y los presentes se consumían por
igual, 12pues los embargó una doble tristeza | y gemían
recordando el pasado; 13cuando se enteraban de que sus propios
castigos | eran en beneficio de los otros, reconocían al Señor. 14Al
que antes abandonaron en el agua y rechazaron con burlas, | al final de los
sucesos lo admiraron, | tras sufrir una sed bien distinta de la de los
justos. 15Por sus insensatos y malvados pensamientos, | que los
extraviaban hasta el punto de hacerles rendir culto | a reptiles irracionales y
viles alimañas, | tú les enviaste como castigo una multitud de animales
irracionales, 16para que supieran que en el pecado está el
castigo. 17Pues bien podía tu mano omnipotente, | que había
creado el mundo de materia informe, | enviar contra ellos manadas de osos o
intrépidos leones, 18o bestias enfurecidas, desconocidas y al
efecto creadas, | que lanzasen resoplidos llameantes, | o despidiesen humaredas
pestilentes, | o echasen chispas terribles por los ojos; 19bestias
capaces de aniquilarlos con su asalto, | y de exterminarlos con su aspecto
estremecedor. 20Y aun sin esto, podían haber sucumbido de un
soplo, | perseguidos por la justicia, aventados por tu soplo poderoso, | pero
tú todo lo has dispuesto con peso, número y medida. 21Tú
siempre puedes desplegar tu gran poder. | ¿Quién puede resistir la fuerza de tu
brazo? 22Porque el mundo entero es ante ti como un grano en la
balanza, | como gota de rocío mañanero sobre la tierra. 23Pero
te compadeces de todos, porque todo lo puedes | y pasas por alto los pecados de
los hombres para que se arrepientan. 24Amas a todos los seres |
y no aborreces nada de lo que hiciste; | pues, si odiaras algo, no lo habrías
creado. 25¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, | o
¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado? 26Pero tú
eres indulgente con todas las cosas, | porque son tuyas, Señor, amigo de la
vida.
121Pues tu soplo incorruptible
está en todas ellas. 2Por eso corriges poco a poco a los que
caen, | los reprendes y les recuerdas su pecado, | para que, apartándose del
mal, crean en ti, Señor. 3A los antiguos habitantes de tu santa
tierra, 4los aborreciste por sus prácticas abominables, | actos
de magia y ritos sacrílegos. 5A esos crueles asesinos de niños,
| devoradores de entrañas en banquetes de carne y sangre humanas, | a esos
iniciados en bacanales, 6padres asesinos de seres indefensos, |
decidiste eliminarlos por medio de nuestros antepasados, 7para
que la tierra que tú más apreciabas | acogiera a la digna colonia de los hijos
de Dios. 8Pero también con estos, como hombres que eran, fuiste
indulgente | y les enviaste avispas como avanzadilla de tu ejército, | para
exterminarlos poco a poco. 9Aunque pudiste entregar a los
impíos en manos de los justos en batalla campal, | o aniquilarlos de una vez
con bestias feroces o con una orden fulminante, 10los
castigaste paulatinamente, dándoles ocasión de arrepentirse, | aunque sabías
que eran de mala cepa, de malicia innata, | y que su modo de pensar no cambiaría
nunca, 11pues era una raza maldita desde su origen; | si les
indultaste los pecados, no fue por miedo a nadie. 12Pues,
¿quién puede decirte: «¿Qué has hecho?», | o ¿quién se opondrá a tu sentencia?,
| ¿quién te citará a juicio por haber destruido las naciones que tú has
creado?, | o ¿quién se alzará contra ti para vengar a los injustos? 13Pues
fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo, | a quien tengas que demostrar
que no juzgas injustamente; 14ni rey ni soberano que pueda
desafiarte defendiendo a los que tú has castigado. 15Siendo
justo, todo lo gobiernas con justicia | y consideras incompatible con tu poder
| condenar a quien no merece ser castigado. 16Porque tu fuerza
es el principio de la justicia | y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente
con todos. 17Despliegas tu fuerza ante el que no cree en tu
poder perfecto | y confundes la osadía de los que lo conocen. 18Pero
tú, dueño del poder, juzgas con moderación | y nos gobiernas con mucha
indulgencia, | porque haces uso de tu poder cuando quieres. 19Actuando
así, enseñaste a tu pueblo | que el justo debe ser humano | y diste a tus hijos
una buena esperanza, | pues concedes el arrepentimiento a los pecadores. 20Pues,
si a los enemigos de tus hijos, reos de muerte, | los castigaste con tanta benevolencia
e indulgencia, | dándoles tiempo y lugar para apartarse de su maldad, 21¿con
cuánta consideración no habrás juzgado a tus hijos, | con cuyos padres pactaste
jurando alianzas de tan buenas promesas? 22Así, pues, para
aleccionarnos a nosotros, | castigas a nuestros enemigos con moderación, | para
que al juzgar recordemos tu bondad, | y al ser juzgados esperemos
misericordia. 23Por eso, a cuantos vivieron insensata y
depravadamente, | los atormentaste con sus propias abominaciones. 24Se
extraviaron muy lejos, | teniendo por dioses a los animales más viles y
repugnantes, | dejándose engañar como niños inconscientes. 25Por
eso, como a niños sin juicio, | les enviaste un castigo que hacía reír. 26Pero
los que no escarmentaron con correcciones irrisorias, | iban a experimentar un
castigo digno de Dios. 27Al verse atormentados e irritados por
aquellos seres | que tenían por dioses y ahora eran su castigo, | abrieron los
ojos y reconocieron como Dios verdadero, | al que antes se negaban a reconocer;
| y por eso les sobrevino el peor de los castigos.
131Son necios por naturaleza
todos los hombres que han ignorado a Dios | y no han sido capaces de conocer al
que es a partir de los bienes visibles, | ni de reconocer al artífice fijándose
en sus obras, 2sino que tuvieron por dioses al fuego, al
viento, al aire ligero, | a la bóveda estrellada, al agua impetuosa | y a los
luceros del cielo, regidores del mundo. 3Si, cautivados por su
hermosura, los creyeron dioses, | sepan cuánto los aventaja su Señor, | pues
los creó el mismo autor de la belleza. 4Y si los asombró su
poder y energía, | calculen cuánto más poderoso es quien los hizo, 5pues
por la grandeza y hermosura de las criaturas | se descubre por analogía a su
creador. 6Con todo, estos merecen un reproche menor, | pues a
lo mejor andan extraviados, | buscando a Dios y queriéndolo encontrar. 7Dan
vueltas a sus obras, las investigan | y quedan seducidos por su apariencia,
porque es hermoso lo que ven. 8Pero ni siquiera estos son
excusables, 9porque, si fueron capaces de saber tanto | que
pudieron escudriñar el universo, | ¿cómo no encontraron antes a su Señor? 10Son,
pues, unos infelices, con la esperanza puesta en cosas sin vida, | los que
llamaron dioses a obras hechas por manos humanas: | oro y plata labrados con
arte, representaciones de animales | o una piedra inútil, esculpida hace mucho
tiempo. 11Pongamos por ejemplo a un leñador: | tala un árbol de
fácil manejo, | lo descorteza hábilmente y, trabajando con destreza, | fabrica
un objeto útil para usos comunes. 12Con los desechos de su
trabajo | se prepara una comida que le deja satisfecho; 13y con
el último desecho que para nada sirve, | un palo torcido y lleno de nudos, | lo
coge y lo talla en sus ratos de ocio; | y con destreza reposada lo modela |
hasta sacar una imagen humana 14o la figura de cualquier vil
animal. | Lo embadurna de minio, pinta su cuerpo de rojo | y recubre todos sus
defectos. 15Luego le prepara una hornacina digna | y lo coloca
en la pared asegurándolo con clavos. 16Para que no se le caiga,
toma sus precauciones, | sabiendo que no puede valerse por sí mismo, | pues es
una imagen y necesita ayuda. 17Sin embargo, le reza por su
hacienda, bodas e hijos, | sin avergonzarse de hablar con un ser inanimado; |
pide la salud a quien está enfermo, 18ruega por la vida a un
muerto, | solicita ayuda al más torpe | y un viaje feliz al que ni siquiera
puede andar; 19y para las ganancias, las empresas y el éxito de
sus tareas, | pide ayuda al que menos puede dársela.
141Hay también quien, dispuesto a
embarcarse para cruzar el mar encrespado, | invoca a un leño más frágil que la
embarcación que lo lleva. 2A esta la inventó el afán de lucro,
| la construyó la pericia del artífice. 3Pero es tu
providencia, Padre, quien la pilota, | porque incluso en el mar abriste un
camino | y una senda segura entre las olas, 4mostrando así que
puedes salvar de todo peligro, | para que se embarque aun el inexperto. 5No
quieres que las obras de tu sabiduría sean estériles; | por eso los hombres
confían sus vidas a un leño insignificante, | y, cruzando el oleaje en una
balsa, llegan sanos y salvos. 6Ya al principio, cuando perecían
los soberbios gigantes, | la esperanza del mundo se refugió en una balsa | que,
pilotada por tu mano, legó al mundo una semilla de vida. 7Bendito
el leño que se utiliza para la justicia, 8pero el ídolo hecho a
mano, maldito él y quien lo hizo; | este porque lo fabricó, aquel porque,
siendo corruptible, fue tenido por dios. 9Dios aborrece
igualmente al impío y su impiedad 10y la obra será castigada
junto con su autor. 11Por eso los ídolos de las naciones
también serán juzgados, | porque se han hecho abominables entre las criaturas
de Dios, | ocasión de tropiezo para las almas de los hombres | y una trampa
para los pies de los necios. 12La invención de los ídolos fue
el comienzo de la infidelidad | y su descubrimiento trajo la corrupción de la
vida. 13Porque no existieron al principio ni existirán
eternamente. 14Entraron en el mundo por la necedad de los
hombres | y por eso tienen marcado un fin inmediato. 15Un
padre, afligido por un luto prematuro, | hace una imagen del hijo
repentinamente arrebatado; | al que ayer era hombre muerto, hoy lo venera como
un dios, | e instituye iniciaciones mistéricas para sus subordinados. 16Con
el tiempo se consolida la impía costumbre y se observa como ley. 17Por
decreto de los soberanos recibían culto sus estatuas | y como la gente que
vivía lejos no podía venerarlos en persona, | representaba su figura lejana, |
haciendo una imagen visible del rey venerado, | para adular con fervor al
ausente como si estuviera presente. 18La ambición del artista
contribuyó a extender este culto, | incluso entre quienes no lo conocían, 19pues
este, deseoso sin duda de complacer al soberano, | forzó hábilmente el parecido
para que resultase más hermoso. 20La multitud, seducida por el
encanto de la obra, | considera ahora objeto de culto al que poco antes honraba
como hombre. 21Y esto se convirtió en una trampa para los
vivientes, | pues los hombres, víctimas de la desgracia o de la tiranía, |
dieron el nombre incomunicable a piedras y leños. 22Además, no
les bastó con equivocarse en el conocimiento de Dios, | sino que, inmersos en
la guerra cruel de la ignorancia, | dan a esos males tan graves el nombre de
paz. 23Así, con sus ritos infanticidas, sus misteriosos
secretos | y sus delirantes orgías de rituales extravagantes, 24ya
no conservan puros ni la vida ni el matrimonio, | sino que se matan a traición
unos a otros o se infaman con adulterios. 25Reina por doquier
un caos de sangre y crimen, robo y fraude, | corrupción, infidelidad, desorden
y perjurio; 26desconcierto entre los buenos, olvido de la
gratitud, | contaminación de las almas, perversiones sexuales, | desórdenes
matrimoniales, adulterios y libertinaje. 27Porque el culto a
los ídolos sin nombre | es principio, causa y fin de todos los males. 28Los
idólatras o se divierten frenéticamente, o profetizan oráculos falsos, | o
viven en la injusticia, o perjuran con ligereza. 29Como confían
en ídolos sin vida, | no temen que el jurar en falso les ocasione daño
alguno. 30Pero les aguarda un doble castigo: | porque al seguir
a los ídolos se han hecho una idea falsa de Dios | y porque han jurado
injustamente y con engaño, despreciando la santidad. 31Pues no
es el poder de aquellos por los que se jura, | sino la condena que merecen los
pecadores | quien persigue siempre las transgresiones de los malvados.
151Pero tú, Dios nuestro, eres
bueno y fiel, | eres paciente y todo lo gobiernas con misericordia. 2Aunque
pequemos, somos tuyos y reconocemos tu poder, | pero no pecaremos, sabiendo que
te pertenecemos. 3Conocerte a ti es justicia perfecta | y
reconocer tu poder es la raíz de la inmortalidad. 4No nos
extraviaron las malas artes inventadas por los hombres, | ni el trabajo estéril
de los pintores, | figuras embadurnadas con variados colores, 5cuya
contemplación despierta la pasión de los necios, | que llegan a desear la
imagen sin vida de un ídolo muerto. 6Amantes del mal y dignos
de tales esperanzas | son quienes las hacen, quienes las desean y quienes las
adoran. 7También el alfarero se afana amasando la tierra blanda
| y moldea cacharros para nuestro uso. | Con el mismo barro moldea las vasijas
| destinadas a usos nobles e innobles, todas por igual: | el alfarero decide la
distinta utilidad que tendrá cada una. 8Luego, malgastando
esfuerzos, modela un dios falso con el mismo barro; | lo modela uno que poco
antes nació de la tierra | y que pronto regresará al lugar de donde fue sacado,
| cuando le reclamen la vida prestada. 9Pero no le preocupa
tener que morir | ni que su vida sea efímera, | sino que compite con orfebres y
plateros, | imita a los que forjan el bronce | y presume de modelar figuras
falsas. 10Su corazón es ceniza, | su esperanza, más vulgar que
la tierra | y su vida, más despreciable que el barro, 11porque
desconoce al que lo modeló, | al que le infundió un alma activa | y le insufló
un aliento vital. 12Piensa que nuestra vida es un juego | y la
existencia una feria de negocios; | dice: «Hay que sacar partido de donde sea,
hasta del mal». 13Ahora bien, él sabe mejor que nadie que peca,
| pues fabrica con materia arcillosa frágiles vasijas y estatuas de
ídolos. 14Pero los más insensatos de todos y más ingenuos que
un niño, | son los enemigos que oprimieron a tu pueblo, 15pues
tuvieron por dioses a todos los ídolos de las naciones, | cuyos ojos no les
sirven para ver, | ni la nariz para respirar, | ni las orejas para oír, | ni
los dedos de las manos para tocar | y cuyos pies son torpes para caminar. 16Pues
los hizo un hombre, | los modeló un ser de aliento prestado | y ningún ser
humano puede modelar un dios a su semejanza. 17Al ser mortal,
sus manos impías producen un cadáver | y vale más él que los objetos que adora,
| pues él tiene vida, mientras los otros jamás la tendrán. 18También
adoran a los animales más repugnantes | que comparados con los demás son los
más estúpidos; 19no tienen belleza alguna que los haga
atractivos como a otros animales | y se quedaron sin la aprobación de Dios y
sin su bendición.
161Por eso, fueron justamente
castigados por seres semejantes | y fueron atormentados por una plaga de
alimañas. 2En vez de ese castigo, favoreciste a tu pueblo | y,
para satisfacer su apetito, | les proporcionaste como alimento | un manjar
exquisito: las codornices. 3Así que los egipcios, aun estando
hambrientos, | perdían hasta el apetito natural, | asqueados por los
repugnantes bichos que les habías enviado, | mientras los israelitas, después
de una breve privación, | saboreaban un manjar exquisito. 4Pues
era justo que aquellos opresores sufrieran un hambre irremediable, | mientras a
estos bastaba con mostrarles cómo eran torturados sus enemigos. 5Incluso
cuando les sobrevino la terrible furia de las fieras | y perecían mordidos por
serpientes sinuosas, | tu ira no llegó hasta el final. 6Para
que escarmentaran, se les atormentó por poco tiempo, | pues tenían un signo de
salvación como recordatorio del mandato de tu ley. 7Y el que se
volvía hacia él se curaba, no por lo que contemplaba, | sino gracias ti,
Salvador de todos. 8Así convenciste a nuestros enemigos | de
que eres tú quien libra de todo mal. 9Ellos morían por las
picaduras de langostas y moscas, | sin poder encontrar remedio para sus vidas,
| pues merecían ser castigados por tales bichos; 10a tus hijos,
en cambio, ni los dientes de las serpientes venenosas les pudieron, | sino que
tu misericordia salió en su ayuda y los salvó. 11Las
mordeduras, que se curaban enseguida, | les recordaban tus palabras, | no fuera
que cayeran en profundo olvido | y quedaran excluidos de tu bondad. 12No
los curó hierba ni cataplasma, | sino tu palabra, Señor, que todo lo
sana. 13Pues tú tienes poder sobre la vida y la muerte, | haces
bajar a las puertas del Hades y haces regresar. 14El hombre, en
cambio, puede matar con su maldad, | pero no puede devolver el espíritu que se
fue, | ni rescatar el alma ya prisionera. 15Es imposible
escapar de tu mano. 16Los impíos que no querían conocerte |
fueron castigados con la fuerza de tu brazo: | los persiguieron extrañas
lluvias, granizadas, tormentas implacables | y el fuego los devoró. 17Y
lo más sorprendente era que con el agua, que todo lo apaga, | el fuego cobraba
una violencia mayor, | pues el universo es paladín de los justos. 18Unas
veces la llama se amortiguaba, | para no abrasar a los animales enviados contra
los impíos | y para que, al verlos, comprendieran que los impulsaba el juicio
de Dios; 19pero, otras veces, aun en medio del agua, la llama
ardía con más fuerza que el fuego, | para destruir los frutos de una tierra
malvada. 20A tu pueblo, en cambio, lo alimentaste con manjar de
ángeles, | y les mandaste desde el cielo un pan preparado sin esfuerzo, | lleno
de toda delicia y grato a cualquier gusto. 21Este sustento
revelaba a tus hijos tu dulzura, | pues se adaptaba al gusto de quien lo tomaba
| y se convertía en lo que cada uno quería. 22Nieve y hielo
resistían al fuego sin derretirse, | para que supieran que el fuego, | ardiendo
entre el granizo y resplandeciendo bajo la lluvia, | destruía las cosechas de
los enemigos; 23mientras que, para que los justos se
alimentaran, | se olvidaba hasta de su propia fuerza. 24Porque
la creación, sirviéndote a ti, su creador, | despliega su fuerza para castigar
a los malvados | y la modera para beneficiar a los que en ti confían. 25Por
eso también entonces, adoptando todas las formas, | estaba al servicio de tu
generosidad, que a todos sustenta, | según el deseo de los que te
necesitan. 26Así aprenderán tus hijos queridos, Señor, | que la
variedad de frutos no alimenta al hombre, | sino tu palabra, que mantiene a los
que creen en ti. 27Pues lo que el fuego no pudo devorar | se
derritió simplemente al calor de un tenue rayo de sol, 28para
que supieran que hay que adelantarse al sol para darte gracias | y salir a tu
encuentro al rayar el alba. 29Pues la esperanza del ingrato se
derrite como escarcha invernal | y se escurre como agua inservible.
171Grandes e inenarrables son tus
juicios, | por eso las almas ignorantes se extraviaron. 2Cuando
los malvados creían que podían oprimir a la nación santa, | se encontraron
prisioneros de las tinieblas, encadenados en una larga noche, | recluidos bajo
su techo, desterrados de la eterna providencia. 3Pensaban
permanecer ocultos con sus secretos pecados | bajo el oscuro velo del olvido, |
pero se vieron dispersos, presa de terrible espanto, | sobresaltados por
alucinaciones. 4El escondrijo que los protegía no los libraba
del miedo, | pues a su alrededor retumbaban ruidos escalofriantes | y se les
aparecían sombríos espectros de lúgubre aspecto. 5No había
fuego capaz de alumbrarlos, | ni el brillo resplandeciente de las estrellas |
lograba iluminar aquella noche horrible. 6Para ellos solo lucía
una hoguera espantosa | que ardía por sí misma, | y cuando desaparecía la
visión, quedaban tan aterrados | que les parecía más macabro aún lo que habían
visto. 7Los trucos de la magia habían fracasado | y su alarde
de sabiduría quedó en ridículo, 8pues los que prometían
expulsar miedos y temores de la gente enloquecida, | enloquecían ellos mismos
con un pánico ridículo. 9Y aunque nada inquietante les
atemorizase, | sobresaltados por el paso de las alimañas y el silbido de los
reptiles, 10sucumbían temblando, | negándose a mirar aquel aire
inevitable. 11Pues la maldad es cobarde y a sí misma se
condena, | acosada por la conciencia, siempre se imagina lo peor. 12Y
el miedo no es otra cosa que el abandono de los auxilios de la razón: 13cuanto
menor es la confianza en uno mismo, | mayor parece la causa desconocida del
tormento. 14Durante aquella noche realmente imposible, |
surgida de las profundidades del impotente Hades, | durmiendo todos el mismo
sueño, 15unas veces los perseguían espectros monstruosos, | y
otras, al fallarles el valor, desfallecían, | pues los invadió un miedo
repentino e inesperado. 16Así, cualquiera que caía en una tal
situación | quedaba atrapado, encadenado en aquella cárcel sin barrotes; 17fuese
labrador o pastor, | o un trabajador que se afana en solitario, | sufría,
sorprendido, el ineludible destino, 18pues todos estaban atados
a la misma cadena de tinieblas. | El silbido del viento, | el canto melodioso
de los pájaros en el ramaje frondoso, | la cadencia del agua fluyendo
impetuosa, 19el estruendo de las rocas al precipitarse, | la
carrera invisible de animales al galope, | el rugido de las bestias más
feroces, | o el eco que retumbaba en las oquedades de las montañas | los dejaba
paralizados de terror. 20El mundo entero resplandecía con luz
radiante | y se dedicaba sin trabas a sus tareas; 21solo sobre
ellos se cernía una noche agobiante, | imagen de las tinieblas que les esperaban,
| aunque ellos eran para sí mismos más agobiantes que las tinieblas.
181Para tus fieles, en cambio,
brillaba una espléndida luz. | Los egipcios, que oían su voz pero sin
distinguir su figura, | los felicitaban por no haber padecido como ellos. 2Les
daban las gracias porque no se vengaban de los agravios recibidos | y les
pedían perdón por su conducta hostil. 3En lugar de esto les
diste una columna de fuego, | como guía para un viaje desconocido, | y como sol
inofensivo para su gloriosa marcha. 4Bien merecían verse
privados de luz y prisioneros de las tinieblas | aquellos que habían encerrado
en la prisión a tus hijos, | que iban a transmitir al mundo la luz
incorruptible de la ley. 5Por haber decretado matar a los niños
de tus fieles | —uno solo de los niños, abandonado, se salvó—, | en castigo,
les arrebataste una multitud de hijos, | y los hiciste perecer a todos juntos
en las aguas impetuosas. 6Aquella noche les fue preanunciada a
nuestros antepasados, | para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían,
| tuvieran buen ánimo. 7Tu pueblo esperaba la salvación de los
justos | y la perdición de los enemigos, 8pues con lo que
castigaste a los adversarios, | nos glorificaste a nosotros, llamándonos a
ti. 9Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en
secreto | y establecieron unánimes esta ley divina: | que los fieles
compartirían los mismos bienes y peligros, | después de haber cantado las
alabanzas de los antepasados. 10Hacían eco los gritos
destemplados de los enemigos, | y se extendía el lamento de quienes lloraban a
sus hijos. 11Idéntico castigo sufrían el esclavo y el amo, | y
el plebeyo padecía lo mismo que el rey. 12Todos por igual
tenían innumerables cadáveres, | víctimas de un mismo género de muerte; | los
vivos no daban abasto para enterrarlos, | porque en un instante había perecido
lo mejor de su raza. 13Aunque la magia los había hecho
desconfiar de todo, | ante la muerte de los primogénitos reconocieron que este
pueblo era hijo de Dios. 14Cuando un silencio apacible lo
envolvía todo | y la noche llegaba a la mitad de su carrera, 15tu
palabra omnipotente se lanzó desde el cielo, desde el trono real, | cual
guerrero implacable, sobre una tierra condenada al exterminio; | empuñaba la
espada afilada de tu decreto irrevocable, 16se detuvo y todo lo
llenó de muerte, | mientras tocaba el cielo, pisoteaba la tierra. 17De
repente los sobresaltaron horribles pesadillas, | los asaltaron terrores
inesperados. 18Tendidos y medio muertos, cada uno por su lado,
| manifestaban la causa de su muerte; 19pues sus sueños
turbulentos los habían prevenido, | para que no pereciesen sin conocer el
motivo de su desgracia. 20También a los justos alcanzó la
prueba de la muerte | y una multitud de ellos pereció en el desierto. | Pero
aquella ira no duró mucho, 21porque pronto un hombre intachable
salió en su defensa, | manejando las armas de su ministerio: | la oración y el
incienso expiatorio. | Hizo frente a la ira y puso fin a la catástrofe, |
demostrando ser tu servidor. 22Venció la indignación no a
fuerza de músculos, | ni esgrimiendo la espada, | sino que con la palabra
sometió a quien los castigaba, | recordando los juramentos y alianzas | que
hizo con los antepasados. 23Cuando ya los muertos yacían
amontonados, | se puso en medio, detuvo el avance de la ira | y le cerró el
paso hacia los que todavía vivían. 24Pues en su vestido talar
estaba el universo entero, | los nombres gloriosos de los patriarcas en cuatro
hileras de piedras preciosas, | y tu majestad en la diadema de su cabeza. 25Ante
esto, el exterminador retrocedió atemorizado, | pues era suficiente una sola
demostración de tu ira.
191Pero
sobre los impíos descargó hasta el fin una ira despiadada, | porque Dios sabía
de antemano lo que iban a hacer: 2que, tras dejarlos marchar y
urgirlos con prisas, | cambiarían de parecer y saldrían a perseguirlos. 3De
hecho, aún estaban en los funerales | y llorando sobre las tumbas de los
muertos, | cuando concibieron otro plan disparatado, | y a los que antes habían
suplicado para que se fueran, | los persiguieron como fugitivos. 4Su
merecido destino los arrastraba a tales extremos | y los hacía olvidarse del
pasado, | para que completaran el castigo que aún faltaba a sus tormentos 5y,
mientras tu pueblo realizaba un viaje maravilloso, | encontraran ellos una
muerte insólita. 6Porque toda la creación, obediente a tus
órdenes, | cambió radicalmente su misma naturaleza, | para guardar incólumes a
tus hijos. 7Se vio una nube que daba sombra al campamento, | la
tierra firme que emergía donde antes había agua, | el mar Rojo convertido en un
camino practicable | y el oleaje impetuoso en una verde llanura, 8por
donde pasaron en masa los protegidos por tu mano, | contemplando prodigios
admirables. 9Pacían como caballos, | y retozaban como corderos,
| alabándote a ti, Señor, su libertador. 10Todavía recordaban
lo sucedido en su destierro: | cómo la tierra, y no los animales, produjo
mosquitos, | y cómo el río, en lugar de peces, arrojó multitud de ranas. 11Más
tarde vieron también un nuevo modo de nacer las aves, | cuando, acuciados por
el apetito, pidieron manjares exquisitos 12y, para
satisfacerlos, salieron del mar las codornices. 13Y los
castigos cayeron sobre los pecadores, | no sin el previo aviso de violentos
rayos, | pues justamente sufrían por sus propias maldades | y por haber
albergado el odio más feroz contra los extranjeros. 14Hubo
quienes no acogieron a unos visitantes desconocidos, | pero estos esclavizaron
a unos huéspedes bienhechores. 15Más aún —y de eso se les
pedirá cuentas—, | acogieron hostilmente a los extranjeros; 16pero
estos, después de recibir con agasajos | a los que gozaban de los mismos
derechos que ellos, | los maltrataron con trabajos terribles. 17Y
también fueron heridos de ceguera, | como aquellos que a la puerta del justo
Lot, | envueltos en densas tinieblas, | buscaban cada uno la entrada de su
puerta. 18Los elementos se intercambiaban sus propiedades, |
igual que los sonidos del arpa pueden cambiar el ritmo, | manteniendo la misma
tonalidad. | Y esto se deduce claramente a la vista de lo sucedido; 19pues
los seres terrestres se volvían acuáticos, | y los que nadan se paseaban por la
tierra. 20El fuego aumentaba en el agua su propia fuerza | y el
agua olvidaba su poder extintor. 21Las llamas, por el
contrario, no consumían las carnes | de los débiles animales que entre ellas
caminaban, | ni derretían aquella especie de manjar divino, | parecido a la
escarcha y tan fácil de derretir. 22En todo, Señor,
engrandeciste y glorificaste a tu pueblo, | y no dejaste de asistirle en todo
tiempo y lugar.
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