COMIDAS RITUALES EN EL MUNDO NAHUA
I -1V
Un acercamiento histórico a los manjares rituales
La gastronomía es uno de los elementos más
importantes dentro de cualquier cultura del mundo, pues a través de los
diversos ingredientes usados en la creación de los alimentos, el hombre ha
expresado la diversidad y riqueza culinaria propias de una época. Además,
existe todo un imaginario cultural en torno a la comida por sus usos y
costumbres, mismos que la sociedad ha creado y por los que está determinada,
por ejemplo: si es pertinente o no comer algunos animales y plantas que pueden
considerarse prohibidos culturalmente; si los alimentos proveen de alguna
esencia mágica beneficiosa o maléfica para el ser humano; o bien, que la comida
por su elaboración e ingredientes, pueda ser considerada como elemento suntuoso,
propio de la élite, etc.
Durante
la época prehispánica la cultura nahua construyó una gran variedad de conceptos
rituales, mágicos y religiosos alrededor de la comida, pues no sólo era para
calmar la necesidad natural de las personas, sino que la fuerza del alimento
satisfacía a los seres humanos y también a los dioses: “los actos humanos,
naturalmente […] los que no dependen del puro automatismo; su significación, su
valor, no están vinculados a su magnitud física bruta, sino a la calidad que
les da el ser reproducción de un acto primordial, repetición de un ejemplar
mítico”[1];
de esta manera, a través de los alimentos, se crea una comunión entre las
diversas esencias divinas y el sentido de existencia de estos pueblos.
Fig. 1. Danza en la que se ofrece comida
a una divinidad. Códice Borbonico,
fol. 31.
En la mitología de las culturas nahuas
aparecen relatos que justifican la obtención de los alimentos, uno de ellos
menciona que se encontraban guardados en un cerro llamado Tonacatepetl, en
donde Quetzalcoatl al buscar con que alimentar a los primeros humanos se
encontró con una hormiga que cargaba un grano de maíz, así que el dios creador
para conseguir el alimento se transformó en hormiga y entró al cerro, pero
cuando intentó cargar sobre su espalda al cerro, pesaba demasiado y no
consiguió la preciosa recompensa, por lo que decide pedir ayuda a Oxomoco y
Cipactonal, dos dioses antiguos que conocían las artes adivinatorias,
quienes deciden ayudar a Quetzalcoatl:
Después dijeron:
“¿Qué haremos del Tonacatépetl?”. Fue solo Quetzalcóhuatl, lo ató con cordeles
y lo quiso llevar a cuestas, pero no lo alzó. A continuación, Oxomoco echó
suertes con maíz; agoró Cipactónal, la mujer de Oxomoco. […] Luego dijeron
Oxomoco y Cipactónal que solamente Nanáhuatl (el buboso) desgranaría a palos el
Tonacatépetl, porque lo habían adivinado. Se apercibió a los tlaloque (dioses
de la lluvia), los tlaloque azules,
los tlaloque blancos, los tlaloque amarillos
y los tlaloque rojos; y Nanáhuatl desgranó el maíz a
palos. Luego es arrebatado por los tlaloque el
alimento: el blanco, el negro, el amarillo, el maíz colorado, el frijol, los
bledos, la chía, […] todo el alimento fue arrebatado.[2]
Fig.3 Cipactonal y Oxomoco, Códice
borbónico, fol. 19.
Como puede apreciarse al final del relato,
los granos son tomados por los ministros de Tlaloc, así el favor de los
alimentos estaba condicionado por el capricho divino, ya que los dioses se
encargarían de repartir los mantenimientos. También observamos la estrecha
relación entre la lluvia y las cosechas, misma para la que los pueblos nahuas
necesitaron de una pléyade de dioses que se encargaban (dentro de su
pensamiento mágico) de ayudar a la crecida de las cosechas y la posterior
preparación de alimentos.
A su vez, la
tierra, representada en ocasiones con la efigie de Tlaltecuhtli, no sólo era el
medio en el que las simientes y verduras crecían, o donde habitaban los
animales de consumo, sino que ella misma exigía tributo y grandes ofrendas para
dar sus frutos a los pueblos: “esta diosa lloraba algunas veces por la
noche, deseando comer corazones de hombres, y no se quería callar, en tanto que
no se los daban, ni quería dar fruto, sino era regada con sangre de hombres”.[3]
Algunos dioses que actuaban en estos rubros
son los siguientes:
1.
Tlaltecuhtli: Diosa/dios de la tierra, quien
proveía todos los alimentos agrícolas.
2.
Tlaloc: Dios de la lluvia.
3.
Ehecatl-Quetzalcoatl: Dios del viento, que,
según la creencia, barría los campos antes de que inicie la lluvia.
4.
Tlaloques: Dioses ayudantes de Tlaloc, que
repartían las esencias de las semillas y se encargaban de romper las ollas que
contenían las lluvias.
5.
Huixtocihuatl: Diosa de la sal.
6.
Xilonen: Diosa que representaba al maíz
tierno, los jilotes.
7.
Chicomecoatl: Diosa que representaba al maíz
maduro y listo para el consumo.
8.
Cihuacoatl-Quilaztli: Diosa de la tierra que
fomentaba el crecimiento de las cosechas.
9.
Xiuhtecuhtli-Huehueteotl: Dios del fuego.
10.
Chantico: Diosa del fogón donde se preparaban
las comidas.
Al observar estas potencialidades divinas, no
es de sorprenderse que la rica gastronomía nahua fuera parte de la liturgia, ya
que las deidades no sólo eran hematófagas, sino que posiblemente eran
deleitados con los deliciosos alimentos preparados por los seres que crearon.
De este modo se daba una unión entre creadores y creados; la degustación de los
manjares significaba para los seres humanos la fuerza y la nutrición, y para
los dioses el retorno y absorción de las esencias dadas al mundo.
El maíz, la base
El maíz tradicionalmente se ha considerado la
base de la alimentación de los pueblos nahuas. Si analizamos, aunque de manera
escueta, su preparación para que se transforme en las delicias que se disponían
durante la comida o la ofrenda, es menester iniciar con el proceso de limpia y
ablandamiento del grano: el nixtamal. Primero se desgranaba la mazorca, y una
vez conseguido el grano se hervía con cal para que al enfriarse fuera molido en
el metate hasta conseguir una masa fina, con la que serían preparados los alimentos.
Aunque se ha puesto de ejemplo al maíz, por
su gran importancia en la cocina prehispánica, es conveniente recordar que no
era la única semilla utilizada para la elaboración de los alimentos, por ejemplo,
el frijol, también formaba parte de la alimentación común, se cocían y también
se hacían en pasta, que serviría de relleno para tamales o servida para ser
degustada con las tortillas.
El padre fray
Bernardino de Sahagún en su obra de los Primeros memoriales, proporciona el siguiente listado con diversos alimentos y bebidas que
eran consumidos:
Grandes tortillas dobladas con salsa de chile
picante.
Tortillas dobladas con salsa de tomate
silvestre.
Tamales con una concha representada en ellos,
con una salsa de chiles pequeños, y semillas molidas de calabaza.
Tortillas rotas con una salsa de pavo hembra
y chiles amarillos.
Tortillas obscuras con chiles verdes picantes
rebanados.
Tamales de carne [y] grandes tortillas
gruesas con una salsa de semillas de calabaza.
Tamales de fruta con guisado de pavo hembra.
Tortillas de yuca cubiertas con una salsa de
chile y rabadilla de pavo; pescado blanco enchilado amarillo; pequeño pez de
agua dulce enchilado rojos picantes; ranas enchiladas verdes picantes;
renacuajos enchilados rojos picantes; “perico de agua” inmerso en salmuera.
Bebemos chocolate con flores molidas.
Bebemos chocolate con miel silvestre.
Bebemos chocolate con especias de mazorca
grande.
Bebemos chocolate sin nada más batido en él.
Bebemos chocolate con hule [líquido].
Bebemos chocolate con vainilla.
Bebemos imitación de chocolate.
Chocolate con octli.
Octli; vino.
Chocolate con chiles.
Chocolate con vainilla.
Chocolate con flores de magnolia. [4]
Comidas de la fiesta huey tecuilhuitl
Durante las
fiestas que se celebraban en honor de los dioses, es posible hallar gran
participación de la comida, pues forma parte del eje litúrgico para conmemorar
un evento. Bajo este contexto, el consumo de ciertos alimentos se permite
durante la celebración, aunque, también durante las veintenas se realizaban
penitencias relacionadas con la comida, pues se ayunaba o se abstenían de algunos
guisos.
Fig. 4. Fiesta huey tecuilhuitl, Primeros
memoriales, fol. 251r.
Sobre la
celebración de la fiesta llamada huey
tecuilhuitl, Sahagún menciona lo siguiente:
Huey
Tecuilhuitl, “La Gran Fiesta de los Señores” era cuando [la personificadora de
la diosa] llamada Xilonen moría, y ella moría en Huitznahuac. También era
cuando las mujeres cantaban por veinte días. Y en segundo lugar, [la
personificadora de] Cihuacoatl también
moría. También se le llamaba “El Comer Tortillas de Maíz Fresco” en el momento
del sacrificio en Huey Tecuilhuitl.[5]
Es digno de resaltar que esta fiesta era
consagrada a las diosas Xilonen, como representante del maíz tierno, y
Cihuacoatl-Quilaztli, quien representaba el crecimiento de las cosechas, a su
vez, la participación de las mujeres nahuas era de suma importancia ya que
bailaban, cantaban y vestían sus mejores galas para el agrado de las
divinidades.
Xilonen, Primeros memoriales,
fol. 263v.
Cihuacoatl-Quilaztli, Primeros memoriales,
fol. 264r.
Para iniciar
esta fiesta, los nobles ofrecían muchos alimentos para regocijar a los macehuales,
ya que, como mencionan las fuentes, durante esta veintena había gran hambre,
así que se preparaban grandes cantidades de chianpinolli (mezcla
de agua con harina de chía), dándole a cada persona todo lo que podría beber en
una sola exhibición, y en caso que alguien se formara por segunda vez lo
castigaban a varazos con una caña verde. Una vez que la gente recibía y
reposaba la bebida, se preparaban grandes filas para iniciar la repartición de
distintos tamales, como los siguientes:
Tenextamalli- tamal de cal, xocotamalli- tamal
de fruta ó rosado, miquatamali-tamal de espiga, yacacoltamalli- tamal fino,
necutamalli- tamal de miel yacacallaoyo- pastel de maíz fino, exococollotlaoyo-
empanada de frijol fino (actualmente este último lo conocemos como
tlacoyo).[6]
Estos alimentos
eran servidos en primer lugar a los niños y niñas, así como a familiares y
amigos, para después servir a las demás personas: “Ocho días duraba este
convite que hacía el señor a los pobres, porque cada año en este tiempo hay
falta de mantenimientos y hay fatiga de hambre, en este tiempo solían morir
muchos de hambre”.[7]
Degustación de los alimentos al final de la
fiesta. Códice florentino, tomo
I, libro segundo, fol. 52r.
Conclusiones
Sirva esta pequeña introducción para
manifestar la importancia de la comida en la liturgia nahua, así como dar a
conocer algunos de los guisos preparados y ofrendados durante diversos períodos
del calendario. La intención de esta primera entrada en la serie sobre la
comida ritual, es la de abrir el apetito del amable lector por el conocimiento
de cultura nahua a través de su gastronomía, misma que quedó registrada en las
fuentes de origen indígena del siglo XVI, donde podemos ver diversos ejemplos
de la gran variedad de comidas que eran saboreadas. Esperamos que las próximas
entradas sobre esta temática sirvan como un banquete, que ofrece un panorama
colorido en torno a diversos aspectos de la cocina prehispánica, con la
esperanza de que el hambre del saber quede satisfecha, mas nunca saciada. No
queda más que decir…
¡Buen provecho!
NOTAS
[1] Mircea
Eliade, “El mito del eterno retorno”, Madrid, Alianza
Editorial, 2004, p. 15.
[2] Códice
Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlan y la Leyenda de los soles,
traducción de Primo Feliciano Vázquez, México,, UNAM, 1945, p. 121.
[3] “Histoire
du Mechique” en Ángel María Garibay K., Teogonía
e Historia de los mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI, México,
Porrúa, 1973, p. 105.
[4] Fray
Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales,
paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de T.D. Sullivan,
completada y revisada con adiciones de H. B. Nicholson, A. J. O. Anderson, C.
E. Dibble, E. Quiñones Keber y W. Ruwet, Norman, Oklahoma, University of
Oklahoma Press, 1997, p. 201-202. Traducción del inglés al español por parte
del Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI
novohispano.
[5] Ibid.,
p. 60.
[6] Fray
Bernardino de Sahagún, Historia General
de las Cosas de Nueva España, México, Porrúa (col. “Sepan
cuantos…”, 300), 2006, p. 118.
[7] Ibid.,
p. 119.
Obras consultadas
Broda,
Johanna, “Metodología en el estudio de culto y sociedad mexica” en Anales
de Antropología, México, UNAM-IIA, vol. XIX, tomo II, 1982.
Códice Borbónico: Manuscrito mexicano de la Biblioteca del Palais
Bourbon: libro adivinatorio y ritual ilustrado publicado en facsímil, México, Siglo XXI, 1979.
Códice Chimalpopoca, Anales de Cuauhtitlan y la Leyenda de los
soles, traducción de Primo Feliciano
Velázquez, México, UNAM, 1945.
Durán, fray
Diego, Historia de las Indias de Nueva
España e Islas de Tierra Firme, 2 vols., México, CONACULTA, 2002.
Eliade,
Mircea, El mito del eterno retorno, Madrid,
Alianza Editorial, 2004.
Graulich,
Michael, Fiestas de los pueblos
indígenas. Ritos aztecas. Las fiestas de las veintenas, México,
INI, 1994.
Graulich,
Michael, Mitos y rituales del México
Antiguo, Madrid, Colegio Universitario Ediciones Istmo, 1990.
Sahagún,
fray Bernardino de, Historia General
de las Cosas de Nueva España, México, Porrúa (col. “Sepan
cuantos…”, 300), 2006.
Sahagún,
fray Bernardino de, Primeros memoriales,
paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de T.D. Sullivan,
completada y revisada con adiciones de H. B. Nicholson, A. J. O. Anderson, C.
E. Dibble, E. Quiñones Keber y W. Ruwet, Norman, Oklahoma, University of
Oklahoma Press,1997. Traducción del inglés al español por parte del Seminario
permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del siglo XVI novohispano.
Garibay
Kintana, Ángel María, Teogonía e Historia de los
mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI, México, Porrúa, 1973.
Comidas rituales en el
mundo nahua II
La
comida como vínculo entre el hombre y las divinidades
“He hablado del filósofo en
su calidad de restaurateur. […] Opinaba que las
facultades intelectuales estaban íntimamente vinculadas con la capacidad
estomacal.”
Edgar Allan Poe, “Bon-Bon”
Comida.
Es un tema que me parece por demás interesante, no sólo
por el hecho de degustarla, sino también por prepararla, como cualquiera que
tenga ese mismo placer por los sentidos que explotan al momento de crear un
platillo. El ser humano es uno de los pocos animales que traspone el lujo a la
necesidad, pues juega con los materiales que tiene a su alcance para lograr
variedades que intensifiquen o mezclen sabores.[1]
La comida es uno de los elementos más importantes de cualquier sociedad, pues
gracias a ella pueden conocerse aspectos interesantes de la cultura que la
engloba: creencias, costumbres, festividades, etc. Ésta constituye así un pilar
importante para formar su identidad. Ahora bien, como parte inherente del
hombre, la necesidad fisiológica de alimentarse también se conjuga con
necesidades psicológicas, puesto que a los víveres se les han atribuido
diversas características y significaciones a través de la historia, quizá la
más importante de ellas es que la comida genera afinidad con otros integrantes
de la comunidad.
De tal forma, para trabajar el siguiente texto, atendemos a la clasificación de
Alfredo López Austin sobre… [2]
Rito. Práctica fuertemente pautada que se dirige
a la sobrenaturaleza. Es una ceremonia compuesta casi siempre por elementos
rituales heterogéneos que están encaminados a un fin precioso, lo que da a la ceremonia unidad,
coherencia y generalmente, una secuencia
ininterrumpida.
Acto ritual. Hecho significante, unitario, que constituye un elemento ceremonial de un rito.
Ritual. Conjunto de ritos
pertenecientes a una religión, a una comunidad religiosa o destinados a un fin
común.
De tal forma,
entendemos a la comida ritual como el hecho de preparar ciertos platillos o
disponer algunos alimentos para ocasiones especiales, que siguen ciertas
estipulaciones y que cumplen una función específica relacionada con costumbres,
ritos o creencias.[3] Estas comidas, pues, crean una comunión entre
los participantes y generan un estado de empatía.
Posiblemente el ejemplo que nos resulte más claro dentro de la sociedad actual,
es el instante de la eucaristía, el sacramento que sucede durante la
transubstanciación, es decir, cuando la hostia y el vino se transforman en el
cuerpo y la sangre de Cristo durante la misa católica. Este rito, por todos
conocido, es la trasposición del pasaje bíblico, cuando Jesús convida a sus
discípulos durante la última cena, antes de ser apresado por orden de Pilatos.
La
última cena, Juan de Juanes, 1562. Tomado
de https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/la-ultima-cena/2800c04d-a3ad-41eb-a75b-fe359d7d1dde?searchid=905b2b7a-777a-2759-b909-a6612558bcbc
Durante la comunión se recrea el pasaje
religioso cuando Jesús invita a sus discípulos a tomar el pan y el vino, él
mismo instaura el rito que sobrevive hasta hoy: “esto harán en conmemoración
mía”.
Así, la comida también está entremezclada con la
religión, pues los dioses, como figuras basadas en el hombre, tienen
necesidades que han de ser atendidas por sus hijos; como nosotros, algunas
entidades divinas han de nacer, crecer, alimentarse e incluso morir. Este es el
caso del astro rey: según los antiguos mexicas el Sol era una entidad viva que
día con día nacía y moría, emergía del horizonte para recorrer el cielo y
procurar al hombre con su calor y fuerza, pero conforme se iba ocultando perdía
vigor hasta sumergirse en el inframundo; ahí debía librar una batalla contra
las entidades que habitaban este espacio para renacer al día siguiente y
realizar su tarea diaria. Para asegurar que el Sol volviese a salir cada día,
el hombre tenía que alimentarlo con la sangre del sacrificio: “Que se hiciese
un sol para que alumbrase la tierra, y éste comiese corazones y bebiese sangre,
y para ello hiciesen la guerra, de donde pudiera haberse corazones y sangres”.[4]
Otro ejemplo de lo anterior es la visión que tenían los nahuas sobre la tierra
(y que hasta la fecha perdura). Ésta necesitaba también del sustento que la
mano del hombre proporciona. Nos dice el mito de la separación del cielo y el
mar que, cuando los dioses rompen a Cipactli para crear la tierra “esta diosa
lloraba a veces por las noches deseando comer corazones de hombres, y no se
quería callar hasta que se le daban, ni quería producir fruto si no era regada
con sangre de hombres”.[5]
Durante la celebración de la fiesta del pueblo, antes de
que todos los invitados coman, se dispone ante la imagen una serie de platillos
que se retiran después de cierto tiempo.
Imagen de San Salvador Atenco, Edo. de México, fotografía de colección
personal.
Esta reciprocidad de pago/beneficio la podemos apreciar en muchas de las
fiestas de los pueblos o comunidades indígenas hoy en día. Durante la
celebración de la fiesta al Santo Patrono se hace una gran comida donde todos
están invitados, se acostumbra que las personas más grandes de la familia,
antes de consumir los alimentos, “den de comer al Santo”, colocando frente a su
imagen diversos platillos que ha de degustar y que son preparados de manera
especial (sin sal, sin manteca o con ceniza). Transcurrido un tiempo se cree
que el Santo ha comido y las viandas se retiran, es finalmente cuando el resto
de la familia puede comenzar a comer.
López Austin apunta que, en una región occidental del estado de Morelos, los
habitantes del pueblo de Xoxocotla hacen una peregrinación para ver al Dueño
del monte:
Creen que en el interior del cerro que aloja la cueva habita un personaje
sobrenatural y poderoso que distribuye las lluvias entre los pueblos circunvecinos.
Durante una compleja ceremonia, tres hombres consagrados a su culto pueden
penetrar a la cueva para orar largamente en la que se supone es una
conversación directa con el personaje sobrenatural […]. Se dice que el dueño
sobrenatural del cerro tiene una multitud de servidores -los “aires”-, a
quienes los fieles llevan como ofrendas tamales hechos solamente de masa de
maíz y agua. Los fieles dan a estas viandas el nombre de atamalli,
“tamales de agua”. Son iguales a los tamales que ofrecían los
antiguos mexicas a los dioses de la lluvia en la fiesta atamalcualiztli. Su
nombre no ha variado en siglos.[6]
Es un hecho que las ofrendas de alimentos, como los
tamales de ceniza, los tamales sin sal, el amaranto, el maíz, el pulque, etc.,
no eran las únicas realizadas por la gente, pues las fuentes históricas y la
etnografía nos señalan que las entidades sobrenaturales podían alimentarse no
sólo de comida sino también de sangre, aromas como el incienso o el tabaco,
ofrendas votivas (tales como los rezos, cantos, oraciones, etc.),[7] e incluso del trabajo.[8]
Los seres humanos, al tener una deuda con los dioses,
debían dedicar su vida al trabajo de acuerdo con “las circunstancias
socioeconómicas que lo condicionaban: como jefe o hijo de familia, alumno,
agricultor, pescador, cazador, artesano, mercader, médico, guerrero, sacerdote,
gobernante, etcétera”;[9] por su parte, los dioses tenían “su propia
forma de merecer” (tlamacehualiztli’[10]), pues las deidades también deben de dar su
pago por el alimento que reciben. Así, las entidades sobrenaturales debían de
ser alimentadas por los hombres para recuperar el vigor que perdían con sus
diversas tareas diarias; tanto hombres como dioses trabajaban en conjunto para
mantener en orden el universo.
López Austin menciona que el trabajo era algo inseparable del hombre
mesoamericano, pues se estipuló desde un inicio, cuando los primeros pobladores
fueron creados y, con ellos, las diversas tareas a las cuales deberían
encomendarse: “mandáronles que labrasen la tierra, y que ella hilase y tejiese,
y que de ellos nacerían los macehuales, y que no holgasen sino que siempre
trabajasen”.[11] Apunta que a diferencia de la tradición
cristiana, donde el trabajo no es necesario y es visto como un castigo y la
muerte libera de éste, para los antiguos mesoamericanos el hombre seguiría
trabajando una vez muerto, cualquiera fuese el destino de su ánima, porque el
trabajo era algo inherente a él.[12]
Para finalizar, me referiré a cuatro casos donde se puede apreciar claramente
el objetivo que quiero demostrar con esta entrada: la comida ritual es un punto
de comunión entre los participantes, donde se homologan sus situaciones, así
sean de diferentes estratos o pertenezcan a otro ámbito social. Los tres
primeros se refieren a la cultura mexica, el cuarto y último caso a un hecho
que podemos apreciar hasta nuestros días:
I) Con los antiguos nahuas, cuando un bebé nacía,
se hacía una fiesta donde se realizaba el “bautizo” del pequeño, y
juntábanse los
convidados en la casa del que hacía el bateo [“bautizo”], venían los
servidores de la comida, y traían comida […] una orden de chiquihuites, con diversas maneras de pan, y […] otros tantos cajetes con diversas
maneras de cazuela, con carne o pescado; y antes que comenzasen a comer los
convidados la comida que les habían puesto, tomaban un bocado de la comida y
arrojábanle al suelo a honra del dios Tlatecutli, y luego comenzaban a comer;
[…] después de haber ellos bien bebido y comido estábanse en sus asientos un
ratillo reposando”.[13]
II)
En la fiesta de huey tozoztli, se
celebraba a Cinteotl y Chicomecoatl, dioses del maíz y los mantenimientos:
éstos daban sus benevolencias a los hombres, permitiéndoles que el maíz
creciera para alimentarse; en reciprocidad, sus hijos le retribuían con
alimento.
Celebración de una comida. Códice florentino, Lib.
III, fol. 7r.
Al cuarto mes llamaban huey tozoztli. En este mes hacían fiesta al dios de las mieses llamado Cintéotl, y a
la diosa de los mantenimientos llamada Chicomecóatl. […] iban todos por los maizales y por los campos y traían
cañas de maíz y otras yerbas que llamaban mecóatl, con estas yerbas enramaban al dios de las mieses cuya
imagen cada uno tenía en su casa, y componíanla con papeles y ponían delante de
esta imagen cinco chiquihuites con sus tortillas, y encima de cada chiquihuitl una
rana asada, de cierta manera guisada, y también ponían delante de esta imagen
un chiquihuitl de harina de chía que ellos llamaban pinolli; otro chiquihuitl con maíz tostado, revuelto con frijoles.[14]
III) En la
fiesta de panquetzaliztli se
hacía una figura de amaranto y semillas que representaba a Huitzilopochtli; una
vez “sacrificada”, se repartía entre Tenochtitlan y Tlatelolco, donde los
convidados “comulgaban” con los pedazos de la figura, la comían y era como
recibir al dios.
Tomaban semillas de bledos y las limpiaban
muy bien, quitando las pajas y apartando otras semillas que se llamaban petzícatl y tezcahuauhtli, y las molían delicadamente, y después de haberlas molido, estando la
harina muy sutil, amasábanla de que se hacía el cuerpo de Huitzilopochtli.
[…] luego deshacían y desbarataban el cuerpo de Huitzilopochtli, […] y así de esta manera repartían entre ellos los cuatro pedazos de
cuerpo de Huitzilopochtli, a los indios de los barrios y a los ministros de los
ídolos que se llamaban calpules […]. Cada uno comía un pedacito del cuerpo de Huitzilopochtli, y los que comían eran mancebos.[15]
IV)
Finalmente. En la Biblia se conoce al sacrificio como “comida [pan] de Dios”.[16] Es
Yavhé quien estipula que día con día se le recuerde antes de los alimentos,
pues es por su favor que las viandas se disponen sobre la mesa. Así entendemos
la costumbre que tiene mucha gente de “dar las gracias” momentos antes de
comer:
Tengan
cuidado de no ofrecer holocausto en cualquier lugar, sólo en el lugar elegido
por Yavhé […]. No obstante, podrás sacrificar y comer carne en todas tus
ciudades, siempre que lo desees y que no te falte el favor de Yavhé; pero esta
será carne de lo que todos podrán comer […]. Solamente lo comerás delante de
Yavhé, en el lugar que Yavhé haya elegido, y contigo, tus hijos, tus siervos y
siervas; estarás de fiesta delante de Yavhé, tu Dios.[17]
El ser humano está en constante comunicación
con las entidades divinas. La reciprocidad entre los dioses y los hombres
radica en el hecho de que los primeros dan sus favores a cambio del alimento y
la rememoración de sus nombres. Los segundos, con base en su esfuerzo, colocan
en el altar el resultado de su trabajo y abnegación; es una ofrenda que no sólo
alimenta, sino que fortalece el lazo de comunicación entre ambos.
Sólo resta decir que realizar investigaciones sobre la comida hace que a uno se
le abra el apetito. Recordemos que en el México prehispánico, los hombres de
maíz elaboraron muy diversos tipos de guisos con este maravilloso y versátil
ingrediente. Así, el autor de estas líneas se ha puesto el babero y la cocina
espera, no sin antes poner ante el amable lector esta deliciosa receta que es
ideal para quitar el frío, ya que mezcla el picante con la consistencia de una
bebida por demás conocida en nuestro hermoso país…. la mesa está servida.
Receta. Chileatole[18]
Caldo
de pollo – 2 lts
Elote
desgranado – 1/2 kg
Masa de
harina – 300 grs
Tomate 1/2
kg
Chile
serrano – 3 pzs
Cebolla 1/2
pieza
Ajo 1 diente
Epazote 1
ramita
Primero se
separará 11/2 lt de caldo de pollo. Se apartará el otro
medio litro. Cocer el tomate, la cebolla, el ajo y el chile en el litro y medio
de caldo de pollo, cuando éstos estén en su punto colarlos para separar el
caldo.
Moler los ingredientes cocidos con 1/4 lt de caldo frío, agregar también unas
hojas de epazote para que el sabor de esta hierba se impregne aún más.
En una cacerola alta sofreír el elote con un poco de mantequilla y aceite, una
vez dorado se le agregará el litro y medio de caldo de pollo donde se coció el
tomate. A continuación, incorporar el tomate molido y mezclar perfectamente.
Hervir.
Aparte, disolver la masa de harina en el resto de caldo frío, hasta que no
queden grumos y se logre una mezcla homogénea. Una vez logrado este efecto se
incorporará la masa disuelta al caldo que está en el fuego. El fuego se
disminuye a lo mínimo y se agregan las hojas de epazote.
En este punto la paciencia debe estar presente, pues el chileatole se debe de
mezclar de manera constante para evitar que la masa se vaya al fondo de la
cacerola y se queme. La masa espesará el líquido y se debe estar moviendo
durante 8-10 minutos. Probar constantemente para verificar que la masa
esté cocida.
Sazonar al gusto. El platillo está listo para servirse y degustarse caliente.
* Si el chileatole espesa demasiado
bastará con agregar un poco más de caldo de pollo.
NOTAS
[1] En la
naturaleza se tiene conocimiento sobre algunos grandes primates, como por
ejemplo los gorilas, que usan delgados palitos de madera para sacar hormigas u
otros animalillos de la corteza o huecos de los árboles y los mezclan después
con sábila o miel. Comunicación personal con Roberto Rojo, biólogo de la UNAM,
noviembre 2015.
[2] Alfredo
López Austin, “Los ritos. Un juego de definiciones” en Arqueología
mexicana, Editorial Raíces-INAH noviembre-diciembre, vol. 6,
1998, p. 15. Las cursivas son mías.
[3] Aunque
suene alejado de nuestros días, mucha gente realiza ciertas comidas rituales
todavía, un ejemplo de ellas es la comida de Navidad, así como los cumpleaños,
las relacionadas con las bodas, o algún otro evento importante que la comunidad
o la familia considere de gran trascendencia y que se repita constantemente, de
esta manera se genera una costumbre.
[4] “Historia
de los mexicanos por sus pinturas”, en Rafael Tena (trad.) Mitos
e historias de los antiguos nahuas, México, Conaculta, 2011, p. 39.
[5] “Histoire
du Mechique”, en Rafael Tena (trad.) Mitos
e historias…, op. cit., p. 153.
[6] Alfredo
López Austin y Leonardo López Luján, Monte
Sagrado-Templo Mayor: el cerro y la pirámide en la tradición religiosa
mesoamericana, México, INAH-UNAM, 2011, p. 15.
[7] En el Popol
Vuh los animales no pudieron alabar a los dioses creadores
pues no tenían la capacidad de hablar y por ello fueron condenados a que “sus
carnes fueran trituradas”. El Popol Vuh, México,
Editorial Tomo, 2005, p. 16-17.
[8] De acuerdo
con la materia ofrendada, estos dones podían llamarse “sacrificio de alimentos”
(harina, aceite, o las primeras cosechas de los cultivos); “oblación de
bebidas” (libación -arrojar o derramar en el altar o la tierra algún líquido-);
“quema de incienso” (alimento aromático, incienso, tabaco, papel);
holocausto/sacrificio (inmolación de algún animal y/o persona) y regalos o
donaciones (el diezmo). David Noel Freedman (ed.), The
anchor Bible Dictionary, Nueva York, Doubleday, 1922, p. 6.
[9] Rafael
Tena, La religión mexica, México, Conaculta-INAH, 2012,
p. 55.
[10] Ibid, p.
53.
[11]“Historia de los
mexicanos por sus pinturas” en Rafael Tena (trad), Mitos
e historias…, op. cit., p.
29.
[12] Alfredo
López Austin, El conejo en la cara de la
luna. Ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericana,
México, Ediciones Era-INAH, 2012, p. 132.
[13] Aquí
podemos constata que antes de que los convidados “terrenos” comiencen a comer,
se le ofrenda a las entidades sobrenaturales el primer bocado. Fray Bernardino
de Sahagún, Historia general de las cosas
de Nueva España, México, Porrúa, 2013, (col. “Sepan cuantos…”,
300), p. 243.
[14] Ibid.,
102.
[15] Ibid.,
p. 187.
[16] Serafín
de Ausejo R. P., Diccionario de la Biblia,
España, Herder, 1963, p. 1753.
[17] Dt
12:13-18.
[18] Gracias
a Paola A. Sosa Salazar por haberme dado la receta y los consejos sobre cómo
prepararla.
Obras consultadas
– __________, El
Popol Vuh’, México, Editorial Tomo, 2005.
– __________, La Biblia,
España, Editorial Verbo Divino, 1989.
–
AUSEJO, R. P. Serafín de, Diccionario de la Biblia,
España, Herder, 1963.
– DELEMEAU,
Jean, (dir.), et al., El
hecho religioso, una enciclopedia de las religiones hoy, México,
Siglo Veintiuno Editores, 2007.
– FREEDMAN,
David Noel, (ed.), et al., The
anchor Bible Dictionary, Nueva York, Doubleday, 1922.
– LÓPEZ
Austin, Alfredo y Leonardo López Luján, Monte
Sagrado-Templo Mayor: el cerro y la pirámide en la tradición religiosa
mesoamericana, México, INAH-UNAM, 2011.
– LÓPEZ
Austin, Alfredo, El conejo en la cara de la luna.
Ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericana, México,
Ediciones Era-INAH, 2012.
–
__________, “Los ritos. Un juego de definiciones” en Arqueología
mexicana, Editorial Raíces-INAH, noviembre-diciembre, vol. 6, 1998.
– SAHAGÚN,
fray Bernardino de, Historia general de las cosas
de Nueva España, México, Porrúa (col. “Sepan cuantos…”, 300), 2013.
– TENA,
Rafael, (trad.), Mitos e historias de los
antiguos nahuas, México, Conaculta, 2011.
–
__________, La religión mexica,
México, Conaculta-INAH, 2012.
COMIDAS
RITUALES EN EL MUNDO MAYA III
El amaranto en la comida ritual
nahua
En el pensamiento de los pueblos
precolombinos mesoamericanos, los mantenimientos eran dones otorgados por
las divinidades. Fueron los dioses quienes dispusieron sobre la tierra
los elementos que nutrirían a la humanidad. Por tal motivo, en época
prehispánica se buscaba complacer a las deidades a través de rituales y
ceremonias que propiciaran la correcta continuidad del ciclo agrícola. Así, de
manera empírica, se aseguraba el éxito de las cosechas.
En el libro Los
Coloquios de los doce, que relata como los sabios nahuas
defendieron sus creencias religiosas frente a las impugnaciones de los doce
primeros frailes enviados para evangelizarlos, encontramos un párrafo que
ilustra con claridad la relación de los dioses con la disponibilidad de
alimentos para los hombres:
Era doctrina de nuestros mayores
que son los dioses por quien se vive,
ellos nos merecieron, (con su
sacrificio nos dieron vida).
¿En qué forma, cuándo, dónde?
Cuando aún era de noche.
Era su doctrina
que ellos nos dan nuestro sustento,
todo cuanto se bebe y se come,
lo que conserva la vida, el maíz, el
frijol,
los bledos, la chía.
Ellos son a quienes pedimos agua,
lluvia,
por las que se
producen las cosas en la tierra.[i]
En la Leyenda
de los soles se relata que después de crear al hombre y de
haberlo robustecido con el maíz traído del Tonacatepetl por
Quetzalcóatl, los dioses preguntaron qué harían con este cerro cuyo interior
contenía todos los sustentos de los hombres, entonces:
Fué solo Quetzalcóhuatl, lo ató con cordeles y lo quiso
llevar a cuestas, pero no lo alzó. A continuación, Oxomoco echó suertes con
maíz; también agoró Cipactónal, la mujer de Oxomoco. Porque Cipactónal es
mujer. Luego dijeron Oxomoco y Cipactónal que solamente Nanáhuatl (el buboso)
desgranaría a palos el Tonacatépetl, porque lo había adivinado. Se apercibió a
los tlaloque (dioses de la lluvia), los tlaloque azules, los tlaloque blancos, los tlaloque amarillos y los tlaloque rojos;
y Nanáhuatl desgranó el maíz a palos. Luego es arrebatado por los tlaloque el
alimento: el blanco, el negro, el amarillo, el maíz colorado, el frijol, los
bledos, la chía, el michihuauhtli (especie de bledos); todo el alimento fue
arrebatado.[ii]
En ambos relatos podemos notar que entre los
mantenimientos primordiales del hombre se consideraba el maíz, el frijol, la chía
y los bledos. Éstos, junto con la calabaza y el chile, formaban parte de la
dieta básica de los pueblos prehispánicos del altiplano central en tiempos
cercanos a la llegada de los españoles.
En las fuentes
etnohistóricas escritas en español el término bledo es usado como traducción de
la palabra náhuatl huauhtli.[iii]
Láminas 99 y 100 del Códice Florentino. Se
observa la cosecha del huauhtli.
De acuerdo con
algunos investigadores este vocablo se utilizaba para designar un amplio número
de plantas con rasgos similares que en su mayoría pertenecen al género Amaranthus.[iv] Dependiendo de las características de cada planta, a esta raíz náhuatl
se agregaban partículas que resaltaban su uso, forma, color, edad e incluso su
parecido con algún objeto, animal u otra planta.[v] Por tal motivo en las fuentes encontramos varios tipos de huauhtli o
amaranto como comúnmente lo nombramos hoy en día.[vi]
Uno de los
registros más tempranos del consumo de amaranto en México proviene de la cueva
Coxcatlan, ubicada en el Valle de Tehuacán. En esta se encontraron restos de
amaranto tentativamente identificados como Amaranthus
cruentus en un estrato arqueológico que data de
aproximadamente 4000 años antes de Cristo.[vii]
La continuidad en el consumo del amaranto a
lo largo del tiempo evidencia su trascendencia en la dieta de los antiguos
pueblos mesoaméricanos, lo cual resulta lógico ya que contiene propiedades
alimenticias excepcionales. Tanto las hojas como las semillas son comestibles,
permitiendo así el aprovechamiento casi total de la planta en los diferentes
estados de maduración de la misma.
El grano tiene
un importante contenido de lisina, proteínas, vitaminas, ácidos grasos y
aminoácidos que contribuyen a una buena nutrición.[viii]
Por otro lado, las hojas de amaranto contienen una
cantidad de vitaminas y minerales que le dan ventajas nutricionales sobre
algunas hortalizas, ya que presentan más calcio, fósforo y hierro que las espinacas
o las acelgas.[ix]
En el capítulo
séptimo del onceavo libro de la Historia General de las Cosas de la Nueva
España, fray Bernardino de Sahagún señala que los mexicas consumían las hojas
del amaranto, las cuales recibían el nombre náhuatl de uauhquilitl:
Una de las
yervas que se comen cozidas se llama uauhquiílitl, que son bledos. Es muy verde. Tiene las ramas
delgadillas y altillas. Tiene las hojas anchuelas. Los tallos de esta yerva se
llaman uauhtli. Esta yerva cuécese para comer, sabe a ceniços. Esprímese
el agua en que se cuece para comerse, y sal. Házese tamales de esta yerva, los
cuales se llaman quiltamalli. Házense tortillas, el maíz mullido y hojas de esta
yerva; llámanlas quillaxcalli. Esta es una yerva muy común y es como ceniços de
Castilla. Cómenla mucho.[x]
Existían otros
alimentos hechos con el huauhtli, la
semilla del amaranto. Los uauhquiltamalli eran
tamales hechos de bledos[xi] que también
recibían el nombre de chalchiuhtlamalli.[xii]
El tzoalli era
una masa hecha de amaranto, maíz y miel. Al respecto de ésta, fray Diego Durán
menciona que: “tzoalli son un
pan que hacen estos naturales de semilla de bledos y maíz, amasado con miel
negra, que hoy en día se come por golosina y cosa preciada entre ellos.”[xiii]
También se
hacían atole de la harina de la semilla de una de las variedades de huauhtli llamada michiuauhtli, el
cual era usado como parte del tratamiento medicinal contra la enfermedad de las
bubas.[xiv]
Es claro que las
características nutritivas del amaranto lo situaron entre los alimentos más
importantes para los pueblos prehispánicos. Sin embargo, el huauhtli también
era apreciado por su valor simbólico, así como por su amplio uso en diversas
ceremonias y rituales.
Por ejemplo, los uauhquiltamalli o chalchiuhtamalli eran
comidos en la fiesta que llamaban uauhquiltamalcualiztli que se celebraba a los
diez días del décimo octavo mes, Izcalli.
Esta celebración se llevaba a cabo en honor al dios del fuego Xiuhtecutli.
Los tamales eran hechos por las mujeres durante la noche y al amanecer eran
ofrecidos a la estatua del dios. En todas las casas se hacían estos tamales y
los convidaban unos a otros para mostrar su diligencia y urbanidad. Se comían
muy calientes, acompañados de camarones acocilti preparados
en un caldo llamado chamulmulli, también
muy caliente. Todos comían en sus casas tras el fuego. Las hojas de maíz
de los tamales no se tiraban a las llamas, sino que se juntaban para echarlas
en el agua.[xv]
En cuanto al tzoalli sabemos
que se usaba en varias ceremonias dedicadas a diferentes deidades, al respecto
Durán dice que el tzoalli:
Era antiguamente tenida en gran reverencia y era materia
con que se fabricaban los dioses, y después, en habiéndolos adorado, y
sacrificado ante ellos, y hécholes las ceremonias ordinarias los repartían
entre sí a pedazos, y lo recibián en nombre de carne del dios y comulgaban con
ello, todas las veces que se lavaban primero por mandato de los sacerdotes.
Y esto de lavarse era muy ordinario el mandarlo los sacerdotes, porque
si alguna persona iba a dar cuenta a los sacerdotes de alguna enfermedad suya,
o de su hijo, o marido, la receta que le daba era que moliese de aquella
semilla y la juntase con el maíz y la amasase con la miel, y que primero se
lavase y purificase de sus culpas y que luego fuese y comiese de aquello.[xvi]
Hoy en día
subsiste el uso ritual del huautli muy
semejante al que se describe en las fuentes históricas del siglo XVI. En la
comunidad náhuatl de Temalcatzingo, Guerrero durante la Fiesta del Copal,
orientada a la petición de lluvias, los niños elaboran figurillas de amaranto
que comen al final de la ceremonia. Estas figurillas son muy parecidas a las
que Durán describe que eran hechas con masa de tzoalli en
la fiesta de Tepeilhuitl, para
honrar a los cerros.[xvii]
En las calles de
nuestro país es común encontrar a la venta diferentes tipos de alegrías, barras
hechas con semillas de amaranto tostadas, mezcladas con piloncillo o miel y
envueltas en papel celofán. En algunas ocasiones pueden contener cacahuates,
nueces, quizá dos o tres pasas. Durante octubre y noviembre se producen
calaveras de amaranto para las ofrendas de Día de
Muertos que se pueden conseguir incluso en los supermercados.
Calaverita
y alegría de amaranto. Fotografá: Ivan Peñalosa
Últimamente se
ha optado por sustituir la miel o el piloncillo por chocolate, y las alegrías
pueden encontrarse en diferentes sabores, tamaños colores y formas. Sin
embargo, la alegría tradicional,
hecha con miel es lo más parecido al tzoalli prehispánico.
Sin duda gran
parte de la comida mexicana proviene de una larga tradición que en muchos casos
ha permanecido casi imperturbable a lo largo del tiempo. ¿Quién no ha
disfrutado de un delicioso atole de huauhtli o
de unos sabrosos tamales de amaranto? Y si no lo han hecho, ¿qué esperan para
buscar un lugar donde aún se preparen? Mantengamos vivas las deliciosas
tradiciones culinarias de nuestro México.
NOTAS
[i] “Los
coloquios de los doce”, en Miguel León Portilla (trad.) La
filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, con un nuevo apendice,
México, UNAM, 1997, p. 131.
[ii] “La
leyenda de los soles”, en Primo Feliciano Velázquez (trad.) Códice
Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles, México,
UNAM, IIH, 1995, p. 121.
[iii] En algunos escritos está palabra puede
encontrarse escrita de diferente manera. A veces aparece como oauhtli o uauhtli.
[iv] Salvador Reyes Esquias, “El huauhtli en la
cultura náhuatl”, Tesis de maestría en estudios mesoamericanos, México, UNAM-
FFL,2005,p.32.
[v] Ana María Velasco, “ Los cuerpos divinos: La
utilización del amaranto en el ritual mexica”, en Yolotl González Torres
(coord.) Animales y plantas en la
cosmovisión mesoamericana, México, CONACULTA-INAH,2001,p. 40. En
este sentido Salvador Reyes Esquías menciona que la raíz huauhtli también
estuvo subordinada a otros genéricos para formar nombres tanto de plantas como
de otros organismos.
[vi] En
este breve texto no entraremos en los extensos detalles sobre los diferentes
tipos de huahtli que
los nahuas clasificaban. Nos enfocaremos a hablar del huauhtli cuya
semilla era usada para realizar, tamales, tortillas y la masa de tzoalli
empleada para formar el cuerpo de los dioses en algunas ceremonias.
[vii] Jonathan
D. Sauer “Identity of Archaeologic Grain Amaranths from the Valley of Tehuacan,
Puebla, Mexico” en American Antiquity American Antiquity, Vol. 34, No. 1 (Jan.,
1969), pp. 80-81.
[viii] Ricardo
Bressani “Amaranto: composición química y valor nutritivo del grano” en
Francois Boucher y José Muchnik (eds.) Agroindustria
rural: recursos técnicos y alimentación, Costa Rica,
IICA-CID-CIRAD,1995, 83-114p.
[ix] Ma.
Teresa Ando Hernández “El Amaranto” en INIREB
Informa, México, Instituto Nacional de Investigaciones sobre
Recursos Bióticos (INIREB),1983, comunicado no. 58 sobre recursos bióticos
potenciales en el país, p. 2.
[x] Fray
Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas
de la Nueva España, vol. II, Juan Carlos Temprano (ed.),España,
Promo Libro,2003 (col. Crónicas de América), p. 980.
[xi] Ibid.,
I, 137.
[xii] Ibid,
280.
[xiii] Fray
Diego Durán, Historia de las indias de la
Nueva España e islas de la tierra firme, vol. I, Ángel Ma. Garibay
K. (ed), México, Porrua,1967, p. 156.
[xiv] Sahagún, op.
cit., II,p. 838.
[xv] Ibid.,
I,p137, 238.
[xvi] Durán, op.
cit.,I,p. 156.
[xvii] Aurora
Montufar López, comunicación personal, noviembre 2015.
Obras consultadas
“La leyenda
de los soles”, en Primo Feliciano Velázquez (trad.) Códice
Chimalpopoca. Anales de Cuauhtitlan y Leyenda de los Soles, México,
UNAM, IIH, 1995.
“Los
coloquios de los doce”, en Miguel León Portilla (trad.)
La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, con un nuevo
apendice, México, UNAM, 1997.
Ando
Hernández, Ma. Teresa, “El Amaranto” en INIREB
Informa, México, Instituto Nacional de Investigaciones sobre
Recursos Bióticos (INIREB),1983, comunicado no. 58 sobre recursos bióticos
potenciales en el país.
Bressani,
Ricardo, “Amaranto: composición química y valor nutritivo del grano” en
Francois Boucher y José Muchnik (eds.) Agroindustria
rural: recursos técnicos y alimentación, Costa Rica,
IICA-CID-CIRAD,1995.
D. Sauer,
Jonathan, “Identity of Archaeologic Grain Amaranths from the Valley of
Tehuacan, Puebla, Mexico” en American Antiquity,
vol. 34, núm. 1 (Jan., 1969).
Durán, Fray
Diego de, Historia de las indias de la
Nueva España e islas de la tierra firme, vol. I, Ángel Ma. Garibay
K. (ed), México, Porrua, 1967.
Reyes
Esquias, Salvador, El huauhtli en la cultura
náhuatl, tesis de maestría en estudios mesoamericanos, México,
UNAM-FFL, 2005.
Sahagún,
Fray Bernardino de, Historia general de las cosas
de la Nueva España, vol. II, Juan Carlos Temprano (ed.), España,
Promo Libro(col. Crónicas de América),2003.
Velasco, Ana
María, “Los cuerpos divinos: La utilización del amaranto en el ritual mexica”
en Yolotl González Torres (coord.) Animales
y plantas en la cosmovisión mesoamericana, México,
CONACULTA-INAH,2001.
Comidas rituales en el mundo nahua IV
Como hemos podido ver a la lo largo de esta serie de entradas sobre “Las
comidas rituales en el mundo nahua”, los alimentos conforman una gran variedad
de platillos que se disponían no sólo en la vida diaria sino para múltiples
rituales durante la época prehispánica. Formaban parte de las celebraciones de
las veintenas, también de las ofrendas consagradas a los dioses, además de
estar presentes en muchos aspectos de la vida religiosa y civil. Sin lugar a
dudas, la comida es uno de los elementos más atractivos de la vida
prehispánica, pues su estudio permite conocer diversos aspectos de la
existencia y pensamiento del hombre, ya que es muy amplia la variedad de
contextos en los que se ingiere.
Uno de los
aspectos más interesantes del pensamiento nahua prehispánico es el complejo de
creencias populares que se generó en torno a diversos elementos de la
naturaleza y la vida. En la Historia general de las cosas
de Nueva España, fray Bernardino de Sahagún menciona algunas de las
“abusiones que usaban estos naturales”,[1] en las que
se puede ver que los agüeros relacionados con la comida influían generalmente
de manera negativa en los hombres. Por ejemplo, sobre los tamales mal cocidos
se dice que:
cuando se cuecen los tamales en la olla, si
algunos se pegan a la olla como la carne cuando se cuece y se pega a la olla,
decían que el que comía aquel tamal pegado, si era hombre, nunca bien tiraría
en la guerra las flechas, y su mujer nunca pariría bien; y si era mujer que
nunca bien pariría, que se le pegaría el niño dentro. [2]
Es interesante
señalar que, en este apartado, Sahagún sólo menciona al maíz como digno de
superstición y los alimentos preparados con él. Así, el franciscano señala que
antes de que este alimento se cueza, los hombres deben animarlo para que no
sienta miedo y que habrían de advertir que alguien iría a su casa si es que una
tortilla se doblaba al echarla al comal.[3]
Figura 1. Códice florentino, fol. 16r,
Apendiz del Libro V.
Había otros
agüeros relacionados con el maíz que otorgaban destinos mucho más perjudiciales,
ya que repercutían directamente en la salud de las personas, tal es el caso de
las cañas verdes de maíz que provocaban dolor de muelas o dientes,[4] o bien, de
“los escobajos” de esta planta:
que dondequiera que había alguna
mujer recién parida, no echaban en el fuego los escobajos, o granzones del
maíz, que son aquellas mazorquillas que quedan después de desgranado el maíz,
que llaman ólotl; decían que
si se quemaban estos escobajos en aquella casa, la cara del niño que había
nacido sería pecosa y hoyosa, y para que esto no fuese, habiendo de quemar
estos granzones, tocábanles primero en la cara del niño, llevándolas por encima
sin tocar en la carne.[5]
Por su parte
Hernando Ruíz de Alarcón también recogió ciertas prácticas y oraciones, como
prueba de la idolatría, que continuaron realizándose después de la Conquista.
Por ejemplo, la “la adoracion y culto que dan al
huauhtli”, que, de acuerdo con él, es una semilla temprana del maíz
que después de sazonar, moler y amasar:
hazen vnos ydolos de figura humana de tamaño
de vna quarta de vara poco mas o menos; para el dia que los forman tienen
preparado mucho de su vino, y en estando hechos los ydolos y cossidos los ponen
en sus oratorios, como si colocaran alguna ymagen, y poniendoles candelas y
encienso les ofrescen entre sus ramilletes del vino preparado para la
dedicacion, o en los tecomatillos supersticiosos arriba referidos, o si no los
tienen en otros escogidos, […] empieza en su honra y alabança y en la del
demonio, la mosica del Teponaztlique es vn
tambor todo de palo, y con el se acompaña la canturia de los ansianos, y quando
ya han tañido y cantado lo que tienen de costumbre, llegan los dueños de la
ofrenda y los mas principales, y en señal de sacrificio derraman de aquel vino
que auian puesto en los tecomatillos, o parte o todo delante los idolillos del Huautli.[6]
A través del
estudio de las fuentes de origen indígena, es decir, de las crónicas que
recogen el pensamiento y la cultura de los pueblos prehispánicos, se han podido
conocer diversas características propias de la religión mesoamericana, como la
existencia de “fuerzas” o “entidades anímicas” presentes no sólo en los seres
humanos sino en todas partes. Alfredo López Austin, quien ha trabajado
ampliamente este tema, afirma que también los animales, plantas y cosas poseen
“la fuerza vital del tonalli”[7], es decir, están vivos y tienen deseos y
exigencias. Esta cualidad presente en todas las cosas y seres puede verse
también en el maíz, como lo señala Sahagún en el Códice
florentino, cuando “estava derramado algun mahiz por el suelo: el
que lo via era obligado a cogerlo: y el que no lo cogia, hazia injuria al
mahiz: y el mahiz se quexava del, delante de dios diciendo. Señor, castigad a
este que me vio derramado: y no me cogio, o dad hambre: porque no me
menosprecien”.[8]
El maíz es la
base de la dieta de estos pueblos que subsisten gracias a las buenas cosechas y
bondades de la tierra. Dentro de la cosmovisión indígena, el equilibrio de los
ciclos que mantenían la vida, dependía de diversos factores íntimamente
relacionados: los dioses que representan uno o más fenómenos naturales, las
periódicas ofrendas a las deidades, además de las fiestas con sus diversos tipos
de sacrificios que, además de formar parte de una gran tradición, aseguraban el
pago a las deidades por sus favores. Así, el hombre prehispánico debía
agradecer a las divinidades con todos estos rituales, pues le otorgaban lo
necesario para la vida, también el alimento, el maíz,[9] al que debía procurar y no ofender, pues,
como se vio, estaba vivo y si se sentía despreciado pedía castigos para quien
osara no honrarle.
Efectivamente,
el hombre prehispánico ocasionaba “daños” a la tierra[10] con su intenso cultivo, y también se los
producía al maíz cuando lo cocinaba o preparaba de muy distintas formas, es por
este motivo que se realizaba una fiesta para que el maíz descansara en el
octavo año, porque se decía que lo atormentábamos grandemente cuando lo
comíamos, cuando usábamos chile en él, cuando lo salábamos, cuando tratábamos
con salitre, cuando era tratado [con] cal. Que era como si lo matáramos; por tanto,
lo revivíamos. Se decía que por eso el maíz se hacía joven (otra vez). Por eso
se hacía. Y cuando la fiesta terminaba, al día siguiente se llamaba “La salsa
es probada” porque el maíz había ayunado.[11]
A
esta celebración llevada a cabo cada ocho años en aras de dejar descansar al
alimento se le llamaba atamalcualiztli o
“la comida de tamales de agua”, porque se realizaba este platillo sin
condimento alguno. Al respecto menciona Michel Graulich que la fiesta estaba en
estrecha relación con “la estrella de la mañana” y su ciclo, y que “si los
alimentos no se ‘cocían’ hasta el día de la fiesta –el octavo día del período de
ayuno- era porque sin duda en este día nacía, aparecía Venus, asimilado al
fuego culinario”.[12]
En los Primeros
memoriales de Sahagún aparecen los diversos rituales que se
llevaban a cabo en la fiesta, mismos que se ilustran en una de las más bellas
láminas del documento. En esta imagen y en el texto que recogió el cronista
franciscano en Tepepulco resaltan los siguientes aspectos:
1. a) La fiesta se realizaba tanto en la veintena de quecholli como
en la de tepeilhuitl.
2. b) Durante la celebración se abstenían de comida condimentada por siete
días y al que no lo llevaba a efecto, se decía que le salían pústulas en el
cuerpo, y si lo descubrían lo castigaban, aunque no se dice de qué manera.
3. c) Se menciona que al día de la fiesta se le llamaba “‘El baile de los
dioses’ y toda la gente aparecía allí con disfraces de colibrís, mariposas,
abejas, moscas, pájaros, escarabajos, y escarabajos del excremento; en estos
[disfraces] ellos bailaban”.[13] Estos danzantes disfrazados como aves se
pueden apreciar en la parte superior izquierda de la pintura.
Figura 2. Primeros memoriales, fol.
254r.[14]
d) Otro de los rituales era el que se realizaba ante la
imagen de Tlaloc, donde colocaban un estanque de agua lleno de ranas y
serpientes para que la mazateca, sin utilizar las manos, las tomaran y
devoraran vivas, como en una competencia, los que lo lograban eran
recompensados.
El cronista franciscano no menciona nada sobre la parte central de la
escena donde Xochiquetzal aparece con el telar en un árbol. Según Graulich se
trata del árbol de Tamoanchan y Xochiquetzal recuerda a la mujer que
personifica a Toci en la fiesta de ochpaniztli,
cuando iba a tejer al mercado.[15]
Esta equiparación entre estas dos fiestas es posible a partir de ciertos
elementos comunes, pero generales, como el ayuno presente en ambas y su
relación con el fin e inicio de nuevos ciclos agrícolas. Atamalcualiztli
conmemoraba un período de descanso para la tierra y su fruto más preciado, el
maíz; era un lapso de ocho años en que el grano envejecía por acción del hombre
y la fiesta simbolizaba su rejuvenecimiento, por eso se ayunaba en honor a esta
planta con lo que se afligía el estómago, el cuerpo, se hacía penitencia.
A pesar de que los diversos alimentos
tuvieran una esencia vital, sin lugar a dudas el maíz tuvo un papel
protagónico, pues es el alimento por excelencia al que se honra y se le
realizan ofrendas, pues su agotamiento tiene implicaciones negativas para el
desarrollo y mantenimiento de la vida, como puede verse a través de la fiesta
de los tamales de agua y de los diversos agüeros relacionados con esta planta.
Una vez más se observa que el hombre hace penitencia en pago por los dones y
favores que recibe de la naturaleza cuya esencia es divina.
NOTAS
[1] Fray
Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas
de Nueva España, 11a edición, México, Porrúa,
2006 (col. “Sepan cuantos”, 300), p. 271.
[2] Ibid.,
p. 272.
[3] Ibid.,
p. 271 y 272.
[4] Ibid.,
p. 275. El autor menciona que “para que esto no aconteciese el que comía alguna
caña verde, de noche, calentábala al fuego”.
[5] Ibid.,
p. 273.
[6] Hernando
Ruíz de Alarcón, Tratado de las supersticiones y
costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva
España, Biblioteca Virtual Universal, 2003, p. 14 en www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf (consultado
10/01/16).
[7] Alfredo
López Austin, Cuerpo Humano e Ideología. Las
concepciones de los antiguos nahuas, t. I, México, UNAM- IIA, 2012,
p. 251. El autor menciona que “se atribuye en la actualidad el sueño al maíz, y
se dice que es malo desgranarlo de noche, porque está durmiendo, con lo que tal
vez se suponga que la ingestión del grano sin su fuerza hace nulas sus
propiedades nutricias”.
[8] Fray
Bernardino de Sahagún, Códice florentino, t.
I, (ed. facsimilar elaborada por el Gobierno de la República Mexicana), México,
Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979, fol. 15v-16r.
[9]“El grano que
comen que se llama maíz, fue fecho de esta manera: Los dioses descendieron
todos a una caverna, donde un dios llamado Piltzintecutli estaba acostado con
una diosa llamada Xochipilli, de la cual nació un dios llamado Cinteotl. El
cual se metió debajo de la tierra y de sus cabellos salió el algodón, y de una
oreja una muy buena semilla que ellos comen gustosos, llamada huazontli (¿o
catateztli?), de la otra, otra semilla. De la nariz, otra más llamada chian,
que es buena para beber en tiempo de verano; de los bledos salió un fruto
llamado camotli, que es
como los nabos, muy buen fruto. De las uñas otra suerte de maíz largo, que es
el cereal que comen ahora, y del resto del cuerpo salieron muchos frutos, los
cuales los hombres siembran y cosechan. Y por esto era este dios amado por
todos los dioses y lo llamaban Tlazopilli, que quiere decir señor amado”. Este
relato es de la “Histoire du Mechique”
recogido por en Ángel María Garibay K., en Teogonía
e historia de los mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI, 2ª
edición, México, Porrúa (col. “Sepan cuantos…”, 37), 1973, p. 110.
[10] Ruíz de
Alarcón, op. cit., p. 68,
menciona que en cuando se plantaba del maíz se llevaban a cabo una serie de
conjuros a la planta, al instrumento de labrado, es decir, la coa, y también se
le hablaba a la tierra para que diera una buena siembra, le decían: “Ea, ya haz
de tu parte lo que debes, espejo carilabrado, que vaheas, que ya te he de
entregar al noble varon y culebras [coas] porque aqui es muy aproposito para su
estada que ya han llegado los espiritados (las nubes)”.
[11] Fray
Bernardino de Sahagún, Primeros memoriales,
paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan,
completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur.J.O.
Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman,
Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997, p. 69. Traducción del inglés al
español del Seminario Permanente Crónicas y Fuentes de Origen Indígena del
Siglo XVI Novohispano.
[12] Michel
Graulich, “Atamalcualiztli. Fiesta azteca del nacimiento de Cintéotl-Venus” en www.ejournal.unam.mx/ecn/ecnahuatl32/ECN03218.pdf,
p. 4.
[13] Ibid.,
p. 68.
[14] Fray
Bernardino de Sahagún, Primeros Memoriales,
edición facsimilar de Ferdinard Anders, Madrid, Oklahoma, University of
Oklahoma Press -Patrimonio Nacional y de la Real Academia de la Historia, 1993.
[15] Graulich, op.
cit., p. 4.
Fuentes consultadas
– Garibay
K., Ángel María, Teogonía e historia de los
mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI, 2ª edición, México, Porrúa
(col. “Sepan cuantos…”, 37), 1973.
– Graulich,
Michel, “Atamalcualiztli. Fiesta azteca del nacimiento de Cintéotl-Venus”
en www.ejournal.unam.mx/ecn/ecnahuatl32/ECN03218.pdf.
– López
Austin, Alfredo, Cuerpo Humano e Ideología. Las
concepciones de los antiguos nahuas, t. I, México, UNAM- IIA,
2012.
– Ruíz de
Alarcón, Hernando, Tratado de las supersticiones y
costumbres gentilicias que hoy viven entre los indios naturales de esta Nueva
España, Biblioteca Virtual Universal, 2003 en www.biblioteca.org.ar/libros/89972.pdf.
– Sahagún,
fray Bernardino de, Códice florentino, t.
I, (ed. facsimilar elaborada por el Gobierno de la República Mexicana), México,
Archivo General de la Nación-Casa Editorial Giunti Barbera, 1979.
– Sahagún,
fray Bernardino de, Historia general de las cosas
de Nueva España, 11a edición, México, Porrúa,
2006 (col. “Sepan cuantos”, 300), p. 271.
– Sahagún,
fray Bernardino de, Primeros Memoriales,
edición facsimilar de Ferdinard Anders, Madrid, Oklahoma, University of
Oklahoma Press-Patrimonio Nacional y de la Real Academia de la Historia, 1993.
– Sahagún,
fray Bernardino de, Primeros memoriales,
paleografía del texto náhuatl y traducción al inglés de Thelma D. Sullivan,
completada y revisada con adiciones de Henry B. Nicholson, Arthur.J.O.
Anderson, Charles E. Dibble, Eloise Quiñones Keber y Wayne Ruwet, Norman,
Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1997. Traducción del inglés al español
por parte del Seminario permanente Crónicas y fuentes de origen indígena del
siglo XVI novohispano.















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