Los
conventos femeninos y el mundo urbano de la Puebla de los Ángeles del siglo
XVIII
Cuarta parte
Los conventos femeninos y
el sistema devocional urbano
Introducción
A lo largo del periodo
colonial, el surgimiento de devociones fue una expresión más de la adecuación
de creencias que, como parte de un continuo proceso cultural, impusieron formas
de sociabilidad y prácticas colectivas reconocidas no sólo como válidas sino
como necesarias para el mantenimiento de la religión cristiana.
El aporte de los
conventos de mujeres en la conformación del sistema devocional urbano estuvo
relacionado con la gran importancia que alcanzaron en la cultura de la época.
Determinar su lugar social requiere tomar en consideración diferentes aspectos;
uno de ellos se refiere a las variadas manifestaciones de religiosidad que
surgieron como respuesta a los intereses de una sociedad compuesta por
emigrantes que con sus propios cultos se fusionaron con la población y las
creencias locales. Por otro lado, la adecuación y dedicación de las iglesias
conventuales, las imágenes que se veneraban, el tipo de construcciones y las
festividades, también fueron algunos de los múltiples aspectos que surgieron
como consecuencia de la relación entre los conventos y el mundo urbano.
La filiación y
relaciones entre diferentes cultos puede ayudar a comprender la fuerza que
adquirieron los monasterios en el conjunto social, y su papel fue clave en las
diversas fases de conformación de la identidad de la ciudad. Durante los
primeros sesenta años de vida de la angelópolis, el santoral hizo referencia de
manera especial a la intercesión de santos varones que, con excepción de Santa
Bárbara y en casos extraordinarios de la virgen llamada La Conquistadora,
fueron promovidos por el Ayuntamiento. Su función se asoció directamente con la
súplica colectiva por la intervención celestial ante los accidentes de la
naturaleza, como tempestades y enfermedades. En el periodo comprendido entre
1593 y 1700, surgieron advocaciones femeninas asociadas a nombres de conventos
de mujeres que se insertaron en el calendario devocional urbano; mediante
apariciones, sueños, milagros y sorteos, ganaron un lugar en las festividades
populares hasta ser nombradas finalmente patronas de la ciudad.
De manera paralela al
surgimiento de los patronatos femeninos emergió otra importante manifestación
de la religiosidad asociada con la erección de los santuarios marianos en zonas
periféricas de Puebla y de la región. Estos han sido considerados y estudiados
como la forma devocional por excelencia de culto público453. Sin embargo, también emergieron otras
formas alternas de devoción privada que contribuyeron a formar la identidad
urbana. Como la más clara muestra de ese proceso tenemos que, dentro de los
conventos femeninos, se manifestaron formas de culto privado a la virgen María
a través de diferentes advocaciones particulares. Por tanto, constatamos a lo
largo del siglo XVII la conversión de espacios monásticos en santuarios
marianos temporales y privados que, mediante las apariciones y visiones
celestiales, formaron parte de la vida mística al interior de los conventos.
Esta manifestación de
religiosidad generada dentro de los muros conventuales a lo largo del siglo
XVIII, contribuyó a identificar y definir parte del sistema devocional criollo
al integrar a venerables monjas en proceso de beatificación en las nominaciones
patronales e intercesoras454. Esta espiritualidad reflejada en las hagiografías y
crónicas se constituyó en el modelo ideal que formó parte importante de la
cultura local. El proceso culminó hacia 1754 con un cambio en el imaginario
individual y público que dio cabida a los milagros colectivos con las
apariciones de la virgen de Guadalupe dentro de dos conventos de calzadas.
Conjuntamente, durante
este periodo, la religiosidad conventual se expresó también en un incremento de
la veneración de las imágenes de Jesús, recreando así formas de devoción
pública por medio del milagro. Estas variadas muestras de piedad fueron
cuestionadas hacia la segunda mitad del siglo XVIII cuando se experimentó la
reacción de las autoridades del clero secular contra las manifestaciones de
culto popular.
Los conventos femeninos
influyeron en la definición del sistema religioso urbano que, como una
expresión del proceso civilizatorio, constituyó normas de comportamiento
individual y colectivo, legitimando por medio del culto la conducta moral de la
sociedad, además de dotar a la ciudad de una identidad religiosa que la
diferenciaría, a lo largo de los siglos, del resto de la Nueva España.
La ciudad y
sus santos patronos
El sistema devocional
de la ciudad de Puebla se conformó en diversos momentos y formas, mediante
leyendas se expresó el interés social por reconocer la protección de sus
patronos jurados cuya reiteración se consideró un bien continuo y ordinario.
Sin pretender lo extraordinario ni lo espectacular se invocaban colectivamente
a los santos tutelares «de esta imperial ciudad a quien
pedimos humillados en nuestras necesidades, que su intercesión sea medianera
para que, aminoradas (nuestras necesidades) reconozcamos su patrocinio»455.
Los devotos asignaron
a los distintos santos456 funciones y formas devocionales específicas
caracterizadas por la mutabilidad, lo que permitió orientar la atención de los
devotos según la necesidad del momento. Así, mantenían a unos santos, olvidaban
a otros e incorporaban a terceros al panteón de la religiosidad popular. Con
ellos aparecían nuevas fiestas, misas, santuarios, procesiones, rezos
individuales y colectivos. Su influencia fue tan decisiva que la nominación
consuetudinaria de las calles surgió y cambió en función de esta dinámica
urbana.
«... que como de una ciudad angélica había de ser el patrón»457
Durante una primera
etapa que se puede situar entre 1545 y 1593, el santoral poblano correspondió
al modelo hispánico heredado; las advocaciones a las que acudió la población
como soluciones piadosas durante las crisis temporales se identificaron con los
patronos y protectores seculares. Su invocación obedeció a la necesidad de una
población que, si bien iba en aumento, sufría continuas crisis y mortandades y
necesitaba de una fuente activa de gracia divina. La acción de estos seres
celestiales tuvo un impacto y un objetivo definido, que consistió en establecer
un vínculo regular de clientela y patronazgo.
La jura de santos
patronos fue una práctica eminentemente municipal458 que actuó todo el tiempo en
combinación con el cabildo eclesiástico. Fue, decididamente, un hecho
característicamente urbano que expresó el consenso de una sociedad en el
proceso de construcción de sus prácticas devocionales colectivas459. Como ejemplo de ello está el caso de San
Sebastián, el primer santo patrono de la ciudad después de su fundación. Los
cabildantes del Ayuntamiento lo invocaron contra la pestilencia, «sin otra fórmula que ocurrir al Señor Deán y Cabildo en la sede
vacante del ilustrísimo Señor Garcés para que se diera permiso de erigirlo en
la iglesia como a tal abogado contra la peste», sin otro pedimento que el de su
propia devoción como lo dice el acuerdo de 15 de junio de 1545460.
Varias fueron las intenciones
de estas primeras formas de espiritualidad urbana al buscar, por medio de sus
patronos, abogados intercesores entre la nueva población y Dios. Su más
importante función fue la salvaguarda colectiva del nuevo asentamiento contra
las incontrolables fuerzas de la naturaleza en una tierra que recién se
conocía; por ello se recurrió al santoral hispano recomendado para tal fin. A
San José se le invocó contra los rayos y las tempestades junto con Santa
Bárbara, quien además controlaba el fuego...
|
A los cinco de
diciembre, [...] a la misma gloriosa Santa Bárbara, virgen y mártir patrona
contra los rayos que es combatida esta ciudad y si su padre Dios quiso, por
complacer al tirano juez, ser verdugo de la santa quitándole la cabeza,
después un rayo lo convirtió en cenizas cuando millares de ángeles colocaron
a Bárbara en el trono majestuoso de gloria que le esperaba [...]461. |
Otras intermediaciones se establecieron
especialmente en tiempos de epidemias y pestes, cuando se recurrió al citado
San Sebastián y a San Roque «que como de una ciudad
angélica había de ser el patrón»462. San Nicolás Tolentino fue invocado «por los temidos terremotos a que está expuesta la ciudad», por
lo que se le dedicaron los debidos cultos463; mientras se recurrió a San Antonio464 para el control de los vendavales y
el mal aire. Con esto se buscó el dominio de los cuatro elementos básicos de la
naturaleza.
Siguiendo esta lógica,
se hizo intervenir de manera excepcional a la virgen Conquistadora en el
control de las aguas e inundaciones. En 1697, el río de San Francisco por
tiempo de lluvias solía correr en caudalosas avenidas. Un día especial fue el
15 de octubre cuando:
|
[...] sobrepujando a
las quatro y media de la tarde, (el río) con sus impetuosos raudales [...]
paso a entrar en el vecino convento desmenuzando la represa y torciéndola a
la plazuela inmediata [...] y habiéndose conmovido todos los ciudadanos con
la novedad, se sacó el procesión entre otras con el Augustísimo Sacramento
por los religiosos de san Francisco la milagrosa imagen de María Santísima La
Conquistadora, quedando tan escarmentados y medrosos los vecinos de esta
avenida que hasta los presentes tiempos hacen fúnebre recuerdo de ella,
nombrándola de santa Teresa465. |
El culto de los patronos jurados se
caracterizó por su inmediatez. Esto se reflejó de alguna manera en la visión
fatalista que el mortal tenía del mundo que le rodeaba, donde los medios
humanos se manifestaban absolutamente impotentes, donde sólo la intervención
sobrenatural podía ordenar ese caos. Esta característica del culto popular
junto con la concepción eclesial de la santidad no sólo se manifestaba en el
tipo de petición sino también en la idea que se tenía acerca de los poderes que
los santos como intercesores ante el Todopoderoso tenían en el control de las
fuerzas de la naturaleza.
La función de los
patronos se buscaba de manera cotidiana estableciendo rituales-compromiso entre
la figura del santo y la población. Por medio de acuerdos entre ambos cabildos
se establecían compromisos, esperando, de San José «su
patrocinio para los buenos temporales y la defensa contra los rayos»466. A cambio de su intercesión el
Ayuntamiento manifestaba la obligatoriedad de promover la devoción pública al
traer en procesión la imagen del santo desde su iglesia hasta la catedral,
donde permanecía por casi 12 días; pasadas las celebraciones, volvía a su
parroquia previamente acompañado con las solemnidades correspondientes. En el
caso especial de este santo su función, aunque especializada en principio, se
fue haciendo múltiple, pues empezó a recurrirse a él ante aflicciones o
necesidades públicas como la guerra, la peste o las sequías. Entonces «trae la ciudad o el venerable cabildo esta santa imagen a la
catedral [...] con una casi certeza de obtener el beneficio que se desea de la
piedad del santísimo patriarca, por las repetidas experiencias que lo han
manifestado»467.
«Se celebre su fiesta [...] en cada un año perpetuamente»468
La identificación de
miembros de la corte celestial con el proceso de poblamiento del nuevo mundo
fue de facto parte de la política colonial
regulada por los ayuntamientos. San Miguel Arcángel formó parte de la leyenda
histórica de la ciudad al ser asociado a su fundación. A los santos varones del
siglo XVI, se añadieron a lo largo del periodo colonial otros patronatos, entre
ellos algunos femeninos como la Purísima Concepción, Santa Teresa y Santa Rosa,
enriqueciéndose el panteón urbano bajo el influjo de nuevas advocaciones
conventuales, como lo muestra el cuadro 13.
En un primer periodo
vemos la marcada preferencia por los santos varones469, una santa y dos advocaciones de la
virgen bajo la concepción española de La Conquistadora470 o La Purísima Concepción a partir de
1619. El segundo periodo, posterior a 1670, señala una tendencia devocional
hacia personajes asociados directamente al nuevo mundo o conocidos por sus
reformas dentro de las órdenes a las que pertenecieron, como sería el caso de
San Juan de la Cruz471, San Francisco Javier472 y Santa Teresa...
Al 15 de octubre de
cada año, en el convento de Nuestra Señora del Carmen (celebra) a la doctora
mística de la iglesia santa Teresa de Jesús, como a su abogada y patrona, la
celebra la ciudad su fiesta con la dotación que le es permitida de las rentas
de sus propios473.
Patronatos de la ciudad
de Puebla de los Ángeles (siglos XVI-XVIII)
|
Santo |
Año de patronato |
Función o defensa |
Sitio o lugar de devoción |
|
San
Miguel Arcángel |
1531 |
fundador |
catedral |
|
San
Sebastián |
1545 |
peste |
titular
parroquial |
|
San
José |
1546 |
rayos |
titular
parroquial |
|
La
Conquistadora |
1582 |
inundaciones |
convento
franciscano |
|
Santa
Bárbara |
1611 |
fuego |
convento
franciscano |
|
La
Purísima Concepción |
1619 |
patrona |
catedral-convento
franciscanas |
|
San
Roque |
1624 |
pestes |
hospital
de juaninos |
|
San
Nicolás T. |
1653 |
terremotos |
conventos
agustinos |
|
San
Antonio |
aire |
convento
franciscano |
|
|
Santa
Rosa de Lima |
1672 |
patrona |
convento
de dominicas |
|
Santa
Teresa |
1700 |
patrona |
convento
de carmelitas |
|
San
Juan de la Cruz |
1781 |
demonios |
convento
de carmelitas |
|
Beato
Sebastián de Aparicio |
1789 |
pestilencias |
convento
franciscano |
|
San
Felipe de Jesús |
convento
franciscano |
||
|
San
Francisco Javier |
contagios |
colegio
de jesuitas |
En las crónicas
aparecen aún antes de ser conocido los dos últimos personajes.
FUENTES: APP, libro de
patronatos de la ciudad, y Zerón Zapata, 1945.
Integrándose en unos
casos y difundiéndose en otros, a lo largo del siglo XVIII, el culto a la
virgen de Guadalupe y demás santos y beatos americanos como: San Felipe de Jesús474, Santa Rosa de Lima475 y el beato Sebastián de Aparicio476.
Quizás la fuerza de
los patronatos masculinos del siglo XVI obedeció al intento de cultivar el
espíritu de fortaleza y seguridad necesarias en esta nueva tierra a partir de
la exaltación de la fe477. Fueron expresión de la religiosidad urbana que poco a
poco se enriqueció con las celebraciones eclesiásticas, las advocaciones y
consagraciones de las órdenes religiosas, las prácticas devocionales y los
desagravios.
Cada devoción
propuesta por el ayuntamiento y avalada por el clero secular traía consigo la
necesidad de representar físicamente al santo patrono, para incluirlo
materialmente en las prácticas de reconocimiento y celebración pública. En el
caso de San José la tradición dice que la imagen del santo se diseñó en el
tronco de un árbol, que se erguía en la que hoy es plaza delante de la iglesia,
sobre el cual cayeron en una sola tarde siete rayos478. De San Miguel Arcángel, el principal
patrono de la ciudad, el 20 de septiembre de 1617 se encargó al regidor Pedro
de Uribe:
|
[...] que se hiciera
la imagen del santo Arcángel, de bulto tallada, con sus andas para que se
trajera en hombros de los regidores en la procesión de su día lo cual se mandó
a hacer a costa de los propios479. |
La participación de todas las
congregaciones y del pueblo creyente para avalar la introducción de un
patronato, solicitar la intercesión celestial y de manera casi obligada para
reforzar la religiosidad, fueron de las características de esta fase del sistema
devocional.
Una vez propuestos los patronatos, se
establecía la costumbre de festejarlos, para lo cual, a partir de su elección,
quedaban registrados con una dotación de los «propios» de la ciudad en los
libros de cabildo. El ayuntamiento estableció como práctica consuetudinaria el
financiamiento de las fiestas de patronatos. El 13 de agosto de 1611:
|
se acordó este dicho
día y estableció que, así mismo, el día de la gloriosa virgen y mártir santa
Bárbara, abogada general de los rayos se celebre su fiesta con vísperas, misa
y sermón solemne, en cada un año, perpetuamente, a costa de los propios de
ciudad, en el convento de los descalzos de san Francisco, cuya iglesia es de
la advocación de dicha gloriosa santa, a la cual a de ir y asistir el dicho
cabildo, justicia y regimiento, en cuerpo de ciudad y se de limosna al dicho
convento y frailes 10 pesos de oro común a costa de los dichos propios de
ciudad cada un año480. |
Otro aspecto importante contemplado en las
manifestaciones devocionales públicas fue la posibilidad de hacer extensiva la
protección celestial al espacio familiar y privado. El 19 de marzo, día en que
se celebraba a San José, después de la función solemne se bendecía una gran
cantidad de candelas de cera, que los fieles llevaban a sus hogares «con bendición especial por particular privilegio y bula de su
santidad, contra los rayos y tempestades»481.
Las creencias
populares respecto a los santos combinaban tres acciones; oración, petición y
ofrenda. La combinación y el énfasis particular puesto en cada uno de estos
aspectos caracterizó cada devoción. Además de la cera, el Ayuntamiento hacía el
gasto necesario de las palmas que se bendecían en su parroquia para que se distribuyeran
entre los fieles como recordatorio del compromiso colectivo e individual entre
los devotos y el santo. Según las Siete Partidas los
peregrinos iban a los santos lugares precisamente «para
llevarse algo», con la esperanza de que el objeto-reliquia hiciera curaciones
en casa y los protegiera contra los enemigos. La distribución de estos objetos,
previa bendición en presencia sagrada, aseguraba que se repetiría la historia
del patronato y su objetivo protector482.
«Que por su ruegos e intercesiones esta república esta guardada y
amparada...»483
En principio las
celebraciones patronales se restringieron al grupo de españoles y criollos,
excluyendo a grupos subalternos en las rogativas públicas484, mas no de los beneficios que otorgaba el
patronato:
|
Costumbre loable y
aprobada es en las ciudades y lugares tener santos vocales por patronos y
abogados, según el consejo de Job y por el auxilio que persuade David, de los
santos que, como Dios quiere que sean venerados, por su intercesión hacen
muchas misericordias y singulares beneficios a los pueblos que los toman por
patronos. [...] pareció a la congregación ser cosa muy justa tomar a los
dichos santos por patronos y abogados de estas indias y que los días que se
celebran se guarden en esta diócesis con las fiestas de la Visitación y
Expectación de Nuestra Señora485. |
Con el tiempo se integraron las
comunidades indígenas, al sistema devocional cuando se les asignaron, por
ejemplo, los nombres de santos patronos a los barrios que ellos poblaron. Un
ejemplo de ello fue el de la parroquia de San Sebastián administrada por los
agustinos desde 1546486; su doctrina, al estar ubicada al poniente de la ciudad,
comprendía a la población en la falda del cerro del Centepec (cerro solo) y las
zonas colindantes donde se avecindaron los huejostzincas.
El ayuntamiento
angelopolitano juró a sus patronos y abogados siempre con la aceptación
colectiva, misma que de acuerdo con sus necesidades podía modificar la
importancia del lugar de su culto como en el caso del convento franciscano de
Santa Bárbara487, en cuya portería los religiosos colocaron una pintura
antigua de San Antonio.
|
Por medio de ésta
comenzó el santo muchos milagros que obraba el santo por medio de esta su
imagen, con que se concilio la veneración y el aplauso, siendo muchísimo el
concurso que acudía a pedirle remedio en sus necesidades y de aquí nació que
tomase el convento el nombre de san Antonio488. |
Las celebraciones de los patronatos
desempeñaron un papel importante en la integración del espacio urbano,
resaltando en principio la intención integradora y ordenadora del cabildo
municipal. Para erigir el templo de San José, el «señor
obispo y por los dichos señores (cabildantes) inspeccionaron dos o tres sitios
en el barrio de San Francisco y en el cerro que ahí está (San Cristóbal) y fue
acordado de elegir un sitio junto a un horno de cal antiguo, que allí aparece
cerca de las casas de los indios que allí están edificadas»489. De esta manera quedaban integrados los
barrios indígenas del norte de la ciudad a la jurisdicción parroquial española.
La aceptación de los
patronatos implicaba la construcción de parroquias o la dedicación de capillas.
En algunos casos se inició el patronato con la erección de ermitas:
|
Los reverendos
señores deán y cabildo de este obispado de Tlaxcala, y por qué Señor san
Sebastián es abogado de las pestilencias, acordaron se hiciese una ermita de
su advocación cerca de la traza de esta ciudad, [...] tal que en el medir de
el se guarde la traza y sea sin perjuicio490. |
Dependiendo de la importancia del
invocado, su lugar de culto podía ser la misma catedral como en el caso de San
Miguel Arcángel491. También se le dedicó una capilla especial a La Purísima
Concepción al lado del evangelio, dado que dicha basílica estaba dedicada a su
advocación.
El culto de los
patronos jurados se llevaba a cabo en días específicos que se combinaban con
las restantes conmemoraciones del santoral. Generalmente estos cultos duraban
una semana, frente a otras que se encontraban distribuidas durante el año
litúrgico, cuando los santos recibían culto un día específico. Por ejemplo, a
San José le dedicaba una gran fiesta en marzo492, y en este caso en particular se le
recordaba mensualmente mediante una misa los días decimononos de cada mes.
Toda devoción impuso
la obligación de visitar el centro principal de su culto periódicamente, a modo
de procesión. El devoto lograba de este modo establecer una relación
satisfactoria con el santo, propiciando los medios necesarios para conseguir su
protección.
Los programas de las
fiestas de los patronos jurados se enriquecieron y variaron con el tiempo;
algunas celebraciones decaían y resurgían con el tiempo. La ciudad era
resguardada contra los rayos y tempestades por la intercesión de San José desde
1556. Sin embargo, el 13 de agosto de 1611, reconoció el ayuntamiento en sesión
de cabildo que:
|
en el año presente,
por nuestros grandes pecados o por haberse resfriado la devoción del pueblo
(cosa digna de lamentar) o por otros secretos juicios de dios, Nuestro Señor,
queriéndonos despertar ha permitido su divina majestad, que hayan caído
algunos rayos, así dentro de esta dicha ciudad como en su contorno y cercanías,
de que han peligrado y muerto algunas personas, causando gran sentimiento a
todo género de individuos, grandes y pequeños, eclesiásticos y seculares
[...] se solicita que este patrón sea honrado y su celebridad celebrada con
la pompa y autoridad que tan gran santo merece y que por su ruegos e
intercesiones esta república este guardada y amparada de las dichas
tempestades, aprobando y ratificando de nuevo el dicho patronato493. |
La introducción de los patronos en el
santoral implicaba una magna celebración, restringida únicamente por el radio
de influencia territorial del cabildo secular. En el caso del arcángel y patrón
tutelar de la ciudad:
|
[...] acordaron y
mandaron (los cabildantes) que dicho dia de san Miguel de cada año haya en
esta ciudad toros y juegos de cañas y tenga cargo de ordenar la fiesta el
regidor que llevare el pendon y su padrino y se les encarga tengan en ello
gran cuidado y prevengan y llamen para ella los principales de la ciudad e
comarca [...]494. |
Aunque todas las devociones patronales
tuvieron como punto de partida oficial la propuesta municipal, sólo en caso de
los patronatos femeninos lo maravilloso y milagroso desempeñó un papel decisivo
en el reconocimiento e iniciativa municipal. Estos casos fueron las fundaciones
y patronatos de La Purísima Concepción entre 1593 y 1619 y Santa Rosa entre
1683 y 1740.
Los conventos femeninos y los patronatos urbanos
Independientemente de
los objetivos que originaron las fundaciones conventuales, algunas de éstas
lograron insertar sus advocaciones en el santoral poblano gracias al impulso de
su mecenazgo. A manera de ejemplo tomaré las motivaciones fundacionales de La
Concepción a fines del siglo XVI y Santa Rosa, hacia la segunda mitad del siglo
XVII; ambos casos tuvieron en común la incorporación de sus símbolos
protectores en el imaginario urbano. El caso del La Purísima Concepción en el
siglo XVII fue generado a raíz de una aparición de la virgen, hecho que provocó
que una primigenia fundación conventual extendiera su influencia hasta
convertirse en uno de los patronatos más importantes de la ciudad. En cuanto a
Santa Rosa, una manifestación divina dio inicio a una fundación que con el
tiempo se materializó en el primer convento poblano bajo la advocación de la
santa limeña.
En ambos casos la
intervención divina fue un factor decisivo en la adopción de tales
advocaciones. Ambas fundaciones contribuyeron a mostrar la importancia de lo
maravilloso en la construcción de la devoción urbana de los siglos XVII y
XVIII. En un primer momento, el patronato de La Purísima Concepción fue un
elemento de integración y cohesión cultural de los grupos dominantes, además de
sincretizar en su entorno un conjunto de creencias indígenas495.
Con santa Rosa de
Santa María, noventa años después se insertó otra devoción femenina en el
espectro patronal, expresión de la fuerza del clero regular al conseguir la
canonización de la primera santa americana, con ello no sólo compartieron el
mismo espacio españoles e indígenas, sino que se cohesionaron al rendir culto a
un nuevo miembro de la corte celestial.
Por diferentes
mecanismos relacionados con lo milagroso, se insertaron las advocaciones
femeninas conventuales en el sistema de patronatos urbanos de la Angelópolis.
Un suceso milagroso ocurrido en 1593 obligó a Leonardo Ruiz de la Peña al
cumplimiento de una promesa hecha cuatro años antes a la virgen de La Purísima
Concepción. El marco geográfico de la aparición fue la inhóspita sierra del
norte, lugar habitado por grupos totonacas hacia finales del siglo XVI,
específicamente dentro de las aguas del caudaloso río llamado «Vinasco». El
hecho se remite a la salvación de nuestro personaje mediante la intervención
física y directa de la madre de Dios cuando se vio sumergido...
|
en una poza la
cabalgadura en que venia y naufragó en sus corrientes sin que pudieran
socorrerle los que le acompañaban, en este conflicto se acordó del voto que
tenia hecho, el que renovó, prometiendo ponerlo en ejecución luego que
llegase a la ciudad y al punto vio a Nuestra señora que le reprendia su
descuido y alargandole la orla o extremo del manto azul de que estaba
vestida, se asio de ella el cura y salio felizmente a la orilla, atestiguando
el milagro el hallarle los que le acompañaban, enjuto y sin haberse mojado la
ropa que 1levaba496. |
Se expresa aquí la racionalización de un
suceso maravilloso matizado con elementos propios del milagro, al transformar
un acto de carácter espontáneo, imprevisible y natural en un hecho de
intervención divina497.
En el caso de Santa
Rosa, al fraile dominico Bernardo Andía, Santa Inés le indicó, a través de un
sueño, el sitio específico para la fundación de un beaterio y futuro convento.
La palabra de estos
dos religiosos, como intérpretes mediadores entre la virgen y los designios del
señor, tuvo la fuerza necesaria para echar a andar dos proyectos de fundaciones
conventuales. Leonardo Ruiz de la Peña, fundador de La Concepción, fue hijo de
Juan Ruiz de Rojas y de Isabel de Zúñiga, y una de sus hermanas profesó como
religiosa del convento de Santa Catalina de la ciudad de Puebla498. Su cuñado, el regidor Diego Maldonado
fue electo alcalde ordinario de la ciudad en 1594, justo al año de haber sido
fundado el convento. Seis descendientes de esta rama familiar ingresaron por
fundadoras y capellanas del monasterio499.
Por otro lado, el
dominico Bernardo de Andía fue el impulsor inicial del establecimiento de un
beaterio y futuro convento; él tenía ya una amplia experiencia como promotor de
instituciones religiosas en la ciudad de los Ángeles puesto que fue fundador y
patrón de la cofradía de Santa Inés del Monte Policiano y administró y
patrocinó la construcción de las capillas de la Santísima Cruz y de Nuestra
Señora de la Piedad en el convento dominico de San Pablo de los Naturales. En
1692 fue electo ministro provincial de la orden dominica, cargo que mantuvo
hasta el año de su muerte en 1696.
La posición social de
ambos personajes imprimió a las apariciones un contenido de veracidad
incuestionable y su intercesión fue decisiva en la conformación del panteón
devocional poblano.
«Jurasen [...] defender el misterio de la Inmaculada Concepción de
Nuestra Señora...»500
En los cien años que
siguieron a la fundación de Puebla (1531-1631), varias «calidades
de gentes» llegaron a la ciudad. En este primer momento algunas oleadas de
migrantes se vincularon a las principales ramas productivas y agrícolas de la
región, logrando al cabo de dos generaciones que funcionara el proyecto
poblacional «ideal». Expresión del éxito económico fue la formación de las
principales fortunas de la ciudad. Por otro lado, y de manera complementaria,
una de las manifestaciones más importantes en la cultura urbana fue la
fundación de los conventos de mujeres que surgieron como producto de la madurez
de la sociedad poblana.
La renovación del voto
que hizo Leonardo Ruiz de la Peña para fundar un convento dedicado a la pura y
limpia Concepción de María coincidió con una necesidad real, dado que el
convento de Santa Catalina de Sena fundado 25 años antes:
|
[...] no es
suficiente para todas las mujeres que desean tomar el estado de religión y
dexar el mundo, por ser mucha cantidad las que lo pretenden [...] por lo cual
e acordado de muy agradable y espontanea voluntad de fundar otro monasterio
[...]501. |
Después de 17 años de ser párroco,
Leonardo Ruiz de la Peña decidió poner en marcha la fundación de La Concepción
hacia 1593, año en que coincidentemente obtuvo el nombramiento de cura
beneficiario del partido de Jonotla, en el obispado de Puebla. El significado
de la fundación y la fuerza de la identidad de los grupos familiares
representados en el convento, quedó de manifiesto en 1617 durante la
celebración de la dedicación de la iglesia del monasterio. Luminarias, hogueras
y mascaradas fueron promovidas por el Ayuntamiento de la ciudad para celebrar
tal acontecimiento. Pero cortas quedaron estas celebraciones cuando dos años
después, en 1619, se organizaron unas fiestas especiales dedicadas a la defensa
del misterio de fe de la inmaculada Concepción de María santísima502. Dado que en «la
ciudad de México el Arzobispado y el Cabildo están próximos a hacerlas»503 con motivo de la bula del santísimo
padre Paulo V, en que aprobó la piadosa fe en el misterio504, el día:
|
6 de diciembre dio
el ayuntamiento su poder en forma a los señores don Alonso de Guzmán, alcalde
mayor, y don Juan Antonio de Aguilar, regidor para que en nombre de toda la
ciudad jurasen solemnemente en la santa iglesia catedral defender el misterio
de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, como efectivamente lo
ejecutaron el día 8 del mismo, en manos del ilustrísimo señor don Alonso de
la Mota505. |
En esta fiesta, la corporación municipal
juró solemnemente la defensa de la piadosa creencia representada por la
advocación del convento, convirtiendo a la inmaculada Concepción en la patrona
de la ciudad. Por su parte, las autoridades seculares participaron en la
promoción festiva, estableciendo la representación de la madre de Dios al
conjunto heterogéneo de sectores indígenas que habitaban los barrios
periféricos.
Fue muy importante el
establecimiento de patronato, pues continuamente se recalcaba la importancia de
la ciudad «que es la segunda de ese reino»506. Junto con otras argumentaciones el
cabildo angelopolitano manifestaba su pretensión de igualdad al emularse con la
capital del virreinato a través de actos públicos. La ciudad de Puebla adquiría
con esta celebración un compromiso político y religioso que se repetiría
secularmente al declarar los cabildantes que
|
[...] seria bien que
de parte de la dicha ciudad, justicia y regimiento de ella, hiciere voto en
cada un año de celebrar perpetuamente por siempre jamas la fiesta de la
Purísima Concepción de la Sacramentísima Virgen [...] a imitación de otra
ciudad de España y de la cristiandad507. |
Un indicador de la importancia de esta
fiesta en la ciudad es que, para este mismo periodo, en ciudades como Córdoba o
Sevilla, las manifestaciones festivas en honor a la Virgen fueron tan
magníficas como las organizadas aquí. En cambio, en Toledo, cuna de la orden
concepcionista, hasta 1645 no se pudo celebrar una fiesta similar de manera
oficial508. El patronato de La Purísima Concepción, fue expresión de
la mentalidad barroca que definía la unión entre lo religioso y lo político y
sacralizaba profundamente la realidad.
La celebración de la
festividad de la Inmaculada Concepción de María refleja con claridad la
consolidación del grupo socialmente dominante en la ciudad de Puebla durante la
primera mitad del siglo XVII, configurando mediante la citada celebración una
forma de identidad cultural509.
La
institucionalización de esta festividad puede verse como elemento integrador de
cultura510 en la medida en que se constituyó en una forma de
reproducción y actualización de modelos simbólicos poseídos socialmente por el
grupo español511 que se incorporaron a la mentalidad popular mediante
su reiteración anual.
Gruzinski sostiene que,
si bien el siglo XVI fue el de la evangelización y del contacto de las
religiones indígenas con el cristianismo, en el XVII se generalizaron e
intensificaron los contrabandos sincréticos entre los sectores marginales y
clandestinos de la cultura colonial512. Es sugerente pensar que en la fiesta de
La Concepción se representó de alguna manera este proceso al existir una
posible transposición de deidades. El reconocimiento oficial del misterio de la
inmaculada concepción pudo coadyuvar a la política evangelizadora del clero,
mediatizando y transformando las devociones locales que persistían
clandestinamente en la región poblano-tlaxcalteca.
Ante la nueva imagen
de la virgen española del manto azul que celebraba su primera fiesta oficial en
diciembre de 1619, se sobreponía posiblemente Soapile513, señora, diosa del vestido verde azulado
a la que se reverenciaba en el siglo XVI en la región de Atlixco, Tlaxcala y
Cuauhquechola también en el último mes del año. Cihuapilli es la manera como en
náhuatl uno se dirige a la virgen María y quiere decir reina del cielo514. ¿Podemos verla como la respuesta a una
contraofensiva cristiana que por medio de la «mariolatría triunfalista» trataba
de diluir el culto tradicional indígena?, ¿o simplemente como una transposición
del culto hispano al nuevo mundo? Podemos pensar que la imagen barroca de la
virgen María, a partir de la gran fiesta, territorializó su culto incorporando
a las comunidades indígenas, ya que la veneración a la virgen indígena adorada
extraoficialmente, compartía suficientes rasgos con el cristianismo como para
poder sincretizarse en una devoción mariana.
Con el caso aquí
tratado, la fundación del monasterio dedicado a La Purísima Concepción en 1593,
la consagración de su iglesia en 1616 y la dedicación de la santa iglesia
catedral con esa misma advocación en 1619, comenzó la aceptación colectiva del
misterio de la fe y el reconocimiento de su patronato sobre la ciudad515. Posteriormente otras advocaciones de
María surgieron en santuarios dentro y fuera del centro urbano como la virgen
de Loreto y Guadalupe a lo largo del siglo XVII, estableciéndose una red de
santuarios marianos en la ciudad y en sus inmediaciones con Ocotlán en Tlaxcala
y Tonanzintla en Atlixco.
«... Y quedó Santa Ynés transformada en Santa Rosa»516
En el caso del
monasterio de Santa Rosa, se puede apreciar la inserción de lo milagroso en las
diversas etapas de su fundación. Como antecedente cabe recordar que éste
comenzó siendo una hermandad para transformarse en beaterio y posteriormente en
convento.
La cofradía de Santa
Inés fundada en 1671 por el fraile dominico Bernardo Andía corrió con un éxito
inmediato. Celebró fiestas y actos de caridad, creció y sus rentas se
multiplicaron. Una noche el padre Andía se preguntaba en qué otras obras
piadosas, más agradables a Dios, se podrían emplear los incrementos del capital
de la corporación y se le ocurrió la posibilidad de fundar un beaterio. Rezó y
en sus oraciones encomendó su suerte a Dios y durmió esperando en sueños que la
voluntad divina se hiciera manifiesta. Esa noche soñó que veía claramente a su
querida y amada virgen que estaba esparciendo mana517 sobre una pequeña casa propiedad de
la misma cofradía: eran sus deseos que se fundara allí un beaterio, bajo la
advocación de la Santa Inés. Esta aparición imprimió en Andía anhelos y ansias
de nuevas acciones, «este fue el principio -reconocería
más adelante el cronista del convento de Santa Rosa- primer anuncio y
fundamento de esta fundación»518. El fraile interpretó el mensaje y se dio
a la tarea de buscar el sitio escogido por la virgen para que sus «hijas, (las beatas) esposas de su amado hijo» pudieren
vivir en reclusión.
Este sueño se presentó
coincidentemente con la voluntad de fundar el beaterio, a partir del hecho
sobrenatural de una aparición. El suceso extraordinario generó la argumentación
milagrosa para permutar la cofradía en recogimiento de mujeres. El citado
fraile se avocó a localizar el lugar donde se iniciaría la edificación del
nuevo claustro. En un primer momento fijó su atención en un lugar vecino a la
puerta del costado de la iglesia de Santo Domingo, que había servido primero
como emplazamiento de un teatro y posteriormente como palenque de gallos en
donde se jugaban apuestas y había continuos pleitos, y al que los religiosos
consideraban «trono de Lucifer, lugar que durante setenta
y dos años estaba sirviendo de garita para el infierno, hecho un corral de
gallos». Se creía que, estableciendo una casa de religiosas en ese lugar, se
desterraría al demonio de esa calle tan próxima al convento de los dominicos y
que en cambio serviría como describe el cronista de la orden: «de ameno y florido huerto en que el esposo divino bajaría a tener
sus delicias con sus queridas esposas»519.
Esta primera intención
de «purificar» un espacio seglar, aunque formaba parte del objetivo que
justificaría la fundación, no llegó a fructificar. En este caso la búsqueda del
sitio esbozado en la aparición puede ser interpretado como parte del proceso de
cristianización, con el cual se pretendía la intervención divina con el objeto
de sacralizar un lugar considerado como pagano.
Bernardo Andía buscó
entonces otra casa propicia para la fundación del beaterio. Un día, caminando
por la calle que conducía de la iglesia de Santa Catalina a Santo Domingo,
observó con detenimiento una de las casas que pertenecía a la cofradía y que
tenía una extraordinaria semejanza con la aparecida en sueños, desde donde la
virgen había esparcido el rocío milagroso por la ciudad.
La finca quedaba a dos
calles y media de la iglesia de Santa Catalina: ahí debía ser, de acuerdo con
la descripción, el lugar donde se tenía que establecer el nuevo beaterio, el
cual comenzó a funcionar el 23 de enero de 1683.
Una vez establecido el
recogimiento, se consiguió licencia del señor don Manuel Fernández de Santa
Cruz, obispo de Puebla, para que se pudiese celebrar el santo sacrificio de la
misa en el oratorio de la casa que para ello se acondicionó. Para tal fin, se
mandó hacer un retablo colateral para la sala adaptada como capilla, en cuyo
lugar principal colocó una pintura dedicada a la gloriosa virgen Santa Inés y a
las religiosas beatas como sus amadas hijas debajo de su manto. Así vivieron
algunos años en el beaterio, recreándose en su imagen, debajo de su
advocación, «reverenciándola como a verdadera madre».
El provincial y el
prior de los dominicos dirigieron cartas al mitrado, solicitándole licencia
para acondicionar un oratorio dentro del beaterio en el que se celebrase misa.
Con su anuencia se dispuso la primera de ellas, que causó gran júbilo entre las
religiosas, a celebrarse el día 22 de julio de 1686. El sacerdote oficiante fue
el dominico fray Gregorio Cedeño quien afirmó haber recibido muy especiales
impulsos de recibir a Dios, y al terminar la misa
|
sin que hubiera el
menor ruido afuera, parece que de algún modo quiso Dios demostrar quan
agradable le fue (esta celebración) con un globo de fuego que alumbro toda la
ciudad entre siete y ocho de aquella misma noche y causo grandísima
admiración en toda ella [...] y assi lo afirmo por que no es mi intento hacer
de todo misterio de que pudo no carecer este suceso guando vemos que a san
Martín obispo celebrando su primera misa se le puso otro globo de fuego en la
cabeza para denotar Dios lo mucho que se enserraba de su amor [...] y así no
dejo de ser muy especial el aparecer el globo de fuego en esta noche
habiéndose celebrado el primer sacrificio de la misa en este beaterio tan del
agrado de Dios520. |
Sorpresivamente el escenario de lo
milagroso fue patente para toda la ciudad que se vio envuelta en una luz
inusual, transformándose el lugar por algo sobrenatural. La población
interpretó el hecho como algo milagroso y se unió más estrechamente a las
beatas.
Aunque el beaterio
dedicado a Santa Inés había comenzado a funcionar bajo la tutela de los
dominicos desde 1683521, pocos años después la familia Raboso, recibiendo la
orientación e influencia de Andía, promovió financiar la construcción de un
claustro para transformarlo en convento, pero ahora con una nueva advocación:
Santa Rosa de Santa María. Su culto era relativamente nuevo. Mediante la bula
del 12 de abril de 1672, firmada por Clemente IX, el papa ascendió a la santa
nada menos que a patrona de América, Filipinas e Indias522. Pero este proyecto no fructificaría sino
sesenta y ocho años más tarde.
La situación del
beaterio se mantuvo sin grandes cambios durante algún tiempo al morir don
Ildefonso (1680), su hijo prosiguió la obra al continuar con la construcción
del que sería el primer convento de Santa Rosa en América. Para ello, propuso
destinar el sitio donde se encontraba el beaterio para un hospital de
convalecencia de mujeres pobres, que podía conservar su antigua dedicación y
principal pintura dedicada a santa Inés y construir en otro sitio, un nuevo
espacio de clausura femenina. Para que el retablo tuviera un motivo más
adecuado, Raboso ordenó que, una vez que salieran las beatas a poblar su nuevo
edificio, se repintaran las religiosas bajo el manto y se transformaran en
mujeres convalecientes ordenando que:
|
en el oratorio
exterior [del futuro hospital] ha de quedar el altar con su retablo, mudando
las religiosas que están en el lienzo principal debajo de la gloriosa virgen
santa Inés en pobres combalesientes523. |
Como el hospital nunca se llegó a fundar,
la transformación del cuadro no se llevó a cabo sino hasta que se trasladaron
las beatas en 1697 a su nuevo edificio. Para ello, la pintura sufrió algunas
alteraciones, pero no las previstas, pues se mandó que se borrase el rostro de
la virgen de Santa Inés y se le convirtiera en el de la nueva patrona de
América; Santa Rosa, sin ser necesario el quitar a una santa para pintar otra
porque, como cita la crónica, «quedó santa Ynés
transformada en santa Rosa»524.
Mientras las
terciarias permanecían en su beaterio original, el edificio conventual aún no
terminaba de construirse, añadiéndose a ello la muerte de sus promotores y una
de sus peores crisis financieras, lo que planteó la posibilidad de venta del
inmueble por parte de la viuda de Raboso.
Fue en esta coyuntura
cuando intervino la virgen otra vez, ahora bajo la advocación de San Juan. Las
beatas, ante el intento de venta del monasterio, se apresuraron a solicitar las
licencias de transformación a convento formal, las cuales no les serían
otorgadas hasta no tener un edificio ex profeso terminado y el patronato debidamente
legalizado. Encomendase la comunidad a la virgen de San Juan525 para tal fin. La crónica describe
textualmente sus desesperadas oraciones de la manera siguiente:
|
bien vez Señora
Nuestra la mucha necesidad que tenemos de casa y la imposibilidad que hay
para que se acabe el convento, ahora queremos por tu intersección quitar el
patronato [a la viuda de Raboso]. Para ello Señora te prometo -dijo la
vicaria María de la Encarnación- unos ejercicios que tendremos en comunidad
entrando desde el jueves hasta el domingo por la mañana526. |
A esto añadieron sangrientas
mortificaciones, cilicios, cruces, ayunos y continuas oraciones. A partir de
entonces, dado lo milagroso de la imagen, la virgen de San Juan fue proclamada
prelada vitalicia del monasterio.
La solicitud del
conjunto de las beatas y el ofrecimiento de un voto colectivo estableció la
base de un compromiso devocional con la madre de Dios. Finalmente, sus súplicas
fueron escuchadas; se terminó y al poco tiempo legalizó el beaterio. Cercana la
fecha del término de la obra, empezaron las beatas a disponer la mudanza a su
nuevo edificio, y para dar algún reconocimiento a la purísima virgen señora de
San Juan, a quien, según ellas, debían tal empresa, organizaron una ceremonia.
Parte del compromiso adquirido era engrandecer la obra de tan venerada virgen y
reconocer públicamente la gracia obtenida por su intercesión. Para ello
planearon las beatas una procesión que coincidiría con su traslado a su nuevo
beaterio en 1697. La virgen se depositó cinco días con las recoletas agustinas
hasta que llegara el momento de tomar posesión del edificio, y sería trasladada
en medio de una solemnísima procesión, del convento de Santa Mónica al de Santa
Rosa pasando por las principales calles de la ciudad, así, nuevamente se
expresaría públicamente la idea de perpetuar y profundizar una devoción527.
En Puebla, la fiesta
en honor de Santa Rosa se realizaba en el convento de Santo Domingo hasta 1740.
Cuando el convento de Santa Rosa se fundó formalmente, el ámbito de la
festividad se amplió al incluir al recién fundado monasterio, y hacia 1768
rebasaba el contexto dominico al compartir con la catedral angelopolitana las
magnificentes celebraciones en honor de la santa criolla528. Ya a principios del siglo XVIII el
cronista Miguel de Alcalá y Mendiola menciona a Santa Rosa como una de las
principales patronas de la Puebla, «querida y venerada
por todos los moradores de esta ciudad», y cita el siguiente soneto, que
muestra la gran importancia que tuvo esta santa para la Angelópolis:
|
Los casos de La Concepción y Santa Rosa
muestran la decisiva importancia que los conventos de mujeres tuvieron en la
conformación de la religiosidad y prácticas urbanas en dos épocas diferentes.
En ambos casos existen aspectos comunes que muestran el gran alcance de las
nuevas advocaciones que se impusieron en la ciudad para protección de los
poblanos.
El santuario mariano y el sistema devocional urbano
En México la devoción
a la virgen María es considerada por algunos autores como parte de un mito
sincrético, que «representa un éxito absoluto en relación
con las divinidades femeninas que la precedieron; ella sola reúne en sí los
atributos, las cualidades y los poderes compartidos por aquellas»530. El culto mariano forma parte importante
del gran esquema devocional poblano de los siglos XVII y mediados del XVIII. La
popularidad de María como virgen auxiliadora y consoladora eclipsó a la mayor
parte de los otros santuarios dedicados a los patronos jurados que se
especializaron en la intercesión colectiva contra fuerzas de la naturaleza.
Con las
manifestaciones marianas se presentaron algunos elementos esbozados ya en los
patronatos femeninos. La virgen era reconocida como patrona de la ciudad hacia
fines del siglo XVI bajo las advocaciones de La Conquistadora (1582) o de La
Purísima Concepción (1593), y como principal mediadora entre el devoto y Dios;
su función en el siglo XVII se revistió de una acentuada tendencia hacia lo
maravilloso, en la que se supeditaba la realidad a lo sagrado a través del
milagro.
Los estudios de
mariología han destacado el papel de las leyendas centradas en torno al
hallazgo de la imagen y al milagro donde debía ser venerada en su santuario531; en nuestro caso lo sobresaliente resultó
de la definición de la territorialidad urbana gracias a la integración
geográfica de los adoratorios marianos públicos y privados.
«... habiéndose encomendado a la virgen de Loreto, resultó
ileso...»532
Las diferentes
advocaciones marianas en la ciudad de los Ángeles, estuvieron, en un primer
momento que se sitúa entre 1586 y 1688, muy estrechamente ligadas al sistema
mariológico español; atendiendo al origen hispano del vidente masculino (con
excepción de la virgen mexicana de Guadalupe) porque la mariofanía se llevó a
cabo en sitios abiertos fuera del contexto de la ciudad o en torno a una ermita
o santuario dentro del perímetro de la zona urbana. En cambio, las
manifestaciones marianas documentadas entre 1690 y 1755, además de incluir la
participación de monjas y religiosos, ocurrieron en espacios cerrados y
conventuales como los coros. Estas devociones marcan ya una tendencia diferente
de lo que se podría llamar lo maravilloso urbano como lo muestra el siguiente
cuadro:
Santuarios marianos en la
ciudad de los Ángeles (siglos XVI-XVIII)
|
Advocación |
Año de aparición |
Origen-profesión del personaje |
Tipo de milagro o mérito |
Sitio o lugar de la capilla o ermita |
|
Remedios |
1586 |
español-vagabundo |
libró
de cornada |
sur |
|
De
Gracia |
1600 |
español-vagabundo |
amainó
tempestad |
cerro
oriente |
|
Loreto |
1655 |
pollero-mestizo |
libró
de un rayo |
cerro
norte |
|
Defensa |
1676? |
español-ermitaño |
defensa
de animales |
centro |
|
Guadalupe |
1688 |
sacerdote |
conversión
de imagen |
cerro |
|
1754 |
monjas |
jerónimas |
||
|
1755 |
monjas |
catalinas |
||
|
Manga |
1690 |
monja |
estampa
de imagen |
jerónimas |
|
La
Soledad |
1699 |
monja
española |
cambio
de lugar |
sur;
carmelitas |
|
Refugio |
1746 |
jesuita |
devoción
popular |
jesuitas |
FUENTES: Fernández de
Echeverría y Veytia, 1962; Zerón Zapata, 1945; Toussaint, 1954.
Una de las
características más importantes de los santuarios marianos, que ha sido
previamente resaltada por Calvo, fue su ubicación estratégica en los cuatro
puntos cardinales de los contornos de las urbes533. Esta localización coincidió en algunos
casos con la protección urbana ejercida por los patronos jurados en el control
de las fuerzas de la naturaleza como en el caso de la virgen de Loreto:
|
En 1655 José de la
Cruz Sarmiento, vecino del pueblo de la Resurrección, al pasar por a la
cumbre del cerro fue sorprendido por una terrible tempestad. Un rayo mató al
caballo que montaba y a las gallinas que colgaban del arzón de la silla. Pero
el habiéndose encomendado a la virgen de Loreto, resultó ileso. Al año
siguiente pidió licencia para edificar una ermita a la virgen en el sitio del
milagro, la que obtuvo hasta el año de 1659534. |
Esta capilla se erigió en el norte de la
ciudad y su advocación estuvo en combinación devocional con san José. Por otro
lado, el cerro de San Cristóbal, ubicado al poniente se convirtió en espacio
sagrado con la aparición de la virgen de Guadalupe. Ahí la importancia del
lugar fue subrayada en la leyenda mediante un episodio de resistencia de la
imagen. En 1688 el párroco de San José que se hizo cargo de la capilla del
cerro decidió, para reforzar la devoción popular, colocar junto a una pintura
de la virgen de Belén, que ahí se encontraba, una escultura con el mismo tema;
la escultura la mandó a hacer a un tallista
|
éste le llevó
después de mucho tiempo una de la Virgen de Guadalupe de México. El cura la
rechazó y el escultor tornó a tallarla, pero otra vez le salió de Guadalupe.
Entonces el padre la recibió y la puso en la ermita cambiando la advocación
de la misma535. |
En otro caso la intervención divina
aparece para continuar la tradición establecida previamente por La
Conquistadora; aquí la Señora de Gracia hizo su aparición ejerciendo el control
sobre las aguas de lluvia o tempestades y las muertes por ahogamiento. Al
respecto la leyenda refiere que:
|
habiéndose embarcado
para España el capitán Gaspar de Jimena Villanueva, en uno de los navíos de
flota que regresaba, les entró un recio norte en la ensenada mexicana con
mucha tempestad de aguaceros y rayos, en que desarbolado el bajel y sin
esperanza de salvar vidas, hizo el dicho capitán voto de una imagen de
Nuestra Señora de Gracia que llevaba en su camarote, de edificarle un templo
si le sacaba a salvamento, [...] apenas hizo el voto, amainó el viento, ceso
al tempestad, se aquieto el mar y aclarando el tiempo se hallaron a vista del
castillo de san Juan de Ulúa y entraron en el puerto salvando todos sus vidas
y caudales [...]536. |
Este caso puede servir para mostrar que
algunas de las imágenes marianas respaldan la idea del papel de María como
sucesora de las diosas madres de la fertilidad. Las leyendas sobre las
apariciones relacionadas con el agua representaban un vínculo concreto entre
María y la tierra537 en su función de receptora.
Dicho papel no excluyó la función que
también llegó a tener la madre de Dios como mediadora entre los hombres y las
fuerzas de la naturaleza. La virgen de los Remedios parece retomar esta
tradición peninsular, en este caso aparece controlando una embestida de un toro
contra el hombre;
|
al suroeste de la
ciudad los carmelitas tomaron posesión de la ermita de Los Remedios que les
donó el obispo Diego Romano el 26 de junio de 1586. Dice la tradición que un
caballero nombrado Hernando de Villanueva, joven de espíritu y aficionado a
torear, habiendo entrado en la plaza en una corrida que se hizo en esta
ciudad, hallándose en peligro de muerte, escapo milagrosamente invocando a
Nuestra señora de los Remedios, en cuya gratitud le erigió esta ermita y
coloco en ella su sagrada imagen538. |
Relacionada temáticamente con la
protección de los animales, hizo su aparición la virgen de la Defensa539. Siguiendo la tradición eremítica, esta
imagen recibió «ese nombre para que protegiera a todo ser
de sus enemigos, a la tórtola de los pájaros de presa; a los pecadores del
diablo que llora de rabia»540. Además de aparecer como ordenadora de los elementos de la
naturaleza, se le añadieron otros atributos que incrementaron su popularidad
entre el grupo español, al haber servido en campañas misionales, recurso
utilizado para generalizar su devoción541. Por otro lado, la señora. de Gracia y la
de los Remedios comparten el haber motivado el avecindamiento542 de los videntes españoles en la
ciudad de los Ángeles, como fue el caso de Hernando de Villanueva, quien,
aprovechando el aviso del cielo, dado por la virgen de Gracia que lo salvó de
morir ahogado...
|
procuró mudar de
conducta y fijar aquí su vecindario, porque sería sin duda uno de aquellos
españoles vagos, que en aquellos principios andaban sin destino, ni domicilio
fijo, de que hay harta noticia en nuestras historias y prueba evidente el
juicio y cordura con que se portó en lo sucesivo el dicho Hernando de
Villanueva, que en que el año de 1555 le eligieron Alcalde Ordinario543. |
Uno de los elementos más importantes de
las manifestaciones marianas públicas y privadas fue la existencia del binomio
aparición-milagro, que Le Goff definió como parte de lo maravilloso cristiano544. Éste se enriqueció con otros elementos
como los «desplazamientos» de las imágenes hacia sitios u objetos percibidos
por los videntes como acciones sobrenaturales y con acciones o «asaltos» que
las imágenes o esculturas podían desencadenar. Con nuestra señora de la Manga
la invocación se hizo manifiesta en una prenda de uso personal, como fue el
hábito de una religiosa jerónima quien al encontrarse
|
en el coro una noche
de la Semana Santa [...] se le excitaron unos ardientes deseos de tener
alguna imagen que le representase al vivo las angustias de la Señora: en esto
otras religiosas ahí presentes vieron descender de lo alto una clarísima luz
cuyo rayo se dirigía a la religiosa y terminaba en su pecho: (con esta
manifestación se estampo la imagen de Nuestra Señora en la manga del hábito
de la religiosa)545. |
La virgen de la Soledad solicitó ser
venerada en América. La imagen fue encargada y diseñada en España por el conde
de Casa Alegre para un criado suyo radicado en Puebla; cuando el escultor tenía
|
[...] acabada cabeza
y manos de la imagen y ajustado el precio la encajono y condujo a Cádiz [...]
pero no habiendo embarcación pronta hubo de detenerse [...] donde una
religiosa recoleta hija del escultor suplico al conde para que estuviese la
imagen en su convento, ínterin llegaba el tiempo de embarcarla. Condescendió
el conde al gusto de la religiosa, y esta a pocos días aficionada a la santa
imagen, intento quedarse con ella [...] inmediatamente le asalto a la
religiosa una fiebre aguda y maligna, que en breve la condujo a las puertas
de la muerte y hallándose en este conflicto así ella como las demás
religiosas ofrecieron entregar luego la imagen si el señor daba salud a la
enferma; a punto que hicieron la oferta quedo enteramente libre de la fiebre
la religiosa546. |
Esta resistencia de significados múltiples
puede atribuir al milagro fines conminatorios para tratar de normar la conducta
inadecuada individual y colectiva como se muestra en los casos de pleitos
urbanos. Un ejemplo de ello lo tenemos en el caso de la iglesia de La Soledad
que originalmente albergó a la última imagen mencionada como patrona de una
cofradía, a causa de un pleito entre dos bandos de la hermandad en el que
tuvieron que intervenir las autoridades eclesiásticas547. Posteriormente se construyó ahí,
aprovechando el antiguo camarín de la virgen, la iglesia del convento de monjas
carmelitas descalzas de Nuestra Señora de la Soledad, el último monasterio de
clausura en la ciudad de la época colonial.
La Compañía de Jesús
estuvo entre las principales instituciones promotoras del culto a las imágenes
marianas, dando prioridad a las reproducciones de imágenes italianas. Como
ejemplo notable podemos mencionar la advocación de nuestra señora del Refugio
en torno a la cual se organizó todo un sistema devocional popular que originó
que en su honor se levantaran más de 60 nichos o tabernáculos en los que se
colocó su imagen en varias calles de la ciudad. Calvo equipara este tipo de
religiosidad con la mediterránea [...] donde «las
imágenes en los nichos o en los hogares no son mas que copias del santuario»548.
«La sacó la poderosa mano de la gran Señora que es vida»549
Los relatos de
apariciones y milagros personales ocuparon un lugar privilegiado en la
tradición religiosa europea de los siglos XII y XIII; sus temas y motivos se
repitieron en posteriores visiones públicas que ocasionaron la creación y el
resurgimiento de santuarios, lo que, además de incrementar el acervo devocional
y cultural de las ciudades contribuyó a definir la territorialidad urbana desde
la perspectiva de lo imaginario.
El proceso de difusión
social de las apariciones presentó dos variantes. En la primera, el portador
del mensaje carecía de autoridad, es decir de credibilidad, y la visión tenía
siempre más valor social que el vidente (vago, mulato, gallero). En la segunda
un cura, en el caso de la virgen de Guadalupe, un jesuita con la del Refugio y
dos monjas fueron protagonistas en los relatos de nuestra señora de la Manga y
La Soledad respectivamente; aquí el mensaje adquirió un peso importante a
partir de la calidad del receptor. En la mayoría de los casos, la presencia del
personaje en el lugar estuvo expresada por verbos de acción activa, torear,
navegar, montar, orar, en donde la aparición o invocación se presentó como una
iniciativa de orden sobrenatural.
Las apariciones laicas
fueron documentadas en occidente desde hace al menos seis siglos550. Y gracias a ellas, ciertos personajes
comunes recibieron un mensaje celestial como anticipo de la eternidad. El
gallero de la ermita de Loreto, después del milagro que le permitió sobrevivir
se retiró del mundo;
|
[...] fabricó una
nueva capilla de vigas, con estrecha y corta vivienda, en la que como
ermitaño en poblado, vivio dedicado al obsequio de su portentisima
bienhechora: asi pasaron los años hasta que un piadoso sacerdote baltasar
Rodriguez Zambrano se dedico ha hacer un templo dentro del cual estuviese la
santa casa en aquella disposicion y con aquellas medidas que dice la historia
[...]551. |
Los milagros operados sobre los hombres
elegidos en las mariofanías, campesinos y artesanos rurales, aparecen
cumpliendo un cometido apropiado para el contexto rural en la medida que
servían de modelo explicativo de la relación de esa sociedad con su entorno
geográfico y el mundo cristiano. Las apariciones se realizaban en puntos
simbólicos de acceso a la naturaleza; los árboles y las cimas de las montañas
eran puntos de contacto con el cielo552.
Podemos pensar que las
apariciones en los confines urbanos formaron parte de un proceso de
sacralización del territorio de frontera, que permitió la integración de las
comunidades indígenas ahí asentadas a la geografía del imaginario novohispano.
Se trataba con cada nuevo culto de la creación de un nuevo foco de orientación
urbana que connotaba cambios en el esquema devocional.
Esta espiritualidad,
que correspondió al modelo del universo occidental, fue trasplantada a América.
En España la virgen de Guadalupe553 desempeñó un claro papel al
respecto, en Puebla la ubicación de su primer santuario entre dos cerros,
coincidió con el emplazamiento de los arrabales de Xonaca y Xanenentla, cuya
población indígena en múltiples ocasiones amenazó con «bajar
a la ciudad»554.
En esta primera etapa,
el espacio propio de las apariciones fuera del asentamiento poblacional
español, modificó los propios límites de la ciudad al quedar inmersos los
santuarios dentro de su red de garitas. En esta medida las manifestaciones
devocionales sirvieron de acotamientos de la geografía urbana.
A los santuarios se
les adjudicaron virtudes taumatúrgicas, a partir de la relación aparición,
intercesión y milagro. Si un santuario resultaba milagroso, los mismos devotos
servían de comunicadores. Como en el caso de doña María de Vega quien
|
en ocasión de
visitar el santuario, en un alto se subió en una mula alevosamente mansa:
llegada al santuario, al desmontar quedo presa por la fimbria del guarda pie,
con lo que la bastarda bestia por naturaleza desleal, se azoro a la carrera
[...] no solamente la desnudo hasta el estrecho fustillo, sembrando en el
mortal camino los rigores de la camisa y de las naguas; sino que la hizo
rendir por despojo a su bruta fiereza parte de la rubia trenza (que hasta hoy
esta pendiente por anatema en las paredes del templo) y aún alguna una oreja;
pero bastole para tanto peligro el haberlo incurrido por reverencia a la
santísima virgen y Señora de Loreto y en este momento [...] la sacó la
poderosa mano de la gran Señora que es vida555. |
Los lugares de hallazgo o de aparición
fueron calificados mediante la leyenda como lugares de culto. Algunos se
ubicaban en enclaves de importancia ecológica, por ejemplo, en los nacimientos
de agua, como en las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora de Loreto,
donde «entre otros extraordinarios beneficios y repetidos
milagros reciben allí los devotos en el agua, poco ha descubierta en un pozo
que se ha cavado en sitio donde no se podía esperar, a mano la salud de todo
género de dolientes»556. Pero la aparición dotó al lugar de un significado y de un
valor social que rebasaba la función ecológica. Desde y por la aparición, los
lugares se convirtieron en sitios rituales, en parte del escenario de la ciudad.
Estas visiones, que no
siempre fueron documentadas sino transmitidas por tradición oral, fueron
trascendentes porque la comunidad construía en ellos provisionales chozas o
ermitas que luego de modo permanente se convertían en santuarios, determinando
así la función de tales zonas, mostrando la profunda transformación realizada a
partir del hallazgo o aparición de una imagen.
La devoción mariana conventual
Paralelamente al
surgimiento de santuarios marianos en la ciudad, las apariciones, experiencias
místicas y sobrenaturales al interior de los monasterios femeninos se
convirtieron en características de la espiritualidad monacal. Ésta formó parte
del sistema devocional poblano del siglo XVII al conformar el modelo de vida de
monjas venerables y siervas de Dios, mujeres ejemplares que por medio de su
imaginario mantuvieron una relación directa entre el convento, lo sobrenatural
y la sociedad.
Los estudios
antropológicos de la religiosidad popular se han preocupado fundamental y casi
exclusivamente de aquellos aspectos de la conducta devocional que se
manifestaron colectiva y públicamente prestando muy escasa atención a las
prácticas religiosas de carácter individual o privado557. Ambas fueron formas de expresión
religiosa que de ningún modo fueron excluyentes, pues se mantuvo entre ellas
una relación permanente que dio lugar a continuos cambios y adaptaciones entre
las formas de concebir y practicar la religión local. Las prácticas privadas se
recrearon al interior de las comunidades monásticas y constituyeron una parte
importante de la conducta religiosa femenina.
Estas manifestaciones,
en apariencia aisladas, formaron parte de la devoción urbana y de la cultura
criolla que fue valorada por múltiples hagiógrafos de monjas, quienes
resaltaron la existencia del imaginario conventual. Éste puede ser considerado
como parte de un proceso cultural, pues una vez que la experiencia religiosa
era avalada por los confesores, era retomada y orientada bajo un entrenamiento
que conllevaba finalidades, métodos y valores transmitidos como modelo de
comportamiento ideal; se socializaba y se convertía en fenómeno cultural, clara
e imitable expresión de un prototipo de conducta femenina que planteaba
transformaciones de la sensibilidad humana.
El mecanismo por medio
del cual se reprodujo el maravilloso conventual se basó en las apariciones558 y fue enfocado en el siglo XVII
hacia lo sobrenatural y en el siglo XVIII en lo milagroso. Durante la lenta
conformación de este proceso, las monjas iluminadas, en la búsqueda del camino
de la perfección, enfrentaron la acción de seres y objetos de naturaleza
demoniaca y celestial. El autor de tales confrontaciones era Dios.
Las apariciones
tuvieron como fuente directa las páginas bíblicas y un análisis de ellas nos
muestra que fueron esenciales en la construcción de la religión cristiana. Las
visiones fueron aceptadas por el Vaticano cuando provinieron de individuos
fuera de toda duda inquisitorial. Las monjas iluminadas encarnaron esta
posibilidad559. En este apartado analizaremos el imaginario conventual
como sustrato de una religiosidad urbana más amplia. Resaltaremos dos aspectos:
las apariciones o visiones y los milagros.
La mayoría de las
apariciones se registraron durante el siglo XVII, la huella más sobresaliente
de ello fueron los testimonios de las venerables y las iluminadas cuyas
experiencias sobrenaturales fueron consignadas durante ese siglo y editadas en
el XVIII. El hecho muestra cierta continuidad en las creencias aunque las
experiencias religiosas ya no se repitieran en el siglo de la Ilustración.
El imaginario de las
iluminadas y venerables constituyó parte importante del conjunto de creencias y
prácticas devocionales locales de esos siglos. Las limosnas depositadas en los
testamentos poblanos para proseguir los procesos de beatificación así lo demuestran.
Seguramente la manifestación de la religiosidad se mantuvo en la memoria de la
comunidad urbana y fue apoyada de manera determinante por la tradición oral,
tanto dentro como fuera de las iglesias. Igualmente el milagro, otro aspecto
del imaginario conventual, representó una forma adicional de actualizar la
devoción que tuvo amplia influencia en la medida en que estuvo vinculado a la
religiosidad mariana.
«Los obsesos [...] tienen los demonios exteriormente alrededor de
su cuerpo...»560
Enfocaremos el
análisis de las apariciones conventuales a partir de la experiencia personal de
las monjas, recalcando las características y objetivos propios de estas
manifestaciones que se pueden considerar como prototipos de la conducta moral y
civilizada de la sociedad.
Las apariciones561, manifestaciones del inconsciente humano
categorizadas y cargadas de contenido simbólico cultural y personal, formaron
parte importante del catolicismo, pues a través de la imaginería mental
organizada, jerarquizada y cultivada se ordenó también la vida cotidiana y
sagrada de los cristianos562.
Las visiones
conventuales fueron reconocidas teológicamente como un mecanismo válido de
comunicación entre Dios y la vidente dentro de un mundo compartido por toda la
comunidad monástica. Su objetivo se encaminó a aprovechar las enseñanzas que
provenían de los mensajes, y que, de manera general, fijaban pautas de funcionamiento
individual y colectivo sancionadas previamente por los confesores. Esta
experiencia simbólico-religiosa siempre fue experimentada como proveniente del
mundo sobrenatural, como algo dado por «gracia divina», y no intrínseco a la
monja. Reconocía el teólogo Godínez563 que:
|
Aunque las
revelaciones no son partes esenciales ni integrantes de la vida espiritual
como lo noto muy bien san Buenaventura por que como no son actos de ninguna
virtud no son de suyo meritorias [...] sino un ornamento accidental de la
vida espiritual [...]564. |
Recordaremos que una de las intenciones de
toda fundación conventual fue asegurar el contacto de la ciudad con el mundo de
lo sagrado. Esta relación fue mantenida, comprendida y controlada por medio del
imaginario de las iluminadas. La iglesia reconoció como válidos esos mensajes
transmitidos a través de estados mentales especiales ya que eran benéficos a la
colectividad, dándole seguridad, cohesión e importancia. Su repercusión en la
sociedad coincidió con la presencia y trascendencia del convento ya que no
cualquier ciudad podía citar entre sus glorias tener una o varias monjas en
proceso de beatificación.
Las fuentes de este
apartado se reducen a los escasos escritos que las amigas o compañeras
contemporáneas de las iluminadas escribieron por orden de los confesores. En
este material aparecen esbozados los esquemas del «maravilloso cristiano». Se
distinguen, por un lado, los sucesos prodigiosos que rodearon la vida de la
elegida de Dios y los que son propiamente milagros que ésta realizó en vida, lo
«taumatúrgico biográfico», quedando por otro lado la «taumaturgia póstuma»
efectuada por la bienaventurada cuando había dejado de pertenecer a este mundo.
El material antes
descrito se diferencia de las hagiografías impresas redactadas por religiosos, que,
aunque basados en los documentos de las monjas y a partir de algunos aspectos
del «maravilloso biográfico», se centraron en ordenar la información de los
textos proyectando en el relato y el milagro los intereses al servicio de
argumentos doctrinales. La estructura narrativa de los sucesos maravillosos se
fue perfilando bajo un esquema que cristalizó, por ejemplo, en la postulación
para beatificar a la venerable madre María de Jesús, monja profesa en el
convento de La Purísima Concepción. En el proceso, que se envió a Roma se
consignaron los datos relativos a los beneficiarios del milagro, su edad, sexo,
nombre, estatus social, el favor concedido, mecanismo y circunstancias del
beneficio, testigos de fe del hecho y en ocasiones hasta certificación
notarial.
Si bien las
apariciones, visiones y milagros hacían alusión directa al sentido de la vista565, los «mirabilia» no eran sólo cosas que el hombre pudiera
admirar con la mirada, sino que eran sensibles a los sentidos, a la imaginación
y al intelecto. Las apariciones de las monjas en cuestión se refirieron a una
tipología en la que una o más figuras divinas se aparecían, de manera
perceptible por los sentidos a una vidente; les hablaban y en ocasiones les
tocaban, con frecuencia caminaron a su lado, o les mostraban cosas y algunas
veces les hacían entregas de objetos sagrados. Eran apariciones en todo el
sentido de la palabra566. A la madre María de Jesús su ángel le mostró una
vestidura blanca y le dijo:
|
[...] incate de
rodillas criatura de dios i le bistio la túnica y la siño y luego se bido la
sierva de dios con los cabellos mui largos i rubios i espantada la sierva de
dios le dijo al santo ángel como siendo monja tenía los cabellos cortados,
estaban tan largos. Dijo el santo ángel, en la sagrada escritura significaban
los cabellos los pensamientos i como ella con el aiuda de dios siempre los
tenía buenos i en la meditación de la pasión por eso tenía tan lindos saco el
santo ángel una sinta verde i la ato en la frente y le puso una cruz de oro
con lo que el enemigo (el demonio) desapareció567. |
Otro tipo de manifestaciones fueron las
visiones que «eran producidas en la imaginación por Dios
o por los ángeles en estado de vigilia o durante el sueño»568. La madre Francisca de la Natividad,
cuando por orden de la priora caminaba en la madrugada por el corredor del
claustro...
|
algunas veces
reventando la naturaleza y oprimida de dolores y flaquezas empezaba aquella
obediencia tan penosa, el mismo Jesuchristo se le aparecía con la cruz a
cuestas y poniéndose a su lado daba tantos paseos con la cruz a cuestas como
ella con tantos dolores que interiormente le daba fuerzas a aquella vigoroza
alma569. |
También se registraron en las religiosas
visiones intelectivas en las cuales percibían una verdad espiritual sin formas
sensibles. Hubo apariciones que se referían a comunicaciones en que la
iluminada era la única en oír la voz de Dios, la música celestial, o que podía
percibir aromas divinos o recibía una serie de revelaciones. En la experiencia
de estos fenómenos, hubo sentimientos y sensaciones que acompañaron a las
apariciones y que permitían que una testigo las calificara; así, por ejemplo,
el miedo y el consuelo eran pruebas de que lo aparecido era «bueno». Las
emociones fueron un importante resultado de la experiencia mística, datos sobre
los que se podía actuar o juzgar. Para las monjas contemporáneas de las
visionarias, ciertas manifestaciones parecían tener significados morales, por
ejemplo, el dolor del corazón, tan caro a nuestras monjas, no era verdadero en
sí mismo, sino que formaba parte de un sistema de comunicación con Dios; de la
misma manera que los sueños eran mensajes por descifrar, y las sensaciones
inhabituales eran parte de una etiología moral en la que las enfermedades o las
señas obedecían a una lógica divina. Varios ejemplos del siglo XVII ilustran
esta serie de actitudes manifiestas en el camino de la vía unitiva570, que tiende a la consumación del
matrimonio espiritual, a la unión transformadora en la cual se confunden la
vida de la monja y su Amado en una sola. Porque finalmente ¿qué más puede
desear una esposa sino hacerse conforme a su digno esposo?571. De manera ejemplar, Isabel de la
Encarnación:
|
tenía gran aprecio
del camino de la cruz sin la qual ya no quería pasar, a imitación de su madre
santa Teresa de Jesús, quería o morir o padecer, cumpliole dios también las
medidas de este deseo que son muy pocas las almas que leemos en la historia
antigua que ayan padecido mas que la madre Isabel de la encarnación, quanto
mas se acercaba la muerte parece que los demonios más se daban prisa para
attormentarla pero esto dándoles licencia el señor572. |
Las apariciones servían para reafirmar los
métodos de devoción. Para las comunidades religiosas, las iluminadas eran un
ejemplo concreto a imitar pues vivificaban la experiencia con lo divino y
hacían inmediata la doctrina conocida. A demás la actualizaban, otorgándole
referencias físicas en el tiempo y en el espacio. Las visiones se integraban de
alguna manera a un modelo teológico de castigo y gracia que a su vez estaba articulado
con el panteón local de santos y lugares sagrados.
Los muros de los
conventos de La Purísima Concepción (1593) de Santa Teresa (1605) y de Santa
Mónica (1680) albergaron a tres monjas religiosas iluminadas, reconocidas por
la sociedad poblana.
Estas religiosas desde
su infancia encarnaron símbolos de pureza para interceder ante Dios como una de
sus escogidas; esto se muestra en fragmentos hagiográficos de Isabel de la
Encarnación quien:
|
[...] a los nueve
años de edad Isabel oyó que se había fundado el convento de san Joseph de las
madres carmelitas descalzas en la Puebla de los Ángeles. Se encendió
grandemente el deseo fervoroso para ser religiosa en esta casa y para
alcanzar este fin dijolo a su madre, que aunque era una mujer mui cristiana
permitió dios que no gustase por entonces de los intentos de su hija. Viendo
a sus padres tan ajenos al intento, ayunaba, oraba, lloraba, dormía en el
suelo y se quitaba la camisa traiendo los otros vestidos a raíz de su carne
para ensayarse para monja [...] La santisima birgen also la mano i echo otra
gran bendición [diciéndole:] [...] io [...] crie a cada uno de mis criaturas
como crei y quiero a unas para comunicarles mis secretos, a otras para otros
ministerios y ansi entre muchas te escogi para comunicarte mis secretos i
para que sepan que soi dios de amor i que no me comunico solo por rigores
sino también por amores y bendiciones [...]573. |
Esta joven, natural de la ciudad de los
Ángeles (n. 1596) profesó en el convento de Carmelitas Descalzas el 19 de
mayo de 1614 y murió en calidad de monja ejemplar el 2 de febrero de 1633. Las
hagiografías que avalan su calidad espiritual y moral nos permiten conocer
además de los aspectos biográficos, los rasgos particulares de la vida privada
de una religiosa iluminada.
Existieron algunos
apuntes escritos por religiosas compañeras suyas bajo la dirección del padre
jesuita Miguel Godínez, quien fuera su confesor y director espiritual, al igual
que de María de Jesús (158?-1637) en el convento de la Inmaculada Concepción en
la misma Angelópolis574. El último caso que incluye aspectos de estas
manifestaciones sobrenaturales fue el de María de San José (1656-1719) en el
convento de Agustinas Recoletas de Santa Mónica575.
Mediante este tipo de
biografías el mundo profano pudo tener un mayor conocimiento de lo que sucedía
dentro del espacio sacralizado que representaron los monasterios. Esta fuente
es un complemento importante de los registros sobre hechos colectivos y normas
conventuales que conocemos a partir de constituciones, reglas y otros
documentos. Asociada a la riqueza de este material, se encuentra una
característica fundamental e invariable: estas vidas nos hablan de hechos
maravillosos que fueron el fundamento de la construcción del imaginario
conventual. Las manifestaciones sobrenaturales que vivieron las religiosas
iluminadas576 estuvieron encaminadas a alcanzar la vida de
perfección577 para así unirse a su amado esposo de manera
intemporal. A estas religiosas teológicamente también se les conoció con el
término de obsesas578.
|
Los obsesos (subrayado
en el original) tienen los demonios exteriormente alrededor de su cuerpo pero
con comisión para atormentarlos y causarles grandes enfermedades y
tentaciones esta suele ser gente muy santa de ellos fueron Job, san Antonio
padre de los ermitaños [...] de este genero de obsesos fue nuestra Isabel, la
cual tiene tres demonios de continuo alrededor de su cuerpo que con varios
nudos la atormentaban. Contra estos demonios obsidentes no tienen los
exorsismos virtud directa sino indirectamente, digo pues que los exorsismos
atormentaban mucho a estos demonios obsidentes pero no les auyentan ni echan
de los cuerpos en quienes tienen comisión de dios579. |
Si bien las manifestaciones sobrenaturales
de estas religiosas fueron externas, paradójicamente formaron parte de su
propia experiencia corporal e individual. El iluminismo fue una práctica de
control mental producto de un entrenamiento y preparación que propiciaba crear
jerarquías de imágenes con el objeto de establecer sistemas de comunicación
mediante mensajes que a su vez fueron interpretados por algunas compañeras de
su comunidad.
El poder de generar
apariciones, visiones o experiencias corporales individualmente presupuso la
posibilidad de separar el mundo real del imaginario al mismo tiempo que
articularlo en uno mismo. Los mensajes percibidos eran diferenciables, pero
formaron parte de un solo campo de significación: el mundo de lo sobrenatural.
En este esquema, las religiosas fungieron como intermediarias entre Dios, la
comunidad conventual y la sociedad. Receptoras del mensaje divino, lo
decodificaban y lo aplicaban a las dimensiones de su mundo cotidiano580.
La religión católica
fomentó deliberadamente la imaginería mental a través del seguimiento de
modelos de vidas de santos donde lo taumatúrgico y lo maravilloso eran
posibles. Era factible imitar los mecanismos generadores de ese modelo por
medio de prácticas que alteraban el funcionamiento ordinario del sistema nervioso,
y la capacidad de controlar las percepciones sensoriales con ayunos,
penitencias y cilicios. Las celdas individuales fueron el escenario de esas
prácticas de aislamiento que llevaban a recrear las visiones al interrumpirse
la recepción de estímulos externos, logrando que se magnificara la viveza de la
experiencia interna.
Las imágenes generadas
individualmente eran jerarquizadas en categorías que ordenaban y componían
cuadros significativos. La iluminada aceptaba sus visiones como experiencias
válidas y profundamente enraizadas en un sistema religioso que las avalaba y en
ello los confesores desempeñaron un papel de primer orden581. El padre Godínez advirtió a la madre
Isabel de la Encarnación los peligros que corrían estas almas iluminadas al
caer en manos de confesores ignorantes:
|
algunos pocos
confesores le hicieron grande daño por no haber conocido su espíritu,
terrible cosa es poner un espíritu levantado y extraordinario en manos de
confesores ignorantes Ibid non est
scientia animae [...] non ests bonum donde no hay ciencia y conocimiento del alma no ay
bien alguno para el pobre penitente, sino es que poniendo dios el alma en
[...] un purgatorio terrible, después el mismo dios se ve obligado a sacarle
de tales manos y encaminarle a gente experimentada que le entienda y le
consuele582. |
Para las iluminadas, las imágenes
interiores eran tan ciertas como las exteriores. Las apariciones podían ser espontáneas,
incluyendo las visiones oníricas. En otras, lo importante era distinguir cada
uno de los elementos que las componían clasificándolos y jerarquizándolos. La
madre María de Jesús, al abrir los ojos una noche tuvo una hermosa visión con
el niño Jesús. Al verlo se arrodilló de inmediato y recibió la bendición de tan
divina visita:
|
[...] y desapareció
y quedó con tantas fuerzas como si toda la noche ubiera tenido muy lindo
sueño y antes que se desapareciera (el Niño) le dio a entender lo que significaban
los colores de su túnica que eran blanco, morado y colorado [...] díjole, lo
blanco significaba la pureza con que padeció, lo morado el amor, [...] lo
colorado la compasión la copiosa redención que hizo con el derramamiento de
su sangre583. |
Una vez que la información de las visiones
había sido interpretada, formaba parte de un sistema de categorías que se
integraban temáticamente como se relata en las experiencias de Isabel de la
Encarnación, con las que su biógrafo conformó una sección señalada
específicamente como de «las varias figuras en que se
aparecían los demonios y de los innumerables tormentos que le causaban»584.
Por medio de las
apariciones se configuraba un mundo sacro que necesitaba de la existencia de
las monjas como seres generadores del imaginario a través del cual a su muerte,
formarían, temporalmente, parte de la historia del monasterio y de la ciudad.
«... bido en alto [...] sobre una nube a la santisima virgen con
el niño en los brazos i dos ángeles...»585
Lo maravilloso
conventual se manifestó en las apariciones y en el milagro. El autor de ambos
fenómenos era Dios, que ejercía el control y reglamentaba todas las acciones,
gracias al empleo de un sistema simbólico que dotaba de funciones específicas a
cada personaje de la corte celestial. Intervenían, además de Cristo, la virgen,
los santos, las almas del purgatorio y las milicias angélicas, mediadoras entre
las monjas y los demonios586.
El universo barroco de
lo prodigioso sobrenatural heredó del maravilloso medieval algunas
representaciones adaptadas a lo real (animales, negros, etcétera) o creaciones
de seres imaginarios que simbolizaban al demonio (bestiarios en los que se
incluían grifos, dragones, sirenas), así como la función de una gama de objetos
protectores: anillos, copas o cáliz, espadas o báculos, cinturones y lazos.
La figura de Cristo
Los medios por los
cuales se manifestaba lo maravilloso hagiográfico fueron los sueños, las
apariciones, las metamorfosis, los viajes al y del más allá. Cristo aparecía en
ocasiones como el personaje que por excelencia acompañaba a la monja en sus
penitencias y oraciones. Cuando aparecía como niño Jesús, se presentaba de
manera activa e independiente pues no siempre descansaba en brazos de su madre,
sino que actuaba como intercesor directo ante el Padre Eterno. Esta imagen se
asoció a la fragilidad de la sociedad sujeta a las grandes pestes que se
caracterizaron por una desproporcionada mortalidad infantil, lo que orientó más
la atención hacia los niños como seres delicados, vulnerables e inocentes,
imagen que quizás repercutió en su ineludible presencia en las hagiografías.
Las grandes
mortandades y la consecuente inseguridad que generaban podrían ser un elemento
explicativo de la particular piedad que estimulaban las visiones de Cristo
crucificado587 como parte de la devoción penitencial. La asociación
de la orden Franciscana con el cuidado de los santuarios de Tierra Santa y la
identificación de San Francisco con la pasión, hizo que fueran los Franciscanos
quienes difundiesen su devoción. Las señales milagrosas de los siglos XVI y
XVII en Castilla y Cataluña fueron casi exclusivamente dedicadas a esos temas
y, como herencia cultural, su función didáctica se reforzó de manera especial
en el imaginario conventual novohispano. A María de Jesús en el convento de
franciscanas concepcionistas:
|
Estando un día en
oración contemplando la dolorosa pasión enternecido su corazón, le pidió a
nuestro ssr. le enseñase un ejercicio que iciera saludando todas
las gotas de sangre que derramo i las bofetadas i todo lo que padeció fue
enseñado de nuestro señor en oraciones [...]588. |
Este pasaje presenta una interpretación de
la pasión, con la posibilidad de ser repetida individualmente y revivida por la
colectividad año tras año589.
La religiosa elegida
estableció un sistema comunicativo con el Todopoderoso. Su palabra, «oída» por
las elegidas fue una gracia de las que pocas gozaron. En Santa Teresa, Isabel
de la Encarnación, durante la recuperación de una larga y penosa enfermedad en
la cual fue oleada varias veces, Jesús se le apareció en forma de cordero590. Las imágenes de Cristo en la mayoría de
los casos muestran un carácter consolador o didáctico, algunas veces punitivo
de manera directa. Otras ocasiones es la monja iluminada la que interviene
entre Dios y otra religiosa, como transmisora de mensajes correctivos.
La madre de Dios
Desde el siglo XII se
identificó a la virgen María como a la mujer envuelta en el sol de la que se
hablaba en el Apocalipsis 12591. En su papel de intercesora activa
voluntaria, apareció como suprema abogada de los pecadores ante su hijo, lo que
se expresó metafóricamente en el siguiente fragmento:
|
La madre María de
Jesús, estando en el coro en la otaba de la virgen de la natividad resando
delante de la imagen del carmen la oración del lirio [...] bido como los
ángeles cogían los lirios y los ofrecían a la virgen y bido parado en medio a
nuestro ssr con túnica morada y en la mano una llabe como de media
bara de oro y le digo nuestro ssr io soy la puerta y mi madre es la
llabe maestra que abre esta puerta592. |
Emotiva, dolorida, frágil y regia, María
representaba materialmente la posible salvación de la humanidad a través de la
continua intercesión ante su hijo. En este proceso se la asoció directamente
con la cura de enfermedades a cambio de devociones, fiestas o fundaciones de
cofradías.
|
La Madre María de
Jesús padeció grandes enfermedades y muy fuertes calenturas muchas veces mas
continuas con que su vida era un continuo martirio, estando muy a lo último
de desconcierto se le apareció una mañana la Virgen del Carmen y le dijo,
tenme devoción y celebra mis fiestas y serás libre de esta enfermedad
prometioselo de hacerle su fiesta y tomarle gran devoción y sano593. |
La intercesión de María permitía una
comunicación indirecta con el Creador, quien así podía dar a conocer su
voluntad. En una ocasión María de Jesús fue designada para el cargo de tornera
por el obispo Mota; ella manifestó cierto desagrado por el oficio pues prefería
el recogimiento y...
|
propuso en su
corazón con toda humildad manifestar a su prelado su poca salud i con esto no
admitir el oficio [...] a los pocos días de este propósito estando en oración
bido a nuestro ssr. crucificado i a la birgen a sus santisimos pies
i le robaba bendisiera a su ija y esposa, nuestro ssr. bolbio a su
madre y dijo madre mia no doi io mi bendición a quien no quiere obedecer en
el oficio que le manda el que esta en mi lugar, entonces la sierva de dios
postrada a sus pies le pidió perdón [...]594. |
Como intercesora ante el redentor, su
madre fue la gran maestra encargada de enseñar cómo acercarse fervorosamente a
Dios. A través de sus imágenes las religiosas aprendían un lenguaje corporal de
desagravio porque al rezar, llorar, orar con las rodillas sangrando, mantenerse
inmóviles durante horas abrazando una cruz o marchar en procesión, las monjas
estaban aplicando ciertos métodos de piedad penitencial. María apareció en más
de una ocasión como sustituta de la verdadera madre. Cuando los padres de una
de las religiosas la ofrecieron siendo niña a la virgen si la curaba de una
«calentura remisa», después de obtener el milagro, ambos murieron del mismo
mal, así que:
|
Estando en la
víspera de san Bernardo con mucha fatiga, asta oi le dura el sentimiento de
ver que tan claramente como quito dios la vida a sus padres por amor de ella
que nunca mas a tenido calentura remisa y ansi viéndose guerfana de padre y
madre se quejaba a la virgen y le decía que pues le había quitado a su madre
y padre se dignase tomar a su cargo y que fuese ella su madre y la amparase a
ella y a sus hermanas que por su causa habían quedado guerfanas595. |
Santos y ángeles
Los santos y los
ángeles, elementos secundarios en las visiones, servían sobre todo para reforzar
la intervención de la virgen o de Dios. En ocasiones aparecieron acompañando a
un personaje de mayor jerarquía o bien solos como transmisores de mensajes
divinos. Otras veces participaron limitando la intervención del demonio o
mitigando el dolor del cuerpo de la víctima. Fueron personajes de carácter
transitorio y variable.
En una visión a María
de Jesús, San Francisco asumió claramente su lugar en la jerarquía celestial en
aras de fortalecer la vinculación de la religiosa con la virgen. En este caso,
el ángel de la monja le dio a escoger el hábito franciscano o del Carmen. Ella
escogió el segundo por pertenecer a la madre de Dios y ante tal hecho, el santo
le dijo:
|
te agradezco aias
escogido el abito de la madre de dios, antes io te e de aiudar i rogara dios
por ti y el dio un abraso o toce [toque] i juntando las palmas de las manos
con las de la santa en el corazón con el suio i los pies con los de la santa
y le dijo, con esto quedaras fortalecida para padecer i desapareció quedo al
santa muy consolada y se sintió muy animada para padecer596. |
Las intervenciones de santos o santas
durante los trances en que el demonio estaba implicado fueron uno de los
mecanismos que neutralizaban sus acciones y mitigaban los dolores que corporal
o espiritualmente causaba a las religiosas. Sin embargo su alivio era temporal
pues desapareciendo la visión celestial, volvía a atormentar a la iluminada con
mayores trabajos. Al parecer dependió de la fuerza devocional de la víctima y
del grado de santidad de su invocación la posibilidad de librar se
definitivamente del mal.
|
Después se
aparecieron santa Teresa y una monja lega llamada María de la visitación que
murió en aquel convento [...] y un padre de la compañía de Jesús que le había
ayudado mucho en su espíritu y la santa Madre le prometió que aquella noche
se había de ver libre de los demonios y ansi se cumplió [...] pero quedo el
cuerpo tan emponzoñado que por muchos días no pudo volver en si, antes quedo
con tan gran calentura que la hubieron de sangrar 6 veces y purgar597. |
Los ángeles desempeñaron un múltiple papel
en las apariciones. Eran emisores de mensajes, servidores del Señor, y
acompañantes de las monjas en las misiones que a éstas se les encomendaban. Un
ángel guió a una monja al purgatorio:
|
En otra ocasión así
que acabaron los maitines se apareció el santo ángel de su guarda i le digo,
levántate i sígueme [...] entro en el dormitorio siguiéndolo la santa, la
metió el santo ángel en su cama donde paro i bido grande multitud de almas en
bibas llamas dijole el santo ángel si desde esta ora asta las tres de la
mañana quieres entrar con estas almas en el fuego i padecer los tormentos que
ellas padecen todas serán libres y dios te dará a ti mucho premio por la
caridad, la santa le digo al santo ángel que aunque la naturaleza temía, el
espíritu estaba pronto y que solo por agradar a dios y por pura caridad
entraría y con el aiuda de dios aiudaria a las santas almas598. |
Además de ser emisores, fueron receptores
de los mensajes enviados por Dios a la monja, y aparecen como acompañantes al
servicio de la Virgen. Esta fue la forma más común de encontrarlos:
|
estando otro día en
el común cuarto de oración (al) empesar la prelada la bendición bido en alto
de la puerta del cor (coro) sobre una nube a la santisima virgen con el niño
en los brazos i dos ángeles a los dos lados de la puerta del cor (coro) [...]599. |
Los ángeles son mencionados en viajes
imaginarios600 y formaban parte activa en la ejecución del don de
ubicuidad otorgado a la religiosa. Un ejemplo es la peregrinación de María de
Jesús, a cuyo ángel ordenó la Virgen:
|
lleba esta criatura
donde te e mandado y defiéndela [...] i le dijo anda ija con tu ángel,
cogiola el ángel i la llebo por diversas partes mostrándole las partes del
mundo y las tierras de los infieles. [...] Mostróle también el santo ángel el
infierno [...] i llego a un lugar donde había una gran puerta i queriendo
entrar apareció un demonio y pusose a disputar con el ángel disiendo no podía
entrar allí criatura que bibia en carne, repondio el ángel que dios todo lo
podía i el ángel abrió la puerta y entro donde bido muchas flores y arboledas
aguas cristalinas digo el ángel era el paraiso terrenal601. |
Las almas del Purgatorio
Hacia el siglo XIII,
la idea del purgatorio modificó profundamente la visión del más allá y las
relaciones entre la sociedad de los vivos con la de los muertos602. Las monjas eran visitadas por las almas
en pena que solicitaban de ellas sus oraciones con el objeto de facilitar su
tránsito hacia el cielo, pues en virtud de los sufragios, podían abreviar su
estancia en el lugar de castigo. Los tres casos que analizamos tuvieron en
común contar con parientes en primer grado en el purgatorio. María de Jesús...
|
estando otro día en
oración le mostró nuestro sr. el alma de un ermano suio que abia
muchos años que era difunto me parece que treinta dijole la madre María de
Jesús, como abia tanto que era muerto i abiendo sido moso virtuoso no gosaba
de dios dijole el difunto que por la poca conformidad con que abia muerto por
ser tan moso abia estado tanto en el purgatorio i que la dios le abia dado
licencia que rogara por el con que al Sierba de Dios iso particular orasion i
salió (su hermano) del purgatorio603. |
Los teólogos medievales admitían que las
almas pudieran visitar la tierra bajo formas visibles y se creía que dichos
espíritus no eran malos sino buenos. En ocasiones las religiosas rogaron por el
alma de obispos que las visitaban en busca de sufragios, y ellas como
intermediarias solicitaban rezos colectivos a toda la comunidad.
Se identificaron como
seres relacionados con el purgatorium Sancti
Patrii a
hombres y demonios. Entre los primeros se distinguían los muertos de ambos
sexos que por sus pecados eran sometidos a torturas, almas provistas de una
corporeidad que les permitía sentir sufrimientos materiales. Entre los demonios
estaban aquellos que acompañaban, tentaban y torturaban a los humanos; eran
justamente los que trasmutados en animales como tigres o leones atacaban a las
religiosas por intervenir y salvar almas, cuando éstas con sus rezos intentaban
disminuirles las penas. También les estuvo permitido torturar a los vivos con
la intención de conmutarles en vida los sufrimientos que les esperaban a su
fallecimiento. A Melchora de la Asunción:
|
por un brevisimo
tiempo le dio dios a sentir las penas del purgatorio. Por marzo de 1631 murió
la madre Melchora de la Asumpción, [...] bido Isabel que dios había dado
licencia a los demonios para atormentarla conmutando el purgatorio de la otra
vida en las penas temporales de esta vida cuando entraban los capellanes a
ayudarla huian los demonios y descansaba la enferma, pero idos luego bolvian
ellos. Esta santa religiosa no tuvo purgatorio de pena sensible ni de fuego
sino solo el deseo604. |
Las pruebas sufridas por las criaturas del
purgatorio consistían en un conjunto de tormentos estrechamente vinculados con
el dolor corporal, lo que formaba parte de un proceso que afectaba todas sus
facultades. Sensibilizada por el dolor de sus parientes y allegados, la
iluminada podía no sólo interceder por la salvación de un alma, sino también
tenía la posibilidad de permutar el perdón colectivo.
|
Con que viéndose la
sierva de dios tan favorecida de su majestad le digo que por cada uno de los
santos inocentes mártires le pedía e misericordia le diera diez mil almas que
salieran del purgatorio i otros diez mil de pecado. Dijole
nuestro ssr. que de las santas almas se le cumpliría el numero, mas
que de los pecadores estaban endurecidos algunos que de los que de nuevo
criara se le cumpliría el número, bido tanto el numero de almas que salieron
como atomos del sol quedo la sierva de dios muy agradecida a dios i con
muchas lágrimas se lo agradeció a su majestad605. |
La monja «viajaba» al purgatorio como
parte de un trayecto en el que visitaba los otros espacios de la geografía
celeste. El lugar aparecía como una sucesión de espacios situados en un mismo
plano y que se recorrían en el curso de una marcha, no de una ascensión ni de
un descenso.
El demonio
Las apariciones
diabólicas fueron un elemento constante en el imaginario de las religiosas que
cursaban por la vía iluminativa. Dios se valía de la obsesión como mecanismo
para purificar a un alma escogida y prepararla para la unión mística. En este
sentido el demonio formaba parte del plan divino pues los tormentos diabólicos
parecían aumentar en proporción al grado de virtud y de paciencia con que se
toleraban. Señaló el padre Godínez que «los demonios como
son ministros de Dios en ejecutar algunos mandatos suios, algunas veces les
daba Dios comisión sobre los cuerpos de sus siervos reservando para sí Dios el
alma»606.
El desarrollo del
concepto del demonio y lo diabólico formó parte de un largo proceso, que
incluyó la transformación cultural de lo mágico en sobrenatural. Este proceso
se apoyó en la tendencia de la espiritualidad cristiana hacia la introspección
e interiorización individual607. En el nuevo mundo el demonismo adquirió características
que modificaron el original esquema conceptual de Occidente, su adaptación a
lugares, circunstancias y personajes estuvo a su vez sujeta a la propia
dinámica de la noción del mal dentro de la tradición cristiana608.
Fuera del terreno
estrictamente sensual, y en particular de lo sexual, el demonio era impotente.
Todo cuanto hiciera por atormentar físicamente a sus víctimas debía juzgarse
sólo como obra de la permisión divina. Se le dotó de cierta autonomía en el
control de las fuerzas de la naturaleza, como desafiar la ley de la
gravitación, al transferir a los hombres de un espacio a otro en brevísimo
tiempo o metamorfoseándolos en animales609.
Una de las cualidades
del demonio era que podía provocar visiones falsas. En dos capítulos del Tratado
de la vida espiritual de San Vicente Ferrer, se advertía a los monjes
y monjas contra las visiones, revelaciones, alucinaciones y tentaciones del
diablo, del mismo modo que, de hecho, lo hacían casi todos los manuales de
espiritualidad de los siglos XV y XVI610.
El diablo se
presentaba con una lógica racional y podía en un momento dado negociar con los
ángeles. Sus mayores limitaciones físicas se mostraban frente a las reliquias y
sobre todo, a la oración. En la medida en que el alma de los humanos fue su
presa más cara, la pérdida por la intervención de las religiosas mediante los
rezos fue su mayor desgracia.
El siguiente cuadro
muestra las formas de aparición más comunes del demonio en el imaginario
conventual, sus acciones, el lugar y la defensa empleada por la religiosa:
Formas de aparición del
demonio en el imaginario conventual poblano del siglo XVII
|
Figura |
Acción-atentado corporal |
Lugar |
Defensa |
|
hombre |
pecar |
celda |
oración |
|
pecar |
derribar |
||
|
negro |
muerte |
corredor |
agua
bendita |
|
desnudo |
|||
|
satanás |
pecar |
cilicios |
|
|
fantasma |
confundir-cuerpo |
oración |
|
|
demonio |
enfermar-cuerpo |
cruz |
|
|
ermitaño |
ruido-sesos |
||
|
muchacho |
atentar-ahorcar |
||
|
perro |
desesperar-despedazar |
||
|
escarabajos |
atormentar-sesos |
reliquias |
|
|
moscas |
atormentar-postema |
||
|
toro |
inmovilizar |
escaleras |
|
|
chicharras |
ensordecer |
coro |
|
|
caballo |
vengar |
celda |
agua
bendita |
|
tigres |
vengar |
celda |
|
|
leones |
vengar |
celda |
FUENTE: Godínez, c. 1620,
Santa Teresa, c. 1630 y Natividad, c. 1630.
La animalidad se asoció
directamente con la naturaleza y con ello se constituyó en un elemento en
contradicción con la noción de civilización. En cierta forma, las monjas
opusieron la civilidad en el dominio del cuerpo sobre la animalidad del
demonio. Este imaginario seguramente contribuyó a reforzar las actitudes y
normas respecto a las posturas y gestos corporales.
El imaginario
conventual y la sensibilidad femenina
Para las religiosas,
la búsqueda de la vida de perfección se expresó de diversas formas. En una de ellas,
el imaginario conventual se recreó mediante un conjunto de prácticas que bajo
la orientación de los confesores adquirieron un gran valor moralizante. El
objeto de tales atenciones fue su propio cuerpo, en el que las experiencias
místicas de las iluminadas cristalizaron en formas específicas de devoción
experimental que sirvieron de prototipo de la conducta moral y civilizadora de
las comunidades monacales. Lo prodigioso individual transcendió los muros
conventuales configurándose en parte de la cultura urbana y del grupo criollo
que representaba.
La unidad del cuerpo y
del alma y la búsqueda del camino de la salvación tenía como presupuesto la
castidad para los hombres y la virginidad para las mujeres611. Ello dependía del ungimiento divino de
las condiciones de la santidad (las gracias, las virtudes y los dones). Por
medio de ellas, las monjas iluminadas se convirtieron en heroínas y en
prototipo de modelo a imitar por el reconocimiento de su «natural fragilidad» y
la tenaz defensa de su castidad ante los embates del demonio.
En las constituciones
y reglas monacales se buscaba el reforzamiento de los hábitos de comportamiento
individual y colectivo de las monjas. Sin embargo, de manera particular, uno de
los objetivos de lo maravilloso conventual estuvo encaminado a fomentar las
apariciones, visiones, mensajes y milagros obrados mediante la persona de la
«elegida». En estas descripciones se hacía continua mención a control, uso y
tormentos de los sentidos como parte de la experiencia mística de cada
religiosa. Los documentos los muestran vinculados a asociaciones simbólicas que
de una manera racional se presentaron como contraposiciones lógicas; con la
vista se vinculó la caridad y la oscuridad, con el oído el ruido y la armonía,
a la boca le correspondió lo dulce y lo amargo, y lo caliente y lo frío al
tacto. Estas oposiciones expresadas físicamente formaron parte del camino de la
perfección al concebirse como parte de una lucha cotidiana contra las
tentaciones y el pecado.
Normar los criterios
sobre esa puerta que representaba el paso del exterior al interior del cuerpo
(la boca), sobre lo que se podía ver y tocar, sobre el control de las
reacciones a los estímulos olfativos y auditivos fueron aspectos esencial es en
el imaginario conventual. Además, vigilar y mortificar cada uno de los sentidos
formó parte del control del placer como norma de civilidad.
La vista: «La vista de la muger es una saeta...»612
¿Qué era, qué peligros
ofrecía, cómo mirar? Nos lo ilustra el siguiente fragmento.
|
Pasando de los apetitos a las pasiones y
de éstas a los sentidos, mucho cuidado se tuvo en «ejercitar
la mortificación interior» [...] en especial, en el modestísimo recato de
la vista; las carmelitas descalzas de santa Teresa llegaron a tanto que sólo
miraban el trecho que necesitaban para andar; Melchora de la Asunción
testificó:
|
que se pasaban años
sin conocer a las religiosas por los rostros [...] todo este cuidado de
mortificar la vista se observa hasta oy con tanto rigor que cuando la semana
santa pasan las procesiones [...] y saliendo toda la comunidad al coro solo
fixan los ojos en ver y adorar las imágenes, sin ver a las personas y si caen
en alguna imperfección, que toque a la vista, piden licencia a la prelada
para ponerse en los ojos vendas y cilicios614. |
Objetivamente, la vista era considerada
como una puerta abierta al contacto exterior, por lo que su normatividad quedó
claramente explicitada en las pautas de comportamiento cotidiano de las
comunidades monásticas. Como señaló el padre Alonso Rodríguez «que la vista de la muger es una saeta tocada con yerva venenosa
que luego hiere el corazón [...] y asi es el pensamiento malo causado de esta
vista [...]»615
La percepción visual
en el imaginario de las religiosas se redujo discursivamente a binomios contrapuestos
asociados a cualidades positivas o negativas. Así aparecieron casi siempre
oscuridad contra claridad. Tal oposición se hizo extensiva a acciones de bajar
y subir la vista.
Algunas veces, la
negación de la comunicación visual fue vista como sinónimo de la oscuridad real
o imaginaria, como le sucedió a Melchora de la Asunción quién después de que
murió «purgando algunos deseos temporales estuvo sin ver
a dios por espacio de 10 horas»616.
La noche oscura617 teológicamente reconocida como parte
del camino de la vida de perfección metaforizó un conjunto de posibilidades en
torno al sentido de la vista. Isabel de la Encarnación:
|
[...] estuvo metida
en una batalla terrible, quebrantado el cuerpo con tantas y tan intolerables
enfermedades sin regalo ni descanso, el alma metida en una noche oscura, el
entendimiento ciego, al imaginación loca, la voluntad llena de sequedad,
desamparo, congoja [...]618 |
En la lógica opositora del maravilloso
conventual a los símbolos tenebrosos, se opusieron los de la luz y por medio de
ésta, la mirada podía ser dotada de gracia divina y captar imágenes
sobrenaturales. Así cuando María de Jesús recorrió la tierra de los infieles:
|
[...] vía mucha
oscuridad y conforme eran los pecados que aquellos bárbaros cometían i bisios
tenían, eran los demonios que allí abia unos en figura de grifos, otros de
micos. Pasola (su ángel) por tierras de los cristianos donde bido gran
claridad [...]619 |
Asociada la mirada con la claridad y la
acción ascensional, apareció un conjunto de elementos que evidenciaron el
simbolismo de la gloria mediante la descripción de horizontes luminosos, resplandecientes,
azulados y dorados, como lo muestra la visión de la purificación del obispo de
la Mota y Escobar descrita por Isabel de la Encarnación.
|
[...] al fin (el
obispo) salió andando por encima de las aguas y [...] empezó a andar por este
camino de flores con mucha gracia y donaigre [...] al fin de este camino
estaban doce hombres ancianos, todos vestidos de blanco y con su barba blanca
y crecida y con una gravedad santa les saludaron estos santos y dos de los
mas ancianos le cogieron y llevaron de la mano y en forma de procesión se lo
llevaron por aquel camino hasta que los perdió de vista y diole Dios a
entender que los doce ancianos eran los doce apóstoles y aquel campo el
paraiso [...] y se lo llevo Dios al cielo, isabel le bido subir glorioso al
cielo [...]620 |
Las constituciones no en vano señalaron el
peligro que entrañaba el «mal mirar». El demonio no solamente atentaba contra
la castidad y la pureza de esa manera, también impedía elevar la vista evitando
«mirar a Dios». La misma religiosa:
|
por espacio de cinco
años no pudo alzar los ojos ni mirar ninguna imagen ni otra cosa por que los
demonios le tiraban los ojos con tanta fuerza que parecía se los querían
sacar621. |
En la imaginación de las religiosas, las
experiencias sobrenaturales más intensas correspondieron al campo visual
(imágenes de apariciones). Con la inseparable conjugación de luz y oscuridad,
se metaforizó la luz del entendimiento a la que se opuso siempre a la loca
imaginación.
|
La voluntad tanto
mas fuerte, sublime puramente y con mayores ganancias produce actos de amor
divino cuanto mas sobrenaturalmente esta el entendimiento alumbrado con
deslumbradoras verdades. [...] Su amor en esta unión es puro, sutil,
sobrenatural, interior, delicado, trae consigo una novedad que deleita sin
curiosidad una tranquilidad que pacifica con mucho sosiego el alma a ratos le
venia una contemplación pasiva que es oración de silencio a donde el alma
absorta en dios era divina paciencia622. |
El oído: «Metiósele el demonio en el oído...»623
«El
oído podía ver mas profundamente de lo que pueden ver los ojos», decían los
manuales de las religiosas que:
|
Las constituciones atendieron a la
especial función del oído, su cuidado comenzaba cuando novicias y profesas asistían
a la reja de los locutorios acompañadas por las escuchas,
para evitar que las religiosas «escucharan pláticas no
convenientes al estado religioso» y para impedir el intercambio de papeles
u objetos625. El silencio, cuidado por las celadoras626 fue uno de los componentes
esenciales de la vida de recogimiento, al romper el silencio al hablar y el oír
incluía un comportamiento previamente normado y aprendido: «En
el hablar, semblante y andar, sean imitadoras de la humildad y mansedumbre de
nuestro Señor y su Santísima Madre». Pues sólo se permitía hablar en voz baxa,
precisamente lo necesario, pero en todo tiempo y lugar «se
escusen palabras ociosas y demasiadas»627.
En la medida en que
cualquier factor extraordinario pudiera alterar la relación mística entre las
religiosas y su amado esposo, se buscó individualmente evitar cualquier exceso.
La cédula de profesión de la hermana Úrsula de San Juan dice que era «extraordinariamente hermosa», por ello, esta sierva de Dios:
|
[...] por no estarlo
se lavaba la cara con jabón y se ponía al sol y le pidió a nuestro Señor le
quitara el sentido con que había de ofender a nuestro señor y así le quito el
oído628. |
El oír se concebía como un acto pasivo. Lo
oído se tenía además que interpretar y originaba una imagen indirecta. Como en
el caso de los otros sentidos, se presentó en el imaginario un dualismo, en
este caso el de silencio-ruido. Este último, se asoció a un conjunto de
elementos nocturnos, como la ruptura del silencio obligatorio y la interrupción
del sueño, los cuales fueron también objeto de especial atención por parte del
demonio. Dice Francisca de la Natividad que a Isabel de la Encarnación quiso
Dios probar su paciencia:
|
Desde sus primeros
años de religiosa por medio de un duende que desde novicia la persiguió en
figura de ermitaño con un gran rosario de cuentas muy gordas que yo misma las
oía caer por que daba golpe, esto la afligía mucho por que le quitaba el
sueño con el ruido que hacia, mas ella no sabia que era demonio hasta que
andando el tiempo se desengaño de que non era duende sino demonio629. |
Contra los ruidos, y los gritos la ayuda
divina fue la palabra de Dios «oída» por las
elegidas, como alternativa a los sonidos del «mundanal
ruido». La voz de su Amado les pedía una mayor entrega...
|
Juana de san Antonio
estando en el dormitorio oio una voz que dijo mui recio gloria o infierno
para siempre ella pensó que todas la oían como prosiguió el silencio echo de
ber que ella sola la abia oído. Otra noche bido nuestro Sr. de
pasión y llagas que le decía dame tu corazón630. |
No sólo el ruido opuesto al silencio
monacal alteró la oración verbal y mental, ésta también se rompió por el dolor
que disminuía la capacidad auditiva. A Isabel de la Encarnación el demonio le
torturó
|
[...] primero en
figura de culebra fiera le ciño la frente y cabeza atormentandole los
sentidos asfisiandola en tanto extremo que no se puede decir, metiosele el
demonio en el oido dabale intolerable tormento con tanto rigor que quedaba
atormentada como si con un puñal le atravesaran el cerebro, entonces estaba
sin poder mover pie ni manos como cosa muerta631. |
La melodía o el canto armonioso en el coro
desempeñaron un papel semejante al silencio; el momento de especial comunión
con su amado esposo. La paz conventual era una condición indispensable para la
oración mental en la medida en que neutralizaba la confusión producida por el
ruido.
El tacto: «... ni bolvi a tocar cosa blanda
de lienso o seda, sino todo aspero de lana...»632
Además de lo dispuesto
sobre el conjunto de los sentidos, el tacto fue específicamente tratado. Su
máxima expresión fue la castidad que elevada al rango de voto fue uno de los
puntos básicos de la vida de perfección. Por tanto, se ordenó siempre de manera
directa una clara coerción que limitaba el tocarse unas a otras entre las
religiosas. Sobre ello se aplicaron los castigos correspondientes a las
culpas «graves» y «gravísimas» que
aludían a las acciones de «manos violentas» contra
otras religiosas o contra la abadesa633.
También se buscó
evitar el contacto corporal en la vida cotidiana, por lo que se ordenó que
monjas y priora durmieran en dormitorios donde las camas de las religiosas
estuvieren «separadas unas de otras en competente
distancia», prohibiendo, la abadesa o la priora que durmieran dos en una misma
cama, el dormitorio siempre debía tener «lámpara
encendida». La sensibilidad personal también se limitó visual y físicamente
mediante el uso de ropas que recordaban su estado de religión aun en los
momentos de descanso «ceñidas con cordones, con velo en
la cabeza», con zayuela y escapulario634. Si alguna de las enfermas «sintiere fatiga en tener vestido, la priora podía dispensar el
que duerma sin ello por algunos dias, con tal, que tengan debajo de la
cabecera, o almohada el escapulario [...]»635
Para evitar el
contacto corporal por la falta de camas, se prohibía, que sin licencia del
obispo durmieran niñas o criadas en los mismos dormitorios que las monjas. En
el siglo XVII la privacidad monacal en cuanto al manejo del cuerpo se redujo a
usar cortinas de brin o cotense para dividir las camas. Estas restricciones
fueron alteradas con el tiempo con la construcción de «tabiques» para conformar
celdas individuales, con la admisión de supernumerarias, niñas y criadas en los
conventos de calzadas, donde a mediados del siglo XVIII en las celdas
particulares convivían juntas al abrigo de la noche.
El empleo de las manos
se expresó en la necesidad de mantener el cuerpo ocupado para evitar la
ociosidad, «enemiga del anima la cual es puerta y camino
por donde entran los vicios y pecado y llevan el anima a la perdición»636. Se regulaban los ademanes de las manos
todo el tiempo, y en especial al dormir existían prescripciones de tipo moral
dado que el espacio destinado para el descanso había sido previamente
santificado pues luego que se hacía la señal con la campana debían asistir en
el acto todas las monjas y «se ponga cada cual en su cama
donde esperaran a la bendición del agua bendita que ha de hacer la priora o
vicaria [...]»637
El control del tacto
quedó asociado al placer carnal, por eso se recomendaba a «nuestra
religiosa que conoce quan peligrosos son los asaltos de este enemigo doméstico,
que es la carne, pida a dios que la sujete, o que la crucifique con los clavos
de su temor santo»638. Para María de san José, este temor se extendía hasta el
contacto cotidiano. Asociando todo tipo de texturas al placer corpóreo. Ella
confesó que:
|
No bolbio a caer en
mi cuerpo cosa nueba, ni bolvi a tocar cosa blanda de lienso o seda, sino
todo aspero de lana. I de la manera que me mantube en el calzado, de esa
misma manera me mantuve en el bestido. Lo eternizaba a puro remiendos [...] i
para los remiendos, no gastava ni ilo ni pita, sino que de lo mismo
desilachava un pedaso i sacava las ebras con que los cosía639. |
Por otro lado, el tacto y la sensibilidad
fueron concebidos como medios de comunicación con Dios, la Virgen y los santos.
En estos contactos, el simbolismo de lo sobrenatural se enfocó hacia las manos
como receptoras y manipuladoras de objetos como anillos de cristal, varas de
oro, cintas de colores e incluso fueron objeto de castigos y señales divinas.
Dios permitió que una religiosa difunta le pidiera oraciones a la madre María
de san Alberto para la salvación de unas ánimas del purgatorio y para dar mayor
crédito a la aparición, la muerta:
|
tomo en su mano el
llavero de la dicha madre de san Alberto [...] le quemo solo unas llaves [...]
para darle a entender a la dicha María de san Alberto (que) todos sus
hermanos estaban en purgatorio [...] i que isiera oración y por todas estas
llaves que se bieron quemadas i sola una limpia, la dicha san alberto iso
mucho oración, misas y sufragios por sus ermanas i ermanos640. |
Las iluminadas pudieron además de visitar,
sentir las penas del purgatorio; generalmente el dolor que las afligía era
semejante al que experimentaban los que purgaban culpas. En estos casos
excepcionales Dios les permitió a estas religiosas permutar su propio dolor
físico para salvar algún alma, estableciéndose una especie de compromiso entre
la monja y Dios. Las manos, junto con el dolor corporal interno formaron parte
de esta relación. A la madre Isabel de la Encarnación:
|
Dios le dio a probar
las penas del purgatorio en solas las manos por mas de ocho dias y eran de
manera que clamaba al cielo por que sus manos estaban moradas y las llemas de
los dedos no parecían sino que querían reventar de hinchadas y estaban mas
negras que moradas, io se las ponía en mojado en agua bendita y con esto
descansaba641. |
El olfato: «El demonio por todas partes se lo ponía en las
narices»642
El olfato, al igual
que los otros sentidos, fue sujeto de control, más moral que real dadas sus
características fisiológicas. El cronista de las Carmelitas Descalzas de Santa
Teresa describió las mortificaciones a las que se le debía someter en estos
términos, a las monjas:
|
son tan mortificadas
en el olfato, que cuando cortan flores, rosas y azar, para aderezar los
altares, no se da caso; que lleguen por diligencia suya a gustar sus
fragancias, aplicándolas al sentido, que las persive; y cuando componen
olorosas casolejas para las festividades, no pudiendo excusarse de recevir
sus aromáticos vapores, como también de las flores y del azar [...] levantan
el corazón a Dios pidiendo a su Divina Magestad el suave olor de las virtudes643. |
El control del olfato estuvo asociado con
el de la vista. Con el fin de normar el manejo de los escrúpulos, como prueba
de humildad y obediencia644 a Francisca de la Natividad su maestra le ordenó
comer un gran huevo crudo [...] se lo bebió con tanto asco que era milagro de
Dios el poder hacer esto. En adelante esta prueba le permitió, para vencer su
«frágil» naturaleza, tomar...
|
en su boca cosas muy
asquerosas y sucias, y que a los principios no podia labar un servicio por
que se quebrava todo su cuerpo de las arcadas (vómito) que el asco que no
estaba en su mano ni podia mas, mas dijo que con la gracia de dios y por
medio de la mortificacion le habia dios facilitado tanto el mal olor de los
servicios que antes le olian [...] que muchas veces le acontecio tener mas
lebantad(a) la oracion fregando los servicios que si estuviera en el coro y
ansi andaba rogando que le hechasen este oficio por que lo estimaba mas que
el ser reina de todo el mundo según el aprecio y estima que tenia de hacer el
mas bajo oficio es digno de ser el mas estimado645. |
En este caso se planteó el control del
asco causado visual y olfativamente por una imagen. En el primer caso (del
huevo crudo) el olfatear y ver fue una respuesta semirrefleja646. El segundo fragmento (de los servicios
sanitarios) muestra que el control de los sentidos como parte de un conjunto de
actitudes corpóreas, para algunas elegidas, formó parte del camino de la
perfección647. La vista y el olor se asociaron con la boca al
incrementarse la secreción gástrica, siendo necesario un esfuerzo sobrenatural
para no perder la postura erguida al arquearse por el vómito648 causado por el asco. Ahí residía el
mérito del sacrificio.
El camino de la
perfección no era sencillo y directo, en el caso de Isabel de la Encarnación,
la enfermedad asociada con la purificación le ocasionó el rechazo de sus
compañeras pues además de que «tenía mal de orina,
jaqueca con riguroso dolor de oído tan recio que era intolerable, los vómitos
tan continuos que no podía retener una pasa en el estómago [...]»
|
padecía intolerable
hedor que las religiosas apenas podían sufrirlo y el mal olor penetro de tal
manera las tablas de la cama que tuvieron que quemarlas y el colchoncillo se
deshizo fuera de casa por su mal olor649. |
Como de costumbre, sobre este sentido
también el maligno tuvo que ver. No sólo podía originar escrúpulos sino que le
estaba permitido, con el fin de probar las virtudes de las monjas, trasmutar el
dulce olor de las flores en tentaciones. Describe la religiosa carmelita que el
demonio:
|
nos atormentaban con
millares de tentaciones tomando forma de una doncella y con un ramillete de
flores en la mano, en aquellas flores estaban infundidos todos los vicios y
maldades del infierno y ponían mucha fuerza en que olieran aquel ramillete de
flores del infierno y se lo ponía en las narices y aunque la tal religiosa se
defendía con demostraciones de torcer la boca hacia unas partes y otras el
demonio por todas partes se lo ponía en las narices650. |
El gusto: «... Tenga un palo en la boca durante una refección»651
|
Vos hablais, y os
distraeis: vos hablais, y la gracia calla: vos hablais, y no escuchais a Dios
que os habla. Quanto menos hableis a las criaturas, hablara Dios más a
vuestro corazón...652 |
El gusto formó parte de un sistema
sensorial en el que la cavidad bucal y los órganos internos asociados con ella
se veían articulados como un todo. En la medida en que la boca fue depositaria
de varias funciones, se explicitó el control especial que se debía tener sobre
la lengua. El silencio voluntario era una muestra digna de gran perfección
porque para la religiosa «que no refrena su lengua vana
es su religión»653. Las constituciones normaron justamente el acto de hablar;
esto quedó expresado claramente en todos los grados de culpa y la sanción
siempre procuró reprimir el uso inadecuado de las palabras al refrenar el
órgano de su emisión. En 1630, se señaló que la religiosa que «por palabra o señas diere ocasión de turbación o escándalo a
otra su hermana [...] o que fuere hallada en sembrar discordias revolviendo a
sus hermanas con otras que es oficio de satanás, tenga un palo en la boca
durante una refección [...]»654 Gráficamente se presentó a la religiosa con un
candado en la boca ya que ésta se consideró como «la
puerta y esta puerta está muy mal sin llave que asegure el tesoro que está
adentro»655.
Además de hablar, por
la boca se ingerían alimentos. La comida y los actos asociados con el tracto
digestivo fueron uno de los primeros placeres corpóreos sobre los que se
enfocaron las descripciones del imaginario conventual.
Fue en el refectorio
donde se expresaron con mayor fuerza las manifestaciones de lo sobrenatural.
Por medio de prácticas ascéticas, las religiosas buscaron enfrentar las
tentaciones del demonio que se ensañaba especialmente con algunas, al
impedirles deglutir los alimentos alterando la motricidad de los órganos en
cuestión. El mal asediaba a Isabel de la Encarnación con dolores: primero
empezó por el cerebro, después le afectó una «postema» interior de tal forma
que terminó provocándole con esto un «encogimiento de
todos sus miembros, apretavansele las quijadas tan fuertemente que llego a
punto de muerte por no poder comer»656.
Resulta interesante
resaltar que el demonio actuó afectando todo el sistema gastrointestinal. Al
final de la vida de la religiosa antes citada, adivinaron los demonios que ya
se les iba acabando su comisión, por lo que la torturaron con tan
extraordinarios tormentos que parece había llegado el fin de sus días...
|
coxianle las
entrañas dentro del cuerpo y las torcían causandole un dolor intolerable de
colica y no le permitian de tomar cosa de substancias si a pura fuerza tomaba
algo luego lo trocava pasabanlo a la boca y los ojos a l(o) puesto del rostro
donde están las orejas con tanta fealdad y dolor que causaba espanto a las
circundantes y esto con movimiento tan profundo que ponía grima inflamole el
higado con tan grande y tan artificial fuego que se abrazaba como en vivas
llamas con todo esto fueron tantos los gemidos que daba que no dormía de
noche ni dexaba dormir657. |
El tipo y la forma en que los alimentos se
ingerían tuvo que ver directamente con la circulación de la sangre, con la
temperatura y con el consecuente humor de las religiosas.
En la comida se
expresó uno de los puntos sustanciales en las imágenes del cuerpo. Por medio de
asociaciones penitenciales y ascéticas se llegó al grado que el acto de ingerir
alimentos no pudo disociarse ni existir de manera independiente de ellas. Había
sin duda aspectos superlativos en lo imaginario conventual relacionados con el
acto de comer y los rituales que lo enmarcaban. Las Carmelitas Descalzas de
Santa Teresa:
|
solían entrar en el
refectorio de rodillas a besar los pies de todas las religiosas, otras veces
estaban puestas en cruz todo el tiempo, que duraba la comida: comer en el
suelo y tenderse a la puerta del refectorio para que todas las pissen era muy
ordinario: suelen también entrar con un plato o basija a pedir limosna y la
comida que recojen de lo que va dando cada una la comen en el suelo sentadas
como si fueran pobres mendicantes y mendigas, pordioseras, quedando con esto
quanto mortificadas, tanto gozosas, por ejercitar la pobreza, que tanto aman
como legítimas herederas de la Seraphica Madre santa Teresa de Jesús658. |
Vemos aparecer en este conjunto de actos
penitenciales otra vez las oposiciones. El gusto debió ser contrariado, a
voluntad o por prescripción de los directores espirituales.
La normatividad en los
actos alimenticios estaba encaminada al control del gusto. Se condicionó el
tiempo, las posturas y la actitud al ingerir alimentos. Como parte de estas manifestaciones,
el sancionar el mundano gusto de comer se complementó con la abstinencia de
probar manjar o renunciando a probar algún sabor. El acíbar, amargo zumo de la
planta del áloe, estuvo casi siempre presente en las penitencias relacionadas
con el comer y su objetivo fue el de alterar el sabor del alimento. Sobre la
multiplicidad de testimonios de cómo se empleaba, basta citar el de María de
Jesús que:
|
En la virtud de la
mortificación se ejercito interior y exteriormente por que con padecer tan
fuertes tentaciones y dolores en el cuerpo mostraba el rostro tan sereno y el
animo tan sosegado que apenas se echaba de ver y decir y en la comida cebaba
el disimulo asibar que tenia en un canutillo con que tomaba justo a la comida
[...] En todo se mortificaba en el oído, vista y lengua de modo que solo lo
necesario hablaba659. |
Algunas de las imágenes alusivas a la boca
remitían a una interpretación exageradamente rigurosa de los votos. La
supresión de su función comunicativa se asoció con la imagen de la obediencia.
|
Sucedió que un día
que se le quitase el habla quedándose con los demás sentidos, en la coyuntura
le trajeron un poco de carnero asado en que reventó la iel del carnero,
estaba la carne tan amarga y ella tan desganada que no pudo mas que probarla
sin pasar bocado, aviso la enfermera a la madre priora y esta mando que le
guardasen la misma carne y recalentada se la dieron al otro día para medio
día, así se hizo y tampoco la enferma pudo comer, mando la priora que no le
diesen otra cosa, el tercer día y los mismo sucedió, la cocinera el cuarto
día movida de compasión tomo la carne y la pico y tomando su picadillo hallo
que amargaba como iel y entonces le dieron unos quesos que al quarto dia
comio660. |
También la boca fue depositaria de valores
positivos a través de actos específicos como lo fueron el orar, cantar o
comulgar. La oración vocal expresada por medio de palabras y gestos era
recomendada por los sagrados libros, los cuales convidaban a emplear la voz, la
boca y los labios para alabar a Dios. Esta acción estaba encaminada a expresar,
además del amor hacia el Creador, el acatamiento de las normas no sólo con el
alma, sino también con el cuerpo y especialmente con la palabra como medio de
expresión del pensamiento. El oír el sonido de la voz estimulaba la devoción
pues el gesto intensificaba el afecto interior.
Las palabras de la
consagración, durante la misa, «este es mi cuerpo [...]
esta es mi sangre», proveían a la hostia consagrada de todo el ser físico de
Cristo que por la boca entraba al cuerpo661.
Este conjunto de
prácticas que definieron un modelo de comportamiento cristiano, fueron
difundidas a través de las hagiografías y biografías. Su fin didáctico y
moralizador se extendió durante la primera mitad del siglo XVIII y sobrevivió
como ideal de perfección imitado e interpretado de diferentes formas, en los
distintos monasterios de la ciudad. Hacia 1765 se intentó imponerlo en los
conventos de calzadas con las reformas de Fabián y Fuero. Sin embargo la
espiritualidad monacal había tomado entonces cauces un tanto diferentes.
Del milagro conventual a la devoción popular
Los documentos
generados por las monjas para las reconstrucciones hagiográficas también fueron
utilizados durante la apertura de procesos de canonización con el objeto de
encauzar la figura de la religiosa por el camino de la santidad. Esta
estrategia se aplicaba igualmente a los varones distinguidos por su santidad y
fue propugnada no sólo por el clero secular sino por el Ayuntamiento.
Los clérigos y de
manera especial los jesuitas fueron los encargados de difundir el aspecto
pastoral de Vita y Miracula de las religiosas; en una
premeditada combinación, sirvieron de cauce para emitir mensajes morales que
ofrecían al pueblo modelos de comportamiento asequibles. Estas circunstancias
determinaron la posibilidad de incluir a dos personajes ligados con la historia
de Puebla en los anales de la santidad como prototipos de perfección
americanos: la venerable María de Jesús y el beato fray Sebastián de Aparicio,
ambos franciscanos. No todos los procesos de beatificación prosperaron con la
rapidez y eficacia esperados. La lentitud burocrática y los obstáculos formales
se acumularon. De manera particular se desarrolló el caso de María de Jesús, a
quien se le llegó a reconocer como venerable sierva de Dios: «El lirio de
Puebla». Fue en este mismo momento cuando Santa Rosa de Lima fue promocionada
mediante un proceso similar como modelo de terciaria de la orden Dominica y
Patrona del Perú662.
Pese a que la historia
poblana no se engalanó con una beata nacida en sus inmediaciones, siguieron
apareciendo muestras repetidas de una secular autonomía de las representaciones
populares en materia de santidad. La citada religiosa y el obispo Juan de
Palafox663 fueron personajes centrales en las mandas forzosas de
80% de los testamentos dictados entre 1650 y 1665, tendencia perceptible aún
hacia 1750.
Esto muestra que el
pueblo nunca perdió su capacidad creativa en lo que se refiere a la búsqueda de
auxiliares o patrones espirituales. Por supuesto, el milagro perpetuó la
posición privilegiada de tales personajes. En algunos casos, el clero aprovechó
esos estímulos y los utilizó como un arma estratégica al servicio de una
intención doctrinal.
Hacia la segunda mitad
del siglo XVIII hubo ciertos cambios en las manifestaciones del imaginario
conventual; la religiosidad monacal representada en el siglo XVII por la
búsqueda de perfección individual e introspectiva de las «elegidas de Dios»
caminaba hacia formas colectivas y públicas. Se debe entender este fenómeno
como una forma de adaptación de la experiencia mística y sobrenatural hacia
manifestaciones devocionales más abiertas representadas a través de lo
milagroso y popular, características del siglo de la Ilustración.
Desde 1737, se había
reconocido el patronato guadalupano contra la epidemia del matlazahuatl en la
ciudad de México, y en otras ciudades como San Luis Potosí se hicieron actos
semejantes que reforzaron la solicitud de su confirmación pontificia664.
En Puebla, las
manifestaciones guadalupanas tomaron otro cariz cuando el 16 de julio de 1754
las religiosas de San Jerónimo dieron licencia a la priora y al definitorio
para que en «manos del capellán del convento y bajo las
solemnidades necesarias puedan jurar a nuestra señora de Guadalupe665 por especial patrona de dicho
convento y sus moradoras [...] en reconocimiento de su patrocinio»666. Este juramento fue el inicio de una
serie de manifestaciones sobrenaturales encaminadas a curar a 13 de las 77
monjas del citado monasterio, que se encontraba «afligido
y contristado por la enfermedad de la epilepsia y morbo caduco, que de algunos
años a esta parte padecen algunas religiosas, cuyo número va creciendo día a
día...»667. Juraron todas las religiosas, y la primera que testificó
acerca de su curación fue Antonia Manuela Guadalupe de la Emperatriz, religiosa
de velo y coro, quien por mandato de su prelada dijo que:
|
el mes de abril de
1753 comencé a sentir los efectos interiores que causó el accidente de la
epilepsia con el temblor de tierra que hubo el día 30 del mes de junio. Se me
declaró en lo exterior con gran fuerza, con intervalos de golpes y
suspensiones, sin que se pudiera conseguir que se quitara si no era con
Evangelios y oraciones de sacerdote [...] así continúe 9 meses y 17 días lo
más de este tiempo y por todos los días con gravisimos dolores y ardores y
hubo ocasión que tuve el pecho tan cerrado que no se me percibía lo que hablaba
[...] se me trabaron las quijadas que no podía abrir la boca para comer [...]
estaba imposibilitada de asistir al coro y demás obligaciones; hasta el mes
de julio de este año que se hizo al jura de mi Señora. Y luego que se
efectúo, sentí materialmente como si me estuvieran quitando el peso o presión
y palpitación del corazón [...] A la tarde reconocí que estuve totalmente
libre y de todo efecto de epilepsia tal que luego puede asistir a coro y
demás distribuciones de la Comunidad668. |
Así fueron declarando cada una de las 14
enfermas, cuyos nombres eran:
Religiosas sanadas en
el convento de San Jerónimo en 1754
|
Años de le
enfermedad |
|
|
Antonia
Manuela Guadalupe de la Emperatriz |
1 |
|
Josefa
María Ana Guadalupe del Sacramento |
6 |
|
Ignacia
María Ana Guadalupe de San Bernardo |
4 |
|
María
Ana Josefa de San Antonio |
5 |
|
Agustina
Guadalupe Machorro |
2 |
|
María
Justa Guadalupe de la Santísima Trinidad |
3 |
|
Bárbara
María Guadalupe del Señor San José |
3 |
|
Agustina
Guadalupe de la Asunción |
10 |
|
Josefa
María Guadalupe del Corazón de Jesús |
2 |
|
María
Josefa Nicolasa de Guadalupe |
12 |
|
María
Guadalupe Josefa de la Soledad |
— |
|
Teresa
Josefa María Guadalupe |
8 |
|
Antonia
María Guadalupe del Señor San José |
— |
Resulta, sin lugar a
dudas, significativa la asociación del nombre de 13 de las enfermas y la de la
nueva patrona del convento. La imagen de la virgen de Guadalupe se encontraba
allí desde el año de 1717, cuando Micaela Rosa de san Juan y Manuela Micaela de
san Francisco de Sales669 la llevaron al convento como parte de sus
pertenencias. Años más tarde el obispo Álvarez de Abreu, en la primera visita
que hizo al convento, «le pareció mal que hubiera cuadros
grandes en las celdas» y ordenó se devolviera a la casa de los parientes
de las religiosas. La viuda Ortega (la madre de las religiosas) les confesó el
secreto del prodigio de la imagen que se había quedado ahí como parte de los deseos
de su esposo, sin duda también por voluntad divina pues más adelante sería la
salvación de la comunidad, como patrona de la misma. Coincidió el milagro de
San Jerónimo con la entronización de la guadalupana como patrona del virreinato
en 1754670.
En la ciudad de
Puebla, su protección se confirmó un año después cuando el 7 de octubre de 1755
fue nombrado promotor fiscal del obispado el doctor José de Tembra y Simanes671 y comisionado para recibir la
información ofrecida en un memorial procedente del Convento de Santa Catalina
de Sena de la ciudad. En él se informaba «haberse operado
un suceso milagroso» ocurrido en la persona de Nicolasa María Jacinta672, en el locutorio del citado monasterio,
bajo juramento declaró la dicha religiosa que habiéndole acontecido desde el
día seis del corriente mes hasta el doce del mismo, calentura, dolor de cabeza
y tan grave
|
desvanecimiento
[...] copia de sangre que lanzo por la boca, agudo dolor en el pecho y
espalda y una crecida hinchazón en el pulmón, muy escasa la respiración y
estremada la fatiga para articular por lo muy ronca que tenía al voz a que se
agregaba dolor en el estómago y vientre, ardor en las tripas y un tumor en el
empeine que le impidió la deposición de la orina desde el día nueve del
citado mes hasta el doce [...]673 |
Después de haberle aplicado todas las
medicinas posibles, ante la gravedad del caso se le administraron la eucaristía
y la extremaunción y después de haberlos recibido, recordó que el mismo
día «era el que nuestra santa Madre Iglesia celebraba la
gloriosa Aparición de Nuestra Señora de Guadalupe y alentándola la fe con el
mayor esfuerzo que pudo se encomendó a la santísima Señora, pidiéndole que si
le convenía morir de aquella enfermedad había de ser en su día, si no que le
concediese la vida por milagro». Dadas las doce horas del medio día y aplicándose
una imagen de la señora de Guadalupe, reiteró su petición insinuándole que:
|
no quería la vida
para bien suyo, ni con otro fin, sino es por que con este milagro se
extendiera su devoción y fuera más exaltada su gloria, que con morirse no
perdía nada, por que esperaba en Dios que se había de ir a gozarla, y su
majestad con no hacer el milagro perdería todas las alabanzas que le abían de
dar, y pronunciando esto se sintió sin dolor ni embarazo alguno y comenzó a
publicar que estaba buena y sentándose tuvo una copiosa deposición de orina674. |
Así quedó instantáneamente sana de todas
las enfermedades que padecía, y el día catorce se regresó a su oficio de
sacristana. Para la certificación del milagro, se aplicó un interrogatorio a
todas las religiosas del mencionado monasterio, las que contestaron de manera
similar; la primera cuestión se refirió al reconocimiento de la
guadalupana «la Mexicana jurada por Milagrosa Patrona de
la América y en particular jurada de un año a esta parte como especial Patrona
del Convento de Nuestra Madre santa Catalina de Sena».
El milagro675 fue también una prueba, asociada a
la santidad; su certificación se operó sobre una realidad incuestionable que se
basaba en la virtud de obras y de pensamiento; los testimonios de las monjas
reunían estos requisitos.
La «racionalidad
teológica» de la iglesia oficial hacia la religiosidad popular y sus
manifestaciones tuvo que ir más allá del reconocimiento de los milagros de la
Virgen. En los conventos de mujeres del siglo XVIII, se siguieron introduciendo
milagros obrados directamente por Cristo en sus diferentes edades: Del niño
cieguecito en la iglesia de Capuchinas, cuenta la leyenda que:
|
El 10 de agosto de
1744 después de la solemnísima festividad del Mártir san Lorenzo en el
convento de la Merced de la ciudad de Morelia [...] un hombre falto de fe y
lleno de odio antirreligioso se había escondido en la iglesia, profanó varios
objetos litúrgicos. Una vez aprehendido confesó que profanó la imagen del
Niño Dios que estaba en los brazos de la Santísima Virgen, le arrancó las
manos y los pies y, aumentando su furor al escucharlo y verlo llorar
tiernamente cuando iba rumbo al cerro, arrebató el agudo punzón (que servía
para sustentar al Niño en brazos de la Virgen) y con él arrancó con atrocidad
inaudita los ojos del santo Niño y le dio 33 puñaladas676. |
El otro caso fue el señor de las
Maravillas en Santa Mónica (1680)677. En ambos casos se editaron cuadernos
explicativos del poder milagroso de las imágenes, con sus oraciones específicas
que respondían casi siempre a una misma estructura, con ligeras variantes en
cada caso y llevando al final la petición o súplica y agradecimiento. Se
reproducía la imagen en forma de pequeños grabados junto con las normas que se
debían seguir en el culto678.
Dentro de este
esquema, la elección de la imagen incluyó un acto de fe individualizado, que se
convirtió en testimonio de una nueva devoción. En ésta, se relacionaban una
serie de variables, algunas relativas a los devotos, como las necesidades
materiales o espirituales que deseaban ver satisfechas, y otras alusivas a la
imagen, al modelo de santidad que personificaba y las facultades taumatúrgicas
que le eran atribuidas.
Desde mediados del
siglo XVIII, las iglesias de dos conventos de mujeres abrieron sus puertas al
culto público. El carácter no oficial y casi heterodoxo de la devoción popular
que estas imágenes generaron se reflejó en su ubicación dentro de la iglesia.
Fueron situadas en un lugar secundario del templo, nunca en el presbiterio; El
niño Cieguecito se ubicó incluso en la entrada, marcando simbólicamente una
separación física entre el culto oficial y la religiosidad popular.
La devoción se centró
en la entrada del coro bajo, de manera que los devotos no pasaban casi nunca al
interior para orar o asistir a las ceremonias y cultos oficiales de las religiosas.
La ubicación de las imágenes que recibían culto público en lugares secundarios
de las iglesias no era arbitraria ni casual: respondía y expresaba la lógica
que regía esta forma de manifestación de la religiosidad. El templo era el
lugar donde se celebraba el culto oficial, era el corazón de los conventos de
monjas y simbolizaba la separación entre las monjas y el resto de los fieles.
La presencia de santos populares en los templos dejó ver la simbiosis entre las
formas de entender la religión por parte de la iglesia oficial y la devoción
popular.
Los cambios espaciales
de las iglesias construidas durante el siglo XVIII motivaron alteraciones de la
relación entre los fieles y las monjas y no fueron más que un reflejo de las
tendencias encaminadas a limitar el intercambio de las experiencias
conventuales que trascendían hasta entonces al exterior. De la misma manera se
trató de limitar el culto a las imágenes populares que albergaban las iglesias
conventuales.
Estos cambios, que
estuvieron además relacionados con aspectos sociales y políticos, se venían
anunciando con antelación, desde principios del siglo XVIII. La limitación del
número de conventos y la dificultad para obtener licencias para fundar los
nuevos -como en el caso de Santa Rosa-, las críticas a la vida monástica de las
calzadas, la reticencia a aceptar lo milagroso como cotidiano y el mayor poder
de las autoridades del clero secular sobre los monasterios, fueron los primeros
hechos que denotaron los grandes ajustes institucionales que la Iglesia realizó
en el siglo de las luces.
Las reformas de los
conventos de mujeres formaron parte de una tendencia política encaminada a una
secularización de la religiosidad. Matizadas de jansenismo, llevaban a extremar
el rigor dentro de los conventos, a la vez que tendía a aislarlos del mundo
exterior.
La última oleada de
las fundaciones conventuales (1680-1748) se llegó a efectuar, pero después de
una larga espera. Frente al mayor rigor de las instituciones hubo, sin embargo,
factores que favorecieron el impulso a la religiosidad de los conventos. El
tener un convento con una patrona criolla y el auge de las devociones populares
de mediados del XVIII se pueden citar entre ellos.
Para la segunda mitad
de ese siglo nos encontramos con una actitud reformista más agresiva y con una
serie de cambios mayores que afectaron el lugar de los conventos en la
sociedad. Como se ha visto en la tercera parte, las reformas precipitaron la
caída del ingreso a los monasterios, al menos en algunos de calzadas.
A la crítica ilustrada,
que seguramente estaba ya presente en esa época, y frente al hecho de haberse
constituido en uno de los principales propietarios de las casas de la ciudad,
las reformas limitaron también el contacto y relación con el resto de la
sociedad e hicieron menos abierta y directa la simbiosis entre familias y
monasterios. Aunque existen pruebas de que la relación de las familias locales
con el clero secular tomó un camino inverso en el siglo XVIII, cuando las
capellanías adquirieron mayor vigor y los cabildos eclesiásticos estuvieron
ocupados por mayor número de criollos, es un hecho que la relación de los
grupos familiares con los conventos de mujeres resultó afectada. Entre las
causas de este fenómeno, habría que preguntarse si no influyó también un cambio
en la visión social de la mujer, al menos en determinados grupos sociales, ya
que otros estudios han mostrado una disminución de la importancia de la dote
matrimonial. El hecho es que, en el último tercio del siglo, asistimos a la
citada decadencia de algunos conventos, como La Trinidad y San Jerónimo,
patentes en sus magras cuentas conventuales y escasas profesiones.
Por último, durante
este proceso, la vida de las religiosas descalzas fue resaltada y prácticamente
convertida en modelo, frente a la cual las calzadas no se convirtieron sino en
meras aproximaciones. Sin embargo, no todo pudo ser sometido al racionalismo
religioso. La resistencia a las reformas, duró años y la devoción popular en
torno a lo maravilloso conventual siguió latente en advocaciones que hoy aún se
veneran.
Conclusiones
En este trabajo
centramos nuestra atención en la relación existente entre el mundo urbano, los
conventos de mujeres y la sociedad poblana del siglo XVIII. En un principio,
fue la gran cantidad de bienes inmuebles propiedad de los conventos de monjas
el proceso sobre el que se concentró la atención. Descubrir cómo todo un
sistema de motivaciones espirituales llegó a definir la estructura de la
propiedad urbana, orientó la investigación hacia el estudio de los mecanismos
que permitieron tal proceso. El tema se fue ampliando al relacionarse con otras
problemáticas que incluyeron a la familia, la economía y sobre todo la
existencia de un modelo de comportamiento femenino que se cifró en la búsqueda
de la vida de perfección. Esta interconexión llevó a plantear que los conventos
formaron parte de un proceso integrador del cual fueron elementos necesarios
para la difusión de la cultura novohispana.
De la interrelación de
hombres y mujeres procedentes de diferente origen avecindados en esta tierra
recién inventada para ellos, se derivó un problema muy concreto: la necesidad
de establecer reglas que les permitieron sobrevivir y reproducirse. Los
patrones culturales se proyectaron desde diferentes perspectivas. Los
monasterios femeninos se convirtieron en núcleos que normaron y difundieron los
hábitos y los comportamientos europeos a partir del ideal de perfección
femenina. Este mecanismo de transmisión cultural se llevó a cabo porque ciertas
tradiciones eclesiásticas coincidían con la necesidad de la sociedad de
coaccionar y normar conductas individuales y colectivas. Como lo ha planteado
Norbert Elias, la civilité tiene cimientos religiosos
cristianos, por lo que la Iglesia fue uno de los órganos más importantes de la
transferencia de modelos hacia abajo679.
En las reglas y
constituciones conventuales se definieron las formas de convivencia pública y
privada más elementales, en las cuales el margen de acción individual estuvo
relativamente reducido. Esta relación respondió a una necesidad social que
reclamaban precisamente aquellos modelos de conducta propios de la época y de
la élite, misma que se sometió a auto coacciones en su creciente necesidad de
distinción y prestigio. Esta dinámica social permitió que los espacios
conventuales estuvieran articulados como un todo con la ciudad. Al momento de
su construcción, se ajustaron al modelo urbano y le dieron vida al resguardar
el honor femenino, valor familiar que permitió a los grupos socialmente
poderosos identificarse y diferenciarse.
En Puebla, los
conventos femeninos desempeñaron un papel importante como puntos de orientación
y su simbolismo espacial sirvió para activar el crecimiento de la ciudad. Es
importante analizar esta relación pues implicó cambios en la sociabilidad
urbana que recientemente se empiezan a plantear en el caso latinoamericano. Los
conventos de mujeres no fueron construidos al azar. Su ubicación daba cohesión
al asentamiento español mediante los ejes de la distribución del agua, de la
población de sus alrededores y de la economía local y regional de la cual
formaron parte importante.
Al interior de los
monasterios se reprodujo, en cierta medida, la jerarquización desigual de la
sociedad, ya que diversas calidades de mujeres los habitaban y les daban vida.
La castidad y la pureza femeninas, ahí resguardadas, implicaban el seguimiento
de reglas estipuladas por sus constituciones, que les permitían convivir
cotidianamente.
Las condiciones
económicas y demográficas locales y regionales permitieron, en cierta medida,
la interpretación de las reglas monásticas dentro de los conventos de calzadas680. El cuestionamiento que hizo al respecto
Fabián y Fuero descontextualizaba las prácticas cotidianas y los esquemas de
comportamiento de las monjas al no considerar las razones que avalaban esos
modelos de vida «privada». Las fluctuaciones en el ingreso de las religiosas y
la baja en el poder adquisitivo en determinadas coyunturas económicas orillaron,
entre otras muchas razones, a adoptar ciertas medidas que permitieran solventar
esa situación. Así, resultó ser más costeable repartir el producto de los
réditos dotales a cada profesa que mantener homogéneamente a toda la comunidad.
Por otro lado, los ingresos se complementaban con el pago de «pisos» y
«pupilaje» de novicias y niñas respectivamente, además de lo aportado por las
supernumerarias. Al quedarse sin estas entradas, en obediencia a las
disposiciones del obispo reformador, cuando los réditos de los préstamos
conventuales se pagaban de manera irregular se suscitaba una quiebra para el
monasterio.
Varias fueron las
estrategias de sobrevivencia de los conventos. La compra y venta de celdas era
un indicador del crecimiento o de la renovación de la población conventual, y
finalmente representaba una fuente de ganancias pues el capital no salía del
monasterio y constituía un suplemento de la cantidad dotal.
La reproducción de los
nexos afectivos entre parientes fue una condición que permitió que la familia
concibiera al monasterio como una prolongación de sí misma. Las sobrinas y
sobrinas nietas que vivían con la hermana de la madre o del padre seguramente
recibirían una adecuada «educación cristiana». Copresidían las niñas con sus
tías conformando pequeños grupos consanguíneos y representaban potencialmente
nuevas profesiones a mediano plazo. La salida de las niñas de la clausura
originada por las reformas anunciaba así la futura escasez de monjas en la
comunidad.
Es importante señalar
que cada orden y cada convento tuvieron su propio ritmo de crecimiento y
desarrollo; en algunos casos, su dinámica coincidió con las fluctuaciones
regionales. En otros casos disminuyeron sus profesiones en las dos últimas
décadas del siglo XVII debido a nuevas fundaciones. Ya en el XVIII, los de
calzadas se vieron afectados por las reformas de 1765 y todos, excepto los de
descalzas y pobres como las capuchinas, vieron amenazada su existencia.
Las formas artísticas
que los monasterios inspiraron y su contenido espiritual formaron parte del
desarrollo de las creencias y prácticas religiosas, por lo que estudiarlos en
la larga duración ha permitido descubrir los cambios históricos en torno a las
diferentes concepciones de la piedad, la pobreza, la obediencia y la castidad,
no sólo de las monjas sino de las familias ligadas a ellas. La religiosidad se
construyó individual, sectorial y colectivamente y su motor fue la familia.
Uno de los principales
problemas a tratar fue el de la relación de los conventos de mujeres con la
ciudad, a través del estudio de los grupos familiares. Las relaciones de
intercambio que se establecieron entre ellos y las órdenes femeninas
obedecieron a estrategias de reproducción social concretas, que permitieron
transferir el concepto de vida de perfección a los miembros que pertenecían al
linaje. Esta relación tuvo sus propios límites. Uno de ellos fue el papel que
desempeñó la familia extensa como sinónimo de una corporación económica y
política endógama y autoprotectora.
El estudio de los
grupos ligados financiera y socialmente con los conventos permite entender cómo
la entrada de sus mujeres a la vida de reclusión fue un fenómeno relacionado
con procesos económicos y con modelos determinados de estructuras familiares y
religiosas que cambiaron en el curso de los ciento cincuenta años que abarca
esta investigación.
Según los datos
disponibles hasta el momento, puede sugerirse que la familia nuclear tendió a
perder fuerza en la conformación de la religiosidad femenina monacal, desde
inicios del siglo XVIII.
La edad, el número de
mujeres emparentadas entre sí, y la calidad étnica, económica y política de los
progenitores de monjas varió a lo largo de nuestro periodo de análisis. Los
cambios detectados en la edad de ingreso al convento pudieron significar que
los lazos afectivos entre padres e hijas estuvieron determinados por la dinámica
propia de la desintegración de esos núcleos familiares, pues fue diferente
salir de casa a los 16 que a los 25 años para tomar los votos. Debe
considerarse que la edad de entrada al claustro, en muchos casos siendo aún
infantes, anticipó la ruptura de los lazos sentimentales domésticos, hecho que
fue muy importante en la definición de modelos afectivos y de comportamiento
dentro de los monasterios, lo cual fue severamente cuestionado por el obispo
reformista Fabián y Fuero.
Por un lado, una
pronta ruptura con la propia familia determinó que dentro del convento las
religiosas jóvenes construyeran lazos de solidaridad emocionalmente fuertes que
reproducían los modelos madre-hija, o maestra-alumna. Ejemplo de ello son las
religiosas que escribieron los cuadernos de las iluminadas. En el caso de la
madre María de Jesús, Agustina de Santa Teresa fue su discípula y, sin duda,
ferviente admiradora. El otro tipo ideal sería la relación fraterna
carmelitana.
También, podemos
pensar que la formación de grupos socialmente homogéneos dentro de los
conventos de monjas fortaleció hacia el exterior relaciones de sociabilidad.
Recordemos las testificaciones de los certificados de pureza de sangre: cuando
el padre era peninsular, los firmantes por lo regular también lo eran y
conocían directamente al padre de la religiosa o a los abuelos paternos por
proceder del mismo lugar; estos testimonios recalcaban la calidad de cristianos
viejos. Si los padres eran americanos, los testigos aseguraban conocer a los
parientes atendiendo a la ocupación o posición económica del padre o los
abuelos, lo cual fue notorio en el caso de los hacendados. El parentesco fue
uno de los fenómenos más significativos de la religiosidad. Se puede decir, que
fue uno de los elementos característicos del catolicismo novohispano.
La existencia de
conventos implicó el crecimiento del fervor y de las creencias religiosas
hispanas y criollas. Fueron pues, un fiel indicador de la religiosidad de una
sociedad. El papel que desempeñaron, al formar una parte integradora del
sistema devocional urbano, abre una nueva posibilidad de análisis para el
estudio de las redes de religiosidad local.
Tratamos de resaltar
la función del imaginario conventual en la conformación y acatamiento de las
normas de comportamiento de las religiosas. Con las constituciones se ajustó la
sensibilidad y se normó el uso de los sentidos. Esto produjo maneras de pensar,
ver y sentir que, aunque propias de la vida de clausura, se reprodujeron como
modelo a imitar por el resto de la sociedad.
La relación entre el
sistema devocional urbano y lo maravilloso conventual muestra la dinámica
propia del catolicismo novohispano; fue flexible, inmediato y operativo ante
las necesidades y las penas. El culto privado, individual e introspectivo del
siglo XVII, caracterizado por el misticismo y el iluminismo, fue uno de los
elementos que conformó el modelo de perfección femenino que, como patrón de
comportamiento moral definió al exterior de los monasterios las formas de la
piedad penitencial colectiva. Esta relación secular entre conventos y ciudad se
vio afectada por una serie de cambios que modificaron no sólo las estructuras
arquitectónicas sino la imagen que sobre la función de los monasterios tenía la
sociedad. Con las reformas de 1765-1773 se pretendió limitar su contacto con el
mundo exterior.
Como los milagros
guadalupanos fueron una muestra más de la versatilidad adaptativa de la
religiosidad, el modelo de devoción colectiva permitió ligar las devociones
conventuales con las populares. Este fenómeno se materializó cuando las puertas
de las iglesias monacales se abrieron y dieron lugar a cultos de carácter
público, lo que permitió que los conventos, de diferente manera, se insertaran
en el sistema devocional poblano del siglo XVIII.
La civilidad, comprendida
como la transmisión de formas de comportamiento y sensibilidad humanas con una
dirección determinada, constituyó un proceso en el cual se vieron imbricados
los conventos de mujeres en varios aspectos. En el primero de ellos, los
monasterios estuvieron asociados a la vida urbana. Como un fenómeno de esta
índole, contribuyeron a delinear partes del rostro de la ciudad. Con sus
advocaciones particulares, ayudaron a implantar un tipo de religiosidad urbana,
la cual se puede entender por la combinación de diversas advocaciones en un
orden jerarquizado así como por la ausencia de otras. Esta contribución a la
identidad de la ciudad fue mucho más específica, pues tuvieron un rango de
influencia en un entorno urbano inmediato que incluía calles y manzanas y
barrios aledaños. Esta influencia se basó en la vida cotidiana, con la
repartición del agua y la participación en las fiestas. Vistos en conjunto, los
conventos contribuyeron a la percepción de orden espacial y religioso de la
ciudad. Sus habitantes se percataron y asimilaron la existencia de dos núcleos
conventuales: uno definido alrededor de la catedral y plaza (Santa Inés, La
Concepción, Capuchinas, La Soledad, La Santísima y San Jerónimo) y otro en la
frontera norte de la ciudad de los Ángeles (Santa Catalina, Santa Clara, Santa
Teresa, Santa Rosa, Santa Mónica). Diferenciados unos de otros por sus formas
constructivas y advocaciones, marcaron el entorno urbano.
Al interior, el orden
espacial del convento reflejó un discurso estricto de jerarquización y
disciplina. La relación entre actividades y espacios ha permitido comprender el
orden conventual. Al indagar sobre las características espaciales y visuales de
los hogares de donde provenían las religiosas hemos encontrado algunos
paralelismos con los conventos. La existencia de oratorios en algunas de las
casas y el tipo de pinturas y libros dejaron ver la importancia del
ordenamiento espacial y visual en la conformación de la religiosidad familiar
de las monjas.
Además de la
influencia general sobre la población urbana, los conventos estuvieron ligados
a determinadas familias. Como espacios de vida contemplativa, su peso en el
proceso de civilización fue directa, a través de las familias de las
religiosas. Ellas fueron las promotoras de las fundaciones, las que tuvieron
parientes en el cabildo y las que ostentaron el estatus religioso de sus hijas.
Por medio de las familias, los conventos también establecieron sus formas de
convivencia (visitas, fundaciones para sostener determinadas festividades, los
intercambios culinarios, etcétera). Esta relación histórica entre familias y
monasterios se materializó en el incremento de sus rentas y propiedades.
La aportación más
elaborada de los monasterios a la sensibilidad religiosa fueron los milagros y
la participación de las monjas en ellos. El imaginario conventual había ya
aportado en el siglo XVII sus productos más complejos con la vida de las
venerables cuya difusión se llevó a cabo, en gran parte, en la primera mitad
del siglo XVIII, con la impresión de biografías que permitieron la lectura del
maravilloso conventual local.
En el proceso de
civilización, el siglo XVIII desempeñó un papel fundamental porque a la vez que
constituyó la cúspide de la influencia conventual femenina, en él se produjeron
grandes tensiones en las que se acarrearon cambios importantes. Las variadas y
enriquecedoras interpretaciones de las reglas, expresadas en una diversidad de
comportamientos religiosos, orilló tanto a la Iglesia como a la corona a buscar
un reordenamiento. Estas reformas, como se ha visto, afectaron la vida
cotidiana y los espacios conventuales. La acumulación de las dotes, expresadas
en propiedades, hizo que gran parte de las casas, símbolo indiscutible del
linaje familiar, cayeran en manos de la Iglesia. Ella, a su vez, había impuesto
con las reformas nuevos mecanismos de una religiosidad que modificó la antigua
relación de los monasterios con las familias.
Los cambios en la
manera de concebir la religión, si bien reordenaron de una manera más
jerárquica la vida conventual, abrieron nuevos caminos al reubicar el papel de
las religiosas en los milagros. Las identidades locales encontraron rápidamente
nuevos cauces, al surgir imágenes criollas, como las de Santa Rosa y la virgen
de Guadalupe, a las que las monjas y la ciudad estuvieron vinculadas. Las
reformas del siglo XVIII alteraron la vida cotidiana de los monasterios en
aspectos que eran sustanciales para la concepción de la religiosidad femenina.
Así, con disposiciones que aparentaban ser superficiales, cambiaron, desde
entonces, las relaciones de los conventos con la sociedad.
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NOTAS
1
Variados son los
trabajos realizados sobre las órdenes masculinas. Éstos van desde la
perspectiva artística hasta la social. Al respecto puede consultarse una vasta
bibliografía en Rubial y García, 1991.
2
Las órdenes femeninas
se pueden analizar desde variados aspectos, como el describir su fundación y
estudiar su riqueza material y cultural tal como lo ha planteado Muriel, 1946,
en su trabajo pionero Conventos de monjas en la Nueva España y en los
posteriores: 1963, 1974, 1981, 1982 y 1991.
Sin embargo parece
necesario analizar las características regionales y cronológicas de las
fundaciones de provincia para comprender el papel dinámico de los monasterios
en la vida de cada ciudad novohispana. Otros estudios se han centrado en
aspectos específicos de la vida conventual de las órdenes femeninas en México.
Las investigaciones pioneras de Lavrín desde 1965 a la fecha son las más
representativas: 1966, 1971, 1973, 1975, 1985, 1989, 1993, 1995 ya que se
enfocaron al análisis de los procesos históricos que sufrieron los conventos de
mujeres mediante las variaciones de sus ingresos y su naturaleza. En el mismo
campo, Staples, 1970 y 1986, contribuyó con el estudio del papel de los
mayordomos y su relación con la clase dominante en el siglo XIX, mientras
Gonzalbo, desde 1987, ha resaltado la importancia de la mentalidad religiosa de
la contrarreforma y del recogimiento como marco en el que se debería comprender
la educación femenina novohispana, la que partía de la definición del ideal de
perfección femenina generada dentro de los claustros. Recientemente los
trabajos de Ramos Medina, 1990, y Foz y Foz, 1990, reorientan la posibilidad de
introducirnos al estudio de los espacios conventuales y su utilización en la
interpretación de la vida cotidiana. Otra perspectiva se abre con el análisis
social de las fundaciones conventuales retomado por Arenas Frutos, 1994. Los
conventos y la espiritualidad barroca novohispana inicialmente trabajada por
Arenal y Schlau, 1989, ha sido objeto de notables investigaciones de reciente
aparición destacando los trabajos de Myers, 1986 y 1993, Fernando Cervantes,
1991 y 1993, y Loreto, 1991 y 1994. Fuera de México, la bibliografía
contemporánea nos da la posibilidad de emprender estudios comparativos sobre el
monacato femenino en España, Portugal y América comenzando con el estudio de
Sánchez Lora, 1988 y las compilaciones de Paniagua, 1993 y Ramos Medina, 1995.
3
Citado por Álvarez
Gómez, 1990.
4
Por ello los
dominicos figuraron entre los principales obispos de las regiones recuperadas
de manos de los musulmanes. Así pudieron fundar conventos en las ciudades más
importantes del reino, como se puede observar en el año de la fundación de los
conventos más importantes: Córdoba (1233), Sevilla (1248), Ecija (1253), Murcia
(1265), Jérez de la Frontera (1266) y Jaén (1282). Álvar Gómez, 1990.
5
El éxito de la
fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles en el siglo XVI obedeció a
varias razones; entre ellas se deben considerar la proximidad a un centro de
consumo como lo era la ciudad de México, el estar ubicada entre el camino de la
capital y Veracruz, la fertilidad de la tierra de sus alrededores y el ser
punto articulador de un conjunto de pueblos indígenas. Fue una fundación
particularmente importante porque surgió como base de un experimento social en
el que la encomienda «clásica» no llegó a implantarse. Este modelo de
desarrollo urbano fue impulsado por los franciscanos y los dominicos. La propuesta
de los mendicantes se orientó, en un primer momento, al establecimiento de
españoles semierrantes, que sin ocupación fija vivían a costa del trabajo
indígena en un centro donde no existía encomienda. En su lugar, el
repartimiento constituyó el principio del nacimiento de esta urbe bajo nuevas
bases económicas complementadas con la exención del pago de alcabalas durante
treinta años. Chevalier, 1957.
6
Santa Catalina
(1568), La Concepción (1593), San Jerónimo (1597), Santa Teresa (1604), Santa
Clara (1607), La Santísima Trinidad (1619), Santa Inés (1626), Santa Mónica
(1682), Capuchinas (1703), Santa Rosa (1683) y La Soledad (1748).
7
El concepto de civilité consiguió su
sentido y función específicos en el segundo cuarto del siglo XVI que fue asimilado
por la sociedad de la época a partir de la obra de Erasmo de Rotterdam, De
civilitae morum puerilium. La gran importancia de esta obra reside en que
constituye el síntoma de una transformación y materialización de los procesos
sociales. El libro de Erasmo trata de algo muy simple, de la conducta de las
personas en la sociedad. Actualmente Elias ha redefinido tal concepto abarcando
además del estudio de los comportamientos, el éxito alcanzado por la técnica,
el tipo de modales reinantes, el desarrollo del conocimiento científico, las
ideas religiosas y políticas y las costumbres de los hombres en una determinada
época. Elias, 1987, pp. 99-100.
8
Véase Gonzalbo
Aizpuru, 1987, pp. 213 y ss.
9
10
Esta apropiación,
este intercambio de modelos culturales de unos grupos sociales a otros se
cuentan entre los movimientos individuales más importantes del proceso general
de civilización. Elias, 1987, p. 152.
11
Al respecto véase
Romero, J., 1992, pp. 7-14.
12
«Y por cuanto los
monasterios de monjas, fundadas fuera de poblado, están expuestos muchas veces
por carecer de toda custodia a robos y otros insultos de hombres facinerosos;
cuiden los obispos y otros superiores, si les pareciere conveniente, de que se
trasladen las monjas desde ellos a otros monasterios nuevos o antiguos, que
estén dentro de las ciudades, o lugares bien poblados; invocando también para
esto, si fuese necesario, el auxilio del brazo secular. Y obliguen a obedecer
con censuras eclesiásticas a los que lo impidan, o no obedezcan». Concilio de
Trento, 1853, pp. 372-373.
13
El concepto de civilización o civilidad manejado
por Elias relaciona el estudio y observación de las actitudes corporales, la
vivienda, la vestimenta y la expresión de los gestos con todo lo que constituye
el comportamiento externo, el que a su vez es expresión de la interioridad o de
la totalidad del ser humano. Elias, 1987.
14
El honor es analizado
con relación a la reproducción de ciertos ideales, reconocidos éstos, como
parte de una identidad social. Véase Peristiany, 1968, p. 22.
15
El prestigio, junto
con el estatus y el rango, se definen como un conjunto de actitudes y normas de
comportamiento que diferencian e identifican a unos sectores sociales de otros,
de acuerdo con su lugar en la jerarquía social. Véase Elias, 1969.
16
El ideal religioso
femenino se reproduce mediante la educación, concebida como un conjunto de
prácticas y actitudes cotidianas que empiezan en el hogar. Swift, 1986,
menciona que la religión es tan íntima como la vida familiar. Véase también
Gonzalbo Aizpuru, 1987.
17
Las estrategias
patrimoniales son el resultado de predisposiciones inculcadas por las
circunstancias materiales y la educación familiar (habitus). El habitus tiende
a reproducir prácticas en las cuales los individuos reproducen, por iniciativa
consciente o subconsciente, comportamientos orientados a salvaguardar su linaje
y su patrimonio. Véase Bourdieu, 1972.
18
La idea de
identificación está asociada a la de identidad como representación de la
existencia social de individuos o grupos y su lugar dentro de la sociedad.
Éstos tratan de imponer una visión del mundo a través de principios que los
unifican y diferencian respecto a otros. Bourdieu, P,
1991, pp. 490-496.
19
Existen trabajos que
relacionan el apostolado mendicante y el hecho urbano como uno de los criterios
de selección de los centros poblacionales, al estudiar las aglomeraciones que
poseen los conventos mendicantes, siendo sobresaliente el caso de París con
once establecimientos. Le Goff, 1970, pp. 924-945.
20
Recientemente la
historiografía ha abordado el estudio de los problemas derivados del impacto de
las órdenes mendicantes sobre la traza urbana. El punto de partida lo
constituyó la fundación de una ciudad que a manera de un acto litúrgico
santificaba una tierra recientemente apropiada. La concepción urbanística trasplantó
criterios sociales, políticos y económicos como ejemplificación del «cuerpo
místico» que constituía el núcleo del pensamiento político hispano. Morse,
1990, p. 18. Véase Socolow y
Johnson, 1981, pp. 27-59.
21
La distribución
interna del agua en la ciudad es uno de los factores explicativos de la
problemática urbana de la época colonial. Una de las referencias más
importantes para el valle de México es el trabajo de Musset, 1991. Aunque es
escasa la producción histórica al respecto, los enfoques con los que se ha
abordado son novedosos y han permitido relacionar el abasto del líquido con la
producción, como por ejemplo en los trabajos de Maluquer de Motes, 1986 y Sala
Catalá, 1989. La temática se enriqueció con lo referente a los problemas del
derecho y apropiación del agua; Margadant, 1989, y concretamente para la región
poblana se contó con los trabajos pioneros de Lipsett-Rivera, 1988, 1990 y
1992. Recientemente el tema vinculó los problemas culturales con el uso y la
distribución del líquido mediante las investigaciones de Jacquemet, 1979,
Goubert, 1989, y Roche, 1984. También se asoció el tema con una problemática
psicocultural o civilizatoria para abordarlo desde el punto de vista de las
condiciones colectivas de vida, tal como lo han hecho Clement, 1983, o Stelter,
1984. Las investigaciones históricas más sugerentes al respecto han sido las de
Corbin, 1985 y Vigarello, 1991, quienes entrelazan concretamente el tema de la
higiene urbana y las concepciones de la sanidad imperantes en algunas ciudades de
Europa en el siglo XVIII; en la misma perspectiva se inscriben las obras de
Boudroit, 1986 y 1988. Estas últimas referencias permitieron hacer
comparaciones sobre las nociones higienistas compartidas entre el viejo y el
nuevo mundo durante la misma época.
22
Morales, 1978,
realizó un estudio sincrónico de la ciudad de México que nos sirvió de base
para efectuar un estudio comparativo con la ciudad de Puebla. Los resultados,
que por cierto coinciden con los de la capital en 1813, señalaron a la Iglesia
como la gran propietaria urbana.
23
Este región está
delimitada, al norte por el estado de Tlaxcala, al noreste por los llanos de
San Juan, al sureste por el región meridional, al suroeste por el valle de
Matamoros y Chiautla, al este por la región oriental, y al oeste por la Sierra
Nevada. Fuentes Aguilar, 1972, p. 25.
24
25
26
El término república
denotaba una polis agro-urbana compuesta o integrada funcionalmente por grupos
sociales y ocupacionales insertos en la estructura del imperio, gozando al
mismo tiempo de un cierto grado de autogobierno, o al menos de
autoadministración. Aunque la noción de las dos repúblicas sugiere equidad y,
para los indios significaba oficialmente un armazón protector contra la
explotación, su república se convirtió en un eufemismo para encubrir un régimen
de destribalización, reglamentación, cristianización, capitación y trabajos
forzados. Morse, 1990, pp. 17 y 29.
27
AAP. Actas de Cabildo
de 1550, libro núm. 6, f. 68. Desde el comienzo los
asentamientos indígenas contaron con su propio gobierno, denominándose hacia
fines del siglo XVI el Cabildo de los Señores Indios, presidido por un gobernador
(topil) con jurisdicción en todos los barrios indígenas de la ciudad. Véase
Marín Tamayo, 1960, p. 26.
28
Al respecto de la
división étnica y demografica por barrios y parroquias, véase Cuenya, 1987.
29
La parroquia de San
José, la más populosa de todas, cubría una amplia extensión de la zona noreste
de la ciudad; su jurisdicción incluía los barrios de San José, Xaneneetla, del
Refugio, San Antonio y los pueblos de San Felipe Hueyotlipan. San Jerónimo Caleras
y San Pablo Xochimehuacan.
30
Estaba ubicada entre
los ríos de San Francisco (margen izquierda) y Xonaca (margen derecha) y
comprendía los barrios de Xonaca, el Alto, San Juan del Río y el rancho de
Amalucan. Leicht, 1934, Fernández de Echeverría y Veytia, 1963, y Cuenya, 1987.
31
Su jurisdicción
comprendía toda la margen izquierda del río Xonaca hasta la desembocadura del
río San Francisco, y de allí hasta salir de la ciudad y desembocar en el
Atoyac, siendo su límite oriental el Alseseca. Pertenecían a su jurisdicción
los barrios de Analco, La Luz, el de Nuestra Señora de los Remedios, Los
Molinos del Santo Cristo, Santa Bárbara y de Guadalupe, los ranchos de Carreto
y San Bartolomé y el pueblo de San Baltasar. Ibidem.
32
Esta parroquia
comprendía los barrios de Santiago, San Diego, San Matías, San Miguel, la
hacienda de San Cosme, los ranchos de Agua Azul, del Pópulo, del Gallinero,
además de los molinos del Mayorazgo, de Enmedio y de Amatlán. Ibidem.
33
El padrón de 1678
menciona exclusivamente a los comulgantes; 69 800 (en donde no están incluidos
los niños menores de 14 años y las niñas menores de 12), lo que representa un
porcentaje cercano a 42% de la población total. Cuenya, 1994.
34
35
Entre 1737 y 1738 en
tan sólo ocho meses en la ciudad de Puebla se registró el entierro de 7167
personas adultas (15% de su población), como consecuencia de la epidemia de
matlazahuatl. Cuenya, 1996.
36
La La mortífera
epidemia de fiebres pútridas de 1813 causó 7 603 defunciones, ocasionando la
fusión de la parroquia de Santa Cruz con la de Analco, así como también la de
las parroquias de San Sebastián y San Marcos, debido a la poca feligresía que
había quedado en las jurisdicciones de Santa Cruz y San Sebastián. Otras
epidemias se produjeron durante la primera mitad del siglo XIX, en 1813, 1833 y
finalmente en 1850. Véase Cuenya, 1987, pp. 57 y 58 y Contreras Cruz
y Grosso, 1983, pp. 117-120.
37
Libro de costas
judiciales del Convento de la Pura y Limpia Concepción de la ciudad de los
Ángeles. 1713-1714, f. 6.
38
Véase al respecto
Leicht, 1934, pp. XXIX y XXX.
39
Morse señala que la
experiencia municipal que conformó la colonización ibérica principió por la
fundación de un monasterio o por individuos que a menudo estuvieron
supervisados por la corona. Posteriormente el control se ejerció mediante los
consejos municipales de los anteriores dominios árabes, por las órdenes
militares y la nobleza. Morse, 1990, p. 19.
40
La intención de esta
fundación era resguardar a mujeres españolas mientras sus esposos se
ausentaban. La iniciativa y el financiamiento se deben al canónigo Francisco
Reynoso (racionero de 1573 y canónigo en 1580) y Julián López, Fernández de
Echevarría y Veytia, 1963, p. 527.
41
42
Escalona Matamoros,
c. 1740, f. 19.
43
«La iglesia material
en que el pueblo se reúne para alabar a Dios, [...]. Es la casa del Señor,
firmemente edificada, cuyo fundamento es la piedra angular Cristo, fundamento
sobre el cuál está puesto el de los Apóstoles y de los Profetas. Las paredes
sobreedificadas son los judíos y los gentiles que vienen a Cristo desde las
cuatro partes del mundo. Los fieles predestinados para la vida son las piedras
en la estructura del muro, que será edificado siempre hasta el fin del mundo.
En verdad se pone piedra sobre piedra, cuando los maestros de la iglesia toman
a los menores a su propio cargo, para enseñarlo, corregirlos y consolidarlos.
Empero, el cemento sin el cuál no puede ser la estabilidad del muro, se hace de
cal, de arena y agua. La cal es la caridad ferviente, que une a sí la arena,
esto es, la obra terrena, por que la verdadera caridad tiene la máxima
solicitud mezclada con los viudos, ancianos, niños y débiles. Empero es así como
la cal y la tierra se pegan con mezcla de agua (puesto que el agua es el
espíritu) [...]» Borromeo, 1985, p. LV.
44
45
Escalona Matamoros,
c. 1740, f. 19.
46
Gómez de la Parra,
1731, p. 57.
47
48
La iglesia de La
Soledad fue concluida en 1731, la licencia real de fundación del convento no
llegó sino hasta 1747. La consagración se efectuó dos años más tardes.
Toussaint, 1954, p. 144.
49
Escalona
Matamoros, c. 1740, ff. 95v-96.
50
Escalona Matamoros, c. 1740, f. 104.
51
52
Cabe hacer notar en
cualquiera de estas soluciones de las techumbres la influencia mudéjar.
Toussaint, 1954, p. 31.
53
54
55
56
57
La única excepción es
la iglesia de La Soledad que presenta una planta de crucero. Originalmente fue
capilla de una cofradía (1689) y posteriormente, en el momento de la fundación,
se convirtió en el camarín de un templo de mayor envergadura.
58
Gómez de la Parra,
173, p. 57.
59
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 105v.
60
Los contrafuertes,
como elemento estructural, independientemente del tipo de techos, permite
calcular el volumen del templo. Dispuestos en forma regular, muestran un
cuidadoso diseño y revelan haber sido levantados con maestría, presentando una
interesante variación en el tamaño y disposición. Podían ser inmensos
triángulos, semicírculos o mixtilíneos de mampostería dispuestos en ángulo de
45 a 60 grados. Kubler, 1982.
61
Gómez de la Parra,
1731, f. 67.
62
Escalona Matamoros, c. 1740, f. 106.
63
Gómez de la Parra,
1731, p. 67.
64
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 107.
65
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 107.
66
Al igual que los
otros elementos que vinculaban a los monasterios con el exterior, estaban
cuidadosamente controlados para la observancia de la clausura. Según las
disposiciones canónicas, las torres no debían tener ninguna hendidura que
permitiera ver desde ella alguna parte de la iglesia exterior. Su alto estaba
en proporción con la iglesia, su acceso era restringido ya que se consideraban
como forámenes exiguos los cables tractores de las campanas. Había sin embargo,
una entradita compuesta de tal modo que se cerrara con dos pestillos, dos
cerrojos y dos llaves. Borromeo, 1985, p. 91.
67
«Las campanas con
cuya sonoridad se reúne el pueblo a la iglesia para escuchar y el clero para
anunciar en la mañana la misericordia del Señor y su virtud por la noche. Como
los guardias en los campamentos con las tubas, así también los ministros de las
iglesias se levantan con el sonido de las campanas, dado que pernoctan contra
el diablo insidioso». Borromeo, 1985, p. LXXVII.
68
ARPP, t. 27,
1755-1760, f. 222.
69
70
ARPP, t. 3,
1601-1697, s/f. Juan de Formicedo en 1553 era propietario de un molino de
«pan moler» con sus huertas, situado en la ribera del río de San Francisco.
Fungió como regidor y alcalde entre 1569 y 1589. Leicht, 1934, p. 227.
71
72
ARPP, t.27,
1755-1760, f. 222.
73
AGNEP, not. 3,
1690, s/f. El beaterio se fundó en 1683 y se convirtió formalmente en
convento en 1740.
74
Loreto López,
1991, pp. 163-180.
75
ACLSP. Fundación, c. 1748, f. 29.
76
77
78
79
Este camino
procesional evitaría el paso por la calle principal que se encontraba entre el
zócalo y el portal de la Audiencia y se desviaba dos cuadras hacia el poniente teniendo
como límite el convento de Santo Domingo. «Proveyeron las
autoridades que de aquí en adelante [...] que la dicha procesión salga de la
Iglesia mayor de esta ciudad por la puerta principal que sale a la plaza, e de
allí vaya por delante de la puerta de las casas de Alonso Martín Partidor (al
sur del zócalo), e vuelva por la derecha de los portales del señor alcalde
(portal Morelos) hasta dar en la esquina de Gonzalo Rodríguez, regidor e de
allí vuelva por la calle derecha de Francisco Reynoso (Estanco de hombres)
hasta la esquina de Hemando de Villanueva y llegue a la esquina de Cristobal de
Morales y Francisco Fernández e por la calle de Herreros vuelva a su iglesia».
López de Villaseñor, 1961, p. 71.
80
AAP. Libro de
aranceles, ordenanzas y bandos, 7 de junio de 1613, s.f.
81
Para este tema
particular, véase Loreto López, 1994, pp. 87-104.
82
AAP. Libro de actas
de cabildo núm. 15, del 5 de noviembre de 1619, f. 263.
83
En México se entiende
por alcantarilla unos pilares de mampostería que sirven para convertir el
conducto abierto del agua en un sistema de cañería cerrada y a la inversa, sin
pérdida de presión. Este tipo se usa cuando el conducto abierto y elevado atraviesa
una calle por vía subterránea. En este caso se construyen en los dos lados de
la calle dos alcantarillas de forma de pilares ahuecados que se comunican entre
sí por medio de una cañería subterránea formando un sifón. La alcantarilla que
recibe la corriente de la otra es un poco más baja que aquella. Leicht,
1937, p. 8.
84
Fernández de
Echeverría y Veytia refiere que en 1780 había cuatro manantiales abundantes
para abastecer a la población, pero que por estar tan bajos, a menos de cien
varas del río, se utilizaban únicamente para lavar la ropa. Los manantiales de
Almoloya y Cieneguillas y el descubrimiento de otros, abastecieron de agua
dulce a la ciudad por medio de «cajas de agua» que eran una especie de
alcantarillas que servían para distribuir el líquido en una o varias tuberías.
Tenían en su parte superior un recipiente llamado caja, cubierto por arriba,
pero abierto por un lado para permitir su inspección. Si la alcantarilla no
estaba junto al caño del acueducto subía el agua en el interior del pilar al
recipiente. De éste salían varios tubos que bajaban por la pared de la
alcantarilla de diámetros variables según la merced de agua, por lo general de
una paja. Leicht, 1934, p. 8.
85
AAP. Actas
del cabildo, libro núm., 45, 9 de noviembre de 1743, f., 183.
86
AAP. Actas de
cabildo, libro núm. 45, 9 de noviembre de 1743, f. 183.
87
AAP. Actas de
cabildo, libro núm. 102, 22 de junio de 1814, f. 59.
88
AAP. Actas de
cabildo, libro núm. 48, 4 de noviembre de 1757, f.434v.
89
AAP. Libro núm. 37,
20 de marzo de 1712, f. 536.
90
La solución en este
caso, para el buen abasto de la comunidad se le dio agua separadamente
tomándola de la atarjea inmediatamente a la alcantarilla. APP, actas de
cabildo, 27 de abril de 1751, f. 345 ss.
91
92
AAP, 8 de junio de
1608, libro de extractos del suplemento del
libro núm. 2, f. 29v.
93
El caso más claro de
esta situación lo representaron los molinos. Su establecimiento suponía una
fuerte inversión que se asociaba con el cultivo de terrenos anexos que
complementaran la inversión de la molturación hidráulica para mantener un alto
nivel de utilización en la capacidad productiva de sus instalaciones. La
introducción de los molinos significaba un considerable consumo y producción de
pan y trigo, lo que era un indicador de los progresos de la agricultura y de
los niveles de vida. Suponía además la existencia de un buen mercado y un
determinado nivel técnico de producción. Su instalación requería una compleja
tarea de construcción de presas y represas de agua, conducciones y
edificaciones, así como de confección y ensamblaje de maderas, metales y
transmisiones de piedras, además de un equipo amplio de herramientas para el
mantenimiento. Maluquer de Motes, 1986, pp. 315-347.
94
«El derecho que
compete a los reyes y soberanos señores por razones de la suprema potestad de
sus reinos i señoríos, conviene saber el de las tierras, campos, montes,
pastos, ríos y aguas públicas de todos ellos. El cuál obra que todas las cosas
sean incorporadas en su real corona por lo cual se llaman realengo». Política
Indiana, Madrid, 1648, p. 99, citado por Margadant,
1989, p. 125.
95
AAP, 8 de junio de
1608, libro de extractos del suplemento de libro núm. 2, f. 29v.
96
Esto significava
durante la época colonial, que al vender una casa, si ésta gozaba de una merced
de agua, que los nuevos propietarios refrendaran, ante el cabildo, el usufructo
de la citada merced pues se consideraba como una concesión, no como parte
intrínseca de la propiedad que se enajenaba.
97
Medida de agua en los
repartimientos de las fuentes públicas o privadas. En 1839 se designó para las
mercedes el tamaño de una paja con la medida del círculo de medio real de cuño
mexicano. El real de agua tenía un diámetro de 2.3 cm, el medio real de 1.8 cm,
el cuartillo de un centímetro y la paja de 8 cm. La paja equivalía a una
abertura de 1/16 de pulgada (1/3 de cm²) y producía cada minuto una libra de
agua o 648 litros diarios. La paja equivale a 0.151 litros por segundo. Otras
medidas para el abasto de agua usadas durante la época colonial eran el limón
que equivale a 2.71 litros por segundo y la naranja, cuyo valor es igual a tres
limones y de equivalencia es de 2.16 litros por segundo. Leicht,
1934, p. 48.
98
AAP. Actas de
cabildo, 15 de agosto de 1604.
99
Al finalizar el siglo
XVIII el clero en su conjunto llegó a concentrar aproximadamente 50% del valor
de la propiedad urbana. Dentro de este grupo, los principales propietarios de
casas eran los conventos de mujeres, quienes poseían 540 casas de la ciudad que
tenían un valor aproximado de 2.5 millones de pesos, lo que equivale a casi una
cuarta parte del valor de las casas de la ciudad. El monasterio que tenía mayor
número de casas era La Concepción, cuyas 78 propiedades urbanas valían más de
430 000 pesos. Los otros siete propietarios: Santa Rosa, Santa Mónica, San
Jerónimo, Santa Inés, La Trinidad y Santa Clara, tenían entre 50 y 60 casas
cada uno, mientras que los conventos de descalzas poseían mucho menos
propiedades. Estos resultados se basan en el análisis del padrón general de
casas de 1832, AAP, véase Loreto López, 1986, pp. 27-41. Este
tema se abordará más ampliamente en la tercera parte de este texto.
100
La consolidación de
la riqueza conventual en el siglo XVIII fue, al parecer, un fenómeno
generalizado en la Nueva España como lo muestra el análisis de Lavrín,
1973, p. 107.
101
AGNEP. Notaría 1,
julio 19 de 1779, s.f.
102
AGNEP. Expedientes judiciales,
miscelánea. 12 de febrero de 1775.
103
A principios del
siglo XIX el cañero mayor indagó la causa de la escasez de agua que
experimentaban los monasterios de monjas de la ciudad, «viendo
que las fuentes se hallaban bien limpias, la escasez provenía de la libertad
con que se manejan las alcantarillas y lo viciado de las tomas, pues a todos es
patente que de las casas particulares y temazcales, ocurren los mozos a tomarse
el agua cuanta necesitan, quitándola de los conductos del común, echando en
ellos viruta o aserrín y cisco, lo que causa los tapazones y
reventazones...» AAP, 1803, libro de expedientes sobre
agua, f. 46.
104
Cifras calculadas
para la ciudad de París en el mismo periodo. Las retomamos por su similitud con
las condiciones ecológicas y de sanidad de las ciudades coloniales americanas.
Boudroit, 1986 y 1988.
105
AAP. Actas de
cabildo, libro núm. 9, 8 de mayo de 1637.
106
AAP. Actas de
cabildo, libro núm. 92, 11 de agosto de 1823, f. 152.
107
AAP, extracto de
reales y superiores ordenanzas, f. 65v.
108
APP. Actas de
cabildo, 22 de enero, de 1720, f. 36v-37.
109
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 55v.
110
Ubicada en la calle 5
norte a espaldas del monasterio de Santa Catalina existe una pila del remanente
del convento pegada a una de sus paredes. Antiguamente estaba en la esquina del
mismo convento, donde se veía una concha de cantería que por estar baja y
llegar las bestias a beber, se determinó colocarla sobre la 5 norte. Esta pila
se hizo con la contribución de Francisco de Carrasco, de ahí su nombre. Véase
Fernández de Echeverría y Veytia,
1962-1963, pp. 245-273, t. I.
111
Miguel Armenta, dueño
de una casa del trato de tocinería, solicitó el derrame de dicha pila para
evitar los lodos. AAP. Actas de cabildo, libro número 46, 13 de agosto de
1745, f. 114.
112
AAP. Libro de
expedientes sobre agua, 14 de noviembre de 1751, f. 27.
113
AAP. Actas de
cabildo, 27 de mayo de 1772, f. 392.
114
Al respecto véase
Loreto López, 1989, pp. 19-27.
115
116
Para el caso de
España puede verse Miura Andrades, 1989, pp. 443-460.
117
Para la descripción
de la fundación del convento nos hemos basado en el manuscrito del cronista
Escalona Matamoros, 1740.
118
AGNEP. Cláusulas de
fundación de la cofradía de nuestra señora Santa Inés del Monte Policiano, 18
de agosto de 1671, ante Nicolás Álvarez.
119
AGNEP. Cláusulas de
fundación de la cofradía de nuestra señora Santa Inés del Monte Policiano, 18
de agosto de 1671, ante Nicolás Álvarez.
120
AGNEP, 17 de julio de
1686, ante Antonio Gómez de Escobar.
121
Por la intercesión
del padre procurador general de la provincia dominica de los Santos Ángeles, el
6 de octubre de 1677 se dio la aprobación por parte del general de la orden en
Roma, para que se empezara a construir un beaterio de terciarias dominicas.
122
Sus hijas eran las
muy reverendas madres Catharina de san Idelfonso, María Anna de los Reyes y
Juana de santa Rosa. «Libro de Profesiones del convento de santa Catalina».
123
Santa Rosa nació en
Lima en 1586, su nombre seglar fue Isabel Flores de Oliva. Sus padres fueron de
noble ascendencia pero de escasa fortuna. Por su belleza y porque al nacer lo
hizo, como las rosas, sin dolor, la llamaron Rosa y por el amor que tuvo a la Virgen,
quiso ser nombrada de santa María. A los once años recibió el bautismo de
Toribio de Mogrovejo y aún siendo niña hizo voto de virginidad. Atraída por la
personalidad de Santa Catalina, ingresó como terciaria a los veinticuatro años
con las dominicas. Una de sus preocupaciones centrales fue el problema de la
conversión de los indios, y por ellos ofreció a Dios su vida. Fue ferviente
seguidora de san Francisco de Solano (1549-1610), uno de los grandes misioneros
itinerantes, forjador de comunidades cristianas y evangelizador de los indios
peruanos. Galmes, 1992, pp. 390-391.
124
Escalona
Matamoros, c. 1740, ff. 45 y ss.
125
Escalona
Matamoros, c. 1740, ff. 45 y ss.
126
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 57v.
127
Según la sentencia pronunciada
el 31 de enero de 1702.
128
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 57v.
129
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 52v.
130
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 61.
131
MSS, AGN. Ramo
Historia, vol. 97, f. 3. cit. por Vargaslugo,
1974, p. 163.
132
MSS, AGN. Ramo
Historia, vol. 97, f. 3. cit. por Vargaslugo,
1974, p. 163.
133
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 61.
134
MSS, AGN. Ramo
Historia vol. 97, f. 31, cit. por Vargaslugo,
1974, p. 163.
135
Súplica al Rey para
que: se sirva de conceder su licencia para que dicho beaterio sea convento de
religiosas sujetas a mi sagrada religión en lo espiritual y económico de su gobierno,
por contar de dichas diligencias las rentas con que hoy se halla dicho beaterio
y tener todas las oficinas necesarias y como se requieren para la clausura del
convento. Petición hecha por fray Sebastián López de Bocanegra, predicador
General y Procurador General de la Provincia de San Miguel y los Santos Ángeles
del orden de santo Domingo. MSS, AGN. Ramo
Historia vol. 97, f. 28, cit. por Vargaslugo,
1974.
136
El reconocimiento del
beaterio al parecer se hizo bajo la gestión del citado monarca, refrendado por
Felipe V quien fue reconocido como rey el 18 de febrero de 1701. Al respecto
véase Kamen, 1974, p. 19.
137
Real Cédula que
despachó el Virrey y su audiencia de México, fechada en Madrid a 27 de marzo de
1707, citado por Escalona Matamoros, c. 1740, f. 61v. Estos
trámites fueron comunes para cualquier fundación conventual.
138
AGI. Ramo
México, núm. 850, 1676-1739. Real Cédula fechada en San Lorenzo El
Escorial a 12 de noviembre de 1735.
139
AGI. Ramo
México, núm. 850, 1676-1739. Real Cédula fechada en San Lorenzo El
Escorial a 12 de noviembre de 1735.
140
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 92.
141
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 92.
142
«Se puede entender
por cultura urbana a un proceso de continua producción, actualización y
transformación de modelos simbólicos (en su doble acepción de representación y
orientación del comportamiento) en la práctica individual y colectiva a partir
de un capital simbólico socialmente poseido e individualmente incorporado en
continua transformación a partir de la práctica colectiva». Al respecto véase
Bourdieu, 1972.
143
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 107.
144
La identidad, igual
que la fiesta se caracteriza por el sociocentrismo. Es decir, se miran las
cosas desde el punto de vista del endogrupo, sobrevalorando lo que se percibe
como propio y diferenciando lo que le es ajeno. Gómez Pellón,
1989, p. 147.
145
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 108.
146
En este contexto, la
identidad cultural incluye las ideas, los valores, las necesidades, los
intereses expresados o imbricados en las acciones festivas, con los que se
identifica la comunidad o alguno de los sectores que la componen. Esos valores
y concepciones se codifican en múltiples registros que circulan e interactúan
simbólicamente en busca de reconocimiento social y prestigio colectivo.
147
Las reglas monásticas
más antiguas hacían hincapié en que la vida de perfección espiritual podía alcanzarse
mediante obras terrenas y materiales. La posible gama de actitudes encaminadas
a alcanzar tal modelo podía variar; comenzando por dar limosnas, fundar obras
pías, capellanías o patrocinar la construcción de iglesias y monasterios.
148
A partir de las
nociones desarrolladas por Elias, 1969 y 1987, sobre el proceso civilizatorio,
la historiografía francesa ha incursionado en el estudio de la vida privada de
algunos sectores de la sociedad como una de sus posibles explicaciones
históricas. El trabajo más representativo es el del monasterio como modelo de
lo privado, analizado magistralmente por Duby, 1988, pp. 53-69.
149
Entre los signos de
esta crisis está el descenso del número de religiosas, el declive de la riqueza
conventual y la devaluación del capital simbólico que las familias depositaban
en el convento.
150
San Benito dividió el
curso de la jornada en horas de oración, lectura, trabajo, comida, meditación y
descanso. Para muchas de estas actividades, la regla prevé edificios a
propósito. Así, a la regulación de la jornada según un horario, le correspondía
una normatividad de edificios y sólo la exacta concordancia entre ambas
estructuraciones podía dar lugar al monasterio perfecto. Braunfels;
1975, p. 17.
151
Una revisión de las
características más sobresalientes de la vida conventual que comprende además
de los objetivos fundacionales, el análisis de la espiritualidad y la
religiosidad monacal, puede verse en Lavrín, 1995, pp. 35-91.
152
Las alianzas con
grupos poderosos de los distintos sectores de la sociedad orillaron al monarca
a apoyar a un grupo de sacerdotes, del alto clero español que pugnaban de una
manera directa por la autonomía de la Iglesia española respecto al poder papal.
En la metrópoli, al igual que en la Nueva España, se impusieron una serie de
medidas con el objeto, primero de establecer un mayor control de todos y cada
uno de los grupos de la sociedad; y segundo, de reforzar la posibilidad del
establecimiento de una Iglesia autónoma de la autoridad pontificia pero
dependiente de la corona. Desde principios del siglo XVIII la corona articuló
políticas que tendieron a limitar el poder de la Iglesia: en 1717 se prohibió
la fundación de nuevos conventos; en 1734 se limitó la admisión de nuevos
novicios en las órdenes religiosas durante diez años; a partir del concordato
de 1737 los bienes de la Iglesia podían quedar sujetos a impuestos que
beneficiaran al Estado y ser objeto de dasamortización; en 1754 se prohibió al
clero regular tomar parte en la redacción de los testamentos y en 1767 se dictó
la expulsión de los jesuitas de los dominios de la corona española. Véase
Herrs, 1989, pp. 1-32 , a esto hay que añadir además la
transformación del patronato en vicariato. C.d.f. Farris, 1968 y Sarrailh,
1981.
153
Concretamente sobre
este tema algunos estudios han definido el marco espacio-temporal de esta
problemática. Sierra Nava Lasa, 1975, hizo un primer acercamiento al tema de
las reformas a los conventos de calzadas en Puebla (1765-1773), ligándolo a los
procesos socio-políticos del periodo. Lavrín, 1979, analizó el impacto de
dichas reformas eclesiásticas que afectaron de manera directa al modo de vida
particular de los citados monasterios en las ciudades de México, Puebla y
Querétaro. En continuidad con la controversia sobre la «vida común» iniciada a
raíz de las reformas, Saravia Viejo, 1995, analizó algunos de los factores que
orillaron a las monjas a aceptar inicialmente dichas modificaciones a su vida
cotidiana. Un nuevo enfoque sobre la expulsión de las niñas de los claustros
fue el tratado por Gonzalbo, 1987 y 1995, quien ligó por primera vez el
problema al proceso de educación de la mujer en la Nueva España estudiando el
destino de las «niñas» que salieron obligadas de la clausura conventual,
integrándose a los colegios que para tal fin fueron readecuados. En el mismo
sentido Arenas Frutos, 1995, trata las innovaciones educativas que se pusieron
en marcha para dar solución de tal problemática. Para el caso concreto de
Puebla puede verse Salazar de Garza, 1990, y Brading, 1994.
154
Gonzalbo Aizpuru,
1987, p. 215.
155
En los monasterios de
«descalzas» sólo identificamos a las monjas de velo negro y coro, siempre
numerarias, a las legas y a las mozas, sólo que éstas trabajaban para la
comunidad y no de manera individual. No menciono a las esclavas en ningún caso
en particular pues su presencia dentro de los claustros estuvo sujeta a
condiciones especifícas de cada monasterio y a decisiones particulares de
algunas religiosas y para nuestro periodo de estudio resulta escasa la
información.
156
Es la oración pública
y comunitaria [...] compromete su rezo a las comunidades de canónigos, monjes y
monjas y religiosos y religiosas que por regla y constituciones se obligan a
ello. Hoy se llama, liturgia de las horas, para la santificación
del día y de todo el esfuerzo humano. Iguacen, 1991, p. 647.
157
Regla, c. 1645, p. 43
y Regla, 1879, p. 52.
158
159
160
«[...] pero habiendo
justas causas y conveniencias se podrá dispensar por Nos».
Regla, c. 1645, p. 43 y Regla, 1789, p. 52.
161
Testamento de
Leonardo Ruiz de la Peña anexo al «Libro de Profesiones» de La
Concepción, f. 2, fechado el 17 de julio de 1586, ante Melchor de
Molina, escribano público.
162
Para dar una idea
aproximada de los mecanismos de funcionanúento de una obra pía, véase Loreto
López, 1998.
163
La citada novicia era
hija legítima del capitán Joseph Antonio Ortiz Casqueta, marqués de Altamira,
vizconde de san Antonio, AGNEP, notaría 1, 3 de noviembre de
1751, ff. 174-176.
164
El lapso que
constitucionalmente dotaba a las religiosas de velo negro de voz y voto varió
de un monasterio a otro, en el caso que aquí exponemos se trata de La
Concepción. Regla, c. 1645, p. 44.
165
El periodo de
noviciado podía variar de una orden a otra, por ejemplo, las carmelitas, antes
de profesar, permanecían tres meses en calidad de postulantes y dos años de
noviciado. Ramos Medina, 1990, p. 133. En La Concepción la aspirante
pasaba diez meses en el noviciado y después de profesar vivía dos años en el
jovenado. Regla, c. 1645, p. 43.
166
Para otros
monasterios las edades de profesión de las legas también variaban
167
«Las que no fueren
del coro, en vez del oficio divino digan veinte y quatro veces el paternoster
con el Ave María por Maitines, y por Laudes cinco: Por prima, Tercia, Sexta,
Nona y Completas siete: y por Vísperas doce». Regla, 1630, p. 21.
168
En la edad media,
comenzó la práctica de añadir a las horas canónicas algunas preces. Gozaron de
especial favor los oficios breves, compuestos de algunos salmos en honor de
algún misterio o algún santo. Entre estos se fue haciendo popular y general el
llamado oficio parvo en honor de la santísima Virgen María. Iguacen,
1991, p. 648.
169
Libro de profesiones
de Santa Teresa, 2 de febrero de 1615.
170
171
ACCP. Memorial
enviado al obispo de Puebla Francisco Fabián y Fuero firmado por las seculares
del convento de la Purísima Concepción, 12 de agosto de 1768.
172
La excepción fueron
las carmelitas que no aceptaban niñas educandas que de una u otra manera
alteraban la vida comunitaria y la clausura total. Ramos Medina,
1990, p. 181.
173
El Concilio de Trento
establecía que no podían recibirse seglares en los conventos de clausura. Sin
embargo, no sólo en las Indias, sino también en España y otras naciones
europeas era usual que se admitiesen niñas. Sacrosanto Concilio de Trento...,
sesión XXV, capítulo V, pp. 363 y 364. Citado por Gonzalbo Aizpuru,
1987, p. 215.
174
Gonzalbo Aizpuru,
1987, p. 221.
175
Existían colegios
exclusivos para niñas españolas pobres como Jesús María, fundado en 1597,
formando parte posterior de él el convento de San Jerónimo, con el cual se
comunicaba por medio de una puerta que siempre estaba cerrada, abriéndose
solamente para dejar salir del colegio a su antigua directora y porteras y
entrar a las nuevas, que se elegían entre las religiosas del convento. En la
segunda mitad del siglo XVII el número de alumnas se elevó de 12 a 22
colegialas. Leicht, 1934, p. 206.
176
ACCP. Memorial
enviado por Manuela de Santa Cruz abadesa del convento de la Santísima
Trinidad, diciembre 7 de 1769. Cierta documentación procedente de este
monasterio se localiza en la correspondencia del convento de La Concepción, su
monasterio hermano.
177
ACSJP. Estas «niñas»
al salir del monasterio se fueron a vivir en la casa de doña Anna de Rocha,
solicitando una limosna al obispo para su sostenimiento. Septiembre 15 de 1770.
178
ACCP. Memorial que
envío al obispo Anna del Niño Jesús, monja profesa del monasterio de la
Santísima Trinidad, 16 de agosto de 1769.
179
ACCP. Memorial
enviado al obispo de Puebla Francisco Fabián y Fuero firmado por las seculares
del convento de la Purísima Concepción, 12 de agosto de 1768.
180
ACCP. «Razón del
número de mosas que se consideran necesarias para el servicio de las religiosas
en las oficinas de la vida común en este Convento de la Purísima Concepción»,
agosto de 1766.
181
182
Gómez de la Parra,
1731, p. 68.
183
Independientemente de
sus antecedentes aislados en España, las iglesias de una sola nave son
específicamente mexicanas. Kubler, 1982, p. 254.
184
185
Gómez de la Parra,
1731, pp. 67-68.
186
Gómez de la Parra, 1731, p. 69.
187
188
189
Gómez de la Parra, J.
1731, p. 71.
190
«En la pequeña
ventanita por la parte interior haya batientes férreas o broncíneas,
pulidamente confeccionadas, las cuales se cierren con pestillo y llave».
Borromeo, 1985, p. 87.
191
Las reliquias, por el
lado exterior de la iglesia podían observarse pero no tocarse pues esta
abertura estaba resguardada mediante cerrojos y tres pestillos los cuales se
cerraban con tres llaves distintas, que tendrían; el obispo, el confesor y la
prefecta del monasterio. Borromeo, 1985, p. LXXIII.
192
En México la cratícula
se ubicó al lado de la gran reja del coro bajo y corresponde al muro interior
del templo y contrario de las puertas de la calle, paró que el sacerdote al
llevar el viático, no pase frente a éstas. Era un hueco practicado en el muro a
la altura del pecho, que se achicaba conforme se acercaba al interior del coro,
de modo que, a su final sólo cabía la mitad de un rostro. Tanto para el templo
como para el coro tenía sus puertas de madera, pintadas o talladas y el hueco
del muro estaba lujosamente forrado de terciopelo o brocados. Maza,
1990, pp. 10 y 17.
193
ACCP. Memorial
firmado por Michaela María de los Dolores, abadesa de La Santísima Trinidad, 20
de enero de 1769.
194
Vida de la madre
Francisca de los Ángeles, en Vallarta, 1723, f. 93.
195
Los coros altos son
raros en España. Tienen un balcón con reja y no existen por lo menos en
Castilla, Maza, 1990, p. 193.
196
ACSJP. Carta de la
superiora del convento de San Gerónimo al obispo de la Puebla de los Ángeles
Fabián y Fuero, agosto 31 de 1769.
197
Este arco es el que
cae encima del antepecho del coro. Tiene la forma redonda de un semicírculo.
García Salinero, 1958, p. 43.
198
Gómez de la Parra,
J., 1731, p. 79.
199
Regla, 1765. Para el
caso de las Capuchinas, puede verse el trabajo de Arenas Frutos,
1994, p. 33.
200
La crónica cita que
las más primitivas constituciones «señalan que los
maitines siempre se digan a la hora acostumbrada, que es media noche; y esto lo
puede dispensar la abadesa con suficiente causa, haciendo que con puntualidad
se digan a prima en la noche». Vallarta, 1723, f. 93.
201
Vida de la madre
Francisca de los Ángeles, en Vallarta, 1723, f. 93.
202
Hemos utilizado el
ejemplo dado por Calderón de la Barca para el siglo XIX. Calderón de la Barca, 1978, pp. 145
y 146. Este conjunto de rituales varió de acuerdo al carisma de cada orden.
203
Primera y segunda
regla 1688, pp. 77 y ss. Utilizada por las capuchinas. Para
ellas, en vez de coro bajo, se utiliza la palabra «grada», sirviendo este
espacio para las mismas actividades.
204
205
AGNEP. Indiferente,
1759, f. 144. Quinto cuaderno de Partición de Bienes de don Blas
Clavijero, padre de Francisco Javier Clavijero y de sor Mariana Josepha, monja
profesa en San Jerónimo.
206
Según los preceptos
dados por Borromeo, cuya experiencia contrarreformista lo vuelve
particularmente sensible a una funcionalidad adecuada para las ocasiones
solemnes, dicta que dentro de las características de la iglesias se
contemple, «como fin en sí mismo de la construcción, la
disposición de lugares amplios y espaciosos a semejanza de los templos de los
antiguos romanos en donde dispongan de amplios sitios para colocar estatuas
[...]. Así también en las fábricas de los templos debe tenerse la razón de que
a los fieles de Cristo, con la multitud de estatuas casi vivientes, se les
procure una fe apta tanto para rezar como para adorar al Numen». Borromeo,
1985, p. 85.
207
Gómez de la Parra,
J., 1731, p. 79.
208
209
210
En las iglesias de
los conventos estaba autorizado el sepultar a personas que habían estado
ligadas a la comunidad, ya sea en el momento de la fundación o como
benefactores o familiares cercanos de las monjas, por ejemplo «Siendo Priora la Madre Felipa de los Dolores, en el año de 1692,
a 28 de abril se le murió al ss don Juan de Pimentel nuestro
mayordomo, un niño de poco menos de un año y por el afecto que le tenían a este
convento el dicho ss y su esposa Doña Carmen de Sotomayor y Bienpica
como por ser parientes de nuestro Ilustrísimo Prelado el ss don
Salvador Bienpica y Sotomayor, dio su Ilma. licencia para que se
enterrara en la clausura...» Nota anexa al «Segundo Libro de Profesiones
de Santa Teresa», s/f.
211
ACCP. Memorial
enviado del obispo Francisco Fabián y Fuero al convento de La Santísima
Trinidad, noviembre 2 de 1768.
212
Borromeo,
1985, p. 73. El olor putrefacto de los cadáveres aún no se asociaba
con un proceso de contaminación infectocontagioso. Los gases y los olores
pútridos que levantaban los cadáveres hacían que éstos se insinuaran dentro de
la textura misma de la atmósfera; las emanaciones de la cripta volvían
irrisoria la barrera entre la tumba y la colectividad que se reunía día a día
en el coro bajo a escasos metros de distancia.
213
ACCP. Carta firmada
por María Manuela de Santa Cruz, 1769.
214
Gómez de la Parra,
1731, p. 80. Cabe aclarar que ellas renunciaban a tomar chocolate el
resto de sus vidas una vez que eran admitidas como monjas de velo negro. El
objeto de esta renuncia era parecerse cada vez más a sus hermanas Teresas de
España quienes no tomaban nunca tal alimento en función de su voto de pobreza.
215
Escalona
Matamoros, c. 1740, p. 33.
216
ACSJP. Carta de sor
María Anna de los Dolores, priora del convento de San Gerónimo al obispo de la
Puebla, 28 de noviembre de 1769.
217
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 34.
218
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 34.
219
ACSJP. Carta al
obispo de Puebla de María Anna de los Dolores, priora de San Gerónimo, 13 de
diciembre de 1769.
220
ACCP. Carta enviada
por María Ana de la Santísima Trinidad, monja de velo negro del monasterio de
La Santísima Trinidad, enero 24 de 1770.
221
222
Escalona
Matamoros, c. 1740, pp. 54v-55.
223
224
Gómez de la Parra,
1731, p. 77.
225
Ceremonial, c. 1700,
capítulo 10, s. f.
226
Ceremonial, c. 1700,
capítulo 10, s. f.
227
ACCP. «Carta de
Francisco Fabián y Fuero obispo de la Puebla a las religiosas de sus conventos».
La continuidad de estas recomendaciones para la modificación de las oficinas
comunes puede verse en AGNM. Bienes nacionales, 10 de agosto de
1768, leg. 77. Citado por Salazar de Garza, 1990.
228
229
Gómez de la Parra,
1731, p. 79.
230
AGNM. Bienes
nacionales, leg. 77, ff. 4-9, cit. por Salazar de
Garza, 1990.
231
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 14v.
232
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 14v.
233
234
«Lo daban con caridad
a los indigentes procurando no mezclar las cosas de pescado con las de carne,
sino cada cosa por si, repartian segun su necesidad a cada uno, asistiendo a
los enfermos y personas honradas que vinieren con gran necesidad. Si las sobras
fueran tantas como acontecia en las fiestas de velos y profesiones y no se
pudiesen repartir en el propio dia, las guardaban, sin que se corrompieran ni
echaran a perder para el dia siguiente». Regla, 1765, pp. 182-183».
235
ACCP. Libro de profesiones,
27 de enero de 1739.
236
237
238
ACCP. Libro de
profesiones, 19 de abril de 1761.
239
Ibidem, 26 de septiembre de
1723.
240
241
242
243
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 15.
244
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 34.
245
Gómez de la Parra,
1731, p. 78.
246
Era costumbre que a
la hora de tomar los alimentos se hicieran lecturas sagradas. La hebdomadaria
podía estar al centro del refectorio o en un púlpito diseñado exprofeso en un
costado como en Santa Teresa. El refectorio tenía como una de sus
características la iluminación mediante ventanas abiertas en serie que daban
hacia algún espacio abierto como la huerta. Gómez de la Parra,
1731, p. 78.
247
248
249
«Declaramos que
ninguna religiosa sea priora, o de qualquier calidad tenga celda, ni lugar
particular, para comer, sino que todas vengan al refectorio». Regia,
1765, p. 42.
250
251
«En quitar de estos
platos y escudillas siempre debían procurar hacerlo con limpieza y urbanidad,
no echando las sobras de unos platos ni de las escudillas en otros ni poniendo
unos sobre otros sino quitando tres o cuatro de una vez y volver por los otros,
que a pocas vueltas se quitarían todos». Regla, 1765, p. 105.
252
253
254
Diferencia marcada en
los conventos de descalzas donde se preveía la entrada al refectorio de dos en
dos, como salían del coro guardando el orden según su antigüedad.
255
ACCP. Memorial de
Francisco Fabián y Fuero a los cinco conventos de calzadas de la Puebla, 10 de
agosto de 1770.
256
Situado en la entrada
a la sala de profundis se colocaba la pila de agua y antes de la bendición de
la mesa, las monjas se lavaban las manos, «debe
levantarse esta construcción no lejos del comedor y del zaguán del capítulo. El
lugar para la limpieza de manos, se concebía a manera de palangana pegada a la
pared, de material marmóreo o broncíneo con tantos tapones cuantos requiere su
longitud; además construido por debajo un seno para aguas cóncavo y en declive,
desde donde el agua que sale de la palangana se desvía a otro lugar a través de
los agujeros». Borromeo, 1985, p. 95.
257
ACCP. Libro de
profesiones, 17 de octubre de 1735.
258
AGNM. Memorial de las
monjas de la Santísima Trinidad de Puebla, bienes
nacionales, leg. 77.
259
260
261
En este documento las
religiosas le solicitaron al prelado el cambio de roperas por otras de «maior
confiansa». Carta al obispo de Manuela de San Fernando, ACCP. c. 1770.
262
Atendiendo a las
normas que marca el concilio de 1565 y con el objeto de mantener la vida en
común y bajo el seguimiento de voto de pobreza, se indica que se empeñaran las
prefectas y los confesores en persuadir a las mojas de que tengan cuidado en
guardar en un lugar común todos los vestidos de lino, lana y piel, y que dos de
las monjas, mientras que se cambian los oficios, se encarguen de sacudirlos,
limpiarlos, remodelarlos y de distribuirlos para que ninguna tenga vestidos
consigo. Borromeo, 1985, p. XC.
263
Al hábito de añadían
las camisas y las naguas, generalmente de «crea, ypre y bramante». Regla,
1630, pp. 6-8.
264
Vida de la reverenda
madre Fracisca de los Ángeles, en Vallarta, 1723, ff. 39 y ss.
265
266
ACCP. Carta de María
Manuela de Santa Cruz, abadesa del convento de La Santísima Trinidad, 16 de
enero de 1770.
267
268
ACSJP de María
Anna de los Dolores, priora de San Gerónimo, 15 de agosto de 1769.
269
ACCP. «Memorial del
obispo Fabián y Fuero a las monjas de su filiación», 26 de enero de 1770.
270
271
«Libre de estrépito,
pues ésta no está libre de aquellos a causa de la molienda de hierbas, la
confección de medicamentos el sitio cómplice del mortero y la frecuente
conversación». Borromeo, 1985, p. 101.
272
273
274
ACCP. «Cuaderno de
versos para las religiosas de Nuestra Madre Santíssima de la Concepción de la
Ciudad de los Ángeles». c. 1770, anónimo.
275
276
277
278
Escalona Matamoros, c. 1740,
f. 86v.
279
Gómez de la Parra,
1731, p. 76.
280
Antes de abrir la
puerta completa se abrían los postigos que a manera de ventanitas permitían la
comunicación. Estas aberturas estaban protegidas con lámina férrea llena de
menudos agujeros no más grandes que un grano de mijo. Los batientes de la
puerta estaban confeccionados con doble cabrío, dos pasadores y dos llaves
diferentes entre sí. En caso de abrirse la puerta completa, un vestíbulo
evitaba la vista inmediata del monasterio, además de la celda de las porteras
con su correspondiente torno. Borromeo, 1985, pp. 97 y ss.
281
Gómez de la Parra,
J., 1731,p. 76.
282
«Del cuidado de estos
accesos, ligados a la observancia de la clausura, estaban encargados a monjas
mayores que gozaban de la entera confianza de las superioras o abadesas.
Señalaba la constitución de las dominicas que este oficio de rederas lo
desempeñaban las mismas religiosas que fueren zeladoras, oficio, para el cuál
no es menester menor celo por el bien de la casa y de la religión, pues en las
redes se trata con gente forastera, que para celar las cosas que pasan dentro
de casa». Regla, 1765, p. 145.
283
284
Escalona
Matamoros, c. 1740, p. 102v.
285
Escalona
Matamoros, c. 1740, p. 149.
286
«El torno es un
mecanismo de madera, hueco y de forma cilíndrica, colocado en una ventanilla
practicada en la pared y dividido en varios compartimientos por tablones
horizontales y verticales, los cuales de dos en dos forman ángulos diedros de
madera, al girar sobre su eje el aparato transportaba de afuera para adentro y
viceversa los objetos que se colocaban en las tablas horizontales, en todos
casos las verticales interceptaban la vista de los
interlocutores». Borromeo, 1985, pp. 95 y ss.
287
Gómez de la Parra,
1731, p. 76.
288
289
290
ACCP. «Cuaderno de
versos para las religiosas de Nuestra Madre Santíssima de la Concepción de la
ciudad de los Ángeles»; c. 1770, anónimo.
291
292
293
Originalmente los
conventos femeninos dependían de la orden masculina, pero a instancias del
obispo Juan de Palafox, todos los monasterios, excepto Santa Clara, pasaron a
depender del obispado.
294
Señalaba Borromeo
que «en las prescripciones de los concilios de 1565 y
1576 el objeto de juntar a todas las monjas a trabajar con las manos a horas
determinadas, era ser dirigidas por la maestra de labores para evitar laborería
de diverso género. La actividad en la sala de labores era acompañada de lectura
sacra». Borromeo, 1985, p. LXXXVI.
295
296
297
ACCP. Carta de
Manueia de San Joseph, monja profesa del monasterio de La Santísima, marzo 11
de 1769.
298
299
300
Gómez de la Parra,
1731, p. 84.
301
302
«Cuatro clases de
culpa reconocen las constituciones dominicas, la leve culpa es
no aparejarse, oida la primera señal, dexadas todas las cosas para ir a lo que
se manda, la que cantare o leyere mal o hiciere su oficio con descuido, si
fuere tarde al coro, al refectorio o a la sala de labor, si hiciere ruido en el
dormitorio o inquietare a las que están orando o trabajando. La media
culpa es no venir al capítulo la víspera de Navidad, de la Encarnación
a oir la Calenda, no prestar atención en el coro al oficio divino, la que
comiere o bebiere sin la bendición. La grave culpa consiste en
tener questiones una con otra, o ser porfiada, o injuriar o zaherir la culpa
que otra hizo de la qual ya ha hecho penitencia, si acusándola otra, hiciere
turbación o maldixere, si sembrase discordia entre las religiosas, si quebrase
los ayunos o el silencio. De gravior culpa es ser desobediente
o amotinarse con las preladas, si pusiere las manos en otra, si hurtare o fuese
propietaria, si enviare o recibiere algo, si descubriere alguna flaqueza de la
casa o de las religiosas a estraños. La gravisima culpa, es ser
incorregible y es merecedora de carcel». Regla, 1765, pp. 78-81.
303
Escalona
Matamoros, c. 1740, f., 14v
304
305
«Los días en que se
obliga el ayuno a los fieles de ambos sexos de este obispado y provincia, repto
los indios son: En primer lugar todos los días de Cuaresma excepto los
domingos, febrero 23 Vigilia de san Matías Apóstol, junio 23 Vigilia de la
Natividad de san Juan Bautista y Vigilia de los apóstoles san Pedro y san Pablo
el día 28. En julio 24 la Vigilia de Santiago Apóstol, en agosto las Vigilias
de san Lorenzo, de la Asunción de la Virgen y de san Bartolomé Apóstol los días
9, 14 y 23 respectivamente. Septiembre 20 la Vigilia de san Mateo Apóstol y
Evangelista, octubre 27 Vigilias de los Apóstoles santos Simón y Judas y de
Todos Santos el 31, noviembre 29 la Vigilia de san Andrés Apóstol en diciembre
20 la Vigilia de santo Tomás Apóstol y el 24 de la Natividad de Nuestro Señor
Jesucristo. Se añadía el ayuno de Pentecostés y los días de las cuatro
témporas». Concilio, 1870, p. 345.
306
«Son doce días: En
invierno miércoles, viernes y sábado inmediatos después de la fiesta de Santa
Lucía. En la primavera; miércoles, viernes y sábado después del primer domingo
de cuaresma. En el verano; miércoles, viernes y sábado después de Pentecostés.
En el otoño; miércoles, viernes y sábado después de la exaltación de la Santa
Cruz». Concilio, 1870, p. 345.
307
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 33v.
308
309
310
311
312
313
Gómez de la Parra,
1731, pp. 115 y 116.
314
Gómez de la Parra, 1731, p. 98.
315
316
317
Jorge Mas Theoforo,
suplemento al boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas 4,
México, UNAM, 1978, citado por Salazar de Garza, 1990, p. 56.
318
ACCP. «Cuaderno de
versos para las religiosas de Nuestra Madre Santíssima de la Concepción de la
ciudad de los Ángeles», c. 1770, anónimo.
319
320
321
En los testamentos,
las monjas nombraban como herederos universales a sus padres «renunciando» en
su favor a cualquier bien que se les pudiese asignar después de la profesión.
Hubo casos notorios en los que declararon estar dispuestas a recibir sus
«legítimas paternas y maternas» cuando les correspondiese con la posibilidad de
disponer de ellas a su arbitrio.
322
Informe del vicario
de religiosas de esta ciudad, agosto, de 1766, f. 6 y ss.
323
Micaela Bravo, quien
apartó un capital «para la quietud y sosiego de su vida religiosa pues necesitaba
una celda», en su testamento asentó que a su muerte la celda sería ocupada por
la pariente más cercana que viviese en el convento y en el caso que no la
hubiese, dispuso que se vendiera para fundar una capellanía. AGNEP,
notaría 2, 13 de marzo de 1758.
324
AGNEP, Notaría,
1743, ff. 174-176.
325
326
Memorial enviado al
obispo Fabian y Fuero, c. 1769.
327
En breve apostólico
fue expedido por su santidad Paulo V el año de 1605, citado por Vallarta,
1723, ff. 39 y ss.
328
329
AGNEP, Notaría 3,
1765, f. 101.
330
Jorge Mas Theoforo,
suplemento al boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas 4,
México, UNAM, 1978. Citado por Salazar de Garza, 1990, p. 56.
331
Informee al vicario
de los conventos de esta filiación, enero de 1769.
332
333
334
Citado por Sierra
Nava Lasa, 1975, p. 214.
335
Citado por Sierra
Nava Lasa, 1975, p. 213. Para más ejemplos de estas modificaciones
arquitectónicas, cfr. Salazar de Garza, 1990, p. 39.
336
Al respecto, véase
Lavrín, 1965, Sierra Nava Lasa, 1975, y Gonzalbo Aizpuro, 1987.
337
López de Villaseñor,
1961, p. 343. Véase también Gonzalbo Aizpuru, 1987, pp. 247
y ss.
338
339
El arzobispo don
Alonso Nuñez de Haro y Peralta realizó un viaje de inspección a la ciudad de
Puebla, para informarse de las acusaciones que se hacían al obispo Fabián y
Fuero. Su testimonio no deja lugar a duda en cuanto a la culpabilidad del
prelado [...] donde se prueba la violencia con que se introdujo la vida común
abusando del sagrado nombre de la ley (Puebla, 13 de noviembre de
1773; AGI, 96-5-31) citado por Gonzalbo Aizpuru, 1987, p. 248.
340
Al respecto pueden consultarse
los trabajos de Gonzalbo A., 1995, pp. 429-442 y Arenas Frutos,
1995, pp. 442-454.
341
La reacción de las
monjas de los conventos de calzadas restantes fue generalizada aunque no llegó
a tener las consecuencias que tuvieron en Santa Inés. Al parecer uno de los
motivo que agravaron la situación fue la expulsión de niñas.
342
«Apasionadas o
díscolas» se les llamó en la documentación procedente del obispado a las monjas
que habiendo profesado bajo el régimen de vida particular se negaron
terminantemente a seguir el régimen de vida común impuesto por los mitrados
entre 1765 y 1773. Al respecto puede verse Sierra Nava Lasa, 1975.
343
El caso de San
Jerónimo podría incluirse aquí si atendemos a las cifras existentes en 1769.
Sin embargo, nos parece que hay una coincidencia en los informes de 1689 y 1714
en el número de jerónimas en el convento, que sería alrededor de 50 de velo
negro y de 60 considerando a las legas. Posiblemente en 1768 se incluyó a las
religiosas que estaban en el colegio de Jesús María, anexo al convento. Por
otra parte, integramos en este grupo a Santa Clara aunque la única referencia
que tengamos de este convento, por cierto extraordinariamente alta, sea la de
1714. De este convento tuvimos dificultades para conocer su situación, ya que
era el único exento del ordinario diocesano y no existe información acerca de
él en los informes y visitas de la mitra.
344
El caso de Santa
Clara no deja de llamar la atención. Si tomamos el número de religiosas que lo
habitaban en 1714, su lugar es prioritario. Sus rentas eran mucho más modestas
y, si atendemos a la distribución por renta per cápita anual su lugar es el de
los más pobres. En efecto, la distribución per cápita anual señalada parece
haber sido de 200 pesos anuales por monja en tanto que la de Santa Teresa era
de 390 pesos por persona para esos mismos años. No comparamos ese tipo de
ingreso con calzadas porque hallaremos la paradoja que tienen menor distribución
per cápita que los de descalzas. Esto se explica por el hecho que, en los
conventos de calzadas, el consumo de cada monja sólo en parte se cubría por las
rentas de los conventos y mejoraba sustancialmente su nivel de vida con
entradas, rentas o regalos particulares que hicieron un modus vivendi característico
de las monjas calzadas hasta las reformas de 1769.
345
Al parecer una
excepción notable la constituye Santa Clara. Por lo que se refiere al resto de
los monasterios, el número de religiosas sólo podía ser mayor al especificado
en las constituciones en el caso de las supernumerarias, pero éstas
por lo general representaban menos de 20% de la comunidad de religiosas. Los
conventos de descalzas, por su parte, tenían un número de ingresos
estrictamente limitado.
346
Refiriéndose a Santa
Catalina, un cronista habla del «crecido número de
religiosas [...] que eran muchas [...] habiéndose puesto número señalado de
setenta de velo negro y seis de velo blanco [...]» Alcalá y Mendiola, 1714
[1993], p. 117. Conceptos similares encontramos en los otros
conventos.
347
En ellos se registran
una a una las profesiones de cada religiosa en el monasterio a lo largo de los
siglos. Para hacer un corte de un momento determinado, habría que saber con
precisión los datos sobre las defunciones, sólo registradas en algunos casos.
348
Véanse las gráficas 2
y 3 correspondientes a los conventos de La Concepción y Santa Catalina, que
muestran una mayor concentración de profesiones en los primeros cincuenta años
(1600-1650).
349
Nos ha parecido
prudente representar la información en intervalos de veinte años. En estas
gráficas y las siguientes, a menos que especifique lo contrario, los intervalos
están representados por el último año de la serie. Por ejemplo, en la gráfica
2, los datos del periodo 1761-1780 están bajo la columna «1780». Para el caso
de Santa Catalina el primer intervalo incluye a las monjas que ingresaron en la
fundación en 1568 y en La Concepción en 1593.
350
Esta baja se observa
también en Santa Catalina (gráfica 3) y pude ser atribuida a la fundación del
convento de Santa Mónica (c. 1680) del beaterio de Santa Rosa hacia 1683 y
de Capuchinas (c. 1700).
351
Esto coincide con los
datos del cuadro 6. El número de monjas se incrementó entre 1740 y 1760 en el
caso de Santa Catalina, en tanto que disminuyó, respecto a 1689, en el caso de
La Concepción.
352
En este caso, como en
otros de calzadas, la disminución de profesiones en algunos momentos del siglo
XVIII no significó que el número de religiosas, en sus respectivos conventos,
haya caído muy por debajo del número estipulado por las autoridades
eclesiásticas. La existencia de supernumerarias hizo que este número, por
momentos, fuera compensado.
353
Tomamos como
población base del convento las 70 que se menciona en 1714, número «del que
tienen orden superior no sean más», Alcalá y Mendiola, 1714
[1993], p. 119, a excepción de las supernumerarias.
354
Este tipo de cálculos
pueden ser meramente especulativos y se puede objetar con el argumento de que
la mortandad en un convento de descalzas, como el de Santa Teresa, no puede
equipararse a la de conventos como el de Santa Catalina o el de La Concepción
con un mayor número de religiosas y con un modo de vida mucho más holgado.
Posiblemente a este hecho habrá que añadir que durante el siglo XVII se
incrementaron las monjas en los conventos de calzadas como supernumerarias y se
haya sobrepasado el número de religiosas al máximo establecido en las
constituciones. Al aumentar la población, la posibilidad de mayores muertes, y
por ende profesiones nuevas, aumentaba. De todas formas, el cálculo realizado
para Santa Teresa y aplicado a La Concepción apoyaría la tesis de que los
conventos de calzadas vieron disminuida su población y sus profesiones en el
siglo XVIII.
355
Un ejemplo de ello
nos lo muestra el análisis de la variación de las dotes en el trabajo de Lavrín
y Couturier, 1979, y Couturier, 1985.
356
Al respecto un
trabajo histórico de gran aporte fue el de Stone, 1990, quien sostuvo la teoría
de grandes cambios en las estructuras familiares durante la época moderna, con
la disminución del patriarcado y el aumento del individualismo afectivo. Por
otro lado, los trabajos de sociología representados por Bourdieu, 1991 aportan
interesantes reflexiones teóricas respecto a los mecanismos y estrategias
patrimoniales.
357
La vinculación entre
los conventos y la élite fue enfocada inicialmente a partir del papel de
prestamista desempeñado por los monasterios, véase Lavrín, 1986. Existen
algunos estudios de caso que dan muestra de la estrecha relación entre la
dinámica de integración de la élite y su vínculo político. Ejemplos de ello son
los trabajos de Balmori, 1985, Kicza, 1986 o De la Peña, 1983. Un caso más
específico y referente a los inmigrantes españoles a Puebla es el de Altman,
1987.
358
Se han incluido en
principio también las primas en primer grado cuando la identificación familiar
es completa.
359
Sólo encontramos dos
grupos familiares de cinco monjas, 1.7% del total, y cuatro casos (4.21%) donde
resultaron parientes seis religiosas. Los grupos de más de cuatro religiosas no
llegaron sino a 5.9% de las 570 monjas emparentadas.
360
Loreto López,
1991, pp. 163-180.
361
Este resultado se
refiere exclusivamente a sobresaltar la importancia del papel de la
religiosidad familiar de acuerdo con el ingreso de mujeres a los conventos. Si
tomamos como punto de comparación a las capellanías veríamos que allí se
presentó el fenómeno contrario. En la medida en que la capellanía representó la
religiosidad unida al parentesco mediante los presbíteros que gozaban de ella,
el siglo XVIII fue el que marcó el auge para este tipo de fundaciones. Las
decisiones familiares fueron fundamentales para aumentar el número de
presbíteros y de capellanías en el siglo XVIII. Esto nos lleva a plantear que
en el terreno de la religiosidad familiar hubo dos tendencias opuestas: la que
anunció el debilitamiento de la familia en el ingreso de las religiosas y la
que aumentó su importancia en la fundación de capellanías y de presbíteros. La
historia de la riqueza acumulada por ambas instituciones religiosas (conventos
y capellanías) coincide con este fenómeno. Cfr. Cervantes Bello,
1993.
362
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 55v.
363
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 55v.
364
Hemos comparado los
apellidos de los padres de las monjas disponibles de los siglos XVII y XVIII,
aunque no hemos considerado los apellidos maternos. Incluimos los años
anteriores a 1650 y posteriores a 1760 (fechas límites de comparación con los
nombres de los cabildantes) para poder detectar grupos familiares de monjas
durante varias generaciones que tuvieran algún pariente en el ayuntamiento.
365
En algunos casos
encontramos una fácil identificación de cabildantes que son parientes de los
padres de las monjas por tratarse de apellidos compuestos (Cerón Zapata, Díaz
de Córdoba, etcétera) o característicos (Torija, Machorro y otros) que suponen
ligas de parentesco.
366
En 60% de nuestros
casos, aparecen los nombres de los padres de las monjas. Otro 40% de los padres
no identificados vendría a aumentar la posibilidad de parentesco con los
regidores aunque no creemos que los porcentajes se elevarían radicalmente en
relación con los que aquí presentamos.
367
Este porcentaje es el
mínimo. Si los datos de las familias de las monjas fuesen más completos e incluyéramos
a los parientes por línea materna, la proporción aumentaría.
368
Este resultado se
debe al hecho de que mientras el cabildo estaba compuesto de un número reducido
de grupos familiares, los once conventos femeninos existentes en el siglo XVIII
incluían un número mucho más amplio de ellos.
369
La base económica de
los conventos tuvo que ver con sus rentas, en especial con la propiedad
inmobiliaria. Lavrín, 1973, Greenow, 1983, Bauer, 1983, han estudiado aspectos
centrales de la economía eclesiástica, sin embargo ha quedado de lado otro tipo
de análisis, más detallado, sobre el funcionamiento y las repercusiones urbanas
producto de la concentración de la propiedad inmobiliaria en manos de los
conventos de mujeres, tema que recientemente ha sido abordado por Von Wobeser,
1995, Morales, 1995 y para el caso poblano, Cervantes Bello, 1995.
370
ACCP. Informe del
contador de conventos al obispo, 1743, s/f.
371
Otra insdustria que
seguiría un ritmo similar sería la de loza.
372
Esto provocó una crisis
de corta duración y muy localizada, circa 1630-1640.
Véase AAP. Libro de actas de cabildo, 1630-1640.
373
AAP. Los libros de
actas de cabildo de este periodo muestran en repetidas ocasiones cómo las
actividades relacionadas con la industria del cerdo estaban creciendo «ardiendo
las palias dentro de la ciudad noche y día».
374
En ello tuvo que ver
sin duda la pérdida de los antiguos asientos (el azogue, los naipes, la nieve)
que antes ahí se hacían, así como la creación de la feria de Jalapa, todos
ellos factores de la primera mitad del siglo XVIII. Sobre la situación de la economía
poblana, véase Thompson, 1989 y Garavaglia y Grosso, 1986, p. 551.
375
376
ACCP. Informe del
contador de conventos al obispo, 1743, s/f.
377
Sobre las visicitudes
de este convento en particular puede verse el apartado correspondiente en la
primera parte del este libro.
378
El único convento en
Puebla donde podían ingresar sin dotación mujeres humildes fue el convento de
Capuchinas, fundado legalmente en 1703. Arenas Frutos, I.,
1994, pp. 31 y ss.
379
Para comparar el
ingreso de monjas de ambos conventos con el valor de sus bienes puede verse la
gráfica 4 en el primer capítulo de esta tercera parte, p. 175.
380
El análisis de la
economía conventual se complejizaría si se considerara un factor que no
tratamos aquí pero que fue de enorme importancia en el siglo XVIII: los
concursos y juicios por falta de pago que mermaron considerablemente la riqueza
de los conventos.
381
Cfr. gráfica 4
en el primer capítulo de esta tercera parte.
382
ACCP. Informe de la
contaduría de conventos, 1748, foja única.
383
Esta división es muy
simplificada puesto que la complejidad jurídica era mayor. Sin duda había casas
que tenían algunos conventos en censo enfitéutico, lo que tendría lugar en la
tipología capitales/casas. Sin embargo, estos casos fueron mínimos e
irrelevantes para el análisis. Los mismos contemporáneos así lo percibieron
cuando en los libros y partidas de las cuentas registran dos grandes rubros: casas
y capitales.
384
385
Sobre el problema por
el que pasaron los capitales de los conventos de mujeres, en especial el de
Santa Catalina de Sena, véase Cervantes Bello, 1992 y 1995.
386
ACCP. Informe de la contaduría
de conventos, 1748, foja única.
387
Véase nuestro trabajo
al respecto en Loreto López, 1986.
388
Loreto López,
1994, pp. 87-104.
389
Libro de profesiones
del convento de La Soledad, núm. 34, 17 de julio de 1787.
390
«Certificado de
Pureza de Sangre de María Josefa de San Ignacio que en el siglo se llamó Ana
María Malpica y Estrada, quien fue bautizada en el Sagrario de Puebla en la
partida de españoles de 1739». ff. 133. Libro de profesiones del
convento de Santa Rosa, 3 de mayo de 1759, f. 21.
391
Los mayordomos se
ocupaban de la complicada administración de los bienes, de las operaciones de
compra-venta, préstamos, cobro de rentas y réditos, etcétera; es decir de
aspectos ligados directamente con el mundo económico exterior. Para ser
nombrados como tales debían exhibir una fianza ante notario público y ser
aprobados por el obispo y el vicario de los conventos. Al respecto véase
Staples, 1986, pp. 131-167.
392
Citado por Kamen,
1981, p. 487.
393
Hubo casos en que ya
se había conformado previamente un certificado de pureza de algún miembro de la
familia, generalmente un hermano, que había ingresado al seminario tridentino y
se consideraba como válido para la novicia.
394
Informaciones de
legitimidad y limpieza de Ana María Pérez de Tembra, novicia del segundo
convento de Carmelitas Descalzas de la ciudad de los Ángeles de Nuestra Señora
de La Soledad, 19 de julio de 1750. Tuvo dos primas hermanas en el convento de
Santa Catalina y dos más en el de dominicas de Santa
Rosa. Cfr. pp. 300-301 de este texto.
395
396
397
Su principal riqueza
consitía en una hacienda e ingenio de valor mayor a los 30 000 pesos, admeás de
otras propiedades en la ciudad.
398
Espinoza, J.,
1680, pp. 5 y ss.
399
400
Catalina de San
Idelfonso (1678), Mariana de los Reyes (1669) y Juana de Santa Rosa (1680)
fueron monjas profesas en el convento de Santa Catalina de Sena de la ciudad. ACSCP.
Libro de profesiones.
401
El sermón en memoria
de Alonso Raboso fue dedicado a Miguel Raboso, su hijo. A la muerte de este
último en 1692, dejó asentado en su testamento que le debía 200 pesos a José
Espinosa que a la sazón era prior de Santo Domingo en Izúcar. Testamento de
Miguel Raboso de la Plaza, AGNEP, 4 de diciembre de 1692, ante Francisco
de Solano.
402
Fue formalmente
reconocida como tal por la real cédula del 24 de mayo de 1672 y canonizada en
1677.
403
La muy reverenda
madre Juana de Santa Rosa ordenó en su cláusula testamentaria que sus albaceas
tomaran «de sus legítimas Paternas cierta cantidad y la
impusieran a censo 6 000 pesos sobre fincas seguras, para que su convento
adquiriera derecho sobre ellas al fundar una capellanía, las misas se dirían
todos los días en el altar del Niño Perdido. Se reconocieron 4 000 pesos de
censo sobre el ingenio de hacer azúcar de su padre». AGNEP, 6 de marzo de
1705, notaría 3, s.f.
404
405
En 1692, el convento
todavía no había sido terminado y teniendo que signar su testamento díspuso que
se destinara un quinto de sus bienes para su conclusión. En caso de que esto no
bastara, ordenó que se sacara 6% de los rendimientos de su ingenio San Juan
Bautista, en Izúcar, para que se invirtiera en la obra hasta que se concluyese.
Además, dejó 2000 pesos para que, puestos a réditos, contribuyeran a la fiesta
anual de la santa americana en Santo Domingo, con misa cantada, procesión y
sermón. Ordenó, además, que cuando se terminara la edificación del convento, se
pasara una dotación a la iglesia del mismo. Testamento de Miguel
Raboso, AGNEP, 4 de diciembre de 1692, ante Francisco de Solano.
406
Testamento de Miguel
Raboso, AGNEP, 4 de diciembre de 1692, ante Francisco de Solano.
407
408
409
Juan Bautista Sáenz
aparece como dueño de un obraje de hacer paños, ubicado frente al rastro del
carnero en la calle que baja del convento de Santo Domingo hacia San Francisco. AGNEP,
2 de junio de 1665, ante José Sánchez de León, ff. 41-41v.
410
AGNEP, 25 de octubre
de 1685m ante Francisco Solano, f. 177v.
411
Escalona Matamoros,
C., c. 1740, op. cit.
412
Ignacia Micaela
Josefa Yañez Remuzgo de Vera nació el 8 de mayo de 1747 y fine bautizada en la
parroquia de San Marcos (libro de bautizos de españoles, el 19 de mayo de
1747, f. 33), ingresó en Santa Rosa en 1773 (libro de
profesiones, f. 30).
413
Las referencias sobre
las propiedades rurales de la familia Yañez Remuzgo de Vera fueron recogidas.
Véase Gónzalez Sánchez, 1969.
414
Posiblemente se trate
de la viuda de Miguel Raboso de la Plaza, cfr. en ese mismo apartado
a la citada familia.
415
La propiedad
comprendía; 60 caballerías de tierra, laboría y montuosa (2580 hectáreas), con
200 bueyes de arado, 1000 ovejas, 300 carneros, 50 vacas, 30 mulas de recua y
otras tantas de todas las edades, 500 cabezas de ganado de cerda y 30 caballos
mansos de silla. Esta finca reconocía un censo en favor del convento de Santa
Clara de Puebla.
416
417
En éste se criaban
150 bueyes mansos de arado, y la misma cantidad de vacas de vientre, 1000
ovejas, 500 cabezas de ganado de cerda de todas las edades, 150 yeguas de
trilla y 25 caballos mansos, cuyo valor era de 34000 pesos y reconocía sobre la
citada finca un censo de 11000 pesos en favor de diferentes dueños.
418
«Libro de profesiones
del convento de La Concepción», 17 de octubre de 1726, núm. 350.
419
Era hija de
Bernardino Yañez Remuzgo de Vera, casado con Juana Pedraza, ambos vecinos del
arzobispado de México.
420
Hijas del matrimonio
de Marcos Yañez Remuzgo de Vera y Micaela Rivadeneyra. «Libro de profesiones de
La Concepción», 29 de diciembre de 1734 y «Libro de profesiones de Santa
Catalina», 1740.
421
Hijas del segundo
matrimonio de su padre Marcos Yañez Remuzgo de Vera con Micaela Teresa de
Anduza. Ana Francisca de la Santísima Trinidad y María Josefa de la Sangre de
Cristo aparecen heredando una hacienda el 7 de mayo de 1777, «Segundo Libro de
profesiones del convento de Santa Catalina», 1759.
422
AGNEP, 20 de abril de
1712, ante Lucas de Revilla. Hacia 1715 aparece José Antonio Ortiz Casqueta
como regidor y alférez mayor. AAP, libro de cabildo núm. 38, 9
de marzo de 1715, ff. 48-62. Aparece anexo en el «Primer libro de
profesiones de Santa Catalina» que el título les fue retirado por penuria por
el licenciado presbítero Juan Casqueta Yañez, residente en España en 1778.
Profesión de Josepha de la Santísima Trinidad, 1741, núm. 432.
423
María Teresa Yañez
Remuzgo de Vera y Guzmán aparece como mujer legítima de Joseph Antonio Ortiz
Casqueta Marqués de Altamira y moradora del convento de Santa
Catalina. AGNEP, 15 de mayo de 1726, ante Lucas de
Revilla, ff. 284v-285v.
424
Rosalía Victoria
Salazar y Frías profesó como monja de velo negro y coro en el monasterio de
Santa Rosa el 8 de diciembre de 1752 y su hermana Manuela Antonia de San
Anselmo el 6 de diciembre de 1753. Fueron hijas de Ignacio Javier Victoria
Salazar y Frías y de Ana María Páez de Villanueva, vecinos de Puebla.
425
Fue hijo de Nicolás
Victoria Salazar y Frías y de Jacinta de Espíndola y hermano del Deán Diego de
Victoria. Intervino en la fundación del hospital de Belén (1684) junto con el
alguacil mayor Miguel Raboso de la Plaza; su religiosidad se hizo más patente
al quedar viudo pues fue nombrado clérigo de órdenes menores, para lo cual
fundó una capellanía con valor de 1000 pesos que impuso sobre los bienes que
heredó de su hermano, especialmente sobre un molino de pan moler nombrado
Cocolapa, en términos de Orizaba, valuado en 13 000 pesos. Él se nombró como
primer capellán para poderse ordenar y a su muerte la gozarían sus hijos, el
licenciado Juan Criséstomo y Thomas de Victoria Salazar y Frías. AGNEP, 1
de junio de 1711, ante Francisco de Herrera Calderón, s.f. Entre sus
bienes se contaba una hacienda de ganado mayor ubicada en jurisdicción del
pueblo de Cosamaloapan, nombrada Santo Thomas de las Lomas, con 67 sitios de
ganado mayor. AGNEP, 7 de septiembre de 1712, ante Francisco de Herrera
Calderón, ff. 14-17.
Entre sus parientes
aparece; Juan de Victoria Salazar y Cuenca, su primo hermano quien fue
presbítero, rector, mayordomo y administrador de los bienes del colegio de
Niñas Vírgenes de La Concepción en 1678. AGNEP, 30 de enero de 1678, ante
Antonio Robles Samano. El padre de las religiosas también figuró como fiador y
heredero de una capellanía de misas que instituyó su hermano Bartolomé quien
fue clérigo meredario. AGNEP, 20 de agosto, de 1706, ante Juan Chávez.
426
Ella era hija del
capitán Domingo de la Hedesa Verástegui y de doña María Caballero de la
Carrera, llevó por caudal y dote 10000 pesos y después de la muerte de sus
padres recibió por legítimos 7 279 pesos. AGNEP, 25 de abril de 1709, ante
Francisco de Herrera, s.f.
427
Se declaró por patrón
de dicho novenario, y a su muerte le sucedieron en el patronato sus hermanas
María de San Nicolás y Josepha de San Diego, religiosas en el citado
convento. AGNEP, notarías, 6, enero de 1706, s.f.
428
AGNEP, 25 de febrero
de 1733, s.f., ante Diego Robles.
429
Se estipuló en la
fundación del vínculo de los Victoria Salazar que las madres María de San
Nicolás y Josepha de San Diego, recibirían 100 pesos cada año por todos los
días de su vida, y que a su muerte se incorporaría dicha cantidad al
vínculo. AGNEP, 24 de septiembre de 1709, ante Francisco
Calderón, s.f.
430
AGNEP, 5 de enero de
1725, ante Lucas de Revilla, ff. 11v-12.
441
Libro de profesiones
de Santa Catalina, 1 de enero de 1753, las dos profesaron el mismo día.
442
Libro de profesiones
de La Soledad, 15 de junio de 1750, núm. 17.
443
Manuela María Josefa,
nació el 1 de diciembre de 1737 y profesó en Santa Rosa el 18 de mayo de 1756.
Libro de profesiones de Santa Rosa, núm. 19.
444
Testamento de Juan
Antonio Rabanillo y Sanabria, hijo de Juan de Rabanillo y Sanabria y María
Rodríguez, naturales de los reinos de Robledo en Castilla la vieja, obispado de
Astorga. AGNEP, 22 de noviembre de 1751, ante Manuel del
Castillo, ff. 75 a 78v.
445
446
Cfr. Testamento
de Juan Antonio Rabanillo y Sanabria. AGNEP, 22 de noviembre de 1751, ante
Manuel del Castillo, ff. 75 a 78v.
447
Testamento de Juan
Antonio Rabanillo y Sanabria, 17 de octubre de 1744, ante Lucas de
Revilla, ff. 35-37v.
448
«Libres de hipoteca.
Una es de mi morada y la otra es de ganado de cerda». AGNEP. Testamento de
Juan Antonio Rabanillo y Sanabria, 18 de noviembre de 1761, ante Manuel del
Castillo, ff. 75a 78v
449
Se especifica que la
hacienda de Santa Inés se encontraba gravada con seis mil pesos de principal
redimible en favor de la enfermería del convento de las llagas de San
Francisco. De ellos tres mil correspondían a un patronato de legos que él fundó
y los otros tres mil a una capellanía de misas que se celebraba en la iglesia
parroquial de San Andrés Chalchiconiula. AGNEP. Testamento de Juan Antonio
Rabanillo y Sanabria, 18 de noviembre de 1761, ante Manuel del
Castillo, ff. 75 a 78v.
450
451
452
Libro de profesiones
de Santa Rosa, 19 de junio de 1766, núm. 23.
453
El trabajo de
Martínez Rosales, 1993, circunscrito al caso de San Luis Potosí, el de Calvo,
1994, referente al Zodíaco Mariano y el de Gonzalbo, 1994, que
hace alusión a la importante influencia jesuita en el desarrollo del culto
mariano, presentan sugerentes enfoques para el estudio de la devoción colectiva
popular.
454
Los trabajos sobre
mujeres «venerables y siervas de Dios» dentro de las comunidades monásticas se
iniciaron ubicándolos como un aporte a la cultura novohispana, véase Muriel,
1982. Destacando el papel de estas místicas a través de sus biografías y hagiografías,
pueden englobarse las investigaciones de Destefano, 1977, en el análisis del
caso de los milagros y el monasticismo en la ciudad de Puebla entre 1600 y
1750. Myers, 1986, ha trabajado con profundidad la vertiente autobiográfica a
través de la documentación generada por María de San José, fundadora de un
convento de agustinas en Oaxaca. Otras investigaciones han tratado de
interpretar esa mística cargada de elementos psicoanalíticos, donde el
representante inicial de la corriente es Certau, 1970 y 1993. Su aporte reside
en la identificación de estas manifestaciones como parte de una actitud
psicológica más o menos generalizada en el siglo XVII. Arenal y Schlau, 1989,
interpretan estas manifestaciones como continuidad de un conjunto de actitudes
religiosas que caracterizaron la vida monástica española. Recientemente Lavrín,
1993, 1995 y 1995a ha incursionado en el análisis de la espiritualidad y la
religiosidad conventual a partir de las obras impresas de hagiógrafos y
biógrafos de religiosas. Como complemento de este nuevo enfoque, los estudios
de caso han centrado su análisis sobre algunos de los componentes del discurso
místico, entre ellos destaca el de Blanco, 1995.
455
456
Santos, hombres y
mujeres elevados al panteón con carácter semidivino a causa de sus especiales
cualidades y su vida ejemplar. Zamora Acosta, 1989, p. 532.
457
458
Para un proceso
semejante en San Luis Potosí, véase Martínez Rosales, 1993, p. 107.
459
Es de resaltar la
importancia del acuerdo entre las autoridades temporales y espirituales en el
establecimiento de los cultos urbanos. Las implicaciones de este mutuo
compromiso fueron desde dar limosna de los fondos municipales hasta la
obligación de asistir a la fiesta como corporación, amén de promover el culto a
una devoción, hechos que de entrada transformaban la vida social y política de
la urbe.
460
AAP. Libro de
cabildo, núm. 15, f. 46.
461
«La ciudad da 25
pesos para la cera y adorno». Zerón Zapata, 1945, pp. 123 y 124.
462
«En el mes de agosto
se celebra el bien aventurado San Roque, que no falto ángel que le curase sus
llagas, [...] para remedio de los desvalidos que con sus llagas le pidieron
humildes, se apiadase de sus gemidos. Ni dejaron de asistir a su curación animales
domésticos». Zerón Zapata, 1945, p. 119.
463
Se celebra el 10 de
septiembre en el convento de San Agustín, al glorioso San Nicolás Tolentino (7
de febrero de 1653). Zerón Zapata, 1945, p. 120.
464
Oriundo de Lisboa,
canónigo regular de la orden de San Agustín y posteriormente de la franciscana
fue un santo familiar del mundo hispánico. Ha sido identificado con Italia,
especialmente con Padua. Murió en 1231 y en 1946 fue declarado doctor de la
iglesia. Por su fortuito arribo a Italia se le ha asociado con el viento
favorable y protector. Englebert, 1985, La flor de los santos o vida de
santos para cada día del año. México, 1985. Citado por Martínez Rosales,
1993.
465
Bermúdez de Castro,
1985, pp. 151 y 152.
466
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 209.
467
468
López de Villaseñor,
1961, p. 232.
469
Se ha identificado la
existencia de una condición de marginalidad en las promociones de las mujeres a
la santidad durante la época colonial. Véase Rubial García, 1993, pp. 73
y 74.
470
«Recibe ese nombre
por haberla traído consigo Hernán Cortés quien hizo donación de ella a un noble
cacique de la ciudad de Tlaxcala quien le auxilio en la conquista de México.
Esta imagen estuvo algún tiempo en la casa del cacique hasta que vinieron los
religiosos franciscanos que la colocaron en la iglesia primera que tuvieron en
aquella ciudad, posteriormente acompaño a un misionero cuando salió a reconocer
la tierra para ver los lugares en que se podrían erigir conventos para la instrucción
de los indios. En el convento de Puebla aparece ya colocada el año de 1582».
Fernández de Echeverría y Veytia, 1963, p. 292. «El
25 de junio de cada año, en el convento de San Francisco se celebra un
novenario a ésta milagrosa Virgen». Zerón Zapata, 1945, p. 118.
471
Fray Juan de la Cruz
(1542-1591) se asocia directamente a la figura de Santa Teresa de Jesús. Este
personaje es considerado como el verdadero padre de la reforma carmelitana. Con
él las carmelitas encontraron las más altas lecciones de experiencia mística y
de doctrina espiritual. Álvarez Gómez, 1990, pp. 316-319.
472
Nació en Navarra,
España en 1506, después de haber recorrido como apóstol misionero diversos
países entre 1522 y 1524: Francia, Italia, Portugal, la India e Indonesia entre
otros, murió en China. Su mayor milagro consistió en poseer «un
heroísmo continuo y conservar la alegría en medio de las tribulaciones».
Nieremberg, citado por Martínez Rosales, 1993, p. 115. «A los tres de diciembre, en el Colegio del espíritu santo de la
Compañía de Jesús, al soberano apóstol de la India, san Francisco Javier,
nombrado patrón para los males contagiosos, le dedica su anual fiesta y da para
la ayuda de sus gastos 25 pesos». Zerón Zapata, 1945, p. 122.
473
474
Patrono de la ciudad
de los Ángeles, mártir, natural de la imperial ciudad de México, celebra la
fiesta como a su devoto y patrón, en el convento de Santa Bárbara de religiosos
descalzos de San Francisco. «El cabildo da 25 pesos para
el gasto de la cera y demás adornos; asistiendo con su reverente culto a oír
las glorias de su martirio a que bajaron ángeles a coronarle». Zerón Zapata,
1945, p. 116. Fue canonizado en 1862 por Pío IX.
475
«Según Real cédula
emitida el 14 de mayo de 1668 se ordena a todas las iglesias, metropolitanas y
catedrales de los reinos y de las Indias, que se celebre la fiesta de la
beatificación a la madre Rosa de Santa María, de la orden tercera de Santo
Domingo, natural de la ciudad de los Reyes, donde vivió y murió, como la indica
la bulla expedida en Santa Sabina, el 12 de febrero de 1668. En la bula
expedida el 17 de noviembre de 1670 se indicó la canonización de dicha beata y
se pidió se integre en el catálogo de los santos. El 12 de abril de 1672 se
declaró como patrona de todas las Indias. Al recibir de real cédula el cabildo
la eligió por su abogada Santa Rosa como a los demás patrones y abogados». 2 7
de agosto de 1748, AAP, libro de reales cédulas y ordenanzas de esta
nobilíssima ciudad, libro núm. 28, ff. 190-192 y
libro núm. 46, ff. 449v-551.
476
Originario de
Galicia, emigró a las Indias hacia 1595, estableció una flota de carros entre
Veracruz, México y Puebla. Aunque iletrado era considerado un hombre rico. Ya
mayor, se casó dos veces, pero enviudó pronto. En 1556 después de una grave
enfermedad, donó todos sus bienes a las clarisas de México y él se quedó al
servicio de las mismas. A los setenta años vistió el hábito franciscano en
México y fue destinado a Puebla, donde se dedicó al cuidad o de toros salvajes
y al oficio de carretero. A su muerte se percataron de que aquella humilde
apariencia había escondido un santo. Borges, 1992, p. 388.
477
Para el caso de San
Luis Potosí, véase Martínez Rosales, 1993, pp. 107-123.
478
El artífice fue un
español europeo llamado André Fernández de Sandrea. «Tiene
poco mas de vara y media de alto, con la vara en la mano siniestra y llevando
con la diestra al niño Dios». López de Villaseñor, 1961, pp. 225 y
226.
479
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, pp. 205 y ss.
480
López de Villaseñor,
1961, p. 232.
481
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 208.
482
483
López de Villaseñor,
1961, pp. 228-230.
484
«Fue acordado que se
guarden las dichas fiestas en la dicha ciudad y obispado, con que los indios no
tengan obligación de guardar mas fiestas que las que [...] el santo padre Paulo
Tercero les obliga. [...] Ordena que se guarde y se cumpla la constitución del
Arzobispado de Sevilla». López de Villaseñor, 1961, p. 227.
485
López de Villaseñor,
1961, p. 227.
486
«La más antigua
parroquia de la ciudad por que cuenta su antigüedad sin interrupción desde que
comenzaron a administrarla los agustinos en 1546». Fernández de Echeverría y
Veytia, 1963, p. 238.
487
«Este pequeño
convento se erigió en el mismo sitio en que estuvo una capillita dedicada a
Santa Bárbara que fabricaron los vecinos de aquel barrio con motivo de haber
caído un rayo en él y destruido una santa cruz de piedra que estaba colocada
sobre una peana de cal y canto». Fernández de Echeverría y Veytia,
1963, p. 309.
488
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 309.
489
«Se dotó para ello de
una cuadra de ocho solares enteros. En una cuadra, juntos, guardando en ello
cuadras, traza, calle e derecera, para que se edifique la iglesia de la
advocación del dicho santo para los provechos de ella e que la dicha iglesia la
cual tenga el primer lugar y preeminencia en todas las cosas y procesiones que
hubiere sea preferida a las demás parroquias que hay e hubiere en esta ciudad y
sus barrios». Fernández de Echeverría y Veytia, 1963, pp. 227
y ss.
490
AAP, libro de
patronatos de esta nobilísima ciudad, f. 18 y López de Villaseñor, 1961, p. 233.
501
Testamento de
Leonardo Ruiz de la Peña, AGNP, notaría 3, 1586, s. f.
502
Véase Loreto López,
1994, pp. 87-104.
503
AAP. Libro de actas
de cabildo del 9 de noviembre de 1618, f. 209.
504
«El 7 de julio de ese
año se acordó con el cabildo del Ayuntamiento el costo de las fiestas que por
tal motivo debían hacerse, pidiendo licencia al virrey Márquez de Guadalcazar,
para gastar en las fiesta cuatro mil pesos de sus propios». AAP. Libro de
actas de cabildo, núm. 15 del 7 de julio de 1619, f. 240.
505
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 26.
506
AGI. México, 218-219,
citado por Gantes Trellez, 1983, p. 54.
507
AAP. Libro de
patronatos de esta nobilísima ciudad, f. 119.
508
Viforcos Marinas,
1990, pp. 341-347.
509
Ésta incluye las
ideas, valores, necesidades, e intereses expresados o imbricados en las
acciones festivas, con los que se identifica la comunidad o alguno de los
sectores que la componen. Esos valores y concepciones se codifican en múltiples
registros que circulan e interactúan simbólicamente en busca de reconocimiento
social y prestigio colectivo. Véase Gómez Pellón, 1989.
510
Nos referimos a un
proceso de continua producción, actualización y transformación de modelos
simbólicos (en su doble acepción de representación y orientación del
comportamiento) en la práctica individual y colectiva a partir de un «capital
simbólico» socialmente poseído e individualmente incorporado en continua
transformación a partir de la práctica individual y colectiva. Véase Bourdieu,
1972.
511
«La identidad, igual
que la fiesta, se caracteriza por el sociocentrismo. Mira las cosas desde el
punto de vista del endogrupo, sobrevalorando lo que se percibe como propio y diferenciando
lo que le es ajeno». Véase Gómez Pellón, 1989.
512
«(Creando) el
maravilloso cristiano adulterado o rayando en la heterodoxia, las imágenes, las
técnicas, las recetas y las fórmulas circulaban y se intercambiaban para
precipitarse en un remolino sincrético que la inquisición y la justicia
eclesiástica con enormes dificultades lograban contener». Gruzinski,
1988, p. 87.
513
«Variante de
Cihuapilli, o sea Señora que podía expresar la veneración de La Virgen
Chimalma, compañera de Camaxtli y madre de Quetzalcoatl ¿O Matlacueye, esposa
ella también de Camaxtli». Gruzinski, 1988, p. 115.
514
Martín de León, Camino
del cielo en lengua mexicana, México, Diego López,
1611, fol. 145v, citado por Gruzinski, 1988.
515
Aunque la fiesta de
la Inmaculada es de larga data en el orbe cristiano, tiene visos de novedad
porque la definición de su dogma es reciente: fue proclamado por Pío IX en
1854. Por mandato real se hizo juramento de la Inmaculada Concepción, según
reales cédulas de 1662 y 1664. AGN. Reales cédulas
originales, vol. 7, exp. 159, f. 359, citado por
Martínez Rosales, 1993, p. 111. Con motivo de su exaltación al trono
de España, el rey Carlos III expidió en Aranjuez, el 22 de abril de 1761, una
real cédula en que proclamaba patrona universal de España a la Inmaculada.
516
Escalona Matamoros,
C., c. 1740, ff. 19 y ss.
517
«Mana significa ¿qué
es esto? la tradición dice que el pueblo hebreo durante 40 años, se alimentó
con el mana del desierto (Ex. 16). Ofrecía un aspecto parecido a la
escarcha y caía de noche. Se interpreta el mana como el alimento dado por Dios
a los hombres. Es figura de la Eucaristía como también la multiplicación de los
panes que contiene un trasfondo netamente eucarístico. Metafóricamente es como
un pan a punto de ser comido. Este es el auténtico milagro multiplicador; la
capacidad de compartir». Pimentel, 1989, p. 117.
518
Escalona
Matamoros, c.1740, f. 5.
519
Escalona Matamoros,
C., c. 1740.
520
Escalona
Matamoros, c. 1740, f. 19v.
521
Véase el proceso
completo de fundación de este convento en la primera parte de este texto.
522
523
Escalona
Matamoros, c. 1740, ff. 19-20.
524
Escalona
Matamoros, c. 1740, ff. 19 y ss.
525
Esta escultura de la
virgen con advocación de San Juan localizada en el beaterio de Santa Rosa fue
donación de una terciaria carmelita proveniente de San Juan de los Lagos en el
obispado de Guadalajara, quien llegó a residir a Puebla y «como
pobre que era contrajo con casero una corta dependencia de veinte reales, por
los cuales le quitó en prendas la Sacratísima Imagen, pesadumbre imponderable
de la beata que se refugió con Doña Luisa de la Parra, madre de María del
Espíritu Santo religiosa de este beaterio, quien pagó la deuda [...] en
agradecimiento del rescate de la imagen y sabiendo que no podía darle el culto
decencia y veneración debida la donó a la citada religiosa». Escalona
Matamoros, c. 1 740, f. 50.
526
Escalona
Matamoros, c. 1 740, f. 43.
527
El procedimiento fue
acertado, pero la existencia en esta región de una importante red de santuarios
volvía relativamente inoperante una devoción proveniente de otro lugar. Un caso
similar puede verse en Calvo, 1994, pp. 124-126.
528
529
Alcalá Mendiola,
1992, p. 155.
530
531
González Modino,
1989, p. 461 y Christian, 1990.
532
533
«El pensamiento
barroco es emblemático, abismal o espiral, como se quiera La ciudad rodeada por
esas torres es en sí un santuario». Calvo, 1994, p. 119.
534
535
«Los franciscanos
edificaron hacia 1537 una capilla en la cima del cerro que llamaban de San
Cristóbal, en honor del niño tlaxcalteca martirizado por su padre. En 1640
Palafox la abrió para que se dijese misa a los operarios de las canteras que
extraían piedra para la obra de catedral, quedando abandonada desde 1649.
Posteriormente se dedicó a la Virgen de Guadalupe». Toussaint,
1954, p. 219. Otros patronatos se fundaron, también en honor de la
virgen, en el convento de La Merced. AAP, libro de actas de cabildo del 21
de agosto de 1675, núm. 28, f. 376v. También se promovió la
construcción de una iglesia con advocación a la virgen de Guadalupe, que se
empezó a edificar en 1694 y en la que surgieron problemas dado que el permiso
inicial se consiguió para edificar una capilla y no una suntuosa iglesia como
la que se construyó. Se autorizó finalmente en 1722.
536
A partir de ese
suceso, desistió Gaspar de Jimena del intento de regresar a España y se
estableció en la ciudad de los Ángeles. Fernández de Echeverría y Veytia,
1963, p. 247, y AAP, libro de actas de cabildo del 18 de
septiembre de 1598, núm. 13, f. 46.
537
538
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 386.
539
«Haciendo vida
eremítica en la sierra de Tlaxcala un hombre llamado Juan Bautista de Jesús era
dueño de una pequeña imagen de Nuestra señora en el misterio de su Concepción,
la cual es de madera, de una tercia de alto y la tenía colocada en un ermita al
lado de la choza en que habitaba». Fernández de Echeverría y Veytia,
1963, p. 108.
540
541
Calvo opina que si
bien la tradición campestre atrajo la atención sobre la mencionada imagen no
fue suficiente para establecer su carisma; «fue necesario
que durante treinta años surcara el imperio de California a Chile, para que
regresara de manera inopinada y su culto viera al fin su día, después de 1676».
En el desarrollo hacia la sacralidad, las imágenes y los santuarios tomaron caminos
diferentes de los que eran sus homólogos españoles. Calvo,
1994, pp. 122 y 123.
542
El establecimiento de
vagos o viajeros itinerantes en Puebla puede ser visto como parte del proceso
de aculturación de los españoles en México. Al respecto véase Alberro,
1992, pp. 55-98.
543
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 386.
544
545
«La imagen ni parece
estampada ni pintada; no tiene mas color que el blanco de la tela y ciertas
sombras difíciles de averiguar. Resulta una bellísima imagen que en lo triste
del semblante, lo lloroso de los ojos, lo inclinado de la cabeza [...] muestra
ser imagen de los Dolores. Habiendo fallecido la religiosa se entregó el hábito
por error a un pariente de los condes Pardiñas Villar y Franco y no a su
confesor que era su destinatario original, esto motivó pleito, determinándose
que se quedara la imagen con su primer poseedor por estar ya colocada en un
altar construido exprofeso en la Iglesia de santo Domingo». Villa Sánchez,
1962, p. 35.
546
Fernández de
Echeverría y Veytia, 1963, p. 481.
547
Uno de los bandos
trataba de que se le cambiaran las manos a la imagen, en tanto que el otro se
oponía; la Mitra la decomisó. Toussaint, 1954, p. 144.
548
Citado por Calvo,
1994, p. 121.
549
550
551
552
Al respecto, añade
Christian que la relación del agua y las fuentes con el mundo subterráneo
fueron sitios que resultaron lógicos para la súplica y apropiación de las
fuerzas exteriores. Christian, 1990, p. 32.
553
La devoción de la
virgen fue extendiéndose en la península Ibérica debido a su fama milagrosa. En
las regiones fronterizas esta veneración adquiere un barniz específico al estar
directamente vinculada con la liberación de los cristianos que padecían
cautiverio. Como precedente, ya en el siglo XVIII, los cautivos cristianos
suplieron la intermediación de otros santos por el de la virgen de Guadalupe.
González Modino, 1989, p. 465.
554
Fenómeno documentado
en época de hambrunas como la de la década de 1690 y cuando hubo serios
conflictos por usurpación de tierras por parte de los españoles.
555
556
557
Sobre una amplia
crítica del caso de España, véase Zamora Acosta, 1989, p. 528.
558
Si nos atenemos
etimológicamente a las raíces visuales de lo maravilloso, comprobamos la
existencia de un rasgo fundamental de éste en la idea de aparición. Le Goff,
1986, p. 13.
559
Sobre el caso
español, véase Fericgla, 1989, p. 592.
560
561
También concebidas
como visiones; «son percepciones sobrenaturales de un
objeto naturalmente invisible para el hombre. No son revelaciones, sino cuando
manifiestan alguna verdad oculta». Tanquerey, 1930, p. 952.
562
563
Religioso jesuita de
origen irlandés (1591-1644) maestro en filosofía en Puebla y prefecto de
estudios del colegio seminario de San Pedro y San Pablo y maestro de teología
en la ciudad de México. Su obra más reconocida fue Práctica de
Theología Mystica, de la que se conocen varias ediciones publicadas entre
1681 y 1761. También escribió como confesor de la carmelita Isabel de la
Encarnación un manuscrito original titulado: «Dicho del Padre Miguel Godínez,
varón muy espiritual de la Compañía acerca de la vida y virtudes de la Venerable
M. Isabel de la Encarnación cuyo padre espiritual fue», c. 1630. Sobre
ambos personajes véase Ramos Medina, 1993, pp. 41-51.
564
565
Le Goff asocia lo
maravilloso con el ojo, etimológicamente los mirabilia (maravilloso)
surgen de la raíz mir (miror, mirari). Desde un comienzo se hace referencia al
ojo, de manera importante, porque todo un inundo imaginario puede ordenarse en
torno a esa apelación al sentido de la vista y alrededor de una serie de imágenes
y de metáforas que son visuales. Le Golf, 1986, pp. 19-24.
566
«Se trata de visiones
sensibles o corporales, que también se llaman apariciones y son aquéllas en las
que los sentidos, perciben una realidad objetiva naturalmente invisible para el
hombre. No necesariamente el objeto que se percibe es un cuerpo humano en carne
y hueso, basta que sea una forma sensible o luminosa». Tanquerey,
1930, p. 953.
567
Santa Teresa, c. 1630, ff. 10v-11.
568
«A menudo estas
visiones van acompañadas de una visión intelectiva que explica la significación
de aquellas, a veces recorre el alma países lejanos: estas son visiones
imaginativas». Tanquerey, 1930, p. 954.
569
Francisca de la
Natividad profesó como Carmelita Descalza el 13 de septiembre de 1609 y murió
en 1658. Escribió c. 1630 un pequeño
cuaderno autobiográfico titulado «Su vida de la Me. Francisca de la Natividad
escrita sobre ella misma». El ejemplo aquí tomado corresponde a
la f. 11. Además, como compañera y biógrafa de la madre Isabel de la
Encarnación redactó un cuaderno rotulado como: «Este es el original de la Madre
Francisca de la Natividad dando razón de la madre Isabel de la Encarnación y de
su confesor. Del que se hizo traslado», c. 1630. El padre
Salmerón escribió un libro sobre su vida y virtudes, c. 1670.
570
«La vía unitiva, una
vez que se ha purificado el alma se realiza la unión íntima con Dios, vivir
únicamente para Dios, vivir no de cualquier manera, sino intensamente, es hacer
que en él terminen todos los pensamientos, deseos y obras en oración continua,
sin horas, sin tiempo...». Tanquerey, 1930, pp. 821-822.
571
572
573
En el siglo su nombre
fue Isabel de Bonilla, hija de Melchor de Bonilla y María de Piña, naturales de
Biruega y vecinos de la ciudad de Ángeles. Profesó en el convento de Carmelitas
Descalzas de la ciudad de Puebla el 19 de mayo de 1614 y falleció en febrero de
1633. Libro de profesiones del convento de Santa Teresa, f. 19. En
1675 el padre Salmerón publicó una hagiografía sobre su vida y virtudes, la
cual ha servido de base para este trabajo.
574
María de Jesús
Tomellín fue hija del capitán Sebastián Tomellín y Francisca Campos. Profesó
como monja de velo y coro el 7 de mayo de 1599, falleció en 1637. Tuvo por
hermana a Ana de San Sebastián, religiosa profesa en el mismo convento. (Libro
de profesiones, 12 de septiembre de 1601). Las primeras referencias sobre la
vida de esta venerable fueron recopiladas y transcritas por su compañera de
celda Agustina de Santa Teresa, quien profesó veinte años después. (Libro de
profesiones, 6 de mayo de 1619). Posteriormente otras religiosas escribieron,
también al respecto, parte del material producido atribuido a Agustina de Santa
Teresa c. 1630, fue la base para las biografías
impresas en el siglo XVIII. Para el estudio de este caso tomamos la información
del libro de Jesús María, 1756.
575
María de San José fue
hija de Luis Palacios y Solórzano y Antonia Berruecos, ambos hijos de padres
españoles. Ella fue monja profesa de velo y coro en el convento de Agustinas
Recoletas de Santa Mónica y posteriormente salió de él como fundadora al de
Oaxaca. Escribió sus apuntes autobiográficos por orden de varios personajes,
entre ellos el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz y de diversos
confesores. Véase el trabajo de Myers, 1993.
576
El término de
iluminadas se refiere a los procesos que experimentan los individuos en el
tránsito de la vida teológicamente reconocida como «iluminativa». Las
manifestaciones sobrenaturales se hacen más patentes, como parte de las pruebas
que culminaran propiamente con los fenómenos místicos característicos de la
vida unitiva. Véase Tanquerey, 1930, pp. 622 y ss.
577
La vida de perfección
también se conoce como unitiva y es definida como la unión habitual e íntima
con Dios. Supone haber experimentado previamente una serie de etapas de
purificación y pruebas en el ejercicio de las virtudes morales y teologales
para vivir únicamente por y para Dios. Tanquerey, 1930, p. 822.
578
«Celoso de imitar la
acción divina en el alma de los santos, esfuerzase el demonio para ejercer el
también su imperio, mejor su tiranía sobre los hombres. Ora asedia el alma por
defuera, moviendo horribles tentaciones; ora se aposenta dentro del cuerpo y le
mueve a su antojo, como si fuera el dueño de él para poner en turbación el
alma. El primer paso es la obsesión y el segundo la posesión». Tanquerey,
1930, p. 976. Otra categoría con la cual suelen confundirse los
términos es la de «alumbradas». Un texto que ejemplifica estos casos es el de
Alberro, 1988, pp. 491-530.
579
580
Las religiosas
discernían la dimensión del mundo en que se hallaban e interpretaban los
mensajes que le llegaban del «inconsciente o del
imaginario traduciéndolos al lenguaje propio del mundo ordinario». Idea
planteada para el caso español por Fericgla, 1989, p. 591.
581
Recientemente se ha
revalorado la importancia de la escritura femenina de las religiosas,
destacando entre algunas de sus características más sobresalientes su lugar
dentro de la literatura de ejemplaridad. El confesor desempeñó un papel por
demás protagónico en este tipo de producción testimonial ya que además de
articular histórica y moralmente la vida de la iluminada en cuestión, sirvió
como su legitimador formal. Lavrín, 1993.
582
583
584
585
586
Recientemente se ha
resaltado como uno de los objetivos de las autobiografías y biografías
generadas dentro de los claustros femeninos, la intención de crear cánones de
espiritualidad, estos textos tuvieron como una de sus posibles fuentes de
inspiración los ejercicios espirituales, punto articulador entre la devoción y
la religiosidad monacal. En estas obras, la utilización de ciertos personajes y
sus acciones desempeñaron un papel normativo en aras del seguimiento de la
observancia como condición de espiritualidad. Lavrín, 1995.
587
Tesis sostenida por
Christian, 1990, p. 269.
588
589
Eliade dice que el
hombre no hace más que repetir el acto de la creación: su calendario religioso
conmemora en el espacio de un año todas las fases cosmogónicas que tienen
lugar, se centra en la repetición anual de los ritos y en la institución
universal que es el año, el cual señala el punto exacto en que la imaginación
domina la contingente fluidez del tiempo. Eliade, 1985.
590
591
592
593
594
595
596
Santa Teresa, c. 1630, ff. 16v-17.
597
598
Santa Teresa, c. 1630, f. 13v.
599
600
«Se trata de visiones
imaginarias. Así se apareció varias veces un ángel a San José en sueños».
Tanquerey, 1930, p. 954.
601
Santa Teresa, c. 1630, ff. l0v y
11.
602
603
604
605
606
607
Este cambio a su vez
se apoyó, según Cervantes, en el cambio de un sistema basado principalmente en
los siete pecados capitales a otro fundamentado en los diez mandamientos. Se
puede decir que la obsesión por lo diabólico coincidió con el establecimiento
del decálogo como la base del sistema moral de la cristiandad. Cervantes, 1991a
y 1993, p. 139.
608
Al respecto puede
verse el ilustrativo trabajo de Cervantes, 1994.
609
610
Citado por Christian,
1990, p. 244.
611
La tradición
teológica, científica y popular asociaba a las mujeres con el cuerpo, la
lujuria, la flaqueza y la irracionalidad, mientras que identificaba a los
hombres con el espíritu, la razón y la fuerza. Los hagiógrafos fueron propensos
a ver en los pecados de las mujeres una naturaleza corporal y sensual
considerándolos como si provinieran del interior de su cuerpo, mientras que
representaban a los hombres pecadores como seducidos desde afuera, tentados
frecuentemente de hecho por la corporeidad que la mujer les ofrecía. Véase
Walker Bynum, 1990, pp. 163-225.
612
Rodríguez, A.,
1727, t. I, p. 180.
613
Cuaderno de versos
«Para las religiosas de Nuestra Madre María Santísima de la Concepción» (c)
1770, anónimo.
614
Gómez de la Parra,
1731,p. 103.
615
Rodríguez, A.,
1728, t. I, p. 180.
616
617
Nadie mejor que San
Juan de la Cruz ha descrito las pruebas pasivas de la noche oscura; llámalas
noche, porque al atar en cierto modo la acción divina a las potencias
inferiores para someterlas al espíritu, e impidiéndole a éste razonar, se halla
el alma en una manera de noche: no solamente no puede discurrir como antes,
sino que además es tan débil y atormentadora la luz que recibe de la
contemplación, que piensa estar sumida en una noche oscura. Tanquerey,
1930, p. 908.
618
Una prelada mal
intencionada la aisló y excluyó de la comunidad, permitiendo que otra ocupase
su lugar. En el aislamiento total ella vivió estas circunstancias.
Godínez, c. 1630, f. 17.
619
Santa
Teresa, c. 1630, ff. 10v-11.
620
Natividad, c. 1630, f. 37-37v.
621
622
623
624
Cuaderno de versos
«Para las religiosas de Nuestra Madre María Santísima de la Concepción» (c)
1770, anónimo.
625
Entre otras de las
funciones de las madres «escuchas», estuvieron observar el horario de las
visitas y el cerrar las puertas interiores y exteriores de los locutorios.
Regla, 1645, p. 64.
626
«Quienes celosas de
la religión, zelen y hagan guardar, el silencio [...] dichas zeladoras
denunciaran en Capítulo a la religiosa, o religiosas que de costumbre
quebranten dicho silencio y la Priora reprehenda asperamente a las que hallare
culpables». Regla, 1701, p. 22.
627
628
Profesó el 15 de
enero de 1595 y falleció el 10 de noviembre de 1645. Fue hija de Benito Carreón
y Ana Mucientes, originarios de Tepeaca. Libro de profesiones de La Purísima
Concepción.
629
Natividad, c. 1630, f. 2. «Cita también su confesor que otras veces (el citado
demonio) al pasar las cuentas del rosario hacia tanto
ruido que la misma priora y otras monjas fidedignas le oían, otras veces parece
que cruxia tafetanes con todas estas figuras, le atormentaban
[...]» Godínez, c. 1630, f. 20v.
630
Juana de San Antonio,
monja profesa del convento de La Concepción, fue hija de Sebastián de Arriaga y
Florencia Grajeda. ACCP. Libro de Profesiones de la Purísima Concepción,
1623.
631
632
Citado por Myers,
1993, p. 113.
633
El castigo por tales
faltas se remitía a ayunar a pan y agua y una disciplina en el capítulo: y si
no la recibiere la comunidad, dos días de reclusión. En caso de la culpa
gravísima, sin hábito y en reclusión por el tiempo que considerase la abadesa.
Regla, c. 1645, pp. 114 y 115.
634
635
636
637
Si alguna de las
monjas se retrasaba y «viniere después de haber tocado a
dormir diga culpa al otro dia en el refectorio, y demás de esto bese los pies a
las monjas». Regla, 1701, pp. 27 y 28.
638
639
Citado por Myers,
1993, p. 113.
640
641
642
643
Gómez de la Parra,
1731, p. 103.
644
«En algunas ocasiones
permite Dios que seamos asediados de los escrúpulos, algunas veces para
castigarnos [...] otras para probarnos para que expiemos faltas pasadas, para
desasirnos de los consuelos espirituales y elevarnos a mayor grado de
santidad». Tanquerey, 1930, p. 607.
645
646
647
«Esto sucede cuando
los escrúpulos provienen de una intervención prenatural de Dios [...] lo que
acontece especialmente con las almas que Dios prepara para la
contemplación». Tanquerey, 1930, p. 607.
648
El vómito, junto con
la deglusión, la tos, el estornudo y la náusea son respuestas reflejas. El
vómito es otro ejemplo de la coordinación cuidadosa de componentes somáticos y
viscerales que identifican «olores
nauseabundos» y «vistas que asquean». Ganong,
1978, p. 183.
649
650
651
Si la falta se
cometía contra la abadesa se añadía al castigo físico la pérdida de velo por
tres días y «si no se consigue el arrepentimiento sea
puesta en la cárcel sin habito». Regla, 1630, p. 42.
652
653
654
Si la falta se
cometía contra la abadesa se añadía al castigo físico la pérdida de velo por
tres días y «si no se consigue el arrepentimiento sea
puesta en la cárcel sin habito». Regla, 1630, p. 42.
655
656
657
«El ultimo tormento
corporal fue un dolor agudo con los intestinos con tanta viveza, fuerza y
violencia que se encogía y ponía como un ovillo en la cama sin hallar descanso
ni alivio en postura alguna, el qual fue tan porfiado y vivo que le tullo todos
los miembros del cuerpo de suerte que no podía menear pie ni mano ni volverse
en la cama ni acudir a ninguna acción humana si no es ayudada de sus
enfermeras». Godínez, c. 1630, f. 46.
658
Gómez de la Parra,
1731, p. 99.
659
«[...] y si la moza
contaba algo de lo que en el convento pasaba le decía no tenía ella necesidad
de saber nada con que así vivía en un perfecto silencio en la presencia de
Dios». Santa Teresa, c. 1630, f. 4.
660
661
De hecho la hostia
era la única reliquia que, como tal, podía existir en la tierra. Walker Bynum,
1987.
662
663
N. en Fitero, Navarra
en 1600, fue nombrado obispo de Puebla en 1639 ocupando el cargo a partir de
1642. Gobernó la Nueva España como virrey desde el 30 de junio hasta el 23 de
noviembre de 1642. Fundador del seminario tridentino y de la biblioteca
palafoxiana, a 61 se debe la conclusión de la catedral angelopolitana en
1649. «Con motivo de haberse negado los padres de la
Compañía de Jesús a mostrarle al diocesano las licencias que tenían para
confesar y predicar o los privilegios de que gozaban para no presentarlas se
originó un violento litigio». Fue nombrado arzobispo de México el 12 de
noviembre de 1648. Murió en 1659 en España. En 1666 su cuerpo estaba
incorrupto. Se decretó su beatificación el 12 de septiembre de 1767 después de
haber sido demorado el proceso varias veces. Enciclopedia,
1977, t. 10, p. 178.
664
Contreras, Javier
Evangelista. Desposorio feliz o el dichoso vinculo de tres glorias,
la plausible confirmación que hizo la santidad del Señor Benedicto XIV papa
reinante, del patronato de María [...] de Guadalupe, Sermón panegírico que el
domingo 9 de octubre de 1757 en la ciudad de San Luis Potosí [...], México
Imprenta de la Biblioteca Mexicana, 1758. Citado por Martínez Rosales,
1993, p. 112.
665
La información
utilizada en este apartado sobre los relatos de la virgen de Guadalupe en el
convento de San Jerónimo y en el de Santa Catalina, procede de documentos de
carácter estereotipado que obedecen a la modalidad de encuesta; en ella el
recopilador resaltó especialmente los fenómenos más extraordinarios que
evidenciaban el poder sobrenatural de la Guadalupana. Otra característica que
se debe resaltar es que las fuentes de información del hagiógrafo fueron
esencialmente orales; en ocasiones de transmisión directa, en otros casos
estuvo sujeta a intermediación de otras religiosas.
666
667
668
669
Hijas de Miguel
Ortega, impresor. Este personaje al momento de contraer matrimonio regaló a su
esposa una imagen de nuestra señora de Guadalupe que fue llevada previamente al
santuario de Guadalupe de la ciudad de México. Valiéndose Ortega de su amistad
con el capellán le suplicó «que tocase su imagen a la
aparecida con la precisa condición de que fuera brevemente al ayate» así
pasaron juntas las imágenes toda la noche y antes de la misa «el
gozo se convirtió en amargura por que se hallaron con el ayate vacío, y dejando
la imagen de Ortega sobre el ayate. Nuevamente se hincaron y con lágrimas y
letanías [...] la hallaron en su lugar». Durán Manrique,
1971, p. 4.
670
Su ascenso se debió a
la emergencia de un sector clerical de la élite criolla. Ante la recuperación
del terreno ocupado por el clero regular, el clero secular impulsó su
reconocimiento. Tesis de Edmundo O'Gorman en Destierro de sombras. Luz
del origen de la imagen y culto de Nuestra Señora de Guadalupe del Tepeyac,
México, UNAM, 1986.
671
En el momento de la
recepción de la información este señor era revisor, expurgador y calificador
del santo oficio de este reino, examinador sinodal de este obispado, cura
beneficiado por su majestad, vicario y juez eclesiástico del partido de
Tecamachaleo y canónigo lectoral de la santa iglesia catedral de la ciudad de
Valladolid. ACSCP. «Información de Nicolasa María Jacinta, religiosa
Profesa de velo y coro del sagrado convento de Santa Catalina de Sena de la
ciudad de los Ángeles», 1757.
672
La religiosa,
evidentemente parienta directa del examinador, era oriunda de la villa de
Córdoba de este obispado, hija legítima del capitán don José de Tembra y
Simanes y de doña Catalina de Soto y Noguera. Al momento de las declaraciones
dijo tener 28 años de edad y cuatro de profesión en Santa Catalina. Tuvo otra
hermana dentro del monasterio llamada María Antonia del Corazón de Jesús quien
profesó el mismo día que ella, el 1 de enero de 1753. Entre 1758 y 17 59
ingresaron al monasterio dominico de Santa Rosa; Ignacia María de San José e
Ignacia de la Soledad, primas hermanas de Nicolasa María
Jacinta. Cfr. Tercera parte de este texto, apartado «...Ser hija
legítima y de legítimo matrimonio».
673
ACSCP. «Autos sobre
la averiguación del milagro que obre la santísima Virgen María de Guadalupe con
la reverenda Madre Jacinta María de San José, religiosa Profesa de velo y coro
en el convento de Santa Catalina de esta Ciudad». Firmada por el juez, el
doctor don Gaspar Antonio Méndez Cisneros y el notario Manuel Gómez de Escobar
y Mauleón. Al margen dice «murió la Madre Jacinta el 20
de mayo de 1792 entre cuatro y cinco de la tarde».
674
«Certificó tal
declaración el 7 de octubre de 1755. Para ello se examinaron a todas las demás
monjas que fueron consideradas testigos de vista y sobre el hecho y derecho
todos los médicos, teólogos que se hallaron presentes ante el prodigio y como
para que se califique de verdadero milagro pide varios requisitos nuestra Sumo
Pontífice Reinante [...] se ordena el siguiente interrogatorio» en ACSCP.
«Autos sobre la averiguación del milagro que obre la santísima Virgen María de
Guadalupe con la reverenda Madre Jacinta María de San José, religiosa profesa
de velo y coro en el convento de Santa Catalina de esta
ciudad», pp. 5v-7.
675
El arraigo del
milagro en la literatura hagiográfica obedece a la tradición heredada de la
escolástica medieval, la cual siguió básicamente las líneas marcadas por San
Agustín. Muñoz Fernández, 1989, p. 169.
676
Posteriormente la
imagen se trasladó a Puebla para ser resguardada por la comunidad de
capuchinas. «Cuaderno de la Historia del Santo Niño cieguecito». Arzobispado de
Puebla, 1977, p. 24.
677
«Existe también en el
convento de Santa Mónica de religiosas Agustinas Recoletas una imagen de marfil
de poco mas de una vara de Cristo Crucificado. Especialmente venerable, por
haber sufrido nuevas injurias y tolerado nueva pasión en poder de un judío llamado
Diego de Alvarado, que fue relajado en estatua: esta Santísima Imagen tiene
altar propio colocado en un bellísimo retablo en el cuerpo de dicha iglesia al
lado del Evangelio». Villa Sánchez, 1962, p. 35.
678
«Todas las oraciones
contienen tanto una proclamación de las virtudes de la imagen como un lugar en
el que se debe introducir la petición del favor deseado. Se incluye así mismo
una formula de promesa de agradecimiento perpetuo del favor y de compromiso de
propagar la devoción. En algunas devociones siempre hay alusión expresa a
alguna figura teológica intimamente ligada con la devoción. Esta asociación es
importante en la devoción popular». Zamora Acosta, 1989, p. 535.
679
680
Concretamente en el
siglo XVII, cuando en respuesta a peticiones de las monjas, los prelados
autorizaron modificaciones en el cumplimiento de las constituciones. Estos
cambios respondían a la concepción que la sociedad tenía de la vida religiosa,
con cierta apertura hacia el mundo exterior, que permitía un juego de mutuas
influencias.
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