domingo, 31 de julio de 2022

 

Historia de un pueblo manchego: Herencia 2

Refranero Castellano


El refrán

«No es otra cosa el refrán sino un dicho sentencioso a la vida, muy necesario, manado de la experiencia, en que cada día se prueba, de donde viene a quedar en uso, y saberse comúnmente de muchos. De aquí se saca que son los refranes como unos hijos legítimos de la costumbre, que enseñan cosas que nuestros padres aprobaron; y a esta causa los sabios no saben menospreciarlos».


·         Campos en marzo atrasados, se ven en julio colmados.

·         En julio, beber y sudar, y el fresco en balde buscar.

·         Julio caliente, quema al más valiente.

·         Bendígate julio, pues mayo no pudo.

·         Si en julio vienen solanos se va el fruto de las manos.

·         Aguas en junio, ni frutos ni pastos en julio.

·         Julio, lo verde y lo maduro.

·         En julio el melón echa dulzor.

·         Dice el trigo al sembrador: con un grano o con dos, al julio soy con vos.

·         En julio, ¿dónde anda el mozo? Pues va de la acequia al pozo.

·         En teniendo el castellano vino, ajos, trigo y cebada, no deja la plaza en julio ni en el enero la capa.

·         Julio los prepara y agosto se los lleva.

·         Si quieres sandía por Santiago, siémbralas por San Marcos.

·         En julio la hoz al puño, para probar, que no para segar.

·         Julio, la carreta y el yugo.

·         De brevas a higos, el calor y el verano estarán contigo.

·         Junio, julio, Cartagena y Puerto Mahón, buenos puertos del Mediterráneo son.

·         Si quieres buenos nabos, por julio has de sembrarlos.

·         Aunque raras, muy violentas son por julio las tormentas.

·         En enero, el gato en celo; febrero, merdero; marzo, sol como mazo; en abril, aguas mil; en mayo, toro y caballo; en junio, hoz en puño; en julio, calentura y aullo; y en agosto, frío en rostro.

·         De la Virgen de julio a la Virgen de agosto, la sardina está en sazón.

·         Enjambre de julio, el aguijón trae al culo.

·         Julio, el mes más corto cuando hay peculio.

·         Si en julio no truena, hambre en la aldea.

·         Dice el labrador al trigo, para julio te espero amigo.

·         En julio de la uva empieza el zumo.

·         Julio anormal, será todo manantial.

·         Julio siega y pon tras culo.

·         Por Santiago esconde el conejo el rabo; y por San Miguel se le vuelve a ver.

·         En julio, el melón echa sabor.

·         Por la Magdalena, la avellana es plena.

·         Si no siegas en el mes de la siega vendrá el demonio y te la lleva.

·         Julio abrasado, trigo seco y blando.

·         Junio, julio y agosto, ni col, ni mujer ni mosto.

·         Julio es todo día: los viejos y jóvenes tienen más vida.

·         En julio es gran tabarra el canto de la cigarra.

·         Si en julio llueve, renace la hierba y el trigo se pierde.

·         La viña, en julio, no quiere beber agua, sino tomar el sol.

·         La lluvia de julio hace madera.

·         En julio normal, seco todo manantial.

·         Entre Santa Ana y Santa Magdalena no tengas la parva en la era.

·         En julio, el melón echa color.

·         Por Santa Marina ve a ver tu viña, cual la hallares, tal la vendimia.

·         La lluvia de San Fermín, en unas horas da fin.

·         Quien trabaja en julio, trabaja con orgullo.

·         Julio triguero, septiembre uvero.

·         Por Santiago los calores te agobiaran como en un mar de sudores.

·         En abril, espigado; en mayo, granado; en junio, segado; en julio, trillado, y en agosto, encamarado.

·         Por la festividad del Carmen, todo el mundo trabaja y come carne.

·         En julio al mucho calor, ajo blanco y melón.

·         Por Santiago y Santa Ana pintan las uvas y por Nuestra Señora ya están maduras.

·         En julio es mi trigo y en agosto el de mi amigo.

·         Por Santiago el buen nabo debe de estar sembrado.

·         Julio, mes de poca flor, sí de mucho calor.

·         El que en julio no trilla, en agosto no gavilla.

·         Por San Fermín, mocicas a la fiesta, abuelos a la siesta.

·         En julio se muere un hombre de sed entre un pozo y un aljibe.

·         Por Santa Marina da una vuelta por tu viña.

·         Julio sano, lo mejor del verano.

·         Por San Fermín, el encierro verás y sí te duermes te espabilarán.

·         Viene mayo con sus rosas, junio con sus claveles y julio con sus espigas hermosas.

·         Pollo de julio, o le duele la cabeza, o le duele el culo.

·         Julio soleado y brillante, te pone de buen talante.

·         El verano en la montaña, empieza en Santiago y acaba en Santa Ana.

·         En julio, agua viene y toalla va, y el verano ya pasará.

·         Por San Benito, sacan las señoritas el abanico.

·         Julio, juliado, echa la moza de al lado.

·         Entre Santa Ana y Santa Magdalena no tengas el trigo en la era.

·         Julio calorero, llena bodega y granero.

·         Tronadas en julio anuncian muchos frutos.

·         Por Santa Magdalena la avellana esta llena.

·         Venga junio fresco, Carmen claro y Santiago abrasado.

·         Julio y agosto cada uno como el otro.

·         Julio brillante, año abundante.

·         En julio, el mozo en la acequia o en el pozo.

·         El calor de julio tiene la lluvia por enemigo.

·         Un ratico al sol y otro a la sombra, para pasar julio de la forma más cómoda.

·         Lo que en junio se moja, en julio se seca.

·         En julio las nubes dan sombra y lluvia refrescante, el sol es bronceante y la noche festiva y estrellada como mujer enamorada.

·         Enero llorón, julio tronón.

·         Quien mejor escarde sus sembrados cogerá en julio más puñados.

·         Por Santa Ana no hay borrica mala y por Santiago no hay mal caballo.

·         Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo; y si el tiempo es inoportuno, hasta el cuarenta de junio.

 

Aunque etimológicamente procede del término occitano o provenzal refranh, «estribillo», el refrán es un enunciado que ha caracterizado desde antiguo el habla de los españoles. Fueron los recopiladores de los primeros refraneros los que ya destacaron sus rasgos. Así, Juan de Mal Lara, siguiendo las observaciones de Erasmo, nos dice en su Filosofia Vulgar (1868):

«El refrán corre por todo el mundo de boca en boca, según moneda que va de mano en mano. […] Los refranes aprovechan para el ornato de nuestra lengua y escritura. Son como piedras preciosas salteadas por las ropas de gran precio, que arrebatan los ojos con sus lumbres, y la disposición da a los oyentes gran contento; y como son de notar quédanse en la memoria».

 

Blasco de Garay en sus Cartas en refranes (1541) señala el carácter doctrinal y popular:

«No es otra cosa el refrán sino un dicho sentencioso, a la vida muy necesario, manado de la experiencia, en que cada día se prueba, de donde viene a quedar en uso, y saberse comúnmente de muchos. De aquí se saca que son los refranes como unos hijos legístimos de la costumbre, que enseñan cosas que nuestros padres aprobaron; y a esta causa los sabios no saben menospreciarlos».
«No es otra cosa sino un dicho célebre e insigne por alguna novedad deleitosa y sutil, […] un dicho antiguo, usado, breve, sutil y gracioso, oscuro por alguna manera de hablar figurado, sacado de aquellas cosas que más tratamos… La sutileza y la novedad convidan al entendimiento para penetrarlo. La obscuridad causa admiración. El uso confirma ser verdaderos. La experiencia por su utilidad nos mueve para ejercitarlos… La brevedad dorada de alguna sentencia aplacible, los hace ser aceptados, y ceba la memoria para retenerlos».

 

A finales del siglo XIX, el paremiólogo y cervantista Francisco Rodríguez Marín, en un famoso discurso en la Academia sevillana de Buenas Letras, ofrece una atinada definición del refrán:

«Es un dicho popular, sentencioso, breve, de verdad comprobada, generalmente simbólico, y expuesto en forma poética, que contiene una regla de conducta, u otra cualquier enseñanza».

 

En 1950, el lexicólogo Julio Casares señaló que el refrán es:


«Una frase completa e independiente que, en sentido directo o alegórico, y por lo general, en forma sentenciosa y elíptica, expresa un pensamiento -hecho de experiencia, enseñanza, admonición- a manera de juicio, en el que se relacionan dos ideas».


También fuera de nuestras fronteras ha interesado el estudio del refrán. Así el hispanista francés Louis Combet presenta la siguiente caracterización:

» El refrán es una frase independiente, anónima y popular que, en forma elíptica, directa o preferentemente figurada, expresa, poéticamente, una enseñanza, un consejo moral o un consejo práctico».

 

Por último, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, en su última edición (la número 21, de 1992)3, define el refrán destacando su antigüedad, intención moral y estructura fija:

«Dicho agudo y sentencioso de uso común, repetido tradicionalmente de modo invariable».

De las ideas de estos y otros autores extraemos los rasgos que caracterizan al refrán. En primer lugar, se destaca que es producto del pueblo, ya que éste ha sido su creador o su auténtico transmisor, de tal forma que el refrán ha ido pasando de generación en generación, sin sufrir cambios importantes en su estructura y reconociéndose en su uso los miembros de una comunidad.


De este carácter popular deriva que también sea anónimo, puesto que si alguno tuvo autor conocido, la historia ha hecho que se olvide y se convierta en propiedad de la comunidad.


La brevedad es otro requisito del refrán, ya que se intenta expresar lo máximo con la mayor economía de medios. De la brevedad depende el éxito y la fácil memorización de los refranes.


El refrán está basado en la experiencia lo que, a través del paso del tiempo, va cargándole de un contenido sentencioso o didáctico. Se aplica este adjetivo a todo lo relacionado con la moral o la doctrina, y también cuanto se trata de consejos, soluciones a situaciones diversas, y observaciones sobre el comportamiento humano, vituperando los defectos, ensalzando virtudes o proponiendo normas de conducta.


A1 ser el refrán de transmisión oral se apoya en elementos nemotécnicos como son el metro, la rima, el paralelismo, la similicadencia, el dialogismo y toda clase de figuras de dicción y licencias (quiasmos, anáforas, metáforas, personificaciones…), sin excluir la deformación intencionada de las palabras ni la dislocación de la sintaxis.


El refrán es un enunciado que está almacenado en la memoria del hablante que lo repite sin variantes como una fórmula prefijada por la tradición, y en las que no es posible la paráfrasis o la creatividad: es un dicho heredado. Esto hace que los refranes vayan transmitiéndose casi intactos, por lo que son fácilmente reconocibles debido a su entonación y estructura distintas por los oyentes dentro de la charla o discurso en la que están insertos.


Aunque para algunos autores el refrán es un
 «evangelio chico», para Rodríguez Marín hay un grupo de refranes que no tienen una veracidad absoluta, que otros autores califican de «no universales», y que está compuesto por:

– los refranes supersticiosos: «En martes, ni te cases ni te embarques», «Año de brevas, nunca lo veas»


– muchos refranes meteorológicos: «Por San Blas, la cigüeña verás», «Si la Candelaria implora, ya está el invierno fora…» (no siempre se cumplen).


– algunos refranes relacionados con el santoral: «Para Santa Lucía, encogen las noches y alargan los días» (ya no es válido por la reforma gregoriana de 1582), o el Corpus Christi ya no es uno de los «tres jueves que brillan más que el sol…».


– los refranes contradictorios: » A quien madruga Dios lo ayuda», pero «No por mucho madrugar amanece más temprano».


– los de carácter tópico (aplicado a las gentes y pueblos).


– refranes que aluden al juego de cartas. Además de los citados hay que añadir los refranes agrícolas si se utilizan fuera de la región donde nacieron. Con todo, precisa Rodríguez Marín que esta cuestión no está suficientemente estudiada, ya que se han calificado de falsos algunos refranes que no lo son porque no se ha comprendido su significado, para lo que hay que remontarse a su origen muchas veces desconocido, o no se han analizado su sentido metafórico o su carga irónica, o simplemente, a veces, su aplicación a una situación no es la adecuada.

Los refranes suelen tener, además de una lectura literal o recta, una interpretación figurada o metafórica. «Más vale tarde que nunca» posee un único sentido literal, pero en «La mancha de una mora, otra verde lo descolora» puede darse una interpretación literal (parece ser cierto que ocurre con este fruto) o figurada (existe la idea popular de que el disguto de un fracaso amoroso se sobrelleva mejor con otro amor), o en «Reunión de pastores, ovejas muertas» ha quedado relegado su origen literal y ahora se aplica figuradamente al «corrillo de personas que pasan el tiempo hablando de los demás».


Posiblemente, una de las razones del éxito del refrán es su sentido ingenioso o jocoso, en la idea de que es un dicho oportuno, vivo o gracioso. Por esto, hay autores que distinguen los refranes didácticos de los críticos, que poseen un lenguaje alegre e incluso grosero.


También el refrán está vinculado a la copla o al cantar, teniendo la forma de aquél una aproximidad más o menos formal con el octosílabo rimado. Así es una copla o cantar:

«Una vieja y un candil
la perdición de una casa:
la vieja por lo que gruñe
y el candil por lo que gasta».

 

Del libro: REFRANERO POPULAR MANCHEGO «Y los refranes del Quijote».
Por Jesús Mª Ruiz Villamallor y Juan Manuel Sánchez Miguel.

Cocina popular y típica de Herencia


… lo primero que se le ofreció a la vista de Sancho fue, espetado en un asador de un olmo entero, un entero cochinillo, y en el fuego donde se había de asar, ardía un mediano monte de leña, y seis ollas que alrededor de la hoguera estaban, no se habían hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas que en cada cabía un rastro de carne; así embebian y encerraban en sí carneros enteros sin echarse de ver, como si fueran palominos; las liebres ya sin pellejo y las gallinas sin pluma que estaban colgadas en los árboles para sepultarlas en la olla, no tenían número; los pájaros y caza de diversos géneros eran infinitos, colgados de los árboles para que el aire los enfriase. Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos; así había rimeros de pan blanquísimo, como los suele haber montones de trigo en las eras; los quesos, puestos como ladrillos enrejalados, formaban una muralla, y dos calderas de aceite mayores que las de un tinte servían de freír cosas de masa, que dos valientes palas las sacaban fritas y las zambullían dentro de otra caldera de preparada miel que allí junto estaba. Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta, todos limpios todos diligentes y todos contentos. En el dilatado vientre del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones, que cosidos por encima servían de darle sabor y enternecerle.

 

Sopas

Caldo Manchego

El caldo base es imprescindible en la cocina manchega y es por ello que siempre debe estar preparado y debidamente conservado, bien tapado, en el congelador o simplemente en un lugar bastante fresco. De esta receta, la más tradicional de nuestra cocina, se tiene conocimiento en tratados de la Edad Media. Las carnes, los asados, las salsas, las ollas y pucheros típicos de la región se valen siempre del Caldo Base. En una olla se pone un buen hueso de jamón, nunca rancio, por el contrario, siempre fresco, recién cortado con el fin de que conserve el aroma y sabor maravilloso que le es característico. Igualmente se echan un buen hueso de caña de vacuno, tocino salado de año, una cebolla entera, un pimiento, una cabeza de ajo, dos hojitas de laurel y una ramita de perejil. Tras cocer noventa minutos a fuego lento, se cuela todo y cuando el caldo se empieza a enfriar se va echando en tarrinas de vidrio. Una vez frías se tapan herméticamente y se conservan en el frigorífico, si se puede congelar, mejor.


Sopa Castellana

Se rehogan unos ajos, trocitos de jamón serrano y pan de hogaza. Se agregan unas tacillas de caldo de cocido y en el momento de servirse, en cada cuenco de barro manchego, se echa un huevo, dejándolo cuajar.

Otra fórmula:

Se rehogan unos dientes de ajo sin pelar y cortados por la mitad, unos trocitos de jamón serrano y unos cuadraditos de magro de cerdo. Después se frien unos cuadraditos de pan y se dejan apartados. Al rehogado anterior se le agrega caldo de cocido. Una vez que haya hervido por espacio de treinta minutos, se procede a servir en unión del pan frito al que le habremos dado un pequeño hervor.


Sopa Manchega

Se pone aceite en una sartén y se rehoga la cebolla picada, agregándole un poco de perejil, un diente de ajo, también picado, y los espárragos, que ya tendremos preparados, cortados en pedacitos y desde luego trigueros. Se rehoga conjuntamente y cuando esté todo, se le agrega caldo de cocido en cantidad suficiente para hacer la sopa. Se le incorpora un poco de azafrán en rama y ajo y se sazona con sal y pimienta. En una olla echaremos unos costroncitos de tostón (pan frito) y se le echa por encima el caldo anteriormente preparado, dejándolo dar un hervor antes de servirlo.


Sopa de vendimia

Se cortan en rodajas de un centímetro de espesor unas patatas. Posteriormente, partiremos en dados bacalao anteriormente desalado y de no mucho grosor. En un puchero de barro, se pone un poco de aceite en el que se fríen unos ajos, se añaden un par de puerros, después el bacalao y finalmente las patatas, con intervalos de tres o cuatro minutos. Al final se incorpora el agua necesaria para que se sumerjan todos los ingredientes anteriormente citados, dejándose dar un hervor de unos seis o siete minutos. A continuación se hace un majado con ajo, perejil y pimienta, se agrega al caldo y se continúa la cocción, hasta que las patatas estén tiernas y el guiso tome la consistencia de un potaje. Se rectifica de sal, no abusando, y se sirve en la misma olla de barro.

 

Primeros platos

Gachas

Se pone a calentar el aceite en una sartén y se fríen en él pequeños trozos de tocino fresco y unos dientes de ajo enteros, una vez fritos, se sacan en un plato.

En la grasa, se echan unas cucharadas de harina de almortas (una cucharada por persona) y una cuchara de pimentón, se sofríe, moviendo sin cesar hasta que esté perfectamente dorada e incorporada la grasa; entonces se añaden unos cacillos de agua templada y sal. Se deja cocer, moviendo siempre con la paleta para que no se hagan grumos, hasta que se obtengan las gachas un poco espesas. A mitad de cocer se prueba para comprobar la sal, se añaden los ajos y el tocino y se termina de cocer. Se sirven calientes.


Asadillo

Se asan los pimientos se pelan, se limpian de pepeitas y se pican en trozos pequeños; se asan unos ajos, y una vez asados se pelan y se añaden a los pimientos. Se le añade un par de tomates bien maduros y aceite de oliva y se cuece hasta que se reduzca. Se sirve caliente o frío, depende del gusto.


Atascaburras

Este plato de nombre tan significativo no es otra cosa que unas gachas tradicionales a las que se les añaden unas patatas fritas.

Se pone medio kilogramo de patatas, una vez peladas y fritas como para tortilla, con un sofrito de ajos, sin pelar y partidos por la mitad.

Cuando están bien fritas; se retira un poco de aceite y se le echa una cucharada de harina por cada comensal y un poco de pimentón de medio picar. Se sofríe todo bien y se añade el agua (un mortero de agua por cada cucharada de harina).

Se ponen otra vez al fuego, removiéndolas constantemente hasta que espesen lo suficiente.


Ajoarriero

Se cuecen las patatas con unos dientes de ajo y bacalao desmenuzado (dos partes de patatas y una de bacalao lavado, pero sin poner en remojo). Cuando está bien cocido, se aparta para hacer un puré. Se añade miga de pan, remojada de antemano. Se pone en un recipiente de barro, se trabaja con un mazo de madera, echando aceite poco a poco; cuando la pasta ha conseguido una consistencia tal que se pega al mazo, el ajo está en su punto.

Para servirlo, se tapa con finas rodajas de huevo duro.


Gachas Migas

Se fríen unas patatas como si fueran para tortilla, lentamente sin dejarlas arrebatar. En un plato se bate un poco de harina con agua (cinco o seis cucharadas) cuidando que no haga grumos. Cuando están fritas las patatas, se les agrega esta pasta y se deja tostar como una tortilla, dándole vueltas por las dos caras.

Se acompaña con unas guindillas, pimientos o cebollitas en vinagre.


Migas

Se parten en pequeñas lonchas extremadamente finas de pan candeal depositándolas cuidadosamente en un recipiente amplio de bastante superficie. Una vez colocadas, se le echa por encima agua sazonada con sal sin empaparlas demasiado. Esta operación se hará una noche antes a ser posible aunque no es indispensable, con el objeto de que el pan esté lo suficientemente húmedo. En un poco de aceite, se refreirán algunos trozos de tocino de panceta o papada. Una vez fritos se apartan, y en la grasa resultante se sofríen seis dientes de ajo sin pelar y con una leve rajita para que no salten. Una vez dorados los ajos, se apartan y se añade el pan al aceite, no dejando un instante de cortar las rodajas con una espumadera o cualquier utensilio cortante en la base.

Esta labor resulta pesada y laboriosa, sin embargo es indispensable, ya que las migas han de estar doradas, sueltas y granuladas con nada absolutamente de grasa, ni caldo. A mitad de la cocción se le añaden el resto de los ingredientes. Se puede servir con uvas.


Morteruelo

Se cuece hígado de cerdo con una cabeza de ajos, una guindilla, una hoja de laurel y un poco de sal. Una vez cocido, se tritura y se tuesta el pan rallado. En una sartén se fríe el hígado y se le añade el pan, pimentón, nuez moscada, orégano molido y una pizca de sal. Se le añade el caldo de cocer el hígado, dejándolo cocer durante una hora, moviéndolo continuamente.

Cuando está cocido se aparta y se le agrega un poco de canela.


Pipirrana

Hay que picar muy fino una cebolla, cinco tomates de buen tamaño y muy maduros, previamente pelados y dos dientes de ajo, se le añade aceite de oliva, sal y un chorrrito de vinagre.

Se le pican dos huevos duros (cocidos) y se sirve con unos trocitos de atun en aceite y aceitunas negras. Se sirve frio.


Pisto Manchego

Se lava bien un kilogramo de pimientos, se quitan las semillas, se parten en trocitos y se ponen a freír junto a unos dientes de ajos en ocho cucharadas de aceite a fuego muy lento y a ser posible tapada la sartén para que el vapor actúe sobre los pimientos guardando su aroma y sabor. Una vez fritos, se sacan de la sartén.

En el mismo aceite, se fríen dos kilogramos de tomates muy maduros, pelados y triturados previamente. En el primer hervor se le añade una cucharadita de azúcar, para quitar el exceso de acidez del tomate, y se pone la sal correspondiente.

Se le añade el pimiento y unos cominos al tomate y a fuego lento, se deja freir lentamente durante diez minutos.


Sangre Encebollá

Se toma un bloque de sangre y tras cocerla con sal, agua y laurel, se parte en lonchas de un centímetro de espesor o menos al objeto de que no esté tan seca. Tras pasarla por la sartén en aceite muy caliente se apartan en una fuente de barro.

Aparte se hace un sofrito con una cebolla de buen tamaño muy picada, un tomate pelado y triturado, cuatro dientes de ajos machacados con un poquito de sal, un poco de guindilla y unos trocitos de pimentón marrón. Este sofrito se esparce a cucharadas por encima de las lonchas de sangre. Se sirve frío y acompañado de un buen vino manchego.


Tiznao

Se asan cuatro patatas hermosas y sanas, unos pimientos rojos, un par de cebollas picadas finamente, bacalao y cuatro cabezas de ajo. Se pelan los ajos y las patatas. Se pica todo lo demás después de haber limpiado los pimientos y el bacalao. Se pone en una sartén con un poco de agua y un buen chorro de aceite; se deja hervir quince minutos.


Cangrejos

Lo primero que tenemos que hacer con los cangrejos es tenerlos bastante rato en agua para que expulsen unas impurezas que llevan adheridas en las patas. Después se procederá a caparlos. Operación complicada al principio pero sumamente fácil cuando se adquiere una pequeña costumbre. Se trata de girar sobre su eje la parte central de su copa caudal y sacar con ella un hilillo negro que suele ser un poco amargo, estropeando un poco los guisos.

Según esta receta, la cangrejada no puede llevar cebolla, pues destrozaría la carne del cangrejo.

En una sartén se fríen unos dientes de ajo picados muy finos, se añade salsa de tomate y unos trocitos de jamón serrano, una guindilla y una pizca de pimienta, al final se le pone un poquito de vino blanco y se añaden los cangrejos. Tras unos minutos de cocción, la cangrejada estará lista.

 

Segundos platos

Cochifrito Manchego

Se corta la carne de cordero en trozos más bien pequeños, que se ponen en una cazuela de barro y se sazonan con sal, dejándolos toda la noche al fresco. Al día siguiente se añade un vaso de vino blanco y 100 gr. de jamón cortado a trozos. Aparte se prepara un majado con almendras peladas, perejil, pimienta, cominos, clavo, nuez moscada y pimentón. Cuando todo está muy bien majado, se le añade un par de tomates pelados y triturados y se vierte sobre la carne que se deja cocer lentamente, hasta que esté bien tierna. Se rectifica de sal y en el momento de servir se pican los huevos (un par de unidades que tendremos cocidos previamente) y se echan por encima con perejil.


Conejo al ajillo

Se trincha en pequeños trozos un conejo joven, dándole un pequeño corte transversal a la cabeza con objeto de sacar fácilmente el seso. Se rehogan a fuego muy lento, evitando así arrebatar y por tanto endurecer la carne.

Una vez frito, se saca en una fuente y en el mismo aceite se sofríen siete u ocho dientes de ajo sin pelar y una guindilla. Una vez dorados se separan los ajos y la guindilla y se vuelve a incorporar el conejo a la grasa, añadiéndole inmediatamente al majado de cinco dientes de ajo, una ramita de perejil, sal y tomillo. Se deja sofreir todo por espacio de unos minutos y se le añade un buen vaso de vino blanco manchego. Tras dejarle dar un hervor a todo el cocinado, estará listo para servir.


Gallina en Pepitoria

Este plato figura en todos los tratados de la cocina regional española y sin embargo en cada sitio se le ha dado un toque especial, una variante, para darle un sabor propio de la tierra donde se guisa. La Mancha acogió este plato, y ya figura en su menú, en el siglo XVIII conservando una personalidad propia y un gusto muy peculiar.

La gallina una vez limpia, se parte en pedazos y se sazona con sal; luego se dora en manteca,’ separándola una vez dorada y friendo en la misma manteca, cebolla picada muy fina. Cuando está frita se añade un poco de harina, dejándola con la cebolla y se coloca en una cacerola, junto con la gallina, añadiendo caldo, una ramita de perejil, un puerro, una zanahoria, una hoja de laurel, un poco de hierbabuena y por último un vaso de vino blanco. Se deja cocer a fuego lento y cuando esté en su punto, sepárase la gallina de la salsa, pasando esta por un colador, añadiendo una yema de huevo batido y agitándola con presteza al tiempo de echarla para que no se corte; únase de nuevo con la gallina, poniéndola al baño maría hasta el momento de servirla. No tiene que hervir, pues se cortaría la salsa, basta con que se conserve caliente. La gallina tiene que cocer unas tres horas a fuego, muy lentamente.


Liebre con arroz

Al abrir la liebre, se recoge la sangre.

Se pone en una sartén aceite, cebolla y los trozos de liebre partida por las coyunturas; se fríe, se añade agua y se deja cocer, agregando los tomates enteros. Se tiene hirviendo unos veinte minutos. Se añade medio kilogramo de arroz y se sacan los tomates cocidos. Se mezclan con la sangre y unos ajos picados y se añade el arroz cinco minutos antes de terminar la cocción. Se retira dejándolo un poco caldoso. Se tapa y se deja cocer un poco.


Lomo y costillas en Adobo

En un recipiente, preferiblemente de barro, se pone un poco de agua (lo suficiente para que después quede cubierta la carne), bastantes ajos sin pelar y a medio machacar, orégano, pimentón y sal (que quede sabroso), se mezcla todo bien y se agrega el lomo y las costillas, que antes han sido separadas de la cinta de lomo y éste partido en lonchas. Se cubre todo con el caldo y se deja sin tapar seis o siete días para que tome bien el adobo. Luego se saca se deja escurrir y se fríe.

Una vez frito se saca y se va introduciendo en una orza de barro y con el aceite de freirlo, se cubre la carne, conservándose así todo el año. Para consumirlo, basta sólo con calentarlo.


Pollo al Puchero

Se limpia y chamusca el pollo, que se dora entero en una cacerola de buen tamaño, con abundante aceite de oliva. Al hacerlo se le pone sal. Cuando está bien dorado se agregan las cebollitas que tendremos preparadas, unos dientes de ajo, un poco de apio cortado en trozos, dos zanahorias partidas en lonchas, unas patatas pequeñas raspadas y guisantes desgranados; se dora todo esto durante cinco minutos y se pone entonces agua de puré de tomate o un tomate entero y se deja que cueza lentamente durante una hora o más, si fuera preciso según el tamaño y lo tierno del pollo. Se le da vueltas para pasarlo por todos los sitios.

Se sirve en una fuente de barro con el pollo en el centro y toda la guarnición rodeándole, así como las patatitas doradas.


Duelos y Quebrantos

Los famosos «Duelos y quebrantos» son una fritada de torreznillos, hechos con tocino de jamón, chorizos desmenuzados y tocino de panceta entreverada. Todo ello se saltea con media docena de huevos que se van removiendo en la misma sartén en que se realizaron las fritadas.


Pescao en Adobo

Se parten los peces en dos o tres trozos y se adoban de la siguiente manera: se machacan cinco dientes de ajo, sal, orégano, cominos, perejil, tomillo, pimentón y vinagre.

Se mantienen los peces en este adobo durante toda una noche en lugar fresco y resguardado y posteriormente se fríen en aceite abundante de oliva hasta conseguir que queden dorados y crujientes las cabezas. Es importante rebozar los peces dos veces en harina con el fin de resguardar la carne lo más posible.

 

Plato único, comida de un solo plato

Ajo pastoril

Lo hacían los pastores el día primero de mayo. Se toma al estilo de una caldereta, con fuente en el medio y tenedor en ristre a la pesca de una buena tajada de cordero. La cosa es muy sencilla, tan sencilla que se hace en pleno campo al resguardo de una buena encina, mientras el ganado descansa de la larga jornada.

Se elige un buen cordero y tras sacrificarlo, despellejarlo y dejarlo toda una noche al relente, se trocea, se pone en una gran cazuela de barro sobre ascuas ya apaciguadas, cubriéndolo con agua, laurel, pimienta, sal, un par de cabezas de ajos y un buen chorro de vino blanco de la prieta bota con apariencia de ubre recentona. Se pone a cocer sin prisas. Se espuma y se le da un buen tiento de aceite de oliva crudo, a ser posible con algún gradejo de acidez. Se prueba a ver qué tal de sal, seguro que necesita. Se le echa una buena guindilla que siempre hay que llevar en el zurrón, porque, ¿qué es la vida sin una guindilla? Se deja cocer hasta que se consuma, no hay prisas con una buena bota de vino blanco fresco, recién llena en la bodega, sin bautizos, ni escaseces. En ese momento, ahí, empieza el festín y al final, algún regüeldo que otro.


Lentejas

Se echan las lentejas limpias en una cacerola en agua fría y se cuecen. Cuando están blandas, se les pone sal y en una sartén aparte se fríen en aceite unos dientes de ajo y unos daditos de pan. Se aparta este sofrito y el aceite que queda se echa en las lentejas.

Se machaca en el mortero el pan y los ajos y se deshacen con un chorrito de vinagre. Todo esto se echa en las lentejas que se dejan hervir un poquitín, para que cojan el gusto. Las lentejas han de hacerse en el mínimo de agua posible, por lo que tendrán que cocer a fuego muy lento y uniforme, tapándolas para evitar la pérdida de vapor.


Potaje

Se hierven los garbanzos y las abichuelas puestos en remojo. Cuando están a medio cocer, se les añaden unas espinacas frescas y lavadas, junto con unas patatas cortadas y lavadas, y previamente troceadas. Se fríe una rebanada de pan en aceite, se retira el pan y en el mismo aceite se fríe la cebolla picada, que ya tendremos preparada, y dos tomates bien maduros, igualmente cortados en trozos, poniendo al final un poco de pimentón. Se echa en una olla, añadiendo a ésto un machacado de ajos, perejil y azafrán, el pan frito que se apartó mojado en vinagre y un huevo duro. Se diluye en el agua de cocer los garbanzos, se agregan éstos, las patatas y las espinacas escurridas; se comprueba la sal y se agrega caldo a los garbanzos si todo resultase demasiado espeso.


Cocido Manchego

Se llena de agua una olla de regulares dimensiones y se pone al fuego. Se añade la carne junto con un buen hueso de caña y otro de jamón, media gallina, un buen trozo de tocino, chorizo y morcilla de año. Al mismo tiempo se le ponen los garbanzos previamente puestos en remojo, un par de patatas, un pimiento verde, media cebolla, un calabacín y un tomate. El período de cocción puede venir dado en dos horas y media de fuego suave. Si el chorizo y la morcilla son frescos es preferible no echarlos desde el principio para no deshacerlos.

Aunque no sea muy común en el cocido manchego, en algunas localidades de nuestra región a este plato se le añaden las denominadas «pelotas».

Modo de hacer estas «pelotas» de cocido: se pone jamón picado en un plato hondo y se le agrega una yema de huevo, apartando la clara. Se le pone sal, perejil y un diente de ajo muy picadito, además de un poco de miga de pan empapado en leche. Se revuelve bien todo junto y se forma una bola, que puede ser redonda o alargada. Finalmente, se la reboza en harina.

Cuando la cocción está casi terminada (media hora antes) se agrega al caldo esta «pelota».

A continuación, se mondan las patatas y se parten en trozos regulares, no muy grandes pues no tomarían el sabor. Se cuecen aparte en un puchero con caldo que se quita de la olla y que antes de echarlo se cuela. Momentos antes de servir el cocido, se cuece la pasta de la sopa en otra cacerola y en caldo colado.

Después de servir la sopa, se lleva a la mesa el resto del cocido en una fuente grande. Es conveniente que los garbanzos estén en el centro con el fin de facilitar la labor de servirse cada uno de los comensales sin revolver nada.

 

Postres típicos

Flores

Se baten seis huevos y se le añaden medio litro de leche, raspadura de un limón, dos cucharadas de azúcar y harina hasta que quede una pasta clara. Se prepara el molde de las flores (Este molde consiste en una flor metálica sostenida por un mango también metálico y un puño de madera.), metiéndolo en el aceite muy caliente para seguidamente introducirlo en la masa y después otra vez en la sartén, hasta que la flor se desprenda sola.

Se sirven espolvoreadas de azúcar y canela.


Gachas de Azúcar

Se ponen una cucharada de harina, una de aceite, una de azúcar y cuatro o cinco granos machacados de anís en rama en un cazo, hasta que hierva. Se dejan cocer hasta que espesen.


Arrope

Se coge una calabaza grande, se parte en trozos pequeños y se echa en cal viva durante veinticuatro horas para que se endurezca. Se saca de la cal y se deja escurrir. En una olla grande se ponen a cocer veinticuatro litros de mosto, moviéndolos de vez en cuando, a fuego lento hasta que se va evaporando y queda aproximadamente la tercera parte (ocho litros); se añaden los trozos de la calabaza y se guarda en tarros.


Buñuelos de Carnaval

En un poco de agua se disuelve una cucharada de café de levadura, después se le añade una pizca de sal y la harina, amasando al mismo tiempo hasta conseguir una masa en su punto. Se deja reposar treinta o cuarenta minutos.

Se hacen los buñuelos dándoles la forma de círculos y se fríen en aceite muy caliente.
Se toman con chocolate o café.


Leche Frita

De medio litro de leche se separa una taza para disolver en frío tres cucharadas de Maizena. El resto de la leche se pone a cocer con una cáscara de limón. Una vez cocida, se saca la cáscara; después se añade el azúcar y se deja desleir. Se deja enfriar un poco la crema, se añade un huevo batido y se mezcla bien.

Se pone la crema sobre una fuente plana y se deja enfriar. Se corta en cuadritos que se rebozan en harina y huevo batido, se fríen en aceite bien caliente. Cuando están fritos se espolvorean con azúcar y canela.


Arroz con leche

Se pone un cazo al fuego con abundante agua y cuando comience a hervir se le echa un vaso de arroz. Se hierve durante diez o doce minutos, luego se saca del fuego, se escurre y se reserva.
En otro cazo se pone a fuego lento un litro de leche y cuatro o cinco cucharadas «colmadas» de azúcar dándole vueltas para que se disuelva. Cuando la leche comience a hervir, se le añade el arroz escurrido, una canela en rama y la piel de un limón cortada finamente.

Se deja hervir suavemente durante 15 minutos. Es preferible que se quede un poquito caldoso.
Después lo echas a una fuente plana, y lo espolvorearas con canela molida.

Servir frio.

 

Consejos prácticos de cocina

 

Elaborar bien cualquier de los platos que han ido apareciendo a lo largo de estas páginas, requiere, en primer lugar, disponer de ingredientes de primera calidad; en segundo lugar, hace falta que el cocinero o cocinera tenga cierta afición y disponga de tiempo. Pero, además, la cocina tiene ciertos«trucos» que todo buen cocinero conoce aunque, la mayoría de las veces, no aparezcan en ningún libro. Son esos secretos culinarios que

 

Si tiene el aceite algo quemado y con impurezas, cuele la grasa y, una vez apartados los posos, fría una ramita de perejil a fuego lento. El aceite quedará con un buen color ambarino.

Si alguna salsa o guiso le quedó un poquitín salado, cueza lentamente en él una patata partida en dos. Verá como el problema se le soluciona.

Si el aceite tiene una graduación muy alta, fría en él un par de rebanadas de pan. Este absorberá parte de la acidez.

Para que el aceite tome buen sabor a ajo, fría éste lentamente sin quitarle la piel. Cuando esté dorado retírelo no permitiendo que cueza.

Las verduras y vegetales deben hervirse siempre al vapor o en muy poca agua al objeto de aprovechar mejor las vitaminas.

Si quiere que las judías verdes queden tersas y con un verde fuerte, una vez cocidas y escurridas póngalas debajo del grifo con agua fría.

Los pimientos asados son un manjar exquisito; sin embargo, tienen un problema: quitarles la piel. Pues bien, para que esto no resulte penoso, nada más apartarlos del horno envuélvalos en un paño seco para que suden. A los veinte minutos, los pimientos se podrán pelar con facilidad.

Las alcachofas y los cardos no se pondrán negros si, nada más cortarlos y lavarlos, se les frota con limón natural.

Si pica cebolla, hágalo al lado de un grifo con un buen chorro de agua. Con un poco de suerte no llorará.

A la salsa de tomate y al pisto manchego se le quitará su acidez incorporándose a mitad de cocción una cucharadita de azúcar. Después, como es lógico, se le añadirá la sal necesaria.

Para mondar rápidamente los tomates, no hay nada menor que introducirlos durante un par de minutos en agua hirviendo, durante unos instantes en el horno caliente o, simplemente, pasar los por la plancha: a buen seguro que se pelarán con facilidad.

Las berenjenas fritas tienen un problema: que absorben demasiado aceite y suelen empalagar. Para evitarlo se parten las berenjenas a lo largo o en rodajas, según se prefiera, y se tienen una hora en agua ligeramente salada. A continuación se escurren y se fríen. La verdad es que se ahorra aceite y se gana en gusto. Hágalo y comprobará que es cierto.

Para freír bien las patatas use una sartén con abundante aceite muy caliente, a elevada temperatura; hará que la patata se fría, quede crujiente y no se cueza. La sal es preferible echarla después y en muy escasa cantidad.

Aunque parece sencillo, no todo el mundo sabe freír bien un huevo. Para conseguirlo se toma una sartén y se le pone abundante aceite de oliva; cuando el aceite echa humo, se pone el huevo a freír después de haber sacado el huevo del frigorífico unas horas antes. Se deja freír, y sólo a última hora se le pone con una cucharilla un chorrito de aceite muy caliente por encima de la yema con objeto de que quede recubierta de una telilla blanca. La clara debe estar perfectamente cuajada y sus bordes dorados.

Cocer huevos es muchísimo más fácil, pero quizá la operación de pelarlos ya no lo sea tanto. Para lograrlo, tras cocer los huevos durante ocho o diez minutos, se ponen bajo el grifo inmediatamente de sacarlos del agua hirviendo. Cuando los huevos se hayan enfriado con el chorro de agua, la operación del pelado se simplificará sorprendentemente.

Para evitar el olor que se produce al cocer repollo o coliflor, introduzca en la olla donde se va a producir la cocción un buen trozo de pan.

Si los calamares o voladores en su tinta le quedan duros, ponga junto con la cocción un tapón de corcho y medio vasito de vino blanco.

 

Equivalencias de medidas caseras

 

Una cucharada rasa de harina equivale a unos 10 gramos.

Una cucharada rasa de azúcar equivale a unos 12,5 gramos.

Una pella de mantequilla de un tamaño aproximado al de una caja de cerrillas pesa unos 20 gramos.

Un trozo de queso del tamaño de una cajetilla de cigarrillos pesa aproximadamente 100 gramos.

Un tomate mediano pesa unos 100 gramos.

Cuatro patatas medianas pesan aproximadamente medio kilogramo.

Una zanahoria de unos 20 centímetros de longitud pesa aproximadamente 50 gramos.

Una naranja mediana pesa unos 200 gramos.

Un puñadito de legumbres pesa entre 20 y 30 gramos.

Tres barras grandes de pan pesan aproximadamente un kilogramo.

Una cucharadita de café contiene aproximadamente 0,5 centílitros.

Una cucharada de postre contiene aproximadamente un centílitro.

Una cucharada sopera contiene 1,5 centílitros.

 

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