miércoles, 26 de octubre de 2022

 

El Café Nuevo de la calle Alcalá 10


Resumen: En este artículo tratamos de ubicar este singular establecimiento madrileño del que apenas quedan datos, testigo de uno de los períodos cruciales del siglo XIX, acabada la Década Ominosa tras el fallecimiento de Fernando VII; resaltando además el importante papel que jugaron estos locales de ocio de masas y apasionado debate político en aquel singular momento histórico, en que se emprendía la construcción del nuevo estado liberal dando el golpe definitivo al caduco régimen estamental; papel que en parte han venido jugando los cafés a lo largo del tiempo hasta la actualidad .

INTRODUCCIÓN

   Tras la redacción del apunte biográfico de Antonio Ramonich Barceló (1790-1848), -padre de mi tatarabuelo Gabriel-, nos llamó la atención la alusión a la existencia en el Madrid post-absolutista, tras la muerte de Fernando VII (1784-1833), de un café donde la clientela propagaba sus ideas políticas liberales, aún a riesgo de ser delatado a la policía y encarcelado, como ocurrió en este caso.

Era un tiempo en que estos locales conocidos como cafés y botillerías concentraban reuniones de gente en torno a diversidad de tertulias, entre las que destacaron las taurinas, las literarias y las políticas; llamadas éstas últimas, tertulias patrióticas.

Las ideas surgidas con los cambios sociales que propiciaron la caída del Antiguo Régimen, se abrieron paso a través de estos lugares de reunión en aquella España a caballo de los siglos XVIII y XIX.

Eran locales en principio solo aptos para hombres, donde las mujeres no eran bien recibidas, o se criticaba su presencia; aunque pasado un tiempo llegaran a disponer de saloncitos privados exclusivos para señoras.

Desde finales del siglo XVIII ya se anuncian en la prensa los incipientes cafés como ámbitos donde se sirve la exótica bebida, que irán dando el relevo a las tradicionales botillerías donde se elaboraban y servían bebidas heladas y refrescos (RAE).

El café en nuestro país resultaba por entonces un producto novedoso aunque ya era conocido en media Europa, cuyo nombre derivaba de la palabra turca kahve.

Llegado a la península ibérica desde Oriente, y más tarde producido en las colonias americanas, comienza a degustarse en un principio en las casas de comidas, pasando paulatinamente a servirse en estos establecimientos específicos que vamos a tratar.







CAFÉS DEL ANTIGUO MADRID

Como ya hemos visto, esta infusión venida de Oriente ya había tenido acogida en la Europa continental bastantes décadas antes, y la llegada a España se produce desde mediados del siglo XVIII. Los nuevos establecimientos que lo sirven desplazarán a botillerías y fondas, donde se servían otro tipo de bebidas o refrescos.

Los establecimientos recibirán el mismo nombre de la bebida que sirven, Cafés, y comienzan a marcar un nuevo modelo de relación social en esa sociedad emergente, que pugna por abrirse paso entre los estrechos márgenes clasistas del pasado, hacia un modelo menos estamental y más interclasista. La nueva sociedad burguesa busca acomodo en los nuevos tiempos que corren, camino de la mesocracia, -el gobierno de las clases medias-, la nueva fórmula de poder político que acabará imponiéndose bastante más de un siglo después si bien la oligarquía financiera continuará detentando los resortes del poder económico.

En los cafés de la época van a fraguarse los cambios políticos, culturales y artísticos del siglo XIX, que marcarán definitivamente el salto hacia otro modelo de sociedad, pues actúan como foros abiertos para el debate, difusión de las ideas e intercambio de novedades.

«Ir a tomar café», será expresión común de integración en la vida social y darse a conocer, que brindará además la oportunidad de formar grupos de afinidad para la tertulia o para el juego.

Muchas de las sociedades patrióticas y liberales abolidas por el régimen absolutista, surgieron en torno a estas más que populosas estancias.

El dramaturgo Leandro Fdez. de Moratín situaba en uno de estos novedosos locales  la acción de su comedia satírica titulada La Comedia Nueva o El Café que, estrenada en 1792, rememoraba el café situado en la Fonda de San Sebastián de la calle Atocha, donde él mismo mantenía una tertulia.

A finales del siglo XVIII eran famosas en Madrid algunas botillerías, como la de Canosa, la del Lobo, la de Pombo, que terminaron reconvirtiéndose en cafés, salto que fueron dando otras muchas.

Desde 1780 podemos seguir a través de la prensa la proliferación de este tipo de locales. Café de las Cuatro Naciones, 1812, en Carrera San Jerónimo, trasladado luego a Fuencarral 3; Café de Levante, Alcalá 15; Café Imperial, 1788, calle Abada; Café del Recreo, 1809, Ancha de Peligros 9; Café de la Cruz de Malta, 1805, calle Caballero de Gracia; Café Cruz, 1818, Cruz 23; Café de San Luis, calle Montera; Café del Parnasillo, calle Príncipe; Café de Sólito, -frecuentado por Larra-, en calle Príncipe; Café del Siciliano, 1812, Carrera de San Jerónimo; Café de Los Dos Amigos, 1827, calle Alcalá; Café de la Aduana, 1813, calle Alcalá; Café de Venus, 1815, calle Atocha; Café del Carmen, 1820, calle Alcalá; Café Patriótico, 1821, calle Hortaleza; Café de la Victoria ó Lorencini, 1811, Pta. del Sol, -donde se fundó la Sociedad «Liberales de Lorencini»-; Café Santa Ana, 1818, en esa misma plaza; Café del Turco; Café de Apolo; Café de Bayona; Café del Sol, 1825, Horno de la Mata 13; Café La Fontana de Oro, calle de La Victoria; Café Platerías, en calle del mismo nombre; Café de Correos, Pta. del Sol; Café de Tívoli, 1821, Paseo del Prado; Café de La Europa, 1822; Café Cervantes, 1812, Alcalá 50; Café de la Bolsa, Pza. del Ángel; Café El Gato Negro, calle Príncipe; Café Suizo, 1845, calle Sevilla; y un largo etcétera hasta casi el centenar.

Todos ellos forman parte de una primera época,  cuando las vanguardias politizadas ocupaban estos establecimientos para promover sus ideas.

Este impasse duró hasta el advenimiento de Isabel II, cuando mínimamente se normalizó la vida política de modo más democrático, comparado con el período fernandino absolutista anterior.

La segunda época de estos establecimientos podría situarse a partir de la Revolución de 1868, llamada La Gloriosa, cuando los cafés comienzan a adquirir otros tintes pasando a ser umbral de tertulia y sala de exposiciones, santuario de literatos, escultores, pintores y poetas. Cuna de la vida bohemia, ensoñación de una forma de vida idealizada, errante, sin arraigos, desligada de obligaciones y consagrada al Arte. Aquella que representaban los zíngaros o bohemios, itinerantes de pueblo en pueblo, con sus carretas y espectáculos circenses a cuestas.

Para algunos significaba una huida, una forma de escapismo de los agobiantes corsés impuestos por la sociedad burguesa y el liberalismo económico, tejidos en torno al mundo del trabajo y al despotismo de fábrica.

Estos artistas trataban de salir adelante vendiendo a duras penas su producción artística, soñando con el triunfo y reconocimiento público. La meta de este peregrinaje culminaba en París, lugar mítico por excelencia donde se consagraba este particular modo de vida, verdadero crisol de estilos artísticos y vanguardias.

Artistas y bohemios se hospedaban en chiscones y buhardillas y pasaban las noches deambulando por cafés y cabarets, ofreciendo sus pinturas a coleccionistas y marchantes. Son cafés que pasarán a la historia por sus singulares clientelas y afamadas tertulias, que han llegado hasta nuestro tiempo: Les Deux Magots, Café de Flore, La Rotonde, Deux Moulins, La Mairie, etc.

Del mismo modo, los cafés madrileños de esta segunda hornada, como el Universal, el Lisboa, el Levante, el Fornos, van a adoptar también esos nuevos tintes acogiendo tanto a escritores como a pintores, facilitando sus simposios y tertulias. El Café Nuevo de la Montaña, de la Puerta del Sol, será célebre por la tertulia de Valle Inclán. El Café de Pombo, en la calle Carretas, por la tertulia de Gómez de la Serna y del pintor Solana, el Café de Madrid, por la de Jacinto Benavente, y así otros muchos, como La Granja del Henar, el Café de las Salesas, el Gran Café de Gijón, el Café Comercial, el Café de Lyon, el Café de Ruiz, el Café Manuela y otro largo etcétera…


EL CAFÉ NUEVO DE LA CALLE ALCALÁ 10

Como decíamos al inicio, la primera alusión al Café Nuevo conocida por nosotros, aparece en el aval firmado por el juez de primera instancia, D. Bernardo de la Torre y Peña, en pro de Antonio Ramonich y de su significada actuación en el contexto de la lucha en pro de la constitucionalidad liberal.

Por el grabado conservado en la Biblioteca Nacional, pudimos saber que se encontraba en la madrileña calle de Alcalá.

Pero poco más podríamos aportar si no fuera por la hemeroteca histórica donde ojeando la prensa de la época hemos ido sonsacando retales sueltos de su pasado.

En la leyenda del grabado se le nombra expresamente: Cafe Nuevo; y sigue una apostilla: «Los carlistas lo llaman: de la Revolución, los moderados: del Movimiento, y los exaltados: del Patriotismo».

Hay además como una pequeña nota añadida a lapicero que parece indicar: «Café de los Dos Amigos». Hemos de aclarar que es una incorrección y que ese otro café se encontraba en la misma acera pero un poco más allá, cerca del cruce con la calle de Sevilla actual, antigua calle Ancha de los Peligros.

«El Café Nuevo fue lugar de escándalo, nido de liberales y lugar de continuas disputas verbales que incluso llegaron a las manos»; dice el autor de una guía moderna sobre los cafés del Antiguo Madrid.

Algo así afirmaba también Federico Sainz de Robles, en su obra «Historia y Estampas de la Villa de Madrid», 1932-1933, 2 tomos,  sobre el Café Nuevo: «En él protestaban contra el que mandase pues era el palenque de la acción revolucionaria y el escenario de la oratoria demoledora. El jefe político de Madrid (Director de Seguridad de entonces) cerraba el local y detenía a la clientela cada vez que iba a producirse una revuelta callejera».

Con certeza, se sabe que muchos soplones de la policía se movían por estos conciliábulos, y de sus denuncias venían acarreadas las represalias que periódicamente recaían sobre los espontáneos oradores, conduciéndolos a diversas temporadas de cárcel en las casas-galera existentes en la ciudad o en la mismísima Cárcel de Villa madrileña.

Lo que hay de cierto, es que, fue una época convulsa, y que los cafés eran locales amplios, idóneos para reunirse y hacer proselitismo, lo que daba pie a frecuentes desencuentros entre la clientela y a alguna que otra encarnizada riña.

ALGUNAS FECHAS CLAVE DE SU HISTORIA

27.09.1833: La publicación Revista Española anuncia la apertura de un nuevo café en Madrid, en la calle de Alcalá n.º 10, llamado Café Nuevo, describiendo su gran amplitud y bella distribución de su interior, señalando que quizás se trate del mejor café que encierra Madrid en ese momento. La autoría de la obra se debe al arquitecto D. Juan de Blas Molinero, consumado autor de numerosos proyectos de reforma y obra nueva en esta Villa.


15.01.1834Diario Avisos de Madrid anuncia que S.M. la Reina ha dado permiso a la Compañía de Reales Sitios para que dé cuatro bailes de máscaras en el Café Nuevo de la calle Alcalá.

28.01.1834: La Revista Española anuncia un baile de máscaras autorizado en el Café Nuevo.

1835: Un visitante procedente de La Habana, Antonio Carlos Ferrer y Herrera (1812-1877), en su Grand tour por el Viejo Continente culminando estudios de abogacía, pasaba unos días por Madrid.

En la memoria escrita de este periplo nos comenta lo concurrido de los cafés de Madrid, destacando en verano el de Las Cuatro Naciones, en el Prado; y en invierno, el Nuevoen la calle Alcalá, además del Lorencini, en la Puerta del Sol. «Porrazos y gritos para llamar, murmullo de las conversaciones, disputas y altercados, arpa del piamontés que divierte rasgueando el Trágala y el Himno de Riego, es la tónica imperante, y más que todo, el continuo entrar y salir de las señoras, colocadas delante de uno, al lado o de frente, hace que se pasen las horas sin sentirlo. A las nueve la escena queda desierta; desde antes la han abandonado los que se van a visitas, tertulias o diversiones».

13.01.1836: Anuncia la prensa, que, «se ha prohibido a los oficiales del 4.º Regimiento de la Guardia Nacional que vayan al Café Nuevo, asegurando al tiempo, que el deseo de todos es que la Guardia Nacional vuelva a depender de la autoridad civil, ya que las circunstancias excepcionales de otras provincias no se han dado en Madrid«.

12.08.1836Motín de La Granja de San Ildefonso contra María Cristina de Borbón, llamado también Motín de los sargentos, que obligaron a la reina regente a poner en vigor la Constitución de 1812 y a nombrar un gobierno liberal progresista.

George Borrow, (1803-1881), apodado «Don Jorgito el inglés», de la Sociedad Bíblica británica, autor de «La Biblia en España», se encontraba en la Villa en esos días y cuenta de primera mano estos sucesos en el Capítulo 14, añadiendo un episodio acaecido en el Café Nuevo:

«Hay en la calle de Alcalá, de Madrid, un café famoso capaz para varios cientos de personas. En la tarde de aquel mismo día estaba yo sentado en el café, consumiendo una taza del oscuro brebaje, cuando sonaron en la calle ruidos y clamores estruendosos; causábanlos los nacionales, que volvían de su expedición. A los pocos minutos entró en el café un grupo de ellos; iban de dos en dos, cogidos del brazo y pisaban recio a compás. Dieron la vuelta al espacioso local, cantando a coro con fuertes voces la siguiente bárbara copla: ¿Qué es lo que abaja/ por aquel cerro?/ Tarararara/ Son los huesos de Quesada,/ que los trae un perro./ Tarararara. Pidieron después un gran cuenco de café y, colocándolo sobre una mesa, los nacionales se sentaron en torno. Hubo un momento de silencio, interrumpido por una voz tonante: ¡El Pañuelo! Sacaron un pañuelo azul, en el que llevaban algo envuelto, lo desataron y aparecieron una mano ensangrentada y tres o cuatro dedos seccionados, con los que revolvían el contenido del cuenco. ¡Tazas, tazas!, gritaron los nacionales…»


23.08.1836El Español presenta la siguiente noticia: «La Reina constitucional Isabel II hizo un recorrido en carretela descubierta por el paseo del Prado. Una formación militar acompañada de músicos desfiló a su paso. Cuando pasaban frente al Café Nuevo, subiendo la calle Alcalá, salió el público de éste a la calle a vitorear con entusiasmo el paso de la comitiva».

27.04.1837: Según notifica el Alcalde Primero Presidente, Víctor López Molina, la 6ª Sección de Quintas está situada en la calle Alcalá Nº 10, casa del Café Nuevo, cuarto 3º Izda.

23.06.1843El Heraldo menciona el Café Nuevo haciendo referencia a un asunto secundario: Cuando alguien extravía algún objeto de valor, se suele anunciar en la prensa que aquella persona que lo encuentre lo entregue en tal café, donde se le gratificará.

29.09.1844Diario Avisos de Madrid notifica un atentado con explosivo en el Café Nuevo. El autor, Diego Muñoz, ha sido capturado por haber dado fuego a un compuesto de pólvora en el portal inmediato al Café Nuevo. Llevado a la Cárcel de Corte ha sido puesto a disposición del Sr. Juez competente.

1845: Por varios medios de prensa se notifica, que el Café Nuevo de calle Alcalá 10, se da en arriendo con todos sus enseres y pertenencias.

03.12.1845: Un anuncio de El Español señala, que el Sr. Salamanca (Marqués de Salamanca) ha comprado la casa del Café Nuevo de la calle Alcalá por 80.000 duros, para ubicar en ella la Bolsa de Madrid, institución comercial creada en 1831, que tuvo diversas ubicaciones: plazuela del Ángel, calle de Carretas, calle del Desengaño, etc.

No debió de salir bien la operación inmobiliaria, y la propiedad fue traspasada a una sociedad mercantil de crédito y seguros llamada Compañía General del Iris.

Respecto a la Bolsa: En 1893 se construyó el Palacio de la Bolsa, desde donde se dirige el Mercado de Valores en la actualidad.

12.01.1846El Tiempo informa que el local del Café Nuevo es ofrecido en arrendamiento por la Compañía General del Iris.

Según esta misma noticia, su Director Gral. Actual es D. Joaquín de Fagoaga, cuyo amplio historial familiar puede consultarse en la Real Academia de la Historia. También ocupó este cargo, D. Felipe Fernández de Castro, en momento posterior, que sería juzgado por desfalco años después. Son arquetipo de personajes de la época, cargados de títulos nobiliarios y propiedades, que habían participado desde la esfera de la política en desamortizaciones, empresas estatales, operaciones inmobiliarias y financieras, cosechando grandes fortunas.

15.08.1846: Nota de prensa: Ha sido aprobado por el Ayuntamiento, un plan urbanístico titulado: Proyecto de apertura de un nuevo pasaje entre calle Alcalá y Carrera de San Jerónimo. Lo promueve la Compañía General del Iris,  que ha comprado varios solares anexos y edificios adyacentes al Café Nuevo.

22.09.1847: Un año después, El Español notifica que ha sido abierto un nuevo pasaje en la calle Alcalá con salida a Carrera San Jerónimo, a cargo de la Sociedad del Iris, propietaria del edificio donde se encontraba el Café Nuevo, y a su vez, compradora de la casa que existía a espaldas de este edificio; creándose tres galerías comerciales que se han denominado: de Madrid, de Londres y de París.

22.09.1847El Eco del Comercio hace igualmente extensa descripción del pasaje comercial creado por la Compañía del Iris tras la compra de la gran casa de calle Alcalá y la casa posterior que da a Carrera San Jerónimo.

23.09.1847El Español repite esta noticia haciendo una profusa descripción del nuevo pasaje comercial.

24.09.1847El Espectador publica la noticia anterior, resaltando que se trata de pasajes comerciales puestos de moda.

1850: Tres años después, Pedro Felipe Monlau, en «Madrid en la mano», guía de la ciudad publicada en 1850, aporta su visión de los cafés como lugares de diversión y esparcimiento, especie de tertulias generales y locutorios públicos, donde se toma por la mañana el café con leche y sus tostadas con manteca; por la tarde el digestivo café y la insidiosa copita; y por la noche el frigidísimo quesito, el piramidal sorbete, el tónico ponche o la bulliciosa cerveza. Añade, que de 25 años a esta parte se ha ganado mucho, pues se puede ir uno con su señora sin que nadie se escandalice. Los cafés más frecuentados en ese momento son: el Café del Espejo en el malogrado pasaje del Iris, el de Los Dos Amigos, el de Levante, el Suizo, la Iberia, la Nueva Iberia, la Perla, el Español, el Café de Correos, la Joven Esmeralda, el de Pombo, el del Príncipe y el Café Venecia. Añade que, además de sesenta cafés formales, hay en Madrid cafetines y juegos de billar, además de los cafés particulares bajo el nombre de casinos, círculos y tertulias.

De esa alusión al Café del Espejo, -también llamado Café del Iris-, deducimos que no debió resultar tan exitoso el nuevo pasaje comercial como era de esperar y el nivel de ganancias no llegó a cubrir mínimamente las expectativas de la empresa inversora.

La quiebra definitiva de la sociedad del Iris se produjo en el mes de diciembre de 1866, momento en que se reinaugura el establecimiento con el nombre de Café de Madrid, del que presentamos la siguiente imagen pintada en 1921 por el pintor madrileño Muñoz Morillejo. Su nuevo propietario será Tomás Isern, dueño además del Gran Bazar de carrera de San Jerónimo entre los números 5-7-9. Actualmente se conserva la Casa Isern en el n.º 16, con vuelta a calle del Pozo; bello edificio neogótico cuya construcción encargó él mismo en 1866.


LOCALIZACIÓN Y PLANOS

Para ubicar el lugar en que se asentó el Café Nuevo y describir su entorno, publicamos una secuencia de planos parciales de épocas diversas.

La primera imagen es un montaje de las hojas 13-14 del plano de Madrid de Pedro Texeira de 1656, donde señalamos, recuadrado en rojo, el solar donde casi dos siglos más tarde se establecería el Café Nuevo.

Este plano de Madrid fue grabado en Amberes, y representa fielmente en perspectiva caballera orientada al mediodía, la planta urbana de la ciudad y alrededores. El conjunto lo forman veinte hojas de 56 x 55 cm.

Podemos apreciar la Fuente de la Puerta del Sol (43), rematada con la figura de mármol llamada popularmente la Mariblanca, entre dos hileras de barracas dedicadas a la venta de carne y de fruta, y la iglesia-hospital del Buen Suceso (LIX), que arranca de 1438 y Felipe II reformó en 1590. Tras diversas reedificaciones y ampliaciones, fue finalmente derribada en 1854.

El convento de la Victoria (VI) se alza enfrente de la iglesia-hospital, y su nombre verdadero fue San Francisco de Paula de los Mínimos. Fundado en 1561, fue derribado en 1836 con la desamortización de Mendizábal.

Al igual que la calle de Alcalá ocupa la antigua vía que saliendo por la puerta del Sol de la cerca madrileña, conducía hasta la localidad complutense, la carrera de San Jerónimo señala el camino que llevaba al Prado de Atocha y al Prado de los Jerónimos, monasterio que se alzó en 1505.


El siguiente plano, del francés Nicolás de Chalmandier, fue encargado por Carlos III en 1761, al comienzo de su reinado (1759-1788).

Dibujado siguiendo el modelo de Texeira, fue grabado en París y consta de cuatro hojas, representando los edificios notables en perspectiva.


El plano de Espinosa de los Monteros (1769), se apoyó en los trabajos para la Planimetría General de Madrid, ordenada por el Marqués de la Ensenada, en los que había intervenido personalmente.

Los números arábigos indican el número de orden de las manzanas, que aún hoy día se observan grabados en azulejos, en algunas esquinas. La numeración romana indica el número de casas que comprendía cada manzana.

Podemos ver que la manzana donde se situó el Café Nuevo era la número 265, y que esta manzana constaba de XXV casas.


El plano de Madrid de Tomás López (1785), incluía en su parte inferior el callejero de la ciudad. Sigue el modelo de Espinosa de los Monteros incluyendo la numeración de manzanas. Estos planos, del autor y su hijo, se venden en la calle de Atocha, casa nueva de Santo Thomás, cuarto principal, número 3; según viene anunciado en el mismo plano.


Este otro plano, delineado por los ingenieros del ejército francés, se alzó con motivo del ataque a la ciudad, señalando las direcciones de tiro artillero y posición de baterías y tropas, el día 3 de diciembre de 1808. Se aprecia en él la Casa del Correo, la Aduana, la iglesia del Buen Suceso y el Convento de la Victoria, que configuran este ala oriental de la Puerta del Sol.


Junto al edificio de la Aduana, partían algunos de los coches de caballos y carretelas que transportaban mercancías y viajeros a diversos puntos del norte y noroeste peninsulares, por lo que la zona siempre estaba rebosante de transeúntes y saturada de fondascasas de comidas y botillerías.


En el plano de Madoz y Coello, de 1848, se aprecia el Pasaje del Iris, resultante de la abertura a las dos calles, al igual que en el de Ibáñez Ibero, de 1875, donde puede verse el solar completo de este pasaje.


Para hacernos una idea de lo que era la calle de Alcalá en su arranque desde la Puerta del Sol, podemos contemplar también la impresionante maqueta que el ingeniero y cartógrafo militar León Gil de Palacio creó de la ciudad de Madrid, a escala 1:432, en el año 1830.

Esta maqueta, que se conserva en el Museo de Historia de Madrid, sito en la calle de Fuencarral, ha sido retirada temporalmente de la exposición al público por trabajos de restauración, que, iniciados en enero de 2022, culminarán en el mes de diciembre según el plan de actuación previsto.


La imagen siguiente, de la Puerta del Sol, que se conserva en la Biblioteca Nacional, se asemeja a un apunte o boceto donde se han suprimido transeúntes y carruajes, lo que llega a producir el efecto visual raro de una ciudad vacía tras una gran nevada…


Esta otra vista que mostramos de los inicios de la calle Alcalá y Carrera de San Jerónimo, pertenece a un dibujo realizado en 1851 desde globo aerostático. La imagen completa abarca hasta más allá del Retiro, donde se puede apreciar la torre de señales ópticas y el trazado ferroviario de Madrid-Aranjuez por el que circula un trenecillo. Se conserva también en el Museo de Historia de Madrid.



Podemos apreciar un escuadrón de caballería escoltando una carroza, varios coches de caballos, una multitud de feligreses saliendo de la iglesia, enjambres de ciudadanos deambulantes, algunos sobre monturas, y la gran fila de simones, berlinas, calesas, faetones u otros coches de alquiler, que esperan clientela en la acera derecha de la Carrera de San Jerónimo. Toda la escena en movimiento, fue captada a duras penas por el dibujante subido en globo, apresurándose a captar el máximo posible de detalles.

La iglesia del Buen Suceso fue derribada en 1854, tres años después. Su reloj fue trasladado a la Casa del Correo y en su solar se alzó un nuevo edificio que alojaría el Grand Hotel de París, inmortalizado en la fotografía de Jean Laurent (1863).


Bajo el Grand Hotel de París, en la planta baja, estaba el Café Nuevo de la Montaña, donde Ramón M.ª de Valle-Inclán tras discutir y enfrentarse al periodista Manuel Bueno Bengoechea, se hizo una herida en el antebrazo. Era el día 24 de julio de 1899, y a resultas de la gangrena que se le formó, hubo que amputarle el brazo tres semanas después.


LA MILICIA NACIONAL

Ligada profundamente al período histórico que analizamos, vamos a comentar brevemente en qué consistía esta institución armada.

La Milicia Nacional fue un cuerpo de ciudadanos armados, instituido por las Cortes de Cádiz, conforme a la Constitución liberal de 1812, que tuvo un papel significativo durante la Guerra de Independencia.

Disponía de secciones de infantería y escuadrones de caballería, a los que eran adscritos los ciudadanos voluntarios según su nivel de rentas o posición social, admitiéndose en caballería a los más pudientes que podían costearse las monturas.

Fue suspendido por Fernando VII en 1814, y recuperado nuevamente durante el Trienio Liberal (1820-1823), aunque el Rey absolutista volvió a promulgar su abolición durante la Década Ominosa (1823-1833).

 Al fin restablecido durante el reinado de Isabel II, fue causa de enfrentamiento entre el Partido Moderado, que aspiraba a disolverlo y sustituirlo por un cuerpo armado profesional (Guardia Civil), y el Partido Progresista, que deseaba mantenerlo a toda costa.

Finalmente fue abolido durante la Restauración, con Alfonso XII, en 1874.

El liberalismo español concibió este cuerpo como instrumento del mantenimiento del orden y la seguridad. Contradictoriamente, igual protagonizaba motines que los reprimía; como aconteció con el golpe absolutista del 7 de julio de 1822, cuando la Guardia Real se alzó contra el régimen legal, reteniendo al gobierno, para instaurar a Fernando VII como Rey absoluto. En este día sostuvieron importantes enfrentamientos armados en la Plaza Mayor de Madrid donde una calle y una placa recuerdan esa fecha y episodio.

Para unos, era un garante de la «Patria Armada». Para otros, significaba un organismo donde se infiltraba la «hez del pueblo» que aprovechando el uniforme cometía excesos y abusos.


EL CORREGIDOR DE MADRID: JOAQUÍN VIZCAÍNO MARQUÉS VIUDO DE PONTEJOS (1790-1840)

Finalmente, queremos esbozar en breves pinceladas, el retrato de un personaje de la época, por lo significativo de la labor desempeñada desde las instituciones locales, llevado por su espíritu progresista de liberal e ilustrado.

Se trata del que fuera corregidor de Madrid entre los años 1834-1836, D. Joaquín Vizcaíno Martínez, Marqués Viudo de Pontejos (1790-1840), que a muchos sonará por el nombre de una calle, de una plaza, de un paseo y de algunas efigies alzadas en su memoria.

Hijo de una familia natural de Vicálvaro, nació en La Coruña, -donde su padre ejercía el cargo de fiscal-, iniciando la carrera militar en la Guardia de Corps en Aranjuez, asistiendo a todos los acontecimientos previos a la Guerra de Independencia allí acontecidos, e interviniendo como capitán de Caballería en numerosas acciones de guerra, desde el primer sitio de Zaragoza a los combates de Valencia y Sagunto, contra el ejército francés.

Paulatinamente irá abandonando su carrera militar, trasladándose a Madrid para su boda en 1817, con la doblemente viuda Duquesa de Pontejos, Dña. Mariana Pontejos y Sandoval, hasta que, iniciado el Trienio Liberal (1820-1823), solicita el ingreso en el Escuadrón de Caballería de la Milicia Nacional.

La irrupción del cuerpo de ejército expedicionario francés, llamado de los Cien Mil Hijos de San Luis, apoyando la causa absolutista de Fernando VII, dio al traste con el período liberal arrojando al exilio a miles de ellos, -cuando no a horcas y presidios-, como fue el caso de este marqués y su esposa, que deambularon por Francia y Reino Unido hasta 1832 cuando una tibia amnistía propició su regreso a Madrid.

Fallecida su esposa en 1834, es nombrado este mismo año Corregidor de la Villa, cargo desde el que emprenderá una tenaz labor de transformación de infraestructuras urbanas, remoción de instituciones, creación de servicios y otras actuaciones tendentes a modernizar la ciudad de Madrid.

Vamos a citar algunas, por dar a conocer el peso que tuvieron sus iniciativas, aconsejado muchas veces por otro madrileño ilustre: su gran amigo Ramón de Mesonero Romanos.

Se creó una nueva división interior para mejorar la gestión fraccionando la urbe en cinco distritos y cincuenta barrios. Se alzó un nuevo plano topográfico de la Villa incluyendo accidentes exteriores, detalles de subterráneos, canalizaciones, aguas potables, alcantarillado, comunicaciones y caminos secretos. Se modificó el empedrado de calles y ensanche de aceras, elevando estas sobre la calzada. Desaparición de cajones y tinglados de venta en las plazuelas. Rotulación de las vías públicas en las entradas y salidas de las mismas. Numeración de calles, pares a la derecha e impares a la izquierda, partiendo de la Puerta del Sol. Alumbrado público de reverbero, a base de aceite y con reflector de latón acoplado al farol para aumentar su efecto. Organización de los cuerpos de bomberos, serenos, aguadores y faroleros. Erección estatua de Cervantes. Inauguración mercado de los Mostenses. Apertura del paseo de la Fuente Castellana o Isabel II. Reglamentación de horarios y recogida de basuras con transporte en carros cerrados. Conversión del convento de San Bernardino en Casa de beneficencia para mendigos. Creación de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad para beneficio de las clases más humildes. Creación del primer mercado cerrado en plazuela de San Ildefonso. Instalación de Baños públicos. Plantación de arbolado. Inauguración del paseo de las Delicias. Mejora de condiciones de habitabilidad e higiénicas en cárceles y hospitales. Establecimiento del primer gasómetro para iluminación de calle del Príncipe y carrera de San Jerónimo. Participación en la fundación del Ateneo y del Casino de Madrid. Alumbrado de la plaza de Oriente. Creación de Parvularios. Reforma de la plaza Mayor. Etc. 

Junto a tantas luces hubo también alguna sombra y entre los datos biográficos que ofrece la Real Academia de la Historia aparece uno relativo a que, necesitando saldar una deuda personal, tomó prestados 24.000 reales de las arcas municipales, cerrándose las diligencias judiciales abiertas tras la reposición de la cantidad sustraída.  

En el año 1836, y con una salud bastante frágil, fue destituido de su cargo y se pasó a la política por corto espacio de tiempo; falleció casi endeudado en 1840, a los 50 años, en su casa de la carrera de San Jerónimo n.º 15 ubicada en el palacio de Miraflores, obra de Pedro Ribera (1731), que en época moderna se ha llamado Edificio Atlántida.

Mesonero Romanos, su amigo, nos dejó una buena imagen de él, de su carácter enérgico y de su enorme simpatía capaz de ganarse al vecindario. Madrid era una ciudad desaseada y ruidosa; más aún, Carlos M.ª de Castro la tachaba de mal dispuesta, insalubre y triste, que ya José Bonaparte había intentado transformar abriendo plazas y avenidas. Aún sin grandes conocimientos ni estudios superiores, nuestro buen alcalde, -el corregidor de entonces-, logró grandes progresos para ella en el corto espacio de tiempo que pudo gobernar, y el pueblo madrileño le quedaría hondamente agradecido.


CONCLUSIÓN

Adentrarse en el siglo XIX supone descubrir muchas de las claves que han tejido nuestra historia posterior. Comentaba la prensa de los últimos días el gran desconocimiento del pasado que tienen las generaciones más jóvenes, causa de desaliento de los más conscientes y de honda satisfacción en los que ven en ello oportunidad de medrar en la vida política, ya se llamen de izquierdas o de derechas, desde esa práctica en auge del populismo.

Tenemos que ser conscientes del enorme potencial que proporciona el conocimiento de la historia para conjurar futuras amenazas y situaciones adversas.

El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, es la famosa frase que todos conocemos, y pocos ponemos en práctica para aprender de los errores del pasado.


http://www.parquelineal.es/blog/el-cafe-nuevo-de-la-calle-alcala-10/?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=el-cafe-nuevo-de-la-calle-alcala-10
















































 

La vulva es bella: de la vagina dentata a la adoración del yoni


¿Podría el lector o lectora coger un bolígrafo y garabatear un pene y unos testículos en algún post-it cercano? Y ahora, ¿podría dibujar una vulva, con sus labios mayores y menores y su capucha clitoral? La escritora Mithu M. Sanyal, autora de Vulva, la revelación del sexo invisible, llevó a cabo un experimento similar con un buen número de mujeres, hallando que muy pocas sabían dibujar una vulva reconocible y anatómicamente correcta. Su conclusión: «con la salvedad de las ilustraciones médicas, solo vemos imágenes de la vulva como productos de las industrias del porno y de la higiene».

La vulva es representada en el imaginario colectivo occidental como una ausencia, un hueco, un agujero, un espacio en blanco: «para la simbolización del sexo de la mujer, el imaginario solo provee una ausencia allí donde en otros casos hay un símbolo muy destacado», en palabras de Lacan. El clítoris y los labios se tornan invisibles, solo se tiene en cuenta la apertura vaginal considerada como una ausencia. Cuando sí se admite la existencia de la vulva, es tratada por los imbéciles con asco, prevención o rechazo; es ocultada y sumergida por mitos como su supuesta fealdad o mal olor… Grabad estas palabras en piedra: un coño limpio huele de maravilla. Cuando una compañía alemana sacó al mercado un perfume vaginal llamado Vulva, pudieron leerse en la red miles de comentarios infantiles y llenos de aspavientos ridículos… Y ya solo la sugerencia o metáfora de la vulva causa polémica al aparecer en el espacio público, como en este objetivamente nada obsceno cartel del 12º Festival de Cine Erótico de Barcelona.

El laberinto de referencias artísticas, mitológicas y religiosas al coño resulta apasionante y divertido de desentrañar, así que he convencido (no sé cómo) a los responsables de Jot Down para que acojan un artículo vulvar en su seno. Un viaje que empezará con una pregunta a la que durante siglos los filósofos han estado dando vueltas… ¿Qué es un coño?

1. Un coño no es un pene ausente

“Lo que yo tenía y era bueno al tacto no tenía nombre. Solo los niños tenían algo afuera, así que yo no podía tener mi clítoris y al mismo tiempo ser una niña”. Paciente de la psicoanalista Harriet Lerner.


En las sociedades occidentales el varón ha sido tradicionalmente la medida de todas las cosas, y por tanto los genitales femeninos han sido patéticamente descritos como variantes subdesarrolladas de los genitales “completos”, los masculinos. El mismísimo Galeno escribió: “Al estar mutilada, la mujer es menos perfecta y completa que el hombre en relación con las partes que asisten a la reproducción”. Alberto Magno asocia la femineidad a problemas durante el embarazo que impiden el desarrollo del pene, de lo que deduce que “la mujer no es en su naturaleza un ser humano, sino un nacimiento fallido”.

Aparentemente incapaz de imaginar una mujer sin algún tipo de falo, el anatomista del siglo XVI Andreas Vesalius representó en De humani corporis fabrica los genitales femeninos como un enorme pene invertido del que la vulva sería el glande. No tiene desperdicio la explicación de Prospero Bergarucci, discípulo de Vesalius, para esta extraña configuración anatómica: “A sabiendas de la inconstancia y soberbia de la mujer, y para contrarrestar así su permanente anhelo de dominio, la naturaleza le dejó las partes sexuales en su interior para que, cada vez que esta piense en su presunta carencia, deba volverse más pacífica, más obediente y finalmente más pudorosa que cualquier otra criatura en el mundo”. Si Dios hubiera querido enseñar humildad al varón le hubiera invertido el escroto, podría deducirse siguiendo ese tren de pensamiento.

Cuando se admite que las mujeres carecen de falo, surge la idea de que les gustaría tenerlo. Según Sigmund Freud, las niñas entre tres y cinco años descubren que no tienen pene y que han sufrido una castración (de nuevo la vulva permanece aparentemente invisible) y adquieren “envidia del pene”, especialmente el del padre; un ansia inconsciente que solo puede verse satisfecha dando a luz un niño como sustituto del falo.

Si los labios de la vulva han permanecido ausentes del imaginario colectivo occidental durante siglos, el pobre clítoris ha llegado a ser tratado directamente como una deformidad. Barbara Walker cuenta una anécdota tristemente significativa en The Woman’s Encyclopedia of Myths and Secrets: «Durante un proceso por brujería en 1593, el esbirro a cargo del examen (un hombre casado), descubrió por primera vez un clítoris y lo identificó como una marca del diablo. Era ‘un pequeño trozo de carne, sobresaliente como una tetilla, de media pulgada de largo, escondido en un lugar muy secreto que era indecoroso mirar’. (…) Mostró la cosa a varios espectadores, que no habían visto jamás algo así».

Aunque casi sería mejor esta ignorancia que un reconocimiento que desemboque en prácticas como la ablación del clítoris y/o de parte de los labios de la vulva, animalada que persigue eliminar “las partes masculinas” de los genitales femeninos (es decir, dejar solo el agujero penetrable y eliminar lo que no se comprende) y limitar el acceso de la mujer al placer sexual para aumentar su docilidad. Y a quien le parezca algo exclusivo de culturas exóticas, que se fije en esta frase algo repulsiva de Freud: “cuando una mujer llega a la edad adulta y entra en la femineidad, el clítoris debería ceder su sensibilidad e importancia, parcial o completamente, a la vagina. Lo que no sea un túnel, una vaina, un receptáculo para el pene del varón, sencillamente no debe existir o debe ser secundario. Muchos ven en este rechazo hacia la vulva el origen de bastantes labiaplastias, intervenciones de cirugía estética en que mujeres avergonzadas de sus labios vaginales los remodelan o mutilan para reducirlos.

Ya paro, que me indigno. En cualquier caso, lo primero que debe hacerse para revertir el proceso de invisibilización de algo es nombrarlo con precisión. Pero, ¿cómo podemos llamar a la rosa?

El nombre de la rosa


“Los maridos debieran seguir un curso
por correspondencia
si no se atreven a hacerlo personalmente
sobre los órganos genitales de la mujer
hay una gran ignorancia al respecto
quién podría decirme por ejemplo
qué diferencia hay entre vulva y vagina
sin embargo se consideran con derecho
a casarse
como si fueran expertos en la materia”
Nicanor Parra, Sermones y prédicas del Cristo de Elqui

En textos médicos antiguos se usa la palabra vulva para referirse indistintamente a los labios, la vagina, el útero o todo junto: lo triste es que duren imprecisiones similares siglos más tarde. Resulta sorprendente la extendida confusión entre vagina (el tubo interno de membrana mucosa) y vulva (los genitales externos). En la famosa obra teatral Monólogos de la vagina se usan indistintamente ambos términos, lo que llevó a la psicoanalista Harriet Lerner a lamentarse: «¿Existe una repentina amnesia feminista en relación con la diferencia entre la vulva y la vagina? (…) Dudo que los hombres toleraran una supuesta celebración de su sexualidad en que se confundiesen los testículos con el pene».

En 1980 Lerner fundó el Club Vulva con el objetivo de prevenir las consecuencias de este tipo de confusiones. Lerner pone el ejemplo de un texto de educación sexual de los setenta en que, si bien los genitales masculinos se describen detalladamente, se omite cualquier referencia a los labios o al clítoris, mencionándose solamente «apertura vaginal, vello púbico, ovarios y útero». Los genitales quedan reducidos a las partes involucradas en la reproducción y el agujero en que el hombre envaina su espada.

La palabra vulva (“envoltura”), del latín volvere, no está teniendo demasiado éxito a pesar de ser mi favorita particular, junto a la más imprecisa “coño”. Muchos consideran “vulva” un término médico o técnico, cuando no lo es más que pene o testículo; otros se limitan a hacer chistes diciendo que vulva suena a marca de coches sueca. Sin embargo vulva es una palabra preciosa: su V repetida remite al triángulo genital, al vello púbico y a V de Vendetta. Bueno, esto último quizás no. Pero en cualquier caso es mejor que las alternativas…

Y es que muchos nombres para el genital femenino van asociados a la vergüenza o la ocultación, ya desde el sinus pudoris (cueva de la vergüenza) o el inhonesta usados por Isidoro de Sevilla. En alemán los labios mayores y menores son Schamlippen, literalmente “labios de la vergüenza”, y el triángulo público es el Schamdreieck, “triángulo de la vergüenza”. Eso cuando se utiliza un nombre cualquiera y no se ocultan los genitales femeninos como “las partes” o el “allí abajo” que recuerda Gloria Steinem: «‘Allí abajo’, esas eran las palabras —pronunciadas raras veces y en voz baja— con que las mujeres de mi familia llamaban a los órganos sexuales femeninos, tanto internos como externos».

Ante estas alternativas, en este artículo reivindicaré tres palabras: “vulva”, “coño” y “yoni”, nombre sánscrito que, como veremos más adelante, tiene implicaciones tántricas y religiosas.

En la Yoniversity puede encontrarse un recopilatorio de nombres de la rosa en varios idiomas. Es un mito que los esquimales utilicen cien palabras para designar a la nieve (son más bien diez o doce), pero sí existen 27 nombres árabes llenos de matices para los genitales femeninos. En el manual erótico del siglo XVI The Perfumed Garden se recogen desde el genérico el feurdj (“abertura, valle”) hasta los muy específicos el deukakk (“aplastador”) para referirse al yoni capaz de apretar y comprimir el pene durante el coito, el harr (“cálido”) para el que emite un intenso calor propio, o el hacene (“hermosa”) para la vulva de una simetría y belleza tales que hace imposible dejar de mirarla fijamente.

Lo que nos lleva a una pregunta desasosegante: si mirar fijamente el Sol puede dejarte ciego… ¿puede resultar peligroso mirar directamente un coño?

3. En las fauces de la vagina dentata

“¿Tan misterioso es esto? ¡Es mi vagina, no la esfinge!” Miranda, en Sexo en Nueva York


Freud hablaba del miedo a la castración que experimentan los niños al darse cuenta por primera vez que las niñas no tienen pene: confieso que no he visto una mejor demostración de ese pánico primordial que en esta escena de Dragon Ball en que Son Goku descubre la vulva de Bulma. En cualquier caso, no hace falta mucho psicoanálisis para deducir que muchos hombres sienten miedo por lo intrínsecamente femenino. En lo simbólico los atributos masculinos se asocian traidicionalmente a obeliscos apolíneos y a la razón, mientras que los femeninos han sido vistos como propios de la oscuridad irracional, el miedo o el asco. En palabras de la investigadora feminista Toril Moi: «El falo es entendido a menudo como una forma completa, homogénea y sencilla, en contraste con el caos aterrador del genital femenino».

La materialización más evidente del miedo a la castración es la imagen de la vagina como grieta peligrosa y sangrienta armada de dientes afilados: la vagina dentata. Este símbolo aparece en cuentos y leyendas de todo el mundo como una clara advertencia: el sexo de la mujer es peligroso y puede castrar al varón o inutilizarlo. Un mito antiquísimo vigente hoy en día en películas como la reciente Teeth, con un giro irónico-terrorífico que convierte la dentata en arma de autodefensa.

A veces no es necesario ni siquiera penetrar esa vagina letal, basta con mirarla. En una leyenda árabe recordada por Catherine Blackledge en Story of V, el sultán de Damasco pierde la vista al observar una vagina dentata que le arranca los ojos (!) de un mordisco. Al personaje popular de Peeping Tom se le caen literalmente los ojos al suelo tras espiar a la desnuda Lady Godiva. Todos los espectadores que vieron la desnudez de la santa Epistene durante su martirio perdieron la vista…

En varios cuentos africanos el final feliz llega cuando el héroe usa palos o lanzas (instrumentos fálicos, en definitiva) para arrancar los dientes de la vulva mordedora, en una metáfora evidente de la ruptura de la voluntad de la mujer y su transformación en criatura inofensiva y apta para el matrimonio. De forma menos literal pero con el mismo trasfondo, en La fierecilla domada de Shakespeare Petruchio le arranca a Catalina los dientes de su intelecto y su sarcasmo, domesticándola hasta convertirla en una cuasilobotomizada criatura que acaba recomendando a las mujeres que “pongan sus manos, como señal de obediencia, a los pies de sus maridos”.

Otras visiones de la dentata sitúan su origen en el hecho de que tras eyacular el hombre queda exhausto, exprimido, “devorado” por la mujer vista como una vampira de energía vital. Dice Camille Paglia en Sexual Personae (polémico libro que merecería un artículo para él solo): “la vagina dentada no es una alucinación sexista: cada pene es disminuido por cada vagina, del mismo modo en que la humanidad, varón y hembra, es devorada por la Madre Naturaleza”. Paglia ejemplifica esta identificación natural con un fragmento de A contrapelo, de Huysmans, en que «un hombre es atraído magnéticamente hacia los muslos abiertos de la madre naturaleza, hacia las ensangrentadas profundidades de una flor carnívora de hojas afiladas como sables».

Es curioso este pánico primordial masculino hacia los dientes simbólicos de la vagina… y que sin embargo esté tan extendido (afortunadamente) el gusto por la felación realizada por una boca repleta de dientes auténticos. Pero la simbología de la fellatio (que la hay, y mucha) queda para otro artículo futuro, si no me devora antes alguna dentata o me echan de Jot Down por pervertido.

 La adoración del yoni


“Su parte inferior es el altar sacrificial,
su vello la hierba sagrada,
su piel el origen del soma.
Los labios de su yoni son el fuego central.
Muchos mortales atraviesan el mundo sin virtudes,
especialmente los que practican la unión sexual sin saber esto.“
Brihad Aranyika Upanishad, VI

En contraste con el pánico de la dentata, los genitales femeninos han sido vistos también como lugares sagrados y curativos. Existen mitos y leyendas en varias tradiciones en los que la exhibición de la vulva en un momento crítico ha ahuyentado a los demonios, resucitado a los muertos o incluso salvado al mundo. En el artículo Strip/Tease del especial aniversario de Jot Down hablé del mito de Baubo, la diosa que salvó a Deméter de la desesperación contándole chistes obscenos, riendo y mostrándole su vulva sanadora. Inanna, la diosa sumeria del amor y la guerra, estaba muy orgullosa de sus genitales. En los Himnos a Inanna podemos leer: “la diosa lanzó gritos de júbilo por su vulva, tan hermosa de contemplar, y se felicitó a sí misma por su belleza”. Inanna también aportó su granito de arena al debate sobre el nombre de la rosa al declamar: “Mi vulva, el cuerno, la Barca Celestial llena de deseo como la joven luna”.

El poder apotropaico (es decir, protector) del coño se manifiesta en las Sheela-na-gigs, esculturas de mujeres con una sonrisa maníaca en la cara y las manos abriendo de par en par los labios de la vulva. Se encuentran en iglesias románicas y castillos, especialmente en Irlanda, y su situación estratégica frente a puertas y ventanas sugiere que protegen contra el mal y la muerte.

El culto religioso a la vulva (o, hablando con propiedad, al yoni) se encuentra extendido en muchas sectas hindús, en general en relación con el masculino lingam. El yoni de la Gran Diosa Kali manifiesta el poder generador de la naturaleza. En palabras de Ajit Mookerjee, director del Museo de Arte de Nueva Delhi, en Kali, the feminine force: “El yoni es alabado como un lugar sagrado, un punto de transferencia de fuerzas sutiles, la puerta de entrada a los misterios cósmicos. En las esculturas, la diosa es representada yaciendo sobre su espalda, las piernas abiertas para el culto, o con los pies muy separados mientras su adorador bebe bajo el arco de sus piernas el yoni-tattva, la esencia sagrada. (…) En el yoni-puja o ritual de la vulva, la vulva de una mujer viviente o su representación en piedra, madera, pintura o metal son adorados como símbolo de la diosa».

Merece la pena detenerse en este ritual del yoni-puja y comprender que es un rito religioso, desprovisto de contenido directamente sexual, a pesar de que una de las formas de celebrarlo es bebiendo cinco líquidos derramados en la vulva de una sacerdotisa. Sobre el yoni de la mujer se vierten consecutivamente agua, yogur, miel, leche y aceite, que son recogidos con un cuenco situado entre sus muslos. El contacto íntimo con la vulva purifica estas sustancias, que representan los cinco elementos de la cosmología hindú, antes de ser consumidas por los asistentes al ritual.

El Ambubachi Mela es un festival realizado en Assam en honor de la menstruación anual de la diosa tántrica Kamakhya, un aspecto de Kali. Durante las celebraciones se depositan ofrendas a la diosa frente a una abertura vulvar abierta en la roca de la que mana un riachuelo subterráneo. Los peregrinos tocan esta agua sagrada de yoni y beben de ella… En esta misma familia de rituales se engloba el segundo nacimiento, un ritual similar al bautismo en que los creyentes pasan a través de un gigantesco yoni de madera o piedra, tras lo que se consideran renacidos a un nuevo mundo espiritual.

Parece que al fin estamos en el buen camino: la vulva como señal sagrada, pliegue cálido y acogedor del cosmos, puerta entre estados de conciencia… Ya podemos declamar que la vulva es bella.

5. La vulva es bella

“Eduquemos a una generación sin chistes de babosas y pescados, con respeto por los ciclos mensuales femeninos en lugar de asco, vergüenza y dogmas religiosos. Regalémonos más imaginería genital femenina en mitos, arte, joyería, libros…” Kirsten Aderberg


Todo el arte de la humanidad empezó con el dibujo de un coño. Durante unas excavaciones recientes en la cueva francesa de Abri Castanet se encontraron diseños vulvares grabados en la pared de roca hace 37.000 años: el arte rupestre más antiguo del mundo. Estos grabados, junto a otros similares hallados en las cuevas de Fontainebleau o la aparición de estatuillas de Venus como la de Willendorf o la de Hohle Fels, con la vulva muy acentuada, han sido interpretados como elementos de rituales de fertilidad y adoración de Diosas Madre primitivas.

Para encontrar hoy en día vulvas grabadas en las paredes no tenemos que irnos muy lejos: el escultor británico Jamie McCartney ha sacado recientemente 400 moldes de yeso de otras tantas vulvas, pertenecientes a mujeres de entre 18 a 76 años, y las ha expuesto en diez enormes paneles que forman un muro de nueve metros de largo, bautizado con cierta rechifla como Great Wall of Vagina (en realidad son vulvas y no vaginas, pero la precisión le fastidiaba el chiste). Esta exposición itinerante se presenta como un muestrario de vulvas, una celebración de su enorme variedad y de su belleza intrínseca. Un proyecto a priori cautivador pero no carente de críticas: la frialdad blanca del yeso no parece combinar con la carnosa suavidad rosada de las vulvas originales.


Entre los grabados paleolíticos y las esculturas de McCartney tenemos unos cuantos siglos de expresiones artísticas de los genitales femeninos que me gustaría al menos mencionar. Rastrear falos resulta sencillo en el arte occidental, pero no ocurre lo mismo con las representaciones explícitas de vulvas más allá de algún fresco pompeyano o algún estudio anatómico-forense de Leonardo Da Vinci. Un motivo recurrente a partir de la época clásica es la venere pudica (de pudere, “avergonzarse”): la diosa tapándose pechos y vulva con las manos, avergonzada de su desnudez, como en la Afrodita de Praxíteles o El nacimiento de Venus de Botticelli.

Dado que el genital femenino se oculta y escamotea, se redescubren constantemente otros símbolos: copas, triángulos, rosas u otras plantas como las flores genitales de Araki o Georgia O’Keefe, espirales, entradas de cuevas, laberintos (imagino a Borges sobresaltándose), valles… y corazones. Dice Gloria Steinem: “La forma que llamamos ‘corazón’ —que en su simetría se parece mucho más a la vulva que al órgano asimétrico cuyo nombre lleva— es probablemente un símbolo remanente del genital femenino. Siglos de dominación masculina lo han despojado de su poder y reducido al romanticismo”. La Goulue, bailarina de cancan que aparece en varios cuadros de Toulouse-Lautrec, llevaba un corazón rojo bordado en su ropa interior, y lo descubría obscena y juguetonamente al levantar las piernas durante el baile. Esta identificación entre corazón y vulva está presente en todo tipo de iconografía moderna.

Para pasar de los símbolos a la representación explícita del coño en la pintura occidental tenemos que desplazarnos a 1866, año en que Gustave Courbet pintó por encargo El Origen del Mundo. Esta vulva en primer plano y encuadre forzado a la que no se puede asociar un rostro (lo que crea a la vez intriga y sensación de universalidad) lleva más de un siglo dejando un rastro de censuras, escándalos y polémicas, la última tan reciente como octubre de 2011, en Facebook.

Tanto pudor europeo contrasta con el despreocupado arte tradicional japonés, en particular con los shunga o “dibujos de primavera”, grabados abiertamente pornográficos producidos en su mayoría entre los siglos XVII y XIX. Muchos artistas dibujaron shunga sin que fuera visto como una deshonra o una vergüenza, entre ellos el mismísimo Hokusai con imágenes tan potentes como esta. Tanto el pene como la vulva eran representados de forma explícita, exagerada y anatómicamente clara.


En occidente hubo que esperar a los siglos XIX y XX y a KlimtPicasso o Schiele (o a fotógrafos como Helmut Newton o Robert Mapplethorpe) para encontrar representaciones más o menos explícitas de genitales femeninos. Por supuesto, podemos encontrar ejemplos de representaciones vulvares en el arte moderno: del amor lésbico de Suzanne Bellivet a la claridad de Álvaro Pemper o el hiperrealismo de John Currin. Taschen editó el libro de fotografía definitivo para fanáticos del coño como yo: The big book of pussy, con más de 400 imágenes de vulvas de todas las formas, colores y tamaños. Una de las fotógrafas incluidas en el recopilatorio, Frannie Adams, es autora de obras tan vulvófilas como Pussy Portraits, una serie de fotos de coños retratados junto a las caras de sus dueñas.

En el terreno de la performance y las artes plásticas alternativas una generación de artistas rompió el tabú de la vulva sobre el escenario. Una de estas pioneras fue Shigeo Kubota, que pintó cuadros en 1965 usando sangre menstrual y su vagina como soporte para el pincel. Diez años más tarde, Carolee Schneemann en Interior Scroll se desnudó sobre el escenario y extrajo de su vagina un larguísimo rollo de papel del que leería uno de sus incendiarios poemas… Una estrategia de poesía genital que seguirían años más tarde, fisting mediante, artistas como Diana Torres, pornoterrorista. Por su parte, Judy Chicago revolucionaría en los setenta el arte abstracto con sus formas vulvares y su instalación The Dinner Party, homenaje a 39 mujeres importantes de la historia.

Llega un punto en que arte plástico, feminismo, performance y divulgación vulvar se unen de la mano: Annie Sprinkle y su ginecología casera de espéculo y autodescubrimiento, Marina Abramovic y su descacharrante repaso a la sexualidad balcánica, el documental Viva la vulva en que Betty Dodson discute con un grupo de mujeres la apariencia de sus vulvas y cómo estimularlas… Y estaría tentado de añadir a Maude Lebowski y su pintura vaginal aérea si no fuera un personaje de ficción.

Termino el recorrido con un par de recomendaciones para quien quiera leer más: el imprescindible ensayo Vulva, la revelación del sexo invisible de Mithu. M. Sanyal, y el libro Vulva Empowerment: vulvas in History, Art, Mithology and Society, de Kirsten AnderbergTambién es interesante y poético este artículo de Rodrigo Martínez Andrade La vulva como metáfora, afortunado título que me sugiere la palabra vulváfora. Y, en otro estilo, tengo que recomendar Coños, de Juan Manuel de Prada, como mirada masculina y coñona (nunca mejor dicho) al mundo de la vulva. Un libro salvaje y divertidísimo que nunca entenderé cómo ha podido surgir de la misma persona que ahora sostiene que la pornografía va matando el alma.

Y ya que sale el tema de la mirada masculina: soy un hombre que acaba de escribir sobre coños, pero no pretendo ser uno de esos irritantes perdonavidas que, en palabras de Gloria Steinem, «pretenden saber más del cuerpo de las mujeres que las mujeres mismas». Lanzo pues al aire dos peticiones a las mujeres lectoras de este artículo: complementad la información parcial que aquí aparece y, sobre todo, animaos a escribir, en justa reciprocidad, un artículo sobre penes, varitas mágicas, bastos, pollas, obeliscos, herramientas, falos…


https://www.jotdown.es/2012/12/la-vulva-es-bella-de-la-vagina-dentata-a-la-adoracion-del-yoni/


















  Historia. INTRODUCCIÓN. La Historia es una ciencia (disciplina prefieren decir otros) que exige una reflexión sobre su carácter como cie...