sábado, 26 de noviembre de 2022

 

LOS MAGONISTAS EN LA PROTESTA

 

anarquismo en México, 1906-1929

 

Primeras noticias

Desde 1910, en el extremo austral del continente americano, los acontecimientos de México fueron objeto de aguda observación por parte de segmentos diferenciados de la dirigencia política argentina. De ello da cuenta el sostenido interés con que la prensa periódica siguió las noticias de México y el espacio dedicado en editoriales y primeras planas. Esta situación no fue ajena a la tangencial participación de los gobiernos de Argentina, Brasil y Chile en el conflicto mexicano-estadounidense a través de la conocida mediación del abc en 1914, pero tampoco al hecho de que el desembarco norteamericano en el puerto de Veracruz permitió que sentimientos de pertenencia a un ámbito continental se expresaran mediante una amplia movilización en apoyo a México, donde sectores medios, sobre todo estudiantes universitarios, desplegaron una solidaridad teñida de fuertes tonos arielistas.

Sobre el conjunto de la dirigencia política argentina, sólo la jefatura del anarquismo no mostró sorpresa por la explosión revolucionaria de 1910, lo cual se debió a la existencia de una difundida red de contactos entre la militancia libertaria. En este intercambio de informaciones, los anarquistas de Buenos Aires y Montevideo, por lo menos desde 1906, establecieron comunicación con los líderes del Partido Liberal Mexicano (PLM).

Entre el movimiento obrero argentino, los anarquistas jugaron un papel destacado en el que llegaron a alcanzar una posición hegemónica,[ 1 ] acción acompañada de una significativa obra de difusión del pensamiento libertario, que se manifestó en la extensa literatura que publicó y exportó a otros países. Max Nettlau llegó a expresar que Buenos Aires era un punto editorial tan importante que, en 1910 se publicaron tantos folletos y libros de propaganda anarquista como en Barcelona, máximo centro mundial en publicaciones.[ 2 ] Exponente de ello fue La Protesta, fundado en 1897, y desde 1904, uno de los pocos diarios con que contó el movimiento anarquista global.

El alto grado de difusión de las ideas anarquistas en Argentina no tuvo como correlato un nivel teórico y político de la misma envergadura. El crisol de nacionalidades sobre el que se constituyó la clase obrera argentina, y su exclusión del sistema institucional de poder, posibilitaron que el anarquismo echara raíces; sin embargo, fue incapaz de pensar teórica y prácticamente en los caminos que condujeran a una transformación revolucionaria de la sociedad argentina. En otras palabras, una doctrina como la anarquista, que fundamentó su análisis de la explotación y la lucha de clases a partir de los principios abstractos de justicia y libertad, no pudo reflexionar sobre los instrumentos necesarios para superar la limitación constitutiva de la clase obrera, y en consecuencia, elaborar una teoría de la revolución basada en el análisis concreto de la naturaleza del Estado argentino. Nadie mejor que Diego Abad de Santillán ha expresado esta situación al indicar que: "se han divulgado ideas, pero no se ha pensado; el movimiento anarquista argentino fue un vehículo excelente, pero no ha ofrecido al mundo mucho de original".[ 3 ]

Ahora bien, estas circunstancias no fueron obstáculo para que la Revolución mexicana se instalara en la prensa libertaria con singular presencia. En efecto, desde 1906 La Protesta insertó en sus páginas artículos extraídos de Regeneración. Los hermanos Flores Magón, Praxedes Guerrero y Juan Sarabia aparecían como los referentes de una organización de corte revolucionario, por lo que sus proclamas fueron reproducidas como el mismo Programa del PLM. Así, para la militancia anarquista, los puntos de coincidencia con el magonismo cimentaron lazos de solidaridad e identificación.

La irregularidad con que apareció La Protesta, debida a la represión gubernamental y a las dificultades propias de la distancia, obstruyó un intercambio directo de información con los magonistas. A pesar de ello, los libertarios argentinos no ahorraron líneas en su publicación. Cualquier reproducción de noticias referidas a México en la prensa seria de Buenos Aires, dio pie para aventurar opiniones. Fue el caso, por ejemplo, del levantamiento magonista en Coahuila y Chihuahua en 1908. Sin más información que las transmitidas por los cables, La Protesta se apresuró a celebrar "el estallido de una Revolución capaz de trastornar el orden en aquella república".[ 4 ]

Los comunicados del PLM fueron recibidos con marcada intermitencia. En junio de 1909 se publicó un detallado llamado a la solidaridad con el pueblo mexicano "cansado de tanta miseria y de tantas humillaciones". Tanto el conflicto de campesinos levantados en armas en San Andrés, Chihuahua, como el accionar coordinado de trabajadores norteamericanos y mexicanos en apoyo a la Revolución, fueron objeto de una minuciosa descripción. El comunicado concluía con la solicitud de desarrollar una amplia propaganda en favor de la Revolución, en el entendido de que "la libertad política de México, no será posible sin antes expropiar a la burguesía, y tomar posesión de los medios de producción y cambio".[ 5 ]

La visión del orden porfiriano no fue más que una reproducción de los informes que se leían en Regeneración. Fue así que, cuando en 1910 analistas de la prensa oficial y oficiosa buscaron explicaciones al sorpresivo derrumbe del gobierno de Díaz, los anarquistas echaron mano a sus viejas lecturas de Regeneración y rápidamente comenzaron a destacar "las profundas raíces sociales" del movimiento revolucionario en México.

Los acontecimientos mexicanos de 1910, encontraron al anarquismo argentino bajo los efectos de una crisis de la que ya nunca se recuperó.[ 6 La represión gubernamental empeñada en desterrar todo indicio de actividad libertaria, destruyó imprentas y confinó en prisiones a sus principales dirigentes. A pesar de ello, la dirigencia encarcelada celebró con optimismo la caída de Díaz a través de una prensa clandestina.

Esta corriente de simpatía fue especialmente estimulada cuando, en septiembre de 1911, el doctor Juan Creaghe,[ 7 atraído por las noticias que llegaban desde México, abandonó su consultorio y se embarcó hacia Los Ángeles para reunirse con el grupo editor de Regeneración. Desde este periódico dirigió un manifiesto a sus compañeros rioplatenses cuyo objetivo fue dar a conocer su opinión "sobre el movimiento actual en México, como la de uno que ha tenido oportunidad de formarla con cierto conocimiento de causa". Luego de indicar la importancia del levantamiento zapatista, Creaghe expresó:

Todo lo que veis en Regeneración, es solamente el pálido reflejo de la realidad [...]. En mi concepto, Regeneración debe la suerte de estar a la cabeza de esta hermosa revolución económica y agraria. Hasta los más intelectuales de los burgueses declaran en revistas y diarios que he tenido a la vista, que no podrá haber paz en México hasta que el pueblo esté en posesión de lo que considera suyo [...]. Regeneración está llevando a cabo una propaganda verdaderamente necesaria para sostener la causa de la revolución, pero lucha con grandes dificultades, tiene muy nobles compañeros que la dirigen y son dignos de apoyo. Vosotros los ayudaréis haciendo honor a la palabra de vuestro viejo compañero.[ 8 ]

Por su parte, en 1912, la revista semanal de crítica y arte Ideas y Figuras, editada por el agitador libertario Alberto Ghiraldo, dedicó un número a la "Revolución Social en México".[ 9 ] En un extenso artículo titulado "El comunismo en América en la Revolución de México", escrito probablemente por Ghiraldo, se hizo una amplia propaganda de la Revolución Mexicana, no sólo a propósito del PLM, sino además, y muy especialmente, de la causa zapatista. La publicación transcribió el "manifiesto" redactado por Creaghe, junto a textos de Kropotkin y Grave referidos al movimiento mexicano.

El anarquismo argentino no dejó de tener una visión fragmentada de lo que acontecía en México. Entre las esporádicas publicaciones de artículos magonistas, la reflexión no encontró un medio para manifestarse, en un ambiente cercado por una implacable persecución. A esta situación se agregó el desconcierto ante la disidencia en el campo del magonismo. La fractura del PLM a principios de 1911 y la polémica en torno a cuestiones fundamentales de la estrategia revolucionaria,[ 10 ] condujeron a los anarquistas argentinos a mantener una cautelosa reserva en sus opiniones sobre México.

Mientras la prensa argentina dedicó a México un espacio considerable, La Protesta se mantuvo en silencio. En agosto de 1913, un editorial daba cuenta de ello:

Algunos camaradas se quejan de que en las columnas de La Protesta no abundan noticias acerca de la Revolución Mexicana, y tienen razón, puesto que la prensa burguesa trae diariamente informaciones que establecen irrefutablemente la persistencia de la Revolución agraria en algunos estados de México. Pero a pesar de eso, nosotros tenemos razones en no publicar, pues nada sabemos de fuentes revolucionarias [...], además el fuego de la disidencia parece encenderse cada vez más entre los camaradas de Los Ángeles, de tal manera se han complicado las cosas que resulta difícil saber la verdad.[ 11 ]

Los redactores del periódico anarquista requerían noticias confiables y la oportunidad de conseguirlas se presentó con motivo del viaje a México de Rodolfo González Pacheco, miembro de la dirigencia anarquista y asiduo colaborador de La Protesta.[ 12 ]

González Pacheco, en diversas notas enviadas a Buenos Aires, analizó la situación mexicana intentando clarificar un panorama del que, hasta el momento, sólo se tuvieron noticias indirectas por la vía de Creaghe y de Regeneración desde Los Ángeles. Producto de aquellas informaciones fue que los anarquistas argentinos tomaron de modo acrítico la idea de una revolución de base agraria, suponiendo -y en esto las comunicaciones de Creaghe influyeron sustancialmente- que el zapatismo era la representación del PLM en el campo mexicano.

Con estas creencias, González Pacheco llegó a México; buena parte de su estancia la dedicó a escudriñar en la Biblioteca Nacional, de donde extrajo "la fibra histórica", pero también declaró haber estado "en la calle hablando con los hombres", de donde, con seguridad, recogió las impresiones que habría de transmitir a sus camaradas de Buenos Aires.

El viajero argentino destacó la magnitud del problema agrario: "El mal viene desde muy atrás, desde los días de la Conquista, la Colonia y desde la proclamación de la Independencia". Hidalgo y Morelos se perfilan en su relato como los precursores del "plan de Reforma Agraria que en México es hoy causa de la Revolución". Indicó que en las comunidades campesinas, desde épocas inmemoriales "radica el principio comunista que hoy se derrama empapando de luz los campos de México", y que en ese principio "fundan su lógica los libertarios mexicanos". Para González Pacheco, "Zapata por el sur y Carranza por el norte", eran las cabezas visibles del proceso revolucionario hacia 1913. La cuestión agraria se hallaba en la base del conflicto, y "triunfe quien quiera en México, el reparto de la tierra será el primero a solucionarse".[ 13 ]

En este diagnóstico, ¿qué papel asignó a los magonistas? En primer lugar, indicó que los líderes de la Revolución no eran libertarios, "Zapata no es precisamente un anarquista", y Carranza y sus partidarios "que son los que lo eran de Madero", propugnan por el establecimiento de "un Estado como tantos, republicano burgués". Cada uno encabezaba su propia Revolución, una agraria, la otra política. Los dos cabecillas fueron caracterizados como "instrumentos ejecutores" de una política diseñada y dirigida por los Flores Magón. "Ellos le dieron cauce social a los instintos del pueblo. Gracias a ellos, aquel batallar de fieras es ahora lucha de ideas".

Para el anarquista argentino, las ideas libertarias del PLM estaban presentes en uno y otro bando, aunque aclaró: "La Revolución está más que en los que la practican en la frontera norte, en el centro, con las armas en la mano y en la conciencia del pueblo que la hace". Sin embargo, fue contundente al afirmar, "una es la Revolución política de Carranza, otra la Revolución agraria a la que aspira Zapata, y muy diferente de ambas, la Revolución social que pueden realizar los anarquistas, y que en parte realizan dentro de una y de otra".

La tarea asignada a los libertarios mexicanos se revelaba titánica. Sus ideas "ejecutadas" por otros, no dejaban de entrañar serios peligros, "pues llegado el momento de la debacle total puede que nuestras tendencias no alcancen a pesar en la conciencia del pueblo, y pierdan beligerancia".[ 14 Más aún si ese pueblo aparecía, bajo la mirada del visitante, embrutecido por obra del alcoholismo, problema al que dedicó un largo artículo, a manera de ejemplo, de la política de degradación social llevada a cabo por Porfirio Díaz.[ 15 Estas comunicaciones fueron reveladoras para los anarquistas argentinos, quienes finalmente tuvieron "una opinión confiable" de la dimensión de los sucesos y del accionar del PLM. "La Revolución en México, será realmente anarquista cuando la hagamos",[ 16 escribió González Pacheco en septiembre de 1913.

La polémica

La publicación de estas comunicaciones fracturó el silencio de La Protesta. La importancia del hecho radica en el aporte de argumentos a una polémica significativa que meses más tarde habría de desatarse en el seno del movimiento libertario argentino. Se trata de una coyuntura, de claro retroceso; de las filas del anarquismo rioplatense sus cabezas visibles se enfrascaron en un debate centrado en la caracterización del fenómeno revolucionario y en la viabilidad de materializar en éste los ideales del comunismo anárquico.

Hacia 1914 la geografía política de la Revolución Mexicana adquirió tal complejidad, que ciertos líderes anarquistas comenzaron a dudar de la capacidad del PLM para encauzarla. No se discutió el origen social del conflicto; sin embargo, se cuestionó la reorganización de la sociedad mexicana, a la que se creía mayoritariamente compuesta por comunidades indígenas. A esta situación se agregó la invasión norteamericana. El peligro de una guerra de conquista, obligó a los anarquistas a fijar una posición; y mucho más aún por el incuestionable sentimiento de solidaridad hacia México, exteriorizado por un segmento significativo de la sociedad argentina.

En los primeros meses de 1914 La Protesta publicó una serie de artículos dedicados a México. En uno de ellos, Luis Bonafoux apuntó la necesidad de trascender las interpretaciones esbozadas en la mayoría de los periódicos argentinos: "La Revolución no es cambio de presidentes ni de nombres [...] es otra cosa, es el grito del paria contra el señor, del paria que carece de nombre, de dignidad, de terruño, de todo".[ 17 ]

La violencia de la lucha quedó explicada por "el odio y el sentimiento de venganza del indio" que, a manera de cadena generacional, se trasmitió desde el momento mismo de la conquista española. Las razones de la lucha escondían un agudo "problema social" vinculado a la tenencia de la tierra; para Bonafoux, "Tierra y Libertad" sintetizaba el programa de acción revolucionario. Por ello, se volvía indispensable aprovechar el hondo resentimiento indígena por adueñarse de las tierras, y sólo así devolver al indio su "condición humana".[ 18 ]

La prensa diaria de Buenos Aires publicó continuamente los detalles de encuentros sangrientos entre huertistas y carrancistas, así como noticias de las disidencias entre Carranza y Villa. La redacción de La Protesta prefirió editar artículos tomados de Regeneración que reproducir estos cables. Mediante la pluma de Ricardo Flores Magón, aquella intrincada madeja de intereses, caudillos y batallas, parecía tornarse legible. Los artículos tenían la ventaja de deslindar las fuerzas enfrentadas:

El carrancismo -explicaba Flores Magón- es la peor amenaza contra el movimiento libertario por ser un celoso defensor del orden burgués y la propiedad privada, [...] hay que tomar las armas que ofrece el carrancismo, pero no para encumbrar a los jefes de ese movimiento, sino para apoderarse de toda la riqueza y hacerla propiedad de todos.[ 19 ]

Los llamados permanentes a los trabajadores mexicanos para abandonar las filas del carrancismo proyectaron conos de sombra en algunos anarquistas argentinos. La insistencia con que Regeneración alertó de los peligros representados por el constitucionalismo, comenzó a merecer otra interpretación: el magonismo hizo manifiesta su impotencia por detener el avance de Carranza, a mostrar incapacidad para disputar la amplia base popular que combatía en dirección contraria al proyecto libertario.

No fue casualidad que los redactores de La Protesta reprodujeran, en abril de 1914, un artículo de Flores Magón, titulado "La Revolución para los que dudan", en el que se exhortaba a abandonar las impugnaciones al PLM, fundadas en el hecho de que la orientación comunista anárquica no se presentara en los levantamientos que conducían a expropiaciones masivas. Por el contrario, "los libertarios deben aprovechar estas acciones para encauzar el movimiento [...] propagando nuestro ideal entre los soldados inconscientes [...]". Flores Magón hacía un desesperado llamado a la solidaridad:

Reflexionad, anarquistas que dudan [...]. La duda es hacer labor obstruccionista. Que todos los periódicos libertarios de todos los idiomas y todos los países propaguen el movimiento mexicano [...]. Que todos los anarquistas sin excepción, ayuden con dinero y moralmente al Partido Liberal Mexicano.[ 20 ]

De regreso en Argentina, el doctor Creaghe asumió la defensa del magonismo; su argumentación apuntó a señalar la ventaja que significaba para el PLM operar en un país donde "la población indígena tiene un instinto natural en favor del comunismo". En la organización comunal aborigen, Creaghe creyó descubrir la célula de la futura sociedad anarquista, y en la resistencia indígena a toda forma de despojo encontró la fuerza para una lucha contra toda forma de gobierno. Zapata en Morelos representaba la materialización más evidente de ese "instinto comunista"; pero además, "en todo México hay un sinnúmero de esas comunidades, que pasan una vida primitiva sencilla [...], en completa armonía, sin ninguna de las privaciones de la civilización". Por ello, México, aparecía "como un país muy preparado para implantar un sistema comunista", tornándose imprescindible desplegar una campaña contra "los falsos lemas de repartición de tierra, que es hasta donde se atreven los políticos en México". Por el contrario, apuntaba:

Debemos hacer el sacrificio para propagar en México la verdad, la idea, el principio de que el pueblo de ninguna manera y en ninguna parte puede aceptar menos que el comunismo, debemos ayudar [...], empezando por el diario Regeneración, que ha hecho tanto por propagar las ideas libertarias entre todos los mexicanos.[ 21 ]

La invasión norteamericana a México orilló al anarquismo a definir algunas posiciones; a mediados de abril de 1914, Pedro Giribaldi exhortó a manifestarse solidariamente con el pueblo mexicano, en tanto "la intervención no es en perjuicio de Carranza o de Villa, la intervención va contra nuestros compañeros, nuestros hermanos, los indios que luchan denodadamente por la reconquista del suelo, que por la ley y las bayonetas les fuera arrebatado".[ 22 ]

La más firme defensa del magonismo fue asumida por Pierre Quirole, anarquista de origen francés, veterano militante cuya trayectoria se remonta a su participación en la Comuna parisina. Quirole retomó la caracterización que Regeneración hizo de Villa y Carranza, para desde ahí, abordar el problema de la intervención norteamericana. El desembarco de los marines en Veracruz "demuestra cuál será la actitud de las potencias extranjeras en los grandes conflictos que han de originarse en el futuro, cuando los pueblos intenten expropiar a la clase dominante para socializar el suelo y la hacienda".[ 23 ]

La intervención complicó el panorama de los libertarios mexicanos. Éstos no debían sumar sus esfuerzos al gobierno huertista, de esa decisión dependía la suerte del movimiento emancipador: "Los rebeldes no deben intervenir en la contienda [...]. Ellos deben seguir con más entusiasmo que nunca expropiando a los amos, ahora que el gobierno, teniendo que hacer frente al enemigo, no puede oponerse al avance de la justicia popular".[ 24 ]

Quirole daba por descontado el triunfo de Carranza, al que suponía apoyado por Estados Unidos; así pronosticaba que, una vez en el poder, el constitucionalismo "empezará una represión metódica de la Revolución", por ello, recomendaba a sus camaradas mexicanos prepararse para una guerra de guerrillas "frente a un enemigo superior en número y en elementos de guerra". Era necesario "eternizar la lucha" para fortalecer la Revolución.[ 25 ]

Hacia finales de abril de 1914, cuando el puerto de Veracruz fue invadido por marines norteamericanos, en Argentina Manuel Ugarte alzó las banderas de solidaridad latina y unidad continental y capitaneó una importante movilización social en apoyo a México.[ 26 Contra las propuestas ugartistas elevó su voz Eduardo Gilimón, pero además, atacó a sus propios compañeros por hacer propia la causa del magonismo.

Si desde el igualitarismo anarquista, conceptos como nación, frontera y raza, fueron simples artificios que escondían el verdadero carácter de la "dominación burguesa", en Argentina, por las características de su conformación social, se desplegaron con ancha comodidad. La idea de extranjería fue duramente combatida por el anarquismo.[ 27 La penetración de las ideas anarquistas en una clase obrera constituida a partir de una ininterrumpida sucesión de flujos migratorios, que además reconocía variadas nacionalidades, resultaba para Gilimón una muestra contundente de la inoperancia de las apelaciones a un espíritu de una supuesta raza latina, como el esgrimido por Ugarte:

No hay que confundir el espíritu de justicia, con el extraño sentimiento de raza que se agita en Argentina [...]. No es la simpatía hacia el débil cuando es atropellado por el fuerte, lo que conmueve. Si en vez de México se tratara de Trípoli, la China o Marruecos, las multitudes que hoy realizan manifestaciones antiyanquis se conformarían con leer en la prensa los detalles de la invasión. Lo que les mueve es en realidad, la influencia libresca, la influencia del papel impreso que ha hecho nacer una idea de raza, en este conglomerado de toda las razas que es Argentina. Si una idea de justicia hacia el débil fuera el motor de la agitación, habríase producido ante cualquier invasión [...]. Esa justísima revolución económica mexicana, vendida por Madero, perseguida por Huerta, y aniquilada por Pancho Villa, no ha motivado ni un solo grito de aliento entre los justicieros de hoy. Nada de eso importa a los patriotas racistas [...]. Que se niegue el derecho a intervenir, simplemente porque lo realizan extranjeros, hombres de otra raza, otra lengua, es un absurdo; que se niegue porque entraña un abuso, una injusticia, es lógico.[ 28 ]

Gilimón no sólo intentó desmitificar la propuesta latinoamericana de Ugarte, sino también aquellas visiones que, desde las propias filas del anarquismo argentino, continuaron confiando en las posibilidades de un triunfo magonista: si en México hubo partidas revolucionarias con fines de transformación social y económica, desaparecieron, absorbidas por los revolucionarios políticos.[ 29 ]

Las críticas de Gilimón apuntaron hacia aquellos que sostenían que el magonismo tenía la ventaja de desenvolverse en un medio donde las prácticas "comunistas indígenas" estaban fuertemente arraigadas.

¿Hasta qué punto el comunismo de los indios puede equiparase al nuestro? -interrogaba Gilimón-, del comunismo libertario al autoritario va una gran diferencia. Los anarquistas no podríamos vivir en esas comunidades indígenas [...], en las que el principio de autoridad es de una brutalidad sin límites [...]. No es posible suponer, que ni aún habiendo adquirido vigor la Revolución propiciada por los Magón, hubiera logrado otra cosa que la vuelta al régimen económico que encontraron los españoles. La tradición, el comunismo tradicional se hubiera impuesto al comunismo de los pensadores anarquistas.

Gilimón pasó a desacreditar todo el movimiento revolucionario. Sus conclusiones resultaron lapidarias:

México analfabeta, México corroído por el alcohol, México tiranizado por el cacique, el virrey o el dictador, México supersticioso, no es sin duda un país apropiado para ensayos sociales de trascendencia [...]. Los camaradas mexicanos nos han engañado, México no es tierra apta para grandes ideales. Son los caudillos únicamente los que triunfan.[ 30 ]

Las opiniones de Gilimón abrieron paso a una polémica reflejada a lo largo de dos meses en las páginas de La Protesta. Quirole discutió con Gilimón, y estas posiciones fueron matizadas por las ideas de otros anarquistas.

Quirole contestó de inmediato. El estado de miseria y postración del pueblo mexicano no constituía el punto de partida para determinar la capacidad de una sociedad para adherir al ideal anarquista. En todo caso, "no se debe olvidar que el México alcoholizado, tiranizado, analfabeta y fanático, es producto de políticas gubernamentales a las que debemos enfrentarnos los anarquistas". La coyuntura de una guerra civil debía ser aprovechada como una oportunidad para convertir la prédica en práctica libertaria:

Aun suponiendo la extrema decadencia del pueblo mexicano -de que nos habla Gilimón-, aun cuando los indígenas sean fáciles de acaudillar, ¿no puede ser esto favorable a la intromisión en sus filas de "caudillos" anarquistas, antes que contemplar impasibles el movimiento armado? Por otra parte, ¿no podríase implantar el comunismo anárquico manu militari [...] aun sin estar el pueblo preparado para vivir de acuerdo a nuestras ideas?, ¿hasta cuándo se debe esperar para estar preparado?

Sólo la toma del poder por los anarquistas podía poner fin a todas las causas que originaban "la decadencia del pueblo mexicano". Para conseguir este objetivo, era necesario "aun después del triunfo, conservar las armas, hasta que nuestro ideal, convertido en práctica, sea definitivamente comprendido y aceptado por la mayoría".[ 31 ]

El magonismo "no nos ha engañado", escribía Quirole, al tiempo que exhortaba a todos los militantes a "apoyar a los camaradas de Los Ángeles y a estorbar en todo lo posible la intervención norteamericana"; para ello, entre otras medidas, propuso que la Federación Obrera Regional Argentina iniciara un boicot a los productos estadounidenses.[ 32 ]

Gilimón respondió en la siguiente edición de La Protesta y citando a González Pacheco, indicó: "la revolución en México será anarquista cuando la hagamos los anarquistas" -pero agregó que-, "no habiendo en México anarquistas, salvo algunos compañeros, la Revolución social es un absurdo". Insistió en la incapacidad del pueblo mexicano para comprender el ideal libertario. El hecho de que partidas de alzados expropiasen tierras era resultado de un reclamo que se remontaba a épocas coloniales y que se materializaba por la vía del saqueo. Estas acciones no eran producto de una prédica anarquista.

Pero en esta oportunidad, el detractor del magonismo avanzó mucho más, hasta inclinarse en favor de una anexión de México a los Estados Unidos. El país requería de un clima de "mayor libertad, de mayor cultura", que "ni Carranza, ni Villa, ni Huerta, ni Zapata, pueden garantizar", por ello no vaciló en afirmar que México, "bajo el gobierno norteamericano, gozaría de más libertades que bajo el mando de los Porfirios". Gilimón no sólo desacreditaba al magonismo, sino que negaba también toda posibilidad de regeneración en la vida social mexicana, apostando a supuestas ventajas de un anexionismo salvador. Desde esta actitud desafió a sus compañeros: "los anarquistas que crean que la intervención yanqui será destruida por el supuesto levantamiento social mexicano, que obren por separado".[ 33 ]

Las respuestas no tardaron en llegar. En la polémica terció otro cabecilla del anarquismo argentino: T. Antilli, encarcelado desde 1910, lo cual no le impidió seguir y participar en el debate. Las dudas sobre el magonismo giraban alrededor de su capacidad para incidir en un proceso que "a juzgar por los resultados que se van conociendo, de los dos o tres movimientos revolucionarios que ocupan la atención de la prensa -todos encaminados al poder y a la política-, apenas queda espacio para que los compañeros de Tierra y Libertad lancen su grito".[ 34 ]

Antilli consideraba incorrecto apelar a los sentimientos de libertad de un pueblo oprimido convirtiéndolos en garantes de un potencial triunfo revolucionario. Recordaba pasajes de la historia argentina donde, el "gaucho rebelde e ingobernable, hermoso ejemplo de libertad, en muchas ocasiones se trasmutó en sicario de un tirano de turno". También discutió la cuestión de la lucha armada: "el anarquismo puede usar las armas para tener a raya a la fuerza armada, pero no para fundar sobre ellas un Estado anarquista". Estar en posesión de las armas, no era garantía de que el pueblo mexicano estuviera maduro para una organización comunitaria, y aun reconociendo esta situación, la implantación de la anarquía manu militari no haría más que profundizar la violencia, verdadero contrasentido en su perspectiva.

En relación con la intervención norteamericana, trató de colocar la cuestión en "sus verdaderos términos": "intervención del capital y el Estado implica una verdadera enseñanza para nosotros [...]. El capital es mundial, no solamente argentino o mexicano o norteamericano, de la misma manera que el Estado es universal y omnipresente"; por eso sostuvo: "nuestra lucha es también mundial [...] no es posible circunscribir el combate a un sólo país porque de hacerlo la intervención es inevitable, y cuando ésta sucede, se restablece la lucha en sus verdaderos términos, que son la completa destrucción de todo Estado y de todo capital". El proyecto libertario sólo era viable al adquirir dimensión planetaria, "pues aunque quede un solo Estado en pie, aunque no sea mexicano, sino norteamericano, intentará apropiarse de todo lo que no le conviene, tratará por su mismo desarrollo de tomar propiedad de toda la tierra".[ 35 ]

Antilli recordaba a Gilimón que la cuestión de fondo era la lucha entre la propuesta libertaria y los sistemas autoritarios. La situación en México se presentaba como "la disputa entre dos amos autoritarios", ¿por qué escoger a uno de ellos, como garante de mayor libertad para el pueblo mexicano? "¿Hemos de incurrir en la falta de consecuencia de atribuir toda elevación moral e intelectual de los pueblos, a los gobiernos o a los sistemas de autoridad de que disfrutan?"[ 36 ]

Junto a estos temas, insistió en una serie de cuestiones básicas de la agenda anarquista, tales como el ideario libertario, la dimensión mundial de la lucha, la impostura de declararse "neutrales" ante un enemigo que no reconocía fronteras y, finalmente frente al magonismo, reclamaba la necesidad de conocer en profundidad los hechos, "para no entrar en el terreno de las probabilidades, como quiere en último extremo, el compañero Quirole, por cariño a la Revolución mexicana".[ 37 ]

Retomando las posiciones de Antilli, otro articulista que firmó con el seudónimo de Libra Volutas publicó una nota en la que negó toda posibilidad de triunfo al magonismo. Circunscribir la lucha a un solo país significó marchar a la derrota: "aun en la hipótesis de que los comunistas se posesionaran de todo el pueblo mexicano, ¿creéis por un momento que todas las naciones del continente americano no aplaudirán la intromisión de Norteamérica para que restableciese el poder gubernamental, la propiedad, etcétera?" La revolución social debía ser universal y para alcanzarla resultaba imprescindible la creación de "una poderosa organización obrera internacional". Hasta que se materialice: "debemos mirar el anarquismo sólo como una teoría".[ 38 ]

Días después se sumó al debate otro intelectual anarquista, F. Richard, para poner en tela de juicio aquellos supuestos que consideraban a la intervención norteamericana portadora de un horizonte de paz y progreso para los mexicanos. El articulista asoció ese horizonte como una aceleración del desarrollo capitalista, lo cual constituía un grave error, pues "el régimen burgués se extenderá considerablemente, y el resultado de ese régimen no será mejor que el resultado que hoy dan las revoluciones en México". Apostar a la intervención colocaría a los trabajadores mexicanos ante una falsa alternativa: "morir en las filas acaudilladas por militares no es nada bueno, pero tampoco es bueno morir trabajando para los explotadores yanquis en las minas o en las fábricas".[ 39 ]

La imagen de una vida idílica comunitaria en los campos de México, introducida por Creaghe, sostenía la argumentación de Richard: una condena al "régimen burgués" hecha desde una perspectiva moralista, imitando el discurso de Richard. La anexión norteamericana entrañaba el serio peligro de hacer desaparecer aquellos sentimientos "comunitarios", base de la futura sociedad anarquista: "Los campesinos mexicanos perderán el hábito de vivir en el comunismo sano de la tierra, y se convertirán en aves de rapiña; el capitalismo y la burguesía influirán en ellos, les inculcarán el amor a la propiedad privada, serán torpes y ruines acaparadores, vivirán [...] con la obsesión maldita del centavo, del interés".[ 40 ]

La polémica continuó; el exagerado pesimismo de Antilli, Gilimón y Libra Volutas; dio pie a Quirole para convertir a la Revolución Mexicana en el centro de un artículo que apuntó más hacia el problema de la vinculación entre teoría y práctica anarquista, que hacia el mayor o menor "carácter anárquico" de la Revolución en México.

Quirole comenzó a expresar su molestia, ya que las opiniones críticas de sus compañeros causaban decisiones preocupantes: "Hemos visto que compañeros de buena voluntad que corrían listas en favor de los revolucionarios mexicanos, a la sola lectura de Gilimón, se apresuraron a devolver el dinero recolectado a sus donantes." El veterano militante francés hizo una distinción entre el carácter universal del régimen burgués y las condiciones concretas para combatirlo. Calificó de "utópica" la posibilidad de que la revolución social estallase en varias naciones al mismo tiempo:

Hay países que por sus condiciones político-sociales, por la variedad de formas impuestas por sucesivas revoluciones políticas, que conducen al desprestigio de sus instituciones, y por circunstancias favorables -como sucede en México- se pueden lanzar a la revolución social sin esperar la aquiescencia o preparación de otras, y triunfar con ayuda y solidaridad prestada por otros pueblos.[ 41 ]

Quirole defendió la legitimidad y viabilidad de una propuesta anarquista encarnada en una minoría esclarecida que, por la vía armada y en circunstancias favorables, fuera capaz de conducir el proceso revolucionario:

¿No le parece a Libra Volutas que eso de "mirar al comunismo como una teoría mientras no exista una poderosa organización obrera internacional", equivale a decir que tenemos que esperar a que la mayoría se haga anarquista para lanzarse a la lucha armada? Vale decir que tenemos que reírnos a mandíbula batiente de la minoría que en cualquier país intente cambiar el régimen a mano armada, sin esperar la mayoría, o sea para las calendas griegas [...]. No, compañero, la anarquía se abre paso, progresa, avanza, y se impondrá [...] por un gesto heroico de una minoría. Para este objetivo, la organización obrera es muy útil, pero no indispensable.[ 42 ]

La defensa estratégica de la vanguardia armada tuvo como interlocutor a Antilli. Quirole esgrimía que negar el potencial de dicha estrategia significaba "bien a las claras, la falta de orientación de nuestro ideal [...] debido a la carencia de un programa de principios comunista-anárquicos, cuya obra de construcción y acción revolucionaria se impone, a fin de uniformar nuestros distintos criterios". Descartó toda posibilidad de materializar el ideal anarquista a través de la sola extensión "de la enseñanza teórica". Por el contrario, pensaba en un plan revolucionario sostenido con la fuerza de las armas:

No creo, como Antilli, que nuestra tendencia se pueda manifestar con sólo una resistencia más o menos cristiana. Los compañeros mexicanos, por ejemplo, no pueden contestar con una resistencia platónica [...], ahí es lógico que esgriman las armas en defensa de nuestra tendencia.[ 43 ]

La posición del anarquismo frente a la invasión norteamericana mereció otro largo artículo. Las tesis de Antilli y Gilimón fueron rebatidas a partir del entendimiento de que "la agresión yanqui" tuvo sus orígenes en la profundidad de una guerra que supuestamente lideraba el magonismo:

Suponer que la Revolución concluirá dominada y vencida por los capitalistas yanquis [...] significa que ningún país podrá organizarse anárquicamente si antes no se destruye en todas partes la fuerza capitalista [...]. Creer que la revolución estallará en todas partes es divagar, y si para obrar, debemos esperar que esto suceda, tenemos para rato.[ 44 ]

Preocupado por las implicaciones "prácticas" de las tesis sostenidas por sus compañeros, creyó que no tomar partido en los sucesos mexicanos implicaba "dejar morir a México en manos de los Estados Unidos, permitir que nuestro ideal caiga hecho pedazos por la metralla enemiga, mientras tanto, nosotros discutimos cómo organizarnos [...]".[ 45 ]

Quirole calificó a México como "el punto más propicio, entre todas las naciones, para tentar la aventura anarquista".[ 46 Punto de confluencia de propuestas revolucionarias sostenidas por el núcleo magonista y dirigidas por la vía de las armas. A diferencia de sus oponentes en la polémica creyó firmemente que a la sombra de "una revolución política" se desarrollaba un vigoroso movimiento libertario.[ 47 No calificó a la Revolución en su conjunto como anarquista, entendía que ella estaba en germen y por ello llamaba a sus compañeros a practicar una verdadera solidaridad continental. A lo largo de sus artículos trató de demostrar que en México se condensaban "procesos y circunstancias" favorables para la implantación del ideal anarquista, sin vaticinar que el éxito coronaría los esfuerzos del PLM.[ 48 Por otra parte, resulta sorprendente que en ningún momento, Quirole haya reparado en el hecho de que la dirección magonista se encontrara fuera de México, alejada de los campos de batalla donde se libraba una guerra que supuestamente debía conducir.

A finales de mayo de 1914, la polémica comenzó a languidecer. Desde su celda, Antilli escribió una corta nota de respuesta a Quirole. La batería de ideas que lanzó el anarquista francés no tuvo respuesta. Antilli, sin retomarlas, se limitó a reiterar sus puntos de vista: "debemos tener cuidado, no tomemos el desquicio del gobierno en México, por preparación de un pueblo para el rechazo del gobierno. No corramos tras una ilusión".[ 49 Por su parte, Quirole, sin interlocutores, escribió un último artículo sobre el tema. Nada nuevo agregó, y a manera de síntesis de sus posiciones, dio por concluida su "participación en la polémica".[ 50 ]

La polémica se instaló en una coyuntura desfavorable para los anarquistas argentinos. Su organización e influencia agonizaba. La represión gubernamental contribuyó a ello, pero además, un proceso de diferenciación en el interior de la clase obrera signó la suerte del anarquismo argentino. No mucho mejor fue la suerte corrida por el magonismo, la presencia del PLM declinaba sin ninguna posibilidad de competir por un liderazgo que, en la coyuntura de 1914-1915, asumieron plenamente caudillos militares. "Los nuestros no son mayoría en México, que de serlo ya estaría implantado el comunismo en toda la región y no habría más necesidad de Revolución", escribía Enrique Flores Magón. En una dramática carta a sus camaradas rioplatenses, reclamaba un amplio apoyo que se había visto menguado al calor de las polémicas:

¡Como que no fuera suficiente con que haya un grupo -por pequeño que éste fuera- de compañeros que se esfuerzan por encauzar la Revolución Mexicana a un fin práctico y beneficioso para los proletarios, para que los camaradas de todo el mundo debieran volar en nuestra ayuda! Desgraciadamente no sucede así. No se nos ayuda, sino que, por el contrario, en su egoísmo hasta trabas se nos pone, y se nos obstaculiza en nuestra marcha hacia nuestra emancipación, ya sea haciendo silencio en la prensa libertaria hacia nuestros movimiento, o descaradamente insultándonos sin fundamento alguno.[ 51 ]

En Buenos Aires, la discusión que movilizó a sus más destacados representantes fue un intento, vano al fin, por inyectar fuerzas a un movimiento en decadencia. México fue un chispazo que despertó momentáneamente conciencias en letargo. El mismo Quirole lo confesaba: "hay que levantar los ánimos decaídos [...] es preciso accionar, propiciar, fomentar el espíritu de rebelión a partir de los movimientos rebeldes que se desarrollan en otras partes".[ 52 ]

Las ideas magonistas se divulgaron y por corto tiempo permitieron discutir el carácter de la Revolución Mexicana, pero también pensar imaginariamente en las posibilidades y los obstáculos de una revolución que se esperaba planetaria. En este sentido, la polémica se revela como un sorprendente esfuerzo por tratar de entender una realidad que, aunque más imaginada que conocida, se transformó por la vía revolucionaria.

El declive

 

En los años siguientes, ya sin escritos polémicos, las páginas de La Protesta desmintieron todas las "alentadoras" noticias sobre México: "Nadie crea lo que cuentan los diarios, en México no habrá paz en muchos años, hasta cuando no se repartan las tierras, hasta cuando triunfe el pueblo."[ 53 ]

En sus respectivas naciones, las influencias de los magonistas y los libertarios rioplatenses comenzaron a declinar. El ascenso del obrerismo cromista arrinconó el accionar anarcocomunista de la CGT mexicana; por su parte, el crecimiento de las tendencias sindicalistas y socialistas en el movimiento obrero argentino marcaron los límites de la FORA V Congreso en la organización de los trabajadores argentinos.[ 54 La militancia anarquista pasó a desenvolverse en un contexto internacional de agudos conflictos. Las banderas del asociacionismo libertario debieron defenderse de las tendencias que desde aquella trató de imponer Samuel Gompers de la American Federation of Labor; pero también de las propuestas de un bolchevismo triunfante con quien el anarquismo sostendría insalvables diferencias.

A pesar de ello, La Protesta se convirtió en escaparate de noticias de los libertarios mexicanos; en sus páginas, con sorprendente abundancia se dio seguimiento a las noticias que transmitían los cables internacionales respecto de la situación política en México; de igual modo, se ofreció amplio espacio a la reproducción de comunicados y documentos de la CGT. El flujo de información se completaba con artículos que, a manera de corresponsales, entre otros firmaban Librado Rivera, Enrique Flores Magón y José C. Valadés.

Los anarquistas no cejaron en sus reclamos exigiendo la liberación de Ricardo Flores Magón; a su muerte, en 1922, La Protesta se encargó de tributar el homenaje a quien "hizo temblar muchas veces a la burguesía extranjera dueña de México, y explotadora de los infelices indios". Los libertarios argentinos intentaron poner distancia frente a la recuperación que de la figura de Ricardo Flores Magón hicieron los hombres del obregonismo. Los actos que se tributaron al líder del PLM "eran expresiones de cinismo de una burguesía bellaca y rapaz".[ 55 Tiempo más tarde, en el seno del anarquismo rioplatense se realizó una valoración completa del magonismo, a través de Ricardo Flores Magón, Apóstol de la Revolución Mexicana, redactada por Diego Abad de Santillán. Se trata de la primera biografía del dirigente y, aunque apologético, del primer acercamiento a la historia de Regeneración.[ 56 ]

Desde entonces, el magonismo, sin la discusión de la pasada década, pasó a ser sinónimo de un movimiento revolucionario que echó por tierra la dictadura porfirista, pero que, a la postre, terminó capturado por una camarilla de políticos, "mandaderos de Wall Street", que de tanto en tanto se disputan las sobras de "un festín organizado por los petroleros del norte".[ 57 Los gobiernos de los sonorenses, con sus autoproclamadas aristas agrarias y aun socialistas, aparecen ante la mirada de los anarquistas argentinos como producto de maquinaciones social-reformistas, asentadas sobre conductas demagógicas. A esta caracterización, se suma la idea de que los gobernantes mexicanos se encontraban sujetos a los dictados del capital estadounidense. El fenómeno imperialista aparece como un registro nuevo en las aproximaciones que hacen los libertarios rioplatenses sobre la realidad mexicana; una década atrás, la situación fue distinta y, en todo caso, las dificultades inherentes a los poderosos intereses norteamericanos en México, sólo formaron parte de las dificultades planetarias a las que debía hacer frente la acción anarquista.

En los años veinte, el vuelco fue sustantivo; se reconoció que "el pueblo mexicano sufre en carne propia las dentelladas de los voraces chacales rubios", el nacionalismo del proletariado emerge como "un instinto de natural defensa, en un país como México dominado política y económicamente por un doloroso protectorado y sometido una brutal amenaza de intervención militar".[ 58 El uso demagógico de esos sentimientos vuelve inteligibles los enfrentamientos de Obregón y Calles con el gobierno norteamericano. Los anarquistas no pueden menos que acordar con una legislación agraria y petrolera en responder a un acto de "soberanía nacional"; sin embargo, denunciarán la segura traición de los mandatarios mexicanos, quienes para conservar el poder, no dudaron en transigir con el poderoso vecino.

Por momentos resulta complejo tomar distancia y condenar acciones gubernamentales cercanas a postulados anarquistas. La política anticlerical de Calles así como el apoyo a los revolucionarios nicaragüenses fueron sucesos que pusieron en aprietos a los analistas de La Protesta: "Estamos contra el Estado y contra la Iglesia, aspiramos a su desaparición completa de la vida social, pero no desconocemos que todo esfuerzo que tienda a restringir la acción y el poder de esas instituciones es digno de ser realizado".[ 59 ]

En los años veinte, se asiste en América Latina, a una expansión de posturas nacionalistas, expresadas en movimientos políticos que centraron su acción política en la lucha contra el imperialismo norteamericano.[ 60 Una serie de coyunturas resultaron movilizadoras e inclusive sirvieron de ejemplo de conductas nacionalistas, una de ellas fue la oposición entre los gobiernos de México y Estados Unidos, oposición que se agudizó con la gesta liderada por Sandino, hacia quien el gobierno mexicano no escondió sus simpatías. Un latinoamericanismo de fuerte tonalidad antinorteamericana se apoderó de buena parte de la intelectualidad y de distintas organizaciones sociales en Argentina; en este ambiente participa el anarquismo, pero con una ambigüedad en sus posiciones, la cual pone en evidencia la propia dificultad para aprehender y elaborar teóricamente los nuevos componentes políticos que se avizoran en el mapa latinoamericano. Por un lado, se comparte la condena al expansionismo estadounidense, señalando: "no está lejano el día en que el grito de protesta contra el imperialismo yanqui se haga sentir entre los países de América que sufren la dominación de los fenicios del norte";[ 61 pero al mismo tiempo se intenta una inútil maniobra de diferenciación:

Nosotros comprendemos muy bien el poder esclavizador formidable de la invasión financiera e industrial de los Estados Unidos en la América Latina, y en consecuencia comprendemos también que la reacción que se opera actualmente es muy lógica dentro del nacionalismo imperante; pero todo eso no nos impide reconocer igualmente que esos conflictos conducen a los pueblos por falsos derroteros y postergan la hora de la verdadera libertad.[ 62 ]

Finalmente se admite que, frente a las agresiones del imperialismo, "los pueblos de América se disponen para su defensa" y como parte de ella, se asiste a un acrecentamiento del nacionalismo alimentado sin cesar por la inminencia del peligro, "pero nosotros, los anarquistas, enemigos de todo Estado y adversarios de todo nacionalismo, no podemos condenar la reacción defensiva que se está operando para resistir a los usurpadores de Wall Street".[ 63 ]

Si el esfuerzo por discernir las conductas nacionalistas complicó el acercamiento del anarquismo a la realidad mexicana, no fue muy distinto lo sucedido frente a las propuestas de la III Internacional. La defensa de una instancia obrera claramente adscrita a los postulados del comunismo anárquico fue el tema que signó la ruptura con los comunistas mexicanos. La estrategia del "frente único" defendida por los últimos se combatió duramente. Entre otros, por Enrique Flores Magón y José C. Valadés, quienes, aunque polemizaron en torno a la propuesta bolchevique, coincidieron en condenarla.[ 64 La disputa que en el terreno soviético sostenían anarquistas y bolcheviques, encontró su claro correlato en la contienda que libertarios y comunistas mexicanos libraban en el seno de la CGT. Los antiguos magonistas afirmaban que "la pretendida unificación que nos traen los elementos asalariados del gobierno ruso, no es otra cosa que los tanteos que vienen haciendo para destruir las organizaciones de tendencia libertarias, a fin de anular toda influencia anárquica, sometiéndola a la obediencia del partido que rotulan comunista".[ 65 ]

Pero todavía más complicado resultó tomar distancia de la acusación de "bolcheviques" con que la CROM y el propio gobierno mexicano, combatió a los libertarios cegetistas, en momentos además en que los Estados Unidos acusaban al presidente Calles de responder a los dictados de un supuesto complot moscovita. Se trataba de una maniobra difícil, había que explicar que el argumento del fantasma del comunismo -esgrimido por el presidente Coolidge- era sólo una nueva mascarada intervencionista; pero al mismo tiempo era necesario diferenciarse de los propios comunistas. Los libertarios debían dar cuenta de que el proletariado mexicano se encontraba bajo la amenaza tanto de la política estadounidense como de las propuestas comunistas y cromistas:

La confusión entre la influencia bolchevique y la orientación de la CGT es premeditada. Si se suprime la propaganda de los agentes de Moscú en México, pretextando que responde a los fines políticos de un gobierno extranjero, es conveniente achacar a la influencia moscovita la propaganda del movimiento obrero orientado por los anarquistas. De ahí que Morones lance la especie de que la CGT mexicana responde a las directivas del comunismo ruso, cuando sabe que esa organización está más lejos de Moscú de lo que lo estuvo y aún lo está el obrerista general Calles.[ 66 ]

Ante estas dificultades, emerge la defensa de la CGT mexicana como la única instancia capaz de constituir una alternativa proletaria. Esta organización está presente en decenas de artículos publicados en La Protesta a lo largo de la década de los años veinte. En éstos se destaca el enfrentamiento y la crítica a la CROM, en tanto "organización que extravía sus objetivos para hacer política y mezclarse en la mezquina lucha de ambiciones que tantos dolores y tanta sangre cuesta al proletariado de México".[ 67 ]

La publicidad de los logros y perspectivas de la CGT corría a cargo de inserciones de documentos remitidos desde México, o extraídos de los boletines del Secretariado de la Asociación Internacional de Trabajadores con sede en Berlín.[ 68 En varias ocasiones fueron los anarquistas mexicanos quienes redactaron notas y comentarios para La Protesta. Así, por ejemplo, Enrique Flores Magón dedicó un largo artículo a relatar el acto del 1 de mayo de 1924.[ 69 Julio Díaz, desde Tampico, alertaba a sus camaradas rioplatenses de los peligros del "obrerismo tutelado por un Estado que se autoproclama revolucionario". Desde una profesión de fe libertaria, Díaz evaluó la demagogia de Calles, considerando que México en el entorno latinoamericano representaba el caso extremo, una práctica política que "aspira a valerse de los sindicatos para escalar el poder y neutralizar la acción de los trabajadores contra sus amos insaciables".[ 70 ]

La existencia de una organización obrera, capturada por el Estado mexicano, se convirtió en el elemento central de las notas, informaciones y análisis sobre México; las críticas apuntaron hacia Morones y la CROM. Con singular minuciosidad se describió la política cromista. Así, los lectores de La Protesta estuvieron al tanto de las huelgas inquilinarias, textiles y tranviarias en la ciudad de México; del despido de trabajadores ferrocarrileros en Gómez Palacio; de los movimientos de huelga entre los ferrocarrileros y los petroleros; de los accidentes de trabajo, de las declaratorias de ilegalidad de huelga, y por supuesto, de las estrechas vinculaciones de Morones con Samuel Gompers. Nada servía mejor para denunciar el carácter proestadounidense de las presidencias de Obregón y Calles, que la relación de la CROM con el proyecto de la Pan American Federation of Labor. Sobre esta base se construyó un cuadro de situación en el que destacaba la lucha de los cegetistas mexicanos contra el "obrerismo político" y quedó claro que la CGT asumía una actitud defensiva frente a los avances de un cromismo con quien resultaba difícil competir. De esta forma, la consigna "a cada sindicato de la CROM es preciso oponer un sindicato de la CGT[ 71 no dejaba de sonar utópica.

Por su parte, Librado Rivera, desde Villa Cecilia, Tamaulipas, editaba Sagitario, publicación que llegaba a la redacción de La Protesta y de donde se extrajeron buena cantidad de artículos sobre la organización obrera en la zona petrolera, condiciones de trabajo y movimientos huelguísticos. La información fluye con rapidez y a fines de mayo de 1927, en Buenos Aires se publicó una carta de Librado Rivera, redactada en la penitenciaria de Tamaulipas donde se encontraba encarcelado desde los primeros días del mes anterior.[ 72 ]

Tiempo más tarde, desde su celda, se dirigió a los camaradas rioplatenses denunciando los atropellos de que son objeto los indios yaquis de Sonora por parte del gobierno mexicano; al tiempo que sumó su voz al reclamo mundial en favor de la liberación de Sacco y Vanzetti: "no importa que nos tengan tras las frías rejas del presidio [...], desde la cárcel lanzaremos nuestro grito justiciero al rostro de los tiranos".[ 73 La correspondencia continúa, y a finales de 1927 fue puesto en libertad, y desde entonces, sus palabras llegan a través de las hojas de Avante, el nuevo periódico que edita en Villa Cecilia. A comienzos de 1929 volvió a la penitenciaria, bajo el cargo de atentar contra la administración de Portes Gil, una vez más sus cartas y las de aquellos que reclamaban su liberación volvieron a encontrar espacio en el periódico argentino.[ 74 ]

Entre 1924 y 1927, José C. Valadés envió notas y artículos que fueron recogidos en las páginas de La Protesta y en la revista que el periódico publicaba quincenalmente. La colaboración de Valadés aportó una mirada distinta a la situación de México; más analíticos que descriptivos, sus escritos pretendieron dotar de dimensión histórica a la información que semanalmente aparecía sobre México.

"Desde México, después de catorce años de revolución" fue un largo artículo, publicado en tres entregas, donde sienta su posición sobre el carácter de la Revolución, pero, sobre todo pone distancia de las banderas agraristas, enarboladas por Antonio Díaz Soto y Gama. En México, "¿quién no habla del empeño paternal hacia los oprimidos?, ¿quién no habla de la justicia del agrarismo?, ¿quién no habla de la escuela racionalista? ¡Esto es Jauja! Éste es un país socialista, se dice y se vuelve a decir". El autor pretende desenmascarar el carácter "autoritario" de los gobiernos mexicanos, explicando la necesidad que tienen de realizar concesiones revolucionarias. La presencia de algunas ideas libertarias en esas concesiones ha llevado a pensar que se opera una verdadera revolución social. Nada más alejado de la realidad.

Preocupado por el empuje del Partido Agrarista, Valadés descalifica la figura de Zapata, ubicándolo en los orígenes de las posiciones de Soto y Gama: "no ha sido el zapatismo como erróneamente se ha dicho, el que ha verificado el primer movimiento de libertad en los campesinos de México, el zapatismo tan sólo ha sido el precursor de ese movimiento que en la actualidad se llama agrario”.[ 75 Reivindicó los movimientos campesinos de Jalisco, Michoacán y Nayarit, donde afirmó que el carácter expropiador subordinó cualquier deseo de conquista del poder. Interesados como estaban los cegetistas en constituir una organización obrera-campesina,[ 76 el texto apunta más a desacreditar las propuestas del partido agrarista, que a detenerse en la significación de movimiento suriano, tan es así que la arremetida contra Zapata resulta desproporcionada, al adjudicarle a su lucha un único objetivo: la captura del poder político.

Sobre estos asuntos volvió a abundar en un largo ensayo crítico del agrarismo oficial. Con pretensiones político-filosóficas, Valadés discutió el significado que Soto y Gama otorgaba al agrarismo como motor de la historia de México. Explicar esa historia a partir de la lucha campesina por conquistar la tierra era sólo una verdad a medias. ¿Qué hacer con esa conquista?, ahí radicaba la diferencia, "todas las batallas del agrarismo se han desperdiciado, se han quebrado en cuanto tropezaron con la fuerza mayor que a pesar de todo queda en pie: el Estado". En la lucha contra la autoridad había que buscar el hilo conductor de la historia nacional y extractar de los hechos históricos las verdaderas batallas por la libertad, en ellas residía el fundamento de la historia humana.[ 77 ]

Buena parte de los materiales que se publicaron en La Protesta fueron sus primeras incursiones en la historia de México. En efecto, el texto "Precursores del socialismo antiautoritario en México", dedicado a rescatar la figura de Plotino Rhodakanaty, fue publicado en 1928,[ 78 a manera de avance de lo que posteriormente fue su libro Los orígenes del socialismo en México. De igual forma, publicó en Buenos Aires una pormenorizada biografía de Francisco Severo Maldonado, el redactor de El Despertador Americano, a quien rescató del olvido analizando sus escritos que no tarda en calificar como los de un "apóstol de la libertad".[ 79 La confianza en los estudios históricos como el medio para acercarse a la realidad cotidiana aparece como preocupación central en los artículos de Valadés. Desvanecer prejuicios e idolatrías fue parte sustancial de la actividad anarquista, "no es posible conformarnos con saber que hay explotadores y opresores", se requiere de un arsenal de conocimientos capaces de convencer y facilitar el acercamiento al pueblo.[ 80 Con estas preocupaciones, desde 1927 se alejó de la militancia y comenzó a dirigir sus esfuerzos a historiar la Revolución Mexicana, actividad en la que dejó abundante obra.

Durante los últimos años de la década, los asuntos mexicanos continuaron presentes en las planas de La Protesta. Se siguió con detenimiento los acontecimientos políticos que condujeron a la reelección de Obregón; de igual forma, se denunció la persecución desatada contra los miembros de la CGT, así como el anticomunismo desembozado de la CROM, elementos todos ellos que permitieron evaluar la situación como la antesala una dictadura fascista.[ 81 El asesinato del presidente electo, nueva muestra del "caudillismo mexicano", la llegada al poder de Portes Gil, "testaferro de Calles", los acuerdos con la jerarquía eclesiástica, y el asesinato de Mella, parecían confirmar un diagnóstico donde México era presa de una dictadura como la de Primo de Rivera.[ 82 ]

A los ojos de La Protesta, en México se asistía a un desenmascaramiento de las supuestas conquistas revolucionarias. Se sancionaron leyes para alimentar ilusiones redentoras en el pueblo, "pero han quedado invalidadas por la poderosa influencia de las fuerzas reaccionarias. El socialismo mexicano, demagogo por necesidades de ambiente, no hace otra cosa que rectificar las conquistas teóricas de la Revolución, cediendo frente al avance del capitalismo y del clericalismo".[ 83 ]

Frente a esta nueva coyuntura, el anarquismo tenía poco que ofrecer. Estaba arrinconado por el avance de una represión implacable, combatido por el sindicalismo oficial, y enfrentado a las tendencias de una III Internacional en ascenso. Los libertarios terminaron inmovilizados frente a una realidad plagada de nuevos desafíos. Los antiguos magonistas, junto a sus camaradas argentinos, compartieron la declinación de sus respectivas influencias. Un lúcido estudioso del anarquismo en Hispanoamérica, Diego Abad de Santillán, resumió la atmósfera de fin de década en los siguientes términos:

Hay problemas de acción, pero hay problemas de pensamiento y estudio. Los primeros los podemos resolver con la fuerza del músculo, con la pasión y el entusiasmo, pero los segundos hay que vencerlos con el esfuerzo de la inteligencia, con la observación y el estudio. Está muy bien que nos interesen los primeros, lo que no hay que hacer es olvidar o menospreciar los segundos.[ 84 ]

Se cerraron así los años veinte. Los libertarios mexicanos no pudieron siquiera capitalizar para su organización el "desmoronamiento" de la CROM. En la La Protesta, la abundancia de notas e informaciones respecto de los antiguos magonistas no estuvo acompañada de una reflexión original sobre la suerte y perspectivas del movimiento revolucionario. Los libertarios mexicanos tampoco estaban en condiciones de profundizar en aquello que Santillán denominó "los problemas de pensamiento". Las reflexiones, cuando las hubo, estuvieron más cargadas de entusiasmo que de observación y estudio. La originalidad en el pensamiento y la práctica de Ricardo Flores Magón, no encontró continuidad en una década que, curiosamente, terminó consagrando y condenando al rango de "precursores", a quienes empeñaron sus esfuerzos por dotar de verdadero contenido social los sucesos desencadenados en 1910. El sorprendente flujo de información anarquista, sin generar debates, terminó por debilitarse como muestra de la crisis de la que ya no se recuperaría el movimiento libertario en ambos extremos de la América Latina.

NOTAS

[ 1 ] Véase I. Oved, El anarquismo y el movimiento obrero en Argentina, México, Siglo XXI, 1978.

[ 2 ] Max Nettlau, Contribución a la bibliografía anarquista en América Latina, Buenos Aires, s. p. i., 1927, p. 10.

[ 3 ] Diego Abad de Santillán, El movimiento anarquista argentino, Buenos Aires, Argonauta, 1922, p. 32.

[ 4 ] La Protesta, Buenos Aires, 1/6/1908 y 30/6/1908.

[ 5 ] La Protesta, Buenos Aires, 13/6/1909. El comunicado fue firmado por S. Vidal, C. García, I. Salazar, C. Aramburo y A. González.

[ 6 ] Desde finales del siglo XIX, el anarquismo comenzó a consolidar sus posiciones en el seno del movimiento obrero argentino. Su creciente poderío se hizo notorio cuando en 1905, en el marco del Quinto Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), quedó aprobada una moción por la cual se adoptaba el comunismo anárquico como principio de acción política. Este triunfo de los libertarios en los sindicatos, coincidió con una marcada exacerbación de los conflictos obreros. El permanente estallido de huelgas masivas llevó al Estado a activar diversos mecanismos represivos. Así, en 1902 y 1910 se sancionaron la Ley de Residencia y la de Defensa Social, respectivamente, mediante las cuales, además de reprimir cualquier manifestación anarquista, se legalizó un mecanismo de deportación de militantes. Con la aplicación de estas leyes se golpeó duramente a la dirigencia anarquista. Las tensas relaciones entre el Estado y el movimiento obrero alcanzaron su máxima expresión en 1910. En aquel año, y con motivo de las fiestas del Centenario, la agitación obrera amenazaba hasta hacer peligrar la exhibición de pompa y boato organizada por la elite dirigente. El anarquismo programó una huelga general para unos días antes de la conmemoración del Centenario, como respuesta la represión fue brutal. La furia oficial destruyó locales e imprentas anarquistas y encarceló a sus principales dirigentes. Como resultado de esta embestida el anarquismo fue debilitado. En la décadas siguientes su presencia se diluyó entre las nuevas campañas represivas y el surgimiento de corrientes sindicalistas que terminaron por ganar liderazgo en la dirección del movimiento obrero argentino. Sobre la conflictiva relación entre el Estado argentino y el movimiento obrero anarquista, particularmente en la coyuntura de 1910, véase J. Suriano, Anarquistas: cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, c. 2001; E. Bilsky, La FORA y el movimiento obrero (1900-1910), Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1988; A. López, La FORA en el movimiento obrero, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1987; y Diego Abad de Santillán, La FORA, ideología y trayectoria, Buenos Aires, Proyección, 1971.

[ 7 El médico Juan Greaghe fue una figura destacada en las filas del anarquismo argentino. Militante desde la década de 1880, fue fundador del periódico El Oprimido, y más tarde mecenas de La Protesta. Viajó a Estados Unidos en 1911, permaneciendo hasta 1913. Años más tarde regresó, para incorporarse a las huestes magonistas. En aquel país falleció en 1920. Véase R. Falcón et al., "Obreros, artesanos, intelectuales y actividad político-sindical. Aproximación biográfica a un perfil de los primeros militantes del movimiento obrero argentino", Estudios Sociales, Santa Fe (Argentina), n. 1, 2 o. semestre 1991.

[ 8 ] Citado por C. Rama, Historia del movimiento obrero y social latinoamericano, Barcelona, Laia, 1976, p. 141.

[ 9 ] Ideas y Figuras, Buenos Aires, n. 75, 11/7/1912.

[ 10 ] Sobre esta polémica y su manifestación tanto en el campo del magonismo como en el seno del movimiento obrero norteamericano, véase I. E. Cadenhead, "Flores Magón y el periódico The Appeal to Reason”Historia Mexicana, México, El Colegio de México, n. 49, 1978; y Javier Torres Parés, La revolución sin frontera, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1990, capítulos VII y VIII.

[ 11 ] La Protesta, Buenos Aires, 5/8/1913.

[ 12 ] El viaje de González Pacheco tenía a España como destino final, pero atraído por las noticias mexicanas, y después de hacer una escala en La Habana, se dirigió a México donde permaneció entre los meses de julio y septiembre de 1913.

[ 13 ] La Protesta, Buenos Aires, 8/10/1913.

[ 14 ] La Protesta, Buenos Aires, 28/10/1913.

[ 15 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/8/1913. Para una aproximación al estudio de la moral y la ética en el anarquismo argentino, véase D. Barrancos, Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo, Buenos Aires, Contrapunto, 1990.

[ 16 ] La Protesta, Buenos Aires, 28/10/1913.

[ 17 ] La Protesta, Buenos Aires, 31/4/1914.

[ 18 ] La Protesta, Buenos Aires, 31/4/1914.

[ 19 ] La Protesta, Buenos Aires, 2/4/1914.

[ 20 ] La Protesta, Buenos Aires, 4/4/1914.

[ 21 ] La Protesta, Buenos Aires, 7/4/1914.

[ 22 ] La Protesta, Buenos Aires, 16/4/1914.

[ 23 ] La Protesta, Buenos Aires, 26/4/1914.

[ 24 ] La Protesta, Buenos Aires, 26/4/1914.

[ 25 ] La Protesta, Buenos Aires, 26/4/1914.

[ 26 ] Véase P. Yankelevich, "Una mirada argentina de la Revolución Mexicana. La gesta de Manuel Ugarte, 1910-1917", Historia Mexicana, México, El Colegio de México, n. 176, abril-junio 1995.

[ 27 ] Sobre la cuestión étnica en las filas del anarquismo argentino, véase R. Falcón, "Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en Argentina", Anuario, Rosario (Argentina), Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades, Escuela de Historia, n. 12, 1986-1987.

[ 28 ] La Protesta, Buenos Aires, 29/4/1914.

[ 29 ] La Protesta, Buenos Aires, 7/5/1914.

[ 30 ] La Protesta, Buenos Aires, 7/5/1914.

[ 31 ] La Protesta, Buenos Aires, 6/5/1914.

[ 32 ] La Protesta, Buenos Aires, 6/5/1914.

[ 33 ] La Protesta, Buenos Aires, 7/5/1914.

[ 34 ] La Protesta, Buenos Aires, 12/5/1914.

[ 35 ] La Protesta, Buenos Aires, 12/5/1914.

[ 36 ] La Protesta, Buenos Aires, 13/5/1914.

[ 37 ] La Protesta, Buenos Aires, 12 y 13/5/1914.

[ 38 ] La Protesta, Buenos Aires, 14/5/1914.

[ 39 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/5/1914.

[ 40 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/5/1914.

[ 41 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/5/1914.

[ 42 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/5/1914.

[ 43 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/5/1914.

[ 44 ] La Protesta, Buenos Aires, 16/5/1914.

[ 45 ] La Protesta, Buenos Aires, 16/5/1914.

[ 46 ] La Protesta, Buenos Aires, 16/5/1914.

[ 47 ] La Protesta, Buenos Aires, 13/6/1914.

[ 48 ] La Protesta, Buenos Aires, 15/6/1914.

[ 49 ] La Protesta, Buenos Aires, 22/5/1914.

[ 50 ] La Protesta, Buenos Aires, 13/6/1914.

[ 51 ] Tiempos Nuevos, Montevideo, 14/8/1914.

[ 52 ] La Protesta, Buenos Aires, 13/6/1914.

[ 53 ] La Protesta, Buenos Aires, 17/10/1915.

[ 54 ] A partir de 1910 se asiste a un crecimiento de las tendencias sindicalistas en el movimiento obrero argentino. En 1915, en el noveno congreso de la FORA, esta organización se dividió en dos facciones: la sindicalista y la anarquista. La primera pasó a controlar la organización, liderando la llamada FORA IX, porque en el noveno congreso se repudió el comunismo anárquico. Entre tanto, los anarquistas se denominaron FORA V, en referencia al congreso de 1905. Desde entonces, los libertarios argentinos vieron disminuir su influencia, frente a una FORA IX sindicalista y apolítica que hegemonizó el movimiento obrero hasta 1922. A partir de esa fecha las disputas entre sindicalistas, socialistas y comunistas, cada uno con sus respectivas federaciones, ocuparon el centro de las polémicas en torno a la organización de los trabajadores hasta que en 1930 quedó constituida la Confederación General del Trabajo (CGT), donde integrantes de aquellas tendencias asumieron una posición unitaria. Sobre el derrotero de las organizaciones obreras en la década del veinte, véase David Rock, El radicalismo argentino, Buenos Aires, Amorrortu, 1975.

[ 55 ] La Protesta, Buenos Aires, 25/12/1922.

[ 56 ] El texto fue escrito con motivo del segundo aniversario de la muerte de Ricardo Flores Magón. Su publicación, en 1925, corrió a cargo del Grupo Cultural Ricardo Flores Magón de México. Dicho grupo, comandado por Nicolás Bernal, aspiraba a convertirse en un centro editorial de propaganda anarquista en los países de habla hispana, complementando el esfuerzo de La Protesta en Buenos Aires. Así nació la Editorial Ricardo Flores Magón, responsable de la edición de una colección de textos, inaugurada en 1925 con la publicación de una biografía de Bakunin, escrita por Max Nettlau.

[ 57 ] La Protesta, Buenos Aires, 18/1/1924.

[ 58 ] La Protesta, Buenos Aires, 14/6/1925.

[ 59 ] La Protesta, Buenos Aires, 3/8/1926. El anarquista Julio Díaz, en un artículo publicado en tres entregas, y que firmó desde Costa Rica, pasó revista los conflictos que, desde el siglo XIX, caracterizaron la relación entre el Estado y la Iglesia en México. El texto resulta sugerente, toda vez que pretendiendo desligarse de la llamada "cuestión religiosa", por ser "un pleito de Estado" que como tal resulta incidental; el autor ubica el problema en la dimensión de un libertario: "es la creencia en Dios y el espíritu religioso lo que hay que atacar, aunque esa religión se practique en la casa y a puertas cerradas, y aunque ese dios represente, como el de Tolstoi, el dios de la bondad y de la justicia". A partir de ahí, Díaz somete a una severa crítica la práctica libertaria entre sus camaradas de México, indicando la inexistencia de una política hacia la mujer, principal sostenedora de la religiosidad familiar, para luego analizar las conductas contradictorias de militantes obreros cegetistas con fuertes convicciones religiosas. (La Protesta, Buenos Aires, 26/11/1926.)

[ 60 ] Véase P. Funes, "Pensando América Latina en la década del veinte", en P. Funes (comp.), América Latina. Planteos, preguntas, problemas, Buenos Aires, M. Álvarez, 1992, p. 101-115.

[ 61 ] La Protesta, Buenos Aires, 4/12/1926.

[ 62 ] La Protesta, Buenos Aires, 1/1/1927.

[ 63 ] La Protesta, Buenos Aires, 11/1/1927.

[ 64 ] La Protesta, Buenos Aires, 4/4/1924.

[ 65 ] La Protesta, Buenos Aires, 31/8/1924. Al respecto, véase J. Tamayo, La clase obrera en la historia de México. En el interinato Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón, 1920-1924, México, Siglo XXI, 1987, capítulo III.

[ 66 ] La Protesta, Buenos Aires, 31/7/1925.

[ 67 ] La Protesta, Buenos Aires, 6/7/1924.

[ 68 ] La Protesta, Buenos Aires, 19/3/1924 y 1/1/1925.

[ 69 ] La Protesta, Buenos Aires, 17/6/1924.

[ 70 ] La Protesta, Buenos Aires, 9/7/1925.

[ 71 ] La Protesta, Buenos Aires, 27/9/1927.

[ 72 ] La Protesta, Buenos Aires, 29/5/1927.

[ 73 ] La Protesta, Buenos Aires, 2/10/1927.

[ 74 ] La Protesta, Buenos Aires, 4/4/1929, 10/4/1929 y 14/5/1929.

[ 75 ] La Protesta, Buenos Aires, 14/7/1924.

[ 76 ] En relación con la participación de Valadés en la militancia obrero-campesina, cristalizada en el congreso campesino de 1925, véase José C. Valadés, Memorias de un joven rebelde, México, Universidad Autónoma de Sinaloa, 1986, capítulo XXXIII.

[ 77 ] José C. Valadés, "El concepto de la historia ¿agrarismo tradicional?", La Protesta, Suplemento Quincenal, n. 259, 15/3/1927, p. 61 y 62.

[ 78 ] En La Protesta, Suplemento Quincenal, Buenos Aires, n. 288, 19/7/1928.

[ 79 ] José C. Valadés, "Francisco Severo Maldonado, apuntes para su vida e ideas", La Protesta, Suplemento Quincenal, Buenos Aires, n. 276, 20/1/1928, p. 38.

[ 80 ] José C. Valadés, "Sobre un tratado de prejuicios e idolatrías", Revista Única, Buenos Aires, La Protesta, enero de 1928, p. 15.

[ 81 ] La Protesta, Buenos Aires, 17/2/1927.

[ 82 ] La Protesta, Buenos Aires, 16/1/1929, 10/5/1929 y 26/5/1929.

[ 83 ] La Protesta, Buenos Aires, 23/6/1929.

[ 84 ] Diego Abad de Santillán, "El movimiento anarquista presente en su aspecto intelectual", La Protesta, Suplemento Quincenal, Buenos Aires, n. 275, 26/12/1927, p. 446.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Martha Beatriz Loyo (editora), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 19, 1999, p. 53-83.

https://historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc19/246.html 

 

  Historia. INTRODUCCIÓN. La Historia es una ciencia (disciplina prefieren decir otros) que exige una reflexión sobre su carácter como cie...