lunes, 19 de febrero de 2024

 

Sefardíes: características e historia de esta variedad del pueblo judío




Castilla y Aragón tuvieron muy grandes comunidades judías, hasta que en 1492, bajo el reinado de los Reyes Católicos, se realizó una violenta limpieza religiosa, expulsando a todos aquellos que creyeran en Yahvé.

Estos judíos fueron vagando por diversos países de Europa, África y Asia, sin olvidar de dónde venían, conservando el castellano medieval como vehículo de comunicación y añorando la Península Ibérica, su Sefarad.

Estos son los sefardíes, pueblo hebreo que sigue existiendo a día de hoy, con una extensa diáspora por todo el mundo y del que vamos a hablar a continuación, viendo su historia, lengua y cultura.

¿Quienes son los sefardíes?

Los sefardíes, también llamados sefarditas, sefaradíes o sefaraditas (del hebreo ספרדים, “Sefaraddim”, literalmente ‘los judíos de Sefarad’) son los descendientes de los judíos que vivieron en la Corona de Castilla y la Corona de Aragón hasta su expulsión en 1492 por los Reyes Católicos. La palabra “sefardí” viene de “Sefarad”, un término bíblico con el que los hebreos se referían a la Península Ibérica.

Aunque hoy en día los sefardíes viven en muchos países, especialmente Francia, Argentina, Estados Unidos, Canadá y, sobre todo, en Israel, no olvidan su pasado español, habiendo solicitado el recibir la nacionalidad española como compensación por los siglos de persecución religiosa vivida. Esta diáspora sefardí cuenta con, por lo menos, dos millones de integrantes, pudiéndose encontrar, además de los países mencionados, en muchos países latinoamericanos, el norte de África y Turquía.

Cuando vivían en la Península Ibérica este pueblo desarrolló importantes y prósperas comunidades en la mayoría de las ciudades de la Corona de Castilla, destacando comunidades tales como Ávila, Burgos, León, Segovia, Soria, Tudela, Toledo, Vitoria, Córdoba, Granada, Jaén, Málaga y Calahorra. También las hubo en la Corona de Aragón, encontrándose comunidades o “calls” en ciudades como Girona, Barcelona, Tarragona, Palma, Valencia y Zaragoza, y en Portugal, en ciudades como Lisboa, Évora y Beja y una importante comunidad en la región de Trás-os-Montes.

Historia de este grupo de judíos

Aunque no podemos considerarlos sefardíes, se tiene constancia de presencia judía en la Península Ibérica y las Islas Baleares en la Antigüedad Clásica, dado que se han encontrado restos arqueológicos de ajuar semítico en Ibiza y varios rincones de la Iberia. Si bien podría tratarse de restos importados por los púnicos, sí que podría tratarse de una comunidad hebrea muy primigenia en España.

Visigodos y Al-Ándalus

La comunidad judía, todavía no sefardí propiamente dicha, fue en aumento con el paso de los siglos. Tras la caída de Roma y la creación de reinos cristianos por toda Europa, en Iberia se funda el reino visigodo, que acaba adoptando al catolicismo como fe durante el reinado de Recaredo (587 d. C.). Es en esta época en la que se da la primera gran persecución, aislamiento y rechazo a los hebreos en la península, quienes habían formado las primeras juderías y aljamas en territorio español.

Dadas las difíciles condiciones en las que se encontraban los judíos durante el reino visigótico de Toledo, cuando este estado colapsó ante la invasión musulmana los hebreos vieron a los nuevos dominadores como una fuerza liberadora. Los judíos y musulmanes tenían buenas relaciones en la época, pues sus dos religiones eran consideradas como merecedoras de las mismas condiciones al tratarse al tener como fundamento de sus doctrinas libros, el Talmud y el Corán respectivamente.

A partir del año 711 las juderías van aumentando por toda la península. La victoria del conquistador musulmán Táriq ibn Ziyad se traduce en una mejora de las condiciones de vida de los judíos, pues se da un mejor ambiente de convivencia en la Península Ibérica. Los musulmanes toleran la presencia de este pueblo, siempre y cuando paguen el dhimmi, un impuesto aplicado a judíos y cristianos para que pudieran seguir viviendo en territorios musulmanes.

Durante los siglos de esplendor andalusí la comunidad hebrea ibérica era la más grande, organizada y avanzada culturalmente hablando. Muchos judíos procedentes de otras partes de Europa y de los territorios árabes se trasladaron al Al-Ándalus, integrándose en la comunidad existente y enriqueciéndola extensamente. Estos judíos aprendieron el idioma árabe y ocuparon puestos en el gobierno o se dedicaron a actividades comerciales y financieras.

Uno de los motivos por los que fueron tan bien recibidos y se adaptaron tan bien en los territorios musulmanes fue el hecho de que se dedicaran a profesiones que manejaban aspectos económicos. En el Islam estaba prohibido dedicarse a actividades financieras, mientras que entre los cristianos estas eran consideradas como impías. Así pues los judíos, que no tenían reparos en dedicarse a ellas, ocuparon este sector ejerciendo de tesoreros, recolectores de impuestos, prestamistas y cambistas, llegando a amasar fortunas.

Pese a la relativa tolerancia de la cultura islámica de la época, los judíos no se salvaron de varias limpiezas étnicas, perpetradas tanto por la población muladí como por los gobernantes árabes. Se realizaron varias durante la dominación almorávide y, sobre todo, durante la almohade. Entre las grandes matanzas destaca la Masacre de Granada de 1066. Esto provocó la huida de numerosas familias judías hacia territorios cristianos recién conquistados, principalmente al Reino de Toledo.

La expulsión de los judíos

En 1492 los Reyes Católicos promulgan la expulsión de los judíos en las coronas de Castilla y de Aragón. Los exiliados se instalaron en las cercanas Navarra, todavía semiindependiente, y Portugal.

No obstante, esta tendencia a realizar una limpieza religiosa se extendió al resto de reinos ibéricos, haciendo que los sefardíes tuvieran que irse al norte de África y los Estados Italianos. Una importante comunidad se trasladó al norte de Europa, yendo a Inglaterra y Flandes.

Sin embargo, los que mejor suerte corrieron fueron los que se instalaron en tierras otomanas, como Oriente Próximo, el norte de África y los Balcanes.El sultán Bayaceto II dio órdenes de que se trataran bien a los sefardíes. Este líder otomano exclamó que los judíos eran una gran fuente de riqueza cultural y económica, y que no podía entender como Fernando II de Aragón podía ser considerado un buen rey haciendo de sus reinos países más pobres.

Es realmente en esta época en la que los judíos ibéricos empiezan a ser conocidos como sefardíes, pues en su exilio veían a España como su tierra madre, aquella que añoraban y que deseaban volver. Como en la Biblia el Sefarad es entendido originalmente como una tierra lejana, los judíos empezaron a hacer uso de esta palabra para referirse a España. Conservaron muchas tradiciones propias de la Península Ibérica, usaban el castellano medieval como vehículo de comunicación y recordaban sus ciudades de nacimiento.

Los sefardíes en el Imperio otomano

En el Imperio Otomano los sefardíes formaron cuatro comunidades muy grandes, mayores que las que se habían formado en España: Salónica, Estambul, Esmirna y Safed. Aún así, hubo una importante población en todas las ciudades importantes del Imperio, fundando comunidades en Sarajevo, Belgrado, Sofía, Bucharest, Alejandría, Tekirdağ y Bursa.

Muy raras veces se mezclaban con la población autóctona, puesto que disponían de un nivel cultural mayor que el de los habitantes de sus nuevas ciudades de residencia. Esto hizo que conservaran su cultura, tradiciones e idiomas prácticamente intactos, con muy pocas influencias de las culturas locales. Durante casi cinco siglos continuaron hablando el judeoespañol. Esta tendencia no fue la seguida por los sefardíes que se fueron a Holanda e Inglaterra.

Sus habilidades con las finanzas permitieron a muchos a alcanzar niveles de vida altos e, incluso, conservar un estatus de privilegio en las cortes otomanas. Algunas de las familias sefardíes más ricas de Estambul financiaban las campañas del ejército otomano, y muchos de los miembros de la judería de esa ciudad ganaron posiciones privilegiadas como oficiales de alto rango.

Son centenares de barrios judíos construidos por los sefardíes durante su estancia en el Imperio Otomano. Tan solo en la ciudad de Salónica, actual Grecia, construyeron todo tipo de comunidades y sinagogas que bautizaron con nombres que les recordaba su vida en las Coronas de Castilla y Aragón y en el Reino de Portugal: Kal de Kastiya, Kal Aragon, Otranto, Palma, Siçilia, Kasseres, Kuriat, Albukerk, Evora y Kal.

Siglo XX: Guerras mundiales y Holocausto

Pasados unos 400 años desde que los judíos fueran expulsados de la Península Ibérica, el principal país de recepción de este pueblo, el Imperio Otomano, empieza a colapsar para dejar paso a estados nacionales como Grecia. Al ser derrotado el imperio en la Primera Guerra Mundial Grecia logra la independencia y va recuperando territorios históricamente atribuidos al país helénico.

El movimiento nacionalista griego, como cualquier otro, tenía marcados tintes de pureza étnica. Esta ideología acabó desarrollando un fuerte movimiento antisemita en la ciudad de Salónica, viendo a los sefardíes como contaminadores de la civilizada y prestigiosa identidad griega. Así pues, los sefardíes volvían a vivir el traumático recuerdo de ver como la tierra en la que vivían se convertía en una tierra hostil para su identidad.

Así pues estos sefardíes huyeron a Francia, debido a la influencia francesa que ejerció la Alianza Israelita Universal sobre los sefardíes cultos, mientras que otros se fueron a Estados Unidos. Muchos de estos judíos no tenían ninguna nacionalidad, pues al momento de nacer estaban registrados como ciudadanos del Imperio Otomano, estado que dejó de existir en 1923. En algunos casos Grecia concedió pasaportes y garantías a los sefardíes como ciudadanos del reino, aunque no estuvieran muy ligados a su nueva “patria”.

En Estambul y Esmirna las juderías no sufrieron grandes cambios pues al pasar el Imperio Otomano a la República de Turquía todos los ciudadanos, fueran musulmanes, cristianos o judíos, eran ciudadanos turcos protegidos. El Estado se secularizó, anulando el impuesto del dhimmi a los súbditos no musulmanes que el califato había impuesto en siglos anteriores. Los judíos estuvieron a salvo durante casi todo el siglo XX y sólo fue cuando se fundó el Estado de Israel cuando comienza a sufrir una desintegración paulatina.

Llegada la Segunda Guerra Mundial la comunidad sefardí sufre un dramático descenso. El holocausto se ceba con los judíos; las políticas de exterminio implementadas por Alemania Nazi y sus países ocupados hacen que la cultura sefardí casi desaparezca. Muchos murieron, y los que pudieron huir fueron a parar mayormente a Latinoamérica, especialmente Argentina, Brasil, Venezuela, México, Paraguay o Chile.

Tras el final del conflicto y habiéndose fundado el Estado de Israel los sefardíes no perdieron la esperanza. La creación de este país implicó la fundación de un estado en el que ser judío no era un delito, en el que se podía hablar hebreo libremente y que se podía considerar como su hogar. Por este motivo un extenso grupo de sefardíes fue a parar a este estado, viendo que, si bien no era España, al menos era un lugar seguro. La creación de este estado no estuvo exenta de controversia, pues darles esas tierras a los judíos implicaba arrebatárselas a quienes ya vivían ahí, los palestinos.

Los sefardíes en la actualidad

En la actualidad la comunidad sefardí reside mayormente en el Estado de Israel, siendo destacable su presencia en Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Tienen su propia representación en la Knesset (parlamento israelí) e incluso un rabino que actúa como líder entre los sefardíes, Yitzhak Yosef (desde 2013). El partido religioso sefardí Shas es una de las principales fuerzas políticas del Estado de Israel.

Las relaciones entre España y la comunidad sefardí se han ido fortaleciendo, en un intento por enmendar las persecuciones que vivieron durante el siglo XV. Desde 1982 España establece el reconocimiento de la nacionalidad a los sefardíes, siempre y cuando demuestren que tienen una clara vinculación con el país.

Sefardíes, asquenazis y mizrahim

Durante el siglo XIX el término "sefardí" se usaba para designar a todo judío que no era de origen asquenazí (de origen alemán, centroeuropeo o ruso). Asi pues, en esta clasificación no solo se incluían a los judíos descendientes de los de la Península Ibérica, sino que también se incluían a los de origen árabe, de Persia, Georgia, Armenia, Yemen e, incluso, la India.

Estos judíos no ibéricos poco tenían en común con los sefardíes auténticos, más allá de pronunciar de forma similar el hebreo y tener algunos ritos muy diferentes a los de los judíos asquenazis.

Sin embargo, una vez fundado el Estado de Israel se decidió crear una nueva clasificación para referirse a los judíos que no procedían de la Península Ibérica ni Europa Central y eslava, llamándolos "mizrahim". De esta forma, el término "sefardí" se refería únicamente al grupo humano antiguamente vinculado a la península ibérica, con lengua mayormente judeoespañola y con rasgos raciales propios de la Europa Mediterránea.

El judeoespañol

La lengua propia de los sefardíes es el judeoespañol, también llamado ladino o djudezmo (su autoglotónimo ג'ודיאו-איספאניול transcrito como “djudeo-espanyol”). Esta habla es una mezcla entre el castellano medieval, que hablaban los judíos cuando fueron expulsados de España, y términos procedentes del hebreo, aunque también se puede un amplio vocabulario procedente de otras lenguas: el árabe, el turco, el griego, el italiano y el francés. Esto se debe a que, tras su expulsión los sefardíes fueron a parar a muchos países y se impregnaron de sus culturas.

Aunque es reconocida como una lengua aparte del castellano, esta clasificación es un tanto controvertida. En esencia, se trata de castellano medieval escrito de forma más o menos fonética, pudiéndose usar para representarlo tanto el alfabeto latino, como el alefato, es decir, el alfabeto propio de la lengua hebrea, y el cirílico (alfabeto eslavo). Hay quienes lo consideran un dialecto del español moderno y, de hecho, la Real Academia de la Lengua Española tiene una sección dedicada a su estudio y promoción.

En la actualidad esta habla contiene una comunidad bastante reducida, algo que no es de extrañar teniendo en cuenta cuál ha sido la historia de los judíos en general y los sefardíes en particular durante el siglo XX. Pese a que hace varias décadas que existen publicaciones escritas en esta lengua, tanto en alfabeto latino como en alefato, el órgano que lo regula, la Academia Nasionala del Ladino en Israel, solo tiene dos años de existencia, habiéndose fundado en 2018.

Pese a que durante el Holocausto se perdió gran cantidad de hablantes de judeoespañol, hoy en día siguen perviviendo algunos, esforzándose en que esta habla no se pierda. La diáspora sefardí, tanto en Israel como en el resto del mundo, promueve actividades científicas y culturales en esta lengua. Existen publicaciones en este idioma como "Aki Yerushalayim" totalmente impresa en judeoespañol, que contiene artículos de interés para la comunidad sefardí. En España existe una revista de tendencia similar, la "Sefarad", publicada por el Instituto Benito Arias Montano.

A continuación vamos a ver unos cuantos ejemplos de esta lengua, el judeoespañol.

·         "El amigo ke no ayuda y el kuçiyo que no korta, ke se piedran poco emporta" (el amigo que no ayuda y el cuchillo que no corta, que se pierdan poco importaE.

·         "Kien kome i suda, no tiene kalyentura" (quien come y suda, no tiene calentura)

·         "El peşe esta en la mar i eyos ya fizieron bazar" (el pez está en la mar y ellos ya hicieron bazar)

·         "Fyero ke da al vidro, ¡guay del vidro! Vidro ke da al fyero, ¡guay del vidro!" (hierro que golpea al vidrio, ¡ay del vidrio! Vidrio que golpea al hierro, ¡ay del vidrio!)

Referencias bibliográficas:

·         Ashtor, Eliyahu (1979) The Jews of Moslem Spain, Vol. 2, Philadelphia: Jewish Publication Society of America.

·         Assis, Yom Tov (1988) The Jews of Spain: From Settlement to Expulsion, Jerusalem: Hebrew University of Jerusalem|The Hebrew University of Jerusalem

·         Baer, Yitzhak (1966). A History of the Jews of Christian Spain. 2 vols. Jewish Publication Society of America.

·         Bowers, W. P. (1975) Jewish Communities in Spain in the Time of Paul the Apostle in Journal of Theological Studies Vol. 26 Part 2, 395–402

·         Carasso, Lucienne (2014). Growing Up Jewish in Alexandria: The Story of a Sephardic Family's Exodus from Egypt. New York. ISBN 1500446351.

·         Dan, Joseph, (1992) The Epic of a Millennium: Judeo-Spanish Culture's Confrontation. Judaism Vol. 41, No. 2

 

Nahum Montagud Rubio. (2020, Julio 1). Sefardíes: características e historia de esta variedad del pueblo judío. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/cultura/sefardies

https://psicologiaymente.com/cultura/sefardies



 

HERMANDAD DE LOS FAVORES

HISTORIA

La historia de la gran devoción de Granada al Santísimo Cristo de los Favores comenzó hace casi 400 años, cuando en 1640, según relata Enríquez de Jorquera, los vecinos del Barrio del Realejo:

“pusieron una grandiosa cruz de piedra de alabastro muy labrada con su reja a la redonda de mucha costa con sus quatro faroles de las quatro esquinas de la reja que arden de dia a noche; pusose todo a su costa de los vecinos debotos (…).

Hizose la imagen y monumento para colocarlo, en principio, en la plaza del Realejo Alto, rodeado de una reja, finalizada en 1641. En ese lugar pronto empezó la imagen a suscitar la devoción de los vecinos, que acudían con sus plegarias a impetrar los favores del Cristo para que los socorriera de sus zozobras y desventuras. Seguramente, la advocación de Favores no la tenía en los primeros años de haberlo colocado en aquel lugar y fue una denominación que la imagen fue adquiriendo por designación popular.

En aquellos siglos XVI y XVII la ciudad de Granada se pobló de capillas y cruces callejeras, como un exponente más de la sacralización de los espacios públicos; en una ciudad que había regresado a la fe cristiana, después de casi ocho siglos de ocupación islámica. Esta sacralización cristiana ya había comenzado desde el mismo año de la reconquista de la ciudad con la utilización de las muchas mezquitas que en ella existían para convertir estos edificios en iglesias parroquiales.

Se especula sobre la identidad del autor del Crucificado de los Favores y de su monumento, atribuyéndose al escultor granadino Alonso de Mena (1587-1646), el más prolífico de los existentes en Granada en ese año de 1640, y autor, asimismo (uno de ellos), del monumento a la Inmaculada, en forma de columna de Triunfo romano, y del Crucificado que está frente a la ermita del Santo Sepulcro del Sacromonte, con el que presenta ciertas similitudes.


No quedó el monumento en el lugar original, pues en 1682 fue trasladado al Campo del Príncipe, tal vez ya a iniciativa de su hermandad, lugar donde hoy aún permanece. En el mismo monumento existe una inscripción que alude a esta fecha en la que dice: “Se acabo, año de 1682”, misma fecha de otra inscripción en la que se comunica que el Arzobispo de Granada, don Alonso Bernardo de los Ríos, concedió 40 días de indulgencias a los que rezaren a la imagen el Padrenuestro y el Avemaría.

https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=ojcvUnRpC90

Campo del Príncipe Señor de los Favores

El Barrio del Realejo

Este barrio donde surgió la devoción hunde sus raíces en los mismos orígenes de la ciudad, varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo, cuando comerciantes fenicios y judíos se fueron estableciendo en la colina de lo que sería el Mauror, núcleo poblacional que después los árabes llamarían Garnata Al-Yehud (Granada de los Judíos). Allí, en ese barrio judío, seguramente, acudirían los discípulos judíos de Cristo que abrazaron el Cristianismo, como el Varón Apostólico San Cecilio, y que vinieron de Israel a traer el Evangelio a estas tierras granadinas. Barrio extramuros de la ciudad ibero-romana de Illiberis, llamado Garnata, que, finalmente, daría su nombre a toda la ciudad en la época musulmana.


La Qbba del Cuarto Real de Santo Domingo

El barrio se extendió con los árabes, que lo fortificaron, ampliando las murallas para recogerlo y construyendo la fortaleza de Torres Bermejas en la zona alta del Mauror. Al recinto del barrio se accedía por varias puertas de entrada abiertas en la muralla, como la de Bib-Lacha o del Pescado en la zona que daba al río Genil; la de Bib-Neched o de los Molinos, al final de la calle de su nombre, que iniciaba el camino hacia Cenes, Güéjar y Sierra Nevada; la de Bib-Ataubin, adosada al castillo de este nombre, o la de Al-Fajarín o de los Alfareros, en la misma plaza del Realejo, en la zona llamada placeta de Fortuny. Puertas que separaban y unían el barrio al resto de la ciudad.

En las afueras de aquel barrio poblado, en gran parte, por judíos, se construyeron, desde la època almohade, palacetes y huertas para recreo de la familia real granadina, como el palacio de Aixa, llamado después Cuarto Real de Santo Domingo, construido hacia finales del siglo XIII por el rey nazarí Muhamad II, en el que destaca la Qbba o salón de recepción, que constituye un torreón sobre la muralla. A estos espacios de huertas se trasladaba en verano la familia real nazarí y, parte de ellos fueron cedidos por los Reyes Católicos para levantar el convento dominico de Santa Cruz la Real. Precisamente, estos espacios reales dieron el nombre, ya en época cristiana, al Barrio del Realejo.

El Cristo de los Favores del Monumento

El Campo del Príncipe, en la pendiente que baja de la colina de los Mártires, y donde se trasladó definitivamente en 1682 el monumento al Cristo de los Favores, también tiene hondas raíces históricas, que se remontan, seguramente, a los albores de la conquista islámica. Ese gran espacio en suave pendiente se llamó por los árabes Fahs Abulnest, o Campo de la Loma, que se dedicó a cementerio musulmán con el nombre de Maqbarat- Al Assal y, en su parte alta, se situaba, según el plano de Seco de Lucena, la Jima Al-Yahud o Sinagoga de los Judíos, convertida en parroquial de San Cecilio, al reconquistarse la ciudad de Granada.

Aquel cementerio desaparecería cuando en 1497 se mandó allanar para crear un espacio de esparcimiento para que el pueblo celebrara las bodas del Príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos, que ese año se casó con Margarita de Austria. El cabildo de la ciudad dispuso que se hiciese “un campo para la alegría de las bienaventuradas bodas del Príncipe nuestro señor”, desde entonces se denominó aquel lugar Campo del Príncipe. Unos años más tarde, se dedicó por dicho cabildo a espacio de fiestas de toros y juegos de cañas.

A los vecinos del barrio se les denominaba desde tiempo inmemorial con el apodo de greñúos, apelativo sobre cuya razón existen varias teorías, aunque la que más parece que responde a la realidad es la que se refiere a los judíos, originales habitantes del barrio, que llevaban colgando de los lados de sus cabezas unas largas patillas rizadas y el pelo lleno de bucles. Aún, en nuestros tiempos, en muchos países las siguen llevando.

La Hermandad devocional. Siglos XVII y XVIII

En este barrio popular, de tan honda raigambre histórica, apareció aquella devoción al Cristo de los Favores, que traspasó sus límites y se extendió por toda la ciudad y los pueblos de la Vega, cuyos habitantes venían a postrarse ante la imagen pétrea del Crucificado para implorar sus favores, especialmente, cada viernes del año. Esta devoción pronto cuajaría en una congregación de fieles para darle culto externo e interno, en este último caso, en la iglesia cercana del Patrón de Granada, San Cecilio.

Ya había comenzado la devoción durante aquellos cuarenta años que la imagen permaneció en la plaza del Realejo Alto, separada de la del Realejo Bajo por una fuente para abastecer de agua a vecinos y caballerías; era, por lo tanto, un lugar muy concurrido al que se añadía el bullicio de un mercado callejero de telas y carnes, que allí se instalaba cada día. Quizá, buscando un espacio más amplio y tranquilo se decidió en 1682 trasladar el monumento del Cristo al cercano Campo del Príncipe, donde aún lo encontramos hoy después de 350 años.

En años cercanos a ese traslado al Campo del Príncipe se forma la congregación de devotos que le dará culto al Cristo con la advocación de popular de Favores. Tiempos de epidemia de peste bubónica, que padeció Granada en 1679 y 1680, fueron aquellos en los que se conformaba su hermandad de devotos. La ciudad quedó asolada con miles de muertos, acudiendo los granadinos a implorar el auxilio de las imágenes de mayor devoción de la ciudad, para que cesara la epidemia y varias cofradías se fundaron por ese tiempo (Cristo de la Salud, San Agustín, Favores, Nazareno de las Tres Caídas…etc.).

Pero la hermandad necesitaría una imagen a la que dar culto interno e, incluso, con la posibilidad de procesionarla, cosa que era imposible en el caso del Cristo del monumento, origen de la devoción. Para dicha finalidad eligieron a un Crucificado de la iglesia de San Cecilio, su sede. Se trata de una imagen de finales del siglo XVI o principios del XVII, cercana al arte del maestro Pablo de Rojas, del que presenta su característico contrapposto y el volumen craneal, entre otras características.

La hermandad parece que consiguió que se le cediera para sus cultos (al menos en 1733 allí residía), la cuarta capilla, entre la de Nuestra Señora de la Salud y la de Nuestra Señora de Paz (que parece que era en la que hoy se venera a María Stma. de la Misericordia Coronada):

“(…) la quarta capilla en la que esta colocada la Stma. Ymagen del Xpto con el titulo de los Fabores que está el culto a cargo de su hermandad (…)” (1).

Dicha capilla se dotó de un retablo barroco, que probablemente se perdió en el incendio de la iglesia de San Cecilio, producido el 22 de diciembre de 1969. Dicho retablo se comenzaría a dorar en 1772- al menos, la hermandad estaba recogiendo limosnas en esa fecha para su dorado-, pero no sabemos si se llegó a realizar pues unos años después esta antigua hermandad del Cristo de los Favores entró en una profunda crisis.

Como documento que alude a la iniciación del dorado del retablo o, al menos, de la intención de realizarlo, hay un recibo firmado por el mayordomo de la Hermandad, Gabriel Cirilo Moreno, sobre el cobro de 194 reales de vellón para dicho dorado, cantidad que le entrega el cura de San Cecilio, Miguel Torres Díaz de Lara, que tenía en su poder. También otros directivos, como Antonio de Aragón, que había sido mayordomo, dieron 35 reales.

“Como mayordomo que soy de la Hermandad del Smo. Crysto que se sirve en esta Yg. del Sr. San Cecilio de esta ciudad de Granada, recibí del Sr. Dn. Miguel Torres, cura de dicha Yglesia ciento noventa y cuatro r. de vellon, limosna que paraba en su poder para aiuda a dorar el retablo de la Capilla de dicho Smo. Chrysto y son para dar principio a dicho dorado (…) firmé en Granada y octubre 24 de 1772” (2) .

 

La hermandad cuidaba tanto del monumento al Cristo del Campo del Príncipe, al que le encendía los faroles de la reja, como a la imagen de la capilla, en la que ardía permanentemente una lámpara de aceite, y, cada viernes del año se le ofrecía una misa cantada, así como, las misas de memorias que hermanos y devotos tenían encargadas. La hermandad celebraba dos fiestas anuales: una el día 1 de enero, fiesta litúrgica de la Circuncisión de Jesucristo, y el día 3 de mayo, día de la Invención de la Santa Cruz, en el que se adornaba la capilla con ramos de flores y colgaduras.

También, se realizaban cultos el Jueves Santo y al final de año, al día siguiente de la Navidad, se celebraba el cabildo de elecciones para nombrar los cargos de la hermandad, cuyo mandato tenía una duración de anual, como era costumbre en casi todas las hermandades, tomando posesión de sus cargos en los primeros días de enero, en que rendían cuentas los mayordomos salientes, que habían de entregar una libra de cera al finalizar su mandado, y recibían los bienes y alhajas los mayordomos entrantes, realizándose un inventario de los mismos.

Entre esos bienes de la hermandad, que conozcamos, estaban algunos censos sobre inmuebles, como el de cien ducados que grababa una casa en la calle Plegadero Alto, cerca de la iglesia, cuyo censo pagaba el portero de la Real Chancillería, Francisco del Mármol, y que, en 1703, trató de redimir Juan Tovar y Peñalver. Otros recursos de la hermandad eran las limosnas que los hermanos recolectores recogían en una bacinilla de plata.

Aunque la devoción al Cristo del monumento del Campo del Príncipe no había disminuido entre la población granadina y, especialmente, la del Barrio del Realejo, la Hermandad, sita en la iglesia de San Cecilio, presentaba durante el siglo XVIII una vida un tanto precaria, que la llevarían a su casi desaparición en la década de los años ochenta de dicho siglo.

Un inventario de las pertenencias de la Hermandad, realizado en 1777, nos da cierta idea del aspecto que presentaba la imagen y capilla en esa época. El inventario se realiza con motivo de la entrega de bienes del mayordomo saliente, Manuel Moreno, al entrante, Manuel de Estrada. La dicha entrega se aprecia que la imagen poseía una diadema o nimbo de plata sobre una corona de espinas, asimismo de plata. Aún dichas diadema y corona las llevaba la imagen en 1928, cuando se funda la hermandad de penitencia actual. Detrás del Cristo, como fondo, se ponía un cortinaje o velo de raso color verde adornado con puntas doradas y otro de color morado, seguramente para tapar la imagen en tiempo de Semana Santa. También, se le sobrevestía con un “sudario” o “tonelete”, de la cintura para abajo, como era costumbre en los Crucificados de esa época. De estos perizomas de tela la imagen tenía cinco: uno de “preciosa” con galón de oro; otro de color verde, que era el más antiguo; otro blanco con fino encaje; otro morado de “colina” con galón dorado y otro de color blanco que se le añadiría unos años después (3).

El altar del Cristo se completaba con dos frontales, uno carmesí y otro verde, que normalmente solían estar bordados con sedas o de brocado. Y para alumbrar la capilla, había cuatro candelabros de bronce, seguramente en el altar o junto a él, más dos lámparas: una de bronce con cristales, de las de forma de araña, y otra de azófar. Llegada la Semana Santa la capilla se adornaba con colgaduras y cirios encendidos para los oficios del Jueves Santo; asimismo, para la función del día de la Santa Cruz se engalanaba con ramos de flores, como se ha dicho.

También poseía la Hermandad en el Campo del Príncipe 19 árboles de álamo negro y 2 de blanco, que los había plantado el que fue hermano mayor, Carlos de Palencia, seguramente para crear una frondosidad en torno al monumento del Cristo y embellecer el lugar.

En el año 1778, la Hermandad comenzó a padecer una profunda crisis, de la que empezó a ser exponente el rechazo de algunos mayordomos elegidos a ostentar y tomar posesión de su cargo. Así, ese año, los mayordomos, Blas Martínez, y Fernando y Agustín de Aragón, al final de su mandato, tuvieron que entregar las cuentas y bienes de la corporación al beneficiado de San Cecilio, Alfonso Gámiz de la Parra, por no haber sido elegidos nuevos mayordomos. Dicho beneficiado, aunque las recibió, no estuvo conforme con las mismas y pidió que se convocase a la Hermandad para que se rindieran de nuevo, manifestando además en un informe, elevado a la autoridad eclesiástica, que en la parroquia no existía una hermandad del Cristo de los Favores, sino una concordia de devotos, sin constituciones, que elegían unos comisarios para el cuidado de las luces del monumento del Cristo y de la lámpara de la capilla, valiéndose de las limosnas que recogían para ese fin y de un censo de 100 ducados (parece que sobre la casa que tenía en el Plegadero Alto). Una excusa, sin duda, pues muchas hermandades en aquellos tiempos se fundaban y permanecían bastantes años sin reglas.

Por otra parte, parece que ciertos mayordomos habían cometido determinados fraudes, pues se insta a los que habían ostentado el cargo en los cinco últimos años a que presenten las cuentas de su gestión, porque se apreciaban que existían ciertas irregularidades en ellas, y se convoca un cabildo general para el día 10 de enero de 1779, en el que se trataría de comprobar la situación de la hermandad.

En dicho cabildo general se expusieron deficiencias tales, como el que no se celebraban todas las misas de las memorias o mandas, ni las los viernes; que los faroles del monumento y la lámpara de la capilla se apagaban a las nueve de la noche, cuando debían de estar encendidas toda ella. Finalmente, se nombraron por aclamación tres comisarios: Miguel Larrio, Antonio López y Bernardo de Luque con un secretario, Juan de Estrada, para tratar de solucionar las deficiencias y reorganizar la hermandad.

Por su parte, el Provisor y Vicario General de la diócesis, Antonio de la Plata, visto en informe del fiscal, que solicitaba que se sobreseyera el asunto y se admitieran las cuentas de los mayordomos anteriores, que debía firmarlas el beneficiado parroquial y el secretario, dictó un auto por el que mandaba evitar “discordias y desazones”; que no se admitieran gastos secretos, sino solo los dedicados al culto y veneración del Cristo; que se formaran unas constituciones para su permanencia en el tiempo, puesto que la hermandad estaba funcionando sin ellas, y sin ellas no podía subsistir la congregación, porque así los disponían las leyes del Reino. Asimismo, disponía el auto que Blas Martínez, que había sido mayordomo a pesar de tener prohibido manejar los bienes de la cofradía por su condición de hijo de militar y soldado, podría desempeñar otros cargos en la congregación.

Los últimos comisarios o mayordomos de los que tenemos noticia, Miguel Tarrio, Antonio López y Bernardo de Luque, que como se ha dicho fueron elegidos el 10 de enero de 1779, aceptaron el cargo, pero declaraban unos meses después que el auto no se había puesto en ejecución, ni se habían entregado los bienes, libros y alhajas de la corporación.

Parece que la hermandad al no contar con reglas aprobadas pudo ser suspendida, aunque el culto y devoción al Cristo de los Favores continuó en las siguientes décadas; de ello hay noticias de funciones o fiestas que se celebraron después de la ocupación francesa en 1812 y 1813, seguramente se hicieran más años, pues el fraile Fray Antonio de Palencia tenía la obligación de decir misas a devoción del Cristo, quizá por alguna memoria (5). Pero no será hasta 1820 cuando se produce un intento de reorganizar la hermandad, aunque éste, como veremos, resultó fallido.

Intento de restablecer la hermandad en 1820

Los rescoldos de aquella hermandad aún vibraban en 1820, cuarenta años después de los últimos acontecimientos que hemos relatado. Y es que, en ese año, un grupo de personas, encabezadas por Juan Sola, Manuel Ruiz, Joseph y Pedro Sánchez, devotos del Cristo, vecinos del Realejo y feligreses de la parroquia de San Cecilio, en cuyo grupo figuraban también algunos que habían sido mayordomos de la decaída corporación, como Blas Martínez y Fernando de Aragón, dirigen a principios de 1820 una carta al Provisor de la diócesis, Antonio Martín Montijano, para solicitarle que se restableciera la hermandad.

“Que mediante los tiempos que ha habido de decadencia y en la dominación francesa y hallándose en esta feligresía la hermandad del Santo Cristo de los Fabores y otra efigie en el sitio llamado del campo del Príncipe, cercado de álamos y no teniendo culto tanto en la iglesia como en el sitio nombrado, a VS. Suplicamos se sirva mandar y decretar que mediante ser una hermandad antigua se elija cuatro de los que componen, a son de campana, como siempre ha sido acostumbrado, y en seguida se nos entreguen las alajas, que paran en poder de Manuel Garzón (lo piden en nombre de toda la feligresía) para el aumento del culto y veneración de Ntro. Señor” (4).

Ante esa petición el Provisor pidió un informe al párroco de San Cecilio, que no pudo ser más demoledor, afirmando que los solicitantes había abusado con mala fe y engaño del Provisor y del cura de San Cecilio, que había pedido que se le informase sobre la hermandad y sus libros; que no acudía a la santa misa, a la que asistían solo 14 o 15 personas, y que se jactaban de ser cristianos, cuando solo asistían al culto si “hay tambores, platillos y alboroto, más propio de un paseo profano”. Añadía en su informe, que suponían los solicitantes que todos los feligreses reclamaban el restablecimiento de la hermandad, cuando muchos de éstos habían venido a quejarse al cura para que la hermandad no se restableciera, pues la feligresía era pobre y los feligreses ya estaban acosados todos los domingos por las demandas de las otras hermandades de la iglesia, como eran la de las Ánimas, la de Ntra. Sra. de la Salud y la de Ntra. Sra. de la Paz, y tenían que dar vueltas y rodeos para esquivar a esos limosneros.

Con este informe negativo, el Provisor decretó que no había lugar al restablecimiento de la hermandad. Independientemente de las razones objetivas que llevaron a negar la reorganización de la hermandad, no cabe duda de que en este episodio se volvía a manifestar esa sempiterna oposición del clero a facilitar el establecimiento y creación de hermandades, estando en el fondo, a mi juicio, motivos de carácter económico, al constituir las hermandades una realidad competencial para la parroquia en cuanto a las limosnas que se recogían de los feligreses, que en su mayor parte eran personas pobres o de escasos recursos económicos.

A pesar de la negativa a restituir su antigua hermandad, la devoción al Cristo del Campo del Príncipe siguió siendo la predilección de los granadinos, y a los pies de su monumento nunca faltaban ofrendas de velas encendidas y flores, de modo que, no estaba nunca abandonado aquel devoto lugar.



Capilla de Salida

Desde la fundación de la Hermandad y al establecer su sede canónica en una iglesia cuyas dimensiones de su puerta no permitía la salida de unos pasos con las medidas adecuadas, la misma tuvo la inquietud de contar con un lugar de salida adecuado. El primer paso en el que procesionó el primer titular, era de dimensiones más reducidas, pero en 1944 se estrena el paso de Nicolás Prados López, de medidas considerables y es el motivo que da pie a la construcción del nuestra actual Capilla de Salida. Era Hermano Mayor Francisco Antonio Arcas Carmona, quien da, en aquellos años cuarenta tan duros de la postguerra, el impulso imprescindible para configurar la Hermandad que ha llegado a nuestros días. El mencionado año 44, que también supuso el estreno del paso de palio de la Hermandad que cobijaba a la primera imagen que veneramos con la advocación de Misericordia, los dos pasos se habían montado en la calle, por lo que se solicita la cesión de un solar contiguo a la Iglesia, para la construcción de una Capilla de salida con una puerta apropiada.

Cuando se construye este edificio, que de siempre se ha llamado en la Hermandad “Capilla”, en realidad el solar cedido era de mayores dimensiones que el que ocupa en la actualidad. Por razones que se desconocen al final se acaba reduciendo y quedando en la configuración actual. El solar cedido llegaba hasta la misma puerta pequeña ojival por donde sale el Cortejo el Viernes Santo. De hecho hay quien asegura que los cimientos primeros, están enterrados en la ubicación señalada. La Hermandad va más allá tras la construcción de la Capilla y muestra su deseo de convertirla en algo más que la Capilla de salida. Así en las Constituciones de 1955, que son las más completas hasta ese momento que existían en Granada para una Hermandad de Penitencia, en su artículo número 2, y haciendo alusión a la sede canónica, recoge: “Tendrá su sede canónica en su Capilla propia, adosada a dicho Templo Parroquial. Capilla que constará de tres Altares: centro, con el Santísimo Cristo de los Favores, derecha, con la Virgen de la Paz e izquierda, con la Virgen de la Misericordia. Esta Capilla tendrá su entrada principal por el Baptisterio parroquial, con reja alta, formando de este modo, parte del Templo. La actual puerta exterior de esta Capilla sólo se abrirá para las salidas procesionales de esta Hermandad…

 

SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR

Ser cristianos significa pertenecer a Cristo, y Cristo se hace presente en el Sacramento de la Eucaristía, en Jesús Sacramentado.

El culto a Jesús Sacramentado, a través de la Sagrada Eucaristía y de los propios que realiza nuestra Hermandad a lo largo del año, dan sentido y profundidad a nuestra razón de ser cristianos. Es más, la Eucaristía es la fuente, el alimento que nos sustenta en nuestro peregrinar terreno. En este sentido afirmaba el Papa, hoy santo, San Juan Pablo II “La Eucaristía es el centro de la vida parroquial… y está en el centro de la vida cristiana”.

La cristiandad celebra la Solemnidad del Corpus Christi desde que el papa Urbano IV la instaurara en 1264 a raíz de las visiones de Sor Juliana de Monte Cornillón que en sueños vio que faltaba en el calendario litúrgico una fiesta dedicada a la Eucaristía. La ciudad de Granada la tiene como su principal celebración desde el siglo XVI. La Contrarreforma Tridentina definió la Eucaristía como el principal de los sacramentos, defendió la transustanciación del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Ntro. Señor Jesucristo, definió el culto de adoración (latría) eucarístico, su reserva y su distribución a los enfermos fuera de la misa, entre otras cuestiones. Desde antiguo han existido cofradías del Santísimo Sacramento, creyéndose que la más antigua se fundó en Aviñón en 1226, en Granada la primera que se funda en 1544, erigiéndose en lo sucesivo al menos una en cada parroquia. Siendo nuestra hermandad la primera Cofradía de la Ciudad de adquirir el titulo de Sacramental al fusionarse a la Sacramental de la Parroquia de San Cecilio, la de Nuestra Señora de la Paz, en 1954.

Es por este motivo que el Santísimo Sacramento no es sino el principal Titular de la Hermandad de los Favores, como Hermandad Sacramental de la Parroquia de San Cecilio, nuestra sede, siendo eje y vertebrador de los demás actos de culto que realizamos. Es Dios, Jesús Mismo, Quien se hace presente en Su Divina Majestad.

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar



SANTÍSIMO CRISTO DE LOS FAVORES

1947, finalizará con un hecho de gran relevancia: la adquisición de la que es actual titular de la hermandad. Había entrado en el cargo de hermano mayor, Francisco Carrasco Jáimez, que sucedió a F. Antonio Arcas Carmona. El nuevo hermano mayor, junto con Francisco Muro, estaban realizando la búsqueda y gestiones para adquirir una nueva imagen de Cristo Crucificado, y con él sustituir el que hiciera Prados López unos años antes. La nueva imagen del Cristo fue hallada en el Beaterio de Santa María Egipciaca, que estaba en la calle de Recogidas, lugar en el que en siglos anteriores se “arrecogían” mujeres “descarriadas” (allí estuvo presa Mariana Pineda) para su rehabilitación social. Entonces el Beaterio y su iglesia, hoy desaparecidos, estaban ocupados por las Carmelitas Misioneras con las que se llegó a un acuerdo transaccional por el precio de 12.000. Ptas., formalizándose escritura de compra ante el notario sustituto Moscoso Ávila, según testimonio de un directivo de la época.

Se trataba de una imagen de finales del siglo XVI o principios del XVII, que la opinión artística de entonces atribuía al discípulo de Diego de Siloé, Baltasar de Arce, y con esta creencia se llegó a finales del siglo XX. El interés de algunos cofrades por las imágenes de nuestra Semana Santa ha hecho que se tome interés por la autoría de esta imagen, valorando sus características artísticas, pues Gómez Moreno, ni siquiera nombra a este Crucificado en su Guía de Granada, y Gallego y Burín solo hace referencia a “un crucificado en el coro del siglo XVI, sin que sepamos si, verdaderamente, se refiere a éste o a cualquier otro. En publicaciones más modernas, como la de Martínez Medina en 1989 en una fotografía de su obra Cultura religiosa en la Granada renacentista y barroca, aún lo asigna a Baltasar de Arce, escultor que falleció en 1564, cuando aún no existía interés en Granada por el naturalismo.

En definitiva, no ha habido un estudio significativo sobre esta notable imagen por parte de los expertos en arte, de modo que algunas referencias de éstos a a esta talla han ido a remolque de las opiniones sobre su autoría vertida por cofrades en algunos artículos y coloquios, en los que ya se barruntaba, que los grafismos escultóricos que presenta la imagen de este Crucificado la sitúan en el entorno del maestro Pablo de Rojas.

La restauración del Cristo de los Favores

Desde 1993 se estuvieron realizando los trámites pertinentes para llevar a efecto la restauración de esta talla de gran valor artístico, como es la del Santísimo Cristo de los Favores, y con la finalidad de que dicho trabajo se efectuara por personas plenamente capacitadas y que se financiara por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, siendo el restaurador designado, Juan Luis Coto Cobo, como encargado de realizarla. Este técnico tenía acreditada su competencia, entre otros trabajos, por haber dirigido el taller de restauración de la Catedral de Sevilla. Sin embargo, la hermandad, a pesar de ser la propietaria de la imagen, no conoció el encargo, al menos oficialmente, hasta que se le comunicó por la Curia Diocesana el día 13 de diciembre de 1994. La imagen presentaba, según el informe redactado por el Sr. Coto Cobo, graves desperfectos en los brazos y en el cerramiento de la espalda, que pudieran haber ocasionado percances severos en el movimiento de la imagen propio de la estación de penitencia. También se limpió la policromía, suprimiéndole repintes que en gran medida ocultaban la original (36).

Para llevar a efecto esta labor la imagen fue trasladada el 10 de enero de 1995 al Convento de Santa Catalina de Siena, que tantos años la albergó, creándose la correspondiente comisión de seguimiento de los trabajos, que finalizaron en marzo de 1995. Este año ya pudo procesionar restaurada en la estación de penitencia del Viernes Santo. Antes, una vez finalizada la restauración, tuvo lugar la presentación a los fieles y medios de comunicación en la sede de San Cecilio.

Iconografía: Representa a Cristo Crucificado, tres segundos antes de morir, suspendido de cruz arbórea por tres clavos. De canon algo largado, con paño de pureza voluminoso, resuelto a grandes pliegues muy simplificados y anudado a la derecha. Presenta un fino y arcaizante estofado esgrafiado. La cabeza, fuerte, enérgica, de expresión dura y un poco voluminosa queda inerte inclinada hacia la derecha interpretada la misma sin corona de espinas y con potencias. Sus piernas, como quebradas, dirigen sus rodillas hacia el lado izquierdo de la imagen.

NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ

Origen histórico y otros hitos históricos

Según la aproximación efectuada a su historia, el origen de la Imagen estaría en la fundación de la Hermandad del Santísimo Sacramento de la Iglesia de San Cecilio en el desarrollo del siglo XVII, si bien no encontramos referencias directas hasta la primera década del siglo XVIII donde ya se hace alusión a la misma. A partir de aquí, pasamos a listar los hechos más relevantes a través de los hitos siguientes:

1622 – Fundación de la Hermandad del Santísimo Sacramento en la Iglesia Parroquial de San Cecilio.
1646 – Estatutos fundacionales de la Hermandad del Santísimo Sacramento donde se señala la advocación de Nuestra Señora de la Paz como titular mariana.
1709 – Es el año señalado por Manuel Gómez Moreno en 1862, como la primera referencia sobre la existencia de la Imagen atribuida de manera genérica al taller de los Mora y mantenida por otros autores como Antonio Gallego y Burín, durante la primera mitad del siglo XX.
1712 – Se cita a Nuestra Señora de la Paz presidiendo el retablo de la capilla Sacramental en el inventario de la Iglesia de San Cecilio.
1726 – Vuelve a aparecer en el inventario de la Iglesia de San Cecilio efectuado en ese año.
1954 – Fusión de la Hermandad del Santísimo Sacramento con la Hermandad penitencial del Cristo de los Favores y María Santísima de la Misericordia. Incorporándose como titular mariana de la misma.
1969 – Incendio de la Parroquia de San Cecilio – Deterioros.
1972 – Atribución a Diego de Mora por parte del Dr. Domingo Sánchez-Mesa Martín.
2020-01-24 – Ultima fecha de celebración de cultos a la Imagen de nuestra Señora de la Paz.

Aunque algún autor consultado apunta a que, al igual que otras imágenes devocionales, Nuestra Señora de la Paz procedería del desaparecido Convento de Belén ubicado en el mismo barrio del Realejo tras los procesos de exclaustración del siglo XIX, podemos señalar que según la documentación y la bibliografía consultada desde su hechura no encontramos ningún cambio reseñable de lugar ni de inmueble ni de capilla. Solo apuntar, que constatamos por tradición oral, un momentáneo traslado hacia una vivienda particular cercana a la Iglesia en el episodio devastador del incendio del siglo pasado volviendo a su ubicación tras la restauración del inmueble.

Se ha mantenido por tanto en su ubicación, segunda capilla del lado del Evangelio de la Iglesia dedicada a la Hermandad del Santísimo Sacramento y presidido por el retablo de Nuestra Señora de la Paz (Doc. – Inventario de la Iglesia de San Cecilio, 1712)


En cuanto a la propiedad la Imagen siempre ha pertenecido a la Parroquia de San Cecilio, teniendo información documental, si bien en un primer momento no de esta imagen pero sí de la advocación, a través de los Estatutos Fundacionales de la Hermandad del Santísimo Sacramento desde 1646 como su titular mariana.

Su festividad se celebra el 24 de enero siendo objeto de culto específico dentro de la Hermandad de los Favores de Granada.

Análisis histórico-artístico / análisis documental

A lo largo de los años, observamos que ha sido una obra muy tenida en cuenta por parte de los investigadores como ejemplo y modelo de imagen mariana para otras obras realizadas tanto en el seno del taller de los Mora, y posterior taller de Diego, como para la propia Escuela Granadina de Escultura. Se observa en las continuas referencias bibliográficas realizadas sobre todo en el siglo pasado y más recientemente a través de la Tesis doctoral del historiador Isaac Palomino sobre Diego de Mora, aun sin publicar, defendida en 2017 en la Universidad de Granada. En este último estudio, se realiza una profunda investigación histórico-artística de toda la producción de Diego de Mora, del que tomamos la descripción que realiza sobre Nuestra Señora de la Paz como referencia:


“Obra de talla completa, de tamaño inferior al natural, realizada en madera policromada. Representa a María con el Niño sobre su brazo derecho y cetro en la izquierda. De posición erguida, con airoso contraposto en el que flexiona la pierna derecha, lo que permite desplazar los pliegues de la túnica hacia el centro de la composición y acentuar el ritmo helicoidal de los paños. El manto se presenta dispuesto sobre los hombros, abrochado sobre el pecho y terciado sobre el vientre, quedando ahuecado para bordear el brazo derecho. Se resuelva con grandes pliegos sin dejar de marcar el citado ritmo y la estructura de la imagen. Sigue el modelo propio de Diego de Mora en algunas de este tipo de imágenes marianas que se pueden encuadrar en la primera década del XVIII, tanto en los ropajes como en la composición de la imagen (…) El rostro de la Virgen, ovalado, presenta las característicos ojos rasgados, nariz y boca bien definidas y cuello amplio. El cabello se resuelve a base de largos mechones, abierto desde la frente para despejar el rostro. Con más volumen a la altura de los pabellones auditivos, sin ser excesivo, lo cual permite ponderar que sea una imagen de evolución hacia otras donde lo hace más abultado. Presenta los singulares mechones ondulados que caen sobre el pecho a ambos lados
del cuello.

La figura del Niño Jesús queda sentada sobre la mano de María, en actitud de bendecir y a la vez atender a los fieles al extender sendos brazos hacia delante (…) Presenta una anatomía infantil rolliza, esbelto y de cabeza bien proporcionada. Rostro de grandes ojos, nariz pequeña, carrillos prominentes y sonrosados y boca pequeña dejando ver sus dientes tallados. Mantiene la característica barbilla con hoyuelo…”

Desde el punto de vista documental aparece reseñada en varios documentos tanto del Archivo de la Iglesia de San Cecilio, como del Archivo de la Diócesis de Granada.

Se pone de manifiesto la importancia de la pieza desde el punto de vista cultual como Imagen que ha mantenido su uso y concepción original a lo largo de los siglos desde 1709, y desde un punto de vista histórico artístico como modelo de otras Imágenes desarrolladas en el propio taller de Diego de Mora y en los talleres de sus continuadores, como ejemplo el de José Risueño, siendo claro ejemplo de la importancia que tuvo la Escuela Granadina de escultura en el Edad Moderna en toda Andalucía.

MARÍA SANTÍSIMA DE LA MISERICORDIA CORONADA


En 1945 se adquirió a las monjas clarisas del convento de Nuestra Señora de los Ángeles, sito en la vecina calle de Molinos, imagen que la crítica artística atribuía a la Escuela Granadina y, concretamente, al taller de los Moras. Muchos años después se ha descubierto como su autor a Francisco Morales González (1845-1908), que, efectivamente, siguió los patrones de dicha escuela, como los han seguido otros escultores granadinos del siglo XX. Este descubrimiento se realizó en 1992, al restaurarse la imagen por el sevillano, Manuel Bonilla Cornejo, que apreció en uno de los hombros de la imagen el nombre del escultor y la fecha de su hechura, 1896. Parece que en dicha restauración retiró la firma del hombro y lo repolicromó, pero trasladó la nota al candelero para conservarla.

Convento de los Ángeles

Sobre su origen se ha difundido una historia casi legendaria y que ahora se ha aclarado. Se trata de la adquisición de la Virgen al Convento de los Ángeles, a cambio 19 sacos de trigo durante 1945.

La tradición oral, transmitida por algunos directivos de la época, decía que la imagen había sido donada a las monjas por una familia de un militar de apellido Alonso. Conociendo la existencia de esta imagen y la posibilidad de que las monjas la vendieran Ramón Martínez Rioboo, directivo de la hermandad, y antes hermano mayor de la Esperanza, se lo comunicó a los señores Arcas Carmona y Carrasco Jáimez, hermano mayor y secretario, respectivamente, de la Cofradía de los Favores. Éstos acudieron a tratar el asunto con las religiosas de los Ángeles, llegando al acuerdo de adquirirla por precio en especie. La transacción se cerró con la obligación de entregar a las monjas trigo -muy importante en aquella época posbélica de escaseces-; otra versión expresa que fueron 19 sacos de harina. Fuera de una cosa u otra el pago de la imagen se realizó con dicho cereal, que por lo visto era fácil de obtener al ser algunos directivos de la hermandad, a su vez, del Servicio Nacional del Trigo. Junto a la imagen se adquirió una diadema en plata de ley de 916 mm, realizada a finales del XIX por el taller de los Secano, y una media luna de plata, piezas que la Virgen llevaba y un cajita de alhajas, también perteneciente a la imagen (16).

El laborioso trabajo de los investigadores ha localizado los documentos parecen descartar esta versión y arrojan luz sobre la adquisición. Estos documentos, se conservan actualmente en el Archivo del Monasterio de Santa Isabel la Real, y copia en el archivo de la Hermandad, al haberse cerrado el mencionado Convento de los Ángeles, popularmente conocido como el de las Vistillas. Se trata del Libro de actas de la Comunidad de Religiosas.

Documentos

Son dos interesantes actas las que nos ofrecen los datos necesarios para identificar el origen de esta Dolorosa. El primero tiene fecha de 29 de enero de 1945. En él, la Abadesa Sor Mercedes del Castillo, relata la visita de unos señores “conocidos de la casa” que tenían la intención de comprar dicha talla que donó a la Comunidad Dolores Torres de Agrela, que residió en este convento pese a su condición de laica. El mismo documento la define con el título que habitualmente tenían estas mujeres: “señora de piso”. El asunto se somete a votación secreta y se aprueba por unanimidad su venta. La intención de los compradores era “hacerle una capilla en la Parroquia de San Cecilio y ponerla a la veneración de los fieles”, al mismo tiempo que ellos donaban a las religiosas otra imagen de la Virgen.

El segundo documento ya formaliza la compra y está fechado el 3 de marzo del mismo año. Se reflejan en él tres tasaciones. Una efectuada por el alcalde, Antonio Gallego Burín, que la valoraba en 2.000 pesetas, otra de Rafael Campos que fija la cantidad en 2.500 pesetas y la tercera realizada por el periodista Marino Antequera que lo hacía en 3.000, pero añade que se pidan cinco “por ser capricho” Este fue el precio que finalmente se pagó por los hermanos de los Favores y el destino, según se recoge en este documento fue “gastarlas en reformar la Iglesia”.

La Virgen parece que tenía originalmente las manos entrelazadas y se le cambiaron por las que realizara Martínez Olalla para la Dolorosa que fue sustituida por ésta. Quizá este cambio de manos se realizaría en una elemental intervención de la imagen, que hicieron los hermanos Romero, y que consistió en ponerle más altura al candelero desde la cintura, ya que la parte superior estaba tallada (17).

Iconografía: Representa la Virgen dolorosa en el momento después de la Crucifixión. La posición de la cabeza es recta con una ligera e inapreciable inclinación hacia su derecha. Los ojos son de cristal y su mirada es baja, dirigida al suelo. Lleva pestañas postizas y seis lágrimas, tres en cada mejilla, dos de ellas partiendo de los respectivos lagrimales. Boca entreabierta y dientes superiores tallados, la posición de las manos extendida, reflejando en su rostro la ternura del dolor contenido, con cejas arqueadas que confluyen en un entrecejo pronunciado. El candelero es de base ovalada, con seis listones que arrancan de la cadera, realizado en madera de cedro.

Se le conocen tres restauraciones, realizada la primera tras su adquisición para adaptarle nuevo candelero, por Eduardo Espinosa Alfambra. Posteriormente en 1969 se le confiere a Aurelio López Azaústre quien le vuelve a cambiar el candelero tras el incendio de San Cecilio, y le confecciona nuevas manos. La última, ya indicada, en 1992 por el sevillano Bonilla Cornejo que en 2022 le realiza limpieza e intervención conservativa.

Fue Coronada Canónicamente el 20 de Mayo de 2007, en la Santa Iglesia Catedral de Granada, por el Arzobispo de Granada, Monseñor Francisco Javier Martínez.

 

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