HERMANDAD DE LOS FAVORES
HISTORIA
La historia de la gran devoción de Granada al Santísimo Cristo de los
Favores comenzó hace casi 400 años, cuando en 1640, según relata Enríquez de
Jorquera, los vecinos del Barrio del Realejo:
“pusieron una grandiosa cruz de piedra de alabastro muy labrada con su
reja a la redonda de mucha costa con sus quatro faroles de las quatro esquinas
de la reja que arden de dia a noche; pusose todo a su costa de los vecinos
debotos (…).
Hizose la imagen y monumento para colocarlo, en principio, en la plaza
del Realejo Alto, rodeado de una reja, finalizada en 1641. En ese lugar pronto
empezó la imagen a suscitar la devoción de los vecinos, que acudían con sus
plegarias a impetrar los favores del Cristo para que los socorriera de sus
zozobras y desventuras. Seguramente, la advocación de Favores no la tenía en
los primeros años de haberlo colocado en aquel lugar y fue una denominación que
la imagen fue adquiriendo por designación popular.
En aquellos siglos XVI y XVII la ciudad de Granada se pobló de capillas
y cruces callejeras, como un exponente más de la sacralización de los espacios
públicos; en una ciudad que había regresado a la fe cristiana, después de casi
ocho siglos de ocupación islámica. Esta sacralización cristiana ya había
comenzado desde el mismo año de la reconquista de la ciudad con la utilización
de las muchas mezquitas que en ella existían para convertir estos edificios en
iglesias parroquiales.
Se especula sobre la identidad del autor del Crucificado de los Favores
y de su monumento, atribuyéndose al escultor granadino Alonso de Mena
(1587-1646), el más prolífico de los existentes en Granada en ese año de 1640,
y autor, asimismo (uno de ellos), del monumento a la Inmaculada, en forma de
columna de Triunfo romano, y del Crucificado que está frente a la ermita del
Santo Sepulcro del Sacromonte, con el que presenta ciertas similitudes.
No quedó el monumento en el lugar original, pues en 1682 fue trasladado al
Campo del Príncipe, tal vez ya a iniciativa de su hermandad, lugar donde hoy
aún permanece. En el mismo monumento existe una inscripción que alude a esta
fecha en la que dice: “Se acabo, año de 1682”, misma fecha de otra inscripción
en la que se comunica que el Arzobispo de Granada, don Alonso Bernardo de los
Ríos, concedió 40 días de indulgencias a los que rezaren a la imagen el
Padrenuestro y el Avemaría.
https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=ojcvUnRpC90
Campo del Príncipe
Señor de los Favores
El Barrio del Realejo
Este barrio donde surgió la devoción hunde sus raíces en los mismos
orígenes de la ciudad, varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo, cuando
comerciantes fenicios y judíos se fueron estableciendo en la colina de lo que
sería el Mauror, núcleo poblacional que después los árabes llamarían Garnata
Al-Yehud (Granada de los Judíos). Allí, en ese barrio judío, seguramente,
acudirían los discípulos judíos de Cristo que abrazaron el Cristianismo, como
el Varón Apostólico San Cecilio, y que vinieron de Israel a traer el Evangelio
a estas tierras granadinas. Barrio extramuros de la ciudad ibero-romana de
Illiberis, llamado Garnata, que, finalmente, daría su nombre a toda la ciudad
en la época musulmana.
La
Qbba del Cuarto Real de Santo Domingo
El barrio se extendió con los árabes, que lo fortificaron, ampliando las
murallas para recogerlo y construyendo la fortaleza de Torres Bermejas en la
zona alta del Mauror. Al recinto del barrio se accedía por varias puertas de
entrada abiertas en la muralla, como la de Bib-Lacha o del Pescado en la zona
que daba al río Genil; la de Bib-Neched o de los Molinos, al final de la calle
de su nombre, que iniciaba el camino hacia Cenes, Güéjar y Sierra Nevada; la de
Bib-Ataubin, adosada al castillo de este nombre, o la de Al-Fajarín o de los
Alfareros, en la misma plaza del Realejo, en la zona llamada placeta de
Fortuny. Puertas que separaban y unían el barrio al resto de la ciudad.
En las afueras de aquel barrio poblado, en gran parte, por judíos, se
construyeron, desde la època almohade, palacetes y huertas para recreo de la
familia real granadina, como el palacio de Aixa, llamado después Cuarto Real de
Santo Domingo, construido hacia finales del siglo XIII por el rey nazarí
Muhamad II, en el que destaca la Qbba o salón de recepción, que constituye un
torreón sobre la muralla. A estos espacios de huertas se trasladaba en verano
la familia real nazarí y, parte de ellos fueron cedidos por los Reyes Católicos
para levantar el convento dominico de Santa Cruz la Real. Precisamente, estos
espacios reales dieron el nombre, ya en época cristiana, al Barrio del Realejo.
El
Cristo de los Favores del Monumento
El Campo
del Príncipe, en la pendiente que baja de la colina de los Mártires, y donde se
trasladó definitivamente en 1682 el monumento al Cristo de los Favores, también
tiene hondas raíces históricas, que se remontan, seguramente, a los albores de
la conquista islámica. Ese gran espacio en suave pendiente se llamó por los
árabes Fahs Abulnest, o Campo de la Loma, que se dedicó a cementerio musulmán
con el nombre de Maqbarat- Al Assal y, en su parte alta, se situaba, según el
plano de Seco de Lucena, la Jima Al-Yahud o Sinagoga de los Judíos, convertida
en parroquial de San Cecilio, al reconquistarse la ciudad de Granada.
Aquel
cementerio desaparecería cuando en 1497 se mandó allanar para crear un espacio
de esparcimiento para que el pueblo celebrara las bodas del Príncipe Juan, hijo
de los Reyes Católicos, que ese año se casó con Margarita de Austria. El
cabildo de la ciudad dispuso que se hiciese “un campo para la alegría de las
bienaventuradas bodas del Príncipe nuestro señor”, desde entonces se denominó
aquel lugar Campo del Príncipe. Unos años más tarde, se dedicó por dicho
cabildo a espacio de fiestas de toros y juegos de cañas.
A los
vecinos del barrio se les denominaba desde tiempo inmemorial con el apodo de
greñúos, apelativo sobre cuya razón existen varias teorías, aunque la que más
parece que responde a la realidad es la que se refiere a los judíos, originales
habitantes del barrio, que llevaban colgando de los lados de sus cabezas unas
largas patillas rizadas y el pelo lleno de bucles. Aún, en nuestros tiempos, en
muchos países las siguen llevando.
La Hermandad
devocional. Siglos XVII y XVIII
En este barrio popular, de tan honda raigambre histórica, apareció
aquella devoción al Cristo de los Favores, que traspasó sus límites y se
extendió por toda la ciudad y los pueblos de la Vega, cuyos habitantes venían a
postrarse ante la imagen pétrea del Crucificado para implorar sus favores,
especialmente, cada viernes del año. Esta devoción pronto cuajaría en una
congregación de fieles para darle culto externo e interno, en este último caso,
en la iglesia cercana del Patrón de Granada, San Cecilio.
Ya había comenzado la devoción durante aquellos cuarenta años que la
imagen permaneció en la plaza del Realejo Alto, separada de la del Realejo Bajo
por una fuente para abastecer de agua a vecinos y caballerías; era, por lo
tanto, un lugar muy concurrido al que se añadía el bullicio de un mercado
callejero de telas y carnes, que allí se instalaba cada día. Quizá, buscando un
espacio más amplio y tranquilo se decidió en 1682 trasladar el monumento del
Cristo al cercano Campo del Príncipe, donde aún lo encontramos hoy después de
350 años.
En años cercanos a ese traslado al Campo del Príncipe se forma la
congregación de devotos que le dará culto al Cristo con la advocación de
popular de Favores. Tiempos de epidemia de peste bubónica, que padeció Granada
en 1679 y 1680, fueron aquellos en los que se conformaba su hermandad de
devotos. La ciudad quedó asolada con miles de muertos, acudiendo los granadinos
a implorar el auxilio de las imágenes de mayor devoción de la ciudad, para que
cesara la epidemia y varias cofradías se fundaron por ese tiempo (Cristo de la
Salud, San Agustín, Favores, Nazareno de las Tres Caídas…etc.).
Pero la hermandad necesitaría una imagen a la que dar culto interno e,
incluso, con la posibilidad de procesionarla, cosa que era imposible en el caso
del Cristo del monumento, origen de la devoción. Para dicha finalidad eligieron
a un Crucificado de la iglesia de San Cecilio, su sede. Se trata de una imagen
de finales del siglo XVI o principios del XVII, cercana al arte del maestro
Pablo de Rojas, del que presenta su característico contrapposto y el volumen
craneal, entre otras características.
La hermandad parece que consiguió que se le cediera para sus cultos (al
menos en 1733 allí residía), la cuarta capilla, entre la de Nuestra Señora de
la Salud y la de Nuestra Señora de Paz (que parece que era en la que hoy se
venera a María Stma. de la Misericordia Coronada):
“(…) la quarta capilla en la que esta colocada la Stma. Ymagen del Xpto
con el titulo de los Fabores que está el culto a cargo de su hermandad (…)”
(1).
Dicha capilla se dotó de un retablo barroco, que probablemente se perdió
en el incendio de la iglesia de San Cecilio, producido el 22 de diciembre de
1969. Dicho retablo se comenzaría a dorar en 1772- al menos, la hermandad
estaba recogiendo limosnas en esa fecha para su dorado-, pero no sabemos si se
llegó a realizar pues unos años después esta antigua hermandad del Cristo de
los Favores entró en una profunda crisis.
Como documento que alude a la iniciación del dorado del retablo o, al
menos, de la intención de realizarlo, hay un recibo firmado por el mayordomo de
la Hermandad, Gabriel Cirilo Moreno, sobre el cobro de 194 reales de vellón
para dicho dorado, cantidad que le entrega el cura de San Cecilio, Miguel
Torres Díaz de Lara, que tenía en su poder. También otros directivos, como
Antonio de Aragón, que había sido mayordomo, dieron 35 reales.
“Como mayordomo que soy de la Hermandad del Smo. Crysto que se sirve en
esta Yg. del Sr. San Cecilio de esta ciudad de Granada, recibí del Sr. Dn.
Miguel Torres, cura de dicha Yglesia ciento noventa y cuatro r. de vellon,
limosna que paraba en su poder para aiuda a dorar el retablo de la Capilla de
dicho Smo. Chrysto y son para dar principio a dicho dorado (…) firmé en Granada
y octubre 24 de 1772” (2) .
La hermandad
cuidaba tanto del monumento al Cristo del Campo del Príncipe, al que le
encendía los faroles de la reja, como a la imagen de la capilla, en la que
ardía permanentemente una lámpara de aceite, y, cada viernes del año se le
ofrecía una misa cantada, así como, las misas de memorias que hermanos y
devotos tenían encargadas. La hermandad celebraba dos fiestas anuales: una el
día 1 de enero, fiesta litúrgica de la Circuncisión de Jesucristo, y el día 3
de mayo, día de la Invención de la Santa Cruz, en el que se adornaba la capilla
con ramos de flores y colgaduras.
También, se
realizaban cultos el Jueves Santo y al final de año, al día siguiente de la
Navidad, se celebraba el cabildo de elecciones para nombrar los cargos de la
hermandad, cuyo mandato tenía una duración de anual, como era costumbre en casi
todas las hermandades, tomando posesión de sus cargos en los primeros días de
enero, en que rendían cuentas los mayordomos salientes, que habían de entregar
una libra de cera al finalizar su mandado, y recibían los bienes y alhajas los
mayordomos entrantes, realizándose un inventario de los mismos.
Entre esos
bienes de la hermandad, que conozcamos, estaban algunos censos sobre inmuebles,
como el de cien ducados que grababa una casa en la calle Plegadero Alto, cerca
de la iglesia, cuyo censo pagaba el portero de la Real Chancillería, Francisco
del Mármol, y que, en 1703, trató de redimir Juan Tovar y Peñalver. Otros
recursos de la hermandad eran las limosnas que los hermanos recolectores recogían
en una bacinilla de plata.
Aunque la
devoción al Cristo del monumento del Campo del Príncipe no había disminuido
entre la población granadina y, especialmente, la del Barrio del Realejo, la
Hermandad, sita en la iglesia de San Cecilio, presentaba durante el siglo XVIII
una vida un tanto precaria, que la llevarían a su casi desaparición en la
década de los años ochenta de dicho siglo.
Un
inventario de las pertenencias de la Hermandad, realizado en 1777, nos da
cierta idea del aspecto que presentaba la imagen y capilla en esa época. El
inventario se realiza con motivo de la entrega de bienes del mayordomo
saliente, Manuel Moreno, al entrante, Manuel de Estrada. La dicha entrega se
aprecia que la imagen poseía una diadema o nimbo de plata sobre una corona de espinas,
asimismo de plata. Aún dichas diadema y corona las llevaba la imagen en 1928,
cuando se funda la hermandad de penitencia actual. Detrás del Cristo, como
fondo, se ponía un cortinaje o velo de raso color verde adornado con puntas
doradas y otro de color morado, seguramente para tapar la imagen en tiempo de
Semana Santa. También, se le sobrevestía con un “sudario” o “tonelete”, de la
cintura para abajo, como era costumbre en los Crucificados de esa época. De
estos perizomas de tela la imagen tenía cinco: uno de “preciosa” con galón de
oro; otro de color verde, que era el más antiguo; otro blanco con fino encaje;
otro morado de “colina” con galón dorado y otro de color blanco que se le
añadiría unos años después (3).
El altar del
Cristo se completaba con dos frontales, uno carmesí y otro verde, que
normalmente solían estar bordados con sedas o de brocado. Y para alumbrar la
capilla, había cuatro candelabros de bronce, seguramente en el altar o junto a
él, más dos lámparas: una de bronce con cristales, de las de forma de araña, y
otra de azófar. Llegada la Semana Santa la capilla se adornaba con colgaduras y
cirios encendidos para los oficios del Jueves Santo; asimismo, para la función
del día de la Santa Cruz se engalanaba con ramos de flores, como se ha dicho.
También
poseía la Hermandad en el Campo del Príncipe 19 árboles de álamo negro y 2 de
blanco, que los había plantado el que fue hermano mayor, Carlos de Palencia,
seguramente para crear una frondosidad en torno al monumento del Cristo y
embellecer el lugar.
En el año
1778, la Hermandad comenzó a padecer una profunda crisis, de la que empezó a
ser exponente el rechazo de algunos mayordomos elegidos a ostentar y tomar
posesión de su cargo. Así, ese año, los mayordomos, Blas Martínez, y Fernando y
Agustín de Aragón, al final de su mandato, tuvieron que entregar las cuentas y
bienes de la corporación al beneficiado de San Cecilio, Alfonso Gámiz de la
Parra, por no haber sido elegidos nuevos mayordomos. Dicho beneficiado, aunque
las recibió, no estuvo conforme con las mismas y pidió que se convocase a la
Hermandad para que se rindieran de nuevo, manifestando además en un informe,
elevado a la autoridad eclesiástica, que en la parroquia no existía una
hermandad del Cristo de los Favores, sino una concordia de devotos, sin
constituciones, que elegían unos comisarios para el cuidado de las luces del
monumento del Cristo y de la lámpara de la capilla, valiéndose de las limosnas
que recogían para ese fin y de un censo de 100 ducados (parece que sobre la
casa que tenía en el Plegadero Alto). Una excusa, sin duda, pues muchas
hermandades en aquellos tiempos se fundaban y permanecían bastantes años sin
reglas.
Por otra
parte, parece que ciertos mayordomos habían cometido determinados fraudes, pues
se insta a los que habían ostentado el cargo en los cinco últimos años a que
presenten las cuentas de su gestión, porque se apreciaban que existían ciertas
irregularidades en ellas, y se convoca un cabildo general para el día 10 de
enero de 1779, en el que se trataría de comprobar la situación de la hermandad.
En dicho
cabildo general se expusieron deficiencias tales, como el que no se celebraban
todas las misas de las memorias o mandas, ni las los viernes; que los faroles
del monumento y la lámpara de la capilla se apagaban a las nueve de la noche,
cuando debían de estar encendidas toda ella. Finalmente, se nombraron por
aclamación tres comisarios: Miguel Larrio, Antonio López y Bernardo de Luque
con un secretario, Juan de Estrada, para tratar de solucionar las deficiencias y
reorganizar la hermandad.
Por su
parte, el Provisor y Vicario General de la diócesis, Antonio de la Plata, visto
en informe del fiscal, que solicitaba que se sobreseyera el asunto y se
admitieran las cuentas de los mayordomos anteriores, que debía firmarlas el
beneficiado parroquial y el secretario, dictó un auto por el que mandaba evitar
“discordias y desazones”; que no se admitieran gastos secretos, sino solo los
dedicados al culto y veneración del Cristo; que se formaran unas constituciones
para su permanencia en el tiempo, puesto que la hermandad estaba funcionando
sin ellas, y sin ellas no podía subsistir la congregación, porque así los
disponían las leyes del Reino. Asimismo, disponía el auto que Blas Martínez,
que había sido mayordomo a pesar de tener prohibido manejar los bienes de la
cofradía por su condición de hijo de militar y soldado, podría desempeñar otros
cargos en la congregación.
Los últimos
comisarios o mayordomos de los que tenemos noticia, Miguel Tarrio, Antonio
López y Bernardo de Luque, que como se ha dicho fueron elegidos el 10 de enero
de 1779, aceptaron el cargo, pero declaraban unos meses después que el auto no
se había puesto en ejecución, ni se habían entregado los bienes, libros y
alhajas de la corporación.
Parece que
la hermandad al no contar con reglas aprobadas pudo ser suspendida, aunque el
culto y devoción al Cristo de los Favores continuó en las siguientes décadas;
de ello hay noticias de funciones o fiestas que se celebraron después de la
ocupación francesa en 1812 y 1813, seguramente se hicieran más años, pues el
fraile Fray Antonio de Palencia tenía la obligación de decir misas a devoción
del Cristo, quizá por alguna memoria (5). Pero no será hasta 1820 cuando se
produce un intento de reorganizar la hermandad, aunque éste, como veremos,
resultó fallido.
Intento de restablecer la hermandad en 1820
Los rescoldos de aquella hermandad aún vibraban en 1820, cuarenta años
después de los últimos acontecimientos que hemos relatado. Y es que, en ese
año, un grupo de personas, encabezadas por Juan Sola, Manuel Ruiz, Joseph y
Pedro Sánchez, devotos del Cristo, vecinos del Realejo y feligreses de la
parroquia de San Cecilio, en cuyo grupo figuraban también algunos que habían
sido mayordomos de la decaída corporación, como Blas Martínez y Fernando de
Aragón, dirigen a principios de 1820 una carta al Provisor de la diócesis,
Antonio Martín Montijano, para solicitarle que se restableciera la hermandad.
“Que mediante los tiempos que ha habido de decadencia y en la dominación
francesa y hallándose en esta feligresía la hermandad del Santo Cristo de los
Fabores y otra efigie en el sitio llamado del campo del Príncipe, cercado de
álamos y no teniendo culto tanto en la iglesia como en el sitio nombrado, a VS.
Suplicamos se sirva mandar y decretar que mediante ser una hermandad antigua se
elija cuatro de los que componen, a son de campana, como siempre ha sido
acostumbrado, y en seguida se nos entreguen las alajas, que paran en poder de
Manuel Garzón (lo piden en nombre de toda la feligresía) para el aumento del
culto y veneración de Ntro. Señor” (4).
Ante esa petición el Provisor pidió un informe al párroco de San
Cecilio, que no pudo ser más demoledor, afirmando que los solicitantes había
abusado con mala fe y engaño del Provisor y del cura de San Cecilio, que había
pedido que se le informase sobre la hermandad y sus libros; que no acudía a la
santa misa, a la que asistían solo 14 o 15 personas, y que se jactaban de ser
cristianos, cuando solo asistían al culto si “hay tambores, platillos y alboroto,
más propio de un paseo profano”. Añadía en su informe, que suponían los
solicitantes que todos los feligreses reclamaban el restablecimiento de la
hermandad, cuando muchos de éstos habían venido a quejarse al cura para que la
hermandad no se restableciera, pues la feligresía era pobre y los feligreses ya
estaban acosados todos los domingos por las demandas de las otras hermandades
de la iglesia, como eran la de las Ánimas, la de Ntra. Sra. de la Salud y la de
Ntra. Sra. de la Paz, y tenían que dar vueltas y rodeos para esquivar a esos
limosneros.
Con este informe negativo, el Provisor decretó que no había lugar al
restablecimiento de la hermandad. Independientemente de las razones objetivas
que llevaron a negar la reorganización de la hermandad, no cabe duda de que en
este episodio se volvía a manifestar esa sempiterna oposición del clero a
facilitar el establecimiento y creación de hermandades, estando en el fondo, a
mi juicio, motivos de carácter económico, al constituir las hermandades una
realidad competencial para la parroquia en cuanto a las limosnas que se
recogían de los feligreses, que en su mayor parte eran personas pobres o de
escasos recursos económicos.
A pesar de la negativa a restituir su antigua hermandad, la devoción al
Cristo del Campo del Príncipe siguió siendo la predilección de los granadinos,
y a los pies de su monumento nunca faltaban ofrendas de velas encendidas y
flores, de modo que, no estaba nunca abandonado aquel devoto lugar.
Capilla de Salida
Desde la
fundación de la Hermandad y al establecer su sede canónica en una iglesia cuyas
dimensiones de su puerta no permitía la salida de unos pasos con las medidas
adecuadas, la misma tuvo la inquietud de contar con un lugar de salida
adecuado. El primer paso en el que procesionó el primer titular, era de
dimensiones más reducidas, pero en 1944 se estrena el paso de Nicolás Prados
López, de medidas considerables y es el motivo que da pie a la construcción del
nuestra actual Capilla de Salida. Era Hermano Mayor Francisco Antonio Arcas
Carmona, quien da, en aquellos años cuarenta tan duros de la postguerra, el
impulso imprescindible para configurar la Hermandad que ha llegado a nuestros
días. El mencionado año 44, que también supuso el estreno del paso de palio de
la Hermandad que cobijaba a la primera imagen que veneramos con la advocación
de Misericordia, los dos pasos se habían montado en la calle, por lo que se
solicita la cesión de un solar contiguo a la Iglesia, para la construcción de
una Capilla de salida con una puerta apropiada.
Cuando se
construye este edificio, que de siempre se ha llamado en la Hermandad
“Capilla”, en realidad el solar cedido era de mayores dimensiones que el que
ocupa en la actualidad. Por razones que se desconocen al final se acaba
reduciendo y quedando en la configuración actual. El solar cedido llegaba hasta
la misma puerta pequeña ojival por donde sale el Cortejo el Viernes Santo. De
hecho hay quien asegura que los cimientos primeros, están enterrados en la
ubicación señalada. La Hermandad va más allá tras la construcción de la Capilla
y muestra su deseo de convertirla en algo más que la Capilla de salida. Así en
las Constituciones de 1955, que son las más completas hasta ese momento que
existían en Granada para una Hermandad de Penitencia, en su artículo número 2,
y haciendo alusión a la sede canónica, recoge: “Tendrá su sede canónica en su
Capilla propia, adosada a dicho Templo Parroquial. Capilla que constará de tres
Altares: centro, con el Santísimo Cristo de los Favores, derecha, con la Virgen
de la Paz e izquierda, con la Virgen de la Misericordia. Esta Capilla tendrá su
entrada principal por el Baptisterio parroquial, con reja alta, formando de
este modo, parte del Templo. La actual puerta exterior de esta Capilla sólo se abrirá
para las salidas procesionales de esta Hermandad…
SANTÍSIMO SACRAMENTO DEL ALTAR
Ser cristianos significa pertenecer a Cristo, y Cristo se hace presente
en el Sacramento de la Eucaristía, en Jesús Sacramentado.
El culto a Jesús Sacramentado, a través de la Sagrada Eucaristía y de
los propios que realiza nuestra Hermandad a lo largo del año, dan sentido y
profundidad a nuestra razón de ser cristianos. Es más, la Eucaristía es la
fuente, el alimento que nos sustenta en nuestro peregrinar terreno. En este
sentido afirmaba el Papa, hoy santo, San Juan Pablo II “La Eucaristía es el
centro de la vida parroquial… y está en el centro de la vida cristiana”.
La cristiandad celebra la Solemnidad del Corpus Christi desde que el
papa Urbano IV la instaurara en 1264 a raíz de las visiones de Sor Juliana de
Monte Cornillón que en sueños vio que faltaba en el calendario litúrgico una
fiesta dedicada a la Eucaristía. La ciudad de Granada la tiene como su
principal celebración desde el siglo XVI. La Contrarreforma Tridentina definió
la Eucaristía como el principal de los sacramentos, defendió la
transustanciación del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Ntro. Señor
Jesucristo, definió el culto de adoración (latría) eucarístico, su reserva y su
distribución a los enfermos fuera de la misa, entre otras cuestiones. Desde
antiguo han existido cofradías del Santísimo Sacramento, creyéndose que la más
antigua se fundó en Aviñón en 1226, en Granada la primera que se funda en 1544,
erigiéndose en lo sucesivo al menos una en cada parroquia. Siendo nuestra
hermandad la primera Cofradía de la Ciudad de adquirir el titulo de Sacramental
al fusionarse a la Sacramental de la Parroquia de San Cecilio, la de Nuestra
Señora de la Paz, en 1954.
Es por este motivo que el Santísimo Sacramento no es sino el principal
Titular de la Hermandad de los Favores, como Hermandad Sacramental de la
Parroquia de San Cecilio, nuestra sede, siendo eje y vertebrador de los demás
actos de culto que realizamos. Es Dios, Jesús Mismo, Quien se hace presente en
Su Divina Majestad.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar
SANTÍSIMO CRISTO DE LOS FAVORES
1947, finalizará con un hecho de gran relevancia: la adquisición de la
que es actual titular de la hermandad. Había entrado en el cargo de hermano
mayor, Francisco Carrasco Jáimez, que sucedió a F. Antonio Arcas Carmona. El
nuevo hermano mayor, junto con Francisco Muro, estaban realizando la búsqueda y
gestiones para adquirir una nueva imagen de Cristo Crucificado, y con él
sustituir el que hiciera Prados López unos años antes. La nueva imagen del
Cristo fue hallada en el Beaterio de Santa María Egipciaca, que estaba en la
calle de Recogidas, lugar en el que en siglos anteriores se “arrecogían”
mujeres “descarriadas” (allí estuvo presa Mariana Pineda) para su
rehabilitación social. Entonces el Beaterio y su iglesia, hoy desaparecidos,
estaban ocupados por las Carmelitas Misioneras con las que se llegó a un
acuerdo transaccional por el precio de 12.000. Ptas., formalizándose escritura
de compra ante el notario sustituto Moscoso Ávila, según testimonio de un
directivo de la época.
Se trataba de una imagen de finales del siglo XVI o principios del XVII,
que la opinión artística de entonces atribuía al discípulo de Diego de Siloé,
Baltasar de Arce, y con esta creencia se llegó a finales del siglo XX. El
interés de algunos cofrades por las imágenes de nuestra Semana Santa ha hecho
que se tome interés por la autoría de esta imagen, valorando sus
características artísticas, pues Gómez Moreno, ni siquiera nombra a este
Crucificado en su Guía de Granada, y Gallego y Burín solo hace referencia a “un
crucificado en el coro del siglo XVI, sin que sepamos si, verdaderamente, se
refiere a éste o a cualquier otro. En publicaciones más modernas, como la de
Martínez Medina en 1989 en una fotografía de su obra Cultura religiosa en la
Granada renacentista y barroca, aún lo asigna a Baltasar de Arce, escultor que
falleció en 1564, cuando aún no existía interés en Granada por el naturalismo.
En definitiva, no ha habido un estudio significativo sobre esta notable
imagen por parte de los expertos en arte, de modo que algunas referencias de
éstos a a esta talla han ido a remolque de las opiniones sobre su autoría
vertida por cofrades en algunos artículos y coloquios, en los que ya se
barruntaba, que los grafismos escultóricos que presenta la imagen de este
Crucificado la sitúan en el entorno del maestro Pablo de Rojas.
La restauración del Cristo de los Favores
Desde 1993
se estuvieron realizando los trámites pertinentes para llevar a efecto la
restauración de esta talla de gran valor artístico, como es la del Santísimo
Cristo de los Favores, y con la finalidad de que dicho trabajo se efectuara por
personas plenamente capacitadas y que se financiara por la Dirección General de
Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, siendo
el restaurador designado, Juan Luis Coto Cobo, como encargado de realizarla.
Este técnico tenía acreditada su competencia, entre otros trabajos, por haber
dirigido el taller de restauración de la Catedral de Sevilla. Sin embargo, la
hermandad, a pesar de ser la propietaria de la imagen, no conoció el encargo,
al menos oficialmente, hasta que se le comunicó por la Curia Diocesana el día
13 de diciembre de 1994. La imagen presentaba, según el informe redactado por
el Sr. Coto Cobo, graves desperfectos en los brazos y en el cerramiento de la espalda,
que pudieran haber ocasionado percances severos en el movimiento de la imagen
propio de la estación de penitencia. También se limpió la policromía,
suprimiéndole repintes que en gran medida ocultaban la original (36).
Para llevar
a efecto esta labor la imagen fue trasladada el 10 de enero de 1995 al Convento
de Santa Catalina de Siena, que tantos años la albergó, creándose la
correspondiente comisión de seguimiento de los trabajos, que finalizaron en
marzo de 1995. Este año ya pudo procesionar restaurada en la estación de
penitencia del Viernes Santo. Antes, una vez finalizada la restauración, tuvo
lugar la presentación a los fieles y medios de comunicación en la sede de San
Cecilio.
Iconografía:
Representa a Cristo Crucificado, tres segundos antes de morir, suspendido de
cruz arbórea por tres clavos. De canon algo largado, con paño de pureza
voluminoso, resuelto a grandes pliegues muy simplificados y anudado a la
derecha. Presenta un fino y arcaizante estofado esgrafiado. La cabeza, fuerte,
enérgica, de expresión dura y un poco voluminosa queda inerte inclinada hacia
la derecha interpretada la misma sin corona de espinas y con potencias. Sus
piernas, como quebradas, dirigen sus rodillas hacia el lado izquierdo de la
imagen.
NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ
Origen histórico y otros hitos históricos
Según la
aproximación efectuada a su historia, el origen de la Imagen estaría en la
fundación de la Hermandad del Santísimo Sacramento de la Iglesia de San Cecilio
en el desarrollo del siglo XVII, si bien no encontramos referencias directas
hasta la primera década del siglo XVIII donde ya se hace alusión a la misma. A
partir de aquí, pasamos a listar los hechos más relevantes a través de los
hitos siguientes:
Aunque algún autor
consultado apunta a que, al igual que otras imágenes devocionales, Nuestra
Señora de la Paz procedería del desaparecido Convento de Belén ubicado en el
mismo barrio del Realejo tras los procesos de exclaustración del siglo XIX,
podemos señalar que según la documentación y la bibliografía consultada desde
su hechura no encontramos ningún cambio reseñable de lugar ni de inmueble ni de
capilla. Solo apuntar, que constatamos por tradición oral, un momentáneo
traslado hacia una vivienda particular cercana a la Iglesia en el episodio
devastador del incendio del siglo pasado volviendo a su ubicación tras la
restauración del inmueble.
Se ha mantenido
por tanto en su ubicación, segunda capilla del lado del Evangelio de la Iglesia
dedicada a la Hermandad del Santísimo Sacramento y presidido por el retablo de
Nuestra Señora de la Paz (Doc. – Inventario de la Iglesia de San Cecilio, 1712)
Su festividad se
celebra el 24 de enero siendo objeto de culto específico dentro de la Hermandad
de los Favores de Granada.
Análisis histórico-artístico / análisis documental
A lo largo
de los años, observamos que ha sido una obra muy tenida en cuenta por parte de
los investigadores como ejemplo y modelo de imagen mariana para otras obras
realizadas tanto en el seno del taller de los Mora, y posterior taller de
Diego, como para la propia Escuela Granadina de Escultura. Se observa en las
continuas referencias bibliográficas realizadas sobre todo en el siglo pasado y
más recientemente a través de la Tesis doctoral del historiador Isaac Palomino
sobre Diego de Mora, aun sin publicar, defendida en 2017 en la Universidad de
Granada. En este último estudio, se realiza una profunda investigación
histórico-artística de toda la producción de Diego de Mora, del que tomamos la
descripción que realiza sobre Nuestra Señora de la Paz como referencia:
“Obra de talla completa, de tamaño inferior al natural, realizada en
madera policromada. Representa a María con el Niño sobre su brazo derecho y
cetro en la izquierda. De posición erguida, con airoso contraposto en el que
flexiona la pierna derecha, lo que permite desplazar los pliegues de la túnica
hacia el centro de la composición y acentuar el ritmo helicoidal de los paños.
El manto se presenta dispuesto sobre los hombros, abrochado sobre el pecho y
terciado sobre el vientre, quedando ahuecado para bordear el brazo derecho. Se
resuelva con grandes pliegos sin dejar de marcar el citado ritmo y la
estructura de la imagen. Sigue el modelo propio de Diego de Mora en algunas de
este tipo de imágenes marianas que se pueden encuadrar en la primera década del
XVIII, tanto en los ropajes como en la composición de la imagen (…) El rostro
de la Virgen, ovalado, presenta las característicos ojos rasgados, nariz y boca
bien definidas y cuello amplio. El cabello se resuelve a base de largos
mechones, abierto desde la frente para despejar el rostro. Con más volumen a la
altura de los pabellones auditivos, sin ser excesivo, lo cual permite ponderar
que sea una imagen de evolución hacia otras donde lo hace más abultado.
Presenta los singulares mechones ondulados que caen sobre el pecho a ambos
lados
del cuello.
La figura del Niño Jesús queda sentada sobre la mano de María, en
actitud de bendecir y a la vez atender a los fieles al extender sendos brazos
hacia delante (…) Presenta una anatomía infantil rolliza, esbelto y de cabeza
bien proporcionada. Rostro de grandes ojos, nariz pequeña, carrillos
prominentes y sonrosados y boca pequeña dejando ver sus dientes tallados.
Mantiene la característica barbilla con hoyuelo…”
Desde el punto de vista documental aparece reseñada en varios documentos
tanto del Archivo de la Iglesia de San Cecilio, como del Archivo de la Diócesis
de Granada.
Se pone de manifiesto la importancia de la pieza desde el punto de vista
cultual como Imagen que ha mantenido su uso y concepción original a lo largo de
los siglos desde 1709, y desde un punto de vista histórico artístico como
modelo de otras Imágenes desarrolladas en el propio taller de Diego de Mora y
en los talleres de sus continuadores, como ejemplo el de José Risueño, siendo
claro ejemplo de la importancia que tuvo la Escuela Granadina de escultura en
el Edad Moderna en toda Andalucía.
MARÍA SANTÍSIMA DE LA MISERICORDIA
CORONADA
En 1945 se adquirió a las monjas clarisas del convento de Nuestra Señora
de los Ángeles, sito en la vecina calle de Molinos, imagen que la crítica
artística atribuía a la Escuela Granadina y, concretamente, al taller de los
Moras. Muchos años después se ha descubierto como su autor a Francisco Morales
González (1845-1908), que, efectivamente, siguió los patrones de dicha escuela,
como los han seguido otros escultores granadinos del siglo XX. Este
descubrimiento se realizó en 1992, al restaurarse la imagen por el sevillano,
Manuel Bonilla Cornejo, que apreció en uno de los hombros de la imagen el
nombre del escultor y la fecha de su hechura, 1896. Parece que en dicha
restauración retiró la firma del hombro y lo repolicromó, pero trasladó la nota
al candelero para conservarla.
Convento de los Ángeles
Sobre su origen se ha difundido una historia casi legendaria y que ahora
se ha aclarado. Se trata de la adquisición de la Virgen al Convento de los
Ángeles, a cambio 19 sacos de trigo durante 1945.
La tradición oral, transmitida por algunos directivos de la época, decía
que la imagen había sido donada a las monjas por una familia de un militar de
apellido Alonso. Conociendo la existencia de esta imagen y la posibilidad de
que las monjas la vendieran Ramón Martínez Rioboo, directivo de la hermandad, y
antes hermano mayor de la Esperanza, se lo comunicó a los señores Arcas Carmona
y Carrasco Jáimez, hermano mayor y secretario, respectivamente, de la Cofradía
de los Favores. Éstos acudieron a tratar el asunto con las religiosas de los
Ángeles, llegando al acuerdo de adquirirla por precio en especie. La
transacción se cerró con la obligación de entregar a las monjas trigo -muy
importante en aquella época posbélica de escaseces-; otra versión expresa que
fueron 19 sacos de harina. Fuera de una cosa u otra el pago de la imagen se
realizó con dicho cereal, que por lo visto era fácil de obtener al ser algunos
directivos de la hermandad, a su vez, del Servicio Nacional del Trigo. Junto a
la imagen se adquirió una diadema en plata de ley de 916 mm, realizada a
finales del XIX por el taller de los Secano, y una media luna de plata, piezas
que la Virgen llevaba y un cajita de alhajas, también perteneciente a la imagen
(16).
El laborioso trabajo de los investigadores ha localizado los documentos
parecen descartar esta versión y arrojan luz sobre la adquisición. Estos
documentos, se conservan actualmente en el Archivo del Monasterio de Santa
Isabel la Real, y copia en el archivo de la Hermandad, al haberse cerrado el
mencionado Convento de los Ángeles, popularmente conocido como el de las
Vistillas. Se trata del Libro de actas de la Comunidad de Religiosas.
Documentos
Son dos interesantes actas las que nos ofrecen los datos necesarios para
identificar el origen de esta Dolorosa. El primero tiene fecha de 29 de enero
de 1945. En él, la Abadesa Sor Mercedes del Castillo, relata la visita de unos
señores “conocidos de la casa” que tenían la intención de comprar dicha talla
que donó a la Comunidad Dolores Torres de Agrela, que residió en este convento
pese a su condición de laica. El mismo documento la define con el título que
habitualmente tenían estas mujeres: “señora de piso”. El asunto se somete a
votación secreta y se aprueba por unanimidad su venta. La intención de los
compradores era “hacerle una capilla en la Parroquia de San Cecilio y ponerla a
la veneración de los fieles”, al mismo tiempo que ellos donaban a las
religiosas otra imagen de la Virgen.
El segundo documento ya formaliza la compra y está fechado el 3 de marzo
del mismo año. Se reflejan en él tres tasaciones. Una efectuada por el alcalde,
Antonio Gallego Burín, que la valoraba en 2.000 pesetas, otra de Rafael Campos
que fija la cantidad en 2.500 pesetas y la tercera realizada por el periodista
Marino Antequera que lo hacía en 3.000, pero añade que se pidan cinco “por ser
capricho” Este fue el precio que finalmente se pagó por los hermanos de los
Favores y el destino, según se recoge en este documento fue “gastarlas en
reformar la Iglesia”.
La Virgen parece que tenía originalmente las manos entrelazadas y se le
cambiaron por las que realizara Martínez Olalla para la Dolorosa que fue
sustituida por ésta. Quizá este cambio de manos se realizaría en una elemental
intervención de la imagen, que hicieron los hermanos Romero, y que consistió en
ponerle más altura al candelero desde la cintura, ya que la parte superior
estaba tallada (17).
Iconografía: Representa la Virgen dolorosa en el momento después de la
Crucifixión. La posición de la cabeza es recta con una ligera e inapreciable
inclinación hacia su derecha. Los ojos son de cristal y su mirada es baja,
dirigida al suelo. Lleva pestañas postizas y seis lágrimas, tres en cada
mejilla, dos de ellas partiendo de los respectivos lagrimales. Boca
entreabierta y dientes superiores tallados, la posición de las manos extendida,
reflejando en su rostro la ternura del dolor contenido, con cejas arqueadas que
confluyen en un entrecejo pronunciado. El candelero es de base ovalada, con
seis listones que arrancan de la cadera, realizado en madera de cedro.
Se le conocen tres restauraciones, realizada la primera tras su
adquisición para adaptarle nuevo candelero, por Eduardo Espinosa Alfambra.
Posteriormente en 1969 se le confiere a Aurelio López Azaústre quien le vuelve
a cambiar el candelero tras el incendio de San Cecilio, y le confecciona nuevas
manos. La última, ya indicada, en 1992 por el sevillano Bonilla Cornejo que en
2022 le realiza limpieza e intervención conservativa.
Fue Coronada Canónicamente el 20 de Mayo de 2007, en la Santa Iglesia
Catedral de Granada, por el Arzobispo de Granada, Monseñor Francisco Javier
Martínez.
https://hermandaddelosfavores.org/
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