viernes, 28 de septiembre de 2018


MUSICA BARROCA UN PROGRAMA MESTIZO



Escribe Bernal Díaz del Castillo, el gran cronista español, acerca de una de las expediciones de Hernán Cortés en octubre de 1524 hasta abril de 1526: “Dejemos de contar muy por extenso otros muchos trabajos que pasábamos, y como los de las chirimías y sacabuches y dulzainas que Cortés traía, como en Castilla eran acostumbrados a regalos y no sabían de trabajos y con el hambre habían adolecido y no le daban música, excepto uno, y renegábamos todos los soldados de lo oír, y decíamos que parecían zorros o adibes que aullaban, que más valiera tener maíz que comer, que música(1)
     Como la expedición duró más de lo deseado tuvieron que comerse los caballos y cuatro de los cinco músicos acabaron en la panza de los soldados. Al llegar los conquistadores a la gran Tenochtitlan, descubrieron que los músicos gozaban de privilegio y prestigio y que la enseñanza era de tal calidad que la profesión acaparaba toda la atención. En las escuelas de música la disciplina impuesta era tan rígida que se les llamaba “casas de penitencia y lágrimas”. Los frailes adaptaron las antiguas costumbres ceremoniales y enseñaron a los indígenas a cantar, tocar y construir instrumentos europeos.
     En el renacimiento, en la música florecían los más grandes compositores, conocido en la historia de este arte como Edad de Oro de la Polifonía Vocal: Dufay, Ockeghem, Josquin, Obrecht, Gombert, Jannequin, Willaert, Palestrina, Lasso, Arcadelt, etc. España no iba a la zaga, compositores, ejecutantes y teóricos iberos de gran talla como Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero, Tomás Luís de Victoria, los Lobo: el español Alonso y el portugués Eduardo Duarte, Juan Vázquez, Sebastián Aguilera de Heredia, Fernando de las Infantas, Bartolomé Ramos de Pareja, entre muchos otros que marcaron el momento glorioso de la música española del Renacimiento.
     El historiador Juan de Torquemada escribió en 1615:”Hoy día, cualquier poblado de cien almas o más posee cantores que han aprendido la forma de cantar oficios, misas y maitines y que dominan a la perfección la música polifónica, y en cualquier parte puede uno hallar instrumentistas competentes(2)
     Pero fueron tantos los músicos y compositores españoles y portugueses que llegaron al Nuevo Mundo en busca de fortuna, que tuvieron que ser distribuidos hasta las poblaciones más pequeñas, convirtiendo a México en un heredero directo de la música renacentista europea.
(1) Díaz del Castillo, Bernal. Historia de la conquista de la Nueva España, introducción y notas Joaquín Ramírez Cabañas, México, Porrúa, 1994. (Colecc. Sepan cuántos…n° 5), cap. CVII, pp. 207-208.
(2) Torquemada, Juan de. Los veintiún libros rituales y monarquía indiana, 7 vols, 3ª. ed. de Miguel León Portilla, México, 1975-1983, libro XX, cap. 74; vol. 5. pp. 251.



     Las principales ciudades coloniales como México, Puebla, Oaxaca, Valladolid (Morelia) y Guadalajara, pronto rivalizaron en actividad y calidad musical con las mejores de España. La música tuvo una presencia importante en el entorno social y cultural de esa “triple república” indígena, negra y española que conformaba la sociedad novohispana. En toda época virreinal, el repertorio que se cantaba en las principales catedrales de México incluía obras maestras de Cristóbal de Morales, Tomás Luís de Victoria y otros eminentes compositores de la Península Ibérica, así como misas y motetes del incomparable Palestrina.
     En catedrales como la de Sevilla (que era madrina de la de México) se componía música exclusivamente para las Indias. Como un ejemplo de los compositores que nunca salieron de la Península Ibérica, pero cuya música se encuentra en España, Portugal y América latina, está el portugués Fray Jerónimo González.
     De las muchas cosas que se llevaron de México a Europa se encuentran la zarabanda y la chacona. En la comedia El amante agradecido de Lope de Vega, un grupo de músicos comienza a cantar coplas sobre la vida alegre, bailando la chacona, “que llegó de Indias por correo y sentó sus reales en Sevilla como si fuera su casa”(3)
     Uno de los compositores españoles inmigrantes fue Antonio de Salazar quien, además de ser maestro de capilla de Puebla y México, fue un gran pedagogo e impulsor de la vida musical, compuso las primeras obras en honor a la virgen de Guadalupe.
     Otro fue Don Hernando Francisco compositor indígena de ascendencia noble que recibió una educación de primera clase en el siglo XVI. Es el autor de los motetes más antiguos que se conocen en lengua náhuatl: “Sancta Maria ya ilhuicac cihuapille” y “Dios itlasonantzine cemicac”, estas piezas se encontraron en un códice de la catedral de México y datan de 1599.
     Otro José de Loaysa y Agurto ocupó el cargo de maestro de capilla de la Catedral de México, siendo su especialidad el villancico. Le puso música a varios textos de la gran poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).(4)
     Como máximo exponente del mestizaje musical, está el portugués Gaspar Fernández, quien fuera maestro de capilla en Guatemala y, posteriormente, en Puebla. Este prolífico y versátil compositor dejó tan solo en México más de 300 obras, entre las que se encuentran piezas instrumentales, motetes, villancicos y canzonetas en latín, español, portugués, negrillo (español como lo pronunciaban los negros) y náhuatl.
(3) Stevenson, Robert.La música en el México de los siglos XVI a XVIII, La música de México, I. Historia. Periodo Virreinal (1530-1820), vol. 2, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, 1986. pp. 7-74
(4) Enríquez, Lucero y Raúl Torres Medina. Música y músicos en las actas del cabildo de la Catedral Metropolitana de México. México, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, n° 79, 2001. pp. 179-206

MÚSICA BARROCA MEXICANA
     Ciertamente la mayor parte de la música que aún se conserva en los archivos catedralicios es de género sagrado, como es de suponerse, porque la iglesia era el lugar de concierto por excelencia; la música destinada a ella la gran música, tanto por sus dimensiones como por su categoría artística. Además, hay que contar el hecho de que aparte de ser utilizada en la liturgia, es gracias a la organización de la institución eclesiástica que se ha podido conservar, resguardada de los avatares del tiempo y de la historia. Ciertamente no sólo esta música fue el atractivo de los habitantes de las ciudades novohispanas, también se dio una abundante producción de villancicos, -de larga historia en la Península Ibérica-, ensaladas, chanzonetas, xácaras, tocotines, -de origen indígena-, así como otros de influencia africana, como los guineos o las negrillas. Estos se incluían también en las celebraciones litúrgicas de las principales fiestas del calendario cristiano de la época tanto como en las celebraciones de carácter civil. También las obras iban en lenguas vernáculas, gallego, catalán, portugués e “indio” (náhuatl).
     La enseñanza de la música y la formación de capillas musicales fueron dos requerimientos de gran importancia para esa nueva sociedad. Fue precisamente en las escoletas catedralicias y conventuales donde floreció de manera esplendorosa la semilla de la música europea: el canto llano y el canto de órgano (la polifonía vocal), la presencia del gran arte de la polifonía franco-flamenca en las catedrales americanas se establece desde el siglo XVI con la llegada a estas tierras de algunos de los mejores exponentes de ese arte y las obras de los compositores más destacados, como primicia de la riqueza musical de nuestros archivos catedralicios.
     Junto con las sencillas y austeras melodías del canto llano y las solemnes polifonías, la música con “sabor a pueblo” no menos sabia ni menos elaborada florece también, quienes, como se dijo de Lucero “sabían leer en la boca del pueblo”, tanto como el pueblo apreciaba sus creaciones y las disfrutaba (5)
(5) Enríquez, Lucero y Raúl Torres Medina. op. cit., pp.179-206

Maestro de capilla

Durante el Renacimiento y el Barroco, músico de experiencia y prestigio, siempre compositor, que formaba, gestionaba y dirigía al grupo de cantores e instrumentistas responsable de la música sacra en los oficios de las iglesias, o de la música profana en las fiestas cortesanas. Ese grupo musical, y el lugar donde ensayaba y recibía clase del maestro, se denominaban capilla, tanto si el grupo era religioso como si era cortesano, aunque lo primero fue mucho más frecuente, sobre todo en el Renacimiento. En algunas catedrales y palacios, la capilla de cantores podía diferenciarse de la de ministriles, que llegaba a tener su propio maestro.
Durante la Edad Media y el Renacimiento la organización gremial del trabajo artístico, y su posición en la sociedad (que era la de artesano) determinaban la vida de los músicos: ingresaban de niños como cantorcicos (llamados seises en España, por ser ese un número frecuente de coristas infantiles), quedando desde entonces a disposición del maestro, con el que vivían. De él aprendían canto llano, contrapunto, a tañer un instrumento (frecuentemente órgano), y quizá composición. De adultos, su carrera era de cantores si no perdían la voz, de organistas o ministriles (músicos de viento) si habían adquirido dominio de instrumentos, y de maestros de capilla si eran los más dotados, capaces de ganar los concursos que convocaban las iglesias cuando había vacantes, o de tener suficiente prestigio como para ser reclamados por catedrales y capillas cortesanas.
Gracias a los reglamentos escritos de algunas catedrales, sabemos que las obligaciones del maestro de capilla eran entre otras las de custodia de la capilla física (lugar de los ensayos y las clases), de la que tenía la llave; impartir lecciones de las disciplinas ya citadas no solo a los cantorcicos, sino también a otras personas ligadas a la iglesia que las quisieran aprender; reclutar a cantores y músicos, para garantizar el funcionamiento permanente de la capilla musical; frecuentemente alojar en su casa a los niños cantores, y ocuparse de su educación general y manutención; componer, en fin, las piezas destinadas a fiestas especiales, como Navidad o Corpus Christi. El incumplimiento de las normas se castigaba con sanciones económicas, e incluso con la expulsión.
Por supuesto, las funciones y obligaciones de los maestros de capilla fueron cambiando hasta el siglo XVIII, siendo las descritas las que conocemos para el s.XVI en España. También fueron aumentando las oportunidades de hacer carrera como músico sin una vinculación tan directa a las capillas musicales de las iglesias. Los ejemplos de maestros de capilla son muy abundantes: prácticamente todos los músicos importantes del Renacimiento y Barroco ocuparon ese cargo, frecuentemente tras recorrer el camino empezando como niño cantor: Desde Palestrina, que fue maestro de capilla de San Giuliano de Roma, hasta Juan Sebastián Bach, que lo fue de la capilla cortesana del príncipe Leopoldo de Anhalt, es frecuente encontrar músicos notables de los siglos XVI al XVIII que ocuparon una o varias veces ese cargo.
Manuel de Sumaya. Criollo nacido en la Nueva España. Fue niño del coro de la catedral de México, donde hiciera su carrera musical y eclesiástica. Para 1703, era asistente de Antonio de Salazar. Trabajó como maestro de capilla en Oaxaca, llegando a recibir un muy buen sueldo. Entre sus obras se encuentran misas y óperas.
Vicente Ortiz de Zárate. Maestro de capilla en Guadalajara.
José Gabino Leal. Maestro de capilla en la ciudad de Morelia.
Francisco Delgado. Maestro de capilla durante los últimos años del Virreinato.
José Mariano Elízaga. Maestro de capilla en la ciudad de Morelia, Iturbide lo nombró músico del Imperio.
Mariano Placeres. Maestro de capilla en la ciudad de Durango.
Pedro de Gante (1480-1572). Fundador de la primera escuela de música en la Nueva España
Juan de Lienas. Compositor novohispano de finales del siglo XVI)
Pedro Bermúdez. Maestro de capilla de la Catedral de Puebla durante la primera década del siglo XVII.
Bernardo de Peralta y Escudero. Compositor de obras polifónicas de la Catedral de Puebla.
Juan Gutiérrez de Padilla. (Maestro de Capilla entre 1629 y 1664). Compositor mexicano más importante del siglo XVII.
Juan Navarro. Monje franciscano. Catedral de Morelia, Convento de Santa Rosa de María. Valladolid.
Ignacio de Jerusalem y Stella. Compositor italiano. Maestro de capilla de la Catedral de México de los años 1749 al 1769.
José Manuel Aldana. (1758-1810). Compositor más importante de la segunda mitad del siglo XVIII en la Nueva España.
Manuel Arenzana. Maestro de capilla de Puebla en los principios del siglo XIX. Estilo musical con las nuevas tendencias europeas de la época.


     Las obras de Franco, Gutierrez de Padilla, Fernández, López Casillas y Antonio de Salazar pertenecen al estilo llamado prima prattica. Son composiciones elaboradas en contrapunto severo a 4, 5, 6, y 8 voces, sin acompañamiento instrumental, cantadas a “capella”, término equivocado en realidad, pues las “capellas” del Renacimiento si recurrían con frecuencia el acompañamiento de instrumentos. Las capillas musicales del Renacimiento, tanto las eclesiásticas como las cortesanas, estaban conformadas exclusivamente por voces masculinas. Las voces femeninas estaban excluidas por perjuicios poco inteligentes. Pero había distintos timbres y distintas tesituras por las diferentes edades de los cantores, desde los niños, adolescentes y jóvenes, hasta los adultos, existiendo también los falsetistas, cantores adultos dotados de una voz aguda parecida a la infantil, o bien castrados para conservar sus voces agudas.(6)
(6) Stevenson, Robert. op. cit., pp. 7-74



HERNANDO FRANCO

Magnificat de V Tono

     Pertenece al Códice Franco conservado hasta ahora en el Museo Nacional del Virreinato. Este códice data de 1611. Contenía originalmente dos juegos de 8 magnificats a 4 voces cada uno, en los ocho modos eclesiásticos. Ahora sólo quedan 14 de los 16 que debería tener (faltan los magnificats del tercer tono). Las hojas de pergamino del Códice Franco están engalanadas con un dibujo musical extremadamente cuidadoso y bello, completado con letras capitulares, algunas policromadas y otras trazadas con complicados juegos de lacerías. No tiene ningún dato que nos revele los nombres de sus artífices; sólo muestra en la parte superior de cada página el nombre del autor en latín, como era lo usual en esa época. Es un canto a la Virgen María, la base del Magnificat es un texto de la Biblia (Lucas 1, 46-55) que no va ligado al año eclesiástico y se interpretaba precediendo a las misas de las grandes festividades, y por ese motivo tiene una extensión menor que las cantatas.
La primera versión del Magnificat de Bach sonó en las vísperas de Navidad de 1723 en Leipzig. Contenía cuatro himnos navideños y estaba compuesto en mi bemol mayor. Posteriormente reescribió la partitura en re mayor, eliminó los himnos navideños, le añadió trompetas siendo la versión que ha llegado hasta nosotros.
 El texto, en latín, narra la visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel, esposa de Zacarías, en cinta de San Juan el Bautista
Regina Caeli
     Este motete se encuentra en un libro de coro del archivo de la Catedral Metropolitana de México descubierto a fines de 1990 por Juan Manuel Lara Cárdenas; en él se nota la fuerte influencia de los compositores de la escuela franco-flamenca por el hábil manejo del contrapunto y el encanto de sus líneas melódicas.(7)
(7) Franco, Hernando. Obras, Trascripción y Comentarios Juan Manuel Lara Cárdenas, México, INBA/CENIDIM, 1996. 3v. (Tesoros de la Música Polifónica en México: 9) 1. Coros. 2. Música vocal sacra. pp. xxi.
 Magníficat de V Tono                                              Cántico de la Virgen (Lc. 1, 46-55)
Magnificat
ánima méa Dóminum,

Et exultávit spíritus méus,
in Déo salutári méo.

Quía respéxit humilitátem ancíllae súae,
écce énim ex hoc beátam me dícent
ómnes generatiónes.

Quía fécit míhi mágna qui pótens est,
et sánctum nómen éius.

Et misericórdia éius a progénie
in progenies,
timéntibus éum.

Fécit poténtiam in bráchio súo,
dispérsit supérbos ménte córdis súi.

Depósuit poténtes de séde,
et exaltávit húmiles.

Esuriéntes implévit bónis,
et dívites dimísit inánes.

Suscépit Ísraël púerum súum,
recordatus misericordiae suae.

Sícut locútus est ad pátres nóstros:
Ábraham et sémini éius in saécula.

Glória Pátri et Fílio
et Spirítui Sáncto.

Sícut érat in princípio et nunc
et sémper,
et in saécula saeculórum. Amen

Glorifica
mi alma al Señor.

y mi espíritu se regocija
en Dios, mi salvador.

Porque miró la humildad de su sierva,
me llamarán bienaventurada
todas las generaciones.

Porque hizo en mí grandes cosas
El Omnipotente, es santo su nombre.

Su misericordia va de generación
en generación para los que le temen.

Empleó la fuerza de su brazo y alejó a
los soberbios de pensamiento de su corazón

Derribó los tronos de los poderosos
y exaltó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos
y a los ricos dejó con las manos vacías

Acogió a Israel, su siervo,
Recordando que es misericordioso

Como prometió a nuestros padres,
a Abraham y a su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,
y ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.


 Regína caéli, laetáre, allelúia,                    Reina del cielo, alégrate, aleluya,
                    quía quem meruísti portáre, allelúia,         porque Aquél que mereciste engendrar, aleluya
                    resurréxit sícut díxit, allelúia.                    resucitó tal como dijo, aleluya.
                   Óra pro nóbis Deum, allelúia.                    Ruega por nosotros a Dios, aleluya.

LA MÚSICA DEL BARROCO
La mayor diferencia de la música barroca mexicana es que tiene más elementos populares en el ritmo, es muy alegre. Los textos son más picarescos, a pesar de ser una música religiosa. Era una forma de expresarse en la época de la Inquisición. También hay instrumentos de percusión, algo impensable en la música barroca europea.
La música del barroco se consideraba confusa en lo armónico, llena de disonancias, de dificultad melódica, poco natural, desigual. La disposición de ánimo y la razón de ser de una época se reflejan en todas sus manifestaciones.
El barroco cultiva el lujo y el esplendor, gusta de la abundancia y lo extremado y amplía las fronteras de la realidad gracias a un ilusionismo fantástico.
Algunas características:
- Tendencia a contrastes violentes.
- Valoración de la fugacidad y equilibrio inestable.
- Pasión creciente por la ornamentación
- Tendencia a utilizar formas irregulares.
Si el arte Barroco representa al hombre, la música barroca representa los afectos y sentimientos de éste. Pero el hombre es concebido todavía como miembro de un todo, no como individuo con libertad personal. Para la música barroca ello no significa representación personal, sino estilizada, de los sentimientos.
En el Barroco predomina la música práctica. La música barroca introduce innovaciones:

Bajo Continuo: Es la base armónica de la música barroca.

Principio Concertante: Supone una individualización de la voz solista, cuya libertad creadora aumenta aún más con las improvisaciones y adornos.

Monodia: El barroco busca poner en música con eficacia textos dramáticos o líricos.

Formas musicales:

Rondó: forma musical en la que un tema principal alterna con otros temas diferenciados

La sonata: pieza para uno o dos instrumentos que debe "sonar" ya que se contrapone a la cantata que debe cantarse.

La suite: Composición que consiste en una serie de melodías para danzar como: la allemanda, sarabanda, giga, gavota, el bouré y minueto.

La fuga: Consiste de una composición que gira sobre un tema y su contrapunto, repetidos en diferentes tonos. Es como si la melodía se fugara de una voz a otra en imitaciones interminables

Los intermedios se encuentran entre los antecedentes directos de la ópera. Se representaban entre los actos de una pieza teatral, poseían temática propia, decorados, pantomima, diálogos, música (danzas, arias, coros y, sobre todo, madrigales).
La Camerata de Florencia, desarrolló la ópera durante la última década del siglo XVI a modo de drama musical cantado en su totalidad. La intención de la Camerata era recrear el poder que tenía el drama clásico griego para conmover, utilizando la música para dar fuerza a las cualidades comunicativas de la voz humana.
Los temas de las primeras óperas proceden especialmente de los dramas pastoriles, así como de la mitología griega. Eran muy apreciadas las fuertes pasiones, milagros, magia, sorpresas.

Opera Bufa

En estas operas serias, la música ocupa un primer plano, especialmente en las numerosas arias (a menudo con instrumentos concertantes) que interrumpen la acción y expresan determinados afectos. La acción se consuma en el reccitativo secco, escrito de forma fluida.
La música religiosa católica (música sacra) aspira a elevar dignidad y solemnidad de la liturgia y afianzar las exaltaciones de ánimo de los fieles. Según la tradición, en primer lugar aparece el coral gregoriano homofónico. El coral, entonado por la Schola, era acompañado en la iglesia por el órgano o alternaba con un juego polifónico de este instrumento. Además del coral, en la música sacra católica figura la polifonía en estilo antiguo (a cappella) y un moderno (monódico, concertante, con bajo continuo), y además la música de órgano, la canción sacra que entona la comunidad y otros tipos de música religiosa, como oratorios, concerti ecclesiastici, cantatas, etc.
En los géneros polifónicos se incluyen: misa, motete, salmo, Te Deum, Magnificat, antífona, secuencia.
Innovaciones son principalmente el estilo monódico y el concertante. El último se había configurado, sobre todo, en San marcos de Venecia, mientras la monodia fue llevada del ámbito profano (ópera) al religioso.

Los Motetes incorporaron a menudo en el siglo XVII acompañamiento orquestal y sinfonías introductorias. Es toda música escrita para un único ejecutante o para pequeños conjuntos de solista, como dúos, tríos, cuartetos, etc. En el Barroco principalmente las sonatas para 1 ó 2 instrumentos melódicos y bajo continuo.
Aparecieron poco después de 1600, cuando se trasladó el principio monódico del canto al instrumento.
La sonata en trío es el género principal de la música de cámara barroca. Está escrita a 3 voces (4 intérpretes). La distribución habitual de las voces superiores: 2 violines, también 2 flautas, oboes, violas u otras combinaciones.
Si la sonata en trío se amplía (a partir de 2 o más instrumentos cada voz), la música de cámara para solistas se convierte en música orquestal coral.
El concerto se convierte a mediados del S. XVII en el género instrumental típicamente barroco. Ya en las antiguas canzonas, sonatas y sinfonías existía esporádicamente la alternancia de todos los instrumentistas (tutti) con grupos de solistas (soli, concertino). La música francesa gustaba del cambio de registros de toda la orquesta con un trío de viento. Ello condujo a la distribución del concertino con instrumentos de cuerda o viento.

Los conciertos instrumentales se tocaban en la iglesia: a la entrada y la salida, durante la comunión, en Navidad. En el curso del S.XVII sustituyeron a las antiguas sonatas, canzonas y sinfonías de iglesia. El gusto barroco sentía predilección por los grandes conjuntos.
Los conciertos instrumentales se tocaban antes de los oratorios o intercalados entre sus actos. Además de la cuerda, los italianos potencian los oboes, trompetas y trompas en el concerto grosso, y los alemanes las flautas, oboes y fagotes.
En el siglo XVII surge también, con la primera música instrumental autónoma, la orquesta. El conjunto de varios instrumentos estaba poco regulado anteriormente. También en el barroco temprano indicaban casi siempre los compositores únicamente las tesituras vocales (soprano, contralto, etc.). Sólo en el curso del siglo XVII trabajaron con las posibilidades sonoras y el timbre característicos de los instrumentos.
El concepto de orquesta se empieza a aplicar en el S. XVIII a los instrumentistas.

Evolución de los Instrumentos, formación de la orquesta.
En la búsqueda barroca de la expresión de los sentimientos se da preferencia a los instrumentos con capacidad expresiva y posibilidades dinámicas.
El violín se convierte en el principal instrumento. Oboe, flauta y trompa incrementan su sonoridad.
La base de la orquesta barroca la conforma el bajo continuo y la cuerda; el resto es adicional. El Barroco forma la orquesta como conjunto con posibilidades de registros y sutiles gradaciones.
Aparecen orquestas como:
Orquesta de Corte: fiestas, diversión.
Orquesta de la Opera de los teatros públicos
Orquesta de iglesia.

 EL ÓRGANO

En el barroco llega a su esplendor la música de órgano. El sonido nítido y espacioso del órgano se corresponde con la percepción musical barroca: representación ampulosa, concertante, fuertes afectos y contenido especulativo y religioso que apunta más allá del hombre. La expresión subjetiva del estilo sentimental hizo que más tarde decayera la música de órgano.
Los límites con las literaturas para órgano son difusos, si bien existe:
- Género y contenido: la música sacra está pensada principalmente para órgano, la profana (como las danzas) para clave.
- Diferencias técnicas: el clave no tiene pedal del órgano, el órgano puede mantener notas largas, cosa que el clave apenas puede hacer (notas repetidas, trinos); ambos tienen dinámica de terrazas.

INSTRUMENTOS DE TECLADO

Por música de tecla se entiende música para cualquier instrumento de la familia del órgano, clave y clavicordio.

El clavicordio: tiene un sonido muy suave, dinámica variable, es vivaz.

El clave: es más brillante, concertante, y era utilizado por los organistas como instrumento de ensayo doméstico.

Instrumentos de tecla y órgano son fundamentales en el Barroco por la posibilidad de realización del bajo continuo (ejecución de acordes y del juego concertante polifónico.)

 EL PIANO

El nuevo carácter de la música del siglo XVIII engendra también nuevas estructuras y géneros en la música para piano. Se busca la expresividad, hallándola en la melodía. El acompañamiento pasa a segundo plano. En lugar de la polifonía barroca con varias voces equivalentes predomina ahora la voz superior sobre un acompañamiento homofónico con nuevos elementos rítmicos y temáticos en la mano izquierda. La variedad armónica del bajo continuo deja paso en el estilo galante y virtuosístico a una armonía más sencilla. Posteriormente el estilo sentimental traerá consigo una nueva grabación cromática.

EL VIOLIN

En el barroco, la interpretación y construcción del violín alcanzan gran altura.
En Italia la interpretación del violín se deslinda de la de la viola hacia 1600.
Desde comienzos del siglo XVII, la literatura para violín se desarrolla en la orquesta (sin técnica interpretativa compleja), la música de cámara para varios violines, en especial la sonata en trío, la literatura para violín solo.
La interpretación violinística alemana del siglo XVII es menos virtuosística.
Francia: Lully, abrió un nuevo camino para su instrumento en cuanto base de la orquesta. Bajo la influencia de la suite y de las piezas características de los clavecinistas del siglo XVII surgió la literatura para violín del siglo XVIII, con Vivaldi como modelo.(8)

(8) http://www.monografías.com/trabajos6/para/para.shtml   Hora: 20:00 p.m.  -  Fecha: 27/06/06


BIBLIOGRAFÍA

Díaz del Castillo, Bernal. Historia de la conquista de la Nueva España, introducción y notas Joaquín Ramírez Cabañas, México, Porrúa, 1994. (Colecc. Sepan cuántos…n° 5), cap. CVII.

Torquemada, Juan de. Los veintiún libros rituales y monarquía indiana, 7 vols, 3ª. ed. de Miguel León Portilla, México, 1975-1983, libro XX, cap. 74; vol. 5.

Stevenson, Robert.La música en el México de los siglos XVI a XVIII, La música de México, I. Historia. Período Virreinal (1530-1820), vol. 2, México, Instituto de Investigaciones Estéticas-UNAM, 1986.

Enríquez, Lucero y Raúl Torres Medina. Música y músicos en las actas del cabildo de la Catedral Metropolitana de México. México, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, n° 79, 2001.

Franco, Hernando. Obras, Trascripción y Comentarios Juan Manuel Lara Cárdenas, México, INBA/CENIDIM, 1996. 3v. (Tesoros de la Música Polifónica en México: 9) 1. Coros. 2. Música vocal sacra.

http://www.monografías.com/trabajos6/para/para.shtml   Hora: 20:00 p.m.  -  Fecha: 27/06/0







MITLA

“EL CORAZÓN ESPIRITUAL DE LA MUERTE FLORECIDA



     La zona arqueológica de Mitla es una de las más importantes del estado de Oaxaca, junto con la zona arqueológica de Monte Albán. Los mexicas la denominaron Mictlán que, en náhuatl significa “lugar de muertos”y de Mictlantecutli y Mictlancihuatl que significan “señor y señora de la muerte”. En cambio, el nombre zapoteco fue Lyobaá que significa “lugar de descanso” también se usaba la palabra “hijetoo”: “un medianero entre los dioses y los hombres, y recibía mensajes de los primeros que los segundos debían acatar sin réplica. En sus funciones se veía secundado por los “copavitoos”, o religiosos que desde temprana edad eran seleccionados entre los hijos segundos de las principales familias para servir a las divinidades”(1). Las exploraciones, hasta ahora realizadas, han demostrado que Mitla tuvo su inicio de ocupación en tiempos zapotecos, probablemente en la época de Monte Albán I (600 a 200 a.C.). Sin embargo, se cree que su mayor desarrollo (750 a 1521 d.C.) se dio después de la decadencia de Monte Albán, misma que tuvo lugar entre los años (700 y 750 d.C.). A partir del año 1000 d.C., y hasta la invasión española, Mitla llegó a ser una población de gran importancia, como lo manifiesta la arquitectura de los grandes conjuntos monumentales que hoy admiramos.(2)

(1) Alvear Acevedo, Carlos. Historia de México. México, Editorial Limusa, 2004. pp. 53-54
(2) Villa de Mitla. [En línea] Disponible:

http://www.aoaxaca.com/oa.php?título=ing/tit/tit032.jpg&texto=txt/atr/val/t21-76.txt&linj=txt/atr/val/val_Ink.txt

     La mayor parte de ellos datan de los siglos XIII y XIV. Para algunos investigadores representan el máximo esplendor de la arquitectura zapoteca. Sin embargo, la mayoría se inclina a considerar que, si no son de origen mixteco, si poseen una marcada influencia de esta cultura que, empujada por la dominación mexica, invadió el valle de Oaxaca.

     El mayor atractivo de la zona arqueológica de Mitla es, sin duda, la variada ornamentación de sus edificios, lograda mediante el sistema de grecas, que la distingue de las del resto del país. También evidencias arqueológicas como pinturas tipo códice plasmadas en los dinteles del Conjunto de la Iglesia, objetos de oro y cerámica polícroma encontradas en las excavaciones, indican una fuerte influencia cultural mixteca en la época posclásica.

      Se aprecian cinco grupos de construcciones conocido como:

Grupo del Sur,
Grupo de los Adobes,
Grupo del Arroyo,
Grupo de las Columnas, y
Grupo de la Iglesia.

     Los dos primeros están clasificados como conjuntos ceremoniales, integrados por montículos y plazas centrales. Los otros 3 se catalogan como palacios, organizados con habitaciones alrededor de patios cuadrangulares. De los cinco grupos, los más relevantes y mejor conservados son: el Grupo de las Columnas y el Grupo de la Iglesia.

Grupo del Sur
     Es muy distinto a los otros conjuntos. Consta de un basamento piramidal al oriente, con patios rodeados de plataformas que servían de base a los edificios norte, sur y poniente. El basamento está construido de piedra y barro, aparentemente de tres o cuatro cuerpos escalonados; no es posible referir más datos debido a que no ha sido explorado.

Grupo de los Adobes
     Corresponde al segundo tipo de distribución espacial, una estructura en forma de pirámide al oriente es la más visible que, por medio de escaleras de piedra en sus tres cuerpos conduce a la parte superior, en donde se encuentra una plataforma sobre la cual se construyó, durante la colonia, una capilla católica. Los otros edificios, de dimensiones menores que la estructura oriental, están tan destruidos que sólo se aprecian como montículos.

Grupo del Arroyo
     La distribución de los edificios es similar a la del grupo de la Iglesia variando notoriamente sus dimensiones aunque el sistema constructivo y la decoración son iguales. El acceso al conjunto y a los edificios es por su extremo sur.

Grupo de las Columnas
     Este conjunto está compuesto por cuatro habitaciones superiores y cuatro subterráneas: las primeras habían servido de morada al gran sacerdote y a sus acólitos, al rey y a su séquito, y las últimas eran una capilla para los ídolos, la tumba del gran sacerdote, la tumba del rey y un espacio cerrado por una lápida, que llevaba a una cripta, la cual contenía los cadáveres de las víctimas y de los guerreros caídos. Se caracteriza por el uso de columnas monolíticas de donde se deriva su nombre. El grupo comprende dos conjuntos arquitectónicos, de diferentes dimensiones, ordenados de norte a sur, y unidos en esquina. Cada uno está compuesto de un gran patio cuadrangular, rodeado por cuatro plataformas. Tres de ellas contenían grandes edificios alargados, de planta rectangular, delimitados por anchos muros que soportaban techumbres, planas y pesadas. Esta planta arquitectónica (un patio central y cuatro habitaciones en su costado), se observa en casi toda la arquitectura mesoamericana. Su completo aislamiento y el hecho de que se entra a él por una “puerta trasera” hacen suponer que servía de morada al Uija-tao (Gran Sacerdote) (3) En su conjunto, forma la llamada cruz de Quetzalcóatl o Quincunce; esta cruz tiene el punto central que simboliza el encuentro del cielo y la tierra, el “co” o centro esotérico. En su acepción de movimiento, el Quinto Sol está representado por dos líneas divergentes que constituyen cuatro palos contrarios, unidas en un centro.

     En la relación de Tlacolula y Mitla hecha por Alonso Canseco en 1580 se explica que el techado de los salones estaba formado por vigas de madera que recibían gruesas capas de aplanado formando una especie de azotea con una ligera pendiente hacia dentro; se puede ver en uno de los salones un techado reconstruido tomando como referencia dicha descripción.(4)

(3) Krickeberg, Walter. Las antiguas culturas mexicanas. México, FCE, 1990. pp.306-309
(4) Zona arqueológica de Mitla. [En línea] Disponible: http//www.inah.gob.mx/zoar/htme/za01707.html 

La plataforma sin edificio se localiza al lado sur, en el caso del conjunto más grande o norte, y al oeste, en de menor tamaño, localizado al sur. El edificio más importante se levanta al norte del patio del conjunto mayor. Su fachada principal cuenta con una amplia escalinata central que sube hasta la puerta, dividida en tres secciones, donde se ingresa al gran salón de Las Columnas. Este posee, al centro y a lo largo de su eje, una fila de seis columnas monolíticas que sostienen la techumbre. En el extremo oriente, del muro norte, se abre un angosto pasillo techado que comunica con un pequeño patio interior, rodeado de angostas habitaciones rectangulares. El patio se conoce con el nombre de “Patio de las Grecas”, pues, tanto los muros que dan al patio como los del interior de las habitaciones, están decorados con las grecas características de Mitla.
     Ejemplo de este tipo de tumbas se encuentra también en la exhacienda de Xaagá, al oriente de la zona y en San Lorenzo Albarradas, hacia la zona mixe, 40 km al norte de la población.

     Dirigiéndose hacia el sur, se ingresa al otro conjunto, cuyos edificios fueron muy sencillos. En el patio de este se encuentra el acceso de cada una de las dos tumbas que constituyen el atractivo de este sector. Se localizan en la parte baja de los edificios norte y oriente; ambas con planta cruciforme y con la singular decoración geométrica de grecas. La tumba norte posee, como característica peculiar, una columna monolítica que soporta la techumbre, precisamente en el cruce de los brazos de la cruz. La voz popular la ha bautizado como “columna de la vida”, en relación a una leyenda que, dice que al abrazarla, el espacio que queda entre las manos corresponde al tiempo que a uno le queda de vida.(5)

Grupo de la Iglesia
     Toma este nombre por el templo católico edificado sobre una estructura prehispánica del mismo. Está integrado por tres cuadrángulos alineados sobre un eje norte-sur. A diferencia del Grupo de la Columnas, aquí los edificios se orientan directamente sobre el nivel del suelo, sin plataformas; aunque la organización de los conjuntos es casi la misma. El cuadrángulo localizado en el lado sur es el más modificado; en él se encuentra, precisamente, el templo católico, construido en el siglo XVI. Los otros dos fueron ocupados, por mucho tiempo, como habitación del cura. Gracias a la intervención en 1921, de la Dirección de Arqueología, aún conservan todos sus elementos arquitectónicos fundamentales. Además de la decoración de grecas, este grupo destaca por conservar vestigios de pintura mural, en las molduras que coronan los dinteles, semejantes a la de los códices mixtecos.

     Por otro lado, hacia el noroeste de la población se observan restos de la fortificación rocosa natural complementada artificialmente por los zapotecas de Mitla, muy probablemente para repeler ataques de los mixtecos, quienes terminaron por imponer su cultura y asentarse en el pueblo en la última época prehispánica, es decir muy cerca de la conquista española en 1521 d.C.
     Debajo de las construcciones de la Villa de Mitla se hallan los restos de las casas que habitaron los campesinos de la época prehispánica, mismas que, junto con los edificios antes descritos, constituyen el patrimonio cultural de los actuales residentes, por la importancia que reviste la arquitectura y su desarrollo histórico, la zona arqueológica de Mitla fue declarada en 1993 como zona de Monumentos Arqueológicos.

(5) Escuchado por mi, cuando fui a visitar la zona.

     En la época del contacto español funcionaba como centro político-religioso de los zapotecas. Excavaciones arqueológicas señalan que en los alrededores de Mitla, el hombre habitó en pequeñas aldeas desde la Época II de Monte Albán, de 200 a.C. a 200 d.C., pero su apogeo se señala en la Época V, del año 1000 d.C. a 1521 d.C., periodo en que se construyeron la mayoría de los edificios.
     Durante más de un siglo, a partir de 1888, se han realizado diferentes intervenciones en varias etapas para la protección de la zona, sobre todo en los Grupos de las Columnas y de la Iglesia.(6)

(6) Mitla (Lugar de Muertos). [En línea] Disponible: http://www.oaxaca-mio.com/invita.htm



BIBLIOGRAFÍA

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Krickeberg, Walter. Las antiguas culturas mexicanas. México, FCE, 1990. 476 p.
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http://www.esmexico.com/fotografías/fotos.php?len=&sección=estados&Panto_I=Ruinas%20Prehispánicas&Área=Mitla&Estado=Oaxaca




IGLESIA Y PODER EN MÉXICO



Desde mediados del siglo XVIII, las reformas borbónicas iniciaron en la Nueva España un conflictivo proceso de reubicación del lugar que debía ocupar la Iglesia católica en el proyecto de Estado propuesto por los reformadores ilustrados. Uno de ellos, Pedro Rodríguez de Campomanes, acuñó la expresión que fue famosa: “La Iglesia debe de estar dentro del Estado”. Durante la segunda mitad de ese siglo los reyes borbones tomaron una serie de medidas con respecto a la Iglesia que agredieron de modo flagrante a vastos sectores de la población novohispana.
     Las principales fueron la expulsión de los jesuitas (1767), el control de la administración del diezmo (1786), la supresión del fuero eclesiástico (1795) y la intensificación de la desamortización de las propiedades eclesiásticas (1798). De todas ellas, la que tuvo más repercusión fue la “Real Cédula sobre la enajenación de bienes raíces y cobro de capitales de capellanías y obras pías” O 804, con la cual la corona española consolidaba el pago de los vales reales que había emitido a costa de la Iglesia y de todos los que dependían de esos capitales, pues estaban invertidos en la agricultura, la minería, las manufacturas y el comercio.(1)

(1) En E. H. Gombrich, Tributos, versión cultural de nuestras tradiciones, México, FCE, 1991, pp. 174-175.



     Todo esto no fue más que el inicio del proceso de secularización que llevó, primero a la sociedad novohispana y luego a la mexicana, a una serie de cruentos enfrentamientos con respecto al lugar que debía ocupar la Iglesia en los diversos proyectos de nación que se establecieron luego de la prolongada lucha de Independencia (1810-1821). A todo lo largo del siglo XIX el debate tuvo al menos tres vertientes:
  1. La de los partidarios de la integración de la Iglesia en el Nuevo Estado independiente, siguiendo la tradición regalista española de los Habsburgo, cuya forma histórica había sido el Real Patronato, en el cual la Iglesia participaba más o menos equitativamente del poder distribuyéndose las funciones sobre la sociedad;
  2. La de los partidarios de la integración de la Iglesia al Estado y subordinándose a éste, al estilo de los reformadores borbones, y
  3. La del primer liberalismo, que establecía la separación entre la Iglesia y el Estado, pero que le daba un amplio margen de libertad.(2)
     La formulación más clara acuñada por un católico liberal, Charles de Montalambert, aunque luego se le atribuyó a Camile Cavour: “La Iglesia libre en el Estado libre”.

(2) Enrique Florescano y Rafael Rojas, El ocaso de Id Nueva España, México, Clio, 1996, pp. 42-45 y 56-57.


       A decir verdad, ninguna de las tres opciones tuvo éxito en México. La intransigencia de la Iglesia y de los mexicanos que de ella dependían –o que por diversas razones se legitimaron o aliaron con ella- fue a tal grado enconada, que exacerbó el proceso de secularización. Como bien lo observó Justo Sierra en 1885, aunque muchos católicos aceptaron contemporizar con las reformas liberales –incluidos algunos eclesiásticos-, la Iglesia nunca aceptó la primacía del poder civil sobre ella. Al comentar Sierra la publicación de la encíclica Immortale Dei (1884), que trataba de la “constitución cristiana de los Estados”, no pudo menos que escribir:

“A los hombres de la generación naciente parecerá un anacronismo lo de las aspiraciones teocráticas del clero…La supremacía de la Iglesia sobre el poder civil es una idea que yace en el fondo de la lucha entre el clero y el Estado todavía en nuestra época…Hasta en la última alocución del venerable León XIII se pueda observar que la libertad de la Iglesia y dominio de la Iglesia sobre la sociedad civil, son sinónimos.”(3)
Si acaso, la Iglesia se atuvo a la doctrina de la sociedad perfecta, en la que conceptualizaba tanto al Estado como a ella misma como sociedades perfectas, haciendo referencia, no a la excelencia de la institución, sino a la capacidad de gestionar y legitimar a todos los organismos de la sociedad. Esta fue una solución intermedia entre la secularización y la subsistencia de la Iglesia. Tal como lo prescribían las ideas de los secularizadores, en la conceptualización de la sociedad perfecta se implicaba la separación de ambas instituciones; pero al mismo tiempo, la Iglesia defendía sus espacios y los legitimaba frente al Estado. La aplicación concreta de estas ideas no fue uniforme en todos los países pues dependió de las circunstancia de tiempo y lugar. En las naciones latinas fue especialmente conflictiva –como en Francia e Italia-, e incluso cruenta –como en México y España.(4)

(3) Para un análisis somero de este concepto, véase Patrick Grandfield, “Auge y declive de la sociedad perfecta”, en
Concilium (177). julio-agosto de 1982, pp. 10- 19.

(4) Justo Sierra, México social y político, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1960, pp. 37, nota 1,41 y 42
(1ª ed., 1885).


     En una serie de eventos que abarcaron una centuria, las relaciones entre el Estado y la Iglesia en México tuvieron momentos de mucha agresividad por la colisión de intereses que provocaron: la reforma de Valentín Gómez Farías (1833), la desamortización de los bienes eclesiásticos (1856), la nacionalización de los mismos (1859), la separación jurídica entre la Iglesia y el Estado (1857), la incorporación de otras leyes reformistas –promulgadas desde 1859- a la Constitución, la inexistencia jurídica de la Iglesia (1917), el conflicto religioso de los cristeros (1926) y el establecimiento del llamado modus vivendi entre el Estado y la Iglesia (1929).
     En todo este proceso contencioso entre el Estado y la Iglesia en México participaron las corrientes políticas, sociales e intelectuales características de los siglos XVIII, XIX, XX, haciéndolo aún más confuso:
Ilustración, racionalismo, liberalismo, conservadurismo, socialismo, ultramontanismo, clericalismo, jacobinismo, catolicismo social, positivismo, marxismo, nacionalismo…Como ha dicho Jean Meyer y antes de él Daniel Rops, no podemos olvidar que en el principio, en la forma y en el fondo de estos tres últimos siglos estuvieron presentes las revoluciones.(5)
     Todo ello plantea a finales del siglo XX una serie de cuestionamientos por dilucidar a cerca no sólo de las relaciones de poder político entre el Estado y la Iglesia, sino una serie de planteamientos, acerca de cuáles fueron realmente las implicaciones que tales reformas tuvieron sobre la sociedad. Mucha de la historiografía mexicana se ha nutrido de la tesis de combate tanto de los partidarios de la Iglesia como de los del Estado; todo ello dio por resultado sendas historias oficiales.

(5) Daniel Rops, La Iglesia de las revoluciones, Barcelona, Luis de Caralt, 1962, y Jean Meyer, Cincuenta años de radicalismo: la Iglesia católica, la izquierda y la derecha en América Latina, México, Instituto Mexicano de Doctrina Social
Cristiana, 1985.

     Y como toda historia oficial, éstas fueron organizadas en función de la justificación de un status quo determinado. Por otra parte es menester aclarar que no son suficientes los estudios históricos para lograr comprender todas las implicaciones presentes del conflicto habido entre la Iglesia católica y el Estado, conflicto que parece haber reducido sus dimensiones y resuelto sus dicotomías con las reformas recientes a la Constitución mexicana (1992). Además, es menester tener en cuenta que, desde mediados del siglo XIX, hubo otras Iglesias y grupos religiosos no católicos que se establecieron en diversos lugares del país.(6)

(6) Ceballos Ramírez, Manuel, Iglesia católica, Estado y sociedad en México: tres etapas de estudios e investigación, Frontera Norte, vol. 8, Núm. 15, Enero-Junio de 1996.

     Por otra parte, no se puede reducir el conflicto entre la Iglesia y el Estado en México a sólo su aspecto político. Como lo ha estudiado Francois X. Guerra, hay un poder en México que tiene un origen social y no político.(7) En este sentido, sobre todo en algunas regiones, hay que tener en cuenta las dos dimensiones del conflicto religioso: la de hecho y la de derecho. Es decir, no toda reforma legal y jurídica supuso un cambio inmediato en las relaciones de la Iglesia con la sociedad. Entre una sociedad tradicional como la mexicana e Iglesia católica existían de facto otros lazos que no eran tan fáciles de romper, aún ante el irreversible proceso de secularización. Estos lazos tenían que ver con vínculos de parentesco, de refaccionamiento económico, de lealtad social y de concepción del mundo y de la vida. Otro de los aspectos importantes fue la construcción del nacionalismo como sustituto de la religión católica.

(7) Francois-Xavier Guerra, México: del antiguo régimen a la Revolución, 1 I, México, FCE, 1988, p. 22.

Al estudiar el proceso histórico de construcción del nacionalismo mexicano, se constata el traslape que hubo de hacerse entre el catolicismo y el nacionalismo, teniendo en cuenta que era la religión católica un factor de unidad política muy importante y casi el único en el México independiente de 1821. Esto explica, por ejemplo, que a los angloamericanos se les aceptara formar colonias en Texas a condición de que fueran católicos.(8) El problema se complica al constatar también que, si México era más una Nación que un Estado, era el catolicismo novohispano una de las raíces imprescindibles de la Nación.(9) Dos problemas hubo entonces: el de separar el nacionalismo del catolicismo, es decir, secularizar el nacionalismo. Y el otro problema fue el de intentar evitar que fuera el nacionalismo sólo un mecanismo de control político que le diera unidad al nuevo Estado, y sin que dejara de ser una fuente de identidad psicosocial. Esto último no era tan fácil de secularizar, y ni siquiera recomendable pues podía revertirse contra el ansia de unidad política. Hubo, entonces, un doble juego que le dio a la sociedad mexicana una ficción más en su vida política, que retrasó el sano y racional proceso de secularización, y que no fue sino parte inherente de las diversas etapas del autoritarismo mexicano, tanto en el siglo XIX como en el XX.

(8) Josefina Z. Vázquez, Nacionalismo y educación en México, México, El Colegio de México, 1970, pp. 17 y 33.
(9) Para el análisis y diferencias entre Nación y Estado en el siglo XIX mexicano, véase Jesús Velasco Márquez y Thomas
Benjamín, “Guerra entre México y Estados Unidos, 1846-1848’’, en María Esther Schumacher, Mitos en las relaciones
México-Estados Unidos, México, FCE, 1994, p 131 y ss.

     A fines de este último siglo, el estudio sobre el conflicto Iglesia y Estado en México y sus repercusiones sobre la vida mexicana ha tenido nuevas demandas en amplios sectores de la sociedad. Dos razones de carácter general engloban estas demandas: el desgaste del autoritarismo político y el agotamiento del racionalismo.(10)
     Teniendo como gran telón de fondo ambos criterios, el presente artículo pretender dar razón de las tres etapas que se pueden distinguir en el pasado reciente acerca del desarrollo de los estudios que tienen que ver con la Iglesia católica mexicana.
     Antes de 1968, el estudio de las cuestiones religiosas estuvo condicionado por el conflicto entre la Iglesia y el Estado, por el enfrentamiento de la mutua intransigencia entre los partidarios de una y de otro y por el ascenso del autoritarismo a partir de 1929, tanto en la gestión del Estado nacional, como dentro del sector directivo del Episcopado Mexicano.

(10) Para el desgaste del autoritarismo mexicano, véase Lorenzo Meyer, Liberalismo autoritario, México, Océano, 1995, y
Enrique Krauze, Tiempo contado, México, Océano, 1996. Para el agotamiento del racionalismo y la propuesta de nuevos
temas de estudio a la historia y a las ciencias sociales, véase José Andrés-Gallego, Recreación del humanismo, Madrid,
Editorial Actas, 1994.


     Gabriel Zaid, habló del “susto político” que causó entre los viejos porfirianos y los nuevos revolucionarios el surgimiento del Partido Católico Nacional en 1911 y su capacidad de convocatoria, en un momento en que se creía que los católicos habían desaparecido para siempre de la escena política nacional.”(11) Así lo había constatado Justo Sierra desde 1885, al escribir que se había realizado la pacificación social de este país católico, en cuyos grupos principales existía gran devoción por las ideas liberales: “el antiguo bando reaccionario ha aceptado el nuevo régimen…ha quedado pues extinguido como grupo político.”(12) Cuando resurgió motivado por el desgaste del porfiriato, e inspirado por nuevas demandas nacidas de la incipiente democracia cristiana, se atribuyó su éxito a la política de conciliación con Porfirio Díaz, y posteriormente a la connivencia y colaboracionismo con el huertismo.

(11) Gabriel Zaid, “Muerte y resurrección de la cultura católica”, en Vuelta (156), noviembre de 1989, p. 20.
(12) Justo Sierra, México social y político, México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1960, p. 41.

     Dentro del mundo académico mexicano las cuestiones referentes a la Iglesia católica fueron dejándose de lado desde tiempo atrás. En esto también hubo otro tipo de enfrentamiento ancestral entre razón y fe, entre ciencia y religión. Los procesos de secularización no sólo agredieron la postura política de la Iglesia, sino que desmantelaron, su función rectora de la vida social y de baluarte de la conducta moral y de las creencias. En un principio fue la Ilustración y sus orígenes racionalistas los que agredieron a la Iglesia; pero ya a fines del siglo XIX fue el positivismo, el desarrollo del conocimiento científico y, poco más tarde, el marxismo los que excluyeron a la Iglesia de los ambientes académicos. La Iglesia se vio envuelta en tal complejidad de problemas políticos, jurídicos, filosóficos y sociales, que la metieron en una crisis de identidad sobre su nueva función en el mundo surgido de las revoluciones. Crisis que abarcó no sólo su presente, sino su misma conceptualización del pasado y su proyecto de acción en las nuevas sociedades que se gestaban en el mundo moderno.
     Desde el siglo XIX hubo fuertes movimientos reformistas dentro de la Iglesia –piénsese en Felicite de Lamennais, Antonio Rosmini, Henry Newman, Marc Sangnier-, no se aceptaron las primeras pautas de salida a esa crisis sino hasta bien entrado el siglo XX; pautas que dieron lugar a la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965). Mientras fue la condena a la llamada modernidad uno de sus más caros y frecuentes recursos. Con respecto a las condenas, las dos más conocidas fueron las de Pío IX, al promulgar el Syllabus y la encíclica Quanta Cura en 1864; pero sobre todo la condenación del modernismo hecha por Pío X en 1907 por medio de los documentos Puscendi y Lamentabili.(13) Estas últimas condenas propiciaron aún más el intento de institucionalización paralela de los conocimientos. Obviamente, fue en los seminarios y en las universidades católicas donde se desarrollaron estos contenidos.
     En el México del siglo XX, este esfuerzo de los católicos por no quedar desplazados de la vida pública tuvo un proceso complejo, contradictorio, al enfrentarse al Estado Nacional. Pero refiriéndonos al ambiente académico, si hubo un proceso paulatino de separación y aislamiento entre el mundo secular y el católico. Hubo una excepción: los hombres de letras. Fueron los filósofos, historiadores, y literatos y novelistas, los que no dejaron de incluir en sus estudios e investigaciones las cuestiones religiosas.

(13) Ceballos Ramírez, Manuel, Op. cit, p. 96.

Alfonso Reyes incluyó en su obra El Deslinde un capítulo sobre teología.(14) En Al Filo del agua, Agustín Yáñez hizo girar su novela sobre un mundo tradicional en el cual la religión tenía un papel preponderante.(15)

(14) Alfonso Reyes, El deslinde, México, FCE, 1983, pp. 375-405.
(15)  Agustín Yáñez, Al filo del agua, México, Porrúa, 1984.

En 1957, Moisés González Navarro, rescató, dentro de la complejidad de la vida social del porfiriato, los elementos de influencia del catolicismo, sin los cuales no se podría explicar ese periodo de la vida mexicana.(16) Álvaro Matute dijo que, “antes de 1968 fueron los historiadores de la diplomacia quienes hicieron las incursiones más exitosas en temas referentes a la Iglesia.(17)
     En el terreno de la filosofía, las cuestiones religiosas fueron desarrolladas tanto en la Universidad Nacional como en otras instituciones por Antonio Caso, Oswaldo Robles, Joaquín y Ramón Xirau, Antonio Gómez Robledo, Jose Manuel Gallegos Rocafull, Bernabé Navarro, Fernando Sodi Pallares y Emma Godoy.(18)

(16) Moisés González Navarro, El Porfiriato Vida social, México, Hermes, 1957
(17) Álvaro Matute et al., Estado, Iglesia y sociedad en México, siglo XIX, México, Miguel Ángel Porrúa, 1995, p. 15.
(18) José Rubén Sanabria et al., Historia de la filosofía cristiana en México, México, Universidad Iberoamericana, p. 151 y ss.

Los literatos católicos se reunieron en torno a la revista Ábside, donde publicaron Alfonso Junco, Alfonso y Gabriel Méndez Plancarte y Octaviano Valdés. Entre otras de las revistas que se pueden considerar depositarias de la reflexión católica, se encuentran también Christus, dirigida por los jesuitas, y La Nación, órgano oficial del Partido Acción Nacional donde algunos intelectuales católicos publicaron sus análisis, como Efraín González Luna.(19) Los jesuitas instalaron la filosofía en el Centro  Cultural Universitario, que luego se convirtió en la Universidad Iberoamericana. Entre los extranjeros hubo también obras notables, como La Conquista espiritual de México (1933), de Robert Ricard, y El poder y la gloria (1938), de Graham Greene.(20) También podemos mencionar un texto –ilegible para el académico de hoy- del padre Ángel María Garibay, distinguido hebraísta, indigenista y nahuatlato a quien se le recuerda y admira.(21) También la reedición de los cinco tomos de la Historia de la Iglesia en México del padre Mariano Cuevas, en 1992, podría interpretarse dentro de la corriente de triunfalismo católico; pero, aún cuando hay en esta obra un manifiesto afán de defensa de la Iglesia frente al Estado –sobre todo en el último volumen-, tiene un gran valor historiográfico, tanto por su contenido como por ser la síntesis más acabada de una generación.(22)

(19) Efraín González Luna, Los católicos y la política en México, México, Jus, 1988.
 (20) Robert Ricard, La conquista espiritual de México, México, Jus, Polis, 1947; Graharn Greene, El poder y la gloria,
México, Promexa, 1979.
(21) El texto del padre Garibay es de 1955 y fue reimpreso en la Colección V Centenario, Presencia de la Iglesia en México,
México, Fundice, 1992.
(22) Mariano Cuevas, S.J., Historia de la Iglesia en México, cinco tomos, México, Porrúa, 1992, 6ª edición preparada por
José Gutiérrez Casillas, S. J. Otro escrito más actual, que al parecer fue una tesis de grado, no logró evadir el afán
apologético. Véase Evaristo Olmos Velásquez, El conflicto religioso en México, México, Editorial Don Bosco, 1991.

En sentido inverso, reaparecieron textos anticlericales, como el de Emilio Portes Gil, La lucha entre el poder civil y el clero, o el de Abraham García Ibarra, Apogeo y crisis de la derecha en México.

ÉPOCA MODERNA
Después de la constitución del 5 de Febrero de 1917 la iglesia se había mantenido al margen con el estado mexicano, hasta la época de don Carlos Salinas de Gortari ya que en su tercer informe de gobierno advierte:
En su tercer informe de gobierno, el presidente Carlos Salinas de Gortari volvió a alentar las esperanzas del clero mexicano:
En mi discurso de toma de posesión propuse modernizar las relaciones con las iglesias. Partidos opuestos de las más opuestas tendencias han señalado también la necesidad de actualizar al marco normativo. Recordaremos que, en México, la situación jurídica actual de las iglesias derivó de razones políticas y económicas en la historia y no de disputas doctrinarias sobre las creencias religiosas, por lo que su solución debe reconocer lo que debe perdurar y lo que debe cambiar. Por experiencia el pueblo mexicano no quiere que el clero participe en la política ni acumule bienes materiales, pero tampoco quiere vivir en la simulación o en la complicidad equivoca. No se trata de volver a situaciones de privilegios, sino de reconciliar la secularización definitiva de nuestra sociedad con la efectiva libertad de creencias, que constituyen uno de los derechos humanos más importantes. Por eso convoco a promover la nueva situación jurídica de las iglesias bajo los siguientes principios: institucionalizar la separación entre ellas y el Estado; respetar la libertad de creencia de cada mexicano, y mantener la educación laica en las escuelas públicas. Promoveremos congruencia entre lo que manda la ley y el comportamiento cotidiano de los ciudadanos, dando un paso más hacia la concordia interna en el marco de la modernización.
Ahí anuncio Salinas:
"El estado moderno es aquel que... mantiene transparencia y moderniza su relación con la Iglesia ".
En respuesta, la Conferencia del Episcopado Mexicano elaboró a mediados de 1989 un documento en el que pidió modificar cinco artículos constitucionales para realmente modernizarse la relación:
Que en el artículo 130 se le reconozca personalidad jurídica a la Iglesia, así como el voto activo y pasivo a los sacerdotes; que en el artículo tercero se de libertad a las instituciones privadas y a los padres de familia para dar a sus hijos la educación que deseen; que del artículo quinto se suprima la prohibición para establecer ordenes monásticas; que el 24 otorgue permisos a los sacerdotes para oficiar en lugares públicos y, finalmente, que en el 27 se permita a los clérigos poseer y administrar bienes.
Como podemos observar de aquí empieza de nuevo las relaciones Iglesia – Estado devolviéndoles el poder que se les había suprimido con las leyes de Reforma propuestas por Juárez.
Y hasta la fecha con nuestro actual presidente el Lic. Vicente Fox, parece que estamos viviendo un periodo de franco retroceso de la historia, ya que parecía que regresamos al inicio con la lucha de los conservadores contra liberales en este caso por las elecciones a presidente por el cual contendió el C. Fco. Labastida que por decirlo así represento a los liberales y C. Vicente Fox a los conservadores y por desgracia ganaron los conservadores que representan los intereses de los más ricos y no podía faltar el poderío de la Iglesia.
 CONCLUSIONES
     Independientemente de los juicios que se pueden hacer acerca de la sobrecarga ideológica del tema religioso o eclesiástico, una cosa es indudable: el retorno y la inclusión de los análisis del fenómeno religioso en los ambientes académicos.
     Por otra parte, las cuestiones religiosas parecen ser tan importantes para la vida social que no pueden quedar sólo en manos de los eclesiásticos o del hombre religioso. Dejar la religión sólo en manos de los religiosos es exponerse a una serie de abusos, puesto que el sentimiento religioso está muy expuesto al fanatismo, confusión y manipulación de la ignorancia.
     El Estado nacional y las instituciones de la sociedad deben intervenir para garantizar la formación intelectual de los dirigentes religiosos; o incluso para promover la cultura religiosa general de su población, no quiere esto decir que el Estado obligue a la práctica religiosa o a que se catequice a los estudiantes o a la población en tal o cual creencia, pues eso pertenece al fuero interno de las personas y a su propia elección personal o familiar.
     No pensemos sólo en la práctica o en la creencia, sino en el conocimiento crítico y científico de los procesos a que da lugar la fe religiosa, el análisis de las diversas teologías con las que se racionaliza esa fe, el estudio de la praxis de los creyentes, y en general, la investigación de la historia y del comportamiento social de la Iglesia y de las demás organizaciones religiosas
     Ya lo presagió André Malraux: “El siglo XXI, será religioso o no será”, o de Nicolás Berdiaev que dijo: “que a la mayor parte de la humanidad le invadía una nostalgia” asegurando que “era el signo del advenimiento de una nueva época religiosa”.

BIBLIOGRAFIA

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  Historia. INTRODUCCIÓN. La Historia es una ciencia (disciplina prefieren decir otros) que exige una reflexión sobre su carácter como cie...