jueves, 18 de octubre de 2018


SOLDADOS DE NAPOLEÓN EN EL

SEGUNDO IMPERIO MEXICANO

INTRODUCCIÓN

En el México de hoy, la investigación y difusión sistemática de la tradición militar se impone como una parte indispensable de la historia genuina de la nación y con mucha más razón cuando se trata de la época de 1857-1867. Por importante que fue el aspecto político, ideológico y social de la Reforma, La Intervención y el Imperio, tenemos que ceder un lugar primordial al drama militar. En el curso de la década de 1857-1867 se libraron en el territorio de México, 1780 acciones de armas, o sea el promedio de una contienda armada cada dos días a lo largo de 10 años. Si no hubiera sido por el tenaz y gran sacrificio del pueblo en armas, poco habían logrado los estadistas e ideólogos liberales y republicanos.(1)

(1) Corl. Rafael Echenique. Catálogo alfabético y cronológico de los hechos de armas que han tenido lugar en la república mexicana desde su Independencia hasta nuestros días. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Colección del Congreso Nacional de Historia para el estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Años 1857-1867.

Por eso es imprescindible dirigir una mirada hacia el anónimo elemento humano, el auténtico combatiente que entregaba todo, pedía poco y casi no recibía nada. Tenemos que arrimarnos a las filas de los combatientes mismos y compartir sus pensamientos y problemas antes de alegar algo, para así, poder entender lo que ocurrió en estos años. Conocemos las anécdotas de vida, carrera, hechos y opiniones de reyes, ministros y generales, pero nada de los miles de soldados bajo su mando. Para entender la naturaleza del conflicto, debemos saber quienes eran ellos, ¿Cómo y porqué se alistaban? ¿Qué sentían, pensaban y opinaban? ¿Cuál era la fe política y social que profesaban? También, ¿Cuál era su aspecto físico, vestuario, armamento y equipo?

    Para el historiador militar no basta saber que sostuvieron batallas heroicas, a esto y más tengo que encontrar la respuesta, para así no dejar en un futuro un cuadro opaco de números sin cara ni cuerpo, sino un escenario lleno de seres humanos auténticos y tangibles, llenos de acción, color y vida.

    Por eso, este es el propósito de este pequeño ensayo: conocer y analizar a los combatientes como seres de carne y hueso.

ARGUMENTACIÓN

    Antes de la guerra de Reforma, los cuadros del ejército mexicano se formaron en base al ejército de Santa Anna, un conglomerado a imitación de los ejércitos de España y Francia. Una serie de reglamentos extranjeros pretendía hacer del soldado mexicano un militar profesional, adiestrado y disciplinado. La legislación militar de Santa Anna en 1854 y 1855 dice”…La guardia de S.A.S. el presidente de la república, se compondrá de dos compañías de Zapadores, cuatro baterías de Artillería, un batallón de Granaderos, uno de Cazadores, uno de Tiradores, uno de Guías, un regimiento de Granaderos a Caballo y uno de Lanceros; el uniforme de los Lanceros será piqueta verde oscuro con cuello, vueltas, barras y vivos encarnados, hombreras y sardinetas blancas, manoplas de charol negro, pantalón encarnado con franja verde y cachirulo negro, cartuchera con bandolera negra, polonesa encarnada con escudo y cadenilla de metal amarillo, chorro y forrajera blanco…etc.”(2)

(2) Circular del Ministerio de Guerra, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, Legislación Mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República. México, Edición oficial, Imprenta del Comercio, 1877. Tomo VII, pp. 214-217

    Santa Anna, no entendía que el combatiente mexicano no encajaba con todos estos adornos. La guerra de Reforma comprobó que el soldado mexicano, tanto el liberal como el conservador, combatía mejor y más a gusto en su traje de manta, su par de huaraches y su sombrero de paisano, pero conservando su individualidad, estoicismo, costumbres civiles y folclóricas.


    Y es aquí donde encontramos una clave muy importante al mecanismo militar de la victoria mexicana del 5 de mayo y de sus triunfos en Carbonera, Tacámbaro o Querétaro. Sin quitar serenidad, valor y decisión a los generales Zaragoza o Escobedo, la fuerza de sus éxitos se debe al carácter de sus subalternos y soldados. El doctor Schmit Ritter von Tavera, consejero de la embajada del imperio austriaco en México, al regresar a su país en 1867, escribió sobre las tropas mexicanas “Nunca podía yo haber soñado que una tropa puede reunir entre sus elementos una mezcla de todas las tropas imaginables. ¿Era acaso lo que yo miraba un regimiento de caballería o una fila de máscaras barrocas de algún loco carnaval? Ya que de otro modo no se podía explicar el bárbaro fango que cubría hombres y caballada. Uno de los jinetes lucía un atavío de vivísimo rojo escarlata, otro llevaba una chaqueta desarrapada de color verde-perico, otro más estaba enfundado en los restos de un traje blanco revelando por todas partes la piel morena del indio…Los tocados eran conspicuos, desde el sombrero de paja, de colosales dimensiones, hasta el moderno kepis estilo francés; uno que otro soldado usaba por gorro su propio cabello, por cierto suficientemente grueso para resistir a un golpe de sable. Muy pocos calzaban zapatos, pero llevaban pesadas espuelas mexicanas atadas al talón desnudo…Me llamó la atención un tamborcito, mozalbete de escasos 15 años, cuyo vestido consistía de un solo pedazo de trapo…” (3)

(3) Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9, p. 15


Ahora bien si dirigimos la mirada hacia las columnas francesas, se presenta una situación distinta. Los primeros efectivos que llegaron a pisar tierra mexicana, era un muestrario de los más escogido  de las fuerzas armadas de Francia, la tropa de elite. Y es aquí, de nuevo donde podemos comprobar el valor constructivo de la investigación histórico-militar.

    De una observación detallada del vestuario y equipo reglamentario de la primera expedición francesa se desprende con claridad la característica colonialista del proyecto francés desde antes de la Convención de Londres. Las pruebas son: cada uno de los cuerpos fichados de antemano para el desembarco, tenía años de práctica en la ocupación de tierras ajenas; todos los cuerpos llevaban sus prendas de guarnición, y no de campaña; venían con una fuerte organización administrativa y con almacenes de parque y equipo, para una operación a largo plazo. Encabezaba esta columna el antiguo regimiento 99 de la Infantería de Línea. Era uno de sólo cuatro regimientos en toda Francia que tenía su bandera condecorada con la Orden de la Legión de Honor. Esta bandera llevaba inscritas las más famosas batallas de Napoleón, Marengo, Wagran y Moscova, a la que añadió el pueblo de Aculcingo en México en 1863. El primer Batallón de Cazadores a Pie, era espectacular, marchaba siempre a paso redoblado. Al desembarcar en México, tenía una hoja de servicios de 20 años en Noráfrica, Crimea e Italia y contaba con las mejores tropas africanas.(4)

(4) Ibíd., pp. 15-16

El 2° Regimiento de Zuavos, tenía 30 años de servicio. El nombre de “zuavo” deriva de “zouazoua”, confederación de guerreros indígenas. Dado de alta en 1830 en Argelia ganó renombre. Los parisinos los llamaban “zouzou”, pero él mismo prefería el nombre de “chacal”, porque adopta como grito de guerra, el aullido del chacal montañés africano. Muchos ejércitos de la época como el norteamericano, organizaron batallones de zuavos, imitando su traje argelino; la bandera del 2° Regimiento llevaba inscritas las batallas de Laghouat, Sevastopol, Magenta y Puebla de 1863. Muchos zuavos no eran franceses, eran alemanes, polacos, etc. Hay en Puebla en la actualidad un carné de zuavo, lleva el nombre de Trividio, que no es francés, sino servo-croato. He aquí  un servo-croato disfrazado de argelino muriendo por Francia en las trincheras de México. El Cazador de África del 2° Regimiento, era un zuavo montado, era escogido hasta por su talla reglamentaria entre 1.60-1.67 m. El marinero francés también participó en la invasión a México, en forma de Fusileros de Marina, Infante de Marina y Artillero de Marina. No era novato en México, ya que en noviembre de 1838, vino a bombardear el Castillo de San Juan de Ulúa. En 1862, hubo en Francia una fuerza de 20.000 soldados de la marina dedicados al servicio colonial.(5)

(5) Ibíd., pp. 16-18

La única concesión hecha por el emperador Francisco José a su hermano Fernando Maximiliano para la aventura mexicana de éste fue el permiso para reclutar dos cuerpos, uno austriaco y otro belga. Deberían ser algo como una escogida tropa personal del emperador, el núcleo de un ejército nacional imperial mexicano que habría de formarse. Por otra parte, sin embargo, debían colaborar muy estrechamente con las tropas francesas que luchaban en México. El suegro de Maximiliano, el rey Leopoldo I de Bélgica proporcionó un cuerpo de voluntarios.

    Pondré un poco como fueron primero las tropas belgas y su composición. A pesar de que se alistaron para seis años, con un año de haberes, ascensos, pensiones y dotaciones de tierras en México, sólo se logró reunir 63 oficiales, 1480 soldados y clases, y 15 cantineras conocidas como “femmes du compagnie”. Al llegar a México, fue dividido en dos batallones, el de Granaderos de la Emperatriz, y el de Cazadores del Rey Belga. El 12 de diciembre de 1866, la Legión Belga fue dada de baja y el 9 de marzo de 1867 sus 754 sobrevivientes regresaron a su patria.

    Su uniforme era de gala; sombrero negro con penacho de plumas de gallo, levita con galones rojos para granaderos, verdes para cazadores y blancos para los músicos. En sus botones dorados se entrelazaban las iniciales de Maximiliano y Carlota. Cordones y arabescos dorados, las blusas de la oficialidad. Los barrilitos de aguardiente de las cantineras, así como sus medias llevaban los colores mexicanos. Un decreto militar del 8 de febrero de 1865 ordenó que cada soldado belga hiciera crecer su barba para así parecerse a Quetzalcoatl que según la leyenda era barbado y llegó de allende los mares.    Al enfrentarse a combate, la decepción fue grande, tenían que comprar accesorios de campaña al ejército francés, el viento se llevaba sus sombreros emplumados: las levitas impedían el movimiento y en la cartuchera no cabía la munición necesaria para un combate. No tenían cantimploras, ni tiendas, mantas o sacos de ración, el mando desechó todo y adquirió camisas, pantalones, cubrenucas y polainas de mantas del país; recortó las orillas de los capotes y de este material hizo sencillos Kepis a la francesa, desechó las mochilas y las sustituyó por lonas de campaña con mantas en bandolera, y sacos de ración y munición. La espléndida guardia de la emperatriz se convirtió en una tropa gris, vestida como un mercenario cualquiera, esto provocó una baja de moral en la tropa. Casi la mitad del regimiento cayó prisionero de los mexicanos; poco tiempo después casi toda la oficialidad belga renunció y pidió repatriación.(6)

(6) Leconte, L. L´Expedition Belge au Mexique, 1864-1867. Bruselas, Carné de la Fourragére, 2-e Serie, 1940. pp. 548-567, 635-639.

    En la convención entre Austria y México del 19 de octubre de 1864 se fijó el tamaño del cuerpo austriaco de voluntarios en seis mil hombres para el ejército de tierra y trescientos marineros.(7) (No hicieron falta los marinos porque en el corto tiempo que tuvo a su disposición Maximiliano no logró organizar una marina mexicana propia).

    Los soldados rasos sólo podían incorporarse al servicio mexicano después de haber cumplido con el tiempo reglamentario en el ejército austriaco. El tiempo de servicio en México se fijó en seis años “los voluntarios serán escogidos entre individuos con buena conducta y se atenderá en lo posible a hombres solteros de no más de cuarenta años de edad, fuertes y pertenecientes a la religión cristiana(8)

(7) Wienner Zeitung, 14 de abril de 1865. Véase la ilustración al final del ensayo.
(8) Hamann, Brigitte. Con Maximiliano en Méxicodel diario del príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867. México, F.C.E., 1994. p. 64.

Se les dio preferencia a los solteros no sólo porque en su caso no podía haber problemas financieros con viudas y huérfanos en Austria, sino también porque se deseaba estimular los matrimonios con mujeres mexicanas: estos matrimonios facilitarían la integración en el nuevo país y ligarían a algunos soldados a México para siempre, según se esperaba. No se prescribió una edad mínima, pero ésta resultaba de la duración del servicio militar obligatorio en Austria. Los jóvenes se reclutaban a los veinte años, prestaban sus servicios durante nueve y pertenecían a la reserva otros dos años, o sea, tenían por lo menos 31 años de edad al haber cumplido con todas sus obligaciones militares en Austria-Hungría. Había reglamentaciones especiales para los oficiales, sobre todo los aristócratas.(9)

(9) Ibíd., p. 65.

    La historia del cuerpo de voluntarios austriacos en México no sólo contiene aventuras, si se consideran los destinos individuales de estos soldados, sino sobre todo tragedias personales. La única excepción fue el regimiento de húsares dirigido por el príncipe Carl Khevenhüller: era casi enteramente húngaro, aún el uniforme era el de los húsares húngaros, lo que no resultó muy práctico en México. En el regimiento de ulanos luchaban, entre otros, varios cientos de polacos que habían huido a Austria-Hungría en 1863 después de la rebelión polaca contra Rusia.

    El problema lingüístico sería aún más confuso en México de lo que ya era en Austria. El idioma de mando del cuerpo era el alemán. La comunicación en húngaro entre los húsares, también durante los combates, era tan natural como de los ulanos hablaran polaco. Los soldados procedían  en su mayoría de lugares apartados de la monarquía, con gran esfuerzo y penas aprendieron las órdenes alemanas, pero sólo hablaban su lengua materna, o incluso, un dialecto de la misma, o sea, checo, italiano, ruteno, esloveno y otros idiomas de la monarquía del Danubio. A ello se agregaba las grandes diferencias de mentalidad entre los distintos pueblos, divergencia en educación y experiencia, los conflictos y las riñas abundaban en el clima excitable de México, sobre todo cuando no estaban en lucha.

    Con el segundo cuerpo de voluntarios europeos, el mencionado anteriormente, los austriacos riñeron ya antes de embarcarse, los cerca de dos mil belgas eran demasiados jóvenes y estaban mal entrenados, esto se agudizó también no sólo por problemas de organización, sino por los lingüísticos, pues la mayoría de austriacos no hablaban francés. Había dificultad también con el español y sobre todo con las lenguas indígenas mexicanas. Había más de cuarenta idiomas vernáculos distintos entre sí en México.

    Y dicho sea de paso, el ejército francés tampoco se componía sólo de franceses: muchos prusianos, africanos de las guerras argelinas francesas, turcos, tropas de negros obsequiadas a Napoleón III por el jedive de Egipto, etc.(10) Las diferencias y los conflictos de competencia con los franceses eran también mucho mayores de lo que hubiesen creído posible los integrantes del cuerpo de voluntarios. A veces los austriacos se ponían  del lado de los paisanos mexicanos contra las tropas francesas. Las tropas austriacas percibían la aversión del pueblo mexicano a las tropas francesas y culpaban de ellos a la brutalidad de los franceses. Pero los franceses también, emitían juicios bastante críticos acerca de las tropas austriacas: las tropas, compuestas en su mayoría por hombres ya mayores, a menudo, borrachos y chusma difícil de disciplinar. Los insultos entre ambos fueron duros y es difícil determinar cuál de los dos lados tenía más razón que el otro.

    El alcoholismo en la tropa austriaca ya se criticaba en México, estimulado por las frustraciones, la pérdida de ilusiones, la falta de mujeres y la escasez de dinero, se intensificó más. La tirantez entre franceses y austriacos se agravó durante el último año por el hecho de que Maximiliano no tenía dinero para pagar a las tropas. Con el grito de socorro a la caja del ejército francés y la aceptación por Bazaine en mayo de 1866 de pagar a los austriacos con los fondos franceses (alimentados a su vez de los aranceles e ingresos mexicanos), se acabó la independencia del cuerpo. Fue subordinado al mando del general francés Neigre bajo el título de Division Auxiliare Étrangére (División Auxiliar Extranjera).

(10) Ibíd., pp. 68-69.

CONCLUSIÓN

    Las tropas europeas tenían que invertir mucha energía en asegurar los caminos. Florecía el bandidaje; los asaltos a las diligencias eran cosa de todos los días. Por la carretera  del puerto de Veracruz a la capital de México se transportaba el dinero, tentación para los guerrilleros y un enorme esfuerzo de seguridad para las tropas imperiales. El cuerpo de voluntarios sufría enormes bajas, por la que los austriacos hacían responsable al mando francés, como por ejemplo después de la rendición de la fortaleza de Matamoros en junio de 1866. Contra la voluntad del comandante del cuerpo de voluntarios, el Conde Thun, el general francés Neigre impuso por orden del mariscal Bazaine que trescientos austriacos y 1 400 mexicanos escoltaran un transporte de armas de Matamoros a Veracruz: una distancia de 850 km a pie en la temporada de lluvias con un convoy de carros y mulas. Allí había pocas probabilidades de sobrevivir, lo comprendieron los auxiliares mexicanos y se aliaron con los juaristas, quedaron solas las tropas voluntarias y llegaron a Veracruz sólo 14 de los trescientos.

    Cuando después de finalizar la guerra civil estadounidense Napoleón III declaró que retiraría sus tropas de México, la situación del cuerpo de voluntarios se volvió más difícil. Entonces debía formarse un ejército nacional mexicano y preguntar a cada voluntario por separado si deseaba ingresar en este ejército mexicano o volver a la patria. La trágica mentalidad de Maximiliano concibió la idea de formar su propio ejército, valiéndose de una reducción de austriacos y húngaros, con estas unidades mexicanas. Los generales mexicanos asumieron la dirección del ejército bajo el supremo mando del emperador: el general Miramón, antiguo presidente del país, que entre tanto había vuelto de su exilio francés a México, el popular indio Mejía, y el general Márquez, antiguo compañero de armas de Miramón temido por su crueldad. Siempre partidario de una cerrada etiqueta y de simbolismo militar, quiso dar una visible ruptura entre sus aliados y su imperio, por medio del uniforme de su nuevo Ejército Imperial Mexicano. El nuevo soldado de infantería de Maximiliano vestía una combinación de prendas que reflejaban los colores de México: saco rojo oscuro, cuello y vueltas verdes, correaje blanco, y sombrero de palma; pantalón verde con cinta roja y polaina blanca.(11)

(11) Ribeyre, Félix. Histoire de la Guerre du Mexique. Redijeé D´aprés les documents officiels et renfermant les notices biographiques des principaux personajes. París, Grande Librairie Napoléonienne, 1863. p.250-251. (Librería de la Universidad de Stanford)

La unidad más lujosa era la Guardia Palatina de 50 sargentos europeos, todos altos, rubios y barbudos. Su traje de lujo consistía de levita roja bordada con galón ancho de plata y cinta verde en medio, pantalón de montar blanco y acampanadas botas de charol negro, espada y alabarda plateada; el casco de plata sólida bruñida con águila, placa y adornos dorados. El sostenimiento de esta guardia resultó costosa; el presupuesto para los 50 hombres equivalía al mantenimiento de dos batallones de tropa. El emperador repartía medallas, cruces, recompensas honoríficas, ascensos y discutía si para su caballería convenía el equipo y armamento de los guerrilleros mexicanos o el sistema europeo. (12)

(12)  El Diario del Imperio. Colecc. de la Cd. de México, Actas del Cabildo, Centro de Información y Documentación DDF. Oficialía Mayor. Dirección General de Recursos Materiales y servicios Generales. México 1865-1867. p. 561.


Harapientos y agotados, muchos enfermos, regresaron a su patria los supervivientes del antiguo cuerpo de voluntarios mexicano. Al principio hubo todavía fuegos artificiales y actos de beneficencia para  recibirlos. Los “mexicanos” representaban curiosidades de primer orden y un tema popular en los periódicos, eran muy pobres, aún la cuestión de los costos de su desplazamiento desde los puertos a sus poblaciones de origen suscitaron largas discusiones. La reintegración en el ejército produjo inesperadas dificultades. La peor suerte, sin embargo, fue la de los inválidos y enfermos: no podían esperar ayuda de ningún tipo desde México y el ejército no había contraído ningún compromiso con ellos. Fueron llevados a sus lugares de origen con una reducida cantidad de dinero y los más vivieron allí miserablemente hasta su muerte. Se expulsó a los extranjeros, entre ellos también a los venecianos, dado que Austria había perdido la provincia de Venecia en la guerra de 1866. En el caso de los polacos que habían huido de la Polonia rusa en 1863 después del levantamiento contra el dominio ruso, se hizo una excepción: puesto que en su patria debían esperar la pena de muerte, se les permitió permanecer en Austria y recibieron el derecho de asilo en Galitzia.

    Con la traición y el engaño terminó el Imperio, y los cumplidos soldados voluntarios se vieron condenados a la pasividad pese a su propio deseo. Cuando finalmente recibieron la noticia de la orden imperial, por medio del diplomático austriaco Lago, e izaron la bandera blanca, Maximiliano había muerto ya.

    Todo esto presenta apenas unas dispersas muestras del amplio caudal de datos y documentos, existe, por ejemplo, en los archivos de Viena una colección de más de 260 tomos y legajos con millones de documentos del Imperio mexicano. Otras colecciones están en el Real Museo del Ejército en Bruselas, en el Archivo Nacional y Biblioteca del Congreso en Washington.

    En México existen amplias tareas para el futuro y la actualidad con el ánimo de conocer un poco más la vida militar de esa época de 1857-1867. Hay campos y tareas de investigación y recopilación para todos los historiadores que quieran ahondar en este periodo, se podrían llenar muchas páginas, que aún están en blanco sobre la crónica de las épocas de la Reforma, la Intervención y el Imperio, donde quedan gravados aún en las historias de los países invasores, los altos méritos militares del raso soldado mexicano. Con esta pequeña vista de acontecimientos y la descripción de uniformes y soldados, me acerco un poco a la compresión de un aspecto de la vida militar que marcó la historia de México. Iban y venían soldados de Francia, Austria, Bélgica, Hungría, México republicano y México Imperial, rubios teutones y eslavos, veteranos norteamericanos; hasta el gobierno otomano contribuyó con un destacamento de etíopes. Todo esto ofrece una materia prima, histórica y sociológica. Cada individuo dejó huella en la vida de México y quizá sin ellos el resultado hubiera sido otro.

 BIBLIOGRAFÍA

Corl. Rafael Echenique. Catálogo alfabético y cronológico de los hechos de armas que han tenido lugar en la república mexicana desde su Independencia hasta nuestros días. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Colección del Congreso Nacional de Historia para el estudio de la Guerra de Intervención, 1962.

Circular del Ministerio de Guerra, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, Legislación Mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República. México, Edición oficial, Imprenta del Comercio, 1877.

Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9.

Leconte, L. L´Expedition Belge au Mexique, 1864-1867. Bruselas, Carnet de la Fourragére, 2-e Serie, 1940.

Wienner Zeitung, 14 de abril de 1865.

Hamann, Brigitte. Con Maximiliano en México, del diario del príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867. México, F.C.E., 1994.

Ribeyre, Félix. Histoire de la Guerre du Mexique. Redijeé D´aprés les documents officiels et renfermant les notices biographiques des principaux personajes. París, Grande Librairie Napoléonienne, 1863.  (Librería de la Universidad de Stanford)

El Diario del Imperio. Colecc. de la Cd. de México, Actas del Cabildo, Centro de Información y Documentación DDF. Oficialía Mayor. Dirección General de Recursos Materiales y servicios Generales. México 1865-1867.



ILUSTRACIONES


Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 25.



Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 27.



Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 28.



Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 29.



Hamann, Brigitte. Con Maximiliano en México, del diario del príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867. México, F.C.E., 1994. p. 66.

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