SOLDADOS DE NAPOLEÓN EN EL
SEGUNDO IMPERIO MEXICANO
INTRODUCCIÓN
En el México de hoy, la
investigación y difusión sistemática de la tradición militar se impone como una
parte indispensable de la historia genuina de la nación y con mucha más razón
cuando se trata de la época de 1857-1867. Por importante que fue el aspecto
político, ideológico y social de la
Reforma , La
Intervención y el Imperio, tenemos que ceder un lugar
primordial al drama militar. En el curso de la década de 1857-1867 se libraron
en el territorio de México, 1780 acciones de armas, o sea el promedio de una
contienda armada cada dos días a lo largo de 10 años. Si no hubiera sido por el
tenaz y gran sacrificio del pueblo en armas, poco habían logrado los estadistas
e ideólogos liberales y republicanos.(1)
(1) Corl. Rafael Echenique. Catálogo alfabético y cronológico de los hechos de armas que han tenido lugar en la república mexicana desde su Independencia hasta nuestros días. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Colección del Congreso Nacional de Historia para el estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Años 1857-1867.
Por eso es imprescindible
dirigir una mirada hacia el anónimo elemento humano, el auténtico combatiente
que entregaba todo, pedía poco y casi no recibía nada. Tenemos que arrimarnos a
las filas de los combatientes mismos y compartir sus pensamientos y problemas
antes de alegar algo, para así, poder entender lo que ocurrió en estos años.
Conocemos las anécdotas de vida, carrera, hechos y opiniones de reyes,
ministros y generales, pero nada de los miles de soldados bajo su mando. Para
entender la naturaleza del conflicto, debemos saber quienes eran ellos, ¿Cómo y
porqué se alistaban? ¿Qué sentían, pensaban y opinaban? ¿Cuál era la fe
política y social que profesaban? También, ¿Cuál era su aspecto físico,
vestuario, armamento y equipo?
Para el historiador militar no basta saber
que sostuvieron batallas heroicas, a esto y más tengo que encontrar la
respuesta, para así no dejar en un futuro un cuadro opaco de números sin cara
ni cuerpo, sino un escenario lleno de seres humanos auténticos y tangibles,
llenos de acción, color y vida.
Por eso, este es el propósito de este
pequeño ensayo: conocer y analizar a los combatientes como seres de carne y
hueso.
ARGUMENTACIÓN
Antes de
la guerra de Reforma, los cuadros del ejército mexicano se formaron en base al
ejército de Santa Anna, un conglomerado a imitación de los ejércitos de España
y Francia. Una serie de reglamentos extranjeros pretendía hacer del soldado
mexicano un militar profesional, adiestrado y disciplinado. La legislación
militar de Santa Anna en 1854 y 1855 dice”…La guardia de S.A.S. el presidente
de la república, se compondrá de dos compañías de Zapadores, cuatro baterías de
Artillería, un batallón de Granaderos, uno de Cazadores, uno de Tiradores, uno
de Guías, un regimiento de Granaderos a Caballo y uno de Lanceros; el uniforme
de los Lanceros será piqueta verde oscuro con cuello, vueltas, barras y vivos
encarnados, hombreras y sardinetas blancas, manoplas de charol negro, pantalón
encarnado con franja verde y cachirulo negro, cartuchera con bandolera negra,
polonesa encarnada con escudo y cadenilla de metal amarillo, chorro y forrajera
blanco…etc.”(2)
(2) Circular del Ministerio de Guerra, en Dublán, Manuel y Lozano, José María, Legislación Mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde la Independencia de la República. México , Edición oficial, Imprenta del Comercio, 1877. Tomo VII, pp. 214-217
Santa Anna, no entendía que el combatiente
mexicano no encajaba con todos estos adornos. La guerra de Reforma comprobó que
el soldado mexicano, tanto el liberal como el conservador, combatía mejor y más
a gusto en su traje de manta, su par de huaraches y su sombrero de paisano,
pero conservando su individualidad, estoicismo, costumbres civiles y
folclóricas.
Y es aquí donde encontramos una clave muy
importante al mecanismo militar de la victoria mexicana del 5 de mayo y de sus
triunfos en Carbonera, Tacámbaro o Querétaro. Sin quitar serenidad, valor y
decisión a los generales Zaragoza o Escobedo, la fuerza de sus éxitos se debe
al carácter de sus subalternos y soldados. El doctor Schmit Ritter von Tavera,
consejero de la embajada del imperio austriaco en México, al regresar a su país
en 1867, escribió sobre las tropas mexicanas “Nunca podía yo haber soñado que
una tropa puede reunir entre sus elementos una mezcla de todas las tropas imaginables.
¿Era acaso lo que yo miraba un regimiento de caballería o una fila de máscaras
barrocas de algún loco carnaval? Ya que de otro modo no se podía explicar el
bárbaro fango que cubría hombres y caballada. Uno de los jinetes lucía un
atavío de vivísimo rojo escarlata, otro llevaba una chaqueta desarrapada de
color verde-perico, otro más estaba enfundado en los restos de un traje blanco
revelando por todas partes la piel morena del indio…Los tocados eran
conspicuos, desde el sombrero de paja, de colosales dimensiones, hasta el
moderno kepis estilo francés; uno que otro soldado usaba por gorro su propio
cabello, por cierto suficientemente grueso para resistir a un golpe de sable.
Muy pocos calzaban zapatos, pero llevaban pesadas espuelas mexicanas atadas al
talón desnudo…Me llamó la atención un tamborcito, mozalbete de escasos 15 años,
cuyo vestido consistía de un solo pedazo de trapo…” (3)
(3) Hefter, J. El soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional de Historia para el Estudio de la Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9, p. 15
Ahora bien si dirigimos la
mirada hacia las columnas francesas, se presenta una situación distinta. Los
primeros efectivos que llegaron a pisar tierra mexicana, era un muestrario de
los más escogido de las fuerzas armadas
de Francia, la tropa de elite. Y es aquí, de nuevo donde podemos comprobar el
valor constructivo de la investigación histórico-militar.
De una observación detallada del vestuario
y equipo reglamentario de la primera expedición francesa se desprende con
claridad la característica colonialista del proyecto francés desde antes de la Convención de Londres.
Las pruebas son: cada uno de los cuerpos fichados de antemano para el
desembarco, tenía años de práctica en la ocupación de tierras ajenas; todos los
cuerpos llevaban sus prendas de guarnición, y no de campaña; venían con una
fuerte organización administrativa y con almacenes de parque y equipo, para una
operación a largo plazo. Encabezaba esta columna el antiguo regimiento 99 de la Infantería de Línea.
Era uno de sólo cuatro regimientos en toda Francia que tenía su bandera
condecorada con la Orden
de la Legión
de Honor. Esta bandera llevaba inscritas las más famosas batallas de Napoleón,
Marengo, Wagran y Moscova, a la que añadió el pueblo de Aculcingo en México en
1863. El primer Batallón de Cazadores a Pie, era espectacular, marchaba siempre
a paso redoblado. Al desembarcar en México, tenía una hoja de servicios de 20
años en Noráfrica, Crimea e Italia y contaba con las mejores tropas africanas.(4)
(4) Ibíd., pp. 15-16
El 2° Regimiento de Zuavos,
tenía 30 años de servicio. El nombre de “zuavo”
deriva de “zouazoua”, confederación
de guerreros indígenas. Dado de alta en 1830 en Argelia ganó renombre. Los parisinos
los llamaban “zouzou”, pero él mismo
prefería el nombre de “chacal”,
porque adopta como grito de guerra, el aullido del chacal montañés africano.
Muchos ejércitos de la época como el norteamericano, organizaron batallones de
zuavos, imitando su traje argelino; la bandera del 2° Regimiento llevaba
inscritas las batallas de Laghouat, Sevastopol, Magenta y Puebla de 1863.
Muchos zuavos no eran franceses, eran alemanes, polacos, etc. Hay en Puebla en
la actualidad un carné de zuavo, lleva el nombre de Trividio, que no es francés, sino servo-croato. He aquí un servo-croato disfrazado de argelino
muriendo por Francia en las trincheras de México. El Cazador de África del 2°
Regimiento, era un zuavo montado, era escogido hasta por su talla reglamentaria
entre 1.60-1.67 m .
El marinero francés también participó en la invasión a México, en forma de
Fusileros de Marina, Infante de Marina y Artillero de Marina. No era novato en
México, ya que en noviembre de 1838, vino a bombardear el Castillo de San Juan
de Ulúa. En 1862, hubo en Francia una fuerza de 20.000 soldados de la marina
dedicados al servicio colonial.(5)
(5) Ibíd., pp. 16-18
La única concesión hecha
por el emperador Francisco José a su hermano Fernando Maximiliano para la
aventura mexicana de éste fue el permiso para reclutar dos cuerpos, uno
austriaco y otro belga. Deberían ser algo como una escogida tropa personal del
emperador, el núcleo de un ejército nacional imperial mexicano que habría de
formarse. Por otra parte, sin embargo, debían colaborar muy estrechamente con
las tropas francesas que luchaban en México. El suegro de Maximiliano, el rey
Leopoldo I de Bélgica proporcionó un cuerpo de voluntarios.
Pondré un poco como fueron primero las
tropas belgas y su composición. A pesar de que se alistaron para seis años, con
un año de haberes, ascensos, pensiones y dotaciones de tierras en México, sólo
se logró reunir 63 oficiales, 1480 soldados y clases, y 15 cantineras conocidas
como “femmes du compagnie”. Al llegar
a México, fue dividido en dos batallones, el de Granaderos de la Emperatriz , y el de
Cazadores del Rey Belga. El 12 de diciembre de 1866, la Legión Belga fue dada de baja y
el 9 de marzo de 1867 sus 754 sobrevivientes regresaron a su patria.
Su uniforme era de gala; sombrero negro con
penacho de plumas de gallo, levita con galones rojos para granaderos, verdes
para cazadores y blancos para los músicos. En sus botones dorados se
entrelazaban las iniciales de Maximiliano y Carlota. Cordones y arabescos
dorados, las blusas de la oficialidad. Los barrilitos de aguardiente de las
cantineras, así como sus medias llevaban los colores mexicanos. Un decreto
militar del 8 de febrero de 1865 ordenó que cada soldado belga hiciera crecer
su barba para así parecerse a Quetzalcoatl que según la leyenda era barbado y
llegó de allende los mares. Al enfrentarse a combate, la decepción fue
grande, tenían que comprar accesorios de campaña al ejército francés, el viento
se llevaba sus sombreros emplumados: las levitas impedían el movimiento y en la
cartuchera no cabía la munición necesaria para un combate. No tenían
cantimploras, ni tiendas, mantas o sacos de ración, el mando desechó todo y
adquirió camisas, pantalones, cubrenucas y polainas de mantas del país; recortó
las orillas de los capotes y de este material hizo sencillos Kepis a la francesa, desechó las
mochilas y las sustituyó por lonas de campaña con mantas en bandolera, y sacos
de ración y munición. La espléndida guardia de la emperatriz se convirtió en
una tropa gris, vestida como un mercenario cualquiera, esto provocó una baja de
moral en la tropa. Casi la mitad del regimiento cayó prisionero de los
mexicanos; poco tiempo después casi toda la oficialidad belga renunció y pidió
repatriación.(6)
(6) Leconte, L. L´Expedition Belge au Mexique, 1864-1867. Bruselas, Carné de la Fourragére , 2-e Serie, 1940. pp. 548-567, 635-639.
En la convención entre Austria y México del
19 de octubre de 1864 se fijó el tamaño del cuerpo austriaco de voluntarios en
seis mil hombres para el ejército de tierra y trescientos marineros.(7) (No hicieron falta los marinos porque en el corto tiempo que tuvo a su disposición
Maximiliano no logró organizar una marina mexicana propia).
Los soldados rasos sólo podían incorporarse
al servicio mexicano después de haber cumplido con el tiempo reglamentario en
el ejército austriaco. El tiempo de servicio en México se fijó en seis años “los voluntarios serán escogidos entre
individuos con buena conducta y se atenderá en lo posible a hombres solteros de
no más de cuarenta años de edad, fuertes y pertenecientes a la religión
cristiana”(8)
(7) Wienner Zeitung, 14 de abril de 1865. Véase la ilustración al final del ensayo.
(8) Hamann, Brigitte. Con Maximiliano en México, del diario del príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867. México, F.C.E., 1994. p. 64.
Se les dio preferencia a
los solteros no sólo porque en su caso no podía haber problemas financieros con
viudas y huérfanos en Austria, sino también porque se deseaba estimular los
matrimonios con mujeres mexicanas: estos matrimonios facilitarían la
integración en el nuevo país y ligarían a algunos soldados a México para
siempre, según se esperaba. No se prescribió una edad mínima, pero ésta
resultaba de la duración del servicio militar obligatorio en Austria. Los
jóvenes se reclutaban a los veinte años, prestaban sus servicios durante nueve
y pertenecían a la reserva otros dos años, o sea, tenían por lo menos 31 años
de edad al haber cumplido con todas sus obligaciones militares en Austria-Hungría.
Había reglamentaciones especiales para los oficiales, sobre todo los
aristócratas.(9)
(9) Ibíd., p. 65.
La historia del cuerpo de voluntarios
austriacos en México no sólo contiene aventuras, si se consideran los destinos
individuales de estos soldados, sino sobre todo tragedias personales. La única
excepción fue el regimiento de húsares dirigido por el príncipe Carl
Khevenhüller: era casi enteramente húngaro, aún el uniforme era el de los
húsares húngaros, lo que no resultó muy práctico en México. En el regimiento de
ulanos luchaban, entre otros, varios cientos de polacos que habían huido a
Austria-Hungría en 1863 después de la rebelión polaca contra Rusia.
El problema lingüístico sería aún más
confuso en México de lo que ya era en Austria. El idioma de mando del cuerpo
era el alemán. La comunicación en húngaro entre los húsares, también durante
los combates, era tan natural como de los ulanos hablaran polaco. Los soldados
procedían en su mayoría de lugares
apartados de la monarquía, con gran esfuerzo y penas aprendieron las órdenes
alemanas, pero sólo hablaban su lengua materna, o incluso, un dialecto de la misma,
o sea, checo, italiano, ruteno, esloveno y otros idiomas de la monarquía del
Danubio. A ello se agregaba las grandes diferencias de mentalidad entre los
distintos pueblos, divergencia en educación y experiencia, los conflictos y las
riñas abundaban en el clima excitable de México, sobre todo cuando no estaban
en lucha.
Con el segundo cuerpo de voluntarios
europeos, el mencionado anteriormente, los austriacos riñeron ya antes de
embarcarse, los cerca de dos mil belgas eran demasiados jóvenes y estaban mal
entrenados, esto se agudizó también no sólo por problemas de organización, sino
por los lingüísticos, pues la mayoría de austriacos no hablaban francés. Había
dificultad también con el español y sobre todo con las lenguas indígenas
mexicanas. Había más de cuarenta idiomas vernáculos distintos entre sí en
México.
Y dicho sea de paso, el ejército francés
tampoco se componía sólo de franceses: muchos prusianos, africanos de las
guerras argelinas francesas, turcos, tropas de negros obsequiadas a Napoleón
III por el jedive de Egipto, etc.(10) Las diferencias y los conflictos de competencia con los franceses eran también
mucho mayores de lo que hubiesen creído posible los integrantes del cuerpo de
voluntarios. A veces los austriacos se ponían
del lado de los paisanos mexicanos contra las tropas francesas. Las
tropas austriacas percibían la aversión del pueblo mexicano a las tropas
francesas y culpaban de ellos a la brutalidad de los franceses. Pero los
franceses también, emitían juicios bastante críticos acerca de las tropas
austriacas: las tropas, compuestas en su mayoría por hombres ya mayores, a
menudo, borrachos y chusma difícil de disciplinar. Los insultos entre ambos
fueron duros y es difícil determinar cuál de los dos lados tenía más razón que
el otro.
El
alcoholismo en la tropa austriaca ya se criticaba en México, estimulado por las
frustraciones, la pérdida de ilusiones, la falta de mujeres y la escasez de
dinero, se intensificó más. La tirantez entre franceses y austriacos se agravó
durante el último año por el hecho de que Maximiliano no tenía dinero para
pagar a las tropas. Con el grito de socorro a la caja del ejército francés y la
aceptación por Bazaine en mayo de 1866 de pagar a los austriacos con los fondos
franceses (alimentados a su vez de los aranceles e ingresos mexicanos), se
acabó la independencia del cuerpo. Fue subordinado al mando del general francés
Neigre bajo el título de Division
Auxiliare Étrangére (División Auxiliar Extranjera).
(10) Ibíd., pp. 68-69.
CONCLUSIÓN
Las tropas europeas tenían que invertir
mucha energía en asegurar los caminos. Florecía el bandidaje; los asaltos a las
diligencias eran cosa de todos los días. Por la carretera del puerto de Veracruz a la capital de México
se transportaba el dinero, tentación para los guerrilleros y un enorme esfuerzo
de seguridad para las tropas imperiales. El cuerpo de voluntarios sufría
enormes bajas, por la que los austriacos hacían responsable al mando francés,
como por ejemplo después de la rendición de la fortaleza de Matamoros en junio
de 1866. Contra la voluntad del comandante del cuerpo de voluntarios, el Conde
Thun, el general francés Neigre impuso por orden del mariscal Bazaine que
trescientos austriacos y 1 400 mexicanos escoltaran un transporte de armas de
Matamoros a Veracruz: una distancia de
Cuando después de finalizar la guerra civil
estadounidense Napoleón III declaró que retiraría sus tropas de México, la
situación del cuerpo de voluntarios se volvió más difícil. Entonces debía
formarse un ejército nacional mexicano y preguntar a cada voluntario por
separado si deseaba ingresar en este ejército mexicano o volver a la patria. La
trágica mentalidad de Maximiliano concibió la idea de formar su propio
ejército, valiéndose de una reducción de austriacos y húngaros, con estas
unidades mexicanas. Los generales mexicanos asumieron la dirección del ejército
bajo el supremo mando del emperador: el general Miramón, antiguo presidente del
país, que entre tanto había vuelto de su exilio francés a México, el popular
indio Mejía, y el general Márquez, antiguo compañero de armas de Miramón temido
por su crueldad. Siempre partidario de una cerrada etiqueta y de simbolismo
militar, quiso dar una visible ruptura entre sus aliados y su imperio, por
medio del uniforme de su nuevo Ejército Imperial Mexicano. El nuevo soldado de
infantería de Maximiliano vestía una combinación de prendas que reflejaban los
colores de México: saco rojo oscuro, cuello y vueltas verdes, correaje blanco,
y sombrero de palma; pantalón verde con cinta roja y polaina blanca.(11)
La unidad más lujosa era
(12) El Diario del Imperio. Colecc. de
Harapientos y agotados,
muchos enfermos, regresaron a su patria los supervivientes del antiguo cuerpo
de voluntarios mexicano. Al principio hubo todavía fuegos artificiales y actos
de beneficencia para recibirlos. Los
“mexicanos” representaban curiosidades de primer orden y un tema popular en los
periódicos, eran muy pobres, aún la cuestión de los costos de su desplazamiento
desde los puertos a sus poblaciones de origen suscitaron largas discusiones. La
reintegración en el ejército produjo inesperadas dificultades. La peor suerte,
sin embargo, fue la de los inválidos y enfermos: no podían esperar ayuda de
ningún tipo desde México y el ejército no había contraído ningún compromiso con
ellos. Fueron llevados a sus lugares de origen con una reducida cantidad de
dinero y los más vivieron allí miserablemente hasta su muerte. Se expulsó a los
extranjeros, entre ellos también a los venecianos, dado que Austria había
perdido la provincia de Venecia en la guerra de 1866. En el caso de los polacos
que habían huido de
Con la traición y el engaño terminó el
Imperio, y los cumplidos soldados voluntarios se vieron condenados a la
pasividad pese a su propio deseo. Cuando finalmente recibieron la noticia de la
orden imperial, por medio del diplomático austriaco Lago, e izaron la bandera
blanca, Maximiliano había muerto ya.
Todo esto presenta apenas unas dispersas
muestras del amplio caudal de datos y documentos, existe, por ejemplo, en los
archivos de Viena una colección de más de 260 tomos y legajos con millones de
documentos del Imperio mexicano. Otras colecciones están en el Real Museo del
Ejército en Bruselas, en el Archivo Nacional y Biblioteca del Congreso en
Washington.
En México existen amplias tareas para el
futuro y la actualidad con el ánimo de conocer un poco más la vida militar de
esa época de 1857-1867. Hay campos y tareas de investigación y recopilación
para todos los historiadores que quieran ahondar en este periodo, se podrían
llenar muchas páginas, que aún están en blanco sobre la crónica de las épocas
de
CONCLUSIÓN
Las tropas europeas tenían que invertir
mucha energía en asegurar los caminos. Florecía el bandidaje; los asaltos a las
diligencias eran cosa de todos los días. Por la carretera del puerto de Veracruz a la capital de México
se transportaba el dinero, tentación para los guerrilleros y un enorme esfuerzo
de seguridad para las tropas imperiales. El cuerpo de voluntarios sufría
enormes bajas, por la que los austriacos hacían responsable al mando francés,
como por ejemplo después de la rendición de la fortaleza de Matamoros en junio
de 1866. Contra la voluntad del comandante del cuerpo de voluntarios, el Conde
Thun, el general francés Neigre impuso por orden del mariscal Bazaine que
trescientos austriacos y 1 400 mexicanos escoltaran un transporte de armas de
Matamoros a Veracruz: una distancia de 850 km a pie en la temporada de lluvias con un
convoy de carros y mulas. Allí había pocas probabilidades de sobrevivir, lo
comprendieron los auxiliares mexicanos y se aliaron con los juaristas, quedaron
solas las tropas voluntarias y llegaron a Veracruz sólo 14 de los trescientos.
Cuando después de finalizar la guerra civil
estadounidense Napoleón III declaró que retiraría sus tropas de México, la
situación del cuerpo de voluntarios se volvió más difícil. Entonces debía
formarse un ejército nacional mexicano y preguntar a cada voluntario por
separado si deseaba ingresar en este ejército mexicano o volver a la patria. La
trágica mentalidad de Maximiliano concibió la idea de formar su propio
ejército, valiéndose de una reducción de austriacos y húngaros, con estas
unidades mexicanas. Los generales mexicanos asumieron la dirección del ejército
bajo el supremo mando del emperador: el general Miramón, antiguo presidente del
país, que entre tanto había vuelto de su exilio francés a México, el popular
indio Mejía, y el general Márquez, antiguo compañero de armas de Miramón temido
por su crueldad. Siempre partidario de una cerrada etiqueta y de simbolismo
militar, quiso dar una visible ruptura entre sus aliados y su imperio, por
medio del uniforme de su nuevo Ejército Imperial Mexicano. El nuevo soldado de
infantería de Maximiliano vestía una combinación de prendas que reflejaban los
colores de México: saco rojo oscuro, cuello y vueltas verdes, correaje blanco,
y sombrero de palma; pantalón verde con cinta roja y polaina blanca.(11)
(11) Ribeyre, Félix. Histoire de la Guerre du Mexique. Redijeé D´aprés les documents officiels et renfermant les notices biographiques des principaux personajes. París, Grande Librairie Napoléonienne, 1863. p.250-251. (Librería de la Universidad de Stanford)
La unidad más lujosa era la Guardia Palatina de 50
sargentos europeos, todos altos, rubios y barbudos. Su traje de lujo consistía
de levita roja bordada con galón ancho de plata y cinta verde en medio,
pantalón de montar blanco y acampanadas botas de charol negro, espada y
alabarda plateada; el casco de plata sólida bruñida con águila, placa y adornos
dorados. El sostenimiento de esta guardia resultó costosa; el presupuesto para
los 50 hombres equivalía al mantenimiento de dos batallones de tropa. El
emperador repartía medallas, cruces, recompensas honoríficas, ascensos y
discutía si para su caballería convenía el equipo y armamento de los
guerrilleros mexicanos o el sistema europeo. (12)
(12) El Diario del Imperio. Colecc. de la Cd. de México, Actas del Cabildo, Centro de Información y Documentación DDF. Oficialía Mayor. Dirección General de Recursos Materiales y servicios Generales. México 1865-1867. p. 561.
Harapientos y agotados,
muchos enfermos, regresaron a su patria los supervivientes del antiguo cuerpo
de voluntarios mexicano. Al principio hubo todavía fuegos artificiales y actos
de beneficencia para recibirlos. Los
“mexicanos” representaban curiosidades de primer orden y un tema popular en los
periódicos, eran muy pobres, aún la cuestión de los costos de su desplazamiento
desde los puertos a sus poblaciones de origen suscitaron largas discusiones. La
reintegración en el ejército produjo inesperadas dificultades. La peor suerte,
sin embargo, fue la de los inválidos y enfermos: no podían esperar ayuda de
ningún tipo desde México y el ejército no había contraído ningún compromiso con
ellos. Fueron llevados a sus lugares de origen con una reducida cantidad de
dinero y los más vivieron allí miserablemente hasta su muerte. Se expulsó a los
extranjeros, entre ellos también a los venecianos, dado que Austria había
perdido la provincia de Venecia en la guerra de 1866. En el caso de los polacos
que habían huido de la Polonia
rusa en 1863 después del levantamiento contra el dominio ruso, se hizo una
excepción: puesto que en su patria debían esperar la pena de muerte, se les
permitió permanecer en Austria y recibieron el derecho de asilo en Galitzia.
Con la traición y el engaño terminó el
Imperio, y los cumplidos soldados voluntarios se vieron condenados a la
pasividad pese a su propio deseo. Cuando finalmente recibieron la noticia de la
orden imperial, por medio del diplomático austriaco Lago, e izaron la bandera
blanca, Maximiliano había muerto ya.
Todo esto presenta apenas unas dispersas
muestras del amplio caudal de datos y documentos, existe, por ejemplo, en los
archivos de Viena una colección de más de 260 tomos y legajos con millones de
documentos del Imperio mexicano. Otras colecciones están en el Real Museo del
Ejército en Bruselas, en el Archivo Nacional y Biblioteca del Congreso en
Washington.
En México existen amplias tareas para el
futuro y la actualidad con el ánimo de conocer un poco más la vida militar de
esa época de 1857-1867. Hay campos y tareas de investigación y recopilación
para todos los historiadores que quieran ahondar en este periodo, se podrían
llenar muchas páginas, que aún están en blanco sobre la crónica de las épocas
de la Reforma ,
la Intervención
y el Imperio, donde quedan gravados aún en las historias de los países
invasores, los altos méritos militares del raso soldado mexicano. Con esta
pequeña vista de acontecimientos y la descripción de uniformes y soldados, me
acerco un poco a la compresión de un aspecto de la vida militar que marcó la
historia de México. Iban y venían soldados de Francia, Austria, Bélgica,
Hungría, México republicano y México Imperial, rubios teutones y eslavos,
veteranos norteamericanos; hasta el gobierno otomano contribuyó con un
destacamento de etíopes. Todo esto ofrece una materia prima, histórica y
sociológica. Cada individuo dejó huella en la vida de México y quizá sin ellos
el resultado hubiera sido otro.
BIBLIOGRAFÍA
Corl. Rafael Echenique.
Catálogo alfabético y cronológico de los hechos de armas que han tenido
lugar en la república mexicana desde su Independencia hasta nuestros días.
México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Colección del Congreso
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Mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde
la Independencia
de la República. México , Edición oficial, Imprenta del Comercio, 1877.
Hefter, J. El
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Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9.
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1940.
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14 de abril de 1865.
Hamann, Brigitte. Con
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príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867.
México, F.C.E., 1994.
Ribeyre, Félix. Histoire
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du Mexique. Redijeé D´aprés les documents officiels et renfermant les notices
biographiques des principaux personajes. París, Grande Librairie
Napoléonienne, 1863. (Librería de la Universidad de
Stanford)
El Diario del
Imperio. Colecc. de la Cd. de México, Actas del
Cabildo, Centro de Información y Documentación DDF. Oficialía Mayor. Dirección
General de Recursos Materiales y servicios Generales. México 1865-1867.
ILUSTRACIONES
Hefter, J. El
soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional
de Historia para el Estudio de la
Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 25.
Hefter, J. El
soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional
de Historia para el Estudio de la
Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 27.
Hefter, J. El
soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional
de Historia para el Estudio de la
Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 28.
Hefter, J. El
soldado de Juárez, Napoleón y Maximiliano. México, Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, Sección de Historia, Colección del Congreso Nacional
de Historia para el Estudio de la
Guerra de Intervención, 1962. Colecc. 9. p. 29.
Hamann, Brigitte. Con
Maximiliano en México, del diario del
príncipe Carl Khevenhüller 1864-1867.
México, F.C.E., 1994. p. 66.
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