domingo, 10 de diciembre de 2023

 

MADRID

CALLE DE TOLEDO

https://cosasdelosmadriles.blogspot.com/2017/11/calle-de-toledo-en-el-origen-de-la.html

            Tomó su nombre de la dirección o camino de Toledo, y es la única calle –con la de Atocha-, que sale naturalmente de la plaza Mayor. Tenía dos funciones primordiales; una, la de ser la más importante de los barrios bajos madrileños, y otra, la de ser introductora del campo manchego. Por su abolengo y carácter eminentemente popular, su trazado es antinatural y se ha formado por sucesivas aportaciones.

         El primer trozo es imperial, austriaco, y su aspecto le corresponde, con profundos soportales y edificios de categoría: la catedral, el instituto de San Isidro, el hospital de la Latina. Hasta aquí llegaba la calle en tiempos de los Reyes Católicos, y existía entre la ermita de San Millán y el hospital una puerta –la primera puerta de Toledo-. Al exterior estaba ya el campo, y recibía el nombre de calle de la Mancebía, por una famosa casa de prostitución que existió en la zona halla por el Siglo XIV, posteriormente, se la denominó paseo de los Ocho Hilos, por los árboles plantados en ocho hileras que tenía la calle. Pero el nombre que ha perdurado y por el que siempre se la ha conocido ha sido calle de Toledo por ser el antiguo camino que conducía a la ciudad Imperial. Así lo recuerda el clérigo Arias Pérez, a mediados del siglo XVII:

Toda necia confiada [vive]

que a tanto necio desvela,

junto al nuncio, en la plazuela

que llaman de la Cevada.

Cuyas casas tenían una fachada a la del Humilladero. “Casas con dos puertas”

        Felipe II hizo derribar esta puerta y prolongó la calle de Toledo hasta la calle de la Sierpe, donde se erigió la nueva puerta –la segunda-, y a la vez saneó la vecindad, que recuerda así Nicolás Fernández de Moratín:

Es ya calle que niñas mil envía

y es casa de doncellas laboriosas

la que lo fue de vil mancebería

        Siempre este trozo ha sido distinguido por la impronta que le marcaba el mercado de la Cebada.

        Volvióse a prolongar –sin seguir una línea recta- en el siglo XVII hasta las calles de la Ventosa y Albergue de San Lorenzo; pero su carácter rural, de pequeñas casas familiares con su huerto pervivió durante mucho tiempo; después, ocupada por multitud de mesones para trajineros marchantes y arrieros.

        Calle popular y de honda raigambre castiza, se singulariza por la admiración que siempre han tenido por ella los madrileños, y que refleja así el barón de las Cortes:

Al echar Dios al mundo

la sal y el garbo,

cayó la mayor parte

por este barrio.

Olé, salero,

de las calles del mundo,

la de Toledo-

Olé, salero,

de las calles del mundo,

la de Toledo.

 

https://sites.cardenalcisneros.es/ciudadarte/index.php/2012/05/08/madrid-teixeira1656-2/

         También Pérez Galdós abunda en la misma idea: “Pienso que no hay calle en el mundo más bonita ni más pintoresca que ésta de Toledo”; calle sin igual por la gracia de los colores que tremolan en ella de punta a punta; por los tenderetes, donde se vende de cuanto Dios crió; por la algarabía de los pregones y la cháchara del gentío parlero…: “la calle de Toledo, arteria de toda circulación manolesca, centro  de las chulerías, metrópoli de las gracias, bazar de las bullangas, cátedra de picardías y teatro de todas las barrabasadas madrileñas”. (Galdós en Napoleón)

El plano de Madrid realizado por Pedro de Texeira en 1656 en la lámina XIII, que detalla el centro de la ciudad. 

Esta imagen forma parte del plano más importante y representativo de la ciudad de Madrid en el siglo XVII. Fue realizado por Pedro Teixeira, natural de una familia de cartógrafos portugueses que se trasladó a vivir a Madrid. Allí realizaró su último gran trabajo, la Topografía de la Villa (también llamado Plano de Teixeira), que es su obra más famosa, finalizada en 1651 y publicada en 1656.

El plano representa un área del Madrid de los Austrias y responde a un  trazado irregular, que se caracteriza porque no tiene una forma determinada, sino que se compone de un complejo entramado de calles estrechas y cortas. Está influido por la topografía del terreno y por la falta de planificación urbanística (crecimiento espontáneo, autoconstrucción, ausencia o laxitud de las normas, etc.). La mayor parte de los cascos antiguos de las ciudades históricas presentan este tipo de trazado.

En aquella época había en Madrid un elevado número de edificios religiosos, algunos de ellos anteriores a la llegada de la monarquía y la corte, y otros nuevos patrocinados por ellas. Llegó a haber 57 conventos de religiosos y religiosas, 18 parroquias y sus anejos, sin olvidar los 18 hospitales con sus capillas. Los conventos incorporaban, iglesia, claustro y huerta, y daban al Madrid de los Austrias el carácter de una ciudad conventual.  Pero al igual que en otras ciudades renacentistas y barrocas, el esplendor arquitectónico de estos edificios contrastaba la pobreza urbanística y social. El análisis detallado del plano de Teixeira, muestra multitud de ejemplos a este respecto.

Madrid en el siglo XVII contaba con una población aproximada de 100.000 habitantes. Era villa y corte, y por tal razón residían en ella muchos nobles, funcionarios del Estado y clérigos. Así surgió una amplia burguesía formada por artesanos y mercaderes, que prestaban sus servicios y vendían a la población de artículos de lujo, utensilios, herramientas, prendas y productos de primera necesidad. Otro grupo importante era los letrados, entre los que cabría incluir secretarios, prestamistas, médicos, abogados, escritores y artistas. Finalmente, el pueblo llano o trabajador manual, que en Madrid se dedicaba fundamentalmente a la servidumbre.

La plaza de la Cebada, representada en esta imagen, surgió en el siglo XV a extramuros de la Puerta de Moros de la muralla de Madrid. Aquí estaba uno de los mercados madrileños más importantes para la venta de cereales y legumbres. La plaza recibe este nombre porque allí se separaba la cebada destinada a los caballos del rey y los regimientos de caballería. También fue el escenario de varias ejecuciones públicas de personajes célebres, como la del General Riego en 1824, por haber liderado una revolución liberal contra Fernando VII. 

Dentro de Plaza encontramos varios edificios importantes, como el Hospital de la Latina con su iglesia, fundado por Beatriz Galindo, “La Latina”, una de las mujeres más cultas del siglo XV; en su solar se encuentra hoy el Teatro de la Latina. También la Fuente de la Abundancia, diseñada en 1617 por el arquitecto real Juan Gómez de Mora. Esta fuente estaba formada por un templete de planta cuadrangular, de estilo clasicista, coronado en cada uno de sus cuatro flancos por un frontón triangular y, en la parte superior, por una cúpula sobre la que descansaba el grupo escultórico de la Abundancia. Los frontales estaban decorados con blasones alusivos a la Villa de Madrid y a la Corona de España, y en una oquedad abierta transversalmente en mitad del cuerpo principal se alojaban cuatro osos que arrojaban agua, en clara referencia a uno de los símbolos de la capital. La fuente sería destruida en 1870 por culpa de la construcción del nuevo Mercado de la Cebada, en hierro y cristal. Otros edificios de interés eran el Humilladero de Nuestra Señora de Gracia, fundado por la cofradía de la Santa Vera Cruz hacia 1500, y varios conventos como el de la Pasión, de la Orden de Santo Domingo, y el de religiosas de San Gerónimo.

 

http://urban-networks.blogspot.com/2013/06/el-madrid-de-pedro-de-texeira-formas-de.html

         “Dejemos la calle Mayor para ir a la de Toledo, una de las calles más bulliciosas de Madrid, donde las mantas de Valencia, de Palencia y de Burgos, colgadas al aire libre al lado de los aparejos de las mulas, de chillones tonos, forman un cuadro digno del pincel de un colorista.”

         Ha conocido momentos de auténtico esplendor con los Austrias; procesiones del Corpus Christi, de gracias por beatificaciones y canonizaciones. Su cuesta era un magnífico mirador, desde donde se contemplaba el reverberar de los múltiples colores que se entremezclaban en los asistentes.

         Ha conocido grandes ingenios asistiendo a las clases del colegio Imperial, y ha conocido, en fin, el tráfago humano de entrar y salir de ingentes masas de campesinos, que se acercaban a la plazuela de la Cebada.

         El último de los irregulares trozos, antes de llegar  a la puerta de Toledo –llamado la Cuesta-, poseía un carácter tan marcadamente definido como las casas y tiendas que lo constituían. Aquí había una taberna, allá una albardería, luego una posada, más allá un bodegón o el potro de un herrador, una espartería y, por fin, los paradores: Medina, hoy en el número 88; el de la Cruz, después hospedería y garaje, precisos para atender a la riada de marchantes que de toda la parte Sur de España llegaban por el polvoriento camino de Toledo.

Su origen se remonta a los primitivos accesos que salpicaban las sucesivas murallas que rodeaban la ciudad desde la Edad Media. En el S. XVII, las salidas de Madrid estaban flanqueadas por cinco puertas  de registro, donde se pagaba un arancel: Segovia, Toledo, Atocha, Alcalá y Bilbao (también conocida como Pozos de la Nieve) y catorce portillos: Vega, Vistillas, Gilimón, el Campillo del Mundo Nuevo, Embajadores, Valencia, Campanilla, Recoletos, Santa Bárbara, Maravillas, Fuencarral, Conde Duque, San Bernardino y San Vicente.

            Por un lado, extremeños con alforjas repletas de chorizos y jamones; por otro, valencianos vestidos con zaragüelles, trayendo frutas; los manchegos, más próximos, llegaban tumultuosamente con quesos y vinos, los más excelentes de la región; es decir,, por todas partes trajinantes, comerciantes y particulares discutían sobre precios y calidades, formando una barahúnda de acentos y matices que hacía más atractiva y colorista la calle.

Vía de entrada de las mercancías que abastecían a la capital en el siglo XIX, la calle de Toledo ha acogido edificios señoriales, negocios artesanos, iglesias y posadas. Hasta el mismo Galdós vivía enamorado de esta calle rebosante de vida.

La calle de Toledo, que atraviesa el madrileño barrio de La Latina, parte de la Plaza Mayor hasta la Puerta de Toledo, y desde allí continúa hasta la Glorieta de Pirámides donde finaliza, enlazando con el puente de Toledo

Hoy en día mide algo más de un kilómetro. Pero no siempre fue tan larga. Hasta el siglo XVI solo llegaba a la Puerta de la Latina. Cuando Felipe II amplió el perímetro de la muralla de Madrid se derribó esta puerta y se levantó otra a la altura de la calle Sierpe. Años después sería sustituida por una nueva puerta más al sur. Fue Fernando VII quien finalmente construiría la actual Puerta de Toledo, que aunque hoy parece un monumento aislado, en su día fue un auténtico acceso a la ciudad, rodeada por unos infranqueables muros.

https://haztedelalatina.com/calle-de-toledo/

Con esta localización estratégica no es difícil imaginar que en pleno siglo XIX la calle de Toledo fuera una de las principales entradas a la capital. Hasta ella llegaban a diario campesinos con sus carros cargados de mercancías y víveres, que después servirían para abastecer los mercados de la Cebada y San Miguel.

Desde el establecimiento de la Corte en Madrid, en 1561, esta zona de la ciudad siempre ha sido una de las más transitadas de la capital. La calle era compartida por campesinos, comerciantes y vecinos, pero también por el ganado que se dirigía hacia los mataderos de la zona. Hasta 1856 era común ver a las piaras entrando por la Puerta de Toledo y andando tranquilamente por el empedrado.

DISMINUCIÓN DEL TRÁFICO Y SUSTANCIAL CAMBIO DE FISONOMÍA

         Todo este tráfago se vio disminuido con la construcción y puesta en marcha de los ferrocarriles. Hacia 1857 hacen notar los madrileños que la afluencia de viajeros ha disminuido en la calle Toledo, y que su hermana la Imperial Atocha, la ha heredado. Pero, a pesar de ello consiguió conservar su carácter, pues por aquellas fechas aún pervivían sus tiendas típicas: la de aceite, oscura; era comercio, el de telas, percales estampados, “lienzos  caseros y pañolones de Brihuega”; los paradores seguían aún su vida activísima, y las tabernas daban un tinte colorista.

De los palacios a las tabernas

El primer tramo de la calle de Toledo lucía orgulloso su aire señorial y aburguesado, donde se daban cita el antiguo Colegio Imperial, el Hospital de La Latina y elegantes cafés. Sin embargo, entre la Plaza de la Cebada y la Puerta de Toledo, mantenía un tono más popular y castizo, con toda clase de posadas y pensiones, especialmente situadas en las Cavas Alta y Baja, por su cercanía al Mercado de la Cebada.

         Las calles se completaban con tabernas y negocios artesanales, entre los que destacaban las esparterías y las herrerías, en una época donde las calles olían a gallinejas y los ratos libres de los vecinos eran regados con chatos de vino. El Madrid más auténtico, para muchos. Un espíritu de barrio que todavía se recupera al pasear por el Rastro, o en la calle de la Paloma o Las Vistillas, en plenas fiestas.

 

La calle de Toledo siempre ha sido un Madrid en miniatura. Un compendio abreviado de España, tal y como describió Mesonero Romanos, quien dijo que esta vía era “sin duda la más poblada y animada de la capital”.

            Podemos observar la evolución de la fisonomía de la calle de Toledo a través de los poseedores de las casas: durante el siglo XVII –según vemos en los manuscritos sobre las calles de Madrid que existen en la Biblioteca Nacional- son gentes anónimas, pertenecientes a gremios: zapateros, cereros; por excepción, un boticario del cardenal infante. Sin embargo, en el siglo XVIII son nobles, como el marqués de Tolosa, el marqués de Solana, el marqués de Portago o don Juan Gómez Therán, obispo de Orihuela; y en el siglo XIX recobra otra vez el carácter popular  del siglo XVIII, con sus mesones y tiendecitas, perfectamente viso en el “cuadro de costumbres” La calle de Toledo, de J. López Silva, estrenado en 1883.

 

En la calle de Toledo , Madrid (Por ser para usted).

Manzano y Arellano, Pablo

Mascaraque, Toledo, 1855 - Toledo, 1949

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/en-la-calle-de-toledo-madrid-por-ser-para-usted/8b438de1-58ed-43cb-931d-fd601a6b9ffb

https://www.estateone.biz/blog/pasado-de-la-calle-de-toledo/

LOS TÍPICOS CAFÉS FAMILIARES: SU FUNDACIÓN E HISTORIA

         Tres cafés muy próximos se nos ofrecían: el Nacional, Naranjos y el de San Isidro, ya todos desaparecidos.

EL CAFÉ NACIONAL DE LA CALLE DE TOLEDO Y SUS BANQUETES.

Quizá el Café Nacional de la calle de Toledo, número 19 no fuese el más popular de Madrid por sus tertulias, literarias o de otra índole, aunque tampoco se le conocería por alborotos o procelosas reyertas. La fama de este café llegó por haber sabido especializar su enorme amplitud en la organización de banquetes y celebraciones de todo tipo, durante las más de nueve décadas en las que se mantuvo abierto y manteniendo siempre el mismo nombre.

Fotografía: M.R.Giménez (2014)
Fachada actual de lo que fue el café Nacional de la calle de Toledo, esquina a la calle Imperial.

El Nacional fue inaugurado el día 15 de octubre de 1885 como uno de los cafés más elegantes que hay en Madrid. Su famoso techo, que pareció deslumbrar a los reporteros de la prensa del momento, representaba en medallones figuras de mujeres simbolizando a España, Madrid, Cuba, Cataluña, Aragón, Toledo, Galicia, Andalucía y Valencia; intercalados entre ellos también aparecían los escudos de Castilla, León y Navarra. Esta obra fue realizada por los pintores Jorge Herencia Sánchez y Antonio García Mencía, bajo la dirección del arquitecto Tomás Oñate Ruiz.

Este gran café tenía su acceso principal por la calle de Toledo, a través de una puerta giratoria. Además del bajo, sus grandes salones ocupaban por completo todo el primer piso del edificio cuya fachada más extensa se situaba en la calle Imperial. Sus primeros propietarios, Martín y Palomino, reservaron el local nada más inaugurarse el inmueble, en el año 1885. 

Fuente: B.N.E. (1923)/ Fotografía derecha: M.R.Giménez (2014)
Uno de los salones del entresuelo del café Nacional, con los balcones a la calle de Toledo.

Es abundante la historia de las reuniones que tuvieron lugar en el café Nacional. Asociaciones como “El Arte de Guiar” (cocheros), “La Lealtad” (expendedores de pan), “La Precursora” (peluqueros y barberos) convocaban aquí sus juntas anuales. También fueron muchas las instituciones que se constituyeron en sus salones, como “La Liga de la Defensa y Previsión de Inquilinos” o “El Ateneo Sindicalista” fundado por trabajadores anarquistas de todos los gremios. 

Fue muy célebre una gran disputa, en los salones del Nacional, entre los acaparadores de hortalizas de Madrid y las verduleras, sobre todo del cercano Mercado de la Cebada, en el mes de julio de 1894. Los primeros se negaron al abastecimiento por el aumento de aforo de mercancía y las mujeres de los puestos se dejaron decir que iban a hacer una que fuera “soná”. Finalmente, con intervención del Gobernador Civil y del Alcalde, horticultores y vendedoras consiguieron llegar a un acuerdo tras varios días de reunión dentro del café.

Seis años después de su apertura, el café Nacional cambió de dueños y se reformó el local. Los nuevos propietarios, Lucio y López, dieron un nuevo aire a su establecimiento, encargando la restauración de los famosos lienzos de su techo al pintor Plácido de la Calle. Además instalaron mesas de billar.

Todos los días 11 de febrero los Republicanos del distrito madrileño de la Audiencia (hoy Centro), al que correspondía el número 19 de la calle de Toledo, se reunían en el café Nacional para conmemorar el aniversario de la proclamación de la Primera República Española (1873-1874). El local también sería elegido como centro electoral republicano del distrito, donde consultar el censo o resolver algún extremo, en las elecciones municipales que tendrían lugar en el mes de noviembre de 1893.

El café Nacional era uno de los típicos cafés familiares, donde la gente de tipo medio se reunía hacia las seis de la tarde y permanecía en él hasta las diez o las once, según la hora de cierre de los portales. Lo característico era tomar café y media tostada, de arriba o de abajo, según las preferencias, para lo cual, en una copa, se le servía una muy cumplidísima ración de café con leche y el correspondiente azúcar.

         Característicos eran los sábados y festivos: las familias iban a cenar los platos típicos, y que por el precio de diez reales, se servían: tortilla a la francesa, bistec con patatas, pan y media botella de vino. La elaboración de esta receta fue recogida por el gran cocinero, repostero y escritor culinario Teodoro Bardají Mas (quien reivindicó el nombre de la salsa “mahonesa” en lugar de “mayonesa”).

A menudo el café Nacional fue el lugar elegido para los banquetes de homenaje a todo aquel que tuviese amigos y seguidores. La gran capacidad de sus salones permitía dar servicio a más de cuatrocientos comensales e incluso en número mayor, si la situación lo requería. Tal fue el caso del acto ofrecido el día 12 de diciembre de 1890 al político Alberto Aguilera Velasco, tras el triunfo del partido liberal en las últimas elecciones. La asistencia fue tan multitudinaria que al no caber en el salón destinado al banquete todos los comensales, que pasaban de 500, se acordó derribar el tabique sencillo que lo separa del cuarto inmediato, colocándose allí mesas, donde pudieran acomodarse cien personas más. El homenaje, que debía comenzar a las 12 del medio día, tuvo que posponer dos horas su comienzo.

Pintores, escultores, poetas y literatos, asociaciones como la musical “Peña Fleta” (Miguel Fleta) o “La agrupación de la Capa” (fundada para propagar el uso de esa prenda) distribuían por locales de todo Madrid las tarjetas para asistir a sus homenajes organizados en el café Nacional, que en los primeros años del siglo XX tenían un precio de 3 pesetas por cubierto.

En el año 1906 el dueño del café Nacional era Antonio López Rabón, quien sería elegido Presidente de la comisión para el decorado e iluminación de la calle de Toledo con motivo de los festejos para la boda del rey Alfonso XIII.

 

Fuente: Colección Salvador Alcázar-Nicolas1056 (1906).
Arcos y adornos de la calle de Toledo instalados para la boda de Alfonso XIII.

 

Los banquetes en honor a profesores, artistas de todos los géneros, políticos y asociaciones continuaron asiduamente durante las primeras décadas del siglo XX. Uno de los más históricos fue el ofrecido a María Teresa León y Rafael Alberti tras su retorno a España después de un largo viaje por Europa y América. El día 9 de febrero de 1936, a las 3 de la tarde, después de los mítines del Frente Popular (agrupación que ganaría las elecciones generales de febrero del año 1936) y con un coste de seis pesetas por cubierto, amigos y compañeros de la Generación del 27 como Antonio Machado, Luis Araquistáin, Rosa Chacel, León Felipe, José Bergamín, Ramón J. Sender, Federico García Lorca, Dolores Ibarruri, Luis Cernuda, Concha Méndez y Luis Buñuel, entre otros muchos, se reunieron en el café Nacional. 


Fuente: Diario "El País". Fotografía actual: M.R.Giménez (2014)
Federico García Lorca, en pie, y junto a él María Teresa León. En segundo término, por la derecha, Rafael Alberti.
La fotografía actual de la derecha corresponde al mismo lugar en el que se celebró el banquete.

Durante la Guerra Civil Española el café Nacional continuó abierto, formando parte del servicio de suministros de víveres para las milicias populares movilizadas en Madrid. 

Fuente: Madridantiguo.org (Guerra Civil Española)/Fotografía actual:M.R.Giménez (2014).
A la derecha de ambas fotografías aparece un pequeño trozo de la fachada de lo que fue el café Nacional.

 

Al terminar la contienda pocos fueron los homenajes que tuvieron lugar en sus salones, por lo que hubo de reconvertirse en un lugar de celebraciones familiares (bodas y bautizos). El café Nacional mantuvo su nombre hasta finales de la década de los años setenta del siglo pasado. 

 Hoy el Nacional ha cambiado su nombre por el de Riazor y se ha convertido en un restaurante especializado en cocina gallega, paellas y arroces. Mantiene el mismo gran espacio que ocupó el antiguo café, en sus dos pisos, pero todo ha sido adaptado a la época actual. Es muy probable que los famosos techos pintados por Herencia y Mencía, desapareciesen durante alguna antigua remodelación del local, pero curiosamente sigue conservando ese amistoso ambiente de barrio, su número 19 de la calle de Toledo y esas magníficas vistas al antiguo Madrid desde los balcones de su entresuelo.

https://www.antiguoscafesdemadrid.com/2014/07/el-cafe-nacional-de-la-calle-de-toledo.html


EL CAFÉ DE SAN ISIDRO Y LA TIENDA DEL BOTIJO.

Fuente: ABC.
Interior del café de San Isidro (1901).

Parece que hasta bien entrado el pasado siglo XX, la plaza Mayor constituía el límite entre el centro de Madrid y los denominados “barrios bajos” o zona de clase social con cierto nivel de estrechez y topográficamente inclinada hacia el río Manzanares. 


La vía principal del distrito de La Latina fue y es la calle de Toledo; siempre plagada de comercios y viandantes, forasteros o autóctonos, atraídos por el mercado de La Cebada y por la colegiata de San Isidro el Real (s. XVII). En éste último enclave, a pocos metros de distancia, estuvo el café de San Isidro y subsiste aún, aunque sustancialmente modificada, la Tienda del Botijo

El café de San Isidro se ubicaba en la calle de Toledo, número 32 (antiguo 40) aunque hay noticias de la existencia de otro café con la misma marca, que durante los años veinte del siglo XIX estuvo en la Cava Baja, número 18. 



Foto: M.R.Giménez (2012)
Aquí estuvo el café de San Isidro y después el supermercado de la cadena Simago.

El de San Isidro era el templo de la madrileñería castiza y flamenca, un café de barrio que todos querían conocer aunque no formasen parte de su asidua clientela. 

Las primeras noticias encontradas de este café, sito en la calle de Toledo, proceden del año 1863; tres años más tarde ofrece el primer ensayo de un novedoso sistema de alumbrado por gas, más ventajoso que el empleado hasta entonces, acto para el que fueron invitados todos los dueños de los cafés más importantes de Madrid. Era además el lugar donde se despachaban los billetes para la diligencia diaria al pueblo de Leganés, a tres reales el asiento. 




En el año 1901 el café de San Isidro realiza importantes reformas que lo convierten en uno de los más bellos y elegantes de la corte. El ebanista Manuel Ramos y el pintor Ricardo Téllez, intervienen en la obra. 

Era éste un café de variada y pintoresca concurrencia, cambiante según la hora del día: Por las mañanas, bodas con vasos de café con leche y media tostada. Tras la comida, tratantes y asentadores del mercado de La Cebada. Los jueves por la tarde, gitanos de tronío. Sus platos de riñones saltados y bistec con patatas, eran conocidos en todo Madrid al igual que sus magníficas mesas de billar, cuyo precio era de a dos reales, la hora. Conciertos de bandas de música, cántico de flamenco con piano, pequeñas obras de teatro y funciones con cantarinas como Jacoba Sánchez, constituían los espectáculos nocturnos de éste café. 

Por encima de sus excelencias, el café de San Isidro era conocido en toda la ciudad por su Vicaría



Foto: M.R.Giménez (2012)
Calle de Grafal. Aquí estuvo la Vicaría del café de San Isidro.

La Vicaría era un reservado de parejas enamoradas, con acceso desde la calle de Grafal, paralela a la de Toledo. Eladio, apodado “Musaraña” era su camarero y sólo intervenía al escuchar las palmadas para pedir una consumición o abonar la cuenta y al escuchar el sonoro chasquido de un beso. Ante este segundo caso Eladio, que siempre parecía distraído y de ahí su apodo, solía gritar a la pareja cariñosa: “¡Sus tengo dicho que los besos con estallido se quedan para las amas de cría o secas, que aquí no quiero cohetes, sino composturas y urbanidad!”. Salvo por las amonestaciones del camarero, la Vicaría era un lugar tranquilo y silencioso. 

El espacioso café de San Isidro sirvió para celebrar numerosos banquetes a lo largo de su historia, que concluiría a principios de los años sesenta del siglo XX. En su recinto se instaló posteriormente el autoservicio Simago y hoy continúa siendo un supermercado. 

Frente al café de San Isidro y junto a la colegiata, hoy subsiste La tienda del Botijo, aunque del primitivo establecimiento no quede más que el nombre y su muestra. 

Foto: M.R.Giménez (2012)
La Tienda del Botijo, de la que hoy sólo queda su marca.


La primitiva tienda del Botijo estaba, según Constancio Bernaldo de Quirós Pérez (1873-1959)hacia la mitad de los soportales del lado de la izquierda, o sea, de los números impares, de la calle de Toledo y era una especie de bazar en el que se vendía todo tipo de utensilios para arrieros y trajinantes: cabezadas, cinchas, ronzales, trallas, cayadas, garrotas, etc. En su mostrador siempre había un botijo lleno de aguardiente y la clientela podía beber un trago a chorro del recipiente, por el precio de una perra gorda. Por tanto, lo que daba nombre a la tienda era el gran botijo de sobre el mostrador, de barro blanco, harto sucio por el manoseo

La tienda del Botijo tenía otro atractivo, su decoración: En el techo llevaba suspendido un enorme garrote, especie de as de bastos, con sendas calabazas. 

El establecimiento desapareció al comenzar el siglo, renaciendo, bajo el signo puramente verbal del botijo, en otra inmediata a la catedral de San Isidro, del lado de la calle de La Colegiata, y convertida en un vulgar baratillo anodino y sin carácter, aunque no de los del precio único de 0.65 sino a precios variados. 

Así pues este es el origen de la tienda, cordelería o bazar que desde el año 1754, como dice su rótulo, continúa hoy en la calle de Toledo, número 35 (antiguo 43). 

El traslado de la ubicación de este negocio debió llevarse a cabo alrededor de la mitad del siglo XIX, al edificio que más tarde remplazaría el que hoy podemos contemplar. 

Fuente: B.N.E.
Dibujo de Ramón Gómez de la Serna, publicado en el año 1926.

En el año 1903 Manuel Machado (hermano de Antonio), contaba que la tienda era famosa por dar vino a los parroquianos en unos enormes cuernos huecos, a los que llamaban los vasos de Amadeo y relataba que para recibir al rey de Saboya (1870), el gobierno mandó que el comercio de Madrid se engalanase con gallardetes y cortinas. Siendo muy republicano el entonces propietario del Botijo, adornó la muestra de su tienda con astas y al ser obligado a quitarlas, dio de beber en ellas a su clientela. 

Parece que la tienda del Botijo fue adaptando su mercancía a la nueva clientela de cada momento. Pasó de vender aperos para ganadería a especializarse en cordeles, alpargatas y artículos de mimbre. Hoy, con su discreta fachada en la que aún se conserva un botijo como muestra, es un establecimiento dedicado a la perfumería y la droguería. 

https://www.antiguoscafesdemadrid.com/2012/09/el-cafe-de-san-isidro-y-la-tienda-del.html

 

LA CATEDRAL DE SAN ISIDRO. SU FUNDACIÓN E HISTORIA

         A los veinte años de fundada la Compañía de Jesús se estableció la primera casa en Madrid, en los terrenos que “en lo mejor de la calle de Toledo” le comprara doña Leonor Mascarenhas, aya de Felipe II y del príncipe don Carlos. Opusiéronse, aunque débilmente, los regidores de la villa, porque –decían- ya había en aquel barrio demasiados conventos. Tradicionalmente se dice que, en el mismo lugar, San Isidro –siendo criado de los Veles- abrió uno de los pozos que fueron obra suya.

La colegiata en un grabado de 1886. Las torres aún no estaban concluidas.

https://es.wikipedia.org/wiki/Colegiata_de_San_Isidro#/media/Archivo:Colegiata_de_San_Isidro_grabado.jpg

La iglesia sustituyó a la parroquia de san Pedro y san Pablo, del siglo xvi, que fue demolida, junto al primitivo Colegio Imperial, siguiendo las instrucciones dejadas en su testamento por María de Austria (1528-1603), hija del emperador y rey de España Carlos I. La Emperatriz legó su fortuna a la Compañía de Jesús con el propósito de que se construyera un edificio de nueva planta sobre el solar de la iglesia derribada.

         En este lugar construyeron una iglesia pequeña, sobre otra edificada en 1567 y dedicada a San Pedro y San Roque, dedicada a San Pablo y, por el día de su consagración, a San Pedro,, obra del jesuita padre Bartolomé Bustamante, el mismo que había alzado al hospital de Tavera de Toledo. Es necesario recordar que durante la construcción don Alonso de Mendoza, conde de la Gomera, bajaba todas las tardes a visitar las obras, y de paso a pagar de su peculio los jornales devengados en el día; simultáneamente, don Íñigo Fernández de Velasco regalaba toda la madera empleada en la construcción.

El templo se debe a un diseño del año 1620, obra del arquitecto Pedro Sánchez. Las obras, que comenzaron dos años después, fueron dirigidas por este maestro hasta 1633 y continuadas posteriormente por Francisco Bautista y Melchor de Bueras, quienes finalizaron la construcción en 1664.

         A la primera misa -25 de enero de 1567- asistieron Felipe II, el príncipe donn Carlos y don Juan de Austria; de aquí quedó la costumbre de ir a ganar indulgencias, los reyes, el día primero de cada año.

         Junto a esta casa de la Compañía nació pronto un colegio, que no tardó en ser subvencionado por la villa, en competencia con los populares estudios. Protestaron los preceptores de éstos, y en cabeza López de Hoyos, pero nada consiguieron, y así continuaron las cosas durante algunos años, diferenciándose el Colegio de la Compañía, que hacía gala de sus competentísimos profesores, tales como los padres Acevedo, Luis de la Palma, Nieremberg (que allí  estudió y durante muchos años en él fue profesor).

         Cuántos y cuántos alumnos nobles y relevantes pasaron entonces por aquel colegio, llamado también de los Teatinos; bástenos recordar que  Lope de Vega, Francisco  de Quevedo y  Calderón de la Barca allí se educaron, y siempre , hasta en los momentos más difíciles, como en la disputa  de Quevedo con el padre Pineda, le conservaron fidelidad y grato recuerdo.

         Al morir la emperatriz María, hermana de Felipe II, y en 1603, dejó grandes cantidades de dinero y bienes a la Compañía para “construir de nueva planta todas sus dependencias, incluso la iglesia y realizar con mayor intensidad y facilidad su importante misión”, imponiendo a la vez que, a partir de este momento, debía de ser llamado colegio imperial. Esta providencial herencia trajo la prosperidad y grandes y largos pleitos a la Compañía.

         Se comenzó la construcción de la nueva iglesia en 1622, según los planos del hermano Pedro Sánchez, S.J., y le ayudaba el hermano Juan de Haro, albañil. El padre Francisco Bautista, que ha pasado por autor de los planos, sólo fue el ejecutor de ellos a partir de 1633, fecha en que murió el hermano Sánchez.

Estatuas de san Isidro y santa María de la Cabeza en la fachada

El templo fue consagrado el 23 de septiembre de 1651, trece años antes de su conclusión, quedando adscrito a la citada orden religiosa e inicialmente dedicado a san Francisco Javier. En 1767, con la expulsión de los jesuitas, se transformó en colegiata.

Dos años después, por orden del rey Carlos III quedó bajo la advocación de san Isidro, coincidiendo con el traslado del cuerpo incorrupto del santo desde la iglesia de san Andrés. También fueron trasladadas desde el Oratorio de la Casa de la Villa las reliquias de su esposasanta María de la Cabeza. Ambos sagrados restos están custodiados por la Real, Muy Ilustre y Primitiva Congregación de San Isidro de Naturales de Madrid.

Su interior fue reformado en ocasión a la nueva advocación por el arquitecto neoclásico Ventura Rodríguez, que proyectó un nuevo presbiterio y el retablo del altar mayor, además de una rica decoración.

Algunas anécdotas de esta iglesia ilustrarán el conocimiento de esta calle:

El 22 de diciembre de 1808, José Bonaparte, después de haberle recobrado la capital a su hermano Napoleón, pronunció –dirigidas al pueblo de Madrid- “las más nobles y verídicas palabras suyas, que sonaron, como era natural, a falsas”.

En 1834 el 17 de julio, “penetró la masa fanatizada por las sociedades secretas con la calumnia del envenenamiento de las aguas, por la iglesia y sus tribunas y alcanzadas las víctimas en los tránsitos y en la sala capitular, resultaron catorce jesuitas muertos y cinco heridos graves”.

Volvió a poder de los jesuitas al retorno de Fernando VII (1816-17 y 1823); pero adquirió bien pronto otro carácter. En 1885, con la constitución de la diócesis de Madrid-Alcalá, pasó a ser la catedral provisional de esta ciudad, rango que ostentó durante más de un siglo, hasta 1993, cuando se concluyó la actual catedral de santa María de la Almudena y san Isidro recuperó la condición de colegiata. Precisamente en las escaleras del templo cayó abatido a tiros el primer obispo de la diócesis, Narciso Martínez Izquierdo el 18 de abril de 1886, asesinado por el sacerdote Cayetano Galeote.

En 1936, el edificio fue incendiado nada más comenzar la Guerra Civil Española. El fuego destruyó numerosas obras de arte, entre ellas el retablo mayor, así como lienzos de Francisco Ricci Luca Giordano. El incendio también provocó el hundimiento de la cúpula, la primera encamonada de la arquitectura española (estructura de madera –a base de camones– y casquete de yeso colgado). Las crónicas posteriores, en su afán literario por engrandecer la tragedia, hablan de manera errónea de la destrucción de toda la cubierta. Esto se demostró falso a raíz de una investigación llevada a cabo por alumnos de la Escuela de Arquitectura de Madrid: solo se hundió el casquete y la linterna de la cúpula, el resto de cubiertas son originales.5 Sin embargo, la destrucción de numerosas imágenes, retablos (incluyendo el mayor), pinturas y los daños en la propia estructura del templo fueron muy grandes.

Tras la contienda, todo el templo fue restaurado. El proceso se desarrolló lentamente a lo largo de dos décadas, intentando recuperar en lo posible los elementos originales, hasta culminar en la década de 1960 con la elevación de un tramo nuevo en las torres de la fachada principal, según proyecto del arquitecto Javier Barroso, quien dirigió todo el proceso. Asimismo se hizo una réplica fiel del retablo mayor de Ventura Rodríguez, por la casa Granda.

El templo albergó, hasta la finalización de las obras de la catedral de la Almudena, las imágenes de la Virgen de la Almudena, patrona de Madrid, así como el Cristo de la Buena Muerte, obra magistral de Juan de Mesa. Ambas imágenes fueron trasladadas a la nueva catedral tras su consagración.

Desde 1978 el templo es sede canónica de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena, que recoge el testigo de estas dos devociones sevillanas y efectúa su salida procesional de Semana Santa en la tarde del Jueves Santo.

HISTORIA DEL INSTITUTO DE SAN ISIDRO

Colegio Imperial que desde sus inicios fue objeto de las apetencias de la Corte, a través del Conde Duque de Olivares cuya pretensión era crear en Madrid una Universidad en el mismo Colegio Imperial. La oposición de las poderosas Universidades de Alcalá y Salamanca modificó el alcance del proyecto de tal modo que la solución final, convenida con los jesuitas, fue la fundación de unos Reales Estudios del Colegio Imperial con carácter de Superiores  pero sin derecho a otorgar títulos oficiales, de tal modo que sus alumnos iniciaban en este establecimiento sus estudios menores para pasar luego a las Universidades de Alcalá o Salamanca, como así hicieron Lope de Vega, Quevedo y otros muchos.

 

En 1725, Felipe V crea, dentro del Colegio Imperial, el Real Seminario de Nobles donde se impartían, a cargo de los jesuitas, las enseñanzas propias de su estamento sin mezclarlas con las más “burguesas” del Colegio Imperial.

La supresión de la Compañía de Jesús, en 1767, tuvo, como es lógico, su repercusión en los Reales Estudios de tal forma que las cátedras, antes ocupadas por los jesuitas, fueron ocupadas  a partir de 1771 por seglares siendo don Manuel de Villafañe el primer director de estos denominados ahora Reales Estudios de Madrid. El reconocimiento académico de estos estudios a nivel universitario le será concedido en 1787, gracias a Floridablanca. Al año siguiente cambiará la denominación añadiendo a estos Reales Estudios el apelativo “de San Isidro”.

 

Con la vuelta de Fernando VII regresaron en 1814 los jesuitas a quienes se devolvieron los Reales Estudios que contaban, en el momento de su restitución, con nuevas cátedras de Derecho Natural y de estudio de la Constitución de 1812. En 1820, los jesuitas serán de  nuevo expulsados por los liberales del Trienio Constitucional, restableciendo de nuevo los Estudios y las cátedras que habían sido suprimidas por la Compañía.

 

Siguiendo el discurrir de la historia, a bandazos entre absolutistas y constitucionales, en 1823 vuelven de nuevo los jesuitas al Colegio Imperial. En 1834 tiene lugar la “matanza de frailes” sospechosos, según el vulgo,  de haber envenenado las aguas de las fuentes públicas, con el resultado de 16 frailes muertos, asesinados en el propio claustro del Colegio. En 1836, la Desamortización de Mendizábal expropia sus bienes a los jesuitas que nunca más volverán al Colegio Imperial que pasó de nuevo a ser los Reales Estudios.

 

En 1845 (Plan Pidal) se crea el Instituto de Segunda Enseñanza “San Isidro”, aunque el edificio de la calle de Toledo acoge también otros centros docentes, parte de la Universidad Central (Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras), la Escuela Diplomática (1856), la Escuela de Taquigrafía (1860), cuando la Universidad se traslada a la calle de San Bernardo en 1876, cede sus instalaciones a  la Escuela de Arquitectura (hasta 1944) y la Escuela de Artes y Oficios que aún se mantiene (con entrada independiente). En 1876 Francisco Jareño y Alarcón (1818-1892)  realiza una reforma y ampliación  del edificio.

 

Durante la guerra civil (1936-39) se suspenden las actividades académicas y el Instituto se convierte en refugio antiaéreo, funcionando en él una pequeña escuela para hijos de milicianos. A diferencia de la Colegiata, el Instituto no sufrió daños.

http://www.asociacioninstitutoshistoricos.org/jornadas2018/ies_organizadores.html

En 1943, el Instituto que antes era mixto, pasa a ser masculino.

 

En 1969 se realizan obras de reforma que duran hasta 1971, suprimiendo el antiguo aulario y quedando el edificio en su estado actual.

 

En 1983 el Instituto vuelve a ser mixto.  En ese mismo año, por Resolución de la Dirección General de Bellas Artes Y Archivos, se acuerda tener incoado, el expediente de declaración de monumento histórico artístico a favor del Instituto San isidro de Madrid (BOE de 22de junio de 1983).  En 1985 se realizan obras de rehabilitación y restauración  dirigidas por Miguel Ángel López Miguel.

Tiene más de 4 siglos de historia y es el único que puede presumir de haber tenido en sus aulas 4 premios Nobel o 5 presidentes de gobierno.

https://www.telemadrid.es/noticias/madrid/Instituto-San-Isidro-antiguo-Espana-0-2028997110--20180709045734.html

El patio es soberbio, posiblemente uno de los mejores, si no el mejor de los patios barrocos que pueden verse en Madrid, todo realizado en piedra granítica. Tiene una planta cuadrada y dos alturas, una de arquerías y  la otra de ventanas, con veinte arcos en la parte inferior y veinte balcones en la superior. En la clave de los arcos se ven unas águilas bicéfalas que sostienen escudos, donde antiguamente figuraba el anagrama de la Compañía de Jesús. La parte superior es más barroca y movida. Los balcones están separados por pilastras y adornados con molduras. Sobre ellos corre una cornisa sujeta por molduras. El autor de este elegante patio cuya visita recomendamos vivamente es el maestro cantero de origen  cántabro muy vinculado a la Compañía de Jesús, Melchor de Bueras (muerto en 1692) quien la construyó en 1679.


Alumnos distinguidos que estudiaron en este Instituto, Eduardo Dato, Canalejas,  Benavente, los Machado, (Antonio Machado figura  suspendido en Latín e Historia de 1º de bachillerato, no me extraña que cambiara de Instituto), Jaime Vera, Ayala (notas excelentes), Mihura, Vicente Aleixandre, Camilo José Cela, el P. Llanos, Gregorio Marañón, Jiménez Díaz, Tuñón de Lara, Arias Navarro (¡vaya por Dios!) Enrique Chicote, José Luis López Vázquez. Mujeres la reina Fabiola de Bélgica (graciosa foto de pequeña) y Mary Carrillo. Además fotografías (entre otras, Don Juan y Don Gonzalo, hijos de Alfonso XIII, durante sus exámenes en el centro).

HOSPITAL DE NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN

LLAMADO DE LA LATINA

 

         El año 1499, don Francisco Ramírez, secretario de los Reyes Católicos y general de Artillería, pedía permiso a Alejandro VI, que envió una bula para construir un hospital “en el Arrabal de esta Villa de Madrid…, a la mano derecha cerca de San Millán”. Lo hace “porque a nuestro Señor plega perdonar mis culpas, y pecados, y de Beatriz Galindo, mi mujer”.

         Don Francisco Ramírez se casó, en segundas nupcias, con la salmantina Beatriz Galindo, que por su extraordinaria cultura y por el conocimiento de la lengua del  Lacio alcanzó el ser maestra y camarera de la reina Isabel. Por estas cualidades se la  llamó La Latina, nombre que transfirió al hospital al morir su marido y continuar ella la erección, protección y patronazgo.

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/galindo_beatriz.htm

Francisco Ramírez de Madrid “El Artillero”

https://www.acami.es/efemerides/18-de-marzo-de-1501heroes-artilleros-francisco-ramirez-de-madrid/

A las concepcionistas franciscanas de la calle Toledo 52 se les comenzó a llamar La Concepción Francisca porque Beatriz Galindo, al fundar el monasterio, quiso que estuviera dedicado a la Inmaculada Concepción –nada menos que en 1512–, a la vez que proseguía la fundación del hospital de la Concepción que había iniciado su marido, Francisco Ramírez; y porque, finalmente, ocuparon el monasterio las concepcionistas franciscanas y no las jerónimas.

Hay que recordar, y más hoy mismo, que los franciscanos, siguiendo al beato Juan Duns Escoto y a Raimundo Lulio, defendieron la Inmaculada; y, gracias a Isabel la Católica y a santa Beatriz de Silva, fundadora de las concepcionistas, la certidumbre sobre la Concepción Inmaculada se extendió de modo muy singular por toda España.

En un principio, tanto la reina como Beatriz Galindo, la Latina, tenían intención de destinar el monasterio a concepcionistas (que entonces profesaban aún la regla de santa Clara); pero en 1504 Beatriz Galindo las cambiaba por jerónimas. Enseguida reaccionaron los frailes de San Francisco el Grande, quienes estaban cerca; y, en el entretanto, aún se terciaba pensar en las comendadoras de Santiago. El pleito llegó a la Rota romana a instancias de los franciscanos, que falló a su favor. Y como los jerónimos aceptaron pacíficamente la sentencia, la Latina decidió fundar otro monasterio para jerónimas. Solución mejor que salomónica: más que debatir por uno, fundar dos.

El testamento del fundador sigue diciendo: “Quiero y mando que el dicho hospital se labre de las piezas de Salas, Enfermerías, Capilla y otros edificios.” Esto, efectivamente, se llevó a cabo, y, en 1628, Jerónimo de la Quintana, administrador del hospital e historiador de Madrid, dice: “Cúranse de ordinario doze enfermos seglares, y en la sala aparte seis sacerdotes o personas de calidad… Demás desto se sustentan en él, así en salud como enfermedad cinco beatas, personas de muchas aprouación y virtud, que acuden al dereço de la ropa blanca de los pobres, y a darles de comer por su orden, y otros ministerios de caridad.

“Tiene el Hospital de puertas a dentro todos sus oficiales, como Rector, Capellán, Mayordomo, Médico, Barbero y Boticario…”

Ya don Francisco Ramírez había pensado en la traza, y en el mismo testamento dice: “Quiero y mando que el dicho Hospital se labre…. según la muestra que de él tiene Maestre Hazan, moro, que tiene cargo de lo hacer.”

Lo mismo Ceán que Llaguno conjeturan que sería un mozárabe, lo cual no creo lógico, a no ser que lo confundan con un mudéjar. Sea como fuere, el estilo del hospital, según se conjetura por las fotografías y grabados, que nos restan, de la portada y la escalera –de dos tramos-, que es lo único que de maestre Hazan creía Ponz que quedaba en el siglo XVIII, es gótico flamígero con cierta influencia  renacentista; el cordón franciscano, hasta cierto punto semejante al de la fachada de la universidad de Alcalá, e influencia árabe o mudéjar el arrabá que enmarca la portada.

         “La iglesia de este hospital es Capilla mayor del “Monasterio de la Concepción Francisca”, de donde el Rector les administra los Santos Sacramentos.” El monasterio se construyó entre 1502 y 1504, aunque no se ocupó hasta 1512; iban a ocuparlo “religiosas de la Orden de Santa Clara observantes”, según la intención de su fundadora, pero, finalmente, y tras grandes discusiones con los franciscanos, la ocuparían monjas jerónimas y no pudieron firmar la entrega ninguna por no saber escribir; se bendijo posteriormente cuando el Cardenal Cisneros, en 1515, da potestad a cualquier obispo para que lo hiciera. Pero parece que ya estaba terminado en 1504. Conjeturan de estos hechos Llaguno y Ceán que, seguramente, maestre Hazan fue el arquitecto de este monasterio y el de la Concepción Jerónima, cosa esta última. En realidad, la renovación de las casas, “cabe el hospital” y distribución del monasterio se debe al maestro Francisco de Madrid, “el dicho Maestre Francisco fue en labrar y  edificar la una de dichas casas” y constaba de “el torno e una dispensa, el oratorio que sale a la huerta, una saleta con una chimenea junto con su mesa, la escalera principal y debajo de esto solía aber un alholi ques agora refitorio, y el cuarto que agora está la iglesia alto y bajo con que tenía dos suelos, el uno labrado y  el otro tosco… noria y palomar cubierto y poblado de sus palomas”.

Doña Beatriz se reservó unas habitaciones para  sí y sus descendientes, que sería causa de discusiones.

Cedo la palabra al ilustre doctor Álvarez Sierra: “Cerraba la muralla, por el promedio de la simpática calle, con un portillo que se abría en el arrabal nombrado Puerta Real. A  finales del siglo, el Ayuntamiento quiso ensanchar la calle de Toledo; el Hospital llegaba a la mitad de la calzada y obstruía el ingreso en la Plaza de la Cebada.” Hubo, pues, que tirarlo, y aunque se habló de reconstrucción, no se hizo, y solamente “ a las monjas les han hecho un pequeño convento”.

Portada del antiguo hospital de La Latina, actualmente en la escuela de arquitectura. Conjunto gótico mudéjar de puerta de entrada y ventana, sobre un alfiz de moldura lisa, ornamentado con el cordón de San Francisco. La puerta de arco ligeramente apuntado, está formada por grandes dovelas sin decoración; en la clave  de fecha: año 1507, y en el intradós decoración vegetal y de bolas, en una combinación típica del arte  hispano flamenco.

https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:ETSAM_detalle_fachada.JPG

Hospital de la Latina en plano de Madrid de la época de los Reyes Católicos 

https://miradasdemadrid.blogspot.com/2016/07/la-portada-del-antiguo-hospital-de-la.html

 

En 1603 La Concepción Francisca tuvo media parte en la fundación del monasterio del Caballero de Gracia; en 1834 se salvó de la exclaustración y hospedó a estas concepcionistas y a clarisas, las de Nuestra Señora de los Ángeles y las de Nuestra Señora de Constantinopla. En 1903 abandonaron el monasterio, pues amenazaba ruina y se ensanchaba la calle de Toledo, hasta que se reedificó; y volvieron en 1906. Durante la guerra civil se refugiaron en las hermanitas de los Pobres de la calle Almagro, bajo protección de la bandera francesa.

Reciente y notable: en 2010 se abrió en Madrid la causa de canonización de sor María Ana Alberdi Echezarreta, nacida en Azcoitia en 1912, quien había profesado en este monasterio en 1936 y fue durante más de 30 años su abadesa. Murió en 1998 como había vivido, santamente.

https://alfayomega.es/concepcion-francisca/

 

PLAZA DE LA CEBADA.

TEATRO DE NOVEDADES, LA FUENTECILLA

         Cuando en el siglo XVI, Felipe II prolongó la calle Toledo, se reservó un trozo, que formó una gran plaza, perteneciente a la encomienda de Moratalaz, de la Orden de Calatrava.

         “El domingo 19 de junio de 1622 –dice L. Pinelo con motivo de la canonización de San Isidro-, en la Plaza de la Cebada se plantó un jardín o huerta de doscientos pies de largo y veinte menos de ancho, y en cuadro de ella orando San Isidro, obra de toda extraordinaria curiosidad, trabajo y admiración."

Grabado de la Iglesia de San Millán

http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=25664&page=1

         El fin primordial, siempre, fue el del mercado y como tal siguió en los siglos siguientes, si bien con ligeras interrupciones, ora para celebrar una corrida de toros, ora por una ejecución. Allí tuvo su entidad de crédito, que fue una colosal estafa, doña Baldomera Larra, y en la esquina a la Cava Alta existió el humilladero de Nuestra Señora de Gracia, que dio nombre a la calle del Humilladero.

         Existió una ermita, pero habiendo crecido extraordinariamente la Villa, y a la vez el número de feligreses de la vida de San Justo, determinó el párroco hacer de la ermita de San Millán un anejo: “para lo cual, con secreto y silencio, porque no hubiese alguna contradicción, el Cura que al presente era puso el Santísimo Sacramento por el año de mil quinientos y nouenta y vno, dexando en ella vn teniente suyo, para que con más puntualidad se administrasen los Santos Sacramentos a los parroquianos que de nueuo se auían aumentado. Sacóle vna tarde con veinte y quatro hachas, con ocasión de dar el viático a vna enferma, y  de buelta se entró en la Ermita donde estaua preuenido de secreto vn Sagrario, dexándole allí  encerrado, y  con la decencia y guarda conueniente, por obviar contradicciones que se pudieran ofrecer de parte deste hospital de la Latina…, que era el que reparaba la Ermita como cosa suya”.

Al parecer, hubo luego que hacer algunas reparaciones, que le dieron cierta categoría; pero  en 1720 se quemó, volviendo a  construirse en 1722, siempre –a decir verdad- como parroquia filial de San Justo y Pastor; pero en 1806 fue erigida en parroquia propia.

En el plano de 1846 existía aún la parroquia de San Millán, y lo mismo ocurría  en el año de 1866. Sin embargo, don Elías Tormo asegura que, en 1869, se trasladó la parroquialidad de San Millán a San Cayetano, y “con ella el retablo mayor de la entonces derribada parroquia”.

https://historia-urbana-madrid.blogspot.com/2015/07/fototeca-calle-y-tahona-de-las-maldonadas.html

 

https://historia-urbana-madrid.blogspot.com/2015/07/fototeca-calle-y-tahona-de-las-maldonadas.html

 

         En la esquina de la calle de Maldonadas estuvo el hospital de la Pasión, y en 1638 el convento  de la Orden de Santo Domingo y hospedería de sus religiosas, cuya breve y desconocida historia se hace impenetrable, así como la fecha de su desaparición, pues fue vendido al provincial de los dominicos del Rosario de Filipinas.

         Esquina a la calle de la Pasión, hoy Maldonadas, tenía su casa y en ella vivió el poeta Pedro Laynez, amigo de Cervantes, y magistralmente estudiado por don Joaquín de Entrambasaguas.

         De uno de los más luctuosos sucesos que en esta calle ha habido fue protagonista el teatro de Novedades, ya desaparecido y que ocupaba el lugar donde hoy se levanta el Banco Español de Crédito, en el número 77, enclavado, pues, en la plaza de la Cebada, frente al mercado.

         Casi todos recuerdan el suceso, y otros lo hemos visto en revistas y periódicos.

         Primitivamente fue un cuartel de Caballería, que remozado, retocado y algo modernizado, fue convertido, en 1856, en circo Olímpico. Parece que esta especialidad no tuvo éxito, y en 1857 se declaró teatro, con el nombre de Novedades.

https://www.larazon.es/madrid/20221011/ungdopln4zbopjpejzy3i5oa3y.html

         Fue el primer actor, y por mucho tiempo, José Valero, que inauguró el teatro el 14 de diciembre de 1857 con la presencia de Isabel II y su marido Francisco de Asís, representando El mejor alcalde, el Rey, de Lope de Vega.

José Valero Villavicencio (Sevilla 1808, Barcelona 12 de enero de 1891

https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Valero

         La reforma del local, cuartel y circo, no debió ser muy perfecta, pues los cronistas de la época se quejaban de que era bajo de techo, que tenía las butacas incómodas y una excesiva entrada general, y que el edificio era de madera.

         Teatro popular por excelencia, aunque algunas veces asistían los reyes, que tenían un palco con “todas las comodidades apetecibles”; en el gallinero “se veían muchas verduleras, gallinejeras y sastras, con la tijera colgando de la cintura…, verduleros del mercado de la Cebada…, mozos de la carne…, poceros y barrenderos”.

         El teatro  de Novedades no permaneció fiel a un género; tan pronto  hacia drama como género chico, y aún el espectáculo grandilocuente de Rambal, que en cierta temporada ganó un millón de pesetas. También hubo compañías “gimnásticas”, con actrices como miss Leona, trapecista, y miss Zeo, ilusionista que fumaba y comía dentro de una piscina de agua. Allí “se oía a los mejores cantadores y cantadoras de cante jondo, y los mejores de bailadoras y tocadores de guitarra”.

         Las condiciones del  teatro no eran buenas, en 1888 pidieron los dueños permiso para continuar con la luz de gas, y el alcalde don Alberto Aguilera suspendió en 1906, durante once días las representaciones, con el fin de que le acondicionaran mejor contra incendios; poco debió hacerse y, sin embargo, los dos conatos de incendio no pasaron de mero susto, hasta el de 1928, trágico y  definitivo.

La noche del 23 de septiembre durante la representación, se desató un incendio que culminó con un trágico desenlace.

De los 67 cadáveres recuperados del interior por los bomberos ese día, 54 cuerpos fueron encontrados en una longitud de dos tramos de la llamada "escalera trágica".
La cifra fue aumentando a medida que pasaban los días, estimando que pudieron ser entre ochenta y noventa los fallecidos.

Pretendieron reconstruirlo; pero poco a poco se fue olvidando la idea, y hoy vemos en su lugar un Banco.

Plaza de La Cebada, siglo XVI

http://madridrocks.iessapereaude.com/our-buildings/mercado-de-la-cebada/

Mercado de La Cebada, siglo XIX

http://madridrocks.iessapereaude.com/our-buildings/mercado-de-la-cebada/

 

https://flaneandopormadrid.wordpress.com/2014/07/02/plaza-de-la-cebada/

 

Ningún monumento público hay en la calle excepto La Fuentecilla, situada a la entrada de la calle de la Arganzuela

Noticias inciertas dicen que ya en 1618 existía una fuente, aproximadamente en este lugar, fecha que J. de Quintana lleva a 1629; quizá sea la señalada por Teixeira en las confluencias de las calles del Humilladero y Calatrava. Pero debía de ser muy pobre, pues al hablar del nombre, dice Capmany y Montpalau: “No merece el nombre actual por ser obra monumental”, y supone que “toma su origen del piloncillo que había en medio de la calle, y que mandó quitar el corregidor de Madrid conde de Motezuma, que lo fue  los  años 1814-1816.

La fuente, de aspecto monumental, fue construida en 1816, y las opiniones son unánimes; Mesonero Romanos asegura que es un monumento “fúnebre del gusto”, y Peñasco y Cambronero aluden al “mal gusto”.

Sobre un pilón, en el que desaguan tres caños, hay una masa pesada, de piedra berroqueña, que tiene en uno de sus costados el escudo de la Villa, y haciendo pendant, otro con un dragón. La fachada que da a la calle Toledo tiene a media altura dos fieras: una, un oso (con escamas), que puede significar el oso de la Villa, y otra un dragón, que quizá quiera ser réplica de la sierpe que había sobre el dintel de Puerta Cerrada: Por encima de ellas hay una lápida con la dedicatoria del Ayuntamiento a Fernando VII “el Deseado”. Coronada esta masa por un zócalo que forman cuatro  frontones y sobre  ella hay un entablamento, en el cual están esculpidas las siete estrellas, y sobre ello, apoyándose en dos bolas terrestres,

https://www.comunidad.madrid/cultura/patrimonio-cultural/fuentecilla-calle-toledo

un león que hace repasar  a un visitante todos sus conocimientos de Buffon para identificarle. Lo hizo don Manuel Álvarez con los trozos de la imagen de San Norberto, que remataba el segundo cuerpo de la fachada del derruido –por los franceses- convento  de Premonstratenses.

https://www.secretosdemadrid.es/la-fuentecilla-el-monumento-mas-reciclado-de-todo-madrid/

La fuentecilla, de 1815, fue construida con los materiales de la antigua Fuente de la Abundancia, que fue para la Plaza de la Cebada, y mantiene cierto aire de aquella. Al parecer, en la Fuentecilla hacían permanente guardia los traperos de Madrid, a la espera de recoger los despojos de cualquier montura que cayese muerta en la calzada, para retirarla de la vía pública y vender sus despojos, con excepción de las herraduras, que siempre eran para el dueño del caballo, burro o acémila. Junto a ella no nos podemos dejar la igualmente encantadora farmacia de La Fuentecilla, otro establecimiento de sabor madrileño y al que merece la pena entrar para ver un ambiente de botica antañona. De lo que fue el Cine Toledo apenas queda hoy nada, estando en su edificio hoy instalada la Discoteca Shoko, en el número 86. Fijándonos en su contorno aún podemos imaginar los tiempos gloriosos del cine. Enfrente está la Galería Comercial La Paloma, con todo el sabor setentero, en el número 109. Y de nuevo junto al antiguo cine, enseguida tenemos la entrada trasera de la Iglesia de La Paloma, mejor dicho, la Parroquia de la Virgen de la Paloma y San Pedro El Real, que así se llama. La patrona popular de Madrid y patrona de los bomberos se encuentra en esta iglesia, cuya entrada principal está en la plaza de la Virgen de la Paloma, pero a la cual se puede acceder por este portal abierto, subiendo las escaleras al fondo del patio, entrada esta que pasa inadvertida al visitante ocasional. Junto a ella está también el Colegio la Salle – La Paloma, con sus encantadores muros de patio de colegio añosillo.

 

         En el número 98 se encuentra la entrada accesoria a la iglesia de la Virgen de la Paloma.

         El albergue de San Lorenzo, en la calle del mismo nombre, luego de los Cojos, quizá por los que se albergaban allí.

         Era una especie de moderna alberguería, que no ha resistido la incuria del tiempo, pues según Capmany, en 1863, había sido “últimamente demolido”, y ya ni la calle existe, habiendo pasado a formar parte de la plaza que rodea la puerta de Toledo.

         Frente al albergue, en la esquina de  la  calle de  la Ventosa, se construyó la casa Pabellones, así llamada porque fue cedida a la sociedad de Mejora de Cárceles para establecer un correccional, cosa que nunca se realizó.

Ésta, y muchas otras fuentes de Madrid perdieron buena parte de su vida e importancia con la llegada del agua corriente a la capital. Hasta ese momento, eran centro de reunión de vecinos, los lugares donde nacieron muchas parejas, con conversaciones nerviosas mientras se llenaban los recipientes de agua. Para que os hagáis idea de la importancia de la Fuentecilla para la subsistencia del barrio, llegó a tener hasta 11 aguadores propios. Mirad qué bonita era la vida que se arremolinaba en torno a ella.

https://www.secretosdemadrid.es/la-fuentecilla-el-monumento-mas-reciclado-de-todo-madrid/

         Durante el siglo XV, el matadero se hallaba en el Arrabal, frente a la plaza de la Cebada; lo sabemos porque, al construir doña Beatriz Galindo el hospital de la Latina, comprendiendo el inconveniente de estar los dos establecimientos tan próximos, se ofreció dicha señora a trasladar aquel servicio más a las afueras. El año 1502 los Reyes Católicos autorizaron al Ayuntamiento de la Villa a hacer la traslación, “que parece se llevó  a cabo instalando el Matadero en unas casas de las afueras de la Puerta de Toledo”. Seguramente, allá, en la cabecera del Rastro actual. Conjetura que se verifica con esta noticia de J. de Quintana: “El Rastro está en los confines del lugar a un lado de la Puerta de Toledo”; y después de describirlo, dice: Le sustentan columnas con capiteles y basas de la piedra berroqueña; debaxo de los quales están las escarpias de la carne.” Todavía, en 1598, se llamaba a la  calle de los Estudios, calle del Matadero.

         En el número 108 encontramos el bar Los Caracoles (no confundir con el de la Plaza de Cascorro), donde siempre tienen el puchero de loza lleno de caracoles recién hechos y el ambiente castizo conservado intacto. Los camareros son de buena conversación, y el lugar está lleno de encanto. Casi enseguida estaba, junto a los caracoles, otro local castizo “Las Madreñas”, con un buen par ejemplares de este calzado de madera para la huerta, típico del norte de España, colgando del dintel. Hoy en día, desde hace unos 3-4 años, es un anodino local moderno cuyo nombre no merece ser recordado. ¡Qué falta de gusto!. Por fin, para los amantes del café, recomendamos la cafetería del coqueto aunque moderno Hotel Ganivet.

En Toledo 111 estaba el garaje y hostal Finisterre, que por el nombre ya imaginaréis que era destino de camiones de pescado para el cercano mercado y de sus conductores procedentes de Galicia. Un poco más abajo, en la otra acera, tenemos una serie de casas desalineadas, testimonio de un abandonado, por descabellado, intento de ensanchar la calle de Toledo desde La Latina.

 

 

BODEGONES, MESONES Y POSADAS.

PARADORES. MATADEROS

 

https://www.cinconoticias.com/calle-meson-de-paredes-madrid/

         Hacía 1590 se nos recuerda que hay muchos mesones y paradores de carros… El de mayor densidad  mesonera fue siempre el tramo más próximo a la puerta. Así los menciona Mateo Alemán en su Guzmán de Alfarache: “En esto perdonen los bodegones de San Gil, Santo Domingo, Puerta  del  Sol, Plaza Mayor y calle de Toledo”, aunque sus tajadas de hígado y torreznos fritos malos eran de olvidar”. (Tomo II, pág. 59).

         En 1758 aún subsistían la posada de Uriola, mesón de la Beltrana (pasada la plazuela de la Cebada), mesón de las Negras, mesón de la Parra y el parador de Ocaña.

         Lesage nos lo recuerda así: “Si el señor de Santillana quisiera tomarsae la molestia de ir al mesón de San Gabriel, en la calle de Toledo verá en él a uno de sus mayores amigos”, el depuesto gobernador de Valencia, que sería nombrado virrey de Aragón, Gil Blas. (Libro XV, cap. 12.)

         Barrionuevo narra un episodio curioso: “Trujeron ayer 25-III-1656 de Ocaña un preso por un delito cometido en Villatoba. Venía a caballo con grillos y atado muy bien con una soga a la mula. Llegó a la puerta de Toledo con los arcabuceros, que se quedaron disparando sus arcabuces, por no entrar con ellos cargados. Fue el preso andando, y creyendo que era algún mesón se entró la cabalgadura con él en una ermita que está arrimada a la puerta que se llama de San Lorenzo, donde había otros delincuentes retirados, que cerraron la puerta y apearon, desherrándole. Ha sido cosa graciosa el ver tras esto cargar la justicia toda sobre las guardas, llevándolas a la cárcel, quedarse el otro enjaulado a puerta cerrada, riendo de todos.” (Tomo III, pp. 338-339)

De los datos obtenidos por Mercedes Agulló de los archivos de San Ginés, conocemos la existencia, en el siglo XVII, de los mesones de Aparicio, de Arroyo, de Gracia, de la Tijera, de la Bellota, de la Carbonera, de la Cepeda, de la Encomienda de San Juan, de la Sierpe, de Ugena, del Caballo, del Contador Mena, del Contador Galarza, del Corazón, de Monterrey, de Alonso Montero, del León y el Mesón Nuevo.

José del Corral (Anales del Instituto de Estudios Madrileños (AIEM), 2003) cita los mesones de don Francisco de Torres, de María Cedillo, de Cristóbal Calzada (al final de la calle) todos en el siglo XVII.

En los AIEM, n.º 49, encontramos en 1640 la Casa-Mesón y Parador Grande de Quintana al principio de la calle de Toledo.

Ya en el siglo XVIII Herrero-García nombra los mesones del Ventorro, del Gallego (acera de la derecha), de la Cerradura (¿Herradura?) y de la Aceitera.

 

Puesto que la numeración de la calle ha sido alterada en numerosas ocasiones (hasta 1864 la plaza de la Cebada no tenía numeración propia), hemos creído conveniente situar los establecimientos sobre un plano actual para evitar confusiones y bailes de números. Aunque hemos procurado dar la ubicación exacta de cada establecimiento es posible que, en algún caso, haya alguna pequeña variación.

Dado el limitado espacio que tenemos para este artículo, desgraciadamente se nos van a quedar muchas cosas en el tintero (información sobre los propietarios de los establecimientos, anécdotas, actividad comercial de cada uno de ellos…).

 

En la relación que vemos a continuación, el primer número (en negrita) corresponde al del plano de situación; después está el número actual de la calle de Toledo.

 

Las fechas entre las que estuvieron abiertos los locales son a veces aproximadas, pero lo que es seguro es que tuvieron actividad al menos entre los dos años que aparecen en el listado.

 

         El bullicio y la algarabía ocasionado por el continuo trasiego de personas, animales y mercancías alimentaba el mercado de la Cebada, la Plaza Mayor, el Rastro o la no lejana Plaza de la Paja, y dio vida y ser a toda una profusión de tascas, mesones, paradores y posadas donde hacer noche hasta colocar la mercancía. Fueron varias decenas las que se asentaron en la Calle de Toledo, documentadas al menos desde el siglo XVI, como el Parador de la Torrecilla, en el nº58, el de Ocaña, en el nº62, el de Medina, nº88, el de la Gallinería, en el n.º 100, el de Monroy, n.º 105, de la Cruz, en el n.º 109, de Cádiz, en el n.º 111 y el Parador de la Estrella o de Lillo, en el n.º 115, la Hostería de la Aurora, en el nº60, la Posada de la Parra, en el nº64, de la Beltrana, nº66, de la Úrsula, en el nº92, de la Herradura, en el n.º 96, Posada de Pinto, en el n.º 83, de San José, en el n.º 99, el Mesón del Soldado, nº82-84, de la Acemilería, nº86-88, o de San Antonio, n.º 102, por mencionar tan solo los que daban a la propia calle de Toledo.

         En 1953 aún subsistía el parador de Medina y el de la Cruz, hospedería y garaje. “El de mayor densidad mesonera fue siempre el tramo más próximo a la puerta. Fuera d esto se encontraban llos paradores de La Estrella, de El Sol, y de La Luna”.

 

Taberna en la Calle de Toledo esquina a la calle de la Ruda a principios del s.XX. Autor desconocido. Fotografía obtenida del blog Tabernas Antiguas de Madrid.

Merece la pena parar en la plaza de Segovia la Nueva, que apenas da para un semáforo, y mirar hacia la calle de Segovia para ver al fondo las torres de la Basílica de San Miguel, la Plaza de Puerta Cerrada y el caserío de típicos tejados.

            Por aquí encontramos también las tabernas “Los Nobles de Castilla”, “Taberna de San Isidro”, con preciosos azulejos, o la “Taberna Oliveros”, que data de 1857.

         El primer tramo, hoy resultado de la reconstrucción de Juan de Villanueva, tras el incendio de 1790, acogía comercios más distinguidos, así como cafés de postín. El más destacado quizá fue el Café Nacional, inaugurado en 1885 en el número 15, del que se dijo era “uno de los más elegantes de Madrid”. Hoy en día el local que ocupaba es el Restaurante Riazor, marisquería que seguro han visto más de una vez. Como dice nuestra amiga Rosario “esas magníficas vistas al antiguo Madrid desde los balcones de su entresuelo aún son visibles”. En el número 32 (antiguo 40) estuvo el Café de San Isidro, otro café de verdadero postín, de 1863, con su famosa “vicaría” o parte trasera para los amantes discretos. El local está hoy ocupado por un conocido comercio de la cadena Día (antes Simago).

 

El otro café de renombre fue el Nuevo Café de San Millán, ya en La Latina. Pío Baroja, Manuel Machado, Alberti o Maruja Mallo fueron clientes de este gran café. Hoy continúa el Café de San Millán, en el número 67, aunque ya no es ni la sombra de lo que fue. Además, en la contigua calle de San Millán, estuvieron el Café Mercantil y luego la Cervecería La Bobia, que fue la más conocida y más movida de Madrid. En el solar que ocupa el de San Millán, estuvo la antigua Iglesia de San Millán, de 1591 y derribada en 1869. Esta iglesia albergaba la imagen del Cristo de las Injurias, uno de los predilectos por la Santa Inquisición a la hora de procesionar, viniendo su nombre de haber sufrido lo propio a manos de los judíos, según decían.

https://unserenotransitandolaciudad.com/2018/02/19/una-aproximacion-al-madrid-del-siglo-xix/

         Encontramos también algunos comercios tradicionales, como la zapatería Lobo, la cordelería y alpargatería Hernanz, Calzados Carballo, otro establecimiento centenario, o El Botijo, establecimiento que se mantiene en activo desde 1754, aunque migrase desde los soportales hasta el número 35, y haya cambiado su dedicación y, su famosa y castiza decoración, siendo hoy una discreta droguería. No podemos dejar de mencionar aquí algunos comercios nuevos pero muy originales, como la tienda de camisetas frikis “El Señor Miyagi” o la maravillosa tienda “Curiosity shop”, entrando un poco en la transversal Calle de los Latoneros. Además, echamos de menos “El Aventurero”, tienda de tebeos que estuvo en el número 15, entre los soportales, y que era todo un templo para los aficionados.

        

En el número 108 encontramos el bar Los Caracoles (no confundir con el de la Plaza de Cascorro), donde siempre tienen el puchero de loza lleno de caracoles recién hechos y el ambiente castizo conservado intacto. Los camareros son de buena conversación, y el lugar está lleno de encanto. Casi enseguida estaba, junto a los caracoles, otro local castizo “Las Madreñas”, con un buen par ejemplares de este calzado de madera para la huerta, típico del norte de España, colgando del dintel. Hoy en día, desde hace unos 3-4 años, es un anodino local moderno cuyo nombre no merece ser recordado. ¡Qué falta de gusto!. Por fin, para los amantes del café, recomendamos la cafetería del coqueto aunque moderno Hotel Ganivet.

En Toledo 111 estaba el garaje y hostal Finisterre, que por el nombre ya imaginaréis que era destino de camiones de pescado para el cercano mercado y de sus conductores procedentes de Galicia. Un poco más abajo, en la otra acera, tenemos una serie de casas desalineadas, testimonio de un abandonado, por descabellado, intento de ensanchar la calle de Toledo desde La Latina.

Dibujo (alegoría del Madrid de la segunda mitad del siglo XIX) con varios tipos castizos ante el Cafe Suizo, con un cartel de la proclamación de la República Federal.

LA PUERTA DE TOLEDO ACTUAL

         Llegamos a la actual Puerta de Toledo, también dedicada a Fernando VII, que parece que las dedicatorias al rey felón y mamarracho se concentran en buena parte en esta calle, y mira que son escasas en Madrid. La puerta celebra la victoria contra los franceses, y hoy en día ocupa el centro de una rotonda rodeada de calzada, donde antes fue puerta de acceso con su muralla para asegurar el portazgo, o sea, el cobro a los que llevasen viandas u otros bienes a la Villa. La rocambolesca historia de su letrero y su cápsula del tiempo mejor os la contamos otro día. La Puerta de Toledo, erigida entre 1813 y 1827, es sin duda alguna uno de los símbolos de Madrid.

Puerta de Toledo, 1934

https://www.secretosdemadrid.es/fotos-antiguas-puerta-de-toledo-1934/

Puerta de Toledo con el Matadero a la derecha y una taberna a la izquierda

http://tabernasantiguasmadrid.blogspot.com/2016/04/galdos-y-las-tabernas-de-la-calle-de.html

Puerta de Toledo, 1879. (J.Laurent, Archivo Ayto. Madrid).

https://cosasdelosmadriles.blogspot.com/2015/06/curiosa-historia-de-la-puerta-de-toledo.html

 

La Puerta de Toledo. Autor anónimo. Fotografía obtenida del Archivo Fotográfico de la Fundación Telefónica.

Hasta llegar a la actual, hubo varias Puertas de Toledo, al menos una inmediata al Hospital de La Latina, en la cerca de Felipe IV, cercana al primer matadero de El Rastro, otra en la confluencia de la Calle de la Sierpe, y quizá otra a la altura de la Calle de la Ventosa. Lo mismo pasó con los cadalsos, como ya hemos mencionado, y de nuevo lo mismo con los sucesivos mataderos de carne. Resulta curioso trazar una línea más o menos recta desde lo que fue el primer matadero, el del cerro de Cascorro; pasando luego por el inaugurado en 1855, ubicado en la Puerta de Toledo, en el lugar del actual edificio del mercado de pescados; pasando después por el Matadero inaugurado en 1928 junto a Legazpi (hoy centro cultural, de exposiciones, y sede municipal), hasta llegar a Mercamadrid, inaugurado en 1982.

Sin embargo, antes del matadero y mucho antes del mercado de pescado, junto a la Puerta de Toledo hubo, desde 1598, un albergue para enfermos, inválidos y menesterosos llamado de San Lorenzo. Quizá por ello se conocía a la vecina calle del Capitán Salazar Martínez como calle de los cojos, dicen que alguno de ellos compañero de armas de Cervantes.

El Mercado Central de Pescado de la Puerta de Toledo fue celebradísimo por su olor y el traqueteo nocturno de los camiones que permitieron hacer de Madrid el mejor puerto de mar de España. Como hemos dicho, antes fue matadero, famoso por las correrías de los galopines que emulaban las gestas taurinas cuando metían el ganado. Últimamente se ha establecido un mercado de antigüedades de escaso éxito, que hoy comparte con instalaciones de la Universidad Carlos III, y que sin duda está pidiendo un replanteamiento. En la plaza frente al mercado, se organiza otro semanal de productos ecológicos. Y por detrás, de nuevo, damos paso a la zona más baja de El Rastro, con calles que merece la pena explorar, dando a la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo, que por lo visto asomarse allí desde esas callejuelas castizas era descubrir todo un nuevo mundo. Al otro lado tenemos la Biblioteca Pedro Salinas, la principal de la red de la Comunidad de Madrid. Antes hubo por aquí edificio que terminó siendo cuartel de la Guardia Civil.

Además, en la glorieta, tenemos que mencionar la Mantequería Andrés, un establecimiento tradicional que tiene placa municipal señalándolo como tal, quizá el situado más al límite de lo que fue la ciudad antigua. Sus delicatessen de toda la geografía española hacen las delicias de grandes y pequeños, y el trato familiar (pues todos son familia) lo hacen un sitio imprescindible. Sin moverse de la glorieta, en el enlace con la ronda de Segovia, está el pintoresco Parque de Bomberos número 3, un edificio de 1904 que bien mirado parece un pequeño castillo de cuento, sin duda el más cercano a su patrona la Virgen de la Paloma. En este lugar hacen su exhibición cada 15 de agosto. Y, junto a los bomberos, un buen trozo de la cerca de Felipe IV que suele pasar inadvertida, pero que merece echarle un vistazo y alguna foto. Además, justo enfrente, os podéis tomar una cerveza en Abadía Beers, uno de los mejores lugares para hacerlo en Madrid (con el permiso del mítico La Tienda de la Cerveza, en Maldonadas, 5) para muchos la meca de la cerveza en Madrid, en La Latina, que nos lo habíamos pasado. Por cierto, que en el número 72 de nuestra calle tenemos escondido también en lugar insospechado otro trozo de muro, esta vez de tiempos Felipe II.

El tramo desde la actual Puerta de Toledo hasta el puente, trazado también en tiempos dieciochescos, se llamó Paseo de los Ocho Hilos hasta principios del siglo XX, debido a las ocho hileras de árboles que lo adornaban. Termina en la Glorieta de las Pirámides, las cuales, según algunos, son de inspiración masónica, como el vecino paseo de las Acacias. Las pirámides fueron diseñadas por Francisco Javier de Mariategui en 1830 junto a la cabeza del Puente de Toledo, aunque hoy no conservamos más que un rastro del proyecto original. El puente, edificado a su vez entre 1718 y 1732 según proyecto de Pedro de Ribera para salvar el río Manzanares, es posiblemente el más bonito de Madrid, y está presidido por dos esculturas de San Isidro y Santa María de la Cabeza, ambas de 1723.

         Algún que otro accidente de tranvía desbocado por la pendiente de bajada (y también de coche) hemos tenido en esta empinada cuesta, actual desafío para los ciclistas con su flamante (y poco utilizado) carril bici. Este tramo, de edificación más moderna en su mayoría y en auge en la actualidad tras la construcción del llamado “Pasillo Verde”, fue antiguamente zona industrial, con el paso del tren, el almacén de carbón y estación de Imperial, la estación de Peñuelas, la fábrica de la Mahou, la no muy lejana fábrica de motores de Isaac Peral (hoy un vivero de empresas de Google) o el barrio de las Injurias, famoso núcleo de verdadera miseria, ya junto al río, en la antigua dehesa de la Arganzuela, cuyos restos se integran en el nuevo Madrid Río. Aunque no lo crean, nosotros notamos una energía diferente bajo esos árboles en concreto, con sus mesas urbanas en estilo de los años 70 para echar la partida. Es de destacar aquí la cercanía del Estadio Vicente Calderón, de próxima y, para muchos, triste desaparición. También el Colegio Joaquín Costa, que lo fue de la Institución Libre de Enseñanza y que logró cosas como que los pobres niños de las lavanderas del barrio de las injurias visitaran a Velázquez en el Museo del Prado. En la cercana Plaza de Francisco Morano está la sede de la Agencia Municipal de Empleo, que ocupa una bonita casa que se alzó para cuidar a los niños de las lavanderas mientras estas se dejaban las manos en las heladas, aunque escasas, aguas del Manzanares.

Perspectiva del Barrio de las Injurias, junto a la actual zona de Pirámides, a la izquierda del Puente de Toledo. Autor desconocido por nosotros. Fotografía obtenida del blog Secretos de Madrid.

Otra imagen, verdaderamente triste, de cómo era la penosa vida de los habitantes del Barrio de las Injurias, por fortuna desaparecido. Autor desconocido por nosotros. Fotografía obtenida del blog Secretos de Madrid.

En otro orden de cosas, y de casas, destacamos, en el número 122 de la calle de Toledo, una bonita casa de estilo dizque neomudéjar, con una torrecilla con su reloj y todo, que es muy interesante, a pesar del pegote para ampliar altura que le han puesto sin ningún sentido del ridículo, y que parece le ha dado cierta inestabilidad. En sus bajos hay un restaurante riojano que merece una parada. En el número 135 encontramos un negocio de los de toda la vida, la Peluquería de Caballeros Javier Pérez, lugar de aseo y encuentro para vecinos de todas las edades. A la altura del 143-145, más abajo de la Puerta, existió hasta hace pocas décadas una estación de autobuses de media y larga distancia, donde hoy hay un Supercor ¡quién lo diría!. También por aquí destacamos la tienda Generación X Imperial, en la calle de Santa Casilda, los restaurantes de barrio El Rincón del Bierzo y El Mirador de San Isidro, este último uno de los templos vivientes de la casquería madrileña y la ración de libro. Ambos están ya alejados de la zona más habitual de turismo, como otros en los aledaños del Calderón, frente al nuevo y flamante Madrid Río, al final de la calle y con muy buenos precios.

Los antecesores del nefasto “botellón”, junto al Puente de Toledo, en 1910. Autor desconocido. Fotografía obtenida del blog Madrid me mata.

Si nos metemos por San Isidoro de Sevilla, a la izquierda, enseguida llegaremos a lo que fue el Campo del Gas, lugar de peregrinación para amantes del boxeo y la lucha libre hasta hace no tantos años, que tomó su nombre de la zona baja de los aledaños de El Rastro donde hubo una fábrica de gas (queda una torre de ladrillo de la fábrica en el parque que lo recuerda, de no muy recomendable visita).

Y por cierto, en el extremo último de la calle Toledo, junto a las Pirámides, hay un coqueto jardincillo dedicado nada menos que a Doña Concha Piquer, con una pequeña escultura de cabeza de fauno o algo por el estilo. La puerta de entrada de este jardincito, bastante notable, es la original de la fábrica de Construcciones Aeronáuticas S.A. (CASA), que ocupaba toda la manzana.

Tantas y tan variopintas son las cosas que pueden explorarse paseando por la calle de Toledo, y a fe que nos hemos dejado cosas. Esperamos de corazón que os haya gustado. Terminamos con esta coplilla popular que lo fue:

Al echar Dios al mundo

la sal y el garbo

cayó la mayor parte

en este barrio

Olé, salero,

de las calles del mundo,

la de Toledo.

 

https://visitandomadrid.wordpress.com/category/puerta-de-toledo/


Fradejas Lebrero, José, Calle de Toledo, Madrid, Madrid, Espasa-Calpe, S.A., tomo 4, p. 81

https://haztedelalatina.com/calle-de-toledo/

https://www.paseosmadrid.es/447739544

https://sites.cardenalcisneros.es/ciudadarte/index.php/2012/05/08/madrid-teixeira1656-2/

https://www.antiguoscafesdemadrid.com/2014/07/el-cafe-nacional-de-la-calle-de-toledo.html

https://www.antiguoscafesdemadrid.com/2012/09/el-cafe-de-san-isidro-y-la-tienda-del.html

https://cosasdelosmadriles.blogspot.com/2017/11/calle-de-toledo-en-el-origen-de-la.html

https://es.wikipedia.org/wiki/Colegiata_de_San_Isidro

https://www.revistamadridhistorico.es/2017/02/paradores-mesones-y-posadas-en-la-calle-toledo-desde-el-siglo-xvi-al-xx/

http://tabernasantiguasmadrid.blogspot.com/2013/

http://www.podcastizo.com/2019/04/podcast91/

http://www.podcastizo.com/2019/04/podcast91/?cn-reloaded=1










































































 
























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