jueves, 18 de octubre de 2018


Cuba, emporio y colonia

La disputa de un mercado interferido 1878-1895
José A. Piqueras

José Luis Panizo Galindo (UAM)

El eje de la presente obra lo constituye el estudio de las relaciones económicas y sociales en Cuba, la definición de intereses, su contraposición y defensa, el modo y el tiempo en que fueron atendidos o desasistidos. De este modo, el estudio de Piqueras nos acerca a la comprensión del funcionamiento efectivo de la práctica colonial.
    Reune una serie de estudios anteriores de José A. Piqueras, frutos de sus investigaciones en archivos españoles y cubanos. Como se puede apreciar las publicaciones coetáneas (fuentes impresas), junto a la prensa periódica, o a la revisión de publicaciones oficiales, como por ejemplo, la  Estadística general del Comercio exterior de España con sus provincias de Ultramar y potencias extranjeras (1868-1897)”, integradas por el autor, que se revela como un conocedor de la historiografía cubana clásica y reciente, con especial referencia al periodo comprendido entre la Paz de Zanjón (que puso fin a la Guerra de los Díez Años) hasta el comienzo de la Guerra de Independencia: Le Riverend, Moreno Fraginals, o Leví Marrero,(1) entre los primeros; y Balboa Navarro, Barcia, Fernández Prieto, Márquez Dolz, García Álvarez, Iglesias García, o Zaneti,(2) entre los segundos. Tampoco se debe olvidar los estudios publicados en EE.UU., como el de Bergard, Dye,  entre otros.(3)

(1) Le Riverend, J. (1974, 4ª. Ed.): Historia económica de Cuba, Instituto Cubano del Libro, La Habana. Moreno Fraginals, M. (1978): El ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar, Edit. De Ciencias Sociales, La Habana (reed. De Crítica, Barcelona, 2001); o del mismo autor, (1995): Cuba-España, España-Cuba. Historia común. Crítica, Barcelona; y (2000): Economías y sociedades de plantaciones en el Caribe español 1830-1930). En Bethel, L. (Ed.), Historia de América Latina 7. América Latina: economía y sociedad, c. 1870-1930, Crítica Barcelona. Marrero, L. (1972-1992): Cuba: economía y sociedad 1763-1868, Playor, Madrid.
(2) Balboa Navarro, I. (2000): Los brazos necesarios. Inmigración, colonización y trabajo libre 1878-1898. UNED de Valencia-Fundación Instituto de Historia Social, Valencia; Barcia, M.C. (1998): Élites y grupos de presión. Edit. Ciencias Sociales, La Habana; Fernández Prieto, L. (1998): Díez nuevas miradas de la Historia de Cuba, pp. 151-177; García Álvarez, A. (1990): La gran burguesía comercial en Cuba 1899-1920. Edit. De las Ciencias Sociales, La Habana; Iglesias García, F. (1998): Del ingenio al Central. Universidad de Río Piedras, San Juan; Márquez Dolz, M. A. (2002): Las industrias menores. Empresas y empresarios en Cuba 1880-1920. Editora Política, La Habana; Zanetti Lecuona, O. (1998): Comercio y poder. Relaciones cubano-hispano-norteamericanas en torno a 1898. Casa de las Américas, La Habana; y Zanetti y García Álvarez (1987): Caminos para el azúcar. Edit. De Ciencias Sociales, La Habana.
(3) Bergad, L. W. (1990): Cuban Rural Society in the Ninetheenth Century.The Social and Economic History of Monoculture in Matanzas. Princenton University Press, Princenton; Dye, A.D. (1998): Cuban sugar in the Age of Mass Production. Technology and the Economics of Cuban Sugar Central, Stanford University Press, Nueva York.

Cuba, emporio y colonia…intenta ser una aportación a la comprensión del pasado cubano, desde el presupuesto de la mutabilidad del modelo colonial inicial, establecido a comienzos del siglo XIX, tanto de la perspectiva de la colonia, como, por supuesto, desde los intereses de la metrópoli. Es necesario someter a discusión el régimen colonial, de un lado, y, lo es igualmente, de otro, el correcto tratamiento de la situación económica de la isla, en el período de entreguerras colonial, y su inserción en la economía mundial.
    En la interpretación del pasado anterior a la independencia, en Cuba, tuvo enorme repercusión, después de 1959 la teoría de la dependencia y, en consecuencia fue un factor explicativo básico la ausencia de una burguesía nacional independiente, que hubiera podido cambiar la orientación de la misma.
    Cuba se había adelantado al resto de Latinoamérica como país monoexportador periférico y dependiente. Para explicar el triángulo EE.UU.-Cuba-España se recurrió a la teoría de la doble metrópoli, que se justificaría por el atraso español para realizar las funciones de potencia capitalista colonial. No solo habría habido incapacidad, sino también insensibilidad de la metrópoli para auspiciar las transformaciones que tuvieron que producirse en la industria azucarera a fines del s. XIX. En el punto de partida (1818), Cuba habría obtenido, frente al sistema colonial español anterior, la prerrogativa de vender directamente al exterior, aunque esa circunstancia se acompañase, inmediatamente (1821) de una política arancelaria que de hecho reservaba el mercado antillano a la metrópoli, junto con una intervención en el sistema de transporte (derechos diferenciales de bandera), que sofocaba, aún más, las posibilidades de la economía cubana. Como sintetiza Piqueras, al referirse a este modelo de explicación:


    “En un siglo de constante expansión de la demanda azucarera, Cuba aprovechó en pequeña escala las ventajas comparativas que le proporcionaba haberse convertido en el principal productor mundial de dulce: el sistema colonial impidió capitalizar lo bastante y generó una oligarquía política y económicamente dependiente…” (4)

(4) Piqueras, José A. Cuba, emporio y colonia. La disputa de un mercado interferido (1878-1895). México, F.C.E., 2003. p. 25



    Esta oligarquía extraería sus capitales y facilitaría la entrada, entre 1878-1895, del capital americano, dando pie a la situación posterior de “neocolonia”. Para el historiador valenciano es necesario volver sobre el período anterior a la independencia y tratar de explicar los cambios que se producen en la sociedad cubana, la modernización industrial y el papel jugado por la burguesía isleña en el mundo internacional. Efectivamente, estamos ante un mercado interferido por los intereses metropolitanos, en una coyuntura internacional de grandes cambios en lo que al azúcar se refiere –peso cada vez mayor de la industria remolachera europea con exportaciones subsidiarias, aparición de nuevas regiones cañeras en la América Continental y en el Pacífico, abolición definitiva de la esclavitud, modificaciones en la demanda mundial, caída general de los precios del azúcar-, ante lo que la burguesía criolla y peninsular, establecida en Cuba, tuvo que reaccionar: tratando de un lado, de producir más y más barato (reestructuración industrial) y de conseguir, de otro, el apoyo del Estado español, en defensa de sus intereses, en competencia de los grupos organizados metropolitanos.
    Como decía, el libro se compone de 9 capítulos escritos a lo largo de una década, en los que se procede a revisar el período que va desde la Paz del Zanjón, que puso fin a la denominada Guerra de los Díez Años hasta la reanudación de las hostilidades que habría de conducir al abandono de la Isla por España (los comienzos de la Guerra del 98).

    En el capítulo 1°, “Tiempo de cambio en la colonia, 1878-1895” (pp. 37-73)
Se formula la tesis de que estamos ante la etapa de transformaciones económicas-sociales (del ingenio al central) y políticas más importantes de la historia contemporánea de Cuba, por lo menos hasta 1959: fin del orden esclavista, aparición de una burguesía industrial y agraria, acercamiento en los noventa a EE.UU. (en 1877, se concentraba en este país el 80% de las exportaciones cubanas), e intento de adaptaciones sucesivas por parte de la metrópoli, para asegurar el dominio de la colonia (del asimilismo al dominio).
  
     En el capítulo 2°, “Los cauces de representación de intereses en condiciones coloniales: los grupos de presión” (pp. 75-97)
Se realiza una incursión metodológica que posibilite el análisis de los intereses corporativos (grupos de presión, grupos de intereses, grupos de promoción), aplicable a los modos de intervención de la sociedad cubana en la política española. Especial interés adquieren la Junta de Hacendados, La Unión Constitucional, el Partido Español que se aprovecha del hecho colonial (servicios financieros y el transporte marítimo) ramificando sus intereses en la Península.
    En el capítulo 3°, “Los beneficios de la metrópoli en el sistema colonial español” (pp. 99-121)
Intenta redefinir el marco de las relaciones hispano-cubanas, en el contexto del imperialismo europeo. La ausencia de un proyecto global de reorganización de la política colonial, junto a las circunstancias adversas del mercado mundial del azúcar, inclina la balanza del lado de los intereses peninsulares. Por otro lado, el proteccionismo intenso de la política de EE.UU. –instrumentado para obtener una presencia mayor en el mercado cubano- , reducirá igualmente el margen de maniobra del gobierno español. La parte sustancial de este apartado se centra en el análisis de la formación de la renta colonial por parte de España: sostenimiento de la administración colonial (militar y civil): el ingreso básico procedía de las aduanas – 57,2 ptas./habitante frente a las 18 ptas./habitante de EE.UU.-, secundado por la capacidad de endeudamiento; precisamente la amortización e intereses de la deuda eran una fuente de ingresos básicos del capital financiero (Banco Hispano-Colonial y el Banco Español de la Habana); el tercer elemento de la renta colonial procedía de las contratas del Estado (líneas de vapores); en el saldo positivo de la balanza comercial para la Península (leyes de relaciones comerciales de 1882), el cuarto elemento; en el trasvase de capitales (beneficios y patrimonios junto a las remesas de los emigrantes), se sitúa el quinto elemento; finalmente, hay que referirse al impulso dado a la flota marítima española, en el que jugó un papel esencial el vértice norteamericano de las relaciones con Cuba. La conclusión me remite a una dependencia mayor de Cuba de los EE.UU., pero también, y este es un aspecto poco valorado normalmente, al incremento de la renta colonial española en la década de los noventa.
    En el capítulo 4°, “Las condiciones de la actividad económica y las relaciones de poder” (pp. 123-159)
Aquí se analizan las reinvidicaciones antillanas frente a la metrópoli y las diferentes respuestas que en el tiempo se van dando a estos problemas: las cargas derivadas del coste de la guerra de 1868-78; el precio excesivo del vínculo colonial; una presencia mayor de la producción cubana en el mercado peninsular; la necesidad de contar con la ayuda del Estado para obtener unas condiciones favorables en el comercio con EE.UU.; la defensa de otros mercados mediante la rebaja de los aranceles.
  
   En el capítulo 5°, “Los tratados de comercio con los Estados Unidos” (pp. 161-186)

    “Si la historia de la colonia no puede entenderse sin sus relaciones con la metrópoli, la evolución de Cuba no puede explicarse en esta época sin tener presente la situación interna de los Estados Unidos y la evolución de su política económica, dictada como pocas veces antes por los intereses organizados que presionaban sobre el Congreso y el Ejecutivo”. (5)
Durante los 80 se registra una mayor propensión de los gobiernos norteamericanos a escuchar a los grupos de intereses y se concibe una estrategia general, con la mirada puesta de modo especial en Cuba, de una política proteccionista extrema, aliviada con acuerdos bilaterales de reciprocidad. Solo desde este contexto, podemos entender las negociaciones de 1883-84 que condujeron al modus vivendi (supresión del derecho diferencial de bandera con los EE.UU., acompañado de una reducción sustancial de los derechos de importación en Cuba a los productos americanos) frustrado en 1886; e igualmente el Hill MacKinley (mayo de 1890) –denunciado cuatro años después- y el tratado comercial hispano-norteamericano de 1891 que acompañado de un aumento del arancel que gravaba al resto de las importaciones extranjeras, daría lugar a una hegemonía compartida, en el mercado cubano, de norteamericanos y españoles.
    En el capítulo 6°, “Capitales en el azúcar. Rentabilidad económica y oportunidad de inversión” (pp. 187-214)
Se ocupa de los cambios del mercado mundial del azúcar y de la respuesta de las tres partes (Cuba, España y EE.UU.). La “revolución del azúcar” tiene que realizarse en un marco condicionado, -además de por las condiciones del mercado mundial (en el que se dieron políticas comerciales contradictorias: Inglaterra suprimiría el arancel importador (1874), mientras que el resto de los países europeos, incluida España, y los EE.UU. entrarían en una fase de férreo proteccionismo), como factor básico-, por la política metropolitana (cargas fiscales y derivadas del pago de la deuda), ausencia de un sistema financiero adecuado, y exigencias, cada vez más fuertes, del trust refinador norteamericano. Los cambios estructurales en Cuba se aplazaron al final de la primera guerra, en 1880. La isla  asumió una función subsidiaria de la industria refinadora norteamericana, pasando a exportar, principalmente, azúcar crudo. Se hacia necesario un tratado comercial y una situación de estabilidad posterior. El problema no es la ausencia de capitales para la modernización del complejo agroindustrial cubano, sino de la transferencia permanente de estos a Europa y EE.UU., proceso que se había iniciado desde los comienzos de la guerra del 68:
“Asistimos a una cuidada estrategia de diversificación de activos que conduce a situar en el exterior parte del patrimonio acumulado en la trata, el azúcar y el comercio, debido a la atracción que ejercen los negocios en Inglaterra, Francia, Estados Unidos y España”. (6)
   
    En el capítulo 7°, “Mercado protegido y consumo desigual” (pp. 215-245)
Aborda una de las cuestiones más firmemente asentadas de la historiografía cubana: “Incapacitada para explotar colonialmente a Cuba… España se dedicó a esquilmarla”, que escribiría Moreno Fraginals. Piqueras realiza un análisis de las balanzas comerciales entre Cuba y la metrópoli. Para empezar, el mercado peninsular no es un mercado estancado (entre 1860 y 1890 el PIB español experimenta un incremento del orden del 76%; el producto por habitante crece en España entre esas mismas fechas un 56%. La renta per cápita habría pasado de 380,1 pesetas (pesetas constantes de 1913) a 511,6 pesetas, lo que representa un aumento del 35% en treinta años) (El autor acude a las cifras de Prados, Carreras y otros como argumento de autoridad) (7) aunque lo sea para la economía cubana (el descenso de los precios del mercado mundial y los intereses organizados de los azucareros españoles). En el mundo proteccionista de fines de siglo, difícilmente España hubiera podido asumir el papel de intermediario, en los mercados europeos, del dulce cubano. La importancia, a la inversa, de Cuba para la economía española, no debe medirse por el volumen absoluto de los intercambios, sino por la incidencia que tuvo en sectores que se hallaban en crisis o en trance de transformación, y la isla contribuyó a mantener actividades de bajo nivel técnico y empresarial. Por otro lado España se vería ampliamente favorecida por las exportaciones cubanas a EE.UU., que se traducirían en un incremento de la demanda de productos metropolitanos.

(5) Ibid., p. 161.
(6) Ibid., p. 208.
(7) Ibid., pp. 218-219.

    En el capítulo 8°, “La naturaleza de los cambios y la estructura del comercio de importación” (pp. 247-273)
Vuelve a incidir sobre el planteamiento anterior, pero acercándose más a el objetivo. Obtengo una visión nueva de la realidad cubana, en la que los sectores que producen para el mercado interno han adquirido más relevancia, a la vez que han producido una concentración mayor del sector exterior, con una presencia cada vez más importante del capital norteamericano.
    Finalmente en el capítulo9°, “Voces interesadas. Patria y utilidades en las postrimerías de la colonia” (pp. 275-311)
En los capítulos precedentes se analiza el volumen y las características de los intercambios comerciales entre la Isla Y la Península en las últimas décadas de dominio colonial, también se hace una lectura política. El comercio español se había especializado en el consumo popular (emigrantes negros, trabajadores del campo y de la ciudad, y sectores bajos de las clases medias). Se había realizado un discurso político que sobrevaloraba la dominación mercantil española, impidiendo las buenas relaciones con los EE.UU. España consiguió por dos veces restaurar el modus vivendi con EE.UU., superando las dificultades internas que se abrían en Cuba, pero no tuvo tiempo para restablecerse una tercera vez, en 1894, la confianza de la sociedad cubana y se vio envuelta, de nuevo, en una guerra colonial, ésta vez definitiva. El discurso de la cautividad y del monopolio económico metropolitano, aunque como demuestra Piqueras, no sea cierto, si parece que tuvo virtualidad política con el pánico de 1894.
    Si los elementos más significativos de los grupos económicos insulares eran políticamente integristas –concluye Piqueras-, partidarios de una integridad nacional que comprendiera Cuba y Puerto Rico en la nación española, los intereses materiales que la pertenencia a España debía asegurar les llevaba a reclamar del Estado medidas favorables que podían entrar en colisión con los intereses de la propia metrópoli. Los intereses económicos, tan importantes y a menudo tan vulnerables, llevó a estos auténticos “colonos” a actuar conforme se puede esperar de una clase que hacia de su condición de españoles fuente de privilegios, pero que en la práctica subordinaba su identidad nacional a la obtención y conservación de beneficios. (8)

(8) Ibid., pp. 309-310

Para obtener esos beneficios no dudaron en construir el discurso político del monopolio comercial y de la explotación colonial. Si el primero de los términos no era correcto, si el segundo, aunque ellos mismos fuesen los principales protagonistas de la misma.
    Trato con esto de entender un poco, la dimensión en la cual se produjeron unos cambios, por malos gobiernos o por la situación política de la Corona que, pienso, no supieron aprovechar. Peor si fue aprovechado por EE.UU., espero que me haya salido bien trate y puse todo mi empeño en entender.

BIBLIOGRAFIA

Piqueras, José A. Cuba, emporio y colonia. La disputa de un mercado interferido (1878-1895). México, F.C.E., 2003.

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