LOS MAGONISTAS EN LA
PROTESTA
anarquismo en México, 1906-1929
Primeras noticias
Desde 1910, en el extremo austral del continente americano, los
acontecimientos de México fueron objeto de aguda observación por parte de
segmentos diferenciados de la dirigencia política argentina. De ello da cuenta
el sostenido interés con que la prensa periódica siguió las noticias de México
y el espacio dedicado en editoriales y primeras planas. Esta situación no fue
ajena a la tangencial participación de los gobiernos de Argentina, Brasil y
Chile en el conflicto mexicano-estadounidense a través de la conocida mediación
del abc en 1914, pero tampoco al hecho de que el desembarco norteamericano en
el puerto de Veracruz permitió que sentimientos de pertenencia a un ámbito
continental se expresaran mediante una amplia movilización en apoyo a México,
donde sectores medios, sobre todo estudiantes universitarios, desplegaron una
solidaridad teñida de fuertes tonos arielistas.
Sobre el conjunto de la dirigencia política argentina, sólo la
jefatura del anarquismo no mostró sorpresa por la explosión revolucionaria de
1910, lo cual se debió a la existencia de una difundida red de contactos entre
la militancia libertaria. En este intercambio de informaciones, los anarquistas
de Buenos Aires y Montevideo, por lo menos desde 1906, establecieron
comunicación con los líderes del Partido Liberal Mexicano (PLM).
Entre el movimiento obrero argentino, los anarquistas jugaron un
papel destacado en el que llegaron a alcanzar una posición hegemónica,[ 1 ] acción acompañada de una significativa obra de difusión
del pensamiento libertario, que se manifestó en la extensa literatura que
publicó y exportó a otros países. Max Nettlau llegó a expresar que Buenos Aires
era un punto editorial tan importante que, en 1910 se publicaron tantos
folletos y libros de propaganda anarquista como en Barcelona, máximo centro
mundial en publicaciones.[ 2 ] Exponente de ello
fue La Protesta, fundado
en 1897, y desde 1904, uno de los pocos diarios con que contó el movimiento
anarquista global.
El alto grado de difusión de las ideas anarquistas en Argentina
no tuvo como correlato un nivel teórico y político de la misma envergadura. El
crisol de nacionalidades sobre el que se constituyó la clase obrera argentina,
y su exclusión del sistema institucional de poder, posibilitaron que el
anarquismo echara raíces; sin embargo, fue incapaz de pensar teórica y
prácticamente en los caminos que condujeran a una transformación revolucionaria
de la sociedad argentina. En otras palabras, una doctrina como la anarquista,
que fundamentó su análisis de la explotación y la lucha de clases a partir de
los principios abstractos de justicia y libertad, no pudo reflexionar sobre los
instrumentos necesarios para superar la limitación constitutiva de la clase
obrera, y en consecuencia, elaborar una teoría de la revolución basada en el
análisis concreto de la naturaleza del Estado argentino. Nadie mejor que Diego
Abad de Santillán ha expresado esta situación al indicar que: "se han
divulgado ideas, pero no se ha pensado; el movimiento anarquista argentino fue
un vehículo excelente, pero no ha ofrecido al mundo mucho de original".[ 3 ]
Ahora bien, estas circunstancias no fueron obstáculo para que la
Revolución mexicana se instalara en la prensa libertaria con singular
presencia. En efecto, desde 1906 La
Protesta insertó en sus páginas artículos extraídos de Regeneración. Los
hermanos Flores Magón, Praxedes Guerrero y Juan Sarabia aparecían como los
referentes de una organización de corte revolucionario, por lo que sus
proclamas fueron reproducidas como el mismo Programa del PLM. Así, para la militancia anarquista, los
puntos de coincidencia con el magonismo cimentaron lazos de solidaridad e
identificación.
La irregularidad con que apareció La Protesta, debida a la
represión gubernamental y a las dificultades propias de la distancia, obstruyó
un intercambio directo de información con los magonistas. A pesar de ello, los
libertarios argentinos no ahorraron líneas en su publicación. Cualquier
reproducción de noticias referidas a México en la prensa seria de Buenos Aires,
dio pie para aventurar opiniones. Fue el caso, por ejemplo, del levantamiento
magonista en Coahuila y Chihuahua en 1908. Sin más información que las
transmitidas por los cables, La
Protesta se apresuró a celebrar "el estallido de una
Revolución capaz de trastornar el orden en aquella república".[ 4 ]
Los comunicados del PLM fueron recibidos con marcada intermitencia. En junio de
1909 se publicó un detallado llamado a la solidaridad con el pueblo mexicano
"cansado de tanta miseria y de tantas humillaciones". Tanto el
conflicto de campesinos levantados en armas en San Andrés, Chihuahua, como el
accionar coordinado de trabajadores norteamericanos y mexicanos en apoyo a la
Revolución, fueron objeto de una minuciosa descripción. El comunicado concluía
con la solicitud de desarrollar una amplia propaganda en favor de la
Revolución, en el entendido de que "la libertad política de México, no
será posible sin antes expropiar a la burguesía, y tomar posesión de los medios
de producción y cambio".[ 5 ]
La visión del orden porfiriano no fue más que una reproducción
de los informes que se leían en Regeneración. Fue
así que, cuando en 1910 analistas de la prensa oficial y oficiosa buscaron
explicaciones al sorpresivo derrumbe del gobierno de Díaz, los anarquistas
echaron mano a sus viejas lecturas de Regeneración y
rápidamente comenzaron a destacar "las profundas raíces sociales" del
movimiento revolucionario en México.
Los acontecimientos mexicanos de 1910, encontraron al anarquismo
argentino bajo los efectos de una crisis de la que ya nunca se recuperó.[ 6 ] La represión gubernamental
empeñada en desterrar todo indicio de actividad libertaria, destruyó imprentas
y confinó en prisiones a sus principales dirigentes. A pesar de ello, la
dirigencia encarcelada celebró con optimismo la caída de Díaz a través de una
prensa clandestina.
Esta corriente de simpatía fue especialmente estimulada cuando,
en septiembre de 1911, el doctor Juan Creaghe,[ 7 ] atraído por las noticias
que llegaban desde México, abandonó su consultorio y se embarcó hacia Los
Ángeles para reunirse con el grupo editor de Regeneración. Desde este periódico dirigió
un manifiesto a sus compañeros rioplatenses cuyo objetivo fue dar a conocer su
opinión "sobre el movimiento actual en México, como la de uno que ha
tenido oportunidad de formarla con cierto conocimiento de causa". Luego de
indicar la importancia del levantamiento zapatista, Creaghe expresó:
Todo lo
que veis en Regeneración, es
solamente el pálido reflejo de la realidad [...]. En mi concepto, Regeneración debe la
suerte de estar a la cabeza de esta hermosa revolución económica y agraria.
Hasta los más intelectuales de los burgueses declaran en revistas y diarios que
he tenido a la vista, que no podrá haber paz en México hasta que el pueblo esté
en posesión de lo que considera suyo [...]. Regeneración está llevando a cabo una
propaganda verdaderamente necesaria para sostener la causa de la revolución,
pero lucha con grandes dificultades, tiene muy nobles compañeros que la dirigen
y son dignos de apoyo. Vosotros los ayudaréis haciendo honor a la palabra de
vuestro viejo compañero.[ 8 ]
Por su parte, en 1912, la revista semanal de crítica y
arte Ideas y Figuras, editada
por el agitador libertario Alberto Ghiraldo, dedicó un número a la
"Revolución Social en México".[ 9 ] En un extenso artículo titulado "El comunismo en
América en la Revolución de México", escrito probablemente por Ghiraldo,
se hizo una amplia propaganda de la Revolución Mexicana, no sólo a propósito
del PLM, sino además, y muy
especialmente, de la causa zapatista. La publicación transcribió el
"manifiesto" redactado por Creaghe, junto a textos de Kropotkin y
Grave referidos al movimiento mexicano.
El anarquismo argentino no dejó de tener una visión fragmentada
de lo que acontecía en México. Entre las esporádicas publicaciones de artículos
magonistas, la reflexión no encontró un medio para manifestarse, en un ambiente
cercado por una implacable persecución. A esta situación se agregó el
desconcierto ante la disidencia en el campo del magonismo. La fractura
del PLM a principios de 1911
y la polémica en torno a cuestiones fundamentales de la estrategia
revolucionaria,[ 10 ] condujeron a los
anarquistas argentinos a mantener una cautelosa reserva en sus opiniones sobre
México.
Mientras la prensa argentina dedicó a México un espacio
considerable, La Protesta se
mantuvo en silencio. En agosto de 1913, un editorial daba cuenta de ello:
Algunos
camaradas se quejan de que en las columnas de La Protesta no abundan noticias acerca de
la Revolución Mexicana, y tienen razón, puesto que la prensa burguesa trae diariamente
informaciones que establecen irrefutablemente la persistencia de la Revolución
agraria en algunos estados de México. Pero a pesar de eso, nosotros tenemos
razones en no publicar, pues nada sabemos de fuentes revolucionarias [...],
además el fuego de la disidencia parece encenderse cada vez más entre los
camaradas de Los Ángeles, de tal manera se han complicado las cosas que resulta
difícil saber la verdad.[ 11 ]
Los redactores del periódico anarquista requerían noticias
confiables y la oportunidad de conseguirlas se presentó con motivo del viaje a
México de Rodolfo González Pacheco, miembro de la dirigencia anarquista y
asiduo colaborador de La
Protesta.[ 12 ]
González Pacheco, en diversas notas enviadas a Buenos Aires,
analizó la situación mexicana intentando clarificar un panorama del que, hasta
el momento, sólo se tuvieron noticias indirectas por la vía de Creaghe y
de Regeneración desde
Los Ángeles. Producto de aquellas informaciones fue que los anarquistas
argentinos tomaron de modo acrítico la idea de una revolución de base agraria,
suponiendo -y en esto las comunicaciones de Creaghe influyeron sustancialmente-
que el zapatismo era la representación del PLM en el campo mexicano.
Con estas creencias, González Pacheco llegó a México; buena
parte de su estancia la dedicó a escudriñar en la Biblioteca Nacional, de donde
extrajo "la fibra histórica", pero también declaró haber estado
"en la calle hablando con los hombres", de donde, con seguridad,
recogió las impresiones que habría de transmitir a sus camaradas de Buenos
Aires.
El viajero argentino destacó la magnitud del problema agrario:
"El mal viene desde muy atrás, desde los días de la Conquista, la Colonia
y desde la proclamación de la Independencia". Hidalgo y Morelos se
perfilan en su relato como los precursores del "plan de Reforma Agraria
que en México es hoy causa de la Revolución". Indicó que en las
comunidades campesinas, desde épocas inmemoriales "radica el principio
comunista que hoy se derrama empapando de luz los campos de México", y que
en ese principio "fundan su lógica los libertarios mexicanos". Para
González Pacheco, "Zapata por el sur y Carranza por el norte", eran
las cabezas visibles del proceso revolucionario hacia 1913. La cuestión agraria
se hallaba en la base del conflicto, y "triunfe quien quiera en México, el
reparto de la tierra será el primero a solucionarse".[ 13 ]
En este diagnóstico, ¿qué papel asignó a los magonistas? En
primer lugar, indicó que los líderes de la Revolución no eran libertarios,
"Zapata no es precisamente un anarquista", y Carranza y sus
partidarios "que son los que lo eran de Madero", propugnan por el
establecimiento de "un Estado como tantos, republicano burgués". Cada
uno encabezaba su propia Revolución, una agraria, la otra política. Los dos
cabecillas fueron caracterizados como "instrumentos ejecutores" de
una política diseñada y dirigida por los Flores Magón. "Ellos le dieron
cauce social a los instintos del pueblo. Gracias a ellos, aquel batallar de
fieras es ahora lucha de ideas".
Para el anarquista argentino, las ideas libertarias del PLM estaban presentes en uno y otro bando,
aunque aclaró: "La Revolución está más que en los que la practican en la
frontera norte, en el centro, con las armas en la mano y en la conciencia del
pueblo que la hace". Sin embargo, fue contundente al afirmar, "una es
la Revolución política de Carranza, otra la Revolución agraria a la que aspira
Zapata, y muy diferente de ambas, la Revolución social que pueden realizar los
anarquistas, y que en parte realizan dentro de una y de otra".
La tarea asignada a los libertarios mexicanos se revelaba
titánica. Sus ideas "ejecutadas" por otros, no dejaban de entrañar
serios peligros, "pues llegado el momento de la debacle total puede que
nuestras tendencias no alcancen a pesar en la conciencia del pueblo, y pierdan
beligerancia".[ 14 ] Más aún si ese pueblo aparecía, bajo la mirada del visitante,
embrutecido por obra del alcoholismo, problema al que dedicó un largo artículo,
a manera de ejemplo, de la política de degradación social llevada a cabo por
Porfirio Díaz.[ 15 ] Estas comunicaciones fueron reveladoras para los anarquistas argentinos,
quienes finalmente tuvieron "una opinión confiable" de la dimensión
de los sucesos y del accionar del PLM. "La Revolución en México, será realmente anarquista
cuando la hagamos",[ 16 ] escribió González Pacheco
en septiembre de 1913.
La polémica
La publicación de estas comunicaciones fracturó el silencio
de La Protesta. La
importancia del hecho radica en el aporte de argumentos a una polémica
significativa que meses más tarde habría de desatarse en el seno del movimiento
libertario argentino. Se trata de una coyuntura, de claro retroceso; de las
filas del anarquismo rioplatense sus cabezas visibles se enfrascaron en un
debate centrado en la caracterización del fenómeno revolucionario y en la
viabilidad de materializar en éste los ideales del comunismo anárquico.
Hacia 1914 la geografía política de la Revolución Mexicana
adquirió tal complejidad, que ciertos líderes anarquistas comenzaron a dudar de
la capacidad del PLM para encauzarla. No
se discutió el origen social del conflicto; sin embargo, se cuestionó la
reorganización de la sociedad mexicana, a la que se creía mayoritariamente
compuesta por comunidades indígenas. A esta situación se agregó la invasión
norteamericana. El peligro de una guerra de conquista, obligó a los anarquistas
a fijar una posición; y mucho más aún por el incuestionable sentimiento de
solidaridad hacia México, exteriorizado por un segmento significativo de la
sociedad argentina.
En los primeros meses de 1914 La Protesta publicó una serie de artículos
dedicados a México. En uno de ellos, Luis Bonafoux apuntó la necesidad de
trascender las interpretaciones esbozadas en la mayoría de los periódicos
argentinos: "La Revolución no es cambio de presidentes ni de nombres [...]
es otra cosa, es el grito del paria contra el señor, del paria que carece de
nombre, de dignidad, de terruño, de todo".[ 17 ]
La violencia de la lucha quedó explicada por "el odio y el
sentimiento de venganza del indio" que, a manera de cadena generacional,
se trasmitió desde el momento mismo de la conquista española. Las razones de la
lucha escondían un agudo "problema social" vinculado a la tenencia de
la tierra; para Bonafoux, "Tierra y Libertad" sintetizaba el programa
de acción revolucionario. Por ello, se volvía indispensable aprovechar el hondo
resentimiento indígena por adueñarse de las tierras, y sólo así devolver al
indio su "condición humana".[ 18 ]
La prensa diaria de Buenos Aires publicó continuamente los
detalles de encuentros sangrientos entre huertistas y carrancistas, así como
noticias de las disidencias entre Carranza y Villa. La redacción de La Protesta prefirió
editar artículos tomados de Regeneración que
reproducir estos cables. Mediante la pluma de Ricardo Flores Magón, aquella
intrincada madeja de intereses, caudillos y batallas, parecía tornarse legible.
Los artículos tenían la ventaja de deslindar las fuerzas enfrentadas:
El
carrancismo -explicaba Flores Magón- es la peor amenaza contra el movimiento
libertario por ser un celoso defensor del orden burgués y la propiedad privada,
[...] hay que tomar las armas que ofrece el carrancismo, pero no para encumbrar
a los jefes de ese movimiento, sino para apoderarse de toda la riqueza y
hacerla propiedad de todos.[ 19 ]
Los llamados permanentes a los trabajadores mexicanos para
abandonar las filas del carrancismo proyectaron conos de sombra en algunos
anarquistas argentinos. La insistencia con que Regeneración alertó de los peligros
representados por el constitucionalismo, comenzó a merecer otra interpretación:
el magonismo hizo manifiesta su impotencia por detener el avance de Carranza, a
mostrar incapacidad para disputar la amplia base popular que combatía en
dirección contraria al proyecto libertario.
No fue casualidad que los redactores de La Protesta reprodujeran,
en abril de 1914, un artículo de Flores Magón, titulado "La Revolución
para los que dudan", en el que se exhortaba a abandonar las impugnaciones
al PLM, fundadas en el hecho de
que la orientación comunista anárquica no se presentara en los levantamientos
que conducían a expropiaciones masivas. Por el contrario, "los libertarios
deben aprovechar estas acciones para encauzar el movimiento [...] propagando
nuestro ideal entre los soldados inconscientes [...]". Flores Magón hacía
un desesperado llamado a la solidaridad:
Reflexionad,
anarquistas que dudan [...]. La duda es hacer labor obstruccionista. Que todos
los periódicos libertarios de todos los idiomas y todos los países propaguen el
movimiento mexicano [...]. Que todos los anarquistas sin excepción, ayuden con
dinero y moralmente al Partido Liberal Mexicano.[ 20 ]
De regreso en Argentina, el doctor Creaghe asumió la defensa del
magonismo; su argumentación apuntó a señalar la ventaja que significaba para
el PLM operar en un país
donde "la población indígena tiene un instinto natural en favor del
comunismo". En la organización comunal aborigen, Creaghe creyó descubrir
la célula de la futura sociedad anarquista, y en la resistencia indígena a toda
forma de despojo encontró la fuerza para una lucha contra toda forma de
gobierno. Zapata en Morelos representaba la materialización más evidente de ese
"instinto comunista"; pero además, "en todo México hay un
sinnúmero de esas comunidades, que pasan una vida primitiva sencilla [...], en
completa armonía, sin ninguna de las privaciones de la civilización". Por
ello, México, aparecía "como un país muy preparado para implantar un
sistema comunista", tornándose imprescindible desplegar una campaña contra
"los falsos lemas de repartición de tierra, que es hasta donde se atreven
los políticos en México". Por el contrario, apuntaba:
Debemos
hacer el sacrificio para propagar en México la verdad, la idea, el principio de
que el pueblo de ninguna manera y en ninguna parte puede aceptar menos que el
comunismo, debemos ayudar [...], empezando por el diario Regeneración, que ha
hecho tanto por propagar las ideas libertarias entre todos los mexicanos.[ 21 ]
La invasión norteamericana a México orilló al anarquismo a
definir algunas posiciones; a mediados de abril de 1914, Pedro Giribaldi
exhortó a manifestarse solidariamente con el pueblo mexicano, en tanto "la
intervención no es en perjuicio de Carranza o de Villa, la intervención va
contra nuestros compañeros, nuestros hermanos, los indios que luchan
denodadamente por la reconquista del suelo, que por la ley y las bayonetas les fuera
arrebatado".[ 22 ]
La más firme defensa del magonismo fue asumida por Pierre
Quirole, anarquista de origen francés, veterano militante cuya trayectoria se
remonta a su participación en la Comuna parisina. Quirole retomó la
caracterización que Regeneración hizo
de Villa y Carranza, para desde ahí, abordar el problema de la intervención
norteamericana. El desembarco de los marines en
Veracruz "demuestra cuál será la actitud de las potencias extranjeras en
los grandes conflictos que han de originarse en el futuro, cuando los pueblos
intenten expropiar a la clase dominante para socializar el suelo y la
hacienda".[ 23 ]
La intervención complicó el panorama de los libertarios
mexicanos. Éstos no debían sumar sus esfuerzos al gobierno huertista, de esa
decisión dependía la suerte del movimiento emancipador: "Los rebeldes no
deben intervenir en la contienda [...]. Ellos deben seguir con más entusiasmo
que nunca expropiando a los amos, ahora que el gobierno, teniendo que hacer
frente al enemigo, no puede oponerse al avance de la justicia popular".[ 24 ]
Quirole daba por descontado el triunfo de Carranza, al que
suponía apoyado por Estados Unidos; así pronosticaba que, una vez en el poder,
el constitucionalismo "empezará una represión metódica de la
Revolución", por ello, recomendaba a sus camaradas mexicanos prepararse
para una guerra de guerrillas "frente a un enemigo superior en número y en
elementos de guerra". Era necesario "eternizar la lucha" para
fortalecer la Revolución.[ 25 ]
Hacia finales de abril de 1914, cuando el puerto de Veracruz fue
invadido por marines norteamericanos,
en Argentina Manuel Ugarte alzó las banderas de solidaridad latina y unidad
continental y capitaneó una importante movilización social en apoyo a México.[ 26 ] Contra las propuestas
ugartistas elevó su voz Eduardo Gilimón, pero además, atacó a sus propios
compañeros por hacer propia la causa del magonismo.
Si desde el igualitarismo anarquista, conceptos como nación,
frontera y raza, fueron simples artificios que escondían el verdadero carácter
de la "dominación burguesa", en Argentina, por las características de
su conformación social, se desplegaron con ancha comodidad. La idea de
extranjería fue duramente combatida por el anarquismo.[ 27 ] La penetración de las ideas
anarquistas en una clase obrera constituida a partir de una ininterrumpida
sucesión de flujos migratorios, que además reconocía variadas nacionalidades,
resultaba para Gilimón una muestra contundente de la inoperancia de las
apelaciones a un espíritu de una supuesta raza latina, como el esgrimido por
Ugarte:
No hay que
confundir el espíritu de justicia, con el extraño sentimiento de raza que se
agita en Argentina [...]. No es la simpatía hacia el débil cuando es
atropellado por el fuerte, lo que conmueve. Si en vez de México se tratara de
Trípoli, la China o Marruecos, las multitudes que hoy realizan manifestaciones
antiyanquis se conformarían con leer en la prensa los detalles de la invasión.
Lo que les mueve es en realidad, la influencia libresca, la influencia del
papel impreso que ha hecho nacer una idea de raza, en este conglomerado de toda
las razas que es Argentina. Si una idea de justicia hacia el débil fuera el
motor de la agitación, habríase producido ante cualquier invasión [...]. Esa
justísima revolución económica mexicana, vendida por Madero, perseguida por
Huerta, y aniquilada por Pancho Villa, no ha motivado ni un solo grito de
aliento entre los justicieros de hoy. Nada de eso importa a los patriotas
racistas [...]. Que se niegue el derecho a intervenir, simplemente porque lo
realizan extranjeros, hombres de otra raza, otra lengua, es un absurdo; que se
niegue porque entraña un abuso, una injusticia, es lógico.[ 28 ]
Gilimón no sólo intentó desmitificar la propuesta
latinoamericana de Ugarte, sino también aquellas visiones que, desde las
propias filas del anarquismo argentino, continuaron confiando en las
posibilidades de un triunfo magonista: si en México hubo partidas
revolucionarias con fines de transformación social y económica, desaparecieron,
absorbidas por los revolucionarios políticos.[ 29 ]
Las críticas de Gilimón apuntaron hacia aquellos que sostenían
que el magonismo tenía la ventaja de desenvolverse en un medio donde las
prácticas "comunistas indígenas" estaban fuertemente arraigadas.
¿Hasta qué punto el comunismo de
los indios puede equiparase al nuestro? -interrogaba Gilimón-, del comunismo
libertario al autoritario va una gran diferencia. Los anarquistas no podríamos
vivir en esas comunidades indígenas [...], en las que el principio de autoridad
es de una brutalidad sin límites [...]. No es posible suponer, que ni aún
habiendo adquirido vigor la Revolución propiciada por los Magón, hubiera
logrado otra cosa que la vuelta al régimen económico que encontraron los
españoles. La tradición, el comunismo tradicional se hubiera impuesto al
comunismo de los pensadores anarquistas.
Gilimón pasó a desacreditar todo el movimiento revolucionario.
Sus conclusiones resultaron lapidarias:
México analfabeta, México corroído
por el alcohol, México tiranizado por el cacique, el virrey o el dictador,
México supersticioso, no es sin duda un país apropiado para ensayos sociales de
trascendencia [...]. Los camaradas mexicanos nos han engañado, México no es
tierra apta para grandes ideales. Son los caudillos únicamente los que
triunfan.[ 30 ]
Las opiniones de Gilimón abrieron paso a una polémica reflejada
a lo largo de dos meses en las páginas de La Protesta. Quirole discutió con Gilimón,
y estas posiciones fueron matizadas por las ideas de otros anarquistas.
Quirole contestó de inmediato. El estado de miseria y postración
del pueblo mexicano no constituía el punto de partida para determinar la
capacidad de una sociedad para adherir al ideal anarquista. En todo caso,
"no se debe olvidar que el México alcoholizado, tiranizado, analfabeta y
fanático, es producto de políticas gubernamentales a las que debemos
enfrentarnos los anarquistas". La coyuntura de una guerra civil debía ser
aprovechada como una oportunidad para convertir la prédica en práctica
libertaria:
Aun suponiendo la extrema
decadencia del pueblo mexicano -de que nos habla Gilimón-, aun cuando los
indígenas sean fáciles de acaudillar, ¿no puede ser esto favorable a la
intromisión en sus filas de "caudillos" anarquistas, antes que
contemplar impasibles el movimiento armado? Por otra parte, ¿no podríase implantar
el comunismo anárquico manu
militari [...] aun sin estar el pueblo preparado para vivir de
acuerdo a nuestras ideas?, ¿hasta cuándo se debe esperar para estar preparado?
Sólo la toma del poder por los anarquistas podía poner fin a
todas las causas que originaban "la decadencia del pueblo mexicano".
Para conseguir este objetivo, era necesario "aun después del triunfo,
conservar las armas, hasta que nuestro ideal, convertido en práctica, sea
definitivamente comprendido y aceptado por la mayoría".[ 31 ]
El magonismo "no nos ha engañado", escribía Quirole,
al tiempo que exhortaba a todos los militantes a "apoyar a los camaradas
de Los Ángeles y a estorbar en todo lo posible la intervención
norteamericana"; para ello, entre otras medidas, propuso que la Federación
Obrera Regional Argentina iniciara un boicot a los productos estadounidenses.[ 32 ]
Gilimón respondió en la siguiente edición de La Protesta y citando a
González Pacheco, indicó: "la revolución en México será anarquista cuando
la hagamos los anarquistas" -pero agregó que-, "no habiendo en México
anarquistas, salvo algunos compañeros, la Revolución social es un
absurdo". Insistió en la incapacidad del pueblo mexicano para comprender
el ideal libertario. El hecho de que partidas de alzados expropiasen tierras
era resultado de un reclamo que se remontaba a épocas coloniales y que se materializaba
por la vía del saqueo. Estas acciones no eran producto de una prédica
anarquista.
Pero en esta oportunidad, el detractor del magonismo avanzó
mucho más, hasta inclinarse en favor de una anexión de México a los Estados
Unidos. El país requería de un clima de "mayor libertad, de mayor
cultura", que "ni Carranza, ni Villa, ni Huerta, ni Zapata, pueden
garantizar", por ello no vaciló en afirmar que México, "bajo el
gobierno norteamericano, gozaría de más libertades que bajo el mando de los
Porfirios". Gilimón no sólo desacreditaba al magonismo, sino que negaba
también toda posibilidad de regeneración en la vida social mexicana, apostando
a supuestas ventajas de un anexionismo salvador. Desde esta actitud desafió a
sus compañeros: "los anarquistas que crean que la intervención yanqui será
destruida por el supuesto levantamiento social mexicano, que obren por
separado".[ 33 ]
Las respuestas no tardaron en llegar. En la polémica terció otro
cabecilla del anarquismo argentino: T. Antilli, encarcelado desde 1910, lo cual
no le impidió seguir y participar en el debate. Las dudas sobre el magonismo
giraban alrededor de su capacidad para incidir en un proceso que "a juzgar
por los resultados que se van conociendo, de los dos o tres movimientos
revolucionarios que ocupan la atención de la prensa -todos encaminados al poder
y a la política-, apenas queda espacio para que los compañeros de Tierra y
Libertad lancen su grito".[ 34 ]
Antilli consideraba incorrecto apelar a los sentimientos de
libertad de un pueblo oprimido convirtiéndolos en garantes de un potencial
triunfo revolucionario. Recordaba pasajes de la historia argentina donde, el
"gaucho rebelde e ingobernable, hermoso ejemplo de libertad, en muchas
ocasiones se trasmutó en sicario de un tirano de turno". También discutió
la cuestión de la lucha armada: "el anarquismo puede usar las armas para
tener a raya a la fuerza armada, pero no para fundar sobre ellas un Estado
anarquista". Estar en posesión de las armas, no era garantía de que el
pueblo mexicano estuviera maduro para una organización comunitaria, y aun
reconociendo esta situación, la implantación de la anarquía manu militari no haría
más que profundizar la violencia, verdadero contrasentido en su perspectiva.
En relación con la intervención norteamericana, trató de colocar
la cuestión en "sus verdaderos términos": "intervención del
capital y el Estado implica una verdadera enseñanza para nosotros [...]. El
capital es mundial, no solamente argentino o mexicano o norteamericano, de la
misma manera que el Estado es universal y omnipresente"; por eso sostuvo:
"nuestra lucha es también mundial [...] no es posible circunscribir el
combate a un sólo país porque de hacerlo la intervención es inevitable, y
cuando ésta sucede, se restablece la lucha en sus verdaderos términos, que son
la completa destrucción de todo Estado y de todo capital". El proyecto
libertario sólo era viable al adquirir dimensión planetaria, "pues aunque
quede un solo Estado en pie, aunque no sea mexicano, sino norteamericano,
intentará apropiarse de todo lo que no le conviene, tratará por su mismo
desarrollo de tomar propiedad de toda la tierra".[ 35 ]
Antilli recordaba a Gilimón que la cuestión de fondo era la
lucha entre la propuesta libertaria y los sistemas autoritarios. La situación
en México se presentaba como "la disputa entre dos amos
autoritarios", ¿por qué escoger a uno de ellos, como garante de mayor
libertad para el pueblo mexicano? "¿Hemos de incurrir en la falta de
consecuencia de atribuir toda elevación moral e intelectual de los pueblos, a
los gobiernos o a los sistemas de autoridad de que disfrutan?"[ 36 ]
Junto a estos temas, insistió en una serie de cuestiones básicas
de la agenda anarquista, tales como el ideario libertario, la dimensión mundial
de la lucha, la impostura de declararse "neutrales" ante un enemigo
que no reconocía fronteras y, finalmente frente al magonismo, reclamaba la
necesidad de conocer en profundidad los hechos, "para no entrar en el
terreno de las probabilidades, como quiere en último extremo, el compañero
Quirole, por cariño a la Revolución mexicana".[ 37 ]
Retomando las posiciones de Antilli, otro articulista que firmó
con el seudónimo de Libra
Volutas publicó una nota en la que negó toda posibilidad de
triunfo al magonismo. Circunscribir la lucha a un solo país significó marchar a
la derrota: "aun en la hipótesis de que los comunistas se posesionaran de
todo el pueblo mexicano, ¿creéis por un momento que todas las naciones del
continente americano no aplaudirán la intromisión de Norteamérica para que
restableciese el poder gubernamental, la propiedad, etcétera?" La
revolución social debía ser universal y para alcanzarla resultaba
imprescindible la creación de "una poderosa organización obrera
internacional". Hasta que se materialice: "debemos mirar el
anarquismo sólo como una teoría".[ 38 ]
Días después se sumó al debate otro intelectual anarquista, F.
Richard, para poner en tela de juicio aquellos supuestos que consideraban a la
intervención norteamericana portadora de un horizonte de paz y progreso para
los mexicanos. El articulista asoció ese horizonte como una aceleración del
desarrollo capitalista, lo cual constituía un grave error, pues "el
régimen burgués se extenderá considerablemente, y el resultado de ese régimen
no será mejor que el resultado que hoy dan las revoluciones en México".
Apostar a la intervención colocaría a los trabajadores mexicanos ante una falsa
alternativa: "morir en las filas acaudilladas por militares no es nada
bueno, pero tampoco es bueno morir trabajando para los explotadores yanquis en las
minas o en las fábricas".[ 39 ]
La imagen de una vida idílica comunitaria en los campos de
México, introducida por Creaghe, sostenía la argumentación de Richard: una
condena al "régimen burgués" hecha desde una perspectiva
moralista, imitando el
discurso de Richard. La anexión norteamericana entrañaba el serio peligro de
hacer desaparecer aquellos sentimientos "comunitarios", base de la
futura sociedad anarquista: "Los campesinos mexicanos perderán el hábito
de vivir en el comunismo sano de la tierra, y se convertirán en aves de rapiña;
el capitalismo y la burguesía influirán en ellos, les inculcarán el amor a la
propiedad privada, serán torpes y ruines acaparadores, vivirán [...] con la
obsesión maldita del centavo, del interés".[ 40 ]
La polémica continuó; el exagerado pesimismo de Antilli, Gilimón
y Libra Volutas; dio
pie a Quirole para convertir a la Revolución Mexicana en el centro de un
artículo que apuntó más hacia el problema de la vinculación entre teoría y
práctica anarquista, que hacia el mayor o menor "carácter anárquico"
de la Revolución en México.
Quirole comenzó a expresar su molestia, ya que las opiniones
críticas de sus compañeros causaban decisiones preocupantes: "Hemos visto
que compañeros de buena voluntad que corrían listas en favor de los
revolucionarios mexicanos, a la sola lectura de Gilimón, se apresuraron a
devolver el dinero recolectado a sus donantes." El veterano militante
francés hizo una distinción entre el carácter universal del régimen burgués y
las condiciones concretas para combatirlo. Calificó de "utópica" la
posibilidad de que la revolución social estallase en varias naciones al mismo
tiempo:
Hay países que por sus condiciones
político-sociales, por la variedad de formas impuestas por sucesivas
revoluciones políticas, que conducen al desprestigio de sus instituciones, y
por circunstancias favorables -como sucede en México- se pueden lanzar a la
revolución social sin esperar la aquiescencia o preparación de otras, y
triunfar con ayuda y solidaridad prestada por otros pueblos.[ 41 ]
Quirole defendió la legitimidad y viabilidad de una propuesta
anarquista encarnada en una minoría esclarecida que, por la vía armada y en
circunstancias favorables, fuera capaz de conducir el proceso revolucionario:
¿No le parece a Libra Volutas que eso de
"mirar al comunismo como una teoría mientras no exista una poderosa
organización obrera internacional", equivale a decir que tenemos que
esperar a que la mayoría se haga anarquista para lanzarse a la lucha armada?
Vale decir que tenemos que reírnos a mandíbula batiente de la minoría que en
cualquier país intente cambiar el régimen a mano armada, sin esperar la
mayoría, o sea para las calendas griegas [...]. No, compañero, la anarquía se
abre paso, progresa, avanza, y se impondrá [...] por un gesto heroico de una
minoría. Para este objetivo, la organización obrera es muy útil, pero no
indispensable.[ 42 ]
La defensa estratégica de la vanguardia armada tuvo como
interlocutor a Antilli. Quirole esgrimía que negar el potencial de dicha
estrategia significaba "bien a las claras, la falta de orientación de
nuestro ideal [...] debido a la carencia de un programa de principios
comunista-anárquicos, cuya obra de construcción y acción revolucionaria se
impone, a fin de uniformar nuestros distintos criterios". Descartó toda
posibilidad de materializar el ideal anarquista a través de la sola extensión
"de la enseñanza teórica". Por el contrario, pensaba en un plan
revolucionario sostenido con la fuerza de las armas:
No creo, como Antilli, que nuestra
tendencia se pueda manifestar con sólo una resistencia más o menos cristiana.
Los compañeros mexicanos, por ejemplo, no pueden contestar con una resistencia
platónica [...], ahí es lógico que esgriman las armas en defensa de nuestra
tendencia.[ 43 ]
La posición del anarquismo frente a la invasión norteamericana
mereció otro largo artículo. Las tesis de Antilli y Gilimón fueron rebatidas a
partir del entendimiento de que "la agresión yanqui" tuvo sus
orígenes en la profundidad de una guerra que supuestamente lideraba el
magonismo:
Suponer que la Revolución
concluirá dominada y vencida por los capitalistas yanquis [...] significa que
ningún país podrá organizarse anárquicamente si antes no se destruye en todas
partes la fuerza capitalista [...]. Creer que la revolución estallará en todas
partes es divagar, y si para obrar, debemos esperar que esto suceda, tenemos
para rato.[ 44 ]
Preocupado por las implicaciones "prácticas" de las
tesis sostenidas por sus compañeros, creyó que no tomar partido en los sucesos
mexicanos implicaba "dejar morir a México en manos de los Estados Unidos,
permitir que nuestro ideal caiga hecho pedazos por la metralla enemiga,
mientras tanto, nosotros discutimos cómo organizarnos [...]".[ 45 ]
Quirole calificó a México como "el punto más propicio,
entre todas las naciones, para tentar la aventura anarquista".[ 46 ] Punto de confluencia de
propuestas revolucionarias sostenidas por el núcleo magonista y dirigidas por
la vía de las armas. A diferencia de sus oponentes en la polémica creyó
firmemente que a la sombra de "una revolución política" se
desarrollaba un vigoroso movimiento libertario.[ 47 ] No calificó a la Revolución
en su conjunto como anarquista, entendía que ella estaba en germen y por ello
llamaba a sus compañeros a practicar una verdadera solidaridad continental. A
lo largo de sus artículos trató de demostrar que en México se condensaban
"procesos y circunstancias" favorables para la implantación del ideal
anarquista, sin vaticinar que el éxito coronaría los esfuerzos del PLM.[ 48 ] Por otra parte, resulta sorprendente que en ningún momento,
Quirole haya reparado en el hecho de que la dirección magonista se encontrara
fuera de México, alejada de los campos de batalla donde se libraba una guerra
que supuestamente debía conducir.
A finales de mayo de 1914, la polémica comenzó a languidecer.
Desde su celda, Antilli escribió una corta nota de respuesta a Quirole. La
batería de ideas que lanzó el anarquista francés no tuvo respuesta. Antilli,
sin retomarlas, se limitó a reiterar sus puntos de vista: "debemos tener
cuidado, no tomemos el desquicio del gobierno en México, por preparación de un
pueblo para el rechazo del gobierno. No corramos tras una ilusión".[ 49 ] Por su parte, Quirole, sin
interlocutores, escribió un último artículo sobre el tema. Nada nuevo agregó, y
a manera de síntesis de sus posiciones, dio por concluida su
"participación en la polémica".[ 50 ]
La polémica se instaló en una coyuntura desfavorable para los
anarquistas argentinos. Su organización e influencia agonizaba. La represión
gubernamental contribuyó a ello, pero además, un proceso de diferenciación en
el interior de la clase obrera signó la suerte del anarquismo argentino. No
mucho mejor fue la suerte corrida por el magonismo, la presencia del PLM declinaba sin ninguna posibilidad de
competir por un liderazgo que, en la coyuntura de 1914-1915, asumieron
plenamente caudillos militares. "Los nuestros no son mayoría en México,
que de serlo ya estaría implantado el comunismo en toda la región y no habría
más necesidad de Revolución", escribía Enrique Flores Magón. En una dramática
carta a sus camaradas rioplatenses, reclamaba un amplio apoyo que se había
visto menguado al calor de las polémicas:
¡Como que no fuera suficiente con
que haya un grupo -por pequeño que éste fuera- de compañeros que se esfuerzan
por encauzar la Revolución Mexicana a un fin práctico y beneficioso para los
proletarios, para que los camaradas de todo el mundo debieran volar en nuestra
ayuda! Desgraciadamente no sucede así. No se nos ayuda, sino que, por el
contrario, en su egoísmo hasta trabas se nos pone, y se nos obstaculiza en
nuestra marcha hacia nuestra emancipación, ya sea haciendo silencio en la
prensa libertaria hacia nuestros movimiento, o descaradamente insultándonos sin
fundamento alguno.[ 51 ]
En Buenos Aires, la discusión que movilizó a sus más destacados
representantes fue un intento, vano al fin, por inyectar fuerzas a un
movimiento en decadencia. México fue un chispazo que despertó momentáneamente
conciencias en letargo. El mismo Quirole lo confesaba: "hay que levantar
los ánimos decaídos [...] es preciso accionar, propiciar, fomentar el espíritu
de rebelión a partir de los movimientos rebeldes que se desarrollan en otras
partes".[ 52 ]
Las ideas magonistas se divulgaron y por corto tiempo
permitieron discutir el carácter de la Revolución Mexicana, pero también pensar
imaginariamente en las posibilidades y los obstáculos de una revolución que se
esperaba planetaria. En este sentido, la polémica se revela como un
sorprendente esfuerzo por tratar de entender una realidad que, aunque más
imaginada que conocida, se transformó por la vía revolucionaria.
El declive
En los años siguientes, ya sin escritos polémicos, las páginas
de La Protesta desmintieron
todas las "alentadoras" noticias sobre México: "Nadie crea lo
que cuentan los diarios, en México no habrá paz en muchos años, hasta cuando no
se repartan las tierras, hasta cuando triunfe el pueblo."[ 53 ]
En sus respectivas naciones, las influencias de los magonistas y
los libertarios rioplatenses comenzaron a declinar. El ascenso del obrerismo
cromista arrinconó el accionar anarcocomunista de la CGT mexicana; por su parte, el crecimiento de las tendencias
sindicalistas y socialistas en el movimiento obrero argentino marcaron los
límites de la FORA V Congreso en la organización de los trabajadores
argentinos.[ 54 ] La militancia anarquista
pasó a desenvolverse en un contexto internacional de agudos conflictos. Las
banderas del asociacionismo libertario debieron defenderse de las tendencias
que desde aquella trató de imponer Samuel Gompers de la American Federation of
Labor; pero también de las propuestas de un bolchevismo triunfante con quien el
anarquismo sostendría insalvables diferencias.
A pesar de ello, La
Protesta se convirtió en escaparate de noticias de los
libertarios mexicanos; en sus páginas, con sorprendente abundancia se dio
seguimiento a las noticias que transmitían los cables internacionales respecto
de la situación política en México; de igual modo, se ofreció amplio espacio a
la reproducción de comunicados y documentos de la CGT. El flujo de información se completaba con artículos que, a
manera de corresponsales, entre otros firmaban Librado Rivera, Enrique Flores
Magón y José C. Valadés.
Los anarquistas no cejaron en sus reclamos exigiendo la
liberación de Ricardo Flores Magón; a su muerte, en 1922, La Protesta se encargó
de tributar el homenaje a quien "hizo temblar muchas veces a la burguesía
extranjera dueña de México, y explotadora de los infelices indios". Los libertarios
argentinos intentaron poner distancia frente a la recuperación que de la figura
de Ricardo Flores Magón hicieron los hombres del obregonismo. Los actos que se
tributaron al líder del PLM "eran
expresiones de cinismo de una burguesía bellaca y rapaz".[ 55 ] Tiempo más tarde, en el
seno del anarquismo rioplatense se realizó una valoración completa del
magonismo, a través de Ricardo
Flores Magón, Apóstol de la Revolución Mexicana, redactada por
Diego Abad de Santillán. Se trata de la primera biografía del dirigente y,
aunque apologético, del primer acercamiento a la historia de Regeneración.[ 56 ]
Desde entonces, el magonismo, sin la discusión de la pasada
década, pasó a ser sinónimo de un movimiento revolucionario que echó por tierra
la dictadura porfirista, pero que, a la postre, terminó capturado por una
camarilla de políticos, "mandaderos de Wall Street", que de tanto en
tanto se disputan las sobras de "un festín organizado por los petroleros
del norte".[ 57 ] Los gobiernos de los sonorenses, con sus autoproclamadas aristas
agrarias y aun socialistas, aparecen ante la mirada de los anarquistas
argentinos como producto de maquinaciones social-reformistas, asentadas sobre
conductas demagógicas. A esta caracterización, se suma la idea de que los
gobernantes mexicanos se encontraban sujetos a los dictados del capital
estadounidense. El fenómeno imperialista aparece como un registro nuevo en las
aproximaciones que hacen los libertarios rioplatenses sobre la realidad
mexicana; una década atrás, la situación fue distinta y, en todo caso, las
dificultades inherentes a los poderosos intereses norteamericanos en México,
sólo formaron parte de las dificultades planetarias a las que debía hacer
frente la acción anarquista.
En los años veinte, el vuelco fue sustantivo; se reconoció que
"el pueblo mexicano sufre en carne propia las dentelladas de los voraces
chacales rubios", el nacionalismo del proletariado emerge como "un
instinto de natural defensa, en un país como México dominado política y
económicamente por un doloroso protectorado y sometido una brutal amenaza de
intervención militar".[ 58 ] El uso demagógico de esos sentimientos vuelve inteligibles los
enfrentamientos de Obregón y Calles con el gobierno norteamericano. Los
anarquistas no pueden menos que acordar con una legislación agraria y petrolera
en responder a un acto de "soberanía nacional"; sin embargo,
denunciarán la segura traición de los mandatarios mexicanos, quienes para conservar
el poder, no dudaron en transigir con el poderoso vecino.
Por momentos resulta complejo tomar distancia y condenar
acciones gubernamentales cercanas a postulados anarquistas. La política
anticlerical de Calles así como el apoyo a los revolucionarios nicaragüenses
fueron sucesos que pusieron en aprietos a los analistas de La Protesta: "Estamos
contra el Estado y contra la Iglesia, aspiramos a su desaparición completa de
la vida social, pero no desconocemos que todo esfuerzo que tienda a restringir
la acción y el poder de esas instituciones es digno de ser realizado".[ 59 ]
En los años veinte, se asiste en América Latina, a una expansión
de posturas nacionalistas, expresadas en movimientos políticos que centraron su
acción política en la lucha contra el imperialismo norteamericano.[ 60 ] Una serie de coyunturas resultaron movilizadoras e inclusive
sirvieron de ejemplo de conductas nacionalistas, una de ellas fue la oposición
entre los gobiernos de México y Estados Unidos, oposición que se agudizó con la
gesta liderada por Sandino, hacia quien el gobierno mexicano no escondió sus
simpatías. Un latinoamericanismo de fuerte tonalidad antinorteamericana se
apoderó de buena parte de la intelectualidad y de distintas organizaciones
sociales en Argentina; en este ambiente participa el anarquismo, pero con una
ambigüedad en sus posiciones, la cual pone en evidencia la propia dificultad
para aprehender y elaborar teóricamente los nuevos componentes políticos que se
avizoran en el mapa latinoamericano. Por un lado, se comparte la condena al
expansionismo estadounidense, señalando: "no está lejano el día en que el
grito de protesta contra el imperialismo yanqui se haga sentir entre los países
de América que sufren la dominación de los fenicios del norte";[ 61 ] pero al mismo tiempo se
intenta una inútil maniobra de diferenciación:
Nosotros comprendemos muy bien el poder esclavizador formidable
de la invasión financiera e industrial de los Estados Unidos en la América
Latina, y en consecuencia comprendemos también que la reacción que se opera
actualmente es muy lógica dentro del nacionalismo imperante; pero todo eso no
nos impide reconocer igualmente que esos conflictos conducen a los pueblos por
falsos derroteros y postergan la hora de la verdadera libertad.[ 62 ]
Finalmente se admite que, frente a las agresiones del
imperialismo, "los pueblos de América se disponen para su defensa" y
como parte de ella, se asiste a un acrecentamiento del nacionalismo alimentado
sin cesar por la inminencia del peligro, "pero nosotros, los anarquistas,
enemigos de todo Estado y adversarios de todo nacionalismo, no podemos condenar
la reacción defensiva que se está operando para resistir a los usurpadores de
Wall Street".[ 63 ]
Si el esfuerzo por discernir las conductas nacionalistas
complicó el acercamiento del anarquismo a la realidad mexicana, no fue muy
distinto lo sucedido frente a las propuestas de la III Internacional. La defensa de una instancia obrera
claramente adscrita a los postulados del comunismo anárquico fue el tema que
signó la ruptura con los comunistas mexicanos. La estrategia del "frente
único" defendida por los últimos se combatió duramente. Entre otros, por
Enrique Flores Magón y José C. Valadés, quienes, aunque polemizaron en torno a
la propuesta bolchevique, coincidieron en condenarla.[ 64 ] La disputa que en el
terreno soviético sostenían anarquistas y bolcheviques, encontró su claro
correlato en la contienda que libertarios y comunistas mexicanos libraban en el
seno de la CGT. Los antiguos magonistas afirmaban que
"la pretendida unificación que nos traen los elementos asalariados del
gobierno ruso, no es otra cosa que los tanteos que vienen haciendo para
destruir las organizaciones de tendencia libertarias, a fin de anular toda
influencia anárquica, sometiéndola a la obediencia del partido que rotulan
comunista".[ 65 ]
Pero todavía más complicado resultó tomar distancia de la
acusación de "bolcheviques" con que la CROM y el propio gobierno mexicano, combatió a los libertarios
cegetistas, en momentos además en que los Estados Unidos acusaban al presidente
Calles de responder a los dictados de un supuesto complot moscovita. Se trataba
de una maniobra difícil, había que explicar que el argumento del fantasma del comunismo
-esgrimido por el presidente Coolidge- era sólo una nueva mascarada
intervencionista; pero al mismo tiempo era necesario diferenciarse de los
propios comunistas. Los libertarios debían dar cuenta de que el proletariado
mexicano se encontraba bajo la amenaza tanto de la política estadounidense como
de las propuestas comunistas y cromistas:
La confusión entre la influencia bolchevique y la orientación de
la CGT es premeditada. Si se suprime la
propaganda de los agentes de Moscú en México, pretextando que responde a los
fines políticos de un gobierno extranjero, es conveniente achacar a la
influencia moscovita la propaganda del movimiento obrero orientado por los
anarquistas. De ahí que Morones lance la especie de que la CGT mexicana responde a las directivas del comunismo ruso,
cuando sabe que esa organización está más lejos de Moscú de lo que lo estuvo y
aún lo está el obrerista general Calles.[ 66 ]
Ante estas dificultades, emerge la defensa de la CGT mexicana como la única instancia capaz de constituir una
alternativa proletaria. Esta organización está presente en decenas de artículos
publicados en La
Protesta a lo largo de la década de los años veinte. En éstos
se destaca el enfrentamiento y la crítica a la CROM, en tanto
"organización que extravía sus objetivos para hacer política y mezclarse
en la mezquina lucha de ambiciones que tantos dolores y tanta sangre cuesta al
proletariado de México".[ 67 ]
La publicidad de los logros y perspectivas de la CGT corría a cargo de inserciones de documentos remitidos
desde México, o extraídos de los boletines del Secretariado de la Asociación
Internacional de Trabajadores con sede en Berlín.[ 68 ] En varias ocasiones fueron
los anarquistas mexicanos quienes redactaron notas y comentarios para La Protesta. Así, por
ejemplo, Enrique Flores Magón dedicó un largo artículo a relatar el acto del 1
de mayo de 1924.[ 69 ] Julio Díaz, desde Tampico,
alertaba a sus camaradas rioplatenses de los peligros del "obrerismo
tutelado por un Estado que se autoproclama revolucionario". Desde una
profesión de fe libertaria, Díaz evaluó la demagogia de Calles, considerando
que México en el entorno latinoamericano representaba el caso extremo, una
práctica política que "aspira a valerse de los sindicatos para escalar el
poder y neutralizar la acción de los trabajadores contra sus amos
insaciables".[ 70 ]
La existencia de una organización obrera, capturada por el
Estado mexicano, se convirtió en el elemento central de las notas,
informaciones y análisis sobre México; las críticas apuntaron hacia Morones y
la CROM. Con singular minuciosidad
se describió la política cromista. Así, los lectores de La Protesta estuvieron
al tanto de las huelgas inquilinarias, textiles y tranviarias en la ciudad de
México; del despido de trabajadores ferrocarrileros en Gómez Palacio; de los
movimientos de huelga entre los ferrocarrileros y los petroleros; de los
accidentes de trabajo, de las declaratorias de ilegalidad de huelga, y por
supuesto, de las estrechas vinculaciones de Morones con Samuel Gompers. Nada
servía mejor para denunciar el carácter proestadounidense de las presidencias
de Obregón y Calles, que la relación de la CROM con el proyecto de la
Pan American Federation of Labor. Sobre esta base se construyó un cuadro de
situación en el que destacaba la lucha de los cegetistas mexicanos contra el
"obrerismo político" y quedó claro que la CGT asumía una actitud defensiva frente a los avances de un
cromismo con quien resultaba difícil competir. De esta forma, la consigna
"a cada sindicato de la CROM es preciso oponer un
sindicato de la CGT”[ 71 ] no dejaba de sonar utópica.
Por su parte, Librado Rivera, desde Villa Cecilia, Tamaulipas,
editaba Sagitario, publicación
que llegaba a la redacción de La
Protesta y de donde se extrajeron buena cantidad de artículos
sobre la organización obrera en la zona petrolera, condiciones de trabajo y
movimientos huelguísticos. La información fluye con rapidez y a fines de mayo
de 1927, en Buenos Aires se publicó una carta de Librado Rivera, redactada en
la penitenciaria de Tamaulipas donde se encontraba encarcelado desde los
primeros días del mes anterior.[ 72 ]
Tiempo más tarde, desde su celda, se dirigió a los camaradas
rioplatenses denunciando los atropellos de que son objeto los indios yaquis de
Sonora por parte del gobierno mexicano; al tiempo que sumó su voz al reclamo
mundial en favor de la liberación de Sacco y Vanzetti: "no importa que nos
tengan tras las frías rejas del presidio [...], desde la cárcel lanzaremos
nuestro grito justiciero al rostro de los tiranos".[ 73 ] La correspondencia continúa, y a finales de 1927 fue puesto en
libertad, y desde entonces, sus palabras llegan a través de las hojas de Avante, el nuevo
periódico que edita en Villa Cecilia. A comienzos de 1929 volvió a la
penitenciaria, bajo el cargo de atentar contra la administración de Portes Gil,
una vez más sus cartas y las de aquellos que reclamaban su liberación volvieron
a encontrar espacio en el periódico argentino.[ 74 ]
Entre 1924 y 1927, José C. Valadés envió notas y artículos que
fueron recogidos en las páginas de La
Protesta y en la revista que el periódico publicaba
quincenalmente. La colaboración de Valadés aportó una mirada distinta a la
situación de México; más analíticos que descriptivos, sus escritos pretendieron
dotar de dimensión histórica a la información que semanalmente aparecía sobre
México.
"Desde México, después de catorce años de revolución"
fue un largo artículo, publicado en tres entregas, donde sienta su posición
sobre el carácter de la Revolución, pero, sobre todo pone distancia de las
banderas agraristas, enarboladas por Antonio Díaz Soto y Gama. En México,
"¿quién no habla del empeño paternal hacia los oprimidos?, ¿quién no habla
de la justicia del agrarismo?, ¿quién no habla de la escuela racionalista?
¡Esto es Jauja! Éste es un país socialista, se dice y se vuelve a decir".
El autor pretende desenmascarar el carácter "autoritario" de los
gobiernos mexicanos, explicando la necesidad que tienen de realizar concesiones
revolucionarias. La presencia de algunas ideas libertarias en esas concesiones
ha llevado a pensar que se opera una verdadera revolución social. Nada más
alejado de la realidad.
Preocupado por el empuje del Partido Agrarista, Valadés
descalifica la figura de Zapata, ubicándolo en los orígenes de las posiciones
de Soto y Gama: "no ha sido el zapatismo como erróneamente se ha dicho, el
que ha verificado el primer movimiento de libertad en los campesinos de México,
el zapatismo tan sólo ha sido el precursor de ese movimiento que en la
actualidad se llama agrario”.[ 75 ] Reivindicó los movimientos campesinos de Jalisco, Michoacán y
Nayarit, donde afirmó que el carácter expropiador subordinó cualquier deseo de
conquista del poder. Interesados como estaban los cegetistas en constituir una
organización obrera-campesina,[ 76 ] el texto apunta más a desacreditar las propuestas del partido
agrarista, que a detenerse en la significación de movimiento suriano, tan es
así que la arremetida contra Zapata resulta desproporcionada, al adjudicarle a
su lucha un único objetivo: la captura del poder político.
Sobre estos asuntos volvió a abundar en un largo ensayo crítico
del agrarismo oficial. Con pretensiones político-filosóficas, Valadés discutió
el significado que Soto y Gama otorgaba al agrarismo como motor de la historia
de México. Explicar esa historia a partir de la lucha campesina por conquistar
la tierra era sólo una verdad a medias. ¿Qué hacer con esa conquista?, ahí
radicaba la diferencia, "todas las batallas del agrarismo se han
desperdiciado, se han quebrado en cuanto tropezaron con la fuerza mayor que a
pesar de todo queda en pie: el Estado". En la lucha contra la autoridad había
que buscar el hilo conductor de la historia nacional y extractar de los hechos
históricos las verdaderas batallas por la libertad, en ellas residía el
fundamento de la historia humana.[ 77 ]
Buena parte de los materiales que se publicaron en La Protesta fueron sus
primeras incursiones en la historia de México. En efecto, el texto
"Precursores del socialismo antiautoritario en México", dedicado a
rescatar la figura de Plotino Rhodakanaty, fue publicado en 1928,[ 78 ] a manera de avance de lo
que posteriormente fue su libro Los
orígenes del socialismo en México. De igual forma, publicó en
Buenos Aires una pormenorizada biografía de Francisco Severo Maldonado, el
redactor de El Despertador
Americano, a quien rescató del olvido analizando sus escritos
que no tarda en calificar como los de un "apóstol de la libertad".[ 79 ] La confianza en los estudios históricos como el medio para
acercarse a la realidad cotidiana aparece como preocupación central en los
artículos de Valadés. Desvanecer prejuicios e idolatrías fue parte sustancial
de la actividad anarquista, "no es posible conformarnos con saber que hay
explotadores y opresores", se requiere de un arsenal de conocimientos
capaces de convencer y facilitar el acercamiento al pueblo.[ 80 ] Con estas preocupaciones, desde 1927 se alejó de la militancia y
comenzó a dirigir sus esfuerzos a historiar la Revolución Mexicana, actividad
en la que dejó abundante obra.
Durante los últimos años de la década, los asuntos mexicanos
continuaron presentes en las planas de La
Protesta. Se siguió con detenimiento los acontecimientos
políticos que condujeron a la reelección de Obregón; de igual forma, se
denunció la persecución desatada contra los miembros de la CGT, así como el anticomunismo desembozado de la CROM, elementos todos ellos que permitieron evaluar la situación
como la antesala una dictadura fascista.[ 81 ] El asesinato del presidente electo, nueva muestra del
"caudillismo mexicano", la llegada al poder de Portes Gil,
"testaferro de Calles", los acuerdos con la jerarquía eclesiástica, y
el asesinato de Mella, parecían confirmar un diagnóstico donde México era presa
de una dictadura como la de Primo de Rivera.[ 82 ]
A los ojos de La
Protesta, en México se asistía a un desenmascaramiento de las
supuestas conquistas revolucionarias. Se sancionaron leyes para alimentar
ilusiones redentoras en el pueblo, "pero han quedado invalidadas por la
poderosa influencia de las fuerzas reaccionarias. El socialismo mexicano,
demagogo por necesidades de ambiente, no hace otra cosa que rectificar las
conquistas teóricas de la Revolución, cediendo frente al avance del capitalismo
y del clericalismo".[ 83 ]
Frente a esta nueva coyuntura, el anarquismo tenía poco que
ofrecer. Estaba arrinconado por el avance de una represión implacable,
combatido por el sindicalismo oficial, y enfrentado a las tendencias de
una III Internacional en ascenso. Los
libertarios terminaron inmovilizados frente a una realidad plagada de nuevos
desafíos. Los antiguos magonistas, junto a sus camaradas argentinos,
compartieron la declinación de sus respectivas influencias. Un lúcido estudioso
del anarquismo en Hispanoamérica, Diego Abad de Santillán, resumió la atmósfera
de fin de década en los siguientes términos:
Hay problemas de acción, pero hay problemas de pensamiento y
estudio. Los primeros los podemos resolver con la fuerza del músculo, con la
pasión y el entusiasmo, pero los segundos hay que vencerlos con el esfuerzo de
la inteligencia, con la observación y el estudio. Está muy bien que nos
interesen los primeros, lo que no hay que hacer es olvidar o menospreciar los
segundos.[ 84 ]
Se cerraron así los años veinte. Los libertarios mexicanos no
pudieron siquiera capitalizar para su organización el
"desmoronamiento" de la CROM. En la La Protesta, la abundancia de
notas e informaciones respecto de los antiguos magonistas no estuvo acompañada
de una reflexión original sobre la suerte y perspectivas del movimiento
revolucionario. Los libertarios mexicanos tampoco estaban en condiciones de
profundizar en aquello que Santillán denominó "los problemas de
pensamiento". Las reflexiones, cuando las hubo, estuvieron más cargadas de
entusiasmo que de observación y estudio. La originalidad en el pensamiento y la
práctica de Ricardo Flores Magón, no encontró continuidad en una década que,
curiosamente, terminó consagrando y condenando al rango de
"precursores", a quienes empeñaron sus esfuerzos por dotar de
verdadero contenido social los sucesos desencadenados en 1910. El sorprendente
flujo de información anarquista, sin generar debates, terminó por debilitarse
como muestra de la crisis de la que ya no se recuperaría el movimiento
libertario en ambos extremos de la América Latina.
NOTAS
[ 1 ] Véase
I. Oved, El anarquismo y
el movimiento obrero en Argentina, México, Siglo XXI, 1978.
[ 2 ] Max
Nettlau, Contribución a la
bibliografía anarquista en América Latina, Buenos Aires, s. p.
i., 1927, p. 10.
[ 3 ] Diego
Abad de Santillán, El
movimiento anarquista argentino, Buenos Aires, Argonauta,
1922, p. 32.
[ 4 ] La Protesta, Buenos
Aires, 1/6/1908 y 30/6/1908.
[ 5 ] La Protesta, Buenos
Aires, 13/6/1909. El comunicado fue firmado por S. Vidal, C. García, I.
Salazar, C. Aramburo y A. González.
[ 6 ] Desde
finales del siglo XIX, el anarquismo comenzó a consolidar sus posiciones en el
seno del movimiento obrero argentino. Su creciente poderío se hizo notorio
cuando en 1905, en el marco del Quinto Congreso de la Federación Obrera
Regional Argentina (FORA), quedó aprobada una moción por la cual se adoptaba el
comunismo anárquico como principio de acción política. Este triunfo de los
libertarios en los sindicatos, coincidió con una marcada exacerbación de los
conflictos obreros. El permanente estallido de huelgas masivas llevó al Estado
a activar diversos mecanismos represivos. Así, en 1902 y 1910 se sancionaron la
Ley de Residencia y la de Defensa Social, respectivamente, mediante las cuales,
además de reprimir cualquier manifestación anarquista, se legalizó un mecanismo
de deportación de militantes. Con la aplicación de estas leyes se golpeó
duramente a la dirigencia anarquista. Las tensas relaciones entre el Estado y
el movimiento obrero alcanzaron su máxima expresión en 1910. En aquel año, y
con motivo de las fiestas del Centenario, la agitación obrera amenazaba hasta
hacer peligrar la exhibición de pompa y boato organizada por la elite
dirigente. El anarquismo programó una huelga general para unos días antes de la
conmemoración del Centenario, como respuesta la represión fue brutal. La furia
oficial destruyó locales e imprentas anarquistas y encarceló a sus principales
dirigentes. Como resultado de esta embestida el anarquismo fue debilitado. En
la décadas siguientes su presencia se diluyó entre las nuevas campañas
represivas y el surgimiento de corrientes sindicalistas que terminaron por
ganar liderazgo en la dirección del movimiento obrero argentino. Sobre la
conflictiva relación entre el Estado argentino y el movimiento obrero
anarquista, particularmente en la coyuntura de 1910, véase J. Suriano, Anarquistas: cultura y política
libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires,
Manantial, c. 2001;
E. Bilsky, La FORA y el
movimiento obrero (1900-1910), Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, 1988; A. López, La
FORA en el movimiento obrero, Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, 1987; y Diego Abad de Santillán, La FORA, ideología y trayectoria, Buenos
Aires, Proyección, 1971.
[ 7 ] El
médico Juan Greaghe fue una figura destacada en las filas del anarquismo
argentino. Militante desde la década de 1880, fue fundador del periódico El Oprimido, y más tarde
mecenas de La Protesta. Viajó
a Estados Unidos en 1911, permaneciendo hasta 1913. Años más tarde regresó,
para incorporarse a las huestes magonistas. En aquel país falleció en 1920.
Véase R. Falcón et al., "Obreros,
artesanos, intelectuales y actividad político-sindical. Aproximación biográfica
a un perfil de los primeros militantes del movimiento obrero
argentino", Estudios
Sociales, Santa Fe (Argentina), n. 1, 2 o. semestre 1991.
[ 8 ] Citado
por C. Rama, Historia del
movimiento obrero y social latinoamericano, Barcelona, Laia,
1976, p. 141.
[ 9 ] Ideas y Figuras, Buenos
Aires, n. 75, 11/7/1912.
[ 10 ] Sobre
esta polémica y su manifestación tanto en el campo del magonismo como en el
seno del movimiento obrero norteamericano, véase I. E. Cadenhead, "Flores
Magón y el periódico The
Appeal to Reason”, Historia
Mexicana, México, El Colegio de México, n. 49, 1978; y Javier
Torres Parés, La
revolución sin frontera, México, Universidad Nacional Autónoma
de México, 1990, capítulos VII y VIII.
[ 11 ] La Protesta, Buenos
Aires, 5/8/1913.
[ 12 ] El
viaje de González Pacheco tenía a España como destino final, pero atraído por
las noticias mexicanas, y después de hacer una escala en La Habana, se dirigió
a México donde permaneció entre los meses de julio y septiembre de 1913.
[ 13 ] La Protesta, Buenos
Aires, 8/10/1913.
[ 14 ] La Protesta, Buenos
Aires, 28/10/1913.
[ 15 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/8/1913. Para una aproximación al estudio de la moral y la ética
en el anarquismo argentino, véase D. Barrancos, Anarquismo, educación y costumbres en la
Argentina de principios de siglo, Buenos Aires, Contrapunto,
1990.
[ 16 ] La Protesta, Buenos
Aires, 28/10/1913.
[ 17 ] La Protesta, Buenos
Aires, 31/4/1914.
[ 18 ] La Protesta, Buenos
Aires, 31/4/1914.
[ 19 ] La Protesta, Buenos
Aires, 2/4/1914.
[ 20 ] La Protesta, Buenos
Aires, 4/4/1914.
[ 21 ] La Protesta, Buenos
Aires, 7/4/1914.
[ 22 ] La Protesta, Buenos
Aires, 16/4/1914.
[ 23 ] La Protesta, Buenos
Aires, 26/4/1914.
[ 24 ] La Protesta, Buenos
Aires, 26/4/1914.
[ 25 ] La Protesta, Buenos
Aires, 26/4/1914.
[ 26 ] Véase
P. Yankelevich, "Una mirada argentina de la Revolución Mexicana. La gesta
de Manuel Ugarte, 1910-1917", Historia
Mexicana, México, El Colegio de México, n. 176, abril-junio
1995.
[ 27 ] Sobre
la cuestión étnica en las filas del anarquismo argentino, véase R. Falcón,
"Izquierdas, régimen político, cuestión étnica y cuestión social en
Argentina", Anuario, Rosario
(Argentina), Universidad Nacional de Rosario, Facultad de Humanidades, Escuela
de Historia, n. 12, 1986-1987.
[ 28 ] La Protesta, Buenos
Aires, 29/4/1914.
[ 29 ] La Protesta, Buenos
Aires, 7/5/1914.
[ 30 ] La Protesta, Buenos
Aires, 7/5/1914.
[ 31 ] La Protesta, Buenos
Aires, 6/5/1914.
[ 32 ] La Protesta, Buenos
Aires, 6/5/1914.
[ 33 ] La Protesta, Buenos
Aires, 7/5/1914.
[ 34 ] La Protesta, Buenos
Aires, 12/5/1914.
[ 35 ] La Protesta, Buenos
Aires, 12/5/1914.
[ 36 ] La Protesta, Buenos
Aires, 13/5/1914.
[ 37 ] La Protesta, Buenos
Aires, 12 y 13/5/1914.
[ 38 ] La Protesta, Buenos
Aires, 14/5/1914.
[ 39 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/5/1914.
[ 40 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/5/1914.
[ 41 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/5/1914.
[ 42 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/5/1914.
[ 43 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/5/1914.
[ 44 ] La Protesta, Buenos
Aires, 16/5/1914.
[ 45 ] La Protesta, Buenos
Aires, 16/5/1914.
[ 46 ] La Protesta, Buenos
Aires, 16/5/1914.
[ 47 ] La Protesta, Buenos
Aires, 13/6/1914.
[ 48 ] La Protesta, Buenos
Aires, 15/6/1914.
[ 49 ] La Protesta, Buenos
Aires, 22/5/1914.
[ 50 ] La Protesta, Buenos
Aires, 13/6/1914.
[ 51 ] Tiempos Nuevos, Montevideo,
14/8/1914.
[ 52 ] La Protesta, Buenos
Aires, 13/6/1914.
[ 53 ] La Protesta, Buenos
Aires, 17/10/1915.
[ 54 ] A
partir de 1910 se asiste a un crecimiento de las tendencias sindicalistas en el
movimiento obrero argentino. En 1915, en el noveno congreso de la FORA, esta
organización se dividió en dos facciones: la sindicalista y la anarquista. La
primera pasó a controlar la organización, liderando la llamada FORA IX, porque
en el noveno congreso se repudió el comunismo anárquico. Entre tanto, los
anarquistas se denominaron FORA V, en referencia al congreso de 1905. Desde
entonces, los libertarios argentinos vieron disminuir su influencia, frente a
una FORA IX sindicalista y apolítica que hegemonizó el movimiento obrero hasta
1922. A partir de esa fecha las disputas entre sindicalistas, socialistas y
comunistas, cada uno con sus respectivas federaciones, ocuparon el centro de
las polémicas en torno a la organización de los trabajadores hasta que en 1930
quedó constituida la Confederación General del Trabajo (CGT), donde integrantes
de aquellas tendencias asumieron una posición unitaria. Sobre el derrotero de
las organizaciones obreras en la década del veinte, véase David Rock, El radicalismo argentino, Buenos
Aires, Amorrortu, 1975.
[ 55 ] La Protesta, Buenos
Aires, 25/12/1922.
[ 56 ] El
texto fue escrito con motivo del segundo aniversario de la muerte de Ricardo
Flores Magón. Su publicación, en 1925, corrió a cargo del Grupo Cultural
Ricardo Flores Magón de México. Dicho grupo, comandado por Nicolás Bernal,
aspiraba a convertirse en un centro editorial de propaganda anarquista en los
países de habla hispana, complementando el esfuerzo de La Protesta en Buenos
Aires. Así nació la Editorial Ricardo Flores Magón, responsable de la edición
de una colección de textos, inaugurada en 1925 con la publicación de una
biografía de Bakunin, escrita por Max Nettlau.
[ 57 ] La Protesta, Buenos
Aires, 18/1/1924.
[ 58 ] La Protesta, Buenos
Aires, 14/6/1925.
[ 59 ] La Protesta, Buenos
Aires, 3/8/1926. El anarquista Julio Díaz, en un artículo publicado en tres
entregas, y que firmó desde Costa Rica, pasó revista los conflictos que, desde
el siglo XIX, caracterizaron la relación entre el Estado y la Iglesia en
México. El texto resulta sugerente, toda vez que pretendiendo desligarse de la
llamada "cuestión religiosa", por ser "un pleito de Estado"
que como tal resulta incidental; el autor ubica el problema en la dimensión de
un libertario: "es la creencia en Dios y el espíritu religioso lo que hay
que atacar, aunque esa religión se practique en la casa y a puertas cerradas, y
aunque ese dios represente, como el de Tolstoi, el dios de la bondad y de la
justicia". A partir de ahí, Díaz somete a una severa crítica la práctica
libertaria entre sus camaradas de México, indicando la inexistencia de una
política hacia la mujer, principal sostenedora de la religiosidad familiar,
para luego analizar las conductas contradictorias de militantes obreros
cegetistas con fuertes convicciones religiosas. (La Protesta, Buenos Aires, 26/11/1926.)
[ 60 ] Véase
P. Funes, "Pensando América Latina en la década del veinte", en P.
Funes (comp.), América
Latina. Planteos, preguntas, problemas, Buenos Aires, M.
Álvarez, 1992, p. 101-115.
[ 61 ] La Protesta, Buenos
Aires, 4/12/1926.
[ 62 ] La Protesta, Buenos
Aires, 1/1/1927.
[ 63 ] La Protesta, Buenos
Aires, 11/1/1927.
[ 64 ] La Protesta, Buenos
Aires, 4/4/1924.
[ 65 ] La Protesta, Buenos
Aires, 31/8/1924. Al respecto, véase J. Tamayo, La clase obrera en la historia de México.
En el interinato Adolfo de la Huerta y el gobierno de Álvaro Obregón,
1920-1924, México, Siglo XXI, 1987, capítulo III.
[ 66 ] La Protesta, Buenos
Aires, 31/7/1925.
[ 67 ] La Protesta, Buenos
Aires, 6/7/1924.
[ 68 ] La Protesta, Buenos
Aires, 19/3/1924 y 1/1/1925.
[ 69 ] La Protesta, Buenos
Aires, 17/6/1924.
[ 70 ] La Protesta, Buenos
Aires, 9/7/1925.
[ 71 ] La Protesta, Buenos
Aires, 27/9/1927.
[ 72 ] La Protesta, Buenos
Aires, 29/5/1927.
[ 73 ] La Protesta, Buenos
Aires, 2/10/1927.
[ 74 ] La Protesta, Buenos
Aires, 4/4/1929, 10/4/1929 y 14/5/1929.
[ 75 ] La Protesta, Buenos
Aires, 14/7/1924.
[ 76 ] En
relación con la participación de Valadés en la militancia obrero-campesina,
cristalizada en el congreso campesino de 1925, véase José C. Valadés, Memorias de un joven rebelde, México,
Universidad Autónoma de Sinaloa, 1986, capítulo XXXIII.
[ 77 ] José
C. Valadés, "El concepto de la historia ¿agrarismo
tradicional?", La
Protesta, Suplemento Quincenal, n. 259, 15/3/1927, p. 61 y 62.
[ 78 ] En La Protesta, Suplemento Quincenal, Buenos
Aires, n. 288, 19/7/1928.
[ 79 ] José
C. Valadés, "Francisco Severo Maldonado, apuntes para su vida e
ideas", La Protesta,
Suplemento Quincenal, Buenos Aires, n. 276, 20/1/1928, p. 38.
[ 80 ] José
C. Valadés, "Sobre un tratado de prejuicios e idolatrías", Revista Única, Buenos
Aires, La Protesta, enero de 1928, p. 15.
[ 81 ] La Protesta, Buenos
Aires, 17/2/1927.
[ 82 ] La Protesta, Buenos
Aires, 16/1/1929, 10/5/1929 y 26/5/1929.
[ 83 ] La Protesta, Buenos
Aires, 23/6/1929.
[ 84 ] Diego
Abad de Santillán, "El movimiento anarquista presente en su aspecto
intelectual", La
Protesta, Suplemento Quincenal, Buenos Aires, n. 275,
26/12/1927, p. 446.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea
de México, Martha Beatriz Loyo (editora), México, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 19, 1999, p.
53-83.
https://historicas.unam.mx/moderna/ehmc/ehmc19/246.html
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