martes, 30 de julio de 2024

 

NUEVAS APORTACIONES AL ESTUDIO DE LAS COFRADÍAS Y HERMANDADES EN LA CASTILLA BAJOMEDIEVAL: EL EJEMPLO DE JEREZ DE LA FRONTERA

El estudio de las hermandades y cofradías en el Sur de Castilla es muy amplio en lo que se refiere a los siglos posteriores a la Edad Media. En cambio durante el periodo medieval, momento en el que tienen su origen estas instituciones, las dificultades son mayores debido a la escasez de documentos. Ya estudiado el caso de Sevilla, abordamos en este trabajo el ejemplo de la segunda ciudad del Reino hispalense, Jerez de la Frontera, cuya documentación más antigua y un momento de desarrollo evolutivo anterior nos arroja nuevas luces a los aún oscuros orígenes de las cofradías y hermandades andaluzas.

El  estudio  de  las  hermandades  y  cofradías  en  el  Reino de  Sevilla,  y  dentro  del  mismo  en  Jerez  de  la  Frontera,1durante la Baja Edad Media no es un tema fácil de abordar debido  a  la  escasez  de  documentación.2  Estas  instituciones no han conservado su legado documental hasta fechas pertenecientes a la Edad Moderna, por lo que acudir a sus archivos en busca de datos pertenecientes al periodo final de  la  Edad  Media  resulta  una  tarea  absolutamente  infructuosa. Algún conjunto documental más nutrido se conserva en los archivos eclesiásticos. Es el caso la colección de reglas de  hermandades  y  cofradías  que  hace  algo  más  de  una década  se  publicó  y  que  constituye  una  consulta  obligada para el estudio del tema que nos atañe.3 Sin embargo entre estas  normativas  no  figura  ninguna  perteneciente  a  Jerez de  la  Frontera.  Ello  hace  obligatorio  estudiar  otro  tipo  de documentos no conservados en instituciones vinculadas a la Iglesia, en concreto los Protocolos notariales custodiados en el Archivo municipal de Jerez de la Frontera.4

En el año 2005 publicamos un estudio sobre las cofradías y hermandades sevillanas entre 1441 y 1504.5 En el citado trabajo analizamos casi un centenar de estas instituciones, a  partir  de  los  datos  recolectados  en  el  fondo  documental  constituido  por  los  Protocolos  notariales  que  conserva el  Archivo  Histórico  provincial  hispalense.  Dado  que  tanto Sevilla  como  Jerez  de  la  Frontera  pertenecían  al  mismo Arzobispado,  consideramos  de  sumo  interés  realizar,  en la  medida  de  lo  posible,  un  análisis  comparativo  entre  las cofradías y hermandades de ambas ciudades pues ello nos permitirá,  entre  otros  aspectos,  establecer  puntos  de  convergencia, elementos de diferenciación e, incluso, determinar si en ambas localidades estas instituciones se hallaban en un mismo momento de evolución o en un tempo distinto.

La  documentación  que  se  conserva  en  el  fondo  de Protocolos  notariales  acerca  de  las  cofradías  jerezanas  de  la época  que  estudiamos  no  es  muy  abundante.  Los  motivos que  explican  tal  escasez  documental  son  dos  fundamentalmente.  En  primer  lugar,  dado  que  se  trata  de  instituciones con  un  carácter  eminentemente  religioso,  la  mayoría  de  los asuntos que requieren su puesta por escrito los van a tramitar ante autoridades eclesiásticas.

Por  otra  parte,  recordemos  que  ya  en  esta  época  las cofradías contaban entre los miembros de su junta gobierno con  un  escribano,  a  quien  correspondía  la  tramitación  de una  serie  de  negocios.  La  documentación  relativa  a  estas cuestiones  debió  ser  custodiada  por  las  propias  cofradías que  la  generaron.  Por  capítulo  de  regla  muchas  de  ellas estaban  obligadas  a  disponer  de  varias  arcas,  cuyas  llaves guardaban algunos miembros de la junta de gobierno. Una de estas arcas se destinaba a la conservación de esos papeles  que  las  hermandades  producían  en  su  actuación  como una  institución  que  funcionaba  de  forma  independiente. Desgraciadamente, son muy pocos los casos en los que esos documentos se nos han conservado.

Estos  dos  motivos  apuntados  explican  que  los  negocios tramitados ante los escribanos públicos, en los que las cofradías intervienen como una de las partes implicadas en ellos,  no  sean  todo  lo  abundantes  que  cabría  desear.  Esta pobreza documental obliga a efectuar una exhaustiva labor de  búsqueda  de  la  información  relativa  a  las  cofradías.  Es preciso leer con la mayor atención cada uno de los asientos, en  busca  del  afortunado  hallazgo  de  una  referencia  indirecta, de un dato marginal, inesperado en la mayoría de los casos, dado el carácter del documento en el que se incluye.

Algunos  asuntos  de  índole  religiosa  fueron  tramitados en  estas  escribanías  públicas.  Pero  esta  religiosidad  encerrada en los protocolos notariales es una religiosidad depurada  por  el  tamiz  de  lo  mundano,  de  lo  eminentemente social, que afecta a quienes intitulan esos negocios no tanto en  su  faceta  de  cristianos,  miembros  de  la  Iglesia  que  han de vivir de acuerdo con los mandatos por Ella establecidos, como  cuanto  en  su  vivir  cotidiano,  en  el  despliegue  de  las actividades  que  conforman  su  existencia  terrenal.  Al  escribano llevan distintas cuestiones que requieren una solución más  o  menos  inmediata,  al  margen  de  los  tribunales  y  la legislación eclesiástica.

Las  cofradías  jerezanas  de  la  época  que  estudiamos participan  de  esta  tónica  general  anteriormente  señalada. Las  referencias  a  los  cultos,  las  actividades  benéfico-asistenciales,  el  régimen  de  gobierno  y  competencias  de  los miembros  de  la  junta,  el  proceso  de  crecimiento  humano, las devociones, los motivos fundacionales, las reuniones de cabildo, las cuestiones relativas a las reglas, etc., son mínimas.  Pero  cuando  esa  actividad  de  la  cofradía  supera  el marco de su propio ámbito de actuación, cuando sus intereses convergen con los de personas e instituciones eminentemente sociales, y su escribano carece de las competencias que aquéllos exigen y que sólo tiene una instancia superior, el escribano público, la hermandad se ve obligada a salir de su centro de actuación, fundamentalmente el hospital, para proyectarse hacia la sociedad con la que convive.

Cofradías y hermandades: definición y tipología

Podemos definir la cofradía de los siglos XIII a comienzos del XVI, y del modo más general posible, como “asociación de personas, hombres y mujeres, clérigos y laicos, pertenecientes  o  no  a  una  misma  profesión,  gremio,  o  estamento social que se unen para diferentes fines: piadosos, benéficos, profesionales, sociales, políticos, recreativos, penitenciales, etc., con una organización más o menos amplia y determinada y bajo la advocación de un santo patrón o protector”.6Las cofradías, siempre para la época que hemos acotado, fueron las instituciones eclesiásticas más auténticamente laicales y de laicos.7 En ellas los laicos, desde los siglos medievales, no solamente tuvieron la obligación de callar y pagar, sino que actuaron como Iglesia o como Pueblo de Dios.8

Hemos  utilizado,  de  forma  indistinta,  los  términos  hermandad  y  cofradía.  Por  ello  y  para  entendernos  en  el  discurrir  de  las  páginas  siguientes  consideramos  necesario una  aclaración  terminológica  de  ambos  conceptos.  En  la actualidad  el  Código  de  Derecho  Canónico,  C.298  afirma: Existen en la Iglesia asociaciones... en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con laicos, trabajando unidos, buscan fomentar una vida más perfecta, promover el culto público  o  la  doctrina  cristiana,  o  realizar  otras  actividades de  apostolado,  a  saber,  iniciativas  para  la  evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal. Definición que se completa  en  otros  cánones,  como  se  afirma  en  el  c.  305: “Todas las asociaciones de fieles están bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica competente”. Como se puede apreciar la jerarquía eclesiástica actual habla exclusivamente de asociaciones (no emplea ni el término cofradía ni el de hermandad) y las define de una manera muy amplia.

Pero  el  Código  de  Derecho  Canónico  anterior,  promulgado en 1917, cc.700-725, daba una definición amplia y distinguía entre diferentes tipos de cofradías, y entre cofradías y hermandades. Así hablaba de: terceras órdenes, archicofradías,  cofradías,  pías  uniones  primarias,  otras  pías  uniones. En el Canon 707 afirmaba: 1. Las asociaciones de fieles que han sido erigidas para ejercer alguna obra de piedad o de caridad, se denominan pías uniones; las cuales, si están constituidas a modo de cuerpo orgánico, se llaman hermandades. 2. Y las hermandades que han sido erigidas, además, para  incremento  del  culto  público  reciben  el  nombre  particular de cofradías.

De  donde  deducimos  que  la  asociación  constituida  a modo de cuerpo orgánico que tiene por fin ejercer obras de caridad o de piedad es una hermandad; pero si esta hermandad se dedica al culto público recibe el nombre de cofradía. Por  tanto,  podemos  concluir  que  existen  hermandades  sin ser  cofradías,  pero  también  cofradías  que  no  son  hermandades. Es decir, pueden existir hermandades que son cofradías,  cofradías  que  son  hermandades,  hermandades  solas sin ser cofradías, y cofradías que no son hermandades.

Lo  dicho  lo  hemos  encontrado  afirmado  de  alguna manera  por  un  documento  fechado  en  Jerez,  a  23  días  de junio  de  1392.  En  el  mismo  sencillamente  se  afirma:  “e mando a la Cofradía de la Hermandad [...] de San Salvador de  la  segunda  hermandad  (sic),  onde  él  es  cofrade,  diez reales”.9 De donde se deduce que una institución benéfica, cual era el Hospital de San Salvador de Jerez, era atendida por  una  hermandad  y  esta  hermandad,  suponemos  que cuando realizaba actos de culto, se desdoblaba en una cofradía.  Por  tanto,  podemos  concluir  que  todas  las  cofradías jerezanas por nosotros estudiadas, en cuanto que atendían un  hospital, eran hermandades. Por ello  las  denominamos indistintamente hermandades y cofradías.

Una  cuestión  de  importancia  singular  que  nos  plantea la  documentación  es  que  la  gran  mayoría  de  las  cofradías estudiadas tienen un hospital. De hecho en Sevilla, a excepción  de  la  Hermandad  de  Criadores,  todas  se  denominan como Hospital y Cofradía de....10 Está claro que teniendo la asociación  un  fin  benéfico-asistencial  se  denomina  cofradía  y  no  hermandad  (a  excepción  de  un  caso).  Por  tanto, se puede utilizar exclusivamente la palabra cofradía con los dos fines: benéfico-asistencial y piadoso-cultual.

En  Jerez  de  la  Frontera  la  situación  es  absolutamente heterogénea  y  se  encuentra  muy  alejada  de  la  homogeneidad  que  en  su  denominación  presentan  las  cofradías de Sevilla por nosotros estudiadas en la monografía citada (puede  que  detrás  de  la  misma  se  encuentre  la  influencia de  la  jerarquía  eclesiástica,  en  un  intento  de  dotar  a  estas instituciones de unos rasgos similares a fin de aplicarles con mayor  eficacia  la  legislación  vigente).  Prueba  de  ello  es  el siguiente  listado  que  recoge  todas  las  cofradías  jerezanas documentadas:11

Cofradía de la Hermandad de El Salvador.12 Esta denominación  resulta  de  sumo  interés  pues  da  a entender  que  la  institución  principal  es  la  hermandad, es decir, aquella parte que se dedica a las actividades  benéfico-asistenciales  y  de  ella  depende  la que se dedica a los cultos, la cofradía.

Cofradía de San Bartolomé. Tenía su advocación en la iglesia de El Salvador.13 No podemos determinar si fue antes cofradía o hermandad. Lo cierto es que en 1488 contaba con un hospital dedicado a recoger pobres enfermos para dormir.14

Cofradía de San Dionis15  Podemos  afirmar  que también era una hermandad, pues en un testamento se pide que sus cofrades honren el cuerpo del difunto a cambio de 20 maravedís.16 En otra última voluntad se  solicita  que  vengan  a  honrar  al  testador  con  las candelas de la Cofradía el día de su entierro, estando su cuerpo presente, por 30 maravedís.17

Cofradía  de  San  Nicolás  del  Portal.18 En  1414  ya contaba con una regla y a ella se acoge un testador para que se le hagan las honras que le corresponden como  cofrade,  tal  como  figura  en  la  normativa  que rige el funcionamiento de la Cofradía.19

Cofradía de San Sebastián.20 En dos testamentos se  solicita  que  el  Hospital  de  San  Sebastián21  forme parte  de  sendos  cortejos  fúnebres  y  en  un  tercero y  cuarto  que  lo  haga  la  Cofradía  de  San  Sebastián. ¿Estamos   ante   dos   instituciones   diferentes,   un hospital  y  una  cofradía,  con  la  misma  advocación? Pensamos que no, que se trata de una cofradía que rinde culto a san Sebastián y que regenta un hospital con el mismo nombre.22

Cofradía  de  Santa  María.23  Tenía  su  advocación en la iglesia de El Salvador. No podemos determinar si también era una hermandad, puesto que la información que tenemos de esta institución se refiere al encargo  de  la  celebración  de  una  misa  de  réquiem cantada  el  día  de  santa  María  de  agosto  (15  de agosto, la Asunción) costeada con unas rentas.

Cofradía de Santa María de San Lucas.24 Deducimos que  tenía  su  advocación  en  la  iglesia  de  San  Lucas, pero  poco  más  podemos  aportar  sobre  esta  institución puesto que su nombre aparece en el deslinde de unas tierras como propietaria de un olivar.

Hermandad de Santa María de las candelas amarillas.25 Tenía su advocación en la iglesia de El Salvador y  contaba  con  un  hospital.  Hemos  de  destacar  que se trata de una hermandad formada exclusivamente por  mujeres.  De  hecho  figura  en  la  última  voluntad de  tres  testadoras,  que  realizan  donaciones  para  el Hospital. No sabemos si también era una cofradía.

Cofradía de Santa María de Roncesvalles.26 Figura en  un  testamento  cuyo  titular  pide  que  la  Virgen interceda por su alma a cambio de una cantidad de dinero para la Cofradía.

Cofradía de señor San Cristóbal.27 También denominada Hermandad y Cofradía de San Cristóbal.28 Se informa  en  la  documentación  que  en  1490  tenía  su advocación (sic) en el Hospital de Zurita también llamado de las Bubas. Estaba situado en la collación de San  Dionisio,  junto  al  monasterio  de  las  monjas  del Espíritu Santo.29 Este dato pone de manifiesto cómo los hospitales eran en muchos casos el centro de la actividad  cultual  de  las  cofradías,30  al  tiempo  que cumplían su función natural de ser centro de actividades asistenciales.

Cofradía de señor San Francisco.31 No sabemos si se refiere a la Cofradía de San Luis que tenía su advocación  en  el  Convento  franciscano  o  a  una  cofradía bajo la advocación del santo de Asís.

Cofradía del Hospital de San Blas.32Estaba situado en la calle que va del Mercado a la Puerta de Rota en a collación de San Mateo. Este caso es similar al de la Cofradía de la Hermandad de San Salvador, con la diferencia  de  que  no  se  hace  uso  del  término  hermandad aun cuando existía una dedicada a san Blas, puesto que se hace referencia a un hospital. Serrano Pinteño confirma la existencia de la hermandad.33

Hermandad  del  Hospital  de  Santa  María  del Pilar.34 Tenía su sede canónica en el Convento de San Francisco.  Pese  a  que  sólo  aparece  con  la  denominación  de  Hermandad,  sabemos  que  también  era una cofradía pues se cita como cofrades de la misma a  Juan  García  (roto),  Álvarez  de  Solís,  Francisco Martínez Hamusgo, Benito   Sánchez   de   Madrid, Diego  Martínez  de  Cota,  Antón  (roto).35  El  Hospital estaba situado a la entrada de la calle Guarnidos, en la collación de San Miguel.36

Hermandad  y  Cofradía  de  la  Misericordia.37  En ocasiones  sólo  se  la  menciona  con  el  nombre  de  la dependencia donde desarrolla parte de su actividad asistencial,  esto  es,  el  Hospital  de  la  Misericordia, situado  a  las  espaldas  de  la  iglesia  de  San  Dionisio, junto a la plaza de las frutas.38 En un testamento se hace  referencia  a  la  Cofradía  de  la  Hermandad  de la  Misericordia,  como  encargada  de  celebrar  unas honras fúnebres.39 A sus miembros se les denomina “hermanos  y  cofrades”.40 Serrano Pinteño confirma la existencia de una cofradía.41 El Hospital fue suprimido en 1589 con la reducción llevada a cabo por el cardenal don Rodrigo de Castro (Arzobispo de Sevilla entre 1581 y 1600). En el siglo XV se conocía a la calle en la que estaba situado como la calle de los hermanos de la Misericordia.42

Hermandad y Cofradía de San Luis.43 En este caso no hay lugar para la duda.

Hospital de Santa María.44 En el Protocolo notarial  se  dice  literalmente de  la  iglesia  de  San  Juan  y en  esta  parroquia  tenía  su  sede  canónica.  Serrano Pinteño nos  indica  que  también  se  denominaba de  la  Natividad  y  estaba  situado  en  la  plaza  de  San Juan.45  Según  Sancho  de Sopranis su  denominación era  Hospital  era  Santa  María  de  Hinojosa,  pues  fue fundado  en  1362  por  Gil  de  Hinojosa,  Martín  de Hinojosa  y  María  Sánchez,  esposa  de  este  último.46 La institución hospitalaria acogía a peregrinos pobres y daba una limosna a las ancianas recogidas. La existencia de su cofradía se confirma por el encargo de la celebración de unas remembranzas.

Hospital  de  la  iglesia  de  San  Marcos,  al  que se  donó  un  almadraque  usado.47  García  Guzmán y  Abellán  Pérez  afirman  que  estaba  a  cargo  de  la Cofradía  de  la  Concepción  y  San  Marcos.  Acogía  a doce mujeres pobres y ancianas, proporcionándoles casa y carbón.48

Hospital de la Sangre de Jesucristo.49 Debía contar  con  una  cofradía  que  recibió  varios  encargos  de formar parte de cortejos fúnebres así como de enterramientos  en  la  instalación  hospitalaria,  que  estudiamos más adelante.

Además  de  las  hermandades  y  cofradías  relacionadas Sancho  de  Sopranis  recoge  las  siguientes:50  Cofradía  de Santa  María  de  la  Merced  y  Cofradía  de  Santa  María  del Alcázar.51

Esta vinculación entre hospital y cofradía nos lleva a preguntarnos  en  relación  con  el  origen  de  cada  uno  de  ellos: ¿qué  surgió  antes,  la  cofradía  o  el  hospital?  En  el  caso  de Sevilla,  al  carecer  de  documentos  fundacionales,  no  pudimos  dar  una  respuesta  absoluta  a  este  interrogante  y  nos planteamos  una  doble  posibilidad.  Pudo  ocurrir  que  existiendo  previamente  una  cofradía  ésta  decidiese  fundar un  hospital  para  canalizar  sus  actividades  internas  (actos de  culto)  y  las  de  índole  benéfico-asistencial.  Por  tanto,  la cofradía precedió al hospital en cuanto a una existencia previa.  Pero  también  pudo  darse  el  caso  de  que,  habiéndose fundado primero un hospital, luego nació en él una cofradía para atenderlo. La iniciativa de este nacimiento pudo partir de un particular o de un número determinado de personas ligadas a un oficio o a un grupo social determinado.

Sin embargo el caso de Jerez de la Frontera es absolutamente ilustrativo, pues contamos con documentación relativa a la fundación de hospitales y de sus cofradías y hermandades. Antes de entrar a detallar algunos de ellos queremos destacar la importancia de Jerez en este sentido pues el hecho de que, a nuestro entender, se encuentre en un momento evolutivo anterior al de las hermandades y cofradías de Sevilla nos permite arrojar luz a un tema tan complejo, por el silencio documental,  como  es  el  origen  de  estas  instituciones.  Pasamos, pues, a analizar los casos más relevantes por contar con datos documentales al respecto.

El Hospital de la Sangre fue fundado por iniciativa particular con anterioridad a 1477.52 En octubre de ese año los Reyes Católicos visitaron Jerez y Nuño García, carpintero, les solicitó, en  calidad  de  fundador,  patrón  y  administrador,  inmunidad fiscal y permiso para recibir limosnas y tributos para el hospital que había fundado en unas casas de su propiedad frente a la iglesia de Santiago. Estaba dedicado a acoger y hospedar a pobres, dándoles cama y ropa, y curarlos de sus enfermedades. El ocho de octubre de 1477 la Corona concedió la franqueza.53  En  1482  no  se  había  conseguido  plenamente  dicha franqueza, pues el hospital a través de sus hermanos mayores hubo de reclamar sus derechos ante el cabildo municipal, lo que  sólo  le  fue  concedido  parcialmente  a  Juan  Rodríguez, capellán del Hospital de la Sangre de Jesucristo.54

Según Serrano Pinteño la confirmación de la Cofradía del Hospital de la Sangre fue otorgada por don Pedro Fernández de  Solís,  Obispo  de  Cádiz  y  Provisor  del  Arzobispado  de Sevilla, lo que debió producirse entre 1474 y 1483. Este autor utiliza  indistintamente los  términos  hermandad  y cofradía, por lo que podemos pensar que se trata de una institución que  ejercía  las  dos  vertientes  antes  definidas,  caritativa  y cultual.  Como  cofradía  aparece  definida  en  el  testamento del fundador, otorgado el siete de junio de 1485, del que no se conserva el original sino una copia protocolizada del siglo XVII de un traslado solicitado anteriormente.

En  la  última  voluntad  de  Nuño  García  se  dice  expresamente que lo entierren en el hospital que él fundó y edificó, lo cual no deja duda a la iniciativa particular como origen de la institución que pronto contaría con una cofradía para atenderlo. Fijó el  lugar  de su  sepultura,  junto al altar mayor que estaba  dedicado  a  santa  María,  al  tiempo  que  legó  la  administración y patronazgo del Hospital, al que nombró su heredero  universal,  a  los  cuatro  hermanos  mayores  que  en  ese momento tenía la Cofradía de la Sangre.55 Durante el siglo XVI la institución recibió pingües legados y donaciones por parte tanto de miembros de ilustres familias caso de doña Beatriz Pacheco,  duquesa  de  Arcos,  los  Hinojosa,  o  los  Sotomayor, como  de  los  integrantes  de  los  grupos  intermedios  de  la sociedad  jerezana  finimedieval.  Gracias  a  ello  el  Hospital adquirió un importante patrimonio en dinero, tierras, inmuebles, censos y, lo que resulta de enorme interés, una dotación de  enfermeros  que  incluía  unas  ordenanzas  para  el  funcionamiento de este cuerpo así como un tributo perpetuo para criar a niños expósitos.56 Finalmente recibió varias fundaciones de capellanías ricamente dotadas. De ellas se encargaban los capellanes, ocupando este cargo en 1490 Juan Rodríguez, capellán del Hospital.57

Pese a llevar varios años funcionando la Cofradía, la confirmación  definitiva  no  llegó  hasta  1489,  con  motivo  de  la visita  pastoral  de  don  Francisco  Reinado  Romero,  obispo de Tiberiades. Al mismo tiempo el arzobispo de Sevilla don Diego  Hurtado  de  Mendoza  ingresó  como  hermano  de  la Cofradía  de  la  Sangre,  entregando  como  cuota  de  ingreso unas casas bodega en la collación de San Marcos.58

Queremos destacar, aunque no es objeto de estudio del presente  trabajo,  la  importancia  que  el  culto  a  la  Sangre de  Jesucristo  adquirirá  a  partir  del  pontificado  de  Sixto IV  (1471-1484)  y  con  él  el  nacimiento  de  las  cofradías  de Semana  Santa.59  De  hecho  el  Hospital  fundado  por  Nuño García  nació  bajo  la  advocación  de  santa  María  de  Dios, pero luego pasó a estarlo bajo la de la Sangre.

Otro  ejemplo  ilustrativo  sería  el  del Hospital  de  San Cristóbal, también llamado de Zurita. Su origen se encuentra  en  el  testamento  de  Mencía  Suárez  de  Moscoso,  viuda del  maestresala  y  embajador  de  Juan  II  en  Granada  don Diego  Fernández  de  Zurita  y  Colsantos,60  redactado  el  25 de  mayo  de  1466  ante  Gonzalo  Román.  El  fin  del  mismo era  cuidar  y  atender  a  doce  pobres,  preferentemente  de origen  aristocrático,  para  lo  que  la  fundadora  lo  dotó  con varios  bienes  en  la  collación  de  San  Dionisio.  La  asistencia espiritual  fue  encomendada  a  los  franciscanos  y  el  patronato  lo  ejercería  el  pariente  mayor  de  la  casa  de  Zurita. Según Muñoz y Gómez ya existía en la iglesia de El Salvador la Hermandad de San Cristóbal desde 1317, pasando dicha Cofradía  en  1490  a  atender  la  curación  y  atención  de  los enfermos  en  el  Hospital,  tomando  el  mismo  el  nombre  de San  Cristóbal.61  Más  tarde  el  Hospital  se  especializó  en  la curación  de  bubas.  Tras  numerosos  pleitos  el  legado  de Mencía Suárez de Moscoso fue absorbido por el Monasterio del Santo Espíritu, que fue fundado en 1543 por los Zuritas para  enterrar  a  los  miembros  de  la  familia.62  El  Hospital superó  el  proceso  de  reducción  de  mediados  del  siglo  XVI por su especialidad médica y por su capacidad para atender a más de un centenar de enfermos.

Por último tenemos el caso del Hospital de Santa María, que  fue  fundado  por  Gil  de  Hinojosa,  Martín  de  Hinojosa y  María  Sánchez,  su  mujer,  en  1362.  Estaba  destinado  a recoger  peregrinos  mendigos  a  los  que  se  les  daba  cama para dormir.63

Por  lo  que  se  refiere  a  la  tipología  podemos  distinguir tres grupos:

Cofradías Cristológicas: Hospital y Cofradía de la Sangre de Jesucristo y la Cofradía de la Hermandad de El Salvador.

Cofradías  Marianas:  Hermandad  del  Hospital  de  Santa María  del  Pilar,  Cofradía  de  Santa  María  (de  El  Salvador), Cofradía  de  Santa  María  de  Roncesvalles,  Hermandad  de Santa  María  de  las  candelas  amarillas,  Cofradía  de  Santa María (iglesia de San Lucas), Cofradía de Santa María de la Merced y Cofradía de Santa María del Alcázar.

Cofradías alusivas a los Santos: Hermandad y Cofradía de San Luis, Cofradía de San Sebastián, Cofradía del Hospital de San Blas, Cofradía de señor San Cristóbal, Cofradía de señor San Francisco, Cofradía de San Nicolás del Portal. Dentro de este  grupo  se  encuentran  las  cofradías  parroquiales,  cuya advocación coincidía con la del santo titular de la parroquia, por  lo  que  suponemos  serían  muy  difundidas  por  el  clero parroquial en orden a solemnizar sus cultos: Cofradía de San Dionís.

Como puede observarse, predominan las cofradías dedicadas a los santos, con un número de ocho representantes, a la Virgen con siete instituciones y dos a Jesucristo. En estos porcentajes el caso de Jerez de la Frontera es similar al de Sevilla.

El gobierno de las cofradías

La documentación estudiada nos informa de las siguientes juntas de gobierno:

Cofradía  de  Santa  María  del  Pilar:64  Hermanos mayores: Diego Rodríguez,    espartero, y Pero Martínez Manzano. Mayordomo: Antón Martínez de la  Bona.  Diputados:  Antón  Jiménez  de  Tarifa  y  Juan Rodríguez de Alburquerque.

Cofradía  de  San  Luis:65  Alcalde:  Bartolomé  Ruiz, tejedor.66 Prioste: Bartolomé Ruiz, tejedor.67

Cofradía de Santa María:68 Priosta: Elvira Alfonso, viuda de Alfonso Vergado.

Cofradía  de  San  Cristóbal:69  Hermano  mayor: Francisco   López,   espadero.   Gonzalo   Sánchez   y Andrés  García.70  Alcalde:  Antón  Gómez,  borceguinero.  Diputados:  Juan  Rodríguez,  librero,  Alfonso Gutiérrez,   sastre,   y   Francisco   López,   espadero Procurador: Andrés Franco.

Cofradía   de   San   Sebastián:71   Alcalde:   Antón García  Palomino,  sillero.  Prioste:  Bartolomé  García del Puerto. Diputado: Martín de Aguilar.

La  primera  conclusión  que  podemos  extraer  del  estudio de  los  cargos  mencionados  es  que  las  cofradías  jerezanas bajomedievales, utilizando un concepto actual, se regían por unas  juntas  de  gobierno  muy  simples  en  lo  que  a  sus  componentes se refiere.72 La proliferación actual de cargos, algunos de ellos con una gradación entre quienes se acogen bajo una  misma  denominación  (mayordomo  primero  y  segundo o secretario primero, segundo, y hasta tercero) contrasta de forma evidente con estas cofradías que estudiamos, muy sencillas en la composición de las juntas rectoras.

La junta de gobierno más completa sería la que componían, por orden alfabético y no de importancia de sus competencias, un alcalde, un diputado, un hermano mayor, un mayordomo,  y  un  prioste.  Las  cofradías  que  contaban  con este órgano gubernativo al completo habrían alcanzado un elevado  grado  de  madurez  en  el  desarrollo  de  sus  funciones  internas.  En  el  resto  de  los  casos,  especialmente  en  el de aquellas cofradías cuyas juntas se componen de tan sólo tres  miembros,  cabe  barajar  una  doble  posibilidad:  que  se hallaban en una fase de evolución menos desarrollada por haber  tenido  una  fundación  reciente  o  porque  no  necesitaba más oficiales que los citados para el despliegue de sus distintas  actividades;  o  bien  que,  teniendo  en  cuenta  que estas juntas de gobierno las hemos reconstruido extrayendo los datos a partir los Protocolos notariales, en las cofradías indicadas esa documentación no se ha conservado o no ha habido  actuación  de  alguno  de  sus  cargos  y,  por  tanto,  no hay  constancia  documental  del  mismo.  En  cualquier  caso llama la atención, frente a la casi omnipresencia documentada en Sevilla, que en ninguno de los ejemplos analizados se mencione al escribano de la cofradía.73

Con  respecto  a  las  funciones  que  desempeñaban  cada uno  de  estos  miembros  de  las  juntas  de  gobierno,  hemos de decir que la documentación no es muy ilustrativa al respecto. No podemos deducir las funciones por ellos desarrolladas a partir de los Protocolos estudiados. La información que éstos nos proporcionan se limita a indicar su nombre y su participación en el negocio queda reducida a la de simples  suscriptores  del  mismo,  sin  que  realicen  ninguna  otra actividad derivada del oficio que cumplían.

A diferencia de lo que sucedía en Sevilla, en cuyas cofradías  el  prioste  tenía  un  protagonismo  decisivo  en  la  vida  de la cofradía, al menos en lo que se refiere al despliegue de las actividades  que  la  implican  directamente  en  la  sociedad,  en el caso de Jerez de la Frontera su importancia es sustancialmente menor. Consideramos que son los hermanos mayores quienes ocupan el lugar más importante en el gobierno de las cofradías. De hecho, durante el proceso de reducción hospitalaria llevado a cabo en el siglo XVI, quienes representan a las hermandades ante las autoridades eclesiásticas, presentando alegaciones y trasladando la documentación exigida, son los hermanos mayores.74

Ello  no  es  óbice  para  que  los  priostes  sean  protagonistas  de  algunos  negocios  importantes  para  las  cofradías. Ejemplo  de  ello  son  Bartolomé  Ruiz,  tejedor,  prioste  de  la Cofradía de San Luis, quien en nombre de la Cofradía compró  unas  casas.75  Y  sobre  todo  el  caso  de  Elvira  Alfonso, viuda, priosta de la Cofradía de Santa María.76 Afirmábamos allá por el año 2001 en nuestra Tesis doctoral: “¿Hubo mujeres  en  las  cofradías?  Sí,  pero  de  su  condición  de  cofradas siempre se nos informa de manera indirecta: no acuden a los cabildos  ni  pertenecen  a  las  juntas  de  gobierno,  por  lo  que no aparecen en los listados de cofrades”.77 Afortunadamente para  el  avance  de  la  ciencia  histórica  tenemos  que  corregir-nos a nosotros mismos y en el caso de la ciudad de Jerez de la Frontera sí hemos documentado una cofradía, la de Santa María  que  tenía  su  advocación  en  la  iglesia  de  El  Salvador, cuyo  prioste  o,  mejor  dicho,  cuya  priosta  era  una  mujer.  En el caso de Elvira ella, de acuerdo con una función específica de su cargo, recibió el pago de las rentas de unas casas pertenecientes a la Hermandad por parte de Pedro de Fuentes, escribano de la justicia. Queremos destacar la importancia de este  documento  pues,  según  los  datos  de  que  disponemos, estamos  ante  una  de  las  pocas  cofradías  en  cuya  junta  de gobierno  figura  una  mujer.  Pero  no  podemos  determinar  si Elvira  ejercía  su  priostía  en  una  hermandad  de  mujeres78  o  mixta,  ya  que  no  podemos  afirmar  si  se  trata  de  la  Cofradía de Santa María de las candelas amarillas, que también tenía su advocación en El Salvador, porque la documentación sólo recoge la advocación mariana y la sede canónica.

El  número  de  personas  que  pueden  ocupar  un  mismo cargo nos es desconocido y como puede observarse en las juntas  recogidas  no  hay  regularidad  alguna.  Normalmente en  el  caso  de  los  hermanos  mayores  son  dos,  uno  es  el número de priostes, alcaldes y mayordomos, mientras que el de los diputados es variable. En relación con el cargo de diputado, la variación en el número de personas que lo desempeñaron puede explicarse por la siguiente razón: da la  impresión  de  que  en  la  época  estudiada  este  cargo  no estaba  consolidado  como  tal,  sino  que  se  trataba  de  personas  designadas  por  la  cofradía  para  cumplir  una  misión concreta.

Un  aspecto  que  desconocemos  es  la  cuestión  de  las elecciones,  en  concreto  el  tiempo  que  transcurría  entre los nombramientos para cada uno de los cargos. Lo mismo sucede  en  relación  con  los  cabildos,  pues  no  hemos  documentado ninguna de estas reuniones fundamentales para el gobierno de las cofradías.

Las  juntas  recogidas  en  la  documentación  nos  permiten  conocer  algunos  datos  en  relación  con  los  cofrades.  No son  muchos  puesto  que,  como  hemos  dicho  los  Protocolos notariales nos ofrecen la faceta mundana de la cofradía, sus implicaciones  con  la  sociedad  jerezana.  Las  cuestiones  relativas  a  su  funcionamiento  interno  quedan  fuera  del  ámbito de las escribanías públicas. Para dichas actividades propias las cofradías tuvieron su archivo en el que custodiaban sus libros, libros  de  cuentas,  libros  de  donaciones,  y  por  supuesto,  los llamados  libros de abc,  donde  quedaban  recogidos  en  lista-dos ordenados alfabéticamente los nombres de sus cofrades. El  hecho  de  no  haberse  conservado  estos  libros  nos  impide conocer una serie de cuestiones como el número de cofrades con  el  que  cada  cofradía  contó  en  distintas  épocas,  el  ritual de ingreso y el proceso previo a la autorización para llevarlo a  cabo,  el  pago  de  cuotas,  la  posibilidad  de  que  existieran determinados  condicionantes  (étnicos,  profesionales,  socia-les, etc.) que impidiesen el acceso, el grado de participación en la vida de la cofradía, etc.

Pero  podemos  conocer  algunas  profesiones  que  organizamos por sectores: artesanía del libro: librero; cuero: borceguinero  y  sillero;  metal: espadero;  y  textil: sastre y tejedor. Estos  escuetos  datos  no  nos  permiten  hablar  de  cofradías profesionales  que,  para  la  época  estudiada,  eran  muy  escasas en Sevilla predominando aquéllas en las que el elenco de profesionales era extraordinariamente variado en cuanto a la dedicación laboral.79 Sí podemos afirmar a partir de la información recogida que las cofradías eran instituciones generadas e integradas por los sectores intermedios de la sociedad y, especialmente, por  miembros del  sector secundario dedicados a las actividades artesanales.

Las bases económicas de las cofradías

Dentro del conjunto de bienes que conforman el patrimonio de las cofradías podemos distinguir tres grandes grupos: casas, propiedades rurales y los que integran el capital artesanal de las mismas.80

Dentro  del  patrimonio  de  las  cofradías  destacan  de forma absolutamente predominante los bienes inmuebles: casas, corrales y solares. Todo parece indicar que fueron la compensación  que prefirieron para sufragar los cultos que se les encargaba. Ciertamente, cabe la posibilidad de pensar que las casas generaban unas rentas fijas que asegurarían, al menos teóricamente, el cumplimiento ad  perpetuum de las  disposiciones  de  quienes  las  donaban.  Pero  también  lo hacían las propiedades rurales y la donación de éstas es muy inferior. No debemos olvidar que la mayoría de los cofrades se dedicaban a actividades vinculadas con los oficios urbanos,  por  lo  que  la  gestión  de  los  bienes  de  la  cofradía  se vería facilitada por el hecho de estar situados en la propia ciudad. Se ocuparían de supervisarlos al finalizar la jornada laboral, sin tener que desplazarse fuera del recinto urbano.

En cuanto a la tipología de las casas hemos de decir que la  documentación  no  es  muy  ilustrativa  al  respecto.  Bajo una  denominación  siempre  en  plural  se  encierra  un  conjunto  formado,  en  la  gran  mayoría  de  los  casos,  por  unos palacios, soberados, y corral. Nada se indica de cuestiones como  el  tamaño.  Tampoco  son  muy  ilustrativos  los  documentos que tienen como objeto de un determinado negocio los corrales. No creemos que sea posible dilucidar esta cuestión  a  partir  de  las  rentas  fijadas  en  los  contratos  de arrendamiento. En las cantidades que habrían de pagar los inquilinos debieron influir otros factores, además de las proporciones  de  las  casas:  la  situación  en  la  ciudad  y  dentro de  la  collación,  el  estado  de  conservación,  el  disponer  de alguna infraestructura especial como pozos,81 los materiales constructivos, etc.

La documentación estudiada apenas nos informa sobre cómo esas propiedades inmobiliarias fueron adquiridas por las cofradías. Sólo se hace referencia a dos vías: la compra directa, de forma muy minoritaria, y, sobre todo, las donaciones. En estas últimas intervienen dos motivaciones muy relacionadas que las justifican: por un lado, la devoción que se tiene a una determinada cofradía; y por otro, garantizar con  las  rentas  que  generen  las  casas  donadas  el  cumplimiento de una serie de cultos y honras fúnebres.

Como ejemplo de compra tenemos el caso de la Cofradía de San Luis, con advocación en el Convento de San Francisco, cuyo  prioste  acompañado  por  un  cofrade  se  encargó  de comprar  a  Domingo  Rodríguez,  monedero,  unas  casas  con corral,  trascorral  y  un  pozo  de  agua,  por  7.200  maravedís pagados  que  fueron  pagados  al  contado.82  La  propiedad adquirida  tenía  un  cargo  de  15  maravedís  anuales  pagaderos  perpetuamente  para  una  remembranza  de  vigilia  y misa que los clérigos de la iglesia de San Miguel celebraban cada año. Desconocemos si tras la compra se efectuaría el ritual propio del acto jurídico que representaba la toma de posesión, heredado del Derecho Romano: abrir las puertas, penetrar en las casas y recorrer todos sus rincones.

Entre los negocios de que son objeto las casas destacan de forma mayoritaria los arrendamientos. Existe una predilección en las cofradías por someter sus propiedades inmobiliarias  a  alquileres  por  una  o  varias  vidas,  lo  que  puede obedecer a varios motivos. En primer lugar en la época que estudiamos  no  había  un  control  tan  exhaustivo  de  la  economía cofrade, entre otras razones porque en las juntas de gobierno no había una persona dedicada exclusivamente a ella, como los actuales tesoreros. Todos, oficiales y cofrades, aparecen implicados en negocios de variada naturaleza, en el  tiempo  que  sus  ocupaciones  personales  y  profesionales les dejaba. Con estos contratos de larga duración las cofradías  trataban  de  asegurarse  unas  rentas  fijas  durante  un periodo  de  tiempo  prolongado,  sin  necesidad  de  revisar periódicamente los contratos o confeccionar otros nuevos. Lógicamente ello conllevaba el que los alquileres permaneciesen  fijos  durante  un  número  importante  de  años,  pese al  lógico  incremento  del  coste  de  la  vida.  Pero  insistimos: no  es  el  afán  de  lucro  lo  que  distingue  a  las  cofradías.  Tan sólo persiguen el cobro regular de unas rentas con las que costear sus actividades.

Como  ejemplo  de  ello  podemos  mencionar  el  corral que la Cofradía de Santa María de la iglesia de El Salvador tenía arrendado por su vida y una renta de 50 maravedís al escribano Pedro de Fuentes. Fue su priosta, Elvira Alfonso, la encargada de cobrar todo lo que Pedro debía de ciertos años  pasados  y  hasta  el  día  de  Santa  María  de  agosto  de 1471.83

Otro  contrato  que  ilustra  lo  afirmado  es  el  que  intitula la  Hermandad  y  Cofradía  de  San  Cristóbal.  Sus  hermanos mayores y un diputado arrendaron por su vida a Francisco Martínez,  armador,  una  solar  en  la  Cruz84  que  lindaba  con otros  dos  solares  que  tenía  arrendados  de  la  Hermandad Pero  Alfonso,  espartero,  por  400  maravedís  anuales.85  Los plazos de pago fueron dos: la mitad el día de san Cristóbal y la otra mitad el día de Pascua.86

En cuanto a las rentas percibidas podemos observar que éstas  sólo  se  pagan  en  dinero,  expresadas  en  maravedís  y doblas, y que ninguna de ellas conlleva el pago en especie.87No nos parece significativo indicar una cantidad media, pues en  los  alquileres,  como  hemos  indicado,  inciden  muchos factores propios y específicos de cada propiedad. Tampoco podemos  establecer  una  periodicidad  en  el  pago  de  esos alquileres, pues la escasa documentación no nos lo permite. Sí podemos observar alguna preferencia por percibir las rentas en fechas acordes con los cultos y celebraciones propias de las cofradías. Es el caso del pago de la mitad de la renta el día de san Cristóbal por la Hermandad de esta advocación, o el día de Santa María de agosto.

Lógicamente  el  impago  de  alquileres  debió  darse  con más  frecuencia  de  la  que  recoge  la  documentación  estudiada.  Sólo  contamos  con  el  ejemplo  del  jurado  Pedro de  Fuentes  y  su  incumplimiento  del  pago  del  contrato  de arrendamiento a la Cofradía de Santa María cuya priosta se encargó de solventar.

En todos los casos estudiados los arrendamientos se produjeron de forma directa entre la cofradía y el inquilino, sin que documentemos permisos por parte de las autoridades eclesiásticas ni remates, esto es, pujas por el inmueble tras su anuncio público por medio del pregonero municipal.88En  ocasiones  las  propiedades  inmobiliarias  obligaron  a las  cofradías  a  intervenir  en  pleitos  por  su  propiedad  con particulares.  Así  le  ocurrió  a  la  Cofradía  de  San  Blas  de  la iglesia  de  San  Mateo,  a  la  que  Diego  Ferrández,  jurado, vecino de la collación de San Marcos, debía sesenta doblas de  oro  tras  el  acuerdo  a  que  llegó  con  los  cofrades,  según declara en su testamento. El objeto del pleito fueron unas casas que pertenecieron a María Martín la sota, localizadas en la collación de San Lucas. Ambos, Cofradía y jurado, pleitearon por las casas pues ambos se consideraban herederos de los bienes de la citada María. Finalmente la Cofradía ganó el pleito por lo que el jurado dejó las 60 doblas en depósito a Pero Ferrández, jurado de San Dionís, quien debía pagarlas a la Hermandad cuando ésta otorgase carta de quitamiento cumplida y bastante en la dicha razón.89

Por lo que se refiere a las propiedades rurales hemos de decir que la documentación conservada es muy sintética al referirse a estas propiedades, pues suele omitir datos importantes  como  el  tamaño,  que  es  imposible  de  determinar  a partir  de  la  expresión  empleada: un  pedazo.90  Conocemos la extensión de cinco propiedades expresadas en aranzadas: media aranzada,91 una,92 dos y media93 y tres.94

En cuanto al tipo de explotación predominan las tierras dedicadas al cultivo de vid,95 lo que no es sorprendente dado el entorno rural en el que nos encontramos,96 en ocasiones combinada con arboleda, y al olivar.97 En algunos casos no podemos determinar el grupo al que pertenece, pues simplemente se hace referencia a una tierra.98

También conocemos la situación de varias de estas tierras. Algunas se localizan en los pagos como el de las Viñas,99el  de  las  Viñas  de  la  Serrana100  y  el  del  Olivar:101  otros  se encontraban  junto  a  caminos  como  el  del  rosal;102  o  en  matas  como  la  del  Olivar.103  Finalmente  localizamos  unas tierras en Guadabajaque.104

Con  respecto  al  procedimiento  por  el  que  estas  propiedades  pasan  a  engrosar  el  patrimonio  de  las  cofradías conocemos algún ejemplo de compra, como la aranzada de viña105 en la Serrana que la Hermandad de San Luis compró a Juan Salvador, hortelano, en nombre de su mujer Catalina Alfonso, por 400 maravedís que la Cofradía pagó en efectivo.106  Pero  en  otros  casos  no  podemos  determinar  las  vías de adquisición, puesto que la información la obtenemos de deslindes (Jimena Bernal, viuda de Gonzalo Ferrández, cirujano, vecina de la collación de San Marcos, vendió a Gonzalo Mateos de Medina un pedazo de tierras de una aranzada en la  mata  del  olivar  camino  del  rosal,  que  lindaba  con  olivar de la Cofradía de Santa María de San Lucas por 300 maravedís.107  O  el  caso  de  Catalina  Martínez,  viuda  de  Benito Sánchez de Hinojosa, vecina de la collación de San Juan, que vendió  a  Gutierre  López  tres  aranzadas  de  tierra  calma  en Guadabajaque  que  lindaban  por  tres  partes  con  tierras  de la Cofradía de Santa María, por tres doblas de oro moriscas mayores).108

Las cofradías no explotan directamente sus tierras, sino que prefieren arrendarlas para disponer de unas rentas fijas. El periodo de arrendamiento suele ser por una vida como lo ejemplifica la Cofradía de San Luis en la gestión de sus tierras. Tras protocolizar la compra de la aranzada de viña en la Serrana, acto seguido arrendó la mitad de la misma a Pero Martínez de Aguilar y a Leonor Ruiz, su mujer, por 400 maravedís anuales que habían de pagar por trimestres.109 Como puede  comprobarse,  en  un  año  la  Hermandad  recuperaría el  capital  desembolsado  para  la  adquisición  de  estas  tierras. Y al día siguiente le arrendó al citado Pero Martínez de Aguilar la otra media aranzada de viña por un precio anual de  40  maravedís,  habiendo  de  pagar  la  mitad  en  san  Juan y  la  otra  el  primer  día  del  año.110  Otro  ejemplo  lo  intitula la Cofradía de San Sebastián que arrendó perpetuamente a Pero Jiménez Camacho un pedazo de tierra y viña111 de una aranzada en el Pago de las Viñas por 100 maravedís pagaderos  el  día  de  san  Sebastián.112  Todos  estos  arrendamientos se  hicieron  mediante  la  firma  directa  del  contrato  entre  la cofradía y el arrendatario.

Las rentas fijadas se pagaban en dinero estableciéndose como  fecha  de  entrega  de  las  mismas  los  trimestres  del año  o  en  una  fecha  señalada  para  la  cofradía  como  el  día de su patrón (el día de san Sebastián por la Cofradía de su nombre)113  o  de  una  fiesta  señalada  en  el  calendario  agrícola (la mitad en san Juan y la otra el primer día del año).114

La cercanía del área rural jerezana a una importante ciudad comercial, así como el hecho de que su producción agrícola  estuviese  en  gran  medida  controlada  y  dirigida  desde la urbe, explica que en la misma el dinero fluía. Por ello no es de extrañar que la mayoría de las transacciones se hiciesen en dinero, como hemos podido comprobar en el análisis de  los  arrendamientos.  Sin  embargo  el  desarrollo  de  esta economía  monetaria  no  fue  paralelo  a  una  expansión  del volumen de metal acuñable en circulación y uso.115 A principios del siglo XVI las dificultades monetarias eran evidentes así  como  la  falta  de  liquidez  y  los  efectos  de  tal  situación se evidencian claramente en el ámbito rural desde fines del siglo xv y principios de la centuria siguiente. A ello hay que añadir las consecuencias que sufrían el campo de unas crisis agrícolas intensas y una población diezmada por las epidemias, por lo que el esfuerzo por mantener unos niveles de producción  mínimos  eran  grandes.  Evidentemente  la  incidencia del fenómeno no fue igual para el campesinado que para el gran propietario.

Ese desarrollo de la economía monetaria no benefició de forma  especial  al  campesinado,  que    se  vio  afectado  por los resultados de la misma puesto que los precios subían y su  poder  adquisitivo  se  reducía.  La  necesidad  de  dinero  la intentó  paliar  el  campesino  a  través  de  distintas  fórmulas. Una de ellas es la venta de tierras que ya hemos analizado. Pero además la dinámica de los nuevos principios económicos y la infiltración de la economía monetaria en el mundo rural determinó la aparición y desarrollo de nuevas fórmulas  financieras.  Nos  estamos  refiriendo  a  los  sistemas  de crédito.

Desde  fines  del  siglo  XV  existían  en  el  ámbito  rural  dos supuestos básicos para el desarrollo de los sistemas de crédito:  el  propietario  que  necesitaba  dinero  y  el  capitalista que  deseaba  hacer  fructificar  los  ahorros  monetarios  de que disponía. En estos momentos la normativa de la Iglesia sobre  la  usura  había  sobrepasado  ampliamente  los  límites establecidos  por  el  Derecho  canónico.  El  freno  a  cualquier operación de crédito era evidente, aunque ello no impidió el desarrollo de fórmulas financieras. En la época estudiada se  van  a  poner  en  práctica  medios  indirectos  para  prestar dinero y recibir lo prestado en cantidad superior a través de la entrega diferida.116 Las primeras fórmulas de crédito fueron fórmulas de inversión de capitales que, con una función similar  a  la  que  los  juristas  denominan mutuo  oneroso  o  préstamo con interés, no caían en la prohibición de la usura.

Una  de  estas  fórmulas  fue  la  compra  de  rentas.  Se  trataba de una operación según la cual un propietario vendía un censo o tributo perpetuo sobre sus bienes por una cierta cantidad de dinero. El proceso consistía en que un propietario  necesitado  de  dinero  suscribía  un  contrato  similar  a una compra-venta. El bien vendido era una parte de lo que rentaba la propiedad, que quedaba sujeta a perpetuidad a un canon anual que debía entregar al comprador. En la operación  el  propietario  de  la  tierra  conseguía  la  cantidad  de dinero  líquido  que  precisaba,  mientras  el  comprador  efectuaba una inversión de capital de la que iba a percibir anualmente  unos  ingresos,  pero  no  la  devolución  del  principal. La  fórmula  en    misma  no  se  puede  considerar  como  un auténtico préstamo de capital, puesto que en éste se exigía el reembolso del capital en un tiempo determinado y en el caso de la compra de rentas el censatario o vendedor recibía el capital para siempre sin la obligación de devolverlo en un plazo concreto.117

Las cofradías decidieron invertir su capital a través de la fórmula de la compra de rentas. Un ejemplo puede servirnos  para  aclarar  esta  operación  financiera.  La  Hermandad de San Luis compró a Juan Salvador, hortelano, en nombre de  su  mujer  Catalina  Alfonso,  138  maravedís  de  tributo perpetuo  situado  sobre  dos  aranzadas  y  media  de  tierra en  la  Serrana,  por  1.400  maravedís  a  pagar  cada  año  perpetuamente.118 El hortelano recibió una cantidad de dinero que  necesitaba,  1.400  maravedís,  que  pagaría  a  razón  de 138  maravedís  anuales  a  la  Cofradía  durante  toda  su  vida. La misma inversión realizó la Cofradía de San Blas, aunque no  podemos  desarrollar  el  negocio  pues  la  información que recibimos es indirecta. El jurado Manuel Fernández de Carmona, vecino de San Dionís, dejó en herencia a su hijo el jurado Pedro de Carmona el olivar de los alunados donde la Cofradía de San Blas tenía un tributo perpetuo de 160 maravedís.119  No  podemos  determinar  el  capital  invertido  de  la Hermandad, tan sólo lo recaudado anualmente.

En ocasiones las cofradías fueron beneficiarias de estas compras de rentas mediante la  donación  del censo perpetuo que el donante cobraba por la operación de crédito realizada. De ello es bien ilustrativo el siguiente ejemplo: Antón de la Puerta, vecino de la collación de San Miguel, donó a la Cofradía de señor San Cristóbal 50 maravedís de censo perpetuo en unas casas en San Miguel en el callejón del portal, que pagaba cada año (hueco), viuda de Juan García, carpintero, el día de san Juan.120El  patrimonio  cofrade  se  complementa  con  el  capital artesanal. A pesar de que muchos de los cofrades estaban dedicados  profesionalmente  a  la  artesanía,121  las  cofradías no  contaron  en  su  patrimonio  con  un  número  elevado  de instalaciones  donde  desarrollar  diversos  oficios.  Se  limita a unas casas lagares que la Cofradía de San Blas poseía en la collación de San Mateo, sin que podamos determinar las condiciones de su explotación (por la Hermandad, por algún cofrade, en régimen de arrendamiento, etc.), puesto que la información la obtenemos a partir de la venta de unas casas en cuyo deslinde se menciona la citada instalación dedicada a  la  pisa  de  la  uva.122  Esta  casa  lagar  formaba  parte  de  un amplio  grupo  de  este  tipo  de  edificio,  muy  extendido  por toda la ciudad, tal como revela la documentación analizada para la realización del presente trabajo.

Una última vía de financiación de las hermandades fueron las limosnas. Suponemos que debieron ser mucho más abundantes de las que hemos documentado, pues sólo contamos con cuatro ejemplos. El Hospital de la Sangre recibió 50 maravedís por un lado123 y 100 maravedís por otro.124 La Cofradía de San Bartolomé fue objeto de una donación de 10 maravedís125 y la de Santa María de Roncesvalles de tres maravedís.126  En  estos  dos  últimos  casos  la  ganancia  obtenida fue del cien por cien, puesto que en ambas donaciones se solicita que los titulares de las cofradías intercedan y rueguen a Dios por el alma de los donantes.

De  acuerdo  con  la  documentación  estudiada,  todo parece indicar que las limosnas no fueron una fuente importante de financiación de las cofradías debido a la escasez de las mismas. Las donaciones monetarias son muy puntuales y no muy abundantes. Ello nos lleva a pensar que la principal fuente de ingresos de las cofradías en la época estudiada fueron las rentas fijas generadas por las propiedades que  hemos  analizado.  Tampoco  hemos  documentado,  a diferencia  del  caso  de  Sevilla,127  otra  vía  de  obtención  de limosnas  como  la  concesión  de  indulgencias.  A  cambio de  la  entrega  de  determinadas  cantidades  de  dinero,  las cofradías  concedían  estas  gracias  con  las  que  ellas  fueron favorecidas  en  el  momento  de  su  fundación  por  distintas autoridades  eclesiásticas  (papa,  arzobispo,  etc.).128  Dichas indulgencias  eran  divulgadas  por  determinadas  personas a  las  que  la  cofradía  encargaba  este  cometido.  En  el  caso de  Jerez  de  la  Frontera  ninguna  de  las  cofradías  estudia-das, siempre de acuerdo con la documentación analizada, gozaba de tales indulgencias.


Actividades benéfico-asistenciales

 

El  centro  de  la  actividad  benéfico-asistencial  desarrollada  por  las  cofradías  era  su  hospital.  La  mayoría  de  los hospitales  medievales  hasta  el  siglo  xv  fueron  pequeños y  funcionaron  indistintamente  como  hospitales  para  curar enfermos,  alberguerías  para  que  los  transeúntes  pudiese allí pasar la noche y asilos para los ancianos. Además, atendiendo a su espíritu religioso y al igual que otras instituciones de esta naturaleza, gozaban de inmunidad frente a las autoridades no eclesiásticas y en ellos buscaban protección personas en distintas circunstancias.

 

El origen129  de  los  hospitales  pertenecientes  a  las  hermandades  o  cofradías  es  diverso.  Por  un  lado,  los  que dependen  de  las  cofradías  de  oficio  surgieron  del  deseo y  voluntad  primordial  de  cada  uno  de  ellos  de  contar  con un  centro  propio  donde  realizar  asistencia  mutua,  llevar  a efecto sus cabildos y otros asuntos relacionados con su profesión, además de celebrar oficios religiosos.

 

Con  las  hermandades  y  cofradías  de  caridad  ocurre  algo parecido,  creándose  el  hospital  por  el  esfuerzo  de  los  propios  cofrades  que  compraban  y  levantaban  la  casa  hospital. Muchos  de  estos  cofrades  eran  personas  modestas,  con  un profundo sentimiento religioso que los impulsaba a reunirse y fundar un hospital. En este sentido es un buen ejemplo la dedicación que demostraron los cofrades de Hermandad de Santa María del Pilar,130 que se vieron envueltos en un pleito con unos vecinos con motivo de unas casas situadas junto al Hospital con las que querían y acoger más pobres.

 

Un tipo de fundación a caballo entre la iniciativa particular y  la  asociativa  lo  constituían  aquellos  legados  de  inmuebles hechos por personas individuales a cofradías con el fin de ser destinados a hospitales. De esta forma, aunque el peso de la marcha  del  centro  recaía  sobre  la  cofradía,  la  primitiva  institución  había  sido  particular,  pero  sólo  a  título  de  esfuerzo inicial  y  sin  ninguna  dote  especial  para  su  mantenimiento. Sería  el  caso  de  Hospital  de  Santa  María  que  fue  fundado por Gil de Hinojosa, Martín de Hinojosa y María Sánchez, su mujer, en 1362. Estaba destinado a recoger peregrinos mendigos a los que se les daba cama para dormir.131 Por tanto, el nuevo establecimiento surgía de la conjunción entre la donación particular y el interés de la cofradía por disponer de un hospital, el cual se levantaba en el inmueble que el particular proporcionaba a la cofradía para que pudiese tener su propio centro.

En cuanto a la tipología de los hospitales hemos de decir que  la  gran  mayoría  de  las  hermandades  y  cofradías  estudiadas  nacieron  o  acabaron  siendo  hermandades  hospitalarias.  Pero  nunca  debemos  de  perder  de  vista  la  definición que hemos dado de hospitales cumpliendo al mismo tiempo como  tales,  como  alberguerías,  o  como  asilos  o,  inclusive, como  centro  donde  se  reunía  la  hermandad,  para  realizar cualquier  otro  tipo  de  acción  caritativa  (limosnas,  dotes  de doncellas, entierros de pobres, etc.) o, por último, se dedica-ban a otros fines que nada tenían que ver con la hospitalidad asistencial y sanitaria.

 

Podemos  estudiar  distintos  tipos  de  hospitales  en  razón de su finalidad:132

 

a) Hospitales dependientes de cofradías profesionales o que reunían a personas de un mismo a oficio. A este grupo  pertenecerían  los  hospitales  de  las  corporaciones  de  oficios.  Su  única  acción  social  caritativa  la realizaban para con ellos mismos (asistencia mutua), socorriendo  a  sus  compañeros  en  caso  de  enferme-dad  u  otro  impedimento,  costeando  funerales  por los que fallecían, auxiliando a sus viudas e hijos, etc., no  teniendo  obligación  de  ejercer  otro  tipo  de  hospitalidad.  Además  en  estos  hospitales  dependientes de cofradías artesanales se desarrollaban actividades propias del oficio.

 

b) Hospitales dependientes de hermandades con un fin benéfico-asistencial.

 

Se  trata  de  centros  asistenciales  a  través  de  los  cuales las  hermandades  que  los  poseían  ejercían  la  beneficencia. Podemos establecer una diferenciación en este tipo de asociaciones: las que tenían sus hospitales para celebrar actos religiosos y poner en práctica alguna que otra obra de cari-dad  cristiana  (no  teniendo  obligaciones  asistenciales);  y aquellas  otras  con  fines  benéficos,  especialmente  orienta-das al recogimiento de pobres.

 

Estos  hospitales  desarrollaban  una  práctica  preferentemente  religiosa-ceremonial,  impulsadas  por  la  cofradía respectiva bajo el influjo del santo patrón. Se distinguía claramente  entre  la  hipotética  hospitalidad  que  en  base  a  su denominación de hospitales podrían estar obligados a rea-lizar  (que  por  el  mandato  de  su  fundación  no  caía  dentro de sus objetivos) y aquella finalidad para la que habían sido instituidos.

 

En  un  segundo  grupo  se  encontrarían  aquellos  centros que   desarrollaban   una   acción   benéfica-asistencial   más definida.  Carmona  García133  habla  de  dotación  de  donce-llas  pobres,  enterramiento  de  muertos  o  recogimiento  de pobres.

 

El tipo de recogimiento más completo abarcaba el proporcionar casa, cama, ropa, repartir limosnas (por lo general durante  las  Pascuas),  curar  a  los  pobres  si  caían  enfermos y  enterrarlos  si  llegaban  a  morir,  todo  ello  a  costa  del hospital.134Para  ello  los  hospitales  de  las  hermandades  recibieron una  serie  de  donaciones  destinadas  a  sufragar  los  gastos generados. Dichas donaciones se hacían a la institución en general o a personas particulares que están en ella acogidas:

 

1)adquisición de  mobiliario  y  reparación  del  existente: camas135 (mueble y complementos):Catalina García, viuda de Benito Martín, vecina de la  collación  de  El  Salvador,  mandó  al  Hospital  de  las hermanas de las candelas amarillas de la Hermandad de   Santa   María   una   manta,   una   almocela,   un lenzuelo,136 porque rogasen a Dios por su alma.137

Catalina Alfonso la partera donó al Hospital de San Miguel un almadraque lleno de lana y su cama, ambos usados, para que durmiesen los pobres.138

Sancha  Rodríguez,  viuda  de  Juan  García,  vecina de la collación de San Dionís, mandó a la Hermandad de las hermanas de la Cofradía de Santa María de las candelas amarillas su cama de ropa porque rogasen a Dios por su alma.139

Ana  Ferrández,  mujer  de  Miguel  Sánchez  de  la Puerta,  vecina  de  la  collación  de  San  Miguel,  mandó a  la  Hermandad  de  las  hermanas  de  la  Cofradía  de Santa María de las candelas amarillas una sábana de estopa usada.140

Leonor  Núñez,  vecina  de  la  collación  de  San Miguel, donó al Hospital de la Sangre de Jesucristo un almadraque grande, una sábana y una almohada.141

 

Queremos destacar las dos donaciones hechas a la Hermandad de las hermanas de la Cofradía de Santa María  de  las  candelas  amarillas,  integrada  exclusivamente  por  mujeres.  El  hecho  de  que  contara  con un  hospital  para  atender  al  sector  femenino  de  la sociedad  jerezana  finimedieval  goza  de  una  importancia singular, pues a fines de la Edad Media y hasta la  conclusión  del  siglo  xvi  la  cobertura  hospitalaria de  que  gozaban  las  mujeres  era  muy  escasa.  De  los 14  hospitales  que  existían  en  Jerez  sólo  el  del  Pilar curaba a mujeres de calenturas, el de San Pedro y el de Santa Catalina acogían a dos mujeres pobres, y el de la Concepción de San Marcos a mujeres ancianas. Es más, tras la reducción de finales del siglo xvi sólo quedó el de la Concepción. Más tarde el Hospital de la  Sangre  pasó  a  ocuparse  de  la  curación  de  muje-res de todas las enfermedades y de la acogida de las transeúntes.142

 

2) limosnas en metálico para los pobres que se atienden en el hospital:

 

Catalina Fernández, mujer de Juan Sánchez, vecina en  la  collación  de  San  Miguel,  donó  al  Hospital  de Santa María del Pilar 100 maravedís anuales detraídos de las rentas y lugares que ella poseía en sus casas de la collación de San Miguel.14

 

 

 

¿Son estas donaciones puramente altruistas? No. Pero lo que se pide a cambio es fácil de cumplir: rogar a Dios por el alma del donante.144

 

El hospital estaba atendido por los enfermeros u hospitalarios.  El  ejemplo  más  ilustrativo  es  el  del  Hospital  de  la Sangre y la donación hecha por Francisco de Hinojosa para dotarlo  de  un  cuerpo  de  enfermos,  recogida  en  una  escritura otorgada el 12 de febrero de 1519.145 En ella establecía la  entrega  de  unas  tierras  con  cuyas  rentas  se  contrataría a  un  matrimonio  para  que  ejerciesen  la  labor  de  enfermeros  encargados  del  cuidado  y  cura  de  los  enfermos,  así como las ordenanzas que debían cumplir. Éstas se referían a la limpieza del establecimiento (enfermería, letrinas, ropa de  cama  y  mesa,  las  medidas  higiénicas  que  habrían  de dispensarse  a  los  enfermos),  la  atención  del  enfermo  que se  hallaba in  articulo  mortis, y  el  cuidado  espiritual  de  los enfermos (confesión, comunión, mantener encendida y limpia la lámpara que alumbraba el Santísimo Sacramento por parte de la enfermera, etc.).

 

En cuanto a la estructura de los hospitales, tan sólo conservamos  descripciones  y  planos  relativos  al  Hospital  de  la Sangre.146  De  hecho  el  edificio  se  conserva  actualmente  en la  calle  Taxdirt147  y  funciona  como  residencia  de  ancianos (Fundación  Centro  de  acogida  San  José).  Del  resto  poco  o casi nada podemos aportar. Tan sólo afirmar que su tamaño, su  estructura  y  capacidad  asistencial  estarían  en  proporción directa  con  la  devoción  de  que  era  objeto  la  cofradía  y  sus titulares,  pues  de  ello  dependía  el  número  y  cantidad  de donaciones percibidas.

Sobre  la  administración  de  estos  hospitales  hemos  de decir que algunos tenían un patronazgo especial (el Hospital de  Zurita  por  el  pariente  mayor  de  este  linaje),  mientras que  la  mayoría  era  responsabilidad  directa  de  las  cofradías. Por  esta  razón  eran  dirigidos  y  gobernados  por  sus  propios cofrades, quienes nombraban a la persona responsable de la buena marcha del centro En ocasiones el cargo era ocupado mediante turnos por un período determinado.

Pero  por  encima  de  todos  ellos  se  encontraba  la  acción vigilante y fiscalizadora de la jerarquía eclesiástica. La jurisdicción de ésta se extendía a todos los centros eclesiásticos, ya fuesen dirigidos por clérigos, ya a las cofradías, normalmente dirigidas  por  los  laicos,  pues  también  éstas  debían  recibir  la visita  del  Ordinario  (derecho  de  visita  episcopal).  Pero  en  la práctica las inspecciones de los visitadores eclesiásticos deja-ron bastante que desear, tanto por su periodicidad como por su eficacia, dando lugar a una ausencia de control que permi-tiría una relajación total de la acción hospitalaria y benéfica.

El acompañamiento en los cortejos fúnebres y la celebración de sufragios pro remedio animae representa la segunda gran actividad benéfico-asistencial desarrollada por las cofradías. En primer lugar suponemos que la llevaron a cabo con sus  cofrades,  pues  muchos  capítulos  de  regla  las  obligaban a  ello.  Pero,  sobre  todo,  hemos  documentado  un  número importante de casos en los que una serie de personas, no pertenecientes a una determinada cofradía, se encomendaban a ella  para  que  las  enterrasen  a  cambio  de  cierta  cantidad  de dinero o de otro tipo de donación (bienes inmuebles, donación  de  rentas,  propiedades  rurales,  etc.).  Este  predominio de  referencias  al  entierro  de  los  no  cofrades  se  explica  precisamente  porque  en  el  caso  de  los  cofrades  es  un  derecho inherente a su condición, que en los testamentos aparece a modo de recordatorio. Precisamente es la vertiente económica de estos cultos lo que justifica su presencia en el conjunto documental estu-diado: a cambio de ciertas celebraciones las cofradías incorporaron nuevos bienes a sus patrimonios, y tanto donante como receptor quisieron que su acuerdo, a fin de asegurar su  cumplimiento,  estuviese  ratificado  ante  un  escribano público. Estos encargos fueron fundamentales para la subsistencia  de  las  cofradías  por  lo  que  recibían  a  cambio: casas,  tierras,  talleres,  otros  bienes  generadores  de  rentas y,  también,  dinero  en  efectivo.  Por  ello  debió  haber  en  las cofradías un especial celo por cumplir con estas mandas testamentarias, por ofrecer una garantía de celebración de las mismas, en definitiva, por ganarse la confianza de posibles devotos que les aportarían nuevos bienes e ingresos.

La  presencia  de  la  muerte148  dominaba  la  vida  cotidiana y la mentalidad del hombre de esta época. Ante ella tomaba una  serie  de  actitudes,  como  las  disposiciones  testamen-tarias149  y  donaciones,  legados  y  fundaciones  de  obras  pías, con  las  que  pretendían  asegurarse  su  salvación  mediante  la preparación del “bien morir”. Este auxilio de muerte también se buscaba en las cofradías. El hombre normal, vulgar, se asociaba con otros, dando respuesta a la problemática del fin de la vida terrenal150 y de la existencia del más allá.

Pese al amplio arco cronológico que comprende nuestro estudio, el sentimiento que sus protagonistas muestran hacia la  muerte  en  el  espacio  temporal  indicado  era  el  mismo, pues todos los testamentos responden a un mismo esquema y  a  un  mismo  sentimiento.151  La  única  diferencia  radica  en el número de disposiciones religiosas (misas, mandas, etc.).

La actuación frente a la muerte iba desde el imprescindible  enterramiento  del  cadáver  en  una  sepultura  digna, hasta la celebración de sufragios por el alma del difunto.152

Es de resaltar que este comportamiento formaba parte de la acción benéfico-asistencial que la hermandad o cofradía desarrollaba, no solamente entre sus cofrades sino también entre los no cofrades, por lo cual su acción benéfica-asistencial no era particularista.

Vamos a analizar qué tipo de cultos se encargaban a las cofradías, quiénes confiaban a ellas sus últimas voluntades, y las que gozaban de mayor devoción a partir del número de cultos recibidos.

¿Quiénes  eran  las  personas  que  confiaban  a  las  cofradías la salvación de sus almas por medio de la celebración de distintos actos de cultos? Distinguimos entre cofrades y no cofrades. Podemos afirmar que de forma absolutamente mayoritaria,  de  acuerdo  con  la  documentación  estudiada, fueron  particulares  no  vinculados  a  las  cofradías  los  auto-res  de  estas  mandas.  Sobre  un  número  total  de  19  man-das  18  proceden  de  no  cofrades  frente  a  un  cofrade.  Los motivos  que  explican  esta  preeminencia  de  personas  no pertenecientes  a  estas  instituciones  son  los  siguientes:  los cofrades tenían unos derechos, adquiridos por su condición como tales, y sufragados con las distintas cuotas que esta-ban  obligados  a  pagar.  Confiaban  en  que  su  cofradía,  que él  integraba  junto  al  resto  de  hermanos,  se  preocuparía  y haría todo lo necesario para que su alma pasase el menor tiempo posible en el Purgatorio153 y llegase a alcanzar la gloria eterna. A pesar de ello, documentamos un cofrade entre los testadores, que analizamos más abajo.

Pero  quienes  no  pertenecían  a  las  cofradías,  quienes carecían de este amparo institucional y, además, eran conscientes del mucho tiempo que pasarían purgando sus penas en  el  Purgatorio,  se  vieron  en  la  necesidad  de  garantizar su futuro inmediato en la otra vida por medio del encargo expreso  de  una  serie  de  celebraciones,  cuya  cantidad  y cualidad  estaba  en  proporción  directa  con  la  capacidad económica de cada uno: en principio, cuanto más próspera fuese la situación de una persona, mayor era el número de sufragios  que  podía  encargar.  Los  que  morían  en  gracia  se salvaban,  los  que  morían  en  pecado  se  condenaban.  Pero los que morían en estado de gracia podían pasar un tiempo de pena en el Purgatorio, lo que podría también depender de los sufragios que por él se celebrasen. No obstante, siempre permanecía la justicia y la misericordia de Dios.

Pues  bien,  una  serie  de  personas  conscientes  de  que  su vida  como  cristianos  no  había  sido  precisamente  una  imitación fiel del Evangelio y no habían seguido rigurosamente los mandatos de la Iglesia, encontraron o quisieron encontrar una ayuda  a  su  pronto  ingreso  en  el  Paraíso  en  las  cofradías.154¿Qué cofradías? Suponemos, la documentación no dice nada al  respecto,  que  aquéllas  por  las  que  sentían  especial  devoción, las de su collación, las que gozaban de un reconocimiento general como buenas cumplidoras de mandas, etc. En la época estudiada  las  cofradías  que  recibieron  un  mayor  número  de encargos  fueron  las  siguientes:155  Cofradía  de  la  Misericordia (cuatro),  Cofradía  de  la  Sangre  (cuatro),  Cofradía  de  San Sebastián  (cuatro),  Cofradía  de  San  Dionís  (dos),  Cofradía  de Santa  María  (una),  Cofradía  de  San  Blas  (una),  Cofradía  de Santa  María  de  la  iglesia  de  San  Juan  (una),  Cofradía  de  San Francisco (una), y Cofradía de Santa María del Pilar (una).

La muerte se escenificaba en varios actos156 y el primero de  ellos  era  la  redacción  de  esa  última  voluntad157  que  de forma mayoritaria tenía lugar cuando el fin se aproximaba. En  el  momento  en  que  el  deceso  se  sentía  inmediato  se requería  los  servicios  de  un  escribano  público,  quien  acu-día a casa del moribundo para dar fe pública de sus últimas disposiciones recogidas en su testamento. Ésta era la norma general, aunque de ellas escapan algunas excepciones como el caso de Catalina Álvarez, cuyo testamento fue redactado por su marido tras su fallecimiento.158

Los testamentos incluyen dos tipos de disposiciones en las  que  se  enmarcan  las  distintas  mandas: unas  religiosas (profesión de fe, ideas de temporalidad de la vida humana, la esperanza en la vida eterna, los medios para asegurarse la salvación) y otras de carácter material, dada la necesidad de que las últimas voluntades del testador se cumplieran estrictamente y su patrimonio se repartiese entre sus herederos. Tanto unas como otras quedaban confiadas a los albaceas.

Tras el fallecimiento la muerte salía del ámbito privado del  hogar  a  un  escenario  público  a  través  de  un  acto  de especial  significado  social:  el  entierro.159  A  diferencia  de la  costumbre  actual  que  privatiza  y  a  veces  esconde  casi todo  lo  relacionado  con  la  muerte,  hasta  fechas  recientes el  entierro  se  convertía  en  el  momento  en  que  la  persona se  despedía  de  quienes  hasta  entonces  habían  mantenido con  ella  relaciones  familiares,  afectivas  y  de  vecindad.160También era el último recorrido por el entorno urbano que había  sido  el  escenario  de  su  existencia.  Por  ello,  dependiendo  de  la  capacidad  económica,  se  intentaba  envolver este acto previo antes de ser sepultado con el mayor boato y dotarlo de la más excelsa solemnidad.

En  esa  intención  de  emprender  el  último  viaje  con  la mayor pompa costeable las cofradías tuvieron un protagonismo incuestionable. De hecho representa la segunda gran actividad  benéfico-asistencial  desarrollada  por  las  cofradías después de las atenciones prestadas en sus hospitales.161 En primer lugar la llevaron a cabo con sus cofrades, pues muchos capítulos de regla las obligaban a ello, hasta el punto de que constituye una de las principales razones para ingresar en una de  estas  instituciones,  tal  como  se  evidencia  en  el  elevado porcentaje  de  los  capítulos  de  sus  reglas  que  versan  sobre esta temática.162 Sin embargo en ocasiones no estaba de más recordar esta obligación a las cofradías. De ello es buen ejemplo el testamento de Diego Ferrández, jurado,163 vecino de la collación de San Marcos, quien mandó en su testamento a la Cofradía de San Nicolás del Portal, donde era cofrade, le viniesen  a  hacer  honra  según  la  hacen  a  los  cofrades  y  les dieran lo que su regla mandaba.164

Pero  no  sólo  los  cofrades  requirieron  la  presencia  de las  cofradías  en  los  cortejos  fúnebres  y  enterramientos para el realce de los mismos. También lo hicieron un grupo de particulares no cofrades cuya capacidad económica les permitía pagar los servicios de las hermandades. Ellos formaban parte del grupo denominado encomendados, quienes  contribuyeron  de  manera  significativa  a  incrementar los  ingresos  cofrades.  La  participación  de  sus  hermanos portando las candelas encendidas las convirtieron en ele- mentos imprescindibles en todo entierro de cierta entidad. Especialmente  impactante  por  lo  nutrido  de  la  comitiva debió  ser  el  entierro  de  Catalina  López,  mujer  de  Nicolás Morón, vecina de la collación de Santiago, quien estableció en su testamento que en su cortejo fúnebre estuviesen presentes  los  Hospitales  de  la  Misericordia,  de  la  Sangre y  de  San  Sebastián.165  Por  su  parte  Juan  Pérez  Pezano, vecino de la collación de San Juan, solicitó que su cuerpo fuese acompañado a enterrar por los de la Misericordia y los de la Cofradía de San Sebastián.166 En las reglas de las cofradías se establece que todos los cofrades debían asistir al  entierro  de  los  encomendados,  por  lo  que  los  cortejos fúnebres  de  Catalina  y  Juan  debieron  ser  bastante  nutri-dos.  De  las  19  mandas  recogidas  12  se  refieren  al  acompañamiento  del  cadáver,  siendo  las  cofradías  encargadas las  de  San  Sebastián  (cuatro  mandas),167  Misericordia (cuatro),168  San  Dionís  (dos),169  Santa  María  (una)170  y  San Francisco (una).171

La documentación no es muy explícita en lo que se refiere al ritual desarrollado en estos acompañamientos del cadáver. Tanto en el caso de los cofrades como en el de los no cofrades sólo se menciona el acompañamiento del cuerpo desde la casa del difunto hasta el lugar elegido, iglesia o monasterio, para ser sepultado. Como hemos indicado los cofrades exigen que se les hagan las honras fúnebres propias de su condición, mientras que algunos no cofrades piden que los miembros de la cofradía estén presentes a dichas honras con sus candelas encendidas.172 Precisamente la donación que hacen a cambio de todo ello sirve en buena medida para costear la cera que se va a consumir.

La  mayoría  de  los  entierros  solían  pagarse  en  metálico dado que se trataba de un acto puntual que sólo se iba a celebrar una vez, a diferencia de los oficios pro remedio anima eque  se  costeaban  con  propiedades  generadoras  de  rentas para  su  celebración ad  perpetuum.  No  había  una  cantidad estipulada,  lo  que  puede  ser  indicativo  de  que,  o  bien  las cofradías  se  conformaban  con  lo  que  cada  persona  tenía  a bien pagar o, por el contrario, la fastuosidad (simple traslado del  cuerpo  o  acompañamiento  con  candelas,  rezos,  enseres de la cofradía, etc.) de estas honras dependía de la cantidad pagada. La documentación no nos informa de ello, pero cabe pensar que se diese la segunda posibilidad (a más dinero, más celebración).  Sea  como  fuere,  las  cantidades  documentadas son  20  maravedís,173  30  maravedís,174  200  maravedís,175  500 maravedís,176  siendo  la  cantidad  más  alta  de  6.000  maravedís  pagados  por  Juana  García  la  Melera  a  la  Cofradía  de  la Misericordia de Jerez de la Frontera por acompañar su cuerpo a enterrar.177 En ocasiones se deja a criterio de una institución, de especial confianza para la testadora, el importe que habría de  pagarse  a  la  cofradía  por  el  servicio  funerario.  Marina Sánchez178 pidió que la Cofradía de San Sebastián la acompañase a enterrar hasta prácticamente los límites de la ciudad, la Torrecilla,179 pues el lugar elegido para su eterno descanso fue el Monasterio de Santa María de la Defensión (La Cartuja) situado  a  una  distancia  considerable,  para  la  época,  del recinto  urbano  jerezano.  Los  padres  cartujos  se  encargarían de  pagar  lo  que  considerasen  oportuno  a  la  Hermandad.  Al margen  de  estos  ejemplos  parece  ser  que  existía,  de  forma no  oficialmente  establecida,  unas  tasas  por  formar  parte  de los cortejos fúnebres. Así Catalina Alfonso, mujer de Gonzalo Pérez de Hita, mandó en su testamento que los hermanos del Hospital de San Sebastián acompañasen su cuerpo a su ente-rramiento y le diesen lo que es costumbre dar.180

En ocasiones los hospitales servían como lugar de enterramiento dado el carácter religioso de que gozaban. En el caso de Jerez de la Frontera fue el Hospital de la Sangre el que cumplió tal función. Tres fueron los testadores que solicitaron  su  entierro  en  esta  institución:  Catalina  Martínez, mujer de Bartolomé Sánchez, vecina de la collación de San Mateo;181 Fernando González de Alba, vaquero, estante en Jerez;182 y Pero Jiménez Camacho, vecino de la collación de Santiago.183  El  camposanto  se  encontraba  en  el  claustro, cuyos corredores fueron reparados en 1577.184 Estaba junto a la iglesia, era de pequeño tamaño y contaba con pilares de cantería. En tres de sus lados tenía altares y en el cuarto una capilla dedicada a nuestra Señora de Belén, imagen dorada de bulto con el Niño Jesús en el brazo y colocada sobre un tabernáculo.  Las  paredes  del  claustro  estaban  decoradas con pinturas de temática desconocida.

Una  vez  depositado  el  cuerpo  en  la  que  sería  su  última morada,185  se  iniciaba  la  serie  de  oficios  de  difuntos  que  el testador  tuviera  a  bien  encargar  a  cambio  de  la  donación de ciertos bienes o el pago de una determinada cantidad en metálico.  La  mayoría  de  los  testadores  que  confiaron  a  las cofradías la salvación de sus almas por medio de la celebra-ción de distintos actos de culto fueron no cofrades, pues los cofrades confiaban en que su cofradía se preocuparía y haría todo lo necesario para que su alma pasase el menor tiempo posible en el Purgatorio y llegase a alcanzar la gloria eterna.

Dentro de las mandas referidas a los oficios de difuntos observamos  un  predominio  casi  absoluto  de  las  grandes fiestas marianas que presentamos atendiendo a su fecha de celebración en el año litúrgico. Una  de  las  grandes  fiestas  era  la  de  la Encarnación.  Se celebra  el  25  de  marzo  y  puede  ser  contemplada  desde una  doble  óptica,  pues  se  trata  de  una  fiesta  tanto  de Cristo,  la  Encarnación  del  Hijo  de  Dios,  como  de  María,  la Anunciación, aunque en la liturgia cristiana se celebra como una fiesta mariana y desde esta perspectiva la estudiamos aquí. Su celebración fue encargada por Sancho Díaz, clérigo beneficiado de la iglesia de San Lucas, a la Cofradía de San Blas.186 En su testamento describe cómo quería que se llevase a cabo la celebración: sin sermón, en la iglesia de San Mateo por tres clérigos de otras iglesias que acompañasen a los de la citada parroquia. Cada clérigo cobraría 120 maravedís y todo se pagaría, incluidas las candelas y todo lo que fuere menester para la fiesta excepto los ornamentos.

Otras fiestas marianas citadas en la documentación son las  de  “Santa  María  de  Agosto”,  la Asunción,  la  fiesta  más antigua y más común en las celebraciones de la Iglesia cris-tiana, celebrada el 15 de agosto.187

Un  oficio  de  difuntos  demandado  entre  nuestros  testadores  son  las remembranzas  de  difuntos  (un  recuerdo en  forma  de  misa  o  responso).  Normalmente  se  dejaba  a criterio de la cofradía el lugar y fecha de celebración de la remembranza.188

En  cuanto  al  lugar  elegido  por  quienes  encargaban  a  las cofradías los cultos pro remedio suae animae, en la mayoría de los casos no se especifica el mismo,189 por lo que suponemos que  se  dejaba  a  criterio  de  la  cofradía  designada  la  elección de la iglesia o monasterio donde habrían de celebrarse estos actos,  sin  olvidarnos,  por  supuesto,  del  propio  hospital  de  la cofradía,  que  también  debió  ser  escenario  de  ello  y  con  frecuencia  (simplemente  por  razones  de  comodidad).  En  dicha elección  debieron  primar  criterios  como  la  cercanía,  la  disponibilidad de horario en el lugar elegido y de ministros que presidiesen la ceremonia, las preferencias de los cofrades, etc.

Por  lo  que  se  refiere  a  la  financiación  de  los  oficios  de difuntos, hemos de decir que la documentación parece evidenciar  la  no  existencia  de  una  normativa  que  estipulase la cantidad que había que pagar a las cofradías por la celebración de los oficios, sino que ésta era fijada por quienes hacían  el  encargo.  Normalmente  el  pago  no  se  efectuaba en  dinero  pues  los  testadores,  a  fin  de  garantizarse ad perpetuum  la  celebración  de  sus  misas  y  fiestas  cada  año durante el tiempo, más o menos prolongado, que sus almas hubiesen de estar purgando sus culpas y pecados, preferían donarles ciertos bienes que generasen unas rentas fijas con las que sufragarlas. Estos bienes fueron: pagos procedentes de  la  compra  de  rentas  (36  maravedís  y  50  maravedís  que se  pagaban  a  la  testadora  de  un  censo  perpetuo;190  1000 maravedís para siempre jamás de los censos que el testador tenía en El Puerto de Santa María para la celebración anual y  perpetua  de  una  fiesta  de  la  Encarnación)191  y  alquileres de  casas  (100  maravedís  anuales  detraídos  de  las  rentas  y lugares que la testadora poseía en sus casas de la collación de  San  Miguel,  por  la  celebración  de  una  fiesta  anual  de nuestra señora santa María en la iglesia de San Miguel).192

Como puede observarse existe entre las donaciones un predominio  de  las  rentas  en  metálico  cuya  recepción  se establece perpetuamente para jamás, lo que asegura-ría, al menos teóricamente, el cumplimiento ad perpetuum de las disposiciones de quienes las donaban.

Finalmente, algunas personas sólo pidieron a las cofradías a las que se encomendaban que los pobres del hospital rogasen por sus almas.193

Conclusiones

El  estudio  de  las  hermandades  y  cofradías  jerezanas  a fines de la Edad Media, a partir de la documentación constituida por los Protocolos notariales, nos ha permitido cons-truir algunas piezas de ese complejo puzzle que constituye el  origen  de  estas  instituciones  en  la  Andalucía  finimedieval. Hemos podido dar respuesta al interrogante planteado en  trabajos  anteriores  sobre  la  prioridad  en  el  nacimiento entre el hospital y la cofradía, dado que todas las corporaciones  estudiadas  y  de  acuerdo  con  las  definiciones  dadas tenía  la  doble  vertiente  de  asociaciones  dedicadas  a  actividades  benéfico-asistenciales  y  culturales.  Hemos  documentado  casos  muy  ilustrativos  sobre  el  nacimiento  de hospitales a los que luego se asocia una cofradía, así como otros ejemplos de instituciones cofrades que luego adoptan funciones hospitalarias, teniendo siempre en cuenta la descripción realizada sobre lo que era un hospital en la época estudiada.  Cada  uno  de  los  casos  analizados  pormenorizadamente ejemplifican lo afirmado.

Queremos destacar, al amparo de una corriente historio-gráfica relativamente reciente pero ya bastante consolidada, los estudios sobre la mujer, el hallazgo de una cofradías inte-grada exclusivamente por miembros del sector femenino de la población jerezana, la Hermandad de Santa María de las candelas  amarillas.  Y  en  lo  que  se  refiere  al  órgano  gubernativo de estas instituciones la presencia de una priosta, sin que  podamos  determinar  si  lo  era  de  la  citada  Cofradía  o de otra. En cualquier caso la importancia del dato radica en las  condiciones  de  práctica  igualdad  de  la  que  gozaron  las mujeres en el seno de estas corporaciones así como en los derechos de que gozaron.

Las  cofradías  jerezanas  de  finales  de  la  Edad  Media estaban  plenamente  insertas  en  los  mecanismos  que  articulaban la economía de la ciudad. Dentro de su patrimonio figuraban  bienes  inmuebles,  propiedades  rurales  e  instalaciones  artesanales,  patrimonio  que  supieron  explotar  de acuerdo  con  las  condiciones  de  un  mercado  que  conocían perfectamente  y  con  el  objetivo  de  costear  las  actividades que constituían la razón de su existencia. Al mismo tiempo algunas de estas hermandades se vieron muy bien posicionada  en  la  nueva  economía  monetaria  que  se  desarrolla en  las  ciudades  andaluzas  a  fines  de  la  Edad  Media  y  que alcanzó  en  sus  consecuencias  al  ámbito  rural  dependiente de estos centros urbanos. De esta forma aquellas cofradías que  contaban  con  el  capital  líquido  necesario  participaron en actividades de créditos que les proporcionaron pingües beneficios, evitando caer en la condenada usura.

Sin duda, las cofradías fueron las instituciones que des-plegaron  una  mayor  y  más  intensa  actividad  asistencial entre  los  vecinos  del  Jerez  de  finales  del  siglo  XV  y  principios  del  XVI.  Cofrades  o  no  cofrades,  quienes  gozaban  de una situación soioeconómica desahogada acudieron a ellas para  que  los  atendieran  en  su  tránsito  a  la  gloria  eterna. Solicitaron  sus  servicios  en  la  vela  antes  del  abandonar la  vida  terrena,  en  los  cortejos  fúnebres,  en  los  oficios  de difuntos  que  habían  de  acortar  el  tiempo  de  purgación  de las  faltas  cometidas.  Así  lo  dejaron  establecido  en  sus  testamentos, al que convirtieron en el garante de su salvación para  evitar  las  penas  eternas.  En  estas  últimas  voluntades un  aspecto  positivo  de  la  muerte  pues  no  hay  referencias al infierno o al Purgatorio, sino que hay plena confianza en el tránsito a la vida eterna en el que las cofradías son agentes de especial importancia. No obstante da la impresión de que  el  fenómeno  cofrade  está  aún  en  ciernes  y  prueba  de ello es que, a diferencia de Sevilla, se prefiere que los dife-rentes clérigos de las parroquias se encarguen de la celebración de los oficios de difuntos.

Aún son muchos los interrogantes que quedan por responder y mucha la luz con la que alumbrar sobre el conocimiento de las hermandades y cofradías de finales de la Edad Media. Confiamos en que la continuación en el estudio de la documentación  nos  permita  dar  respuestas  y  alumbrar  los muchos secretos que aun guardan estas instituciones, cuyo protagonismo en la vida de los hombres que contemplaron el paso de la Medievalidad a la Edad Moderno queda fuera de todo debate.

NOTAS

1 Caro Cancela, D. (Coord.) 1999. Historia de Jerez de la Frontera. De  los  orígenes  a  la  época  medieval:  261-350.  Cádiz:  Diputación  de Cádiz.

2 Un   estudio   sobre   la   producción   historiográfica   relativa   a cofradías  la  encontramos  en:  Martín-Viveros  Tajuelo,  A.  2012.  “Las cofradías castellanas en la Edad Media. Pasado, presente y futuro de la producción historiográfica”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie III: Historia Medieval 25: 285-307

3 Sánchez  Herrero,  J.  y  Pérez  González,  S.M.  2003. CXIX  Reglas de  cofradías  y  hermandades  andaluzas.  Siglos  xiv,  xv y  xvi.  Huelva: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva.

4 Haremos  referencia  al  mismo  y  al  fondo  documental  de  los Protocolos notariales con los siguientes acrónimos: AMJFPN.

5 Pérez González, S.M. 2005. Los laicos en la Sevilla bajomedieval: Sus devociones y cofradías: 115-274. Huelva: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva.

6 Para  todo  este  tema  véanse  las  obras  de  Sánchez  Herrero,  J. 1978. Las  diócesis  del  Reino  de  León.  Siglos  xiv  y  xv.  León. Colección “Fuentes y  Estudios  de  Historia  Leonesa”,    20;  1996.  “El  origen  de  las cofradías  de  Semana  Santa  o  de  Pasión  en  la  Península  Ibérica”:Temas Medievales 6:  31-79;  1988.  “Las  Cofradías  de  Semana  Santa  de  Sevilla durante la Modernidad. Siglos xv a xvii”, en Las Cofradías de Sevilla en la Modernidad:29-97.  Sevilla:  Universidad  de  Sevilla.  1999.  “La  evolución de  las  Hermandades  y  Cofradías  desde  sus  momentos  fundacionales  a nuestros días” en I Congreso Internacional de Hermandades y Religiosidad Popular: 29-53. Sevilla: Fundación El Monte.

7 Meersseman,  G.G.  1977. Ordo  fraternitatis.  Confraternite  e pietá dei laici nel Medioevo. Roma: Herder Editrice e Librería.

8En  effet,  Delaruelle  et  Meersseman,  ont  opèrè  sur  la  plan historique  la  mème  “revolution  copernicienne”  qu’avait  effectuèe  a l’époque  sur  le  plan  théologique  un  père  Congar  par  example,  c’est-a-dire  la  redécouverte  de  l’Eglise  comme  peuple  de  Deu,  et  non  pas seulement  comme  aorganisme  hiérachique  structuré.  Cette  intuition devait  déboucher  sur  une  prise  de  conscience  de  la  place  et  du  rôle des laïcs dans l’Eglise et dans son histoire, et je pense que ce n’est pas un hasard si le Dossier de l’ordre de la penitence au xiiie siécle, qui est l’oeuvre majeure, à mon avis, du pére Meersseman, a suivi de peu la publication des Jalons pour une théologie du laïcat. Ce qui me frappait le  plus  à  la  époque  dans  les  travaux  de  père  Meersseman,  c’était d’abord la nouveauté de la matière. Un monde inconnu accédait, grâce a lui, á notre connaisance, ce monde des pénitens laïcs et des confréries de  devotion  sur  lequel  on  ne  disposait  guère  jusque-là  de  trabaux valables.  Toute  une  partie  insoupçonnée  de  notre  histoire  remontait ainsi à la surface”. Vauchez, A. 1987. Les laïcs au Moyen Age. Pratiques et experiénces religieuses: 95-96. Paris: Les éditions du cerf.

9 Rojas  Vaca,  M.D.  1998. Un  registro  notarial  de  Jerez  de  la Frontera  (Lope  Martínez,  1392): 193.  Madrid: Fundación  matritense del notariado.

10 Pérez González, S.M. 2005: 121.

11 Las ordenamos alfabéticamente atendiendo a la denominación con la que aparecen en la documentación.

12 AMJFPN. Lope Martínez. 23 de junio de 1392. Fol.15v.

13 AMJFPN. Juan Martínez. 10 de febrero de 1414. Fol.173v.

14 Serrano Pinteño, J. 2010-2012 “El Hospital de la Sangre. De la fundación a la reducción de 1636. Nuevos datos”. Revista de Historia de Jerez: 23.

15 Tenía su advocación en la iglesia de San Dionís. AMJFPN. Juan Martínez. 11 de enero de 1414. Fol.12r.

16 Ídem.

17 AMJFPN. Juan Martínez. 31 de octubre de 1414. Fol.259r.

18 Situado  a  orillas  del  río  Guadalete,  era  el  puerto  fluvial  de  la ciudad de Jerez de la Frontera.

19 AMJFPN. Juan Martínez. 6 de agosto de 1414. Fol.201r.

20 Posiblemente tenía su advocación en la iglesia de El Salvador. AMJFPN.  Bartolomé  de  Maya.  7  de  febrero  de  1489.  Fol.26v.;  Juan Ortega Gaitán. 17 de abril de 1486. Fol.53r.; 5 de julio de 1490. Fol.119r.

21 Situado  en  el  Llano  de  San  Sebastián: Mariscal  Trujillo,  A. 2003. Por las calles del viejo Jerez: 107. Jerez de la Frontera: Ediciones Jerezanas.

22 Quizás  se  trate  del  mismo  hospital  que  aparece  en  AHMJF. Beneficencia  y  Sanidad.  Leg.7.  Autos  originales  de  la  Reducción  de Hospitales al fundado por el Beato Juan Pecador (1589-1593) bajo la denominación de Hospital de San Sebastián y San Juan de Letrán, que estaba situado frente al Convento de Santo Domingo en la collación de Santiago, y era administrado por cofrades.

23 Advocación  en  la  iglesia  de  El  Salvador  AMFJPN.  Gonzalo Román.  16  de  agosto  de  1471.  Fol.522r.;  Bartolomé  de  Maya.  7  de febrero de 1489. Fol.26v.

24 AMJFPN. Juan Martínez. 21 de agosto de 1414. Fol.213r.

25 AMJFPN. Juan Martínez. 20 de marzo de 1414. Fol.112v.; 28 de marzo de 1414. Fol.134v.

26 AMJFPN. Juan Martínez. 10 de febrero de 1414. Fol.173v.

27 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 31 de julio de 1490. Fol.114r.

28 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 5 de mayo de 1490. Fol.67r.

29 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 38.

30 Pérez González, S.M. 2005: 181.

31 AMJFPN. Juan Martínez. 13 de febrero de 1414. Fol.86r.

32 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 5 de mayo de 1489. Fol.81v.

33 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 24.

34 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  11  de  junio  de  1490.  Fol.99v.; Juan Román. 25 de noviembre de 1501. Fol.394v.

35 AMJFPN. Juan Román. 25 de noviembre de 1501. Fol.394v.

36 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 23.

37 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 4 de abril de 1489. Fol.55v.

38 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 30 de junio de 1490. Fol.113v.

39 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán1 de octubre de 1490. Fol.147v.

40 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 4 de abril de 1489. Fol.55v.

41 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 24-25.

42 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  24  de  septiembre  de  1490. Fol.141v.

43 Tenía su advocación en el Convento de San Francisco AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v.

44 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 5 de mayo de 1489. Fol.81v.

45 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 24.

46  Sancho De Sopranis, H. 1973. Mariología medieval xeriecense: 56. Jerez de la Frontera: Centro de Estudios Históricos Jerezanos.

47 AMJFPN. Juan Martínez. 27 de marzo de 1448. Fol.128r.

48  García Guzmán, M.M. y Abellán Pérez, J. La religiosidad de los jerezanos según sus testamentos (siglo xv): 29. Cádiz: Agrija Ediciones.

49 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 7 de junio de 1490. Fol.95r.; 5 de julio de 1490. Fol.122v.; 8 de julio de 1490. Fol.124r.

50 Sancho  De  Sopranis,  H.  1973:  54,  56.  Centro  de  Estudios Históricos Jerezanos.

51 Además  de  estas  hermandades  y  cofradías  documentamos un  hospital,  el  de  San  Miguel,  de  los  que  no  podemos  afirmar  si era  atendido  por  alguna  de  estas  instituciones.  Estaba  situado  en  la collación de San Miguel y recibió la donación de un almadraque lleno de lana para los pobres (AMJFPN. Juan Martínez. 3 de septiembre de 1448. Fol.110v.) y otro almadraque usado (AMJFPN. Juan Martínez. 21 de marzo de 1448. Fol.114v.). Quizás el estudio de la documentación posterior  al  periodo  analizado  nos  permita  aportar  más  datos  sobre esta institución.

52 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 1.

53Archivo   General   de   Simancas:   Mercedes   y   privilegios. Hospital de Nuño García. Franqueza de tributos para una persona que demandase limosna para el dicho hospital. 8 de octubre de 1477.

54 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  5  de  noviembre  de  1490. Fol.218r.

55 En  un  principio  Nuño  García  pidió  al  papa  Sixto  IV,  el  gran impulsor  de  la  devoción  a  la  Sangre  de  Jesucristo,  que  a  su  muerte el  patronato  pasara  al  Monasterio  cartujano  de  Santa  María  de  la Defensión. Le fue otorgado pero luego el fundador decidió otorgárselo a la Cofradía de la Sangre radicada en el Hospital por razones legales que no especifica.

56 García Herrero, M.C. 1990. Las mujeres en Zaragoza en el siglo xv: 115-117.  Zaragoza:  Ayuntamiento  de  Zaragoza.  Pérez  González, S.M. 2012 “De la tipificación a la realidad documentada: Las jerezanas a fines de la Edad Media (1392-1505)”. Religiosidad Sevilla: Homenaje al profesor Sánchez Herrero: 443-444. Sevilla: Aconcagua Libros.

57 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  5  de  noviembre  de  1490. Fol.218r.

58 Serrano Pinteño, J, 2004. “Reformas barrocas en el Hospital de la Sangre de Jerez de la Frontera: Juan Díaz de la Guerra y Rodrigo de Alva”. Revista de Historia de Jerez 10: 2004.

59 Repetto Betes, J.L. (Coord). 1995. La Semana Santa de Jerez y sus cofradías: 13-19.Jerez de la Frontera: Ayuntamiento de Jerez; Riera Vayreda,  F.  1997.  “La  Cofradía  de  la  Sangre  del  Hospital  General  de Mallorca”. Memoria Ecclesiae 11: 505-511; Sánchez Herrero, J. y Pérez González,  S.M.  1999.  “La  devoción  a  la  Preciosa  Sangre  de  Cristo  de Sevilla:  La  importancia  de  la  devoción  a  la  preciosa  sangre  de  Cristo en  el  desarrollo  de  la  devoción  y  la  imaginería  de  la  Semana  Santa. Aragón  en  la  Edad  Media  14-15:  1429-1452;  Arboleda  Goldaracena, J.C. 2012. “La devoción a la Sangre de Cristo y el origen de las cofradías penitenciales a fines de la Edad Media: el caso de la ciudad de Málaga. Revista de Historia Autónoma 1: 73-88.

60 Sancho  De  Sopranis,  H.  1929.  “Diego  Fernández  de  Zurita, alcalde  de  Arcos,  embajador  en  Granada”  Revista  de  Historia  y  de Genealogía  Española,    época,  III:  11-42,  107-116,  326-337.  Ruiz Pilares, E. (en prensa). “El linaje de los Zurita: un caso arquetípico en la formación y consolidación de la élite jerezana en la Baja Edad Media”.

61 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 24.

62 Sancho  De  Sopranis,  H.  1964-1969. Historia  de  Jerez  de  la Frontera  desde  su  incorporación  a  los  dominios  cristianos:  90.  Jerez: Jerez Industrial.

63 Sancho De Sopranis, H. 1973. Mariología medieval xericense:56. Jerez: Centro de Estudios Históricos Jerezanos. Muñoz Y Gómez, A. 2010. Noticia  histórica  de  las  calles  y  plazas  de  Xerez  de  la  Frontera: 87-88. Valladolid: Maxtor.64 AMJFPN. Juan Román. 25 de noviembre de 1501. Fol.394v.

65 AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v.

66 AMJFPN. Gonzalo Román. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v.

67 AMJFPN. Juan Martínez. 8 de abril de 1448. Fol.43v.

68 AMFJPN. Gonzalo Román. 16 de agosto de 1471. Fol.522r.

69 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 31 de julio de 1490. Fol.114r.

70 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  Jueves  5  de  mayo  de  1490. Fol.67r.

71 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 17 de abril de 1486. Fol.53r.

72 Arboleda   Goldaracena,   J.   C.   2012.   “El   gobierno   de   las hermandades y cofradías andaluzas en la Baja Edad Media”, en Arízaga Bolumburu, B. et alii (eds.), Mundos medievales: espacios, sociedades y poder. Homenaje al Prof. José Ángel García de Cortázar, t. II: 1005-1014. Santander: Universidad de Cantabria.

73 Pérez González, S. M. 2005. 135-137.

74 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 26.

75 AMJFPN. Juan Martínez. 8 de abril de 1448. Fol.43v.

76 AMJFPN. Gonzalo Román. 16 de agosto de 1471. Fol.522r.

77 Parece ser que tampoco hubo mujeres desempeñando cargos públicos en la Inglaterra medieval: “Within the towns public authority was confined to men. Women did not become members of the ruling council  or  its  head.  Nor  did  they  hold  any  of  the  lesser  civic  offices. Even  though  women  could  join  some  guilds  and  craft  fellowships  as members,  paid  annual  dues  and  as  widows  continued  to  run  their husbands’  businesses,  they  were  not  eligible  for  guild  office”  (MATE, M.E. 1999. Women in Medieval English society: 63 Cambrige, University Press). “Within the city of London, with its large number of fraternities, there is no evidence of women holding office” (ROSSER G. 1990. “The Essence  of  Medieval  Urban  Communities:  the  Vill  of  Westminster, 1200-1540”. The Medieval Town: 216-237. London. BARRON, C. 1985. “The  Parish  Fraternities  of  Medieval  London”. The  Church  in  Pre-Reformation Society: 13-37. Woodbridge: The Boydell Press).

78 Sobre  cofradías  de  mujeres  véase: Casquero  Fernández,  J.  A. 1997. “La religiosidad de las mujeres: las cofradías de Santa Águeda en la diócesis de Zamora, siglos xvii-xix”.  Religiosidad popular en España: 57-80. V. I. Madrid: Estudios Superiores de El Escorial.

79 Pérez González, S.M. 2005: 128-131.

80 A  diferencia  de  Sevilla  no  hemos  documentado  ninguna cofradía propietaria de ganados. Pérez González, S.M. 2005: 163-164.

81 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 5 de mayo de 1490. Fol.67r.

82 AMJFPN. Juan Martínez. 8 de abril de 1448. Fol.43v.

83 AMFJPN. Gonzalo Román. 16 de agosto de 1471. Fol.522r.

84 Quizás  se  trate  de  la  Cruz  Vieja:  Cirera  González,  J.A.  2004. Calles jerezanas que fueron conocidas por otros nombres en el siglo xx: 34. Jerez de la Frontera: Ediciones AE; Mariscal Trujillo, A. 2003. Por las calles del viejo Jerez. Jerez de la Frontera: 70-72. Jerez de la Frontera. Ediciones Jerezanas.

85 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 16 de junio 1490. Fol.101v.

86 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 5 de mayo de 1490. Fol.67r.

87 En  Sevilla  muchas  cofradías  también  exigían  el  pago  de  una determinada cantidad de gallinas. Pérez González, S.M. 2005: 155-156.

88 Pérez González, S.M. 2005: 157-158.

89 AMJFPN. Juan Martínez. 6 de agosto de 1414. Fol.201v. 

90 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 17 de abril de 1486. Fol.53r. 

91 AMJFPN. Gonzalo Román. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v. 

92 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  17  de  abril  de  1486.  Fol.53r.; Juan Martínez. 21 de agosto de 1414. Fol.213r. 

93 AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v. 

94 AMJFPN. Juan Martínez. 28 de marzo de 1414. Fol.128v. 

95 AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v.; Gonzalo Román. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v. Juan Ortega Gaitán. 17 de abril de 1486. Fol.53r. 

96 Bibliografía sobre la vid. 

97 AMJFPN. Juan Martínez. 21 de agosto de 1414. Fol.213r. 

98 Ídem. 

99 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 17 de abril de 1486. Fol.53r.

100 AMJFPN. Gonzalo Román. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v. MARTÍN GUTIÉRREZ, E. 2004. La organización del paisaje rural durante la  Baja  Edad  Media.  El  ejemplo  de  Jerez  de  la Frontera:  154.  Sevilla: Universidad de Sevilla.

101 AMJFPN.  Juan  Martínez...  21  de  agosto  de  1414.  Fol.213r. Martín Gutiérrez, E. 2004: 167.

102 AMJFPN.  Juan  Martínez.  21  de  agosto  de  1414.  Fol.213r. Martín Gutiérrez, E. 2004: 65.

103 AMJFPN. Juan Martínez. 21 de agosto de 1414. Fol.213r.104 AMJFPN.  Juan  Martínez.  28  de  marzo  de  1414.  Fol.128v. Situado  en  el  camino  entre  Jerez  de  la  Frontera  y  El  Puerto  de  Santa María.105 Borrero  Fernández,  M.  1991.  “La  viña  en  Andalucía  durante la  Baja  Edad  Media”. Le  vignoble  d’Andalousie  su  Bas  Mogen  Âge. Onzièmes Journées Internationales. Abbaye de Flaran: 119-146. Flaran: Centre Culturel de l’Abbaye de Flaran.

106 AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v.

107 AMJFPN. Juan Martínez. 21 de agosto de 1414. Fol.213r.

108 AMJFPN. Juan Martínez. 28 de marzo de 1414. Fol.128v.

109 AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v.

110 AMJFPN. Gonzalo Román. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v.

111 Borrero Fernández, M. 1998. “Protocolos Notariales y mundo rural.  Los  contratos  agrarios  como  fuente  para  el  estudio  de  la  vida campesina en Andalucía Occidental entre el siglo xv y el xvi”.  En torno a  la  documentación  notarial  y  a  la  historia:  83-96.  Sevilla:  Ilustre Colegio Notarial de Sevilla.

112 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 17 de abril de 1486. Fol.53r.

113 Ídem.

114 AMJFPN. Gonzalo Román. 11 de noviembre de 1470. Fol.70v.

115 Borrero Fernández, M. 1986. “Efectos del cambio económico en el ámbito rural. Los sistemas de crédito en el campo sevillano (fines del siglo xv y principios del xvi”.  En la España medieval. V: 3.

116 Se  trata  de  medios  simulados in  fraudem  usurae.  Clavero Salvador,  B.  1977.  “Prohibición  de  la  usura  y  constitución  de  rentas”. Moneda y crédito 107-131.

117 De  Almeida  Costa,  M.J.  1961. Raizes  do  censo  consignativo. Para la historia do crédito medieval portugués: 78. Coimbra: Atlántica.

118 AMJFPN. Gonzalo Román. 10 de noviembre de 1470. Fol.69v.

119 AMJFPN. Gonzalo Román. 26 de septiembre de 1471. Fol.423r.

120  AMJFPN. Bartolomé de Maya. 31 de julio de 1490. Fol.114r.

121 Sirva  de  ejemplo  la  junta  de  gobierno  de  la  Cofradía  de San  Cristóbal:  a  Francisco  López,  espadero,  hermano  mayor,  Juan Rodríguez,   librero,   Alfonso   Gutiérrez,   sastre,   y   Antón   Gómez, borceguinero, alcalde (AMJFPN. Bartolomé de Maya. 7 de febrero de 1489. Fol.26v.).

122 AMJFPN. Juan Martínez. 4 de agosto de 1414. Fol.198v.

123 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 16 de junio de 1490. Fol.101v.

124 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 28 de marzo de 1490. Fol.63r.

125 AMJFPN. Juan Martínez. 10 de febrero de 1414. Fol.173v.

126 Ídem.

127 Pérez González, S.M. 2005: 167-168.

128 Pastor   Torres,   A.   2003.   “Indulgencias   y   otras   gracias espirituales de las Hermandades y Cofradías sevillanas a fines del siglo xviii”.  Boletín de las Cofradías de Sevilla 529: 138-140; Pueyo Colomina, P.  2000.  “Licencias  para  pedir  limosnas,  con  o  sin  indulgencias, otorgadas por los arzobispos de la diócesis de Zaragoza en la segunda mitad  del  siglo  xiv”.  Aragón  en  la  Edad  Media  16:  683-708;  Riesco Terrero,  A.  “Documento  del  Papa  Alejandro  VI  (a.  1493)  otorgado  a petición de los Reyes Católicos para regular en sus Reinos la concesión y predicación de indulgencias pontificias y cortar los abusos cometidos con  motivo  de  la  recaudación  de  limosnas  y  donativos  ofrecidos  por los  agraciados”. Hidalguía:  la  revista  de  genealogía,  nobleza  y  armas316-317: 503-520.

129 Carmona  García,  J.  I.  1979. El  sistema  de  la  hospitalidad pública  en  la  Sevilla  del  Antiguo  Régimen: 55.Sevilla:  Diputación Provincial.

130 AMJFPN. Juan Román. 25 de noviembre de 1501. Fol.394v.

131 Sancho De Sopranis, H. 1973. Mariología medieval xericense:56. Jerez: Centro de Estudios Históricos Jerezanos. Muñoz Y Gómez, A. 2010: 87-88.

132 Carmona García, J. I. 1979: 39.

133 Ibídem: 44.

134 Ibídem: 47.

35 Abellán Pérez, J. 2011. El ajuar de las viviendas jerezanas en época de Isabel I de Castilla (1474-1504): 143-146. Cádiz: Universidad de Cádiz.

136 Abellán  Pérez,  J.  1993. La  industria  textil  en  Jerez  de  la Frontera (desde finales del siglo xiv a mediados del xv): 58-59. Jerez de la Frontera: Ayuntamiento de Jerez.

137 AMJFPN. Juan Martínez. 20 de marzo de 1414. Fol.112v.

138 AMJFPN. Juan Martínez. 3 de septiembre de 1448. Fol.110v.

139 AMJFPN. Juan Martínez. 28 de marzo de 1414. Fol.134v.

140 AMJFPN. Juan Martínez. 31 de marzo de 1414. Fol.141r.

141 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  23  de  noviembre  de  1490. Fol.182r.

142 Serrano Pinteño, J. 2010-2012: 31-34.

143 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 11 de junio de 1490. Fol.99v.

144 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 4 de abril de 1489. Fol.55v.

145 Serrano Pinteño. J. 2010-21012: 11-12.

146 Serrano  Pinteño.  J.  2010-21012:  19:  Construcción  de  las enfermerías;  20:  Reparo  de  los  corredores  del  camposanto;  30: Tasaciones  de  edificios;  35:  Descripción  del  Hospital  a  fines  del  siglo xv; 47-49: Proyecto de Antón Martín Calafate, albañil y perito.

147 Antes llamada La Sangre: Cirera González, J.A. 2004: 87.

148 Rubio  García,  L.  y  Rubio  Hernansáenz,  L.  2000. La  mujer murciana en la Baja Edad Media: 133.Murcia: Universidad de Murcia.

149 Casamitjana I Vilaseca, J. 2004. El testamento en la Barcelona bajomedieval.   La   superación   de   la   muerte   patrimonial,   social   y espiritual. Pamplona: Eunsa.

150 Mitre  Fernández,  E.  1999.  “Actitudes  del  hombre  ante  la muerte”. Historia,  Sociedad,  Cultura  y  Mentalidades:  31.:  Bilbao: Servicio de Publicaciones de la Universidad del País Vasco.

151 Esta circunstancia es idéntica a la de otras ciudades y época. Véase  García  Guzmán,  M.M.  y  Abellán  Pérez,  J.  1997.  Y  Sánchez Herrero,  J.  1978:  326-328;  2001.  “Vivir  y  morir  en  Estepa  en  el  siglo xvii”.  Actas  de  las  IV  Jornadas  sobre  Historia  de  Estepa.  La  vicaría eclesiástica de Estepa: 239-283. Estepa: Ayuntamiento de Estepa.

152 Rubio  Semper,  A.  1994.  “Piedad,  Honras  fúnebres  y  legados piadosos  en  Aragón  (Calatayud)  en  la  Baja  Edad  Media”. Muerte, religiosidad  y  cultura  popular:  241-277.  Zaragoza:  Instituto  Fernando el  Católico;  Parejo  Delgado,  M.  J.  1991.  “Costumbres  mortuorias recogidas  en  los  testamentos  ubetenses  de  fines  de  la  Edad  Media”. Las ciudades andaluzas (Siglos xiii-xvi): 319-334. Málaga: Universidad de Málaga.

153 Le Goff, J. 1985. El nacimiento del Purgatorio. Madrid: Taurus; Mitre  Fernández,  E.  1994.  “La  muerte  y  sus  discursos  dominantes entre los siglos xiii y xv”.  Muerte, religiosidad y cultura popular: 26 y ss. Zaragoza: Instituto Fernando el Católico.

154 Es  lo  que  Mantecón  denomina encomendarse,  agregarse o   acofradarse. Mantecón   Rodríguez,   T.A.   1990. Contrarreforma y  religiosidad  popular  en  Cantabria.  Las  cofradías  religiosas:  93. Santander: Universidad de Cantabria.

155 Ordenadas de mayor a menor.

156 Gómez  Nieto,  L.  1991.  “Actitudes  femeninas  ante  la  muerte en  la  Edad  Media  castellana”. Religiosidad  femenina: Expectativas  y realidades (ss.VIII-XVIII): 63. Madrid: Asociación cultural Al-Mudayna.

157 García  Fernández,  M.  2003.  “Vida  y  muerte  en  Valladolid. Un   estudio   de   religiosidad   popular   y   mentalidad   colectiva:   los testamentos”. La  religiosidad  popular.  Vida  y  muerte: la  imaginación religiosa, v.2: 230. Barcelona: Anthropos.

158 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 5 de julio de 1490. Fol.119r.

160 Todo   lo   dicho   queda   magníficamente   ejemplificado   en numerosas  obras  de  arte  como  El  entierro  del  Conde  de  Orgaz: Neumeyer,  A.  y  Dieterich.  A.  1982. El  entierro  del  Conde  Orgaz  de  El Greco. Madrid: Alianza Editorial.

161 “Las  Cofradías  eran  verdaderas  mutualidades  de  seguros  de entierros”. Sánchez Domínguez, P. Mujeres y cofradías en Málaga: 31.Málaga: Editorial Arguval.

162 Sánchez Herrero, J. y Pérez González, S.M. 2003.

163 Abellán Pérez, J. 1990. El Concejo de Jerez de la Frontera en la primera mitad del siglo xv: 59-80. Jerez de la Frontera: Ayuntamiento de Jerez de la Frontera.

164 AMJFPN. Juan Martínez. 6 de agosto de 1414. Fol.201r.

165 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 4 de agosto de 1490. Fol.143r.

166 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 28 de marzo de 1490. Fol.63r159 “Non the less, women of all ages were able to attend funerals and  feasts  that  became  such  an  important  part  of  fraternity  life.  Such meetings helped to cement close female friendships” (Mate, M. E.. 1999. Women in Medieval English society: 64. Cambrige: University Press, 64).

167 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 7 de febrero de 1489. Fol.26v.; 28  de  marzo  de  1490.  Fol.63r.;  Juan  Ortega  Gaitán..  12  de  abril  de 1490. Fol.56r;.4 de agosto de 1490. Fol.143r.

168 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 4 de abril de 1489. Fol.55v.; 28 de marzo de 1490. Fol.63r.; Juan Ortega Gaitán. Jueves 4 de agosto de 1490. Fol.143r.; 1 de octubre de 1490. Fol.147v.

169 AMJFPN. Juan Martínez. 11 de enero de 1414. Fol.12r.; 31 de octubre de 1414. Fol.259r.

170 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 7 de febrero de 1489. Fol.26v.

171 AMJFPN. Juan Martínez. 13 de febrero de 1414. Fol.86r.

172 Juana  González,  hija  de  Alfonso  González,  vecina  de  San Dionís,  manda  a  los  cofrades  de  la  Cofradía  de  San  Dionís  porque  le vengan a honrar con las candelas de la Cofradía el día de su entierro estando su cuerpo presente 30 maravedís (AMJFPN. Juan Martínez. 31 de octubre de 1414. Fol.259r.).

173 AMJFPN. Juan Martínez. 11 de enero de 1414. Fol.12r.

174 AMJFPN.  Juan  Martínez.  13  de  febrero  de  1414.  Fol.86r.;  31 de octubre de 1414. Fol.259r.

175 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  5  de  julio  de  1490.  Fol.119r.; Bartolomé de Maya. 28 de marzo de 1490. Fol.63r.

176 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 28 de marzo de 1490. Fol.63r.

177 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 4 de abril de 1489. Fol.55v.

178 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 7 de febrero de 1489. Fol.26v.

179 La Torrecilla era un antiguo cementerio que hubo en el Ejido jerezano, donde está hoy Madre de Dios y las calles Porvenir y Cartuja. Según Agustín Muñoz y Gómez tiene su origen en una construcción o torre que el cabecilla Abu Yusuf construyó cuando su asedio a Jerez en 1285, para divisar mejor las operaciones militares. (Muñoz Y Gómez. A. 2010: 343).

180 AMJFPN.  Juan  Ortega  Gaitán.  12  de  abril  de  1490.  Fol.56r. AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 4 de agosto de 1490. Fol.143r.

181 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 7 de junio de 1490. Fol.95r.

182 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 5 de julio de 1490. Fol.119r.

183 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán 8 de julio de 1490. Fol.124r.

184 Serrano Pinteño, J. 2010-12: 20 y 36.

185 Bejarano  Rubio,  A. El  hombre  y  la  muerte.  Testamento murcianos  bajomedievales. Cartagena:  Concejalía  de  Cultura.  ROYER DE  CARDINAL,  S.  1987. Morir  en  España  (Castilla  Baja  Edad  Media).Buenos Aires: Universidad Católica.

186 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 5 de mayo de 1489. Fol.81v.

187 Marina  Sánchez  encargó  celebrar  a  la  Cofradía  de  Santa María una misa de réquiem cantada el día de Santa María de agosto (AMJFPN. Bartolomé de Maya. 7 de febrero de 1489. Fol.26v.)

188 Sancho  Díaz,  clérigo  beneficiado  de  la  iglesia  de  San  Lucas, manda que el Hospital de Santa María de la iglesia de San Juan celebre unas remembranzas según Mari García lo estableció en su testamento (AMJFPN. Bartolomé de Maya. 5 de mayo de 1489. Fol.81v.).

189 La excepción la constituye Catalina Fernández, mujer de Juan Sánchez, vecina en la collación de San Miguel, quien mandó al Hospital de Santa María del Pilar la celebración de una fiesta anual de nuestra señora santa María en la iglesia de San Miguel (AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 11 de junio de 1490. Fol.99v.).

190 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 7 de febrero de 1489. Fol.26v.

191 AMJFPN. Bartolomé de Maya. 5 de mayo de 1489. Fol.81v.

192 AMJFPN. Juan Ortega Gaitán. 11 de junio de 1490. Fol.99v.

193 Juana  García  la  melera  manda  en  su  testamento  que  los pobres  del  Hospital  de  la  Misericordia  recen  por  su  alma  (AMJFPN. Bartolomé de Maya. 4 de abril de 1489. Fol.55v.

 


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