Historia prehispánica
El juego de pelota
El tlachtli o ulama está rodeado de
simbolismos que lo hacen convertirse de un simple pasatiempo en una actividad
ritual de tintes políticos y religiosos.
Su ubicación física entre los edificios
asociados al poder y sus elementos arquitectónicos son sólo pequeñas muestras
de la relevancia del Juego de Pelota.
Su existencia se remonta al menos a los
últimos siglos antes de nuestra era.
En la parte central de las canchas usadas para el juego de
pelota, conocida en lengua maya con el nombre de pok a pok, era común que se
colocara este tipo de esculturas. Las mismas cumplían la función de consagrar
la cancha y, al mismo tiempo, servían como marcadores. Este disco procede de la
zona arqueológica de Chinkultic, ubicada en el municipio de La Trinitaria,
Chiapas. La figura central representa al gobernante de esta antigua ciudad,
quien porta los elementos característicos de la práctica ritual de este juego.
Con gran dinamismo, la escena capta el momento en que golpea la pelota con su
cadera. Por las inscripciones glíficas presentes en el centro y alrededor del
personaje, se ha señalado el día 17 de mayo del año 591 d.C. como fecha del
evento ritual.
Hablar
de juego de pelota prehispánico en México es a la vez justificado y muy
reductivo: reductivo porque, según las evidencias arqueológicas, iconográficas
y etnológicas, no existía un solo tipo de juego, sino varios, muy distintos y probablemente antagónicos. Justificado porque
la mayoría de estos juegos nunca conocieron una historia o trayectoria tan
larga y rica como el tlachtli, o ulama, como se llama ahora. Este juego, que se practica todavía en
ciertos pueblos de Nayarit o de Sinaloa, tiene una antigüedad que alcanza por
lo menos los últimos siglos antes de nuestra era –o sea, el Formativo Tardío-,
y se supone que su origen podría encontrarse entre los olmecas; el
descubrimiento reciente de bolas de caucho en el cerro manatí indica que esta
sustancia era ya conocida entonces. El tlachtli tiene así una existencia de
más de dos milenios, a pesar de los cambios y acontecimientos que constituyen
la historia de México. Además, a través de los siglos, el juego de pelota ha
evolucionado y cambiado mucho, aunque siempre conservó un papel primordial
entre los distintos pueblos que lo practicaron o rechazaron. Con más de mil
doscientas canchas ahora registradas en Mesoamérica y en sudoeste de Estados
Unidos, el juego de pelota, entre otros fenómenos, constituye un rasgo cultural
que permite caracterizar el mundo mesoamericano.
Pánel
de los jugadores de pelota de Toniná, México
https://www.mesoweb.com/es/informes/TNA_M72.html
En la República Mexicana siguen
vigentes todavía varios juegos tradicionales cuyo origen prehispánico resulta
muy probable. Entre los varios ejemplos conocidos, la pelota mixteca y la
pelota tarasca, que se practican todavía en Oaxaca y Michoacán, son los casos
más interesantes, sin querer menospreciar otras tradiciones como la carrera
tarahumara. La pelota mixteca se juega entre dos equipos, en una cancha larga y
estrecha: se golpea con la mano una pelota pequeña y dura, del tamaño de una
pelota de tenis; para protegerse de los golpes, y para dar más fuerza, los
jugadores usan unos guantes muy pesados, de piel y madera, de unos tres y
cuatro kilos. Aunque no se conocen claras pruebas de la existencia del juego en
tiempo de la conquista, varias esculturas fechadas del Preclásico han sido
halladas en excavaciones en el sitio de Dainzú, en el valle de Oaxaca, que
representan personajes vestidos con protecciones corporales, guantes y máscaras,
que han sido identificadas como jugadores de pelota mixteca. Pero hacen falta
datos complementarios para comprobar que el juego nunca estuvo bajo influencias
europeas, ya que los españoles conocían un juego que se parece mucho a la
pelota mixteca.
Izquierda: Jugador de pelota. Relieve
42. Derecha: Conjunto
A. Zona arqueológica de Dainzú, Oaxaca. FOTOS: GERARDO
GONZÁLEZ RUL / RAÍCES.
En Michoacán, entre los tarascos, el pasiri-a-kuri
parece tener un origen prehispánico más seguro. Los jugadores de los dos
equipos opuestos usan como cancha las calles del pueblo, y golpean con palos de
madera una pelota de cuero o de madera, según la zona en que se practique el
juego. Es probable que en los tiempos prehispánicos este juego hubiera sido
practicado en espacios específicamente dedicados a ellos: efectivamente en los
murales de Tlalocan, en Tepantitla, se pueden ver dos grupos de jugadores
llevando palos, enfrentándose en una cancha en cuyas extremidades están
dispuestas dos estelas compuestas parecidas a la que se encontró en La
Ventilla. Otras estelas similares han sido halladas en sitios de Guerrero o de
Guatemala (Kaminaljuyú, Tikal), donde se manifestó la influencia de la
metrópoli de Teotihuacán. Influencias teotihuacanas han sido también
identificadas en sitios de Michoacán, por lo que resulta, entonces, muy
probable que el pasiri-a-kuri represente una herencia del juego de Teotihuacán.
Pero, tanto en Oaxaca como en Michoacán, estos juegos sólo representan
sobrevivencias de juegos que nunca tuvieron la importancia ni el papel del tlachtli.
Según los trabajos recientes de los
etnólogos, pero también los numerosos textos etnohistóricos de cronistas tanto
del tiempo de la conquista (Sahagún y Durán, entre ellos) como d épocas más
recientes (el padre Santarén, por ejemplo), y usando los documentos
iconográficos prehispánicos, tales como los códices o las esculturas, ha sido posible
obtener una idea bastante precisa de la manera en que se jugaba. Cada equipo tenía entre uno y siete
jugadores, dispuestos en la mitad de una cancha larga y ancha. Se lanzaban
directamente o haciendo pases, una pelota de hule no vulcanizado que pesaba
alrededor de tres kilos: normalmente, estaba prohibido tocar la pelota con la
mano, el pie o la cabeza, pero esas prohibiciones podrían explicarse también
por razones de prudencia, ya que el golpe de la pelota con estas partes del
cuerpo hubiera ocasionado consecuencias graves o hasta fatales. Poniéndose de
acuerdo antes del juego, podían golpear la pelota con el hombro, la espalda y
las nalgas, y para protegerse se ponían cinturones o fajas, de piel o de tela.
Los llamados yugos prehispánicos que
se encontraron en gran cantidad en la Costa del Golfo, pero también en otros
sitios, se interpretan como réplicas en piedras finas de estos cinturones, y
algunos autores piensan que habrían sido usados como moldes para los cinturones
de piel. A veces, otras representaciones de jugadores llevan también guantes o
rodilleras, y se supone que los usaban para protegerse cuando se lanzaban al
suelo para recoger una pelota que venía por abajo. Según los testigos que
presenciaron el juego, la pelota rebotaba con mucha velocidad, y el juego era
rápido y peligroso. Es muy difícil saber de qué manera contaban los puntos, y
se sabe solamente, por los estudios etnológicos, que la cuenta es muy compleja,
ya que el tanteo de los dos equipos cambia de manera simultánea; parece que eso
pasaba también en los tiempos prehispánicos, ya que un cronista menciona una
partida famosa entre el emperador Moctezuma y el rey de Texcoco, en la que
habían apostado la suerte del Imperio Azteca: dice que Moctezuma había ganado
“dos rayas” pero que después su adversario le ganó las tres rayas, sugiriendo
así que, mientras el tanteo de uno subía, el del otro bajaba. Las rayas se
contaban con faltas cometidas por los jugadores cuando, por ejemplo, uno de
ellos tocaba la pelota con una parte del cuerpo no autorizada, o cuando no
lograba recoger la pelota, o también cuando la pelota salía de la cancha.
Pasiri a kuri (Pelota Purépecha) de Michoacán es pariente del Hockey moderno. Tradicionalmente se juega con varios participantes y sus
bastones dirigiendo la pelota por las calles del pueblo. Una variante es
la de la pelota encendida, de cuerda y trapo y cargada de combustible, semeja
un cometa cuando viaja llameante, golpeada por un bastón.
https://eljuegodepelota.com/2020/07/los-guardianes-de-la-tradicion/
Gran Juego de Pelota. A la derecha el Templo de los Jaguares, al fondo
el Templo Norte. Zona arqueológica de Chichén Itzá, Yucatán. FOTO:
OLIVER SANTANA / RAÍCES.
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/la-antiguedad-del-juego-de-pelota
Lo
más importante, sobre todo para los arqueólogos, es que el tlachtli se practicaba en
una cancha elaborada de una forma muy particular. Cada cancha incluye ciertos
elementos permanentes, que son un pasillo estrecho y largo entre dos
estructuras laterales. En casi todos los ejemplos conocidos, salvo algunos en
Chichén Itzá y Amapa (Nayarit), las estructuras laterales están compuestas por
un talud más o menos inclinado que culmina en su parte superior en una cornisa
que puede alcanzar varios metros de alto, como en Uxmal. En su parte inferior,
el talud a veces cae directamente con un reborde vertical en el piso del
pasillo; a veces, los taludes dan en una banqueta baja con reborde vertical o
subvertical. En muchos casos, las extremidades del pasillo están abiertas, pero
existen canchas donde una o las dos extremidades del pasillo dan a una plazuela
sonde se encuentran altares o muros bajos que delimitan la zona, como en Ezná o
en Copán.
Juego
de Pelota. Uxmal
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Juego_Pelota_Uxmal.jpg
Juego
de Pelota Copán, Honduras
Los juegos de
pelota del Preclásico Tardío al Clásico Temprano en Jalisco no tienen adornos
como inscripciones o esculturas, por lo que nos apoyamos principalmente en las
características arquitectónicas y su distribución para entender su función en
la cultura Teuchitlán. En su estudio, Shina DuVall (2007) encontró que los
juegos de pelota no tuvieron ninguna orientación astronómica, lo que lleva a
considerar otras posibilidades. Cuando sus orientaciones se dibujan sobre un
mapa de los valles surgen otros patrones. Un grupo de canchas situadas entre
los pueblos actuales de Tequila y Amatitán comparten orientaciones semejantes,
que parecen converger en un solo lugar, posiblemente en Los Guachimontones.
Entonces, es más probable que los juegos de pelota estén orientados hacia una
variedad de elementos fijos en el paisaje (montañas, manantiales, sitios
importantes), y no hacia fenómenos astronómicos como solsticios. Los arquitectos
buscaban tal vez enfatizar conexiones con la montaña sagrada de la cosmología
mesoamericana. Numerosos juegos de pelota están vinculados a los templos
circulares, de manera que apuntan a la pirámide central circular que simboliza
la montaña sagrada y el centro simbólico del cosmos (Beekman, 2003, 2016).
Otros factores también pudieron estar involucrados. Varios de los sitios en los
márgenes de los valles de Tequila tienen dos juegos de pelota y parecen
hallarse orientados perpendicularmente uno de otro.
El juego de pelota
también se ha interpretado en términos sociopolíticos en lugar de ideológicos.
Actualmente, los equipos de deporte son importantes para desarrollar un
sentimiento de identidad comunitaria que oscurece u opaca otras diferencias sociales
como la etnicidad o la clase social. Por ejemplo, Fox (1996) propuso que el
juego de pelota fue importante para negociar conflictos entre grupos de
distinto origen en comunidades sedentarias tempranas. En lugar de entrar en
guerra, distintos grupos sociales se enfrentaron en juegos de pelota y
resolvieron sus conflictos de mejor manera. Por otro lado, Gillespie (1991)
propuso que el juego de pelota formalizó las divisiones sociales y mantuvo
el statu quo. Ambas interpretaciones son probablemente correctas en
distintos casos.
Imagen: Izquierda: Las figurillas masculinas de
El Opeño, Michoacán, que representan jugadores de pelota tienen elementos
protectores y cascos; las femeninas sólo llevan cascos. Museo Nacional de
Antropología. Foto: Oliver Santana / Raíces. Derecha: En las fases
Tequila II y Tequila III, los jugadores se identifican por sostener una pelota;
si la escala de las figuras es cierta, quizá las pelotas midieron entre 10 y 20
cm de diámetro. Figura efigie hueca estilo Ameca-Etzatlán, centro de Jalisco.
Foto: Cortesía de la Colección Andrall y Joanne Pearson, 2005. Metropolitan Museum Of Art (2005.91.1.).
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/el-juego-de-pelota-en-jalisco
Cancha para el juego de
pelota y tzompantli, Códice Tudela, f. 67r.
La sangre
derramada y la cabeza cercenada en el contexto del juego de pelota eran
ofrendas vinculadas con las nociones religiosas de la tradición mesoamericana,
que sostenía que los huesos de víctimas sacrificiales estaban permeados por
sustancias sobrenaturales. Poseían atributos mágico- religiosos y eran
estimados por los dioses.
La cabeza del
jugador se tenía como ofrenda. Su puesta en escena comenzaba con el auto
sacrificio y ayuno, continuaba con rituales ligados al juego, proseguía con la
muerte y el procesamiento de la víctima sacrificial. Culminaba este circuito
con la separación de las partes, la exhibición de la cabeza, generalmente
sepultada bajo el piso en cistas y en dispositivos ocultos, fuera de los
confines de la cancha.
Es importante
reconocer las distintas prácticas post-sacrificiales ligadas al juego, pues
determinan si la decapitación estuvo vinculada a éste a lo largo del Clásico
Medio y Terminal, a la vez que permite distinguir entre esa práctica y otras
manifestaciones de exposición de restos humanos, algunas que conviven con
el tzompantli, para determinar su especificidad como lugar de
ofrenda y especial vínculo con el juego.
Imagen: Además de la decapitación
había otras prácticas post-sacrificiales ligadas al juego, como la exposición
de restos humanos. En algunas ciudades había cancha para el juego de pelota y
tzompantli, una estructura donde se colocaban cráneos. Códice Tudela,
f. 67r. Digitalización: Raíces.
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/la-cabeza-decapitada-como-ofrenda
En otras regiones, sobre todo en el
Altiplano, el pasillo llega en sus extremidades a zonas terminales cerradas por
muros altos, lo que a estas canchas la forma bien conocida de doble T o de I,
que es característica de las representaciones de juegos de pelota que se
encuentran en los códices. Normalmente, existen en las esquinas de esas canchas
escaleras de acceso. Los ejemplos más famosos de canchas cerradas se encuentran
en Tula, Xochicalco y Monte Albán, y probablemente así estaba la cancha del juego de pelota del
templo mayor de México-Tenochtitlan. La cancha más pequeña que se conoce se
encuentra en Tikal, cerca del Templo I, y el pasillo mide 1.7 por 16 metros,
mientras la cancha más grande es la de Chichén Itzá (estructura 2D1), que mide
30 metros por 96.5 m. Esas diferencias de dimensiones, tanto como la forma
abierta o cerrada de la cancha, tienen implicaciones obvias sobre el número de
jugadores así como sobre los movimientos
que podían hacer para alcanzar la pelota.
Esta entrada es acerca de
una de las dos figuras de cerámica de jugadores de pelota que formaron parte de
la exposición Maya en el Museo Canadiense de la Civilización.
Esta figura es muy completa,
en muy buen estado de conservación que permite ver el tipo de yugo que se usaba
en el juego, hecho de madera o piel. El jugador lleva también un brazalete para
proteger el antebrazo izquierdo, así como un par de rodilleras, también
llamadas "yuguito" las cuales estaban
decoradas con la cabeza de un animal. El tocado que lleva el jugador tiene
forma de ave y él lleva también un collar de jade. Los adornos que tiene en las
mejillas podrían ser hechos de masilla. El tamaño de sus aretes es bastante
grande, quizás eran extensiones del tocado. Se puede apreciar todavía algo del
color con que esta figura estaba pintada. En general, esta figura fue hecha con
mucho detalle, ya que es posible ver hasta los dientes del jugador (al hacer un
acercamiento en la imagen).
La siguiente foto es una composición de dos
perspectivas de la misma estatuilla para que se puedan observar mejor los
detalles tanto del lado derecho como del izquierdo.
http://agoradeartemaya.blogspot.com/2013/08/estatuilla-de-jugador-de-pelota.html?view=magazine
Marcador
del juego de pelota
Si
se toman en cuenta esos elementos –las diferencias de tamaño entre las canchas,
la variedad de planos entre canchas abiertas o cerradas y los distintos
perfiles, con o sin talud, con banquetas, con cornisas altas o bajas-, se
pueden clasificar las canchas en unas diez categorías (o tipos) que tienen un
significado cronológico y/o cultural.
Por ejemplo, las canchas abiertas
son las más antiguas, y se encuentran en su mayoría en el área maya o en la
Costa del Golfo, mientras que las canchas cerradas son más frecuentes en Oaxaca
o en el Altiplano, y en Michoacán. En víspera de la conquista casi no se
construían canchas abiertas. Pero estas diferencias formales no son los únicos
rasgos que permiten diferenciar los tipos de canchas; hay que añadir también
otros elementos, como la presencia de esculturas, que tienen en el juego un papel
muy importante. En algunas canchas, sobre todo en el área maya, en Toniná,
Yaxchilán o Copán, por ejemplo, a lo largo del eje del pasillo están dispuestos
marcadores esculpidos con representaciones de jugadores o de dignatarios.
Piedras similares existen las canchas encontradas en Arizona. Otras canchas, la
mayoría ubicada en los Altos de Guatemala, tienen cabezas con espigas
localizadas encima de los taludes, como se ve en Copán. A veces, por ejemplo en
Chichén Itzá o en el Tajín, los rebordes de la banqueta u otras partes de las
canchas están adornados con panales esculpidos.
Un
jugador de Ulama en Sinaloa. El equipo es similar al de los antiguos jugadores
mexicas
https://es.wikipedia.org/wiki/Juego_de_pelota_mesoamericano
Todos
estos elementos tenían probablemente un papel en el juego, pero no se sabe
cuál; solamente se conoce el uso de los anillos, o tachtemalacates, que en unas canchas están fijados encima de los
taludes o de las paredes de las estructuras laterales; existen en Chichén Itzá,
Tula y Xochicalco, y existían también en México. Entre los aztecas, el jugador
que lograba hacer pasar la pelota por el anillo, lo que resulta muy difícil,
ganaba de una vez todo el juego y los vestidos de los espectadores que apoyaban
al equipo contrario.
Todas
las diferencias registradas tanto en la forma de las canchas como en la
presencia y disposición de las esculturas asociadas al juego sugieren que había
varias maneras de practicar el juego, y que, con el tiempo, el tachtli
evolucionó mucho. A pesar de esta variedad, es necesario sibrayar la
homogeneidad fundamental del juego: la existencia misma de una cancha
construida, es esta estructura arquitectónica, permite ya diferenciar este
juego de los demás; por otro lado, todas las canchas incluyen elementos
permanentes, que son el pasillo y las estructuras laterales; el resto de los
edificios o de los arreglos tiene un papel secundario, circunstancial. La
permanencia del juego y su unidad se ven comprobadas por algunos casos
conocidos, como Copán, en donde, de manera periódica, se reconstruía la cancha
en el mismo lugar y con pequeñas modificaciones, pero siempre con las misma
concepción.
El
juego de pelota, y las canchas que lo manifiestan, representa entonces un rasgo
prehispánico panmesoamericano, una tradición que superaba las diferencias
locales o las trayectorias cronológicas. Se desconoce un sitio prehispánico
mayor, una ciudad de importancia, que esté desprovista de su cancha: a veces no
han sido descubiertas todavía, pero el número de canchas conocidas crece sin
cesar. En 1981 se habían registrado, por ejemplo, 26 canchas en los sitios de
la Costa del Golfo, mientras que en 1994 el número alcanza por lo menos 80 o 90
canchas; en Michoacán, el número pasó de cuatro a 25 ejemplos. En el norte de
Yucatán, donde se suponía que las canchas eran poco frecuentes, los trabajos
recientes permitieron llegar de 26 canchas a más de 46, por el momento. En
total, de las 671 canchas conocidas en 1981, hemos podido pasar a más de 1 200,
un número todavía muy inferior al original.
Al
igual que la presencia de templos, de pirámides o de palacios, y de monumentos
esculpidos como las estelas mayas, la presencia de unas canchas de juego de
pelota representaba probablemente un criterio de la importancia o prestigio de
un sitio; cada ciudad que deseaba afirmar su existencia o si independencia
edificaba algunos monumentos, entre ellos una cancha. Además, en la mayoría de
los casos, la cancha ocupaba en los sitios una posición central cerca de los
edificios mayores: en México-Tenochtilán, el Teotlachco se encontraba ubicado
frente a los templos gemelos de Tláloc y Huitzilopochtli, cerca del templo de
Ehécatl-Quetzalcóatl y del tzompantli. Lo
mismo ocurre en Tula, Xochicalco, Tajín, Chichén Itzá o Monte Albán. En los
Altos de Guatemala, el en oriente, el juego de pelota representa incluso el
único edificio de importancia de pequeños, el verdadero eje de la ciudad. Pero
en sitios mayores, o en algunos casos específicos, el número de canchas alcanza
proporciones asombrosas; si se conocen numerosos sitios, con dos canchas, como
Iximché, Yaxchilán o Toniná, Tula cuenta con 6 ejemplos, y Chichén Itzá con 13;
había también varias canchas en Tenochtitlán. Esta situación es particularmente
notables en lo sitios de la Costa del golfo; Tajín por ejemplo, cuenta con más
de 11 canchas, El Pital con 8 y Cantona hasta con 22. Esas cantidades superan
la simple interpretación del juego como pasatiempo o símbolo político, para
darle una dimensión religiosa de culto verdadero.
Es
muy difícil, y casi imposible, sintetizar en algunas páginas toda
la riqueza del simbolismo del juego entre todos los pueblos que lo practicaron.
Con seguridad, los vecinos de Chalcatzingo o de Teopantecuanitlán en el periodo
Formativo no daban al juego el mismo significado que los aztecas en vísperas de
la conquista. De la misma manera, las 22 canchas de Cantona indican que este
sitio consagraba al juego un papel distinto del que tenía en Yagul o Dainzú,
donde una sola cancha bastaba. El juego evolucionó, tal como su significado, y
sólo se pueden proponer aquí algunas interpretaciones. Como se ha dicho, las canchas, ocupan en los sitios mayores,
una posición central entre los edificios asociados al poder. Además, en muchos
casos, se nota una vecindad entre tipos
de edificios como las canchas y los tzompantli
(en Tula, Chichén Itzá o México, por ejemplo), o como las canchas y los
temaxcales, como en Tula y Monte Albán. La importancia política del juego
queda fuera de duda, pero, para entender el simbolismo del juego, se puede
apoyar en las esculturas asociadas, los marcadores, los anillos o los paneles,
y en muchos otros motivos iconográficos; por ejemplo, en los códices aztecas o
mixtecos se registraron más de cien representaciones de juegos de pelota,
mientras en numerosas figurillas se representan jugadores; existen también
maquetas de canchas, en piedra o en barro, y
escenas asociadas al juego están representadas en estelas, escalones o
altares, como en Tepatlaxco o Yaxchilan. Toda esta iconografía debe ser interpretada en su
contexto propio, y sería muy peligroso interpretar el simbolismo de los
escalones de Yaxchilan a la luz de los mitos aztecas. Pero todavía es posible
notar algunas semejanzas que
demuestran cierta homogeneidad. El papel
político del juego, ya notado en la ubicación de las canchas, viene confirmado
por numerosas evidencias; en Copán, el rey XVIII-Conejo está representado en
los marcadores del pasillo, mientras en Toniná un dignatario ocupa una posición
central en la cancha, rodeado de cautivos. Entre los aztecas, hemos ya mencionado la partida de Moctezuma contra el
rey de Texcoco, y otros mitos asocian a
reyes o dioses con el juego, yales como
Axayácatl o Huitzilopochtli. Lo mismo ocurre en los códices mixtecos con
Ocho-Venado. El juego tiene sin duda, una función política.
Al
mismo tiempo, en muchos casos, como en Cobá o Toniná, el juego está asociado a
representaciones de cautivos o de guerreros, y más numerosas todavía son las
representaciones de sacrificios humanos asociados al juego: el ejemplo más
famoso es, obviamente, la cancha de Chichén Itzá; en los paneles que adornan el
reborde de las banquetas se ve la decapitación de un jugador por otro del
equipo contrario. Escenas de decapitación aparecen también en los códices o en
esculturas, tanto en la Costa del Golfo (Tepatlaxco) como en la Costa del
pacífico, en Guatemala y en otras partes de Mesoamérica, y hay que recordad la
proximidad espacial de varias canchas con tzompantli,
en Tula o en México. El juego de pelota está, entonces, estrechamente
vinculado al sacrificio por decapitación, asociado comúnmente a ritos de
fertilidad. Y existen muchas evidencias que confirman este vínculo, como en
Chichén Itzá: del cuello decapitado del jugador salen olas de sangre, que se
vuelven flores y ramas; o entre los aztecas, cuando en Tula, Huitzilopochtli
construye una cancha y del centro hace brotar una fuente de agua que da origen
a flores y árboles. El juego de pelota tiene un fuerte y constante significado
de rito de fertilidad: asegurar la vida, por medio de la fertilidad, constituye
probablemente una de las mayores responsabilidades del rey, una responsabilidad
religiosa y política. Como lo demostró C.F. Baudez en Copán, el rey debe
enfrentarse, en el juego de pelota, a los dioses del inframundo, de la muerte,
para asegurar la vida, la germinación. Esa es también la trama de muchos mitos
mesoamericanos, entre ellos el del Popol Vuh. La responsabilidad
religiosa del rey para el bienestar de su pueblo puede, entonces, extenderse a
una responsabilidad política; el juego de pelota adquiere un papel de sustituto
de guerras de conquista, tal como lo usó Axayácatl para conquistar Xochimilco.
Las apuestas que acompañan al juego, y su función adivinatoria, representan una
consecuencia lógica de esta última función: en el siglo XVIII, en el norte de
México, el padre Santarén narra las partidas que presenció, donde los pueblos
apostaban sus riquezas en vez de pelearse por ellas.
Simbolismo:
- Astronómico: La
pelota representaba al sol. Los anillos de piedra el amanecer y la puesta
de sol o los equinoccios.
- Guerra: La
pelota representaba al enemigo vencido.
- Fertilidad: Como
lo indican representaciones de jugadores con íconos de maíz, o
sacrificados para asegurar la renovación del pulque.
- Dualidad cosmológica: El
juego es una batalla entre la noche y el día, la vida y el inframundo. Los
campos de juego eran considerados portales al inframundo.
https://pueblosoriginarios.com/meso/maya/maya/pelota.html
El
juego de pelota prehispánico atravesó por una larga y compleja historia, desde
su origen hasta su pervivencia contemporánea, pero nunca perdió su homogeneidad
ni su significado fundamental, a pesar de las diferencias entre los muchos
pueblos que lo conocieron. Según las evidencias de que se dispone, el juego de
pelota existió en el periodo Formativo Tardío, en los últimos siglos antes de
nuestra era; han sido identificadas canchas en Chiapas, en la zona maya,
Morelos (Chacaltzingo) y Guerrero, o en el Occidente de la República (Jalisco).
La existencia de tantas canchas localizadas en áreas distintas, sugieren un
origen anterior, pero hasta la fecha no ha sido posible confirmar “un lugar de
nacimiento”; la civilización olmeca hubiera podido practicar el juego, pero
ninguna cancha ha sido identificada de manera segura hasta ahora. Con el
crecimiento de Teotihuacan a principios de nuestra era ocurre un fenómeno
particular, ya que si la metrópolis del Altiplano conoce la existencia del
juego, como se puede comprobar por la representación de una cancha en los
murales de Tepantitla, no lo practica; al contrario, Teotihuacan tiene su
propio juego, que difunde en los sitios donde su influencia se manifiesta.
Murales
del juego de pelota al Sur de El Tajín que muestra el sacrificio de un jugador
de pelota.
https://es.wikipedia.org/wiki/Juego_de_pelota_mesoamericano#/media/Archivo:Panel9SBCTajin.JPG
En
Tikal, en Kaminaljuyú, en Guerrero o en Michoacán, tal vez otro tipo de juego
se asocia con la presencia de los teotihuacanos y, al mismo tiempo, el tachtli desaparece parcialmente; el
número de canchas disminuye, y sólo en algunas partes de la República se siguen
edificando canchas: eso pasa sobre todo en los Altos de Guatemala, en la Costa
del Golfo y en el Occidente, donde las canchas asociadas a los guachimontones
se vuelven más numerosas. Es muy difícil todavía explicar este fenómeno, pero
no es el único ejemplo de la originalidad de Teotihuacan: la casi ausencia de
glifos y el estilo arquitectónico son otras evidencias que falta explicar. La
caída de Teotihuacan está acompañada por un verdadero renacimiento del juego,
probablemente bajo la influencia de la Costa del Golfo. Algunos autores
propusieron la existencia de un verdadero culto del juego por estos pueblos y
su difusión en todas partes de Mesiamérica. Durante el Clásico Reciente, entre
600 y 900 d.C., el juego alcanzó su
apogeo, y se edificaron canchas en todas las ciudades y pueblos, mientras
representaciones de jugadores o de ritos asociados se hacían cada vez más
numerosas en los murales, en las figurillas o en las esculturas. Es
probablemente en esos tiempos que el
juego obtuvo su significado más elaborado y su papel de rito de fertilidad. Con
un pequeño retraso, en comparación con lo que pasó en las Tierras Bajas, la zona
maya o Oaxaca, el Altiplano adoptó rápidamente el tlachtli, y las canchas se volvieron parte integrante de las
ciudades. Mientras, en el Occidente, el juego parece haber sido abandonado, y
sólo con la mesoamericanización del Occidente se reintrodujeron las canchas en
Michoacán o Guanajuato.
Tablero
2. Juego de Pelota Sur. Zona arqueológica de Tajín.
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/tajin-y-las-canchas-de-juego-de-pelota
La
decadencia de las ciudades mayas, y el florecimiento de nuevas áreas en el
norte de Yucatán, ocasionó un cambio en la ubicación del juego, pero al parecer
en Yucatán tuvo un significado distinto, y su importancia disminuyó hasta su
desaparición total. No se conoce ni una cancha en los sitios del Posclásico
yucateco, pero el juego siguió vigente en los Altos de Guatemala, como en
Honduras, y en todo el resto de
Mesoamérica, hasta la llegada de los españoles.
Los
conquistadores presenciaron varias partidas, y mientras vivieron la fascinación
tanto por el juego mismo como por la pelota, hecha de una materia desconocida,
se dieron rápidamente cuenta del significado religioso del juego y lo
prohibieron. Pero las canchas no tuvieron la suerte de muchos templos, y se
quedaron intactas en la mayoría de los casos. Además, el juego siguió
existiendo en partes aisladas y en el Norte de la República. Había perdido,
poco a poco, muchas de sus características cuando los etnólogos se dieron
cuenta de su existencia y origen: ya no se usaban canchas construidas y el simbolismo
religioso se había perdido, pero conservaba lo suficiente para permitir
relacionarlo con el pasado.
La
“Palma” en el contexto del juego de pelota mesoamericano, a menudo representa a
un jugador sacrificado, no necesariamente el ganador. Estas representaciones
como la Lápida de Aparicio, muestran al jugador decapitado, y de su cuello
emergen serpientes, simbolizando fertilidad.
Taladoire,
Eric, “El Juego de Pelota Precolombino” en México
Antiguo, Antología de Arqueología Mexicana, México, INAH, Editorial Raíces,
biblioteca para la actualización del maestro, SEP, vol. 1, 1995, pp. 41-50.