DE LOS GREMIOS A LAS SOCIEDADES
DE SOCORROS MUTUOS:
EL ARTESANADO MEXICANO, 1814-1853[ 1 ]
A la memoria de Carlos Pereyra
No sabemos qué sociedad o qué extravío o qué
enfermedad de la moderna civilización, ha corrompido allá en Europa las
inteligencias para dar lugar a la secta del socialismo; pero lo cierto es que
esa secta existe allá para mengua de la época y desgracia de los pueblos.
"Doctrinas anárquicas", El Universal, 1 de
junio de 1850.
Con sorpresa y desaprobación, como lo
muestran las líneas anteriores, fue recibida por la prensa capitalina la acción
violenta de los artesanos en defensa del trabajo, el jornal y, más aún, de una
forma de vida en proceso de extinción. Flotaba todavía en el ambiente el temor
generado por el paro de los trabajadores reboceros de Guadalajara, Jalisco,
atribuido por El
Universal al efecto corrosivo de las ideas socialistas en el
seno de las nacientes sociedades de artesanos.
El proceso que llevó a los artesanos
novohispanos, primero, y mexicanos, después, a crear sociedades mutualistas fue
largo y complejo. En el presente ensayo intentaremos reconstruir las líneas
generales que condujeron a la antigua corporación -organizada en gremios- a la
acción colectiva dentro de una sociedad que configuraba nuevos actores
sociales.
Del planteamiento anterior surge una primera
pregunta: ¿el artesanado libre constituyó una clase social? Nuestra respuesta,
que trataremos de probar a lo largo de este artículo, es afirmativa. Lo cual no
quiere decir que haya nacido como tal el 8 de junio de 1813, fecha en que las
Cortes de Cádiz decretaron la libertad de trabajo e industria, sino que se
formó como clase después de un largo proceso de acción e identificación de los
intereses comunes de los distintos productores particulares.
Edward Palmer Thompson, al estudiar los
orígenes de la acción colectiva del propietario británico, apunta que la clase
surge cuando algunos grupos de hombres con experiencias sociales comunes
articulan sus intereses, diferenciados y muchas veces opuestos, a los de otras
colectividades. La experiencia de clase guarda una estrecha relación con la
manera como se vinculan los individuos en la esfera productiva y se expresa como
conciencia de clase cuando encarna en tradiciones, ideas, sistemas de valores y
formas institucionales. [ 2 ]
Como el propio historiador británico ha
reconocido, esta caracterización de la clase social (pensada para una sociedad
capitalista), hay que tomarla con precaución cuando se estudian las sociedades
preindustriales, ya que en éstas los grupos sociales no se conciben a sí mismos
ni a sus conflictos y luchas en términos de clase, sino de estados, jerarquías,
órdenes, etcétera.[ 3 ] Para el estudio del México decimonónico
esta consideración resulta fundamental, dado que rasgos de modos de producción
distintos se encontraban mezclados y muchas veces confundidos.
Ahora bien, hablando de los artesanos
mexicanos ¿qué orientación tenían sus demandas y luchas? Una primera respuesta
podría ser la siguiente: los artesanos adoptaron como uno de los ejes de su
acción la lucha contra la política económica de tipo librecambista, que ponía
en desventaja sus productos en relación con las manufacturas de los centros
capitalistas. En la primera parte de este escrito haremos algunas reflexiones
sobre la decadencia de los gremios de artesanos y el impacto del libre cambio
dentro de este grupo de trabajadores.
Otro problema fundamental encarado por los
artesanos fue la expansión del capitalismo en algunos sectores productivos -por
ejemplo, en los textiles-, lo que propició el desplazamiento de estos
productores o su absorción por la naciente industria.
Dado el desarrollo marginal del capitalismo
en México durante este periodo, el artesanado no se vio afectado en su conjunto
por la expansión incipiente del modo de producción capitalista. Vocero de los
afanes industrializadores fue Esteban de Antuñano, quien declaraba:
" Dios e
industria fabril independiente por ilustrada y en progreso, nada más necesita
México para ser grande en agricultura y comercio [...] rica y por rica,
numerosa, ordenada (por el espíritu público), fuerte, sabia, y por todo, digna
¡gran nación!"[ 4 ] En la segunda parte de este trabajo
trataremos de ver cómo el proyecto industrializador, iniciado en la década de
los treinta del siglo XIX, afectó al artesanado.
También se intentará precisar si el conjunto de los trabajadores urbanos es
propiamente artesanal o si ya existen algunos núcleos proletarios.
El socialismo utópico funcionó como sustrato
ideológico de las sociedades mutualistas que comenzaron a desarrollarse en
México a partir de la sexta década del siglo pasado. Aunque en la prensa se
habló repetidamente de fourierismo, en realidad las ideas en boga constituían
una mezcla poco elaborada de distintas doctrinas y escuelas, genéricamente
conocidas como socialistas. Las primeras organizaciones artesanales no sólo
constituyeron instancias de lucha contra la introducción de productos
manufacturados en el exterior, sino centros de educación, capacitación y ahorros. [ 5 ] Las sociedades de artesanos
funcionaron, de hecho, como verdaderos núcleos de socialización y
generalización de la experiencia de estos productores.
La Sociedad Mercantil y de Seguridad de la
Caja de Ahorros de Orizaba, fundada en 1839, es una de las primeras sociedades
de artesanos de la cual se tiene noticias. [ 6 ] En 1843 se sentaron las bases para la
formación de la junta de Fomento de Artesanos y hacia 1850 ya funcionaba la
Sociedad de Artesanos de Guadalajara. No obstante que algunas de estas
sociedades contaron con el favor oficial, conforme se fueron desarrollando
entraron frecuentemente en conflicto con las autoridades gubernamentales. Sobre
este particular los editores de El
Universal comentaron:
“¿Acaso
han servido para algo estas ridículas asociaciones, que se han formado de algún
tiempo para acá, con el pretexto de favorecer a esta clase? ¡Oh! los escándalos
de esta ciudad, los disturbios de Azcapotzalco, la sublevación de Jilhú, el
motín de Guadalajara y otros mil desórdenes que han ocurrido en diferentes
puntos de la república son los amargos frutos que han dado esas sociedades,
imitaciones serviles de las que allá en Francia sólo valen para hacer que los
pobres pierdan lastimosamente el tiempo y se acostumbren a la ociosidad.[ 7 ]
En la tercera parte de este artículo
hablaremos de las sociedades de artesanos y de los primeros conflictos en el
campo laboral. Hecha esta apretada síntesis de los puntos a tratar, entremos en
materia.
Leyes
nuevas, instituciones viejas
La mañana del 7 de enero de 1814 los
habitantes de la Nueva España tuvieron oportunidad de conocer el bando
publicado con esa fecha por Félix María Calleja, que afectaba particularmente a
una de las corporaciones coloniales: los gremios de artesanos. Dicho bando
disponía que:
1º.
Todos los españoles y extranjeros avecindados o que se avecinen en los pueblos
de la monarquía podrán libremente establecer las fábricas o artefactos de
cualquiera clase que les acomode, sin necesidad de permiso ni licencia alguna,
con tal de que se sujeten a las reglas de policía adoptadas o que se adopten
para la salubridad de los mismos pueblos. 2º. también podrán ejercer libremente
cualquiera industria u oficio útil, sin necesidad de examen, título o
incorporación a los gremios respectivos, cuyas ordenanzas se derogan en esta parte. [ 8 ]
Dorothy Tanck, después de seguir con atención
los debates del cabildo de la ciudad de México, plantea que, con el decreto de
1814, quedaron abolidos los gremios. [ 9 ] En un segundo momento, el 29 de junio
de 1815, la Corona dictó una nueva disposición que restableció la citada
corporación. Esta última, emitida en plena restauración absolutista, era
ambigua, ya que a la vez que reinstauraba los gremios, combatía los monopolios
y permitía la libertad de industria, siempre y cuando quien la ejerciera
contara con la capacidad necesaria para el efecto.[ 10 ] Posteriormente, con el triunfo del
pronunciamiento de Riego en 1820, cobró vigor de nueva cuenta el decreto
gaditano, llevando una vez más a las autoridades del cabildo de la ciudad de
México a proclamar la anulación de dicha corporación.[ 11 ] La autora documenta cómo, no obstante
los cambios en la legislación metropolitana, los gremios quedaron abolidos
de facto en
la ciudad de México con el decreto de Calleja.
Visto desde otro ángulo, se podría pensar que
la disposición de 1814 no abolió los gremios, sino que les restó poder. Los
gremios de artesanos gozaban del privilegio de realizar en exclusividad determinadas
actividades económicas, además de monopolizar el trabajo. Esta segunda
atribución comprendía, no sólo el proceso productivo, sino también la
capacitación y calificación de la mano de obra (incluyendo, claro está, la
exclusividad del examen y el poder para determinar quién era apto o no). En
1814 se atacaron frontalmente estos privilegios de los gremios de artesanos,
pero de allí no se sigue que éstos quedasen al margen de la ley.
En las décadas posteriores, los gremios
continuaron existiendo, como lo muestra la historia del gremio de plateros.
Carrera Stampa ha señalado que:
En
realidad, a pesar de estas disposiciones, los gremios siguieron subsistiendo e
influyendo cada vez más pobremente en la vida económica y social del país, ya
que al hacerse independiente siguieron prevaleciendo los mismos métodos y
procedimientos sustancialmente, con que esta parte de la industria había vivido. [ 12 ]
La libertad de trabajo e industria,
consagrada en el decreto, facilitaba el desarrollo de un mercado libre de
medios de producción y mano de obra, precondiciones para la implantación del
capitalismo. Consecuencia de la libertad de trabajo fue la aparición de un
nuevo sujeto social: el artesano libre, es decir, el artesano desligado de la
corporación gremial.
Como es bien sabido, la ley y su práctica no
siempre viven en armonía. En la Nueva España, las disposiciones de Calleja
generaron confusión entre autoridades y artesanos. Para ilustrar esta situación
tomaremos como ejemplo dos casos de artesanos poblanos.[ 13 ] El 15 de junio de 1815, Miguel Romano,
oficial herrador nacido en Puebla y residente en esa ciudad, declara estar apto
para presentar el examen de maestro "y necesitando según las ordenanzas
dar información de mi legitimidad y limpieza de sangre", solicita que sean
recibidos en el cabildo dos testigos que darán razón de su limpieza de sangre y
"digan lo que les constare acerca de mi manejo y circunstancias: y
recibida que sea dicha información y dándose por bastante se libere el billete
de estilo a los examinadores, para que lo ejecuten con mi persona". El 16
de junio, los maestros que practicaron el examen dieron fe de la aptitud y
características físicas del herrador poblano. Miguel Romano ya podía ejercer
como maestro. [ 14 ]
El examen practicado al artesano poblano se
ajustaba plenamente a lo estipulado en la ordenanza de herradores y albéitares,
promulgada en 1709 por el duque de Alburquerque. En otras cosas en ella se disponía:
Que
los exámenes, que se hicieren sean en el banco del maestro mayor más antiguo, y
constando de la suficiencia, jurarán el examen en la secretaría de Cabildo; o
de albéitar, o de herrador, conforme supiere, y use sólo de lo que fuere
examinado, y llevará cada maestro mayor por el examen una dobla que son ocho
pesos.[ 15 ]
La pureza de sangre del examinado, confirmada
por sus testigos, era un requisito para formar parte del gremio de herradores y
albéitares. Incluso los aprendices tenían que ser "españoles limpios, sin
mácula".[ 16 ]
Un ejemplo opuesto. Durante varios años el
gremio de pañeros de la ciudad de Puebla entabló una disputa con las
autoridades por el pago de la media
annata, impuesto por el derecho de examen, por derecho de
veedores o por tener tienda.[ 17 ] El 3 de diciembre de 1815, la autoridad
competente determinó que el diferendo no procedía porque los gremios no habían
sido restablecidos en la Nueva España. Por otra parte, agregaba que un real
decreto con fecha de 4 de mayo de 1815 había derogado algunas de las
disposiciones emanadas de Cádiz, pero no las referentes a los gremios.[ 18 ] Lo viejo y lo nuevo se mezclaban y no
había claridad sobre cómo proceder.
Según Ciro Cardoso, a partir de 1814, las
relaciones entre los gremios tendieron a volverse fundamentalmente económicas,
a la vez que el taller y la residencia del artesano se disociaban:
Mientras que en la época colonial sólo podía
ser maestro de un oficio el que probara el dominio del mismo a través de un
examen, la abolición de éste permitió el surgimiento de "maestros"
que ignoraban del todo su profesión, pero disponían del capital suficiente para
alquilar un local y pagar a oficiales y jornaleros. Por otra parte, el
aprendizaje, antes estrictamente reglamentado, ahora era cuestión de contrato
-escrito o verbal- entre el aprendiz (o sus padres) y el maestro. [ 19 ]
En los gremios que monopolizaban los sectores
productivos de punta -textiles por ejemplo- la preponderancia de lo
"económico", es decir, lo específicamente capitalista, sobre lo
"corporativo", se había afirmado desde tiempo atrás.[ 20 ] La producción de textiles de algodón
brinda un claro ejemplo de ello.
En la elaboración de manufacturas de algodón,
los comerciantes adelantaban la materia prima a los productores para después
monopolizar el producto terminado; así, los primeros habían comenzado a
controlar los talleres artesanales. [ 21 ] De esta manera, el mercado y sus reglas
erosionaban el privilegio corporativo. Por otra parte, desde la segunda mitad
del siglo XVIII algunos gremios comenzaron
a dominar a otros. Esta relación se entablaba, sobre todo, entre los gremios
que elaboraban productos que a su vez servían como insumos dentro de los
procesos productivos de otros gremios. [ 22 ]
La política económica -en particular la
arancelaria- adoptada tras la Independencia representó un duro golpe para
algunos segmentos del artesanado. Los productores textiles, por ejemplo,
sufrieron el fuerte embate de las manufacturas británicas. Hay que recordar que
la ley aduanal expedida el 15 de diciembre de 1821 abrió los puertos mexicanos
a los barcos de todas las naciones, fijó un impuesto de veinticinco por
ciento ad
valorem a todas las mercancías que llegaran a territorio
nacional y prohibió la importación de algunos productos. [ 23 ]
En 1822 se incrementó del ocho al doce por
ciento la tarifa de las alcabalas; pero como los textiles nacionales fueron
exceptuados de pagar el cuatro por ciento, aumentó su competitividad en
relación con las manufacturas importadas. Dos años después se reformó la ley
aduanal de 1821, incrementándose la lista de artículos cuya importación no
estaba permitida:
Este
paso, sin embargo, no debe tomarse como una prueba de que el gobierno estaba
plenamente comprometido a tener como norma el fomento de la industria de
transformación. De los artículos que quedaron prohibidos, una tercera parte
eran alimentos, con excepción de los tejidos de lana baratos, no había textiles
en la lista. Fueron los sastres, más bien que los fabricantes de tejidos,
quienes resultaron protegidos. [ 24 ]
El 16 de noviembre de 1827 se promulgó un
nuevo arancel para las aduanas marítimas y de frontera. Éste, en lugar de cerrar,
abría en mayor medida el mercado mexicano a los artículos extranjeros. El
algodón en bruto y el hilo de algodón podían ahora introducirse al país legalmente. [ 25 ]
Aunque la legislación aduanal de estos años
no era abiertamente librecambista, ya que fijaba aranceles, a veces altos, a
los productos de importación y establecía prohibiciones, la desigualdad de los
precios de mercado (por ejemplo, de los textiles), era tal que, no obstante, el
arancel, las mercancías mexicanas no podían competir con las importadas. Por
otra parte, mediante el contrabando, penetraban muchos productos extranjeros al
territorio nacional. La política aduanera obedecía a la consideración
siguiente: una protección muy elevada a los artículos mexicanos desalentaba las
importaciones y, con ello, los ingresos fiscales de un Estado en bancarrota
quedarían drásticamente mermados. [ 26 ]
Los talleres artesanales dedicados a la
producción de textiles fueron severamente golpeados durante la primera década
de vida independiente, muchos desaparecieron y otros quizá fueron absorbidos
por los más poderosos.[ 27 ] Un fragmento del diálogo entre doña
Clara Verdad y doña Juana Valiente ("Ya los pobres artesanos de hambre y
miseria ladramos") da razón de este clima desolador: "me alegro [dice
la primera] que usted conozca y saque por consecuencia que el origen y la causa
de las crecidas miserias de todos los artesanos es la admisión indiscreta de
efectos que perjudican a los hijos de América".[ 28 ]
Recientemente Silvia M. Arrom ha planteado
que los artesanos fueron un componente fundamental de la muchedumbre que asaltó
El Parián -lugar donde tenía asiento el gran comercio de la ciudad de México-
la noche del 4 de diciembre de 1828.[ 29 ] Vicente Guerrero, quien contaba con una
base social "plebeya", expidió una ley francamente favorable a
ciertos grupos de artesanos; los tejidos de algodón de consumo generalizado y
algunos productos elaborados con metal ya no podían ingresar a territorio
nacional. Para la mala fortuna de los artesanos, la invasión dirigida por el
brigadier Barradas, primero, y el conflicto con Anastasio Bustamante, después,
orillaron al presidente a posponer la aplicación de la ley, con la intención de
hacerse recursos mediante la vía fiscal. [ 30 ]
Acciones como la de El Parián reflejaron,
entre otras cosas, la desesperación en que vivían algunos segmentos del
artesanado ante su acelerado proceso de empobrecimiento. Hay que destacar que,
con el motín, estos trabajadores dieron uno de sus primeros pasos dentro de la
acción colectiva.
Los productores textiles que, como hemos
visto, desde los tiempos coloniales habían sufrido el embate del capital
comercial, durante la primera década de vida independiente resintieron la
política arancelaria gubernamental y, en los años treinta, tuvieron que encarar
otro problema: un proyecto industrializador de perfil capitalista.
El
taller y la fábrica
¿Quién es un artesano? Una respuesta posible
indicaría que se trata de un pequeño productor (de mercancías o servicios) cuyo
proceso de trabajo incluye una división de actividades escasa o nula y unos
instrumentos de producción poco desarrollados. Por lo general, los artesanos
controlarían el proceso de trabajo y la circulación de sus productos.[ 31 ] La incipiente división del trabajo
redunda en una baja productividad porque: "un artesano que ejecuta
sucesivamente los diversos procesos parciales en la producción de una obra debe
cambiar ora de lugar ora de instrumento. El paso de una operación a otra interrumpe el curso
de su trabajo y genera poros, por
así decirlo, en su jornada laboral".[ 32 ]
Términos como productividad e intensidad del
trabajo nos remiten a otros aspectos de la vida artesanal, tales como el uso
del tiempo. El mundo del artesano está asociado a peregrinaciones, santos
patronos y festividades y, por el contrario, es ajeno a la división entre
trabajo y vida, propia de las sociedades industriales maduras. [ 33 ] De la misma manera, para el artesano,
casa y taller representaban una unidad espacial en la cual transcurría su
existencia.
El proyecto industrializador de la década de
los treinta violó ese universo artesanal al atacar la manera
"arcaica" como los artesanos utilizaban el tiempo, es decir, su tiempo. Eran
muchos los días feriados y, por ende, el esfuerzo modernizador del gobierno mexicano
se encaminó a reducir su número. En 1836 se obtuvo del papa Gregorio XVI el
consentimiento para que los mexicanos trabajaran de lunes a sábado y los días
festivos se redujesen a dieciséis. La disposición papal se dio a conocer en
México tres años después. [ 34 ]
Como ha señalado E. P. Thompson, "las
clases ociosas empezaron a descubrir el 'problema' [...] del ocio de las
masas".[ 35 ] Precisamente fue esa "gente
bien" la que manifestó la queja, en la ciudad de Puebla, que los artesanos
no trabajaban los lunes y propuso:
que
el celoso perfecto de esta capital pudiera dirigir una circular a todos los
maestros de obradores y talleres, notificándolos con apercibimiento serio de
pena pecuniaria, diesen un parte semanario de las faltas que los días lunes tuviesen sus
oficiales, a las casas en que se encuentren trabajando, para que dicha
autoridad informada de la falta pudiese imponerles una pena que no bajase de
uno, dos o cuatro meses de trabajos forzados de campo en una finca sin
distinción ni consideración alguna, sin que parezca dura la pena, pues para un
mal que ha creado tan profundas raíces, es indispensable que remedios y
preservativos sean tales que ataquen y contenga de un golpe, y para de una vez,
ése tan pernicioso cuanto incorregible abuso.[ 36 ]
El proyecto industrializador oficial,
materializado en 1830 con la creación del Banco de Avío, a la vez que
propugnaba un desarrollo industrial de corte capitalista, operaba con pautas
semejantes a las instituciones coloniales del mismo tipo. Charles H. Hale ha
destacado el paralelismo existente entre el Banco de Avío de 1830 y el Banco de
Avío del Tribunal de Minería, creado en la década de los setenta del
siglo XVIII: "en cada caso, una parte de
los ingresos gubernamentales provenientes de la industria en cuestión se
destinaría a fines de fomento".[ 37 ]
El capital inicial del Banco de Avío
provendría del arancel impuesto a las mercancías de algodón extranjeras, cuya
importación había quedado prohibida con el decreto del 22 de mayo de 1829.
Paradójicamente, se adoptaba una política liberalizante para crear una
industria mecanizada que crecería al amparo oficial. Hacia 1837, se adoptaron
medidas proteccionistas, sobre todo en materia de textiles. [ 38 ]
Aunque los préstamos otorgados por el Banco
de Avío (1830-1842) incluyeron diversos sectores productivos, el grueso de
ellos se concentró en la industria textil. Ahora bien ¿qué consecuencias tuvo
para el artesanado el proyecto industrializador?
En los textiles, el impacto mayor de la
mecanización industrial recayó sobre la hilatura: "si una hilandera con
los métodos tradicionales lograba hilar cuatro madejas diarias, la introducción
de dos husos mecánicos permitió a un obrero hilar ochenta madejas diarias. Esta
brutal diferencia de productividad desplazó completamente a los antiguos
hilanderos".[ 39 ]
Una de las fábricas beneficiadas por los
préstamos provenientes del Banco de Avío fue la fábrica de hilados de algodón
La Constancia Mexicana, fundada en Puebla en 1835 por Esteban de Antuñano. El
establecimiento operaba con energía hidráulica y producía hilo grueso, el cual,
posteriormente, era trabajado en los telares manuales de los artesanos.[ 40 ] Los hilanderos tenían una relación
salarial con la empresa, en tanto que los tejedores eran formalmente
independientes, ya que el fabricante les proporcionaba la materia prima y éstos
vendían a un precio determinado la pieza tejida.[ 41 ]
En suma, en el tejido el capital subordinaba
al trabajo, pero éste continuaba teniendo una forma artesanal. En la hilatura,
por el contrario, la relación entre el productor directo y el fabricante ya era
propiamente capitalista (el obrero vendía su fuerza de trabajo al patrón a
cambio de un salario).
Juan Carlos Grosso señala, con base en el
estudio de la estructura laboral de Puebla, que el artesanado no fue un
componente fundamental de la fuerza de trabajo fabril de las primeras décadas
de la centuria pasada.[ 42 ] Por esto y por lo que hemos planteado
en el apartado anterior, podemos plantear con Hale que: "a los artesanos,
en general, les preocupaba más la amenaza inminente presentada por la supresión
de las prohibiciones [es decir, la política arancelaria] que la amenaza
potencial del desplazamiento por máquinas".[ 43 ]
En algunos casos, la presencia de
"enclaves industriales" permitió el desarrollo colateral de algunas
actividades artesanales. Alrededor de la fábrica textil veracruzana de nombre
Cocolapan -propiedad primero de Lucas Alamán, después de Juan de Dios Pérez y
más adelante de Manuel Escandón- floreció un mercado abierto a los zapateros,
molineros y jaboneros locales. [ 44 ]
La
acción colectiva
Al
tomar en las manos el primer número de vuestro semanario, dejad ese aire
tímido, y confiad en el celo de vuestros amigos, empeñados en comunicaros los
cortos conocimientos que han adquirido en una gran parte de su vida dedicada a
la educación. No temáis que la lectura de este periódico os haya de causar una
nueva molestia: no lo miréis como otra de vuestras indispensables tareas, ni os
retiréis a la vista de las punzantes espinas que rodean el tallo de las rosas. [ 45 ]
Con estas líneas, la redacción del Semanario Artístico convocaba
a los artesanos a mejorar su nivel intelectual y su capacitación técnica. Dos
años antes se había formado la Dirección General de la Industria Nacional,
encabezada por Lucas Alamán, y el 2 de octubre de 1843 (por decreto del
presidente Antonio López de Santa Anna) se sentaron las bases para la creación
de la junta de Fomento de Artesanos, siendo aquél su órgano de prensa.
El decreto estipulaba que la Dirección
General de la Industria Nacional financiaría la educación de veinticuatro
alumnos, uno por cada departamento, a los cuales se les ofrecerían clases
prácticas de fundición y parqué, labrado y torneado de metales y maderas e
hiladuría y tejido de lino. Para ser aprendiz era menester: "saber leer y
escribir, y [tener] elementos de aritmética: y que los padres, tutores o
encargados de los jóvenes, firmen y afiancen la permanencia en el aprendizaje
por un número de años, conforme al reglamento que formará la misma
dirección".[ 46 ]
El interés gubernamental iba en el sentido de
capacitar a los artesanos y dar con ello mayor competitividad a sus productos.
Los artesanos, por su parte, si bien aceptaban los objetivos gubernamentales y
la tutela oficial, los trascendieron al impulsar, por un lado, la organización
por oficio y, por el otro, la creación de juntas de artesanos en el interior
del país. En el artículo segundo de las "Bases generales para la formación
de los estatutos de la junta de Fomento de Artesano", se hacían explícitos
los objetivos de la organización:
Será objeto de esta institución proteger en
lo general a todos los artesanos mexicanos, nativos o nacionalizados, que
hubiere en el territorio de la república; segundo, fomentar el adelanto y
perfección de todas las producciones artísticas que se fabrican en el país, o
en lo sucesivo se establecieren o fabricaren por artistas mexicanos,
generalizando los mejores métodos que para ello se adoptaren.[ 47 ]
Los artesanos que se incorporaban a la
institución tenían que pagar una cuota de inscripción (artículo 15) y una
mensualidad (artículo 17). Parte de estos fondos se destinaría a una caja de
beneficencia, creada con la intención de facilitar dinero al artesano, o a la
familia, en su caso, por muerte, enfermedad, casamiento o bautizo de los hijos. [ 48 ]
A lo largo de la década de los cuarenta del
siglo XIX se verificaron distintos actos de
protesta, tanto de artesanos como de obreros, reivindicando unos y otros los
valores propios del mundo artesanal. Es así que en el año de 1846 las obreras
tabacaleras de la ciudad de México protestaron contra la introducción de
maquinaria moderna, la cual desplazaría a una parte de las operarias. En la
industria tabacalera ya tenían tiempo de haber sentado sus reales las
relaciones capitalistas; sin embargo, las razones argüidas por las trabajadoras
para oponerse a la instalación de máquinas eran del más puro corte artesanal:
argumentaban que la uniformidad de la producción mecanizada impediría adecuar
el labrado de cada puro a la situación específica del tabaco y, peor aún, con
la producción en serie quedaría cancelada la variedad de puros necesaria para
satisfacer la diversidad de gustos de los consumidores.[ 49 ]
En 1849 los artesanos productores de
carruajes y muebles sufrieron a causa de la política fiscal gubernamental, al
decidirse la baja del arancel a los artículos que ellos fabricaban. Estos
artesanos -mexicanos y extranjeros- afirmaban ser aproximadamente ocho mil y
habitaban en los barrios capitalinos que se extendían de la calle de Zuleta
hasta la Ciudadela, y de la de San Francisco y la Alameda al Salto del Agua. Se
leía en su queja que:
Sus
productos rivalizan sin duda alguna con los mejores de esta clase fabricados en
otros países, y por cierto no hay motivo para preferir estos últimos a los
primeros; los gastos de estos establecimientos son de consideración y las
ganancias muy moderadas: hay invertidos en ellos un capital enorme, cuyo
capital se puede considerar de antemano como perdido, tan luego como se
verifique la proyectada rebaja de derechos; en seguida se verán estos
establecimientos desaparecer unos tras otros porque no podrán competir por más
tiempo con los productos extranjeros importados bajo unos derechos tan
reducidos [...]. Con la falta de los establecimientos todos los operarios y
dependientes de ellos se encuentran sin trabajo y lo que es todavía peor, sin
ocasión de emplear aquellos conocimientos y habilidades propias de su oficio,
pero inútiles para cualquier otro. [ 50 ]
En el virtuosismo del trabajador detallista
del que hablara Marx, radicaba a la vez la fuerza y la debilidad de los artesanos. [ 51 ] La destreza para realizar su trabajo a
veces resultaba sorprendente, pero al cambiar de oficio sus conocimientos
previos resultaban casi inútiles. Probablemente, como respuesta a la
disposición gubernamental sobre carruajes y muebles, un grupo de carroceros
encabezado por Juan Cano destruyó cincuenta coches extranjeros en marzo de 1850. [ 52 ]
Artesanos y obreros poseían por aquellos años
una visión similar de sus intereses sociales, situación que los llevó en
ocasiones a formar un solo bloque. Claro ejemplo de ello lo constituyó el
movimiento de los trabajadores reboceros de Guadalajara, verificado en 1850.
Uno de los personajes de esta historia fue un
comerciante mexicano de nombre Sotero Prieto. Hacia 1837, Prieto estuvo en
Cádiz, en donde participó en uno de los primeros grupos fourieristas
organizados en España por Joaquín Abreu, de quien se decía era su amigo. A su
regreso a México intervino en la creación de varios grupos socialistas en
Tampico y Guadalajara, lugar este último en donde publicó hacia 1846 ó 1847 un
periódico titulado La
Linterna de Diógenes. [ 53 ] Quizá también tuvo relación con Prieto
la edición de El
Socialista, publicado a principios de 1849 en la capital
tapatía. Esta revista tuvo una corta vida, ya que a finales de febrero de 1849
dejó de circular. [ 54 ] En la entrega del 10 de enero del mismo
año, se señalaban las ventajas de la doctrina socialista:
aunque
puedan frustrarse las exaltadas esperanzas del socialismo acerca del complejo
funcionamiento de la humana sociedad, es incuestionable, sin embargo, que
infinitos son los bienes que aguardan al género humano con la nueva asociación,
no sólo de personas sino de sentimientos e intereses, a la que llama la doctrina societaria.[ 55 ]
En 1850, gracias al fermento ideológico
existente, se formó la Sociedad de Artesanos de Guadalajara, cuyos estatutos
fueron redactados por Vicente Ortigosa y Sotero Prieto. La sociedad sostenía el
principio según el cual " es
posible organizar una sociedad en que la mayoría esté beneficiada".[ 56 ] Se definía contraria al comunismo
porque éste "representa la uniformidad de un solo color que pronto
privaría del uso de la vista, como el comunismo matando toda aspiración del
individuo acabaría muy pronto con la sociedad".[ 57 ]
Esta organización pretendía operar como una
sociedad por acciones, que prestaría dinero a los artesanos para comprar
materias primas y reuniría los fondos necesarios para formar una casa
garantista. Se planteaba que, con la acción concertada de los artesanos, se
podían atemperar los efectos nocivos de la introducción ilegal de artículos extranjeros. [ 58 ]
Con inquietud y a manera de presagio,
publicado en la ciudad de México, lanzó el siguiente juicio sobre la recién
fundada asociación: "no sólo será ineficaz para lograr el objeto que se
han propuesto sus autores, sino que tal vez se convertirá en un germen de
peligros para el orden y la tranquilidad pública".[ 59 ]
El 16 de abril de 1850, en la Fábrica de
Rebozos de Seda de Tarel y Compañía de Guadalajara, se informó a los trabajadores
que, a causa de la introducción de nuevas máquinas, el salario de los maestros
sería rebajado. Ante ello, un grupo de trabajadores suspendió labores y en la
tarde del día siguiente se apostó en la entrada del establecimiento. El Universal informó
lo siguiente:
Voy
a poner a ustedes al tanto de una ocurrencia que antes de ayer a las seis de la
tarde hubo en la fábrica de rebozos de Tarel. Éste es un establecimiento
perteneciente a tres señores franceses, en el que se ocupan de 400 a 500 almas
entre chicos y grandes. En dicho establecimiento hay oficiales mexicanos que
ganan desde 10 reales hasta 2 pesos diarios, al paso que otros ganan un real y
real y medio; los primeros ocupaban dos días para hacer un rebozo hace poco
tiempo; hoy lo hacen en uno; una parte de éstos y los más pesados ocupan un día
y horas, hasta día y medio. Este adelanto es debido a la nueva maquinaria que
han puesto los dueños del establecimiento. [ 60 ]
Días después, los patrones comunicaron a los
trabajadores:
que
iban a rebajar los sueldos de los maestros, para en parte mejorar la suerte de
las gentes que ganaban sueldos muy miserables. Los artesanos en general se
incomodaron, generalmente hablando, protestaron no volver a trabajar más en el
establecimiento, pero otros volvieron a continuar sus trabajos: al salir éstos
el martes de su trabajo, los aguardaban los que no habían querido trabajar con
palos y piedras: los franceses, dos, salieron a la defensa; uno de éstos fue
insultado y amenazado, tiró un tiro al aire, huyó el insultador, éste tropezó y
cayó, el francés con un palo le hirió la cabeza. En este estado apareció a
caballo el comandante del resguardo de esta aduana don Ignacio Bernal,
acompañado de otro a caballo; éste exclamó (habló Bernal) "Pueblo soberano
¿cómo te dejas atropellar? A las armas, ciudadanos, mueran los gringos".
El pueblo correspondía diciendo: "mueran los gringos y los ricos, fuego al
establecimiento". Los franceses huyeron; uno se salvó bajo un puentecito,
metido de agua hasta medio cuerpo; el otro se salvó habiéndose metido a un tendajón,
pero al cerrar la puerta para librarse de la muerte, el lépero que lo seguía
más de cerca dejó el puñal clavado en la puerta. La reunión era mayor de dos
mil almas, entre hombres, mujeres y muchachos; todos pedían la muerte de
aquellos infelices y la de los ricos; todos pedían el incendio del
establecimiento, debido todo a las doctrinas que algunos han esparcido aquí. [ 61 ]
Más adelante, el relator identifica a los
"agitadores":
si
el gobierno no toma parte activa en este negocio, los furrieristas [sic] nos van a traer
entre los gritos se repetían, los de "vivan los artesanos de Guadalajara,
que están sostenidos por hombres de importancia que están a su cabeza". En
este estado de cosas llegó el jefe político don Jesús Camareno, quien obró con
la velocidad del rayo; logró tranquilizar aquellas gentes, habiendo traído
preso a palacio al francés que había herido al paisano, se trajo consigo al
paisano herido, otra persona de respeto salvó al infeliz francés, que estaba
amparado debajo del puente. La pacificación fue debida exclusivamente al jefe
político; con éste vino toda la multitud hasta las inmediaciones de palacio, en
donde les persuadió que se retirasen a sus casas; media hora después se repitió
el tumulto, el jefe echó mano de la tropa, vista ésta el pueblo se retiró,
veinticinco soldados con un oficial de confianza cuidaron toda la noche el establecimiento,
no ocurrió novedad.[ 62 ]
Finalmente se logró la conciliación:
el
artesano herido se presentó ayer a monsieur Dupart confesando que había obrado
mal, instigado por otros personajes, pedía que se le perdonase y se le diese en
qué trabajar. Dupart ofreció acceder a todo con tal que el artesano hiciese al
señor jefe político una confesión tan sencilla y franca como la que le acababa
de hacer a él. Todo sigue en paz, los pobres franceses están tan asustados que
sólo a muy pocas personas que merecen su absoluta confianza no les niegan todo
lo que ha sucedido. [ 63 ]
Se pueden destacar varias cosas del hecho
relatado. En primer lugar, la solidaridad con los maestros por parte de los
grupos de trabajadores menos favorecidos. También llama la atención que los
trabajadores -no obstante ser obreros- eran considerados artesanos y, por ello,
continuaban en uso las categorías laborales antiguas: maestro, oficial,
etcétera. Un tercer punto en el cual habría que poner atención es la amenaza de
incendiar la fábrica, vinculada con la introducción de la nueva maquinaria.
Desde nuestro punto de vista, los trabajadores de Tarel no eran enemigos de las
máquinas, sino que plantearon la destrucción del establecimiento con la
intención de arribar a una negociación. [ 64 ] Por último, destaca la relación entre
la Sociedad de Artesanos y la muchedumbre enardecida. Aunque los paristas no
eran artesanos sino obreros, en la acción convergieron los miembros de la
Sociedad de Artesanos y los trabajadores de la fábrica. En ese pequeño campo de
batalla en que se convirtió la factoría, luchó la multitud, formada por las
clases productoras, contra los propietarios (apoyados por la fuerza pública).
El conflicto entre las clases era evidente.
Durante la década de los cincuenta las
acciones de los artesanos tuvieron un carácter defensivo. La caída de su nivel
de vida obligó a los artesanos de la ciudad de México a incorporar a su familia
al mercado de bienes y servicios, a la vez que éstos combinaron el ejercicio
del oficio con la realización de otras actividades remunerativas.[ 65 ] En febrero de 1850, los artesanos de la
república se dieron a la tarea de reunir firmas para enviar una representación
al Congreso de la Unión, solicitando que no se gravaran sus jornales.[ 66 ] Al año siguiente, más de seis mil
artesanos dirigieron una representación al Congreso, pidiendo se suspendiera la
importación de manufacturas extranjeras:
La
voz, que ahora se eleva a la representación nacional, no es el interés aislado
de los numerosos individuos que suscribimos, sino la de las necesidades de la
clase trabajadora, que por falta de ocupación sufre, padece y camina tal vez a
la desesperación. Están ya cerrados muchos talleres, y los demás en decadencia. [ 67 ]
La experiencia acumulada con la formación de
la Junta de Fomento de Artesanos, decantó al mediar el siglo en nuevas formas
de organización artesanal. El "asociacionismo" de nuevo cuño, a
diferencia del promovido por la junta, tenía un cariz radical y pretendía
alejarse de la tutela oficial. La Sociedad Particular de Socorros Mutuos
-fundada en 1853- agrupó a los trabajadores del ramo de sombrerería y
constituyó la primera expresión de este nuevo asociacionismo. Su perfil era
claramente clasista ya que llamaba a su seno "a todos los pobres a fin de
que en las contiendas políticas permanezcan alejados de la miseria y de la
muerte”. [ 68 ]
En suma, la organización de los obreros
concebía a la sociedad escindida en bloques e identificaba a los miembros de
cada uno de ellos, distinguiendo los intereses específicos de unos y otros.
Dentro de este marco, la política, entendida como la disputa por obtener o
preservar el poder, no concernía a los artesanos. En el pasado, éstos habían
luchado por causas ajenas, por intereses e ideales que no les pertenecían.
Ahora, su tarea era reconstruir y preservar, con base en la solidaridad y la
ayuda mutua, su mundo, el cual había sido sacudido por fuerzas extrañas y
violentas que apenas comenzaban a comprender.
NOTAS
[ 1 ] Agradezco
los comentarios de las profesoras Clara E. Lida y Josefina Z. Vázquez.
[ 2 ] E.
P. Thompson, La
formación histórica de la clase obrera, Inglaterra: 1780-1832, 3
v., prólogo de Josep Fontana y traducción de Ángel Abad, Barcelona, Laia, 1977
(Ediciones de Bolsillo), v. 1, p. 8. Para una crítica del concepto de clase
social desarrollado por Thompson, vid. Perry
Anderson, Teoría,
política e historia. Un debate con E. P. Thompson, traducción
de Eduardo Terrén, Madrid, Siglo XXI, 1985, 241 p., p. 35. Ellen Meiksins hace
algunas observaciones al planteamiento de Thompson en el artículo "El
concepto de clase en E. P. Thompson", Cuadernos Políticos, n. 36,
abril-junio de 1983, p. 87-105. Carlos Pereyra realiza una crítica a las concepciones
economicistas sobre las clases sociales en Configuraciones: teoría e historia, México,
Edicol, 1979, 204 p. (Filosofía y Liberación Latinoamericana, 21), p. 147-149.
[ 3 ] E.
P. Thompson, Tradición,
revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad
preindustrial, prólogo de Josep Fontana y traducción de Eva
Rodríguez, Barcelona, Crítica, 1979, 319 p. (Historia, 7), p. 36-37
[ 4 ] Esteban
de Antuñano, Economía
política en México. Insurrección industrial, Puebla, Imprenta
Antigua en el Portal de las Flores, 1845, 10 p., p. 6. Las cursivas son del
autor. Archivo General de la Nación, Gobernación, c.
7, f. 265. En las fuentes de archivo y hemerográficas se ha modernizado la
ortografía.
[ 5 ] Francisco
González Hermosillo, "Estructura y movimientos sociales (1821-1880)",
en Ciro Cardoso (coordinación), México
en el siglo XIX (1821-1910). Historia económica y de la estructura social, México,
Siglo XXI, 1980, 526 p., p. 249-250.
[ 6 ] Leticia
Barragán, Rina Ortiz y Amanda Rosales, "El mutualismo en el siglo
XIX", Historia
Obrera, n. 10, octubre de 1977, p. 2-14, p. 2.
[ 7 ] "La
prensa periódica y los artesanos", El
Universal, 19 de junio de 1850, p. 1.
[ 8 ] El
bando reproduce textualmente el decreto de las Cortes de Cádiz del 8 de junio
de 1813, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, fondo XLI -1, ind.
960.
[ 9 ] Doroty
Tanck, "La abolición de los gremios", en Elsa Cecilia Frost, Michael
C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la
historia de México, México-Tucson, El Colegio de
México-University of Arizona Press, 1979, XII -954 p., p. 314-321. Manuel
Carrera Stampa, Los
gremios mexicanos. La organización gremial en Nueva España, 1521-1861, prólogo
de Rafael Altamira, México, EDIAPSA, 1954, XII - 399 p., p. 275-276.
[ 10 ] Doroty
Tanck, "La abolición de los gremios", en Elsa Cecilia Frost, Michael
C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la
historia de México, México-Tucson, El Colegio de
México-University of Arizona Press, 1979, XII -954 p., p. 320. Según la autora,
el decreto no circuló en la Nueva España.
[ 11 ] Doroty
Tanck, "La abolición de los gremios", en Elsa Cecilia Frost, Michael
C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la
historia de México, México-Tucson, El Colegio de
México-University of Arizona Press, 1979, XII -954 p., p. 320.
[ 12 ] Manuel
Carrera Stampa, Los
gremios mexicanos. La organización gremial en Nueva España, 1521-1861, prólogo
de Rafael Altamira, México, EDIAPSA, 1954, XII -399 p., p. 277. Juan Felipe
Leal y José Woldenberg, Del
Estado liberal a los inicios de la dictadura porfirista (1867-1884), México,
Siglo XXI, 1980, 301 p. (La Clase Obrera en la Historia de México, 7), p. 153.
[ 13 ] En
1818 un regidor del cabildo de la ciudad de México planteó que en Puebla y
Querétaro ya habían sido restituidos los gremios. Doroty Tanck, "La
abolición de los gremios", en Elsa Cecilia Frost, Michael C. Meyer y
Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la historia de México, México-Tucson,
El Colegio de México-University of Arizona Press, 1979, XII -954 p., p. 321.
[ 14 ] Archivo
del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de México, Artesanos y Gremios, v.
383, leg. 3, exp. 33.
[ 15 ] Juan
Francisco del Barrio Lorenzot, El
trabajo en México durante la época colonial. Compendio de los tres tomos de la
compilación nueva de la muy noble e insigne y muy leal e imperial ciudad de
México, prólogo de Genaro Estrada, México, Secretaría de
Gobernación, 1920, VI -318, p., ils., p. 154-155.
[ 16 ] Juan
Francisco del Barrio Lorenzot, El
trabajo en México durante la época colonial. Compendio de los tres tomos de la
compilación nueva de la muy noble e insigne y muy leal e imperial ciudad de
México, prólogo de Genaro Estrada, México, Secretaría de
Gobernación, 1920, VI -318, p., ils., p. 155.
[ 17 ] Manuel
Carrera Stampa, Los
gremios mexicanos. La organización gremial en Nueva España, 1521-1861, prólogo
de Rafael Altamira, México, EDIAPSA, 1954, XII -399 p., p. 208-213.
[ 18 ] Sobre
aprobación de las ordenanzas del gremio de paños de la ciudad de Puebla,
Archivo General de la Nación, Secretaría
del Virreinato, Fondo Industria y Comercio, t. 1, exp. 9. Los
paños se producían en los obrajes, los cuales, a diferencia de los talleres
artesanales, elaboraban todo el producto y empleaban una cantidad considerable
de mano de obra. Los obrajes también se regían por las ordenanzas gremiales.
Jorge González Angulo y Roberto Sandoval Zarauz. "Los trabajadores
industriales en Nueva España, 1750- 1810", en Enrique Florescano et al., De la colonia al imperio, México,
Siglo XXI, 1981, 350 p., p. 200-201.
[ 19 ] Ciro
Cardoso, "Las industrias de transformación (1821-1880)", en Ciro
Cardoso et al., México en el siglo XIX (1821-1910), México,
Nueva Imagen, 1980, 526 p., p. 163-164.
[ 20 ] La
primacía de lo económico es propio de la sociedad burguesa. Henri Lefévbre,
"Forma, función y estructura en El
capital", en Henri Lefévbre et al., Estructuralismo y marxismo, México,
Grijalbo, 1970, 155 p., p. 17.
[ 21 ] Linda
Ivette Colón, "La manufactura textil mexicana antes de la fundación del
Banco de Avío (1830)", Revista
Mexicana de Ciencias Políticas Y Sociales, n. 83, enero-marzo
de 1976, p. 9-70, p. 9. Alejandra Moreno Toscano, "Los trabajadores y el
proyecto de industrialización (1810-1867)", en Enrique Florescano et al., De la Colonia al Imperio, México,
Siglo XXI, 1981, 350 p., p. 322.
[ 22 ] Jorge
González Angulo y Roberto Sandoval Zarauz, "Los trabajadores industriales
en Nueva España, 1750- 1810", en Enrique Florescano et al., De la Colonia al Imperio, México,
Siglo XXI, 1981, 350 p., p. 203-204.
[ 23 ] Robert
A. Potash, El Banco
de Avío en México. El fomento de la industria, 1821-1846, 2a.
ed., traducción de Graciela Salazar y José R. Rodríguez, México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, 294 p., p. 32.
[ 24 ] Robert
A. Potash, El Banco
de Avío en México. El fomento de la industria, 1821-1846, 2a.
ed., traducción de Graciela Salazar y José R. Rodríguez, México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, 294 p., p. 41. Cabe apuntar que la prohibición incluía
también algunos artículos de algodón, lino y seda. Lista de los géneros, frutos y
efectos de procedencia extranjera, cuya importación se prohíbe en el territorio
de la federación mexicana por decreto del Soberano Congreso de 20 de mayo de
1824, México, Imprenta del Supremo Gobierno, 1824, 6 p., p.
1-6. Archivo General de la Nación, Gobernación, c.
1, f. 31.
[ 25 ] Los
artículos de importación prohibida pueden verse en Manuel Dublán y José María
Lozano, Legislación
mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde
la independencia de la república, 34 v., México, s. e.,
1876-1904, v. 2, p. 29-30.
[ 26 ] Bárbara
A. Tenenbaum, México
en la época de los agiotistas, 1821-1857, traducción de
Mercedes Pizarro, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, 236 p., cuadros, p.
35-65.
[ 27 ] Linda
Ivette Colón, Los
orígenes de la burguesía y del Banco de Avío, México,
Ediciones El Caballito, 1982, 216 p., p. 69.
[ 28 ] Luis
Chávez Orozco, La
agonía del artesanado, México, Centro de Estudios Históricos
del Movimiento Obrero, 1977, 110 p. (Cuadernos Obreros, 17), p. 38-39.
[ 29 ] Silvia M.
Arrom, "Popular politics in Mexico City. The Parian riot,
1828", Hispanic
American Historical Review, n. 68, Summer of 1988, p. 258.
[ 30 ] Robert
A. Potash, El Banco
de Avío en México. El fomento de la industria, 1821-1846, 2a.
ed., traducción de Graciela Salazar y José R. Rodríguez, México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, 294 p., p. 66.
[ 31 ] Juan
Felipe Leal y José Woldenberg, Del
Estado liberal a los inicios de la dictadura porfirista (1867-1884), México,
Siglo XXI, 1980, 301 p. (La Clase Obrera en la Historia de México, 7), p. 121.
[ 32 ] Karl
Marx, El capital, 5a.
ed., 8 v., México, Siglo XXI, 1979 (Biblioteca del Pensamiento Socialista), t.
I, v. 2, p. 414. Los subrayados son del autor.
[ 33 ] E.
P. Thompson, Tradición,
revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad
preindustrial, prólogo de Josep Fontana y traducción de Eva
Rodríguez, Barcelona, Crítica, 1979, 319 p. (Historia, 7), p. 288.
[ 34 ] Robert
A. Potash, El Banco
de Avío en México. El fomento de la industria, 1821-1846, 2a.
ed., traducción de Graciela Salazar y José R. Rodríguez, México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, 294 p., p. 236. Hay que recordar que el tiempo de
trabajo del obrero pertenece al patrón.
[ 35 ] E. P.
Thompson, Tradición,
revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad
preindustrial, prólogo de Josep Fontana y traducción de Eva
Rodríguez, Barcelona, Crítica, 1979, 319 p. (Historia, 7), p. 285.
[ 36 ] El Monitor Republicano, 11
de febrero de 1849, p. 4. En cursivas en el original. Friederich J. Shaw,
"The artisan in Mexico City", en Elsa Cecilia Frost, Michael C. Meyer
y Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la historia de México, México-Tucson,
El Colegio de México-University of Arizona Press, 1979, XII -954 p., p. 414.
[ 37 ] Charles
A. Hale, El
liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, 7a. ed.,
traducción de Sergio Fernández y Francisco González, México, Siglo XXI, 1985,
VIII-348 p., p. 277. El Banco de Avío fue el primer banco de fomento que se
creó en el México independiente. Pretendía reunir un fondo de un millón de
pesos con la intención de ayudar a los particulares en la compra de maquinaria
e impulsar la industrialización del país. Lucas Alamán fue uno de los artífices
del proyecto industrializador y, de hecho, el organizador del Banco de Avío.
David Brading hace hincapié en la matriz mercantilista de la política económica
impulsada por Alamán, Los
orígenes del nacionalismo mexicano, 3a. ed., traducción de
Soledad Loaeza, México, Era, 1985, 138 p., p. 114.
[ 38 ] La
lista de los artículos cuya importación estaba prohibida se puede consultar en
Manuel Dublán y José María Lozano, Legislación
mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde
la independencia de la república, 34 v., México, s. e.,
1876-1904, v. 3, p. 313-314.
[ 39 ] Alejandra
Moreno Toscano, "Los trabajadores y el proyecto de industrialización
(1810-1867)", en Enrique Florescano et al., De la Colonia al Imperio, México,
Siglo XXI, 1981, 350 p., p. 333. La introducción de maquinaria estuvo
acompañada por el arribo de trabajadores especializados de otros países,
México, Secretaría de Relaciones Interiores y Exteriores, Memoria, Imprenta
del Águila, 1832, 35 p., anexos, p. 20-21.
[ 40 ] Dawn
Keremitsis, La
industria textil mexicana en el siglo XIX, México, Secretaría
de Educación Pública, 1973, 247p. (SEP/Setentas, 67), p. 22-23.
[ 41 ] Juan
Carlos Grosso, "Estructura productiva y fuerza de trabajo en el área del
municipio de Puebla (siglo XIX)", en Mario Cerutti (coordinador), El siglo XIX en México, México,
Claves Latinoamericanas, 1985, 239 p., p. 217. Igual sucedía en la ciudad de
México. Vid. Frederich
J. Shaw, "The artisan in Mexico City", en Elsa Cecilia Frost, Michael
C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la
historia de México, México-Tucson, El Colegio de
México-University of Arizona Press, 1979, XII-954 p., p. 414.
[ 42 ] Juan
Carlos Grosso, "Estructura productiva y fuerza de trabajo en el área del
municipio de Puebla (siglo XIX)", en Mario Cerutti (coordinador), El siglo XIX en México, México,
Claves Latinoamericanas, 1985, 239 p., p. 213.
[ 43 ] Charles
A. Hale, El
liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, 7a. ed.,
traducción de Sergio Fernández y Francisco González, México, Siglo XXI, 1985,
VIII-348 p., p. 278.
[ 44 ] Escandón
también era dueño de La Escoba, situada a 20 km de Guadalajara, Dawn
Keremitsis, La
industria textil mexicana en el siglo XIX, México, Secretaría
de Educación Pública, 1973, 247 p. (SEP/Setentas, 67), p. 62. Robert A.
Potash, El Banco de
Avío en México. El fomento de la industria, 1821-1846, 2a.
ed., traducción de Graciela Salazar y José R. Rodríguez, México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, 294 p., p. 229.
[ 45 ] Seminario Artístico, 9
de febrero de 1844, p. 5.
[ 46 ] Manuel
Dublán y José María Lozano, Legislación
mexicana o colección completa de las disposiciones legislativas expedidas desde
la independencia de la república, 34 v., México, s. e.,
1876-1904, v. 4, p. 612.
[ 47 ] Semanario Artístico, 9
de febrero de 1844, p. 5.
[ 48 ] Semanario Artístico, 16
de marzo de 1844, p. 3-4.
[ 49 ] Arturo
Obregón, Las obreras
tabacaleras de la ciudad de México, México, Centro de Estudios
Históricos del Movimiento Obrero, 1982, 136 p., ils. (Cuadernos Obreros, 25),
p. 67.
[ 50 ] El Monitor Republicano, 9
de agosto de 1849, p. 3.
[ 51 ] Karl
Marx, El capital, 5a.
ed., 8 v., México, Siglo XXI, 1979 (Biblioteca del Pensamiento Socialista), t.
I, v. 2, p. 413.
[ 52 ] Ana
María Prieto, "Cronología de las luchas y organizaciones en el siglo
XIX", Historia y
crónicas de la clase obrera en México, México, Escuela Nacional
de Antropología e Historia, 1981, 191 p., p. 15.
[ 53 ] Jordi
Maluquer, El
socialismo en España, 1833-1868, Barcelona, Crítica, 1977, 410
p., p. 166-167.
[ 54 ] El Monitor Republicano, 9
de marzo de 1849, p. 4. Jaime Olveda señala que el periódico apareció por
primera vez en enero de 1849. "El monopolio rebocero
Guadalajara-Zamora", Relaciones, n.
8, otoño de 1981, p. 94-114, p. 97-98.
[ 55 ] Publicado
en El Monitor Republicano, 20
de enero de 1849, p. 3. En cursivas en el original.
[ 56 ] Reglamento de la compañía de
artesanos de Guadalajara, Guadalajara, Imprenta de Manuel
Brambila, 1850, 35 p., p. 5. En cursivas en el original. Luis Pérez apunta que
Sotero Prieto, junto con Manuel Escandón, fundó la fábrica textil La Escoba (Reglamento de la compañía de
artesanos de Guadalajara, 2a. ed., 3 v., Guadalajara, Gráfica,
1951, v. 2, p. 363).
[ 57 ] Reglamento de la compañía de
artesanos de Guadalajara, Guadalajara, Imprenta de Manuel
Brambila, 1850, 35 p., p. 8.
[ 58 ] Reglamento de la compañía de
artesanos de Guadalajara, Guadalajara, Imprenta de Manuel
Brambila, 1850, 35 p., p. 12.
[ 59 ] "Compañía
de artesanos", El
Universal, 7 de abril de 1850, p. 1.
[ 60 ] El Universal, 1 de
mayo de 1850, p. 4.
[ 61 ] El Universal, 1 de
mayo de 1850, p. 4.
[ 62 ] El Universal, 1 de
mayo de 1850, p. 4.
[ 63 ] Jaime
Olveda señala que el periódico apareció por primera vez en enero de 1849.
"El monopolio rebocero Guadalajara-Zamora", Relaciones, n. 8,
otoño de 1981, p. 94-114, p. 95, apunta que "para 1844 vivían en esta
ciudad alrededor de 20 [franceses] y lo mismo se dedicaban al comercio que a
los oficios o a profesiones como la medicina o en el magisterio".
[ 64 ] Eric
J. Hobsbawn, Trabajadores.
Estudios sobre la historia de la clase obrera, traducción de
Ricardo Pochtar, Barcelona, Crítica, 1979, 434 p. (Historia, 12), p. 19.
[ 65 ] Frederich
J. Shaw, "The artisan in Mexico City", en Elsa Cecilia Frost, Michael
C. Meyer y Josefina Zoraida Vázquez (compiladores), El trabajo y los trabajadores en la
historia de México, México-Tucson, El Colegio de
México-University of Arizona Press, 1979, XII-954 p., p. 406.
[ 66 ] El Universal, 25 de
febrero de 1850, p. 4.
[ 67 ] Representación dirigida al Congreso
de la Unión por 6 124 artesanos pidiendo protección para el trabajo
de los nacionales, México, Tipografía de Vicente G. Torres,
1851, 62 p., p. 3. Archivo del Antiguo Ayuntamiento de la Ciudad de
México, Artesanos y
Gremios, v. 383, leg. 3, exp. 34.
[ 68 ] José
C. Valadés, El
socialismo libertario mexicano (siglo XIX), prólogo y
recopilación de Paco Ignacio Taibo II, Culiacán, Universidad Autónoma de
Sinaloa, 1984, 174 p. (Renovación, 5), p. 12.
Estudios
de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor
asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Históricas, v. 13, 1990, p. 27-45.
https://moderna.historicas.unam.mx/index.php/ehm/article/view/68866/68873
No hay comentarios:
Publicar un comentario