LA GUERRA
En el México Antiguo
Fundación de Tenochtitlán
https://noticias.alejandrina.com.mx/fundacion-de-mexico-tenochtitlan-en-1325
En nuestro presente, los conflictos
bélicos regionales que han llegado a tener alcance mundial, se han
caracterizado por haber sufrido las guerras más cruentas desde la presencia de
hombres sobre la tierra. Más el fenómeno de la guerra parece haber surgido en
el origen de numerosas y distintas sociedades humanas, acompañando a muchas de
ellas en su desarrollo, aumentando su complejidad y la influencia guerrera en
las instituciones civiles; desde la educación y el trabajo hasta la religión y
la política.
No obstante la distancia que el tiempo,
complejidad social, desarrollo económico-tecnológico y mentalidad separan a los
hacedores de la guerra en el México antiguo –al menos desde las sociedades
emergentes en Mesoamérica desde el ocaso teotihuacano (alrededor del siglo VI
d.C.)- de los hacedores actuales de la violencia bélica, numerosas características
de los fenómenos de las contiendas militares, varios elementos de la
organización y la estructura social que son afectados por el estado de guerra, y diversos hechos,
análisis, interpretaciones, hipótesis y consideraciones teóricas sobre la guerra
contemporánea, son relativamente aplicables a las sociedades militaristas
mesoamericanas.
Así, se puede observar –y de hecho se ha observado- la guerra en el mundo
prehispánico a través del contraste entre
la guerra y la paz, su existencia como problema o como solución sociopolítica, su creación como
institución social, su reconocimiento
como arte (en el sentido de conjunto de reglas óptimas para conducir cualquier
actividad), su relación con la
emergencia y la consolidación del estado, la política, la sociedad y la
persona, su evolución y derivación a la dominación total y al imperialismo, tal
cual se presentan todos esos fenómenos en la actualidad.
Aunque de menor alcance, la repercusión
de la guerra en la sociedad que la patrocina o que la sufre, las posibilidades
de comparación y de conocimientos relevantes, resultan igualmente importantes,
como los que revelan el peso de la profesión militar, de los guerreros de
tiempo completo, de su proporción cuantitativa y cualitativa respecto a otros
sectores sociales, las diferencias sociales que provoca la preferencia al
sector armado y muchos otros más.
Así, se puede asegurar que hoy, como
hace mil quinientos años en el México antiguo, siguen siendo válidas las
preguntas sobre la función social de la guerra, sus objetivos, el papel que ha
jugado en el cambio, el desarrollo, la complejización, la persistencia o la
disolución de las sociedades humanas.
La guerra tenía más de mil años de
existencia regular entre las sociedades que los invasores hispanos encontraron
a lo largo y ancho del espacio mesoamericano que los antiguos mexicanos
dominaron en buena parte a través de sus campañas de guerra, colonización y
sometimiento por medio de la violencia;
prácticamente todos los grupos étnicos y sus centros de máximo
desarrollo social y cultural participaron de un estado de violencia
generalizada que suponía una actividad
militar normalizada que ayudaba tanto a la solución de problemas demográficos,
económicos y propiamente político-culturales, como a la presencia constante de
conflictos que por lo común concluían con el aniquilamiento de la población.
En el presente artículo se presenta una
breve visión del casus bellia
mesoamericano considerando a los aztecas, luego conocidos como mixtecas, como
un ejemplo que permite tener una idea básica sobre la guerra en el México
antiguo. Para ello referimos algo de la historia del establecimiento
generalizado de la guerra y de los aztecas, protagonistas de la adaptación al
medio bélico durante su peregrinación, deambulatorio por la cuenca lacustre,
sometimiento y emancipación de los tepanecas
de Azcapotzalco, como inicio y cúspide de su expansión militar, comercial,
tributaria y de dominación política. La presentación termina, a modo de
conclusión, con algunas reflexiones sobre varias posibles causas de la derrota
de los mexicas y sus aliados ante los
invasores ibéricos.
ALGO
SOBRE LOS INICIOS DEL ESTADO DE GUERRA EN MESOAMÉRICA
La
llamada época clásica mesoamericana tuvo en Teotihuacán el centro principal de
su progresiva creación cultural. Las sociedades influidas por esta cultura se
situaban desde una extensión norteña marcada por el río Pánuco, el Golfo de
México, hasta el cauce medio y bajo del río Balsas en el Pacífico, exceptuando
la práctica totalidad de los actuales estados de Michoacán, Guanajuato,
Querétaro e Hidalgo, en esa latitud septentrional. Hacia el sur, el dominio
cultural teotihuacano se extendió hasta Guatemala, El Salvador y parte de
Honduras. El tiempo que lo teotihuacano constituyó el carácter cultural de toda
esa extensión cubrió formalmente desde el año 300 hasta el 600 d.C.
Las influencias culturales
teotihuacanas se prolongaron en varias partes de Mesoamérica prácticamente
hasta el siglo IX d.C., pero las evidencias de destrucción e incendios en la
metrópoli hacia el final de la fase IV del Teotihuacan de la época clásica
temprana indican que la violencia dio fin a un largo periodo en el que la paz
garantizada por gobiernos sacerdotales de dioses tranquilos se vio perturbada
por rebeliones civiles generalizadas, o por invasiones, acoso e influencia de
grupos armados que penetraron a Mesoamérica desde sus fronteras
septentrionales.
Se supone que tales hostilidades
venidas del exterior provocarían la necesidad de que los grupos sedentarios
pacíficos se valieran de servidores extraños para su defensa. Esos intrusos
acrecentarían gradualmente su poder entre sus anfitriones, desequilibrando las
estructuras sociales, la autoridad y el poder. El caso es que en el siglo IX
d.C., ya aparecen sociedades militaristas, constituyendo un prototipo de
integración social basado en la presencia militar, situación en la que
predominaría una orientación bélica promovida por las fuerzas castrenses
regulares, la exaltación generalizada de los valores de la labor guerrera
frente a toda otra acción civil, aun en tiempos de paz, y la promoción de
deidades, cosmovisión e ideología permeadas por la conducta de violencia. Los mayas, huastecos, totonacos, mixtecos,
zapotecos, purépechas o tarascos, otomíes y chichimecas, en general no se
sustrajeron a tal conducta y ya entonces eran sociedades militaristas
LOS AZTECAS, UNOS PROTAGONISTAS DE LA GUERRA
COMO CONDICIÓN DE EXISTENCIA
La Tira de la Peregrinación, es un
documento que narra la historia de la emigración azteca desde Aztlán, de donde
salieron el año “uno pedernal” (1116
d.C.), constituye una guía idónea para conocer las acciones, ocupaciones,
avatares y objetivos de grupos inmigrados a la cuenca de México. Este trayecto
particular duró 164 años hasta que el grupo logró, por concesión de Tezozómoc,
señor de los tepanecas, cuya capital principal era Azcapotzalco, asentarse en
el cerro de Chapultepec en 1280. La práctica de la cacería con arco y flecha, la
recolección, la pesca, la agricultura, la construcción de obras hidráulicas,
los servicios en la guerra para otros o el ejercicio de ésta por cuenta propia,
y el trabajo como mano de obra en otras diversas obras fueron ejercitados por
los miembros del grupo en distintos lugares y tiempos hasta su asentamiento
provisional en Chapultepec, que sólo duraría diecinueve años.
Esta página del Códice
Mendoza muestra
el cambio gradual de tlahuiztli y armamento de un guerrero al
progresar a través de diferentes rangos desde plebeyo, a tameme, a
guerrero, a captor de prisioneros (cuextecatl o papalotl),
y después a noble, progresando en las sociedades guerreras desde guerrero noble
a "guerrero águila", a "guerrero jaguar", a otomitl,
a "guerrero rapado" y finalmente a tlacateccatl.
https://es.wikipedia.org/wiki/Militarismo_mexica
Los
recién llegados se encontraron con señoríos acotados territorialmente con celo,
escasez de tierras por presiones demográficas, de producción, tributación y
soberanía política. Tal escasez y presiones alentaban con frecuencia guerras
que respondían a estrategias establecidas a nivel de Estado y a tácticas que
buscaban lograr el sometimiento gradual de pequeños y medianos señoríos bajo un
mando centralizado. Los objetivos generalizados, desde las campañas periódicas
militares hasta los combates esporádicos, eran la obtención por medio del
ejercicio de la violencia armada, de tierras para la expansión territorial y
colonización, botín (sobre todo en tiempos de cosechas), sujetos tributarios,
mano de obra, materias primas, productos suntuarios, control de recursos
naturales, dominio de rutas comerciales y mercados y, cuestión no menos
importante, la consecución de víctimas para el sacrificio a las diversas
deidades de sociedades llenas de, esperanzas de redención e imbuidas en una
dominante ideología guerrera.
Insignias y guerreros
armados. Foto Archivo de Xavier Noguez y Oliver Santana/Raíces.
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/formas-mexica-de-hacer-la-guerra
La
actuación mexica sobresaliente en Chapultepec consistió en aprovechar los
recursos que tenían a la mano: agua de los manantiales, condiciones físicas que
facilitaban la defensa, comunicaciones accesibles por el medio lacustre a
mercados cercanos y a distancia media, riberas acuáticas apropiadas para la
construcción de chinampas, entre otros. Tal proceder, por un lado, les permitía
lograr cierta autonomía y fortaleza defensiva, ya que se encontraban en tierras
ajenas, rodeados de enemigos potenciales y obligados a servir a sus señores
tepanecas con tributos, mano de obra y contingentes guerreros.
A
escasas dos décadas de permanecer en Chapultepec, bien por sus prácticas
exacerbadas de sacrificios humanos, robo de mujeres y agresividad,
insoportables para otros congéneres, bien por la suspicacia de sus vecinos
inmediatos, Tlacopan y Coyoacán, una coalición de numerosos señoríos
encabezados por Xaltocan hicieron salir a los guerreros de Chapultepec ante la
estratagema de requerirlos para atacar a Culhuacán. Ausentes los hombres
jóvenes y maduros, los viejos, las mujeres y los niños fueron aprisionados y
lanzados de su refugio.
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El ejército azteca
Organización
Los aztecas
asumieron la forma de un estado militarista, a cuya cabeza se encontraba
el tlatoani o gobernante, que mandaba con poder absoluto
la ciudad estada. Estaba asistido por un Gran Consejo o Senado, conformado por
los representantes de cada calpulli o jefes de tribus,
en Tenochtitlán existían 20 calpullis, que estaban mandados
por un calpullec.
El tlacochcalcatl era
el jefe del ejército, estaba a cargo del ejército mexica y tomaba las
principales decisiones en asuntos militares, teniendo a su cargo la
planificación de las campañas una vez que el tlatoani había
decidido llevar a cabo una guerra. Se distinguía porque llevaba un casco de
calavera.
El tlacateccatl era
el equivalente a general, estaba a cargo de un tlacatecco,
cuartel o arsenal militar situado en cada una de las entradas a la ciudad; por
lo tanto, había 4, y mandaban una fuerza de un regimiento o xiqipilli de
8.000 soldados, se distinguían por un peinado llamado «columna de
piedra» o temíllotl.
Los tlatoanis o tlatoques eran los
gobernadores provinciales, mandaban los ejércitos provinciales que tenían a
cargo.
Cada regimiento o xiqipilli de 8.000 hombres, se dividía
en tlaxilacallis (calles) que posiblemente de unos 2.000
hombres.
Las compañías
llamadas calpullis de
cuya composición de unos 400 hombres mandados por un capitán o tiachcauh que
correspondía a la misma calle o región donde se reclutaban las tropas.
Cada calpulli era dividido luego en cuartos que
eran mandados por oficiales, que eran nobles de la región o distrito de donde
eran reclutadas las tropas.
Las unidades más
pequeñas eran de 20 hombres eran llamados pantlis mandados
por sargentos o telpochyahques.
Las unidades del
ejército azteca se componían de lanzadores de armas arrojadizas (honderos,
arqueros y lanzadores de arcos) para el combate a larga distancia, unidades de
lanceros para el combate a media distancia y unidades de choque para el cuerpo
a cuerpo con arma de mano y escudo.
Armas arrojadizas
Los aztecas
empleaban las hondas o tematlatls, arcos o tlahuitollis, lanzadores de venablos o atlatls,
y jabalinas o tlazontenctlis:
- Honda
o tematlatl. Se
basaría en una pequeña correa elaboraba con fibras de ixtle extraídas
del mague y con una bolsa donde se depositaría el
proyectil; cualquier piedra no era válida como proyectil, se sabe que
emplearon proyectiles pulidos que llevaban en una bolsa, y que las piedras
eran preparadas por las mujeres para esa finalidad. Utilizada por tiradores
expertos, las piedras alcanzaban los cien metros de distancia.
- Arco o tlahuitolli.
Tenía por lo menos 1,52 metros de largo, estaba hecho de una madera
flexible, y la cuerda de nervios de animales y pelo de ciervo hilado, las
flechas o mitls, tenían la punta de sílex,
pedernal obsidiana y espinas de peces. Presentaban gran variedad, siendo
la más temida la minacachalli que tenía
forma de arpón, lo que hacía la extracción fuera casi imposible, a pesar
de la reconocida pericia de los médicos aztecas. Los españoles fueron un
blanco fácil para ellas. Alvarado sufrió en primera persona cómo una de
estas flechas atravesó la silla de montar y le dejó lisiado.
Según la arqueología experimental se ha comprobado que un arquero bien entrenado podía lanzar doce flechas por minuto y se dice que los arqueros de Tehuacan tenían la habilidad necesaria para lanzar dos y tres flechas al mismo tiempo. No se han encontrado evidencias del uso de venenos en las mismas. Cada arquero llevaba un carcaj o micomitl en el que llevaban 20 flechas.- Lanza-venablos o átlatl.
Está constituida por un mango de madera con una ranura donde se asientan
un venablo o tlacochtli que ayudada por
este propulsor alcanzaba mucha mayor distancia que lanzada simplemente a
mano, concretamente pueden llegar a más de 50 metros. Los ejemplares
conservados son de aproximadamente 70 centímetros de longitud y unos 35 de
ancho. Los venablos o tlacochtlis tenían la punta
endurecida al fuego, o armada de cobre, de itztli o
de hueso.
- Jabalina o tlazontenctli. Los
aztecas también utilizaban una jabalina que llamaban tlazontenctli, que
era a la vez un arma de guerra y de caza, tenían aproximadamente 1,8
metros de largo con puntas de obsidiana, bronce, o huesos de pescado.
- Cerbatana o tlacalhuazcuahuitl. Estaba compuesta de una pieza de madera hueca, que usaba dardos de madera puntiagudos con remeras de algodón al final. Los dardos para esta arma usualmente estaban remojados en el veneno neurotóxico proveniente de algunos tipos de ranas arborícolas encontradas en las regiones del sur de México. Esta arma era más común como instrumento de caza que como un instrumento de guerra.
https://arrecaballo.es/edad-moderna/conquistadores-espanoles/hernan-cortes/
Armas de choque
- Lanza o
teputzopilli. Se trataba de un arma de tipo enastado de
1,90 metros aproximadamente. Aunque hemos de añadir que algunas de ellas
están hechas para ser lanzadas con lo que su longitud se reduciría. Solía
estar realizada en madera y al final la punta estaba hecha de pedernal u
obsidiana. La más famosa era llamada teputzopilli en cuya
punta romboidal se insertaban pequeñas cuchillas del material citado. No
solían disponer de regatón (extremo inferior de metal que se pone en las
lanzas para evitar su desgaste). La función de las lanzas eran las obvias
del ataque cuerpo a cuerpo, pero hay que tener en la cuenta que se usarían
de manera muy distinta que, en Europa, pues en la guerra mesoamericana no
existía la caballería.
- Espada oacuahuitl. Era un arma
de mano, consistía en una especie de espada de madera roma, a la que se le
insertaban cuchillas de obsidiana en ambos lados, que se pegaban con
resinas especiales y se ajustaba a la muñeca con un cordón. El análisis
iconográfico parce indicar, que esta arma era utilizada por los nobles.
Sobre ella y su poder mortífero se ha discutido mucho. Los españoles en
sus crónicas afirmaban, que de un tajo cortaba la cabeza de los caballos o
los destripaba; pero, teniendo en cuenta que el corte efectivo de las
hojas tenía un tiempo limitado y que su reparación también requería un
plazo; es más probable pensar que su poder residía en las lascas de
obsidiana que dejaba incrustadas en el hueso del herido y con ellas una
infección o hemorragia mortal.
Había dos variedades: el acuahuitl normal de cerca de 70 a 80 cm de largo, provisto de por lo menos seis a ocho cuchillas por cada lado, y el macuahuilzoctli, de cerca de 50 cm de largo y con unas cuatro cuchillas por lado. Es probable que la primera sea aquella a la que los españoles llamaron “de a dos manos”, pues la equiparaban con su famosa espada mandoble o montante, usada efectivamente con las dos manos. - Mazas. La macana era
una simple y maciza maza de madera, con una protuberancia en su extremo,
pero sin cuchillas de obsidiana, aunque alguna podía tener una punta de
madera aguda. También usaban una maza con una piedra atada en el
extremo llamada quauhololli era ideal para romper huesos,
tenía una longitud de 50 a 70 centímetros.
- Hacha o
tlaximaltepoztli. Era un arma común en los pueblos
de Mesoamérica que estaba formada por un mango de madera en cuyo extremo
superior se incrustaba una cabeza de bronce estaba incrustada en el mango
por medio de un orificio. Se utilizaba para la guerra o como herramienta.
- Cuchillo o técpal. Era un cuchillo de pedernal hecho de obsidiana o sílex, de figura lanceolada, con hoja de doble filo, con extremos alargados, terminando ambos en punta redondeada o bien uno en punta y el otro achatado. El técpatl era tradicionalmente un cuchillo para sacrificios humanos empleado por los aztecas, pero también, era el arma de corto alcance de los guerreros jaguar.
Armas
empleadas por los aztecas
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Protecciones
Los guerreros
aztecas se defendían con armaduras, cascos y escudos realizados con materiales
adaptados tanto al clima, como al tipo de armas que utilizaban. Buena prueba de
su eficacia fue que los conquistadores españoles abandonaron las pesadas y poco
apropiadas armaduras de metal por las de algodón, que no solamente eran más
ligeras, sino que les proporcionaban una razonable protección frente a las
armas indígenas. Aparecen con ellas en el Lienzo de Tlaxcalla, pero algunos de ellos ya las habían
adoptado previamente a la conquista de México, porque se conocían desde los
viajes de Cristóbal Colón.
Acolchados o ichcahuipilli
Esta prenda era
parecida al gambesón o jubón acolchado que los europeos utilizaban debajo de la
coraza o a veces solo. El ichcahuipilli, se realizaba con algodón endurecido con sal,
dándole una consistencia eficaz contra las armas mesoamericanas. Tenía forma de
chaleco y existían dos largos, la que llegaba hasta las nalgas y otra más larga
que probablemente lo empleaban solamente los nobles, teniendo en cuenta que el
largo de la ropa estaba estipulado. Esta protección se llevaba sola o debajo de
los tlahuiztli o trajes de guerreros, dependiendo del rango de estos, y podía
completarse con protecciones para los brazos y los muslos realizados del mismo
tejido.
Escudo o chimalli
El escudo era una
rodela denominada chimalli, con un diámetro de 20 a 75 cm. Se
elaboraban con madera, cuero, cañas entretejidas y atadas con algodón, de
conchas grandes de tortugas, guarnecidos de cobre, de plata o de oro, según el
grado militar. Existía una gran variedad de diseños, en cuya composición
intervenían plumas de vivos colores, cuentas, cascabeles y finas láminas de
oro, que parecen estar relacionados con tipos de trajes concretos. En la parte
interior había dos tiras de cuero para meter el brazo.
Según la propia
definición de rodela este escudo se embrazaba en lugar de empuñarse, tal y como
vemos en las representaciones de los códices. Algunos de estos ricos escudos,
que hoy adornan las vitrinas de los museos, eran de menor tamaño para uso
ceremonial.
Existe otro tipo
de escudo mencionado en las fuentes, del que prácticamente nadie se ha hecho
eco. Era de gran tamaño ya «que cubría todo el cuerpo cuando era necesario, y cuando
no, los doblaban y ponían bajo el brazo, a guisa de nuestros paraguas.
Probablemente, serían de cuero, o de tela cubierta de hule, o resina elástica». Según Diego Godoy, que se lo vio a
los indígenas de Chamula, eran “unas pavesinas que les cubre todo el cuerpo desde la
cabeza hasta los pies, las cuales cuando quieren huir ligeramente, arrollan y
toman debajo del sobaco, y muy presto, cuando quieren esperar, las tornan a
extender”.
Cascos o cuatepoztli
Se
realizaban en madera, recubiertos de cuero u otros materiales, como plumas o
pieles, para enriquecerlos y dotarlos de un aspecto feroz. Generalmente,
representaban las cabezas de los animales de las principales órdenes militares:
águilas, jaguares y coyotes, sin olvidar el espectacular yelmo que acompañaba
al traje de tzitzimitl, que era un cráneo humano donde “la cabeza del hombre queda dentro de la
del animal, como si lo devorase”.
Tipos de
soldados
Cada hombre azteca
era un potencial guerrero y recibía entrenamiento militar básico desde los 14
años, ya fuera comerciante, artesano o agricultor. La categoría más baja eran
los cargadores o tamemes, que llevaban armas y suministros. La
siguiente categoría la conformaban los jóvenes reclutas o telpochcall, que aún
no habían entrado en combate, después iban los plebeyos yaoquizqueh que habían entrado en combate y
no habían conseguido prisioneros, y finalmente los que conseguían prisioneros,
que era el único modo de subir socialmente para los plebeyos. El joven guerrero
tenía hasta tres oportunidades para hacer su primer cautivo en la guerra tas lo
cual avanzaba en el escalafón:
- Tlamani: Al
obtener un guerrero cautivo. Se recibía un garrote y un escudo con bordes
de obsidiana, dos capas distintivas y un taparrabos rojo brillante.
- Cuextecatl: Al
obtener dos guerreros cautivos. Este rango permitía al guerrero llevar el
distintivo traje negro y rojo llamado tlahuiztli, sandalias y un casco cónico.
- Papalotl:
Tres guerreros cautivos. Los papalotls (mariposa)
eran galardonados con una imagen de mariposas para llevar en la espalda, otorgándoles
un honor especial.
- Cuauhocelotl:
Cuatro o más guerreros cautivos. Estos guerreros aztecas alcanzaban el
mayor rango de caballeros de Águila y de Jaguar, llevaban un peinado
llamado temillotl (coleta recogida
atrás).
- Quachic
o guerreros rapados: Se requería haber capturado más de 6
cautivos y haber logrado docenas de otras hazañas para alcanzar este
rango. Se caracterizaban por afeitar sus cabezas, excepto por una larga
trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus rostros y calvas con dos colores,
una mitad azul y la otra mitad de color rojo o amarillo. Servían como
tropas de choque imperiales, participando en tareas especiales, así como
prestando asistencia en el campo de batalla cuando era necesario. Al
parecer, estos guerreros rechazaban el mando en el ejército para seguir
siendo combatientes activos en el campo de batalla. Eran reconocibles por
su tlahuitzli amarillo. Al alcanzar el guerrero este
rango, este juraba no dar un paso atrás durante una batalla; esto bajo la
advertencia de que en caso de faltar a este juramento habría de
experimentar el dolor de la muerte a manos de sus compañeros. Los otomís tenían
los mismos méritos que los rapados, pero eran de clase noble, compartían
el juramento de no retroceder ante el enemigo, custodiaban a los novatos
en la batalla y eran considerados los guerreros más valientes del ejército
imperial.
Los guerreros de élite se asociaban en unidades
especiales que tenían nombre de un animal y su uniforme era parecido al animal
que representaban, el casco también adquiría forma de animal, había 7
regimientos u órdenes militares: guerreros
del águila (cuauhpilli), que procedían de
la nobleza y guerreros del
jaguar (ocelopilli) tenían los mismos
méritos, pero eran plebeyos, había otros como guerreros coyote, tzitzimitl, xipe totec,
huaxteco, y pardo.
La
diáspora mexica provocó la división del grupo y el
acomodamiento de partes de él en Tlacopan, Azcapotzalco, Coyoacán y Tizapán.
Estos últimos, como sujetos ahí del señorío de Colhuacán, serían luego los
fundadores de México Tenochtitlán. Antes de que ello fuera posible, estos
mexicas hubieron de servir como soldados mercenarios a los colhuahuas.
Cocoxtli, el señor de estos últimos, les encargo atacar y dominar a los
xochimilcas a cambio de su libertad, lo que lograron a pesar del reducido pero
fiero ejército, entregando a Cocoxtli una prueba fehaciente de su hazaña: las
orejas de los ocho mil xochimilcas vencidos llevadas en costales. En la tira
de la Pregrinación se describe gráficamente el horror del señor Cocoxtli al
contemplar esos despojos y a los serenos verdugos mexicas empuñando sus
navajones. Libres de los colhuahuas, estos mexicas pasarían a Mexicaltzingo, en
tierra firme, y luego al islote que con trabajos de guerra y construcción
convertirían en territorio sobre el cual fundarían Tenochtitlán, aunque el
costo inicial fue volver a caer en la sujeción a los tepanecas y enrolarse de
nueva cuenta como sus mercenarios.
Otra
táctica, ésta no precisamente guerrera en forma directa sino más bien eventual
conjuradora de los ataques de posibles enemigos, fue aprendida por los mexicas:
las alianzas matrimoniales obteniendo señoras nobles para sus principales y
otorgando mujeres a señores importantes. En ese plan, luego de múltiples alianzas
con la nobleza de diversos sitios recorridos antes de arribar al islote y tener
como sus primeros señores a dos hermanos del señor tepaneca de los mexicas de
Tlatelolco, Opochtl, un señor de vieja estirpe mexica, obtuvo del
señor de Colhuacán a la princesa Atotloxti. Esta pareja fue la
progenitora de Acamapichtli, el primer señor mexica tenochca. Tras
victorias importantes de los mexicas encabezados por Acamapichtli, en favor de
Azcapotzalco, frente a Xochimilco, Cuitláhuac y Mixquic, y de Huitzilihuitl,
segundo señor, hijo de Acamapichtli frente a Texcoco, Xaltocan y Cuauhtitlán,
éste obtuvo de Tezozómoc una hija, quien procreó con Huitzilihuitl a
Chimalpopoca, nieto por tanto de Tezozómoc.
Los
éxitos militares, el progresivo crecimiento de las tierras ganadas a la laguna,
la producción, el comercio, los derechos adquiridos por pertenencia a linajes y
la preparación constante de los mexicas tenochcas para un eventual
enfrentamiento militar, derrota y dominación de los tepanecas, con la
consiguiente posibilidad de obtener sus dominios por reconocimiento o por
fuerza, llevaron al momento en que, tras ser apresados y asesinados
Chimalpopoca de Tenochtitlán, por Maxtla, celoso señor de Coyoacán, hijo de
Tezozómoc, los mexicas tenochcas buscaron y lograron la alianza con los
acolhuas de Texcoco y los coauhtitlanecas, ya encabezados por su cuarto señor,
el legendario Itzcoatl.
Muerto
Tezozómoc, divididos los tepanecas por la disputa entre los deudos por el
reparto del poder en el vasto señorío, aumentada potencia bélica de los mexicas
tenochcas y tlatelolcas con sus aliados militares, el ataque y la derrota de
Azcapotzalco no tardó mucho. Inmediatamente después del triunfo, los aliados
obtuvieron tierras, trabajadores, materias primas, control de mercados, botín
directo y… fama, reconocimiento y sumisión. Más tal acontecimiento
transformaría mayormente a la sociedad mexica en su conjunto: los guerreros
fueron distinguidos en la premiación, no así la población civil que se había
negado a participar en la guerra por un temor basado en las derrotas sufridas
antes ante los implacables tepanecas. La estructura social, los objetivos
gubernamentales, la observancia religiosa, la ideología, la normatividad en las
relaciones sociales y la cosmovisión cambiarían drásticamente entre los
vencedores. Tales cambios irían incrementándose a la par del ensanchamiento de
los dominios colhuamexicas, acolhuaques y tlacopanecas hacía los cuatro puntos
cardinales mesoamericanos durante casi un siglo.
Esta página del Códice Mendoza muestra el cambio
gradual de tlahuiztli y armamento de un guerrero al progresar
a través de diferentes rangos desde plebeyo, a tameme, a guerrero,
a captor de prisioneros (cuextecatl o papalotl), y
después a noble, progresando en las sociedades guerreras desde guerrero noble a
"guerrero águila", a "guerrero jaguar", a otomitl,
a "guerrero rapado" y finalmente a tlacateccatl.
https://es.wikipedia.org/wiki/Militarismo_mexica
SEIS TLATOANIS Y NOVENTA AÑOS DE BATALLAS,
CAMPAÑAS, PERIODOS ARMAMENTISTAS Y GUERRA PERMANENTE
Para
que el lector aprecie la dimensión del esfuerzo organizativo que en lo
tecnológico, lo político y lo ideológico tuvieron que hacer las sociedades
militares mesoamericanas, de las cuales los mexicas resultan uno de los mejores
ejemplos, para aprovechar y superar las limitaciones de un armamento prácticamente
rudimentario, hay que reparar en que originalmente el arco y la flecha, el
atlatl o lanzamiento de fisgas, y quizá la honda, las armas más antiguas
conocidas, no eran instrumentos especializados para contender entre iguales,
sino que servían para cazar o pescar. La praxis de la guerra llevaría a la
especialización y a la sofisticación de las armas para aplicarlas en la
rendición o reducción de individuos y otros grupos armados.
El
macuahuitl, una especie de espada con navajas de diversos tamaños,
para arrojar o para acometer directamente, y las hachas, hachuelas y cuchillos
servían para atacar y contender cuerpo a cuerpo. La necesidad de protección dio
paso al invento de corazas de algodón reforzado (ichcahuipilli),
rellenado, en algunos casos, con sal mojada que, al endurecerse, ofrecía mayor
resguardo. También fueron usadas defensas corporales a modo de escapularios de
fibra que se extendían hacia las piernas en los encuentros y luego se
replegaban para no estorbar el movimiento. Innumerables tipos de cascos y
escudos completaban el equipo defensivo individual.
Además
de esta diversidad de armamento, la construcción de murallas, palizadas,
trampas erizadas de púas de madera y bambú, zanjas y otros artificios de esa
naturaleza asistían de forma importante a las ofensivas y a las maniobras
defensivas. El uso de panales de abejas y avispas arrojado sobre el grueso de
los grupos enemigos, el empleo de humo de chiles quemados como lacrimógeno y asfixiante
y la utilización del ruido emitido por voces, instrumento o choques de sólidos,
tenían el objeto de dispersar, confundir y amedrentar al enemigo.
La
complejidad que suponía la organización efectiva de todo ese conjunto
armamental se incrementaba inicialmente con servicios de espionaje,
reclutamiento de cuerpos irregulares entre grupos de mercenarios y población
civil, la combinación de su actuación, ordenada y tácticamente, con la acción
del ejército regular o permanente, más la previsión, obtención y alocución de
aprovisionamiento armamental, alimenticio, de alojamiento y de asistencia para
los heridos.
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3dice_Mendoza#/media/Archivo:Codex_Mendoza_folio_20r.jpg
Son
muy variadas las cifras que las diferentes fuentes nos proporcionan respecto al
número de contendientes que entraban en acción en los combates, lo mismo sucede
en cuanto al orden en el que participaban los distintos cuerpos del ejército en
el momento de iniciar, proseguir y concluir la contienda, y lo que sucedía
antes y después de logar una victoria o sufrir una derrota. De cualquier forma,
lo que mencionan los cronistas, historiadores y demás interesados al
pormenorizar los fenómenos del militarismo, la guerra y sus amplios efectos
sobre la población que los impulsaba y los sufría resultan no sólo suficientes
y sugerentes, sino atractivos en extremo para quien los investigue o
simplemente los lea con el afán placentero.
Desde
el tiempo de Huehue/Moctezuma se determinó:
Que
hubiese en todos los barrios escuelas y recogimientos de mancebos donde se
ejercitase en la religión y buena crianza, en penitencia y aspereza, y en
buenas costumbres y en ejercicios de guerra y en trabajos corporales… Que
hubiese maestros hombres, ancianos que los reprendiesen y corrigiesen y
mandasen y ocupasen en cosas de ordinarios ejercicios… (Durán, 1967,
1:217).
Nuevo Cuauhxicalli de Moctezuma I. Esta
escultura fue encontrada en el edificio del Exarzobispado. En ella pueden
apreciarse las representaciones que hacen referencia a las conquistas
emprendidas por los aztecas durante el reinado de Moctezuma I Ilhuicamina. MNA.
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Cuauhxicalli_de_Moctezuma_Ilhuicamina.JPG
La
educación militar era posible y socialmente diferente para los miembros del
común y de la élite. El Telpochcalli se destinaba como escuela a los
primeros y el Calmécac a los segundos. Los ejercicios, el destino
de los graduados los méritos que le serían reconocidos, las posiciones en
combate y las condiciones de escalar en grado militar y posición social estaban
perfectamente determinados. Ambos, sin embargo, formaban parte del ejército
regular y podían optar, según méritos muy precisamente establecidos, a ocupar
una amplia gama de cargos. En tanto los reclutas instruidos el Telpochcalli
conocían el arte de la guerra con un énfasis especialmente técnico, a los del Calmécac
se les inculcaba, además, su espíritu, su trascendencia política, ideológica y
religiosa.
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3dice_Mendoza#/media/Archivo:Codex_Mendoza_folio_43r.jpg
Además de las diferencias sociales, las derivadas de la pertenencia étnica marcaban distinciones y limitaciones, como las asignadas a los guerreros de filiación otomí, matlatzinca, “chichimeca”, totonaca, zapoteca y otras. Se comprenderá así que las diferencias sociales, étnicas, de uso de armas, de obligada participación coordenada en el transcurso de la batalla (según se comenzara con un ablandamiento del enemigo a base de honderos y flecheros, se continuaran con lanzadores de fisgas y flechas y se llevara a la cúspide la acción de rodeleros, macaneros y lanceros) y de número de participantes implicaba una conducción extremadamente compleja y rigurosa. No nos ocuparemos en detalle del número de contendientes implicados en los combates, ya que era variable según la importancia y trascendencia del esperado triunfo; sólo mencionaremos que éste fluctuaría de acuerdo con el número de unidades básicas convencionales para el ejército regular: un xiquipilli, o escuadrón de 8 000 guerreros, era aportado en Tenochtitlan por un barrio. Esta unidad podía subdividirse en grupos de 200 a 400 guerreros.
https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3dice_Mendoza#/media/Archivo:Codex_Mendoza_folio_20r.jpg
Sin
embargo, al ejército formal o regular se integraban “mercenarios” o gente que
buscaba en la acción obtener despojos que le permitieran alguna ventaja para
soportar su condición de pobre macehual. Así, los mexicas enviaron 20 000 hombres
para enfrentar en Cholula a las huestes encabezadas por los españoles; el
contingente excepcional que sumaron españoles, tlaxcaltecas y sus aliados pudo
haber sumado más de 50 000 hombres, según refiere Bernal Díaz del Castillo y
fray Diego Durán.
Hernán
Cortés escribió al respecto:
Extendíase
tanto la gente, que desde los primeros comenzaron a entrar [a Texcoco desde
Tlaxcala] hasta que los postreros hubieron acabado se pasaron más de seis horas
sin quebrar el hilo de la gente Cortés, Hernán, Cartas de Relación,
3ª carta).
¿Cómo
se pudo reunir tal cantidad de gente? ¿Bajo qué tipo de acuerdos, prácticas
tradicionales u organización? La conducción de los combates nos revela parte de
la disciplina y las convenciones existentes para ello. El conquistador anónimo,
un soldado, testigo desconocido de la entrada española, nos dice:
Guardan
cierto orden en sus guerras, pues tienen sus capitanes generales, y además
tienen otros capitanes particulares de cuatrocientos y de doscientos hombres.
Y
agrega:
Es
una de las cosas más bellas del mundo verlos en la guerra con sus escuadrones
porque van con maravilloso orden y muy galanes, y parecen tan bien, que no hay
más que ver (El conquistador anónimo, 1911: 22 y 24).
Desde
el origen, la trayectoria y la realización avanzada de la guerra, hemos
insistido en su trascendencia social. De la absorción de ella en las
mentalidades, las creencias sistemáticas del hombre y las sociedades
prehispánicas, que proyectaban más allá de su muerte en combate su resurrección en otro mundo, sólo
citaremos como significativo el fragmento de una oración que supuestamente
dirigía el común de la gente a sus deidades religiosas:
¡Hay
dolor que la gente popular se va acabando y consumiendo!
¡Oh
Señor nuestro, valerosísimo y humanísimo y amparador de todos!
¿Qué
es esto en vuestra ira e indignación se gloria y se recrea en arrojar piedras,
lanzas y saetas?
Nos
convendría señor, que os olvidasteis de haber misericordia de los soldados y
hombres de guerra, que en algún tiempo los habréis menester, y mejor será que
muriendo en la guerra vayan a la casa del sol, y allí sirvan de comida y
bebida, que no se mueran y vayan al infierno. (Sahagún,
Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, Editorial
Porrúa, libro IV, cap. 1).
A MODO DE CONCLUSIÓN
Una interrogante que ha permanecido firme en
nuestras consideraciones sobre la conquista de los pueblos mesoamericanos es la
de la razón efectiva de la derrota de pueblos tan calificados y efectivos para
guerrear y lograr imponerse a veces ante enemigos muy superiores.
Quienes
aducen la inferioridad de un armamento neolítico de los indígenas frente a las
armas de fuego, el acero y la movilidad que el caballo confirió a los invasores
no toman en cuenta algo de lo que antes se ha subrayado: la superación de las
limitantes tecnológicas materiales con organización, con tecnología social; muy
pronto, tras los primeros encuentros, los indígenas ya habían urdido y
realizado formas para bloquear las acciones de la caballería por medio de
trampas, enredándoles las patas o atacándoles a distancia. Y desde los
encuentros de los cempoaltecas y cholultecas con los españoles se había
descubierto la vulnerabilidad de los hombres blancos y sus cabalgaduras.
La
mayoría numérica, el conocimiento del terreno, las posibilidades de emboscar a
los españoles, el empleo de técnicas constructivas y el manejo de gran número
de trabajadores empleados en grandes obras, como las hidráulicas, aplicados a
bloquear el avance hispano y el de sus aliados, aun el recurso de la guerra de
guerrillas o de “salteadores”, como los llaman las fuentes, constituyeron
ventas para los defensores; el reducido número de caballos, como en realidad lo
fue, la disponibilidad restringida de pólvora y proyectiles, el indudable temor
que albergaban los invasores tras experiencias anteriores sobre la efectividad
de los guerreros aborígenes, la desadaptación
a condiciones climáticas desconocidas y adversas y muchos otros
problemas significaron con toda probabilidad condiciones adversas para el
limitado grupo de extranjeros blancos.
Pero
si los indígenas invadidos asimilaron rápidamente el arte de hacer la guerra de
sus invasores, éstos contaron con la familiaridad que los indígenas aliados que
fueron incorporando a su empresa tenían sobre todo tipo de tácticas y argucias
a emplear por los mexicas y sus aliados. Esta sería una condición adversa para
ellos y uno de los más importantes factores coadyuvantes a la derrota.
La
fama de ferocidad guerrera de los mexicas, la experiencia de casi un siglo de
ser dominados por ellos, y todos los rencores y resentimientos acumulados
impulsarían a sus enemigos y sojuzgados a contribuir a su vencimiento.
El
descubrimiento por los mexicas de las verdaderas finalidades de los
conquistadores y su difusión, la obtención de metales preciosos antes que la
cristianización y el reconocimiento del “verdadero Dios”, no lograron convencer
a quienes se unían a estos pregoneros de la “misericordia” y el “amor”.
Precisamente
los daños morales que supusieron la destrucción de las imágenes de sus dioses,
la vejación y muerte de sus hasta entonces intocables señores, la sensación
repentina de la pérdida de muchos siglos de cultura, del que “este mundo es
tierra de los tenochcas” fuera cuestionado, fueron las causas primordiales de
la derrota, lo demás estuvo a cargo de armas desconocidas, enfermedades
imprevistas, yugos no imaginados y lenguajes sin significación para los
vencidos.
Página del códice Mendoza. En la parte superior se muestra a un
sacerdote guerrero ascendiendo por los rangos de su orden. En la parte inferior
se muestra el ascenso en la jerarquía religiosa de otro sacerdote.
https://es.wikipedia.org/wiki/Militarismo_mexica
Lameiras Olvera, José, “La Guerra, en el México
antiguo” en México Antiguo, Antología
de Arqueología Mexicana, México, INAH, Editorial Raíces, biblioteca para la actualización
del maestro, SEP, vol. 1, 1995, pp. 26-35.
https://arrecaballo.es/edad-moderna/conquistadores-espanoles/hernan-cortes/
APÉNDICE
TIRA DE LA PEREGRINACIÓN
Aztlan codex boturini
El códice muestra una isla con un templo
piramidal en su centro, coronada por un grupo de caracteres atl acatl que
se suponen el nombre de su divinidad. A los lados del templo hay dibujadas seis
viviendas, un hombre y una mujer. Como saliendo de la isla remando hay un
hombre en una canoa, cuya dirección marca el inicio del viaje, que se sigue por
huellas de pasos. Estos se dirigen a un cerro inclinado hacia la izquierda y
una efigie enmarcada en un óvalo; una representación temprana de su dios
tutelar Huitzilopochtli, de ella salen unos glifos en forma de voluta; la vírgula de la
palabra, es decir, la acción de hablar del personaje con el cual se encuentra
asociado por proximidad espacial.
Aparecen los símbolos de ocho tribus:
chalca, chichimeca, cuitlateca, malinalca, matlatzinca, tepaneca, uexotzinca y xochimilca y cuatro
figuras que continúan el viaje: Tezcacouatl, Quauhcouatl, Apancatl, y Chimalman. Se ve entonces un
árbol quebrado, junto al que se observan cinco gruesos puntos, representando la
medida y dimensiones del tronco; mención de gran importancia, ya que este hecho
es tomado como un prodigio que les indica la continuidad de su viaje. Después
aparecen seis figuras escuchando a la divinidad y llorando…….
Códice de Boturini, ya que se trata de un manuscrito en el
que se registra de manera legible la salida de los mexicas desde su antigua
tierra hasta su llegada al valle de México pocos años antes de que se erigiera
Tenochtitlan.
Pese a que este
archivo está inconcluso, es considerado uno de los documentos fundacionales de
la historia de nuestro país, pues es el documento más temprano de la migración
azteca y la versión histórica que retrata es una de las más utilizadas. Incluso
se encuentra reproducido en grandes dimensiones en el patio central del Museo
Nacional de Antropología.
El códice, también conocido como Tira de la Peregrinación,
fue hecho en una tira de amate constituida por 22 láminas que forman un biombo
de 5.49 metros. Se cree que puede estar basado o ser una copia de un documento
más antiguo.
De acuerdo con lo narrado en las láminas, el dios Huitzilopochtli ordena
a los aztecas abandonar Aztlan, su tierra de origen cuyo nombre
significa “lugar de garzas” o “lugar de blancura”,
un sitio misterioso ubicado al norte que obtiene su denominación probablemente
ante la abundancia de garzas en las aguas que rodeaban la isla donde se asentó
originalmente este pueblo.
Su dios les indica
que deben buscar un nuevo asentamiento por lo que los aztecas, portando las
reliquias o una figura de madera que representaba a Huitzilopochtli, inician su
recorrido atravesando lugares desérticos acompañados de siete u ocho barrios
provenientes de un poblado cercano.
Tras separarse de
ellos por orden de su dios, se encontraron en su camino con los mimixcoas,
divinidades lunares o demonios. Huitzilopochtli ordenó a los aztecas que los
sacrificaran como primera ofrenda para él.
Después del
sacrificio, Huitzilopochtli renombró a su pueblo y a partir de ese momento
tomaron el nombre de mexicas; fueron consagrados así cuando su dios les entregó
el arco, la flecha y la red.
Siguieron su camino
y se asentaron por primera vez desde que salieron de Aztlan en Coatlicamac (las
fauces de la serpiente) y Cuextecaichocayan (lugar donde lloró el huasteco). El
códice narra que tras varias décadas llegaron a Tollan, donde se quedaron por
20 años, para después llegar al antiguo lago de Texcoco, en donde viajaron y se
asentaron por diversas zonas durante varios años (Tlemaco, Atotonilco, Apazco,
Tzompanco, Xaltocan, Acalhuacan, Ehecatepetl, Tulpetlac y Cohuatitlan, en este
último descuben el maguey y aprenden a hacer pulque).
Son atacados por un
pueblo y obligados a asentarse en Pantitlan, donde son víctimas de una
epidemia.
Continuaron su
viaje nómada hasta que se asentaron en Chapultepec por 20 años, pero ahí son
tomados prisioneros por el tlatoani de Colhuacan, quien, ante la abundancia de
mexicas en uno de sus barrios, los usa como guerreros para deshacerse de ellos
en una batalla contra los Xochimelcas.
El tlatoani les
pide que maten o tomen prisioneros a varios de ellos y que les corten sus
orejas, las cuales deberán llevar en un saco como muestra de su hazaña. Los
mexicas se organizan y deciden utilizar hojas de obsidiana como armas y
resuelven que mejor cortarán las narices de sus enemigos para que el tlatoani
de Colhuacan no piense que cortaron ambas orejas; así llevarán una pieza por
cada enemigo.
Hasta aquí llega el Códice de Boturini, el cual relata
las vicisitudes de este pueblo previas al encuentro con la manifestación
sagrada del águila sobre el tunal, una visión narrada como una profecía dictada
por Huitzilopochtli como seña del lugar elegido para asentarse.
A partir de este momento inicia el periodo sedentario definitivo de los
mexicas; el portento del águila y el nopal es narrado en el Códice
Mendocino, en el que se muestra entre otros personajes a Tenoch, un
sacerdote sentado sobre un petate que vislumbra al águila en donde es fundada
Tenochtitlan (el lugar cerca del tunal).
No hay conceso
sobre la fecha de su fundación; sin embargo, a principios del siglo XX se
designó el 13 de marzo de 1325 como fecha para la conmemoración de la fundación
de Tenochtitlan.
Lámina 1
Lámina 2
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