martes, 22 de julio de 2025



 

LA GUERRA

En el México Antiguo

Fundación de Tenochtitlán

https://noticias.alejandrina.com.mx/fundacion-de-mexico-tenochtitlan-en-1325

         En nuestro presente, los conflictos bélicos regionales que han llegado a tener alcance mundial, se han caracterizado por haber sufrido las guerras más cruentas desde la presencia de hombres sobre la tierra. Más el fenómeno de la guerra parece haber surgido en el origen de numerosas y distintas sociedades humanas, acompañando a muchas de ellas en su desarrollo, aumentando su complejidad y la influencia guerrera en las instituciones civiles; desde la educación y el trabajo hasta la religión y la política.

         No obstante la distancia que el tiempo, complejidad social, desarrollo económico-tecnológico y mentalidad separan a los hacedores de la guerra en el México antiguo –al menos desde las sociedades emergentes en Mesoamérica desde el ocaso teotihuacano (alrededor del siglo VI d.C.)- de los hacedores actuales de la violencia bélica, numerosas características de los fenómenos de las contiendas militares, varios elementos de la organización y la estructura social que son afectados  por el estado de guerra, y diversos hechos, análisis, interpretaciones, hipótesis y consideraciones teóricas sobre la guerra contemporánea, son relativamente aplicables a las sociedades militaristas mesoamericanas.

         Así, se puede observar –y de hecho  se ha observado- la guerra en el mundo prehispánico a través del contraste entre  la guerra y la paz, su existencia como problema o  como solución sociopolítica, su creación como institución social, su  reconocimiento como arte (en el sentido de conjunto de reglas óptimas para conducir cualquier actividad), su  relación con la emergencia y la consolidación del estado, la política, la sociedad y la persona, su evolución y derivación a la dominación total y al imperialismo, tal cual se presentan todos esos fenómenos en la actualidad.

         Aunque de menor alcance, la repercusión de la guerra en la sociedad que la patrocina o que la sufre, las posibilidades de comparación y de conocimientos relevantes, resultan igualmente importantes, como los que revelan el peso de la profesión militar, de los guerreros de tiempo completo, de su proporción cuantitativa y cualitativa respecto a otros sectores sociales, las diferencias sociales que provoca la preferencia al sector armado y muchos otros más.

         Así, se puede asegurar que hoy, como hace mil quinientos años en el México antiguo, siguen siendo válidas las preguntas sobre la función social de la guerra, sus objetivos, el papel que ha jugado en el cambio, el desarrollo, la complejización, la persistencia o la disolución de las sociedades humanas.

         La guerra tenía más de mil años de existencia regular entre las sociedades que los invasores hispanos encontraron a lo largo y ancho del espacio mesoamericano que los antiguos mexicanos dominaron en buena parte a través de sus campañas de guerra, colonización y sometimiento por medio de la violencia;  prácticamente todos los grupos étnicos y sus centros de máximo desarrollo social y cultural participaron de un estado de violencia generalizada que  suponía una actividad militar normalizada que ayudaba tanto a la solución de problemas demográficos, económicos y propiamente político-culturales, como a la presencia constante de conflictos que por lo común concluían con el aniquilamiento de la población.

         En el presente artículo se presenta una breve visión del casus bellia mesoamericano considerando a los aztecas, luego conocidos como mixtecas, como un ejemplo que permite tener una idea básica sobre la guerra en el México antiguo. Para ello referimos algo de la historia del establecimiento generalizado de la guerra y de los aztecas, protagonistas de la adaptación al medio bélico durante su peregrinación, deambulatorio por la cuenca lacustre, sometimiento y emancipación de los tepanecas de Azcapotzalco, como inicio y cúspide de su expansión militar, comercial, tributaria y de dominación política. La presentación termina, a modo de conclusión, con algunas reflexiones sobre varias posibles causas de la derrota de los mexicas y sus aliados ante  los invasores ibéricos.

ALGO SOBRE LOS INICIOS DEL ESTADO DE GUERRA EN MESOAMÉRICA

La llamada época clásica mesoamericana tuvo en Teotihuacán el centro principal de su progresiva creación cultural. Las sociedades influidas por esta cultura se situaban desde una extensión norteña marcada por el río Pánuco, el Golfo de México, hasta el cauce medio y bajo del río Balsas en el Pacífico, exceptuando la práctica totalidad de los actuales estados de Michoacán, Guanajuato, Querétaro e Hidalgo, en esa latitud septentrional. Hacia el sur, el dominio cultural teotihuacano se extendió hasta Guatemala, El Salvador y parte de Honduras. El tiempo que lo teotihuacano constituyó el carácter cultural de toda esa extensión cubrió formalmente desde el año 300 hasta el 600 d.C.

         Las influencias culturales teotihuacanas se prolongaron en varias partes de Mesoamérica prácticamente hasta el siglo IX d.C., pero las evidencias de destrucción e incendios en la metrópoli hacia el final de la fase IV del Teotihuacan de la época clásica temprana indican que la violencia dio fin a un largo periodo en el que la paz garantizada por gobiernos sacerdotales de dioses tranquilos se vio perturbada por rebeliones civiles generalizadas, o por invasiones, acoso e influencia de grupos armados que penetraron a Mesoamérica desde sus fronteras septentrionales.

         Se supone que tales hostilidades venidas del exterior provocarían la necesidad de que los grupos sedentarios pacíficos se valieran de servidores extraños para su defensa. Esos intrusos acrecentarían gradualmente su poder entre sus anfitriones, desequilibrando las estructuras sociales, la autoridad y el poder. El caso es que en el siglo IX d.C., ya aparecen sociedades militaristas, constituyendo un prototipo de integración social basado en la presencia militar, situación en la que predominaría una orientación bélica promovida por las fuerzas castrenses regulares, la exaltación generalizada de los valores de la labor guerrera frente a toda otra acción civil, aun en tiempos de paz, y la promoción de deidades, cosmovisión e ideología permeadas por la conducta de violencia. Los mayas, huastecos, totonacos, mixtecos, zapotecos, purépechas o tarascos, otomíes y chichimecas, en general no se sustrajeron a tal conducta y ya entonces eran sociedades militaristas

LOS AZTECAS, UNOS PROTAGONISTAS DE LA GUERRA COMO CONDICIÓN DE EXISTENCIA

La Tira de la Peregrinación, es un documento que narra la historia de la emigración azteca desde Aztlán, de donde salieron el año “uno pedernal” (1116 d.C.), constituye una guía idónea para conocer las acciones, ocupaciones, avatares y objetivos de grupos inmigrados a la cuenca de México. Este trayecto particular duró 164 años hasta que el grupo logró, por concesión de Tezozómoc, señor de los tepanecas, cuya capital principal era Azcapotzalco, asentarse en el cerro de Chapultepec en 1280. La práctica de la cacería con arco y flecha, la recolección, la pesca, la agricultura, la construcción de obras hidráulicas, los servicios en la guerra para otros o el ejercicio de ésta por cuenta propia, y el trabajo como mano de obra en otras diversas obras fueron ejercitados por los miembros del grupo en distintos lugares y tiempos hasta su asentamiento provisional en Chapultepec, que sólo duraría diecinueve años.

Esta página del Códice Mendoza muestra el cambio gradual de tlahuiztli y armamento de un guerrero al progresar a través de diferentes rangos desde plebeyo, a tameme, a guerrero, a captor de prisioneros (cuextecatl o papalotl), y después a noble, progresando en las sociedades guerreras desde guerrero noble a "guerrero águila", a "guerrero jaguar", a otomitl, a "guerrero rapado" y finalmente a tlacateccatl.

https://es.wikipedia.org/wiki/Militarismo_mexica

         Los recién llegados se encontraron con señoríos acotados territorialmente con celo, escasez de tierras por presiones demográficas, de producción, tributación y soberanía política. Tal escasez y presiones alentaban con frecuencia guerras que respondían a estrategias establecidas a nivel de Estado y a tácticas que buscaban lograr el sometimiento gradual de pequeños y medianos señoríos bajo un mando centralizado. Los objetivos generalizados, desde las campañas periódicas militares hasta los combates esporádicos, eran la obtención por medio del ejercicio de la violencia armada, de tierras para la expansión territorial y colonización, botín (sobre todo en tiempos de cosechas), sujetos tributarios, mano de obra, materias primas, productos suntuarios, control de recursos naturales, dominio de rutas comerciales y mercados y, cuestión no menos importante, la consecución de víctimas para el sacrificio a las diversas deidades de sociedades llenas de, esperanzas de redención e imbuidas en una dominante ideología guerrera.

Insignias y guerreros armados. Foto Archivo de Xavier Noguez y Oliver Santana/Raíces.

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/formas-mexica-de-hacer-la-guerra

         La actuación mexica sobresaliente en Chapultepec consistió en aprovechar los recursos que tenían a la mano: agua de los manantiales, condiciones físicas que facilitaban la defensa, comunicaciones accesibles por el medio lacustre a mercados cercanos y a distancia media, riberas acuáticas apropiadas para la construcción de chinampas, entre otros. Tal proceder, por un lado, les permitía lograr cierta autonomía y fortaleza defensiva, ya que se encontraban en tierras ajenas, rodeados de enemigos potenciales y obligados a servir a sus señores tepanecas con tributos, mano de obra y contingentes guerreros.

         A escasas dos décadas de permanecer en Chapultepec, bien por sus prácticas exacerbadas de sacrificios humanos, robo de mujeres y agresividad, insoportables para otros congéneres, bien por la suspicacia de sus vecinos inmediatos, Tlacopan y Coyoacán, una coalición de numerosos señoríos encabezados por Xaltocan hicieron salir a los guerreros de Chapultepec ante la estratagema de requerirlos para atacar a Culhuacán. Ausentes los hombres jóvenes y maduros, los viejos, las mujeres y los niños fueron aprisionados y lanzados de su refugio.

 

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El ejército azteca

Organización

Los aztecas asumieron la forma de un estado militarista, a cuya cabeza se encontraba el tlatoani o gobernante, que mandaba con poder absoluto la ciudad estada. Estaba asistido por un Gran Consejo o Senado, conformado por los representantes de cada calpulli o jefes de tribus, en Tenochtitlán existían 20 calpullis, que estaban mandados por un calpullec.

El tlacochcalcatl era el jefe del ejército, estaba a cargo del ejército mexica y tomaba las principales decisiones en asuntos militares, teniendo a su cargo la planificación de las campañas una vez que el tlatoani había decidido llevar a cabo una guerra. Se distinguía porque llevaba un casco de calavera.

El tlacateccatl era el equivalente a general, estaba a cargo de un tlacatecco, cuartel o arsenal militar situado en cada una de las entradas a la ciudad; por lo tanto, había 4, y mandaban una fuerza de un regimiento o xiqipilli de 8.000 soldados, se distinguían por un peinado llamado «columna de piedra» o temíllotl.

Los tlatoanis o tlatoques eran los gobernadores provinciales, mandaban los ejércitos provinciales que tenían a cargo.

Cada regimiento o xiqipilli de 8.000 hombres, se dividía en tlaxilacallis (calles) que posiblemente de unos 2.000 hombres.

Las compañías llamadas calpullis de cuya composición de unos 400 hombres mandados por un capitán o tiachcauh que correspondía a la misma calle o región donde se reclutaban las tropas. Cada calpulli era dividido luego en cuartos que eran mandados por oficiales, que eran nobles de la región o distrito de donde eran reclutadas las tropas.

Las unidades más pequeñas eran de 20 hombres eran llamados pantlis mandados por sargentos o telpochyahques.

Las unidades del ejército azteca se componían de lanzadores de armas arrojadizas (honderos, arqueros y lanzadores de arcos) para el combate a larga distancia, unidades de lanceros para el combate a media distancia y unidades de choque para el cuerpo a cuerpo con arma de mano y escudo.

Armas arrojadizas

Los aztecas empleaban las hondas o tematlatls, arcos o tlahuitollis, lanzadores de venablos o atlatls, y jabalinas o tlazontenctlis:

  • Honda o tematlatl. Se basaría en una pequeña correa elaboraba con fibras de ixtle extraídas del mague y con una bolsa donde se depositaría el proyectil; cualquier piedra no era válida como proyectil, se sabe que emplearon proyectiles pulidos que llevaban en una bolsa, y que las piedras eran preparadas por las mujeres para esa finalidad. Utilizada por tiradores expertos, las piedras alcanzaban los cien metros de distancia.
  • Arco o tlahuitolli. Tenía por lo menos 1,52 metros de largo, estaba hecho de una madera flexible, y la cuerda de nervios de animales y pelo de ciervo hilado, las flechas o mitls, tenían la punta de sílex, pedernal obsidiana y espinas de peces. Presentaban gran variedad, siendo la más temida la minacachalli que tenía forma de arpón, lo que hacía la extracción fuera casi imposible, a pesar de la reconocida pericia de los médicos aztecas. Los españoles fueron un blanco fácil para ellas. Alvarado sufrió en primera persona cómo una de estas flechas atravesó la silla de montar y le dejó lisiado.

  • Según la arqueología experimental se ha comprobado que un arquero bien entrenado podía lanzar doce flechas por minuto y se dice que los arqueros de Tehuacan tenían la habilidad necesaria para lanzar dos y tres flechas al mismo tiempo. No se han encontrado evidencias del uso de venenos en las mismas. Cada arquero llevaba un carcaj o micomitl en el que llevaban 20 flechas.
  • Lanza-venablos o átlatl. Está constituida por un mango de madera con una ranura donde se asientan un venablo o tlacochtli que ayudada por este propulsor alcanzaba mucha mayor distancia que lanzada simplemente a mano, concretamente pueden llegar a más de 50 metros. Los ejemplares conservados son de aproximadamente 70 centímetros de longitud y unos 35 de ancho. Los venablos o tlacochtlis tenían la punta endurecida al fuego, o armada de cobre, de itztli o de hueso.
  • Jabalina o tlazontenctli. Los aztecas también utilizaban una jabalina que llamaban tlazontenctli, que era a la vez un arma de guerra y de caza, tenían aproximadamente 1,8 metros de largo con puntas de obsidiana, bronce, o huesos de pescado.
  • Cerbatana o tlacalhuazcuahuitl. Estaba compuesta de una pieza de madera hueca, que usaba dardos de madera puntiagudos con remeras de algodón al final. Los dardos para esta arma usualmente estaban remojados en el veneno neurotóxico proveniente de algunos tipos de ranas arborícolas encontradas en las regiones del sur de México. Esta arma era más común como instrumento de caza que como un instrumento de guerra.

https://arrecaballo.es/edad-moderna/conquistadores-espanoles/hernan-cortes/

 

Armas de choque

  • Lanza o teputzopilli. Se trataba de un arma de tipo enastado de 1,90 metros aproximadamente. Aunque hemos de añadir que algunas de ellas están hechas para ser lanzadas con lo que su longitud se reduciría. Solía estar realizada en madera y al final la punta estaba hecha de pedernal u obsidiana. La más famosa era llamada teputzopilli en cuya punta romboidal se insertaban pequeñas cuchillas del material citado. No solían disponer de regatón (extremo inferior de metal que se pone en las lanzas para evitar su desgaste). La función de las lanzas eran las obvias del ataque cuerpo a cuerpo, pero hay que tener en la cuenta que se usarían de manera muy distinta que, en Europa, pues en la guerra mesoamericana no existía la caballería.
  • Espada oacuahuitl. Era un arma de mano, consistía en una especie de espada de madera roma, a la que se le insertaban cuchillas de obsidiana en ambos lados, que se pegaban con resinas especiales y se ajustaba a la muñeca con un cordón. El análisis iconográfico parce indicar, que esta arma era utilizada por los nobles. Sobre ella y su poder mortífero se ha discutido mucho. Los españoles en sus crónicas afirmaban, que de un tajo cortaba la cabeza de los caballos o los destripaba; pero, teniendo en cuenta que el corte efectivo de las hojas tenía un tiempo limitado y que su reparación también requería un plazo; es más probable pensar que su poder residía en las lascas de obsidiana que dejaba incrustadas en el hueso del herido y con ellas una infección o hemorragia mortal.
    Había dos variedades: el acuahuitl normal de cerca de 70 a 80 cm de largo, provisto de por lo menos seis a ocho cuchillas por cada lado, y el macuahuilzoctli, de cerca de 50 cm de largo y con unas cuatro cuchillas por lado. Es probable que la primera sea aquella a la que los españoles llamaron “de a dos manos”, pues la equiparaban con su famosa espada mandoble o montante, usada efectivamente con las dos manos.
  • Mazas.  La macana era una simple y maciza maza de madera, con una protuberancia en su extremo, pero sin cuchillas de obsidiana, aunque alguna podía tener una punta de madera aguda. También usaban una maza con una piedra atada en el extremo llamada quauhololli era ideal para romper huesos, tenía una longitud de 50 a 70 centímetros.
  • Hacha o tlaximaltepoztli.  Era un arma común en los pueblos de Mesoamérica que estaba formada por un mango de madera en cuyo extremo superior se incrustaba una cabeza de bronce estaba incrustada en el mango por medio de un orificio. Se utilizaba para la guerra o como herramienta.
  • Cuchillo o técpal. Era un cuchillo de pedernal hecho de obsidiana o sílex, de figura lanceolada, con hoja de doble filo, con extremos alargados, terminando ambos en punta redondeada o bien uno en punta y el otro achatado. El técpatl era tradicionalmente un cuchillo para sacrificios humanos empleado por los aztecas, pero también, era el arma de corto alcance de los guerreros jaguar.

Armas empleadas por los aztecas

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Protecciones

Los guerreros aztecas se defendían con armaduras, cascos y escudos realizados con materiales adaptados tanto al clima, como al tipo de armas que utilizaban. Buena prueba de su eficacia fue que los conquistadores españoles abandonaron las pesadas y poco apropiadas armaduras de metal por las de algodón, que no solamente eran más ligeras, sino que les proporcionaban una razonable protección frente a las armas indígenas. Aparecen con ellas en el Lienzo de Tlaxcalla, pero algunos de ellos ya las habían adoptado previamente a la conquista de México, porque se conocían desde los viajes de Cristóbal Colón.

Acolchados o ichcahuipilli

Esta prenda era parecida al gambesón o jubón acolchado que los europeos utilizaban debajo de la coraza o a veces solo. El ichcahuipilli, se realizaba con algodón endurecido con sal, dándole una consistencia eficaz contra las armas mesoamericanas. Tenía forma de chaleco y existían dos largos, la que llegaba hasta las nalgas y otra más larga que probablemente lo empleaban solamente los nobles, teniendo en cuenta que el largo de la ropa estaba estipulado. Esta protección se llevaba sola o debajo de los tlahuiztli o trajes de guerreros, dependiendo del rango de estos, y podía completarse con protecciones para los brazos y los muslos realizados del mismo tejido.

Escudo o chimalli

El escudo era una rodela denominada chimalli, con un diámetro de 20 a 75 cm. Se elaboraban con madera, cuero, cañas entretejidas y atadas con algodón, de conchas grandes de tortugas, guarnecidos de cobre, de plata o de oro, según el grado militar. Existía una gran variedad de diseños, en cuya composición intervenían plumas de vivos colores, cuentas, cascabeles y finas láminas de oro, que parecen estar relacionados con tipos de trajes concretos. En la parte interior había dos tiras de cuero para meter el brazo.

Según la propia definición de rodela este escudo se embrazaba en lugar de empuñarse, tal y como vemos en las representaciones de los códices. Algunos de estos ricos escudos, que hoy adornan las vitrinas de los museos, eran de menor tamaño para uso ceremonial.

Existe otro tipo de escudo mencionado en las fuentes, del que prácticamente nadie se ha hecho eco. Era de gran tamaño ya «que cubría todo el cuerpo cuando era necesario, y cuando no, los doblaban y ponían bajo el brazo, a guisa de nuestros paraguas. Probablemente, serían de cuero, o de tela cubierta de hule, o resina elástica». Según Diego Godoy, que se lo vio a los indígenas de Chamula, eran “unas pavesinas que les cubre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, las cuales cuando quieren huir ligeramente, arrollan y toman debajo del sobaco, y muy presto, cuando quieren esperar, las tornan a extender”.

Cascos o cuatepoztli

 Se realizaban en madera, recubiertos de cuero u otros materiales, como plumas o pieles, para enriquecerlos y dotarlos de un aspecto feroz. Generalmente, representaban las cabezas de los animales de las principales órdenes militares: águilas, jaguares y coyotes, sin olvidar el espectacular yelmo que acompañaba al traje de tzitzimitl, que era un cráneo humano donde “la cabeza del hombre queda dentro de la del animal, como si lo devorase”.

Tipos de soldados

Cada hombre azteca era un potencial guerrero y recibía entrenamiento militar básico desde los 14 años, ya fuera comerciante, artesano o agricultor. La categoría más baja eran los cargadores o tamemes, que llevaban armas y suministros. La siguiente categoría la conformaban los jóvenes reclutas o telpochcall, que aún no habían entrado en combate, después iban los plebeyos yaoquizqueh que habían entrado en combate y no habían conseguido prisioneros, y finalmente los que conseguían prisioneros, que era el único modo de subir socialmente para los plebeyos. El joven guerrero tenía hasta tres oportunidades para hacer su primer cautivo en la guerra tas lo cual avanzaba en el escalafón:

  • Tlamani: Al obtener un guerrero cautivo. Se recibía un garrote y un escudo con bordes de obsidiana, dos capas distintivas y un taparrabos rojo brillante.
  • Cuextecatl: Al obtener dos guerreros cautivos. Este rango permitía al guerrero llevar el distintivo traje negro y rojo llamado tlahuiztli, sandalias y un casco cónico.
  • Papalotl: Tres guerreros cautivos. Los papalotls (mariposa) eran galardonados con una imagen de mariposas para llevar en la espalda, otorgándoles un honor especial.
  • Cuauhocelotl: Cuatro o más guerreros cautivos. Estos guerreros aztecas alcanzaban el mayor rango de caballeros de Águila y de Jaguar, llevaban un peinado llamado temillotl (coleta recogida atrás).
  • Quachic o guerreros rapados: Se requería haber capturado más de 6 cautivos y haber logrado docenas de otras hazañas para alcanzar este rango. Se caracterizaban por afeitar sus cabezas, excepto por una larga trenza sobre la oreja izquierda. Pintaban sus rostros y calvas con dos colores, una mitad azul y la otra mitad de color rojo o amarillo. Servían como tropas de choque imperiales, participando en tareas especiales, así como prestando asistencia en el campo de batalla cuando era necesario. Al parecer, estos guerreros rechazaban el mando en el ejército para seguir siendo combatientes activos en el campo de batalla. Eran reconocibles por su tlahuitzli amarillo. Al alcanzar el guerrero este rango, este juraba no dar un paso atrás durante una batalla; esto bajo la advertencia de que en caso de faltar a este juramento habría de experimentar el dolor de la muerte a manos de sus compañeros. Los otomís tenían los mismos méritos que los rapados, pero eran de clase noble, compartían el juramento de no retroceder ante el enemigo, custodiaban a los novatos en la batalla y eran considerados los guerreros más valientes del ejército imperial.

Los guerreros de élite se asociaban en unidades especiales que tenían nombre de un animal y su uniforme era parecido al animal que representaban, el casco también adquiría forma de animal, había 7 regimientos u órdenes militares: guerreros del águila (cuauhpilli), que procedían de la nobleza y guerreros del jaguar (ocelopilli) tenían los mismos méritos, pero eran plebeyos, había otros como guerreros coyote, tzitzimitl, xipe totec, huaxteco, y pardo.

         La diáspora mexica provocó la división del grupo y el acomodamiento de partes de él en Tlacopan, Azcapotzalco, Coyoacán y Tizapán. Estos últimos, como sujetos ahí del señorío de Colhuacán, serían luego los fundadores de México Tenochtitlán. Antes de que ello fuera posible, estos mexicas hubieron de servir como soldados mercenarios a los colhuahuas. Cocoxtli, el señor de estos últimos, les encargo atacar y dominar a los xochimilcas a cambio de su libertad, lo que lograron a pesar del reducido pero fiero ejército, entregando a Cocoxtli una prueba fehaciente de su hazaña: las orejas de los ocho mil xochimilcas vencidos llevadas en costales. En la tira de la Pregrinación se describe gráficamente el horror del señor Cocoxtli al contemplar esos despojos y a los serenos verdugos mexicas empuñando sus navajones. Libres de los colhuahuas, estos mexicas pasarían a Mexicaltzingo, en tierra firme, y luego al islote que con trabajos de guerra y construcción convertirían en territorio sobre el cual fundarían Tenochtitlán, aunque el costo inicial fue volver a caer en la sujeción a los tepanecas y enrolarse de nueva cuenta como sus mercenarios.

Otra táctica, ésta no precisamente guerrera en forma directa sino más bien eventual conjuradora de los ataques de posibles enemigos, fue aprendida por los mexicas: las alianzas matrimoniales obteniendo señoras nobles para sus principales y otorgando mujeres a señores importantes. En ese plan, luego de múltiples alianzas con la nobleza de diversos sitios recorridos antes de arribar al islote y tener como sus primeros señores a dos hermanos del señor tepaneca de los mexicas de Tlatelolco, Opochtl, un señor de vieja estirpe mexica, obtuvo del señor de Colhuacán a la princesa Atotloxti. Esta pareja fue la progenitora de Acamapichtli, el primer señor mexica tenochca. Tras victorias importantes de los mexicas encabezados por Acamapichtli, en favor de Azcapotzalco, frente a Xochimilco, Cuitláhuac y Mixquic, y de Huitzilihuitl, segundo señor, hijo de Acamapichtli frente a Texcoco, Xaltocan y Cuauhtitlán, éste obtuvo de Tezozómoc una hija, quien procreó con Huitzilihuitl a Chimalpopoca, nieto por tanto de Tezozómoc.

Los éxitos militares, el progresivo crecimiento de las tierras ganadas a la laguna, la producción, el comercio, los derechos adquiridos por pertenencia a linajes y la preparación constante de los mexicas tenochcas para un eventual enfrentamiento militar, derrota y dominación de los tepanecas, con la consiguiente posibilidad de obtener sus dominios por reconocimiento o por fuerza, llevaron al momento en que, tras ser apresados y asesinados Chimalpopoca de Tenochtitlán, por Maxtla, celoso señor de Coyoacán, hijo de Tezozómoc, los mexicas tenochcas buscaron y lograron la alianza con los acolhuas de Texcoco y los coauhtitlanecas, ya encabezados por su cuarto señor, el legendario Itzcoatl.

Muerto Tezozómoc, divididos los tepanecas por la disputa entre los deudos por el reparto del poder en el vasto señorío, aumentada potencia bélica de los mexicas tenochcas y tlatelolcas con sus aliados militares, el ataque y la derrota de Azcapotzalco no tardó mucho. Inmediatamente después del triunfo, los aliados obtuvieron tierras, trabajadores, materias primas, control de mercados, botín directo y… fama, reconocimiento y sumisión. Más tal acontecimiento transformaría mayormente a la sociedad mexica en su conjunto: los guerreros fueron distinguidos en la premiación, no así la población civil que se había negado a participar en la guerra por un temor basado en las derrotas sufridas antes ante los implacables tepanecas. La estructura social, los objetivos gubernamentales, la observancia religiosa, la ideología, la normatividad en las relaciones sociales y la cosmovisión cambiarían drásticamente entre los vencedores. Tales cambios irían incrementándose a la par del ensanchamiento de los dominios colhuamexicas, acolhuaques y tlacopanecas hacía los cuatro puntos cardinales mesoamericanos durante casi un siglo.

Esta página del Códice Mendoza muestra el cambio gradual de tlahuiztli y armamento de un guerrero al progresar a través de diferentes rangos desde plebeyo, a tameme, a guerrero, a captor de prisioneros (cuextecatl o papalotl), y después a noble, progresando en las sociedades guerreras desde guerrero noble a "guerrero águila", a "guerrero jaguar", a otomitl, a "guerrero rapado" y finalmente a tlacateccatl.

https://es.wikipedia.org/wiki/Militarismo_mexica

 

SEIS TLATOANIS Y NOVENTA AÑOS DE BATALLAS, CAMPAÑAS, PERIODOS ARMAMENTISTAS Y GUERRA PERMANENTE

         Para que el lector aprecie la dimensión del esfuerzo organizativo que en lo tecnológico, lo político y lo ideológico tuvieron que hacer las sociedades militares mesoamericanas, de las cuales los mexicas resultan uno de los mejores ejemplos, para aprovechar y superar las limitaciones de un armamento prácticamente rudimentario, hay que reparar en que originalmente el arco y la flecha, el atlatl o lanzamiento de fisgas, y quizá la honda, las armas más antiguas conocidas, no eran instrumentos especializados para contender entre iguales, sino que servían para cazar o pescar. La praxis de la guerra llevaría a la especialización y a la sofisticación de las armas para aplicarlas en la rendición o reducción de individuos y otros grupos armados.

         El macuahuitl, una especie de espada con navajas de diversos tamaños, para arrojar o para acometer directamente, y las hachas, hachuelas y cuchillos servían para atacar y contender cuerpo a cuerpo. La necesidad de protección dio paso al invento de corazas de algodón reforzado (ichcahuipilli), rellenado, en algunos casos, con sal mojada que, al endurecerse, ofrecía mayor resguardo. También fueron usadas defensas corporales a modo de escapularios de fibra que se extendían hacia las piernas en los encuentros y luego se replegaban para no estorbar el movimiento. Innumerables tipos de cascos y escudos completaban el equipo defensivo individual.

         Además de esta diversidad de armamento, la construcción de murallas, palizadas, trampas erizadas de púas de madera y bambú, zanjas y otros artificios de esa naturaleza asistían de forma importante a las ofensivas y a las maniobras defensivas. El uso de panales de abejas y avispas arrojado sobre el grueso de los grupos enemigos, el empleo de humo de chiles quemados como lacrimógeno y asfixiante y la utilización del ruido emitido por voces, instrumento o choques de sólidos, tenían el objeto de dispersar, confundir y amedrentar al enemigo.

         La complejidad que suponía la organización efectiva de todo ese conjunto armamental se incrementaba inicialmente con servicios de espionaje, reclutamiento de cuerpos irregulares entre grupos de mercenarios y población civil, la combinación de su actuación, ordenada y tácticamente, con la acción del ejército regular o permanente, más la previsión, obtención y alocución de aprovisionamiento armamental, alimenticio, de alojamiento y de asistencia para los heridos.

https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3dice_Mendoza#/media/Archivo:Codex_Mendoza_folio_20r.jpg

         Son muy variadas las cifras que las diferentes fuentes nos proporcionan respecto al número de contendientes que entraban en acción en los combates, lo mismo sucede en cuanto al orden en el que participaban los distintos cuerpos del ejército en el momento de iniciar, proseguir y concluir la contienda, y lo que sucedía antes y después de logar una victoria o sufrir una derrota. De cualquier forma, lo que mencionan los cronistas, historiadores y demás interesados al pormenorizar los fenómenos del militarismo, la guerra y sus amplios efectos sobre la población que los impulsaba y los sufría resultan no sólo suficientes y sugerentes, sino atractivos en extremo para quien los investigue o simplemente los lea con el afán placentero.

         Desde el tiempo de Huehue/Moctezuma se determinó:

         Que hubiese en todos los barrios escuelas y recogimientos de mancebos donde se ejercitase en la religión y buena crianza, en penitencia y aspereza, y en buenas costumbres y en ejercicios de guerra y en trabajos corporales… Que hubiese maestros hombres, ancianos que los reprendiesen y corrigiesen y mandasen y ocupasen en cosas de ordinarios ejercicios… (Durán, 1967, 1:217).

 

Nuevo Cuauhxicalli de Moctezuma I. Esta escultura fue encontrada en el edificio del Exarzobispado. En ella pueden apreciarse las representaciones que hacen referencia a las conquistas emprendidas por los aztecas durante el reinado de Moctezuma I Ilhuicamina. MNA.

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Cuauhxicalli_de_Moctezuma_Ilhuicamina.JPG

         La educación militar era posible y socialmente diferente para los miembros del común y de la élite. El Telpochcalli se destinaba como escuela a los primeros y el Calmécac a los segundos. Los ejercicios, el destino de los graduados los méritos que le serían reconocidos, las posiciones en combate y las condiciones de escalar en grado militar y posición social estaban perfectamente determinados. Ambos, sin embargo, formaban parte del ejército regular y podían optar, según méritos muy precisamente establecidos, a ocupar una amplia gama de cargos. En tanto los reclutas instruidos el Telpochcalli conocían el arte de la guerra con un énfasis especialmente técnico, a los del Calmécac se les inculcaba, además, su espíritu, su trascendencia política, ideológica y religiosa.

https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3dice_Mendoza#/media/Archivo:Codex_Mendoza_folio_43r.jpg

         Además de las diferencias sociales, las derivadas de la pertenencia étnica marcaban distinciones y limitaciones, como las asignadas a los guerreros de filiación otomí, matlatzinca, “chichimeca”, totonaca, zapoteca y otras. Se comprenderá así que las diferencias sociales, étnicas, de uso de armas, de obligada participación coordenada en el transcurso de la batalla (según se comenzara con un ablandamiento del enemigo a base de honderos y flecheros, se continuaran con lanzadores de fisgas y flechas y se llevara a la cúspide la acción de rodeleros, macaneros y lanceros) y de número de participantes implicaba una conducción extremadamente compleja y rigurosa. No nos ocuparemos en detalle del número de contendientes implicados en los combates, ya que era variable según la importancia y trascendencia del esperado triunfo; sólo mencionaremos que éste fluctuaría de acuerdo con el número de unidades básicas convencionales para el ejército regular: un xiquipilli, o escuadrón de 8 000 guerreros, era aportado en Tenochtitlan por un barrio. Esta unidad podía subdividirse en grupos de 200 a 400 guerreros.

https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3dice_Mendoza#/media/Archivo:Codex_Mendoza_folio_20r.jpg

         Sin embargo, al ejército formal o regular se integraban “mercenarios” o gente que buscaba en la acción obtener despojos que le permitieran alguna ventaja para soportar su condición de pobre macehual. Así, los mexicas enviaron 20 000 hombres para enfrentar en Cholula a las huestes encabezadas por los españoles; el contingente excepcional que sumaron españoles, tlaxcaltecas y sus aliados pudo haber sumado más de 50 000 hombres, según refiere Bernal Díaz del Castillo y fray Diego Durán.

         Hernán Cortés escribió al respecto:

         Extendíase tanto la gente, que desde los primeros comenzaron a entrar [a Texcoco desde Tlaxcala] hasta que los postreros hubieron acabado se pasaron más de seis horas sin quebrar el hilo de la gente Cortés, Hernán, Cartas de Relación, 3ª carta).

         ¿Cómo se pudo reunir tal cantidad de gente? ¿Bajo qué tipo de acuerdos, prácticas tradicionales u organización? La conducción de los combates nos revela parte de la disciplina y las convenciones existentes para ello. El conquistador anónimo, un soldado, testigo desconocido de la entrada española, nos dice:

         Guardan cierto orden en sus guerras, pues tienen sus capitanes generales, y además tienen otros capitanes particulares de cuatrocientos y de doscientos hombres.

         Y agrega:

         Es una de las cosas más bellas del mundo verlos en la guerra con sus escuadrones porque van con maravilloso orden y muy galanes, y parecen tan bien, que no hay más que ver (El conquistador anónimo, 1911: 22 y 24).

         Desde el origen, la trayectoria y la realización avanzada de la guerra, hemos insistido en su trascendencia social. De la absorción de ella en las mentalidades, las creencias sistemáticas del hombre y las sociedades prehispánicas, que proyectaban más allá de su muerte en  combate su resurrección en otro mundo, sólo citaremos como significativo el fragmento de una oración que supuestamente dirigía el común de la gente a sus deidades religiosas:

         ¡Hay dolor que la gente popular se va acabando y consumiendo!

         ¡Oh Señor nuestro, valerosísimo y humanísimo y amparador de todos!

         ¿Qué es esto en vuestra ira e indignación se gloria y se recrea en arrojar piedras, lanzas y saetas?

         Nos convendría señor, que os olvidasteis de haber misericordia de los soldados y hombres de guerra, que en algún tiempo los habréis menester, y mejor será que muriendo en la guerra vayan a la casa del sol, y allí sirvan de comida y bebida, que no se mueran y vayan al infierno. (Sahagún, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, Editorial Porrúa, libro IV, cap. 1).

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

Una interrogante que ha permanecido firme en nuestras consideraciones sobre la conquista de los pueblos mesoamericanos es la de la razón efectiva de la derrota de pueblos tan calificados y efectivos para guerrear y lograr imponerse a veces ante enemigos muy superiores.

         Quienes aducen la inferioridad de un armamento neolítico de los indígenas frente a las armas de fuego, el acero y la movilidad que el caballo confirió a los invasores no toman en cuenta algo de lo que antes se ha subrayado: la superación de las limitantes tecnológicas materiales con organización, con tecnología social; muy pronto, tras los primeros encuentros, los indígenas ya habían urdido y realizado formas para bloquear las acciones de la caballería por medio de trampas, enredándoles las patas o atacándoles a distancia. Y desde los encuentros de los cempoaltecas y cholultecas con los españoles se había descubierto la vulnerabilidad de los hombres blancos y sus cabalgaduras.

         La mayoría numérica, el conocimiento del terreno, las posibilidades de emboscar a los españoles, el empleo de técnicas constructivas y el manejo de gran número de trabajadores empleados en grandes obras, como las hidráulicas, aplicados a bloquear el avance hispano y el de sus aliados, aun el recurso de la guerra de guerrillas o de “salteadores”, como los llaman las fuentes, constituyeron ventas para los defensores; el reducido número de caballos, como en realidad lo fue, la disponibilidad restringida de pólvora y proyectiles, el indudable temor que albergaban los invasores tras experiencias anteriores sobre la efectividad de los guerreros aborígenes, la desadaptación  a condiciones climáticas desconocidas y adversas y muchos otros problemas significaron con toda probabilidad condiciones adversas para el limitado grupo de extranjeros blancos.

         Pero si los indígenas invadidos asimilaron rápidamente el arte de hacer la guerra de sus invasores, éstos contaron con la familiaridad que los indígenas aliados que fueron incorporando a su empresa tenían sobre todo tipo de tácticas y argucias a emplear por los mexicas y sus aliados. Esta sería una condición adversa para ellos y uno de los más importantes factores coadyuvantes a la derrota.

         La fama de ferocidad guerrera de los mexicas, la experiencia de casi un siglo de ser dominados por ellos, y todos los rencores y resentimientos acumulados impulsarían a sus enemigos y sojuzgados a contribuir a su vencimiento.

         El descubrimiento por los mexicas de las verdaderas finalidades de los conquistadores y su difusión, la obtención de metales preciosos antes que la cristianización y el reconocimiento del “verdadero Dios”, no lograron convencer a quienes se unían a estos pregoneros de la “misericordia” y el “amor”.

         Precisamente los daños morales que supusieron la destrucción de las imágenes de sus dioses, la vejación y muerte de sus hasta entonces intocables señores, la sensación repentina de la pérdida de muchos siglos de cultura, del que “este mundo es tierra de los tenochcas” fuera cuestionado, fueron las causas primordiales de la derrota, lo demás estuvo a cargo de armas desconocidas, enfermedades imprevistas, yugos no imaginados y lenguajes sin significación para los vencidos.

 

Página del códice Mendoza. En la parte superior se muestra a un sacerdote guerrero ascendiendo por los rangos de su orden. En la parte inferior se muestra el ascenso en la jerarquía religiosa de otro sacerdote.

https://es.wikipedia.org/wiki/Militarismo_mexica

 

 

 

Lameiras Olvera, José, “La Guerra, en el México antiguo” en México Antiguo, Antología de Arqueología Mexicana, México, INAH, Editorial Raíces, biblioteca para la actualización del maestro, SEP, vol. 1, 1995, pp. 26-35.

 

https://arrecaballo.es/edad-moderna/conquistadores-espanoles/hernan-cortes/

APÉNDICE

TIRA DE LA PEREGRINACIÓN

Aztlan codex boturini

El códice muestra una isla con un templo piramidal en su centro, coronada por un grupo de caracteres atl acatl que se suponen el nombre de su divinidad. A los lados del templo hay dibujadas seis viviendas, un hombre y una mujer. Como saliendo de la isla remando hay un hombre en una canoa, cuya dirección marca el inicio del viaje, que se sigue por huellas de pasos. Estos se dirigen a un cerro inclinado hacia la izquierda y una efigie enmarcada en un óvalo; una representación temprana de su dios tutelar Huitzilopochtli, de ella salen unos glifos en forma de voluta; la vírgula de la palabra, es decir, la acción de hablar del personaje con el cual se encuentra asociado por proximidad espacial.

Aparecen los símbolos de ocho tribus: 

chalcachichimecacuitlatecamalinalcamatlatzincatepanecauexotzinca y xochimilca y cuatro figuras que continúan el viaje: TezcacouatlQuauhcouatlApancatl, y Chimalman. Se ve entonces un árbol quebrado, junto al que se observan cinco gruesos puntos, representando la medida y dimensiones del tronco; mención de gran importancia, ya que este hecho es tomado como un prodigio que les indica la continuidad de su viaje. Después aparecen seis figuras escuchando a la divinidad y llorando…….

 

 Códice de Boturini, ya que se trata de un manuscrito en el que se registra de manera legible la salida de los mexicas desde su antigua tierra hasta su llegada al valle de México pocos años antes de que se erigiera Tenochtitlan.

Pese a que este archivo está inconcluso, es considerado uno de los documentos fundacionales de la historia de nuestro país, pues es el documento más temprano de la migración azteca y la versión histórica que retrata es una de las más utilizadas. Incluso se encuentra reproducido en grandes dimensiones en el patio central del Museo Nacional de Antropología.

El códice, también conocido como Tira de la Peregrinación, fue hecho en una tira de amate constituida por 22 láminas que forman un biombo de 5.49 metros. Se cree que puede estar basado o ser una copia de un documento más antiguo.

De acuerdo con lo narrado en las láminas, el dios Huitzilopochtli ordena a los aztecas abandonar Aztlan, su tierra de origen cuyo nombre significa “lugar de garzas” o “lugar de blancura”, un sitio misterioso ubicado al norte que obtiene su denominación probablemente ante la abundancia de garzas en las aguas que rodeaban la isla donde se asentó originalmente este pueblo.

Su dios les indica que deben buscar un nuevo asentamiento por lo que los aztecas, portando las reliquias o una figura de madera que representaba a Huitzilopochtli, inician su recorrido atravesando lugares desérticos acompañados de siete u ocho barrios provenientes de un poblado cercano.

Tras separarse de ellos por orden de su dios, se encontraron en su camino con los mimixcoas, divinidades lunares o demonios. Huitzilopochtli ordenó a los aztecas que los sacrificaran como primera ofrenda para él.

Después del sacrificio, Huitzilopochtli renombró a su pueblo y a partir de ese momento tomaron el nombre de mexicas; fueron consagrados así cuando su dios les entregó el arco, la flecha y la red.

Siguieron su camino y se asentaron por primera vez desde que salieron de Aztlan en Coatlicamac (las fauces de la serpiente) y Cuextecaichocayan (lugar donde lloró el huasteco). El códice narra que tras varias décadas llegaron a Tollan, donde se quedaron por 20 años, para después llegar al antiguo lago de Texcoco, en donde viajaron y se asentaron por diversas zonas durante varios años (Tlemaco, Atotonilco, Apazco, Tzompanco, Xaltocan, Acalhuacan, Ehecatepetl, Tulpetlac y Cohuatitlan, en este último descuben el maguey y aprenden a hacer pulque).

Son atacados por un pueblo y obligados a asentarse en Pantitlan, donde son víctimas de una epidemia.

Continuaron su viaje nómada hasta que se asentaron en Chapultepec por 20 años, pero ahí son tomados prisioneros por el tlatoani de Colhuacan, quien, ante la abundancia de mexicas en uno de sus barrios, los usa como guerreros para deshacerse de ellos en una batalla contra los Xochimelcas.

El tlatoani les pide que maten o tomen prisioneros a varios de ellos y que les corten sus orejas, las cuales deberán llevar en un saco como muestra de su hazaña. Los mexicas se organizan y deciden utilizar hojas de obsidiana como armas y resuelven que mejor cortarán las narices de sus enemigos para que el tlatoani de Colhuacan no piense que cortaron ambas orejas; así llevarán una pieza por cada enemigo.

Hasta aquí llega el Códice de Boturini, el cual relata las vicisitudes de este pueblo previas al encuentro con la manifestación sagrada del águila sobre el tunal, una visión narrada como una profecía dictada por Huitzilopochtli como seña del lugar elegido para asentarse.

A partir de este momento inicia el periodo sedentario definitivo de los mexicas; el portento del águila y el nopal es narrado en el Códice Mendocino, en el que se muestra entre otros personajes a Tenoch, un sacerdote sentado sobre un petate que vislumbra al águila en donde es fundada Tenochtitlan (el lugar cerca del tunal).

No hay conceso sobre la fecha de su fundación; sin embargo, a principios del siglo XX se designó el 13 de marzo de 1325 como fecha para la conmemoración de la fundación de Tenochtitlan.

https://www.gob.mx/cultura/articulos/el-codice-boturini-del-peregrinaje-de-los-aztecas-a-la-fundacion-de-mexico-tenochtitlan?idiom=es  


Lámina 1

Lámina 2

Lámina 3

Lámina 4

Lámina 5

Lámina 6

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Lámina 8

Lámina 9

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Lámina 20

Lámina 21

Lámina 22













 

































 
















 



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