IMÁGENES DE
LA EDICIÓN FACSIMIL DEL CÓDICE ALBELDENSE
(CÓDICE SIGNADO CON EL NÚMERO 976 DE EL ESCORIAL)
Estrella de los vientos, folio 14.v
Concilios griegos y latinos
El Lector y el Códice
El lector y el Códice, parte inferior
Cruz Anicrónica
Adán y Eva. La serpiente entrega un higo a Eva
Noé y sus hijos, Mapamundi, Paraíso
Maiestas
Vigila en su scriptorium
Comienzo del Índice de los Concilios
Reyes visigodos (arriba), Reyes navarros (en el medio) y Amanuenses
(abajo)
Libro Quinto
Diagrama de Cómputo del tiempo
Ciudad de Toledo
Ordo de celebrando concilio
Crónica Albeldense,
La cruz señala la mención a la ciudad de
Albelda: “Aluaidam, urbem fortissiman” (2ª línea)
EL ESCRITORIO DE SAN MARTIN DE ALBELDA
La
primera noticia conocida sobre la actividad escriturística del monasterio de
San Martín de Albelda, figura en el extenso prólogo que el presbítero Gómez
realiza, como introducción al tratado de Virginitate
de San Ildefonso, copiado por él en el año 951 23. Este códice es el más
antiguo de los conservados, escrito en este monasterio. Es de suponer que para
ese año, el cenobio, que según el citado prólogo contaba entonces con casi
doscientos monjes 24, dispusiera ya de una biblioteca y escritorio, llamado a
convertirse poco después en uno de los centros culturales más importantes de la
Edad Media española, abierto, como veremos, a las más variadas influencias 25.
Precisamente ha señalado el profesor Bishko, que el período de máximo esplendor
del monasterio coincide con los años del abaciado de Salvus, a quien su
escritorio le debe el impulso definitivo 26; bajo su patrocinio y el de sus
sucesores se lleva a cabo la gran obra salida de este taller, el códice Vigilano e incluso él mismo
compuso «himnos», «devotas oraciones» y hasta «una regla dedicada a las monjas
a base de extractos de la Regla de San Benito» 27. Es decir, que su labor no se
limitó únicamente a impulsar las tareas del scriptorium, sino que él mismo
desplegó una intensa actividad literaria. Sin embargo, de «da gran cantidad de
libros en letra gótica» que según datos aportados recientemente por Gregorio de
Andrés, pudo aún ver a comienzos del siglo XVI el conde de Aguilar en una de
las cuevas del monasterio, apenas sabemos nada 28. Unicamente son dos los
manuscritos completos que han llegado hasta nosotros, elaborados con seguridad
en su escritorio 29: el códice de
Godescalco que se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional de París y
el códice Vigilano o Albeldense de
la Real Biblioteca de El Escorial. Ambos están ornamentados, aunque de modo muy
desigual. Así frente a la sobria decoración de lacerías de las iniciales del
primero, es de destacar la rica ornamentación del segundo, con sus 88 folios
miniados con figuras y escenas diversas, algunas incluso a página entera,
constituyendo por sí mismo este códice, una de las más espléndidas
manifestaciones de la miniatura española altomedieval. Se conserva también un
fragmento de una Biblia Albeldense que es de suponer estuvo ricamente
ilustrada.
A. El Códice de
Gomesano
Este códice 30
fue copiado por el presbítero Gómez a petición de Godescalco, obispo de Puy en
Velay (927-962) a su paso por el monasterio, camino de Compostela 31. Su
realización se llevó a cabo entre los años 950-951. Es en enero de este último
año, cuando Godescalco, al regreso de su peregrinación, se lo lleva consigo a
su diócesis de Francia. Estas circunstancias en las que se elabora el trabajo
son importantes, porque evidencian un hecho frecuente en el siglo X: las
recíprocas relaciones que existieron en esta centuria entre uno y otro lado de
los Pirineos, relaciones que explican el influjo ultrapirenaico que, como
veremos, impregna las artes de este período 32.
La decoración de este códice es sobria,
reduciéndose al ornato de iniciales de lacería. J. Guilmain ha puesto de
relieve el carácter carolingio de las mismas 33 testimoniando de este modo el
importante papel, que a mediados de siglo, desempeñaban ya los influjos
nórdicos en el scriptorium de Albelda. Estos influjos, sin embargo, no son
exclusivos de esta zona. Precisamente ha señalado C. Nordenfalk, que es hacia
el año 930-940, cuando se deja sentir en la España del Norte, el impacto del
renacimiento carolingio, que se manifiesta entre otros factores, en la
aparición en los manuscritos mozárabes castellanos y leoneses, de grandes
iniciales de lacería, obviamente inspiradas en la escuela de Tours y en modelos
franco-sajones 34. Esta impronta carolingia es patente, desde luego, en los dos
artistas más importantes de esta primera mitad de siglo: Florencio y Magio,
pioneros en el desarrollo de la iluminación y caligrafía en los ámbitos en los
que trabajan, el primero en la zona de Castilla, y Magio en la órbita leonesa.
Los dos utilizan el elemento nórdico del entrelazo en el vocabulario decorativo
de sus iniciales. La primera obra conocida de Magio, que data probablemente de
mediados de siglo, es el manuscrito de Beato que se conserva en la Pierpont
Morgan Library de Nueva York 35. Aunque la decoración abstracta no juega aquí
un papel dominante, el códice contiene algunas iniciales de entrelazo. J.
Guilmain ha llamado la atención sobre las de los folios Ir, fol. 238 v, y fol.
10 r que indudablemente derivan de modelos insulares llegados a España por el
intermediario de algún modelo francosajón 36. Admite este autor incluso la
posibilidad de que Magio dispusiera de algún manuscrito francés importado a la
península a fines del siglo VIII o comienzos del siglo IX 37. Estos
entrelazados nórdicos los encontramos también en el Beato de Távara, empezado
por el propio Magio pero terminado por su discípulo Emeterio en el año 970 38.
Varios autores han observado igualmente como asimismo el calígrafo Florencio
utiliza el entrelazo nórdico en el repertorio decorativo de sus iniciales 39.
El propio J. Guilmain ha precisado estos influjos carolingios en algunas
iniciales de las obras conocidas de este artista, como en las Moralia in Job de
San Gregorio del año 945 (Madrid, Biblioteca Nacional, cód. 80) 40, en las
Homilías de Esmaragdo de la Catedral de Córdoba 41 y en un fragmento de Biblia
del año 953 42 cuyas iniciales de entrelazo, aunque más simples de estructura
si las comparamos con las de las Moralia, derivan también de modelos nórdicos
43. La personalidad de estos maestros pudo influir, como es lógico, en la obra
de sus discípulos, de modo que ese tipo de decoraciones pasa a formar parte del
vocabulario ornamental de los manuscritos elaborados en sus zonas de influencia
leonesa y castellana.
Ahora bien, ¿cómo llegan estos
influjos nórdicos al monasterio de Albelda? Más que pensar en un influjo
directo, posible también, de manuscritos francos llegados a la Rioja 44, hay
que admitir como más probable, teniendo en cuenta la difusión que el elemento
nórdico adquiere en la miniatura castellano-leonesa poco antes de mediados del
siglo, que fue precisamente a través de Castilla, como estas formas carolingias
llegaron a aquélla. Aunque no sabemos nada sobre la personalidad del escriba
Gómez, admitiendo que él mismo realizara la decoración del códice y la
posibilidad de que fuera el mismo escriba que en el año 914 terminó los Moralia
de San Gregorio en el monasterio castellano de San Pedro de Cardeña, tendríamos
en él el enlace cultural entre Castilla y Albelda 45.
Al Iado de estos influjos nórdicos,
se observa, en la decoración de este códice, aunque en menor escala, otros
elementos decorativos tomados del repertorio ornamental musulmán 46.
B. El códice
Vigilano o Albeldense
discípulo (discipulus), así como los reyes de
Pamplona en cuyo tiempo fue redactada la obra, constando igualmente el nombre
del monasterio en el que se realizó San Martín de Albelda y la fecha en que se
terminó: 976 49.
La ilustración de este códice es de
extraordinaria riqueza, equiparable únicamente entre los de su época, a la de
la serie de los Beatos, tanto por el número de folios miniados, algunos a
página entera, como por la calidad de las miniaturas 50. Sin embargo los
autores que han tratado de la miniatura española altomedieval, quizá
deslumbrados por la originalidad de aquéllos, se han limitado a citarlo,
señalando su lugar de origen, fecha en que se terminó, artistas que
intervinieron en su ejecución, y añaden todo lo más una breve relación de las
miniaturas más importantes describiendo someramente su estilo 51. Además
mientras los primeros cuentan con varios estudios monográficos de conjunto y
sobre alguno de ellos en particular, no existe, en cambio, ninguna monografía
sobre este códice.
arquerías, se encuentra ya en la iluminación
carolingia, de modo que su estilo puede ser definido como un modo de decoración
que deriva en primer lugar de modelos franco-insulares 55. Es muy
significativo el hecho de que exista una continuidad perfecta entre la inicial
D -la más elaborada del códice de Gomesano anteriormente citado- formada con
entrelazos y las numerosas iniciales D que aparecen en este manuscrito que nos
ocupa, muy semejantes a las de aquél. No cabe duda de que unas y otras revelan
un mismo origen nórdico. Lo mismo cabe afirmar cuando estos entrelazos y cintas
se fusionan con cabezas muy estilizadas de animales que les sirven de remate,
cuya similitud aunque no igualdad con manuscritos carolingios e insulares ha
sido también puesta de manifiesto por Guilmain 56, A estos motivos hay que
añadir otros que testimonian igualmente idéntica fuente occidental europea,
como son la serie de arquerías que decoran páginas enteras cuyos elementos
arquitectónicos han sido sustituidos o combinados con cuerpos y miembros
humanos y animales. Rige en estos folios el principio de variación que será
después tan utilizado en la ornamentación románica, ya que aunque la estructura
esencial decorativa de cada página no varía, los motivos ornamentales se
combinan en todas de modos diferentes.
Así en ocasiones los animales que sustituyen
a las bases de las columnas se representan enteros; otras veces, únicamente sus
cabezas, en este caso agrupadas de dos en dos. En otras arquerías sustituyen a
los capiteles, ofreciéndonos modalidades diversas, bien representados de cuerpo
entero, o únicamente sus cabezas, muy estilizadas, que son a su vez remate de
una cinta semicircular que forma la curva de la cesta del capitel. Es ésta una
composición muy original ya que frecuentemente en estos casos las patas
posteriores de estos animales aparecen asociadas a las basas de las columnas, y
sus cuerpos están compuestos con los fustes de las columnas ornamentados con
entrelazos. Cabezas y patas, concebidas «realísticamente», se asocian a la
decoración abstracta. Las fuentes de todos estos motivos han sido también
estudiadas por Guilmain quien ha demostrado que todos ellos derivan de
prototipos nórdicos sobre todo de la iluminación merovingia, carolingia y
franco-insular 57. Incluso algunos de estos motivos que tienen su origen
remotamente en el arte oriental, como es el empleo de animales como basas de
columnas (arquitectura hitita), adopta en el Códice Vigilano la variante
occidental al estar suspendidos o colgantes de la columna y no sosteniendo
ésta, como es habitual en las artes orientales.
Nos encontramos por tanto con todo un
repertorio ornamental variadísimo que supone una importación occidental europea
en el escritorio albeldense durante la segunda mitad del siglo X.
Más difícil de precisar son las rutas
que pudieron tomar estas influencias del otro lado de los Pirineos, pero lo más
probable parece ser que éstas llegaron, como dijimos, a Castilla de donde se
expandieron hacia La Rioja. Por una parte confirma esta probabilidad el hecho
de que estos entrelazados nórdicos simples o combinados con motivos zoomórficos
fueron temas predilectos de los artistas que trabajaron en los escritorios
castellanos de Cardeña, Silos y Valeránica. Con respecto a los primeros de
estos motivos hemos visto ya las obras principales donde aparecen; y por lo que
se refiere al entrelazo zoomórfico, éste constituye la mayor parte de las
iniciales de la Biblia del año 949 realizada en San Pedro de Cardeña 59, así
como de las principales obras de Florencio, como en las Morales de San Gregorio
de la Biblioteca Nacional de Madrid, y en la Biblia de la Colegiata de San
Isidoro de León datada en el año 960, firmada por él y su discípulo Sancho 60.
Como obra significativa del scriptorium silense citaremos el manuscrito de la
Biblioteca Nacional de París nouv. acq. lat. 2176, con idénticos entrelazados
zoomórficos 61. Por otro lado es preciso tener en cuenta el hecho de que
algunas obras literarias castellanas como el Penitencial de Silos según Romero
de Otazu 62 y los Smaragdos según Pérez de Urbel63 derivan de fuentes llegadas
a Castilla en el siglo X o antes procedente del imperio franco. Además, según
este autor, el Penitencial que incluye Vigila en los últimos folios de su gran
obra albeldense 64 es probablemente un extrado del Penitencial silense
atribuido a Florencio por Menéndez Pidal y Romero Otazu 65. De lo dicho
anteriormente, cabe preguntarse ¿conocía nuestro miniaturista Vigila las obras
de este gran maestro de nuestra caligrafía y arte de la ilustración del libro
que fue Florencio? Sin embargo su arte, en cuanto a la figuración, dista mucho
de la de éste siendo el de Vigila mucho más avanzado, como hemos observado, en
el sentido de presagiar en algunos aspectos los futuros tiempos románicos. Los
temas estrictamente ornamentales, en cambio, presentan las formas típicas que
procedentes de Francia recogen ya desde los años 930-940 los manuscritos
castellanos del siglo X. De todos modos, al lado de estos posibles influjos
castellanos, es preciso tener en cuenta, que gran parte de este acervo
cultural-artístico ultrapirenaico, pudo penetrar en los monasterios riojanos,
también a través del Camino de Peregrinación que para entonces ya estaba
constituido. El sistema de arquerías vigilianas por ejemplo no figura en ningún
códice castellano, lo cual hace suponer en mi opinión varios caminos de
difusión de las formas ultrapirenaicas.
Otros motivos ornamentales revelan
que los influjos islámicos habían penetrado también en el scriptorium de
Albelda, como vemos en una serie de hojas estilizadas adornadas con anillos
-que después veremos proliferar en los capiteles del Maestro de Claustro de la
Catedral de Pamplona ya de época románica - o en los arcos de herradura con la
curvatura propia de los musulmanes, y algunos motivos ornamentales que como en
el códice de Godescalco recuerdan a los caracteres de la escritura cúfica. No
menos sorprendente es también el hecho de encontrarnos en los capiteles de las
arquerías de este códice, tres bustos de hebreos con indumentarias musulmanas,
constituyendo así un ejemplo de reminiscencia hebraica en la iconografía del
Vigilano.
Otros investigadores han señalado, además, influjos
orientales en las miniaturas de este códice. Para Pijoan este manuscrito tiene
que derivar forzosamente de un prototipo anterior realizado en época visigoda
aunque no señala cuál 66. Se basa su opinión en razones conceptuales y
estilísticas. Por una parte, considera que la labor de reunir y editar las
actas de los concilios ecuménicos que debió realizarse ya por la Iglesia
visigoda, suponía un esfuerzo tal de erudición y de crítica, «que no se puede
imaginar en los monasterios españoles, algo aislados del resto del mundo,
después de la invasión de los árabes» 67. Por tanto para este autor Vigila y
sus colaboradores no hicieron sino copiar un texto anterior. Este debió de
estar además ilustrado. Corrobora su opinión algunos detalles de indumentaria
que son considerados como «de moda ya pasada», como las «telas rodadas», «das
potamoi», y las togas que visten algunos personajes. Otros indicios de
antigüedad en sus miniaturas, como el uso de nimbos para muchos personajes sin
ser santos, los marcos con fondos para los retratos, e incluso el sistema de
figurar los objetos sin perspectiva, ha llevado a pensar a este autor en un
origen oriental sirio o egipcio y sobre todo copto del modelo: «es probable
-afirma- que, cuando en la época visigoda se compuso el venerable modelo de la
Hispana de los Concilios, copiado libremente por Vigila y Velasco 68, los
padres españoles se procuraron documentos del Oriente y del Egipto, provistos
de miniaturas» 69. Por su parte Cook ha analizado el parecido del tratamiento
de las telas con el de algunos manuscritos coptos que se conservan en la
Pierpont Morgan Library de Nueva York 70.
Ambos influjos occidental, y oriental a
través de lo visigodo, son perfectamente compatibles en el Vigilano, ya que
evidentemente, como veremos en el próximo capítulo, Vigila pudo inspirarse en
algún manuscrito de la Hispana que probablemente estuvo ilustrado, pero supo
incorporar las nuevas corrientes artísticas, sobre todo europeas y
también islámicas, que habían llegado ya a los escritorios
castellanos e incluso al de San Martín de Albelda desde mediados de siglo,
influjos patentes sobre todo en los aspectos ornamentales del códice. A la vez
supo crear un estilo personal visible en la concepción de los personajes con
innovaciones que preanuncian los tiempos románicos.
C. El fragmento de
Biblia Albeldense
Una página,
existente actualmente en el Instituto de Estudios Riojanos de Logroño, es el
único fragmento miniado que conservamos hoy de una Biblia copiada en el
escritorio de Albelda, y que a juzgar por su estilo, pertenece a la segunda
mitad del siglo X 71, Representa un personaje con báculo en una mano, mientras
que alza la otra adaptándose así al formato de la letra P. Su estilo se aparta
de las innovaciones de Vigila, revelándose la mano de otro miniaturista más
afín al mozarabismo característico de los códices de esta segunda mitad de
siglo. Este mozarabismo guarda relación con la concepción completamente plana
de la figura, dando sensación de haber sido «aplastada» con una plancha o gran
peso. No existen aquí los plegados en relieve de los personajes vigilanos, ni
tampoco se acusan las formas del cuerpo humano a través de las telas, como en
aquél.
Los rasgos, que hemos calificado como
definitorios de los distintos artistas -modos de tratar los rostros e
indumentaria- sobre todo revelan aquí un parentesco tan estrecho con los del
miniaturista del Beato de El Escorial, que no podemos menos que sospechar que
ambos códices, el fragmento bíblico y el Beato, sean obra de una misma mano.
Desgraciadamente no se conserva más que esta única miniatura de la Biblia
Albeldense, que posiblemente estuvo ricamente ilustrada (trataremos de ello en
el próximo capítulo) y no basta ella sola para asegurar la identificación del
autor que proponemos. Obsérvese cómo el perfil del rostro en los personajes del
Beato y en el del Fragmento es el mismo, siendo en cambio diferente con los de
los demás personajes de otros códices, incluso de ambos escritorios riojanos.
El trazado de la boca, nariz, ojos y ceja es también similar, lo mismo que la
indumentaria.
NOTAS
http://www.vallenajerilla.com/albeldense/index.htm
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