lunes, 14 de julio de 2025

 

Historia prehispánica

El juego de pelota

 

El tlachtli o ulama está rodeado de simbolismos que lo hacen convertirse de un simple pasatiempo en una actividad ritual de tintes políticos y religiosos.

Su ubicación física entre los edificios asociados al poder y sus elementos arquitectónicos son sólo pequeñas muestras de la relevancia del Juego de Pelota.

Su existencia se remonta al menos a los últimos siglos antes de nuestra era.

En la parte central de las canchas usadas para el juego de pelota, conocida en lengua maya con el nombre de pok a pok, era común que se colocara este tipo de esculturas. Las mismas cumplían la función de consagrar la cancha y, al mismo tiempo, servían como marcadores. Este disco procede de la zona arqueológica de Chinkultic, ubicada en el municipio de La Trinitaria, Chiapas. La figura central representa al gobernante de esta antigua ciudad, quien porta los elementos característicos de la práctica ritual de este juego. Con gran dinamismo, la escena capta el momento en que golpea la pelota con su cadera. Por las inscripciones glíficas presentes en el centro y alrededor del personaje, se ha señalado el día 17 de mayo del año 591 d.C. como fecha del evento ritual.

https://difusion.inah.gob.mx/divulgacion/taller-de-elaboracion-de-reproducciones/catalogo-de-reproducciones/585-5018-disco-de-chinkultic.html

Hablar de juego de pelota prehispánico en México es a la vez justificado y muy reductivo: reductivo porque, según las evidencias arqueológicas, iconográficas y etnológicas, no existía un solo tipo de juego, sino varios,  muy distintos y  probablemente antagónicos. Justificado porque la mayoría de estos juegos nunca conocieron una historia o trayectoria tan larga y rica como el tlachtli, o ulama, como se llama ahora. Este juego, que se practica todavía en ciertos pueblos de Nayarit o de Sinaloa, tiene una antigüedad que alcanza por lo menos los últimos siglos antes de nuestra era –o sea, el Formativo Tardío-, y se supone que su origen podría encontrarse entre los olmecas; el descubrimiento reciente de bolas de caucho en el cerro manatí indica que esta sustancia era ya conocida entonces. El tlachtli tiene así una existencia de más de dos milenios, a pesar de los cambios y acontecimientos que constituyen la historia de México. Además, a través de los siglos, el juego de pelota ha evolucionado y cambiado mucho, aunque siempre conservó un papel primordial entre los distintos pueblos que lo practicaron o rechazaron. Con más de mil doscientas canchas ahora registradas en Mesoamérica y en sudoeste de Estados Unidos, el juego de pelota, entre otros fenómenos, constituye un rasgo cultural que permite caracterizar el mundo mesoamericano.

 

Pánel de los jugadores de pelota de Toniná, México

https://www.mesoweb.com/es/informes/TNA_M72.html

         En la República Mexicana siguen vigentes todavía varios juegos tradicionales cuyo origen prehispánico resulta muy probable. Entre los varios ejemplos conocidos, la pelota mixteca y la pelota tarasca, que se practican todavía en Oaxaca y Michoacán, son los casos más interesantes, sin querer menospreciar otras tradiciones como la carrera tarahumara. La pelota mixteca se juega entre dos equipos, en una cancha larga y estrecha: se golpea con la mano una pelota pequeña y dura, del tamaño de una pelota de tenis; para protegerse de los golpes, y para dar más fuerza, los jugadores usan unos guantes muy pesados, de piel y madera, de unos tres y cuatro kilos. Aunque no se conocen claras pruebas de la existencia del juego en tiempo de la conquista, varias esculturas fechadas del Preclásico han sido halladas en excavaciones en el sitio de Dainzú, en el valle de Oaxaca, que representan personajes vestidos con protecciones corporales, guantes y máscaras, que han sido identificadas como jugadores de pelota mixteca. Pero hacen falta datos complementarios para comprobar que el juego nunca estuvo bajo influencias europeas, ya que los españoles conocían un juego que se parece mucho a la pelota mixteca.

Izquierda: Jugador de pelota. Relieve 42. Derecha: Conjunto A. Zona arqueológica de Dainzú, Oaxaca. FOTOS: GERARDO GONZÁLEZ RUL / RAÍCES.

 

 

         En Michoacán, entre los tarascos, el pasiri-a-kuri parece tener un origen prehispánico más seguro. Los jugadores de los dos equipos opuestos usan como cancha las calles del pueblo, y golpean con palos de madera una pelota de cuero o de madera, según la zona en que se practique el juego. Es probable que en los tiempos prehispánicos este juego hubiera sido practicado en espacios específicamente dedicados a ellos: efectivamente en los murales de Tlalocan, en Tepantitla, se pueden ver dos grupos de jugadores llevando palos, enfrentándose en una cancha en cuyas extremidades están dispuestas dos estelas compuestas parecidas a la que se encontró en La Ventilla. Otras estelas similares han sido halladas en sitios de Guerrero o de Guatemala (Kaminaljuyú, Tikal), donde se manifestó la influencia de la metrópoli de Teotihuacán. Influencias teotihuacanas han sido también identificadas en sitios de Michoacán, por lo que resulta, entonces, muy probable que el pasiri-a-kuri represente una herencia del juego de Teotihuacán. Pero, tanto en Oaxaca como en Michoacán, estos juegos sólo representan sobrevivencias de juegos que nunca tuvieron la importancia ni el papel del tlachtli.

         Según los trabajos recientes de los etnólogos, pero también los numerosos textos etnohistóricos de cronistas tanto del tiempo de la conquista (Sahagún y Durán, entre ellos) como d épocas más recientes (el padre Santarén, por ejemplo), y usando los documentos iconográficos prehispánicos, tales como los códices o las esculturas, ha sido posible obtener una idea bastante precisa de la manera en que se jugaba.  Cada equipo tenía entre uno y siete jugadores, dispuestos en la mitad de una cancha larga y ancha. Se lanzaban directamente o haciendo pases, una pelota de hule no vulcanizado que pesaba alrededor de tres kilos: normalmente, estaba prohibido tocar la pelota con la mano, el pie o la cabeza, pero esas prohibiciones podrían explicarse también por razones de prudencia, ya que el golpe de la pelota con estas partes del cuerpo hubiera ocasionado consecuencias graves o hasta fatales. Poniéndose de acuerdo antes del juego, podían golpear la pelota con el hombro, la espalda y las nalgas, y para protegerse se ponían cinturones o fajas, de piel o de tela. Los llamados yugos prehispánicos que se encontraron en gran cantidad en la Costa del Golfo, pero también en otros sitios, se interpretan como réplicas en piedras finas de estos cinturones, y algunos autores piensan que habrían sido usados como moldes para los cinturones de piel. A veces, otras representaciones de jugadores llevan también guantes o rodilleras, y se supone que los usaban para protegerse cuando se lanzaban al suelo para recoger una pelota que venía por abajo. Según los testigos que presenciaron el juego, la pelota rebotaba con mucha velocidad, y el juego era rápido y peligroso. Es muy difícil saber de qué manera contaban los puntos, y se sabe solamente, por los estudios etnológicos, que la cuenta es muy compleja, ya que el tanteo de los dos equipos cambia de manera simultánea; parece que eso pasaba también en los tiempos prehispánicos, ya que un cronista menciona una partida famosa entre el emperador Moctezuma y el rey de Texcoco, en la que habían apostado la suerte del Imperio Azteca: dice que Moctezuma había ganado “dos rayas” pero que después su adversario le ganó las tres rayas, sugiriendo así que, mientras el tanteo de uno subía, el del otro bajaba. Las rayas se contaban con faltas cometidas por los jugadores cuando, por ejemplo, uno de ellos tocaba la pelota con una parte del cuerpo no autorizada, o cuando no lograba recoger la pelota, o también cuando la pelota salía de la cancha.

 

Pasiri a kuri (Pelota Purépecha) de Michoacán es pariente del Hockey moderno. Tradicionalmente se juega con varios participantes y sus bastones dirigiendo la pelota por las calles del pueblo. Una variante es la de la pelota encendida, de cuerda y trapo y cargada de combustible, semeja un cometa cuando viaja llameante, golpeada por un bastón.

https://eljuegodepelota.com/2020/07/los-guardianes-de-la-tradicion/

Gran Juego de Pelota. A la derecha el Templo de los Jaguares, al fondo el Templo Norte. Zona arqueológica de Chichén Itzá, Yucatán. FOTO: OLIVER SANTANA / RAÍCES.

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/la-antiguedad-del-juego-de-pelota

         Lo más importante, sobre todo para los arqueólogos, es que el tlachtli se practicaba en una cancha elaborada de una forma muy particular. Cada cancha incluye ciertos elementos permanentes, que son un pasillo estrecho y largo entre dos estructuras laterales. En casi todos los ejemplos conocidos, salvo algunos en Chichén Itzá y Amapa (Nayarit), las estructuras laterales están compuestas por un talud más o menos inclinado que culmina en su parte superior en una cornisa que puede alcanzar varios metros de alto, como en Uxmal. En su parte inferior, el talud a veces cae directamente con un reborde vertical en el piso del pasillo; a veces, los taludes dan en una banqueta baja con reborde vertical o subvertical. En muchos casos, las extremidades del pasillo están abiertas, pero existen canchas donde una o las dos extremidades del pasillo dan a una plazuela sonde se encuentran altares o muros bajos que delimitan la zona, como en Ezná o en Copán.

Juego de Pelota. Uxmal

https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Juego_Pelota_Uxmal.jpg


Los juegos de pelota del Preclásico Tardío al Clásico Temprano en Jalisco no tienen adornos como inscripciones o esculturas, por lo que nos apoyamos principalmente en las características arquitectónicas y su distribución para entender su función en la cultura Teuchitlán. En su estudio, Shina DuVall (2007) encontró que los juegos de pelota no tuvieron ninguna orientación astronómica, lo que lleva a considerar otras posibilidades. Cuando sus orientaciones se dibujan sobre un mapa de los valles surgen otros patrones. Un grupo de canchas situadas entre los pueblos actuales de Tequila y Amatitán comparten orientaciones semejantes, que parecen converger en un solo lugar, posiblemente en Los Guachimontones. Entonces, es más probable que los juegos de pelota estén orientados hacia una variedad de elementos fijos en el paisaje (montañas, manantiales, sitios importantes), y no hacia fenómenos astronómicos como solsticios. Los arquitectos buscaban tal vez enfatizar conexiones con la montaña sagrada de la cosmología mesoamericana. Numerosos juegos de pelota están vinculados a los templos circulares, de manera que apuntan a la pirámide central circular que simboliza la montaña sagrada y el centro simbólico del cosmos (Beekman, 2003, 2016). Otros factores también pudieron estar involucrados. Varios de los sitios en los márgenes de los valles de Tequila tienen dos juegos de pelota y parecen hallarse orientados perpendicularmente uno de otro.

El juego de pelota también se ha interpretado en términos sociopolíticos en lugar de ideológicos. Actualmente, los equipos de deporte son importantes para desarrollar un sentimiento de identidad comunitaria que oscurece u opaca otras diferencias sociales como la etnicidad o la clase social. Por ejemplo, Fox (1996) propuso que el juego de pelota fue importante para negociar conflictos entre grupos de distinto origen en comunidades sedentarias tempranas. En lugar de entrar en guerra, distintos grupos sociales se enfrentaron en juegos de pelota y resolvieron sus conflictos de mejor manera. Por otro lado, Gillespie (1991) propuso que el juego de pelota formalizó las divisiones sociales y mantuvo el statu quo. Ambas interpretaciones son probablemente correctas en distintos casos.

Imagen: Izquierda: Las figurillas masculinas de El Opeño, Michoacán, que representan jugadores de pelota tienen elementos protectores y cascos; las femeninas sólo llevan cascos. Museo Nacional de Antropología. Foto: Oliver Santana / Raíces. Derecha: En las fases Tequila II y Tequila III, los jugadores se identifican por sostener una pelota; si la escala de las figuras es cierta, quizá las pelotas midieron entre 10 y 20 cm de diámetro. Figura efigie hueca estilo Ameca-Etzatlán, centro de Jalisco. Foto: Cortesía de la Colección Andrall y Joanne Pearson, 2005. Metropolitan Museum Of Art (2005.91.1.).

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/el-juego-de-pelota-en-jalisco

Cancha para el juego de pelota y tzompantliCódice Tudela, f. 67r.

La sangre derramada y la cabeza cercenada en el contexto del juego de pelota eran ofrendas vinculadas con las nociones religiosas de la tradición mesoamericana, que sostenía que los huesos de víctimas sacrificiales estaban permeados por sustancias sobrenaturales. Poseían atributos mágico- religiosos y eran estimados por los dioses.

La cabeza del jugador se tenía como ofrenda. Su puesta en escena comenzaba con el auto sacrificio y ayuno, continuaba con rituales ligados al juego, proseguía con la muerte y el procesamiento de la víctima sacrificial. Culminaba este circuito con la separación de las partes, la exhibición de la cabeza, generalmente sepultada bajo el piso en cistas y en dispositivos ocultos, fuera de los confines de la cancha.

Es importante reconocer las distintas prácticas post-sacrificiales ligadas al juego, pues determinan si la decapitación estuvo vinculada a éste a lo largo del Clásico Medio y Terminal, a la vez que permite distinguir entre esa práctica y otras manifestaciones de exposición de restos humanos, algunas que conviven con el tzompantli, para determinar su especificidad como lugar de ofrenda y especial vínculo con el juego.

Imagen: Además de la decapitación había otras prácticas post-sacrificiales ligadas al juego, como la exposición de restos humanos. En algunas ciudades había cancha para el juego de pelota y tzompantli, una estructura donde se colocaban cráneos. Códice Tudela, f. 67r. Digitalización: Raíces.

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/la-cabeza-decapitada-como-ofrenda

         En otras regiones, sobre todo en el Altiplano, el pasillo llega en sus extremidades a zonas terminales cerradas por muros altos, lo que a estas canchas la forma bien conocida de doble T o de I, que es característica de las representaciones de juegos de pelota que se encuentran en los códices. Normalmente, existen en las esquinas de esas canchas escaleras de acceso. Los ejemplos más famosos de canchas cerradas se encuentran en Tula, Xochicalco y Monte Albán, y probablemente así  estaba la cancha del juego de pelota del templo mayor de México-Tenochtitlan. La cancha más pequeña que se conoce se encuentra en Tikal, cerca del Templo I, y el pasillo mide 1.7 por 16 metros, mientras la cancha más grande es la de Chichén Itzá (estructura 2D1), que mide 30 metros por 96.5 m. Esas diferencias de dimensiones, tanto como la forma abierta o cerrada de la cancha, tienen implicaciones obvias sobre el número de jugadores así como  sobre los movimientos que podían hacer para alcanzar la pelota.

Esta entrada es acerca de una de las dos figuras de cerámica de jugadores de pelota que formaron parte de la exposición Maya en el Museo Canadiense de la Civilización.

Esta figura es muy completa, en muy buen estado de conservación que permite ver el tipo de yugo que se usaba en el juego, hecho de madera o piel. El jugador lleva también un brazalete para proteger el antebrazo izquierdo, así como un par de rodilleras, también llamadas "yuguito" las cuales estaban decoradas con la cabeza de un animal. El tocado que lleva el jugador tiene forma de ave y él lleva también un collar de jade. Los adornos que tiene en las mejillas podrían ser hechos de masilla. El tamaño de sus aretes es bastante grande, quizás eran extensiones del tocado. Se puede apreciar todavía algo del color con que esta figura estaba pintada. En general, esta figura fue hecha con mucho detalle, ya que es posible ver hasta los dientes del jugador (al hacer un acercamiento en la imagen).

La siguiente foto es una composición de dos perspectivas de la misma estatuilla para que se puedan observar mejor los detalles tanto del lado derecho como del izquierdo.

http://agoradeartemaya.blogspot.com/2013/08/estatuilla-de-jugador-de-pelota.html?view=magazine

 

Marcador del juego de pelota

https://es.wikipedia.org/wiki/Juego_de_pelota_mesoamericano#/media/Archivo:Chich%C3%A9n_Itz%C3%A1_Goal.jpg

         Si se toman en cuenta esos elementos –las diferencias de tamaño entre las canchas, la variedad de planos entre canchas abiertas o cerradas y los distintos perfiles, con o sin talud, con banquetas, con cornisas altas o bajas-, se pueden clasificar las canchas en unas diez categorías (o tipos) que tienen un significado cronológico y/o cultural.

                Por ejemplo, las canchas abiertas son las más antiguas, y se encuentran en su mayoría en el área maya o en la Costa del Golfo, mientras que las canchas cerradas son más frecuentes en Oaxaca o en el Altiplano, y en Michoacán. En víspera de la conquista casi no se construían canchas abiertas. Pero estas diferencias formales no son los únicos rasgos que permiten diferenciar los tipos de canchas; hay que añadir también otros elementos, como la presencia de esculturas, que tienen en el juego un papel muy importante. En algunas canchas, sobre todo en el área maya, en Toniná, Yaxchilán o Copán, por ejemplo, a lo largo del eje del pasillo están dispuestos marcadores esculpidos con representaciones de jugadores o de dignatarios. Piedras similares existen las canchas encontradas en Arizona. Otras canchas, la mayoría ubicada en los Altos de Guatemala, tienen cabezas con espigas localizadas encima de los taludes, como se ve en Copán. A veces, por ejemplo en Chichén Itzá o en el Tajín, los rebordes de la banqueta u otras partes de las canchas están adornados con panales esculpidos.

Un jugador de Ulama en Sinaloa. El equipo es similar al de los antiguos jugadores mexicas

https://es.wikipedia.org/wiki/Juego_de_pelota_mesoamericano

         Todos estos elementos tenían probablemente un papel en el juego, pero no se sabe cuál; solamente se conoce el uso de los anillos, o tachtemalacates, que en unas canchas están fijados encima de los taludes o de las paredes de las estructuras laterales; existen en Chichén Itzá, Tula y Xochicalco, y existían también en México. Entre los aztecas, el jugador que lograba hacer pasar la pelota por el anillo, lo que resulta muy difícil, ganaba de una vez todo el juego y los vestidos de los espectadores que apoyaban al equipo contrario.

         Todas las diferencias registradas tanto en la forma de las canchas como en la presencia y disposición de las esculturas asociadas al juego sugieren que había varias maneras de practicar el juego, y que, con el tiempo, el tachtli evolucionó mucho. A pesar de esta variedad, es necesario sibrayar la homogeneidad fundamental del juego: la existencia misma de una cancha construida, es esta estructura arquitectónica, permite ya diferenciar este juego de los demás; por otro lado, todas las canchas incluyen elementos permanentes, que son el pasillo y las estructuras laterales; el resto de los edificios o de los arreglos tiene un papel secundario, circunstancial. La permanencia del juego y su unidad se ven comprobadas por algunos casos conocidos, como Copán, en donde, de manera periódica, se reconstruía la cancha en el mismo lugar y con pequeñas modificaciones, pero siempre con las misma concepción.

         El juego de pelota, y las canchas que lo manifiestan, representa entonces un rasgo prehispánico panmesoamericano, una tradición que superaba las diferencias locales o las trayectorias cronológicas. Se desconoce un sitio prehispánico mayor, una ciudad de importancia, que esté desprovista de su cancha: a veces no han sido descubiertas todavía, pero el número de canchas conocidas crece sin cesar. En 1981 se habían registrado, por ejemplo, 26 canchas en los sitios de la Costa del Golfo, mientras que en 1994 el número alcanza por lo menos 80 o 90 canchas; en Michoacán, el número pasó de cuatro a 25 ejemplos. En el norte de Yucatán, donde se suponía que las canchas eran poco frecuentes, los trabajos recientes permitieron llegar de 26 canchas a más de 46, por el momento. En total, de las 671 canchas conocidas en 1981, hemos podido pasar a más de 1 200, un número todavía muy inferior al original.

         Al igual que la presencia de templos, de pirámides o de palacios, y de monumentos esculpidos como las estelas mayas, la presencia de unas canchas de juego de pelota representaba probablemente un criterio de la importancia o prestigio de un sitio; cada ciudad que deseaba afirmar su existencia o si independencia edificaba algunos monumentos, entre ellos una cancha. Además, en la mayoría de los casos, la cancha ocupaba en los sitios una posición central cerca de los edificios mayores: en México-Tenochtilán, el Teotlachco se encontraba ubicado frente a los templos gemelos de Tláloc y Huitzilopochtli, cerca del templo de Ehécatl-Quetzalcóatl y del tzompantli. Lo mismo ocurre en Tula, Xochicalco, Tajín, Chichén Itzá o Monte Albán. En los Altos de Guatemala, el en oriente, el juego de pelota representa incluso el único edificio de importancia de pequeños, el verdadero eje de la ciudad. Pero en sitios mayores, o en algunos casos específicos, el número de canchas alcanza proporciones asombrosas; si se conocen numerosos sitios, con dos canchas, como Iximché, Yaxchilán o Toniná, Tula cuenta con 6 ejemplos, y Chichén Itzá con 13; había también varias canchas en Tenochtitlán. Esta situación es particularmente notables en lo sitios de la Costa del golfo; Tajín por ejemplo, cuenta con más de 11 canchas, El Pital con 8 y Cantona hasta con 22. Esas cantidades superan la simple interpretación del juego como pasatiempo o símbolo político, para darle una dimensión religiosa de culto verdadero.

         Es muy  difícil, y casi  imposible, sintetizar en algunas páginas toda la riqueza del simbolismo del juego entre todos los pueblos que lo practicaron. Con seguridad, los vecinos de Chalcatzingo o de Teopantecuanitlán en el periodo Formativo no daban al juego el mismo significado que los aztecas en vísperas de la conquista. De la misma manera, las 22 canchas de Cantona indican que este sitio consagraba al juego un papel distinto del que tenía en Yagul o Dainzú, donde una sola cancha bastaba. El juego evolucionó, tal como su significado, y sólo se pueden proponer aquí algunas interpretaciones. Como se ha dicho,  las canchas, ocupan en los sitios mayores, una posición central entre los edificios asociados al poder. Además, en muchos casos, se nota una vecindad entre  tipos de edificios como las canchas y los tzompantli (en Tula, Chichén Itzá o México, por ejemplo), o como las canchas y los temaxcales, como en Tula y  Monte  Albán. La importancia política del juego queda fuera de duda, pero, para entender el simbolismo del juego, se puede apoyar en las esculturas asociadas, los marcadores, los anillos o los paneles, y en muchos otros motivos iconográficos; por ejemplo, en los códices aztecas o mixtecos se registraron más de cien representaciones de juegos de pelota, mientras en numerosas figurillas se representan jugadores; existen también maquetas de canchas, en piedra o en barro, y  escenas asociadas al juego están representadas en estelas, escalones o altares, como en Tepatlaxco o Yaxchilan. Toda esta  iconografía debe ser interpretada en su contexto propio, y sería muy peligroso interpretar el simbolismo de los escalones de Yaxchilan a la luz de los mitos aztecas. Pero todavía es posible notar  algunas semejanzas que demuestran  cierta homogeneidad. El papel político del juego, ya notado en la ubicación de las canchas, viene confirmado por numerosas evidencias; en Copán, el rey XVIII-Conejo está representado en los marcadores del pasillo, mientras en Toniná un dignatario ocupa una posición central en la cancha, rodeado de cautivos. Entre los aztecas, hemos ya  mencionado la partida de Moctezuma contra el rey de Texcoco, y  otros mitos asocian a reyes o dioses con el juego, yales como  Axayácatl o Huitzilopochtli. Lo mismo ocurre en los códices mixtecos con Ocho-Venado. El juego tiene sin duda, una función política.

         Al mismo tiempo, en muchos casos, como en Cobá o Toniná, el juego está asociado a representaciones de cautivos o de guerreros, y más numerosas todavía son las representaciones de sacrificios humanos asociados al juego: el ejemplo más famoso es, obviamente, la cancha de Chichén Itzá; en los paneles que adornan el reborde de las banquetas se ve la decapitación de un jugador por otro del equipo contrario. Escenas de decapitación aparecen también en los códices o en esculturas, tanto en la Costa del Golfo (Tepatlaxco) como en la Costa del pacífico, en Guatemala y en otras partes de Mesoamérica, y hay que recordad la proximidad espacial de varias canchas con tzompantli, en Tula o en México. El juego de pelota está, entonces, estrechamente vinculado al sacrificio por decapitación, asociado comúnmente a ritos de fertilidad. Y existen muchas evidencias que confirman este vínculo, como en Chichén Itzá: del cuello decapitado del jugador salen olas de sangre, que se vuelven flores y ramas; o entre los aztecas, cuando en Tula, Huitzilopochtli construye una cancha y del centro hace brotar una fuente de agua que da origen a flores y árboles. El juego de pelota tiene un fuerte y constante significado de rito de fertilidad: asegurar la vida, por medio de la fertilidad, constituye probablemente una de las mayores responsabilidades del rey, una responsabilidad religiosa y política. Como lo demostró C.F. Baudez en Copán, el rey debe enfrentarse, en el juego de pelota, a los dioses del inframundo, de la muerte, para asegurar la vida, la germinación. Esa es también la trama de muchos mitos mesoamericanos, entre ellos el del Popol Vuh. La responsabilidad religiosa del rey para el bienestar de su pueblo puede, entonces, extenderse a una responsabilidad política; el juego de pelota adquiere un papel de sustituto de guerras de conquista, tal como lo usó Axayácatl para conquistar Xochimilco. Las apuestas que acompañan al juego, y su función adivinatoria, representan una consecuencia lógica de esta última función: en el siglo XVIII, en el norte de México, el padre Santarén narra las partidas que presenció, donde los pueblos apostaban sus riquezas en vez de pelearse por ellas.

 

Simbolismo:

  • Astronómico: La pelota representaba al sol. Los anillos de piedra el amanecer y la puesta de sol o los equinoccios.
  • Guerra: La pelota representaba al enemigo vencido.
  • Fertilidad: Como lo indican representaciones de jugadores con íconos de maíz, o sacrificados para asegurar la renovación del pulque.
  • Dualidad cosmológica: El juego es una batalla entre la noche y el día, la vida y el inframundo. Los campos de juego eran considerados portales al inframundo.

https://pueblosoriginarios.com/meso/maya/maya/pelota.html

         El juego de pelota prehispánico atravesó por una larga y compleja historia, desde su origen hasta su pervivencia contemporánea, pero nunca perdió su homogeneidad ni su significado fundamental, a pesar de las diferencias entre los muchos pueblos que lo conocieron. Según las evidencias de que se dispone, el juego de pelota existió en el periodo Formativo Tardío, en los últimos siglos antes de nuestra era; han sido identificadas canchas en Chiapas, en la zona maya, Morelos (Chacaltzingo) y Guerrero, o en el Occidente de la República (Jalisco). La existencia de tantas canchas localizadas en áreas distintas, sugieren un origen anterior, pero hasta la fecha no ha sido posible confirmar “un lugar de nacimiento”; la civilización olmeca hubiera podido practicar el juego, pero ninguna cancha ha sido identificada de manera segura hasta ahora. Con el crecimiento de Teotihuacan a principios de nuestra era ocurre un fenómeno particular, ya que si la metrópolis del Altiplano conoce la existencia del juego, como se puede comprobar por la representación de una cancha en los murales de Tepantitla, no lo practica; al contrario, Teotihuacan tiene su propio juego, que difunde en los sitios donde su influencia se manifiesta.

Murales del juego de pelota al Sur de El Tajín que muestra el sacrificio de un jugador de pelota.

https://es.wikipedia.org/wiki/Juego_de_pelota_mesoamericano#/media/Archivo:Panel9SBCTajin.JPG

         En Tikal, en Kaminaljuyú, en Guerrero o en Michoacán, tal vez otro tipo de juego se asocia con la presencia de los teotihuacanos y, al mismo tiempo,  el tachtli desaparece parcialmente; el número de canchas disminuye, y sólo en algunas partes de la República se siguen edificando canchas: eso pasa sobre todo en los Altos de Guatemala, en la Costa del Golfo y en el Occidente, donde las canchas asociadas a los guachimontones se vuelven más numerosas. Es muy difícil todavía explicar este fenómeno, pero no es el único ejemplo de la originalidad de Teotihuacan: la casi ausencia de glifos y el estilo arquitectónico son otras evidencias que falta explicar. La caída de Teotihuacan está acompañada por un verdadero renacimiento del juego, probablemente bajo la influencia de la Costa del Golfo. Algunos autores propusieron la existencia de un verdadero culto del juego por estos pueblos y su difusión en todas partes de Mesiamérica. Durante el Clásico Reciente, entre 600 y 900 d.C., el juego  alcanzó su apogeo, y se edificaron canchas en todas las ciudades y pueblos, mientras representaciones de jugadores o de ritos asociados se hacían cada vez más numerosas en los murales, en las figurillas o en las esculturas. Es probablemente  en esos tiempos que el juego obtuvo su significado más elaborado y su papel de rito de fertilidad. Con un pequeño retraso, en comparación con lo que pasó en las Tierras Bajas, la zona maya o Oaxaca, el Altiplano adoptó rápidamente el tlachtli, y las canchas se volvieron parte integrante de las ciudades. Mientras, en el Occidente, el juego parece haber sido abandonado, y sólo con la mesoamericanización del Occidente se reintrodujeron las canchas en Michoacán o Guanajuato.

Tablero 2. Juego de Pelota Sur. Zona arqueológica de Tajín.

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/tajin-y-las-canchas-de-juego-de-pelota

 

         La decadencia de las ciudades mayas, y el florecimiento de nuevas áreas en el norte de Yucatán, ocasionó un cambio en la ubicación del juego, pero al parecer en Yucatán tuvo un significado distinto, y su importancia disminuyó hasta su desaparición total. No se conoce ni una cancha en los sitios del Posclásico yucateco, pero el juego siguió vigente en los Altos de Guatemala, como en Honduras, y en todo el resto  de Mesoamérica, hasta la llegada de los españoles.

         Los conquistadores presenciaron varias partidas, y mientras vivieron la fascinación tanto por el juego mismo como por la pelota, hecha de una materia desconocida, se dieron rápidamente cuenta del significado religioso del juego y lo prohibieron. Pero las canchas no tuvieron la suerte de muchos templos, y se quedaron intactas en la mayoría de los casos. Además, el juego siguió existiendo en partes aisladas y en el Norte de la República. Había perdido, poco a poco, muchas de sus características cuando los etnólogos se dieron cuenta de su existencia y origen: ya no se usaban canchas construidas y el simbolismo religioso se había perdido, pero conservaba lo suficiente para permitir relacionarlo con el pasado.

La “Palma” en el contexto del juego de pelota mesoamericano, a menudo representa a un jugador sacrificado, no necesariamente el ganador. Estas representaciones como la Lápida de Aparicio, muestran al jugador decapitado, y de su cuello emergen serpientes, simbolizando fertilidad.

 

Taladoire, Eric, “El Juego de Pelota Precolombino” en México Antiguo, Antología de Arqueología Mexicana, México, INAH, Editorial Raíces, biblioteca para la actualización del maestro, SEP, vol. 1, 1995, pp. 41-50.

https://www.meisterdrucke.es/impresion-art%C3%ADstica/Veracruz/321919/Jugador-de-pelota-sacrificado-de-Aparicio,-per%C3%ADodo-Cl%C3%A1sico-Tard%C3%ADo-%28escultura%29.html






























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